La bandera de las compañías de los tercios de infantería en el siglo XVI


Asalto nocturno a la plaza de Ardres. Detalle. Aunque la bandera arquetípica sería la de la izquierda, con la cruz de Borgoña en color rojo sobre cualquier diseño de fondo, las banderas podían o no, llevar la cruz de Borgoña, o incluso usar otros colores en la aspa que no fuera el rojo.

Y estando ambos esquadrones en buena orden, y el visorrey y don García en ellos, con los maestros de campo y capitanes y los alférezes en medio con sus vanderas enerboladas, los de Nápoles y Malaspina de diferentes colores, armas y cruzes de sedas, y las de Cecilia todas negras con cruzes coloradas

Historia de la guerra y presa de África, por Pedro de Salazar


La bandera de esta honrada y famosa compañía, era toda negra, con su cruz roja de BorgoñaTenia en la una parte un Cristo grande crucificado, y en la otra una imagen de Nuestra SeñoraLa causa de haber puesto en ella estas dos divisas, dijeron algunos que por no abatirlas, como es costumbre, á los Generales, otros daban razones de más ó menos consideración, pero nadie las podia juzgar sino el mismo D. Alonso [Martínez de Leyva, su capitán]. 

Sucesos de Flandes y Francia en tiempos de Alejandro Farnesio por Alonso Vázquez



La bandera [a veces llamada enseña] era el símbolo de la compañía y representaba la autoridad del rey. Ganarle al enemigo una bandera en batalla, emplazarla en lo alto de la muralla de una plaza tomada al asalto, salir con ellas enarboladas al rendirse, eran elementos que aportaban prestigio, mientras lo contrario añadía deshonra a la derrota.

Una manera de contar una victoria, era, amén de sumar las tropas muertas o apresadas, las piezas de artillería capturadas, así como el bagaje tomado, contabilizar el número de banderas que se habían conseguido arrebatar al enemigo. A veces, incluso, se contaban los pedazos de bandera, sino se había logrado tomar entera. 

Defender la bandera, pues, era algo fundamental, un deber que se le encomendaba al alférez, el segundo oficial al mando de la compañía. 

La bandera era sinónimo de la compañía, hasta el punto de que esta voz, "bandera" se va a usar indistintamente de la de compañía. 

Una vez el capitán recibía la patente, se le entregaba dinero - 30 ducados en la década de 1540 -, entre otras cosas, para una bandera y dos tambores. Esta bandera, confeccionada con tafetán, podía tener cualquier diseño, aunque normalmente se optaba por un fondo liso o por figuras geométricas como franjas, cuadrados, o soles. 

Nótese la bandera que tienen los defensores del reparo. Las tropas de Nassau asaltan el campo real que tenía sitiado Bergen a cargo del duque de Alba. 18 de agosto de 1572. Bergen op Zoom. Grabado de Franz Hogenberg. En dicha obra aparece de nuevo este diseño, cuando tropas españolas entran en Zutphen, el 16 de noviembre de ese mismo año de 1572.

Normalmente se cruzaba la bandera con las aspas de Borgoña o cruz de San Andrés en rojo, para significar que se servía a un rey de la casa de Borgoña, pero aunque era lo usual tener este símbolo en forma de dos troncos cruzados despojadas de ramas, no parece que esto fuera norma obligada.

Se supone que cada capitán mandaba hacer su bandera con un diseño único, según Bernardino de Escalante, "de los colores que le parece, atravesando por ella la divisa del príncipe a quién sirve, para ser conocida de los soldados", pero ya hemos visto en el ejemplo del tercio de Sicilia durante la toma de África en 1550, que todos llevaban las banderas negras con el aspa roja cruzada encima, y numerosos ejemplos son de banderas con fondo blanco y la cruz roja encima sin otra diferencia que el grosor o diseño de las aspas, que podía variar. 

La bandera era, además de un identificativo de la compañía, un emblema del capitán, que podía incluir referencias a su persona, no demasiado evidentes - no incluir armas o escudos personales - como unas cruces de Santiago, si es que era caballero de ese orden.

La bandera, una vez muerto al capitán, podía ser entregada a la viuda o familiares de éste, y el nuevo capitán en quién se proveyese la compañía podía arbolar una nueva bandera a su gusto:

 Y María de la Visitación, monja santa de la Anunciata de Lisboa que tiene las llagas de Cristo, lo consoló diciéndole que el día de Santo Domingo se perdió el Rey don Sebastián, y que el día mismo tornaría el Santo en favor de los fieles; y a un capitán portugués, marido de una prima suya, que la rogó mucho la consolase, la consoló pidiéndola la bandera de su marido, y dándosela plegada la puso entre sus manos y dejó impregnar en ella sus llagas.

Noticias de la jornada de Inglaterra de 1588, por Fray Juan de Vitoria


Giorgio Vasari, la batalla de Marciano, librada el 2 de agosto de 1554 entre las tropas imperiales y florentinas, por una parte, y la república de Siena y la corona francesa, por otra. Detalle tropas imperiales con la sencilla bandera de la cruz roja sobre fondo blanco.

Además de las figuras geométricas, se usaban figuras como la cruz cristiana, Cristo, la Virgen o algún santo:

Y en los estandartes y banderas no hay para que poner las armas de Portugal , como escribís que lo íbades haciendo, y así no se hará; y lo que mas se suele acostumbrar en esto , es imágenes de nuestra Señora ó de otros santos , á quien se tiene devoción particular

Carta de Felpe II al duque de Medinasidonia, Aranjuez, 13 de marzo de 1580


Estas figuras de la iconografía católica podían ser acompañadas de lemas igualmente religiosos:
En las banderas, los estandartes y otras enseñas no hay otra efigie que el Crucifijo con el lema: Domine discerne causam tuam que se debe volver a colocar en las iglesias sobre los altares y para todo, de donde no ha muchos años fue quitado, y la imagen de la Virgen Madre de Dios con el lema: Demonstra te esse Matrem, a fin de volver a colocarla en los mismos lugares de donde ha poco tiempo y por herética perversidad fue quitada. 

Filippo Pigafetta. Explicación del dispositivo que lleva la armada de España para navegar y combatir [1588] en BMO 4.3


También podían las banderas de infantería tener las armas o divisas reales o imperiales:

Así salieron ocho banderas que estaban en ciertas villas vecinas al Po, las cuales ocho banderas tenian la devisa del Emperador, y van á pasar el Po, 

Tratado de las campañas y otros acontecimientos de los ejércitos del emperador Carlos V, año de 1532. Martín García Cereceda


El asta de la bandera podía estar rematada con un hierro, como el de una pica, al que se podía adornar con unas borlas, y que de hecho se llamaba lanza, pero no parece que el alférez [o el abanderado] pudiera usarla realmente como arma, esperándose que empleara el espada o un venablo para defenderse. 

Tapiz 4ª de la serie de la Conquista de Túnez, titulado "Ataque a la Goleta", detalle compañías de infantería española.

En las primeras décadas del siglo XVI la bandera podía ser rectangular con los bordes rectos o rectangular con los bordes opuestos al asta redondeados, mientras que durante la mayor parte del siglo, la bandera era un rectángulo con los bordes rectos.

Conquista de Orán en 1508. Pintura de la catedral de Toledo por Juan de Borgoña, hacia 1514. Se puede ver la bandera que portan estos infantes, con las armas del cardenal Cisneros: el capelo cardenalicio sobre un escudo de colores rojo y dorado, todo sobre fondo blanco, y la bandera redondeada. 


Diseño de una bandera con fondo de escaques - cuadros - y la cruz de Borgoña en color rojo cruzando, según el Libro de geometría, pratica y traça, el qual trata de lo tocante al oficio de sastre, de Juan de Alcega, 1580. 


Banderas redondeadas, con el águila bicéfala, divisa imperial, y cruces de San Andrés durante el asedio de África en 1550. En esta empresa de África, en 1550, participaron los tercios de Sicilia, cuyas compañías llevaban banderas negras con la cruz roja, el tercio de Nápoles, y el de Malaspina. Historia de la guerra y presa de África, por Pedro de Salazar [1552]



Simbolismo de la bandera

Como se puede ver en este detalle de un grabado sobre el ajusticiamiento del conde de Egmont [Bruselas, 5 de junio de 1568] una de las banderas de infantería española tiene una cruz de Santiago apuntando a una de sus esquinas, seguramente, siguiendo el modelo que se puede ver más adelante en otro grabado. Es probable que el capitán del que era propietario era caballero de dicha orden, pero quizá era un diseño escogido por ser Santiago patrón de España al que se apellidaba - o invocaba - en las batallas como grito de guerra: ¡Santiago! ¡España!

Porque veo que no lleua naçión ninguna de soldados viejos; porque los españoles que lleuara que ay al prefentemente en Italia son todos bisoños que si bien ay entre ellos algunos particulares que son soldados viejos, en fin las banderas son nueuas.

Carta del duque de Alba a don Juan de Austria con consejos para la guerra contra el turco, 1571 transcrita por Antonio de Carnero.


Como hemos apuntado, bandera era sinónimo de compañía.

En el caso de degradar al alférez, o quitársele el oficio, se le quitaba, literalmente, la bandera. Cuando era el capitán, también se decía que se le había quitado la bandera, aunque literalmente, lo que se le quitaba era la jineta, el arma que era también su insignia.

Cuando los soldados se amotinaban, y dejaban de obedecer a sus oficiales, se decía que se salían de las banderas o echaban las banderas fuera; literalmente, en muchas ocasiones, se expulsaba a los oficiales de la plaza donde se hallaban alojados, y, evidentemente, el alférez salía con su bandera:

algo más adelante de la media noche (que fue la de 27 de noviembre de 1591), tomaron las armas contra sus oficiales, y en particular contra el maese de campo, tan desenfrenadamente, que con peligro de las vidas de todos y heridas y golpes de muchos, los echaron fuera a ellos y las banderas, tras las cuales se salieron por medio de las picas y mosquetes de los alterados al pie de ciento y cincuenta soldados particulares y alféreces reformados, comprando con su sangre la honra de no hallarse en aquella odiosa sedición. 

Las Guerras de los Estados Baxos desde el año de mil y quinientos ochenta y ocho hasta el de mil y quinientos nouenta y nueue, Carlos Coloma


Cuando el motín se acababa, se decía que los soldados se ponían debajo de las banderas.

Cuando los soldados se desmandaban sin licencia - muchas veces, para conseguir comida - se decía que desamparaban la bandera.

Cuando las compañías se hallaban con pocos soldados, y se reclutaban nuevos, o se traían de una compañía reformada, se decía que se hinchía o rehinchía la bandera.

Cuando una plaza o noble anteriormente rebelde se declaraba leal al rey, se decía que alzaba bandera por Su Majestad.

La bandera del rey era la bandera real o el pendón real, si bien el rey podía llevar más de un estandarte a la batalla. 

La bandera del capitán general era conocida como guión. 

Las banderas de caballería recibían el nombre de estandartes. 

El señor Stephano Doria portando uno de los recargados estandartes de Carlos V en una lanza de caballería con Santiago apóstol, patrón de España, venciendo a unos enemigos de la cristiandad, junto a las columnas de Hércules con el lema de Carlos "PLVS OVLTRE", el águila bicéfala imperial y la cruz de San Andrés. Sabemos que las banderas de infantería solían ser mucho más sencillas, pero que aún así los motivos religiosos eran uno de los empleados en ellas. Fuente: La magnifique et sumptueuse pompe funèbre faite aus obseques et funérailles du trèsgrand et trèsvictorieus empereur Charles cinquième, célébrées en la ville de Bruxelles le XXIX. jour du mois de décembre M.D.LVIII. par Philippes Roy catholique d'Espaigne son fils, Biblioteca Nacional de Francia. 


Arbolar bandera, arrastrar bandera, abatir bandera. La simbología de la posición de la bandera.

Alféreces de infantería española en Bolonia, 1529. 

Dí mi memorial en el Consejo de Guerra pidiendo me aprobasen, y en consideración de mis pocos servicios fuí aprobado. Recebí dos tambores, hice una honrada bandera, compré cajas, y mi capitán me dió los despachos y poder para que arbolase la bandera en la ciudad de Ecija y marquesado de Pliego 

[...]

Llegué á Ecija; túvose ayuntamiento; presenté la patente; salió que se me señalase la Torre de Palma en que arbolase la bandera. Toqué mis cajas; eché los bandos ordinarios; comencé á alistar soldados con mucha quietud, que el Corregidor y caballeros me hacían mucha merced por ello.

Vida del capitán Alonso de Contreras


Cuando se levantaba una compañía, el capitán mandaba a su alférez que arbolase la bandera  y mandaba tocar cajas a los atambores. Hasta ese momento, la bandera era un trozo de tela sin valor simbólico, pero una vez arbolada o enarbolada, representaba al rey.

Las banderas tomadas al enemigo, simbólicamente, se arrastraban por tierra:

tras el arcabucería los que habian ganado las banderas de los franceses, llevando los fierros en las manos, como cosa venada, y las banderas arrastrando

Tratado de las campañas... año de 1537


Según el manual de Alcega, una bandera de infantería tenía cuatro varas y dos tercias de largo y cuatro varas y una cuarta de ancho. O sea, que tenemos una bandera de 3.90 metros de largo por 3.55 de alto, aunque por las ilustraciones debía haber banderas más pequeñas. Como fuera, el tamaño de la bandera obligaba a caminar con la bandera tendida o si era llevada al hombro, recogida de manera que no colgase:

Tropas pasan por delante de la estatua erigida en memoria del duque de Alba. Amberes, 1582. Grabado de Franz Hogenberg. Biblioteca Nacional de España.

Si la bandera caía, se consideraba suceso de mal agüero.


Otro momento en que la bandera podía ir por el suelo, era en tiempo de luto, bien por el propio rey o por alguien notable en la corte, por uno de sus capitanes generales, o por la muerte de alguien importante en el ejército como era el maestre de campo o algún capitán: 

Y bendezida [la tierra], mandó enterrar en ella al capitán Çumarraga arrimado a un pilar de piedra enderecho y cerca del altar mayor, el cuerpo del qual fueron aconpañando su alférez con su vandera rastrando con sus soldados y tocándole por canpana su atambor destenplado, y pusiéronle en lo alto sobre su sepoltura sus armas y vandera, y al alférez de don Alonso y a otros alférezes y oficiales dieron sepolturas honrosamente en otra parte do como por hermita bendixeron.

