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La artillería de los Reyes Católicos durante la guerra de Granada y la de Carlos VIII de Francia durante su expedición en Italia


«En el mes de junio [del] año susodicho [de 1484] fue el Rey D. Fernando sobre Alora con gran hueste [...] é con mucha artillería; é púsole cerco y tomóla en dentro de ocho días por la fuerza de las lombardas, que á los primeros tiros derribaron gran parte de la villa é fortaleza, é luego los moros se dieron a partido y los dejaron ir».

Historia de los Reyes Católicos D. Fernando y Doña Isabel por Andrés Bernáldez


«y esta artillería questa asentada contra el arraual aunque el muro [es] Recio y [tiene] buenas torres por estar en llano no tirará mucho q no vaya al suelo todo»

Carta del Comendador Mayor de Castilla a la reina Isabel durante el asedio de Ronda, 16 de mayo de 1485


«E ha plazido a Nuestro Señor, de quien todo vençimiento e buena obra proçede, que en quinze días que he estado sobrella la he fecho de tal manera apretar, faziéndole tirar tan apriesa de noche e de día con las lonbardas e artellería e engenios, e tomándole el arrabal, que por combate el miércoles pasado se tomó, seyendo como es tan fuerte como la çibdad, e quitándole por minas el agua, que con muy grande dificultad se pudo fazer; en tanto que viéndose los moros perdidos porr la mucha gente quel artellería les mató en el conbate e fueron feridos e muertos, e perdida la esperança de ningund socorro, acordaron lo que avían de fazer por discurso de tienpo fazerlo luego. E asy, oy domingo, día de pascua de Spiritu Santo, me han dado la çibdad e puesto sus personas a mi merçed»

Carta de Fernando el Católico, Ronda, 22 de mayo de 1485



Lombarda portuguesa protegida tras mantelete durante el cerco de Arcila en 1471. Los Reyes Católicos emplearon como sus vecinos portugueses este tipo de artillería para la conquista del reino de Granada en la persistente guerra de Granada de 1482 a 1492, ofreciendo unos resultados muy buenos para el ejército real. Al fondo se ven los muros y las torres de piedra de la plaza magrebí. 



Durante el asedio de Álora, mencionado en la cita que encabeza este texto, los tiros de lombarda derrocaron dos torres y el lienzo de muralla que unía ambas, y la cadencia de tiro fue tal que no permitió a los defensores reparar la muralla. En 1407 dicha fortaleza había mostrado ser inexpugnable ante el asedio castellano. Los muros del arrabal de la ciudad de Ronda cayeron en apenas una semana; iniciado el cerco el día 8 de mayo, el día 22 se rendía.

La artillería de asedio demostró su efectividad durante la guerra de Granada y posibilitó la temprana toma de muchas plazas, pues los castillos de muros de piedra nazaríes no ofrecían suficiente resistencia frente a los impactos de las pelotas o bolaños de piedra disparadas por las lombardas que empleaba el ejército real. 

Por lo tanto, las lombardas de finales del XV tenían precisión y cadencia de tiro suficiente como para batir y tomar un castillo medieval en un plazo relativamente corto.


Detalle de la imagen anterior. Podemos ver el mantelete que protegía a los artilleros o lombarderos que servían la pieza, y que les protegía de los tiradores de la plaza asediada, que dispararían con ballestas, espingardas o, todavía en esta época, culebrinas de mano. El lombardero de la izquierda agachado, está preparado para dar fuego a la pieza. La lombarda se identificar claramente por los cercos, «cércoles» o aros que unen los manguitos del cañón, llamado «trompa» o «caña». La cámara o «servidor» se vislumbra en el extremo inferior, reconocible por su diámetro inferior al de la caña. 



Pero aún siendo efectivas contra castillos medievales, estas piezas de artillería presentaban varios defectos:

La cadencia de tiro era bastante baja dado que las lombardas se componían de dos partes, el cañón, llamado «trompa» o «caña» y el servidor, en el cual se cargaba la pólvora. Para cargar la pieza tras el disparo, había que separar las dos partes que iban montadas sobre un «afuste» en el que estaban falcadas o calzadas con un «zoquete» de madera para que quedasen unidas. Para agilizar el proceso de recarga, las lombardas solían disponer de dos servidores, de manera que el segundo ya estuviera cargado y preparado para el segundo disparo.

Además, las lombardas, tradionalmente se solían montar sobre un «afuste» sencillo que se asentaba en una estructura de madera que no permitía apuntar con facilidad, porque la elevación de la pieza dependía de dicha estructura. La fijación de la lombarda en el afuste muchas veces se realizaba mediante cuerdas o cadenas que había que liberar en parte para cargar el servidor y volver a amarrar o encadenar para poder tornar a efectuar el disparo. 


Lombarda portuguesa protegida tras mantelete durante el cerco de Arcila en 1471. La lombarda está en un afuste que descansa sobre un caballete de madera abigarrado que sugiere una compleja, sino imposible, corrección de la elevación una vez se ha asentado la pieza. 




Afuste de una lombarda por Arántegui y Sanz basado en las piezas que pueden verse en la sillería de la Catedral de Toledo que representan episodios de la Guerra de Granada. La lombarda va unida al fuste o «afuste» mediante cuerdas que abrazan las duelas y que pasan las argollas. La elevación de la pieza es rudimentaria y no permite cambios precisos de angulación.  



