El arcabucero de los tercios: el gallardo soldado


El arcabucero fue durante la mayor parte de la existencia de los Tercios la principal pieza ofensiva del sistema táctico. Ya fuera en batalla, en las mangas del escuadrón o en sus guarniciones, o en una manga volante separados del escuadrón escaramuzando, en los asedios y en las encamisadas, era el soldado gallardo por excelencia: aquel que por su ligereza y capacidad de ofender a distancia, podía acudir a todas las facciones.

La génesis del arcabucero

En la década de 1520, el escopetero de la infantería de ordenanza de los reyes católicos deja paso al soldado arcabucero, conviviendo conjuntamente durante algunos años ambas tipologías de soldados.

En la batalla de Pavía, si no nació el arcabucero español, al menos sí ganó fama y merecido nombre:
era esta batalla la mas peligrosa, y mortal de todas, y muy contraria a los caballos franceses, porque de los apercebidos españoles, y derramados en torno era tirada a todas partes con golpes mortales una infinidad de pelotas de plomo, las quales no salian ya de escopetas, como poco antes se usaba, sino de piezas mas gruesas, que llaman arcabuzes: pasaban de una banda a otra, no solamente los hombres de armas, mas aun muchas veces dos soldados y dos cauallos juntos, tanto que la campaña cubierta de un miserable estrago de nobles caualleros y de cauallos franceses, que morían en un mismo tiempo 
Historia del marqués de Pescara, de Pablo Jovio, traducida por Pedro Vallés.

En 1525, en el mes de diciembre se hacía una muestra de las tropas españolas en Italia, que habían jugado un papel fundamental durante la batalla de Pavía para derrotar a las tropas francesas.

De esta muestra resultaba que de los 7503 infantes que había repartidos en 36 compañías, 2605 eran ya bocas de fuego [34,7%] siendo tan sólo 1090 de ellos arcabuceros, frente a 1515 escopeteros.


Compañías de arcabuceros

En la Ordenanza de Génova de 1536, que algunos estudiosos señalan como la que da a luz al sistema de los Tercios, se señala que algunas compañías de infantería habían de ser íntegramente de arcabuceros, habitualmente, dos de las doce compañías, que en teoría, formarían un tercio.  Esta norma se mantiene - cuanto menos sobre el papel - hasta la promulgada en el reinado de su bisnieto Felipe IV, en 1632, que impone un mismo pie para todas las compañías.


Su papel en combate

El arcabucero fue durante el siglo XVI, la principal baza ofensiva con que contaba la infantería española, y el mosquetero - aparecido en la década de 1560 - aunque fue naturalmente ganando importancia dado su potencial de fuego, no le dejó apartado de la historia, sino que - cuanto menos en el papel - convivió con él hasta prácticamente la extinción del sistema con las reformas de 1704.

El arcabucero aunaba en su ser movilidad y potencial ofensivo. En el campo de batalla debía siempre contar con el resguardo del cuadro de piqueros, pero cuando se ofrecían acciones más dinámicas - encamisadas y golpes de mano, ya fuera en asaltos a plazas fuertes o salidas - podía prescindir de las picas, y jugar su papel, con tan sólo su arcabuz y su espada.

Cuando en 1542 Fernando I de Austria envió su ejército a recuperar Buda y Pest, ciudades en el reino de Hungría a orillas del Danubio en manos de los turcos, doce banderas de italianos a cargo de Vitelo formaron escuadrón:

con los suyos muy cerrados, y mando a sus arcabuzeros que tirassen hincando la rodilla derecha debaxo de los piqueros. Trauose la batalla con gran ruydo, morian muchos, y los Turcos arremetiendo con obtinada osadia, procurauan romper con vn cuño la ordenança de los nuestros, pero los nuestros se defendian valentissimamente.

Más tarde, acuden a la batalla la caballería húngara y los caballos alemanes del duque Mauricio, tomando a los turcos entre los caballos y los infantes italianos. Estos, rehacen rápidamente su orden, salen los arcabuceros del escuadrón - dónde se hallaban protegidos por el erizo de picas - y forman mangas, mientras que los piqueros avanzan en formación cerrada:

Las compañias de Vitelo no faltando ala occasion arremetieron con sus picas baxas, y los arcabuzeros estendiendofe por ambos lados como dos braços, cerraron con los Turcos y ellos, y las vándas de los Vngaros y los cauallos Alemanes los mataron alli en medio.

Vemos como los arcabuceros se reordenan rápidamente según la ocasión: primeramente, operan a la defensiva, los tiradores a cubierto de los infantes turcos disparando sus arcabuces desde dentro del escuadrón de picas, después, al acudir la caballería en su socorro, se despliegan en dos mangas - el autor dice brazos - para pasar a la ofensiva.