Historia de la guerra y presa de África, por Pedro de Salazar

Cortejo fúnebre de Juan Bautista de Taxis o Tassis en Bonn. 26 de abril de 1588. Grabado de Franz Hogenberg.


Las banderas se abatían, o sea, se ponían con el hasta casi en horizontal, en presencia del rey o del capitán general:

Tras esta compañía entró el tercio de Sicilia y Lombardía, que son siete compañías de soldados viejos, buena gente y bien armada, de que es maese de campo D. Pedro de Sotomayor, que creo es gallego. Pasó él el primero con su compañía, disparando los arcabuceros al tiempo de llegar cerca del tablado, y los capitanes abatiendo las picas y hincando la rodilla en tierra , y los alféreces abatiendo tres veces las banderas. 

Relación de las compañías de infantería y caballería que llegaron al Real, una legua pequeña de Badajoz, lunes á 13 de junio de 1580. 


al Santísimo Sacramento se ha de abatir tres veces una bandera y luego postrarla ó tenderla en el suelo para que pase por encima della, y al Rey se ha de abatir otras tres veces pero no postrarla, porque esto sólo se debe á Dios y no á otro. A un Príncipe , hijo ó sobrino de un Rey ó que tenga sangre real, se le ha de abatir dos veces, y otras dos al Capitán general, y si este tal hiciere ausencia de su ejercito y quedare encargado á persona que tenga las mismas partes y calidades que el, se le debe la misma honra todo el tiempo que durare la ausencia. 
Abatimiento de banderas, según Alonso Vazquez en Sucesos de Flandes...


Cuando se reformaba un tercio o alguna compañía, la bandera, que había perdido su valor simbólico, se desarbolaba y se hacía pedazos, rompiéndose también el asta. 

La bandera también se volteaba, tremolaba, se campeaba y "se hacían gallardías y gentilezas" con ella, o sea, se demostraba la habilidad del portador de la misma, jugando con ella para que fuera mejor vista por sus soldados, aunque había autores, como Bernardino de Escalante, que consideraban que aquello era cosa de soldados bisoños. 



El portador de la bandera: el alférez o el abanderado.


E yo llevaba una pica por arma ofensiva, y una espada en la cinta, y mi alférez, porque era valiente hombre, cabe mí, y para aquel efecto habia encomendado la bandera á otro buen 
hombre que la llevase en su lugar, que es casi en medio del escuadrón 
Libro de la vida y costumbres de don Alonso Enríquez de Guzmán


Infantería española tomando al asalto Lovenstein en 1571. Nótese el diseño de las dos banderas, la una, con los árboles cruzados formando la aspa de San Andrés, y la otra, con cuatro cruces de Santiago en cruz. Los arcabuceros al frente, seguidos por pífanos y tambores, luego los alféreces - o abanderados - seguidos por los coseletes. Grabado de Franz Hogenberg.


Los abanderados son necesarios para llevar las banderas, porque entre la nación Española los Alféreces no las toman, si no es para pelear con ellas, o cuando van sus capitanes delante con las compañías a las guardias, o a pasar delante del Rey, o del Capitán General. Por ello conviene que los tales abanderados, sean hombres bien tratados, de buenas disposiciones, y fuerzas, porque nunca deben llevar las banderas a los hombros, sino de camino, y entonces siempre ha de ir una levantada, de manera que los soldados la vean, y las demás revueltas a las astas, se pueden llevar a los hombros. 

Cuando los Alféreces las llevaren, deben de rato en rato levantarlas, y jamás arrastrarlas, ni dejar que toquen en tierra, porque representan poder real con instrumentos para dar órdenes visibles: son señales de la unión, y hermandad que ha de haber entre los que la siguen. 

El Discvrso Sobre La Forma De Redvzir La Disciplina Militar, A Meyor Y Antigvo Estado. Sancho de Londoño. 1568


Consultados muchos tratados militares, crónicas y correspondencia de la época, no está meridianamente claro a quien correspondía portar la bandera en las diferentes ocasiones, pero el hecho de que existiera la figura del abanderado o sotalférez, así como los diferentes pareceres y ejemplos, indican que tanto uno como otro podía llevarla en todas las ocasiones que se requiriera, ya fuera en las guardias, en las marchas, en las batallas o en los asaltos, aunque parece que había cierta preferencia a que fuese el alférez quien diera el asalto bandera en mano, aunque tan sólo fuera por el hecho de ganar gloria con dicha acción. 

Lo que sí que está claro, es que correspondía al alférez su custodia, y en caso de que el abanderado la perdiera, en general se tendía a responsabilizar al segundo oficial de la compañía, por haber hecho una mala elección de dicho abanderado, que a veces era un mozo o criado de aquel, no reuniendo en su persona las cualidades necesarias para tal oficio, y gozando su sueldo - que era de tres escudos - su amo. O sea, que el alférez prefería tener a un zagal llevando la bandera y gozar él de su sueldo, que escoger a un soldado que pudiera defender la bandera, siendo esta tan importante. 


Infantería española preparándose para dar el asalto a la plaza de Alkmaar en 1573 [Pintura conmemorativa del asedio realizada en 1580] 


Durante el asedio de Alkmaar en 1573, dos alféreces fueron degradados por perder sus banderas durante una tormenta, hecho que supuso que fueran castigados perdiendo sus oficios. Quizá realmente la perdieron los abanderados, pero el responsable último era el alférez:

Y aquella noche hizo tan terrible tempestad de aire, remolinos y agua, que con ellos y caminarse por arenales y dunas vino a desatinar la gente de manera que iva casi en rota el campo por apartarse los soldados a los lugares donde podían guarecerse de la tempestad y lluvia. La cual fue ocasión de perder dos alférezes sus vanderas y privarles don Fadrique de oficio por la poca cuenta que avían tenido con ellas, si bien fue la noche tan trabajosa que se ahogaron seis o siete personas en el camino.

Comentarios de don Bernardino de Mendoça de lo sucedido en las guerras de los Payses Baxos: desde el año de 1567 hasta el de 1577



La bandera en las marchas. 

E, assimesmo, deven proveer los capitanes, quando fueren de camino, que las banderas vayan acompañadas al entrar en las ciudades de toda la gente que el capitán hoviere hecho, que está pagada por su lista; y vayan los arcabuzeros delante, y tras ellos los soldados de cosseletes, y en la tercera hilera de cosseletes vaya la bandera, y tras los cosseletes vayan los soldados de pica seca, y en reçaga vayan algunas hileras de cosseletes, porque va la compañía muy más honrada, y más vistosa y en mejor orden si hoviesse necessidad; y esto se haga porque no vayan las banderas desautorizadas, porque esta orden se tiene entre los soldados viejos de Ytalia




Hauiendo de marchar el Capitan con su compañia, estando el Capitan, o Alferez en la frente, es cuydado del Sargento de ordenarla, para lo qual ha de apartar los arcabuzes de los mosquetes,y dellos las picas, despues de diuididos los mosquetes en hileras, y puesto los Cabos de Esquadra en la primera, ha de hazer que sigan el Capitan, o Alferez, y despues destos con la misma orden los arcabuzeros: luego ha de yr la bandera y luego diuididas las picas en hileras ygvales a los mosquetes, y arcabuzeros, ha de hazer que marchen detras de la bandera , aduirtiendo de poner en las primeras hileras los soldados mas particulares,y los oficiales reformados; y particularmrnte en los cuernos dellas los soldados de mas merito, como tambien en las demas hileras ha de obseruar la misma regla,poniendo los foldados mas dignos,y mejor armados en los estremos dellas

Cargos y preceptos militares para salir con brevedad famoso, y valiente... Lelio Brancaccio [1610]



Cuando la compañía caminaba, el alférez debía llevar la bandera al hombro con el paño suelto o recogido, y cuando se hacía alto la debía arbolar, esto es, alzarla por encima de la cabeza desplegada. 

En muchas ocasiones, el alférez - así como otros oficiales y soldados particulares que se lo podían permitir - iban a caballo. Podían llevar la bandera al hombro montados a caballo, pero se esperaba que desmontasen y caminasen con su bandera a la entrada y salida de las poblaciones. 

Si en lugar de caminar en columna se caminaba en escuadrón, porque el terreno lo permitía, o la cercanía del enemigo lo requería, las banderas caminaban todas juntas, y todas debían ir o desplegadas o recogidas, pero todas de la misma manera, aunque una podía ser levantada, como explica Londoño, para que fuera bien vista por los soldados.



La bandera en batalla

Banderas en escuadrón de infantería española. Jornada de Túnez [1535] 4 tapiz de la serie de Willem de Pannemaker, dibujos de Jan Cornelisz Vermeyen.


el dia de campal batalla las banderas van en medio del escuadrón, y llévanlas los abanderados, y los alféreces van con sus picas en la segunda hilera del escuadrón, 

Batalla de Pavía y prisión del rey Francisco I. Juan de Oznaya 1544.


La bandera ocupaba el centro del escuadrón de picas formando normalmente en una misma hilera - aunque podían ir repartidas en dos - junto a los tambores y los pífanos y normalmente guarnecidas por los alabarderos. 

En muchas ocasiones, como apunta Oznaya, el alférez se hallaba en una de las primeras filas del escuadrón - la segunda, pues la primera era la de los capitanes - luchando con pica en mano, por lo que su bandera la portaba el abanderado o sotalférez, que debía estar bien vestido y armado con armas defensivas y un venablo en la mano. 

En casos donde no existía esa figura, la llevaba el paje del alférez o un criado, que podía ser, en ocasiones, demasiado mozo para llevarla y defenderla con gallardía, "rapaces que ni aún para mochileros son buenos". 

En algunas ocasiones, faltando sotálferez o mozo, el alférez entregaba su bandera a un soldado de su camarada, y en otras, era el propio alférez el que se hallaba en mitad del escuadrón custodiando la bandera.

hirieron de dos heridas á don Francisco de Mendoza, su alférez, y á su sargento, y le mataron hasta veinte é cinco soldados y hirieron otros muchos soldados buenos. Como el capitán y los que con él estaban estuviesen peleando, y como el alférez y sargento estuviesen heridos, tenía su bandera el banderado, y como los turcos la viesen entre ellos, la quisieron tomar. Como este banderado fuese un tan buen soldado, la defendía ; mas eran tantos, los turcos, que lo tomaron y lo sacaron arrastrando por encima del bestión y lo llevaron fuera á la cabana y le cortaron las manos y le quitan la bandera, y después de haberla tomado, lo hacen pedazos que apenas se conoscia quién fuese. 

Tratado de las campañas... Jornada de Túnez [1535]


En caso que el escuadrón se viera comprometido, el alférez debía tomar la bandera para defenderla con su vida, y no dejar al abanderado tal cometido, pero para entonces, si había ocupado su puesto en la segunda hilera, habiendo caído las primeras filas del escuadrón, éste se podía hallar herido o muerto. 

En cualquier caso, los demás soldados de la compañía, perteneciendo a la honra de toda ella guardarla, se empeñaban en ese fin, pero a veces sucedían hechos que parecían inverosímiles, como el de un soldado rebelde en los Países Bajos, que se metió en la mitad de un escuadrón real, mató al alférez que portaba la bandera y salió con su presa sin que nadie lo impidiese.

En caso de romper al enemigo, y comenzar el alcance - o sea, que los enemigos huyesen corriendo y los propios fueran a la carrera tras ellos, para degollarlos o desvalijarlos - las banderas debían quedar en el escuadrón, y jamás salir de él.

A los soldados que ganaban una bandera enemiga en batalla, se les solía recompensar hasta con diez ducados. 

Pelea por la bandera. El abanderado o alférez de la izquierda, del bando francés, parece que huye intentando salvar su bandera hecha jirones, mientras los de la derecha, bando imperial, mantienen la suya intacta. Batalla de Pavía, 1525. Royal Collection.


Muchas veces no se lograba tomar la bandera entera, y el enemigo arrancaba un pedazo de ella. Si el alférez o abanderado conservaba el asta con la mayor parte de ella, no se consideraba que había pérdida de reputación:

Y si peleando se rompe la vandera,y lleuan los enemigos un pedaço della, pierde el Alferez reputacion ? 

CAP.No por cierto , con que le quede en la mano solo el troço cón que la tenia.

Diálogos del arte militar, Bernardino de Escalante.


En la imagen que sigue se pueden ver multitud de banderas rotas tomadas por los rebeldes de los Países Bajos, muestra de que se peleaba sobre ellas:

Banderas españolas capturadas durante la guerra de los ochenta años [1567-1648] por los rebeldes de los Países Bajos, ahora ya independientes, en el salón del parlamento de los estados generales. La Gran Asamblea de 1651, por Bartholomeus van Bassen, Rijks Museum.


La bandera en los asaltos

Toma de la plaza de Hulst. Los defensores sostienen sus banderas en lo alto del muro, viendo al enemigo subir por la batería. 



La primera bandera que en esta batería subió fué de italianos, que era el alférez del conde Jullio; a este alférez hirieron en la batería, que no pudo entrar en la tierra. Tras deste entraron Juan de Solís, alférez de Rui Sánchez de Vargas, y Arce, alférez del maese de campo Arce y las demás banderas. 
Toma de la villa de Chieri en octubre de 1537
Tratado de las campañas y otros acontecimientos de los ejércitos del emperador Carlos V. Martín García Cereceda, v2



Después de todo esto fui avisado de los que estaban en el foso recogidos, y en llegando con toda la infantería, habiendo dado orden que la arcabucería escaramuzando por tres partes los acometiesen, y que después, si necesario fuese, arremetiesen las picas, era tanta la gana que todos traian de verse con los enemigos, que sin aguardar la orden dada, antes que los arcabuceros comenzasen la escaramuza, arremetieron las banderas y los coseletes, y entraron en el foso, donde hallaron harta resistencia; porque combatieron cerca de una hora, y dende unas torres donde con ayuda de los vecinos habian podido entrar algunos, mataron algunos de mis soldados y hirieron hasta 25 de los mejores. 

Sancho de Londoño al duque de Alba sobre el asalto dado a Dalen, 26 de abril de 1568. 


