Ordenó el Duque de Sessa que la paga de la infantería española se fuese hacer en Génova, por evitar que no se quedasen algunos soldados después de la paga: y como en aquellas se quisieron reformar las ventajas y se trató de que hubiese algún perdón o suelta de pagas, la gente se alteró y amotinó, y lo mejor que pude lo pacigué y aquieté
Relación que D. Alvaro de Sande dio a su Maj. de la jornada de Berbería de los años 1559 y 1560 [AGS, E.1338, nota a]
Resumen:
En el siglo XVI no solo se regulaban los aspectos militares de los tercios de infantería española: cuando cambiar la ropa de cama, el número de prostitutas que debía haber o como justificar una "baja por enfermedad", eran aspectos que se recogían en diversas órdenes.
Al tiempo que se reformó la infantería española residente en Lombardía y Piamonte, se aprovechó para despedir a soldados estropeados, quitar ventajas a soldados particulares, y ponérselo más complicado a los chorrilleros.
Una instrucción de Felipe II con un trasfondo económico y dos órdenes del duque de Sessa nos dan una idea de cómo vivían los soldados del tercio de Lombardía a mediados de siglo, y cómo se organizaba dicho tercio.
Introducción
Aún firmada la paz de Cateau Cambresi, el duque de Sessa. gobernador del estado de Milán, era reticente a cumplir las órdenes de Felipe II en cuanto a desprenderse de parte de las tropas españolas que tenía a su cargo. Pero la muerte de Enrique II de Francia el 10 de julio de 1559, animó al rey de España a reiterar su orden de que se enviasen dichas tropas a una jornada en Berbería [Bruselas, 14 de julio de 1559, AGS,E, 1388,120].
Con toda la infantería que sobraba en Lombardía y Piamonte al final de la guerra con Francia - unos dos mil españoles [b] gente vieja y plática del antiguo tercio de Hungría - formado en 1538 - junto a varias compañías sobrantes del tercio de Lombardía, se formó el tercio del maestre de campo Miguel de Barahona, de dieciocho compañías.
Dichas compañías de infantería española se embarcaron en 13 galeras en Génova el 14 de septiembre de 1559 [AGS,E,1388,17]. Fueron a Sicilia para juntarse a la armada que fue a tomar Trípoli, y que se acabó perdiendo en los Gelves [mayo-julio de 1560].
A finales de 1560, por orden de Felipe II, se procedió asimismo, a reformar la infantería que quedó en los ducados de Milán y Saboya. Había veinte compañías y se redujeron a diez: se despidieron soldados y se reformaron oficiales.
Al mismo tiempo, el gobernador de Lombardía, duque de Sessa, procedió a emitir dos órdenes: una que regulaba todo lo relacionado con los alojamientos, y otra, de tipo organizativo y disciplinario, que son las que transcribo y comento, por ser un tema de interés no tratado en el blog hasta la fecha.
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Como escribió en su memorial el capitán Barahona, entre los soldados reformados a los que se les quitaron las ventajas, se hallaban soldados muy particulares, que habían peleado muy aventajadamente en Siena y Piamonte. Asalto al fuerte cerca de Porta Camolina en Siena, Giorgio Vasari. |
1. Instrucción para la reforma de la infantería española de Lombardía y el Piamonte
La instrucción de diciembre de 1560 que da Felipe II para reformar
la infantería española del Piamonte y Lombardía que reside en nuestro servicio en el Piamonte, es bastante breve en comparación con otras instrucciones -
como la de 1538 para el tercio de Lombardía del marqués del Vasto - pero aún así aporta información interesante.
También contamos con una lista adjunta de un presupuesto de dicho tercio, que tiene la particularidad de contar únicamente 160 ventajas de arcabuceros suplementarias para pagar dos compañías de arcabuceros, con lo que dichas compañías contarían únicamente con 180 soldados arcabuceros. Es posible que se tratara de un simple error contable.
Acabada la guerra en 1559, se procedía a reformar la infantería del norte de Italia, reduciéndola a un tercio de diez compañías y tres mil hombres.
Los puntos generales de esta reforma eran los que siguen:
- Se debía tomar una muestra general de la infantería.
- Se debía despedir a todos los soldados mancos e inútiles para servir.
- Se debía despedir a todos los soldados no españoles.
- Las compañías deberían tener 300 soldados.
- Los capitanes que siguieran en servicio debían ser los más hábiles, con más experiencia, y beneméritos.
- En caso de muerte de algún capitán, su plaza debería ser ocupada por un oficial que acreditase mérito suficiente para el ejercicio del cargo.
- Debía haber dos compañías de arcabuceros, y el resto, ocho, debían ser de picas.
- Cada compañía de picas debía contar con un tercio de arcabuceros; o sea, que la tercera parte de los soldados debían servir con arcabuz.
- Se insistía en que no debía haber más de este tercio de arcabuceros, dada la propensión de la nación española a usar ese arma, y los que no tuvieran plaza de arcabuceros, debían servir con pica.
- En el tercio debía haber 1.200 soldados coseletes. O sea, en una compañía de picas, habría 150 coseletes, 100 arcabuceros y 50 picas secas.
- Los coseletes debían servir con el arma que les daba su oficio. No podían presentarse a las muestras con coseletes prestados, y debían luchar y caminar con ellos.
- No se podían permitir los fraudes en las muestras, pasando mozos y criados como soldados.
- Los soldados debían residir en sus compañías
- En cada compañía se debían repartir cincuenta escudos de ventaja.
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Arcabuceros, probablemente italianos, del ejército florentino-imperial liderado por el duque de Marignano, que derrotó a los franco-seneses en la batalla de Marciano el 2 de agosto de 1554. Pintura de Giorgio Vasari florentino.
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Respecto al punto 14, hay que incidir, no tanto en la instrucción real para la reforma del tercio, como en los hechos. A priori, puede padecer que 50 escudos de ventaja por compañía, podía implicar que repartidos, hubiera 50 soldados aventajados por compañía de 300 hombres.
Lo que en realidad sucedió, lo explica Juan de Sagredo de Molina:
envio por orden de su magestad a rreformar todas las compañias ecepto que quedasen en no mas de diez banderas y que asi mismo les fuesen quitados a todos las ventajas de las tres partes las dos de lo que tenian y les avia quedado lo qual fue luego hecho por el marques de Pescara
La Jornada de Çendal i de Montalvo [...] y todo lo a él subçedido en Italia [...]
O sea, lo que hizo el rey Felipe fue retirar las dos terceras partes de las ventajas que tenían los soldados viejos de Lombardía, reduciéndolas a 50 escudos por compañía.
Ya a las tropas del tercio de Barahona que se habían enviado a la jornada de Trípoli, o mejor dicho, de los Gelves, se les habían quitado las ventajas, con revuelo mano armada:
la gente estaba alojada en algunos lugares de la ribera de Genova, donde se habia tomado muestra á todos y dado á los tudescos y italianos una paga; y porque á los españoles no se les pagaba todo lo que se les debía, y asimismo porque el duque de Sesa habia mandado que no se les pagasen las ventajas, se amotinaron en Sestre de Poniente, y hirieron al capitán Antonio de Mercado sobre quererlos concertar, y tomando una bandera se volvían la vuelta de Lombardía.
