Caballos corseres, jinetes y mulas. Las cabalgaduras de la casa del duque de Gandía, Juan de Borja y Cattanei, en 1494

En 1493, Juan de Borja y Cattaney, hijo de Rodrigo de Borja, papa con el nombre de Alejandro VI, se trasladó a sus tierras en el ducado de Gandía.


En un interesantísimo documento se recogen los nombres o los oficios de 111 servidores de su casa: la gente ordinaria que comía en casa del duque; 74 del señor duque y 37 de la señora duquesa. Además, se relacionan las cabalgaduras de servicio que recibían ración de la casa de los señores duques de Gandía.


Hay que tener en cuenta que no todos los miembros de la casa del duque tenían ración para su cabalgadura. De hecho, en una instrucción ordenada por Alejandro VI - que costeaba dicha casa - se indica que se diera dinero para comer a los escuderos, sus mozos y sus cabalgaduras.


Además, los parientes, gentileshombres y pajes, aunque comerían del plato del señor duque en la posada del señor duque, recibirían una quitación en dinero para sus cabalgaduras y servidores.


Por lo tanto, la caballeriza del duque debió ser mucho mayor de lo que tenemos listado, lista que solo recoge aquellos animales que recibían cebada comprada por la casa del duque.


Aún así, siendo imparcial, esta relación es sumamente interesante, porque nos aporta muchos datos sobre la caballería del periodo, y aunque es mayormente de uso civil, se pueden extrapolar algunos datos para el caso militar.


El cardenal Cisneros, regente de Castilla durante la toma de Orán en 1509 a lomos de una mula. Se aprecian las largas orejas del animal, que no es mucho más pequeño que los caballos en los que montan los hombres de armas que le siguen. Pintura de Juan de Borgoña, h.1514




Alejandro VI tenía en mente organizar la casa de su hijo en "el estilo de los otros grandes residentes en aquella corte" - «lo stil dels altres grans residents en aquella Cort», y al mismo tiempo, mantener las finanzas controladas en un cierto «quiero y no puedo». Como sea, si tomamos la casa del duque como ejemplo, la caballeriza de la casa de un noble en la España de finales del siglo XV estaba constituida por diversos tipos de animales:


  • Muchas mulas para los desplazamientos de sus señores y sus principales criados; el resto de criados - como el gallinero, la lavandera o los diversos esclavos y esclavas negros y moriscos - haría el camino a pie, o se quedarían en casa.

  • Algunas acémilas para el transporte de ropa, vajilla y otros elementos.

  • Caballos «corseres» criados para la guerra o para justar.

  • Caballos jinetes, que podían servir para la guerra o para ejercicios nobiliarios como los juegos de cañas, como veremos.

  • Caballos específicos para la caza.


El viaje desde Roma a Valencia se hizo en cuatro galeras que partieron de Civittavechia el 4 de agosto de 1493 haciendo escala en Barcelona. Por lo que parece, no se llevó ninguna cabalgadura desde Italia, y se tuvieron que comprar todas ellas en España, país en el que se criaban todos los animales antes mencionados. 


En la instrucción dada por Alejandro VI se especificó que si los escuderos no tenían capacidad para poderse encabalgar, se valorase la posibilidad de comprar cabalgaduras para ellos, bien fuera en Barcelona, bien en Valencia. 


Como muestra de la importancia social de las cabalgaduras, en la instrucción de Alejandro VI a su hijo Juan, se indicaba que debía ganarse la voluntad de algunas damas de la reina Isabel la Católica mediante presentes, para que fueran trabajando las orejas reales - «que hajen la orella sua» - de manera que algún día el duque de Gandía alcanzara la gracia real y pudiera, como hacían los grandes de España, cabalgar a su lado - «si per los grans se acostuma com vol cavalcar».


Por lo tanto, el duque, aunque no parece que llegase jamás a cabalgar junto a la «Sra Reyna», debía estar, si la ocasión se presentaba, encabalgado de la mejor manera posible.


Más allá de estos planes o ensoñaciones de engrandecimiento familiar, lo que sí está claro es que la organización de la caballeriza del duque, tanto en la selección de animales para los señores y para sus servidores, así como en las guarniciones de dichos animales, debía proyectar la imagen de poder pretendida en cualquier ocasion propicia para ello: desde un simple desplazamiento a ir de caza, pasando por ocasiones especiales como eran los torneos y justas, o los menos solmemnes pero más populares juegos de cañas.




Las mulas para caminar


de todos sus reinos de Castilla y León, para la guerra de los moros, a duras penas podian llegar diez o doce mil hombres de a caballo. y había más de cien mil encabalgados en mulas


Historia de los reyes católicos D. Fernando y Doña Isabel. Andrés Bernáldez 



Iba el ama del Príncipe encima de  una muía en una albarda de terciopelo, é con un repostero de brocado colorado llevaba al Príncipe en sus brazos: 


Historia de los reyes católicos D. Fernando y Doña Isabel. Andrés Bernáldez 



Mujer caminando en mula ricamente guarnecida, en albarda. Detalle de uno de los tapices de Van Orley sobre la batalla de Pavía. 


Si nos centramos en las cabalgaduras se puede ver que la mayoría - 27 animales - eran mulas, «mulas de silla» para «caminar» con ellas, o sea, para los desplazamientos, tanto de los señores, como de sus principales criados: «pera el servey», o sea, para el servicio, y para «als gentils homens», que parecen ser el barón de Proxita y mosen Pertusa, los únicos que tenían a cargo «escuders» y «pages».


Las mulas del duque disponían, al menos, de una guarnición de terciopelo carmesí y otra de terciopelo verde, además de riendas de seda negra y riendas de hiladillo, y dichas guarniciones se hicieron para participar en un juego de cañas. Evidentemente, no para correr con dichas mulas en el juego, pero sí para llegar a dicho juego montado en ellas, reservando a los caballos «jinetes» para el juego.  


El duque, por su parte, disponía de 20 pajes, pero solo 4 tenían mula que tomaban ración de cebada de la casa del duque. Esto no quiere decir que los criados no disponieran de otras monturas, pero en ese caso, deberían costearselas ellos mismos.


Cabe tener en cuenta que la mula era entonces la cabalgadura principal para viajar y desplazarse a diario en España, y que las pragmáticas que los Reyes Católicos promulgaron limitando su uso fueron cumplidas por un tiempo, pero después quedaron en desuso.  De hecho, en 1534, Carlos V, preocupado por la escasez de caballos en el reino, promulgó una nueva pragmática para limitar el uso de mulas, salvo excepciones, como era el caso de los eclesiásticos y las mujeres, pragmática que indicaba que la orden de los RRCC no se llegó a cumplir a rajatabla.  


Había además 8 acémilas para transportar lo que fuera, como los equipajes en los viajes: «per a portar la roba». Aunque, normalmente, en grandes traslados, se alquilaban bestias de carga para ese menester.  




Los corseres para justar


De las fiestas ordinarias que se hacen la justa es la mas galana y mas hermosa y mas bizarra

Del justador, Miscelánea de Luis Zapata



Juan de Borja tenía dos «coseres» o «corseres», esto es, caballos pesados de guerra para combatir como hombre de armas, o caballos que en paz podían servir para el torneo. 


La intención de Alejandro VI era que la casa del duque sostuviera un par de singulares justadores que recibieran sueldo para el ejercicio de las armas, y que combatiesen llevando las armas de los Borja en España, y dejando el pabellón de su casa bien alto:


«un parell de singulars justadors, com seria mossen Alegre e mossen Crespi [oferin los sou] al exercici de les armes»


Estos dos justadores están ataviados para entrar en lid, con sus arneses de punta en blanco, y sus lanzas con hierros de justar, diseñados sin punta para descabalgar al contrario sin matarlo. Llevan sayos y tarjas forradas a juego con las cubiertas de los caballos, en los cuales pondrían sus colores y sus divisas y las armas de sus casas. 



Quizá estos fueran los «gentils homens» mencionados, los «dos gentiles hombres prácticos y ejercitados en las armas en Castilla o en nuestras partes» que recomendaba Alejandro VI que tuviera el duque en su casa para hacerse cargo de un contingente de jinetes [1].


Estos gentileshombres debían reunir el siguiente aparejo para porder justar: armas, sillas, arneses y lanzas. De lo único que hay relación que se compró, fueron tres cubiertas de caballo de diferentes suertes - de brocado o terciopelo - aunque todas carmesíes, y una de ellas, con las armas del duque. 


