El capitán Alonso de Peralta y el visitador Godínez en la perdida de Bugía en 1555. Un caso de justicia real en el XVI

Primero día de abril 1556 que fue miércoles de la semana santa, fueron sentenciados a muerte en Valladolid don Alonso de Peralta, hijo de don Luis de Peeralta, y Luis Godínez y un letrado, por aver entregado a Bugia a los turcos. 

Suplicaron desto ellos y después en lunes 4 días de mayo, fue degollado en Valladolid el dicho Alonso de Peralta, mancebo de veinte y siete años.
Luis Godínez, porque lo mandaron ahorcar y quartear, apeló del género de la muerte, diziendo que era cauallero.

Era rico y marrano.

Año I DLVI. Nuevas de este año, por Florián de Ocampo, cronista de su majestad.



Nunca Dios tal quiera, porque ningún alcaide ni gente que con él esté, pueden ni deben entregar la fortaleza á los enemigos si no se la tomaren por fuerza, y sobre ello debe el alcaide perder la vida conforme á las leyes de España

Razonamiento de Felipe de Pamenes, contador del sueldo de Bujía en 1555


Bugía asediada

Artillería de campaña turca. Túnez, 1535. Kunst historisches museum de Viena.


Alonso Carrillo de Peralta era gobernador y capitán de Bugía, y alcaide del castillo mayor,  al mando de 150 hombres, reforzados con otros 100 que habían desembarcado el 14 de agosto de 1555 junto al visitador Luis de Godínez.

Alonso se hallaba en el castillo mayor, del que era alcaide, y su primo, Pedro de Peralta, hermano del marqués de Falces, era alcaide del castillo imperial, a cargo de 130 hombres.
Había en Bujía un tercer castillo, llamado el Castillejo, cuyo alcaide era Juan de Bilbao, a cargo de unos 45 hombres que fue reforzado con 20 procedentes del castillo Mayor. 

Había tropas de infantería, de las que eran capitanes los respectivos alcaides, y tropas de caballería, de las que era capitán Alonso de Peralta con su alférez Diego de Bárcenas que las gobernaba. Peralta tenía otro alférez para la gente de a pie, Tomás del Castillo, y había un capitán para la gente del campo y cuadrilleros, Alonso Sánchez Crespo.


En Bujía, además de estos oficiales de gente de guerra, había varios oficiales reales: el pagador Felipe de Pamenes, el teniente de veedor Ochoa de Çalaya y el teniente de pagador Bartalomé Lavado, que eran personas de autoridad en la plaza, aunque no tuvieran cargo de guerra. El pagador Domingo de Alcibar estaba indispuesto, y apenas se le entendía cuando hablaba, por lo que no jugó ningún papel en los hechos de septiembre de 1555.

En Bujía, además, había, al menos cuarenta mujeres y niños de familia española, aunque muy probablemente fueran muchos más, pues, por ejemplo, el contador Pamenes tenía mujer y cinco hijos.


En el galeón español y la carabela portuguesa que habían aportado el 14 de agosto, había, entre marineros y pasajeros que iban a Italia - entre ellos, unos cuantos soldados - unas 300 personas, que estaban en Bujía a primeros de septiembre.

Teniendo aviso el gobernador Peralta de la llegada del ejército y armada argelinos, al menos cinco días antes de su arribada, la tuvo por incierta, y consideró que no era necesario realizar ningún preparativo.

El día que aparecieron dos galeras enemigas en la boca del río, a vista de la plaza costera, Alonso de Peralta se hallaba preparando un juego de cañas, con "sus divisas y aparejos para salir al juego galanamente". Aún a pesar de ver estas galeras, y ver parte de la caballería del rey de Argel que se hallaban vigilando la plaza, los oficiales del rey, fundamentalmente el contador Felipe Pamenes, tuvieron que insistirle para que se pusiesen en defensa de una vez, habiendo perdido cinco días estando en Babia.

Bujía fue asediada a partir del día de nuestra señora de septiembre (día 8) de 1555  por un ejército formado por bereberes, árabes, renegados y turcos, con nueve piezas de artillería de asedio, entre ellas dos cañones reforzados que tiraban balas de hierro de hasta 63 libras,  desembarcadas desde una nao con un pontón, y varias galeras y galeotas, todo a mando del rey de Argel.

Tras resistir unos días, después de haber enviado una fragata a España pidiendo socorro, Alonso de Peralta dio a partido la plaza, o sea, capituló con los asediadores la entrega a cambio de que los defensores pudieran salir con las vidas:

Lo primero que les dé libertad y lugar para que puedan pasar en España á todos, chicos y grandes, mujeres y hijos libremente, con sus dineros y haciendas, y todo lo que tuvieren y tienen al presente, y con sus armas, sin que de ninguna persona por él, ni por ninguno de sus corsarios, les sea puesto impedimento alguno.


