Entretenidos, capitanes mozos, y vinagre, mucho vinagre.

El entretenimiento no implicaba necesariamente un papel pasivo, una actitud de subsidiado que aguarda la llegada del “cheque”.

El príncipe de Parma, Alejandro Farnesio, acudió a los Países Bajos acompañado de una corte formada principalmente por capitanes reformados italianos, que iban en calidad de entretenidos: personas a las cuales se les concedía un sueldo [sacado de la caja del Ejército] pero no un cargo definido. Muchos de ellos eran personas de su casa [casa como corte]: mayordomos, gentiles hombres, caballerizos… personas que eran criados suyos [criados, no lacayos] y de su entera confianza.
En el asedio de Maastricht, muchos de estos capitanes entretenidos murieron en alguno de los asaltos que se realizaron:

"y de la italiana murieron Fabio Farnese, Marco Antonio, señor de Torrichela, el marqués Conrado, Mala Espina, Cario Benzo, gentil-hombre piamontés, y el conde Guido San Jorge, y con él la envidia de Barlamont; los más destos, con otros muchos también italianos que allí acabaron, eran criados y gentiles-hombres de la Casa del príncipe de Parma, y algunos de su cámara, y todos hablan peleado y señaládose gallardamente". Citado por Alonso Vázquez

Por lo que he entendido, era privilegio del Capitán General, que se le concediera cierta suma de la caja del ejército, con la cual conceder entretenimientos a quien tuviera bien, siempre comunicándoselo a su rey, naturalmente.
En 1567, el duque de Alba protestó al rey, que con los 300 escudos que se le señalaban para entretenimiento, sólo podría tener diez entretenidos a treinta escudos, a lo que el rey le respondió que podía tener mayor número de entretenidos si les concedía menor suma, y así quedó la cosa.
Cuando en 1568 se enviaron desde Flandes 12 personas a la corte para que recibieran patentes de capitán, con las que realizar sus levas y regresar a los Países Bajos con un refuerzo de unos dos mil quinientos hombres, todas las personas señaladas por el duque de Alba para este menester fueron entretenidos “cerca de su persona”. Estos capitanes serían el núcleo del Tercio de Flandes, cuyo gobierno se encomendaría al maestre de campo Gonzalo de Bracamonte.

En 1580, cuando Alba es nombrado Capitán General, se le concede:”Para veinte y cinco gentiles hombres, á los diez dellos , á veinte escudos al mes , y á los quince , á quince escudos”. 425 escudos/mes: un importe inferior, pero mayor número de “entretenidos”.

Evidentemente, habría personas que asistirían al ejército y estarían pululando, recibiendo un sueldo, y sin nada que ejecutar. Pero quizás era mejor esa situación, que no la que denunciaba Marcos de Isaba de los capitanes por cartas o capitanes de gracia: “tan mozos y de tan poca experiencia, con tanta piedra en la cabeza y tan poco entendimiento”.
Capitanes además, que si elegían mal a los oficiales de su compañía, no tenía esta quien la gobernara de modo efectivo: “habiendo llegado á Flandes cargados de cartas y favores llevados de España, de personas á quien no podia perder el respeto, para que les diese compañías sin haber sido soldados”.
Existía cierta manera de pensar en la época, que llevaba a deducir que una persona noble llevaba el oficio de las armas en la sangre, y que estando acostumbrados a mandar [eso no lo dudo, al fin y al cabo, tendrían muchos criados a quien ordenar y azotar] los puestos de responsabilidad les habían de quedar por derecho natural. Por el contrario, había quien tenía claro que los capitanes mozos no eran de servicio, y que habían de ser criados en la guerra.
Quizás por esa dicotomía, las mismas ordenanzas militares de 1632 recogían esta diferenciación: Para ser capitán, era necesario haber servido seis años como soldado, más tres como alférez, pero si “hubiere algún caballero de sangre ilustre […] se podrá admitir a la elección de capitanes en tanto haya servido en la guerra seis años efectivos, o por lo menos cinco”.
Está claro que contra los que se despotricaba no eran contra los que hubieran servido poco, sino contra los que no habían servido nada, y tenían como único bagaje el nombre de su casa.

De vinagre:
Voy a poner unos precios de alimentos [década de los años 30 del siglo XVII] aunque está claro que no sólo en comer debían gastar su dinero:

CANTIDAD Y PRECIO DE LOS PRODUCTOS PARA 1000 HOMBRES/MES:
Nota: las medidas resultan un tanto raras, ya que han sido transformadas a sistema métrico actual:

Aceite: 0,518 litros/persona; 0,875 reales por persona y mes en aceite
Arroz: 0,52 kgs/ persona; 0,72 reales
Atún: 1,93kgs; 1,68 reales
Bizcocho:24,34kgs; 15,87 reales
Bacalao:1,93kgs; 1,68 reales
Habas:1,08kgs; 0,376 reales
Queso:1,93kgs; 2,73 reales
Vinagre:3,21 litros; 0,63 reales
Vino:31,92 litros; 8,41 reales

El alimento detallado es para tropas transportadas en galeras por el mediterráneo [de Barcelona a Génova, que habían de acompañar al Cardenal Infante don Fernando en su viaje a Milán] de ahí la gran cantidad de pescado. La mayoría del alimento era bizcocho [pan desecado] como también en tierra era el alimento principal el pan. Respecto al coste, suma la alimentación de una persona 32.98 reales para un mes. Si comparan este coste con el sueldo anteriormente publicado en este blog, tenemos que la mayoría del sueldo se iba en comer [1 escudo de plata = 10 reales = 375 maravedíes].

Al estar el vinagre en la relación con los demás alimentos, no había tenido en cuenta que su uso podía ser tópico, y un compañero de foro me lo hizo notar. Apuesto entonces a que su uso primario sería contra las picaduras de pulgas [¿y piojos?].

Antonio de Guevara, en su "Arte de marear" respecto a la vida en las galeras narraba:
“Es privilegio de la galera, que todas las pulgas que salten por las tablas, y los piojos que se crían en las costuras y todas las chinches que están en los resquicios, sean comunes a todos y se repartan por todos y se mantengan entre todos. Y si alguno apelare de este privilegio presumiendo de muy limpio y pulido, desde ahora le profetizo que, si echa la mano al pescuezo y la barjuleta, halle en el jubón más piojos que en la bolsa dineros”.

Efectivamente, por muy cuidadosos que fueran las gentes de cabo y guerra de la galera en su higiene [que no lo serían mucho más que en tierra] la higiene que pudieran mantener las gentes de remo [galeotes, forzados o esclavos] sería nula, siempre encadenados a sus bancos, y sin ración de agua, fuera de la que se les entregara para beber. Entonces es normal que las chinches fueran saltando y acomodándose por doquier… me pregunto si en la galera capitana, donde habían de viajar capitanes generales, príncipes y reyes, no se haría una limpieza más a fondo, o simplemente compartirían esta carga señores tan notables.

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Tratados de Infantería [y algo de caballería]

De los que he leído, el principal:

1. "Discurso y regla militar", de Martin de Eguiluz.
El más completo sin lugar a dudas, he tenido que recurrir a él en diversas ocasiones para ilustrarme... maldita desmemoria. De los pocos que tratan sobre la caballería.

2. "Teórica y práctica de guerra", de Bernardino de Mendoza.
Complementa al anterior. También habla algo de la caballería, pero para ser capitán de lanzas, se extiende poco... y es que vivimos la edad de oro de la infantería.

3. "Discurso sobre la forma de reducir la Disciplina Militar a mejor y antiguo estado", de Sancho de Londoño.
Muy cortito, y se remite demasiado a ejemplos de los antiguos romanos, pero ilustra muy bien la forma y manejo de la pica, y en sus estatutos y ordenanzas que propone, resume los muchos defectos de que adolece la milicia.

Y hablando de defectos:
4. "Cuerpo enfermo de la milicia española", de Marcos de Isaba
Si alguno tenía dudas sobre el robo de plazas por parte de oficiales de la compañía y de los del sueldo, leánse los capítulos V-IX. Explica de que manera se enbolsan las distintas partes el dinero del rey, y las consecuencias de que ello derivan. Como se nombran oficiales que no merecen tal nombre [capitanes por cartas], como se venden los cargos, como los furrieles se aprovechan de los alojamientos y marchas... en fin, que el que no roba es porque no puede. Hasta el autor reconoce haber hecho sus pinitos...

5. "Espejo y disciplina militar", de Francisco Valdés
Si alguno tenía dudas acerca de los particulares del oficio de sargento mayor, este es su libro. Como se ordenan las marchas, los alojamientos, las guardias [en campo y en presidio] como escuadronar, y cuales son los mejores tipos de escuadrones, según la ocasión. Corto, pero queda todo dicho de este singular cargo de la milicia.

