En el subcontiente indio se produjo una extensión de la llamada «revolución militar moderna», protagonizada por portugueses, turcos e indios. Durante el segundo asedio de Diu [20 de abril - 10 de noviembre de 1546], la guarnición portuguesa de esta plaza del Gujarat fue asediada por un ejército conjunto gujaratí-otomano. Tanto otomanos, como gujaratíes, y evidentemente, portugueses, combatían, hasta cierto punto, a la «europea»: o sea, empleaban armas de fuego portátiles y artillería. Es este un capítulo interesante de la historia militar de la temprana Edad Moderna que conviene revisar.
Durante el asedio se produjeron certeros tiros de artillería, aunque los proyectiles eran en su mayoría de piedra, y según relataban "su pólvora era tan excelente que cualquier tiro de metal - piezas de artillería menores - pasaba una pipa - especie de tonel - llena de tierra de banda a banda". Los cronistas que recogieron el asedio sin duda exageraban al decir que la «espingardaria» o escopetería enemiga era tan certera, que por cualquiera agujero del tamaño de dos tostones - una moneda - acertaban. Pero el caso es que turcos y gujaratíes dominaban el empleo de artillería y armas de fuego portátil.
Es por todo ello que una nómina de heridos portugueses durante el cerco donde se detallan las heridas sufridas nos puede servir para seguir con esta serie de artículos sobre heridas de guerra en el siglo XVI, del que hemos tratado en líneas generales, y seguiremos tratando en casos particulares como este.
Las heridas de guerra de la época nos resultan muy interesantes: por un lado, nos hablan del armamento empleado, tanto ofensivo como defensivo, así como de las técnicas y tácticas de combate empleadas. Por otro, nos dan unos apuntes de sanidad militar y de calidad de vida de los soldados implicados en dichos combates.
Además, a partir de un listado que recoja un buen número de casos se pueden extraer ciertas conclusiones que los casos particulares, por separado, no podrían proporcionar.
Armamento empleado por los atacantes
Artillería
- Artillería gruesa que tiraba fundamentalmente pelotas de piedra, pero también pelotas de hierro colado
- Artillería menuda
Fuegos artificiales arrojados a mano [«artificios de fogo»]
- «panellas de polvora»: Alcancías de pólvora
- «panellas de fogo»: Alcancías de fuegos artificiales (de resina, pez o alquitrán)
Minas explosivas
Armas de tiro
- «espingardas» o escopetas que disparan pelotas de plomo
- Flechas disparadas por arcos
- Dardos
- Piedras
Armas blancas
- Lanzas
- Terciados o alfanjes
Los fuegos articiales se usaron con fruición por ambos bandos; cuando don Joaô de Castro socorrió la plaza y desbarató a los capitanes del rey de «
Cambaya» o «
SoltãoMamundo de Guzarat», les tomó 8000 alcancías de pólvora vacías grandes y pequeñas y 450 llenas. Los defensores portugueses refirieron que las «paneladas nunca cessavão de voar». Un capitán portugués, escaseando las alcancías, improvisó unas empleando dos tejas unidas con paños embreados por los costados y cabezas, con sus mechas y rellenas de pólvora.
Las piedras parece que se tiraban tanto a mano como con hondas y ganchos de hierro. Los portugueses refieren que recibían infinitas pedradas. Dom Alvoro de Crasto recibió una pedrada por encima del capacete que se lo aplastó, provocándole un gran chichón en la cabeza, que, eso sí, no le dejó fuera de combate. Dichas pedradas llegaban a abollar los coseletes y los capacetes, llegando a producirse heridas en el cráneo; imaginemos por un momento que el infante hubiera carecido de armadura de cabeza, como pasaba en muchos casos. Las pedradas de esta suerte, recibidas en un torso sin armar, podían llegar a quebrar las costillas, y cuanto menos, a magullarlas.
as pedradas que os jmigos tyravão [...] amollão os cosoletes pelos espigões e os capacetes fazê amolar na cabeça e arrebentar pelos lugares majs fortes e fazê feridas ate ho casco, mas se dão em parte desarmada, aleijão e quebrantão e fazem triste guerra, por que como custa pouco, não descansão nem falecem.