O eso es lo que quiso creer Alonso de Peralta, pues sus capítulos, redactados por él mismo, fueron llevados al rey de Argel por Ochoa de Çalaya, teniente de pagador y Juan de Milán, mercader italiano, que hablaba la "lengua turquesca". Estos, habiendo hablado Milán con el rey sin que Çalaya hubiera entendido nada, regresaron del campo argelino con los capítulos sellados, que fueron la prueba en la plaza de que el rey había aceptado las condiciones ofrecidas por Peralta.

Según las mismas, los asediadores no entrarían en Bujía hasta pasados tres días,  dando tiempo a que los cercados se embarcasen con dinero, hacienda y armas, en navíos, con bastimentos y agua para volver a España con salvoconducto.

Eso es lo que decía el documento español.

Antes de esa rendición, habían sucedido varios episodios de importancia.



El asedio de Bugía en septiembre de 1555

1) El llamado castillo imperial estaba tan mal construido, "y desto tienen la culpa los maestros y caleros que vinieron de Secilia", que el parapeto de 18 pies de grueso se desmoronó tras solo dos días de disparos de la artillería turca, que hizo, según testigos, 663 tiros. Aunque pudieran parecer muchos, se supone que debería haber aguantado unos 15 dias, y los turcos se sorprendieron "víendo cómo las paredes

se caían cada ladrillo por sí". Quedando la plaza del castillo al descubierto, un mensaje confuso enviado desde el castillo mayor empujó a los soldados a desamparar el castillo imperial de madrugada para refugiarse en el primero sin órdenes de su capitán. Aunque Pedro de Peralta parecía querer mantener su juramento de morir defendiendo la plaza, los siguió viéndose solo. El castillo imperial quedó así en manos de los turcos, tomando la artillería y municiones que habían quedado allí, y teniendo otro emplazamiento para tirar con artillería al castillo Mayor. 


2) El Castillejo, otro castillo defensivo, fue tomado al asalto, y su alcaide y 43 hombres supervivientes, fueron llevados como cautivos a Argel.


3) El 22 de septiembre, se comenzó a batir el castillo Mayor, la única defensa que le quedaba a la plaza. El 23, los turcos habían podido emplazar sus cuatro cañones a cien pasos del castillo, moviéndolas en mitad de la noche.


4) El gobernador Alonso de Peralta, para ese momento, trabajando día y noche sin descanso en las obras de defensa del castillo mayor, parece que sufrió una crisis nerviosa y se sumió en un estado depresivo: "vino en estado de llorar como niño" y según se decía "vino el Capitán á perder parte del juicio en tal manera que no tenía constancia ni firmeza en ninguna cosa".


5) El resto de oficiales del rey, el capitán del campo, el alférez de caballería, y el alférez de la infantería de Bujía, ciertos escuderos y el teniente de veedor, eran de la opinión que era mejor rendirse, así como un cuadrillero del campo y muchos cabos de escuadra de la gente de a pie.

El contador Pamenes, el visitador Godínez, el teniente de veedor Çalaya eran partidarios de mantener la defensa, pero no eran oficiales de gente de guerra, sino del sueldo o judiciales, aunque Ochoa de Çalaya, en última instancia, mudó el parecer.


6) Pedro de Peralta quería resarcirse de la perdida del castillo imperial haciendo alguna facción de guerra  y Alonso de Peralta, aunque "estaba medio desvanecido de la cabeza y no tenía constancia en ninguna cosa y con el juicio algo trastornado", quería proseguir con la defensa, pero se trataba de un hombre muy influenciable, "flaco de cabeza".


7) El contador Diego de Pamenes, cuyo oficio era de sueldo, y no tenía mando militar, pero sí mucho empuje personal, y acudía a la defensa de la plaza,  propuso un plan para salir a clavar la artillería enemiga, que debía mantenerse en secreto de aquellos oficiales, cabos de escuadra y escuderos "medrosos y cortados", pero hallándose en la fragua con el herrero junto a Alonso de Peralta preparando los clavos, fueron descubiertos por estos, y presionado, el gobernador Peralta ordenó que no se hiciera dicha facción.


8) El rey de Argel mandó una carta avisando a los del castillo mayor que el socorro de España que habían demandado no vendrían, porque ellos habían capturado la fragata en la cual iban las cartas, entregándolas como prueba de que lo que decía era cierto. 


