Zapatos, alpargatas, y pies descalzos. El calzado de la infantería española de los tercios en el siglo XVI

Visto esto por muchos soldados que allí estaban, dijeron: 
«¿No nos ha de dar Dios victoria con este nuestro gran Capitán que tales obras hace? 
A pies descalzos iremos con él hasta Hierusalem.» 
Relación de la guerra del reino de Tremecen y subjecion de la mesma cibdad




A este arcabucero español durante la campaña en Túnez [1535] se le pueden ver los zapatos de cuero, que están acuchillados y dejan ver las calzas. Quizá la moda de acuchillar los zapatos no contribuiría a su durabilidad ni a su resistencia. Detalle del 4º tapiz de la serie la Conquista de Túnez.



A este otro español, decapitado por un jenízaro se le pueden ver los zapatos de cuero y se puede apreciar con detalla la suela. Detalle del 4º tapiz de la serie la Conquista de Túnez.



Los bisoños y los soldados descalzos


Desde allí salió el ejército con toda prisa, aunque venian tan destrozados y descalzos, que cuando en el camino ó aposento se mataba alguna bestia ó buey, mas furia había sobre el cuero para abarcas, que sobre la carne, aunque habia gran necesidad; 

Historia de la guerra de Lombardía, batalla de Pavía y prisión del rey Francisco de Francia, por Juan de Oznaya [1544] en CoDoIn v38

 

La abarca era un sencillo calzado consistente en una suela atada al pie con cordeles o tiras de cuero, de ahí que los soldados españoles en Italia de los 1520, una vez descalzos, aprovechasen el cuero de mulas o bueyes para calzarse con facilidad y rapidez, porque probablemente no había otro calzado de cuero más sencillo. Moro de Túnez con abarcas. Tapiz nº4 de la serie la conquista de Túnez titulado "Ataque a la Goleta".


y confieso á V. M. que no me puede sufrir el ánimo á ver soldados que he traido yo con bizcocho, y agua y atún podrido y descalzos sin dinero y haciéndoles pelear y derramar su sangre, sin que jamás hombres dellos haya hablado palabra de quejarse del tratamiento, verlos llorar sus trabajos sin poderlos remediar, 

El duque de Alba al rey. Lisboa, 19 de diciembre de 1580.


La compañía de Benito de Prado quitó el duque de Osuna, porque llegando en Napoles á la galera capitana de Sicilia, preguntó por el capitán y no le halló en galera; por el alférez, y no estaba en galera; el sargento tampoco, y ningún cabo de escuadra, ni guardia al estandarte de S. M.; y trayendo empleados cuatro mill escudos en mercancías, venían los soldados descalzos y sin vainas las espadas, y era un jenízaro el alférez de españoles. Dióla al capitán don Francisco Velazquez
Relación de las personas en quien el duque de Osuna ha proveido compañías de infantería española en este tercio de Sicilia, Palermo. 5 de febrero de 1614, en CoDoIn v.45. 



Alonso Enríquez de Guzmán, en su vida [1], explica de manera jocosa como un soldado huía de la batalla, y preguntándole el caballero a donde iba, el infante le respondió que a por unos zapatos, pues se hallaba descalzo y quería morir como hombre y no como bestia

Alonso Enríquez lo mandó prender, ahorcar en una higuera y colgarle un cartel a los pechos que rezaba:

«Este mandó D. Alonso ahorcar porque no tenía zapatos.

Evidentemente, el soldado fue ajusticiado por huir, y no por ir descalzo, pero entre los soldados se hizo fama literal de la causa del ahorcamiento, y así "el que no tenía zapato en un pié, ó lo metia debajo de tierra, ó lo ponia tras el otro para que yo no lo viese". 


Menos festivo, el proveedor general de la armada de Levante, Francisco Duarte, reflexionaba, mientras trabajaba en la preparación de la armada para acometer la empresa de Argel en 1541, sobre las jornadas de Monastir y del Caruan del pasado año de 1540. El hecho de que buena parte de los soldados españoles que había ido al norte de África se hallaran descalzos, había sido una de las causas de limitar las acciones de guerra, postergando la empresa del Caruan para el año venidero:

que ya por experiencia nos havemos hallado semejantes tiempos en tribulacion por estar la gente descalça / y el ynvierno proximo pasado, uno de los puntos porque se voto en el armada de su magd. q no hera bien que n[uest]ra ynfanteria fuese al Caruan fue porq la mayor parte se hallavan descalços 

AGS,E,1374,108. Anotaciones de Francisco Duarte sobre la relación de los bastimentos de la armada, 18 de julio de 1541.


Recomendaba el proveedor, que, al menos para el invierno se proveyeran zapatos, y en todo caso, se procurasen alpargatas. 

Habiendo de calzar a 30.000 personas para la jornada de Argel, desde la proveeduría de Málaga hacían provisión de 10.000 pares de zapatos y 20.000 pares de alpargatas, lo cual, al meticuloso y veterano Duarte no le parecía suficiente, aún contando que de Génova y Nápoles aportarían 15.000 pares de zapatos en la armada que él gestionaba. Parece que debía haber zapatos para todos, y aún algunos miles más de respeto. 

El caso era no repetir el error del pasado año, en que los 5.500 - 6.000 hombres de los tercios de Hungría, Sicilia y Nápoles, habían acabado la campaña en el norte de África, en su mayoría, según testimonio de Duarte, descalzos. Quizá no se embarcaran de esa guisa, y los zapatos o alpargatas los destrozaron en el mes que duró la jornada, o ya los traían deteriorados de tiempo atrás.   

Como fuera, marchar al Caruan - a 55 quilómetros de la costa - hubiera sido quizá excesivo para los pies de aquellos infantes. 

Soldado descalzo, subiendo a un batel para llegar a las playas de Túnez desde uno de los galeones de la armada, que es del rey de Portugal, cuñado de Carlos V. "Desembarco en la Goleta", cartón nº3 de la serie La Conquista de Túnez, de Jan Cornelisz Vermeyen. Alonso de Chaves, en su Espejo de navegantes, recomendaba: Es saludable consejo que todo buen mareante se  provea de pantuflos de corcho, de zapatos doblados, de  calzas marineras, de bonetes monteros, de agujetas dobladas , y de tres ó cuatro camisas limpias  porque es de  tal calidad el agua de la mar y la disposición de la galera, que primero las ha de ensuciar todas que se pueda  jabonar una. Sin duda un buen consejo, pero que soldado llevaba dos pares de zapatos y unas pantuflas al embarcarse. 


Uno de los motivos por los cuales los soldados viejos habrían de acudir a la guerra descalzos, no era otro que la falta de pagas sumada a la carestía de los productos básicos como los alimentos. 

Comprados al por mayor, la armada podía adquirir zapatos de lazo a dos reales y medio el par, y unas alpargatas, a real el par. 

Teniendo en cuenta que un soldado cobraba 3 escudos, o sea 3 x 11 reales, bien podría permitirse renovar los zapatos, al menos, anualmente, pero para esto debería,  en primer lugar, recibir los emolumentos , en segundo, tener un sobrante tras pagar la comida y otros gastos inexcusables, y, tercero, y no menos importante, hallarse en algún lugar donde poder comprar zapatos, algo que en el caso de Berbería no podía ser sencillo, a no ser que se hubieran hecho las prevenciones necesarias con antelación.

En diciembre de 1538, un asentista de Málaga recibía el encargo de aprovisionar ropa y calzado para las tropas de los presidios norteafricanos:

5.000 pares de zapatos de cordoban, castellanos, de buenas suelas y hechuras, de 11, 12 y 13 puntos 

5.000 pares de alpargatas de cañamo de los mismos puntos


Los zapatos, de tres puntos o tallas diferentes que debían ser las más comunes [1b], costaban 2 reales cada par [68 maravedíes] y las alpargatas 1 real el par [34 maravedíes]. Descontados a cuenta de los sueldos, aún con ganancia del rey, no deberían haber supuesto un descuadre en las apretadas cuentas de los infantes españoles.


Por otro lado, a los soldados bisoños se les reclutaba y no se les daba la primera paga hasta que habían de embarcarse, pues los "tornilleros" - entre un 10 y un 30% de las levas, según épocas - aquellos reclutas que se apuntaban a las compañías para comer a costa de los capitanes, siguiendo a la compañía desde las plazas de leva hasta antes que se les tomaba muestra previamente a darse a la mar, se hubieran ido, amén de con las "barrigas llenas", con el sueldo para sus casas. 

Así, muchos llegaban vestidos y calzados o descalzos, como pobres jornaleros o mozos o servidores que eran. 

El ir descalzo no era prerrogativa exclusiva de reos, penitentes y frailes [2], también parecía ser algo relativamente frecuente entre no pocos menesterosos. A la pobreza del descalzo, al soldado bisoño se le podía unir la suerte de tener que caminar cientos de quilómetros, bien para embarcarse a puertos del Andalucía o del Levante para ir a Italia, bien a puertos del Cantábrico o Galicia para ir a Flandes.

También, claro, había soldados "desbaratados", de esos que se jugaban la ropa en juegos de naipes y dados.

porque el dinero en las manos del soldado le dura poco y luego es al juego con ello, y entre mil hay uno que lo sepa guardar; y dándole paño, y camisas, y zapatos, no hay ninguno, por desbaratado que sea, que no se vista y ponga sobre sí lo que ha menester, y más mandando que la ropa no se juegue.

AGS,E,469.196-198, 16 de enero de 1541 [Documento transcrito por el equipo del profesor Emilio Solà de Archivo de la Frontera]


Al final, descalzos, con alpargatas, o con los zapatos destrozados en el camino, el aspecto de los mismos, reunidos en un grupo numeroso. conseguía que llamase la atención de quienes les llegaban a ver.  

Muchas veces los capitanes hacían gastos para comprar zapatos y ropa - calzas, camisas, jubones, coletos, escarpines e incluso guantes - así como espadas y talabartes y cintas para sus hombres. Con la conducta apenas recibían 30 ducados de ayuda de costa para la bandera y tambores y otros gastos, por lo que debían, si querían, comprar a crédito fiándose los prestamistas o mercaderes que suministraban la mercancía del pronto pago a la primera paga que recibirían los hombres. Esto haría que el "aderezo" de los soldados dependiese de la generosidad de los capitanes, así como de su capacidad de crédito, que podía verse respaldada por la de otros oficiales. 

y á los que no tuvieren armas de su paga gelas hareis comprar, de manera que esten bien aderezados é á punto de guerra,

Conducta o instrucción al capitán para levantar una compañía de infantería, año de 1537


 En esta relación se mencionan 1500 alpargatas en el campo de los Padules, para aderezar a los soldados que habían de combatir a los moriscos rebelados. En Guadix había 1100 pares de alpargates de cáñamo."Memoria de los vastimentos y municiones questan en este lugar del Padul al presente 21 de hebrero 1570 añós". [MSS7773, BNE]. Se usaban todavía ballestas que dispararían jaras y pasadores. 


A los capitanes les interesaba llenar sus compañías para completar sus conductas, y asimismo, mantener los hombres a su lado en las semanas que podían tardar desde las comarcas de reclutamiento hasta el puerto de embarque. No obstante, el "reparto" de estos socorros o ayuda de costa para comprar de ropa podía ser y de hecho era desigual. 

En otras ocasiones, los soldados recibían la primera paga en los partidos donde se levantaban las compañías, y disponían de dinero sonante para aderezarse adecuadamente, antes de marchar a los puertos de embarque.

Pero la cuestión es que no había un sistema oficial de pertrechar a los hombres adecuadamente.

Pero esto no siempre era así. Como veremos, en 1580, por ejemplo, para la campaña de Portugal, un previsor duque de Alba ordenaba que acudieran pagadores a cada uno de los tercios que se levantaban para socorrer a los soldados bisoños con dineros para que pudieran comprar zapatos y hacer el camino hasta Badajoz, antes de entrar al reino vecino. El tercio de Don Gabriel Niño, que se había de levantar en tierras de Cuenca tenía 500 quilómetros por delante. 

En la guerra había cuarenta días de caminata por uno de facción. Por eso decía el duque de Alba que zapatos y alpargatas eran el nervio de la guerra, modificando, sin ironía, el viejo aforismo romano de que era el dinero la base para sostener la guerra: "pecunia nervus belli est". 


Como fuera, la imagen del pobre soldado español necesitado - el bisoño - descalzo o con alpargatas con la suela de cáñamo o esparto, con le scarpe di corda, contribuyó a alimentar una imagen antiespañola en Italia que perduró en el tiempo [2b]. 

Pero no solo españoles llegaban descalzos a Italia, también hay noticias de lansquenetes y mercenarios suizos de la misma guisa [3a] . 

En todo caso, los mismos italianos padecían idénticas penurias.

En noviembre 1532, unos 4000 o 4500 infantes italianos que regresaban del socorro de Viena frente al turco, pasaron por Gorizia, a los cuales las autoridades de Udene les habían proveído abundantemente para hacer su camino. No obstante, se dedicaron a robar los zapatos a hombres y mujeres mientras que los zapateros aprovechaban para hacer su agosto, vendiéndoles zapatos viejos a 20 sueldos el par, y nuevos a 40 o 50 sueldos, contraviniendo la tasa que fijaba los precios [3b]. 

10.000 italianos marchaban en 1546 a servir contra los protestantes en las guerras de la Liga de Eslmalcalda, la mayoría sin zapatos, y parte sin armas: quasi tutti senza scarpe et parte di loro hanno bisogno di piche et archibusi. Quizá avergonzados, se excusaban en aguardar a los españoles, y demoraban su llegada al campo imperial no deseando comparecer descalzos y desarmados: non voleno discalzi et disarmati comparer de qui. [3c]

Por lo tanto, la necesidad no derivaba de la pertenencia o no a una nación más o menos pobre, sino a un estamento social bajo, que era el que nutría los ejércitos de la época.

El soldado, cuya fama era la de ir vestido con sus mejores galas como un caballero al combate, en el momento de la recluta, o en uno de desventura, aparecía desastrado y deslucido ante el espectador. Habían de pasar meses y aprovechar diversos sucesos de fortuna para que su ventura cambiase, y con ella, se mejorase su atuendo. 

Efectivamente, lo normal es que los soldados viejos fueran bien equipados, y los bisoños, no, como los 2500 españoles viejos, buena gente y bien armados, que iban con otros 3500 nuevos, mal armados a tomar Metz con el Emperador a la cabeza del ejército:

Di questi Spagnuoli che vengono dicono quelli che li han veduti, esser 2500 vecchi, bona gente, ben armati, li altri gente nova, mal armata fino al numero di 6 mille.

Carta de Marcantonio Damula al Senado de Venecia, Brixen, 29 de julio de 1552 [VDK, p533]


Pero se continuó viendo a soldados nuevos descalzos y necesitados a lo largo del siglo:

y la necesidad destos soldados que han quedado es muy grande porque son todos nuevos, desnudos y descalzos. Vuestra Majestad sea servido de mandar que se envíen luego estas tres pagas con que se puedan remediar, porque esto está muy deslucido.

Pedro Bermúdez de Santiso a Felipe II. Oporto, 5 de marzo de 1588



El soldado en alpargatas


[Sábado, a 27 del mes de enero de 1543] Mandó su Señoría este dia ya dicho dar la munición de alpargates á las compañías, lo cual mandó librar á D. Alonso de Villaroel, Maestre de campo, y daba su cédula cada Capitán, conforme á la necesidad que tenia y gente que cada uno en su compañía llevaba, porque de todo mandaba su Señoría fuesen los soldados muy bien proveídos, y asi lo encargaba á sus Capitanes. 
Relación de la guerra del reino de Tremecen y subjecion de la mesma cibdad


Los navios partirán luego; irá en ellos cuatro compañías del tercio de Nápoles, y doscientos y tantos soldados desas banderas que allá están, que quedaron aquí malos y están ya buenos, que tengo por cierto que pasarán todos de ochocientos soldados, porque las compañías del tercio de Nápoles son muy llenas[...]
Llevan bizcocho y otras victuallas para cinco mil bocas para mes y medio, y cebada para la caballería; llevan cuatro cañones, pólvora y balas suficientemente, porque serán cerca de cuatrocientos quintales de arcabuz ; cuerda y plomo llevarán también buena cuantidad ; cinco mil pares de zapatos y alpargates llevan, el nervio de la guerra; esta es la primera barcada. 