Historia de la presa de los Gelves en África, por Diego del Castillo
Como apuntaría el capitán Barahona en un memorial presentado al rey en 1562, Felipe se quería aprovechar de veinte á treinta mil ducados de ventajas que se solían dar cada un año á los soldados [1]:
Yo veo que no se trata en todos los Consejos sino de abatir la milicia y quitar la honra y el premio a los que la siguen, aconsejando á V. M. quite el sueldo á los soldados, y que no les haga merced, diciendo que les basta cuatro escudos ó tres para su mantenimiento, y que darles mas es hacerlos viciosos, que es mejor mantenerlos en pobreza para que sientan menos después las necesidades de la guerra
Veamos el texto del documento:
Instrucción para la infantería española del Piamonte y Lombardía que reside en nuestro servicio en el Piamonte
[Preámbulo]
Primeramente ordenamos y mandamos que se guarden y observen todas las órdenes é instrucciones dadas para el gobierno y disciplina de la gente que nos ha servido y sirve en nuestros Ejércitos de Italia de los cuales está tomada la razón en los nuestros libros del sueldo y demás dellas, mandamos, que se observen, guarden, cumplan y ejecuten inviolablemente los capítulos siguientes:
[Muestra. Despido lisiados]
Mandamos que se tome muestra general de toda la Infanteria spagnola que reside en nuestro servicio en el Piamonte y Lombardía, debajo el gobierno de dicho duque de Sessa nuestro capitán general y gobernador del Estado de Milán, y que se despidan y saquen della todos los soldados mancos y que fueren inútiles para poder servir
La medida parece dura: después de años de servicio a la corona, a los soldados "estropeados" e inútiles se les despedía sin miramientos.
Lo cierto es que si los soldados no estaban físicamente en condiciones, ni era bueno para ellos, ni para sus compañeros, que siguieran militando en las compañias. Por otra parte, parte de estos soldados, podían ser despedidos del tercio, pero pasar a servir en guarniciones:
Los que al presente hay por la última muestra que se tomó á los 25 de marzo deste año de 1576 no son mas de trescientos y cuarenta y cuatro soldados, y en estos hay un gran parte de viejos y estropiados, que por ser de poco servicio se han retirado á servir en esta ciudadela
Relación de lo que se necesita en el castillo de Amberes, 23 de abril de 1576
En las guarniciones, un soldado manco podía hacer una ronda nocturna y captar si el enemigo acechaba, podía, en caso de emergencia, dar parecer y consejo de lo que había de hacerse, por haberse visto en otros asedios y defensas, y también podía ayudar a que los soldados bisoños se ejercitasen en sus oficios. Ser inútil para el combate, no significaba ser totalmente inútil para servir.
[Despido extranjeros]
Y porque tenemos información que en la dicha Infantería spagnola hay algún número de soldados que no son naturales spagnoles, y no conviene á nuestro servicio que esto se permita, por los inconvenientes que dellos suelen y pueden suceder, ordenamos y mandamos que en la muestra que ahora se tomare se despidan los tales, y de aquí en adelante no se reciba ni pague ninguno que no sea nacido y natural de España, y que el nuestro veedor, contador y oficiales que tomaren las muestras tengan de ello especial cargo y cuidado.
Era muy habitual que los tercios recibiesen soldados italianos, sobre todo, mozos españolados que se habían criado en la milicia como otro más. A veces, también se reclutaban adultos para completar unas compañías desgastadas por la guerra. Cuando sobraba gente, se prefería despedir a los extranjeros y conservar a los españoles.
[Pie del tercio reformado. Capitanes beneméritos]
Y es nuestra voluntad y queremos que el número de la dicha Infantería que agora hay, quede y se reduzga en 3.000 infantes, con nuestro maestro de campo y diez capitanes, y que los dichos tres mil soldados sirvan actualmente y sean electos hábiles y suficientes para nos y merecer el sueldo que se les diere, y que los demás se despidan como está dicho y que este número y no más se pague hasta que otra cosa mandemos, y no se esceda por ninguna manera dello, ni á los dichos capitanes, oficiales y soldados se les dé más paga de la que ordinariamente llevan, y mandamos que se tenga advertencia que todos los que tuvieren cargo en la dicha infanteria sean hombres hábiles y suficientes de edad para poder servir y trabajar en sus oficios, y hacer en ello lo que deben y son obligados.
[Compañías de 300 hombres. Capitanes beneméritos]
Assí mismo ordenamos y mandamos que todas las compañias de la dicha Infanteria se reformen y reduzgan de manera que queden en cada una de ella 300 soldados y no más ni menos, y los capitanes que se hobieran de despedir para que esto se cumpla y efectúe sean los más menos y que menos experiencia tuvieren en las cosas de la guerra, y vacando por muerte de algunos capitanes ó en otra manera sus compañías encargamos y mandamos con toda eficacia al dicho duque que las provea y dé á personas beneméritas y que hayan servido mucho tiempo en la guerra y tengan assí cualidades y experiencias della y méritos y habilidad para servir no teniendo en esto respeto ni consideración á ninguna otra cosa, sino al mérito de sus personas y servicios, y á lo que converná mas al nuestro.
[Dos compañías de arcabuceros. Tercio de arcabuceros]
No ha de haber en la dicha Infantería ni se han de pagar más de dos compañías de arcabuceros, y todas las demas se han de reducir á compañías de piqueros, pagando en cada uno dellas el tercio de la gente por arcabuceros, y no consintiendo que los que asi no fueren nombrados y pagados por arcabuceros, como dicho es, puedan traer arcabuces en la ordenanza ni servir con ellos sino con picas, y desto el dicho nuestro capitán general y el maestro de campo y sus capitanes han de tener particularmente cuidado para no permitir ni consentir ni disimularlo por ninguna manera, por cuanto conviene é importa mucho á nuestro servicio que esto se observe y cumpla, y assí con toda insistencia se lo encargamos y mandamos.
En la infantería española había una gran preferencia por servir con arcabuces. Tanta, que el exceso de arcabuceros daba problemas para formar escuadrones. Aunque en esta época los ejércitos eran mixtos, y había numerosos regimientos de alemanes sobrados de picas, se consideraba necesario regular a la baja el número de arcabuceros.
Con la reforma, quedaba el tercio formado por 10 compañias y 3.000 hombres [1.400 arcabuceros, 1.200 coseletes, y 400 picas secas]. Estos 1600 piqueros eran suficientes para formar un escuadrón cuadro de 40 soldados de frente, o es un escuadrón doble de frente, de 80 de ancho y 20 hileras de fondo.
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El escuadrón, como este con sus guarniciones y mangas de arcabuceros, que se puede ver en el recibimiento que se hizo al archiduque Ernesto en julio de 1595, necesitaba de un cuadro de picas para resistir a la caballería o para afrontar con otros ecuadrones de picas. [Descriptio publicae gratulationis, spectaculorum et ludorum in adventu sereniss. principis Ernesti, archiducis Austriae... (1595), en Gallica, Biblioteca Nacional de Francia]
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En la batalla de Marciano [2 de agosto de 1554] la infantería española formó en un escuadrón de 703 picas en forma cuadrada [de unos 25 x 25 o 26 x 26]. Tuvo que afrontar con un escuadrón de 3.000 alemanes de 60 piqueros de frente, con lo que no quedó otro remedio que reconfigurar el escuadrón para emparejarlo con lo del enemigo, pero se hizo a costa de reducir el fondo a 11 hileras; los enemigos tenían unas 50 hileras de fondo.