El ayudante de Sargento mayor dixo al Capitan Armengol, que hiziese mejorar su bandera, porque se arremeteria presto,y su Alferez se pudiesse señalar,y porque lo oyo Gregorio Ortiz Alferez del Capitan Ortis se puso la celada y tomo en su mano su bandera, y como lo vieron los demas Alferezes que estauan à la guardia tomaron tanbien las suyas y a porfia vnos de otros caminando saltando las trincheras hasta llegar al foso siguiendoles sus soldados caminando la bateria ariua. 
El Conde de Mega avnque no le tocaua tanbien aremetio.
Como se tomó Andevvater en 1575... Antonio de Carnero



Se consideraban que era un acto de valentía que honraba a aquellas compañías que lograban subir con la bandera hasta los muros, siendo el primer alférez que lo lograba digno de mención, a la par que un golpe para la moral del enemigo, pues plantar la bandera en la muralla era una forma simbólica de tomar la plaza, aunque todavía hubiera que acabar de ganarla. 

Además, la bandera era un elemento que unía a la compañía, algo a lo que seguir, elemento visible que hacía mantener la cohesión de las tropas que iban al asalto, sobre todo, una vez ganada la muralla, cuando los soldados tendían a desmandarse para ir a saquear cada uno a su beneficio.

También los defensores plantaban las banderas en las murallas el día que el enemigo había hecho batería suficiente como para dar el asalto, y esto se hacía como muestra de que se iban a defender gallardamente, y que esperaban resultar vencedores en la defensa del asalto. 

Cuando los defensores hacían alguna salida o encamisada, y lograban capturar una bandera enemiga, la podían plantar en las murallas, como muestra de lo conseguido, y escarnio del sitiador, que no había sido capaz de defenderlas. También se hacía lo contrario, si los asediadores eran capaces de tomar una bandera de los asediados, podían plantarla en sus trincheras:


Los soldados cercadores, como es su costumbre, después de una rota de su enemigo, pusieron las banderas ganadas en las trincheras en señal de su vitoria para desanimar á los cercados. 
Historia de Felipe II, por Luis Cabrera de Córdoba


En los asaltos, era generalmente el propio alférez quien portaba su bandera, pero a veces estos preferían hacer el asalto con pica en mano, o espada y rodela y dejaban las banderas a sus abanderados, a los que podían mandar les acompañasen cercanos. De otra manera, el alférez únicamente iría con la espada en la mano - o un venablo - y en la otra la bandera:

Y mandando retirar el esquadrón para que se bolviesse al campo, dieron un escopetazo y tantas lançadas y pedradas a Palomares, alférez de Hernán Lobo, que con una espada y rodela peleava, teniendo junto a él su vanderado con la vandera campeando que le derribaron con tantas y tan malas heridas de que incontinente murió.
Historia de la guerra y presa de África, por Pedro de Salazar


Si el alférez o abanderado caía con la bandera, se esperaba que otro la tomase en su lugar, y continuase con ella: y un soldado que le seguía alçó la vandera y la enerboló y husó el oficio de alférez passándola adelante.

A veces, en lugar de dar asalto general, solo unas cuantas compañías daban asalto, y el asalto se podía hacer sin banderas:

Discurrió el conde con los del consejo si se daría asalto general y con banderas y resolvióse que no, sino que los capitanes a quien tocaba la vanguardia tomasen puesto en la muralla y le fortificasen, desde el cual o se obligaría al enemigo a que se rindiese o se tomaría la ocasión de más cerca y cuando el enemigo estuviese más descuidado.
Las Guerras de los Estados Baxos desde el año de mil y quinientos ochenta y ocho hasta el de mil y quinientos nouenta y nueue, Carlos Coloma


Puntualmente, también se enviaban tropas sin banderas para acciones arriscadas:

Pero visto por el Maestre de campo que la armada enemiga se detenia alli, y que el puesto era de ynportancia, ymbio à algunos Españoles sin bandera con los Capitanes Don Luis Pimentel y Palomino y Don Diego de Gaona para que le guardén. Y entraron los Españoles al agua hasta la cinta ynbestieron a los enemigos, y peleando con singular fortaleza con ellos, les ganaron las trincheras y el fuerte, y los hizierón retirar huyendo a sus nauios, executando se saqueó y quemó el aldea y la gente se boluio à sus alojamientos. Y en esta façion mataron a Don Luis Pimentel de dos mosquetaços peleando valerosamente.
Historia de las guerras civiles que ha habido en los estados de Flandes, Antonio de Carnero


En muchas ocasiones, un clérigo o sacerdote bendecía las banderas antes de dar el asalto o hacer batalla contra los enemigos, para infundir ánimos en los soldados.



La bandera en el cuerpo de guardia



Cuando una compañía entraba de guardia, bien fuera en una plaza fuerte, bien en un campamento, la bandera debía estar en el cuerpo de guardia hasta que finalizase el servicio de la compañía. 

En una plaza fuerte, el cuerpo de guardia se hacía en alguna casa principal, y la bandera debía poder verse de lejos, colgada desde una ventana durante el día. Por la noche se recomendaba que se guardase dentro, en lugar donde pudiera ser vista por los soldados.

Cada vez que se mudaba la guardia, esto es, cada cuarto - la noche se dividía en cuatro partes iguales, desde la puesta hasta la salida del sol - la bandera debía ser vista por quien entraba de guardia, si bien era oficio del alférez custodiarla. 

Cuando se tocaba al arma por parte de los tambores, todos los hombres debían acudir a la plaza de armas que se les hubiera señalado para escuadronar alrededor de ellas. 

Habitualmente, en una plaza fuerte donde había varias compañías residiendo, los alféreces tenían la bandera en su posada, y se hacían acompañar de cuatro hombres. 


En alojamiento en el campo, las banderas se plantaban en la plaza de armas, que era el lugar elegido para reunir a las tropas en caso de tocarse al arma.


La bandera en la rendición de una plaza fuerte

Los españoles dejan Maastricht el 27 de abril de 1577 en virtud del edicto perpetuo, firmado entre don Juan de Austria en nombre de Felipe II y los estados generales. Aunque no se trata de la rendición de una plaza fuerte en un asedio y las tropas españolas retornarían al año siguiente, este es un ejemplo perfecto de entrega de una plaza conservando todo el honor militar: las tropas salen con todas sus pertenencias cargadas en carros y conservan y exhiben todas las armas, mientras caminan con banderas tendidas y - no los vemos - tocando tambores. Grabado de Franz Hogenberg. 



Primeramente, que S. Exc. haya de acordar llana y simple y de buena fee que el dicho coronel y asimismo todos y cualesquier teniente y capitanes, alférez y oficiales, gentiles-hombres y soldados salgan de las villas, castillos y fortalezas que S. M. posee en esta isla de Walcheren, y sean acompañados fuera della con todas sus armas cumplidas, enseñas desplegadas, tambores, pipharos, bagajes y hato á ellos pertenecientes
Capítulos que el coronel Cristóbal de Mondragón demanda para rendirse


El primero artículo se concede eceto que no se tocarán atambores y que no se llevarán las banderas desplegadas, empero plegadas sobre las espaldas
Apostillas de los deputados del señor Príncipe de Orange sobre los artículos demandados por el coronel Mondragón




Cuando las tropas que guardaban una plaza fuerte la rendían, esto es, pactaban o capitulaban su rendición con los que la tenían asediada, se negociaba una serie de condiciones. Entre dichas condiciones, y no la menos importante, estaba la forma en que los defensores abandonaban la plaza, garantía del respeto de sus vidas, posesiones y reputación. 

A los defensores, en lo que a banderas se refiere, se les podía conceder lo siguiente, en orden de importancia:

1) Lo más honroso para los defensores sería abandonar la plaza con todas sus armas y bagaje, con las cuerdas de los arcabuces y mosquetes encendidas, balas en las bocas, las cajas templadas - o sea, los tambores con la piel tensa para poder ser repicados - tocando los tambores y pífanos y las banderas tendidas o desplegadas. 

2) Después, se podía abandonar la plaza con las banderas plegadas. Esto es, envuelto el tafetán en el asta de la bandera y la bandera portada por el alférez o su abanderado sobre la espalda.

3) En tercer lugar, las tropas que capitulaban, podían salir de la plaza fuerte rendida con las banderas guardadas en cajas, que no quedasen a la vista. 

4)  Y por último, los defensores abandonaban la plaza sin banderas. Las banderas quedaban en la plaza como botín de guerra, siendo considerablemente deshonroso para los vencidos.

Tropas francesas rinden Cambrai al conde de Fuentes, 9 de octubre de 1595. Salir con las banderas tendidas, tocando pífanos y tambores, con las cuerdas de los arcabuces encendidas por los dos cabos, balas en la boca, y con todo el bagaje, era el mayor honor que podía obtener un rendido, implicando que se había defendido valiente y eficazmente, o significando que los asediadores no se veían capaces de tomar la plaza con ventaja. Grabado de Franz Hogenberg.



Aunque simbólico, el derecho a caminar con banderas tendidas se llegaba a defender con la propia vida, aunque a uno lo hubieran despedido, y por tanto, ya no se hallase en guerra:

al fin del Setiembre [de 1525] vienen despedidos de Francia once capitanes, con su gente italiana, queriendo pasar vecinos de los alojamientos que los españoles tenian. Sabido esto por el Marqués de Pescara, les envia á mandar que pasasen con banderas cogidas y á tambores callados, y que no pasasen juntos más de veinte en veinte y de treinta en treinta. Los cuales italianos, paresciéndoles ser cosa fea, no quieren pasar, sino sus banderas tendidas y sus atambores tocando á la orden, se meten en Yvrea, que era una pequeña y fuerte villa del marquesado de Saluzzo, de do fueron los once capitanes al castillo de Rebel, que muy vecino estaba de la villa, á se fablar con la Marquesa de Saluzzo y á le demandar paso y favor por sus tierras, para facer su viaje. 

Tratado de las campañas y otros acontecimientos de los ejércitos del emperador Carlos V. Martín García Cereceda


La bandera blanca, bandera de paz

Y visto por los moros que le avitavan, con temor que huvieron se juntaron y tuvieron consejo cómo se librarían de rescibir daño, y acordaron de procurar la paz por todas las vías y formas possibles, y para señal dello alçaron en el muro una vandera blanca. Y conosciendo el príncipe el fin para que alçado la avían, embió a la villa un gentil hombre informado de lo que les avía de dezir. El qual, para ser por embaxador conoscido, llevando una pequeña vandera en la mano con una cruz colorada, saltó en tierra y fue para ella, y los moros le havrieron la puerta.
Historia de la guerra y presa de África, por Pedro de Salazar



La bandera blanca, que podía ser una sábana atada a un palo, era considerada entonces símbolo de tregua o rendimiento, y se usaba para parlamentar con seguro antes de capitular la rendición, aunque a veces también podía usarse para comunicar algo, incluso una acción de guerra, a modo de banderas de "contraseño" como las que se usaban en la mar:


Estos gascones, viéndose fuertes, no se quieren rendir, antes tiraban con sus arcabuces y mosquetes que en el castillo tenian , alzando una bandera blanca puniéndolo en lo más alto del castillo para que los de Pinerolo la viesen y viniesen á dalles socorro, como fuesen vecinos á Pinerolo. 
Tratado de las campañas... año de 1537


Para significar los cercados a su armada la hambre que passavan y extrema necessidad, pusieron en la torre de la iglesia una vandera negra, que era la última seña
Comentarios de don Bernardino de Mendoça de lo sucedido en las guerras de los Payses Baxos: desde el año de 1567 hasta el de 1577






El capitán Alonso de Peralta y el visitador Godínez en la perdida de Bugía en 1555. Un caso de justicia real en el XVI

Primero día de abril 1556 que fue miércoles de la semana santa, fueron sentenciados a muerte en Valladolid don Alonso de Peralta, hijo de don Luis de Peeralta, y Luis Godínez y un letrado, por aver entregado a Bugia a los turcos. 

Suplicaron desto ellos y después en lunes 4 días de mayo, fue degollado en Valladolid el dicho Alonso de Peralta, mancebo de veinte y siete años.
Luis Godínez, porque lo mandaron ahorcar y quartear, apeló del género de la muerte, diziendo que era cauallero.

Era rico y marrano.

Año I DLVI. Nuevas de este año, por Florián de Ocampo, cronista de su majestad.



Nunca Dios tal quiera, porque ningún alcaide ni gente que con él esté, pueden ni deben entregar la fortaleza á los enemigos si no se la tomaren por fuerza, y sobre ello debe el alcaide perder la vida conforme á las leyes de España

Razonamiento de Felipe de Pamenes, contador del sueldo de Bujía en 1555


Bugía asediada

Artillería de campaña turca. Túnez, 1535. Kunst historisches museum de Viena.


Alonso Carrillo de Peralta era gobernador y capitán de Bugía, y alcaide del castillo mayor,  al mando de 150 hombres, reforzados con otros 100 que habían desembarcado el 14 de agosto de 1555 junto al visitador Luis de Godínez.

Alonso se hallaba en el castillo mayor, del que era alcaide, y su primo, Pedro de Peralta, hermano del marqués de Falces, era alcaide del castillo imperial, a cargo de 130 hombres.
Había en Bujía un tercer castillo, llamado el Castillejo, cuyo alcaide era Juan de Bilbao, a cargo de unos 45 hombres que fue reforzado con 20 procedentes del castillo Mayor. 

Había tropas de infantería, de las que eran capitanes los respectivos alcaides, y tropas de caballería, de las que era capitán Alonso de Peralta con su alférez Diego de Bárcenas que las gobernaba. Peralta tenía otro alférez para la gente de a pie, Tomás del Castillo, y había un capitán para la gente del campo y cuadrilleros, Alonso Sánchez Crespo.


En Bujía, además de estos oficiales de gente de guerra, había varios oficiales reales: el pagador Felipe de Pamenes, el teniente de veedor Ochoa de Çalaya y el teniente de pagador Bartalomé Lavado, que eran personas de autoridad en la plaza, aunque no tuvieran cargo de guerra. El pagador Domingo de Alcibar estaba indispuesto, y apenas se le entendía cuando hablaba, por lo que no jugó ningún papel en los hechos de septiembre de 1555.

En Bujía, además, había, al menos cuarenta mujeres y niños de familia española, aunque muy probablemente fueran muchos más, pues, por ejemplo, el contador Pamenes tenía mujer y cinco hijos.


En el galeón español y la carabela portuguesa que habían aportado el 14 de agosto, había, entre marineros y pasajeros que iban a Italia - entre ellos, unos cuantos soldados - unas 300 personas, que estaban en Bujía a primeros de septiembre.