6. Manual para hacer buena guerra Cargos y preceptos militares : para salir con breuedad famoso y valiente soldado, assi en la infanteria, caualleria como artilleria, y para saber guiar, alojar y hazer combatir en varias formas vn exercito, defender, sitiar y dar assalto a vna plaça / compuestos en lengua italiana por fray Lelio Brancacho ; y traduzidos en castellana por el P. don Ildefonso Scauino ...

Modo de cargar la caballería con armas de fuego


Caballería cargando pistola y espada en mano
En Bernardino de Mendoza (que era capitán de lanzas y nada favorable al uso de pistolas), 1594:


Pueden hacer los pistoletes a las primeras cargas, llevando el uno en la mano derecha y la espada desnuda, colgada de la guarnición del pulgar la mano izquierda que gobierna la rienda, para aprovecharse de ella disparando el primer pistolete y puesto en la funda, si no es bien tirar el otro, que es en la forma que los de este parecer quieren que pelee la caballería y vaya armada a prueba, con lo cual afirman que vienen a mezclarse seguramente con el enemigo y hacerle mayor daño llevando en la mano las espadas.

En la ilustración, una escaramuza entre dos caballos pistola en mano [el nombre de caballo era equivalente al del soldado que lo montaba]

Guarnición: el hierro que alrededor de la empuñadura de la espada protege la mano.
Armada a prueba: a prueba de balas [bien de arcabuz o mosquete depende del peso y dinero que estuviera uno dispuesto a cargar]


En Lelio Brancaccio, 1610

[una tropa] llevada por un capitán puesto en la frente, y por un lugarteniente puesto en la cola, a pequeño paso, o poco trote, con la pistola y la espada en la mano, cerrando con la otra tropa de los enemigos
(…)

En el primer caso tenemos la referencia más detallada, pero en ambos, refiere la carga con la espada y la pistola en cada mano.

Cito a Bernardino de Mendoza nuevamente, el cual era capitán de lanzas

(…) El pistolete no se puede tirar rostro a rostro, sino es hiriendo al propio caballo, y por detrás dispararle es la puntería acaso, de suerte que para hacer alguna necesariamente se ha de tirar por el lado derecho o el izquierdo, con lo cual, indubitadamente, se da el costado al enemigo, que no es poca ventaja
Sinceramente, no acabo de entender lo que dice de herir al propio caballo, salvo que no sea que la pólvora o los gases que salen de la pistola le quemen las orejas, o que con el movimiento del trote se corra mayor riesgo de errar el tiro.


CONSIDERACIONES DEL DICHO BERNARDINO DE MENDOZA, 1594
"Teoría y práctica de Guerra".

1. El autor afirma que un escuadrón de lanzas de cien o ciento veinte caballos puede romper uno de herreruelos de cuatrocientos o quinientos, “chocando con prisa” contra ellos, “que es lo que más desbarata los herreruelos”. Asume que al choque – al menos contra caballería armada con pistolas – es superior

2. Recomienda que se sitúe una manga de herreruelos al lado izquierdo de la corneta de lanzas que ha de cargar: “la cual ha de cerrar poco antes de las lanzas (…) y le hagan los pistoletes, dando su rociada como lo acostumbran al cargar, en forma de media luna”. O sea, ejecutando la famosa caracola, aquí rebautizada.

3. Dar las cargas las lanzas “con la arcabucería a caballo que ofende de más lejos que el pistolete, y al venir al chocar hiere con más certeza que él, siguiendo después la furia del caballo que atropella”. Asume en estos puntos que resulta conveniente aunar la potencia de fuego con la fuerza del impacto de la carga: llevar primero la arcabucería para que descargaran sus armas contra el oponente y luego darles carga con las lanzas que le siguen.

4. Afirma que aunque puede la lanza romperse en el primer encuentro – al primer choque – es normal que se pueda realizar un segundo, y que aún rota ésta – imagino que perdida la punta metálica – no es peor “el del trozo postrero o troncón, pues de su encuentro se saca un hombre de la silla”.

5. Comenta también, que de ordinario lleva el caballo ligero – de lanzas – un pistolete “que traen ya los más al arzón delantero”. Evidentemente, sólo llevarían una pistola en la parte izquierda del arzón, pues la cuja para sostener la lanza ocuparía el derecho. Al llevar pistolas pueden hacer el papel de herreruelos una vez la lanza está rota.


CONSIDERACIONES DE MARTÍN DE EGUILUZ alférez de infantería, 1592.
“Discurso y Regla Militar".

Elogia la caballería ligera, o jineta de España. Habla de su movilidad (“pica donde quiere”) y de su velocidad (“porque si la demás caballería la sigue para alcanzarla, es como ir el mastín tras el galgo”). Pero me parece confiar demasiado en sus posibilidades: “hiere mejor huyendo, porque tira de la lanza para atrás, y mata el caballo que le sigue”.

Parece que una carga de lanceros – dado el potencial de las armas de fuego de la época, y hablando de trabar combate entre caballería y caballería – es muy efectiva. Evidentemente, no todo es batallar y cargar, entrenar un lancero es costoso en tiempo de entrenamiento, para jinete y caballo (¿cuántos años se requieren para la proeza detallada por Eguiluz de matar al caballo que nos sigue?), y la caballería había quedado relegada a segundo plano por el castillo que forma un cuadro de picas y arcabuces.

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Organización de la caballería

En "Cargos y preceptos militares..." de Lelio Brancaccio, publicado primeramente en 1610 se establecen los siguientes cargos para la caballería:

Capitán General de la Caballería: Primero al mando en la caballería y segundo en el ejército.

Lugarteniente General de la Caballería: del cual dice que tiene el mando de una compañía, que en marcha toma la retaguardia mientras el capitán general manda la avanguardia, y que en campaña toma el gobierno de uno de los cuernos o alas, mientras que el capitán toma el otro.

Comisario General de la Caballería: tercero al mando. Suele tener el mando de una compañía, pone las guardias y cuando las tropas se dividen, tiene alguna a su cargo.

Luego salta a capitán, teniente o lugarteniente y alférez. Pero no hay cargo intermedio como coronel. No hay una organización intermedia entre la compañía y el total de la caballería.

Parece que hasta 1635 no se organizó la caballería en trozos [en 1649 denominados como la infantería Tercios] y por tanto no hubo hasta entonces unidad intermedia entre la compañía y el total del arma de caballería, como si hubo en otros países regimientos gobernados por sus coroneles.
Mi juicio acerca de esto, es que dado el relativamente escaso número de caballos con que se contaba, no se consideraba necesaria esta división.

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Rendición o Saqueo.

La toma de Zichem en 1577:

[Alejandro Farnesio] envió un trompeta al Gobernador de la villa á que se rindiese al Rey, nuestro señor, y que le haría buena guerra; donde nó, que le daba su palabra que si esperaba el primer cañonazo, no habia de quedar hombre á vida.

¿Si el Ejército que pretende tomar una villa ha de tomarse la molestia de plantar la batería, esta será saqueada? Efectivamente, hubo asalto y saqueo:

[no se pudo] evitar no se degollasen los niños y mujeres, que como le mataron muchos soldados se habian indignado los demas, y tenian determinación de no dejar á nadie con vida, y aunque se procuró remediar, no tanto, que no la perdiesen muchos de los vecinos

Se pasó por las armas a la guarnición, y al gobernador de la villa se le ahorcó, aunque éste solicitó decapitación, puesto que el ahorcamiento era pena destinada comúnmente a los delincuentes. No recuerdo un caso concreto para ejemplificar lo que sigue, pero se solían realizar varios ofrecimientos de rendición coincidiendo con hitos de las labores de asedio:

1) Antes de la llegada del Ejército. Este se hacía en las ocasiones en que se pensaba que la plaza era tan débil que la sola amenaza podría derrumbar la escasa resistencia que pudiera ofrecer. Pero claro, este procedimiento impedía el cerco - o incluso el asalto - por sorpresa, y podía permitir el apercibimiento de las defensas, aunque imagino que se realizaría cuando el ejército se encontrase próximo, pero sin acuertelarse ni plantar el campo.

2) Después de haber plantado el campo, y antes de plantar la artillería o de iniciar las labores de zapa. Es el ejemplo referido anteriormente.

3) Antes de dar el asalto: cuando la batería quedaba abierta [se había abierto brecha en las murallas por las cuales podía penetrar la infantería] se ofrecía a la guarnición resistente la rendición, sabedores los asaltantes de las pérdidas que se podían sufrir en el asalto, máxime cuando las labores de zapa y batería solían ser lentas, y los defensores podían haber establecido una segunda línea de defensa interior [y secreta] donde atrincherados, podían hacer frente al ejército atacante.

4) Incluso si fallaba este primer asalto, antes de dar el siguiente, o de proceder a la rendición por hambre de la villa, se podían ofrecer más posibilidades de rendirse.