Por uno de estos «corseres» el duque pagó 262 libras y 10 sueldos, moneda de Valencia, que fue algo más de lo que le costó vestir a todos sus pajes [más de 227 libras]. 


Se compraron mulas en dos partidas: una de 184 ducados y 1 sueldo, y otra de 401 ducados. Con un cambio de 1,05 libras por 1 ducado, podemos asumir que el dicho córcel costó la mitad que las mulas de la casa del duque, unos 14 animales, que tampoco eran bestias cualesquiera. 


Por tener otra cifra para comparar, en cinco meses, la casa del duque gastó 2.498 libras, un sueldo y dos dineros. 




Los jinetes para el juego de cañas


Todos ellos yuan con tocas blancas en la cabeça a la morisca.Trayan todas las quadrillas plumas conformes a las colores q cada vna d'ellas lleuaua. Despues que vuieron hecho la entrada y corrido el campo muchas vezes de vna parte a otra a manera de escaramuça partiendose en dos partes, tres quadrillas en cada puesto y teniendo sus adargas dexaron las lanças, tomaron varas en las manos y luego començaron a jugar con mucho concierto y ligereza assi de los Caualleros en reboluerse y adargarde en la silla, como de los cauallos en la carrera


El Felicissimo viaje del Muy Alto y Muy Poderoso Principe Don Phelippe, Joan Cristòfor Calvet d'Estrella [1552]



La caballeríza del duque de Gandía disponía de 10 caballos «ginets» o caballo «ginete»; esto es, caballos ligeros españoles para montar a la jineta. De estos, aparece uno mencionado aparte, un «cavallo de Segura», siendo este Segura un servidor de la casa del duque del que desconocemos su oficio. 


En los juegos de cañas, unas cuadrillas atacaban, lanzando unas cañas o varas a modo de venablos, y otras cuadrillas defendían, huyendo a la carrera defendiéndose con adargas; a la izquierda se puede ver a un jugador que toma una nueva caña de manos de un mozo. Los contendientes se vestían a la morisca, con marlotas y capellares, o con aljubillas y albornoces. Además, se escaramuzaba corriendo con lanzas, como se puede ver en el detalle inferior. Carlos V e Isabel de Portugal asisten a juego de cañas en Toledo. Marzo de 1539. Obra de Jan Cornelisz Vermeyen. Detalle jinetes a la morisca 






Es interesante remarcar que Juan de Borja, nacido en Roma en 1474 y criado en la corte romana, adquiriera tantos caballos a la jineta. Aquí cabe destacar lo siguiente: en un alarde de grandeza, su padre le dejó indicado que en España dispusiera de 60 o 70 «ginets». Pero tantísimos jinetes no eran caballos, sino soldados de caballería, debiéndoles pagar a cada uno de los dichos «ginetaris» 60 ducados al año, «como así se acostumbra a pagar aquí en la Italia semejante gente, como sabe Guillem Ramon de Borja, que ha tenido, entre estradiotes y ballesteros a caballo setenta u ochenta de caballo» [1].  


En todo caso, más que crear una compañía para servir a sus reyes en la guerra, el destino de estos diez caballos jinetes fue el juego de cañas. 


Entre los pertrechos que adquirió el duque, hay varios elementos destinados al «joch de les canes»:

  • Terciopelo verde y damasco blanco para forrar adargas

  • Adargas

  • Aljubillas y albornoz para poder ir vestido a la morisca a dicho juego

  • Jipo o Gipo

  • Atavío

  • Alpartaz

  • Caparazón, una cubierta destinada a resguardar la silla y aderezo del caballo


¿Y para qué disponer de 10 caballos de la jineta? Pues la respuesta también está en la contabilidad de la casa del duque: parece que en las pascua de junio o segunda pascua, se adquirieron sedas «per al Joch de canyes» en que participó el duque con los «gentils homens que ab sa Senyoria anaren». 


Los señores no participaban solos en estos juegos, sino que entraban por cuadrillas. A veces las cuadrillas eran todas nobiliarias; por ejemplo, para que el rey jugara a cañas acompañado de nobles selectos, pero en otras ocasiones, cada noble lideraba una cuadrilla de servidores de su casa. 


Ese era la causa para disponer de tantos caballos «ginetes», y el motivo que impulsó a Juan de Borgia a gastar «CCCCLXXXIII liures, XIIII sous, V dîners» en «lo atavío del Joch de les canes del Illra° Sºr Duch», gastos que le supusieron una reprimenda paterna, y una carta exculpatoria, en la que argumentaba que el «joch de canyes que fiu en Valencia per la venguda de la Duquessa ma muller» fue una «cosa que nos devia escusar».



Caballos de caza


Además, el «Sºr Duch» disponía de 2 caballos específicos para la caza - «cavallos para caça» -  los cuales pudo emplear durante los tres días que se dedicó «a caça de porchs», o sea, a la caza de jabalíes, junto a otros 13 caballeros. 


Por último, recibía ración un caballo de un criado llamado «Perico el loco».




Servicio de caballeriza


Entre el servicio relacionado con dichas cabalgaduras encontramos un par de de oficiales y gran cantidad de mozos:


  • 1 caballerizo [ «cavallerizo» / «cavalleris»]

  • 1 «barberestador» o domador, que enfermó de peste y no viajó con el duque

  • 6 mozos de espuelas. Los mozos de espuelas eran criados que se encargaban, entre otras cosas, de cuidar los caballos. Parece que los podían montar, por ejemplo, para llevarlos a herrar, o para llevar un animal de un aposento a otro durante un viaje, preferentemente, montándolos a pelo. Podían llevar librea, y de hecho, el señor duque les hizo comprar seis pares de calzas negras para que fueran a juego. 

  • 1 mozo de escala. Parece que era el encargado de disponer la escala para que las damas montasen a la mula; por causa del largor del vestido, subirse a la mula, fuera en silla o albarda, era más complicado que para los hombres.

  • 3 acemileros




La ración de cebada


Si vemos la ración de cebada que recibían dichos animales, y la ordenamos por volumen de grano, vemos otra categorización:

  • Corseres: tres almudes de cebada al día

  • Ginete de Segura: tres

  • Acémilas: tres

  • Caballos ginetes: dos almudes y medio de cebada al día

  • Caballos de caza y el caballo de Perico el loco: dos almudes de cebada por día

  • Mulas de los duques y caballeros de su casa: dos almudes de cebada por día

  • Resto de mulas: un almud y medio


Vemos pues, que se daba diferente ración a los animales, categorizándolos por tipo, pero también por servicio o por usuario. 


Si vemos los caballos: los corseres comían un 20% más que los jinetes, y un 50% más que los caballos de caza. Esto nos puede dar un indicativo de su tamaño más que de su trabajo. Es probable que los caballos de caza, empleados por tres días en la caza del jabalí consumieran más energía que los corseres que estarían normalmente en sus establos, pero, a su vez, estos caballos de caza fueran más pequeños - pues no habían de cargar el peso de las armas de su señor ni de las bardas. Indudablemente, los caballos jinetes eran caballos ligeros, pero, si nos atenemos a la alimentación, la diferencia es solo de un 20%. 


En cuanto a las mulas, vemos  que las mulas de servicio de los duques y caballeros de su casa recibían un tercio de cebada más que el resto de mulas. Es probable que fueran animales más seleccionados y de mayor porte que el de los otros servidores.


Por último, la ración de las acémilas, de igual cantidad que la de las cabalgaduras más caras, nos indica que la categorización debía ser por tamaño o por necesidades alimenticias fruto del mayor trabajo que realizaban estas bestias de carga, y que la categorización por valor del animal era secundaria, si es que se daba, a la hora de otorgar más o menos cebada a cada uno de los animales.  




El documento original


Copia de las cavalgaduras que han cevada de la casa del Ill[ustrissimo] S[eñ]or Duch de Gandía.

