Frascos y frasquillos / Tahalíes de cargas de pólvora

Cuando un arcabucero o mosquetero recibía el arma que le daba el oficio, fuera el arcabuz o el mosquete, éste le era entregado con "todos sus aderezos". 

Entre dichos aderezos, unos fundamentales: los elementos para transportar y dosificar la pólvora. 

En el frasco se llevaba la pólvora de arcabuz para cargar el arma. En el frasquillo, el polvorín – una pólvora de arcabuz más fina – que servía para cebar la cazoleta. 

Cuando la mecha con su cabo encendido puesta en el serpentín de la llave del arcabuz caía sobre la cazoleta, el polvorín prendía con facilidad y provocaba la deflagración de la pólvora alojada en la cámara del arma. 

Tanto el frasco como el frasquillo tenían un sistema que permitía dosificar la cantidad de pólvora vertida. 





Esta dosis era proporcional al calibre del arma, expresado en peso de pelota o bala de plomo. 

Frascos y frasquillos eran entregados por el ejército junto a arcabuces y mosquetes y descontados, coma todas las armas, del sueldo de los soldados. 

Pero los soldados podían llevar, además, otras dosis de pólvora que tantas veces hemos visto en grabados y pinturas: las cargas de pólvora en tahalí, como las que vemos a continuación: 




Estos tahalíes podían llevar 14 o 20 cargas. 

Estas cargas no eran doce, ni se llamaban apóstoles, pero tampoco se llamaban frascos. 

Los soldados, además, llevaban sus frascos y frasquillos con, por ejemplo, un peso de pólvora para 24 disparos. 


Aunque los arcabuces se calentaban, y había que esperar a que se enfriasen para seguir disparando. Aunque los restos de pólvora sin quemar quedasen en el cañón después de seis u ocho disparos, y hubiera que limpiar el cañón con el rascador – otro aderezo del arcabuz – se calculaba que un arcabucero debía llevar cincuenta balas fundidas, y un mosquetero, veinticinco. 

Por lo tanto, había que llevar la pólvora necesaria para efectuar tal número de disparos.


En un grupo internacional de historia militar a un compañero inglés le ha parecido rara o anómala la forma de portar el frasquillo en la espalda, como se ve en la pintura de Giorgio Vasari que retrata la batalla de Marciano en 1554. Sin duda no era práctico: lo recomendable era llevarlo al cinto, junto con el frasco, lo cual, no quiere decir que la representación pictórica sea incorrecta. 

Martín de Eguiluz en su Milicia, discurso y regla militar de 1595, advierte contra esta práctica. 

Esta advertencia contra esta mala costumbre, evidencia que se hacía y que era algo frecuente. Por tanto, Giorgio Vasari no se inventó este detalle, aunque pudiera así parecerlo: 

"y el frasquillo colgado en la cinta, con vn nudo en el cordón, metido por entre el cinto,y el cuerpo porque asi va seguro [...] porque a necesidad con el frasco puede ceuar en lugar de poluorin: y el embaraçarse por el frasquillo,y tardarle importaria mucho alguna vez y asi le lleua mejor, y no al cuello, ni echado a las espaldas, que es mala y peligrosa: porque quando ceua la caçoleta con el poluorin,le puede suceder vna desgracia,y se ha visto:y tambien parece, que aquel lleuar assi el frasquillo,es hazer burla de sus armas"


Para saber más sobre el armamento de los tercios:

Las armas de munición en el siglo XVI. Cómo [y cuando] se armaba un soldado de los tercios de infantería española


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