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Carlos V como general, capitán y hombre de armas. La escaramuza del 19 de junio de 1535 durante la empresa de Túnez, desde el punto de vista del licenciado Arcos.

El 19 de junio de 1535, cuarto día desde el desembarco de las tropas que transportaba la armada imperial, tuvo lugar una escaramuza entre las tropas de Carlos V y las de Barbarroja. 

El licenciado Arcos, médico que se había embarcado en la armada de Málaga, recoge, como testigo presencial, un momento de dicho día.


Carlos V al frente del escuadrón real, escoltado por alabarderos de la guardia española, armados con partesanas y rodelas donde se pueden ver las columnas de Hércules, emblema personal de Carlos. Nótese la mandíbula prognática y el collar de jefe de la orden del Toisón de Oro. Según el licenciado Arcos, médico embarcado en la armada de Málaga, Carlos V era uno de los trece hombres de armas que se plantó delante del escuadrón de españoles noveles comandado por el maestre de campo Álvaro de Grado para hacer frente a las tropas de Barbarroja durante la escaramuza. [Cartón de la serie sobre la Jornada de Túnez en 1535 por Jan Cornelisz Vermeyen, KHMWien]

Antes de leer al propio licenciado, pongámonos en situación. El ejército imperial estaba en aquel moment repartido entre las llamadas Torre del Agua y Torre de la Sal, pero trece banderas de los «españoles noveles» que sumaban 4.300 hombres a cargo de Álvaro de Grado guardaban la torre que el licenciado llama «Cadarvella».

Esta torre estaba en «lo más alto de todo el campo», «señoreando» el terreno situado entre el «real» o campamento y la Goleta, la fortaleza que guardaba la bahía de Túnez que debía tomarse antes de marchar sobre dicha ciudad. Además, el escuadrón de españoles bisoños guardaba dos cisternas de agua potable aladeñas. Su emplazamiento elevado permitía controlar visualmente el terreno, y plantar allí artillería de campo era importante para el control y seguro del real.

La torre Cadarvella, no obstante su privilegiada posición, estaba «a dos tiros de piedra» de un gran olivar, y por él habían llegado «moros y alárabes» de Barbarroja para atacar a los soldados recién reclutados en Andalucía, Extremadura y Castilla La Nueva.

Estas compañías, aunque de soldados noveles, tenían en ellas muchos «soldados viejos» y eran gobernadas por «capitanes ordinarios de su magestad» y no se arredraron ante la ermbestida musulmana. Salieron contra los enemigos, bajando al valle y con tiros de arcabucería les hicieron retirarse momentáneamente.

En este momento, nos explica el licenciado Arcos, llegó el emperador con cuatro de caballo, y subió a un alto, pudiendo comprobar que había muchos más enemigos de los que habían trabado escaramuza inicialmente. Hecha esta comprobación, Carlos V se acercó al escuadrón mandado por Álvaro de Grado, llegando en aquel momento «ocho caualleros bien armados con sus arneses».


Nobles, caballeros, cortesanos y quizá algún servidor de la casa real, pasan muestra en la revista de tropas en Barcelona hecha en mayo de 1535, antes de embarcarse para la jornada contra Barbarroja. La mayoría lleva el yelmo puesto con la vista alzada y la lanza en la diestra [el cartón está en espejo], pero el caballero que sujeta el martillo de armas lleva una gorra negra. Será su paje quien le lleve el yelmo, las manoplas y la lanza. A esta imagen, Juan Molina me comenta en FB: «Probablemente el tipo del martillo ostenta una posición de mando, ya que usualmente los hombres de armas que ostentaban un mando se les representa con martillo, maza o hacha. Además lleva un sayo de medio cuerpo sobre la armadura, típico de torneos, pero también símbolo de mando».


Entre estos ocho caballeros estaban el duque de Alba, el conde de Benavente y don Luis de Ávila, «gentil honbre de la camara de su magestad». Juntándose los ocho recién llegados, los cuatro que acompañaban al emperador y el propio Carlos, Arcos considera que «todos eran treze honbres de armas».

Los 13 se pusieron delante del escuadrón de infantería novel «haziendo rostro a los moros», estando allí «buena pieça» de tiempo. Pasado un rato, Carlos encomendó al maestre de campo Grado y a los otros capitanes de las trece compañías de bisoños que guardaran aquel puesto, sin avanzar, y marchó para comprobar los movimientos de su ejército. Por su parte, el marqués del Vasto - esto no lo explica el licenciado, porque no tenía noticia de ello - se hallaba también escaramuzando con los moros a cargo de los españoles «viejos» que vinieron de Italia.

Aún con las órdenes de Carlos V, los arcabuceros de este escuadrón de infantería salían a escaramuzar tirando sus arcabuces contra «la multitud de moros que tantas flechas y pelotas descopeta les tiravan». Tampoco es que esto contraviniera las órdenes recibidas, porque el escuadrón, por entonces, no se movía. Pero los enemigos recibieron refuerzos, y los capitanes Lope de Xeres y Pedro de Videa rogaron a Grado que avanzasen contra ellos, porque al permanecer estáticos perdían la capacidad ofensiva.