Teniendo aviso el gobernador Peralta de la llegada del ejército y armada argelinos, al menos cinco días antes de su arribada, la tuvo por incierta, y consideró que no era necesario realizar ningún preparativo.

El día que aparecieron dos galeras enemigas en la boca del río, a vista de la plaza costera, Alonso de Peralta se hallaba preparando un juego de cañas, con "sus divisas y aparejos para salir al juego galanamente". Aún a pesar de ver estas galeras, y ver parte de la caballería del rey de Argel que se hallaban vigilando la plaza, los oficiales del rey, fundamentalmente el contador Felipe Pamenes, tuvieron que insistirle para que se pusiesen en defensa de una vez, habiendo perdido cinco días estando en Babia.

Bujía fue asediada a partir del día de nuestra señora de septiembre (día 8) de 1555  por un ejército formado por bereberes, árabes, renegados y turcos, con nueve piezas de artillería de asedio, entre ellas dos cañones reforzados que tiraban balas de hierro de hasta 63 libras,  desembarcadas desde una nao con un pontón, y varias galeras y galeotas, todo a mando del rey de Argel.

Tras resistir unos días, después de haber enviado una fragata a España pidiendo socorro, Alonso de Peralta dio a partido la plaza, o sea, capituló con los asediadores la entrega a cambio de que los defensores pudieran salir con las vidas:

Lo primero que les dé libertad y lugar para que puedan pasar en España á todos, chicos y grandes, mujeres y hijos libremente, con sus dineros y haciendas, y todo lo que tuvieren y tienen al presente, y con sus armas, sin que de ninguna persona por él, ni por ninguno de sus corsarios, les sea puesto impedimento alguno.


O eso es lo que quiso creer Alonso de Peralta, pues sus capítulos, redactados por él mismo, fueron llevados al rey de Argel por Ochoa de Çalaya, teniente de pagador y Juan de Milán, mercader italiano, que hablaba la "lengua turquesca". Estos, habiendo hablado Milán con el rey sin que Çalaya hubiera entendido nada, regresaron del campo argelino con los capítulos sellados, que fueron la prueba en la plaza de que el rey había aceptado las condiciones ofrecidas por Peralta.

Según las mismas, los asediadores no entrarían en Bujía hasta pasados tres días,  dando tiempo a que los cercados se embarcasen con dinero, hacienda y armas, en navíos, con bastimentos y agua para volver a España con salvoconducto.

Eso es lo que decía el documento español.

Antes de esa rendición, habían sucedido varios episodios de importancia.



El asedio de Bugía en septiembre de 1555

1) El llamado castillo imperial estaba tan mal construido, "y desto tienen la culpa los maestros y caleros que vinieron de Secilia", que el parapeto de 18 pies de grueso se desmoronó tras solo dos días de disparos de la artillería turca, que hizo, según testigos, 663 tiros. Aunque pudieran parecer muchos, se supone que debería haber aguantado unos 15 dias, y los turcos se sorprendieron "víendo cómo las paredes

se caían cada ladrillo por sí". Quedando la plaza del castillo al descubierto, un mensaje confuso enviado desde el castillo mayor empujó a los soldados a desamparar el castillo imperial de madrugada para refugiarse en el primero sin órdenes de su capitán. Aunque Pedro de Peralta parecía querer mantener su juramento de morir defendiendo la plaza, los siguió viéndose solo. El castillo imperial quedó así en manos de los turcos, tomando la artillería y municiones que habían quedado allí, y teniendo otro emplazamiento para tirar con artillería al castillo Mayor. 


2) El Castillejo, otro castillo defensivo, fue tomado al asalto, y su alcaide y 43 hombres supervivientes, fueron llevados como cautivos a Argel.


3) El 22 de septiembre, se comenzó a batir el castillo Mayor, la única defensa que le quedaba a la plaza. El 23, los turcos habían podido emplazar sus cuatro cañones a cien pasos del castillo, moviéndolas en mitad de la noche.


4) El gobernador Alonso de Peralta, para ese momento, trabajando día y noche sin descanso en las obras de defensa del castillo mayor, parece que sufrió una crisis nerviosa y se sumió en un estado depresivo: "vino en estado de llorar como niño" y según se decía "vino el Capitán á perder parte del juicio en tal manera que no tenía constancia ni firmeza en ninguna cosa".


5) El resto de oficiales del rey, el capitán del campo, el alférez de caballería, y el alférez de la infantería de Bujía, ciertos escuderos y el teniente de veedor, eran de la opinión que era mejor rendirse, así como un cuadrillero del campo y muchos cabos de escuadra de la gente de a pie.

El contador Pamenes, el visitador Godínez, el teniente de veedor Çalaya eran partidarios de mantener la defensa, pero no eran oficiales de gente de guerra, sino del sueldo o judiciales, aunque Ochoa de Çalaya, en última instancia, mudó el parecer.


6) Pedro de Peralta quería resarcirse de la perdida del castillo imperial haciendo alguna facción de guerra  y Alonso de Peralta, aunque "estaba medio desvanecido de la cabeza y no tenía constancia en ninguna cosa y con el juicio algo trastornado", quería proseguir con la defensa, pero se trataba de un hombre muy influenciable, "flaco de cabeza".


7) El contador Diego de Pamenes, cuyo oficio era de sueldo, y no tenía mando militar, pero sí mucho empuje personal, y acudía a la defensa de la plaza,  propuso un plan para salir a clavar la artillería enemiga, que debía mantenerse en secreto de aquellos oficiales, cabos de escuadra y escuderos "medrosos y cortados", pero hallándose en la fragua con el herrero junto a Alonso de Peralta preparando los clavos, fueron descubiertos por estos, y presionado, el gobernador Peralta ordenó que no se hiciera dicha facción.


8) El rey de Argel mandó una carta avisando a los del castillo mayor que el socorro de España que habían demandado no vendrían, porque ellos habían capturado la fragata en la cual iban las cartas, entregándolas como prueba de que lo que decía era cierto. 


9) Habiendo entre la tripulación del galeón muchos vizcaínos aptos para pelear - los marineros, aún de naves particulares, debían, necesariamente saber combatir - y aún varios soldados que viajaban de España a Italia, Alonso de Peralta se negó a que participasen en la defensa, por consejo de Lavado.


10) Uno de los soldados de la plaza, un trompeta llamado Juan Rodríguez, se salió del castillo para hacerse turco, y aconsejó a los asediadores que tirasen contra la torre de las Cabezas, pues allí había dos piezas que guardaban el lienzo del castillo que batían los turcos. Esto hicieron, y las dos piezas quedaron inutilizadas para los defensores.


11) El día de San Cosme y San Damián, 27 de septiembre, el alcaide del castillo imperial, Pedro de Peralta murió en las murallas, de un tiro de artillería que, al parecer, hizo un renegado francés que le disparó desde el castillo imperial, que había estado a su gobierno. También cayeron 42 soldados y fueron heridos 65 en un "bravo asalto que se le dio" al castillo mayor.


12) Con todo esto, los medrosos convencieron a Alonso de Peralta se votase por la rendición de la plaza, y, excepto Godínez, que se negó a votar y Pamenes, que se opuso con virulencia, fue acordado darse a los turcos en votación hecha por los oficiales del rey, de guerra y del sueldo.


13) Pamenes protestó y lanzó graves acusaciones contra los que así votaban. Se pusieron las cosas tan tensas, que Alonso de Peralta advirtió al "escandalizador y alborotador" contador Pamenes que se guardase de seguir por esa vía, pues habían ofrecido 40 ducados para que lo matasen a escopetazos, e hizo que lo tuvieran preso en su posada mientras se llevaron los capítulos del partido al rey Argel. Pamenes recibió orden de quedar en su casa, con orden de Peralta de "que si salís, os han de dar dos ó tres arcabuzazos".


En esto Ochoa de Çalaya y Juan de Milán regresaron con los capítulos redactados por Alonso de Peralta y sellados por un oficial del rey de Argel.


La rendición de Bugía el día de San Miguel


La toma de Bujía se hizo no según lo capitulado, sino a gusto del rey. No se aguardó a los tres días, sino que de inmediato se entró en la plaza.

Aunque los residentes fueron embarcándose en una nao que el rey de Argel les prestó y llenaron la nao hasta los topes, muchos fueron desvalijados, incluyendo al propio capitán y gobernador que le arrebataron un cofre con dinero de entre las manos.

En lo capitulado, podrían salir los cristianos con armas, pero el rey mandó desarmarlos.

En la dicha nao se embarcaba toda la gente, cuando el rey de Argel mandó pedir 200 hombres para retirar los cadáveres. Alonso de Peralta los concedió. No se volverían a ver en la nao.

Estando unos españoles llenando botas de agua para la nao, pasó un jeque que tomó a uno de ellos. Era Tomás del Castillo, alférez, que había votado a favor de la rendición. No se le volvió a ver.

Otra gente del rey llegó a la nao, y tomaron por la fuerza a la hija del contador Pamenes, de 13 o 14 años de edad, la hija de Ochoa de Çalaya, de 12 o 13 años, y un muchachito de 9 o 10, que fueron llevados a las tiendas del rey.

Al cuarto día de hallarse embarcados, vino gente del rey. Apartaron al gobernador Peralta, a Godínez y a otros oficiales junto a sus mujeres y los embarcaron en otra nave, la carabela portuguesa donde se hallaba Juan de Milán, el mercader platico en lengua turquesca que había llevado los capítulos de rendición al rey de Argel.

Al resto, los separaron: los hombres los echaron a las galeras, y a las mujeres y niños se los llevaron a las tiendas del rey:

"que allí se vido aquella mañana apartar las mujeres de sus maridos y los hijos de las madres y padres, con gran lloro que hacia, que era gran lástima de verlo".

Después serían llevado a Argel: los hombres a los llamados baños, donde estaba la prisión de los cautivos, y las mujeres y niños como esclavos de la casa del rey, si bien éste regaló muchas a varios jeques.

En la carabela portuguesa se embarcaron cien hombres, viejos y heridos, y con estos, catorce personas escogidas por Alonso de Peralta, oficiales reales y sus mujeres, que viajaron a España, entre los que no estaba el crítico contador Pamenes. Muchos de estos heridos, se murieron en la travesía a su tierra natal.

Aunque pudiera parecer que el rey de Argel traicionó lo capitulado, fue voy populi que Juan de Milán, cuando fue a llevar los capítulos al campamento real, y hablando en lengua turquesca con el rey, viendo que éste se negaba a lo que se le pedía, acordó que de Bujía se salvasen 120 personas. 20 que Alonso de Peralta escogería, y 100, que escogería el rey. El rey, claro, escogió a heridos y ancianos, por tener menos valor como esclavos o cautivos.



Los condenados

Vinose don Alonso de Peralta a Medina del Campo, y Luyz Godínez a Valladolid, harto tristes. Acusoseles luego ante los alcaldes del crimen de corte, diziendo que se auian rendido con facilidad, salvando solas sus personas.
Historia pontifical y católica, de Gonzalo de Illescas.


si yo pensara que esto había de ser, antes muriera defendiendo á Bugía que no entregarla á los turcos

Parecer del gobernador y capitán de Bujia, Alonso de Peralta, cuando se marchaba en la carabela.

Luis Godínez de Alcaraz era un "visitador". Alguien que el rey, en este caso, la gobernadora Juana en su nombre, enviaba para tomar visita al gobernador, o sea, evaluar el estado de la plaza y juzgar las labores de gobierno del capitán de Bujía. En teoría, en una residencia, llegado el caso, se podía incluso llegar a deponer a la persona, pero sería necesario ver con qué instrucciones fue Luis de Godínez a Bujía, aunque se mencionan sus funciones de juez de residencia.

Godínez había ido acompañado por un letrado, el licenciado Belorado, un escribano, un alguacil y varios criados. Lo normal era hacer averiguaciones sobre el gobierno de Peralta, y para ello, entre otros procedimientos, se interrogaba testigos y se tomaba nota.

El visitador tenía ciertas prerrogativas como juez, teniendo su vara de justicia.

Durante el asedio del castillo mayor, Godínez iba pregonando a los soldados que acudieran a las murallas del castillo mayor a defenderlas,  "porque acaecía muchas veces que los soldados se iban á comer y amasar á sus posadas y dejaban la muralla sola", advirtiendo de penas contra quién lo incumpliera, pero quejándose los soldados a Peralta de ello, el gobernador mandó a Godínez que no se entrometiera en ninguna cosa tocante a la guerra, y éste se retrajo. 

La visita de Godínez, paradójicamente, había sido motivada por quejas de los soldados de la plaza contra Alonso de Peralta.

El letrado que fue condenado, parece que debía ser el licenciado Belorado, que acompañaba a Godínez como su alcalde mayor, otro cargo judicial sin mando en la guerra. Es posible que se les acusara de no haber depuesto a Peralta, o no haberle forzado a mantener la defensa hasta el fin.

Don Pedro de Peralta murió en la defensa del castillo mayor, y si algo se le pudo reprochar por haber abandonado el imperial en seguimiento de sus hombres, parece que la muerte le evitó el proceso.

La rendición, considerada como ignominiosa, supuso un mazazo para la moral del reino. Cuando Peralta y Godínez regresaron, se les hizo un proceso a ambos.

Aunque se dijo que Peralta rindió la plaza contra el parecer de Godínez, este último no ejerció su autoridad, o no fue capaz de imponer su criterio, y probablemente por ello fue condenado, pero no tenía gobierno en cosas de guerra.

Peralta, siendo caballero, tenía el privilegio de ser ejecutado como tal, y por tanto, decapitado. Godínez, fue condenado a la horca - pena infamante - y a ser hecho cuartos, o sea, descuartizado su cadáver como escarnio y afrenta.

Godínez protestó, según Florián de Ocampo, no por la condena a muerte, sino por el método. Deseaba ser decapitado como caballero que era, pero Ocampo dice de él que era 1) rico - cosa que un caballero no puede ser, a no ser que haya ganado su hacienda en servicio del rey, pues de otra manera, haciendo negocios, no podía ser rico y caballero a la vez  -y 2) marrano, indicando que no podía ser hidalgo siendo de ascendencia judía.

A pesar de todo esto, el visitador apeló y pidió disculpas y se le moderó la pena.  Mientras el proceso para depurar sus responsabilidades seguía "el Godínez tuvo por cárcel la casa del corregidor de Valladolid, y sin haberse declarado su proceso murió de enfermedad en noviembre de 1557".

