La efectividad de las armas de fuego portátiles y la protección de las armaduras frente a pistolas, arcabuces y mosquetes en el siglo XVI

porque de los apercebidos españoles, y derramados en torno era tirada a todas partes con golpes mortales una infinidad de pelotas de plomo, las quales no salian ya de escopetas, como poco antes se usaba, sino de piezas mas gruesas, que llaman arcabuzes: pasaban de una banda a otra, no solamente los hombres de armas, mas aun muchas veces dos soldados y dos cauallos juntos, tanto que la campaña cubierta de un miserable estrago de nobles caualleros y de cauallos franceses, que morían en un mismo tiempo 

Batalla de Pavía en Historia del marqués de Pescara, de Pablo Jovio, traducida por Pedro Vallés



caso que los arneses sean en demasía débiles para resistir al artillería o los arcabuzazos, no obstante esto ellos defienden la persona de los golpes de las picas, de halabardas, de espada, de saetas, de piedras, de las ballestas y de los arcos, y de toda otra ofensa que puede proceder de la mano de los enemigos, y algunas veces un arcavuz estara tan mal cargado o escalentado, o bien podra tirar de tan lejos que el arnes por poco bueno que sea salvara la vida del hombre.

Tratado de Re Militaris, Diego de Salazar [1536]



El Conde de Ebrestain con quarenta cauallos se junto con el [Sancho Davila] antes de la rota y en ella se porto tan bien que fue de los primeros, y hubo un arcabuzazo de que le escaparon sus buenas armas

Copia de carta que escrivio al Duque de Alva el Maestre de Campo Don Sancho de Londoño. Erdens, 26 de Abril 15[6]8 [MSS1750, f318, BNE]



y a Don Juan de Baçan su hermano q yva delante a entrar en la galeota armado de una fina cota de malla y con su celada en la cabeça y cubierto de una rodela de azero, y con su espada desnuda en la mano le dieron un arcabuzazo sobre la rodela q se la passo de claro: y fue tan grande el golpe que recibio, que de espaldas dio con el entre los bancos: y no tuvo poca ventura recebir le tan cerca, porque como fuera un poco mas lexos, no fuera menos sino q la furia y fuerça q llevara la pelota al salir de la escopeta le matara

De lo que acaecio a Don Sancho de Leyva y Don Alvaro de Baçan con los turcos de dos galeotas 

Hispania victrix, Pedro de Salazar [1570]



El arte militar consiste en opiniones

Discurso que trata del cargo de Maestre de Campo General, Cristóbal Lechuga [1603]



Arcabuceros disparando delante de un escuadrón de picas, formado mayoritariamente por picas secas, también llamadas picas desarmadas, y algún que otro coselete, frente a la Goleta de Túnez, en 1535. Los arcabuceros quedan cubiertos por el cuadro de picas en el cual podían hallar refugio, pero la ofensiva cada vez va a ir quedando más en las manos de los hombres armados con armas de fuego. Tapiz nº4 de la serie la Conquista de Túnez. Jan Cornelisz Vermeyen, que asistió a la campaña de Túnez hizo esbozos de sus dibujos in situ, como precursos de los modernos corresponsales gráficos de guerra. Evidentemente, los cartones y tapices no pretendían explicar la realidad, si no dejar constancia a quienes las vieran de las grandezas del Emperador Carlos V, pero no dejan de ser una fuente única para conocer a los soldados de este periodo, segundo tercio del XVI.


En un ensayo realizado en 1974 por Alan Williams, se dispararon replicas de 'cañones de mano' - en español de la época lo llamarían truenos - de la Edad Media. Para la pieza correspondiente a finales del siglo XV, con un calibre de 3/4 de pulgada [19,05mm] y longitud de cañón 15 pulgadas [381 mm], con disparos efectuados a 10 yardas [9,14 metros] se logró penetrar en el 62,5% de los disparos una plancha de acero dulce de 1/10 de pulgada [2,54 mm].

Evidentemente, el gran cambio, como lo pudieron percibir los coetáneos de Paolo Giovio, que relatara con asombro los estragos que la arcabucería española perpetró en los caballeros y hombres de armas franceses, lo vamos a ver a finales del siglo XV, y sobre todo, partir de los 1520s con la adopción del arcabuz.

Es asumido que el perfeccionamiento de las armas de fuego portátiles tenido lugar entre los últimos años del siglo XV y los primeros del XVI, supuso, no solo una revolución tecnológica que implicó grandes cambios tácticos, tanto en el campo de batalla, como - menos estudiado - en el asedio y defensa de plazas fuertes, sino que se llega a asumir hasta un elemento de cambio social. Este cambio social vino dado por la paulatina universalización de los ejércitos experimentada en el siglo XVIII, con unas armas, no sólo baratas de producir, sino, sobre todo, de relativamente fácil uso y manejo, que no requerían de un adiestramiento intensivo prolongado, ni de una elevada capacidad física por parte de los soldados que las usaban.

Pero no nos vayamos tan lejos.

En el siglo XVI, la mayoría de autores coincidían en que el exponente de ese cambio lo constituye lo sucedido en la batalla de Pavía, donde, en resumidas cuentas, un grupo de escopeteros y arcabuceros españoles, que podían haber nacido hijos de un porquero, consiguieron derrotar a la flor de la nobleza de Francia, hombres de armas nacidos y criados para la guerra, montados a lomos de imponentes destreros y armados defensivamente con ricos arneses grabados y dorados que un pobre infante no hubiera podido pagar con el sueldo de toda una vida. 

Si quedó probado que los 'modernos' arcabuces podían pasar las armas de un noble, que se supone eran las mejores que se podían comprar, ¿para qué seguir embutiéndose en hierro, para qué seguir cargando con tanto peso, para qué gastarse el sueldo [1], ni que fueran 5 escudos en el caso de un coselete de munición, si estas armas defensivas habían dejado de dar protección a su usuario?

La respuesta general es que, si bien las armaduras - arneses de caballería, o coseletes de infantería - ya no ofrecían protección para las armas de fuego, sí que lo continuaban proporcionando frente a las armas blancas, bien fueran para herir de punta - lanzas de armas, lanzones, estoques, espadas de hombres de armas, o picas, partesanas y espadas de la infantería - o para herir de golpe - alabardas de infantería, y mazas, hachas, picos o martillos de caballería. 

Así, un arcabucero de 1530 podía traspasar con una pelota de su arcabuz las armas - el peto, por ejemplo, que protegía el torso y la mayoría de órganos vitales - de un soldado de infantería o caballería a 50 pasos. 

Pero no solo se combatía a distancia: el escuadrón en el que formaba un coselete, también podría, en el transcurso de la batalla llegar a cerrar con el del enemigo contrario, o el hombre de armas o caballo ligero podría entrar en la melé y combatir con estoque o maza y salir con vida, aunque quizá algo 'trastornado' por los golpes de hachas, picos y martillo, recibidos. 

¿Pero era esto tan meridianamente claro? 

¿Realmente, las armas defensivas no ofrecían ninguna protección frente a los disparos de arcabuces primero, y mosquetes a partir de la década de 1560? 

Lo cierto es que, como veremos, aunque los arcabuces, pistolas y mosquetes, eran, en su ámbito, armas bastante potentes, también eran altamente ineficaces, y las armaduras, aunque no eran de extremada dureza, sí podían ofrecer cierta protección frente a disparos.