Con el arcabuz se podía ofender a distancia - hasta doscientos pasos - pero a veces se ordenaba disparar a dos picas de distancia, como recoge Luis de Ávila y Zúñiga ordenó el duque de Alba durante la campaña en Alemania de 1546/47:
y habia ordenado que toda nuestra arcabucería estuviese sobre aviso á no disparar hasta que los enemigos estuviesen á dos picas de largo de nuestras trincheas; porque desta manera ningún tiro de nuestros arcabuceros, que eran muchos y muy buenos, se perdería, y si tiraban de lejos, los mas fueran en balde; y así, mandó que las primeras salvas, que suelen ser las mejores, se guardasen para de cerca. 

Lo normal era disparar a unos cincuenta pasos cuando se estaba escaramuzando, aunque se podía comenzar a tirar a trescientos.

Con el arcabuz se mataba a cien pasos, sí, pero era necesario un escuadrón de picas para recoger a los soldados cuando era menester, por eso en la instrucción de 1538 se limitaba el número de arcabuceros que habría en un tercio, porque los soldados parecían preferir sentar plaza de arcabuceros.

La importancia del escuadrón de picas queda reflejado por un episodio sucedido durante la jornada de los Gelves en 1560, en que un grupo de arcabuceros se adelantó luchando contra los moros, y habiendo descargado sus arcabuces al unísono, tuvieron que recogerse en el cuadro de las picas, que igualmente, se avanzó para evitar que sus compañeros en retirada fueran degollados por los moros:

Viendo los enemigos tan pocos, y que de mal pláticos habían disparado los arcabuces todos juntos, dieron sobre ellos y hiciéronlos tornar con más priesa de la que habían traído. Fueron causa éstos, con su mal orden, que los dos Capitanes que hasta allí se habían mantenido bien, desamparasen los puestos y se retirasen, y hirieron en el alcance á Gregorio Ruiz de una lanzada, de que murió dende á pocos días. Perdióse gente en esta retirada, y perdiéranse todos si el escuadrón no marchara á socorrerlos.
Las retiradas vergonzosas que hicieron este día los arcabuceros italianos y los nuestros, fueron por ir más adelante de lo que debían, sin llevar picas que los amparasen.


Preferencia por el arcabuz, desdén por la pica

Una faceta a destacar de los Tercios era la temprana preponderancia del arma de fuego sobre el arma de asta: así, el arcabuz era el arma por antonomasia y la pica quedaba relegada a un segundo plano, mientras que en otras naciones [alemanes y suizos] parecía estar más equilibrado.

En teoría, un tercio contaba con 10 compañías de piqueros y 2 de arcabuceros [para el periodo 1560-1632]

Descontada la primera plana [11 miembros] las compañías de piqueros tendrían 159 piqueros, las dos terceras partes [Parker comenta que la mitad de los piqueros serían coseletes y el resto picas secas] y el denominado "tercio de arcabuceros", o sea, que la tercera parte de la compañía de piqueros serían arcabuceros.

Las compañías de arcabuceros estarían formadas, en teoría, por 214 arcabuceros, más 25 coseletes alabarderos, aunque algún autor recomendaba que estos coseletes portaran una media pica.

A partir de 1567, en todas las compañías se incluirían 15 mosqueteros, pues fue la fecha oficial de adopción en campo [por lo menos en Europa] de este arma.

Si contamos el Tercio teórico a partir de 1567, el resultado sería el que sigue, detrayendo los mosqueteros de los piqueros:
1443 piqueros [coseletes y picas secas o sencillas]
1194 arcabuceros
180 mosqueteros
50 coseletes alabarderos

En esto vemos un cierto equilibrio que tiende a que la mitad, más o menos, de los efectivos manejen armas de fuego, y el resto sean piqueros.

Y sin embargo, ya sabemos que el teórico rara vez se cumplía en esta milicia, y que eran habituales los Tercios con más de 12 compañías, y con menos de tres mil hombres.

Francisco de Valdés indica en un ejemplo de 1568/1569, que en Flandes, los Tercios de Nápoles [con 600 picas], Lombardía [320 piqueros] y Sicilia [280] no sumaban más de 1200 picas, eso para un total de unos 7000 hombres, más o menos. Con lo que la proporción no llega ni con mucho a la mitad teórica anunciada.

El propio duque de Alba denunciaba en 1567, durante los preparativos de la marcha de los Tercios desde Italia a Flandes, la falta de piqueros que había en los Tercios:
"suplico á V. M. que en las primeras naos que partan de Vizcaya para Flandes, mande V. M. cuatro mil picas porque va esta infantería con tan pocas y tanta arcabucería , que por cierto tengo que no podríamos hacer escuadrón, y no he osado forzallos á que las tomen acá porque no se me huyan mas de los que lo han hecho , que es tan gran número á lo que los maestros de campo me dicen , que estoy espantado".