[el texto entre corchetes es añadido al editar la lista como aclaración]


Primo. Onze cavallos del Sºr Duch, dos coseres (corceles) y nou ginets;

—Tres mulas del Sºr Duch, y cuatro mulas de la Sª Duquessa;

—Dos mulas del varón de Proxita [a cargo de dos escuders, un page y dos moços]

—Quatre mulas de mosen Pertusa y de sus fijos [Mosen Jaime de Pertusa era procurador general del duque, y tenía a cargo un escuder, un page y un moço]

—Dos mulas de Tristan [de Villaruel] y de su fijo [el bachiller]

—Una mula de mossen Fira [secretario, con un moço]

—Una mula y una azemila del mayordomo de la Sª Duquesa

—Una mula de Remiro, moyordom

—Dos cavallos para caça del Sºr Duch

—Una mula de Artes

—Un cavallo de Segura [un caballo jinete para el criado de dicho nombre]

—Una mula de Gomez, maestresala de tinelo

—Una mula del cavallerizo

—Una mula de Olaso

—Una mula del comprador [Domingo, tenía un mozo a su servicio]

—Quatro mulas de pages, una de Castelvi, otra de Ricart, otra de Romeu, otra de Vibas [estos pajes tenían mozos a su servicio]

—Una mula de Socarats, armero de su S[eñor]ia

—Una mula del barbero de su S[eñor]ia

—Una mula de Anton, moço de capilla

—Una mula del sastre de la Sª Duquesa

—Un cavallo de Perico el loco

—Set azembles de su Sª [acémilas, para ser conducidas por tres acemileros]

—Una mula de Felib Juan, e altra mula del civadero.


Las mulas del Sºr Duch y Duquesa, y de mossen Pertusa, y de Tristan, y de mossen Fira, y del baron de Proxita, la del comprador han de cevada cada dia dos almudes, y los coseres y el ginete de Segura y las azemilas a tres almudes, y los ginetes a dos almudes y medio, y los cavallos de caça y el de Perico el loco a dos almudes, todas las otras mulas a un almud y medio por dia.


Suman las cavalgaduras que preneen ración de cevada e palla de casa el Ill. Sºr Duch, LVI.


[1] Aunque esté entrecomillado, el original es en valenciano:

«E lo semblant portará per sa persona lo dit Duch de Gandía, y encara es de veure, sis trobassen, dos gentils homens pratichs e exercitats en les armes en Castella, o en nostres parts, que volguessen venir ab lo Duch ab sixanta o setanta ginets, offerint los per cascuna de ses persones quatrecents ducats lany, e sixanta ducats per un any cascu deis ginetarís, com axi se acostumem de pagar açi en la Italia semblant gent. C que ha tengut entre stradíots e ballesters a cavali setanta o LXXX de cavall».


Este Guillem de Borja aparece en la lista de la casa del duque en Barcelona, pero en Gandía no. 




Bibliografía:


Algunos documentos y cartas privadas que pertenecieron al segundo duque de Gandía, don Juan de Borja, Sanchis y Sivera, José - editor literario. 1919


Prematicas nuevas sobre las mulas e sobre los brocados y telas de oro y plata y bordados las quales se pregonaron en esta civdad de Toledo d.d. 12. Março 1534


Las pragmáticas del reyno: recopilacio[n] de algu[n]as bulas de nuestro muy sancto padre, concedidas en fauor de la iurisdicion real, con todas las pragmáticas... 1520









La compañía de Álvaro de Madrigal en la Barcelona de 1537. Un «crisol» de las tierras de España

Y pasé por mitad de Barçelona delante del Rey y de su Corte y de algunos de mi tierra en hordenança con los otros soldados, con la pica en el honbro. 

De lo que me acaesçió entrando en Barçelona, en Libro de la vida y costumbres de don Alonso Enríquez de Guzmán


En la playa de Barcelona - la ciudad no tenía puerto - se embarcaban gente y pertrechos en barcas, bateles y esquifes que les transportaban hasta las galeras y naves fondeadas cerca de la orilla. No pocos soldados, como «Joan Boxo» de Puigcerdà, «Jeronymo Galces» de Barbastro, o «Anton de Letran» de Jaca, verían el mar por primera vez en su vida. Los viajes por mar, aún por el Mediterráneo en verano, eran inciertos pues había que cuidarse de multitud de peligros. Otros soldados, como «Pedro de Roues de Castro de Ordiales», «Pedro de Aguillar de Caliz» o los 18 mallorquines de la compañía, eran conocedores de la mar, quizá, incluso, habían llegado a Barcelona embarcados como grumetes. Detalle del cartón nº2 de la serie «La Conquista de Túnez», titulado «La revista de tropas en Barcelona», por Jan Cornelisz Vermeyen [1546-1554].


I.A.A. Thompson publicó en 2003 El soldado del Imperio: una aproximación al perfil del recluta español en el Siglo de Oro, un pequeño muestreo de los orígenes geográficos de unos 3.500 reclutas de tres levas realizadas en los años de 1575, 1587 y 1628, que se convirtió entonces, dada la escasez de estudios similares, en una verdadera «radiografía» para la historiografía del reclutamiento de tropas de infantería en España. 

Sus conclusiones, basadas en el análisis de esas levas, indicaban que más del 90% de los bisoños procedían del reino de Castilla, y el resto de reinos peninsulares apenas si aportaban conjuntamente el 10% de las tropas. Aún así, Thompson señaló que las «compañías a nivel micro eran verdaderos crisoles de la integración nacional», dado que, aunque la mayoría de soldados fueran de los partidos donde se había señalado la leva, una parte no desdeñable de las tropas que integraban las compañías eran de otras partes de España, a veces, bastante lejanas a dichas zonas de reclutamiento.

Idan Sherer realizó en 2017 un análisis detallado de la compañía de Francisco de Sarmiento, embarcada en Alicante el 26 de noviembre de 1528. Los orígenes de los 464 soldados de dicha compañía, ofrecen un retrato mucho más diverso que los analizados por Thompson. Aunque 7 de cada 10 bisoños procedían del reino de Castilla, un 30% de los reclutas procedían de reinos de la corona de Aragón o de Navarra, siendo un 14% de los soldados del reino de Valencia, donde se ubicaba el puerto de embarque.

Un sucinto muestreo de envíos de tropas y reclutas en las décadas de 1530, 1540 y 1550 sugiere que tanto los partidos asignados para realizar las levas en las «conductas» otorgadas a los capitanes, como las zonas en las que se complementaba dicha leva, guardaban relación con el destino final de dichas compañías. Si, por ejemplo, se pretendía enviar tropas por mar a Flandes, las ciudades, villas, tierras y comarcas donde se reclutaban los soldados solían estar en la mitad norte del país, dado que el tránsito a los puertos de embarque - fundamentalmente Laredo, aunque también La Coruña - se realizaba con mayor brevedad. Si se enviaban tropas a empresas en Berbería, el puerto de Málaga solía ser el escogido, y las levas se realizaban en la mitad sur, mayormente, en Andalucía, pero también en Murcia, La Mancha o incluso Extremadura. Si las levas eran para Italia, vía Barcelona, se intentaba reclutar no solo tropas en Castilla, sino también en Aragón y de paso, en Cataluña.

Este último fue el caso de la compañia del capitán Álvaro de Madrigal, que se levantó en la primavera de 1537 para la defensa de la isla de Cerdeña. Madrigal, que acabaría ligado a dicho reino, pues sería nombrado virrey de dicha isla en agosto de 1556, recibió una conducta para levantar a 500 hombres con destino a la isla mediterránea. En Barcelona pasó muestra con 398 infantes, arcabuceros y piqueros.

Los capitanes en esta época solían levantar compañías de 300 hombres, pero se estimó que la isla precisaba de mayor cantidad de soldados para su defensa, y se optó por concentrarlos bajo un único mando, cosa que se sabía evitaba los problemas de precedencia entre oficiales de igual rango, y además, ahorraba costes al rey. 

Todos los capitanes debían tratar de completar sus levas en los partidos asignados, pero se asumía, y a veces se ordenaba, que debían partir con cierta premura desde las plazas de muestra hasta los puertos de embarque aunque la cifra de su conducta no se hubiera alcanzado. Por el camino, los llamados «tornilleros» - verdaderos profesionales de la deserción - dejaban sus banderas tras recibir las primeras pagas y, en ocasiones, arrastraban a otros bisoños descubriéndoles las ventajas de esta «profesión». De 3.096 hombres que recibieron las primeras pagas ese año de 1537 para acudir a la defensa del Rosellón repartidos en 14 «compañías nuevas», 785 no llegaron a Perpiñán para recibir la segunda paga. Esto supuso una pérdida del 25%, que se produjo simplemente en el tránsito desde la plaza de muestras hasta su destino «caminando sus jornadas» por España.  