El duque de Alba a Sancho de Ávila, Lisboa, 28 de octubre de 1580 [Campaña de Portugal]

Calafate calzado con alpargatas, Christoph Weiditz, 1529. Identificación del calzado hecha por Doña Consuelo, del blog Indumentaria y costumbres en la España medieval hasta el siglo XVII, sitio web imprescindible para todo lo relativo a vestimenta y calzado de esta época.


Eran estos Españoles soldados nueuos muy desastrados, asi por el trabajo que auian padecido en la larga nauegacion dela mar, como porque eran muy desluzidos, como hombres que auian sido asoldados mas por necessidad y de priesa, que con diligencia, y asi la mayor parte dellos no solamente venian desarmados, sino tambien casi desnudos, vestidos de vnos ruynes sayuelos negros, y calçados con vnos alpargates de esparto

Historia general de todas las cosas succedidas en el mundo en estos 50 anos de nuestro tiempo de Pablo Jovio, traducido por Pedro Vallés


Estos bisoños calzados con alpargates de esparto que llegaron a Génova en 1528 enviados por el emperador Carlos para socorro de la ciudad, no quisieron ser recibidos por los genoveses y hubieron de transitar por los montes, acosados por los montañeses que les lanzaban dardos, saetas y piedras, muriendo, según Jovio, la tercera parte de ellos.

Cuando Carlos I, que había ido a Italia a coronarse emperador acompañado de una leva de 8.270 infantes españoles que se embarcaron en Barcelona, entró en Plasencia el 7 de septiembre de 1529, llevaba una escolta de 2000 hombres de a pie y de a caballo, con muchos gentileshombres españoles y flamencos. 

Los 20 pajes imperiales a caballo vestían espléndidas casacas de terciopelo leonado.

Sin embargo, un observador italiano, el obispo de Lodi, apuntó que el César traía '400 infantes en mal orden, sin armas, con zapatos de cuerda' [4]. 

Esto es, con alpargatas y por 'sin armas', se entiende que sin armas defensivas: coseletes.

Si un soldado calzado con alpargatas valía para escoltar al rey de España en su coronación, también valía para una guerra, pues, en cualquier caso, como 

En tierra mediterráneas, y en verano, y siempre que no lloviera, unas alpargatas podían ser suficientes, pero en invierno o en tiempos de aguaceros, o por zonas muy accidentadas, el pie no podía sufrir caminar con alpargatas. Aún así, muchos soldados que marcharon a Flandes para sofocar la rebelión, se vieron allí mal vestidos y peor calzados para los rigores del norte.

y es que habiéndose tomado muestra y dado una paga á la infantería española que no se amotinó, que es la que últimamente vino de Italia, y se le debe poco, le paresció al maestre de Campo Valdés llevalla á alojar por tres ó cuatro dias antes de metella en Holanda á los burgos de Utreque, por venir sin zapatos y con otras muchas necesidades que se podían mal remediar, sino cerca de una tierra grande; 

Don Luis de Requesens a Felipe II. Amberes, 15 de mayo de 1574


Aún así, en la armada invencible se habían de llevar veinte mil pares de alpargatas y once mil pares más de alpargatas de respeto, gozando las islas británicas del acostumbrado poco apacible clima norteño. Así que la alpargata, esparteña o alpargate había de valer para un roto y un descosido, para Berbería o el mar del Norte. 

Respecto a la proveeduría de las alpargatas, se consideraba óptimos comprarlas en Málaga o Valencia, siendo en aquel reino los artesanos moriscos los principales fabricantes. Al parecer, o era difícil o no era posible adquirirlas en Italia.



El soldado con zapatos [o estivales]


Para que la gente camine con mayor brevedad , me ha parecido que no aguarden á dar muestra en los districtos, sino que vengan a darla en los lugares cerca de Badajoz, que yo les terne señalados como llegue en aquella ciudad , donde se la haré tomar todos juntos en un dia [...] y para que puedan proveerse de zapatos y otras cosas para el camino, mandará V. M. siendo servido, vaya un oficial del pagador á cada uno de los tercios con algún dinero para venir socorriendo la gente con orden del maestro de campo, el cual pedirá á los capitanes lista de los soldados que tiene, para conforme á ella hacer los socorros, los cuales se les ha de descontar en la primera paga, y este dinero se podrá enviar á las plazas donde se han de juntar los dichos tercios,

El duque de Alba al rey, Llerena, 22 de abril de 1580 [Jornada de Portugal]



Los soldados vienen todos descalzos; conviene enviar alguna gran cantidad de zapatos que no se halla un zapato ni botas en esta tierra. 

Sancho de Ávila al duque de Alba, Avero, 5 de octubre de 1580 [Jornada de Portugal]


La Sorpresa de Calais [1596]. Podemos ver como los soldados de esta escena calzan zapatos de lazo. El soldado que lleva una media pica en la mano, viste medias rojas y unas calzas granate y dorada. El soldado que le sigue, con unas cintas sobre las medias azules a la altura de las rodillas, viste unos gregüescos. 


De muy gran alivio fuera para toda la gente de la Armada que se les dieran tres pagas; pero pues que Vuestra Majestad manda que no sean más que dos, se hará así, aunque entiendo que con ellas no han de poder comprar zapatos y camisas, porque con la gran carestía de la tierra están los soldados pobrísimos. 

El duque de Medina-Sidonia al rey, Felipe II, Lisboa, 26 de marzo de 1588.


Téngase por firmísimo que andan las galeras después que yo las tengo , no solo como las traia D. Juan de Mendoza, pero mucho mas bien en orden y proveídas , y la gente mas contenta y bien tractada que cuantas S. M. tiene á su sueldo, y los esclavos dellas proveídos de zapatos y calcetas, que es gasto no acostumbrado y muy provechoso porque no se le mueran á S. M. 

Don García de Toledo al secretario Eraso, Génova, 20 de mayo de 1566


Lo normal era que los esclavos fueran descalzos, aunque se recomendaba que los que fueran a servir fuera de las naves, como estos que hacen una aguada, usasen zapatos No es el caso. Esclavos de las galeras o galeones de Barcelona [1529] Weiditz Trachtenbuch


Entre los soldados que habían de embarcarse para la Gran Armada de 1588 y a los cuales no les alcanzaba el sueldo para comprar zapatos, y los esclavos de las galeras de don García de Toledo, que en 1566 gozaban - gasto no acostumbrado - de calcetas y zapatos, para que no "se le mueran a S.M" hay todo un mundo.

Evidentemente, a los esclavos, que costaban 40 ducados a cada asentista de galeras, o sea, cada capitán general que los recibía en nombre del rey, y que debía pagar esa suma en caso de que murieran, había que cuidarles un mínimo. 

Los soldados que estaban en Lisboa en 1588, dada la carestía de la tierra, apenas tendrían con la paga de dos meses para comer, y por lo tanto, no les quedaría para comprar zapatos ni camisas, cosa que protestaba el duque de Medina-Sidonia ante el rey.

Según la lógica militar de la época, los soldados recibían un sueldo, y con ese sueldo debían pagarse todo lo que necesitaban, incluyendo armas, munición, comida, vestido, y, por supuesto, calzado.

Aún así, se podía entregar calzado de munición, que era descontado - con ganancia para la hacienda real - del sueldo que se solía adeudar al soldado, o a cuenta de las futuras pagas. 

Era muy común que en las armadas se llevase calzado de respeto - o sea, de repuesto. En la hipotética armada del rey Sebastián para su jornada en África, año de 1578, se recomendaba para 30.000 personas, llevar 20.000 pares de zapatos de lazo y 20.000 pares de alpargatas. 

 

Respecto a la proveeduría de los zapatos, se consideraba óptimos comprarlos en Génova o Nápoles, si bien también se adquirían en Castilla. 

En Nápoles Zapatos 40.000 pares para los soldados de infantería y gastadores a 3 reales cada par
Relación de las naos, galeras [...] y los demás pertrechos [...] para en caso que se haya de hacer la jornada de Inglaterra [1586]

En 1543, según informa Rodrigo Cervantes, en la Goleta recibieron 2000 pares de zapatos de buen cuero español. El problema es que eran zapatos de la talla de una muchacha [4b]. 

Otra manera de calzar a los soldados en armadas, era embarcar zapateros o mercaderes que llevasen zapatos para vender a precio tasado, mientras que en campañas de tierra, se tasaba el precio de dichos productos para beneficiar al soldado. 

Por la tasa de productos del campo sobre Metz en 1552, vemos que el calzado era más variado de lo que puede parecer por las relaciones de las armadas, donde solo suele aparecer un tipo de zapato:

  • 1 par de zapatos de una suela - 5 baços 
  • 1 par de zapatos de dos suelas - 7 baços
  • 1 par de estivales de baquetas - 2 florines: 30 baços
  • 1 par de estivaletes cortos para soldados de pie sobresolados - 12 baços
  • 1 par de estivales de cordovan de una suela - 2 escudos
  • 1 par de estivales de cordovan de dos suelas - 2 escudos y 2 reales


Un pica seca que cobrase 3 escudos al mes - el sueldo más bajo - percibiría en esta época en el ejército que combatía a los franceses 62 y 1/3,25 bazos, probablemente cobrados en florines. 

En todo caso, parece que los zapatos más sencillos - de una y dos suelas -  eran asequibles para cualquiera que tuviera ingresos en moneda sonante, no suponiendo más de un 8 - 11% de su sueldo mensual. 

Este tambor sale tocando ufano de Túnez, que había sido tomada y saqueada, en 1535. Calza lo que parecen unos estivales, aunque la caña o cuello no es holgada, y lleva las piernas desnudas.. 

El estival que aparece mencionado en la lista como estivaletes cortos para soldados de pie sobresolados, es claramente un calzado para soldado de infantería. Era un especie de botín con la caña - entonces llamado cuello - [5] - holgada, que podía llevar una suela suplementaria, pues el cuero solía ser fino, de ahí el sobresolado. 

Es probable que las modas fueran contra la durabilidad y resistencia del calzado. Por un lado, la moda de acuchillar los zapatos para que se vieran las calzas, y por otra, la de usar cueros finos como el cordobán. El zapato tosco y grueso, más resistente, era, no obstante, calzado de labriegos y pastores [5b]. Vestir como señores, es probable que no aportase nada bueno a los pies de los soldados: 

los soldados se tienen por muy agraviados en que les hacen guardar el ganado, porque lloviendo y nevando van siempre al campo, de día y de noche, y es de cuya causa enferman muchos, y pierden su ropa, y no les dura un par de zapatos ocho días

AGS,E,467-143. Los soldados de Bona suplican se tome residencia a Alvar Gómez [Archivo de la Frontera]


La alpargata era un calzado mediterráneo para el verano, y el zapato, un calzado para latitudes más frías y lluviosas, o para el invierno:

es menester que en Burgos se les provean vestidos a ellos y a los otros cuatrocientos que andan en este contorno, porque no los tendrán de aquí a seis días, y también cantidad de camisas y zapatos porque entra el invierno

García de Vallejo a Andrés de Prada, 21 de octubre 1588, Santander



El soldado de infantería con borceguíes

El borceguí era un calzado de cuero fino y ajustado que llegaba hasta la rodilla, o por encima de ella, y protegía la pierna del roce al montar a caballo. Muchas personas, aún no disponiendo de montura, compraban este calzado para emular a las clases bienestantes que sí podían permitírselo. 

Los soldados no parecen escapar a esa moda, a pesar de que era un calzado difícil de poner - Gutierre de Cetina indica que se usaba un cuerno a modo de calzador para tirar y calzar un borceguí muy justo o una bota - lo cual supondría una desventaja si en medio de la noche el enemigo daba un arma y había que salir a rechazarlo. 

Borceguíes calzados por una persona de sangre real. El Emperador Carlos V con un perro. Ticiano, 1533. Museo del Prado.


Aquí podemos ver a un tambor y un arcabucero con zapato. Mientras, en el suelo, Jan Cornelisz Vermeyen, esboza un boceto de lo que sucede en el ataque a la Goleta para la posteridad, calzado con unos borceguíes. 

Alguacil a caballo calzado con borceguíes. Weiditz Trachtenbuch de 1529



El infante con botas

La [bandera] que estuvo casi perdida fué la del capitán Baltasar de Hortígosa, porque el Alférez que la llevaba desplegada y sobre el hombro dio una caida, y queriéndose levantar con ella se le asió el tafetán á una espuela, no pudiéndola desasir ni levantarse; 

Los sucesos de Flandes y Francia del tiempo de Alejandro Farnese por el capitán Alonso Vázquez


Soldado a pie calzado con botas. Toma de Casole. Giorgio Vasari [h.1563]

Al alférez del capitán Hortigosa, en esta acción que relata Alonso Vázquez, se le enredó la tela de la bandera con la espuela. Espuela que llevaba en una bota de montar.

Aunque la bota no era el calzado ordinario para el infante, pues este combatía a pie, lo cierto es que entre la infantería, y no solo entre los oficiales, había buen número de soldados que se desplazaban a caballo - cuartago, jaca o rocín - y que se puede estimar, según épocas, territorios y campañas, en torno al 10-15% del total.

Estos soldados, que, debían combatir a pie, desmontándose y dejando sus monturas a cargo de sus mozos, para servir en el escuadrón o en las mangas de arcabucería, en muchas ocasiones iban montados a caballo en los desplazamientos, y se calzaban con botas, que luego les suponían un embarazo para moverse a pie.

Por eso, hacía Alonso Vázquez la siguiente reflexión a modo de tratado militar:

Deben mirar mucho los Sargentos mayores en la guerra no permitir á ningún Capitán, Alférez, Sargento ni soldado, por particular que sea, que traiga botas ni espuelas, pues sólo es permitido á los caballos ligeros y á todas las personas que han de pelear á caballo; mas á un infante que sólo á ratos ha de subir en una mala roza (como ellos dicen) ó en un rocín, sólo para ir descansados al peso de la bandera, 



El soldado con ramplones o  veros "crampones"

Y assí de los navíos como de los diques tiravan a nuestros soldados, que andavan escaramuçando sobre la mar y yelo, que estava cubierto con más de un palmo de nieve, puestas una manera de espuelas de hierro que acostumbran en el país con dos ramploncillos en forma de puntas de diamante en una planchilla de hierro, la cual va en la planta y hueco del pie para afirmar en el yelo sin deslizar y poder combatir y caminar, aviendo para este efecto mandado el Duque se hiziessen siete mil espuelas de munición.

Comentarios de don Bernardino de Mendoça de lo sucedido en las guerras de los Payses Baxos: desde el año de 1567 hasta el de 1577


Por este tiempo no deseaba el duque de Parma estar del todo ocioso, aunque la aspereza de los fríos lo pedía; antes, para tentar algo, aun en el corazón del invierno, en Holanda, mandó hacer doce mil pares de ramplones con que servirse de los hielos, que, resistiendo el peso de los soldados, privan aquella fortísima provincia del embarazo de las aguas, que la hacen inexpugnable y dan lugar a pelear sobre ellos y arrimarse a las plazas

Las guerras de los Estados Baxos desde el año de MDLXXXVIII hasta el de MDXCIX. Carlos Coloma


ramplón. “Se aplica a la pieza de hierro que tiene las extremidades vueltas, como herradura ramplona, y por extensión se dice también del zapato tosco, ancho y muy bañado de suela". A los caballos que tiraban de los trineos, también se les herraba con ramplones, según describe Alonso Vázquez.


En los Países Bajos fue necesario adaptarse al clima para poder combatir en invierno, y no resbalar y caer en la superfície cubierta por nieve o hielo. 