Efectivamente, las picas eran muy necesarias para formar escuadrón, siendo la amenaza de la caballería el factor determinante para la mayor o menor importancia del escuadrón de las picas, pero fuera como fuese, era este arma y soldado una pieza fundamental del esquema.

Antonio de Leyva asesoraba al Emperador en la campaña que iba a emprender en 1532 contra los turcos. Decía que hiciera arcabuceros a todos los españoles que había en Italia - marcharon 6500 - y que asimismo levantara ocho o diez mil arcabuceros italianos. El resto, serían picas alemanas, con una quinta parte de arcabuceros. Afirmaba que los alemanes sostendrían el peso de la batalla y que los arcabuceros eran muy necesarios para apoyar la caballería imperial frente a la ágil caballería turca, y que eran muy convenientes para la defensa y toma de plazas fuertes, para el día de la batalla, para escaramuzas y para escoltas. Concluía que la arcabucería alemana valía poco, ni se podía confiar en ella, lo mismo que de las picas italianas y españolas, "porque en la verdad, para alemanes es la pica y para español e italiano el arcabuz". [Nota 2]

Cuando se creó el segundo Tercio de Lombardía en 1538, producto de la reforma de otros tres Tercios que en estas provincias estaban, el Tercio que contaba con dos mil hombres en 8 compañías, sólo tendría una compañía de arcabuceros, y el resto, serían banderas de piqueros. Lo que indicaba el Marqués del Vasto en su instrucción, en referencia al tema que comentamos, era que no hubiera en las compañías de piqueros más de la tercia parte de arcabuceros, y que con estos, y la compañía de arcabuceros de don Ramón de Cardona [que él calcula sumarían un total de seiscientos] serían suficientes, y que el resto de arcabuceros existentes debían ser "reformados" tomando estos las picas, y que en caso de no querer los soldados cambiar de oficio, fuesen despedidos. Aunque luego - parece que consciente de que tal medida no se haría efectiva - indicaba que "no fuese pagado aunque sirva con arcabuz [...] y la ventaja no se dé no pague de otra manera".

Y continuaba:
"ítem, que en cada una de las siete compañías de piqueros podrá haber hasta el número de sesenta y cinco soldados con coseletes, y en la del Maese de campo, ciento; y en la del dicho don Ramón, doce coseletes".

Este número de coseletes representaría la tercera parte del total de soldados, y más o menos la mitad de los piqueros.

Parece pues que había mucha reticencia a tomar la pica por parte de la soldadesca española. Por un lado, el piquero seco era el soldado peor pagado, percibiendo únicamente el salario mínimo de 3 ducados. Por otra, el coselete estaba equiparado en sueldo al arcabucero [ambos percibían 1 ducado de ventaja por su especialidad].

Sin embargo, aunque el motivo económico aparece reflejado como causa subyacente de la elección del soldado por servir con una u otra arma, a igual sueldo, era claro que el ir armado, el portar un coselete completo de unos 20 kilógramos de peso, haría a muchos preferir el arcabuz, máxime cuando a la incomodidad de la armadura, se unía la del propio arma, que con una longitud de unos 5.40 metros [26 palmos] no era un elemento fácil de transportar.
El propio Francisco de Valdés hablaba de coseletes que quedaban asfixiados por el esfuerzo de la carrera bajo el peso de las armas, y que el sargento mayor - responsable de las marchas - debía vigilar que el ritmo fuera apropiado, con los descansos para refrescarse adecuados, sobretodo en base al "sobreesfuerzo" que realizaba este soldado en relación a sus compañeros.

El mismo marqués del Vasto indicaba en 1538 respecto al armarse los oficiales: "mando, ansí por dar enxemplo á los soldados, como por otros buenos respetos, de aquí adelante, todos los dichos capitanes y sus alféreces vayan á las guardias y a las muestras con sus coseletes y armas, y el que no fuere desta manera, no sea pagado". Parece que los propios oficiales eran remisos a ir con tal carga.

No obstante esto, lo cierto es que la pica parecía gozar de enorme prestigio, y que de hecho, el privilegio de estar en las primeras hileras del escuadrón, se reservaba - amén de a oficiales en activo, reformados y notables - a aquellos soldados mejor armados, o sea, mejor equipados.

En 1546 reunió el Emperador 43.000 infantes, de los cuales 19.000 eran arcabuceros, un 44%. El ejército tenía 9.000 infantes españoles, 7.000 de ellos, arcabuceros, un 77%. [1]

Giambattista Castaldo, maestro de campo general imperial en 1546, escribió un memorial en que recomendaba como había de formarse el ejército. En las 40 banderas de alemanes altos que debían reclutarse - 12000 soldados a 300 por compañía - debía haber 25 arcabuceros por bandera, lo que no llega ni a un 10%. Por contra, debían traerse 12000 infantes italianos y 8000 españoles, y la mayoría, recomendaba, debían ser arcabuceros y además, los arcabuces habían de ser "de la nueva munición".