Lo que está claro, es que no por haber plantado la batería o iniciadas las labores de zapa, los sitiadores daban por descartada la rendición por pactos de la villa sitiada.
Antes al contrario, se procuraba conseguir la rendición por negociación, sabedores del enorme coste en vidas [propias] que suponía aventurarse en un asalto.
La costumbre de guerra imponía, eso sí, que si se entraba en una villa por asalto, sería a sangre y fuego, y aunque en ocasiones se procuraba respetar a ciertos segmentos de la población, como mujeres y niños, tampoco esto solía cumplirse, salvo que pudieran responder contra su vida con el pago de rescates, como en muchas ocasiones sucedió.
De todas maneras, hay que diferenciar entre un asalto por sorpresa, o tras escasa resistencia de una plaza, y aquellos que se producían tras meses de acoso, periodo durante el cual se habían producido numerosas víctimas entre los atacantes, lo cual hacía que los ánimos estuvieran más predispuestos hacía la venganza, como tras el sitio de Maastricht:

y con la memoria de los trabajos que hablan pasado en el largo y prolijo sitio con muerte de tantos amigos, se les encendió el furor, y mezclado con alguna crueldad no perdonaban á niños ni á mujeres, que por escapar las vidas iban huyendo y se arrojaban por las ventanas, y daban en manos de otros que se las quitaban, y algunos echaron del puente, que es muy alto, en el rio Mosa, y se ahogaban.[…] que pasaban de doce mil con los que se hablan echado en el rio; y muchas madres estaban con sus tiernos hijuelos en los brazos, puestas boca con boca, y algunos las tenían en los pezones de las tetas , y todas muertas , llenas de heridas , que movía á gran compasión.

Claro que también puede ser una justificación de la violencia: al fin y al cabo, las poblaciones de las plazas sitiadas, eran en muchas ocasiones rehenes de las guarniciones, antes que partícipes voluntarios de la defensa de la villa.

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Picas

la reina de las armas, la fiel compañera del hombre, la que solo en campaña es fuerte, la que asegura las bocas de fuego, la que asalta las baterías, sustenta los asaltos, y la que consta de tales defensas, que solo vale la pica contra la pica

Preceptos militares, orden y formacion de esquadrones, por Miguel Pérez de Egea, 1632

 


Reduciendo mi inclinación por fusilar a Londoño, lo tomaré por ser el que más claramente explica la forma del arma, y la manera de jugar con ella, pero lo complementaré con Eguiluz:

Piqueros - Detalle del grabado de la entrada del
Cardenal Infante en Bruselas [1636]
. Nótese que no son todas de las misma medida, y que, para esta época, las buenas picas eran de 20 palmos y más, según la ordenanza de 1632. 



Longitud

Los alemanes y esguízaros simpre las traen muy largas, y por eso han tenido las más de sus victorias, que no puede haber mayor ventaja, que es ofender, sin poder ser ofendido, y ésta claro que ha de acaecer, así entre la pica larga, y la corta en su propio lugar, que es el escuadrón, donde nose puede rebatir, ni baraundar, por la espesura de las picas enemigas, y amigas.


Así pues, había picas largas [de 25 y 27 palmos de vara de España] y picas cortas [de menos de 20 palmos]. Los primeros puestos del escuadrón debían ocuparlos soldados con picas largas [y que debían ser armados: coseletes] y las partes centrales podían reservarse a los de picas cortas.

Esto en 1563 [aunque el libro de Londoño fue publicado en el 68] pero si leemos a Eguiluz, nada dice de las picas cortas, e impone que "ninguna ha de bajar de veinticinco palmos de vara de España, que son diecisiete pies de medida", aunque recomienda los 27 palmos.

Tenemos pues que una pica debía medir entre 5.20 y 5.60 metros, frente a esta pica corta de 20 palmos y, por lo tanto, 4.18 metros. Ciertamente, antes se llegaría al pecho del enemigo con una "pica cumplida".


Repetimos el ejercicio que hacen algunos compañeros de medirlas sobre dibujo, en este caso, en un dibujo de 1635, cuando sabemos que se usaban picas de menos de veinte palmos, y que las buenas - las otras era ruines armas - medían más de veinte. 



También Diego García de Palacio recomendaba que las cinco primeras hileras - lo que supondría una décima parte de los piqueros - llevasen picas más largas que el resto, unos cuatro o cinco palmos más, lo que refutaría el criterio de Londoño.

La pica tenía unas 4 o 5 libras de peso [1.84- 2.30kgs] aunque el peso podía ser superior, dependiendo del tipo de madera, grosor dado y hierros empleados.

Coloquio y diálogos militares :en los cuales se tratan las causas de corrupción del arte militar, por Gonzalo Lozano. Escrito a finales del siglo XVI, Lozano proponía que las picas no fuesen de menos de 24 palmos, unos 5 metros.



Como caminar con picas tan largas era bastante incómodo, había soldados que optaban por recortarlas, contra lo que advertía Eguiluz:
"Tengan mucha cuenta de que no corten y rompan los soldados sus picas"


En el siglo XVII, los soldados no llevaban ya picas de 24, 25 o 27 palmos, si no de 20 palmos [4,18m] o menos:

40. El servir muchos desarmados o con picas cortas y ruines armas ha introducido la pereza y mala disciplina y la poca cuenta que los capitanes tienen con sus compañías. 
[...] 
mando a los sargentos mayores, a sus ayudantes y a los sargentos de las compañías que en las hileras de los escuadrones antepon­gan siempre a los que estuvieren mejor armados y entre los bien armados a los que tuvieren picas de veinte palmos arriba. Y que, estando desarma­dos o con pica corta, aunque sean oficiales reformados, aventajados o per­sonas particulares, por ningún caso les den en la primera y segunda hilera ni en las demás del escuadrón lugar tan bueno como a los bien armados. 



Forma


"si la pica fuere de largura, y proporción conveniente, será si tiene 26 palmos de vara española, fuere lo más grueso de ella, a 15 de la punta, y 11 del cuento, y desde aquel mayor grosor, fuere poco a poco asutilándose hasta que el pitipie del cuento, tenga de circunferencia medio palmo, menos la veintedoceava parte de todo el palmo, y la punta donde se asienta el hierro, tenga la décima parte de todo el palmo, menos que la mitad del palmo para fenecer, en tal manera ha de tener de circunferencia en lo más grueso la sexta parte de un palmo, más que la mitad de él". Londoño

La parte más gruesa en 1640 era de un diámetro de un real de ocho de Segovia [moneda de diámetro de unos 40mm] mientras que la más fina, en el cuento de la pica, era del diámetro de un real de 2 [moneda de diámetro de unos 25mm].

Un palmo = 20,8 cm. 1/6 de palmo = 3.46cm, cosa que coincide con los 3.5 cm de grosor máximo para las picas en libros como los que estudian la infantería sueca de Gustavo Adolfo. Había pues cierta uniformidad.

Fábrica de picas en el Zeugbuch Kaiser Maximilians I, de 1502. Se ven claramente las astas y los hierros antes de ser montados


El hierro o moharra podía tener forma de diamante [con cuatro caras planas] hoja de olivo o ser cónico, pero se le requería que tuviera un "travesaño en el hierro, que cuando se le de el vote al enemigo, no pase de allí, y le torne a dar otros lo más liberal que pudiere". [Eguiluz]

Esta precaución de no atravesar al enemigo en demasiada profundidad, era algo que los caballeros medievales habían aprendido rápido, pero aunque la capacidad de penetración del infante fuera inferior, la necesidad de recuperar el arma para poder botarla de nuevo con rapidez era superior a la de aquel, apretados como están los soldados en escuadrón "que entre uno y otro no puede pasar persona alguna".



Coste

Fajo o fleje de picas. 


El capitán Gerónimo de Aibar, veedor de la fábrica de armas de Guipúzcoa y Vizcaya, recibió una instrucción, de 4 de febrero de 1596, donde se declaraban los precios y características de las armas a recibir por los armeros:

El asta de cada pica de 26 palmos, costaba 4 Reales
Cada docena de astas de picas de cuesta, sanas y de 24 á 25 palmos, no admitiéndose de menos longitud, costaban 36 reales [3 reales la unidad]
Cada docena de astas de picas de las que salieren de Ciñoa  »30 reales [2 y 1/2 reales la unidad]
Cada fierro de pica, entregando en cada millar cien aventajados y con las zarzas mas largas para las
picas de 26 palmos, acerándolas con acero fino » 1 real y 6 maravedíes
Cada millar de tachuelas para enastar los fierros y cuentos » 3 reales 17 maravedíes
Cada millar de cuentos á 2,000 mrs  » 58 reales 28 maravedíes
De enastar cada pica en los parajes donde se labrare » 6 maravedíes
De enastar cada pica en los almacenes » 8 maravedíes

Quizá Ciñoa era un bosque donde el fresno, la madera con la que se labraban las picas en tierras vascas, era de peor calidad, y de ahí que fuera más barato, o los artesanos que desbastaban y aderezaban las astas lo hacían con menor oficio.