Los locales también usaban patines para patinar sobre el hielo, y Mendoza los describe como una curiosidad, pero no menciona que los soldados españoles los llegaran a usar. 


El calzado, al final, se había de adaptar a las diferentes circunstancias y climatologías, pero también, por cierto, había una etiqueta asociada a él: un pobre soldado podía ir descalzo, pero un capitán, no podía ir como quisiera:

Yo he vito a Capitan de infanteria por traer pantuflos pero sin çapatos, estando u compañía recogida en vna yglelia para dar muestra el Veedor general, darle vn mal rebufo por venir con pántufos y desarmado, y no le pagar por entonce su sueldo de soldado, sino treynta y seis ducados de ventaja de quarenta ducados que tenia en efecto repreenta grande autoridad.

Milicia, discurso y regla militar, por Martín de Eguiluz [1595] 


El pantuflo, por cómodo que fuera, no era un calzado propio para un capitán un día solemne como era aquel en que se tomaba la muestra a los soldados, a los cuales se les exigía aparecer con todas sus armas. 

Aunque embarcados, se podían usar babuchas o borrachas.


Notas

[1] El relato del ajusticiamiento es el que sigue

Ya que íbamos á pelear, no sé cómo volví la cabeza y veo el mi dicho soldado camino de la ciudad, quebrándose como conejo. Echo aparte el alguacil, como que queria otra cosa, que andaba en un caballo, y encaminé el escuadrón por donde habia de ir, y voyme al soldado, y hícele tomar y llevar á una higuera que se parecia, por donde habíamos de pasar, y mándele ahorcar della, y una cédula á los pechos que dijese: — 
«Este mandó D. Alonso ahorcar porque no tenía zapatos. Quien tal hace, que tal pague.» — 


[1b] Los puntos, como se puede deducir, eran la talla del calzado de la época, e iban normalmente de los 4 a los 15, según el Reportorio de todas las Pragmaticas y Capitulos de Cortes [1565], aunque había personas que excedían ese número:

Vio este dia su Majestad un gigante catalán, de tres varas de altura, en 
veinte años de edad; calzaba veinte y cinco puntos de zapato, y era bien 
proporcionado de miembros, y el Rey le hizo merced. 
Filipe Segundo Rey de España, por  Luis Cabrera de Córdoba. Libro VI. Capítulo X


[2] Tenia los pies llenos de callos y muy ásperos, de haberlos traido tanto tiempo descalzos y hecho tantos caminos. 

Elogio de Ignacio de Loyola por Prudencio de Sandoval.

[2b]

Un espectáculo lamentable, terrible y triste a la vez, ofrecía siempre la llegada de las tropas españolas, con aquellos soldados de reciente alistamiento que se llamaban los bisoños y que los italianos llamaban también i bisogni (los necesitados) porque, en verdad, era gente que de todo carecía. Bandello alude despectivamente a «los españoles plebeyos que se llaman bisoños, que vienen a Italia con las abarcas» como pobres aldeanos que eran, arrancados del arado. 
Benedetto Croce, España en la vida italiana durante el Renacimiento


Cerbonio Besozzi, en sus viajes por España, apuntó que los señores vestían pomposamente, pero que los plebeyos y villanos lo hacían miserablemente en ropa de tela y zapatos de cuerda, o sea, alpargatas:

 i prencipi e signori vestono pomposamente, i plebei e villani miseramente in tela e scarpe di corda. 

Die Chronik des Cerbonio Besozzi




[3a] Justo en 1528, Marino Sanuto recoge el siguiente testimonio sobre centenares de lansquenetes alemanes que regresaban a sus tierras empobrecidos tras haber estado sirviendo a Carlos V en sus guerras en Italia:
Come hozi sono lettere di monsignor Grangis al bora che andevemo dal signor duca di Milan, poteva esser hore 22, per le qual da Coyra si ha come li lanzinech pasavano per le terre di Grisoni a centenera et si poi dir a mier secondo si conticn in ditte lettere, discalzi, ruinati et mal andati, zerchando per l'amor de Dio, maledicendo l'Impcrador et chi ci serviva, et che più presto seririano Turchi che a più venir ai soi servitii. 

[3b] I Diarii di Marin Sanuto, v.56 c198

[3c] Carta del embajador Alvise Mocenigo, Landshut, 12 de agosto de 1546. [VDK, v1 p626]


[4] Haveva circa 400 fanti malissimo in ordine, senza arme, le scarpe di corda.

Sumario de cartas de Cremona del obispo de Lodi, del 9 de septiembre

Sanuto, v51. c535


[4b] Citado por Ferdinand Braudel, "El Mediterraneo En La Epoca De Felipe I", v2 p.280.

 

[5] los quales Vistan sayos de quartos enforrados, et embotonados ; et non jubones en ninguna manera, nin calzas, salvo del pardillo de las guarnachas, nin alcorques, salvó Cuequas, et Zapatos con quatro dedos de Cuello, sobre el tobillo. 

Reformación del monasterio de Santa María de Nájera [1496]


[5b] Así lo reflejan algunas obras literarias, como esta novela pastoril, "El pastor de Filida", que retrata el "tosco" traje de los pastores de cabras, ropa cruda - esto es, sin teñir - y zapato grueso:
Así como iba trocada su fortuna, así lo iba su traje: camisa cruda llevaba y sayo pardo vaquero, caperuza de faldas y calzón de lienzo, polaina tosca y zapato gruesso, é intencionado de encubrir su suerte y guardar cabras y ovejas en la ribera del Tajo, 
Kastilianischer Hirt, pastor castellano, folio 20 del "Trachtenbuch" des Christoph Weiditz [1529]



Las jornadas de Monastir y el Caruan [1540]. Los tercios de Hungría y Sicilia en Berbería.

[que el dicho rey de Tunez] le importa y conviene tener y observar al dicho señor Emperador y a sus dichos succesores por singulares protectores y defensores de su estado

Capitulación entre Carlos V y el Rey de Túnez Muley Alhaçen, 5 de agosto de 1535 [AGS,PTR,Leg11.106,3]


siempre sera mejor la vezindad del rey de Tunez q será vasallo de Su Mad. necessariamente y de los moros que como de ovejas mansas se podrá hauer beneficio de su lana y leche y de quien nunca se podrá temer q no teniendo a los turcos por vezinos

Andrea Doria a Francisco de los Cobos, Mesina 23 de agosto de 1540

[AGS, E,1373, 117]


[Andrea Doria, capitán general de la mar] vino a la costa de África a la Goleta á concertarse con el Rey [de Túnez]. Y viéronse en un jardín de Almazar de hasta mil quinientos vecinos, puesto á la marina en el mismo edificio de Cartago, donde estuvieron cuatro ó cinco horas en que se capituló que Su Majestad hiciese un armada de cinco mil soldados españoles los cuales enviase en socorro del Rey, para cuya ayuda de costa el Rey se obligaba á dar ochenta mil ducados, y en señal de esto prometió de dar por rehenes un hijo suyo con otros hijos de los principales del Reino

Crónica del emperador Carlos V, por Alonso de Santa Cruz, 6ª parte, cap XIV [CroASC]


Infantería española en la jornada de Túnez [1535]. Cartón nº8 "Batalla en los pozos de Túnez" de la serie de cartones y tapices diseñados por Jan Cornelisz Vermeyen por encargo de María de Hungría, hermana de Carlos V y gobernadora de los Países Bajos, para conmemorar la toma de la plaza. 



La armada de Levante en el verano de 1540. Una armada para resistir

miedo me tengo que todo será dar en los broqueles y q el armada del año venidero será como fue la del presente por q  faltan los quatro elementos q son dineros y más dineros y tiempo y bastimentos

El proveedor general de las armadas de Levante, Francisco Duarte, a Francisco de Los Cobos, comendador mayor de León, del consejo de Estado, 3 de diciembre de 1539 [AGS, E-1372,152]


[en] la determinacion de los negocios tocantes a la armada [...] 

visto y tanteado por Su Magd. haziendo la quenta con su bolsa lo mandó disminuir 

Duarte a Los Cobos, 12 de febrero de 1540 [AGS, E497,043]



A pesar de que la idea que tenía el Emperador a finales de 1539 había sido formar una armada muy poderosa para realizar empresa contra el turco en que se hallara su persona, tanto Andrea Doria, capitán general de la mar - empleando a Francisco Duarte [Valenciennes, 25 enero] y a don Luis de Zúñiga como emisarios - como Fernando Gonzaga, virrey de Sicilia, que acudió en persona [Bruselas, 30 enero], dos servidores de la total confianza del monarca [0], le hicieron mudar el parecer en enero de 1540, hallándose Carlos en los Países Bajos para castigar a los causantes de la rebelión de Gante. 

Si el Emperador no recordaba el presupuesto de la armada que le habían enviado en octubre de 1539, para armar 35 galeras extraordinarias por seis meses y embarcar a 22.000 infantes, por importe de 854.000 escudos, Duarte y Gonzaga se lo recordaron:

Quanto a la armada su magestad se ha determinado que no se haga y es cierto lo que a su servicio convenia y en solo esto el s.or visorrey ha merescido mucho porque ha estorbado los gastos excesivos que en ella se pudieran hazer y no por eso estaran menos defendidos los rreynos de su magt

Juan Gallego a Francisco de Los Cobos, Terramunda [Roermond], 14 de febrero de 1540 [AGS, 497.18]


Añadiendo otro argumento contrario a la gran armada, los reinos, ciertamente, estaban agotados de las campañas pasadas:

El ayuda q esperavamos haver del señor virrey de Nápoles de bastimentos para esta jornada, sale en vano, porque resolutamente ha dicho al señor principe que no dara ni puede dar la menor cosa del mundo de quantas se le han ordenado por su magd, ni tiene un real para poderlo proveer  

El proveedor general de las armadas de Levante, Francisco Duarte, a Francisco de Los Cobos, comendador mayor de León, del consejo de Estado

Génova, 5 de abril de 1540 [AGS, E,1373]


Significativamente, las cantidades prestadas por los banqueros a Carlos V contra el tesoro de Castilla ese año de 1540 sumaron tan solo 366.100 ducados [Carlos V y sus banqueros p.234], mientras en 1539 habían sumado 842.334. El promedio para los años de empresa durante todo su reinado fue de algo más de 1.150.000 [Charles V, impresario of war].  

Por comparar, el año de 39 había gastado el Emperador 30.500 ducados a crédito comprando joyas con las que agasajar al rey de Francia para corresponder a regalos que recibió en su corte durante su pasaje por el reino, y asimismo hizo merced al duque de Alba de 12.000 para ayuda a sus gastos. 

Los gastos anuales de la casa del Emperador importaban más de 120.000 ducados al año sin contar viajes [AGS,E498.39,42] a los que había que añadir 36.000 para la despensa [AGS-·E-499.44]. Gonzaga percibía 3000 de sueldo, 8000 de ayuda de costa para su persona y otros 2000 para su mujer [AGS,E.498,91]. 

Todo ese enorme dispendio, a pesar de que al Emperador se le tenía por persona comedida, e incluso algo tacaña, pero lo cierto es que había muchos gastos que satisfacer, como los 15.000 ducados para la librea de los servidores de su casa, por ejemplo.

Además, si bien se habían hecho algunos preparativos en España, sobre todo, en lo que se refiere a bastimentos las dificultades assi de estar el tiempo tan adelante como del mal aparejo y falta de las caravelas y zabras, pan y otras cosas y otros argumentos de peso, convencieron al rey de España de rebajar sus pretensiones y dejar su proyecto de gran armada para otro año, y armar una más modesta de carácter meramente defensivo [AGS, E,497.169]. 

Los venecianos, que habían sido unos aliados fundamentales en la armada de 1538 [aportando 55 galeras en la batalla de Preveza] estaban, agotados, negociando una tregua con el turco. 

No todos los años se podía formar armada para ofensa de sus enemigos pero siempre debían armarse galeras para guarda de sus Reinos

1540 fue, pues, un año de entreguerras: no se luchó contra el turco - directamente - ni contra Francia, ni contra los príncipes alemanes, ni contra ningún estado italiano, y la rebelión de Gante fue castigada con la sola presencia de Carlos acompañado de 3.190 lansquenetes y cinco compañías de hombres de armas y archeros

A estos argumentos económicos y logísticos, le sumaron los de la honra: se arriesgaba Carlos a participar en una armada mal pertrechada y acondicionada con pérdida de reputación [AGS, E497,043]. 

La gran jornada de mar, que había de ser infausta para la corona, habría de esperar hasta 1541.

Había que reposar de vez en cuando.

 

Embarque de la armada de la jornada de Túnez en las playas de Barcelona [1535]. Detalle del tapiz nº2 de la serie de la Conquista de Túnez, de William de Pannemaker, basado en los cartones de Vermeyen. 

En febrero de 1540 Carlos V despachaba desde Gante a Fernando Gonzaga y a Francisco Duarte con título de proveedor general de la armada de Levante a Génova, para organizar la armada de ese año junto a Andrea Doria. Siguiendo el parecer del príncipe Doria, no sería una armada gruesa, para salir a enfrentarse al turco coaligados con los venecianos, sino para excusar el daño en los reinos, o sea, para evitar los ataques de corsarios que asolaban las costas del mediterráneo, especialmente Nápoles y Sicilia. para que desde ally se resista lo mas que fuere posible a las fuerças del común enemigo, y se estorue que no passe adelante a hazer dano en estos reynos.  Previsión que no se pudo cumplir, pues los turcos acabarían llegando ese año tan a poniente, que saquearían Gibraltar en septiembre [AGS, E, 497-130,132,161]. . 

De hecho, no se formó una armada que navegase conjuntamente, sino que cuatro grupos de galeras patrullaron los mares con el cometido de interceptar y apresar el mayor número posible de galeras, galeotas y fustas corsarias. 

En marzo de 1540 se comenzaron a aprestar las diversas "escuadras" [1a] de galeras de cada reino o asentista [llamadas galeras de particulares]: las de España [a cargo de don Bernardino de Mendoza, que debían partir en secreto en fin de março o principio de abril a mas tardar] las de Sicilia [a cargo de Berenguer de Requesens] y las de Nápoles [a cargo de García de Toledo, un capitán general de 26 años hijo del virrey], así como las del genovés Andrea Doria y otros capitanes particulares. 

De Málaga se debían enviar a Sicilia 1000 barriles de sardina anchovada y 300 de atún en conserva, además de 5000 picas y se proveyeron 60.000 ducados para comprar bastimentos para la armada, fundamentalmente bizcocho, del que se precisaban un total de 14.000 quintales. 

En mayo, juntó Andrea Doria diez galeras en Génova. En su su galeón y tres naves, embarcó al tercio de Hungría a cargo de Cristóbal de Morales [Liorna, 15 de mayo] y así, sacando aquellos hombres del Milanesado, se quitó un problema al marqués del Vasto pues no hazen otra cosa en Lombardía sino consumir alojamientos [AGS,E497,43]. 

Junto a estos, debían embarcarse 1500 infantes italianos a cargo del coronel Agostin Espínola, si bien se le había dado conducta para 2000. Estos soldados, que eran bisoños, serían buenos mezclados los unos con los otros, y además, tenían la ventaja, frente a los infantes españoles, de que si no son menester se pueden despedir y enviarlos a sus casas con facilidad, mientras que a los españoles había que darles navíos para enviarlos despedidos a España [AGS,E497,43].

El veinte de mayo se daban a la mar y  hacían viaje hasta Mesina, donde aportaban el 3 de junio. 

El 2 de junio, por su parte, había partido Juanetín Doria de Mesina con 22 galeras y la infantería del tercio de Sicilia embarcada en ellas, la vuelta de Cerdeña. Cristofín o Cristofano Doria con 10 galeras recorrió la costa de la Pulla [Puglia] en el reino de Nápoles. 

El 23 de junio juntadas las galeras de Andrea Doria con las de Sicilia y Rodas - un total de veinte galeras - partieron haciendo escala en Trapana [Trapani] para aprovisionarse, con rumbo a Túnez, donde el príncipe Doria se había de reunir con el rey de Túnez para acordar la empresa de Susa y Monastir, como queda reflejado por las citas que encabezan el artículo. 