Los capitanes, padeciendo estas ausencias tras las primeras pagas, para cumplir con lo estipulado en su conducta en lo que al número de tropas se refiere, se veían obligados a ir reclutando tropas a su paso por las tierras que cruzaban, con o sin colaboración activa de las autoridades locales, y en ocasiones, con su oposición, cosa que causaba ciertas querellas entre estos y los oficiales de la compañía, especialmente, con los «oficiales menores», como era el caso de los tambores, los cuales, «tocando cajas» llamaban al reclutamiento. 

En última instancia, y llegados al puerto de embarque, y viéndose apurados, los oficiales del rey instaban a los capitanes a que reclutasen tropas en las zonas aledañas a dichos puertos, aprovechando así el tiempo de demora que solía darse en reunir y aprestar las naves para el transporte, así como el que los marinos se veían obligados a invertir aguardando tiempo favorable para la navegación. 

Sumadas a las levas de soldados «oficiales» en los partidos señalados en la «conducta» del capitán, tanto las reclutas en camino como las reclutas en puerto generaban una amalgama de gentes de tierras diversas en las compañías. En lugar de corresponderse la vecindad o naturaleza de los soldados de la compañía a lo estipulado en la conducta de sus capitanes, por ejemplo que dichos soldados fueran en su mayoría zamoranos vecinos de «Toro y Zamora y su comarca», o aragoneses de la «ciudad de Zaragoza y su tierra», las vecindades y naturalezas de los soldados eran mucho más diversas, como veremos en este ejemplo.


Alféreces de una compañía de infantería española en 1535. La bandera, una vez se arbolaba, simbolizaba el espíritu de la compañía. Para los bisoños, era, junto a la caja que tocaba el tambor, el símbolo que les señalaba el luar donde se llevaba a cabo el reclutamiento. Detalle del cartón nº10 de la serie «La Conquista de Túnez», titulado «El saqueo de Túnez», por Jan Cornelisz Vermeyen [1546-1554].


Evidentemente, también la propia idiosincrasia del soldado, aventurero y «vagamundo», propiciaba que un hombre en busca de fortuna se hallase lejos de su tierra cuando oyese tocar las cajas y viese la bandera que señalaba el alojamiento del capitán, lugar donde podría asentar su nombre en las planas del alarde de la compañía. Por eso, si no nos extraña que en la compañía de Madrigal sentaran plaza flamencos, sardos o napolitanos, tampoco nos ha de extrañar que un «Lucas de Mondregon vecino de Honyate», un «Baltesar de Ojeda, vecino de Çevilla» o un «Joan Gonçales vecino de Sant Domyngo de la Calçada», acabasen juntos rumbo a Cerdeña en una compañía en que los naturales de los reinos de la antigua corona de Aragón eran mayoría.



Las tropas de la capitanía de Álvaro de Madrigal

El 9 de mayo de 1537 la compañía recibía la primera paga, que se solía dar por mano de un «pagador», un oficial del rey encargado de tomar muestra y pagar a los soldados, realizándose dicha paga en la «plaza de muestra», un lugar asignado para realizar dicha acción. 

El 11 de julio de 1537, estando la compañía ya en Barcelona preparándose para embarcar rumbo a Cerdeña, con la presencia de don Federico de Portugal, arzobispo de Zaragoza y lugarteniente y capitán general del principado de Cataluña y condados de Rosellón y Cerdaña, el notario público Bernat Clemente Canaletes, «de la scrivania de raçon de sus magestades», certificaba la segunda paga que se les daba a los soldados de la capitanía de Álvaro de Madrigal, que abonaba el periodo comprendido entre el 10 de mayo y el 10 de junio de dicho año, pasándoles muestra a todos los que se hallaban presentes.

En un documento escrito en un castellano de la época con algunos catalanismos [«alferris» por alférez, «vantatja» o «avantatja» por ventaja, «partides» por partidas, etc], el notario barcelonés certificaba que en la compañía de Madrigal había trescientos noventa y ocho hombres - incluidos los oficiales - de los cuales 145 tenían plaza de arcabuceros percibiendo 1000 maravedíes «moneda de Castilla» cada uno, y 253 piqueros que cobraban 900 maravedíes por cabeza. No consta que hubiera soldado alguno que percibiera la ventaja de coselete, algo habitual en compañías de «soldados noveles», así que estos piqueros serían «picas secas» o «picas desarmadas», careciendo de armas defensivas. 

Las pagas a los soldados y oficiales de la compañía sumaban 1.049 ducados, 1 sueldo y 5 dineros.  Vemos pues, que aunque la cuenta en «dinero contante» se realizaban en moneda de Castilla, los abonos en «moneda sonante» se realizaban en moneda de Cataluña, cosa habitual en otros territorios de la monarquía, en los cuales el dinero sonante era, fundamentalmente, el que se acuñaba y circulaba en esa zona. 

En el documento se indicaba que la siguiente paga, la tercera, abonaría el periodo comprendido entre el 11 de junio y el 11 de julio de 1537. En esa tercera paga, se les descontaría a los soldados la cantidad de 810 ducados, 4 sueldos y 4 dineros que el capitán Álvaro de Madrigal tenía «resçebidos en armas y polvora y bastimentos», y que se debían descontar a los soldados, según lo contenido en una relación que el capitán había firmado y en la que aparecerían los soldados con las armas, municiones y bastimentos que se les habían entregado. Esta entrega de armas y de pólvora se solía realizar ya en la zona del puerto de embarque, como hemos visto en un artículo sobre las armas de munición de la época, y es probable que dichas armas se sacaran de la «casa de munición» de las atarazanas de Barcelona.


El documento tiene varios tipos de letra; probablemente, el notario certificaba el documento pero intervenían otros escribanos en su redacción.

Más allá de la estructura de la compañía, lo que nos interesa son las 15 planas en que se recogen los nombres, vecindades y naturalezas de los diferentes soldados. 


La compañía. La primera plana

En la primera plana de la muestra, encontramos lo que se acabó llamando precisamente, la «primera plana» de la compañía, o sea, todos los oficiales de la misma, que en este caso, son 7. 



Aquí hallamos las primeras peculiaridades. De los dos «atambores», uno, llamado «Miquell Leon», es italiano. El «pifaro» o pífano es un tal «Jayme Gonser flamenco». Vemos pues, que parte de los oficiales músicos de la compañía son extranjeros, cosa que, al menos en el caso de los tambores, era moda durante el reinado de Carlos V. Cabe destacar la ausencia de un sargento; es poco improbable que no estuviera ya nombrado, así que quizá se hallaba ausente de la muestra por razones de importancia que no quedaron registradas en el documento. 

Dos tambores o «atambores» y un «pifaro» o pifano de una compañía de infantería española, los oficiales músicos de la compañía. En esta época, se tendía a tener músicos extranjeros, sobretodo, tambores tudescos y flamencos. Detalle del cartón nº10 de la serie «La Conquista de Túnez», titulado «El saqueo de Túnez», por Jan Cornelisz Vermeyen [1546-1554].



Del capitán, alférez, capellán, barbero y otro atambor, no se indica la procedencia. Que esto sea así, quizá se deba a que se partía de la base que no era necesaria dicha afiliación, dado que al ser oficiales, ni desertarían ni se intentaría cometer fraudes con sus plazas. Del capellán, de hecho, ni se recoge el nombre: aparece en la lista como «mossen capellan». 

Todos estos oficiales tienen, además, plaza de arcabuceros, que como indicamos, cobran 1000 maravedíes mensuales.

En el documento se indica que los sueldos abonados a los soldados se pagaron «a cada uno en persona», excusándose de esa manera los fraudes por parte del capitán, y los consiguientes agravios para los soldados. Sin embargo, se abonaron al capitán las «ventajas» - complementos o sobresueldos - correspondientes a 16 cabos de escuadra, los que debía juntar la bandera en proporción a 400 soldados, a 25 soldados por cada escuadra. Estas ventajas eran de 900 maravedíes cada una, pero en la muestra, por desgracia, no se indican los soldados que las perciben, quizá porque el capitán no los habían señalado para ese cargo.

Siguiendo a los oficiales de la primera plana aparecen el resto de 145 arcabuceros de la compañía - hasta la sexta plana - que sí están listados por vecindad o naturaleza. Entre la séptima y la quincena planas aparecen los 253 piqueros de la bandera. 

Dado que se trata de un documento contable, es lógico que se ordenen por oficios, cuando cada oficio tenía una sueldo diferenciado, aunque en otras nóminas se mezclaban los oficios, o se realizaba la clasificación por escuadras que agrupaban 25 soldados cada una; cada escuadra, por cierto, con los soldados agrupados por su oficio, fueran escuadras de arcabuceros o escuadras de piqueros. En este caso, como hemos comentado, no consta quienes eran los cabos de escuadra, ni parece, por tanto, que estas estén formadas.