Hierros de picas con sus espigas. Como podemos ver en esa instrucción de 1596, las "zarzas" o espigas, eran de mayor longitud en el caso de las picas de 26 palmos, que en de las otras, de 24 o 25. O sea, que había una proporción entre el hierro y el asta. Esta espiga protegía al extremo del asta, donde se asentaba el hierro, de rotura por flexión, fuerza que se producía al realizar el impacto.


A los soldados se les descontaba unos 7 reales por cada pica, pero he visto descuentos de hasta 10 reales por arma. En 1543, en un asiento de 20.000 picas de Vizcaya y Guipuzcoa - diez mil de 26 palmosl y 10000 de 24 y 25 palmos - el coste por arma era para el rey de 116 maravedíes, cerca de 3 y 2/3 de real, pero amén de otros costes - como poner las picas en los puertos donde se embarcaban las tropas - el rey tenía ganancia en cada arma de munición entregada a los infantes. 



Luchando en escuadrón

Las picas, según Londoño "se han de llevar arrimadas a los pechos sobre lo más alto de los estómagos, cargadas desde la mano izquierda al codo del mismo brazo, que se ha de llevar arrimado al estómago, de manera que la mano pase hasta en par de la coyuntura del hombro derecho, o poco menos, la mano derecha retirada todo lo que se pudiere, teniendo a puño cerrado la pica, dejando hacia el cuento, parte que contrapese, y aligere a la que estando así armado pasare desde el codo izquierdo al hierro, y al tiempo de herir [...] afirmando el pie izquierdo delante, llegando con toda la furia posible la mano derecha a la izquierda, por la cual ha de correr la pica, y al mismo tiempo, juntando el pie derecho al izquierdo, saldrá lo más grueso de la pica del codo izquierdo adelante, con cuyo vaiven, y el del cuerpo, y la fuerza del brazo derecho se hará grandísimo golpe".



Marcha


En marcha se recomendaba que se llevase en el hombro derecho [excepto el piquero de la izquierda de la fila que debía llevarla apoyada en el hombre izquierdo] en posición horizontal [no arbolada pues esta manera de caminar era muy cansada] descansando en los hombros de los compañeros [entiendo que en los de que le siguen y preceden, al tiempo que él mismo carga parte del peso de la pica de ellos]:

"de la propia suerte que el piquero que va en la hilera, han de llevar sus armas en los hombros de los demás", Eguiluz.

"y parecerá mejor, que parece el llevar las picas arboladas, haciendo dar vaivenes y zancadillas, a los que no tienen muchas fuerzas, y no están muy diestros en ello" Londoño.

Esto imagino que obligaría a organizar las marchas por alturas de los infantes [como los hermanos Dalton]. No sé si tanta longitud no sería posible llevarla uno mismo, pero desde luego, de esta manera se podía caminar más apretados.

La pica debía llevar una funda o manga o en ella:
"No deben permitir que haya picas sin funda pues no solo hermosea mucho el escuadrón tener todas las picas fundadas, pero hácele parecer mayor, que es circunstancia muy importante».
Valdés, Espejo y disciplina militar, 1591. 

Antonio de Leyva en la cabalgata del emperador Carlos V en su entrada en Bolonia [grabado de 1530; coloreado posterior] Véanse las fundas de las picas de los coseletes alemanes que acompañan al viejo capitán.






Picas de respeto

Un ejército debía llevar picas de respeto; por un lado, se podían romper con el uso, y por otro, era conveniente llevarlas por si era necesario formar escuadrones más grandes, haciendo que los arcabuceros dejaran su arma y tomasen una pica, como sucedió en la campaña de 1546 en Alemania, cuando 30 arcabuceros de cada compañía pasaron a hacer oficio de piqueros.


Carros cargados, entre otros pertrechos, con picas. Detalle de una de las láminas de El triunfo de Maximliiano, h.1515

Diez,ò doze mil picas de respecto con cuidado de que se vnten con tozino en las armerias, ò con agua, en que se ponga aloes, porque, sino se tiene este cuydado, la carcoma las pondrà de manera en poco tiempo que no valgan nada para efecto
Cosas que han de tenerse prevenidas para campear y ofender las veces que fuera menester. Cristóbal Lechuga

Un carro podía cargar unas 250 picas.

Otros autores, como el capitán Da Coniano, que fue sargento mayor de la infantería italiana al servicio del rey de Inglaterra contra el de Francia en defensa de la plaza de Bolonia, indicaba que debían llevarse picas en carros para poner a todos los arcabuceros en oficio de piqueros, máxime si se luchaba contra turcos u otras naciones con mucha caballería. Recomendaba que se llevaran dos carros - como los de la imagen - cargados con picas por cada compañía, en los que se podían montar mosquetes, como pequeñas piezas de campaña. 












 



Terminología relacionada

  • Abismales: Clavillos ó tachuelas con que fixan el hierro de lá lanza ó de la pica en el asta en que está enastada.
  • Botar: Golpear con la pica.
  • Terciar / Calar: Frente a la infantería, colocar el arma en horizontal, según queda indicado en la maniobra descrita por Londoño; frente a la caballería, llevar el cuento al suelo y colocar la pica en posición oblicua, enfrentada la punta a la altura del pecho del caballo.
  • Arbolar: Poner en vertical las picas, para formar el escuadrón, ya sea para combatir o para el alarde.
  • Palotear: Este término hacía referencia a tropas o mal entrenadas, o que tenían prisa por huir, y que antes que mantener las picas arboladas, "paloteaban con ellas como con pértigas de varear castañas", en expresión robada a Eguiluz.
  • Espetera: Armero donde se guardaban las picas; lancero.

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Caballos ligeros [o celadas] jinetes y hombres de armas [y II]

[y II] porque el primero sería:
http://ejercitodeflandes.blogspot.com/2008/11/celada-o-jineta-lanza-en-ristre-lanza.html
de lectura recomendable, aunque revisado por esta entrada, si bien ya no sé si aporta o despista.




Sobre el empleo de la lanza por parte de la caballería ligera y pesada.




Lanza Gineta.
"La más perfecta para la gineta ha de ser de hasta diez y ocho, ó diez y nueve palmos, no muy gruesa ni delgada, sino de buena forma y tamaño, más tiesa que blanda, de dos costras enteras, el hierro de buen talle y el cuento redondo y bien guarnecido" Suárez Peralta.

El cuento, contera o regatón es la pieza metálica que guarnece el extremo inferior de la lanza. También se decía de ella "redonda o ochavada, para que se pegue más al guante", en relación con la sección de la misma, circular u octogonal.
La costra ¿podía ser cada una de las dos mitades en que estaba dividida la lanza, la única manera de que fuera hueca, a la manera de las lanzas de armas? Hablaríamos entonces de lanzas gruesas, y no lo parece.

En la "Relacion del artillería, armas y municiones que se tienen de respecto para el armada y ejército de S. M., á 14 de febrero de 1580" se da el número siguiente de lanzas: "Cuatro mil y quinientas y veinte y cinco lanzas jinetas"
Para unos 1000 hombres de armas [contando 100 continos de los Luna y 200 cuantiosos] y unos 150 jinetes y 200 caballos ligeros, pues el resto de la caballería hasta 2107 [unos 750] eran arcabuceros a caballo, con lo que toca a más de 3 lanzas por cabeza, amén - entiendo yo - las que debían llevar de ordinario en razón de su función habitual.
¿Entonces servían los hombres de armas y los caballos ligeros con lanzas jinetas o simplemente se llevaban más de la cuenta, porque se esperaba más caballería, o porque cada jinete debía romper más de treinta lanzas?


Lanza de Armas [caballería pesada]
"La longitud era de 14 ó 15 pies. Se consideraba dividida en cinco partes: 1. Empuñadura. llamada también mano de la lanza. 2. El pie, por detrás de la empuñadura y más grueso, pasaba por bajo del brazo cuando se llevaba apoyada en un sostén ó portalanza fijo en la coraza. 3 .Las alas que son el grueso de madera que tenían por delante de la empuñadura para defender la mano; en algunas hacían el mismo servicio dos planchas dispuestas en forma de alas 4. La flecha, que es la parte de asta que va disminuyendo de grueso desde las alas hasta la punta, y 5. El hierro llamado ahora moharra".

En algún lado aparece el término "manija" para la empuñadura.

Para el asta - como en las picas - se recomienda la madera de fresno, supongo que la que ofrecía una mejor calidad peso - resistencia, frente a maderas más pesadas, aunque más resistentes, y otras más ligeras, pero más endebles.