Tras haber hecho escala en Tabarca y Bona, y hacer una aguada [tomar agua] regresaron a Sicilia el 22 de julio sin haber hecho ninguna facción considerable. Al mismo tiempo, Juanetín regresó a Sicilia.

Aquí, punto importante, Andrea Doria mandó pagar a toda [1b] la infantería que se había hallado embarcada, y reenvió de nuevo las escuadras. Las galeras, con mucha infantería embarcada, y a falta de naves de transporte, no podían navegar mucho más de un mes sin reabastecerse, cosa que limitaba las empresas de mar. 

Aunque los capitanes deseaban andar en tierras del enemigo siendo superiores disponiendo de más de 45 galeras, se desaconsejó la empresa porque podría ser ocasión que el enemigo siendo provocado armase una poderosa armada. Por lo tanto, se recomendaba que cesase el viaje y se goce el reposo quel enemigo ha dexado este año [AGS,E498.66]. 

Además, aún se tenían esperanzas de concluir un trato con Barbarroja, y no se quería arruinarlo. Por lo tanto, rebajadas las pretensiones, se volvió de nuevo a hacer labores de patrullaje. 

Doria repartió de nuevo las escuadras: Juanetín a Poniente con 17 galeras, don García a Levante con otras 17 - en cuyas galeras iba embarcado el tercio de Hungría - y Requesens a la costa de Túnez, con 13 galeras, quedando el príncipe en Mesina con 4 galeras para guarda del reino.    


Después de un verano corriendo los mares con suerte dispar, las diversas "escuadras" de galeras se juntaron de nuevo durante el mes de septiembre en Mesina, donde se embarcaron las compañías del tercio de Sicilia, Lombardía, y varias banderas del tercio de Nápoles que don García había traído en sus galeras. La infantería española estaba integrada por un total de veinticinco banderas, procedentes de Nápoles [6 del tercio], Sicilia [las 14] y Lombardía [las 5 del tercio de Hungrìa] a la que se sumó una coronelía italiana.

En Sicilia se aprestaron de nuevo las galeras, cargando bastimentos, pertrechos, artillería de asedio y de campaña - cañones y medios sacres - y municiones necesarios para una fuerza de desembarco.


Mientras, las 14 galeras de España a cargo de Bernardino de Mendoza- que había estado patrullando las costas de Cataluña, Mallorca, Ibiza,  tuvo aviso en Denia del saco de Gibraltar. Don Bernardino se lanzó con las 10 galeras que tenía en condiciones para dar caza a las galeras turcas, dándose la batalla el 1 de octubre frente a Alborán, mientras estos se dirigían a saquear Motril desde Vélez de la Gomera, venciéndoles y demostrando a todo el mundo que las galeras de España no comen el pan de balde [AGS, E, 468,90. ArchFron].


Como vemos, este verano estuvo recorriendo el Mediterráneo occidental una armada de patrullaje, de 65 galeras repartidas en escuadras para defensa de los reinos, que no pudo evitar el desembarco de una pequeña armada turca en Gibraltar. 

El mar era, sin duda, muy grande.



La armada de Levante en el otoño de 1540. En socorro de Muley Hasan, rey de Túnez

Tras el desastre de Castelnuovo en 1539 con la pérdida del malogrado tercio de Florencia o de Sarmiento, se realizó una campaña en el norte de África en coalición con el rey de Túnez, tributario de Carlos V, que pretendía arrebatar varias plazas de este reino en manos de los turcos, para retornarlas al control de Muley Hassan [o Hacén], y así liberarse de varias bases de corsarios otomanos y berberiscos en el mediterráneo occidental. 

No se pretendía tomar ninguna plaza y mantenerla bajo control directo de la corona, pues estas eran difíciles de defender y económicamente muy costosas de fortificar y sostener en el tiempo. 

Desde 1535 se había instaurado en Túnez una especie de protectorado, en la que el rey admitía un vasallaje del Emperador y sus sucesores, con el pago anual de 12.000 ducados y la entrega simbólica cada día de Santiago Apóstol de seis caballos y doce halcones entregados al alcaide de la Goleta. 

Quitar aquellos 'padrastros' a los turcos y entregarlos a Muley Hacén era quitarse la vecindad de los turcos de la Goleta, base fundamental para la defensa del mediterráneo occidental cristiano.

En septiembre, teniéndose bastante claro el engaño que Barbarroja había realizado en sus negociaciones y avisados por venecianos de que el turco no haría armada, pues se hallaba empeñado en su guerra con el Sophi de Persia, se dio permiso a Andrea Doria y el virrey de Sicilia que ejecutasen la empresa de los lugares q tienen turcos en Afryca [AGS,498.70] pero tanto el príncipe Doria como el virrey Gonzaga ya estaban preparando su armada desde agosto. 

Aguardar la ida y venida de correos entre Sicilia y los Países Bajos, las consultas, los largos despachos de los secretarios, etc, suponía perder tres semanas o  un mes, y los capitanes de Carlos debían ejercer cierta autonomía para que las cosas salieran adelante.

Aunque septiembre no era un mes propicio para echarse a la mar - lo normal era salir a alta mar desde abril a primeros de septiembre, aprovechando los veranos sin fuertes tormentas ni mala mar - ese año, después de navegar en busca y caza de los corsarios - Juanetín Doria logró capturar en Córcega a Dragut Arraez en la batalla de Girolata - se decidió lanzar una campaña terrestre en la costa oriental de lo que hoy es Túnez.

Además de apoyar a un quejoso rey de Túnez en la conquista de las tierras q tiene ocupadas los turcos  [AGS, 498,38] aprovechando que el Turco no había formado armada, se tenía a los soldados - en particular, a los del tercio de Sicilia y al de Hungría, como veremos - ocupados en campaña, bien fuera marítima, bien terrestre, y lejos de las tierras italianas patrimonio de los Habsburgo, no habiendo dinero para pagarles. A estos infantes no se les quería despedir, pues los soldados viejos eran el nervio del ejército y se querían conservar para futuras empresas, siendo los bisoños de ninguna utilidad. 

En principio el rey de Túnez aportaría 100.000 ducados para la empresa, según lo capitulado [1c], y si éste no pagaba toda la suma, y no había dinero con que pagarles, los soldados españoles estarían en una tierra extraña en que el motín les sería inútil.

que ha ordenado que la infanteria de los reynos de napoles y sicilia vaya a invernar a Bona para que se de algun descanso a aquellos Reynos

Relación de las cartas de Su Majestad a XVI de septiembre 1540 [AGS, E,498,21]


Según la propuesta del virrey de Sicilia, Ferrante de Gonzaga, a las compañías del tercio de su reino se les dejaría invernar en Berbería con pan, leña y vituallas, pero sin paga [2]. La idea de Carlos V era que invernasen en Bona [Annaba], una plaza norteafricana que se había ganado en 1535 y se estaba a punto de abandonar, y sumaba al tercio de Nápoles la presencia del de Sicilia. 

Sin desobedecer pero sin acatar al pie de la letra, sus virreyes y capitanes generales gestionaron el asunto como mejor les pareció: el de Nápoles consideró que era mejor convocar el parlamento para solicitar un servicio del reino con el que pagar la infantería [AGS.498.75].  

El virrey de Nápoles había encontrado para aquella primavera otra solución más imaginativa para sus apretadas cuentas, como fue ceder las tropas a Pablo III para que sometiese a los de Perugia, sosteniéndolas Su Santidad a su costa siendo capitaneadas por Pier Luigi Farnese, hijo natural del pontífice, pero la 'guerra de la sal' se había acabado demasiado rápido [2a]:

el señor virrey de Napoles havia ofrecido al Papa los iii U [3000] o iii U D [3500] ynfantes españoles que tenya en Pulla, para hacer la guerra contra la rebelion de Perosa, pagandolos Su Sa[ntida]d conforme a los capitulos y condiciones q sobre ello se han hecho, de que a V Sª se deve enviar copia. 

El proveedor general de las armadas, Francisco Duarte, a Francisco de Los Cobos, del consejo de estado

Génova, 29 de abril de 1540 AGS, E,1373


Esta política de dejar a las tropas 'sobrantes' alojadas fuera del territorio patrimonial correspondiente [Lombardía, Sicilia, Nápoles] era la que había motivado, en buena parte, que el tercio de Sarmiento quedase alojado en Castelnuovo el año anterior, en contra del pacto que se había establecido con la señoría de Venecia en el que se capituló que había de quedar dicha plaza bajo la custodia de la república marítima. Si del sacrificio de los de Sarmiento se había extraído alguna lección, desde luego, no era ninguna contraria a esta forma de alojar las tropas fuera de los reinos italianos.  


Capitulada con el rey de Túnez una campaña conjunta, en la que los soldados españoles serían la punta de lanza, y la artillería imperial la llave de las fortalezas costeras, se realizó una campaña en que los objetivos de ambos - imperiales y tunecinos - no siempre serían coincidentes. 

El rey de Túnez deseaba recuperar todas sus tierras, y Carlos solo querían limpiar la costa de bases turcas.

  

Retrato de Muley Ahmet, 'el infante mahamete' o Muley Hamida, hijo del rey de Túnez y sucesor en el trono, por Jan Cornelisz Vermeyen. Teniendo en cuenta que Muley Hasan tuvo 30 hijos varones, no es probable que fuera este príncipe el que quedara por rehén en prenda de los 100.000 ducados que debía pagar su padre por los dineros que son menester gastar por Su Majestd. en la empresa q se ha de hazer en Berbaría en favor del Rey de Túnez


En lo capitulado, Muley Hassan, se comprometía a pagar 100.000 ducados [AGS, GA, 22,85; ArchFro; Santa Cruz refiere 80.000] y dejaría varios rehenes, entre ellos un hijo, en prenda por el dinero que habría de pagar a cargo del virrey de Sicilia. Mientras que Carlos V aportaría la armada y un ejército de tierra de cinco mil hombres [CroASC]. Estos rehenes - un hijo del rey y tres hijos de señores principales - fueron transportados a La Goleta quedando a custodia de Francisco de Tovar. 

Yendo el ejército de la jornada  a cargo del virrey Gonzaga, y por capitán de la mar, el príncipe Andrea Doria - aunque de la correspondencia se puede deducir un "mando conjunto" - estaban don García de Toledo, capitán general de las galeras de Nápoles y las galeras asentadas [contratadas] con Andrea Doria - que iba con sus parientes a la par que capitanes: Juanetín, su sobrino heredero y lugarteniente y Antonio, Jorge y Cristóbal o Cristofin Doria - y otros asentistas como el conde de Anguilara, que aportaba cuatro galeras. 

Además había 4 galeras de la religión de Rodas [los caballeros de la orden de San Juan de Jerusalén, que tenían su sede en Trípoli, aún no eran conocidos por Malta] donde iban embarcados 200 caballeros, deseosos de contribuir a esta jornada contra sus rivales acérrimos en el Mediterráneo, los turcos.

Se necesitaban galeras para el combate, donde se podían embarcar 50 infantes en cada una de ellas, y naves donde iría el resto de la infantería, y en las cuales se transportaría el artillería, municiones, pertrechos y bastimentos necesarios para la empresa. A priori hacían falta tantas naves como compañías de infantería embarcadas, pero en este caso, se excusó embargar tantas naves y se apañaron con 15 galeones:

por q[ue] de invierno por causa de los fríos y aguas q[ue] suele q[ue] suele hazer es menester ponerse todos debaxo de cubierta. Y si fuese más de una compañía irían mal y no se podrían entretener por q[ue] siempre llevan envaraços y ocupación de mujeres y moços q[ue] no se pueden escusar

[AGS, E-468,138. ArchFro]

La armada en conjunto la componían 51 galeras, 15 galeones y más de 30 galeotas, fustas y bergantines y partió el 27 de septiembre de Trápana rumbo a las costas tunecinas.



La infantería de la jornada de Susa y Monastir

La infantería española que se embarcó para la jornada fue - redondeada - la que se detalla aquí:

los iii U [3000] ynfantes del Trº de sicilia qdaron a ynvernar en monestº / los i U D [1500] de napoles los volvimos a sus primeros alojamyºs / los i U [1000] ynfantes del Trº de Ungria los enbiamos aqui con fin q si fuessen menester en piamonte se syrviesse dellos el Sr marqs del gasto y sino q se passasen a españa despedidos

Francisco Duarte a Francisco de los Cobos, Génova, 26 de noviembre de 1540 [AGS, E1373.167]

Arcabuceros españoles en la jornada de Túnez [1535]. Cartón nº8 "Batalla en los pozos de Túnez". Si los tercios de infantería vieja eran el nervio del ejército, los arcabuceros viejos eran el nervio de los tercios.

En enero de 1540 se hacía cuenta que había 9000 infantes españoles en Italia: 3000 en Pulla [tercio de Nápoles], 3500 en Sicilia, 1000 en Lombardía y 1500 en Piamonte [AGS,E497,43].

A grosso modo, se contaba que 4000 de los 6000 infantes [realmente 5.500] fueran arcabuceros segund la deshorden q en esto ay de presente. Quizá, por ello en marzo se habían pedido se trajeran 5000 picas de la proveeduría de las armadas de Málaga, habiendo solo 500 picas de la munición en Sicilia. En un mes de campaña, se esperaba que los arcabuceros disparasen unos 100 tiros cada uno, y se había de embarcar la pólvora de arcabuz, plomo y mecha necesaria para tal efecto [AGS,E-468,135].

Se consideraba que la infantería debía embarcarse enteramente pagada del sueldo, para que no fueran de mala voluntad a jornada en invierno, con bastimento [bizcocho, vino, carne salada, habas, garbanzos, arroz, queso, atún, sardina anchovada, ajos, cebollas, aceite y vinagre] para dos meses, y un mes más de bizcocho embarcado en las naves por si la mala fortuna alargase de más la jornada. 


Tercio de Hungría [1000 hombres, 5 compañías]

Maestre de campo y capitán de una de las compañías: Cristóbal de Morales

Capitanes: 

  1. Cristóbal de Morales
  2. don Beltrán de Godoy
  3. Martín de Toro y Mercado
  4. don Juan de Guevara
  5. don Álvaro de Quesada 


Tercio de Sicilia [3000 hombres, 14 compañías]

Maestre de campo y capitán de una de las compañías: Álvaro de Sande

Capitanes: 

  1. Álvaro de Sande
  2. Luis de Rejón
  3. Rojas
  4. Francisco Pérez
  5. Francisco de Toledo
  6. Luis Bravo de Lagunas
  7. Pedro Valenciano
  8. Bernal Soler
  9. Diego de Vargas
  10. Gaspar Muñoz
  11. Pedro de Gamboa
  12.  Diego García de Paredes
  13. Álvaro Vivero
  14. Pedro de Zúñiga [ausente su capitán]


Banderas sueltas del tercio de Nápoles [1500 hombres en 6 banderas a cargo del maestre de campo Cristóbal de Morales]

Antonio de Barrientos [teniente de maestro de campo]

Capitanes: Alonso Vivas, compañía de arcabuceros. Resto no mencionado


Coronelía de Agustín Spinola [Entre 1000 y 1500 infantes]

Agustín Espínola había servido en la jornada de Túnez en 1535, con lo que tenía experiencia en Berbería. 

En 1541 repitió leva para la jornada de Argel, habiendo de recibir paga y media la infantería levantada en Génova para la empresa: media paga para llegar al puerto y paga entera para embarcarse [Tempête sur Alger, L'expédition de Charles-Quint en 1541].



En febrero de 1539, platicando Duarte con Gonzaga, razonaban que había de reformarse la infantería, quedando cuatro tercios de los cinco existentes [el de Málaga, cuyo maestre de campo era Juan de Vargas; el de Florencia, cuyo maestre de campo era Francisco de Sarmiento; el de Sicilia, cuyo maestre de campo era Álvaro de Sande; y el de Nápoles, a cargo de Sancho de Alarcón] reformados en dos y el de Lombardía en su territorio.