Arcabuceros españoles escaramuzan con alárabes a caballo durante la jornada de Túnez. [Cartón de la serie sobre la Jornada de Túnez en 1535 por Jan Cornelisz Vermeyen, KHMWien]

Grado mandó a Gonçalo de Bonilla, alférez de Lope de Xeres que tomase a todos los arcabuceros y los pusiera delante del escuadrón. Los arcabuceros avanzaron disparando sus armas, con el escuadrón de pica siguiéndoles en orden «amparando» a los tiradores.

Los arcabuceros se envalentaronaron, y comenzaron a ir «muy adelante metiendose mucho en los moros con el grande animo y esfuerço que lleuavan», siendo seguidos por el escuadrón de picas e internándose todos en el olivar. 

En esto, apareció de nuevo en escena el emperador.

Hallándose el licenciado Arcos «que estaua a la sonbra de esta torre curando a un soldado de una flecha que le auian dado por vna pierna», ve llegar a Carlos V a caballo, acompañado solo por un paje, que le lleva el yelmo, la lanza y las manoplas, armas defensivas y ofensivas que el hombre de armas tomaba para cargar al enemigo:

«Estando en esto llego su magestad con vn paje que le traia la lança y el hielmo y las manoplas encima de un cavallo corriendo. E paro junto a la torre Cadarvella a la sombra della porque hazia muy rezio sol».


Paje en la Revista de tropas en Barcelona, segundo cartón de la serie de Vermeyen sobre la jornada de Túnez.
El jovencito lleva las manoplas, la lanza y el yelmo a su señor, y probablemente, cabalgue el caballo destrero de su señor, reservando al animal de la fatiga de llevar a su amo con el arnés justo para el combate.

[Cartón de la serie sobre la Jornada de Túnez en 1535 por Jan Cornelisz Vermeyen, KHMWien]




El emperador, que no solo no ve a la infantería española nueva donde la había dejado, sino que no la ve por ningún lado porque ya se ha internado en el olivar, le pregunta al licenciado Arcos dónde está el escuadrón de soldados noveles comandado por el maestre de campo Álvaro de Grado. 

El licenciado Arcos, habiendo venido a la guerra por ruegos del «señor Lope de Xexas, capitan ordinario de Su Magestad» siendo «util viaje» para acrecentarse en su oficio de médico «por la diversidad de heridas que en la guerra ay», se convierte, por un momento, en protagonista de la historia de la conquista de Túnez.

El médico le explicó a su señor lo sucedido, como los capitanes del escuadrón se habían visto obligados a cargar contra los moros ante el temor de verse sobrepasados. Al tener noticia de esto, Carlos ordenó que del escuadrón de los tudescos marchasen los arcabuceros para socorrer a los de Grado, y que los piqueros alemanes les siguiesen amparándoles.

El protagonismo de la historia vuelve pronto al rey de España, claro, que pasa de ejercer su oficio de «alférez de Cristo» en la empresa contra Barbarroja a capitán de su escuadrón de hombres de armas:

«Estando el emperador proveiendo esto subieron por el altura arriba hacia la torre Cadar vella donde su magestad estaua: todos los caualleros honbres de armas puestos en esquadron a galope. E su magestad quando oyo el tropel que los cauallos traian bolvio el rostro para ellos y dando con la mano y dando bozes dixo abaxo abajo. E como los caualleros y gente de armas vieron lo que su magestad mandava de presto boluieron las riendas a los cauallos y fueron por la ladera abajo donde su magestad mandava. E luego el Emperador se fue tras de ello al mas correr de su cauallo por la cuesta abajo e los alcanço e se puso delante del esquadron en las primeras hileras como buen Capitan. E ansi llegaron donde estauan los esquadrones de ynfanteria españoles soldados viejos e italianos»


El escuadrón real, a veces también llamado escuadrón imperial, estaba formado por grandes, nobles y caballeros de la corte de Carlos V, así como por las guardias, formando todos como hombres de armas. [Cartón de la serie sobre la Jornada de Túnez en 1535 por Jan Cornelisz Vermeyen, KHMWien]


 

La escaramuza acabó con el siguiente resultado: «Tomaron este dia cativos en esta escaramuça diez moros de caualllo: huvo muertos mas de ochenta y muchos heridos»

No fue un episodio trascendental, pero sí que resulta curioso darlo a la luz por varios aspectos:

  1. Por lo que parece, Carlos V ejerce de capitán general, o simplemente de general, moviéndose a caballo por el campo acompañado por pocos hombres. En un caso con cuatro de a caballo, aunque pronto se le suman otros ocho caballeros, entre los que podemos encontrar «personas de cuenta», como el duque de Alba, el conde de Benavente o Luis de Ávila. Pero la segunda ocasión aparece solo con su paje de hombre de armas. Carlos contaba con varios pajes; uno de ellos, por cierto, le llevaba un arcabuz.

  2. Carlos se mueve por el terreno tomando lo que hoy se denomina «conciencia situacional». Puede ver lo que hacen las tropas de Barbarroja que se encaminan contra la torre defendida por los soldados noveles a cargo de Álvaro de Grado, pero también puede abandonar la escena - el licenciado Arcos no sabe para qué, pero nosotros sí, dado que hay más fuentes sobre el tema - para ver lo que hace Del Gasto con los españoles viejos, o dónde están los alemanes e italianos, o dónde está el llamado «escuadrón real» o «escuadrón imperial», formado por caballeros de la corte, nobles y hombres de armas de las guardias.