9) Habiendo entre la tripulación del galeón muchos vizcaínos aptos para pelear - los marineros, aún de naves particulares, debían, necesariamente saber combatir - y aún varios soldados que viajaban de España a Italia, Alonso de Peralta se negó a que participasen en la defensa, por consejo de Lavado.


10) Uno de los soldados de la plaza, un trompeta llamado Juan Rodríguez, se salió del castillo para hacerse turco, y aconsejó a los asediadores que tirasen contra la torre de las Cabezas, pues allí había dos piezas que guardaban el lienzo del castillo que batían los turcos. Esto hicieron, y las dos piezas quedaron inutilizadas para los defensores.


11) El día de San Cosme y San Damián, 27 de septiembre, el alcaide del castillo imperial, Pedro de Peralta murió en las murallas, de un tiro de artillería que, al parecer, hizo un renegado francés que le disparó desde el castillo imperial, que había estado a su gobierno. También cayeron 42 soldados y fueron heridos 65 en un "bravo asalto que se le dio" al castillo mayor.


12) Con todo esto, los medrosos convencieron a Alonso de Peralta se votase por la rendición de la plaza, y, excepto Godínez, que se negó a votar y Pamenes, que se opuso con virulencia, fue acordado darse a los turcos en votación hecha por los oficiales del rey, de guerra y del sueldo.


13) Pamenes protestó y lanzó graves acusaciones contra los que así votaban. Se pusieron las cosas tan tensas, que Alonso de Peralta advirtió al "escandalizador y alborotador" contador Pamenes que se guardase de seguir por esa vía, pues habían ofrecido 40 ducados para que lo matasen a escopetazos, e hizo que lo tuvieran preso en su posada mientras se llevaron los capítulos del partido al rey Argel. Pamenes recibió orden de quedar en su casa, con orden de Peralta de "que si salís, os han de dar dos ó tres arcabuzazos".


En esto Ochoa de Çalaya y Juan de Milán regresaron con los capítulos redactados por Alonso de Peralta y sellados por un oficial del rey de Argel.


La rendición de Bugía el día de San Miguel


La toma de Bujía se hizo no según lo capitulado, sino a gusto del rey. No se aguardó a los tres días, sino que de inmediato se entró en la plaza.

Aunque los residentes fueron embarcándose en una nao que el rey de Argel les prestó y llenaron la nao hasta los topes, muchos fueron desvalijados, incluyendo al propio capitán y gobernador que le arrebataron un cofre con dinero de entre las manos.

En lo capitulado, podrían salir los cristianos con armas, pero el rey mandó desarmarlos.

En la dicha nao se embarcaba toda la gente, cuando el rey de Argel mandó pedir 200 hombres para retirar los cadáveres. Alonso de Peralta los concedió. No se volverían a ver en la nao.

Estando unos españoles llenando botas de agua para la nao, pasó un jeque que tomó a uno de ellos. Era Tomás del Castillo, alférez, que había votado a favor de la rendición. No se le volvió a ver.

Otra gente del rey llegó a la nao, y tomaron por la fuerza a la hija del contador Pamenes, de 13 o 14 años de edad, la hija de Ochoa de Çalaya, de 12 o 13 años, y un muchachito de 9 o 10, que fueron llevados a las tiendas del rey.

Al cuarto día de hallarse embarcados, vino gente del rey. Apartaron al gobernador Peralta, a Godínez y a otros oficiales junto a sus mujeres y los embarcaron en otra nave, la carabela portuguesa donde se hallaba Juan de Milán, el mercader platico en lengua turquesca que había llevado los capítulos de rendición al rey de Argel.

Al resto, los separaron: los hombres los echaron a las galeras, y a las mujeres y niños se los llevaron a las tiendas del rey:

"que allí se vido aquella mañana apartar las mujeres de sus maridos y los hijos de las madres y padres, con gran lloro que hacia, que era gran lástima de verlo".

Después serían llevado a Argel: los hombres a los llamados baños, donde estaba la prisión de los cautivos, y las mujeres y niños como esclavos de la casa del rey, si bien éste regaló muchas a varios jeques.

En la carabela portuguesa se embarcaron cien hombres, viejos y heridos, y con estos, catorce personas escogidas por Alonso de Peralta, oficiales reales y sus mujeres, que viajaron a España, entre los que no estaba el crítico contador Pamenes. Muchos de estos heridos, se murieron en la travesía a su tierra natal.