Según un bien informado Gonzalo de Illescas - su hermano había sido escribano del proceso - la sentencia se pronunció después de su muerte, " y fue dado por libre, sin que su fama ni sus bienes, padeciesen pena ninguna".

Y es que, aún después de muerto, a uno lo podían condenar e incluso ejecutar en efigie.




La efectividad de las armas de fuego portátiles y la protección de las armaduras frente a pistolas, arcabuces y mosquetes en el siglo XVI

porque de los apercebidos españoles, y derramados en torno era tirada a todas partes con golpes mortales una infinidad de pelotas de plomo, las quales no salian ya de escopetas, como poco antes se usaba, sino de piezas mas gruesas, que llaman arcabuzes: pasaban de una banda a otra, no solamente los hombres de armas, mas aun muchas veces dos soldados y dos cauallos juntos, tanto que la campaña cubierta de un miserable estrago de nobles caualleros y de cauallos franceses, que morían en un mismo tiempo 

Batalla de Pavía en Historia del marqués de Pescara, de Pablo Jovio, traducida por Pedro Vallés



caso que los arneses sean en demasía débiles para resistir al artillería o los arcabuzazos, no obstante esto ellos defienden la persona de los golpes de las picas, de halabardas, de espada, de saetas, de piedras, de las ballestas y de los arcos, y de toda otra ofensa que puede proceder de la mano de los enemigos, y algunas veces un arcavuz estara tan mal cargado o escalentado, o bien podra tirar de tan lejos que el arnes por poco bueno que sea salvara la vida del hombre.

Tratado de Re Militaris, Diego de Salazar [1536]



El Conde de Ebrestain con quarenta cauallos se junto con el [Sancho Davila] antes de la rota y en ella se porto tan bien que fue de los primeros, y hubo un arcabuzazo de que le escaparon sus buenas armas

Copia de carta que escrivio al Duque de Alva el Maestre de Campo Don Sancho de Londoño. Erdens, 26 de Abril 15[6]8 [MSS1750, f318, BNE]



y a Don Juan de Baçan su hermano q yva delante a entrar en la galeota armado de una fina cota de malla y con su celada en la cabeça y cubierto de una rodela de azero, y con su espada desnuda en la mano le dieron un arcabuzazo sobre la rodela q se la passo de claro: y fue tan grande el golpe que recibio, que de espaldas dio con el entre los bancos: y no tuvo poca ventura recebir le tan cerca, porque como fuera un poco mas lexos, no fuera menos sino q la furia y fuerça q llevara la pelota al salir de la escopeta le matara

De lo que acaecio a Don Sancho de Leyva y Don Alvaro de Baçan con los turcos de dos galeotas 

Hispania victrix, Pedro de Salazar [1570]



El arte militar consiste en opiniones

Discurso que trata del cargo de Maestre de Campo General, Cristóbal Lechuga [1603]



Arcabuceros disparando delante de un escuadrón de picas, formado mayoritariamente por picas secas, también llamadas picas desarmadas, y algún que otro coselete, frente a la Goleta de Túnez, en 1535. Los arcabuceros quedan cubiertos por el cuadro de picas en el cual podían hallar refugio, pero la ofensiva cada vez va a ir quedando más en las manos de los hombres armados con armas de fuego. Tapiz nº4 de la serie la Conquista de Túnez. Jan Cornelisz Vermeyen, que asistió a la campaña de Túnez hizo esbozos de sus dibujos in situ, como precursos de los modernos corresponsales gráficos de guerra. Evidentemente, los cartones y tapices no pretendían explicar la realidad, si no dejar constancia a quienes las vieran de las grandezas del Emperador Carlos V, pero no dejan de ser una fuente única para conocer a los soldados de este periodo, segundo tercio del XVI.


En un ensayo realizado en 1974 por Alan Williams, se dispararon replicas de 'cañones de mano' - en español de la época lo llamarían truenos - de la Edad Media. Para la pieza correspondiente a finales del siglo XV, con un calibre de 3/4 de pulgada [19,05mm] y longitud de cañón 15 pulgadas [381 mm], con disparos efectuados a 10 yardas [9,14 metros] se logró penetrar en el 62,5% de los disparos una plancha de acero dulce de 1/10 de pulgada [2,54 mm].

Evidentemente, el gran cambio, como lo pudieron percibir los coetáneos de Paolo Giovio, que relatara con asombro los estragos que la arcabucería española perpetró en los caballeros y hombres de armas franceses, lo vamos a ver a finales del siglo XV, y sobre todo, partir de los 1520s con la adopción del arcabuz.

Es asumido que el perfeccionamiento de las armas de fuego portátiles tenido lugar entre los últimos años del siglo XV y los primeros del XVI, supuso, no solo una revolución tecnológica que implicó grandes cambios tácticos, tanto en el campo de batalla, como - menos estudiado - en el asedio y defensa de plazas fuertes, sino que se llega a asumir hasta un elemento de cambio social. Este cambio social vino dado por la paulatina universalización de los ejércitos experimentada en el siglo XVIII, con unas armas, no sólo baratas de producir, sino, sobre todo, de relativamente fácil uso y manejo, que no requerían de un adiestramiento intensivo prolongado, ni de una elevada capacidad física por parte de los soldados que las usaban.

Pero no nos vayamos tan lejos.

En el siglo XVI, la mayoría de autores coincidían en que el exponente de ese cambio lo constituye lo sucedido en la batalla de Pavía, donde, en resumidas cuentas, un grupo de escopeteros y arcabuceros españoles, que podían haber nacido hijos de un porquero, consiguieron derrotar a la flor de la nobleza de Francia, hombres de armas nacidos y criados para la guerra, montados a lomos de imponentes destreros y armados defensivamente con ricos arneses grabados y dorados que un pobre infante no hubiera podido pagar con el sueldo de toda una vida. 

Si quedó probado que los 'modernos' arcabuces podían pasar las armas de un noble, que se supone eran las mejores que se podían comprar, ¿para qué seguir embutiéndose en hierro, para qué seguir cargando con tanto peso, para qué gastarse el sueldo [1], ni que fueran 5 escudos en el caso de un coselete de munición, si estas armas defensivas habían dejado de dar protección a su usuario?

La respuesta general es que, si bien las armaduras - arneses de caballería, o coseletes de infantería - ya no ofrecían protección para las armas de fuego, sí que lo continuaban proporcionando frente a las armas blancas, bien fueran para herir de punta - lanzas de armas, lanzones, estoques, espadas de hombres de armas, o picas, partesanas y espadas de la infantería - o para herir de golpe - alabardas de infantería, y mazas, hachas, picos o martillos de caballería. 

Así, un arcabucero de 1530 podía traspasar con una pelota de su arcabuz las armas - el peto, por ejemplo, que protegía el torso y la mayoría de órganos vitales - de un soldado de infantería o caballería a 50 pasos. 

Pero no solo se combatía a distancia: el escuadrón en el que formaba un coselete, también podría, en el transcurso de la batalla llegar a cerrar con el del enemigo contrario, o el hombre de armas o caballo ligero podría entrar en la melé y combatir con estoque o maza y salir con vida, aunque quizá algo 'trastornado' por los golpes de hachas, picos y martillo, recibidos. 

¿Pero era esto tan meridianamente claro? 

¿Realmente, las armas defensivas no ofrecían ninguna protección frente a los disparos de arcabuces primero, y mosquetes a partir de la década de 1560? 

Lo cierto es que, como veremos, aunque los arcabuces, pistolas y mosquetes, eran, en su ámbito, armas bastante potentes, también eran altamente ineficaces, y las armaduras, aunque no eran de extremada dureza, sí podían ofrecer cierta protección frente a disparos.

Como verá el lector, sí que se puede decir que las armas defensivas hechas con planchas metálicas, podían salvar la vida de su portador, o al menos, reducir el daño sufrido al recibir un disparo con arma de fuego. Fueron, por lo tanto, una buena herramienta defensiva, no solo contra las armas blancas y arrojadizas, sino también, frente a los disparos de las modernas armas de fuego. 


La efectividad de las armas de fuego. El ensayo de Graz.


por tres vezes un arcabuzero Spañol pego fuego al arcabuz y no salio la pelota
Historia y primera parte de la Guerra que don Carlos V...  movio contra los Principes y Ciudades rebeldes del Reyno de Alemania. Pedro de Salazar [1548]


[el duque de Alba] habia ordenado que toda nuestra arcabucería estuviese sobre aviso á no disparar hasta que los enemigos estuviesen á dos picas de largo de nuestras trincheas; porque desta manera ningún tiro de nuestros arcabuceros, que eran muchos y muy buenos, se perdería, y si tiraban de lejos, los mas fueran en balde; y así, mandó que las primeras salvas, que suelen ser las mejores, se guardasen para de cerca. 
Comentario de la guerra de Alemania, por Luis de Ávila y úñiga [1548]




A finales de la década de 1980, los conservadores del museo Landeszeughaus en Graz, Austria seleccionaron una serie de armas de fuego portátiles de su arsenal de los siglos XVI, XVII y XVIII. Descartando aquellas que presentaban leves daños y desperfectos, y seleccionando aquellas en buen estado, realizaron, con la ayuda y medios técnicos del ejército austriaco, una serie de pruebas balísticas equiparables a las que se realizaban con armamento contemporáneo. Efectuaron una media de 18 disparos por arma, y obtuvieron, por lo tanto, unos resultados realmente significativos. 

La mayoría de piezas tendrían grabada la marca del amero, lo que había permitido a los conservadores del museo clasificar regionalmente su origen, y unas pocas tenían grabado el año en que fueron fabricadas, pudiendo datarlas sin duda alguna. Las que carecían del grabado que indicaba el año de fabricación fueron clasificadas temporalmente por su tipología, forma y estilo de las distintas partes, especialmente, del cañón. 

Como se puede apreciar en la imagen, algunas armas eran tan sencillas de datar como este arcabuz de Nuremberg fabricado en 1567, que se conserva en el Landeszeughaus de Graz. También el maestro armero haría en el cañón una o varias marcas para identificar su autoría. Fotografías tomadas por el especialista bávaro Michael Trömmer, tristemente fallecido hace ya seis años, que tuvo a bien responderme en su día a ciertas cuestiones sobre armamento de la época. 



Para comparar, los autores del estudio ofrecieron datos de dos armas modernas, un fusil de asalto y una pistola, usadas ambas por el ejército austriaco en los años 1980. 

He procedido a copiar los datos de las armas de los siglos XVI y XVII, descartando las del XVIII, pero las diferencias en cuanto a alcance, velocidad, energía, dispersión y precisión de estas últimas respecto a las de los dos siglos precedentes, tampoco difieren mucho. 

Las diferencias fundamentales entre las armas del XVI y del XVII con las posteriores, las podemos encontrar en los mecanismos de ignición - llave de piedra para los mosquetes o fusiles del XVIII - o en el peso del arma, con más ligereza en el caso de las más modernas.

Asimismo, he añadido, en púrpura, unas columnas, en primer lugar, para facilitar la compresión, y en segundo, para aportar datos que aparecen mencionados de forma sucinta en el texto del artículo.




La segunda columna de la tabla, que considero importante destacar para los lectores del blog o lectores de documentos de la época, es la equivalencia de la denominación española para las armas ensayadas en Austria. Lo que universalmente en el artículo en inglés es denominado mosquete, yo lo he llamado mosquete o arcabuz, en función, básicamente, de las dimensiones del arma y de su calibre. 

Un español del siglo XVI o del XVII jamás diría que un arma que tira una pelota - bala - de media onza, o que tiene un cañón de poco más de tres palmos, era, ni mucho menos un mosquete, pieza que se esperaba fuera de al menos 5 palmos y tirase onza y media de bala.

[1 palmo de vara castellana = 20,9 cm; 1 onza castellana de 16 onzas la libra = 28,75 gr]

La pieza de cañón de 645 mm de largo, que tira poco más de tres ochavas [3/8 de onza], yo la he clasificado como arcabuz, pero asumo que - por la época, año de 1593 - y por las dimensiones, debe tratarse de un arcabuz de caballería, también llamado en ocasiones escopeta o, ya más metidos en el siglo XVII, denominada carabina. 

Curiosamente, aparecen denominados dos 'mosquetes pesados españoles', uno, de 1571, una pieza de infantería de campaña, y un segundo, de 1580, que, por su peso [18kgs] y su longitud [cañón de 1655 mm] he clasificado como mosquete de asedio, aunque no está claro que tuviera el típico gancho para apoyarse en muro característico de estas piezas. 

Las pruebas fueron realizadas empleando pólvora negra comercial, aplicando, en principio, una tercera parte de peso en pólvora respecto a la bala, pero los porcentajes realmente usados fueron variables - entre 30 y 45% de peso en pólvora respecto a la bala de plomo - y en algún caso - pistola - hasta más del 60%.

Sabemos, porque no solo hay mención por parte de los tratadistas militares de la época, sino también por las relaciones de aprovisionamiento de munición, que se empleaba la mitad del peso de la pelota [o bala] para cargar de pólvora el arcabuz, pero, asumo, sin demasiadas dudas, que la pólvora negra del XVI debía ser de una calidad inferior a la comercial austrica de los años 80 del pasado siglo. Lechuga, no obstante, indica que arcabuces y mosquetes se disparaban con dos tercios de peso de la bala, y gracias a los asientos [contratos] tomados con los armeros, sabemos que en las pruebas para ser recibidas las armas por los oficiales reales, estas se disparaban con el doble de peso de pólvora que de bala, como prueba de calidad, y esta pólvora era proporcionada por un oficial real, para evitar fraudes usando pólvora de baja potencia; básicamente, se buscaba si un arcabuz reventaría, como sucedía en un porcentaje no menor, sometido a un alto esfuerzo, y así evitar que la pieza reventase en las narices de algún bisoño.

En la tabla he incluido otra columna, llamada 'viento', que es la diferencia existente entre el calibre de la bala y el calibre del arma. Esta holgura facilitaba la introducción de la bala cañón abajo, sobre todo, una vez se habían efectuado los primeros disparos, y el cañón comenzaba a estar sucio con los restos de la pólvora no quemada, suciedad que reducía la sección útil del arma. Evidentemente, esta holgura también permitía el escape de gases de combustión de la pólvora compactada alojada en la culata una vez prendiera, y había tratadistas que proponían el uso de tacos embreados, pero no parece que fuese práctica habitual entre los infantes. Se suponía que parte de ese viento quedaba eliminado por la deformación que la bala de plomo sufría al ser atacada con la baqueta, pero la eliminación del viento por este atacado de la pelota no era ni mucho menos total. Para todos estos temas nos remitimos al artículo que he ido enmendando y ampliando en varias ocasiones desde que lo publiqué en 2009: Arcabuz.