  3. Carlos transmite órdenes firmes, pero los capitanes de infantería, así como el maestre de campo Grado, deciden “desobedecer”, tomando la decisión que consideran más oportuna para su limitado escenario de confrontación, careciendo de una visión de conjunto, pues únicamente están al tanto del enemigo directo que les ronda.

  4. Por último, Carlos se convierte en «capitán» de su escuadrón, y también en «hombre de armas», tomando posición en las primeras hileras. Esto es algo que veremos en otras ocasiones durante la campaña en Túnez. Carlos está armado para el combate y toma posición de combate. 


Juan Cortés, compañero recreador, me apunta, además, la siguiente reflexión que incorporo prestada:

«Otro aspecto a resaltar en este texto, en el que se menciona dos veces y que se repite en crónicas ya muy posteriores, es que la batalla se da con los arcabuceros y las picas van detras dando amparo. La imágen que tenemos por las películas y las recreaciones, de grandes choques de picas no se corresponden con lo que hacían los españoles o en su caso las tropas imperiales. En muchas de las crónicas se puede ver que las batallas las ganaban por maniobra y potencia de fuego de la arcabucería.»


Víctor Manuel Lázaro Escudero me comenta que le parece que escuadrón es un término utilizado para denominar orgánicamente un conjunto de compañias: «Me ha llamado la atención que en todo momento las dos unidades de infantería reciben el nombre de " escuadrón " . No sólo como tipo de formación para el combate , sino como grupo orgánico y jerárquico articulado» Era ese el nombre de la Unidad desde principios de los 20 hasta su cambio paulatino o inducido por la redacción de la " Instrucción de pago de 1536"?Veamos lo que comenta el licenciado Arcos:

«Otro dia jueves de mañana el sargento maior y los maestres de canpo repartieron los esquadrones desta manera. Los soldados viejos que vinieron de Italia que eran quatro mill los dividieron en tres tercios: al uno llamaron el tercio de Santiago: al otro el terçio de Sant Jorje: al otro el terçio de Sant M[art]in. Delos italianos hizieron dos esquadrones: y de los tudescos se hizo vno. Delos españoles que de España fueron nueua mente se hizieron dos esquadrones y todos los capitanes del vn terçio destos eran capitanes ordinarios y muy vsados en la guerra. en el qual auia muchos Soldados viejos. Deste esquadron era Maestre de campo Aluaro de Grado honbre principal: y del otro esquadron era maestre de canpo don Phelipe Ceruellon cauallero Catalan muy valiente honbre y buen capitan. Hechos todos estos esquadrones y puestos en orden: luego començaron a uenir mucha cantidad de moros de Cauallo y de pie que [...]»

Por lo que parece, tenemos dos términos para denominar una agrupación de soldados o de compañías: «tercio», en el caso de la infantería vieja que venía de Italia [de los reinos de Nápoles y Sicilia] y «esquadron», en el caso de la infantería nueva que vino de España. La infantería nueva queda dividida pues en dos «esquadrones» cada uno al mando de un maestre de campo: Álvaro de Grado, y el catalán don Felipe de Cervellón. La infantería vieja queda agrupada en tres «tercios», pero en este caso, esta agrupación era para organizar las tropas en campaña; una vez acabada, las compañías regresaron a sus "bases" en Italia organizadas territorialmente con sus sendos maestres de campo por cada reino.


Bibliografía 



Tipos de escuadrón, y su Cálculo.

Los tipos de escuadrón más comunes descritos en los tratados y manuales de guerra de la época son los que siguen:

Escuadrón cuadro de gente
Era el escuadrón base, aquel que ofrecía igual fuerza en cada una de sus caras, y por tanto, aquel que debía ponerse en práctica en presencia de mucha caballería, o en otra situación de riesgo de ser envuelto por el enemigo.

Como queda declarado en su nombre, tiene igual número de soldados en cada una de las caras, pero su forma es la de un rectángulo con el lado largo en fondo, y el estrecho en su frente.
Su relación en número de gente es de 1/1, mientras que en superfície es de 7/3, siendo de 7 pies la separación entre las hileras, y de 3 pies la separación entre columnas.


En un escuadrón de 900 piqueros, tendríamos 30 de frente y 30 de fondo.


Escuadrón cuadro de terreno
Esta formación implica que los piqueros queden situados de manera que el escuadrón ocupe la superfície de un cuadrado.

Para imponer que los lados del escuadrón tengan igual longitud, la relación en el número de gente ha de ser de 7/3, de manera que haya 7 soldados en frente, por cada 3 en fondo, dando una relación de superfície de 1/1.

En un escuadrón de 900 piqueros, tendríamos 46 de frente y 19 de fondo, y sobrarían 26 soldados que podríamos colocar en los costados de las hileras de tambores, pífanos y banderas, o 45 y 20 sin sobrantes.


Escuadrón de doble frente o doblete
En este escuadrón, tenemos dos piqueros de frente por cada uno de fondo.