Como verá el lector, sí que se puede decir que las armas defensivas hechas con planchas metálicas, podían salvar la vida de su portador, o al menos, reducir el daño sufrido al recibir un disparo con arma de fuego. Fueron, por lo tanto, una buena herramienta defensiva, no solo contra las armas blancas y arrojadizas, sino también, frente a los disparos de las modernas armas de fuego. 


La efectividad de las armas de fuego. El ensayo de Graz.


por tres vezes un arcabuzero Spañol pego fuego al arcabuz y no salio la pelota
Historia y primera parte de la Guerra que don Carlos V...  movio contra los Principes y Ciudades rebeldes del Reyno de Alemania. Pedro de Salazar [1548]


[el duque de Alba] habia ordenado que toda nuestra arcabucería estuviese sobre aviso á no disparar hasta que los enemigos estuviesen á dos picas de largo de nuestras trincheas; porque desta manera ningún tiro de nuestros arcabuceros, que eran muchos y muy buenos, se perdería, y si tiraban de lejos, los mas fueran en balde; y así, mandó que las primeras salvas, que suelen ser las mejores, se guardasen para de cerca. 
Comentario de la guerra de Alemania, por Luis de Ávila y úñiga [1548]




A finales de la década de 1980, los conservadores del museo Landeszeughaus en Graz, Austria seleccionaron una serie de armas de fuego portátiles de su arsenal de los siglos XVI, XVII y XVIII. Descartando aquellas que presentaban leves daños y desperfectos, y seleccionando aquellas en buen estado, realizaron, con la ayuda y medios técnicos del ejército austriaco, una serie de pruebas balísticas equiparables a las que se realizaban con armamento contemporáneo. Efectuaron una media de 18 disparos por arma, y obtuvieron, por lo tanto, unos resultados realmente significativos. 

La mayoría de piezas tendrían grabada la marca del amero, lo que había permitido a los conservadores del museo clasificar regionalmente su origen, y unas pocas tenían grabado el año en que fueron fabricadas, pudiendo datarlas sin duda alguna. Las que carecían del grabado que indicaba el año de fabricación fueron clasificadas temporalmente por su tipología, forma y estilo de las distintas partes, especialmente, del cañón. 

Como se puede apreciar en la imagen, algunas armas eran tan sencillas de datar como este arcabuz de Nuremberg fabricado en 1567, que se conserva en el Landeszeughaus de Graz. También el maestro armero haría en el cañón una o varias marcas para identificar su autoría. Fotografías tomadas por el especialista bávaro Michael Trömmer, tristemente fallecido hace ya seis años, que tuvo a bien responderme en su día a ciertas cuestiones sobre armamento de la época. 



Para comparar, los autores del estudio ofrecieron datos de dos armas modernas, un fusil de asalto y una pistola, usadas ambas por el ejército austriaco en los años 1980. 

He procedido a copiar los datos de las armas de los siglos XVI y XVII, descartando las del XVIII, pero las diferencias en cuanto a alcance, velocidad, energía, dispersión y precisión de estas últimas respecto a las de los dos siglos precedentes, tampoco difieren mucho. 

Las diferencias fundamentales entre las armas del XVI y del XVII con las posteriores, las podemos encontrar en los mecanismos de ignición - llave de piedra para los mosquetes o fusiles del XVIII - o en el peso del arma, con más ligereza en el caso de las más modernas.

Asimismo, he añadido, en púrpura, unas columnas, en primer lugar, para facilitar la compresión, y en segundo, para aportar datos que aparecen mencionados de forma sucinta en el texto del artículo.




La segunda columna de la tabla, que considero importante destacar para los lectores del blog o lectores de documentos de la época, es la equivalencia de la denominación española para las armas ensayadas en Austria. Lo que universalmente en el artículo en inglés es denominado mosquete, yo lo he llamado mosquete o arcabuz, en función, básicamente, de las dimensiones del arma y de su calibre. 

Un español del siglo XVI o del XVII jamás diría que un arma que tira una pelota - bala - de media onza, o que tiene un cañón de poco más de tres palmos, era, ni mucho menos un mosquete, pieza que se esperaba fuera de al menos 5 palmos y tirase onza y media de bala.

[1 palmo de vara castellana = 20,9 cm; 1 onza castellana de 16 onzas la libra = 28,75 gr]

La pieza de cañón de 645 mm de largo, que tira poco más de tres ochavas [3/8 de onza], yo la he clasificado como arcabuz, pero asumo que - por la época, año de 1593 - y por las dimensiones, debe tratarse de un arcabuz de caballería, también llamado en ocasiones escopeta o, ya más metidos en el siglo XVII, denominada carabina. 

Curiosamente, aparecen denominados dos 'mosquetes pesados españoles', uno, de 1571, una pieza de infantería de campaña, y un segundo, de 1580, que, por su peso [18kgs] y su longitud [cañón de 1655 mm] he clasificado como mosquete de asedio, aunque no está claro que tuviera el típico gancho para apoyarse en muro característico de estas piezas. 

Las pruebas fueron realizadas empleando pólvora negra comercial, aplicando, en principio, una tercera parte de peso en pólvora respecto a la bala, pero los porcentajes realmente usados fueron variables - entre 30 y 45% de peso en pólvora respecto a la bala de plomo - y en algún caso - pistola - hasta más del 60%.

Sabemos, porque no solo hay mención por parte de los tratadistas militares de la época, sino también por las relaciones de aprovisionamiento de munición, que se empleaba la mitad del peso de la pelota [o bala] para cargar de pólvora el arcabuz, pero, asumo, sin demasiadas dudas, que la pólvora negra del XVI debía ser de una calidad inferior a la comercial austrica de los años 80 del pasado siglo. Lechuga, no obstante, indica que arcabuces y mosquetes se disparaban con dos tercios de peso de la bala, y gracias a los asientos [contratos] tomados con los armeros, sabemos que en las pruebas para ser recibidas las armas por los oficiales reales, estas se disparaban con el doble de peso de pólvora que de bala, como prueba de calidad, y esta pólvora era proporcionada por un oficial real, para evitar fraudes usando pólvora de baja potencia; básicamente, se buscaba si un arcabuz reventaría, como sucedía en un porcentaje no menor, sometido a un alto esfuerzo, y así evitar que la pieza reventase en las narices de algún bisoño.

En la tabla he incluido otra columna, llamada 'viento', que es la diferencia existente entre el calibre de la bala y el calibre del arma. Esta holgura facilitaba la introducción de la bala cañón abajo, sobre todo, una vez se habían efectuado los primeros disparos, y el cañón comenzaba a estar sucio con los restos de la pólvora no quemada, suciedad que reducía la sección útil del arma. Evidentemente, esta holgura también permitía el escape de gases de combustión de la pólvora compactada alojada en la culata una vez prendiera, y había tratadistas que proponían el uso de tacos embreados, pero no parece que fuese práctica habitual entre los infantes. Se suponía que parte de ese viento quedaba eliminado por la deformación que la bala de plomo sufría al ser atacada con la baqueta, pero la eliminación del viento por este atacado de la pelota no era ni mucho menos total. Para todos estos temas nos remitimos al artículo que he ido enmendando y ampliando en varias ocasiones desde que lo publiqué en 2009: Arcabuz.

El viento de estas piezas, que según Cristóbal de Lechuga [1611] debía ser de entre 1/18 y 1/26 de la bala, era, en estas piezas ensayadas, muy variable: de un muy ajustado calibre de asedio 1/51 a un holgado arcabuz de caballería con un viento de 1/14º del calibre. 