También podían dejar fuera de combate, momentáneamente aturdidos, a los combatientes. Manoel de Souza de Sepulveda recibió un canto en la cabeza y otro en el rostro, del cual lo «desatinaron, más tornando en sí, torno a entrar en la batalla».
Al sacerdote de la plaza en un asalto le dieron una pedrada en el crucifijo que llevaba, de la cual le quebraron el brazo de su persona, y un brazo de la cruz.
Los «mouros» también protagonizaron varios asaltos con armas blancas, combatiendo básicamente con alfanjes o terciados. Hay una descripción del armamento que llevaban durante uno de los asaltos fallidos:
«la que gente que para aquella empresa venia parecía ser ecogida entre los mejores de todo su ejército, porque los muertos traían coseletes y corazas y terciados y adargas muy guarnecidas de plata, y eran hombres de gentil apariencia y disposición»
ha gente que para aquela jmpressa vinha parecia ser escolheita por milhor antre todo seu exercito porque hos mortos traziam cosoletes e couraças e terçados e adagas muy goarnecidas de prata e erão homens de gentys apparencias e desposisões;
El día 22 de agosto, los sitiadores protagonizaron un asalto. Al estar lloviendo, no pudieron aprovecharse ni asaltantes ni defensores de armas de fuego, o fuegos artificiales, así que se peleó a lanzadas y cuchilladas, mientras que los asaltantes empleaban flechas tiradas con sus arcos. Aclarándose el día por la tarde, los portugueses emplearon espingardas y alcancías de pólvora, cosa que les permitió rechazar a los enemigos.
Armamento defensivo empleado por los portugueses
Armas de cuerpo
Armaduras de cabeza
- Capacetes, celadas o morriones
- Cervilleras
Escudos
- «Rodellas» o rodelas
- Adargas; Lourenço Pirez de Tavora recibió cinco flechazos que paró con su adarga.
 |
Coseletes portugueses, con tambor y pífano, liderados por un montantero. Tapices de las empresas de Joao de Castro, gobernador de Goa, tejidos h.1554-1560 [KHM, Wien]. Los coseletes aquí retratados llevan diversas armaduras de cabeza y cuerpo, aunque en algún caso [segundo por la izquierda] la celada o morrión es sustituida por un sombrero. Los coseletes protegen el torso, pero carecen de escarcelas que guarden los muslos. Ninguno de estos coseletes lleva brazales o manoplas, quedando los brazos desprotegidos, salvo la zona del hombro y la axila, que quedan cubiertos por un guardabrazo de launas, o un gocete de malla, como se puede ver en el segundo soldado por la izquierda, y el segundo por la derecha. Las celadas, como solía pasar, eran de diversas «suertes»: unas tenían guardanucas y viseras, otras carrilleras, pero en general dejan nuca, oreja y carrillos desprotegidos. |
 |
El gobernador de Goa, Joaô de Castro, armado de punta en blanco, aunque con morrión y sin guanteletes. Pocos hombres irían armados de pies a cuello como dom Joaô, que lleva brazales, quijotes, grevas y escarpes de hierro, con las piernas y los brazos totalmente protegidos. Al contrario, veremos que las heridas en las extremidades son las más comunes. |
La nónima de heridos
La nómina de heridos presenta una lista de 97 hombres que recibieron, al menos, una herida de importancia, o que sufrieron quemaduras. En general, la mayoría presenta múltiples heridas.
Las más comunes son:
- Quemaduras
- Disparos de espingarda
- Flechazos
Heridas sufridas tras voladura de mina, como la del baluarte de San Joaô
- La mayoría son quemaduras
- Otros aparecen clasificadas como herido tras haber volado
- En algún caso se espicifica que se quebró las piernas al caer, o quedó maltratado de las piernas tras volar
Veamos, por ejemplo, el caso de Antonio Botelho:
Antonio Botelho quejmado nas pernas e hûa espimgardada na cabeça e hûa frechada é huû braço.