El viento de estas piezas, que según Cristóbal de Lechuga [1611] debía ser de entre 1/18 y 1/26 de la bala, era, en estas piezas ensayadas, muy variable: de un muy ajustado calibre de asedio 1/51 a un holgado arcabuz de caballería con un viento de 1/14º del calibre. 

Desconozco - el artículo consultado es una versión del original publicado en alemán - porqué los técnicos del museo decidieron fundir balas de un calibre u otro, o si es que disponían de las turquesas - moldes de las balas - que harían pareja con las armas. El caso es que, estudiadas en hoja de cálculo, no parecen seguir ningún patrón. De todas maneras, esta holgura también podría ser indicativo de la facilidad de carga; así, se puede deducir que en la carga de la pieza de asedio, que había de ser cargada en la relativa tranquilidad del muro defensivo o de la trinchera de asedio, se podía invertir más tiempo. Por otro lado, son conocidos los cartuchos - de papel o metálicos, de hoja de lata, que se usaban en caballería. Quizá los técnicos tuvieron en cuenta estos conceptos, o quizá disponían, como digo, de las turquesas correspondientes. 

Las balas fueron pesadas en gramos, y yo he realizado una equivalencia a onzas castellanas [1/16 de una libra de 460 gramos], expresado en fracciones de onza y ochavas [octavos de onza] . 

Destaquemos que hay dos armas con el cañón rayado Aunque se conservan piezas rayadas tan tempranas como desde finales del siglo XV, y los autores del ensayo expresaban que habían seleccionado piezas consideradas de uso estándar, sabemos que las armas rayadas no solían ser armas de munición para la infantería, puesto que, si una arcabuz normal debía ser rascado - desobturado - a partir 6 u 8 disparos, por la acumulación de la carbonilla resultante de los restos no quemados de la pólvora, una pieza rayada, necesitaba ese mantenimiento a partir del tercer o cuarto disparo, lo cual hacía ineficiente su uso en campo abierto. 

Sabemos, no obstante, que estas piezas de cañón rayado se usaban para defensa y asedio de plazas fuertes, pero lo he dejado clasificado como mosquete de una onza, y no he indicado que fuera pieza de 'asedio'.

La pieza que sí me he decidido a clasificar como de asedio, por su longitud y peso, a pesar de ser clasificado como español, por los conservadores, es de un calibre de 1,28 onzas, lo cual no tiene parangón en ninguna tipología estándar española, pero desde luego no era una pieza de infantería normal. 

Arriba: mosquetes de dos onzas y de onza y media. Abajo: arcabuz de una onza y de tres cuartos de onza. El dibujo representa lo siguiente: diámetro interior = diámetro de la bala; diámetro exterior: diámetro del cañón; pared octagonal exterior: perimetro del cañón en la culata; pared octagonal interior: perímetro del cañón en la boca. Los cañones se ochavaban, le limaban para tener una sección octogonal, porque se consideraba que era la forma más resistente.  Armas de infantería en Cristóbal Lechuga [1611]




Del resto de piezas, como se puede ver en la tabla, siendo de Austria o de Alemania, no se puede esperar correspondencia exacta con unidades de peso castellanos, pero aún así las he clasificado con su equivalente hispano más cercano. 

La pistola, con dos palmos y medio de cañón, era la típica pistola de caballería que vamos a ver hasta la saciedad durante la guerra de los treinta años. 

Típico soldado de caballería llamado 'caballo coraza' o coraza del siglo XVII. Se pueden ver  las dos pistolas que penden del arzón delantero de la silla de montar. En este caso, las pistolas son aún más largas que las del ensayo. Sitio de Ostende por Sebastian Vrancx, hacia 1601-1615. 



Sobre el resto de datos del ensayo:
1) El alcance máximo de las armas es medido con disparos a inclinación de 60º.

2) La penetración se mide sobre planchas de acero dulce modernas. El acero dulce suele tener una dureza Vickers de entre 130 y 140. Las pruebas se realizan a 30 y 100 metros. Aunque la pistola solo se ensaya a 30. 

3) La dispersión se mide sobre un blanco a 100 metros [30 para la pistola] donde se mide un rectángulo que recoge todos los impactos de bala, del cual copio la superficie y ofrezco el dato de un radio equivalente.

4) La precisión mide el porcentaje de impactos que alcanzaron un objeto de 167 centímetros de alto y 30 de ancho - equivalente a un hombre de mediana estatura, o incluso alto, de la época - alcanzados a las distancias antes indicadas de 100 metros para las armas largas y 30 para la pistola. 

5) La energía del disparo se calcula a partir de la medición de la velocidad del disparo en relación a la masa de la bala y se ofrece en julios. 

Además de estos datos tabulados, se realizaron otras pruebas individuales. Por ejemplo, realizaron alguna prueba disparando a un fragmento de peto fabricado en Augsburgo entre 1570 y 1580 de 2.8-3.0 mm y dureza Brinell 290. 

Asimismo, hicieron la 'típica' prueba balística que hemos podido ver en programas televisivos de ficción disparando contra un modelo de jabón y otro de glicerina, para observar y cuantificar el volumen dañado por los impactos, equivaliendo los materiales a tejido humano.

En comparación con un moderno fusil de asalto [2], las velocidades de salida eran considerablemente inferiores, en torno a la mitad, pero la energía generada, por lo menos en los primeros 30 metros [y en el caso de los dos mosquetes hasta los 100] era superior, simplemente, porque la bala era muchísimo más grande y pesada. 

Esto hacía que las heridas - observadas en bloques de jabón y glicerina - fueran impresionantes para los viejos mosquetes y arcabuces: realizaban cavidades de entre 350 y 500 cm3 disparadas a 9 metros, mientras que el fusil de asalto ensayado, dejaba un agujero de 'apenas' 100 cm3. Evidentemente, el cuerpo humano no se comporta como un bloque de jabón o glicerina, y no nos abrirían exactamente un agujero, pero la bala sí que podría llegar a dañar un volumen equiparable de tejido blando. 

No obstante, como es dicho, este poder destructivo disminuía rápidamente con la distancia, pues la bala perdía velocidad a pasos agigantados, habiéndose reducido en un 35-45% en tan solo 100 metros. 




¿Por qué las 'pelotas' tiradas con mosquetes y arcabuces perdían tanta velocidad en comparación con los modernos fusiles de asalto? 

Básicamente, por la forma del proyectil. La esfera, en contra de lo que pensaron artilleros y maestros armeros desde el siglo XIV hasta el XIX, no era la mejor forma que podía tener un objeto para ser lanzada. En los proyectiles esféricos intervienen fuerzas que afectan notablemente a la trayectoria de la bala al pasar a través del aire. Además, los modernos rifles tienen el cañón rayado, cosa que estabiliza la trayectoria de la bala.

Así pues, los arcabuces y mosquetes eran armas temibles, sobre todo, a distancias inferiores a los 100 metros, y demoledoras a distancias cortas, a menos de 30 metros, pero a distancias superiores, perdían velocidad y energía.

En todo caso, y por comparar, las energías obtenidas por las puntas de las lanzas de los hombres de armas eran de entre 250 y 300 julios, superadas por cualquiera de estas armas de fuego ensayadas a 100 metros, o 30, caso de la pistola. 

En cuanto a la capacidad de penetración, hablaremos en el capítulo sobre las armaduras. 
A este tema volveremos cuando analicemos la protección que ofrecían las armaduras. 

Si observamos los datos de dispersión y precisión, con disparos a 100 metros para las armas largas y 30 metros para la pistola, tenemos que, mientras la pistola era un arma bastante precisa [a 30 m] los arcabuces y mosquetes, dispersaban bastante sus disparos, y erraban los blancos - disparados contra el blanco equivalente de una persona - la mitad de las veces a distancias de 100 metros.

Tengamos en cuenta unos factores del ensayo:
1) Las armas disparadas se colocaban en un bastidor de ensayo que fijaba el arma. O sea, que la dispersión en ensayo se produce por fallo del arma, no por fallo del tirador.
2) No intervienen en la trayectoria de la bala movimientos tales como el retroceso. Cuando se dispara un arma, aunque sea un moderno fusil de asalto con absorción de gases, el empuje hacia la persona que lo sujeta, llamada retroceso hoy día, pero, muy significativamente, 'coz' entonces, hacia que tanto los brazos que sujetan el arma, como el propio cuerpo del tirador, experimentase un movimiento, que por experimentado y fuerte que fuera el tirador, desviaba el tiro. Y estas armas del siglo XVI tenían un retroceso enorme. 

A esto, hay que sumarle lo que los coetáneos nos explicaron sobre la precisión del arcabuz:

Arcabucero alemán en el Ataque a la Goleta, 4º tápiz de la serie de Vermeyen sobre la conquista de Túnez, llevando el ojo a la mira de su arcabuz. La mira es considerablemente alta, y teniendo en cuenta que donde iba montada, la culata, era la pieza más gruesa del arma, en comparación con el pequeño punto, la inclinación del tiro sería muy notable. 



1) El punto y mira del arcabuz se montaban sobre el cañón, a la altura de la culata, y a la altura de la boca, formando una línea, que podía ser de tiro en blanco, o sea, para trayectoria siguiendo el eje del cañón, pero que normalmente formaba una parábola, una 'curvica', en palabras de Lechuga. Había, al menos pues, tres tipos de mira, para tiro en blanco, y otras dos tipos, para tiro largo y para tiro corto, que al momento, no he sabido establecer. Lechuga nos explica que, los maestros armeros, que debían fijar los puntos y miras para tiros, por ejemplo, a 200 pasos, los montaban deficientemente:

de los Puntos de Arcabuzes,y Mosquetes pocos se hallạn, como deurian y que no salen, ni pueden salir los tiros, tan ciertos como saldrian: lo qual ha procedido por defecto de los maestros pạreciendoles que con qualquiera punto han cumplido

Lo cual viene a demostrar que aunque había ensayo y error, no se realizaban unas pruebas de balística para determinar las dimensiones óptimas de esta punto y mira. Dicho de otra manera, el tiro que apuntaba el arcabucero, en caso de puntos y miras mal calibradas, haría que la trayectoria esperada y la calculada variasen. Aunque se puede asumir que el arcabucero veterano y conocedor de su arma pudiera corregir el defecto, esto resta eficacia al arma. 

Esquema del disparo con arcabuz contenido en los "Dialogos militares: de la formacion, è informacion de personas, instrumentos, y cosas necessarias para el buen vso de la guerra", de Diego García de Palacio, impreso en 1583

2) El peso del arma influiría en su manejo, y había autores que aseguraban que a partir de 12 libras [5.52kgs] era difícil de manejar un arcabuz. 

y los tiros ae hagan justos, siempre que en el pulso del que tirare, no hallare flaqueça que le cause mouimiento
Discurso... de Cristóbal Lechuga [1611]

En este ensayo vemos piezas - exceptuados los mosquetes - considerablemente ligeras, de entre 2.5 y 5.5 kgs. Sin embargo, son piezas de finales del XVI y principios del XVII, y austriacas o alemanas. Por el motivo que fuera, en España se fabricaban armas más pesadas, y no necesariamente de mayor calibre, con excepción de los mosquetes del siglo XVII, que sí eran considerablemente superiores en calibre a los mosquetes europeos y primeros fusiles franceses [h.1670]. 



Analizando los contratos o asientos establecido entre la corona y diversos armeros, vemos piezas arcabuces completos montados en sus cajas de 6.5 kg [calibre de 3/4 de onza] para los años 1530. Y cañones de 4 kgs para principios de la década de1540, y de tan solo 3.0-3,5 para finales de la década de 1550, aunque en este caso, a costa de reducir el calibre a cinco ochavas, o 5/8 de onza. 

Aún con esta reducción de calibre, todo apunta a un perfeccionamiento en la fabricación de los arcabuces, que permitió reducir su peso.

Por ejemplo, los arcabuces fabricados entre 1500 y 1540 solían tener el extremo del cañón, hacia la boca, acampanado. Muchos armeros interpretaban que en la boca se producirían unas fuerzas similares a las que se producían en la culata - donde se alojaba la pólvora, y donde tenía lugar la explosión. El tiempo, o comprobar que otros arcabuces sin esa masa añadida no reventaban por la boca, sino por la culata, haría entender de forma empírica la acción de la deflagración de la pólvora, y se ahorrarían de colocar esa masa de hierro. Menos trabajo para ellos, y menos peso para los infantes. 

Arcabuces de la colección de Michael Trömmer. El primero de ellos, analizado en este artículo, está identificado como del tipo Emilio Toscano, y fechado hacia 1525. Tiene un calibre de 14mm, una longitud del cañón de 61cm y una longitud total de 82cm. Vendría a disparar una bala de plomo de media onza [13.4mm]. Nótese la segunda pieza, con un cañón relativamente corto, de apenas 46 cm, pero una coz larguísima que hacen del conjunto un arma más larga.

Véase en este detalle el enorme refuerzo en la boca del cañón, comparado con el calibre del arma. Michael era un apasionado de las armas, amén de documentarse comprando cientos de libros y visitando museos y a otros coleccionistas, atesoraba una enorme suma de ellos. Los desmontaba, los fotografiaba, los medía y los analizaba. 


Sabemos que los arcabuces y mosquetes españoles de principios del XVII eran más pesados que los fabricados en Italia [Milán y Brescia] porque así lo indica Cristóbal Lechuga [1611]. Un arma más pesada dificulta apuntarla, aunque también atenúa el retroceso. Aún así, hay constancia gráfica y escrita de que se usaban horquillas desde, al menos, la década de 1520 para estos arcabuces más pesados, aunque su uso no fuera generalizado, como con los mosquetes de 1560-1650. 

Cabalga del Emperador Carlos V a su entrada en Bolonia [1529]. Detalle infantes españoles portando horquillas para sus arcabuces. 



3) La calidad de la pólvora era variable. Aunque las distintas fórmulas empleadas eran bastante parecidas, la calidad de los componentes era dispar - el nitrato podía ser mineral, o por contra, refinado de origen animal, a partir de purines; el carbón de diversas maderas, etc - sabemos que había pólvoras de peor calidad que otras, y también había variaciones en lo que respecta al tamaño y la uniformidad del grano. 