Desconozco - el artículo consultado es una versión del original publicado en alemán - porqué los técnicos del museo decidieron fundir balas de un calibre u otro, o si es que disponían de las turquesas - moldes de las balas - que harían pareja con las armas. El caso es que, estudiadas en hoja de cálculo, no parecen seguir ningún patrón. De todas maneras, esta holgura también podría ser indicativo de la facilidad de carga; así, se puede deducir que en la carga de la pieza de asedio, que había de ser cargada en la relativa tranquilidad del muro defensivo o de la trinchera de asedio, se podía invertir más tiempo. Por otro lado, son conocidos los cartuchos - de papel o metálicos, de hoja de lata, que se usaban en caballería. Quizá los técnicos tuvieron en cuenta estos conceptos, o quizá disponían, como digo, de las turquesas correspondientes. 

Las balas fueron pesadas en gramos, y yo he realizado una equivalencia a onzas castellanas [1/16 de una libra de 460 gramos], expresado en fracciones de onza y ochavas [octavos de onza] . 

Destaquemos que hay dos armas con el cañón rayado Aunque se conservan piezas rayadas tan tempranas como desde finales del siglo XV, y los autores del ensayo expresaban que habían seleccionado piezas consideradas de uso estándar, sabemos que las armas rayadas no solían ser armas de munición para la infantería, puesto que, si una arcabuz normal debía ser rascado - desobturado - a partir 6 u 8 disparos, por la acumulación de la carbonilla resultante de los restos no quemados de la pólvora, una pieza rayada, necesitaba ese mantenimiento a partir del tercer o cuarto disparo, lo cual hacía ineficiente su uso en campo abierto. 

Sabemos, no obstante, que estas piezas de cañón rayado se usaban para defensa y asedio de plazas fuertes, pero lo he dejado clasificado como mosquete de una onza, y no he indicado que fuera pieza de 'asedio'.

La pieza que sí me he decidido a clasificar como de asedio, por su longitud y peso, a pesar de ser clasificado como español, por los conservadores, es de un calibre de 1,28 onzas, lo cual no tiene parangón en ninguna tipología estándar española, pero desde luego no era una pieza de infantería normal. 

Arriba: mosquetes de dos onzas y de onza y media. Abajo: arcabuz de una onza y de tres cuartos de onza. El dibujo representa lo siguiente: diámetro interior = diámetro de la bala; diámetro exterior: diámetro del cañón; pared octagonal exterior: perimetro del cañón en la culata; pared octagonal interior: perímetro del cañón en la boca. Los cañones se ochavaban, le limaban para tener una sección octogonal, porque se consideraba que era la forma más resistente.  Armas de infantería en Cristóbal Lechuga [1611]




Del resto de piezas, como se puede ver en la tabla, siendo de Austria o de Alemania, no se puede esperar correspondencia exacta con unidades de peso castellanos, pero aún así las he clasificado con su equivalente hispano más cercano. 

La pistola, con dos palmos y medio de cañón, era la típica pistola de caballería que vamos a ver hasta la saciedad durante la guerra de los treinta años. 

Típico soldado de caballería llamado 'caballo coraza' o coraza del siglo XVII. Se pueden ver  las dos pistolas que penden del arzón delantero de la silla de montar. En este caso, las pistolas son aún más largas que las del ensayo. Sitio de Ostende por Sebastian Vrancx, hacia 1601-1615. 



Sobre el resto de datos del ensayo:
1) El alcance máximo de las armas es medido con disparos a inclinación de 60º.

2) La penetración se mide sobre planchas de acero dulce modernas. El acero dulce suele tener una dureza Vickers de entre 130 y 140. Las pruebas se realizan a 30 y 100 metros. Aunque la pistola solo se ensaya a 30. 

3) La dispersión se mide sobre un blanco a 100 metros [30 para la pistola] donde se mide un rectángulo que recoge todos los impactos de bala, del cual copio la superficie y ofrezco el dato de un radio equivalente.

4) La precisión mide el porcentaje de impactos que alcanzaron un objeto de 167 centímetros de alto y 30 de ancho - equivalente a un hombre de mediana estatura, o incluso alto, de la época - alcanzados a las distancias antes indicadas de 100 metros para las armas largas y 30 para la pistola. 

5) La energía del disparo se calcula a partir de la medición de la velocidad del disparo en relación a la masa de la bala y se ofrece en julios. 

Además de estos datos tabulados, se realizaron otras pruebas individuales. Por ejemplo, realizaron alguna prueba disparando a un fragmento de peto fabricado en Augsburgo entre 1570 y 1580 de 2.8-3.0 mm y dureza Brinell 290. 

Asimismo, hicieron la 'típica' prueba balística que hemos podido ver en programas televisivos de ficción disparando contra un modelo de jabón y otro de glicerina, para observar y cuantificar el volumen dañado por los impactos, equivaliendo los materiales a tejido humano.

En comparación con un moderno fusil de asalto [2], las velocidades de salida eran considerablemente inferiores, en torno a la mitad, pero la energía generada, por lo menos en los primeros 30 metros [y en el caso de los dos mosquetes hasta los 100] era superior, simplemente, porque la bala era muchísimo más grande y pesada. 

Esto hacía que las heridas - observadas en bloques de jabón y glicerina - fueran impresionantes para los viejos mosquetes y arcabuces: realizaban cavidades de entre 350 y 500 cm3 disparadas a 9 metros, mientras que el fusil de asalto ensayado, dejaba un agujero de 'apenas' 100 cm3. Evidentemente, el cuerpo humano no se comporta como un bloque de jabón o glicerina, y no nos abrirían exactamente un agujero, pero la bala sí que podría llegar a dañar un volumen equiparable de tejido blando. 

No obstante, como es dicho, este poder destructivo disminuía rápidamente con la distancia, pues la bala perdía velocidad a pasos agigantados, habiéndose reducido en un 35-45% en tan solo 100 metros. 




¿Por qué las 'pelotas' tiradas con mosquetes y arcabuces perdían tanta velocidad en comparación con los modernos fusiles de asalto? 

Básicamente, por la forma del proyectil. La esfera, en contra de lo que pensaron artilleros y maestros armeros desde el siglo XIV hasta el XIX, no era la mejor forma que podía tener un objeto para ser lanzada. En los proyectiles esféricos intervienen fuerzas que afectan notablemente a la trayectoria de la bala al pasar a través del aire. Además, los modernos rifles tienen el cañón rayado, cosa que estabiliza la trayectoria de la bala.

Así pues, los arcabuces y mosquetes eran armas temibles, sobre todo, a distancias inferiores a los 100 metros, y demoledoras a distancias cortas, a menos de 30 metros, pero a distancias superiores, perdían velocidad y energía.

En todo caso, y por comparar, las energías obtenidas por las puntas de las lanzas de los hombres de armas eran de entre 250 y 300 julios, superadas por cualquiera de estas armas de fuego ensayadas a 100 metros, o 30, caso de la pistola. 

En cuanto a la capacidad de penetración, hablaremos en el capítulo sobre las armaduras. 
A este tema volveremos cuando analicemos la protección que ofrecían las armaduras. 

Si observamos los datos de dispersión y precisión, con disparos a 100 metros para las armas largas y 30 metros para la pistola, tenemos que, mientras la pistola era un arma bastante precisa [a 30 m] los arcabuces y mosquetes, dispersaban bastante sus disparos, y erraban los blancos - disparados contra el blanco equivalente de una persona - la mitad de las veces a distancias de 100 metros.