Antonio Botelho recibió heridas típicas de la guerra en la Europa continental occidental, pero también de las que se tenían en enfrentamientos con naciones como los turcos o indios, donde el empleo de arqueros era algo habitual:
- Resultó quemado en las piernas
- Herido de un tiro de espingarda/escopeta en la cabeza
- Y de un flechazo en el brazo
Amén de esta nómina, aparecen algunos que recibieron mercedes, como Antonio de Brito, que resultó quemado en el cerco de Diu, y quedó ciego de un ojo por quemaduras de pólvora.
Heridos de arma blanca
Tan solo aparecen dos listados heridos por «cutiladas» o cuchilladas, la típica voz que se empleaba para los cortes producidos por armas cortantes como espadas o alfanjes cuando herían de filo. En caso de herir de punta, se empleaba el término «estocada».
 |
Soldado gujaratí con alfanje y rodela. Detalle de uno de los tapices de la serie mencionada. |
En la crónica, las «cutilladas» aparecen acompañadas de «lançadas»; sin embargo, en la nómina de heridos no se refiere ninguna de estas últimas heridas producidas por armas de asta.
Evidentemente, para poder llegar a dar un cuchillada con un terciado o alfanje, había que llegar a combatir a las manos. Aunque los sitiadores protagonizaron varios asaltos, en general fueron repelidos con fuego de espingarda y alcancías de fuego, y fueron menores los combates cuerpo a cuerpo. Aún así, el 28 de julio, los portugueses rechazaron un asalto con lanzadas y cuchilladas y alcancías grandes de pólvora que hacían gran «chamusco en los enemigos». En dicho asalto, murieron tres portugueses, y fueron heridos y quemados más de treinta.
Amén de la nómina, aparecen varios hombres que padecieron heridas diversas. Jorge de Meneses quedó «todo atasajado de cuchilladas y con una espingardada en la cadera muy ruin», por lo cual fue enviado a curarse a Goa, y es quizá por ello que no aparece en la nómina de heridos.
Otros quedaron muy maltratados y murieron al momento. En el último combate que se dio, en el socorro del 10 de noviembre liderado por el gobernador Joaô de Castro, a Cosme de Paiva le cortaron la pierna por el muslo de un golpe, golpe que hizo saltar un pedazo de carne. A Vasco Fernandez no le valió el sayo de malla, pues un golpe por la espalda le cortó el sayo y el cuerpo. A otro hombre le cortaron media cabeza de un golpe. Evidentemente, las armas pesadas tajadores como los alfanjes manejadas con fuerza y destreza podían infligir heridas terribles.
Heridos por disparos de artillería
Fernaô Llopes y Vasco Preto quedaron lisiado de sendas «bombardadas» que recibieron en una pierna. Gonçalo Fernandez fue herido por otra «bombardada» en la cabeza, de lo cual quedó «mal tratado». Bertolameu Coelho recibió otra «bombardada» en una pierna, Bras Jorge en un brazo.
André Lopez fue herido en el rostro por una pelota de cañón
Las bombardas y cañones empleadas por los atacantes disparaban tanto balas de hierro - normalmente, hierro colado - como balas de piedra.
Los atacantes tenían un basilisco que disparaba 66 libras de pelota cuyo viento - o sea, el aire que desplazaba la pelota tras ser disparada - ya provocaba daños. Los portugueses tenían varias piezas cuyas bocas eran de palmo a dos palmos y medio, y un cuarto de cañón que disparaba una pelota de 8 palmos de perímetro, lo que da, más o menos, esos dos palmos y medio de boca.
Cabe creer que esos portugueses anteriormente listados serían heridos por piezas de artillería menor, o fragmentos de las pelotas de piedra que se rompían al impactar. En todo caso, no se nos ocurre defensa alguna contra dichas armas, más de allá de estar convenientemente parapetados tras un muro o una almena.
Quemaduras
Los 48 quemados - algunos, con varias partes del cuerpo afectadas - lo son en piernas [16] y pies [3] así como en manos [28], que reciben la mayoría de quemaduras. También el rostro [12 ocasiones] y el pescuezo [7] aparecen mencionados.