Esta lombarda va montada sobre una cureña que descansa en eje sobre ruedas, pero al carecer de muñones la pieza y descansar sobre este tipo de afuste, su elevación máxima venía limitada por la cola de la cureña. 


Esta lombarda alemana del Zeugbuch Kaiser Maximilians I de 1502 presenta, sin embargo, muñones, lo cual permitiría una elevación relativamente fácil de la pieza. Sin embargo, esto parece que no se implementó hasta finales del siglo XV, cuando ya habían irrumpido los cañones de fundición. 


La unión de servidor y caña era imperfecta, y las dos partes se componían de piezas longitudinales de hierro forjadas llamadas «duelas» que se unían mediante manguitos que a su vez se aseguraban con aros o «cércoles». Las piezas así construidas a modo de un barril con sus aros, tendían a reventar con bastante frecuencia por las numerosas juntas de la caña, bien por la unión entre servidor y caña, bien por la poca ductilidad del hierro forjado de que estaban hechas. 


Lombarda o bombarda dibujada por Arántegui y Sanz. Estructura de la caña o trompa de una lombarda, parte destinada a la conducción del proyectil. Nótese la estructura en forma de barril: las duelas longitudinales, juntadas con manguitos y reforzadas con cercos. Las piezas así conformadas tenían multitud de juntas por donde reventar.

Servidor - izquierda - y caña o trompa - derecha de una lombarda del siglo XV. El servidor debía cargar a 3/5 partes con pólvora y se "cerraba" con un taco de madera. Las lombardas solían disponer de dos servidores, de manera que se agilizase la recarga de la pieza. 


Para reforzar la pieza, se podía «enforrar», o sea colocar la lombarda en un molde, y verter en ella bronce quedando la lombarda de hierro como núcleo, pero eso hacía una pieza demasiado pesada e inoperativa para trasladarla en operaciones de asedio.

Este tipo de artillería, aún con todos sus defectos, era el que se empleaba en esta época en toda Europa, que tan buen resultado dio en la guerra de Granada, pero en 1494, el ejército de Carlos VIII de Francia irrumpió en Italia con un tren de artillería compuesto por lo que serían poco después llamados en la Europa meridional «cañones a la francesa». 

Piezas de artillería según la Cronaca della Napoli aragonese de 1498 , f122r. La pieza de la izquierda está labrada al estilo del siglo XV; se pueden ver los distintos cércoles que revisten tanto caña como servidor. La de la derecha se trata de un cañón a la francesa. Fundido en una sola pieza, las posibilidades de que reventase eran mucho menores.


Según Pablo Jovio, al pueblo italiano le causó «grande admiración y miedo mas de treynta y seys pieças dartilleria encaualgadas en sus carretones, las quales tirauan cauallos con increyble ligereza assi por lo llano como por lugares asperos»

El tren de artillería del rey de Francia disponía de cañones que disparaban pelotas de hierro de 50 libras, serpentinas que tiraban balas de hierro de 35 libras y culebrinas que tiraban pelotas de 22 libras y media a 32 libras, así como piezas de artillería menores que disparaba pelotas de plomo. Las piezas de artillería iban cargadas sobre carretas de dos ruedas, y las mayores eran tiradas por 10 o 12 caballos.


«Artegliaria» francesa según la Cronaca della Napoli aragonese de 1498, fol 109v. Tanto italianos como españoles de la época transportaban sus lombardas en carretas tiradas por bueyes. La conducción de la artillería real para el asedio de Setenil en 1484 supuso el empleo de 434 pares de bueyes. Cuarenta años después, el emperador Carlos V, rey de España y nieto de los Reyes Católicos, emplearía caballos alemanes para conducir su artillería durante las campañas de Italia.



El obispo de Nocera realizó una sencilla descripción de la artillería de Carlos VIII haciendo equivalencias de las pelotas que disparaban con cabezas de hombres o naranjas, según su calibre: 

«Seria la mayor de las pieças tan larga como ocho pies y de peso a seys mill libras de bronze y llamauan se cañones.  Estos arrojauan vna pelota tan gruessa como la cabeça de vn hombre. Despues de los cañones eran mayores pieças las culebrinas las quales eran la mitad mas largas que los cañones pero de mas delgada caña y que arrojauan menor pelota. Tras estas venian luego los falconetes vnos mayores que otros pero de tal proporcion que con la menor pieça se tiraua vna pelota tamaña como vna naranja».

Pero otra cosa a destacar era su encabalgamiento y su tiro con caballos, mientras que italianos - y españoles - habían empleado tradicionalmente bueyes, cosa que permitía un rápido desplazamiento: 

«Todas estas pieças iuan encaualgadas en dos gruessos exes y atadas con sus correas y quando era necessario disparar las, sopesauan las con sus asas y para apuntar bien el golpe assestauan las en mitad del exe. Las pieças pequeñas iuan sobre dos ruedas y las grandes sobre quatro, delas quales las dos traseras se podian quitar para aguijar o parar en el camino. Los maestros y carreteros del artilleria caminauan con tanta presteza donde querian q en los lugares llanos y de buen camino los cauallos aguijados con el açote o bozes de los carreteros igualauan la carrera de ligeros cauallos».