Durante esa campaña, con tanta arcabucería como había, se tuvo que dar orden puntual de que 30 arcabuceros de cada compañía de infantería española dejasen sus arcabuces y se proveyesen de picas y coseletes de la munición "para que los esquadrones fuesen mas fuertes". Llevaban al menos catorce carros cargados de picas. Cristóbal Lechuga indica en 1611 que se podían cargar 250 picas por carro.

Vemos pues, que demasiada arcabucería no era siempre la mejor opción, y que las picas eran muy necesarias, pero también que había la opinión de que había especialidades en las diferentes naciones: picas alemanas, y arcabuces españoles e italianos.

En esta escena de El triunfo de Maximiliano - elaborado hacia 1515 - podemos ver, entre otros, un carro tirado por cuatro caballos cargados de picas. Había que llevarlas porque se podían romper, por un lado, y como en el caso indicado de 1546, porque se podían tomar a hombres que tenían oficio de arcabuceros para que hicieran de piqueros si resultaba conveniente. 

En el punto 19 de la "Riformatione et stabilimento della fanteria spagnuola del tercio di Sicilia" de 1571 [3] se establecía
En aquellas compañías que no son todas de arcabuceros, se deja a la voluntad y elección del capitán aquellos soldados que deberán servir con arcabuces y morriones, y cuales de ellos tomarán coseletes, y cuales aún servirán con picas solas, y esos capitanes deberán tener cuidado particular de mudar las armas a los soldados, de manera que aquellos que un año habrán usado la pica, el siguiente usarán el arcabuz, continuando en adiestrarles de modo tal que todos sean capaces de servir con todas las suertes de armas, y procurarán que todos los arcabuces sean de una misma bala.

Lo que prueba la necesidad que se tenía de que la milicia española estuviera compuesta por soldados versátiles.

Avanzando un poco en el tiempo, en la Ordenanza de 1632 se dispuso que la compañía - ya sin especialidad - estuviera formada por 70 coseletes, 90 arcabuceros y 40 mosqueteros. Respecto a los coseletes se lamentaba de "el servir muchos desarmados o con picas cortas y ruines armas ha introducido la pereza y la mala disciplina". Y como remedio, ordenaba que "pues a todos los que sirven con picas en la nación española mando dar ventaja de coseletes, no permitan [los capitanes] que sus soldados se desarmen".

En todo caso, parece determinante el papel de la arcabucería - y mosquetería en su tiempo - para ganar batallas en campo - más en el caso de sitios - y puede que al embarazo del peso de las armas, se uniera el hecho de que la mayoría de batallas parecían ser ganadas a tiro de arcabuz, antes que jugando la pica, y para un soldado el papel activo que otorgaba la movilidad del arcabucero, puede que fuera un factor determinante para decantarse por ese arma, sin desdeñar los anteriormente mencionados. Eso no quiere decir que no tuvieran un papel en la batalla - ni mucho menos - pero seguro habría soldados con preferencia hacia actividades más dinámicas, cuya inclinación podría satisfacerse con el oficio de arcabucero.

Rememorando Nordlingen, si los piqueros del Tercio de Idiáquez no hubieran apartado a picazos a los alemanes en retirada del conde de Salma, la formación hubiera sido rota, y arrollados a continuación por los suecos.

Como cantara Calderón de la Barca:

¡Ay cielos,
que en los alemanes hallan
flaqueza que los retiran
de su puesto, los rechazan,
que vienen desordenados!
Hacia aquella parte cargan
que defiende don Martín,
que, porque no le deshagan
sus escuadrones viendo,
con las picas los aparta,
con las espadas castiga,
con la lengua los infama;

Como quedó escrito: "el escuadrón es el pie firme de esta milicia".


Protecciones del arcabucero

Inicialmente, el arcabucero tenía como armas defensivas un peto de acero y un morrión o capacete. Con el paso del tiempo, primero perdió la protección del torso, para después, ya avanzado el siglo XVII, perder también la protección de la cabeza, proceso que se vivió en otras especialidades tanto en infantería como en caballería, ya que en el balance entre protección [reducida progresivamente por el incremento de la potencia de fuego] y movilidad y economía, acabaron ganando estos dos últimos presupuestos.

El morrión podía pesar de unas 2,5 a unas 3,5 libras [para el concurso ordinario] o hasta 16 e incluso 20 libras si era fuerte [reforzado para trabajos en trinchera sometidos al constante fuego de la plaza defensora].

Los estilos eran italiano [el inmortalizado en muchas películas como usado por los conquistadores españoles: de dos picos y enorme cresta] o el español [con apenas o ninguna cresta, y poca visera] pudiendo llevar carrileras [más comunes en el modelo de tipo italiano] que debían, eso sí, dejar los oídos libres para poder oir las ordenes dadas a viva voz en el “fragor del combate”. El primer estilo era más común para los piqueros, y el segundo para los arcabuceros, pues no debía ser muy alto para luchar en la trinchera, pues dejaba una cresta al descubierto que lo podía poner en el punto de mira, y que no ofrecía protección frente a un disparo.