Tengamos en cuenta unos factores del ensayo:
1) Las armas disparadas se colocaban en un bastidor de ensayo que fijaba el arma. O sea, que la dispersión en ensayo se produce por fallo del arma, no por fallo del tirador.
2) No intervienen en la trayectoria de la bala movimientos tales como el retroceso. Cuando se dispara un arma, aunque sea un moderno fusil de asalto con absorción de gases, el empuje hacia la persona que lo sujeta, llamada retroceso hoy día, pero, muy significativamente, 'coz' entonces, hacia que tanto los brazos que sujetan el arma, como el propio cuerpo del tirador, experimentase un movimiento, que por experimentado y fuerte que fuera el tirador, desviaba el tiro. Y estas armas del siglo XVI tenían un retroceso enorme. 

A esto, hay que sumarle lo que los coetáneos nos explicaron sobre la precisión del arcabuz:

Arcabucero alemán en el Ataque a la Goleta, 4º tápiz de la serie de Vermeyen sobre la conquista de Túnez, llevando el ojo a la mira de su arcabuz. La mira es considerablemente alta, y teniendo en cuenta que donde iba montada, la culata, era la pieza más gruesa del arma, en comparación con el pequeño punto, la inclinación del tiro sería muy notable. 



1) El punto y mira del arcabuz se montaban sobre el cañón, a la altura de la culata, y a la altura de la boca, formando una línea, que podía ser de tiro en blanco, o sea, para trayectoria siguiendo el eje del cañón, pero que normalmente formaba una parábola, una 'curvica', en palabras de Lechuga. Había, al menos pues, tres tipos de mira, para tiro en blanco, y otras dos tipos, para tiro largo y para tiro corto, que al momento, no he sabido establecer. Lechuga nos explica que, los maestros armeros, que debían fijar los puntos y miras para tiros, por ejemplo, a 200 pasos, los montaban deficientemente:

de los Puntos de Arcabuzes,y Mosquetes pocos se hallạn, como deurian y que no salen, ni pueden salir los tiros, tan ciertos como saldrian: lo qual ha procedido por defecto de los maestros pạreciendoles que con qualquiera punto han cumplido

Lo cual viene a demostrar que aunque había ensayo y error, no se realizaban unas pruebas de balística para determinar las dimensiones óptimas de esta punto y mira. Dicho de otra manera, el tiro que apuntaba el arcabucero, en caso de puntos y miras mal calibradas, haría que la trayectoria esperada y la calculada variasen. Aunque se puede asumir que el arcabucero veterano y conocedor de su arma pudiera corregir el defecto, esto resta eficacia al arma. 

Esquema del disparo con arcabuz contenido en los "Dialogos militares: de la formacion, è informacion de personas, instrumentos, y cosas necessarias para el buen vso de la guerra", de Diego García de Palacio, impreso en 1583

2) El peso del arma influiría en su manejo, y había autores que aseguraban que a partir de 12 libras [5.52kgs] era difícil de manejar un arcabuz. 

y los tiros ae hagan justos, siempre que en el pulso del que tirare, no hallare flaqueça que le cause mouimiento
Discurso... de Cristóbal Lechuga [1611]

En este ensayo vemos piezas - exceptuados los mosquetes - considerablemente ligeras, de entre 2.5 y 5.5 kgs. Sin embargo, son piezas de finales del XVI y principios del XVII, y austriacas o alemanas. Por el motivo que fuera, en España se fabricaban armas más pesadas, y no necesariamente de mayor calibre, con excepción de los mosquetes del siglo XVII, que sí eran considerablemente superiores en calibre a los mosquetes europeos y primeros fusiles franceses [h.1670]. 



Analizando los contratos o asientos establecido entre la corona y diversos armeros, vemos piezas arcabuces completos montados en sus cajas de 6.5 kg [calibre de 3/4 de onza] para los años 1530. Y cañones de 4 kgs para principios de la década de1540, y de tan solo 3.0-3,5 para finales de la década de 1550, aunque en este caso, a costa de reducir el calibre a cinco ochavas, o 5/8 de onza. 

Aún con esta reducción de calibre, todo apunta a un perfeccionamiento en la fabricación de los arcabuces, que permitió reducir su peso.

Por ejemplo, los arcabuces fabricados entre 1500 y 1540 solían tener el extremo del cañón, hacia la boca, acampanado. Muchos armeros interpretaban que en la boca se producirían unas fuerzas similares a las que se producían en la culata - donde se alojaba la pólvora, y donde tenía lugar la explosión. El tiempo, o comprobar que otros arcabuces sin esa masa añadida no reventaban por la boca, sino por la culata, haría entender de forma empírica la acción de la deflagración de la pólvora, y se ahorrarían de colocar esa masa de hierro. Menos trabajo para ellos, y menos peso para los infantes. 

Arcabuces de la colección de Michael Trömmer. El primero de ellos, analizado en este artículo, está identificado como del tipo Emilio Toscano, y fechado hacia 1525. Tiene un calibre de 14mm, una longitud del cañón de 61cm y una longitud total de 82cm. Vendría a disparar una bala de plomo de media onza [13.4mm]. Nótese la segunda pieza, con un cañón relativamente corto, de apenas 46 cm, pero una coz larguísima que hacen del conjunto un arma más larga.

Véase en este detalle el enorme refuerzo en la boca del cañón, comparado con el calibre del arma. Michael era un apasionado de las armas, amén de documentarse comprando cientos de libros y visitando museos y a otros coleccionistas, atesoraba una enorme suma de ellos. Los desmontaba, los fotografiaba, los medía y los analizaba. 


Sabemos que los arcabuces y mosquetes españoles de principios del XVII eran más pesados que los fabricados en Italia [Milán y Brescia] porque así lo indica Cristóbal Lechuga [1611]. Un arma más pesada dificulta apuntarla, aunque también atenúa el retroceso. Aún así, hay constancia gráfica y escrita de que se usaban horquillas desde, al menos, la década de 1520 para estos arcabuces más pesados, aunque su uso no fuera generalizado, como con los mosquetes de 1560-1650. 

Cabalga del Emperador Carlos V a su entrada en Bolonia [1529]. Detalle infantes españoles portando horquillas para sus arcabuces. 



3) La calidad de la pólvora era variable. Aunque las distintas fórmulas empleadas eran bastante parecidas, la calidad de los componentes era dispar - el nitrato podía ser mineral, o por contra, refinado de origen animal, a partir de purines; el carbón de diversas maderas, etc - sabemos que había pólvoras de peor calidad que otras, y también había variaciones en lo que respecta al tamaño y la uniformidad del grano. 



4) La cantidad de pólvora empleada. En principio, los frascos con la pólvora en grano para cargar el arcabuz, y el frasquillo para cargar con el polvorín la cazoleta, llevaban un muelle que accionado permitía regular la carga. Es más, se podía cargar una medida de pólvora x. También existía la posibilidad de fabricarse unos cartuchos de papel con bala y pólvora que se transportaban en unos contenedores que típicamente contenían de 4 a 7 cartuchos de papel, con algún caso hasta 11. 


Esto sin tener en cuenta otros factores como el calentamiento del arma o la obturación del cañón por residuos de la pólvora no quemados en la explosión, que afectarían a la cadencia de tiro más que a otra cosa.