Las puntas tenían formas muy variables, aunque en algún caso, similares: hoja de olivo, hoja de laurel, punta de corazón, hoja de espino, aunque también de cuatro filos, o de punta de diamante.

A veces se refiere el término lanza rota: una hendidura en el asta próxima a la punta facilitaba la rotura de la misma al choque por esta parte, con lo cual quedaba una lanza rota [el troncón] de dimensiones aprovechables para un segundo encuentro, produciéndose la rotura por la parte prevista y no por un punto más central del asta. Esta industria, eso sí, restaba potencia de choque.

Respecto a la longitud, no parece que las lanzas [sean de caballos ligeros o hombres de armas] varien demasiado, aunque Sandoval, en su historia de Carlos V, relata [quizás exagerando] lo siguiente:
"Quiso un turco entrar en la goleta, yendo en un caballo rucio grande y hermoso, en su mano una hazcona y una lanza de cincuenta palmos (que de este largo las hay y de ordinario de cuarenta y cinco)"

A palmo castellano de 20,8 cm, tenemos una lanza de ¡10,40 metros! Parece que lo ordinario era una medida de cerca de 4 metros para la lanza gineta o de 4,5 para la lanza de armas, pero hay referencias de lanzas de poco menos de 3 metros, pues también aparece la Media Lanza en una tassa general publicada en Sevilla en 1627:
"Vn asta de lanqa de Vizcaya de las largas de quatro varas cinco reales [...] Y las medias lanças de tres varas, poco mas ó menos, tres reales cada vna».

Las varas, como todas las unidades de medida de esta época, eran variables, pero tomaremos los 84 cm que de la wikipedia para la vara castellana.
Así, una lanza sería de 3.36m y una media lanza [que no medía la mitad] 2.52 metros. Evidentemente, una lanza de cortas dimensiones sería más manejable aún sin ristre.


2. Lanza en ristre; lanza en cuja.
"Todas estas catorze copañías se ha de enteder q lleuauan todos sus vanderas rojas, et muchas plumas, y todos lanças de manos y de ristre".
Relación... de como cerca de Badajoz se formó el campo de su magestad, 1580.

"cada una parte de la caballería es muy buena [...] para romper a los enemigos, así caballería como infantería, la ligera de ristre; para escoltas, trabar escaramuza, y otros servicios, el arcabucería; para presta, y por donde quiera la jineta; para fortificación de una necesidad la de los hombres de armas, que es la de lanzas gruesas". Eguiluz. Milicia, discurso y regla militar.

Y otra más de Eguiluz:
"La caballería de ristre a la ligera es importantísima, porque es fuerte y asegura el ejército, y hace mucha guerra al enemigo; la jineta de España para campear es perfecta, que es presta como el pensamiento, y revuelve por do quiere, y pica por todas partes [...] y ninguna otra caballería les dañará si no los cogiesen encerrados; pero en campaña ella hace lo que quiere, porque si la demás caballería la sigue para alcanzarla, es como ir el mastín tras el galgo; y también si quiere esperar la carga de la caballería ligera, hiere mejor huyendo, porque tira de la lanza para atrás, y mata el caballo que le sigue [...]"

¿Como había de manejarse una lanza con tanta ligereza, si no era una lanza ligera, o lanza de brazo?

Por las referencias que voy sumando, parece que la lanza en la caballería ligera se empleaba con ristre, y puede que sea una de las maneras para diferenciar los tipos de caballería ligera: jinetes y caballos ligeros o celadas [esta segunda denominación quedará aclarada más adelante].

El ristre era una pieza saliente colocada en el lado derecho del peto, entre la axila y la tetilla, y por debajo de estas en la cual descansaba la lanza, quedando "engarzada" con la pieza denominada gocete. Gracias a este gocete [rodete de cuero o hierro que se clavaba en la manija de la lanza, según DRAE] la lanza no se desplazaba cuando se producía el choque:



Aquí una descripción de una lanza para ristre:
"Eran diseñadas para hacerse añicos en el choque, y a ese efecto estaban parcialmente vacías en el interior, y estriadas en el exterior. La franja o banda de cuero clavada alrededor del extremo tras la empuñadura [waisted grup] estaba diseñada para chocar contra el ristre [lance-rest] para prevenir que el arma se deslizara hacia la axila" Tudor Knight, Osprey Publishing.

y una segunda aclaración del ristre:
"Nótese el ristre: para prevenir el deslizamiento [slipping] tras el impacto, el anillo en el extremo [butt] estaba trabado contra este ristre". German medieval armies 1300-1500, Osprey Publishing.

Y otra más:
"El gócete de la lanza se ponía en contacto con el ristre á fin de que al hacer encuentro, no fuese la lanza hacia atrás", del "Glosario de voces de armería"

Entiendo que este engarce no era tal que hiciera un bloque del conjunto hombre - lanza, si no, como aclara el libro inglés, algo destinado a evitar movimientos derivados del choque que podían provocar daños a quien portara el arma.

Pero si por el contrario, la transmisión de la potencia del choque desde la lanza a quien la manejaba era demasiado efectiva, en el caso de silla jineta, de arzón bajo y estribo corto, donde el caballero quedaba "mal asentado" ¿no resultaría derribado de la silla por tamaño impacto? Esto es lo que me lleva a pensar [junto a las referencias empleadas en la anterior entrada] que antes que lanza de ristre, era la lanza de brazo el arma del jinete.

La cuja era una bolsa [en otras partes se refiere "apoyo"] normalmente de cuero, asida a la parte derecha de la silla, que permitía situando en ella el cuento de la lanza, descansarla para la marcha, aunque debiera asirla con la mano para mantenerla en posición erguida.

"Y como sabrá si un caballo ligero está bien o mal encabalgado [...] si toma bien la lanza, y la tiene puesta en su cuja, que es encima del muslo derecho, y si la saca bien para enristrar, y si la enristra bien, y la torna a meter después con buena gracia, y la pone en su cuja; y si es harto larga, o corta de medida; y si en sus armas ha de llevar dobladura de peto volante, y silla armada [...] y si la celada tiene buena visera" Discurso y regla militar, Martín de Eguiluz.

¿La diferencia entre caballo ligero y hombre de armas entonces? Parece que la silla sería similar: de estribo largo y arzón alto, así como con borrena [para protección de los muslos] . La lanza también: para ristre, quizás algo más ligera que la del hombre de armas.



En la imagen, unos caballos ligeros o celadas: lanza de ristre y armadura [la que se puede ver protegiendo toda la parte superior del cuerpo] y sin embargo, los caballos [de los cuales se puede apreciar que carecen de testeras] no van armados, de lo que se deduce que son caballos ligeros y no hombres de armas.

Las diferencias las encontraríamos en la protección del soldado [y las piernas armadas hasta zapatos de hierro] y del caballo [cubiertos de hierro, o de ante doble, las ancas, pechos, cuellos y testeras (...) así armados los caballos se llaman bardados, y las cubieras bardas Eguiluz] y por lo tanto, en la ligereza del conjunto y en el tamaño de la montura, pues podían emplearse, a menos peso, caballos de menor tamaño, aunque esto supondría menor potencia de choque a la carga, pero mayor agilidad. También los hombres de armas, aunque no todos, acudían con corcel [caballo principal] y dobladura [caballo de sustitución] mientras que el caballo ligero se dotaba con una única montura.



La lanza, por tanto, debía ser extraída de la cuja para llevarla al ristre, movimiento que debía practicarse. Parece ya claro entonces que el caballo ligero usaba lanza de ristre, protegía la cabeza con una celada, y llevaba silla armada [o a la brida] diferente de la silla a la jineta.

El irónico Eugenio de Salazar, en su descripción de la milicia de Tenerife en 1568, en una de sus procaces cartas, realizaba la siguiente descripción:
"Caballos ligeros no se usan en esta guerra, porque se congojan debajo de una celada engolada o borgoñona; ni saben llevar la lanza en cuja, que parece lanza coja; ni ponerla en ristre, que parece que ponen una ristra de ajos"

y continúa, esta vez en relación con la silla:
"Ni aún se atreven a cabalgar a la brida, aunque los aceros de las sillas les lleguen a las barbas y colodrillos, y las borrenas les ciñan los muslos, y se les cierren como llaves, porque dicen y muy bien, que de que sirve llegar el arzón delantero a la barba, si el hombre de armas no es de barba, ni el arzón trasero al cerebro, si el cerebro está vacío, y que de que efecto serán las borrenas, si los muslos que han de ceñir son de borra".

La borrena era una pieza que a modo de saliente de la silla en sus partes laterales [protegían y [parece que] sujetaban los muslos, como los arzones [elevaciones en la parte anterior y posterior de la silla] protegían y sujetaban al caballero a la silla y montura. La borra con la que hace chanza es la fibra lanar.