Sarmiento era el maestre de campo ideal, Vargas lleno de años y muy pesado para el dicho oficio, Sande de poca experiencia en cosas de guerra y Alarcón muy áspero y rígido en el castigar y maltratar a los soldados, además de reunirse en su persona algún entonamiento y presunción, aunque hombre muy suficiente y merecedor de toda honra. 

Informe de Francisco Duarte, 8 de febrero de 1539 [AGS, EST,LEG,1372,117]. Duarte refiere el parecer del virrey sobre los maestres de campo. De hecho, lo expresa como "el voto del señor don Fernando en esto (.: dize que Juan de Vargas por ser lleno de años [...]", pero puede que el resuelto proveedor añadiera palabras de su propia cosecha.


El tercio de Málaga integrado en el de Florencia, se consumió en la defensa de Castelnuovo en el verano de 1539, y tan solo quedaron dos tercios de los cuatro a reformar, el de Sande [Sicilia] y el de Alarcón [Nápoles], por lo que no se acometió una reforma más profunda.  



La jornada de Monastir

Tras hacer un viaje de tres días hasta la costa berberisca, el 30 de septiembre la armada echa anclas frente a Monesterio [Monastir] lugar de hasta dos mil vecinos, asentado en un llano, cercado de fértiles campos. La infantería desembarca el 5 de octubre, formando en cuatro escuadrones: uno con las banderas del tercio de Sicilia, otro con las del de Nápoles, otro con las del tercio de Hungría, al cual se juntan 200 caballeros hospitalarios, y el último de los mil italianos que en la flota iban

Mientras, el rey de Túnez partía de la antigua Cartago por tierra el cual traía hasta quince mil hombres de á pie y de á caballo e infinito número de camellos.  

Las tropas turcas y moras a cargo de "El Catalí" - renegado nacido Juan de Málaga - salieron de la ciudad a caballo, trabando escaramuza con los cristianos, sin llegar a estorbar el desembarco.

Aquí el capitán Mercado saltó en tierra con sus arcabuceros, y murió á lanzadas, que no esperó que desembarcasen todos, que fué junto á una torre, una milla de Monesterio [3] muriendo acompañado de cuatro o cinco soldados. 


Infante español es alanceado por un soldado a caballo moro o alárabe. Cartón nº8 "Batalla en los pozos de Túnez". A diferencia de otras empresas más cruentas, pocas bajas españolas hubo en estas jornadas de Berbería en 1540 


Como fuera, El Catalí se retiró a Monastir 'cercada de altos y fuertes muros' . La plaza fue abandonada, por la puerta de atrás, por sus tropas y él mismo durante la noche, acompañado de las mujeres, viejos, muchachos y niños, con todas las posesiones que pudieron, incluyendo esclavos y cautivos cristianos, a la vuelta del Caruan. Cuando los españoles lograron entrar a la plaza al día siguiente, apenas quedaba nadie: solo encontraron gente que no podía andar, algunos viejos que no habían podido huir, los cuales fueron muertos. 

Los soldados no obtuvieron ninguna ganancia en el saco, pues solo algunos tomaron algún lino y trigo y aceite, de que había gran copia. Aunque Berbería no era una tierra rica, los infantes siempre iban con la esperanza de tomar ropa, ganado y, sobre todo, cautivos, pero los hombres y mujeres caputurados debían ser jóvenes en edad de trabajar y servir para que tuvieran valor, y no ancianos. 

Tras reposar, la gente se tornó a embarcar para marchar a Susa, otra ciudad costera. Teniendo información de que había sido abandonada, se decidió enviar tan solo cinco galeras o seis y quinientos soldados. Al desembarcar las tropas, fueron repelidas por los defensores.

Al tener noticia de esto, Andrea Doria puso en marcha todas las galeras. Por el camino, se rindió Macometa o Mahometa [Hammanet] un lugar de mil vecinos [14 de octubre] - Luis Pérez de Vargas refiere que lo hicieron al ver las velas de las galeras cristianas - y los defensores de Susa volvieron a abandonar la plaza, aplicando el sano principio de "soldado que huye, vive para otra guerra", ocupándola los 500 españoles, que la entregaron al rey de Túnez. 

La toma de Calibia [Kélibia] - de difícil desembarco - se dejaba para la primavera siguiente, mientras que la de Constantina, Tajora [Tajura] y Los Gelves [Djerba] para el agosto de 1541, teniendo la armada escasez de bastimentos [7] y la toma del Caruan, se postergaba para septiembre del 41.

Reunidos en consulta Muley Hassan con Doria y Gonzaga, el rey de Túnez les propuso ir a sitiar Caruan [Cairúan], una ciudad muy grande y muy rica, pero como se hallaba metida dos jornadas en tierra  -  a 55 kms - y no tenían buen puerto donde dejar la armada, le dieron largas en la asistencia en la empresa.  

Los generales italianos, decidieron, por contra, ir a tomar los Alfaques o Esfacos [Sfax] pequeña ciudad que tiene como seyscientas casas pobladas [...] y fuerte por la parte de la mar,  por los bajíos grandes del agua que llámanse caños, á causa de los cuales no podían las galeras acostarse á una milla del lugar. 

Marchando Doria con parte de las galeras y 3000 hombres, se desembarcó para reconocer la plaza, acompañado del capitán Juan de Guevara del tercio de Hungría, que iba armado con espada y rodela, y por algunos soldados. Saliendo los moros a por ellos, Guevara y los suyos lograron defenderse, repeliendo el ataque. 

Doria dio orden, al día siguiente, de desembarcar seis cañones para dar batería a la plaza, lo que provocó que los de la ciudad se ofrecieran a rendirla entregando sesenta mil doblas [o 70.000 ducados, según Santa Cruz; CroALS] como rescate y a todos los cautivos cristianos que tenían en su poder. Recibiendo Doria 8000 doblas junto la libertad de 38 cautivos, el genovés decidió, puesto que sobre el repartir del dinero hubo cierto motín entre la gente, dividirlo entre los hombres poniendo a todos en mucho sosiego. Con ese gesto, Doria repartió una suma nada desdeñable y se ganó a la infantería española. 

La plaza de los Alfaques se consignó al rey de Túnez, y en su castillo entraron soldados de dicho rey.

También los Querques o Querquenes [Islas Kerkennah] y la ciudad de África [Mahdia] teniendo noticia de la suerte de las otras plazas se rindieron al rey de Túnez. 

Mapa detallando las plazas más importantes para la jornada. En rojo: bases españolas. En verde, plazas recuperadas para el rey de Túnez. En amarillo, plazas desobedientes al rey Muley Hassan. En violeta, la plaza de Tabarca, propiedad de Carlos V pero arrendada a los genoveses que tenían un fuerte allí.


Habiendo sido 'pacificadas' aquellas tierras, se ordenó que el tercio de Sicilia se quedase a pasar la hibernada en Monestir. 

Dejándoles seis piezas de artillería - seis medios sacres - municiones y bastimentos - entre ellas, unos 2000 quintales de bizcocho - las 14 compañías se quedaron en tierras africanas, partiendo la armada el 30 [o 31] de octubre para que las galeras hibernasen también, pero en puertos seguros de Italia. 

El rey de Túnez debía proporcionar pan, carne, aceite y legumbres a la infantería española. Además, Gonzaga se comprometía a enviar 2000 quintales de bizcocho; a dos libras de bizcocho de ración al día, en quintales de 150 libras, peso de Sicilia, esa era ración para tan solo 50 días, apenas los suficiente para llegar a vísperas de Navidad.

El compromiso del virrey con los del tercio de Sicilia fue que el 20 de marzo de 1541 las galeras de Sicilia, junto a las del cargo de Antonio Doria y las de la Religión de Rodas, formasen armada para tomar la Calibia, embarcándose la infantería que quedaba en Monastir en varias naves que acompañasen las galeras. 

Habían, pues de pasar, al menos cinco meses en aquella plaza. 


Don García de Toledo desembarcó en Nápoles las 6 compañías del tercio del Reino, y al tercio de Hungría lo llevó el mismo Doria a Génova:

dexaron con el Rey de Túnez las catorze banderas del terçio de Siçilia; y las cinco banderas de Ungría embiaron a desenbarcar en Liorna para que de allí se vayan a Lombardía; y al reyno de Nápoles embiaron las que de allí havian venido

Luis Pérez de Vargas a Carlos V, 17 de noviembre, Palermo [transcripción del equipo del profesor Emilio Solà: Archivo de la Frontera]


Las bajas de esta jornada fueron mínimas, unos pocos hombres, entre ellos, el capitán Martín de Toro y Mercado del tercio de Hungría, caballero de Zamora del que se dice había sido paje del emperador [4], pues, como se ha podido ver, las escaramuzas no fueron de importancia, y las plazas se tomaron básicamente con la amenaza de la propia presencia, rendidos los moros y alárabes sin demasiada oposición, quizá ya acostumbrados al cambio de señoríos entre tunecinos, españoles y turcos. 


El tercio de Sicilia en la jornada del Caruan

Jinete árabe, o 'alárabe' que dirían los españoles de 1540, montado a la jineta, cesto es, con brida corta y silla de arzones bajos, armado con lanza y adarga. 



Ya sabéis como de ordinario en la infanteria española hay más arcabucería que piquería [...] de manera que, guarnecido el escuadrón y hechas las cuatro mangas sobrará mucha arcabucería; donde os parece que se debe poner la tal arcabucería que sobrase, de manera que estuviese segura de la caballería enemiga; pues acontece muchas veces hacer guerra en Berbería, donde tanta caballería tienen los enemigos, y nosotros poca o ninguna.
Espejo y disciplina militar, por el maestre de campo Francisco de Valdes [1596; 1ªEd 1578]


Los alárabes que llegan a Túnez y Tremecen son muy nobles [...] Las armas que usan a caballo son alfanje, adarga y lanza muy larga, que como cabalgan todos a la jineta cumple ir a la ligera. También tienen arcos y ballestas, y aún escopetas, corazas y bacinetes. Los mejores hombres de guerra en Berbería son alárabes. Acometen con mayor denuedo que concierto, y haciendo siempre alaracas. Huyen para de nuevo acometer y así suelen presto desbaratar a los enemigos

[...]

Los moros son antiquísimos en Berbería [...] Con cristianos que van armados, no se pueden ellos igualar, yendo desnudos. Arco y flecha es su arma en general. Pelean siempre a pie, y pocos andan a caballo, y así son maltratados de los señores”

Guerras de mar del Emperador Carlos V, Francisco López de Gomara


Esta simplificación que hacía Gomara de alárabes, beduinos nómadas que combatían a caballo con agilidad, y moros, bereberes urbanitas que carecían de caballos y por lo tanto combatían a pie, si bien no es muy precisa, y aún los españoles reconocían la existencia de moros alárabes, esto es, tribus bereberes arabizadas, y de moros que eran grandísimos jinetes, da una idea de los aliados y enemigos que se encontraron los españoles en 1540.

La realidad socio política era muchísimo más compleja. 

El rey Muley Hassan viciossísimo, sucio en las torpezas de la carne en todo genero, aunque apoyado por los ulemas de Túnez, era tenido por sus súbditos por cruel e impío, y de hecho, en varias plazas tomadas por la armada de Doria, los habitantes dijeron preferir ser vasallos de Carlos V que del rey Túnez. 

El Caruan, por contra, estaba gobernado por Sidi Arfa o Cidi Arfa, un morabito, líder de la cofradía de los Chabbïa, que, además del prestigio religioso, llegando a reunir 4400 peregrinos en una 'hadhra' o asamblea, tenía crédito como líder político, no respondiendo ni ante turcos - a los que había logrado expulsar en 1538 - ni ante cristianos, como hacía el rey de Túnez con el emperador. 

El Caruan, además, había acogido a cientos de exiliados tunecinos, cuando en 1535, Carlos V había tomado Túnez para entregarlo al rey, construyendo la fortaleza de La Goleta - que quedaba en manos del rey de España - e imponiendo una suerte de protectorado.

Porq arriba de Tunez camino de tres dias esta la ciudad de Caruena, ciudad muy venerada por la deuoción q la gente tiene a vn muy antiguo templo q alli ay, cuyos sacerdotes son tenidos por muy sanctos

Historia general de todas las cosas succedidas en el mundo en estos 50 anos de nuestro tiempo. Pablo Jovio


Y así dice que es ido el rey allá a tratar con un moro que está en el Qairuán que se llama Çidi Arfa, que lo tienen los moros todos de esta tierra por santo. Y por esta causa tiene más parte en aquella tierra y en toda esta comarca, más que el rey ni ninguno.

Don Francisco de Tovar a Carlos V,  abril de 1538. [AGS, GA, 13.91; ArchFron]




Por otro lado, las diferentes tribus árabes o bereberes arabizadas, que podían movilizar a 200, 500, 1000, o incluso hasta 2700 guerreros, y que constituían el grueso del ejército del rey, mantenían intereses individuales, que oscilaban con el devenir de los acontecimientos. 
Y en cada tribu podría haber fracciones lideradas por  jeques que tuvieran sus intereses personales: los 1400 guerreros de los Ouled Melhel, estaban divididos entre seis jeques  [Informe de Bernardino de Mendoza de 1536 ;AGS,E463.En Documents inédits]. Algunos eran parientes de Muley Hassan, otros podían haber sido agraviados por éste en el pasado, guardándole más rencor que estima.

Las lealtades, pues, no eran del todo firmes entre las filas del rey de Túnez. 

El rey de Túnez a caballo seguido por soldados de caballería y soldado a pie. Nótense las lanzas "bimbrantes" de estos caballeros, de mucha flexibilidad, que podían herir por las dos puntas. Los árabes eran conocidos por su destreza en el uso de estas armas a caballo. Códice de trajes de 1547, BNE



Había muchos hombres deseosos de combatir por el rey por la promesa del despojo, la posibilidad de la presa de cautivos, o el sueño del saco del Caruan, y por contra también había muchos deseosos de combatir a los cristianos, así como romper el campo del rey y obtener también despojos y cautivos. 

Los soldados de caballería del rey de Túnez venían a cobrar poco más de una dobla, más o menos un ducado, mientras que un arcabuz podía costar en Italia 4 o 5 ducados, y en Berbería, bastante más al no fabricarse en cantidad [5] ni importarse - en teoría - más que los que traían los turcos [6]. Un cautivo cristiano podía valer como esclavo una cantidad considerable, pero rescatado por los cristianos, se podían llegar a obtener por ellos de 30 o 40 escudos, siendo pobres soldados y miserables [AGS,468.136 ArchFro]. Tratándose de oficiales se podían pedir por ellos 120 o 150 ducados o incluso más. Fuera por el despojo o la presa, o por el sentido de guerra santa, enfrentarse a cristianos siempre tenía un valor añadido al normal de la guerra en el norte de África.


En estos mimbres africanos, quedó Álvaro de Sande con su tercio alojado en Monastir, separado de Sicilia por tres o cuatro días de navegación, y en teórico servicio del rey de Túnez.

Fuera por los 20.000 ducados que podía pagar el Caruan de tributo, fuera por animadversión personal contra el morabito, que pretendía extender su congregación por otras comarcas - el rey llegó a pensar, según le confesó a Luis del Mármol Carvajal, que pretendía ser rey y señor de todo Túnez - el Caruan era la presa que ansiaba Muley Hassan y deseaba tomarlo para pacificar su reino y vengarse de sus enemigos


Álvaro de Sande se quedó en Monasterio con instrucciones del virrey Gonzaga de lo que debía de hacer durante su estancia - de las que tengo mención, pero no copia - así como de la relación que debía mantener con el rey de Túnez. Evidentemente, nadie en el bando imperial era tan ingenuo como para dejarle ordenado a un capitán que cumpliera a rajatabla órdenes del rey norteafricano, pero sí se le encomendaba guardar y proteger la persona de Muley Hassan, así como subyugar a sus vasallos.