Estas piezas de artillería fundidas en bronce en una pieza y montadas sobre cureñas que desacansaban en ejes de ruedas, permitían una recarga rápida y una fácil elevación para apuntar al blanco. Además, reventaban con menos frecuencia y permitían tiros más potentes y precisos, y podían disparar pelotas de hierro. 


Podemos ver en esta pieza de artillería del Zeugbuch Kaiser Maximilians I de 1502 una pieza de fundición encabalgada sobre su cureña y su eje de ruedas herradas, y una pieza sin encabalgar junto a una cureña. Los muñones situados al costado de la pieza asentarían en las rebajes de la cureña - las muñoneras - permitirían una fácil elevación de la pieza sobre el eje formado por los dos muñones. Nótese la diferencia con las lombardas encabalgadas rígidamente en el asedio de Arcila de 1471.

En este Tratado dela artilleria y uso della de Diego de Ufano publicado en 1613, podemos ver como se eleva un cañón de batir plazas fuertes, pivotando la pieza sobre los muñones asentados en las muñoneras de la cureña. 


Anteriormente se habían fabricado piezas de artillería labradas de una sola fundición en bronce, y no hechas con partes unidas por «cércoles», de la misma manera que se fundían campanas, pero en general, esas eran piezas de artillería menores que no tiraban más que pelotas de hasta 8 o 10 libras a lo sumo y aún las piezas menores solían disponer de servidor. 

Los problemas en la fundición de piezas de artillería hechas de una sola fundición, o sea con cámara y cañón en un mismo cuerpo continuaron apareciendo hasta, por lo menos, el siglo XVII, como prueban diversos tratados donde se ocupan de ello.


En el Tratado dela artilleria y uso della de Diego de Ufano publicado en 1613, podemos ver la cruceta y la rodaga, pieza que se empleaba para comprobar si el barrenado de la pieza se había realizado correctamente, y el ánima del cañón estaba centrado respecto al cuerpo de la dicha pieza y las paredes, por lo tanto, eran de espesor uniforme.



Molde para la fundición de un cañón - izquierda - ánima y cruceta para fijar el ánima - centro - y molde de la culata, derecha, según el Discurso del capitan Cristoual Lechuga, en que trata de la artilleria, y de todo lo necessario a ella, publicado en 1611. Todavía en esta época se fundían muchas piezas defectuosas; prueba de ello son las páginas dedicadas en su libro a este menester, siendo un error común la «desigualdad» al desplazarse el ánima durante el vertido del metal fundido, como se puede ver en la ilustración siguiente [B] del mismo libro. 




Las clásicas lombardas eran piezas de artillería «pedreras», si bien en 1497 ya se fundían pelotas de hierro para tirar con ellas. La piedra, normalmente caliza, ofrecía ventajas, dado que había piedras por doquier [1] y no hacía falta un gran taller para labrarlas; tan solo eran necesarios oficiales canteros para extraer la piedra, así como «picapedreros para facer piedras de las lombardas», picos de piedra para labrarlas y medidas de hierro para calibrarlas. Además, las piedras podían obtenerse cerca de la plaza que debía ser asediada, con lo que se evitaba el transporte de pelotería.


Pico de picapedrero y bolaños de piedra del Zeugbuch Kaiser Maximilians I de 1502, los proyéctiles típicos de las grandes piezas de artillería del siglo XV.

Estos marcos se empleaban a principios del siglo XVII para calibrar balas de artillería. Los picapedreros usaban medidas de hierro similiares para guiarles a la hora de labrar los cantos hasta convertirlos en pelotas o bolaños. Durante la guerra de Granada, 5 picapedreros labraron en menos de un mes 275 piedras «escodadas, limpias e buenas a vista», revisadas por maestres artilleros, quedando desechadas aquellas que no fueron consideradas aptas para tirar a criterio de los artilleros.  



Pero aunque la piedra tuviera ventajas logísticas frente a las pelotas de hierro colado, tenía desventajas: era mucho menos densa [2,4 Kg/litro] que el hierro colado [7,2 kg/litro] y por lo tanto, a igual diámetro, el bolaño de piedra era mucho menos pesado que la pelota de hierro. Además, la piedra era más frágil, por lo que su impacto contra las murallas, que también eran de piedra, era mucho menos efectivo que el de los proyectiles de hierro. 

Aunque la expedición de Carlos VIII no fue ni mucho menos un paseo militar, la artillería que llevó facilitó la toma de varias plazas, anteriormente consideradas inexpugnables, y sobre todo, acortó los plazos de asedio. 

Según Marino Sanuto, el tren de artillería del rey de Francia traía «otra generación o suerte de artillería, llamadas por ellos diversamente, que tiraban pelotas de hierro de considerable grandeza» [2]. Según el compilador veneciano «los franceses no usaban lombardas como las nuestras italianas, más son a modo de pasavolantes, que tiran pelotas gruesísimas de metal y de hierro, y de esto viene que rompen los muros donde tiran, y tan de lejos como hicieron en Nápoles en Castil dil Uovo, que casi a dos millas se lombardeaba» [3]. Aunque quizá se exageraba el alcance efectivo de dichas piezas - hacia la década de 1530 se intentaba plantar los cañones de asedio a una distancia de 300 a 400 pasos de la muralla a batir - 

La experiencia italiana con este, “nuevo” tipo de artillería hizo que pronto comenzasen a fundirse por Italia «cañones a la francesa», siendo una de las primeras experiencias la del marqués de Mantua, que quebró y fundió sus lombardas para fundir cañones de nuevo cuño, aunque ya en noviembre de 1494 en Ferrara «maistro Zanin» presentó un modelo de pasavolante al «modo franzese». 