 
5) Otro punto menor, pero a tener en consideración: Las pelotas o balas no siempre eran de plomo: también se usaba estaño, y a veces, se usaban balas con corazón de acero: un dado de acero que se embebía en una esfera de plomo. El estaño era más ligero que el plomo, pero penetraba más que este, y los dados de acero, aunque solo estuvieran en el núcleo, ofrecían más capacidad de penetración a la bala:

tirando en peto a prueua resistira a la bala de plomo; pero tirando con bala de estaño, o dado de hierro cubierto de plomo, no podra resistir
Lechuga, Discurso de la Artillería, 1611

La capacidad de penetración pues, no era siempre la misma, al no ser fabricadas siempre todas las balas en plomo, aunque la mayoría sí lo fueran. 


La resistencia y protección de las piezas de armaduras

Ya los arcabuceros que delante estaban se habían apercebido de encender cada uno tres ó cuatro cabos de mecha, y en las bocas cuatro ó cinco pelotas, por cargar mas presto. Pues hincadas las rodillas, y las mechas en las llaves de los arcabuces [...]  comenz() el Marqués á decir: "Santiago, España, á ellos que huyen"; á esta voz los arcabuceros se levantan, y empiezan á tirar con tanto concierto que parescia ser 6000 arcabuceros, no siendo mas de 600 los que allí estaban; y fué tanta la furia que no pudieron los enemigos dar mas dos pasos adelante, sino que como en un cañar con gran viento, así parescia el caer de las picas; y en medio cuarto de hora no se viera coselete en toda la avanguardia de los enemigos; que todos habían caido; y tal coselete se halló con cinco arcabuzazos , otros con dos, y otros con tres y con cuatro, señal que todos llegaron juntos: de suerte que en el tiempo que tengo dicho cayeron mas de 5000 hombres, porque hobo arcabucero que tiró diez tiros, y otros ocho, y los que menos á siete. 
Batalla de Pavía y prisión del rey Francisco I, en CoDoIn v.9


permitio su triste suerte, que de las trincheras le tirasen un arcabuzazo, y le diese por la sien, y le derribase sin que pudiese mas hablar, lo qual no le sucediera si el no se descuydara de llevar su celada en la cabeça, siendo cosa tan necesaria para donde iba, pues era tal y tan fuerte, q pelota de arcabuz no se la pasara, como ya hiriendo otras vezes en ella se auia visto por experiencia.
Guerra y defensa de la nombrada isla de Malta, Pedro de Salazar, 1570


y Juan de Aller y el capitan Hernando Alvarez con cosseletes, rodela y espadas: y lo mesmo el alcayde Luis Aluarez de Sotomayor
[...]
En la batería peleaua tambien el alcayde Luis Alvarez de Sotomayor
[...]
con acertarle un arcabuzazo tirado de la parte de los enemigos, que la pelota del le passo por el cuerpo de un cabo a otro, y le derribo muerto en el suelo
Muerte de don Luis Alvarez de Sotomayor, alcaide 
Cerco de la ciudad de Oran y assaltos del castillo de Maçalquivir, Pedro de Salazar, 1570



Las piezas de las armaduras, fueran de infantería o caballería, fueran de munición - esto es, compradas al por mayor - o hechas por reputados armeros para protección de caballeros y señores, eran, por lo que respecta al metal, de calidad variable. 

A priori, había dos formas de producir el acero: dejándolo enfriar a temperatura ambiente o templándolo. El temple otorgaba una mayor resistencia, pero no todos los armeros lo empleaban. Dependiendo de la cantidad de carbono que tuviera el acero, la dureza también variaba notablemente. 

El acero enfriado al aire podía tener una dureza Vickers VPH de entre 100 y 250  en función del contenido de carbono. El acero templado podía variar de los 400 a los 500 de dureza Vickers. Pero una mayor dureza implicaba una mayor fragilidad, por lo que los herreros y armeros buscaban un equilibrio entre dureza y la necesaria ductibilidad para poder moldear las diferentes piezas y adaptarlas a la forma humana. 

Así pues, dado que ambos procesos de producción estaban en boga en la época, las durezas solían estar entre los 125 y los 250, o sea, una diferencia de 2 veces.

Esto nos puede dar una idea de cual variable era la resistencia a la penetración, ya fuera de puntas de lanzas, o, del caso que nos ocupa, de balas disparadas por arcabuces de la época.

Partiendo de planchas de acero, o más comúnmente, de hierro que se aceraba en las forjas del armero, los artesanos labraban todas las piezas que componían el arnés o coselete, moldeándolas dando mayor grosor en diferentes partes [más gruesa la frente del almete y el centro del peto, más grueso el peto que el espaldas, más reforzado el lado izquierdo que el derecho, por ser esta zona más pronta a recibir lanzadas del enemigo, etc]. Una vez moldeadas, reforzaban y ajustaban los los bordes, para que resistieran más y encajasen unas piezas con otras. Ciertas partes, además, se forraban. 

Los espesores eran ciertamente variables: un mismo peto podía tener 4 mm de espesor en el centro, y 2 en los bordes, pero más allá de las diferencias de espesor de la propia pieza, interesa más las diferencias entre piezas: así, un peto podía tener poco más de 2 mm a unos 4. 

Sumados los espesores del metal, que podían variar en una proporción de 2:1 a las diferentes durezas del mismo, que podían variar en una proporción de 2:1, tenemos piezas con una variabilidad de resistencia de 4:1. 

Eso quiere decir, que el día de la batalla, frente a un disparo de arcabuz a cien pasos, el peto de un coselete o un caballero, tenía diferentes opciones de salir indemne, o de ser pasado y con ello, poner en grave riesgo la vida de su porteador.

Parece que los armeros no eran plenamente conscientes de las diferentes durezas de los metales, o siéndolo, ofrecían a sus clientes piezas con diversas calidades. Estas diferencias, no venían tanto dadas por el método de producción - conformación del acero en el taller del armero - si no, más bien, por las diferencias en las calidades del hierro comprado por el armero. Así, hay ejemplos de una misma armadura, donde el zapato es más duro que el brazal, siendo el pie la parte menos vulnerable para un soldado de caballería, por no ser en ningún caso el blanco preferente del oponente.

Armeros trabajando en un taller. Detalle de Chants royaux sur la Conception, couronnés au puy de Rouen de 1519 à 1528. Manuscrito 1537 de la Biblioteca Nacional de Francia.


Para responder al desafío planteado por las armas de fuego, los armeros, más que a mejorar la dureza del metal, tendieron a incrementar los espesores de las armaduras, pasando los petos de entre una media de 1.5 a 3.0 mm de mediados del siglo XV, con armas preparadas para protegerse de tiros de ballesta, a petos con espesores de cerca de 6 mm para finales del XVI para protegerse de tiros de arcabuz. 

Estas armas defensivas eran llamadas armaduras a prueba, que, según el armero que las producía protegía al portador de balas de pistola o de arcabuz, según fueran a prueba de unas u otras. Aquí los espesores podían alcanzar los 8 mm, pero a la protección ofrecida por el mayor espesor, se le oponía el mayor peso, que limitaba la movilidad y aumentaba el esfuerzo físico del soldado que se protegía con dichas armas defensivas. 
La mera existencia de estas armas a prueba evidencian que los soldados de la época no podían confiar en exceso en las armas defensivas ordinarias para ofrecerles protección frente a los disparos de armas de fuego. 