La comunicación entre Sande y el rey se haría a través de algunos "lenguas", o intérpretes, habiendo numerosos andalusíes en la corte del rey que hablaban y escribían en perfecto castellano, así como tunecinos que habrían tenido la oportunidad los cinco años anteriores de haber aprendido el idioma en contacto con los españoles de la Goleta, en especial, los servidores que trabajaban allí en las obras de defensa. En la Goleta también había algún español que hablaba perfecta "algarabía", pero es menos probable que entre las tropas de Sande hubiera alguno.


El Rey vino á 10 millas de Monesterio, y otro dia dijo á los cristianos que lo que tenia lo debía al Emperador, y que creía que ellos le habían de cobrar lo que restaba, y que ahora ganarían mucho dinero en Carban, y cautivos, etcétera, y que él seria primero. 

Relación de Millan de Ariego Aragonés que se halló en todo esto. en CoDoIn v.112


Parece descartado que a Sande se le encomendase específicamente la asistencia al rey en la empresa del Caruan, a tenor de las instrucciones que el virrey de Sicilia le encomendó a Pedro de Zúñiga, en Palermo el 18 de noviembre, enviado ante Carlos V para ponerle al día de los eventos del año y otros asuntos de su gobierno [7]. 

El virrey explicaba en su instrucción los planes para el año venidero: en la primavera se tomaría la Calibia, y los Gelves en agosto de 1541; a primeros de septiembre se desembarcarían las tropas para la jornada del Caruan, quedando la armada en Monestir. El virrey veía tan segura la empresa que se atrevía a sugerir que con las ganancias se podría llegar a pagar el tercio de Nápoles, quizá una sugerencia optimista que buscaba la implicación del virrey Toledo en la empresa tunecina. Por tomar Calibia, los Gelves, Tadjoura, Constantina y el Caruan, el rey de Túnez se comprometía a pagar otras 60.000 doblas, descontándose dinero por cada plaza no tomada [8].


Fuera lo que fuese que tenía ordenado Sande, fueron los enemigos del rey los que vinieron a Monastir y forzaron la acción del tercio de Sicilia.  

El  jueves 11 de noviembre de 1540, unos 3000 hombres del tercio de Sicilia se juntaron con las tropas del rey de Túnez a 7 millas de Monastir para marchar sobre el Caruan. En la villa quedaba el capitán Gaspar Muñoz con el comisario Ortiz y el pagador Hermoselle, con multitud de mugeres y moços y todos los soldados y obra de cien soldados sanos q piadosamente puedo dezir q por quedarse con sus putas se habían aquí quedado.  

Sande contaba con seis piezas de artillería, seis medios sacres [9]. 
Los medios sacres de esta época podían tirar pelota de 2, 3 o 4 libras, pudiendo pesar de 8 a 10 quintales [de 368 a 460 kgs].  Un medio sacre de pelota de 4 libras, necesitaba 3 libras de pólvora por tiro. 
No eran piezas ligeras, y. como sus hermanos mayores, podían acompañar a las piezas de asedio - cañones, medios cañones y falconetes - disparando contra la artillería de la plaza asediada, con alcances de unos quinientos pasos [Collado, 1586/1592] pero en este caso, aunque en la armada se hubieran transportado para contribuir a tomar las cinco plazas costeras, iban a ser usadas como piezas de campaña. 

El rey de Túnez iba acompañado de su corte, moros de Túnez y alárabes a caballo de los jeques de las tribus nómadas. Además, en su bagaje, había gran número de camellos con mujeres e hijos, pues era costumbre de los beduinos ir con su familia al combate. Un mes antes, en el campo del rey frente a Mahometa se habían contado 15.000 caballos y 8000 camellos o dromedarios para el bagaje.  

Al día siguiente, viernes, día de San Millán, comenzaron a caminar juntos, el campo del rey y el de los españoles, con el bagaje de los españoles junto al bagaje del rey, y a una milla de un lugar que se dice  Xamel [Djemmal o Jemmal] hallaron el campo de Cidi Arfa. dirigido nominalmente por uno de sus hijos, pero gobernado de facto por un renegado llamado Cachazo, hijo de un carnicero de Málaga.

Los de Caruan traían unos 10.000 hombres a caballo, moros y alárabes, entre los que había 300 o 400 escopeteros turcos a caballo capitaneados por el que había sido caíd de Monastir. 

Los hombres de Sande, que se hallaban sobre una ladera, se pusieron en escuadrón dispuestos a dar la batalla, con sus mangas de arcabucería en las esquinas. A su mano derecha de Sande se situó el rey de Túnez con los de su corte y moros de Túnez y algunos jeques, parientes del rey con sus caballos árabes. A la derecha del rey, Sande dispuso los seis medios sacres. A la izquierda del escuadrón de infantería española, hacia un monte, se colocaron el resto de caballos árabes del rey de Túnez. 

Y hecho esto, se puso un altar en medio del esquadron, y se dixo una misa la qual todos oyeron muy deuotamente / y por hauer avido no sé que palabras algunos capitanes unos con otros se abraçaron todos y se perdonaron / Asimysmo todos los soldados las pendencias q tenian / y de una pica se hizo una cruz + la qual tomo un clerigo para yr delante del esquadron

Jerónimo Ortiz, comisario de la gente de Monestir a Francisco Duarte, 16 de noviembre de 1540 [AGS,E1373.182]

Religioso empuñando un estandarte con Cristo crucificado, detalle del tapiz Toma de la plaza de Hulst en 1596. Aunque no todos los soldados fueran piadosos, y no pocos llevasen una vida desordenada, muchos buscaban la confesión y el perdón por sus pecados durante los días previos o la víspera de una batalla cierta, por el temo de morir en pecado mortal. El hecho concreto vivido en esta jornada de que los capitanes y soldados se perdonasen entre sí por peleas del pasado, indica que también querían dejar solventados sus asuntos terrenales enfrentándose a una posible muerte. La misa y el clérigo enarbolando la cruz, sin duda infundiría ánimo en los combatientes, aunque, paradójicamente, combatiesen al lado de infieles, en una guerra que podría resultarles algo ajena. 


Hechos este ceremonial, y reconciliados los soldados y oficiales del tercio, con ánimos renovados, se comenzó a avanzar hacía los del Caruan. Tanto el rey a la diestra, como el resto de árabes a la izquierda, avanzaban, pero, según Jerónimo Ortiz, no sé con que anymo pues ellos se quedavan atras.

En este punto, algunos moros de a caballo del Caruan cargaron contra la parte del rey, pero tirando los seis medios sacres contra ellos y matando algunos de ellos, los atacantes se desbarataron y se pusieron en huyda

En este punto, el rey de Túnez dio orden a su caballería de cargar, y se lanzó contra los del Caruan que se ponían en huida. Muchos de los que iban con el rey se pararon a desvalijar a los que iban tomando, mientras los que se hallaban a la izquierda del escuadrón de los españoles se quedaron inmóviles.

En este punto, viendo el desorden que se había formado entre la caballería del rey, a los del Caruan, que dijimos eran unos 10.000 - a los que habría que descontar los moros que desbarató la artillería - se les sumaron otros 8.000 o 10.000 más que habían estado en celada - escondidos tras unos montes - y dieron una carga sobre los del Rey. Tanto el Rey, como los de su corte, como los árabes, se pusieron en huida, siendo perseguidos por los del Caruan y abandonando el bagaje de los españoles.

En el bagaje estaba María de Montano, una mujer de armas tomar, que repartió picas entre los 300 mozos del bagaje, defendiendo la vida y las propiedades de sus amos frente a 500 moros a caballo. Gracias a esta hazaña, Montano gozó plaza y sueldo de soldado.

Aquí, el maestro de campo Álvaro de Sande ordenó algo muy particular: envío a los capitanes Diego García de Paredes y Rojas con 500 arcabuceros a recoger bestiamen menudo [seguramente ovejas, carneros y cabras] que habían quedado en la campaña. 

Soldados españoles conduciendo ganado tomado en Túnez, 1535. Cartón nº10 de la serie la conquista de túnez, titulado "Saqueo de Túnez". Vermeyen. Museo histórico de arte, Viena.


Paredes y Rojas bajaron tanto a lo llano, que el escuadrón hubo de marchar detrás para socorrerlos, para hacerles espaldas y que los enemigos no los desbaratasen, pues perdidos estos quinientos arcabuzeros se tiene pensamiento q se perdiera todo el campo.

Aunque juzguemos esta orden fuera de toda lógica, es posible que Sande, pensando en atrincherarse en Jammel, considerase que la captura de aquellos animales fuera necesaria para los días venideros, o quizá simplemente vio la oportunidad de conseguir algo de despojo. 
El caso es que los del Caruan pusieron fuego a Jamel, y Sande ordenó retirarse a Monastir, tomando el bagaje de su tercio abandonado por el rey y los seis medios sacres.

Ordenando el escuadrón, y metiendo el bagaje - que incluía tiendas, armas de respeto [picas] y herramientas [palas y azadas]  y artillería en el centro, les quedaban unos 20 quilómetros por delante, hasta llegar a Moastir donde había quedado Gaspar Muñoz con el resto de la gente. 

No está claro que cantidad de caballos del Carúan se dio a la caza del rey, y cuantos quedaron en el campo de batalla, pero el escuadrón comenzó a ser seguido por la caballería árabe.

En las hileras externas del escuadrón formaban los coseletes, armados con armas defensivas y picas de 25 o 26 palmos, y en las primeras hileras, llamadas de los capitanes, se juntaban los mejores soldados y los que iban mejor armados, muchos soldados particulares o de las escuadras de los capitanes. Pero estos iban, aquel día, retirándose el escuadrón, en la parte que no miraba al enemigo.

Escuadrón de infantería española se defiende de l ataque de la caballería bereber o árabe. Tapiz 4º Ataque a la Goleta.  



Una cosa era plantar el escuadrón frente a la caballería enemiga, y otra, retirarse. Los árabes, iban cargando el escuadrón frontalmente por la retaguardia sin temor de los arcabuzes. En la retaguardia se hallaba el capitán Luis Rejón, encargado de liderarla.

Cuatro o cinco hileras de la retaguardia se detuvieron a pelear, pero el resto del escuadrón caminaron todos delante y quedo abierto el esquadron más de tres o quatro picas en luengo. Los árabes  rompieron la retaguardia y deshicieron estas cuatro hileras de los coseletes, entrando dentro del escuadrón. Sande, que se hallaba en vanguardia, pasó detrás junto a algunos capitanes y algunos buenos soldados, y reorganizó la retaguardia, consiguiendo rehacer le orden y rechazar la caballería árabe. 

Según la crónica de Prudencio de Sandoval, fueron los soldados Cristóbal de la Fuente, de la compañía de Juan del Río, y Pedro Bernardo de Quirós, asturiano, de la compañía de Luis Bravo de Lagunas, quienes hicieron dar la vuelta al resto del escuadrón: ¿Dónde vais, señores; qué caballos lleváis para huir, ó qué castillo en que os acoger?. 

Fueran estas o no las palabras literales, quizá el desespero de verse perdidos aguzase el ingenio y espolease la rabia, el escuadrón se rehizo e hizo frente al enemigo, cosa, que no solo salvó a las tres o cuatro hileras que se perdían, sino a todo el tercio. 

Jerónimo Ortiz, comisario del tercio, consideró que si los enemigos hubieran cargado por los flancos, les hubieran roto, pero no lo hicieron. El escuadrón reordenado, con Sande siempre en retaguardia, prosiguió su marcha, con la caballería enemiga picando - o sea, acosando, pero sin cargar en masa - todo el día y disparando su escopetería, y los españoles respondiendo con sus arcabuces. 

Así prosiguió la marcha el escuadrón, sin volverse a desordenar, hasta que, a 3 millas de Monastir, llegó la noche y los alárabes, moros y turcos se retiraron. Sande continuó la marcha. Dos horas después de anochecer, comenzaron a llegar a Monastir algunos soldados heridos y el bagaje [y] mucho bestiame que habían recogido.

y viniéronse retirando hasta Monestir, desde las nueve hasta puesto el sol, dia de San Millan

Atendidos los más de cien heridos por el médico del tercio, vio que eran heridos todos descopetas y los mas de la cintura abaxo / y segund me dize el dottor no moriran X o XII dellos

Escopeteros a caballo. Tapiz 4ª Ataque a la Goleta. Detalle


 
El maestro de campo con el tercio se alojó en campaña, y no caminó a Monastir hasta el día siguiente, pero por el camino amanescieron algunos cavallos de los enemigos a recoger el bestiame y andando algunos soldados desmandados los alancearon muriendo dos y siendo presos otros dos. 

Hallando descanso en Monastir, tuvieron una noticia por un espía turco renegado de que los turcos y moros se pelan las barbas de como tan poca gente se escaparon de sus manos

Parece que en la retirada murieron tan solo unos 20 soldados.  

Mientras, el rey, con la mayoría de su ejército, se retiró a Susa - donde llegó el viernes de la batalla - partiendo a Túnez con 10 0 12 de su corte, temiendo no se le rebelasen sus súbditos. 

Algunos del campo del rey parece que no tuvieron tanta suerte en su huida:

Aquel dia se empantanaron grande número de camellos, empantanados con las moras y sus hijos encima, y otros muchos ganados de vacas y ovejas, y muchos moros, y todos murieron allí. Este pantano estará una legua de Monesterio, dejando entre él y Monesterio los olivares; terna en largo dos leguas, y en ancho más de media legua, y de agua dulce, y también de la de la mar cuando hay fortuna, y de agua llovediza, y es un cieno muy pegajoso. 


Lecciones de la retirada 

Aún más, yo creo sería bueno, en cada esquina del escuadrón emplazar una buena manga de mosquetería, la cual serviría para tirar de flanco en cualquier dirección, como los caballeros o traveses hacen a la cortina de una fortificación, de manera que una bien encuadrada batalla o escuadrón de picas, bien mezclada con tiradores, y con mangas de mosqueteros en las esquinas, parecerá un castillo con sus cortinas, caballeros y fosos [...] lo cual fue bien visto en la jornada del Caruan, donde Don Alvaro  de Sande, con 4000 españoles, soldados de infantería de gran valor, hizo una valiente famosa retirada, por espacio de 4 o 5 millas en campo abierto, siendo acosado y cargado por Cydearga, rey de los Moros, con cerca de veinte mil caballos, al menos cinco o seis veces, con la perdida de solo 80 hombres suyos, y la muerte de siete u ochocientos del enemigo. Lo cual es un galante ejemplo de lo que bravos infantes pueden hacer, siendo conducidos por un buen jefe [10]


Robert  Barret copiaba a François de La Noue en sus Discours politiques et militaires, publicados en 1587. En un razonamiento de como dos mil quinientos coseletes y mil quinientos arcabuceros se pueden retirar tres leguas francesas en campaña rasa ante diez mil lanzas, De La Noue, que estuvo preso por los españoles en Limburgo durante cinco años - tiempo que aprovechó para escribir sus discursos - recogió este episodio como ejemplo perfecto de retirada.


Amén de ser una lección para sus coetáneos, de la retirada podemos extraer varias lecciones muy positivas:


Una retirada era un momento crítico para un ejército o trozo de ejército. Mantener la formación cerrada era vital, pues de otra manera, la caballería árabe hubiera dado caza individual a cada soldado, que de carecer del pie firme del escuadrón, no podría defenderse, sino es uno contra uno y llevando las de perder. 
El tercio de Sande logró, por espacio de varias horas, mantener la formación cerrada, y poder caminar.
Aunque hubo una cierta descoordinación, pues las cuatro o cinco hileras postreras se pararon para defenderse del ataque y el resto del escuadrón continuó caminando, separándose la distancia de tres o cuatro picas, y las hileras se desordenaron al penetrar en ellas la caballería árabe, el error se subsanó.
Se logró mantener con vida a la mayoría de heridos. Si no es bastante claro lo que dice Jerónimo Ortiz, la relación de Duarte es más clara: y fueron heridos hasta LXXX en las piernas todos descopetas. Las heridas en las piernas implica que en algún momento los tuvieron que cargar o ayudar. El doctor del tercio, que se hallaba en Monastir, informa que 10 o 12 de ellos habían de morir por sus heridas. Pero aún así llegaron a Monastir, lo que prueba que fueron auxiliados, y no abandonados en el campo de batalla.