En su "Milicia y descripción de las Indias", don Bernardo de Vargas Machuca refiere de la caballería:
"Usarán de sillas ginetas y no se consienta silla brida, porque con menos riesgo se vadea un río á la gineta y son más prestos al ensillar y se hacen hombres de á caballo".
Evidentemente, ningún soldado de a caballo iba a saltar despedido de su silla tras un encuentro con un indio, que lo más probable es que fuera con montura sin ensillar, y aún descabalgado [hablamos de las fronteras americanas en 1599]

También, a tenor de una previsión de doce caballos que se han dejar en el campamento para la guardia, escribía:
"los cuales estén ensillados á la gineta, sin petral ni grupero, y el freno colgado al arzón y las espuelas sean de pico de gorrión y estén atadas en el estribo del pié de cabalgar, para que no se olviden ni pierdan. Cuando salga el soldado armado, á tomar el caballo, sea también armado con sus armas, la lanza tenga hincada en el suelo cerca del caballo, para que en subiendo la pueda coger".

El petral es la cincha que ciñe la silla al pecho del caballo, y la grupera, la almohadilla que atada a la silla, sirve para colocar la carga que se ha de llevar sobre la grupa del animal. Evidentemente, por lo dicho del apercibimiento de espuelas y lanza, parece a propósito de una urgencia, y no el común del equipamiento y forma de gobernarse. De todas maneras, se insiste en la silla a la gineta.

Mas el propio Machuca, repasando la historia militar española, refiere el uso de distintos elementos para hombres de armas y jinetes:
"los hombres de armas, arneses y lanzas de enristre; los ginetes, lanza y adarga"


En sus "Diálogos de de la vida del soldado Diego Núñez Alva, escribía el autor en 1552:
"Celadas llamamos á los cauallos ligeros, tomase la parte por el todo, y por la misma razón también se llaman cauallos".

Se refería a que la denominación era incorrecta por tomar la parte [la pieza de la armadura] para designar al conjunto, como se tomaba la parte [la montura] para designar al conjunto. En todo caso queda claro que la denominación de celada se empleaba para designar al conjunto de la caballería ligera, separadamente de la caballería a la jineta.


3. De adargas
Desconozco en que momento se renuncia a la adarga [escudo de cuero de forma ovalada, sin armazón] que había de ser llevado en el brazo izquierdo, la mano del cual gobernaba las riendas. A principios del XVI, desde luego, todavía se empleaba; parece que a mitad de siglo es desterrada, por que se prefirió movilidad a la protección que pudiera ofrecer defensa tan ligera:
"el peso de la espada sobre el muslo, la adarga sobre el brazo izquierdo, la rienda en la mano zurda, la lanza en la derecha; ¿cuál diablo se ha de menear y revolver en la silla, ni jugar la lanza y adarga? Si la lanza del moro viene por detrás bimbrando el hierro como lengua de culebra, perdone la señora espalda del jinete, que la adarga ni sabe ni puede cubrir el cuarto trasero: pues si viene el golpe sobre el lado de la lanza, allí es el sudar y temblar y perlesía de todo el lado derecho, porque cualquiera de estas adargas es de mérito, y parece de encaje, como tablachina de húngaro, que no hay menearla de sobre el lado siniestro, porque así se lo manda el corazón, que esté delante de él y le ampare, y todo lo demás del cuerpo se valga por sí".
Así describía la "efectividad" de dicha adarga Eugenio de Salazar.

Efectivamente, la adarga era en esta segunda mitad del XVI más propia para el paseo y la exhibición que para el combate:
"El dia de ayer fué tan bueno como yo le he visto jamás, porque lodo fué lanza y adarga y espada fina" carta del secretario Arceo en Belem a agosto de 1580.


bimbrando: cimbreando. La actual forma es deformación de la primera.
tablachina: Escudo de madera.

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Tratados de Fortificación y Artillería

Gónzalez de Medina Barba, Diego . Examen de fortificacion Madrid . 1599
http://fondosdigitales.us.es/books/structure_book?oid_book=1371&mode=o0000000000000
Escrito a modo de diálogo entre un príncipe y un maestro ingeniero. Está bastante deteriorado y hay muchas páginas ilegibles.


Rojas, Cristóbal de . Teorica y practica de fortificacion conforme las medidas y defensas destos tiempos Madrid . 1598
http://fondosdigitales.us.es/books/structure_book?oid_book=1127&mode=o0000000000000

Sebastián Fernández de Medrano. "El ingeniero, primera parte de la moderna architectura militar", publicado en Bruselas en 1687, escrito por el entonces profesor de matemáticas de la Academia Militar de los Estados Flandes, y reeditado en 1700 siendo ya Director de la dicha Real Academia con el título de "El Architecto perfecto en el arte militar".
http://books.google.es/books?id=dykPAAAAQAAJ&printsec=frontcover&dq=el+ingeniero+de+la+moderna+architectura+militar&as_brr=1&ei=3cdlSbiOA4y4yASmz-WQDA

Hablan del asedio y defensa de plazas, y de los métodos constructivos.
Los dos últimos dan clases de geometría para poder dibujar y calcular las distintas clases de fortificaciones regulares, y para las proporciones de cortinas, baluartes y casamatas.

Alava y Beaumont, Diego de, n. 1557 . El perfeto capitan, instruido en la disciplina militar, y nueua ciencia de la artilleria, 1590
http://fondosdigitales.us.es/books/structure_book?oid_book=1144&mode=o00000000000000000000000

De este último, vale la pena leer a partir del Libro Tercero, cuando entra en materia de artillería. Los dos primeros libros, en que trata de la infantería, no son de provecho, máxime cuando discurre su tiempo hablando de los romanos y de otros clásicos. El autor no era militar.

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Capellanes de los tercios

De que los soldados del tercio de Solís vivan con toda religión se tendrá cuidado, y á un teatino que anda con ellos, que me dicen que es hombre de buena vida, he encargado que me advierta de lo que yo podré hacer para que se consiga el efecto que se pretende. 
Don Juan de Austria, Andarax, 15 de junio de 1570



Que se provea una persona religiosa por vicario general del exército con algunos capellanes, que no sean idiotas, para administrar los Santos Sacramentos.

Que se le escriva al señor Cardenal Archiduque que de las personas que tiene cerca de la suya envíe una que lleve cargo desto, y ordene que de los monasterios de las Órdenes y de los Teatinos se saquen algunos religiosos de buena vida para que vayan en el armada.
Don Alonso Martínez de Leiva al Consejo de Guerra, 24 de enero de 1588 [AGS, GA, 234-35. transcrito en BMO 3.3]




La asistencia religiosa en el Ejército de Flandes quedaba ordenada con la existencia de un vicario general en el ejército, que además, se encargaba del hospital de Malinas. En cada tercio debería haber un capellán mayor y dos capellanes ordinarios. Además, en cada compañía, debía haber un capellán, pero sabemos que las plazas no se cubrían, y en muchas ocasiones eran plazas muertas cuyos sueldos iban a parar a manos de los capitanes. 

Francisco de Bobadilla apuntaba en 1585, que en sesenta banderas de infantería española residentes en los Países Bajos había diez capellanes - cuatro clérigos y seis frailes - y que él, al conducir a 2.195 hombres desde Lombardía en 15 compañías, fue con diez capellanes - entre ellos, frailes dominicos, agustinos y franciscanos -. 

Como remedio para la desatención religiosas del soldado español en el ejército de Flandes, Bobadilla proponía que hubiese, al menos, un clérigo por cada dos compañías. 


Según Sancho de Londoño [1568], los capellanes solían ser «idiotas y irregulares, como es de creer que lo son los mas de los que acuden a servir por tres escudos». 

El duque de Alba, refutaba, en carta a Felipe II, esa idea, calificándolos de "ydiotas y viciosos" y Francisco de Bobadilla apuntaba a que ganando tres escudos, debían los capitanes sentar a su mesa a los capellanes, esto es, debían darles de comer:

porque de otra manera no podrian bivir, principalmente en Flandes questa todo tan caro que para solo comer pan brot, ques mas negro que lo que aca se usa de centeno, y queso y cerveça, son menester dos reales cada día, y ansi a causa desta carestia los capitanes por evitarse de costas tienen poco cuydado de tener capellanes

El maestre de campo don Francisco de Bobadilla a García de Loaysa, confesor del rey, 9 de julio de 1586 
MSS/5785 Biblioteca Nacional de España


Pero no todos eran como el Padre Acosta, mancebo de 30 años, capellán que no conviene y que además jugaba, o el padre Salcedo, de 70 años, demasiado viejo para servir y malo para mandar: bueno, virtuoso, muy virtuoso y de buen ejemplo, de buena vida y ejemplo, son epítetos que aparecen en la relación de capellanes del tercio de Bobadilla. 