Aunque pudiera parecer que el rey de Argel traicionó lo capitulado, fue voy populi que Juan de Milán, cuando fue a llevar los capítulos al campamento real, y hablando en lengua turquesca con el rey, viendo que éste se negaba a lo que se le pedía, acordó que de Bujía se salvasen 120 personas. 20 que Alonso de Peralta escogería, y 100, que escogería el rey. El rey, claro, escogió a heridos y ancianos, por tener menos valor como esclavos o cautivos.



Los condenados

Vinose don Alonso de Peralta a Medina del Campo, y Luyz Godínez a Valladolid, harto tristes. Acusoseles luego ante los alcaldes del crimen de corte, diziendo que se auian rendido con facilidad, salvando solas sus personas.
Historia pontifical y católica, de Gonzalo de Illescas.


si yo pensara que esto había de ser, antes muriera defendiendo á Bugía que no entregarla á los turcos

Parecer del gobernador y capitán de Bujia, Alonso de Peralta, cuando se marchaba en la carabela.

Luis Godínez de Alcaraz era un "visitador". Alguien que el rey, en este caso, la gobernadora Juana en su nombre, enviaba para tomar visita al gobernador, o sea, evaluar el estado de la plaza y juzgar las labores de gobierno del capitán de Bujía. En teoría, en una residencia, llegado el caso, se podía incluso llegar a deponer a la persona, pero sería necesario ver con qué instrucciones fue Luis de Godínez a Bujía, aunque se mencionan sus funciones de juez de residencia.

Godínez había ido acompañado por un letrado, el licenciado Belorado, un escribano, un alguacil y varios criados. Lo normal era hacer averiguaciones sobre el gobierno de Peralta, y para ello, entre otros procedimientos, se interrogaba testigos y se tomaba nota.

El visitador tenía ciertas prerrogativas como juez, teniendo su vara de justicia.

Durante el asedio del castillo mayor, Godínez iba pregonando a los soldados que acudieran a las murallas del castillo mayor a defenderlas,  "porque acaecía muchas veces que los soldados se iban á comer y amasar á sus posadas y dejaban la muralla sola", advirtiendo de penas contra quién lo incumpliera, pero quejándose los soldados a Peralta de ello, el gobernador mandó a Godínez que no se entrometiera en ninguna cosa tocante a la guerra, y éste se retrajo. 

La visita de Godínez, paradójicamente, había sido motivada por quejas de los soldados de la plaza contra Alonso de Peralta.

El letrado que fue condenado, parece que debía ser el licenciado Belorado, que acompañaba a Godínez como su alcalde mayor, otro cargo judicial sin mando en la guerra. Es posible que se les acusara de no haber depuesto a Peralta, o no haberle forzado a mantener la defensa hasta el fin.

Don Pedro de Peralta murió en la defensa del castillo mayor, y si algo se le pudo reprochar por haber abandonado el imperial en seguimiento de sus hombres, parece que la muerte le evitó el proceso.

La rendición, considerada como ignominiosa, supuso un mazazo para la moral del reino. Cuando Peralta y Godínez regresaron, se les hizo un proceso a ambos.

Aunque se dijo que Peralta rindió la plaza contra el parecer de Godínez, este último no ejerció su autoridad, o no fue capaz de imponer su criterio, y probablemente por ello fue condenado, pero no tenía gobierno en cosas de guerra.

Peralta, siendo caballero, tenía el privilegio de ser ejecutado como tal, y por tanto, decapitado. Godínez, fue condenado a la horca - pena infamante - y a ser hecho cuartos, o sea, descuartizado su cadáver como escarnio y afrenta.

Godínez protestó, según Florián de Ocampo, no por la condena a muerte, sino por el método. Deseaba ser decapitado como caballero que era, pero Ocampo dice de él que era 1) rico - cosa que un caballero no puede ser, a no ser que haya ganado su hacienda en servicio del rey, pues de otra manera, haciendo negocios, no podía ser rico y caballero a la vez  -y 2) marrano, indicando que no podía ser hidalgo siendo de ascendencia judía.

A pesar de todo esto, el visitador apeló y pidió disculpas y se le moderó la pena.  Mientras el proceso para depurar sus responsabilidades seguía "el Godínez tuvo por cárcel la casa del corregidor de Valladolid, y sin haberse declarado su proceso murió de enfermedad en noviembre de 1557".

Según un bien informado Gonzalo de Illescas - su hermano había sido escribano del proceso - la sentencia se pronunció después de su muerte, " y fue dado por libre, sin que su fama ni sus bienes, padeciesen pena ninguna".

Y es que, aún después de muerto, a uno lo podían condenar e incluso ejecutar en efigie.




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