Por contra, se produjeron ciertos errores:

Sande y los capitanes – la mayoría de ellos – deberían haber estado en retaguardia. O, mejor dicho, el escuadrón debería haber caminado con el orden cambiado: las hileras de los capitanes y soldados particulares, que normalmente se ponen en la frente del escuadrón, deberían haber ocupado la retaguardia, pues los mejores soldados han de estar donde hacer frente al enemigo. Evidentemente, se supone que cada lado del escuadrón debería ser capaz de rechazar un ataque, pero lo cierto es que siempre se organizaban así: los mejores a la frente. En todo caso, se subsanó el error, y el capitán Luis Rejón, se vio acompañado por Sande y otros capitanes y "buenos soldados" que vinieron a reforzar la retaguardia.
Por alguna razón, cuando el rey comenzó su huida, el maestre de campo ordenó a quinientos arcabuceros, con los capitanes Paredes y Rojas -  1/6 parte de la fuerza – a recoger bestiamen menudo, seguramente cabras y ovejas. No eran pocos los soldados que se desmandaban para tomar despojos o saquear el bagaje, pero, dedicarse a tomar animales, que además supondrían un embarazo para la marcha del escuadrón, escapa a toda lógica, y nos obliga a un esfuerzo de empatía para ponernos en la cabeza de aquellos hombres: el hambre y la escasez es mala consejera.

Hay también algunos puntos a destacar, que evidencian el código militar de la época:

El escuadrón conduce su artillería y bagaje de regreso a Monastir. Ni se abandonan los seis medios sacres, ni sus armas de respeto, ni las tiendas, ni sus herramientas, propiedad del rey, ni, por supuesto, los camellos que las cargan, aunque sí se perdieron "algunas picas, palas y açadas y otras cosas desta calidad, q hauian llevado para el campo". Banderas, vidas y bagaje, no siempre por ese orden, eran lo más importante.
Se insiste mucho en la toma de bestiamen; el ganado era parte importante del botín, y, en Berbería, muchas veces lo único que se conseguía. En los presidios de África el fruto de las cabalgadas contra los aduares de tribus hostiles era una parte considerable del sobresueldo que los soldados podían obtener. Que los de Sande, que eran un tercio italiano, pudieran estar imbuidos de esta lógica, pone de relieve la importancia de ciertas costumbres de guerra no escritas que condicionaban la actuación, no solo de los soldados, sino de la oficialidad.

Hay hechos curiosos, que nos dan idea de cierta moral militar y moral de la época:

La misa, el clérigo portando la cruz, y el perdón entre oficiales y soldados por riñas y pendencias del pasado, muestran como la religión era algo muy importante, y como las amenazas externas facilitaban la cohesión de grupo, así como el deseo de morir en paz, con uno mismo y con los demás, llegado el caso.
Respecto a los cien soldados sanos q piadosamente puedo dezir q por quedarse con sus putas se habían aquí quedado, que con irónica prosa refiere Ortiz habían permanecido en Monastir con el capitán Gaspar Muñoz, no es seguro que certifiquen el escaqueo de los "chorrilleros", sino quizá cierta malicia frente a unos soldados que, con toda probabilidad, habían quedado para guardar y asegurar la plaza.   
La multitud de mujeres y mozos que había en Monastir, ratifica lo que decían de que los soldados siempre llevan envaraços y ocupación de mujeres y moços q[ue] no se pueden escusar. Incluso en las armadas, cuando, en teoría, se procuraba impedir que los soldados llevasen mujeres y servidores.
Curiosamente, cuarenta años después, los soldados españoles que se hallaban en Flandes rememoraban una hazaña que, por edad, debían haber recogido como tradición oral, y la compartían con enemigos capturados. 

Cabe destacar que la mayoría de heridos que llegaron a Monastir, donde fueron atendidos por el doctor del tercio, eran heridos de escopeta, y la mayoría, en las piernas. Esto, vendría a demostrar dos cosas, que, aunque evidentes, vale la pena exponer:

Soldados herido transportado en "camilla". Tapiz nº4 de la serie la conquista de Túnez en 1535. Detalle.


  • Primera, que no fueron abandonados por sus camaradas. Un herido de escopeta en las piernas, difícilmente hubiera alcanzado Monastir sin ayuda. No solo llegaron, sino que llegaron antes, quedando el tercio alojado en campaña. Por lo tanto, se puede ver aquí una asistencia sanitaria primaria - aunque el médico hubiera quedado alojado en Monastir - y auxilio, bien por otros soldados, o, lo más probable, por los mozos del tercio.
  • Segundo. siendo coseletes los que formaban las últimas hileras del tercio, y teniendo heridas las piernas, y no el torso, es probable que las escopetas, tiradas de lejos, si hubieran impactado en los espaldares, hubieran podido ser frenadas por la plancha de acero, mientras que las piernas, desnudas - protegido el muslo por la parte delantera por el faldar o escarcelas - quedaban desprotegidas frente el impacto de las escopetas. 



El tercio de Sicilia invernando en Berbería


Y así llegó D. Alvaro aquella noche á Monesterio con los soldados, los cuales pasaron el invierno allí con harto trabajo de hambre y de enfermedades, porque no tenían dineros para comprar de comer ni menos camas en que dormir y el bastimento que les traían de Sicilia en dos naos se perdió en la mar. 

Crónica del emperador Carlos V, por Alonso de Santa Cruz, 6ª parte, cap XV


Acuerda que segund las nueuas que se tienen de aparatos que haze el Turco se deue mirar a lo que toca a la infantería que quedó en Monasterio, pues se tiene experiencia que Baruarroxa en invierno ha hecho mayor jornada que de Constantinopla a África, y con la comodidad de puertos y la mala fortuna acaecida agora al Rey de Tunes los moros harán instancia en su venida, por lo que le parece que saliesse de allí lo mas presto que ser pudiesse y se podrían sostener en Sicilia y en Napoles, y donde no, seria mejor licenciarlos que dexarlos en semejante peligro.

El marqués del Gasto o del Vasto, gobernador de Milán, a Carlos V. 28 de diciembre de 1540


La gente questa en Monasterio scriuen questaua en mucha neçessidad y que no tenían vizcocho para más de ha[s]ta los XV de hebrero; y los tiempos han sido tan malos que no han podido ser socorridos, que más ha de XXX días que no se puede pasar a Berbería; y aquí están dos naues cargadas de bastimentos y no esperan sino tiempo.
AGS, E1115, transcrito por Archivo de la Frontera



La proyectada empresa en el norte de África - toma de La Calibia en la primavera de 1541,tomas de Tajora, Constantina y Los Gelves en agosto de 1541,y jornada del Caruan en septiembre de 1541- quedaron desterradas de los planes imperiales. 1541 fue el año de la jornada de Argel.

En enero de 1541, Gonzaga envia desde Sicilia 4500 ducados y vituallas. Una de las naves, habiendo cargado 280 botas, por el viento contrario, dio al través y se perdió. En febrero de 1541, todavía esperaba el virrey de Sicilia acometer la empresa del Carúan, pero hacía preparativos para que los de Sande, transportados por naves y escoltados por galeras de Nápoles, abandonasen Monastir, llevando consigo la artillería. 

En marzo, el rey de Túnez socorría a los de Sande con ropa de algodón, lino y tela, así como pasas, por valor, según el rey, de 12.000 ducados, pero que en realidad no importarían vendidas más de 8000 o 9000, para que los oficiales lo vendiesen y tuvieran dinero con que pagar a la infantería.

A primeros de abril de 1541, 5 naves con 26 galeras de las escuadras de Nápoles, Sicilia y las del asiento del conde de Anguillara, partieron a Monastir para proceder a la repatriación del tercio de Sicilia que había hecho su hivernada en el norte de África, un total de seis meses gastados allí. 

Embarcadas las tropas el 27 de abril, la armada hizo alto en la Calibia, siendo tomada esta plaza al asalto el 20 de mayo. Don García de Toledo hizo repartir entre los soldados 2600 ducados, y al alférezque entró primero en la plaza, 4. 

A finales de mayo [11] la armada tocaba la isla de Favignana, tierra perfecta para prevenir los desórdenes que se hubieran producido aportando directamente en conjunto en Sicilia, pues a las 14 compañías se les adeudaban diez pagas, por importe mensual de 15.000 ducados, o sea, 150.000 ducados, estando el reino de Sicilia, como era habitual, agotado ecónomicamente. 

Aquí, la armada se dividió y repartidas las vanderas a causa de los desordenes que suelen hazer los soldados mal pagados y peor vestidos y muy comidos: nueve compañías fueron llevadas a Solunto, donde recibieron dos pagas, y fueron repartidas entre Messina, Trapani y Milazzo, mientras que las otras cinco compañías recibieron orden de ser llevadas a Siracusa y Augusta. 

Estas cinco compañías se amotinaron, y este motín merece capítulo aparte. 


El motín de las cinco compañías del tercio de Sicilia en Siracusa

El motín quedó resumido en la correspondencia oficial como el triunfo de las habilidades de Gonzaga, como virrey, que supo contentar a los amotinados. La realidad, de la que apenas conocemos una parte, fue mucho más compleja. Fragmento de carta de Francisco Duarte a Carlos V, 21 de junio de 1541 [AGS,E1374,31-34]




El viernes día de la Ascensión, desembarcaron en Çaragoça de Sicilia o vera Siracusa, cinco compañías del tercio de Sicilia que venían embarcadas en cuatro naos, junto con el pagador Cristoval de Fermoselle o Hermoselle, natural de Zamora. Su relato - en dos cartas, a su hermano, y al conde de Alba de Liste - es el más completo, pues era él quien estaba encargado, precisamente, de tomar muestra y pagar a las dichas tropas.

Hermoselle recibió orden directamente del virrey en persona de tomar muestra el día siguiente, estando presentes los maestres racionales del reino, que darían fe de la limpieza del proceso. Los capitanes de las compañías, como solía suceder, quisieron meter plazas muertas para su ganancia, usando gente de las naos y las galeras. Al parecer, el intento de fraude fue excesivo, y en ello huvo enojo

Como en otros caso, es probable que el intento de fraude de los capitanes fuera la gota que colmara el vaso. Además de tener que conformarse en recibir dos pagas por diez de las adeudadas, debían ver como sus oficiales se enriquecían a costa de la hacienda del rey. 

600 soldados de las 5 compañías se amotinaron entrando en la iglesia mayor de Siracusa, no queriendo admitir a otra persona que Hermoselle para tratar el caso en nombre del virrey. 

Los amotinados, se concertaron en recibir 4 pagas - inicialmente habían de recibir 2, por 10 que se les adeudaba - con la condición de ser embarcados con pasaje pagado - en dos navios fletados y basteçidos - para España sin darles otra pena, aunque no fue poca, según el título con el que van

En Augusta habían quedado las reliquias de las compañías con sus capitanes y sus alféreces, a los cuales el virrey Gonzaga mandó prender, proveyendo dos nuevos capitanes y oficiales, quedando cada uno a cargo de 250 hombres. 

Fermoselle recibió el encargo de tomar la muestra, ofreciendo 4 pagas y naves y bastimentos para pasar a España, o 2 pagas a los que quisieran quedar sirviendo en Sicilia. Congregados en un monasterio de Santo Domingo, Hermoselle se subió al púlpito para dirigirse a la soldadesca. Según cuenta el pagador fue de manera la oración que ninguno quiso yrse en España, sino tomar dos pagas. Sin duda, las formas importan, y el castigo de los capitanes, así como la deferencia de Hermoselle, que, a pesar de no ser soldados, había compartido las fatigas de los soldados todo aquel tiempo en Berbería, obraron en favor del concierto con los soldados. 

Al parecer, en Messina otras cinco compañías estuvieron a punto de amotinarse, habiéndose cometido el habitual agravio de entregar la paga a los capitanes en las manos, quienes dexaron muchos soldados limpios los quales cada dia venian al visorrey con nuevas quexas. Pero a mediados de junio se aquietaron, y para San Juan entendieron en hazer fiestas.

Otros 600 soldados españoles, por su parte, se habían embarcado el 16 de junio, día del Corpus Christi, con don García de Toledo en 11 galeras a dar la caza a varias fustas de turcos.

Como se puede ver, el divide y vencerás funcionó: previendo, dada la experiencia previa en tratar con soldados amotinados, que el motín era posible, se separó a las tropas para minimizar la posibilidad de un gran motín, participando en él apenas 600 de los 3000 hombres.



Desacatados y amotinadores. La infantería española del tercio de Hungría


la horden que estando yo en Flandes se tomó sobre lo tocante a esta infanteria, fue que por sacarlos de Lombardía [...] nos sirviessemos dellos este verano en el armada, y q al fin del, no siendo necessarios para algun effecto importante, hera la voluntad de SuMagt que se despidiesen enviando los a España, o como mejor se pudiera hazer para q se consuman y no quede memoria de gente tan desacatada y de mal enxemplo como son estos amotinadores e ya los llevaremos agora con nosotros.
Pero no siendo necesarios en Sicilia, piensa el señor Príncipe de enviar los repartidos en algunas galeras con achaque de ir a correr la costa de Berbería, y q llegen hasta Yviça o en la costa de Valencia o de Cataluña y q por allí los desembarquen en tierra y los dexen por despedidos y consumydos en diversos lugares, por q sy todos juntos se desembarcasen en un lugar podrian hazer algund nuevo motivo y desta manera no seran parte para ello. 
[...]
Puesto q el ynconvenyente que pone de poderse amotinar en Mecina, el sr principe no lo tiene en mucho, porque desde q llegaremos allí con las galeras no se les dará licencia para salir en tierra con armas, y sin ellas no son parte para nada. 

Francisco Duarte a Francisco de los Cobos, 13 de mayo de 1540. AGS, E, 1373,180


haviendose enviado a dezir al señor marqués del Gasto que si le pareciese ser necesario segund el estado de las cosas tornar a recibir los my U [1000*] infantes españoles del tercio de Ungria, se desembarcarían de las naves en que venyan y se enviaria a Lombardía o a donde ordenase / porq de otra manera no se podia dexar de cumplir lo q su.mat tiene nombrado y enbiarlos a españa / y el dicho marqués ha respondido que asi porq no parezca q se haze innovacion en Italia, como por no tener alojamiento ni dineros  con que los pagar ni entretener y temiendo q por falta dello no hagan algun motín, dize q convyene al servicio de smat q no se desembarquen, sino q se despidan y envien a España las naves con la q dicha infanteria llegaron aquí anoche o hoy se ha declarado a los capitanes lo q han de ser dellos y hay aviso q se pongan en orden para partirse / Y porque se les debe mes y medio de sueldo y quando llegen en España seran casi dos meses y por causa desto no haya algun movimiento o deshorden [al príncipe Andre Doria] le ha parecido agora ques bien q de aca lleven los dineros para q se les pueda dar una paga en llegando a España, con la cual se podran yr a sus tierras y hoy ha empeñado parte de su plata para hazer el dinero, y en que hoy e mañana se despacharan las naves de vituallas y se començaran a partir cada una e yran a desembarcar a diferentes lugares, porq la una yra a Ca[rta]jena, la otra a Alicante, y la otra yra a la costa de Cataluña, pudiendose yr, y el resto ira a la ventura  

*Independientemente de mi capacidad de transcripción de los signos, eran mil en cinco compañías los infantes venidos de Esclavonia

Francisco Duarte a Francisco de los Cobos, 11 de noviembre de 1540. AGS, E, 1373,171


La infantería de Ungría se partió con quietud a la Especia y allí se les dio la paga y quedaron contentos y hasta CL soldados q quisieron ir a España, los embarcamos en dos naves y les pagamos su sueldo y les proveymos de vituallas y segund el buen tiempo les ha hecho, creo ya deben ser llegados a Ca[rta]jena o mas adelante 

Francisco Duarte a Francisco de los Cobos, 28 de diciembre de 1540. AGS, E, 1373,182



Por esta correspondencia del proveedor general de las armadas Francisco Duarte, vemos que la gestión de los soldados no era un asunto baladí, ni fácil de solventar. 