Como en todo, había categorías, y desde algunos enormemente decorados hasta con filigranas de oro, lo más común es que no tuvieran decoración ni grabados de ningún tipo, aunque han sido precisamente de los tipos más decorados los que han quedado más frecuentemente como testimonios del pasado en museos y colecciones particulares.


Arcabucero españoles en la jornada de Túnez [1535]. Detalle del cartón número 8 "Batalla en los pozos de Túnez". de la serie de Vermeyen. Arcabucero con celada y malla. 

Algunos autores, como Girolamo Garimberto en 1557, escribían contra la protección de malla, pues frente a un tiro de arcabuz que la pasara, la herida era mortal, pues los trozos de malla rota quedaban incrustados en la carne y eran imposibles de extraer. Hay un ejemplo de un noble que llevaba una cadena y unos trozos de la misma se le quedaron incrustados bajo la bala. La malla solo ofrecía protección frente a los golpes de pica y de espada, que no era poco.

En todo caso, vemos que la protección de malla era de uso común:

yvan por la misma orden tres mill y quinientos arcabuzeros muy bien adereçados que todos los mas lleuauan en las cabezas celadas y muchos cotas y gorjales de malla 
Historia de la guerra de Alemania, por Pedro de Salazar, 1548

Un detalle del mismo cartón. Podemos ver el arcabucero de la izquierda con un gorjal de malla, y en la cabeza  llevaría un casquete con alas caídas sobre oreja y nuca, y un ala levantada en la parte frontal


La protección del torso se fue aligerando, y se sustituyó el peto de acero por un coleto de cuero, para con el paso del tiempo, acudir sin más protección a la batalla que la que otorgase el jubón y la camisa.

salió Quesada con su arcabuz en las manos é un cuero de ante, vestido con sus mangas de malla é morrión , é su camisa é vanda colorada
Relación de la batalla de Pavía que escribió Fray Juan de Oznayo

En la lámina del Inventario iluminado, se pueden ver diferentes tipos de mangas de malla. Algunas ofrecen protección hasta las muñecas, otras, por encima del codo. Las más cortas, parece que protegían el hombro y las axilas. En la lámina, la figura A: "unos gocetes grandes con malla dorada por los cantos, que eran del rey de Francia" y tomados en la batalla de Pavía de 1525. La figura B, el Panzerkragen: "un gorzal [gorjal] Tudesco de malla de acero con el borde inferior de malla dorada y unos corchetes de plata para abrocharlo". Evidentemente, las mallas que llevasen los simples arcabuceros no tendrían los bordes dorados ni los corchetes de plata, y con el blanco y negro, además, no apreciamos la diferencia. Las figuras C, D y E: "tres pares de mangas y gocetes de malla, guarnecidos de piel de búfalo, para usar debajo de la armadura". En este caso, se trata de proteger la vida del Emperador, así que llevaría unas mangas de malla bajo la armadura. El simple arcabucero llevaría las mangas de malla con un cuero de ante, como Quesada.   La figura G: "un par de gocetes desguarnecidos" y la F, por curiosidad: "un par de zaragüelles de malla con su bragueta"


Pedro de Salazar nos relata como se formó un escuadrón con toda la infantería española del Emperador en Alemania en 1546. Se hicieron mangas de arcabuceros, y se dio las primeras filas de la formación a los que llevaban cotas y celadas, y el resto, al que presupongo desarmado, fue dispuesto detrás, de la misma manera que en los cuadros de piqueros se daba una orden parecida: los mejor armados, debían situarse en la parte exterior del escuadrón.



Nación de arcabuceros

El valor de los arcabuceros era tal, que el capitán de las compañías de arcabuceros estaba un peldaño por encima de su homólogo de las picas, no ya en la consideración y estima de los compañeros de armas, sino por los propios mandos, que otorgaban el mando de las misiones más complicadas a los capitanes de arcabuceros y a sus compañías.

En la nación española - a diferencia de la alemana - se dio muy pronto una preferencia por el uso del arcabuz, preferencia que hubo de ser moderada y corregida, pues, como apuntaba más arriba, las picas seguían siendo muy necesarias en el campo de batalla.