En un escuadrón de 900 piqueros, tendríamos 42 de frente y 21 de fondo, y sobrarían 18 soldados que podríamos ubicar de acuerdo al ejemplo anterior.


Escuadrón de gran frente
En el cuadro de picas, tenemos tres piqueros de frente por cada uno de fondo.

En un escuadrón de 900 piqueros, tendríamos 52 piqueros de frente por 17 de fondo, quedando 16 piqueros que podríamos ubicar en las hileras de las banderas, como queda referido.


Cálculo
Para ordenar el escuadrón, el sargento mayor debía en primer lugar, conocer el número de soldados de que disponía el tercio, o la unidad que le tocaba escuadronar - porque en muchas ocasiones se componían escuadrones de compañías de distintos tercios, y aún de distintas naciones, según fuera la ocasión de pelear - según las listas que el sargento de cada compañía le tenía que presentar.
Sabiendo el número de coseletes y picas secas con que contaba, y eligiendo el tipo de escuadrón más conveniente, según el número y distribución del enemigo, así como el tipo de terreno, debía realizar su cálculo.
Se recomendaba que en ningún caso se hiciera un escuadrón de mayor ni menor frente que el del enemigo, y asimismo, no debía ser de tal envergadura que no pudiera caminar sin romperse el cuadro, aunque había circunstancias que impusieran tal manera de obrar.
Teniendo, como decimos, el número de coseletes y picas secas con que contaba para formar el cuadro, y el tipo de escuadrón a formar - indicado por el maestre de campo - debía realizar los correspondientes cálculos [para lo cual debía saber sumar, restar, multiplicar, dividir y sacar raíces cuadradas] para obtener número de soldados de frente y fondo de cada escuadrón.

Para el cálculo la fórmula es relativamente sencilla:

Frente = Raiz de (R x N)
Fondo = N / Frente
Sobrante = N - (Frente x Fondo)

donde N es el número total de piqueros, y R la relación entre su frente y fondo.

Por ejemplo, en un escuadrón cuadro de terreno, la relación entre su frente y fondo es de 7/3. En un escuadrón de 900 piqueros, su frente y fondo la obtendríamos aplicando las fórmulas dadas anteriormente:
Frente = Raiz de (R x N) = Raiz de (7/3 x 900) = Raiz de 2100 = 45,83 = 46
Fondo = N/Frente = 900 / 46 = 19,56 = 19
Sobrante = N - (Frente x Fondo) = 900 - (46 x 19) = 900 - 874 = 26

Hubo durante este periodo diversos tratadistas que se ocuparon no sólo del arte de escuadronar, sino del particular de su cálculo, hasta convertir sus obras en pequeños libros de matemáticas básicas, pero intentando simplificar aún más el trabajo de los sargentos mayores, se publicaron tablas, donde aparecían reflejados los distintos casos posibles:


Escuadrón. Principios básicos

El escuadrón constituyó la formación básica de combate para el periodo analizado. El escuadrón de piqueros era el "pie firme de esa milicia", imprescindible para dar refugio al infante armado con bocas de fuego [arcabucero y mosquetero] que de otra forma podría haber sido atropellado por la caballería.

Principio fundamental
La necesidad de implementar esta formación de combate, radica en el papel que había venido jugando la caballería pesada durante la Edad Media.
Un grupo de infantes era un elemento frágil ante una carga de jinetes blindados armados con gruesas lanzas a lomos de pesados y rápidos caballos acorazados.
Durante el siglo XV - aunque hay experimentos anteriores - se organizan los primeros cuadros de piqueros: infantes armados con largas armas de asta - las picas - en orden cerrado, ofreciendo un bloque erizado de puntas hacia el grupo de caballos que les hace carga, puede llegar a detener una carga, quedando caballos y jinetes atravesados en las largas lanzas, sin que los infantes apenas se vean ofendidos.
No obstante esto, no será hasta que se lleve a cabo la combinación efectiva de arcabuces y picas, que el infante podrá abandonar su papel meramente defensivo frente a la caballería pesada, y ser a su vez agresor.
A pesar de que el papel de la caballería como arma de choque contra la infantería remite con el inicio del siglo XVI, rebajada precisamente su efectividad por la existencia del escuadrón, el cuadro de picas sigue siendo fundamental, pues tal necesidad no desaparece en absoluto, ya que a la batalla concurre caballería suficiente que puede atropellar al infante que se desmanda en el campo de batalla.
Así pues, la necesidad de estar protegido frente al jinete, al cual no se le puede detener con unas armas de fuego de muy baja cadencia de tiro, hace que durante más de doscientos años, y hasta la entrada del siglo XVIII - cuando aparece la infantería de línea auspiciada por el aumento de la cadencia de fuego de armas de mejor calidad y de manejo más sencillo - en la formación de picas resida el activo defensivo de la infantería.




Escuadrones católicos [del bando hispano imperial] en la batalla de Nordlingen. Podemos apreciar el cuadro central de picas, las guarniciones de arcabucería, y las mangas de arcabucería y/o mosquetería, pues esta última distinción es imposible de realizar careciendo del nivel de detalle suficiente para ello. El marcado con un 38, sería el formado por el Tercio de Fuenclara.