4) La cantidad de pólvora empleada. En principio, los frascos con la pólvora en grano para cargar el arcabuz, y el frasquillo para cargar con el polvorín la cazoleta, llevaban un muelle que accionado permitía regular la carga. Es más, se podía cargar una medida de pólvora x. También existía la posibilidad de fabricarse unos cartuchos de papel con bala y pólvora que se transportaban en unos contenedores que típicamente contenían de 4 a 7 cartuchos de papel, con algún caso hasta 11. 


Esto sin tener en cuenta otros factores como el calentamiento del arma o la obturación del cañón por residuos de la pólvora no quemados en la explosión, que afectarían a la cadencia de tiro más que a otra cosa.

 
5) Otro punto menor, pero a tener en consideración: Las pelotas o balas no siempre eran de plomo: también se usaba estaño, y a veces, se usaban balas con corazón de acero: un dado de acero que se embebía en una esfera de plomo. El estaño era más ligero que el plomo, pero penetraba más que este, y los dados de acero, aunque solo estuvieran en el núcleo, ofrecían más capacidad de penetración a la bala:

tirando en peto a prueua resistira a la bala de plomo; pero tirando con bala de estaño, o dado de hierro cubierto de plomo, no podra resistir
Lechuga, Discurso de la Artillería, 1611

La capacidad de penetración pues, no era siempre la misma, al no ser fabricadas siempre todas las balas en plomo, aunque la mayoría sí lo fueran. 


La resistencia y protección de las piezas de armaduras

Ya los arcabuceros que delante estaban se habían apercebido de encender cada uno tres ó cuatro cabos de mecha, y en las bocas cuatro ó cinco pelotas, por cargar mas presto. Pues hincadas las rodillas, y las mechas en las llaves de los arcabuces [...]  comenz() el Marqués á decir: "Santiago, España, á ellos que huyen"; á esta voz los arcabuceros se levantan, y empiezan á tirar con tanto concierto que parescia ser 6000 arcabuceros, no siendo mas de 600 los que allí estaban; y fué tanta la furia que no pudieron los enemigos dar mas dos pasos adelante, sino que como en un cañar con gran viento, así parescia el caer de las picas; y en medio cuarto de hora no se viera coselete en toda la avanguardia de los enemigos; que todos habían caido; y tal coselete se halló con cinco arcabuzazos , otros con dos, y otros con tres y con cuatro, señal que todos llegaron juntos: de suerte que en el tiempo que tengo dicho cayeron mas de 5000 hombres, porque hobo arcabucero que tiró diez tiros, y otros ocho, y los que menos á siete. 
Batalla de Pavía y prisión del rey Francisco I, en CoDoIn v.9


permitio su triste suerte, que de las trincheras le tirasen un arcabuzazo, y le diese por la sien, y le derribase sin que pudiese mas hablar, lo qual no le sucediera si el no se descuydara de llevar su celada en la cabeça, siendo cosa tan necesaria para donde iba, pues era tal y tan fuerte, q pelota de arcabuz no se la pasara, como ya hiriendo otras vezes en ella se auia visto por experiencia.
Guerra y defensa de la nombrada isla de Malta, Pedro de Salazar, 1570


y Juan de Aller y el capitan Hernando Alvarez con cosseletes, rodela y espadas: y lo mesmo el alcayde Luis Aluarez de Sotomayor
[...]
En la batería peleaua tambien el alcayde Luis Alvarez de Sotomayor
[...]
con acertarle un arcabuzazo tirado de la parte de los enemigos, que la pelota del le passo por el cuerpo de un cabo a otro, y le derribo muerto en el suelo
Muerte de don Luis Alvarez de Sotomayor, alcaide 
Cerco de la ciudad de Oran y assaltos del castillo de Maçalquivir, Pedro de Salazar, 1570



Las piezas de las armaduras, fueran de infantería o caballería, fueran de munición - esto es, compradas al por mayor - o hechas por reputados armeros para protección de caballeros y señores, eran, por lo que respecta al metal, de calidad variable. 

A priori, había dos formas de producir el acero: dejándolo enfriar a temperatura ambiente o templándolo. El temple otorgaba una mayor resistencia, pero no todos los armeros lo empleaban. Dependiendo de la cantidad de carbono que tuviera el acero, la dureza también variaba notablemente. 

El acero enfriado al aire podía tener una dureza Vickers VPH de entre 100 y 250  en función del contenido de carbono. El acero templado podía variar de los 400 a los 500 de dureza Vickers. Pero una mayor dureza implicaba una mayor fragilidad, por lo que los herreros y armeros buscaban un equilibrio entre dureza y la necesaria ductibilidad para poder moldear las diferentes piezas y adaptarlas a la forma humana. 

Así pues, dado que ambos procesos de producción estaban en boga en la época, las durezas solían estar entre los 125 y los 250, o sea, una diferencia de 2 veces.

Esto nos puede dar una idea de cual variable era la resistencia a la penetración, ya fuera de puntas de lanzas, o, del caso que nos ocupa, de balas disparadas por arcabuces de la época.

Partiendo de planchas de acero, o más comúnmente, de hierro que se aceraba en las forjas del armero, los artesanos labraban todas las piezas que componían el arnés o coselete, moldeándolas dando mayor grosor en diferentes partes [más gruesa la frente del almete y el centro del peto, más grueso el peto que el espaldas, más reforzado el lado izquierdo que el derecho, por ser esta zona más pronta a recibir lanzadas del enemigo, etc]. Una vez moldeadas, reforzaban y ajustaban los los bordes, para que resistieran más y encajasen unas piezas con otras. Ciertas partes, además, se forraban. 

Los espesores eran ciertamente variables: un mismo peto podía tener 4 mm de espesor en el centro, y 2 en los bordes, pero más allá de las diferencias de espesor de la propia pieza, interesa más las diferencias entre piezas: así, un peto podía tener poco más de 2 mm a unos 4. 

Sumados los espesores del metal, que podían variar en una proporción de 2:1 a las diferentes durezas del mismo, que podían variar en una proporción de 2:1, tenemos piezas con una variabilidad de resistencia de 4:1. 

Eso quiere decir, que el día de la batalla, frente a un disparo de arcabuz a cien pasos, el peto de un coselete o un caballero, tenía diferentes opciones de salir indemne, o de ser pasado y con ello, poner en grave riesgo la vida de su porteador.

Parece que los armeros no eran plenamente conscientes de las diferentes durezas de los metales, o siéndolo, ofrecían a sus clientes piezas con diversas calidades. Estas diferencias, no venían tanto dadas por el método de producción - conformación del acero en el taller del armero - si no, más bien, por las diferencias en las calidades del hierro comprado por el armero. Así, hay ejemplos de una misma armadura, donde el zapato es más duro que el brazal, siendo el pie la parte menos vulnerable para un soldado de caballería, por no ser en ningún caso el blanco preferente del oponente.

Armeros trabajando en un taller. Detalle de Chants royaux sur la Conception, couronnés au puy de Rouen de 1519 à 1528. Manuscrito 1537 de la Biblioteca Nacional de Francia.


Para responder al desafío planteado por las armas de fuego, los armeros, más que a mejorar la dureza del metal, tendieron a incrementar los espesores de las armaduras, pasando los petos de entre una media de 1.5 a 3.0 mm de mediados del siglo XV, con armas preparadas para protegerse de tiros de ballesta, a petos con espesores de cerca de 6 mm para finales del XVI para protegerse de tiros de arcabuz. 

Estas armas defensivas eran llamadas armaduras a prueba, que, según el armero que las producía protegía al portador de balas de pistola o de arcabuz, según fueran a prueba de unas u otras. Aquí los espesores podían alcanzar los 8 mm, pero a la protección ofrecida por el mayor espesor, se le oponía el mayor peso, que limitaba la movilidad y aumentaba el esfuerzo físico del soldado que se protegía con dichas armas defensivas. 
La mera existencia de estas armas a prueba evidencian que los soldados de la época no podían confiar en exceso en las armas defensivas ordinarias para ofrecerles protección frente a los disparos de armas de fuego. 

Deven los soldados de Corazas, yr armados, de peto, y espaldar à prueua de pistola
Reglas militares sobre el govierno y servicio particular de la cavalleria. Ludovico Melzo [1619, 1ª edición italiana de 1611]


[A los arcabuceros] Algunos los arman  con peto a prueba, y morrion, con que puedan aguardar vn encuentro de lança, ò tiro de pistola
Govierno de la cavallería ligera. Jorge Basta [1641, 1ª edición italiana de 1612]


Vna rodela,y celada fuerte, y peto tambien es bueno, pero es mucho peso, y yo para mi nunca le pondria, porque siendo la rodela buena, cubre todo el cuerpo de vn hombre si se sabe amañar, por que quando va a reconocer foso, trincheas, o bateria,o otras cosas lleua delante en los pechos, y le cubre : y quando se retira la echa a las espaldas, y le cubre, de modo, que el peto es superfluo peso y fastidio ,y pues la rodela defiende del arcabuz basta, que si es mosquete todos dos rodela y peto fracasa y pasa.
Milicia, discurso y regla militar. Martín de Eguiluz, 1595


Para 'garantizar' o más bien tranquilizar a los compradores de estas armas a prueba, el armero ofrecía la prueba 'irrefutable' de que la pieza - normalmente el peto y el yelmo - había resistido el impacto de una bala disparada a tal efecto, quedando la abolladura en la plancha de metal como marca de su resistencia. En la mayoría de casos [4], la prueba se realizaba con poca carga de pólvora, y en otros, directamente golpeando con un martillo, falseando la prueba garantía de calidad. 

Más allá de su falta de control de calidad, no todos los soldados recibían armas a prueba, y, en general, las armas a prueba de arcabuz, se reservaban para soldados que debían realizar asaltos, y oficiales que hacían reconocimientos, amén de las de caballería a prueba de pistola. Estas armas - en el caso de las a prueba de arcabuz - eran bastante pesadas, restaban movilidad y no todos los hombres tenían capacidad o porte físico para cargarlas.

Aunque la tabla ofrece datos básicamente de arneses construidos para nobles, y un par de petos para caballos coraza, nos puede dar una idea de las armaduras de la época. Véase el pesado peto de infante, de casi 8 mm de espesor y 12 kgs de peso. Una solución para ofrecer armas a prueba era engordándolas con más metal, más que dándoles más dureza. Como se puede ver, el metal de las piezas de los arneses de estos nobles señores no era mucho más duro que el del infante. 

En esta ilustración de un diseño propuesto de peto y espaldar para coselete de 1563, se puede leer: "el peto y espaldar desta suerte costaran tres escudos y pesaran dieciseis libras, poco mas o menos. sera de yerro negro solamente templado / Aunque dize el Sr Don García de Toledo q haran mucho embaraço en las galeras y q por este respeto seran mejor las coracinas, aunq no sean de tanto provecho como el dicho petto y espaldar; Las coracinas de municion costaran tres escudos la una, pero son de calidad q a los primeros tiros sran passadas de las flechas sino se hiziesen ya mas reforçadas q en tal caso costarian mas / Este petto y espaldar son de manera q un soldado se puede vestir a solas sin ayuda de nadie". Con un peso conjunto - peto, espaldar y escarcelas - de 16 libras, o sea 7,36 kgs, como se ve, eran coseletes para servir en galeras, aunque la jornada de don García culminó en 1564 con un desembarco y la toma del Peñón de Velez de la Gomera. El enemigo principal en galeras no eran los disparos de arcabuz, sino las flechas turcas y moras, y el parecer de don García era que estas eran armas demasiado pesadas para combatir en la mar, y sugería sustituirlas por coracinas. [AGS, E, 1216-41 - Archivos estatales]


Teniendo en cuenta que las primeras hileras del escuadrón estaban ocupadas por coseletes, y entre estos, con los mejor armados, esto es, con los que llevasen coseletes de mejor calidad y, sobre todo, con todas las piezas, este grado de penetración, sumado a la ineficiencia del arcabuz a larga distancia por dispersión de los disparos, lo podemos relacionar con que algunos autores y militares, entre ellos, el duque de Alba, proponía aguardar a que los escuadrones se hallasen a distancias muy cortas - 12 o 15 pasos - para que los arcabuceros descargasen sus armas contra las hileras enemigas. 

En todo caso, no siempre se combatía a campo abierto, y ciertamente, se redujo el número de batallas en que cerraron escuadrón contra escuadrón. Más que batallas campales, el lance del soldado de la edad moderna consistía en los asedios. 

Aunque el número de asedios en que la plaza se tomó al asalto fue progresivamente reduciéndose al paso del siglo XVI con los avances en el arte de la fortificación y de la artillería, hasta finales de este siglo se realizaron numerosos asaltos. La artillería jugaba contra los muros para abrir una brecha. El material que formaba el muro caía hacia el foso, y lo rellenaba, y esto daba lugar a la creación de una escarpada rampa que se había de tomar al asalto. Entre los asaltantes, los coseletes armados de picas y medias astas, como medias picas, alabardas o partesanas, solían tomar la delantera, siendo respondidos por los defensores durante la marcha desde las trincheras propias hasta el pie del muro con multitud de armas, entre las cuales, naturalmente, se empleaban armas de fuego portátiles: escopetas, arcabuces y mosquetes, tanto de infantería, como de asedio.

Los coseletes, al menos, en las distancias más lejanas a las obras de defensa, protegerían al soldado encargado del asalto, y en la distancia corta, lo protegería de las armas blancas y de las piedras, que se usaban profusamente en la defensa de plazas fuertes.



Toma de la plaza de Hulst, detalle. Como se puede ver, armados con picas y defendidos por coseletes, estos asaltantes trepan al torreón, parece que por escalas. También participan numerosos soldados equipados con rodelas. Entre los defensores, varios  arcabuceros repeliendo el ataque. Naturalmente, los asaltantes se acompañaban de arcabuceros.




Toma de la plaza de Hulst, detalle. "Ampliando" la escena anterior, vemos otra compañía preparándose para el asalto, con soldados armados con espada y rodela, arcabuceros y coseletes. 