Solo en un caso aparece el torso quemado, el de Gregoryo de Vascogomçellos:
Gregoryo de Vascogomçellos quejmado no pescoso e ê hûa jlharga e ferydo na cabeça e hûa espjmgardada per hûu braço de que he maltratado.
Gregoryo de Vascogomçellos sufrió las heridas siguientes:
- Fue quemado en el pescuezo o cuello y en un costado, lo cual nos indica del empleo de algún tipo de fuego artificial, fuera de resina, alquitrán o pólvora por parte de los atacantes. Además, podemos inferir que ni el cuello ni el torso se hallaban protegidos, como veremos.
- Fue herido en la cabeza; no sabemos la arma que lo produjo ni el alcance de las heridas.
- Un tiro de espingarda [los portugueses tardarían décadas en usar la voz arcabuz] le causó daños importantes en el brazo.
Además, Jorge Pereira quedó «todo asado», indicando el breve apunte que las quemaduras fueron generalizadas.
Antonio Pesoa, Antonio Moniz, Jeronimo Butaca, Garcia Roiz de Tavora, Dom Alfonso de Môroyo, Ruj Daraujo, Manoell Daraujo y Gonçalo Fernandez, sufrieron quemaduras en manos y rostro.
Luis de Sousa fue dos veces quemado en piernas y rostro. Antonio Pacheco recibió idénticas heridas, pero solo una vez.
Antonio Gil, quzá de modo más signiticativo, recibió quemaduras en rostro, manos y piernas.
Las quemaduras parecían - con la excepción de Vascogomçellos - evitar el torso. Quizá las personas que eran totalmente abrasadas morían, y no hay relación de ellas, pero también es harto probable que las armas defensivas como coseletes y corazas, cuyo metal es ignífugo, protegieran de las quemaduras en una época y un cerco, en el que hemos visto que las alcancías de resinas o de pólvora eran muy usadas por uno y otro bando.
 |
Aquí vemos a otro grupo de soldados portugueses en otro tapiz de la misma serie de triunfos de Joaô de Castro. En este caso, estos soldados armados con armas de asta corta - presumiblemente, las lanzas que tanto aparecen en la crónica de Nunes - llevan los torsos protegidos con corazas - lo que en la literatura actual se denomina brigantina - la típica arma defensiva de peón de finales del siglo XV y principios del XVI en la península ibérica, que seguían usando los jinetes españoles y los soldados embarcados en galeras. En un cuerpo de cuero, se roblonaban o remachaban internamente unas láminas metálicas horizontales; son las cabezas de los remaches lo que destacan en el cuerpo de cuero. Estos soldados llevan tipos parecidos de celadas o morriones, algunos, con una corona de rama ceñida, símbolo de su triunfal campaña. El primer soldado por la derecha lleva una armadura de cabeza algo más arcaica para esta época.
|
Flechazos
 |
Además de escudos de diversas suertes, estos soldados gujaratíes portaban arcos largos. Detalle de un tapiz de la serie de empresas de Joaô de Castro. |
Las 14 flechadas se reciben en cabeza [1], rostro [1], boca [1], pierna o muslo [6], brazo [5], barriga [1], cadera [1] y costado [1]. Como vemos, la mayoría de heridas se producen en extremidades, piernas, muslos y brazos, partes poco o nada defendidas. Solo en un caso se refiere la cabeza, y en ese caso, el herido es un «padre de misa», que no llevaría armadura de cabeza, claro. Las flechas que dieron por el rostro y boca no pueden ser protegidas por las armaduras de cabeza típicas de esta época que dejan el rostros a descubierto. El torso - barriga, cadera y costado - sí que puede ser protegido, tanto por un peto, como por un coselete, como por las corazas; así que es probable que se tratase de soldados que no los llevasen. En todo caso, parece acertado pensar que las heridas mayoritariamente se recibieron en partes desprotegidas del cuerpo, como son piernas y brazos, amén del rostro.
Disparos de espingardas
Mem Lopez quejmado e ferydo nûa jlharga e hûa espimgardada por huû joelho de que he mall tratado.
Mem Lopez recibió varias heridas:
- Resultó quemado.
- Resultó herido en un costado.