Ordenamiento del cuadro de picas
El escuadrón es una formación cuya planta es rectangular, disponiéndose los soldados por hileras unas tras otras. El escuadrón debía resistir la embestida por sus cuatro costados, por lo que los piqueros mejor armados [los coseletes, y de entre estos, los que disponían de mejores armaduras y con sus picas cumplidas, y no recortadas] eran distribuidos en las posiciones que ofrecían su cara al enemigo, mientras que las picas secas ocupaban las posiciones interiores. Claro está, la cara principal del escuadrón era la de vanguardia, que ofrecía su frente al enemigo en el campo de batalla, y allí era donde se ubicaban los hombres mejor armados, antes que en los costados o en la retaguardia, pero estos debían quedar igualmente asegurados de acuerdo a los principios indicados.
Por formar en estas primeras hileras existía competencia, y en general eran los puestos que ocupaban los soldados particulares, los oficiales reformados, aventureros y otras personas de renombre, que por "la calidad de sus personas" merecían ese premio. Evidentemente, también eran quienes por su nivel económico podían presentarse con los coseletes más lucidos.
En general, se esperaba que las picas secas no vieran la cara del enemigo, y se consideraba que perdidos los hombres que ocupaban las cinco primeras hileras en el combate, no debía esperarse más del escuadrón, pero evidentemente, hubo casos en que la resistencia fue superior a lo que debía esperarse [o exigirse] de los infantes.
Las posiciones de las hileras centrales eran ocupadas por los tambores, pífanos y abanderados de cada compañía, de manera que la bandera - que una vez arbolada constituía el emblema sagrado por antonomasia en esta milicia, pues representaba la persona del rey y la honra de la compañía - quedase lo más protegida posible, al tiempo que los tambores transmitían las ordenanzas que les indicase el maestre de cmapo o el sargento mayor, por medio del tambor mayor del tercio.
Algunos autores recomendaban que los sargentos se repartiesen uno por hilera, para poner orden en ellas durante el combate, y posibilitar la sustitución de los caídos por los soldados de la posición siguiente.
Otros autores refieren que la primera hilera era la de los capitanes, mientras que alguno indica que los capitanes debían estar repartidos en las mangas de arcabucería - y cuando el tiempo avanzó - en las de mosquetería.

3-7 era la relación para ordenar un cuadro de picas: cada hombre debía ocupar un espacio de tres pies de ancho y siete de hondo, de manera que pudiera jugar la pica con comodidad, al tiempo que la formación era lo suficientemente cerrada como para ofrecer la cohesión suficiente durante el combate, de manera que no hubiera hueco por el cual pudiera ser penetrada la formación.

En otra entrada trataremos los distintos escuadrones más comunes, su aplicación según las ocasiones, y las reglas para ordenarlos como conviene, materia de la que era objeto que el oficio de sargento mayor. Aquí solo diremos que los escuadron más comunes eran el "cuadro de gente" [con una relación 1-1 entre su frente y costados por el número de soldados], el "escuadrón doble de frente" o "escuadrón doblete" [con una relación 2:1] el "cuadro de terreno" [con una relación 7:3] y el "escuadrón de gran frente" [con una relación 3:1]

Guarniciones
En los costados, se distribuían soldados de arcabucería. Puesto que la máxima protección que podía ofrecer una pica calada era de la distancia que ocupaban cinco hileras de arcabuceros, de cinco hileras se componían estas guarniciones.
Estas eran útiles contra una carga de caballería, pues podían ir disparando contra los soldados que se aproximaban al tiempo que eran protegidos por las picas.
De estas posiciones salían hombres para refrescar las mangas de arcabucería, o sea, sustituir a los compañeros, que o bien por sobrecalentamiento de sus armas [se consideraba el límite de cinco disparos seguidos, antes que el calentamiento amenazara con inutilizar el arma] o por simple cansancio, debían ser sustituidos de las escaramuzas.


Cuadro de picas guarnecido. Se pueden ver las banderas en la posición central, y aunque carezca de mangas al modo clásico, es buen ejemplo visual de esta formación. Desembarco para la jornada de las islas Terceras [también llamadas Azores] en 1583.


Algunos autores indican que solo se disponen guarniciones en los costados izquierdo y derecho, y no en vanguardia y retaguardia, y así parece que algunas representaciones pictóricas confirman este principio.

Mangas
De las cuatro esquinas del escuadrón de las picas [por donde se teorizaba que el escuadrón era penetrable por una tropa de caballería a la carga] nacían las mangas de arcabucería.
Estas mangas de arcabucería no podían exceder su número de 300 soldados, y si eran menores, eran mejor gobernadas, siendo un buen número el de 200 arcabuceros.
En estas mangas de arcabuceros residía el potencial ofensivo de los tercios. Aunque en los cuadros dichas mangas aparecen en la formación inicial de combate, pegadas al escuadrón, se podían desplazar separándose del resguardo de este, trabando la escaramuza necesaria para inicar la batalla entre las dos infanterías rivales.
Las mangas de vanguardia eran refrescadas por las mangas de retaguardia, como también lo podían ser de las guarniciones, según las ocasiones lo precisarán.
Con el tiempo se fueron añadiendo mangas de mosquetería, de manera que hubo cuatro mangas de arcabucería, y cuatro de mosquetería, o variantes de estas formaciones según la gente de que se disponía y las ocasiones lo requería: por ejemplo, cuatro mangas de arcabucería tocantes a las esquinas del escuadrón, y dos mangas de mosquetería avanzadas a las de vanguardia.
Amén de estas mangas más cercanas al escuadrón, se podía - o se debía - destacar las denominadas mangas volantes, cuya principal facción consistía precisamente en destacarse en solitario y trabar escaramuza, arcabuceando al contrario, pero con la "seguridad" de tener en retaguardia un cuerpo firme donde refugiarse, y del cual ser relevado.