Aunque los españoles vencieran este reencuentro, no convenía dejar a los soldados servir con las armas que ellos creyesen mejor para su servicio. Por lo tanto, este número de dos compañías de arcabuceros, y un tercio de arcabuceros en cada compañía de picas, que daba un 46% de bocas de fuego para el tercio, era más que suficiente.
[Coseletes. Número, armas con las que han de servir]
ítem: que en cada compañía según el número de la gente que tuviere, se pague á razón de mil y doscientos coseletes en todos tres mil infantes como va notado en la lista que va aparte de la dicha Infantería, en tanto que de ordinario las personas que pasaren con coseletes en las muestras y ganaren las ventajas dellos, se sepa y conste que los tienen effectualmente y que son suyos y no prestados, y que cuando las compañías caminaren, especialmente en tiempo de guerra, cada uno de ellos vaya armado con sus armas enteras con que ganare y se le pagare su sueldo y no de otra manera; y que el que se hallare y pareciera que pasó en la muestra con armas prestadas, y que no las tiene para servirnos y poder pelear con ellas, se le quite perpetuamente la ventaja que se le daba, y Si su capitán ó alférez tuviesen noticia dello, sean por el dicho nuestro espitan general reprendidos y castigados como le pareciere convenir como hombres que no usan bien y fielmente lo que deben á sus oficios ni cumplen con lo que se les cadena y manda.
Con este punto, se daba al tercio un 40% de coseletes, suficiente para formar un escuadrón bien guarnecido por sus cuatro costados, quedando solo unas 400 picas secas, buenas para estar en el centro guardando las banderas, así como para los asaltos y otros menesteres en que convenía ir a la ligera.
Los soldados que tenían plaza de coselete, claro, debían servir con "sus armas enteras", o sea, con todas las piezas, incluyendo brazales y manoplas, piezas que algunos tendían a descuidar, sustituyéndolas por mangas de malla, más ligeras.
Además, en las marchas se tendía a dejar las armas defensivas en el bagaje, transportándolas en carros, o llevadas por sus mozos. Por eso era de importancia remarcar que debían caminar con ellas, sobretodo en tiempo de guerra.
En el punto se advertía contra pasar las muestras con armas prestadas, cosa que - más que soldados - hacían criados de los oficiales con orden suya.
[Fraudes en las muestras]
Y particularmente y expresamente prohibimos y mandamos que en el número de la dicha Infantería no se pague ní passe persona alguna que realmente y con efecto no sea soldado, y que resida continuamente con su bandera, y que lo que fuera de esta orden se pagare ó librare mandamos que no se reciba en cuenta al pagador, y que el contador del Ejército no lo libre sin dar aviso ó noticia dello á nos ó á las personas que por nuestro mandado tienen cargo de mirar por nuestra hacienda, encargamos y mandamos á nuestro veedor que, como cosa muy importante á nuestro servicio, tenga dello especial cuidado para no lo permitir ni admitir en ninguna manera sino que el número de los dichos tres mil infantes sirva y resida actualmente sin que se use lo que hasta aquí.
Los fraudes en las muestras van a ser algo recurrente, que no se va a erradicar en ningún momento. En todo caso, se pretendía que los oficiales limitasen el alcance del fraude, no pasando demasiado número de criados en las muestras con plaza de soldado.
Por una parte, se pretendía mejorar la hacienda del rey no pagando plazas muestras. Por otro, desde el punto de vista de la disciplina y la cohesión social, minimizar los fraudes era importante: los soldados, agraviados muchas veces por pasar meses sin pagas, debían muchas veces conformarse en los alcances o remates con un regateo, "perdón o suelta de pagas" - los que se embarcaron en Génova con Barahona se conformaron con 4 pagas - y al mismo tiempo tenían que ver a criados pasando en las muestras para beneficio de los oficiales.
El agravio podía espolear los ya cargados ánimos de los infantes hasta producirse el motín.
[500 escudos de ventajas]
item queremos que en el número de los dichos tres mil infantes se reparta y paguen quinientos escudos de ventajas en cada mes á las personas que el dicho duque de Sessa nuestro capitán general ordenare y mandare, siendo beneméritas, y que hayan hecho cosas señaladas en nuestro servicio, y que en esto se tenga el miramiento que se requiere para que queden las ventajas viejas y que no cargen todas en una parte y que participen todos igualmente dellas.
Este punto ya se ha comentado lo suficiente en la introducción.
[Sueldos de oficiales del tercio]
Al sargento mayor y barrachel de campaña, auditor, ni á los otros oficiales del Ejército no se les ha de dar más sueldo del que va señalado en la lista que se envía señalada de nuestro secretario infrascrito, no embargante que en esto haya habido por lo pasado algún abuso
Dado en Toledo a 24 de Diciembre de 1560.
(AGS,E,207)
Estructura y sueldos del tercio reformado
Quedaba entonces el pie del tercio de la manera que sigue:
- Un tercio de 10 compañias y 3.000 hombres [1.400 arcabuceros, 1.200 coseletes, y 400 picas secas]
- 8 compañías de picas, con 150 coseletes y 50 picas secas, así como 100 arcabuceros cada una
- 2 compañías de arcabuceros de 300 soldados
En cada compañía había una primera plana sencilla compuesta por capitán, un alférez, un sargento, un pífano y dos tambores como primera plana, y doce cabos de escuadra.
No se mencionan oficios tenidos por comunes en el ejército de Flandes [1567-1648]: ningún capellán, ningún abanderado, ningún furriel por compañía, ni tampoco ningún barbero.
El tercio contaba con un maestre de campo - que también era capitán de una de las compañías - un sargento mayor, un furriel mayor - que se ocupaba de los alojamientos, y un barrachel de campaña, que a caballo con seis ayudantes, se dedicaba a labores de policía militar.
En el tercio se preveía un médico y un cirujano.
Respecto a los sueldos, son los comunes para oficiales y soldados, con las ventajas ordinarias de sus oficios:
Relación de lo que montará el sueldo de un mes de tres mil infantes espagnoles con diez capitames y sus oficiales y ventajas.
- La paga de 3.000 infantes espagnoles a razón de tres escudos al mes á cada uno dellos... 9.000 escudos
- La paga de diez capitanes á razón de 40 escudos á cada uno al mes... 400
- Las ventajas de 10 alférezes, á cada uno doce escudos... 120
- La de diez sargentos á cinco escudos á cada uno... 500
- Las ventajas de 120 cabos descuadra á tres escudos cada uno... 360
- Las ventajas de 1.200 coseletes que parece que será bien que haya en el dicho número, ...1.200 escudos
- Las ventajas de la tercia parte de arcabuceros á un escudo cada uno, mil escudos, y más 160 escudos que será menester añadir para que dos compañías de las dichas diez, sean todas de arcabuceros porque lo demás se incluye en esta partida... 1.160
- Las ventajas de 30 pífanos y atambores á razón de tres escudos cada año... 90
- Por la ventaja del maestre de campo, 40 escudos, y otros 24 por la paga de ocho alabarderos suyos á tres escudos cada uno, que son 64 escudos en todo...64
- Que se han de repartir en las dichas compañías 500 escudos de ventajas á personas particulares á razón de cincuenta escudos por compañía... 500
- A un sargento mayor 25 escudos por su paga... 25
- A un barrachel de campaña, para él y seis compañeros á caballo con que ha de servir, 55 escudos... 55
- A un furriel mayor quince escudos... 15
- A un médico otros quince... 15
- A un cirujano, 12 escudos... 12
De manera que monta un mes de sueldo de la dicha Infantería espagnola, como está dicho, trece mil sesenta y seis escudos... 13.066
Finalmente, transcribir la relación de los capitanes que quedaron.