Del asedio de Saint Dizier en 1544 ha quedado una breve nómina de oficiales heridos gracias a las relaciones de Pedro de Gante, secretario del duque de Nájera:

El maestro de Campo don Alvaro de Santde y el capitan Monsalve, quemadas cara, manos y piernas hasta los huesos. 
El maestro de Campo Luis Pérez de Vargas, de un arcabuzazo en el muslo. 
El sargento mayor Espin, herido de un arcabuzazo qué le pasó las dos piernas. 
El capitán don Alonso de Carvajal, de un arcabuzazo en la frente, que viene a dar en el ojo. Es de los nuevos. [Murió más tarde]
El capitán don Guillen, herido de un arcabuzazo en el gaznate. 
El capitán Pagan , de un arcabuzazo en las nalgas, que viene á dar en el testículo. 
El capitán Gamboa, de un arcabuzazo junto al hueso de la anca , que va a dar en la ijada. 
El alférez Diego Ortiz, de dos arcabuzazos en los muslos. 
El capitán Bernal Soler, de un arcabuzazo en una nalga. 
El capitán Socárrate, herido de un mosquetazo en un muslo; el qual está á la muerte. [Murió más tarde]
El capitán Nicolao Seco, herido de un mosquetazo en la quixada izquierda , que le sale detras de la oreja. 
Está á la muerte. 
Phelipe de Aguilar, alférez de don Alonso Caravajal , herido de un arcabuzazo en un brazo. 
Soldados españoles hasta 600 heridos y quemados. 
De pedradas han sido muchos los heridos , que no entran en esta quenta porque andan en pié, aunque mal dispuestos. 


La lista de los heridos con detalle corresponde, como se puede ver, a oficiales, y, por desgracia, es incompleta: don Jerónimo de Urrea y su álferez Pedro Negro fueron heridos, y no aparecen en la lista, como muchos otros oficiales. El total de muertos del tercio de don Álvaro de Sande fue de 60, y 287 fueron los heridos, mientras que en el de Luis Pérez, fueron 50 los muertos y 203 los heridos.

En todo caso, interesa de esta nómina el tipo de heridas y la zona. Exceptuando aquellos que fueron abrasados por los fuegos artificiales de los defensores, como el maestre de campo Álvaro de Sande y el capitán Monsalve, la mayoría corresponde a arcabuzazos y a un mosquetazo. Muslos, piernas, nalgas y un brazo son las zonas donde han penetrado las balas, junto a la frente [aunque refiere cerca del ojo], el gaznate - o sea, en el cuello - y en la quijada - o sea, en la mandíbula. 

Los capitanes en esta época - excepto los de las compañías de arcabuceros, que se armarían a la ligera, con morrión, gorguera y una camisa de malla - llevarían normalmente un coselete "cumplido" o sea, competo, con brazales, gorguera y escarcelas, y en la época un morrión o celada, más parecido a la celada de los 1530 que al morrión crestado de 1560. Pero en un asalto, es probable que hasta un capitán de arcabuceros llevase un coselete cumplido:

 
Coselete alemán, izquierda versus coselete español, derecha. Códice de trajes de 1547, BNE. El alemán lleva unas mangas de malla que le protegen los brazos y las axilas, mientras que el español lleva brazales metálicos. Las gorgueras, en estos ejemplos, eran notablemente altas.

La frente estaba protegida por el morrión o celada, pero no llegaba a cubrirla hasta la altura de las cejas, por lo que el disparo que recibió Carvajal, que viene a dar en el ojo, bien pudiera haber pasado bajo el casco. La mandíbula, desde luego, no quedaba protegida. El cuello, quedaba protegido por una gorguera, gorguera que al capitán don Guillén no protegió el gaznate frente a un arcabuzazo. 

Arcabucero cargando su arma. Detalle celada y gorguera. Cartón nº5 de la serie la Conquista de Túnez en 1535 por Jan Cornelisz Vermeyen. La gorguera parece un poco baja, lo suficiente para que una pelota tocase el gaznate.



Los muslos, frontalmente, portando un coselete cumplido [completo] estarían protegidos por las escarcelas, y los brazos, por los brazales, aunque vemos a no pocos soldados que en esta época renuncian a ellos en favor de uns mangas de malla. No obstante, en el caso del asalto de Saint Dizier, los muslos han sido pasados, bien por detrás - por las nalgas, o por el anca [la cadera] cuando se retiraban, porque se dio por imposible tomar la brecha - bien porque las escarcelas no cumplieron su cometido al ser penetradas frontalmente. Destaquemos que estas heridas, que podían complicarse por hemorragias e infecciones que podían llevar a la muerte, no tenían porque derivar en la muerte: Luis Pérez de Vargas murió en el asedio a África [Mahdia] seis años después, donde le dieron por los pechos un escopetazo que la pelota dél le salió por los riñones, y el capitán Gamboa también moriría "de malas estocadas" que le dieron dos compañeros de armas en Londres, año de 1550. 

Vendado de una herida de bala en la pierna. Trattato delle ferite degli Arcobugi, et Artigliarie. Bartholomeo Maggio. 1ºed latina de 1552






Como se puede ver, estas heridas de la nómina de Saint Dizier, casi siempre están localizadas fuera del torso - menos el disparo que recibió el capitán Gamboa, que entró por la cadera y va a parar a la ijada; el espacio entre las costillas y la propia cadera -  en las extremidades, y básicamente, en las piernas. 

Cabe tener en cuenta que el resto de piezas de las armas defensivas, aparte del peto y del morrión, eran de un espesor inferior. Por ejemplo, las hombreras de un arnés de torneo de 1495 tenían 1.4-1.5 mm de espesor, mientras el peto tenía un espesor de 4.5 mm. Otro arnés de 1494, tenía un peto con un espesor de 5,5 mm, mientras que los brazales eran de 'solo' 1,8 mm. 

Efectivamente, el torso, que albergaba los órganos vitales, era lo que más se pretendía salvaguardar junto al cráneo que guardaba el cerebro. Por lo tanto, el resto del cuerpo se protegía con piezas que podían tener la mitad de espesor, o incluso la tercera parte que el peto, que era, junto al morrión o la celada, el arma defensiva principal. 

En 1552, durante el asedio de Metz, el maestre de campo Alonso de Navarrete fue herido en una pierna de un arcabuzazo, pero al tiempo, había sido alcanzado por dos balas de arcabuz en la cabeza, balas que su morrión pudieron detener, escapando a una muerte segura, siendo un ejemplo de lo explicado en esta parte.



Es necesario destacar que en el ensayo con las armas del arsenal de Graz, se disparó a planchas de acero dulce anotándose el espesor penetrado:





Teniendo en cuenta que el acero dulce - una aleación con un contenido de carbono inferior al 0,2% - tiene una resistencia Vickers de 130-140, podemos deducir lo siguiente:

Un peto de 3 mm de calidad media protegería "perfectamente", esto es, con deformación, pero sin ser penetrado, frente a un disparo de arcabuz de cinco ochavas a una distancia superior a los 30 m, y de un arcabuz de una onza de bala disparado a 100 metros


Vemos que los arcabuces, e incluso la pistola de caballería, pasaban una pancha de acero dulce de 2 mm a 30 metros, y el arcabuz de 3/4 de onza, hasta de 3mm. Esa capacidad de penetración se reducía en 1 mm a 100 metros. Esta plancha de acero dulce, como veremos más adelante, se puede equiparar al acero o hierro acerado empleado por los armeros para la construcción de las armas defensivas de la época.

Mientras, el mosquete de infantería penetraba planchas de acero de 2 mm a 100 metros, el de asedio lo hacía con planchas de 4 mm. 


Tenemos pues - comparando los datos del ensayo balístico, con el análisis de las piezas de armas defensivas de la época - que un peto medio de 3 o 4 mm podía ofrecer una buena protección frente a las armas de fuego de menor calibre a distancias medias - 100 metros o más - e incluso a distancias cortas - 30 m - podría sin duda reducir los daños producidos absorbiendo la mayor parte de la energía del impacto:

[El marqués de Pescara] traia un arcabuzazo por medio de los pechos que, pasándole el coselete y los vestidos, llegaba á la carne; y como la pelota estaba caliente hacíale pensar que entraba por el pecho en el cuerpo [...] le apean del caballo, y un gentil hombre suyo llamado Antonio de Vega, le quita presto los correones del coselete, y metiendo la mano al pecho, halló la pelota junto á la carne hecha una tortilla; y pidiendo albricias al marqués, se la mostró. Y como él se vio libre, de presto se hizo tornar á armar, y tomando otro caballo [etc...]
Batalla de Pavía, 1525. Relación de Juan de Oznaya [1544]

Y sin embargo, había autores que consideraban que era mejor tejido que amortiguase, que peto que podía ser penetrado:

y a Juan López de Bibero, alcaide de la Coruña, le dieron un arcabuzazo encima de una ropa de martas, y otras ropas estofadas que no pudo pasar, y se le asentó la pelota encima del ombligo, y si llevara coselete muriera, porque la pelota del arcabuz lo pasaba
Historia de la guerra de Alemania, Pedro de Salazar 1548

Ejemplos de lances como este, en el que la bala queda detenida en ropa, aunque fuera habiendo pasado una cuera de ante [una protección ligera para armas blancas] hay alguno más:

de dos arcabuzazos que me dieron el uno me pasó el sombrero que traía sobre la celada y el otro me dio en los pechos a donde traía una almohadilla de lana debaxo de la cuera dante, y allí se me reparó la pelota que quando me desnudava me la hallaron
Carta de don Enrrique Enrriquez a sus hermanos, capitán de tres galeras españolas. Málaga, 4 de octubre de 1540, sobre la batalla de Alborán


Pero otros nos siguen hablando de la efectividad de las protecciones de acero:
Mosen de Ubauri fue herido de un arcabuz en el hombro y le vino la piedra debajo de la espalda, que se la sacaron de allí al curar, y de ciertos golpes de perdigones en la cabeza, que por estar bien armado no le mataron, y poco faltó, porque tres horas estuvo sin habla y atordido, sin otros rascuños que hubo en la persona, que por no ser de mucha importancia no los digo
Carta de Miguel de Aguorreta a Carlos V, Nápoles, 22 de junio de 1528


A pesar de que la mayoría de soldados, pues los coseletes no solían ser más del 30-40% de las tropas de infantería, y generalmente, menos, no iban armados con armas defensivas, se puede concluir que las dichas, básicamente, el peto y la celada o morrión, amén de ofrecer una eficaz protección contra las armas blancas, ofrecía una relativa protección también contra las armas de fuego como el arcabuz, aunque solo fuera a distancias largas, superiores a 100 metros. 
Lo cual no quiere decir que la principal función defensiva de los coseletes y morriones no fuera otra que defenderse de las armas blancas, fueran a herir de corte, de golpe o de punta. A esto, claro, le sumamos las piezas a prueba - morriones, petos y rodelas - que ya estaban diseñadas para resistir impactos de bala, aunque no fueran del todo fiables. 

Con el tiempo, se van a ir descartando piezas de la armadura, por ejemplo, los brazales, pero
de hecho, parece que el periodo de mayor producción de armas defensivas de la edad moderna corresponde con la primera mitad del siglo XVII, exportando tan solo Holanda más de 100.000 armaduras completas en ese periodo. 



En 1699, Sebastián Fernández de Medrano escribía lo que sigue:
El casco, o morrión no lo podra sufrir ahora un hombre en la cabeza, ni menos el peto o el espaldar, y no obstante se armaron todos así por lo pasado.

En la "moderna" infantería de línea del XVIII, no habría espacio para los infantes con coselete y pica, y el soldado vendría a equiparse con fusil y bayoneta, y a nadie se le pasó por la cabeza mantener hombres equipados con peto para detener o amortiguar las balas, porque ese no era su cometido principal.



Notas

[1] Las armas entregadas por el rey se descontaban del sueldo del infante. Las de precio bajo, como una pica, que podía costar tres reales, de una vez, y las de precio elevado, como un coselete, a plazos, mes a mes.

[2] Los modernos fusiles de asalto aúnan características que los hacen muy superiores a sus antepasados, dado a factores tales como la producción industrial moderna y eficiente, un mayor calidad de los materiales empleados y acabados, y a la cantidad de ensayos, estudio y mejora constante a la que se ven sometidos los materiales. Lo que viene siendo producción industrial del siglo XX frente a producción artesanal de la edad moderna.

Las mejoras principales:

Cartucho metálico, que logra aprovechar prácticamente la totalidad del empuje ofrecido por la deflagración de la pólvora. Cero holgura entre cañón y proyectil.

Pólvoras sintéticas de mayor potencia.

Cañón rayado, que impone un movimiento rotatorio a la bala que ayuda a estabilizar la trayectoria.

Proyectil aerodinámico, frente a los esféricos de siglos anteriores.

[3] Había otros factores:
Porque había una holgura - llamada 'viento' por los artilleros de la época - entre la bala y el cañón, que hacia que la bala tuviera unos pequeños movimientos dentro del cañón antes de ser expulsada, lo cual afectaba a su trayectoria.
La bala, siendo de plomo, al ser atacada con la baqueta podía deformarse.
En segundo lugar, los cañones de la época no eran rayados, aunque en este caso, tenemos dos del grupo de 6 armas largas analizadas y no se aprecian diferencias enormes entre unas y otras.

[4] Williams, Edge y Atkins analizaron 23 piezas defensivas, fundamentalmente petos y morriones, y de ellas, solo 4 habían recibido impactos por encima de los 600 julios, siendo la energía de la pistola de caballería estudiada por Kreenn & Cia, disparada a 30 metros de 788 julios. O sea, ningún armero había disparado un arma mínimamente potente a poca distancia, contra las piezas que vendían. 

Bibliografía

Firing tests with a simulated 15th century handgun, The journal of the armas and armour society, v.8.1 part 2. [1974], Alan Williams

Material Culture and Military History: Test-Firing Early Modern Small ArmsMaterial Culture Review42Krenn, P., Kalaus, P., & Hall, B. (1995).


Bullet dents - Proof marks or battle damage. Williams, Edge & Atkins. Gladius. Estudios sobre armas antiguas, armamento, arte military vida cultural en oriente y occidente nºXXVI (2006), pp. 175-209ISSN: 0435-029X

A technical note on the armour and equipment for jousting, Alan R. Williams, David Edge, Tobias Capwell, Tefanie Tschegg. Gladius: estudios sobre armas antiguas, armamento, arte militar y vida cultural en Oriente y Occidente, ISSN 0436-029X, Nº. 32, 2012, págs. 139-184

AN EXPERIMENTAL INVESTIGATION OF LATE MEDIEVAL COMBAT WITH THE COUCHED LANCE, Alan Williams, David Edge, Tobias Capwell. Journal of the Arms and Armour Society, 2016