De estos capellanes virtuosos sí que podía esperarse que acudiesen a las trincheras a confesar, como así hacían, que estuvieran con los soldados en el combate, para dar asistencia religiosa a los moribundos, o que incluso se pusieran al frente de las tropas para infundir ánimo a los suyos.


Hacia 1580, intentando mejorar su condición, a los capellanes se les dobló la paga, "teniendo consideración que con los tre [escudos]s no se podría sustentar de ordinario". Con este doblado sueldo, se esperaba que la calidad de los capellanes aumentase, pero muchos de ellos, aún gozando de sobrado estipendio, preferían quedarse "a dormir devajo de cubierta y mesa puesta do comer cada dia", que seguir al ejército en campaña durmiendo "al sereno y muchas vezes sobre el codo" y comiendo lo que hallasen en campaña.

Concluía Bobadilla que "de todos los que agora quedan en Flandes ningun predicador ay bueno y de buen exemplo pocos", y proponía que todos los capellanes fueran de una misma orden religiosa, la de los teatinos o clérigos regulares, pues estos tenían eficacia en doctrina, ejemplo en la vida, paciencia para confesar y aconsejar a los soldados y eran hábiles en ganar voluntades. 

Además, aconsejaba que en cada tercio hubiera doce capellanes, y que estos dependieran, no de los capitanes, sino de los maestres de campo. 

Los capellanes que sí acudían a campaña, tenían dificultades para dar la misa. Puesto que la eucaristía debía realizarse en lugar sagrado, y con excepciones, fuera de estos, pero al menos, en un lugar digno, muchos capellanes obviaban realizar la misa por no disponer de edificios adecuados, o al menos, de tiendas donde hacer el servicio religioso. 
Es probable que el hecho de que los protestantes celebrasen sus servicios religiosos al aire libre, generase cierta repugnancia a tener que hacer lo propio. 

La solución, que parecía sencilla, no se aplicaba:

"traher en los carros de municion una tienda en que estuviesen con que los soldados sabiendo a donde podrian acudir a oyr misa cada dia la oyrian los mas que por aver falta en esto no solo dias mas meses se pasan sin oyrla"
El maestre de campo don Francisco de Bobadilla a García de Loaysa, confesor del rey, 9 de julio de 1586 
MSS/5785 Biblioteca Nacional de España


Estos capellanes, además de asistir a la tropa en los asuntos divinos, también se ocupaban de redactar testamentos. En muchas ocasiones, ponían como condición ser beneficiarios. 


Aunque, como queda dicho, se establecía que debía haber un capellán por compañía, la calidad de los mismos era puesta en entredicho por las propias autoridades militares, como prueba la carta del secretario Zayas de 1571, valorándolos: 

Yo propuse algunos dias ha á Su Maj. d quesería muy conveniente enviar algunos buenos clérigos que residiesen en los tercios despañoles, y los predicasen y mostrasen á ser cristianos, y los castigasen cuando no lo fuesen, pues como se sabe no hay mas que un chirrichote en cada compañía, que de ordinario es mas ignorante y mas vicioso que los soldados, y este los confiesa y es su cura, que cierto allí habrían de ser otros por el ejemplo, y porque no se pueden aprovechar de los clérigos de la tierra por no entender la lengua [...] pues en efecto están allí siete ó ocho mil españoles sin cabeza ni superior eclesiástico, ni en las cosas de la fée tenga acerca dellos auctoridad ninguna, ni les diga mal haces, si quisieron prevaricar en ellas. 

Capellán liderando el asalto de un torreón en la plaza de Hulst, en 1596, enarbolando un estandarte con la imagen de Cristo crucificado. Tapiz 'Toma de la plaza de Hulst', de la serie de tapices Triunfos del Archiduque Alberto, Patrimonio Nacional. 



Recién puesto el pie en los Estados Bajos, ya realizaba Fray Lorenzo de Villavicencio estos "Advertimientos" a Felipe II, "para la restauración de la religión católica en los Estados de Flándes". 

Enviar la gente de guerra sin predicadores ni confesores es de grande inconviniente , porque no confesando ni oyendo sermones católicos, se hacen demonios, y luteranos y calvinistas, y teniendo los alemanes luteranos y los franceses calvinistas tanto celo de sustentar sus heréticas sectas, que con cada tercio de infantería ó de caballería envían sus predicadores y ministros que les prediquen sus herejías, y administren sus falsas supersticiones que ellos llaman sacramentos; indigna cosa es que la gente de guerra de V. M. no sea también proveída de predicadores y confesores, principalmente que aun después de la obligación divina que hay para hacer esto, es también cosa convinientísima para contener á la gente de guerra en la disciplina militar , y para que no haga tantas disoluciones ni insolencias como se entiende que hacen los Estados Bajos. 


En principio, advertía contra las prédicas heréticas en los regimientos de alemanes, pero advertía contra la propagación de las doctrinas heresiarcas entre los muy católicos soldados españoles, que careciendo de dirección espiritual rígida, podían ser seducidos por estas sectas: 

Y demás desto hay en ello un punto de gran movimiento y consideración, y es, que haciéndose herejes estos soldados ó muchos dellos por falta de doctrina, cuando se vuelven á sus tierras en España, pegan el mal tan contagioso, como es el de las herejías, á otros españoles, y encienden fuegos tan infernales como esta gente suele encender, 

En el Vestalig de alemanes altos, también se reglamentaba en tanto a la religión: 
3 ítem, que cada uno se guarde de blasfemar á Dios y á Nuestra Señora ni á sus Santos, so pena que serán castigados en la vida, sin remisión. 

Evidentemente, para ello, hacía faltan capellanes que conocieran y aplicasen la doctrina católica, verdaderos hijos de la Contrarreforma, y no incultos y viciosos como los que al parecer, eran atraídos por el mundo de la milicia: permitir que celebren, oigan de penitencia, y administren los sacramentos idiotas, e irregulares, como es de creer que lo son los más de los que acuden a servir por tres escudos. tal y como indicaba Sancho de Londoño en su "Discurso sobre la forma de reducir la disciplina militar a mejor y antiguo estado". 

Aunque no todos los soldados fueran piadosos, y no pocos llevasen una vida desordenada, muchos buscaban la confesión y el perdón por sus pecados durante los días previos o la víspera de una batalla cierta, con la esperanza de no morir en pecado mortal, y la asistencia religiosa era una parte muy importante para las personas de toda condición en aquella época, y tan importante o más que la asistencia sanitaria, se consideraban los últimos sacramentos o extremaunción algo fundamental para el descanso del alma de todo católico, independientemente de la vida que hubiera llevado. 

En no pocas ocasiones, combatiendo contra musulmanes o protestantes, un religioso encabezaba las tropas:

Y hecho esto, se puso un altar en medio del esquadron, y se dixo una misa la qual todos oyeron muy deuotamente / y por hauer avido no sé que palabras algunos capitanes unos con otros se abraçaron todos y se perdonaron / Asimysmo todos los soldados las pendencias q tenian / y de una pica se hizo una cruz + la qual tomo un clerigo para yr delante del esquadron

Jerónimo Ortiz, comisario de la gente de Monestir a Francisco Duarte, 16 de noviembre de 1540 [AGS,E1373.182]

Evidentemente, también, aparte de esos capellanes viciosos, había hombres que, atraídos por sus valores, daban, no solo asistencia religiosa, sino ejemplo de valor. Detalle de la imagen anterior.

Y a veces lo hacía armado como un soldado más:

Y sintiéndolo reziamente mandó a los capitanes y alferezes que con sus vanderas passassen delante a hazer lo que les estava mandado, y él quedó con algunos de sus criados; y cómo las vanderas enparejaron donde don Hernando stava, tomando el mesmo apellido de Sanctiago y llevando por
guía estandarte y vandera aquellas sanctas, benditas, cathólicas y devotas insignias de la cruz con Jesú Cristo crucificado, que delante fray Miguel llevava y tras él frey Alonso vestido de una coraça y celada, y ceñida una spada y una rodela en el braço començaron a ir contra la batería nueva.

Historia de la guerra y presa de África, por Pedro de Salazar



En todo caso, no parece que la plaza de capellán, de uno por compañía, estuviera siempre ocupada, fuera por ignorantes y viciosos, o santos varones criados en el espíritu de la contrarreforma. 

Se prefería a sacerdotes antes que a frailes, pero parece que abundaban más estos, huidos de las estrictas normas de convivencia de los conventos:

Asi mimo conuiene,y es lo mas necesario, para la salud de las animas de los soldados de su compañia, que aya vn Capellan,y que sea clerigo y de buena vida, fama,y abil. 

No fea frayle de ninguna manera , sino traxere licencia de su Perlado, o Superior, porque el tal no puede seruir en dar buena dotrina, si por aus vicios esta fuera de la obediencia , y regla de su conuento, huido, hecho vagabundo, libre ,y sin obediencia, decubren grándes vellaquerias. Por tanto no asientan bien los abitos de frayles inobedientes, entre soldados, sino que sea Clerigo, por no tener beneficio, ni pitança, ni patrimonio en su tierra,con que se sustentar, asiste en la guerra, donde muy bien puede seruir a Dios, si es el que deue. 