Destacar que uno de los capitanes era un antiguo maestre de campo reformado a capitán:
Los capitanes que quedaron en esta vltima rreformacion fueron estos
El maestre de campo don Sancho de Londoño
Sebastian de San Miguel, maestre de campo que avia sido
El conde Novelara
El capitan don Diego de Cordoua
El capitan Carrillo de Quesada
El capitan don Garcia Sarmiento
El capitan don Alonso de Vargas
El capitan Salinas
El capitan don Francisco Manrrique
El capitan don Garcia de Ayala y Sarmiento
2. Orden para los presidios de Lombardía sobre alojamiento, servicios, servidores de los soldados, caballos.
los subditos generalmente estan exuatos [exhaustos] y trabaxados con la larga guerra aloxamientos y grauezas que an padescido
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Los soldados de infantería de los tercios, cuando no se hallaban en guerra viva, se alojaban en plazas fuertes importantes, participando en su defensa, como la capital del estado, Milán. Además, había guarniciones ordinarias de infantes españoles, como la que había en el castillo de la dicha ciudad de Milán; castillo que se ve en la parte superior, rodeado por un foso inundado Grabado coloreado de Georg Braun [1572/1588] |
Los soldados que residían en las plazas fuertes que guardaban en nombre del rey, no tenían espacio para vivir en los castillos o ciudadelas, y en las ciudades tampoco había un alojamiento específico para militares como los cuarteles de la edad contemporánea.
Así pues, los soldados eran repartidos en casas de particulares, y las ciudades pagaban una cantidad mínima a los patrones o dueños de las casas en compensación por el servicio de hospedaje.
Este hospedaje incluía no solo el derecho a dormir, sino otros tales como la limpieza de la ropa de cama, el menaje para cocinar y comer, la leña para calentarse en invierno y cocinar todo el año, o el forraje de los caballos.
Además, en esta ordenanza se regulaba el número de mujeres públicas, mozos y de caballos máximo que debía tener la infantería, para excusar gastos innecesarios de criados y monturas que recaían sobre los dueños de las casas.
Estos alojamientos generaban tensiones entre los soldados y los ciudadanos: los abusos por parte de las tropas hacia la población civil, que eran, como ellos mismos, súbditos de la corona, o súbditos del aliado duque de Saboya, generaban no pocas disputas y alguna de ellas, fuera en Castilla [2], Cataluña o Flandes, derivó en lucha a mano armada.
Así pues, convenía que todos los servicios que los soldados debían recibir de sus patrones, desde cada cuantos días debía mudarse la ropa de cama, a cuanta leña debía dárseles en invierno, estuvieran bien declarados negro sobre blanco con minuciosidad, para evitar abusos, quejas y conflictos.
De hecho, cuando a finales de 1559 se envió a la compañía de caballos ligeros del don Lope de Acuña a cargo de su teniente Montero a alojarse en "Cocona" [2a], en el ducado de Saboya, no lo quisieron recibir.
El gobernador de Aste, don Francisco Manrique, natural de Córdoba, acudió con cuatro compañías de infantería y dos piezas de artillería, con orden de batir y tomar la plaza, en caso de que no abrieran las puertas.
En principio Cocona no solo tenía cerca de dos mil hombres dispuestos a pelear: además, recibía gente de la comarca que se quería poner también en su defensa.
Pero los comarcanos habían enflaquecido al tener noticias de la llegada de la infantería y desampararon la plaza, llevándose sus propiedades para que no fueran saqueadas.
Los soldados españoles recibieron orden del duque de Sessa de quemar la villa, que ardió durante cuatro días.
Los naturales, aunque finalmente se deshinchasen, habían estado dispuestos a defender sus casas contra los alojamientos impuestos por el ejército de Lombardía.
El gobernador y capitán general decidió finalmente quemar la villa, orden severa que serviría de castigo a la par que ejemplo para otras tierras que se opusieran a los alojamientos de los soldados que, se supone, debían protegerles de los franceses.
Las tropas españolas se alojaban habitualmente en los presidios de los territorios del ducado de Milán y ducado de Saboya, cuyas principales plazas eran: Alessandria, Valenza, Novara, Mortara y Castellazzo, así como Lodi, Treviglio, Soncino y Casalmaggiore [2b].
Además, había guarniciones ordinarias en diversos castillos, como el de Milán, o el de Pavía, y guarniciones menores en diversos presidios, como Cremona hacia Venecia, Como al norte, Lecco hacia la Valtelina, Vigevano al sur, que podían sumar más de 1.200 hombres, la mayoría españoles [2b].
Sumada a la infantería - en tercios o en guarniciones - los locales tenían que soportar a la caballería, tanto hombres de armas, como caballos ligeros, que solían alojarse en lugares menores en la campiña.
Hasta el 1575, el estado de Milán daba 3 sueldos y 6 dineros por día y soldado alojado a los patrones de las casas [2c].
Veamos la norma que se dictó:
Gonçalo Phernandez de Cordoua duque de Sesa gouernador del stado de Milan i capitan general de su magestad en Ytalia
[Preámbulo. Justificación por la paz con Francia. Ámbito: Lombardía y ducado de Saboya]
Por quanto por la subcedida paz entre las magestades del rrey de España nuestro señor y el cristianisimo rrey de Francia aya sido necesario rreduzir la ynfanteria española que avia el el exercito de su magestad en las tierras de presidios dete stado y en Aste y Santyan del dominio del illustrisimo señor duque de Savoya y sea agora menester para el aloxamiento y biuir de los dichos soldados que al presente ay en los dichos presidios y ubierenlo por venir declarar y ordenar lo que los dyputados y honbres dellas les abian de dar y los dichos soldados de aver por escusar toda desorden y asi lo declaramos por las siguientes nuestras ordenes
[Número de mozos por compañía]
Primeramente que en cada compañia de docientos infantes aya treinta y seis moços computados en este numero los del capitan y alferez y sargentos y los otros oficiales
Si vemos más abajo lo que se regula respecto al número de raciones que reciben los capitanes, alféreces, sargentos y cabos de escuadra [8, 5, 3 y 2 cada uno respectivamente] en relación a su número [1,1,1 y 12 por compañía] vemos que los oficiales y cabos de escuadra sumarían 25 "bocas", aparte de sus personas.
Aunque podríamos pensar que parte de esas bocas no eran todos criados - caso del capitán y del alférez - el número de 36 mozos cada 200 infantes, o, lo que es lo mismo, 18 cada 100, está muy lejos del apuntado en 1538 en una reivindicación de soldados amotinados: que se les permitiera embarcar 1 mozo por cada coselete, y 1 mozo por cada dos soldados que no fueran coseletes. Con esta tasa de 1538, y los 1.200 coseletes por tercios, habría en cada tercio 2.100 mozos, o 70 mozos cada cien soldados.