Vemos que la voluntad de Carlos V era que se empleasen en la armada; lo cierto es que fueron embarcados en Liorna el 15 de mayo y que participaron en las acciones contra los corsarios, para posteriormente, en septiembre, participar en la jornada de Monestir, y acabar regresando en noviembre a Génova y convertirse de nuevo en un estorbo.

El estorbo no lo quería solucionar el marqués del Gasto, que los había tenido alojados en Lombardía - en el marquesado de Malaspina en la Lunigiana - donde se hallaba el puerto de La Especia [La Spezia] - y se pensaba despedirlos y enviarlos a España, sin tan siquiera desembarcarlos, llevándolos a diferentes puertos - Cartajena, Alicante, Cataluña - para que hallándose por separado, no formasen ningún alboroto.

Lo cierto es, que, al final, todas estas previsiones no se cumplieron, y tan solo 150 soldados fueron enviados a España, pagado su sueldo, el flete de las naves y los bastimentos que conumirían en su transporte. 

El tercio de Hungría se iba a ver de nuevo embarcado para Berbería, esta vez, para Argel, y sobreviviría como unidad - según investigación de Juan Luis Sánchez - hasta 1559.


Como vemos, en lo que se refiere a la infantería española, la corona, sus oficiales y ministros casi siempre se hallaban en la misma tesitura: 

  • se deseaba conservar a los soldados viejos, que eran el nervio del ejército; los nuevos tardaban mucho en ser reclutados y transportados desde España a Italia, y además pasaban cerca de un par de años antes que fueran de la calidad requerida.
  • no había dinero para mantener tantas tropas, y los distintos virreyes - Sicilia, Nápoles - y gobernadores - Lombardía - se las veían para poder pagar la infantería ordinaria para defensa de sus estados, como para encima sumarle otros tercios itinerantes que se mantenían por si acaso había que combatir al rey de Francia o a los turcos.
  • los soldados viejos, que probablemente eran la mejor infantería de Europa, también eran los más resabiados; a la par que aprendían su oficio, también aprendían a como reclamar su sueldo, mediante alborotos y motines, lo cual añadía un problema más de gestión a los virreyes.
Para esto, había una solución sencilla, que era despedirlos, pero, por contra, lo que se hacía en muchas ocasiones era mantenerlos, dilatando la paga en la medida de lo posible, y por lo tanto, empujando a los soldados a vivir sobre la tierra - con robos y exacciones, quejándose, como era natural los súbditos del rey - y en última instancia, a amotinarse, teniendo los oficiales del rey - virreyes, gobernadores, embajadores, y capitanes generales; también Doria - enfrascarse en créditos de altísimo interés o empeño de la hacienda personal para poder dar alguna paga de las que se adeudaban con el propósito de satisfacer temporalmente las demandas de los soldados.

No era fácil, ni para los pobres soldados ni para los pobres ministros, servir a un rey que aspiraba a ser campeón de la cristiandad, pero que vivía inmerso en el permanente déficit crónico de su hacienda.




Notas

[0] Andrea Doria, nacido en 1466, hombre fuerte de Génova y capitán general de la mar por Carlos V, era una persona de gran experiencia y autoridad, y su consejo era muy tenido en cuenta. Véase El Protectorado de Carlos V en Génova: la "condotta" de Andrea Doria, de Vicente de Cadenas y Vicent. El tono de sus cartas, también es indicativo de la ascendencia que tenía sobre Carlos. 

Ferrante Gonzaga, según apunta Geoffrey Parker en la biografía del emperador, tenía una relación de casi amistad con Carlos, limitada, evidentemente, por las relaciones de vasallaje. Pero el Emperador llegó a permitirse llorar en su presencia. 


[1a] Entrecomillo el término, pues para los contemporáneos del XVI, una escuadra era un conjunto de cuatro galeras. Al grupo regional de 10, 12 o 16, simplemente se las llamaba las galeras de España, de Sicilia, de Nápoles, o las de Andrea Doria, o una banda de galeras.[E,1373,10]. Cuando a las galeras se les sumaban otros barcos, para transportar hombres, bastimentos, pertrechos, caballos, etc, se constituía una armada. En principio, Carlos V podía llegar a sostener dos armadas principales: la de Poniente - orientada a la lucha con Francia y base en el Cantábrico, Laredo o La Coruña, constituida por barcos de alto bordo -  y la de Levante - orientada la lucha contra el turco, los corsarios y los franceses en el Mediterráneo, constituida por galeras como principal barco de combate. 

[1b] Como se verá, no fue exactamente así. Más que probablemente, Cereceda, que no se halló presente, escribió de oídas sobre los sucesos de 1540, recibiendo la noticia del suceso de alguien del tercio de Hungría que acabó en 1541 en Lombardía. Por eso no recogió absolutamente nada de la jornada del Caruan.

Se puede deducir - a falta de documentos que lo corroboren - que el tercio de Hungría fue pagado antes de embarcarse de nuevo, mientras que el de Sicilia, al que en mayo de 1541 se le adeudarían 10 pagas, se embarcó sin reclamarlas. Un momento propicio para reclamar las pagas era el de ser trasladados desde sus alojamientos habituales, bien por tierra, bien por mar, a otro escenario. 

Puede que los de Hungría protestasen sobre los adeudos, y por eso se les mandó pagar;  quizá por ello Duarte los llamaría amotinadores y desacatados. Duarte tenía bastante experiencia con amotinados, y una concepción no demasiado buena sobre su disciplina.

 

[1c] Se hicieron varias capitulaciones:

En la de octubre de 1538, el rey se avenía a pagar 60.000 doblas [10.000 en oro y 50.000 en oro y plata] por la toma de cinco plazas: Susa, Monasir, Mahometa, Los Alfaques y La Calibia.

En una nueva capitulación, parece que de 1540, firmada por Francisco de Tovar, alcaide de la Goleta, que el virrey Gonzaga menciona en su instrucción de 18 de noviembre, se acordó:

  • que se tomaría La Calibia en la primavera de 1541, plaza que no se había llegado a tomar
  • que se tomarían Tajora, Constantina y Los Gelves en agosto de 1541, plazas por las que el rey habría de pagar 60.000 doblas
  • que se tomaría el Caruan en septiembre de 1541, por lo que el rey pagaría 60.000 doblas.
Sumado todo son 180.000 doblas, pero:

En lo que señor dezis que se podrá remediar la fortaleza haziendose la empresa destas tierras ya yo sé cómo se a de hazer porque yo mesmo hize la capitulación y no son ciento y ochenta y cinco mil doblas las que el Rey de Túnez a de dar sino çiento y noventa y siete mil.
Francisco de Tovar, La Goleta de Túnez, 11 de septiembre de 1540. [AGS,E.469,35 ArchFro]

En todo caso, Francisco de Tovar, alcaide de la Goleta, hace referencia a los 100.000 ducados que el rey debía - seguramente, porque no se llegó a cumplir todo lo acordado en los que a la toma de plazas se refería - y en 1545 aún no se habían rematado las cuentas, y se hacía siempre el cálculo sobre los 100.000 ducados dichos. 

Relación de las cien mil doblas que Muley Hacen, Rey de Túnez, debe a S.M [1 de octubre de 1545].
Patronato Real, legajo 11, documento 130 del Archivo General de Simancas. 


Parece que el rey hizo varios pagos en especie: aceite, cueros, reses vacunas.


[2] Il governo di don Ferrante Gonzaga in Sicilia, p.354


[2a] El Visorrey offrescio la Infanteria Spagnola para favorecer la impressa : y apenas llegada y no servido un tercio de la paga la ha revocado con tanto disfavor que gastara ya doblado en la Impressa

Bruselas, 6 de junio de 1540 [AGS,E498.101]


[3] En la escaramuça de Monesterio murió el capitán Francisco de Mercado, que con algunos soldados se metió con demasiada osadía entre los moros, en desembarcándose, con el qual murieron quatro o cinco dellos; y segund lo que se conosçia del dicho capitán, Su Md. perdió un buen soldado

Francisco Duarte al Comendador Los Cobos, Monesterio de África, 8 de octubre de 1540. Fuente: Archivo de la Frontera.


[4] 

Mercado, natural de Zamora, y fué paje del Emperador; 

Relación de Millan de Ariego Aragonés que se halló en todo esto. en CoDoIn v.112


Cereceda lo menciona en 1538, cuando se forma el tercio que había de ir a Hungría como Martin Toro Mercado. 

De los 419 pajes, 144 escuderos de a pie y 86 mozos de espuelas de las casas de Borgoña y Castilla del emperador, de la reina Juana o de las casas de la emperatriz, príncipe, princesa e infantas que sirvieron durante el reinado de Carlos, que están registrados en la Relación alfabética de los servidores de las casas reales, apéndice al libro La Corte de Carlos V, no aparece ningún Martín de Toro, ni Mercado, aunque sí aparece como servidor de la casa real un Martín de Zamora, portero de cámara entre 1516 y 1532.

Como paje no entraba cualquiera, y los puestos eran copados por hijos de nobles y servidores del rey, como Garcilaso de la Vega, Luis de Requesens, o el hijo de Francisco de los Cobos, tantas veces mencionado en la correspondencia de este artículo. 

Quizá fuera paje de algún servidor de la casa real que acompañara a Carlos y le quedó fama de haber sido paje del Emperador, o fuera este portero de cámara y le mudaron el oficio. 

La relación de Millán, aunque acaba con la marcha del tercio de Sicilia a la campaña de Gueldres en 1543 - lo de Dura - la podemos fechar con posterioridad a agosto de 1548, por este apunte de Ariego:

D. Alonso Vibas, que murió de maestre de campo en Costancia, de un mosquetazo. 


Por lo tanto, Ariego escribía, al menos, cinco años después de los hechos, tiempo suficiente para cometer algún error en su breve relación, si bien es probable, que, como hicieron otros soldados metidos a "cronistas" tiraran de la memoria de compañeros para escribir sus apuntes, que Páez de Castro copiaría. 

Por lo demás, Millán de Ariego. aporta muchos otros datos que se pueden corroborar, si bien, como era bastante habitual en la época, exagera sobre el número de combatientes de uno y otro bando, soldados del rey de Túnez o del Caruan.


[5] En Marruecos comenzaron a producirse en la década de 1530. Véase Warfare and Firearms in Fifteenth Century Morocco, 1400-1492


[6] En  marzo1532 Jacobo di Leonardo di Pexaro informaba que en Constantinopla se labraban gran cantidad de ellos, al modo italiano, realizados por maestros arcabuceros alemanes.  

Evidentemente, y contra las prohibiciones de ventas de armas a musulmanes que había en la mayor parte de Europa - que en España incluían armas blancas - había contrabando, pero no se llegaba al caso que sucedió en 1610, cuando Felipe III prometió 6000 arcabuces de Flandes para Muley Xeque a cambio de la entrega de Larache. 


[7] Instrucciones del virrey de Sicilia a don Pedro de Zúñiga, enviado ante SM, Palermo, 18 de noviembre de 1540.

Estas instrucciones fueron traducidas por un joven historiador francés llamado Ferdinand Braudel en un artículo publicado en la Revue Africaine de 1928, titulado "Les espagnols et l'Afrique du Nord: de 1492 à 1577".


[8] Cabe tener en cuenta que las plazas le rentarían un tributo al rey de Túnez. Los Gelves parece que debían dar 6.000 ducados al año: de los treinta y seys mill ducados que ymporta el tributo de los seys años

[9] Aunque Duarte menciona seis sacres que tornaron de Monestir en mayo y quedaron en manos del tenedor de bastimentos de la armada, Felipe Boto.

El sacre en estos tiempos [1530-1540s] podía tirar una pelota de 2,3,4, 6  o 7 libras, pesando la pieza, en el caso de las piezas de calibre de 6 o 7 libras, de 16 a 20 quintales, o sea, de 736 a 920 kgs. Con una longitud de 32 calibres, se transportaban en un solo eje, y se montaban en cureñas de 9 palmos. Con un alcance de punta en blanco de 450 pasos [350 según Lechuga] y de toda bolada de 4200 pasos [alcance máximo según Lechuga].  Aunque no eran demasiado operativas como piezas de campaña debido a su peso, pero muy buenas en "quitar padrastros" en asedios - o sea, tirar contra torreones o baluartes desde donde el defensor disparaba sus piezas, y viceversa - se usaban en campaña [Collado, 1592 f54v].

[10] Moreouer, I would thinke good, at euery angle of the battell to be placed a good squadron of Muskets, which should serue to flanker it euery way, euen as the Caualleros or Trauassos do the curtaine of a fort: so that a well framed battell or squadron of pikes, well impaled with shot, and anguled with squadrons of Mus∣kets, seemeth a Castell with his curtaines Caualleros, and ditches [: the manner whereof being framed of expert & resolute men, is of wonderfull force,] the which was well to be seene in the iorney of Caruā in Barbarie, where Don Aluaro de Sandy, with 4000 Spanyardes, foote souldiers of great valour, made a braue famous re∣traict, the space of 4. or 5. myles in a champion field, being be set and charged by Cydearfa, king of the Moores, with aboue twentie thousand horse, at the least fiue or six times, with the losse of onely 80 men of his; and the slaughter of seuen or eight hundred of the enemy. Which is a gallant example what braue footemen may do, being conducted by a good chiefe



Bibliografía

Documentos del Archivo General de Simancas transcritos y publicados por el equipo dirigido por el profesor Emilio Solà, en especial, el apéndice documental de la serie sobre el último año de gobierno de Alvar Gómez de Orozco, el zagal, alcaide de Bona entre 1535 y 1540, en Archivo de la Frontera [abreviado ArchFro en el presente artículo]

Documentos del AGS, Estado, Flandes Legajos 497 y 498, Estado, Génova, 1372 y 1373, y Patronato Real, legajo nº11.

Crónica del emperador Carlos V, por Alonso de Santa Cruz

Relación de Millan de Ariego Aragonés que se halló en todo esto, en Colección de Documentos Inéditos para la historia de España v.112

Tratado de las campañas y otros acontecimientos de los ejércitos del Emperador Carlos V en Italia, Francia, Austria, Berbería y Grecia desde 1521 hasta 1545, por Martín García Cerezeda

"Guerras de mar" del emperador Carlos V por Francisco López de Gómara ; edición y estudio de Miguel Ángel de Bunes Ibarra y Nora Edith Jiménez

Correspondencia de Carlos V con el Marqués del Vasto, Gobernador del Milanesado (1540-1542)

Coronica de la ilustrissima milicia y sagrada religion de San Juan Bautista de Jerusalem, Libro II, capítulo XVII. Juan Agustín de Funes

Lettere inedite di Muley-Hassen Re di Tunisi a Ferrante Gonzaga vicete di Sicilia (1537-1547). Federico Odorici y da Michele Amari

Il Governo Di Don Ferrante Gonzaga in Sicilia Dal 1535 Al 1543, Gaetano Capasso

Le royaume chabbi de Kairouan, Sidi Arfa. 1538-1542.  Charles-Felix Monchicourt

Documents inédits sur l'histoire de l'occupation espagnole en Afrique (1506-1594), F. Elie de La Primaudaie

Les espagnols et l'Afrique du Nord: de 1492 à 1577, Ferdinand Braudel

Emperor Charles V, Impresario of War: Campaign Strategy, International Finance, and Domestic Politics. James. D. Tracy

Carlos V y sus banqueros, v3. Los caminos del oro y de la plata, por Ramón Carande

El Protectorado de Carlos V en Génova: la "condotta" de Andrea Doria, de Vicente de Cadenas y Vicent

Noticias de varios sucesos acaecidos, desde el año de 1521 hasta el 1558 con varias cartas, por Florián de Ocampo