También, claro, este tipo de artillería llegó a España. En 1499 ya se fundían en Málaga cañones de bronce [aleación de cobre al 91% y estaño al 9%], alguno con la denominación de «cañon serpentino francés», piezas que tiraban pelotas de 16 a 36 libras. 

Se pueden ver claramente la rápida adopción por la menor cantidad de piezas denominadas «lombardas» en los inventarios de artillería real, y también se puede apreciar por el gradual declive del oficio de picapedrero durante la década de 1500, así como del auge en paralelo de la fundición de pelotas de hierro colado de gran tamaño en las funciones reales y del propio oficio de «maestro fundidor de hacer pelotas», fuera en Málaga o en Burgos. 

Curiosamente, a las pelotas se les denominó también «piedras», y cuando pasaron a fundirse en hierro se las denominó por un tiempo «piedras de hierro», hasta que se abandonó definitivamente tal denominación. 

Asimismo, a los artilleros se les continuó denominando «lombarderos» hasta finales de la década de 1520, a pesar de que para entonces las lombardas eran casi reliquias.

Las piedras tan solo quedaron reservadas como proyectirles para ciertas piezas, pues convenía su fragilidad para que al romperse tras el impacto los fragmentos de la misma se proyectaran como metralla.


Bibliografía



Notas

[1] No obstante, durante el asedio de Loja en 1486, los pedreros del ejército real recibieron el sueldo de mayo a junio en balde, «porque no fizieron en todo el dho t[iem]po ninguna cosa asy porque el artillería no era llegada como porque no se fallaban canteras». 

[2]Texto original:

«Havea zerca colpi 60 de artigliarie su carete, zoè spingardi, passavolanti,et altre generatione o vero sorta de artiglierie, variamente per loro chiamate, et butavano ballotte de ferro de assà grandezza»

La spedizione di Carlos VIII in Italia, p.473

[3] Texto original:

«Et Franzesi , i quali non usano bombarde come le nostre italiane, ma sono a modo passavolanti, che buttano ballotte grossissime di metallo et ferro, et questo vien che sbusano li muri dove trazeno, et assà da longi, come faceva a Napoli a Castel dil Uovo, che quasi do mia lontano lo bombardava»

La spedizione di Carlos VIII in Italia, p.265







Uso de la voz arcabuz para armas de artillería y armas "portátiles" [1500-1530]

Después de ver otros documentos más detallados relativos al descubrimiento de las Indias [Occidentales y Orientales] queda claro que el uso de la voz arcabuz inicialmente se aplicaba a un pieza menor de artillería fabricada en hierro o metal [aleación de cobre, normalmente latón o bien bronce] la cual, acabó dando nombre al arma manual.

El "arcabuz" de la batalla de Rávena (1512)

Cabe destacar la noticia aparte, aunque entraria dentro del mismo tema:
habia más de mil quinientos escopeteros y algunos arcabuces , los cuales , después que el campo se retiró de Bolonia, hablan traido de Venecia con muchas picas, éstos arcabuces son de largos poco más que escopetas, sólo que echan la pelota como una grande nuez , y aun mayor, y tiranlas después de armados, teniendo dos hombres de una pica, uno del hierro y otro del cuento, y el arcabuz asentado en medio de la pica, y éstos un compañero holgadamente podia llevar un arcabuz de aquellos todo un dia encima del hombro
La relación procede sin duda de alguien que estuvo presente en la batalla, y aunque no está fechada, se infiere que fue escrita poco después, y desde luego, no en tiempo tal que la voz arcabuz fueera comúnmente aplicada para un arma portátil.

Personalmente, no acabo de entender la disposición para la utilización del arma: parece que dos soldados sujetan una "pica" por los dos extremos: el hierro [la punta con la que ofendemos] y el cuento [el regatón o contera, o sea, la protección metálica inferior del asta] mientras que [parece que] un tercero efectua el disparo, pudiendo cargar holgadamente uno sólo de ellos este arma durante todo el día, con lo cual cabe imaginar que sería un arma no excesivamente pesada, pero no tan ligera que pudiera hacer disparo un sólo soldado.

Una nuez, y más una grande, es una señora bala, más propia de piezas menores de artillería. Sin duda algún tipo de experimento.

Desde luego, el sistema es mucho menos práctico que la horquilla para sujetar un mosquete, como se emplearía años después. Pero parece que la afición por probar el uso de armas en campo pensadas para ser usadas en reparos, descansando la demasía de su peso en algún muro, no es, ni mucho menos fruto original de aquellos que en la década de 1560 - seguramente se harían diversos experimentos antes - pusieron un mosquete sobre una horquilla y salieron a luchar con él a campo abierto, sin necesidad de compañeros que les ayudaran a aprovecharse del arma.