El maestre de campo recibía - en el documento no lo dice - 16 raciones [2b]
[Prostitutas: mujeres públicas por cada compañía]
Que en cada compañia de docientos ynfantes no pueda aver mas de ocho mugeres y que hestas sean publicas
Normas como esta se van a ir repitiendo durante el reinado de Felipe II. Bien por una cuestión de decoro, bien para evitar las colas que se organizaban en los ejércitos, como había sucedido durante el reinado de Carlos, se intentó regular la presencia de prostitutas. Normalmente, había un número de prostitutas tal que pudieran ganarse la vida con los soldados, y no el número establecido en ordenanzas.
[Cama, ropa de cama, limpieza]
Que entre dos soldados se de una cama o un colchon segun la posibilidad del patron con dos sabanas y una cubierta y un caveçal y que de verano se les mude la rropa de ocho en ocho dias y de ynbierno de quinze en quinze
Como era común en esta época, las personas compartían cama. En este caso, el patrón debía proporcionar una cama, o un simple colchón. Debían entregar sabanas y una cubierta - normalmente, una manta - así como un cabezal.
Se debía cambiar la ropa de cama cada ocho días en verano, y en invierno cada dos semanas.
[Muebles, menaje, ropa de cama, iluminación]
Demas desto se les a de dar:
una mesa con dos banquillos con una tova[l]la, dos pañiçuelos de tabla en que coman y a se les de mudar la rropa de ocho en ocho dias y platos de tierra y jarros para el servicio de la mesa y un candelero y un candil y una olla y una zecha para sacar agua.
Con tal que todo ello se obserbe por los dichos soldados de manera que no sean los patrones obligados a rrenovarselo, sino fuere con discurso de tiempo porq se a visto que muchas vezes los soldados por traher a los patrones a que les den otras cosas suelen artifiçiosamente darse prisa a consumir los utensilios
Vemos aquí los muebles que el patrón debía proporcionar, así como los "pañizuelos" o servilletas de tela, y el menaje, que eran platos de barro, jarros y una olla. Se les cambiaba la ropa de cama cada ocho días y recibían instrumentos para iluminarse, como eran un candelero y un candil, así como un cubo para sacar el agua.
Los soldados debían cuidar todo el menaje, muebles y ropa que se les proporcionase.
[Leña para calentarse y cocinar]
Que los patrones sean obligados a dar a cada dos soldados un cauo de leña al mes. Questa sea de largo cinco pies y ancho y alto quatro y medio al ynvierno, y medio al verano y a la rrata segun la camarada de los soldados que alojasen juntos y en tal caso no [h]an de dar hestoruo ni molestia en la chimenea y fuego que los patrones tuuieren para su uso pero es de advertir que siempre que los patrones quisieren que los soldados puedan cozinar a su fuego y servir del comunmente de ynvierno y verano, en tal caso los soldados se ayan de contentar dello sin que el patron sea obligado a dalles otra leña.
Aunque la leña puede parecer un servicio relativamente barato, como alrededor de las ciudades solía haber campiña cultivada, se tenía que traer en carros desde bosques. En Casale de Monferrato, el año de 1559 un peso de leña gruesa se vendía por 7 liras, al tiempo que el escudo de oro italiano - típica moneda en que los soldados recibían el sueldo - estaba tasado en 6 liras, 18 sueldos; un arcabucero o coselete ganaba 4 escudos al mes.
Vemos, con lógica, que la carga de leña es de la mitad de volumen en verano que en invierno, pero se da en función de la camarada de soldados, pues podía un grupo de 4-5 alojarse juntos en una casa grande.
Los soldados podían tener su propio fuego, sin estorbar a los dueños de la casa para que estos pudieran cocinar o calentarse. El patrón podía sustituir el servicio de leña, permitiendo que los soldados se calentasen al lado de la chimenea, o dejándoles que cocinasen en su propio fuego.
En otras órdenes se indicaba que el patrón debía proporcionar también aceite para quemar, para alimentar los candiles con que se iluminaban en la oscuridad [2d].
[Reparto para los oficiales y sus criados]
Que cada capitan se a de dar los utensilios y leña por ocho personas y computando en ellas la suya, y no ninguna otra cosa
A cada alferez por cinco personas computando la suya
A cada sargento por tres la misma rrazon y cada cavo desquadra por dos
El capitán contaba con un paje de rodela, o paje de jineta. El alférez contaba con un sotalférez o abanderado. Además, claro, cada oficial tenía su criado, pero vemos que el número excede el mínimo largamente.
Hay que tener en cuenta que había conceptos como "la mesa del capitán", y es que el capitán normalmente invitaba a comer a una serie de soldados escogidos de su escuadra.
Estos servicios indican la capacidad que tenían los oficiales de tener una pequeña camarada subvencionada por el ejército.
Por un documento de 1591, sabemos que embarcados en armadas o galeras, los capitanes recibían 6 raciones extra de comida, llamadas raciones de ventaja. Los alfereces recibían 3, y los sargentos 2, y cada cabo de escuadra, 1 ración de ventaja además de la ordinaria para su persona.
[Posibilidad de que los soldados se alojen en casas vacías, previa rehabilitación elemental: poner puertas y ventanas]
Y porque de aqui adelante la mayor parte de la gente que se ha de entretener [h]a de rresidir como arriba esta dicho en algunos presidios del stado de donde se [h]a de sacar el dinero para la paga y entretenimiento dellos y los subditos generalmente estan exuatos [exhaustos] y trabaxados con la larga guerra aloxamientos y grauezas que an padescido teniendo rrespecto a todo esto ya que tanbien la gente de guerra podra pasar mejor de aqui adelante que [h]asta aqui se ordena y manda que siempre que se les diere casas suficientes en que los soldados puedan [h]avitar siendo rreparadas y probeidas de puertas y ventanas y dandoseles sus utensilios y todo lo que les tocare conforme a estas hordenes las ayan de aceptar para aloxar en ellas caso que los patrones se quisiesen escusar de tenellos en las suyas donde ellos biuen y de la misma manera los capitanes y oficiales
Vemos, que, en la medida de lo posible, se pretendía excusar que los ciudadanos tuvieran que alojar a soldados en sus casas, prefiriendo que entrasen en casas vacías, acondicionándolas mínimamente: poniendo puertas y ventana, y dándoseles los utensilios necesarios conforme a esta norma.
[Provisión de leña para los cuerpos de guardia con caracter estacional: invierno/primavera/verano]
Que la tierra donde aloxare la gente de guerra [h]a de ser obligada a prover de leña para las guardias de dia y de noche conveniente. Es a saver: los meses de otubre nobienbre dezienbre y henero a rrazon de tres cargas de cavallo por cada cuerpo de guardia y los meses de febrero, y março, abril y mayo a dos cargas, y los otros quatro meses a una carga
Cada noche, de sol a sol, debía haber un cuerpo de guardia que se mudaba a cuartos. Si en invierno había 15 horas de noche, quería decir que los soldados pasaban una media de 11 horas en el cuerpo de guardia, por unas 4 de ronda. Las noches de invierno en Lombardía eran frías y necesitaban calentarse, además de preparar la cena, por lo tanto, se les debía proveer leña para el fuego.
Evidentemente, en verano la leña solo se necesitaría para cocinar: de ahí que la relación, verano/invierno, fuera de 1:3.