- Un disparo de espingarda / escopeta le pasó la rodilla, herida por la cual quedó en mal estado.
De las 24 heridas producida por disparos de espingarda, la mitad se recogen en la parte superior: cabeza [7], boca [2], ojo [1] rostro [1] y cuello [1]. Esto podía deberse a que es la cabeza lo que suele asomar de un muro a la hora de efectuar el disparo, o simplemente, a la hora de otear y vigilar las acciones del enemigo, y por lo tanto, se hallaba con más frecuencia a tiro del enemigo.
Las extremidades, sobre todo, las inferiores, reciben casi todo el resto de heridas: muslo [4], pierna [1], rodilla [1], brazo [4].
Amén de una herida en un lugar no identificado, tan solo un Francisco de Moraes recibió un disparo en el pecho: «hûa espimgardada pelos pejtos».
Esta distribución, que, como en el caso de los flechazos, parece esquivar el torso, tiene dos posibles explicaciones no necesariamente contradictorias:
1) Las heridas de bala en el torso o abdomen suelen afectar a algún órgano; son difíciles de tratar y las complicaciones suelen ser inmediatas deviniendo en muchos casos en la muerte temprana.
2) El uso de armas de cuerpo como el coselete, el peto, o aún la coraza, podría disminuir la cantidad y gravedad de heridas de armas de fuego, máxime cuando estas parece dispararse casi todas desde posiciones de cerco, alejadas de la plaza, y por lo tanto, susceptibles de haber perdido potencia al hallar su blanco en los muros y baluartes de la plaza fuerte. A esto último se le debe oponer más que una tesis, una certeza, el defensor por excelencia de una plaza fuerte durante un asedio es un arcabucero; el coselete, en todo caso, estaba para defender los muros de asaltos, por lo tanto, y dado que los arcabuceros no solían emplear armas defensivas de cuerpo, quizá la anomalía estadística se deba a lo expresado en el punto número 1. Esto también explicaría la gran cantidad de heridos en cabeza, rostro y cuello, heridas que en otras tierras y ejército se solventaron con el empleo de celadas y morriones.
 |
Buena parte de los soldados portugueses eran «espingardeiros» o arcabuceros, como los de este tapiz de la misma serie. Aunque algunos podrían llevar algún «capaçete» o morrión, como el último de esta escena, buena parte iban al combate sin armaduras de cabeza, con gorras a la moda portuguesa, algo más ceñidas y recogidas que las españolas. Se recomendaba que el arcabucero llevara, amén de sus «calças e jubaô», un coleto o cuero, como el que lleva el tercero por la izquierda, entre cuyas faldas destaca la típica prominente bragueta de la época. Como curiosidad, llevan frasquillos de pólvora colgando del pescuezo - «cornjnhos de cevar dos pescoços».
|
Vale la pena recoger el juicio del cronista, Leonardo Nunes, al respecto de la poca defensa que ofrecían las armas defensivas frente a las espingardas:
«[el] acometimiento de los enemigo causó que con la multitud no se pudiesen todos cubri, por la cual razón, de las torres y del cubelo fueron muchos los muertos, porque aunque estuviesen muy bien armados, para bombardadas y espingardadas, no aprovechan armas [defensivas]»
acommetimento dos ymigos causou que com ha multidão não se podessé todos cobrir, pela quoal rezão, das torres e do cubelo forão muytos deles mortos, porque, posto que viesse armados muyto bem, pera bombardadas e espingardadas, não aproveitão armas.
En todo caso, este juicio no invalida lo anterior; el episodio que narra el cronista es el de un asalto a la batería, y se combatía cerradamente. La defensa que apuntamos pueden ofrecer las armas defensivas frente a la espingardería o escopetería enemiga es a distancia de defensa ordinaria de una plaza fuerte. O sea, generalmente, a tiro de artillería, a cerca de 300 pasos, distancia a la cual, la pelota de una escopeta ya ha perdido parte de su energía cinética.
 |
En el mismo tapiz, vemos varios coseletes - el primero, sin armadura de cabeza - y un piquero que defiende el torso con un típico gorjal de malla a la tudesca. Aunque las modas portuguesa y española diferían en detalles, las tipologías de armamento defensivo y ofensivo eran bastante equiparables. El tercer coselete, que porta un morrión con carrilleras dorado - símbolo de que se trata de un oficial, caballero o soldado aventajado - se protege el inicio de los muslos con unas faldas de malla, solución más ligera que la de las escarcelas, que además protege el pubis y la entrepierna. |
Voladuras de minas
Las minas, claro, no eran un «arma» comúnmente usada, pero dada su potencia, podían causar estragos importantes, afectando una sola detonación a decenas de defensores.