Se supone que durante la guerra de la liga de Esmalcalda, en 1546, el landgrave recibió del conde Guillermo el siguiente consejo:

guarda vuestra gente de escaramuzas con gente española que son mui diestros y animosos: que  solos tres o quatro mil bombres que tenga bastaria en ocho días a comeros gran parte de vuestra gente: porque los Españoles tienen dos cosas: la una es que juegan el arcabuz de punteria: lo que los Tudescos no hazen: la otra que son muy puestos en el cargar y cargan los arcabuzes mas ayna dos veces que tudesco una: lo otro que son mas ligeros: y a guardaros de escaramuzas y de les tocar arma de noche que no os coma la gente:

Como suele pasar con este tipo de citas que solían insertarse en crónicas, lo más probable es que fuera apócrifa, pero creo que el sentido puede ajustarse a la realidad: los españoles eran más diestros y rápidos, por una parte, por ser soldados viejos, y por otra, por la importancia que el arcabuz tenía en la milicia española, mientras que los alemanes parecían tener mayor inclinación por los grandes cuadros de picas.

Los arcabuceros españoles, en todo caso, tenían muy buena fama, y así el rey Enrique VIII pedía en 1544 al Emperador que le diera mil de ellos, "soldados viezios", para combatir en Escocia "seeing our own folks are of none experience".  Wotton encomiaba al español como "a brave and a superbe soldate"; no en vano, los había conocido personalmente cuando asistió como embajador de Enrique VIII al asedio de Saint Dizier en 1544. Los soldados españoles eran codiciados, pero era cmuy difícil contratarlos como mercenarios, cuando los reyes no tenían intención alguna de desprenderse de ellos. También eran el modelo a seguir en lo que equipamiento se refería.: "for 4,000 harquebusiers with their bandoliers, also 4,000 morrions for them like the Spaniards wear"





Notas

[1] El tercio que vino de Hungría, con Álvaro de Sande como maestre de campo, 2800 hombres, el tercio de Lombardía, a cargo de Arce con 3000, y el tercio de Nápoles a cargo de Alonso
Vivas. Vera y Zúñiga da una cifra total cercana a los 8000 infantes españoles. En el cuerpo principal cito a Pedro de Salazar.

[2] La transcripción del original - transcrito por Leyva Pacheco en su obra "Carlos V y los turcos en 1532" reza así:
los alemanes qiere compañía y la mejor que se le pueda dar son españoles. Y syno ay tantos como es menester, v. m. prevea de arcabuceros italianos que fuera de sus casas y en companja destas dos naciones harían bien el dever suyo, y digo que ami parecer conviene que v. m. prvea de llevar estos españoles que ay están haziendolos hazer todos arcabuceros y ultra desto que con viij ó xU italianos por que esto es lo que á v. m. ha de dar la vida, y crea v. m. que valen mas cinqtaU alemanes y xxU arcabuzeros italianos y españoles que clU alemanes ó de otra nación ql quier que sea: los alemanes sosternan bien el peso de la batalla y çufrirán el trabajo de la batalla; pa la execucion estos arcabuceros son los que lo han de hazer la mayor ventaja que v. m. ha de tener al turco ó mui poca ha de ser esta arcabucería/ ya v. m. sabe que la gente de caballo es mucha y pa ygualar la cavallería de v. m. con la del turco conviene mucho esta arcabuceria con ellos y digo que el arcabuceria conviene pa deffensa de las trras y pa tomallas pa el día de la batalla y pa escaramuca y ya escoltas y otras muchas cosas q en los extos conviene, a sy que suppco á v. m. humyllmente que esta provision se mande hazer, por que espo en Dios que se hallará muy bien dello, no digo que nesto que sean de masiados de lo que pueda v. m. poner en campo, syno enel numero dellos/ po sy han de ser ciento myll alemanes que sean LcccU y xxU arcabuceros; la esperiencia de lo que vale entre alemanes el arcabuceria spanola creo lo sabe v. m./ y por esto no me alargaré enello masde tornar a suppar á v. m. que lo mande proveer; el arcabuceria alemana vale poco, v. m. no cure della nj de pica spanola nj italiana, porque en la vdad pa alemanes es la pica y pa spañol y italiano el arcabuz;

[3] Transcrito en el original italiano como apéndice en las páginas 597 a 604 de La Antemuralla de la Monarquía. Los Tercios españoles en el Reino de Sicilia en el siglo XVI, Carlos Belloso Martín. Aquí lo presento traducido al español.

Escuadrón. Principios básicos

El escuadrón constituyó la formación básica de combate para el periodo analizado. El escuadrón de piqueros era el "pie firme de esa milicia", imprescindible para dar refugio al infante armado con bocas de fuego [arcabucero y mosquetero] que de otra forma podría haber sido atropellado por la caballería.