Identificación de los soldados


A los soldados se les identifica sucintamente. Cabe tener en cuenta que este documento es una «muestra» y no un «alarde». 

En los alardes, que solían realizarse junto a la primera muestra, se recogían datos físicos de los soldados, tales como altura, complexión, color del cabello, barba, y alguna señal o característica que ayudara a identificarlo, para «perseguirlo» en caso de ausentarse tras la primera paga - algo que ya hemos visto era bastante habitual viendo las cifras de un 25% de ausencias en las 14 compañías nuevas que marcharon al Rosellón - o para evitar fraudes: que los capitanes pasaran criados y mozos en plazas de soldados que ya estuvieran ausentes de la compañía o que hubieran incluso fallecido. 

En dichos alardes, acompañando a esta descripción, se indicaba nombre y apellido, vecindad y/o naturaleza, edad y nombre del padre.

En el caso de la muestra tomada en las pagas siguientes solo se indica el nombre y primer apellido y la vecindad o naturaleza. 

La vecindad se señalaba con la abreviatura de vecino: «vº», y la naturaleza, con un gentilicio, bien fuera español - «valenciano», «navarro», «mallorquin» - o extranjero - «sauoyano», «ytaliano», «flamenco». 


Así pues, vemos intercalados en la «quatorzena plana» de la muestra a un «Joan Tafalles vº de Alagon», a un «Miguell Figarolla de Taragona» y a un «Francº de Soria vº de Salerno» junto a un «Joan flamenco», un «Joan savoyano» y un «Berthomeu ytaliano»:

Como vemos, Joan - prueben a decirlo de viva voz en castellano, y verá que no suena muy diferente a Juan - era un nombre estremadamente común, también en el extranjero.


En esta misma plana catorce aparecen «Miguell M[ar]tin valenciano», «Joan Dias vº de Logronyo», «Joan Borgonyon de Borgonya», «Garau Ferando vº de Puigcerda», «Ramon Soldat de Belpuig», «Joan Pons de Puigcerdan» y «Pedro Aragones vº de Tudela».



Como vemos, ni siquiera el mismo escribano reproduce nombres idénticos de la misma forma: Puigcerda aparece en espacio de tres renglones con dos formas distintas: «Puigcerda» y «Puigcerdan». Pero esto no debe sorprendernos, porque en una época en que las normas ortográficas no estaban fijadas, los escribanos muchas veces escribían de oídas y como les parecía, y en casos como este, quizá incluso hasta deprisa y corriendo.

Los escribanos también empleaban abreviaturas para nombres propios como «Mtin» por Martín, «Francº» por Francisco, «Bautsª» por Bautista, «Migll» por Miguell, o «Xofol» por «Cristofol», forma catalana antigua del actual Cristòfor. 

Este arcabucero de Barcelona aparece como «Xofol»: o sea, la cruz, el símbolo de Cristo, seguido de un ofol, resultando la expansión de la abreviatura en Cristofol. A veces, como en los casos de un soldado milanés y otro granadino, el símbolo de Cristo se escribía Xp, resultando el nombre en «Xpofol». 

Este vecino de Segura, se llamaba Antonio de «Guire», probablemente, Aguirre. 



Otros nombres catalanes como Guerau, aparecen en una forma sonora simplificada como «Garau». 

Si a veces se castellanizaban los nombres propios de los soldados catalanes, como «Jayme Pujades vº de Gerona» o «Pedro Vila vº de Leyda» en otras, el escribano catalanizaba el de soldados de regiones de idioma castellano: un sevillano y un murciano aparecían como «Lorens Descobar vº de Murcia» y «Lorens de Errera vº de Civilla», un navarro era «Jordi Ximenez navarro vº de Mendaça», un vecino de «Julibon» era «Bertomeu Dura[n]», mientras que un vecino de Quintanilla [«Quyntenila»] era «Steven», una mezcla del catalán Esteve alargado a Esteban.

También un soldado italiano era «Berthomeu ytaliano», y quizá podría haber optado el escribano por la versión castellana de «Bertholome».

En ocasiones, se omitía el nombre del infante, como en el caso de «Masaguer de Solsona», y en otras, el apellido, como el de un «Pedro de Caragoça». Evidentemente, el segundo caso podía dar a confusión. 

En caso de homonimia en nombre y apellido y coincidencia de población, se optaba por añadir epítetos: de dos soldados llamados Pedro Salinas, ambos vecinos de Zaragoza, a uno le correspondió el apelativo de «el menor»: 





Distribución geográfica 


Si descontamos los 7 oficiales, tenemos 391 soldados. De estos 391, hemos podido identificar claramente la vencindad o naturaleza de 360 de ellos. 


Muestra de la compañía de Álvaro de Madrigal
Barcelona, 11 de julio de 1537
AGS,GYM,LEG,11.48
Pasan la muestra398
Oficiales7
Soldados391
Identificación geográfica o nacional de los 391 soldados
Sin región31
Con vecindad y/o naturaleza fidedigna360
Extranjeros195,28%
Españoles34194,72%
Corona de Aragón17548,61%
Corona de Castilla12434,44%
Reino de Navarra4211,67%

Descartes


En los 31 casos restantes ha sido imposible determinar con certeza su vecindad, bien por defecto del escribano, bien por limitaciones paleográficas del que suscribe, bien porque el nombre de la población da lugar a equívoco, bien porque no se indicaban, como es el caso de un «Miquell Culiola» que aparece en la primera plana de la muestra sin más datos que su nombre y su apellido.

De estos 31 infantes se puede presumir que son en su práctica totalidad soldados españoles, pues los extranjeros se identifican normalmente con apelativos como «ytaliano», «flamenco» o «siciliano», aunque en un caso, aparece un vecino de Palermo, del cual no se identifica nación alguna y que no hemos dudado en clasificar como siciliano.  

Respecto a las vecindades, lugares como «Godelejada», «Julibon» o «Almonesa» son ígnotos o deformaciones del copista al escuchar de viva voz lo que les refería el soldado. Tal vez «Godelejada» sea Guadalajara, y «Almonesa», de donde venía Rufino de Alvarado, Almuñécar, pero esta interpretación posibilitaría los errores y no hemos trasladado dichas localidades a regiones concretas.


Es difícil ubicar «Nave Terra de Cugulada». Cugulada podría ser Cogullada en Zaragoza, pero el piquero «Bertholome Scrivano» se quedará sin que quede clara su procedencia.

Otros nombres pueden ser de pequeñas parroquias, como «San Miguel de Sayall» o «San Pedro de Aygues», a las que es difícil, sino imposible, adscribirle una región en concreto. 

Otros nombres, como el de «Vilagarçia» pueden ser de Galicia - Vilagarcía de Arosa - o de Cuenca - Villagarcía del Llano. «Turell», «Tornell»y «Llumell» evocan tierras catalanas, pero quizá sea una deformación del escribano que tenía, como vemos, tendencia a catalanizar alguno topónimos, así que, en todo caso, ante la duda, hemos dejado todos estos lugares al margen de la estadística. 

«Salerno», desde luego, se escribe como la población napolitana, pero el nombre del infante - Francisco de Soria - sugiere que se trata de un soldado español, quizá afincado en Nápoles por un tiempo, cosa que tampoco sería extraña. Además, a su nombre no se le añade el gentilicio que normalmente acompaña a los súbditos de reinos no españoles. 


De «Albiach» era un tal Miguell Navarro. Del apellido, en ocasiones, se puede inferir la naturaleza, pero en este caso no podemos afirmar nada con certeza; hay dos poblaciones con el nombre de Albiach, las dos en el Languedoc, y aunque a veces los gascones pasaban por vascos o navarros, hemos preferido descartarlo por tener dudas al respecto. 


Aunque podríamos haber intentado dilucidar la procedencia de los soldados por sus nombres y apellidos - Joan Prats y Joan Pol pueden ser catalanes, así como Joan Sarmiento y Francisco Valle castellanos, hemos preferido no hacer este ejercicio que podría dar pie a errores, porque hay apellidos que pueden ser tanto catalanes como valencianos, así como otros podrían ser tanto aragoneses como castellanos o aún navarros.