Arcabuces enviados a la Española (1512)
En Julio de mill é quinientos é doce años, en el libro del dicho Doctor Matienzo, parece en una partida que se compraron veinte é cuatro arcabuces de metal , que pesaron treinta é tres arrobas é diez é seis libras, y se enviaron al almirante é oficiales de la Isla Española á vueltas de otras cosas, en tres navios de que eran maestres Rodrigo Narvaes é Cristoval Bezo, y Juan de Baena.
Sale cada arcabuz a 35 libras [unos 16kgs] y aunque ya referimos la noticia anteriormente, vale la pena recuperarla. Sin duda una pieza para usar en muro o "en posta".

De esta época también tenemos que pasaban para Indias "alcabuces del campo de metal" y "arcaduces de siete palmos, de hierro fundido, con sus caballetes", así como "arcaduces de la suerte menor de siete palmos" [1].

Imagen del "Zeugbuch Kaiser Maximilians I" de 1502. La pieza que disparan es de bronce o metal [latón]. Se trata de un arcabuz de muro, también llamaado, de posta, de gancho o de garabato, apoyado sobre un tablón con dos patas a modo de trípode o caballete y asistido por dos artilleros. En la pieza superior almacenada podemos ver perfectamente el gancho o garabato que servía para engarzar el arma al muro, o en este caso, al trípode. 
Dos páginas más adelante en el mismo libro encontramos estos "arcabuces", que no tienen fuste de madera para el cañón, únicamente una "coz" en la parte de la culata, para dirigir el tiro. En el tomo 3.2 del Letters and Papers, Foreign and Domestic, of the Reign of Henry VIII, se puede leer una anotación de 12 de septiembre de 1522: "1.000 hagbushes carted upon tristles", o sea, 1000 arcabuces montados sobre caballetes. En la relación de las armas del castillo de Burgos aparecen 337 arcabuces de banco.


Dos arcabuces de muro en comparación con un arcabuz o escopeta para infante. 

Arcabuces en la segunda carta - relación de Hernán Cortés al Emperador [30 octubre de 1520]

El pasaje de la carta del conquistador español es muy claro al respecto, y distingue las 13 piezas usadas por los artilleros - los trece arcabuces que sin puntería asestaban en los escuadrones de los indios llevando el tiro diez o doce hombres - de las escopetas y ballestas de los infantes:

E luego que fué de dia, ya la gente de los enemigos nos comenzaba á combatir muy mas reciamente que el dia pasado, porque estaba tanta cantidad dellos, que los artilleros no tenian necesidad de puntería, sino asestar en los escuadrones de los indios. Y puesto que el artillería hacia mucho daño, porque jugaban trece arcabuces, sin las escopetas y ballestas, hacían tan poca mella, que ni se parecía que lo sentían, porque por donde llevaba el tiro diez ó doce hombres se cerraba luego de gente, que no parecía que hacia daño ninguno. 


Arcabuces de popa (h.1526)

De la expedición de Loaisa al Maluco e Islas de la Especiería en 1525-26, nos quedan las siguientes referencias:

El socorro que envío Cortés desde Nueva España a cargo del capitán Sayavedra, muy bien recibido, según el testimonio:
[...] y trujo ballestas, y escopetas, y coseletes, y lanzas, y plomo, y otras muchas cosas: ansimismo trujo tres piezas de artillería de bronce, y dejó aquí las dos y otros siete ó ocho arcabuces de hierro é otras muchas cosas, escepto pólvora que no traía [...]
Y queda aclarada por la misma relación que se hace de la expedición, que los arcabuces de hierro de los que habla son piezas de artillería y no armas portátiles para peones:
Llevaba nuestra fusta por la proa un cañón pedrero de bronce muy bueno, é dos sacres de bronce, é dos flaconetes [sic] de hierro, é un verso de bronce que de antes habíamos tomado á los portugueses, é dos arcabuces por la popa.
Estos "arcabuces por la popa" sin duda son piezas menores de artillería.

1526, un año en el cual en la infantería española ya se empleaban sin género de dudas la voz arcabucero, para referirse al soldado que empleaba este arma portátil, distinguiéndola del todavía preeminente escopetero.

Este uso de la voz concordaría con los arcabuces de arroba y media que se remitieron a La Española en 1512, aunque la aplicación práctica para ese año y lugar sería como pieza de muro para la fortaleza, y no para artillar un pequeño navío como en el caso referido de la expedición a las Molucas.


Notas 

[1] Los datos de este párrafo han sido extraídos de la "Las indias de Castilla en sus primeros años. Cuentas de la casa de contratación".

Clavar cañones

Por clavar un cañón, se entiende la operación que consistía en inutilizar los cañones del enemigo introduciendo precisamente un clavo por el fogón de la pieza de artillería, de manera que este quedaba inutilizado, pues era precisamente este fogón - agujero en el cañón - por donde se prendía la pólvora alojada en la recámara.

En la primera escena de la película Alatriste se entiende que la encamisada tiene como uno de sus objetivos, precisamente, el inutilizar las piezas de los rebeldes holandeses.