Principio fundamental
La necesidad de implementar esta formación de combate, radica en el papel que había venido jugando la caballería pesada durante la Edad Media.
Un grupo de infantes era un elemento frágil ante una carga de jinetes blindados armados con gruesas lanzas a lomos de pesados y rápidos caballos acorazados.
Durante el siglo XV - aunque hay experimentos anteriores - se organizan los primeros cuadros de piqueros: infantes armados con largas armas de asta - las picas - en orden cerrado, ofreciendo un bloque erizado de puntas hacia el grupo de caballos que les hace carga, puede llegar a detener una carga, quedando caballos y jinetes atravesados en las largas lanzas, sin que los infantes apenas se vean ofendidos.
No obstante esto, no será hasta que se lleve a cabo la combinación efectiva de arcabuces y picas, que el infante podrá abandonar su papel meramente defensivo frente a la caballería pesada, y ser a su vez agresor.
A pesar de que el papel de la caballería como arma de choque contra la infantería remite con el inicio del siglo XVI, rebajada precisamente su efectividad por la existencia del escuadrón, el cuadro de picas sigue siendo fundamental, pues tal necesidad no desaparece en absoluto, ya que a la batalla concurre caballería suficiente que puede atropellar al infante que se desmanda en el campo de batalla.
Así pues, la necesidad de estar protegido frente al jinete, al cual no se le puede detener con unas armas de fuego de muy baja cadencia de tiro, hace que durante más de doscientos años, y hasta la entrada del siglo XVIII - cuando aparece la infantería de línea auspiciada por el aumento de la cadencia de fuego de armas de mejor calidad y de manejo más sencillo - en la formación de picas resida el activo defensivo de la infantería.




Escuadrones católicos [del bando hispano imperial] en la batalla de Nordlingen. Podemos apreciar el cuadro central de picas, las guarniciones de arcabucería, y las mangas de arcabucería y/o mosquetería, pues esta última distinción es imposible de realizar careciendo del nivel de detalle suficiente para ello. El marcado con un 38, sería el formado por el Tercio de Fuenclara.

Ordenamiento del cuadro de picas
El escuadrón es una formación cuya planta es rectangular, disponiéndose los soldados por hileras unas tras otras. El escuadrón debía resistir la embestida por sus cuatro costados, por lo que los piqueros mejor armados [los coseletes, y de entre estos, los que disponían de mejores armaduras y con sus picas cumplidas, y no recortadas] eran distribuidos en las posiciones que ofrecían su cara al enemigo, mientras que las picas secas ocupaban las posiciones interiores. Claro está, la cara principal del escuadrón era la de vanguardia, que ofrecía su frente al enemigo en el campo de batalla, y allí era donde se ubicaban los hombres mejor armados, antes que en los costados o en la retaguardia, pero estos debían quedar igualmente asegurados de acuerdo a los principios indicados.
Por formar en estas primeras hileras existía competencia, y en general eran los puestos que ocupaban los soldados particulares, los oficiales reformados, aventureros y otras personas de renombre, que por "la calidad de sus personas" merecían ese premio. Evidentemente, también eran quienes por su nivel económico podían presentarse con los coseletes más lucidos.
En general, se esperaba que las picas secas no vieran la cara del enemigo, y se consideraba que perdidos los hombres que ocupaban las cinco primeras hileras en el combate, no debía esperarse más del escuadrón, pero evidentemente, hubo casos en que la resistencia fue superior a lo que debía esperarse [o exigirse] de los infantes.
Las posiciones de las hileras centrales eran ocupadas por los tambores, pífanos y abanderados de cada compañía, de manera que la bandera - que una vez arbolada constituía el emblema sagrado por antonomasia en esta milicia, pues representaba la persona del rey y la honra de la compañía - quedase lo más protegida posible, al tiempo que los tambores transmitían las ordenanzas que les indicase el maestre de cmapo o el sargento mayor, por medio del tambor mayor del tercio.
Algunos autores recomendaban que los sargentos se repartiesen uno por hilera, para poner orden en ellas durante el combate, y posibilitar la sustitución de los caídos por los soldados de la posición siguiente.
Otros autores refieren que la primera hilera era la de los capitanes, mientras que alguno indica que los capitanes debían estar repartidos en las mangas de arcabucería - y cuando el tiempo avanzó - en las de mosquetería.

3-7 era la relación para ordenar un cuadro de picas: cada hombre debía ocupar un espacio de tres pies de ancho y siete de hondo, de manera que pudiera jugar la pica con comodidad, al tiempo que la formación era lo suficientemente cerrada como para ofrecer la cohesión suficiente durante el combate, de manera que no hubiera hueco por el cual pudiera ser penetrada la formación.

En otra entrada trataremos los distintos escuadrones más comunes, su aplicación según las ocasiones, y las reglas para ordenarlos como conviene, materia de la que era objeto que el oficio de sargento mayor. Aquí solo diremos que los escuadron más comunes eran el "cuadro de gente" [con una relación 1-1 entre su frente y costados por el número de soldados], el "escuadrón doble de frente" o "escuadrón doblete" [con una relación 2:1] el "cuadro de terreno" [con una relación 7:3] y el "escuadrón de gran frente" [con una relación 3:1]

Guarniciones
En los costados, se distribuían soldados de arcabucería. Puesto que la máxima protección que podía ofrecer una pica calada era de la distancia que ocupaban cinco hileras de arcabuceros, de cinco hileras se componían estas guarniciones.
Estas eran útiles contra una carga de caballería, pues podían ir disparando contra los soldados que se aproximaban al tiempo que eran protegidos por las picas.
De estas posiciones salían hombres para refrescar las mangas de arcabucería, o sea, sustituir a los compañeros, que o bien por sobrecalentamiento de sus armas [se consideraba el límite de cinco disparos seguidos, antes que el calentamiento amenazara con inutilizar el arma] o por simple cansancio, debían ser sustituidos de las escaramuzas.