De este modo, aparece en la octava plana un «Joan de Urgell vº de Huesca», del cual, sin su vecindad registrada, y tan solo en base a nombre y apellido, hubiéramos podido pensar que se trataba de un soldado catalán.

Este Joan de Urgell era vecino de Huesca. El nombre y el apellido no son suficientes para determinar la vecindad ni la naturaleza del soldado, por mucho que el apellido tuviera un origen tan claro como es el caso. 

 



Extranjeros


Excluidos los oficiales, de los 391 soldados de los que tenemos vecindad o naturaleza, los extranjeros forman una fracción nada desdeñable, para haberse realizado la leva en España, de 19 soldados, que suponen el 5,28% del total. A pesar de las prohibiciones de reclutar personas que no fueran naturales de los reinos de España, se hacían excepciones, más teniendo en cuenta que buena parte serían súbditos de Carlos V. 

Generalmente, estos extranjeros se listan citando su naturaleza, sin molestarse en indicar la vecindad o procedencia local, salvo algún caso en que se indica que el soldado era de Messina, de Palermo, de Milán o de Setúbal.

Casi la mitad (9) eran italianos. 3 aparecen con ese apelativo de «ytaliano» - como un «Berthomeu ytaliano» - cosa que sugiere que no eran de los reinos de Nápoles y Sicilia, o del ducado de Milán, y que, por lo tanto, no eran súbditos de Carlos V.

A estos 3 italianos se les suman 2 napolitanos, 3 sicilianos y 1 milanés. Además, había 4 sardos y 1 saboyano. Quizá estos 4 sardos encontraron en esa compañía la oportunidad de volver a su tierra con los fletes pagados, como un «Angell sardo vº de Caller» o un «Francº Fuentes sardo vº del Alguer». 

Entre los extranjeros hay, además, un «Pedro portugues vº de Setuba». 

2 flamencos, «Unberto» y «Joan», y 2 borgoñones - «Jayme burguinyon» y «Joan borgonyon de borgonya»- cerrarían con la aportación del norte de Europa esta soldadesca extranjera. Como vemos, los nombres se adaptan a la grafía española de la época.

Mapa con los orígenes de los soldados de la compañía de Álvaro de Madrigal. Unos pocos extranjeros tienen vecindad identificada. Otros son simplemente «ytaliano», «flamenco» o «borgoñón». A estos, los hemos marcado en el mapa en el centro de Italia, en la provincia de Flandes y en la parte francófona de la actual Bélgica, por corresponderse esta con la habitual definición de «borgoñón» de la época de Carlos V, antes de que se popularizara el término valón hacia la década de 1550-1560.


De los 360 soldados de los que hemos identificado vecindad o naturaleza, 19 pues, no eran de los reinos de España. Veamos a los 341 que sí lo eran. 







Reinos y señoríos de España



Mapa con las localidades de las vecindades identificadas, incluyéndose en el mapa también «naturalezas» como la de «mallorquín», «empurdanes» o «valenciano».


De los 341 soldados españoles con vecindad o naturaleza identificada, 175 eran de algún territorio de la antigua corona de Aragón, 124 del reino de Castilla y 42 del reino de Navarra.


Soldados españoles de la compañía de Álvaro de Madrigal, con vecindad o naturaleza clara
Total341% sobre total
Corona de Aragón17551,32%
Principado de Cataluña, condados de Rosellón y de Cerdaña7923,17%
Reino de Aragón5516,13%
Reino de Valencia226,45%
Reino de Mallorca195,57%
Reino de Castilla12436,36%
Castilla la Vieja, Castilla la Nueva y León7822,87%
Andalucía236,74%
Señoríos de Vizcaya y provincias de Álava y Guipúzcoa164,69%
Extremadura41,17%
Murcia30,88%
Reino de Navarra4212,32%


Soldados catalanes


Del principado de Cataluña y condados del Rosellón y Cerdaña había 79 soldados. O sea, en la compañía de infantería española de Álvaro de Madrigal, 1 de cada 5 soldados era catalán.

Barcelona - abreviada en ocasiones como «Barna» - como es normal, siendo el puerto donde se embarca la compañía con rumbo a Cerdeña, aporta el mayor número de hombres, hasta 15. Soldados vecinos de Barcelona como «Rayffell Mayoll», «Pedro Spinos» o «Agostin Pons». 
De localidades cercanas como «Spitalet» [l'Hospitalet de Llobregat] y «Viladesens» [la villa de Sants, hoy un barrio de la ciudad condal], también salieron hombres como «Salvador Oliver» o «Joan Puig». 

Barcelona se abreviava en ocasiones como «Barna», de la misma manera que Cartagena aparecía en ocasiones como «Cagena» o Perpiñan como  «Ppinyan»; fórmulas de los escribanos para ahorrar tinta. «Rayfell Mayoll», «Bertomeu Julian» y «Simo Pallares» eran todos vecinos de Barcelona. 


El condado del Rosellón aporta al menos 9 soldados de su plaza fuerte, Perpiñán. Cabe tener en cuenta que esta era la principal plaza defensiva catalana, pues guardaba la frontera del principado frente a los ataques franceses, y es normal que hubiera allí muchos soldados como «Arnau Espenya» o un «Joan Francesch» que quizá estaban en Barcelona por otros asuntos, o buscando, precisamente, una compañía para enrolarse.

Puigcerdà - «Puigcerdan» o «Puigçcerda» para el escribano - plaza defensiva del condado de Cerdaña, frontero con Francia, se trata de un caso similar al de la villa de Perpiñán y aporta cinco soldados a la compañía de Madrigal. 

Soldados de Agramunt, P[er]pinyan, Solsona, Martorell, Bar[celo]na, P[er]pinya, Puigçerda, Servera o Viladasens, juntos en la catorcena plana de la muestra de la compañía.


Respecto a otras ciudades y villas de importancia catalanas, Tarragona aporta 5 infantes, mientras que Gerona y «Leyda» aportan 3 cada uno; Balaguer y Cervera, 2, estando esta última villa en el camino de Zaragoza a Barcelona. 

La red viaria catalana no cambió mucho entre la época romana y el siglo XVIII. Al fin y al cabo, la orografía continuó siendo el factor limitante en el transporte hasta las grandes obras de ingeniería del siglo XX. De hecho, la actual autovía A-2, que una Barcelona con Zaragoza, sigue discurriendo por los mismos términos municipales que el «camí ral» - o camino real - de Lérida a Barcelona, eso sí, sin atravesar los núcleos urbanos. Este camino pasaba por varias localidades o comarcas que sumaron varios reclutas: Lérida, Bellpuig d'Urgell, Camp d'Urgell, Cervera, El Bruc, Martorell, l'Hospitalet y Barcelona. 


Los casos de «Pedro Gariga» de Berga, «Jayme Frexa» y «Pere Simon» vecinos de «Balsebra» o «Balsebre» y de «Joan de Lom vº de Geronella» son curiosos. De Frexa y Simon no cabe duda de que debieron partir juntos en buscar de fortuna: sus nombres aparecen uno detrás de otro en una de las planas de la muestra. Los cuatro vivían en las inmediaciones de Berga - Vallcebre a una jornada al norte, y Gironella a media jornada al sur. Es difícil establecer una clara conexión entre los cuatro, pero es evidente que el Berguedà, sin ser una comarca recóndita, tampoco está en ninguna artería comercial o camino principal, así que no cabe descartar que los cuatro marcharan como compañeros a Barcelona y que tuvieran algún tipo de relación previa antes de sentar plaza de soldados. 


Es probable que soldados como «Jayme Frexa» y «Pere Simon», vecinos de Vallcebre en el Berguedà, o «Joan Aranes» y «Joan Laborria», vecinos del Valle de Arán,   marcharan juntos de sus pueblos en buscar de fortuna en las grandes ciudades, y que hallaran en la vida militar una oportunidad de aventuras y de ganarse el pan de cada día. En otras regiones se repite la pauta: de Ojos Negros, un pequeño pueblo turolense de la comarca del Jiloca, salieron dos soldados para la compañía de Madrigal: Francisco Soler y «Anton de Vetia». 

Los dos soldados del Valle de Arán compartiendo plana como buenos compradres.


Esta pauta se repite también con otros dos soldados araneses, «Joan Aranes vº de Valderan» y «Joan Laborria vº de Val de Aran», y también lo veremos replicado en otras regiones.