Deven los soldados de Corazas, yr armados, de peto, y espaldar à prueua de pistola
Reglas militares sobre el govierno y servicio particular de la cavalleria. Ludovico Melzo [1619, 1ª edición italiana de 1611]


[A los arcabuceros] Algunos los arman  con peto a prueba, y morrion, con que puedan aguardar vn encuentro de lança, ò tiro de pistola
Govierno de la cavallería ligera. Jorge Basta [1641, 1ª edición italiana de 1612]


Vna rodela,y celada fuerte, y peto tambien es bueno, pero es mucho peso, y yo para mi nunca le pondria, porque siendo la rodela buena, cubre todo el cuerpo de vn hombre si se sabe amañar, por que quando va a reconocer foso, trincheas, o bateria,o otras cosas lleua delante en los pechos, y le cubre : y quando se retira la echa a las espaldas, y le cubre, de modo, que el peto es superfluo peso y fastidio ,y pues la rodela defiende del arcabuz basta, que si es mosquete todos dos rodela y peto fracasa y pasa.
Milicia, discurso y regla militar. Martín de Eguiluz, 1595


Para 'garantizar' o más bien tranquilizar a los compradores de estas armas a prueba, el armero ofrecía la prueba 'irrefutable' de que la pieza - normalmente el peto y el yelmo - había resistido el impacto de una bala disparada a tal efecto, quedando la abolladura en la plancha de metal como marca de su resistencia. En la mayoría de casos [4], la prueba se realizaba con poca carga de pólvora, y en otros, directamente golpeando con un martillo, falseando la prueba garantía de calidad. 

Más allá de su falta de control de calidad, no todos los soldados recibían armas a prueba, y, en general, las armas a prueba de arcabuz, se reservaban para soldados que debían realizar asaltos, y oficiales que hacían reconocimientos, amén de las de caballería a prueba de pistola. Estas armas - en el caso de las a prueba de arcabuz - eran bastante pesadas, restaban movilidad y no todos los hombres tenían capacidad o porte físico para cargarlas.

Aunque la tabla ofrece datos básicamente de arneses construidos para nobles, y un par de petos para caballos coraza, nos puede dar una idea de las armaduras de la época. Véase el pesado peto de infante, de casi 8 mm de espesor y 12 kgs de peso. Una solución para ofrecer armas a prueba era engordándolas con más metal, más que dándoles más dureza. Como se puede ver, el metal de las piezas de los arneses de estos nobles señores no era mucho más duro que el del infante. 

En esta ilustración de un diseño propuesto de peto y espaldar para coselete de 1563, se puede leer: "el peto y espaldar desta suerte costaran tres escudos y pesaran dieciseis libras, poco mas o menos. sera de yerro negro solamente templado / Aunque dize el Sr Don García de Toledo q haran mucho embaraço en las galeras y q por este respeto seran mejor las coracinas, aunq no sean de tanto provecho como el dicho petto y espaldar; Las coracinas de municion costaran tres escudos la una, pero son de calidad q a los primeros tiros sran passadas de las flechas sino se hiziesen ya mas reforçadas q en tal caso costarian mas / Este petto y espaldar son de manera q un soldado se puede vestir a solas sin ayuda de nadie". Con un peso conjunto - peto, espaldar y escarcelas - de 16 libras, o sea 7,36 kgs, como se ve, eran coseletes para servir en galeras, aunque la jornada de don García culminó en 1564 con un desembarco y la toma del Peñón de Velez de la Gomera. El enemigo principal en galeras no eran los disparos de arcabuz, sino las flechas turcas y moras, y el parecer de don García era que estas eran armas demasiado pesadas para combatir en la mar, y sugería sustituirlas por coracinas. [AGS, E, 1216-41 - Archivos estatales]


Teniendo en cuenta que las primeras hileras del escuadrón estaban ocupadas por coseletes, y entre estos, con los mejor armados, esto es, con los que llevasen coseletes de mejor calidad y, sobre todo, con todas las piezas, este grado de penetración, sumado a la ineficiencia del arcabuz a larga distancia por dispersión de los disparos, lo podemos relacionar con que algunos autores y militares, entre ellos, el duque de Alba, proponía aguardar a que los escuadrones se hallasen a distancias muy cortas - 12 o 15 pasos - para que los arcabuceros descargasen sus armas contra las hileras enemigas. 

En todo caso, no siempre se combatía a campo abierto, y ciertamente, se redujo el número de batallas en que cerraron escuadrón contra escuadrón. Más que batallas campales, el lance del soldado de la edad moderna consistía en los asedios. 

Aunque el número de asedios en que la plaza se tomó al asalto fue progresivamente reduciéndose al paso del siglo XVI con los avances en el arte de la fortificación y de la artillería, hasta finales de este siglo se realizaron numerosos asaltos. La artillería jugaba contra los muros para abrir una brecha. El material que formaba el muro caía hacia el foso, y lo rellenaba, y esto daba lugar a la creación de una escarpada rampa que se había de tomar al asalto. Entre los asaltantes, los coseletes armados de picas y medias astas, como medias picas, alabardas o partesanas, solían tomar la delantera, siendo respondidos por los defensores durante la marcha desde las trincheras propias hasta el pie del muro con multitud de armas, entre las cuales, naturalmente, se empleaban armas de fuego portátiles: escopetas, arcabuces y mosquetes, tanto de infantería, como de asedio.

Los coseletes, al menos, en las distancias más lejanas a las obras de defensa, protegerían al soldado encargado del asalto, y en la distancia corta, lo protegería de las armas blancas y de las piedras, que se usaban profusamente en la defensa de plazas fuertes.



Toma de la plaza de Hulst, detalle. Como se puede ver, armados con picas y defendidos por coseletes, estos asaltantes trepan al torreón, parece que por escalas. También participan numerosos soldados equipados con rodelas. Entre los defensores, varios  arcabuceros repeliendo el ataque. Naturalmente, los asaltantes se acompañaban de arcabuceros.




Toma de la plaza de Hulst, detalle. "Ampliando" la escena anterior, vemos otra compañía preparándose para el asalto, con soldados armados con espada y rodela, arcabuceros y coseletes. 

Del asedio de Saint Dizier en 1544 ha quedado una breve nómina de oficiales heridos gracias a las relaciones de Pedro de Gante, secretario del duque de Nájera:

El maestro de Campo don Alvaro de Santde y el capitan Monsalve, quemadas cara, manos y piernas hasta los huesos. 
El maestro de Campo Luis Pérez de Vargas, de un arcabuzazo en el muslo. 
El sargento mayor Espin, herido de un arcabuzazo qué le pasó las dos piernas. 
El capitán don Alonso de Carvajal, de un arcabuzazo en la frente, que viene a dar en el ojo. Es de los nuevos. [Murió más tarde]
El capitán don Guillen, herido de un arcabuzazo en el gaznate. 
El capitán Pagan , de un arcabuzazo en las nalgas, que viene á dar en el testículo. 
El capitán Gamboa, de un arcabuzazo junto al hueso de la anca , que va a dar en la ijada. 
El alférez Diego Ortiz, de dos arcabuzazos en los muslos. 
El capitán Bernal Soler, de un arcabuzazo en una nalga. 
El capitán Socárrate, herido de un mosquetazo en un muslo; el qual está á la muerte. [Murió más tarde]
El capitán Nicolao Seco, herido de un mosquetazo en la quixada izquierda , que le sale detras de la oreja. 
Está á la muerte. 
Phelipe de Aguilar, alférez de don Alonso Caravajal , herido de un arcabuzazo en un brazo. 
Soldados españoles hasta 600 heridos y quemados. 
De pedradas han sido muchos los heridos , que no entran en esta quenta porque andan en pié, aunque mal dispuestos. 