Cuando los atacantes volaron la mina del baluarte de Rama, el cronista Leonardo Nunes recogió como aquellos que estaban en medio del baluarte, volaron tan alto con la fuerza de la pólvora que cayeron dentro de la fortaleza, mezclados en la voladura con las piedras que les acabaron enterrando. Otros cuerpos cayeron hechos pedazos sobre los enemigos, los cuales, les tomaron las cabezas como trofeo. Murieron en dicha voladura más de cincuenta hombres, muchos de ellos «fidalgos e cavaleyros mujto honrrados», y lograron escapar veintitrés con vida con heridas de diversa gravedad, de los cuales, tres murieron después.
Por contra, «los hombres que estaban con las lanzas sobre los escombros fueron lanzados en la cava (foso) en los costados y en el campo, los cuales, como no cayeron de muy alto, unos con los brazos quebrados, otros con las piernas torcidas, y otros pisados, con los ojos y el rostros descalabrados, unos por la puerta, y otros por el baluarte, se recogieron dentro de la plaza».
Luis de Mello y Antonio Roiz se hallaban con dos o tres soldados en el baluarte del mar, volaron con sus lanzas y rodelas en las manos; en el vuelo «cayeronles las espadas y los cuernecillos de cebar de los cuelos, y los capacetes de las cabezas y los zapatos de los pies». Aún así, sobrevivieron, y maltratados se refugiaron en la fortaleza, donde Mello moriría de enfermedad durante el cerco.
De Antonio Dazevedo sabemos que «voló y cayó por la banda de los moros y hubo una herida en la cabeza y muchos moretones por el cuerpo de que está mal tratado»
«avoou e cayo pera a bamda dos mouros e ouve huã feryda na cabeça e mujtas pisaduras pelo corpo de que he mal tratado».
Alv.º Paez «cuando reventó el baluarte quedó enterrado todo debajo de piedras, de que hubo muchas magulladuras, e anda mal dispuesto».
«quamdo arebêtou o baluarte ficou écravado todo debaixo de pedras de que ouve mujtas pisaduras e he ajmda mal despostoFernaô Llopes aleijado dãa bôbardada dúa perna. ».
 |
Las minas que volaban los lienzos y baluartes de la fortaleza afectaban a los soldados que las defendían, lanzándolos por los aires. Si la explosión no los mataba, las quemaduras, contusiones y huesos rotos tras la caída eran algo habitual.
|
« »
Jorge Nunez de Lyaô «voló y se quebró un brazo y tuvo muchas contusiones en el cuerpo y en en rostro de lo cual ha quedado lisiado».
Johaô Mjz Fr. «voló y tuvo muchas contusiones en el rostro y quemadas las manos, y un brazo quebrado de lo cual está maltratado».
Alvaro Páez quedó enterrado debajo de muchas piedras con la voladura del baluarte, de lo cual recibió muchas contusiones y andaba mal dispuesto. Varios quedaron «maltratados» o lisiados de las piernas, como Antonio Mor, «aleijado dâbas as pernas».
Aparte de la relación de heridos, bastante breve, como solía pasar, los que sirvieron en esas jornadas hicieron relación de méritos y servicios, y cuando fueron heridos, relataron su suerte como un mérito de guerra en servicio de su rey. Diego Ortiz de Tavora escribía en 1549 que fue «fui muito queimado com polvora e ferido».
Relatos de muertes notables
«e assy foy morto Baltazar Jorge, juiz da alfandega, de hum só golpe de traçado, que lhe deu hum mouro por cima de hum hombro, com que lhe cortou huma saya de malha e o braço com toda a espadoa».