Resguardando las bocas de fuego
El principio defensivo máximo del cuadro de picas, era que todas las bocas de fuego [arcabucería y mosquetería] de la unidad pudieran hallar refugio en su interior, o cuanto menos en las guarniciones.
Pero lo cierto es que pronto los Tercios españoles tuvieron más arcabuces que picas - amén de lo que indicarán las ordenanzas de como habían de ser compuestos - y así era normal encontrarse con una proporción de 2:1 para bocas de fuego respecto a picas, y aún mayores que esta.
Con estas proporciones [dos terceras partes de arcabuces-mosquetes y una tercera parte de picas] era prácticamente imposible alojar a los arcabuceros a resguardo en el cuadro de picas, aunque se contasen con las picas secas para formar las cinco hileras mínimas que se consideraban imprescindibles, aunque los cuadros con mayor frente [también mayor perímetro] y más reducidos podían acoger proporcionalmente mayor número de arcabuceros.


PD: Dados estos principios básicos, dejaremos la formación de los distintos tipos de escuadrón para otra entrada, y lo propio haremos extendiéndonos más a propósito del combate en este tipo de formaciones.

Preferencia por el arcabuz. ¿Desdén hacia la pica?

Una faceta a destacar de los Tercios era la temprana preponderancia del arma de fuego sobre el arma de asta: así, el arcabuz era el arma por antonomasia y la pica quedaba relegada a un segundo plano, mientras que en otras naciones [alemanes y suizos] parecía estar más equilibrado.

En teoría, un tercio contaba con 10 compañías de piqueros y 2 de arcabuceros [1560-1632]

Descontada la primera plana [11 miembros] las compañías de piqueros tendrían 159 piqueros, las dos terceras partes [Parker comenta que la mitad de los piqueros serían coseletes y el resto picas secas] y el denominado "tercio de arcabuceros", o sea, que la tercera parte de la compañía de piqueros serían arcabuceros.

Las compañías de arcabuceros estarían formadas, en teoría, por 214 arcabuceros, más 25 coseletes alabarderos, aunque algún autor recomendaba que estos coseletes portaran una media pica.

A partir de 1567, en todas las compañías se incluirían 15 mosqueteros, pues fue la fecha oficial de adopción en campo [por lo menos en Europa] de este arma.

Si contamos el Tercio teórico a partir de 1567, el resultado sería el que sigue, detrayendo los mosqueteros de los piqueros:
1443 piqueros [coseletes y picas secas o sencillas]
1194 arcabuceros
180 mosqueteros
50 coseletes alabarderos

En esto vemos un cierto equilibrio que tiende a que la mitad, más o menos, de los efectivos manejen armas de fuego, y el resto sean piqueros.

Y sin embargo...

Ya sabemos que el teórico rara vez se cumplía en esta milicia, y que eran habituales los Tercios con más de 12 compañías, y con menos de tres mil hombres.

Francisco de Valdés indica en un ejemplo de 1568/1569, que en Flandes, los Tercios de Nápoles [con 600 picas], Lombardía [320 piqueros] y Sicilia [280] no sumaban más de 1200 picas, eso para un total de unos 7000 hombres, más o menos. Con lo que la proporción no llega ni con mucho a la mitad teórica anunciada.

El propio duque de Alba denunciaba en 1567, durante los preparativos de la marcha de los Tercios desde Italia a Flandes, la falta de piqueros que había en los Tercios:
"suplico á V. M. que en las primeras naos que partan de Vizcaya para Flandes, mande V. M. cuatro mil picas porque va esta infantería con tan pocas y tanta arcabucería , que por cierto tengo que no podríamos hacer escuadrón, y no he osado forzallos á que las tomen acá porque no se me huyan mas de los que lo han hecho , que es tan gran número á lo que los maestros de campo me dicen , que estoy espantado".

Efectivamente, las picas eran muy necesarias para formar escuadrón, siendo la amenaza de la caballería el factor determinante para la mayor o menor importancia del escuadrón de las picas, pero fuera como fuese, era este arma y soldado una pieza fundamental del esquema.