La lista de los heridos con detalle corresponde, como se puede ver, a oficiales, y, por desgracia, es incompleta: don Jerónimo de Urrea y su álferez Pedro Negro fueron heridos, y no aparecen en la lista, como muchos otros oficiales. El total de muertos del tercio de don Álvaro de Sande fue de 60, y 287 fueron los heridos, mientras que en el de Luis Pérez, fueron 50 los muertos y 203 los heridos.

En todo caso, interesa de esta nómina el tipo de heridas y la zona. Exceptuando aquellos que fueron abrasados por los fuegos artificiales de los defensores, como el maestre de campo Álvaro de Sande y el capitán Monsalve, la mayoría corresponde a arcabuzazos y a un mosquetazo. Muslos, piernas, nalgas y un brazo son las zonas donde han penetrado las balas, junto a la frente [aunque refiere cerca del ojo], el gaznate - o sea, en el cuello - y en la quijada - o sea, en la mandíbula. 

Los capitanes en esta época - excepto los de las compañías de arcabuceros, que se armarían a la ligera, con morrión, gorguera y una camisa de malla - llevarían normalmente un coselete "cumplido" o sea, competo, con brazales, gorguera y escarcelas, y en la época un morrión o celada, más parecido a la celada de los 1530 que al morrión crestado de 1560. Pero en un asalto, es probable que hasta un capitán de arcabuceros llevase un coselete cumplido:

 
Coselete alemán, izquierda versus coselete español, derecha. Códice de trajes de 1547, BNE. El alemán lleva unas mangas de malla que le protegen los brazos y las axilas, mientras que el español lleva brazales metálicos. Las gorgueras, en estos ejemplos, eran notablemente altas.

La frente estaba protegida por el morrión o celada, pero no llegaba a cubrirla hasta la altura de las cejas, por lo que el disparo que recibió Carvajal, que viene a dar en el ojo, bien pudiera haber pasado bajo el casco. La mandíbula, desde luego, no quedaba protegida. El cuello, quedaba protegido por una gorguera, gorguera que al capitán don Guillén no protegió el gaznate frente a un arcabuzazo. 

Arcabucero cargando su arma. Detalle celada y gorguera. Cartón nº5 de la serie la Conquista de Túnez en 1535 por Jan Cornelisz Vermeyen. La gorguera parece un poco baja, lo suficiente para que una pelota tocase el gaznate.



Los muslos, frontalmente, portando un coselete cumplido [completo] estarían protegidos por las escarcelas, y los brazos, por los brazales, aunque vemos a no pocos soldados que en esta época renuncian a ellos en favor de uns mangas de malla. No obstante, en el caso del asalto de Saint Dizier, los muslos han sido pasados, bien por detrás - por las nalgas, o por el anca [la cadera] cuando se retiraban, porque se dio por imposible tomar la brecha - bien porque las escarcelas no cumplieron su cometido al ser penetradas frontalmente. Destaquemos que estas heridas, que podían complicarse por hemorragias e infecciones que podían llevar a la muerte, no tenían porque derivar en la muerte: Luis Pérez de Vargas murió en el asedio a África [Mahdia] seis años después, donde le dieron por los pechos un escopetazo que la pelota dél le salió por los riñones, y el capitán Gamboa también moriría "de malas estocadas" que le dieron dos compañeros de armas en Londres, año de 1550. 

Vendado de una herida de bala en la pierna. Trattato delle ferite degli Arcobugi, et Artigliarie. Bartholomeo Maggio. 1ºed latina de 1552






Como se puede ver, estas heridas de la nómina de Saint Dizier, casi siempre están localizadas fuera del torso - menos el disparo que recibió el capitán Gamboa, que entró por la cadera y va a parar a la ijada; el espacio entre las costillas y la propia cadera -  en las extremidades, y básicamente, en las piernas. 

Cabe tener en cuenta que el resto de piezas de las armas defensivas, aparte del peto y del morrión, eran de un espesor inferior. Por ejemplo, las hombreras de un arnés de torneo de 1495 tenían 1.4-1.5 mm de espesor, mientras el peto tenía un espesor de 4.5 mm. Otro arnés de 1494, tenía un peto con un espesor de 5,5 mm, mientras que los brazales eran de 'solo' 1,8 mm. 

Efectivamente, el torso, que albergaba los órganos vitales, era lo que más se pretendía salvaguardar junto al cráneo que guardaba el cerebro. Por lo tanto, el resto del cuerpo se protegía con piezas que podían tener la mitad de espesor, o incluso la tercera parte que el peto, que era, junto al morrión o la celada, el arma defensiva principal. 

En 1552, durante el asedio de Metz, el maestre de campo Alonso de Navarrete fue herido en una pierna de un arcabuzazo, pero al tiempo, había sido alcanzado por dos balas de arcabuz en la cabeza, balas que su morrión pudieron detener, escapando a una muerte segura, siendo un ejemplo de lo explicado en esta parte.



Es necesario destacar que en el ensayo con las armas del arsenal de Graz, se disparó a planchas de acero dulce anotándose el espesor penetrado:





Teniendo en cuenta que el acero dulce - una aleación con un contenido de carbono inferior al 0,2% - tiene una resistencia Vickers de 130-140, podemos deducir lo siguiente:

Un peto de 3 mm de calidad media protegería "perfectamente", esto es, con deformación, pero sin ser penetrado, frente a un disparo de arcabuz de cinco ochavas a una distancia superior a los 30 m, y de un arcabuz de una onza de bala disparado a 100 metros


Vemos que los arcabuces, e incluso la pistola de caballería, pasaban una pancha de acero dulce de 2 mm a 30 metros, y el arcabuz de 3/4 de onza, hasta de 3mm. Esa capacidad de penetración se reducía en 1 mm a 100 metros. Esta plancha de acero dulce, como veremos más adelante, se puede equiparar al acero o hierro acerado empleado por los armeros para la construcción de las armas defensivas de la época.

Mientras, el mosquete de infantería penetraba planchas de acero de 2 mm a 100 metros, el de asedio lo hacía con planchas de 4 mm. 


Tenemos pues - comparando los datos del ensayo balístico, con el análisis de las piezas de armas defensivas de la época - que un peto medio de 3 o 4 mm podía ofrecer una buena protección frente a las armas de fuego de menor calibre a distancias medias - 100 metros o más - e incluso a distancias cortas - 30 m - podría sin duda reducir los daños producidos absorbiendo la mayor parte de la energía del impacto:

[El marqués de Pescara] traia un arcabuzazo por medio de los pechos que, pasándole el coselete y los vestidos, llegaba á la carne; y como la pelota estaba caliente hacíale pensar que entraba por el pecho en el cuerpo [...] le apean del caballo, y un gentil hombre suyo llamado Antonio de Vega, le quita presto los correones del coselete, y metiendo la mano al pecho, halló la pelota junto á la carne hecha una tortilla; y pidiendo albricias al marqués, se la mostró. Y como él se vio libre, de presto se hizo tornar á armar, y tomando otro caballo [etc...]
Batalla de Pavía, 1525. Relación de Juan de Oznaya [1544]

Y sin embargo, había autores que consideraban que era mejor tejido que amortiguase, que peto que podía ser penetrado:

y a Juan López de Bibero, alcaide de la Coruña, le dieron un arcabuzazo encima de una ropa de martas, y otras ropas estofadas que no pudo pasar, y se le asentó la pelota encima del ombligo, y si llevara coselete muriera, porque la pelota del arcabuz lo pasaba
Historia de la guerra de Alemania, Pedro de Salazar 1548