[Ración para los caballos para servicio de oficiales y soldados de infantería]
[h]a se de tener ocho cauallos en cada cien ynfantes y a este rrespeto se a de dar para cada cavallo una arroba de feno y dos libras de paja y es de advertir que en cada compañia que vbiere docientos ynfantes o mas o menos se les ha de dar la rracion para los dichos cauallos a la rrata y que en este numero van comprehendidos los cauallos de los capitanes, alferezes, sargentos, y los otros oficiales, de manera que en una compañia de docientos ynfantes no se les de rracion para mas de diez y seis ca[ua]llos con tal que ninguno pueda ir a forraje so pena de perder las vestias y de ser los moços açotados y que el oficial o soldados que le enviaro[n] pierda la paga de un mes cada vez que contraviniere esta orden
La infantería solía disponer de caballos [habitualmente rocines, cuartagos o jacas] bien para excusarse de las fatigas del camino, bien para labores de comunicación, bien por cuestión de prestigio.
Aquí se establece una tasa de 16 caballos por compañía de 200 infantes, o del 8%, contando en ese número el de los oficiales.
Mantener un caballo, y más, en un presidio, donde el animal no podía pastar en el campo, y había que aportarle todo el heno y avena necesarios para su sustento, era algo caro. En este caso, los municipios solo estaban obligados a dar heno - una arroba o 11,5kgs, al día - y paja.
Con esta ración asignada, se prohibía que los mozos de los soldados pudieran ir a forrajear al campo, seguramente, por los daños que causaban en los campos circundantes a la ciudad. Vemos aquí la doble vara de medir: si el mozo era cogido forrajeando, sería azotado; por contra, su amo perdería un mes de paga. Castigo físico para el criado, y pecuniario para el amo.
[Servicio para el barrachel de campaña y sus ayudantes]
Que al barrachel de canpaña se le den los utensilios y las otras rraciones por cinco personas y enclusa la suya y por seis cauallos
[Prohibición de abusos y exacciones oficiales y soldados contra los patrones]
Que ningun capitam oficial ny soldado pueda constreñir a sus patrones que les sirva si ellos por su voluntad no lo quisieren hazer ny apremiar por ninguna via a que les den ninguna otra cosa mas de la que contiene estas ordenes
[Supervisión conjunta por parte de gobernadores militares y diputados municipales]
Quel aloxamiento de las conpañias se hagan por los gouernadores de los presidios con que en ellos se entremitan los deputados y fu[r]rieles de las tierras, porque ellos por los rregistros que tienen sabran la facultad que tendra cada uno y el peso que justamente se le podra dar de los quales han de rrecibir las voletas los oficiales de las compañias especificando los nonbres y sobrenonbres de los soldados que vbieren de aloxar a tal que no pueda pasar de un aloxamiento a otro sin que se sepa y siempre que por algun rrespeto se vbiere de mudar los aloxamientos sea de hazer con que se entremetan en el los dichos diputados y no de otra manera a los quales sea licito y se permita que puedan visitar dos vezes cada mes los dichos aloxamientos para que no pase de aqui adelante el engaño que ha pasado hasta aqui
Vemos que los oficiales reales - en este caso, se indica el gobernador del presidio, aunque efectivamente, en el reparto de alojamientos intervendrían los furrieles, que para eso estaban - debían concertarse con los diputados municipales en la asignación de los alojamientos, repartiendo las célebres "boletas", o documentos que especificaban el nombre de los soldados y el lugar donde debían hospedarse.
Con esta norma se intentaba evitar abusos, pero, en una época con clases sociales, lo que sucedía es que los nobles se veían exentos de alojar a nadie - quizá algún capitán o alférez - y las casas de gente que pertenecía a estamentos sociales populares, soportaban el peso del sistema.
Por todo lo que debían proveer los patrones, tampoco podían ser casas de menesterosos.
[Prohibición de que los patrones puedan excusarse de alojamiento]
No se [h]a de permitir que se rreserbe ningun aloxamiento por ninguna cosa sino fuera con orden mia porque de [h]averse rreservado algunos aloxamiento por fauor y por otros rrespectos por lo pasado se [h]an quejado muchos pueblos y caso que por [or]den nuestra se rreseruase que al patron della concurra con los otros en las grauezas
Para evitar caer en la lista de los dueños de casas agraciados con la boleta de alojamiento, el patrón podía realizar un soborno a los oficiales del rey.
[Prohibición de robos de ninguna clase, de comida, leña o cualquier cosa del patrón]
Los gouernadores de los pressidios han de prober que ningun capitam, ofiziales ni alguaziles puedan tomar ni tomen ninguna vitualla, leña ni seño ni otra cosa de genero al entrar de las puertas, sino que libremente las puedan meter sus dueños sin ningun yntervalo
[Compra de vituallas a justo precio. Tasación quincenal entre gobernadores militares y diputados municipales]
Las vituallas se [h]an de conprar al precio que vbiere en los lugares donde estubiere aloxada la gente y para que en esto no aya fraude tanto por lo que toca a la gente de guerra quanto a los subditos, los gouernadores y los diputados de las tierras se ayan de juntar dos vezes cada mes para que se vendan a moderados precios segun la avundancia y el tiempo lo rrequiere de manera que los que las vbieren de comprar y vender no rreciban agravio
Los alimentos se tasaban. En general, alimentos como el queso, los embutidos, el aceite, solían ser estables, pero otros como el pan, variaban mucho, no ya de un año a otro, sino mensualmente.
Por una tasa de Casale de Monferrato del año de 1559-1560, podemos ver su evolución bimensual:
1559 Junio y julio 16 liras el saco de trigo [justo durante la cosecha]
Agosto y septiembre 18L
Octubre y noviembre 20L
Diciembre 22L
1560 Enero 25L
Febrero y marzo 28L
Abril 31L
Mayo 32L [un año tras la cosecha del pasado año]
El precio del trigo con el que se hace el pan, que era la base de la alimentación, variaba mes a mes, desde un precio bajo en la cosecha, a principios de verano, a un precio doblado, a finales de primavera, donde solo quedaba el resto del grano almacenado el año anterior.
Para evitar conflictos entre compradores - en este caso, soldados - y vendedores, se implantaban unas tasas, de manera que la animosidad de los soldados no se pudiera dirigir contra el vivandero, porque éste podía argüir que el precio no lo había fijado él.
[Orden de cumplimiento y penas por lo contrario. Pregón público de dicha orden]
Y porque al servicio de su magestad cumple y a nuestra voluntad que lo contenido en los dichos capitulos se guarde y observe inviolablemente ordenamos por esto y mandamos a los governadores y capitanes de las dichas compañias que no solamente la guarden y observen mas las hagan guardar y enteramente obseruar por los oficiales y soldados y por los honbres de las dichas tierras y porque pueda esto llegar a noticia de todos, el dicho gouernador lo dara a pregonar y no se haga lo contrario so pena de la desgracia de su magestad y privacion de los oficios
fecha en Milán a los quinze dias del mes de setienbre del año de mill y quinientos y cinquenta y nueve
El duque y conde
3. Orden disciplinaria
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Cabecera de la orden que se transcribe a continuación [MSS2834, Biblioteca Nacional de España] |
Gonçalo Fern[an]dez de Cordoua duque de Sesa capitam general de su magestad i su gouernador en el stado de Milan
Aviendo por orden de su magestad reformado la ynfanteria española y dado el cargo della al maestre de campo don Sancho de Londoño, por desterrar los abusos que poco a poco se avian introducido y rreduzir la dicha ynfanteria a las costumbres antiguas y a la buena diciplina militar nos parescio necesario dar las ynfrascriptas ordenes
Es a saver
[Compañías de igual número de soldados]
Que todas las conpañias sean de ygual numero
[Cambios de alojamientos cuatrimestrales]
Que todas mudasen de quatro en quatro meses de aloxamiento porque los soldados sepan que [h]an de gozar ygualmente del bueno y del malo y se escusen churrilleros y es abezindarse en los pueblos y otros muchos inconvenientes que la quietud y el estar mucho en un lugar suelen causar en la gente de guerra
Las compañía debían cambiarse de alojamiento cada cuatro meses, por dos razones. La primera, para que todos los soldados estuvieran en buenos y malos alojamientos; así no habría agravios, o deseos de mudarse de una compañía a otra por gozar de un alojamiento mejor en una plaza con más abundancia de víveres, más baratos, o más alejadas de la frontera y del peligro.