Asi conuiene que sea sacerdore de buena dotrina y adminifracion , de que el soldado tiene mas necesidad, tener cabe si el tal Sacerdote, que ningun otro genero de gentes, por traer de ordinario la muerte al ojo y el anima entre los dientes en la guerra.

En ete caso, segun fueren los Maestros, eran los discipulos. El Capitan en cargo de su conciencia, deue procurar, sea virtiuoso y bueno el tal Sacerdote y si tal no fuere, mas vale no le tener, que leera mejor.

Milicia, discurso y regla militar, por Martín de Eguiluz [1595]



Había, desde luego, hombres piadosos, así como clérigos de armas tomar, pero también pendencieros de vida licenciosa:

El governador de Menorca don Francisco Girón de Rebolledo por sus cartas nos ha hecho saber q[ue] algunos clerigos de aq[ue]lla isla biven con mucha disolución y soltura no solamente siendo concubinarios públicos, pero andando de noche armados y desafiandose con los soldados q[ue] residen en guarda de aquella isla y haziendo otros desordenes excessos de mal enxemplo en mucha offença de dios n[uest]ro señor y escandalo de los pueblos y por no ser castigados ni corregidos por la ausencia de su perlado y negligencia de sus officiales y ministros, al dicho governador ha convenido algunas vezes poner las manos en ellos y por solo quitarles las armas y tomar presos algunos dellos y remitirlos a su juez o haver hecho otra cosa a buena intencion por tener en paz y sosiego aq[ue]lla isla el official ecle[siásti]co de mallorcas le a descomulgado, de manera q[ue] a muchos dias que esta sin oir misa ni poder libremente administrar justicia

Del rey al marqués de Aguilar, su embajador en Roma, Toledo 22 de febrero de 1539

Archivo de la Corona de Aragón, Cancillería, Registros 3900Bis


Armamentos de los Oficiales: Armas o Insignias

Capitanes. Jineta como insignia. Pica, mosquete o arcabuz como arma.

La jineta era antes que un arma para el combate, su insignia, y también, un arma claro, con la que podían impartir disciplina. Como el capitán tenía un paje de jineta a sueldo del ejército, ni siquiera tenía que llevarla en mano propia.

Capitanes españoles seguidos por tambores, en la entrada en Bolonia de Carlos V para su coronación como Emperador [1530]. Se puede ver la jineta en la mano, y a diferencia de los alféreces de la siguiente imagen de la misma serie, no portaban celadas guardándoles la cabeza, sino galanas gorras emplumadas.
Los capitanes de las compañías de piqueros servían con pica, y los de las de arcabuces, con arcabuz.
Por ejemplo, el capitán Quesada, de una compañía de arcabuceros, durante la batalla de Pavía, sirvió con el mismo arma que sus infantes hasta que "con el gran escuecimiento que tenía su arcabuz" hubo de tomar "un ginotón o vero lanzón" para continuar combatiendo.

Esto mientras duró el sistema de 10 compañías de picas y 2 de arcabuceros por Tercio, cuyo fin tuvo lugar en teoría, con la ordenanza de 1632, que establecía 15 compañías por Tercio sin distinguir especialidades. No obstante, para el siglo XVII, esta distinción entre compañías era algo poco frecuente.

Un ejemplo de manual de 1610, era que debía haber 2 capitanes por cada manga de mosqueteros, 1 por cada manga de arcabuceros, 1 por cada guarnición del escuadrón de las picas [compuesta de arcabuceros] y el resto [ si quedaba alguno] servían en la primera hilera de las picas. Antes de esto, los capitanes servían en la primera hilera de las picas, los que eran de compañías de piqueros, y los demás gobernando mangas de arcabucería.
Estos demás, podemos asumir que serían dos, como en el reglamento, o asumir que serían según la ocasión, habiendo tercios de 17 y 20 compañías, habría más de dos capitanes arcabuceros.


Alféreces y abanderados. Alabardas y Banderas.

El venablo era el arma del alférez, aunque también podía llevar una alabarda, la cual le era transportada por un criado. El oficio del alférez era portar la bandera, pero generalmente, delegaba esta función en el abanderado.

Alféreces españoles acompañando a Carlos V en su entrada en Bolonia para su coronación como Emperador [1530]

El abanderado llevaba la bandera en las situaciones que no se requería al alférez: durante la marcha, por ejemplo. Martin de Eguiluz en su discurso y regla militar, refiere las cualidades del abanderado [porte físico] para que sea capaz de abatir la bandera con una sola mano, y la lleve bien alta, y dice que en caso de no cumplir con esos requisitos: "puedele borrar, por no ser apto, y no pagarle aquellos tres ducados, que son del abanderado, que a él se le ha der aquella paga"


Sargentos. Alabardas, jinetones y corcescas

Respecto a los sargentos, llevaban la alabarda - o la hacían llevar por un criado a su costa - como insignia, pero también había quien portaba la corcesca [una variante de la partesana] o el jinetón, según gustos. Lo mismo el alférez. En la batalla, los sargentos que quedaban en el escuadrón de las picas, se habían repartir por las primeras hileras: uno por cada una, para garantizar que se mantuviera el orden, se ejecutaran las órdenes que transmitirían los tambores, y se realizaran los relevos: que cuando muriera el piquero de la primera hilera, el segundo no fuera remiso a ocupar su lugar. No sé si realizarían esta función alabarda en mano, o con la pica.
Los sargentos que iban con las mangas de armas de fuego, servirían [suposición mía] como sus capitanes, con arcabuz o mosquete, gobernando, si la ocasión lo requería, una media manga, o sustituyendo a su capitán a la cabeza. Aunque también he leído que debían situarse en la parte posterior de la manga, para "animar", a sus hombres: para que no se perdieran por el camino. Entonces, a estos efectos de disciplina, igual era mejor una alabarda.

Sargento conduciendo las tropas durante la recuperación de San Cristóbal
Respecto a la corcesca, la cita de Martin de Eguiluz, respecto a portarla el sargento:
"Las armas que un Sargento debe servir [las armaduras] y un ginetón, o corcesca algo grande de hierro, que es mejor que alabarda [...] así para pelear [...] como para rondar, y para traerla de ordinario, que es más ágil y fuerte el asta [...] y más larga que la del albarda, que la tiene débil, por causa que es dulce la madera para poderla guarnecer de terciopelo [...] que se rompe fácilmente [...] porque si el asta fuese de leño fuerte, no habría quien pudiera sustentar el peso de la alabarda, ni se podría guarnecer de brocas, pues el hierro no es más de belvedere [que] no sirve sino de vista. Yo me he hallado mejor con la corcesca, que con el albarda en cinco años que ejercité todas dos armas".
Evidentemente, este alabarda es un arma de belvedere [bella vista] guarnecida y muy decorada para que el oficial se luzca con ella. Entiendo que la alabarda de munición, la que se entrega a los combatientes, no tendría el asta de madera "tan" dulce, ni el hierro sería de belvedere.

Sargento con alabarda, capitán con su jineta y alférez con su bandera, seguidos del tambor y de los soldados de la compañía. ¿Podrían ser un alabardero, un paje de jineta o un soldado armado con jineta y un abanderado? Pudiera ser, pero los personajes parecen destacados en la imagen, y se podría decir que son los tres principales oficiales de la primera plana de la compañía.



Sargento Mayor y ayudantes. Bastón de mando

La obligación del sargento mayor en el campo de batalla era la de ordenar los escuadrones, iba a caballo, armado con una coraza, y llevaba un bastón en la mano [que era su distintivo] espada [como todos los soldados] y cabe suponer que llevaría un par de pistolas.

Un bastón de mando, en este caso, en manos del duque de Feria, con cargo de capitán general, durante la expugnación de Rheinfelden [1634]
Su insignia era el bastón, e iba pintado de manera que se le reconocía por las marcas su grado [para distinguirlo del bastón del maestre de campo, del preboste y de otros que llevaban bastón] y el Tercio donde servía. No combatía, bastante trabajo tendría el hombre con lo suyo, y empleaba su insignia para ordenar las filas a bastonazos, de los cuales, el soldado no debía ofenderse. Se supone que los bastonazos los daría cuando no se ejecutaba según su deseo, y no por sistema.
Sus dos ayudantes llevaban bastones, y eran, antes que nada, mensajeros entre el maestre de campo, el sargento mayor y los capitanes, o aún los sargentos. Iban a caballo, y no combatían.

Todo esto, refiriéndome a batallas, porque en asaltos, todos estos señores podían ser uno más, arrimando el hombro y subiendo la batería pica en mano.

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