Ejemplos de lances como este, en el que la bala queda detenida en ropa, aunque fuera habiendo pasado una cuera de ante [una protección ligera para armas blancas] hay alguno más:

de dos arcabuzazos que me dieron el uno me pasó el sombrero que traía sobre la celada y el otro me dio en los pechos a donde traía una almohadilla de lana debaxo de la cuera dante, y allí se me reparó la pelota que quando me desnudava me la hallaron
Carta de don Enrrique Enrriquez a sus hermanos, capitán de tres galeras españolas. Málaga, 4 de octubre de 1540, sobre la batalla de Alborán


Pero otros nos siguen hablando de la efectividad de las protecciones de acero:
Mosen de Ubauri fue herido de un arcabuz en el hombro y le vino la piedra debajo de la espalda, que se la sacaron de allí al curar, y de ciertos golpes de perdigones en la cabeza, que por estar bien armado no le mataron, y poco faltó, porque tres horas estuvo sin habla y atordido, sin otros rascuños que hubo en la persona, que por no ser de mucha importancia no los digo
Carta de Miguel de Aguorreta a Carlos V, Nápoles, 22 de junio de 1528


A pesar de que la mayoría de soldados, pues los coseletes no solían ser más del 30-40% de las tropas de infantería, y generalmente, menos, no iban armados con armas defensivas, se puede concluir que las dichas, básicamente, el peto y la celada o morrión, amén de ofrecer una eficaz protección contra las armas blancas, ofrecía una relativa protección también contra las armas de fuego como el arcabuz, aunque solo fuera a distancias largas, superiores a 100 metros. 
Lo cual no quiere decir que la principal función defensiva de los coseletes y morriones no fuera otra que defenderse de las armas blancas, fueran a herir de corte, de golpe o de punta. A esto, claro, le sumamos las piezas a prueba - morriones, petos y rodelas - que ya estaban diseñadas para resistir impactos de bala, aunque no fueran del todo fiables. 

Con el tiempo, se van a ir descartando piezas de la armadura, por ejemplo, los brazales, pero
de hecho, parece que el periodo de mayor producción de armas defensivas de la edad moderna corresponde con la primera mitad del siglo XVII, exportando tan solo Holanda más de 100.000 armaduras completas en ese periodo. 



En 1699, Sebastián Fernández de Medrano escribía lo que sigue:
El casco, o morrión no lo podra sufrir ahora un hombre en la cabeza, ni menos el peto o el espaldar, y no obstante se armaron todos así por lo pasado.

En la "moderna" infantería de línea del XVIII, no habría espacio para los infantes con coselete y pica, y el soldado vendría a equiparse con fusil y bayoneta, y a nadie se le pasó por la cabeza mantener hombres equipados con peto para detener o amortiguar las balas, porque ese no era su cometido principal.



Notas

[1] Las armas entregadas por el rey se descontaban del sueldo del infante. Las de precio bajo, como una pica, que podía costar tres reales, de una vez, y las de precio elevado, como un coselete, a plazos, mes a mes.

[2] Los modernos fusiles de asalto aúnan características que los hacen muy superiores a sus antepasados, dado a factores tales como la producción industrial moderna y eficiente, un mayor calidad de los materiales empleados y acabados, y a la cantidad de ensayos, estudio y mejora constante a la que se ven sometidos los materiales. Lo que viene siendo producción industrial del siglo XX frente a producción artesanal de la edad moderna.

Las mejoras principales:

Cartucho metálico, que logra aprovechar prácticamente la totalidad del empuje ofrecido por la deflagración de la pólvora. Cero holgura entre cañón y proyectil.

Pólvoras sintéticas de mayor potencia.

Cañón rayado, que impone un movimiento rotatorio a la bala que ayuda a estabilizar la trayectoria.

Proyectil aerodinámico, frente a los esféricos de siglos anteriores.

[3] Había otros factores:
Porque había una holgura - llamada 'viento' por los artilleros de la época - entre la bala y el cañón, que hacia que la bala tuviera unos pequeños movimientos dentro del cañón antes de ser expulsada, lo cual afectaba a su trayectoria.
La bala, siendo de plomo, al ser atacada con la baqueta podía deformarse.
En segundo lugar, los cañones de la época no eran rayados, aunque en este caso, tenemos dos del grupo de 6 armas largas analizadas y no se aprecian diferencias enormes entre unas y otras.

[4] Williams, Edge y Atkins analizaron 23 piezas defensivas, fundamentalmente petos y morriones, y de ellas, solo 4 habían recibido impactos por encima de los 600 julios, siendo la energía de la pistola de caballería estudiada por Kreenn & Cia, disparada a 30 metros de 788 julios. O sea, ningún armero había disparado un arma mínimamente potente a poca distancia, contra las piezas que vendían. 

Bibliografía

Firing tests with a simulated 15th century handgun, The journal of the armas and armour society, v.8.1 part 2. [1974], Alan Williams

Material Culture and Military History: Test-Firing Early Modern Small ArmsMaterial Culture Review42Krenn, P., Kalaus, P., & Hall, B. (1995).


Bullet dents - Proof marks or battle damage. Williams, Edge & Atkins. Gladius. Estudios sobre armas antiguas, armamento, arte military vida cultural en oriente y occidente nºXXVI (2006), pp. 175-209ISSN: 0435-029X

A technical note on the armour and equipment for jousting, Alan R. Williams, David Edge, Tobias Capwell, Tefanie Tschegg. Gladius: estudios sobre armas antiguas, armamento, arte militar y vida cultural en Oriente y Occidente, ISSN 0436-029X, Nº. 32, 2012, págs. 139-184

AN EXPERIMENTAL INVESTIGATION OF LATE MEDIEVAL COMBAT WITH THE COUCHED LANCE, Alan Williams, David Edge, Tobias Capwell. Journal of the Arms and Armour Society, 2016

4 comentarios :

FELDGRAU dijo...

Otra maravilla de artículo. Qué gusto cuando se ve algo tan bien escrito y tan bien documentado, todo con sus fuentes y sus referencias bibliográficas. Así se hace divulgación científica, entre tanta tontería folclórica sobre los Tercios como se ve por ahí, de gente que no ha leído ni un libro ni consultado un solo documento original de la época en cuestión . Este blog es un oasis.

Carlos Valenzuela dijo...

Gracias por leerme. Eso procuro, que los artículos estén bien documentados.

Un saludo, Carlos

Anónimo dijo...

Impresionante artículo, es un tema que siempre da que hablar. El estudio realizado por los austríacos es verdaderamente interesante, gracias por divulgar. Un detalle: hay un sin embargo que no va a ningún lado, probablemente lo dejaste para completar más tarde y te olvidaste.

"4) La cantidad de pólvora empleada. En principio, los frascos con la pólvora en grano para cargar el arcabuz, y el frasquillo para cargar con el polvorín la cazoleta, llevaban un muelle que accionado permitía regular la carga. Es más, se podía cargar una medida de pólvora x. También existía la posibilidad de fabricarse unos cartuchos de papel con bala y pólvora que se transportaban en unos contenedores que típicamente contenían de 4 a 7 cartuchos de papel, con algún caso hasta 11. Sin embargo, "

Saludos y gracias por semejante artículo.

Carlos Valenzuela dijo...

Pues sin embargo... Ahora no recuerdo a donde quería ir a parar. Pero siempre voy leyendo y actualizando los artículos.

Un saludo, y gracias por su comentario