Con estos ejemplos pretendemos distinguir varios casos: el primero, el de las grandes villas y ciudades donde era evidente que los capitanes y oficiales invertían un cierto tiempo en tocar cajas y desplegar banderas para atraer a un número importante de reclutas a la compañía, como es el caso de Barcelona o como se verá, de Zaragoza. El segundo, aquellas poblaciones menores que se hallaban en el camino de paso, y que podían ser aprovechadas para enganchar algún que otro soldado, como es el caso de Bellpuig d'Urgell, El Bruc o Martorell. El tercero, aquellas poblaciones, que sin estar estrictamente en el camino de paso, sí que estaban cerca de él, a una jornada de camino, como Guissona, Agramunt o Balaguer, o a un par de días de camino, como Ponts o Camarassa. Y por último, todas aquellas poblaciones, en especial, las más pequeñas, que estando lejos de todo camino principal, no tenían, a priori, muchas oportunidades de aportar soldados a estas compañías, a no ser que un cierto ánimo buscavidas y aventurero impulsase a estos jóvenes a salir del pueblo y ver mundo. 

Gente que venía de «Monblanc», de «Pallares», de la Seu de Urgell, , de Cambrils, de «la Pobla», de Vidreres, de Solsona o de Castellò d'Empúries, tenían, a priori, menos posibilidades de acabar enrolados que alguien de  «Sant Culgat» o de «Granolers», pero su presencia nos hace replantear ideas preconcebidas sobre la movilidad en la época moderna. 
Al fin y al cabo, si un señor de Trujillo podía acabar en los Andes como conquistador, tampoco debería sorprendernos que un «Joan Ubach vº de Camaraça» acabara en Barcelona para pasar a Cerdeña como soldado.


Soldados aragoneses


Del reino de Aragón había 55 soldados. La mitad (27) eran vecinos de Zaragoza, como «Pedro Estevan», o «Domyngo Ynygo  vº de Caragoca» pero también había poblaciones donde se habían reclutado varios soldados, como Jaca, Huesca, Tarazona o Alagón y que aportaban soldados como «Pedro Carera vº de Huesca», o  «Anton de Letran vº de Jaca»

Aunque los lugares más grandes como Barbastro podían dar, a priori, más soldados, también los había de lugares más pequeños o más apartados de los grandes caminos, como Benabarre, Ojos Negros o «Vilar del Cobo en Albaraçin», en una pauta que ya hemos visto para el caso catalán. 


Varios piqueros aragoneses de la octava plana de la compañía. Pedro Segura, de Villar del Cobo, Antón Marqués de Maluenda, Pedro Moncayo de Tarazona, Joan Tafalles de Mallén y Pedro Pérez de Huesca.


De Ojos Negros, un pequeño pueblo turolense de la comarca del Jiloca, salieron dos soldados para la compañía de Madrigal: «Francisco Soler aragones» y «Anton de Vetia». 

Es más que probable que en Zaragoza los tambores de Álvaro de Madrigal tocaran cajas para señalar a los interesados la posibilidad de sentar plaza de soldado, y que estos aragoneses estuvieran en las proximidades de la ciudad, o formaran parte de la población flotante que acudía a las ciudades en búsqueda de empleo.

Francisco de Ribes, vecino de «Alfegerin», quizá lo tuvo más fácil, porque Alfajarín está a una jornada de Zaragoza en el camino que lleva a Barcelona. «Ernando de Spinoça vº de Benavare» vivía a 7 jornadas de Zaragoza, o 3 de Lérida.  


Soldados navarros

El caso navarro es particular, porque de los 42 soldados, hay 13 de los cuales no conocemos su vecindad, tan solo conocemos su naturaleza, pues aparecen simplemente como navarro o de Navarra, como es el caso de «Miguell de Armandaris navarro» o «Joan Donyate de terra de Navarra». A «Pedro de Ronsesvalles navarro», se le podría, sin muchas dudas, afincar en dicho valle; la preposición denota antes procedencia que apellido toponímico.


Muchos soldados navarros no aparecen identificados como vecinos de una localidad, sino como naturales del reino, con el simple apelativo de navarro añadido a su nombre y primer apellido.


De los que tienen recogida vecindad, vemos que hay 8 vecinos de «Tudella», 5 de Estella, 3 de Pamplona y 2 de Los Arcos, como «Pedro Navarro vº Destella», «Miquell Navarro vº de Tudella» o «Joan de Torres vº de Los Arcos»

Las otras 11 poblaciones tan solo aportan 1 hombre cada una: localidades unívocas como Olite, Corella, Sangüesa, Cascante y«Mendaça» pero también otras como «Olejo de Navarra», «Arante» «Sentrenygo», «Mandobra», «Legolia» o «Saval», emplazamientos a veces confusos, que se pueden ubicar en Navarra gracias a que se indica ser su soldado natural de dicho reino, como «Pedro Masparota vº de Saval navarro» o «Joan de Legolia vº de Legolia de Navara».



Soldados valencianos

Del reino de Valencia hay 22 soldados enrolados en la compañía de Álvaro de Madrigal. De estos, 9 son vecinos de Valencia, y hay 6  «valencianos», de los cuales, como en el caso navarro, tan solo conocemos su naturaleza e ignoramos su vecindad. De Morvedre, hoy, un barrio de la ciudad de Valencia, procedía «Joan Majoli», aunque también podría ser de Campo de Murviedro.


Joan Roca era un arcabucero vecino de Valencia


 «Joan Balester» era simplemente, valenciano, siendo Ballester, amén de un oficio militar, un apellido típico del reino de Valencia. 


Los 6 restantes son de Morella, «Vilareal», «Suera», «Xueca», Requena y Denia, de donde venía un «Guilem de Denia». 




Soldados mallorquines

En el caso del reino de Mallorca poco se puede apuntar: hay 19 soldados y excepto uno de «Yviza», el resto son de Mallorca, escrita en ocasiones como «Malorca» o «Mallorqua» o clasificados como mallorquines, como «Joanot mallorqui» o un redundante «Nicolau malorqui vº de Malorca». Ser de la isla era suficiente identificador.


«Antonyo Costa» vecino de «Yviza» era el único soldado del reino de Mallorca que no era mallorquín. Aparece aquí acompañado por un Pere Joan Vell que sí es vecino de Mallorca.


Como curiosidad, 10 de los 19 mallorquines aparecen juntos, con dos vecinos de Barcelona intercalados entre ellos en la quinta plana de la muestra, siendo todos arcabuceros: Pedro Vidal, Bernat Simon, Joan Ramon, Anton Vidal, Gabriel [I]Sbert y los otros vecinos de Mallorca quizá tenían alguna relación, más allá de su vecindad común, observándose en ocasiones este patrón de anotar juntos a vecinos de las mismas tierras, cosa que es más evidente, como hemos apuntado, en el caso de localidades o comarcas más pequeñas.  



Soldados del reino de Castilla

En la compañía que debía partir de Barcelona para Cerdeña en el verano de 1537, tenemos a 124 soldados del reino de Castilla. 78 eran de las dos Castillas y de León, había 25 andaluces, 16 vascos, 3 murcianos y 4 extremeños.

No encontramos ningún soldado de Galicia ni de Asturias, pero cabe destacar que en esta época estas regiones aportaban fundamentalmente tropas para su defensa, siendo atacadas sus poblaciones costeras reiteradamente por corsarios franceses, y que en dichos reinos se levaban tropas y marineros para la llamada armada de Poniente, que guardaba las costas del Cantábrico. 

Por lo tanto, no es inusual la ausencia de soldados de estas regiones en compañías reclutadas para empresas mediterráneas.


Soldados castellanos y leoneses


Las dos Castillas - incluyendo lo que hoy son la Rioja y Cantabria - aportaban 70 soldados. De ciudades como Salamanca y Logroño venían 5 reclutas de cada una. «Madritt», Burgos o Cuenca, aportaban 3 cada una, mientras que Sigüenza llegaba hasta 4 soldados. 

Como buen catalán, el escribano escribió «Medritt» y con dos tes, no fuera caso que alguien la pronunciara con una zeta, y además le dio nombre catalán al soldado, que pasó a llamarse Pere. 

Por su parte, «Anton de Fonseca» era vecino de «Valadolit»


«Valadolit», junto a Palencia, Toledo, Cuenca, Ciudad Rodigo, «Avilla» o Soria aportaban 2 soldados, pero también lo hacían Agreda, Carrión de los Condes o «Santo Domyngo de la Calçada». 