La segunda, era para evitar o limitar la existencia del "churrillero" o "chorrillero". Pocas veces vamos a ver nombrado este término en documentos oficiales [3a]. El chorrillero literario del Viaje a Turquía, de Villalón, era un soldado que iba cambiando de compañía a compañía sin querer arriesgar la vida [3b].
Estos elementos de la milicia eran, así lo explica la orden, soldados que se avecindaban en pueblos: o sea, que en lugar de residir en las ciudades y villas fortificadas del estado de Milán o del Piamonte donde estaban de guarnición, vivían en pueblos extramuros, sin participar en las guardias ni en otras obligaciones militares.
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Coseletes con alabardas. Uno de ellos, lleva una rodela con las armas imperiales pintadas. Al fondo se puede ver otro coselete con un arma de asta, una especie de lanzón. Toma de Casole en 1554 [Giorgio Vasari] |
[Coseletes llevan sus armas defensivas completas]
Que los soldados cosoletes traigan pieças cumplidas linpias y bien adereçadas y lleuen todas las armas sin faltarles pieça a las guardias y las muestras sopena de perder el escudo del cosolete
Sobre este punto ya se incide en la orden de Felipe II, así como en otras ordenanzas, pero aquí se hace hincapié en que los coseletes debían ir con sus armaduras de cuerpo completas, con todas las piezas.
Hay testimonios de que los coseletes hacían las rondas armados solo de peto y espaldar: andando un sargento de guardia con ocho ó diez soldados con sus espadas y petos y espaldares, y él con su alabarda, (porque así ordené aquellos dias que anduviesen algunos para atajar pendencias) [Don Juan de Silva a don Cristóbal de Mora, julio de 1594]
[Tercio de arcabuceros]
Que en las compañias de piqueros aya solamente el terzio de arcabuzeros y que todos traigan murriones y arcabuzes de tres quartas de municion y lo mismo los soldados de las compañias de arcabuzeros so pena de perder el escudo de ventaja
Vemos que el arcabucero debía llevar morrión y arcabuz, y dicho arcabuz debía ser de una misma munición: tres cuartos de onza. Esta pretensión de que los soldados sirviesen con armas de igual calibre lo hemos apuntado en el artículo sobre las armas de munición de los soldados españoles en el siglo XVI, en el apartado 1.2.1.
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Arcabuces y mosquetes de distinto calibre. Arcabuces una onza y de quarto de onza, con el pitipié o escala de onzas milanesas y onzas brescianas. Cristobal Lechuga [1611]
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[Capitanes y soldados han de residir con sus compañías, y dormir en sus alojamientos]
Que los capitanes rresidan con sus compañias y no consientan que ningun soldado salga a hazer noche fuera de su aloxamiento sin licencia del capitam en scrito en la qual señale los dias que el soldado vbiere de hazer su ausencia de su bandera y el lugar a donde ubiere de ir so pena de ser desbalijado por los barracheles del tercio o de milam si alla fueren sin licencia
El soldado debía residir con su compañía. Aunque las guardias de las plazas fuertes se iban mudando por noches, si los soldados se ausentaban de la ciudad, no podían ser llamados a la plaza de armas en caso de tocarse al arma [dar alarma] por un ataque enemigo. P
Por lo tanto, no debían pasar la noche fuera, salvo expresa licencia del capitán por escrito, en principio, por una causa justificada.
En caso contrario, el soldado podía ser desvalijado, o sea, que le fueran confiscadas todas sus pertenencias, bien por el barrachel del tercio, el oficial con cargo de policía militar, bien por los barracheles u oficiales de justicia ordinarios del estado de Milán. En este caso, se da jurisdicción explícita a la justicia civil para que pueda intervenir contra una persona que pertenecía al estamento militar.
[Licencia para cambiar de compañía]
Que a los soldados se les de una vez licencia para se poder pasar de vna compañia a otra en la nuestra que a la sazon se toma con tal que den al maestre de campo rrazon por que se mudan de aquella compañia
Que despues desta vez y muestra ninguno sea osado a se pasar de una compañia a otra sin licencia de su capitan en scrito y señalada por el maestre de campo, so pena de castigo exemplar al soldado y de pribacion de la compañia al capitan que lo rrecibiere
Los soldados mudaban de compañía por múltiples razones: desde un punto de vista del soldado, había oficiales brutales y envidiosos que maltrataban a sus soldados, muchas veces por querellas personales. Desde el punto de vista del oficial, había soldados que preferían estar con oficiales que les dejaran vivir sin disciplina, y con el mínimo trabajo. Había claro, el chorrillero, que mudaba de compañía para no dar palo al agua.
Esta orden permitía cambiar de compañía, pero siempre que la causa fuera justificada y autorizada por el maestre de campo, para que no hubiera cuestiones entre los capitanes.
[Capitanes controlen a sus soldados]
Que los capitanes y oficiales vesiten a menudo sus quarteles y entiendan como biuen los soldados y como se lleban con sus patrones y que no les consientan pedir mas de aquello que se les manda dar por orden
Vigilar que el buen orden de los soldados respecto a los patrones de las casas donde se alojaban antes de que se produjeran abusos y quejas, era el objeto principal de este punto: simplemente, visitar a los soldados en las casas donde residían, y departir con los dueños de las casas para ver si todo funcionaba bien.
[Blasfemos castigados]
Que con gran rrigor sea por los capitanes y oficiales castigados las blasfemias y los soldados rrenegadores y que se tenga cuenta con que los soldados sean buenos cristianos
En los ejércitos del rey católico no había espacio para los blasfemos y renegadores. De todas maneras, con pocos o ningún capellán, la observancia religiosa sería menos, si bien en Italia podían acudir a misa con regularidad, y a servicios en lengua italiana, lengua que habrían aprendido tras largos años en Lombardía.
[Alojamientos solo para soldados]
Que ningun lugar donde vuiere de aloxar gente por orden se de alojamiento a ningun soldado ni a otra persona mas de a los que a efectualmente sirven las banderas que nel tal lugar rresidieren
La instrucción es sencilla: si una compañía que residía en Aste tenía 300 soldados, los vecinos de Aste no estaban obligados a dar más de 300 plazas para que los soldados se alojasen.