Cuando se creó el segundo Tercio de Lombardía en 1539, producto de la reforma de otros tres Tercios que en estas provincias estaban, el Tercio que contaba con dos mil hombres en 8 compañías, sólo tendría una compañía de arcabuceros, y el resto, serían de piqueros. Lo que indicaba el Marqués del Vasto en su instrucción, en referencia al tema que comentamos, era que no hubiera en las compañías de piqueros más de la tercia parte de arcabuceros, y que con estos, y la compañía de arcabuceros de don Ramón de Cardona [que él calcula sumarían un total de seiscientos] serían suficientes, y que el resto de arcabuceros existentes debían ser "reformados" tomando estos las picas, y que en caso de no querer, fuesen despedidos. Aunque luego - parece que consciente de que tal medida no se haría efectiva - indicaba que "no fuese pagado aunque sirva con arcabuz [...] y la ventaja no se dé no pague de otra manera".

Y continuaba:
"ítem, que en cada una de las siete compañías de piqueros podrá haber hasta el número de sesenta y cinco soldados con coseletes, y en la del Maese de campo, ciento; y en la del dicho don Ramón, doce coseletes".

Este número de coseletes representaría la tercera parte del total de soldados, y más o menos la mitad de los piqueros.

Parece pues que había mucha reticencia a tomar la pica por parte de la soldadesca española. Por un lado, el piquero seco era el soldado peor pagado, percibiendo únicamente el salario mínimo de 3 ducados. Por otra, el coselete estaba equiparado en sueldo al arcabucero [ambos percibían 1 ducado de ventaja por su especialidad].

Sin embargo, aunque el motivo económico aparece reflejado como causa subyacente de la elección del soldado por servir con una u otra arma, a igual sueldo, era claro que el ir armado, el portar un coselete completo de unos 20 kilógramos de peso, haría a muchos preferir el arcabuz, máxime cuando a la incomodidad de la armadura, se unía la del propio arma, que con una longitud de unos 5.40 metros [26 palmos] no era un elemento fácil de transportar. El propio Francisco de Valdés hablaba de coseletes que quedaban asfixiados por el esfuerzo de la carrera bajo el peso de las armas, y que el sargento mayor - responsable de las marchas - debía vigilar que el ritmo fuera apropiado, con los descansos para refrescarse adecuados, sobretodo en base al "sobreesfuerzo" que realizaba este soldado en relación a sus compañeros.

El mismo marqués del Vasto indicaba: "mando, ansí por dar enxemplo á los soldados, como por otros buenos respetos, de aquí adelante, todos los dichos capitanes y sus alféreces vayan á las guardias y a las muestras con sus coseletes y armas, y el que no fuere desta manera, no sea pagado". Parece que los propios oficiales eran remisos a ir con tal carga.

No obstante esto, lo cierto es que la pica parecía gozar de enorme prestigio, y que de hecho, el privilegio de estar en las primeras hileras del escuadrón, se reservaba - amén de a oficiales en activo, reformados y notables - a aquellos soldados mejor armados, o sea, mejor equipados.

Avanzando un poco en el tiempo, en la Ordenanza de 1632 se dispuso que la compañía - ya sin especialidad - estuviera formada por 70 coseletes, 90 arcabuceros y 40 mosqueteros. Respecto a los coseletes se lamentaba de "el servir muchos desarmados o con picas cortas y ruines armas ha introducido la pereza y la mala disciplina". Y como remedio, ordenaba que "pues a todos los que sirven con picas en la nación española mando dar ventaja de coseletes, no permitan [los capitanes] que sus soldados se desarmen".

En todo caso, parece determinante el papel de la arcabucería - y mosquetería en su tiempo - para ganar batallas en campo - más en el caso de sitios - y puede que al embarazo del peso de las armas, se uniera el hecho de que la mayoría de batallas parecían ser ganadas a tiro de arcabuz, antes que jugando la pica, y para un soldado el papel activo que otorgaba la movilidad del arcabucero, puede que fuera un factor determinante para decantarse por ese arma, sin desdeñar los anteriormente mencionados. Eso no quiere decir que no tuvieran un papel en la batalla - ni mucho menos - pero seguro habría soldados con preferencia hacia actividades más dinámicas, cuya inclinación podría satisfacerse con el oficio de arcabucero.

Durante la toma de los Gelves en 1560 - plaza que se perdió ese mismo año a manos de los turcos capitaneados por Dragut - vemos como un grupo de arcabuceros se adelanta demasiado, y descargan al unísono sus arcabuces, debiendo retirarse al escuadrón de picas, que avanza para recogerlos, para que estos arcabuceros no sean degollados por los moros:

Viendo los enemigos tan pocos, y que de mal pláticos habían disparado los arcabuces todos juntos, dieron sobre ellos y hiciéronlos tornar con más priesa de la que habían traído. Fueron causa éstos, con su mal orden, que los dos Capitanes que hasta allí se habían mantenido bien, desamparasen los puestos y se retirasen, y hirieron en el alcance á Gregorio Ruiz de una lanzada, de que murió dende á pocos días. Perdióse gente en esta retirada, y perdiéranse todos si el escuadrón no marchara á socorrerlos.
Las retiradas vergonzosas que hicieron este día los arcabuceros italianos y los nuestros, fueron por ir más adelante de lo que debían, sin llevar picas que los amparasen.

Rememorando Nordlingen, si los piqueros del Tercio de Idiáquez no hubieran apartado a picazos a los alemanes en retirada del conde de Salma, la formación hubiera sido rota, y arrollados a continuación por los suecos.