Alonso de Mesa, era vecino de «Ciudat Rod[r]igo»



Poblaciones importantes, o que lo habían sido en el pasado, como Almansa, Almagro, Ureña,  Tordesillas, o «Alcaser de Consuegra» - la actual Alcázar de San Juan - aportaban un soldado, pero también lo hacían pequeñas poblaciones como «Cormenal de Erenas» - Colmenar de Arenas - o «Erençana» - Arenzana - en la Rioja. 

«Anton de Xea» [de Ejea] era vecino de «Valterra terra de Soria», localidad que no hemos sido capaces de hallar en el mapa, pero que sin duda, pertenece a las tierras comarcanas de Soria.


De Cantabria encontrarmos soldados de importantes poblaciones costeras como Laredo, Santillana del Mar y Castro Urdiales, pero también de poblaciones interiores como Cabezón de la Sal, y hasta un «Pedro Remirez vº de Saron». 

Del antiguo reino de León venían 8 soldados: 3 de Toro, 2 de «Estorga» o Astorga, 1 de «Samora», 1 de Sahagún, y otro de Villalobos.

«Gaspar de Mondregon» era vecino de «Estorga» o Astorga.



De los 78 soldados castellanos y leoneses, se puede decir que 52 - las dos terceras partes - venían de ciudades y villas de cierta importancia, y unos 26, de poblaciones de un entorno no urbano, en una época de la cual sabemos que la población de España era en su mayor parte rural.


Estos dos soldados riojanos «Pedro Ximenez vº de Logronyo» y «Joan de Erensana vº de Erençana», habían vivido antes de la recluta a un día de camino el uno del otro, estando Arenzana a apenas 30 quilómetros de Logroño, antes de aparecer juntos en la muestra de la compañía de Álvaro de Madrigal.





Soldados andaluces


Entre los soldados andaluces el patrón urbano castellano se repite y se amplifica. De los 23 soldados, 8 son de «Çevilla» o «Sivilla», como «Thomas Xuares vº de Çivilla», 5 de «Cordova», como Alonso de Trillo, 3 de Granada, como «Pedro Bigarate», 2 de «Mallega» o «Malega», como «Joan de Leon», 1 de Jaén, 1 de «Caliz» y otro de «Xeres». 

Dos soldados andaluces prototipo: «Baltesar de Ojeda vº de Çevilla» y «Francº Talavera vº de Malega». Ambas ciudades grandes bien comunicadas por vía marítima o fluvial con salida al mar.  



Un soldado de Buitrón - escrito como «Bruyton» - y otro del Puerto de Santa María, completarían el cupo andaluz, que tiene una componente urbana claramente marcada, con muy pocas pequeñas poblaciones como vecindades de los soldados enrolados en la capitanía de Álvaro de Madrigal.




Soldados vascos

Entre los 16 vascos, encontramos los habituales «biscaynos», como «Pedro Biscayno vº de Garnica» - o sea, de Guernica - o «Pº de Alegria vº de Lorio» - Elorrio, o « Pedro de Ordunya vº de Ordu[n]ya». 

Junto a los 8 soldados de este señorío de Vizcaya sirven 4 guipúzcoanos como «M[ar]tin de Salinas vº de Mondregon» o «Lucas de Mondregon vº de Honyate» - Oñate -. 

4 alaveses - incluyendo a dos vecinos de «Victoria» - cierra este cupo vasco, como «Nicholas Otxoa de Salvatierra».

Este piquero, «Matxin de Monguia» era lisa y llanamente «biscayno». Munguía, desde luego, está en el señorío de Vizcaya. A veces la gente adoptaba el gentilicio de su población de origen como apellido; en ocasiones, el apellido, de carácter toponímico, coincidía con el de una localidad que podía ser o no solar de su familia en un pasado más o menos remoto.


Soldados extremeños y murcianos


Los cuatro extremeños son dos arcabuceros: «Miguell de Solana de Guadelupe» y «Joan de Aguillar vº de Trugillo», y ambos aparecen en la tercera plana de la muestra, y dos compañeros de «Valdexeres», probablemente, en Jérez de los Caballeros o la actual Salvaleón, donde hay varios topónimos con dicho nombre, soldados de infantería española que también tienen dicho oficio y que comparten la quinta plana de la muestra. 

Como en el caso de los soldados del Valle de Arań, o los de Ojos Negros, estos dos arcabuceros de «Valdexeres», Alonso Ruiz y «Maryn de Cuella[r]», aparecen listados muy próximos en la quinta plana de la muestra, con un «Martyn de Guinea vº de Durango» intercalado, lo que pudiera ser indicativo de una proximidad en lo personal, que de alguna manera, quedaba reflejada también de modo contable. Es probable que los paisanos que se enrolaban juntos hicieran instancia a sus capitanes para que les asignasen las mismas escuadras, para de ese modo, poder ser también compañeros de combate. Lo que sí está claro es que ambos eran arcabuceros y que compartían oficio, y por lo tanto, tendrían más oportunidades de luchar codo con codo que si hubieran sido uno piquero y el otro arcabucero. 



La ciudad de Murcia aportaba 3 soldados, como el piquero «Pedro de Eredia»:




Onomástica


Aunque el santoral es muy diverso, los nombres suelen ser muy poco variados: más de la mitad tenían nombres como Joan, Pedro, Francisco o Miguel, y de hecho, 1 de cada 4 soldados se llamaba Joan. 

A estos 4 nombres estrella se les sumaban en la lista de los 10 primeros nombres como Martyn, Diego, Anton, Alonso, Jayme o Antonio. 300 soldados de 398 tenían uno de estos primeros 10 nombres con más frecuencia. 

Onomástica de la compañía de Álvaro de Madrigral
FrecuenciaNombres
114Joan [en un caso aparece como Juan]
59Pedro / Pº [incluye 5 con el nombre de Pere]
28Francisco [siempre abreviado en Francº] / Francesch
25Miguell / Miquell / Migll
15Martyn / Mtin
15Diego
12Anton
12Alonso
11Jayme / Jaume
10Antonio / Anthonio / Antº
5Andres
5Berthlome / Bertomeu
5Luys / Luis
5Sabastian / Sabastia
4Ernando / Hernando
4Gregorio
4Xofol / Xpofol
3Domyngo
3Nycholas / Nicolau
3Gaspar
3Arnau
2Mateu
2Steven
2Simon / Simo
2Guilem / Guilen
2Lorens
2Salvador
2Bernat
2Agostin
2Lucas
2Pasqual
2Paulo
2Jordi
2Thomas / Tomas
2Angell / Angello


Aparte de los listados en la tabla anterior, les sumamos nombres que tenían una frecuencia igual a 1, o sea, nombres "únicos" en la compañía, como:

Leon, Andres, Joanot (mallorquín), Gabriel, Ynigo (navarro), Rayffell (catalán), Garcia, Matxin (vizcaíno), Rufino, Gracian (navarro), Benedito (siciliano), Unberto (flamenco), Rodrigo, Baltesar, Tristany (navarro), Sancho, Nofre (catalán), Gonsalo (de Logroño), Turibio (de Palencia), Garau (catalań), Latzero, (catalán), Jerman, Visens y Ramon  a los que añadimos el nombre del capitán: Alvaro. 

Además, había dos soldados listados con su apellido: un «Rodriguez Ximenez» vecino del Faro, y un «Masaguer de Solsona». 

Había otro soldado listado con el improbable nombres de Marques, que tal vez fuera también el apellido Marquez. 

Las posibilidades de ser bautizado con un nombre de apóstol, como Juan o Pedro, o de alguna variante de Santiago - como Diego o Jayme - eran bastante altas para la época. De estos 19 piqueros, hay 6 Juanes, 4 Pedros y 3 Diegos, junto a nombres comunes como Miguel y Francisco. Pero el santoral no se acababa en los nombres habituales. En la lista también hay un Gracián navarro, un Machín vicaíno, un Benedito siciliano y un Rufino de Alvarado. 


Fuentes:

Paga a la capitanía de Ávaro de Madrigal, en Memoriales. Cartas. Cédulas Reales. Años 1522 - 1538.,  legajo del Archivo General de Simancas, signatura AGS,GYM,LEG,11.48


Bibliografía

Italia mi ventura. El soldado español en las guerras de Italia, Desperta Ferro Ediciones, 2024, Idan Sherer

Los soldados que conquistaron Túnez para el emperador Carlos V. Las tropas de la Armada de Málaga, Rafael Gutiérrez Cruz

Els camins, els viatges i els transports, Enciclopèdia.cat