Este Baltazar Jorge, a pesar de llevar un sayo o camisa de malla, recibió un golpe con arma cortante sobre el hombro que le cortó la camisa y el brazo con parte de la espalda. Esta arma, que el escritor llama aquí «traçado», en otras aparece como «terçado» o terciado, que no sería otra cosa que un alfanje, como podemos ver en los tapices de las empresas de Joao de Castro:
 |
Buena parte de las tropas gujaratíes tendría, como este caballero y este infante, armas tradicionales, de asta - como los dardos que ambos llevan - o de mano, como el alfanje o terciado que lleva el caballero pendiente del cinto. No obstante, para llegar al cuerpo a cuerpo, antes había que realizar un asedio en el que únicamente las armas de tiro tenían capacidad de ofender. Durante un asalto, 40 caballeros «moros» subieron a un baluarte; armados de terciados, los portugueses los rechazaron lanzándoles alcancías de pólvora que les abrasaban vivos.
|
Coju-Sofar, el napolitano renegado que se hallaba a cargo del contingente turco, cuando estaba oteando la fortaleza el 24 de junio por la tarde, día de San Juan, recibió un tiro perdido de bombarda portuguesa que le llevó la mano y la mitad de la cabeza, de lo cual, claro, murió.
Muertos de enfermedad
os omês com o trabalho e com o vegiar de
dia aa calma e de noite ao sereno adoeçem cada dia e
convaleçem muyto mall.
los hombres, con el trabajo y con vigilar de día al sol y de noche al sereno, adolecen cada día y padecen mucho mal
Nesta fortalleza ha mujtos doemtes e asy ferydos
como queymados e os majs doemtes saô de feveres e
camaras;
En este fortaleza hay muchos dolientes, así como heridos y quemados, y los más dolientes son de fiebre y de cámaras
A finales de julio, Nunes narraba que habían muerto ya 150 defensores durante el cerco «a ferro e de doença», o sea, «a hierro» - durante el combate - y por dolencias o enfermedad; otros cincuenta hombres se hallaban dolientes. A mediados de agosto, la nómina era de 250 muertos.
A primeros de octubre, Mascarenhas informaba que había más de 200 dolientes en dos hospitales, y otros 170 fuera de ellos. Al final del cerco eran 550 los muertos, la mayoría a hierro, pero también muchos habían fallecido por enfermedades.
En algunos casos se trataba de heridos que estaban recuperándose. En muchos otros, eran dolientes de hospital, o sea, personas que habían enfermado y se hallaban dolientes «de grandes febres». El día 5 de septiembre, Vasco da Cunha refería que eran 1300 hombres en Dio, de los que había 300 dolientes, la mayoría, de fiebres.
Se habló de las dolencias causadas de «maus comeres e trabalhos». El cerco provocó una escasez y carestía de alimentos. A los tres meses de comenzado ya no había carne sino de gatos, y la gente se alimentaba con arroz, grano y lentejas, complementadas con dátiles, pasas y almendras que fueron llegados en naves que socorrían la plaza. Cuanto menos, los aportes de fruta desecada prevenían de enfermedades como el escorbuto, algo que se podía producir durante un cerco, como les sucedió a los franceses cercados en el castillo de Milán entre 1522 y 1523.
Además de la mala alimentación, se consideraban los «trabajos» sufridos durante el cerco la causa o agravantes de las dolencias: el agotamiento físico del combate y de las obras para reforzar las murallas con el continuo acarreo de piedras y de tierra, agravado por hallarse en muchas ocasiones durmiendo al raso bajo la lluvia, o insolados bajo el sol tropical veraniego, por tener que estar en lugares expuestos para realizar las vigilancias. En muchos casos, también los hombres debían descansar al raso, dado que parte de los edificios habían sido derrocados para construir caballeros [«cubellos»], contramuros y reparos interiores para disponer de una segunda línea de defensa interior. Todo ello estaba causando estragos y debilitaba a los hombres que eran presa de enfermedades tropicales comunes, fiebres e intestinales.