Bernardino de Mendoza narra en sus comentarios sobre la primera década de la guerra de Flandes, que Osorio de Angulo, capitán del tercio de Sicilia, partió a Flesinga con tres banderas de infantería, y allí, con mano armada, los ciudadanos no le quisieron recibir «a razón del ser, con oficiales y moços, mil y quinientas bocas, y aver dado el furriel a un burg[u]és del lugar un bofetón sobre la disputa y palabras que tuvieron, si podían ser tantas bocas o no». O sea, que novecientos soldados a lo sumo, llevaban unos 600 mozos, pues no se cuentan aquí mujeres. Tales colas de servidores que llevaban los tercios, imponían un agravio a los "huespedes", que se veían obligados a alojar no solo a los soldados, pero también a sus criados.
[Bajas por enfermedad]
Y mandamos que ningun soldado se asiente en los libros del sueldo de su magestad sin que primero el capitam le aya alojado y rrecebido y que pida que se le asiente y que ningun soldado sea pagado fuera de su compañia si no fuere teniendo enfermedad o otro justo empedimento y que lo tal aya de constar la enfermedad por fee de medico conoscido y que tenga licencia en scrito de su capitan en la qual se haga mencion de la fee del medico y se señalen los dias de la licencia la qual no balga un dia mas porque el so[l]dado aya de tener rrecurso al capitam y el capitam sepa si el soldado esta viciosamente o no
En caso de enfermedad, el soldado debía aportar un justificante médico: una fee de medico conoscido, que acreditase su estado, obteniendo un plazo limitado de tiempo para recuperarse, sin poder alargarlo, para que el soldado no gozase del descanso viciosamente.
y asi ordenamos y mandamos al dicho maestre de campo que aga publicar las dichas nuestras ordenes contenidas dandonos aviso de como son obserbadas
Fecha en Milam a los cinco dias del mes de febrero del año de mill y quinientos y sesenta
Notas y referencias bibliográficas:
[a] En Hugo Foglietta, Vida de don Álvaro de Sande, Madrid, Caja de Ahorros y Monte de Piedad, 1962
Hay otro relato sobre el hecho:
El capitán don Alvaro de Sande Figueroa y don Lorenzo de Figueroa fueron, con mucha diligencia, y los acordaron y hicieron volver á Sestre, donde les dieron cuatro pagas, y se embarcaron en las galeras,
[b] Álvaro de Sande cita dos cifras: una primera orden para el duque de Sessa con un enviado de la corte que reclamaba 1.500 soldados para la empresa, y una segunda orden, que indicaba que debían darse 2.500 soldados:
[...] llegó a Milán el comendador de Guimarán con una su orden [del rey] para el Duque de Sessa, para que de la infantería spañola que alli habia diesen mil y quinientos hombres para que fuesen a servir a la empresa de Tripoli
[...] hallé que ya el Duque de Sessa le habia llevado nueva orden de V.M para que diese los dos mil y quinientos infantes
Relación que D. Alvaro de Sande dio a su Maj. de la jornada de Berbería de los años 1559 y 1560 [AGS, E.1338]
En Hugo Foglietta, Vida de don Álvaro de Sande, Madrid, Caja de Ahorros y Monte de Piedad, 1962
Pero se trata de órdenes. Las cifras que se citan en la correspondencia de Estado-Génova, hablan de 1.500 soldados embarcados, pero 600 se habían embarcado antes del motín.
Así pues, esta suma de 1.500 y 600 coincidirían con los relatos que hablan de unos 2.000 soldados en el efímero tercio, y aunque habiendo de venir por orden de S. M. 2.500 hombres, no llegó el cumplimiento, era un tercio de soldados viejos.
Las compañías, eso sí, venían muy disminuidas, poco más de 100 hombres cada una de ellas.
[1] El maestre de campo Miguel de Barahona murió en los Gelves. Puede tratarse de un pariente. En la carta refiere hechos del desastre.
[2] Para el caso de Castilla: “La otra violencia. Presencia militar, tensión y conflictos con la población civil en Castilla (siglo XVI)”, en Julián J. Lozano Navarro y Juan Luis Castellano Castellano (eds.), Violencia y conflictividad en el Universo Barroco, Granada, Comares, 2010, págs. 95-117
[2a] Plaza que no he sabido identificar, pero que se halla cerca del Monferrato, y no lejos de Aste o Asti, según la descripción
[2b] Esercito, istituzioni, territorio. Alloggiamenti militari e «case herme» nello Stato di Milano (secoli XVI e XVII), Alessandro Buono. – Firenze : Firenze University Press, 2009.
El autor apunta en la documentación de archivo estudiada a una orden hecha por el duque de Sessa del 19 de febrero de 1559, donde se indica que el número de raciones del capitán serán ocho.
La transcrita en el apartado 3 es del día 15.
[2c] La fuente es Buono [2009].
El alojamiento tenía, por tanto, un valor de 42 dineros / día o lo que es lo mismo, 5 liras y 5 sueldos al mes.
Una lira [lire] = veinte sueldos [soldi] = 240 dineros [danari]
Un sueldo = 12 dineros
El escudo de oro italiano - típica moneda en que los soldados recibían el sueldo - estaba tasado en 6 liras, 18 sueldos, o sea 138 sueldos.
Con un sueldo de 4 escudos [coseletes y arcabuceros] equivalente a 552 sueldos, moneda de Milán, el servicio mensual de alojamiento equivalía al 20% de su sueldo.
A partir de 1575, la contribución del estado por ración fue elevada a 5 sueldos / día,
[2d] Una volta acquartieratesi nelle terre dello Stato, infatti, le soldatesche a vrebbero dovuto ricevere gratuitamente dalle popolazioni oltre all’alloggio anche tutta una serie di mobili ed utensili, assieme alla legna per riscaldarsi, all’olio e alle candele per ‘fare lume’ e ai foraggi per i cavalli
Bueno [2009], p27-28
[3a] Juan Pablo García-Borrón apunta en la página 102 de su libro "Soldados, marineros y lengua española. Estudio de sociolingüística diacrónica", que churrillero o chorrillero, era el nombre que se daba en Nápoles a los soldados que se juntaban en El Chorrillo [la calle y hostería del Cerriglio] donde se juntaban los soldados fanfarrones y charlatanes que no querían luchar.
[3b] Los chorrilleros o churrulleros, aparecen en diversas obras literarias del XVI, como El trato de Argel, de Cervantes, o el Viaje de Turquía, de Cristóbal de Villalón, del cual es el siguiente extracto:
MATA.- ¿Es de ahí lo que llaman soldados chorilleros?
PEDRO.- De eso mismo; que es como acá llamáis los bodegones, y hay muchos galanes que no quieren poner la vida al tablero, sino andarse de capitán en capitán a saber cuándo pagan su gente para pasar una plaza y partir con ellos, y beber y borrachear por aquellos bodegones; y si los topáis en la calle tan bien vestidos y con tanta crianza, os harán picar pensando que son algunos hombres de bien.
Bibliografía básica:
J. Sagredo de Molina, La Jornada de Çendal i de Montalvo y venida del Ilmo. Y Exmo. Señor Gª Fernández de Córdova, duque de Sessa, conde de Cabra y señor de la casa de Vaena, y todo lo a él subçedido en Italia siendo gobernador y capitán general en el Estado de Milán por su Mt., s. f. (Biblioteca Nacional de España, ms. 2834); [f155r-162r; f175v-f179r;f180v]