Era una facción de guerra que no era infrecuente, por los testimonios que nos han dejado distintos cronistas:

Bernardino de Mendoza
Los rebeldes de la villa [de Harlem], entre otras salidas, hizieron una con seiscientos alemanes por la Sylporta, con disignio (a lo que refirieron prisioneros) de desalojar a los nuestros del rebellín, [...] viniendo por las espaldas de las trincheas a clavar la artillería, ayudados de la niebla que hazía, con la cual llegaron sobre la misma artillería con tanta osadía algunos rebeldes que, peleando junto a los cañones, murieron, hallándoles los clavos y martillos que traían para efectuarlo.

Alonso Vázquez
peleando con mucha gallardía le habían muerto casi seiscientos hombres, y le ganaron tres piezas de artillería, gruesas , y dos culebrinas ; y con honroso trabajo las retiraron dentro de Roam , dejándoles enclavados otros tres cañones , y arrasados más de doscientos pasos de trinchera.

Carlos Coloma
Con todo eso, entraron algunos soldados nuestros, que murieron procurando enclavar la artillería enemiga

Las piezas de artillería eran el elemento clave en el asedio de una plaza fuerte. En las dos piezas de la ilustración se puede ver el fogón perfectamente.

Salida que hacen los de la guarnición de Los Gelves sitiados por los turcos en 1560, en la "Relación de la jornada que hicieron á Trípol de Berbería las armadas católicas, años 1560 y 61":
A 2 de junio, primero día de Pascua de Espíritu Santo, salieron por la parte de Levante 600 hombres de todas naciones, y llegados á las trincheas de los enemigos, se las ganaron, matando y hiriendo muchos, hasta hacerles desamparar el artillería. Enclaváronle dos piezas della, con punteroles, por no llevar recado de otra cosa. Pudiéranles quemar la pólvora: no osaron hacerlo por no quemarse ellos también

Los punteroles, según el DRAE, eran almaradas - agujas grandes - para coser alpargatas. No disponían de clavos, así que usaron las herramientas de que disponían para llevar a cabo su propósito.

También en la misma relación se explica que una compañía de soldados sicilianos - la de Lope de Figueroa, no el homónimo Lope de Figueroa que fue maestre de campo - se amotinó, y antes de abandonar el galeón que les transportaba en unas barcas, clavaron la artillería del mismo para que no se les disparase:
En el galeón de Cigala iba una compañía de sicilianos del Capitán Lope de Figueroa y otra de gastadores. En viéndole surto, hicieron lo mesmo que los calabreses, y aún más, porque mataron al Sargento y llevaron al Alférez ligado en tierra, y trataban de tirarle con las escopetas. El Capitán de la compañía había quedado en Malta. Primero que salieron del galeón enclavaron el artillería porque no les tirasen con ella, y no pudiendo caber todos en las dos barcas, quedaron de los amotinados hasta 24 ó 30.


En la defensa de Bugía en el año de 1555, se quiso hacer una salida para clavar la artillería turca. Aunque la empresa se consideró fácil, porque en la guarda del artillería no había más de hasta cien turcos, que á pedradas bastaban á desbaratarlos, se abortó porque otros oficiales del rey, acobardados, lo impidieron. En todo caso, es la descripción más detallada que he encontrado, y vale la pena reproducirla aquí, pues hasta nos explica que los clavos fueron fraguados ex profeso para la empresa:
mi parecer sería que se enmendase para delante y se mandare abrir esa puerta de la ciudad, y que la noche que viene ó la otra siguiente saliésemos á ellos á media noche, ó cuando más descuidados estuvieren, y yo saldré por la puerta con treinta ó cuarenta de caballo, y que salgan doscientos hombres de pie, escogidos, por la tronera donde dan la batería, lo más secretamente que se pudiere hacer, y entre ellos han de ir veinte hombres de hecho con veinte clavos de acero del tamaño que yo daré y veinte martillos, cada uno el suyo, y éstos han de llevar solamente sus espadas y rodelas y armaduras de cabeza y otras armas defensivas, y éstos no han de tener otro cuidado más de cuando arremetieren los de caballo y de pie, estos veinte han de arremeter derechos al artillería y cada uno á su pieza meterles los clavos por los fogones cuanto pudieren y luego quebrarlos, y esto entre tanto que la gente de caballo y de pié anduviéremos revueltos con los que guardan el artillería 
[...]
y así con este concierto se fueron de allí y luego el Capitán mandó traer unas barretas de acero para hacer los clavos, y dende un rato se metió el Capitán con el contador Pamenes solos en la fragua y se comenzaron á hacer los clavos

Parecer del contador Pamenes y respuesta del capitán don Alonso Carrillo de Peralta, alcaide de Bugía, durante la pérdida de la plaza asediada por los turcos en 1555.

Los clavos, claro, debían ser de hierro fundido para poder quebrarse con facilidad y no poder ser atenazados para posteriormente ser extraídos con herramientas. 



Inutilizar los propios cañones

Cuando una plaza fuerte estaba a punto de capitular, o bien había capitulado ya, un engorro que se podía causar al ejército que había de entrar en ella vencedor era clavarle los cañones que en ella estaban, para dejarlos inutilizados, aunque fuera temporalmente. También - como ejemplifica Lechuga en el caso de la plaza de Calais - cuando se abandonaba la defensa de un circuito de la plaza fuerte - en ese caso, la ciudad - y la guarnición se retiraba a otro - en ese caso, el castillo - era imprescindible inutilizar los cañones, siendo muy dificultoso, sino imposible, retirar las piezas llevándolas consigo a la posición última de defensa.