Como cantara Calderón de la Barca:

¡Ay cielos,
que en los alemanes hallan
flaqueza que los retiran
de su puesto, los rechazan,
que vienen desordenados!
Hacia aquella parte cargan
que defiende don Martín,
que, porque no le deshagan
sus escuadrones viendo,
con las picas los aparta,
con las espadas castiga,
con la lengua los infama;

Como quedó escrito: "el escuadrón es el pie firme de esta milicia".

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¿Invención? de la contramarcha por los holandeses

ARGUMENTO DE GEOFFREY PARKER “La contramarcha europea fue sugerida por primera vez por Guillermo Luis de Nassau en una carta dirigida a su primo Mauricio, escrita en Groninga el 8 de diciembre de 1594. El conde, que acababa de leer la descripción hecha por Aelio de la instrucción que practicaba el ejército romano, razonaba que con seis filas alternantes de mosqueteros él podía imitar la lluvia continua de proyectiles que se conseguía con las jabalinas y las hondas de las legiones”. DISCUSIÓN SOBRE LA BASE DE DOS CITAS DE BERNARDINO DE MENDOZA Bernardino de Mendoza escribió: …y visto por don Rodrigo [Zapata] , ordenó su gente en esta forma. Treynta mosqueteros de vanguardia de diez en diez por hilera, por no tener más anchura el Dique, y a sus espaldas las alabardas y picas que traía. En las laderas del Dique estaban los dos Alferezes con ochenta soldados cada uno, dexando con un Sargento los demas soldados a la retaguardia de los carros. en P.130. Y en p.241: mandó fuesen cien arcabuceros Españoles (…) y doscientos Balones (…) para travar mas en gruesso la escaramuza que al salir el sol se avia començádo: con la qual gente se reforçò la escaramuçá a los diez, combatiendose resolutamente con los enemigos, y atacandola de suerte que a lo que parecia a todos los que alli estavan era gruesísima, por ser una continua salva, con durar cerca de dos hora y media (…) los apretavan mucho, y tanto que se conocia ya ventaja de nuestra parte por parecerse que los enemigos tiravan algo mas floxamente
CONCLUSIONES PROPIAS

De la primera cita de Mendoza, se infiere que los treinta mosqueteros estaban ordenados en 3 hileras: de diez en diez por hilera. Y aunque el lugar es peculiar – un dique – lo es – para el autor – por su estrechura. Vengo a referirme que lo extraordinario no son las tres hileras de mosqueteros, sino únicamente el número de mosqueteros que compone cada hilera. Ciertamente, no se trata de una batalla campal, sino como refiere el autor: una escaramuza. Pero en esta son los españoles los que toman la iniciativa.
De la segunda, se infiera una salva continua. Para obtener una salva continua, la única manera que se me ocurre es haber impuesto algún método de rotación entre hileras. O contramarcha o “avanmarcha”. En todo caso, también pudiera resultar que el nivel de fuego sostenido le resultara al autor continuo sin serlo en realidad.Ambas se refieren al periodo de combates que tuvieron lugar en Flandes entre 1567 y 1577. La fecha de publicación del libro “Comentarios…” es de 1592, bastante antes que la de la publicación de la carta del Nassau.Por desgracia, los autores de la época no solían dar demasiados detalles de la organización de las tropas, asumiendo muchas cosas por sabidas por parte del lector. Si alguien describiera hoy día un desplazamiento en un vehículo a motor por una autopista, no se entretendría a detallar como funciona un coche o qué es una autopista. Por contra - cuanto menos este autor: veánse las descripciones que realiza de esquís, trineos y patines, "cossa nunca vista" - se destacan las novedades. Por eso – y aún a riesgo de ser impreciso – no queda sino que dedicarse a lanzar hipótesis, por vagas que sean las referencias. La idea, por si alguien no ha llegado ya a esa conclusión, es que antes que el Nassau tomara inspiración de los antiguos romanos, lo hizo de sus oponentes españoles. Si bien, en absoluto puede descartarse la autoría holandesa de la invención de esa táctica de combate, que se le ocurriera a Luis Guillermo, como afirma Parker: “repentinamente”. A todos nos sobreviene de cuando en cuando, la inspiración. Fuera quien fuese el que desarrollara esa técnica – el uno u el otro, o más bien aprendiendo y mejorando cada día el uno en su lucha con el contrario – lo cierto es que el documento – la carta con el esquema ilustrando la idea – constituye una “patente” incontestable. Por cierto, la publicación de la carta se realizó después de la caída de Groninga (25 agosto 1594), gobernada por Francisco Verdugo, al cual cito en relación a cargas, rociadas y salvas de arcabucería y mosquetería, a la sazón, empleadas contra caballería: y no estando mas que á treinta passos del camino de la primera ruciada que dieron hízíeron tan buen efecto que derribaron muchos dellos Otra cita más, de Fray Luís de León, que murió en 1591, En su "Exposición del Libro de Job": y como los arcabuceros en la guerra, puestos por sus hileras, dan ordenadamente sus ruciadas, de manera que ni se pierde bala ni se pasa tiempo sin tirar y herir. Ordenadamente: ¿una hilera tras la otra? Ni se pasa tiempo sin tirar: ¿salva continua?