Nunes también habla del agotamiento nervioso provocado por los continuos asaltos o rebatos con infinitas pedradas, que desinquietaban el juicio: «desenquietado ho
juizo». El cronista refiere que no hallaban otra consolación ni placer que desplegar las banderas el día del combate, porque les daba dios gloriosa victoria. Es probable que esto fuera más allá de la retórica heroica, y que, efectivamente, la adrenalina generada durante el combate les hiciera olvidar momentáneamente todos los males, tanto los físicos, como los emocionales, cosa que indica Idan Sherer en su trabajo sobre los soldados españoles durante las guerras de Italia.
A los dolientes se les trataba en hospital, y como era típico en la época, se les daba caldo de gallina, remedio que se consideraba valía para muchos males, pero la duración del cerco hizo escasear, encarecer, y a última hora - mediados de octubre - agotar este recurso. A primeros de septiembre, el gobernador de la India, Joaô de Castro, envió a Dio un socorro en que viajaba Symão Alvares boticario con medicinas y cosas de botica para curar los dolientes, pero a 5 de octubre, el gobernador Mascarenhas reclamaba que se enviaran más remedios, pues Alvarez no había venido muy bien provisto. A finales de septiembre, fray Paulo de Santarê, franciscano encargado en el hospital, reclamaba el envío de algunos maestros para curar enfermos, alegando que uno o dos solos - se refería, probablemente a Symaô Alvarez y Joaô Garces, boticarios - no podían acudir a todos.
Los apuntes anteriores nos indican que había una cierta atención sanitaria, aunque insuficiente en medios humanos y materiales. En los hospitales, sino recibía un tratamiento médico óptimo, al menos, el enfermo podía reposar y ser consolado por enfermeros y parientes.
Para saber más
Apéndice. Las heridas de las mujeres portuguesas durante el asedio de Diu en 1546 por las tropas del rey de Cambaya o sultán de Gujarat.
Tampoco hay por qué pasar con silencio la excelente virtud y el hermoso espíritu de las virtuosas mujeres casadas y de todas las otras mujeres solteras e de cualquier estado que sea, que en este año en el cerco se hallaron [...] porque nunca tal se vio en ningún tiempo, las cuales durante todo el cerco con sus familias trabajaron en acarrear piedra y tierra, y servir en los combates sin miedo alguno, ya que con ánimos y corazones varoniles repartían alcancías de pólvora a los soldados que con ellas peleaban.
E acontecía que las flechaban algunas veces por las piernas y otras por los brazos, y por todo el cuerpo, de que morían algunas y otras quebraban las flechas y las sacaban fuera de sí, y vendadas las heridas con un paño, tornaban a sus trabajos.
Y había algunas dellas que se detenían en sus maridos muertos y en sus hijos heridos, y otras personas de su afinidad y parentesco, cuyos males tenían razón de sentir, más andaban tan prontas en servicio de Dios y del Rey Nuestro Señor, que hasta que no era acabada la pelea no trataban con ellas, ni hasta después de haberlas enterrado las lloraban [...]
Y acabada la batalla, ayudaban a los soldados con cosas para esforzarlos, cada una con lo que mejor podía, y dabánles de comer con las manos, con mucha buen agua fría [...]
Y creo que esta su piedad parecía verdadera religión de gentes que votaron castidad y humildad y paciencia y amor fraternal [...]
Entre esas mujeres se mostraron por principales en este servicio Isabel Madeira, mujer del maestre Johã, muy moza y hermosa, y Gracia Roiz, mujer de Ruy Freire
y Caterina Lopez, mujer de Antonio Gil, factor que era desta fortaleza e Isabel Diaz, mujer de Gaspar Roiz, factor del capitán, las cuales, amén de sus trabajos, sus asuntos eran verdaderamente espirituales, y sus haciendas eran gastadas en servicio de Dios y del Rey Nuestro Señor, y otras que no por no nombrarlas pierden su mérito.
Leonardo Nunes, Do acontecido en Dio, sendo capitam desta fortaleza Dom Joham
Mascarenhas e governador da India Dom Joham De Castro ho anno de 1547.