Reutilización del cañón enclavado

Los cañones quedaban inutilizados, aunque no eran irrecuperables del todo. Cristóbal Lechuga, en su "Tratado de la Artillería y Fortificación" da un método para desclavar un pieza: haciendo prender una carga de pólvora, habiendo taponado previamente la boca del cañón - dejando un agujero para prender la pólvora mediante mecha o reguero. Teóricamente, la explosión producida expulsaría el clavo.
En caso contrario, debía intentarse golpear el clavo para sacarlo por el ánima del cañón - meterlo dentro - o trepanar la pieza para abrir un nuevo fogón, método que - según Lechuga - era rápido de llevar a cabo, siempre que se dispusiese de un fundidor con su taller.

Método detallado por Cristóbal Lechuga en su tratado para desneclavar una pieza de artillería
Lechuga proponía que un fundidor abriera un nuevo fogón junto al clavo, como método más rápido y eficiente para solventar el enclavamiento de la pieza de artillería

Herramientas necesarias para hacer el fogón

Desde luego, el hecho es que la pieza podía quedar inutilizada al menos durante un periodo de tiempo, y dado que los asedios se realizaban con muy pocas piezas, este objetivo cumplido podía significar un revés importante para el enemigo.

Ollas

Noticias de la Armada de la Empresa de Inglaterra [1588]

pelotas que llaman ollas, hechas dos mitades, que se encajan y hacen una bola; y de cada media bola está asida recio un gancho ó cadena que entra en el cañón plegada, y al salir se abre y extiende ocho, nueve y aún doce palmos, y rompe un mástil por medio ó lo que topa

El mismo sistema que apuntado en los arcabuces [pelotas de alambre] pero en la Artillería.

Pasos hacia la homogeneización de los calibres

Disparidad de calibres en la artillería
En abril de 1576, en la relación que hacía Sancho de Ávila como castellano de la ciudadela de Amberes de los pertrechos con los que contaba dicha fortaleza, valoraba:

Asimismo hay en el dicho castillo hasta 22,500 balas de toda suerte y calibre, de á 10 onzas hasta 42 libras, y las dos tercias partes dellas no son de servicio para las piezas que al presente hay en el dicho castillo

Las piezas de artillería con que contaba el castillo eran 57 (56 de bronce y una de hierro) de 14 calibres diferentes desde cañones de 40 libras de bala, hasta pasamuros de media libra de bala, pasando por medios cañones (de 24 y 22 libras de bala), culebrinas (de 16 y 12 libras), medias culebrinas (de 8, 6 y 5 libras), cuarto de culebrina de 5 libras de bala, sacres igualmente de 5 libras de bala, falconetes de 4, 2 y 1,5 libras, pasamuros de libra y media y tres cuartos de libra, media serpentina de 4 libras, y la única pieza de hierro existente, una culebrina "que tira a 15 libras de bala".

Con tal disparidad de calibres, era normal - dado que los cañones se rompían y las balas que se habóian adquirido para determinado calibres no habían tenido oportunidad de ser disparadas - que en los almacenes se acumulasen balas inaprovechables hasta un porcentaje tan elevado como el de dos tercios.

Amén de que fuera necesario disponer de piezas de distintos calibres, alcances y pesos según la necesidad que se presentara - piezas gruesas para batir murallas y las camaradas - o baterías - de los atacantes - y piezas ligeras que podían ser desplazadas con facilidad y ser llevada a aquel punto de la muralla que fuese necesario para atacar las labores de zapa y aproximación de los sitiadores, tal multiplicidad de calibres acababa imponiendo los inconvenientes referidos.

La refracción a la homogeneización total de piezas venía dada por varios motivos:
1) El problema venía de lejos; habría piezas de cincuenta años o más, y no era razonable descartarlas si seguían siendo útiles por el hecho de no tener un calibre idéntico a las nuevas.
2) Los fabricantes de las piezas - antaño maestros campaneros reconvertidos en maestros artilleros - producian sus moldes, y sobre estos hacían copias. El comprador debía adaptarse por lo general, a lo que encontrara.
3) Cuando se tomaba un castillo al enemigo, era frecuente que si la necesidad así lo requería, retirar algunas piezas del castillo ocupado y destinarlas a otra plaza en la que se considerase más necesario. También era muy normal, que durante las campañas de asedio, se retiraran piezas de una determinada fortaleza para acometer el sitio, y estas fueran a parar a otro lado. Así, aunque en una determinada plaza fuerte se hubiera realizado un esfuerzo por tener cierta homogeneidad de piezas - no más de cinco o seis calibres distintos - la gestión que después se realizara con estas hacía que al final, cada cual fuera de su padre y madre.
4)La producción tenía un carácter artesanal, y en ningún caso se le podía pedir a determinado fabricante que produjera un número de piezas en plazo que sobrepasara su umbral de producción. Generalmente, se hacían asientos con determinado intermediario - a veces un maestro que también era productor - y este se encargaba de reunir las piezas requeridas, reuniendo a varios productores - ¿subcontratación ya entonces? - y estos antes producirían según sus moldes, que ajustarse a un modelo estándard medio.

Disparidad de unidades de medida.
Existía un problema añadido, y era que los calibres no eran siempre iguales: la libra castellana no era igual que la libra de lombardía, ni igual que la de los países bajos, y en Alemania había varios tipos de libras. Más o menos estaban todas sobre los 430-470 gramos, y puede que las diferencias de diámetro que imponía tal variedad de pesajes a un cañón no fueran demasiado importantes, pero en medidas más pequeñas - calibres de arcabuz y mosquete - medidas en fracciones de libra - 16 onzas = 1 libra [aunque había libras de 12 onzas] - las diferencias sí eran muy importantes.

Armas de infantería.
Normalmente, el calibre de un arcabuz era de entre 3/4 de onza y onza y media - siendo el calibre normal de una onza de entre 28 y 30 gramos - y el de un mosquete de unas dos onzas, a veces de dos onzas y media. Pero el hecho de que se produjesen mosquetes en Castilla, Milanesado, Lieja, Colonia o Bremen, hacia - dado la disparidad de sistemas de medida - que no hubiera calibres idénticos, amén de que incluso en un mismo país, tampoco existía una calibración precisa que garantizara un ajuste milimétrico. Solución: añadir como complemento al arcabuz suministrado un molde para que los soldados, portadores de plomo en barra, fundieran la munición que se ajustara al calibre de su arma.
Pero ¿y en la batalla? ¿Quién puede ponerse a fabricar balas en medio de una refriega? Se recomendaba que los mosqueteros llevaran 25 pelotas y 50 los arcabuceros, y esto se cumplía a veces. Para un valor medio de 2 y 1 onza respectivamente para cada bala, eso imponía una carga de 1 y 1/2 kilogramos. No era demasiado; añadese la pólvora, normalmente el mismo peso de pólvora que de bala, del arma (7-9kgs para un mosquete, 4-5 para un arcabuz), la armadura para los primeros arcabuceros, después únicamente un morrión o casco, y suponía que portaba un peso considerable que le restaba movilidad.

De todas maneras, un ejemplo de que en la batalla se asistía con balas producidas en "serie" y que se supone fueron de utilidad para las tropas que las recibieron:

Socorro de Zutphent, en 1586. Un tren de socorro compuesto por 300 carros con víveres, escoltado por 600 infantes y 300 caballos, intenta sortear el bloqueo impuesto por el inglés conde de Leicester hacia la villa. Es atacado y ha de denfenderse durante el camino, manteniendo a salvo los carros de 4 ruedas, muchos de ellos abandonados por los conductores temerosos no perdieran carro y vida:
y con singular presteza salió [Francisco Verdugo] á la puerta de la villa y vio las escaramuzas; y como prudente y experimentado Capitán hizo cargar un carro de pólvora y balas , echando de ver lo que sucedió, que los soldados no tenian más que la que llevaban en los frascos, y ya la habian gastado toda, y llegó á tan buen tiempo que fué el único remedio para el arcabucería valona y española; porque volviendo á llenar sus frascos y las bolsas de balas, tornaron á la escaramuza animosamente.

Lo deseable y lo posible
En una relación valorada de lo necesario para una campaña que realizaba el duque de Alba, refiere lo siguiente en relación con las piezas y munición que precisaba para la artillería:

Para las dichas veynte pieças, doze cañones, quatro medios y quatro culebrinas [...] Ocho mil valas de hierro colado, las 4800 de peso del calibre de los doze cañones que han de servir, que
convendria ser todos de un calibre, y las otras 3200 de â veinte y cinco.

¿Realmente fueron todas las piezas, los 12 cañones a los que se refiere, de un sólo calibre? Indica asimismo donde se ha de conseguir esta artillería:

Flandes si se puede, o en la Huelva o Alemaña, haziendo assiento con mercaderes.

Lo que implicaba, que si se obtenían piezas de origen dispar, lo más probable es que se obtendrían piezas de diferente calibre.

También da una relación de las armas y municiones de guerra necesarias:
De plomo seran menester quatro mil y ciento y setenta y ocho quintales, y, si los arcabuzes fuessen todos de un calibre, se podrian llevar hechas deste plomo 150m valas para en tiempo de neçessidad.

¿Ciento cincuenta mil? E indicaba que debía [o podía] conseguirse este plomo en Inglaterra.

Los mosquetones de cavallete que tiren dos onzas y média de vala así como los arcabuces, habían de ser conseguidos en Milán. ¿Ajustarían las balas inglesas en los arcabuces y mosquetes lombardos, aún asumiendo que todos estos se consiguieran del mismo calibre? La pólvora fina, de Hamburgo, la mecha para las armas, de Málaga... al menos no era necesario calibrar aquí.

Está claro que había conciencia de las bondades de una homogeneización de calibres para las armas - fuera artillería o armas de fuego personales - pero eran personas posibilistas: si se puede conseguir, se consigue, y si no, ya nos las apañaremos. Lo que demuestra que no era ni mucho menos fácil que se suministrase el material conforme a los deseos.


POSTDATA: Libra, unidad de peso, como unidad de medida para determinar el calibre. Si el material es siempre el mismo, plomo o hierro, se puede inferir un diámetro para determinada bala de ese material de densidad dada, ¿pero y si la bala era de piedra labrada? Cada piedra tiene una densidad...
Quizás es rizar el rizo.