Cuadro de picas guarnecido. Se pueden ver las banderas en la posición central, y aunque carezca de mangas al modo clásico, es buen ejemplo visual de esta formación. Desembarco para la jornada de las islas Terceras [también llamadas Azores] en 1583.


Algunos autores indican que solo se disponen guarniciones en los costados izquierdo y derecho, y no en vanguardia y retaguardia, y así parece que algunas representaciones pictóricas confirman este principio.

Mangas
De las cuatro esquinas del escuadrón de las picas [por donde se teorizaba que el escuadrón era penetrable por una tropa de caballería a la carga] nacían las mangas de arcabucería.
Estas mangas de arcabucería no podían exceder su número de 300 soldados, y si eran menores, eran mejor gobernadas, siendo un buen número el de 200 arcabuceros.
En estas mangas de arcabuceros residía el potencial ofensivo de los tercios. Aunque en los cuadros dichas mangas aparecen en la formación inicial de combate, pegadas al escuadrón, se podían desplazar separándose del resguardo de este, trabando la escaramuza necesaria para inicar la batalla entre las dos infanterías rivales.
Las mangas de vanguardia eran refrescadas por las mangas de retaguardia, como también lo podían ser de las guarniciones, según las ocasiones lo precisarán.
Con el tiempo se fueron añadiendo mangas de mosquetería, de manera que hubo cuatro mangas de arcabucería, y cuatro de mosquetería, o variantes de estas formaciones según la gente de que se disponía y las ocasiones lo requería: por ejemplo, cuatro mangas de arcabucería tocantes a las esquinas del escuadrón, y dos mangas de mosquetería avanzadas a las de vanguardia.
Amén de estas mangas más cercanas al escuadrón, se podía - o se debía - destacar las denominadas mangas volantes, cuya principal facción consistía precisamente en destacarse en solitario y trabar escaramuza, arcabuceando al contrario, pero con la "seguridad" de tener en retaguardia un cuerpo firme donde refugiarse, y del cual ser relevado.

Resguardando las bocas de fuego
El principio defensivo máximo del cuadro de picas, era que todas las bocas de fuego [arcabucería y mosquetería] de la unidad pudieran hallar refugio en su interior, o cuanto menos en las guarniciones.
Pero lo cierto es que pronto los Tercios españoles tuvieron más arcabuces que picas - amén de lo que indicarán las ordenanzas de como habían de ser compuestos - y así era normal encontrarse con una proporción de 2:1 para bocas de fuego respecto a picas, y aún mayores que esta.
Con estas proporciones [dos terceras partes de arcabuces-mosquetes y una tercera parte de picas] era prácticamente imposible alojar a los arcabuceros a resguardo en el cuadro de picas, aunque se contasen con las picas secas para formar las cinco hileras mínimas que se consideraban imprescindibles, aunque los cuadros con mayor frente [también mayor perímetro] y más reducidos podían acoger proporcionalmente mayor número de arcabuceros.


PD: Dados estos principios básicos, dejaremos la formación de los distintos tipos de escuadrón para otra entrada, y lo propio haremos extendiéndonos más a propósito del combate en este tipo de formaciones.

Coselete [media armadura]

El coselete era el arma defensiva del soldado al que daba nombre, el cual iba armado con pica.

El coselete podía ser liso [blanco [1] o negro] o grabado [adornado] hasta producirse algunos de enorme calidad, con filigranas doradas, pero como escribiera Tirso de Molina:
El que sin dicha se emplea,
ni el coselete grabado,
ni el puesto más retirado,
ni la militar trinchea
darán defensa segura,
si una bala se abalanza que a
todas partes alcanza.

Asalto nocturno de Ardrés. Detalle. 
En el caso del hierro sin tratamiento, era necesario bruñirlo [pulirlo] para evitar la aparición del óxido.

Y siendo embarcados los maestros de campo, capitanes, cavalleros, gentiles hombres y infantería española y cavalleros de la Religión, y armados de sus coseletes dorados, blancos, laboreados y gravados, y sus picas altas en las manos y sus arcabuzes cargados, tocando las tronpetas de las galeras y atanbores de todos los tercios començaron a navegar y dar la buelta para África
Historia de la guerra y presa de Africa, por Pedro de Salazar. 1552

La estética era importante - aunque interpreto que no fundamental - hasta el punto que un teórico del arte de escuadronar, se ocupaba dando un ejemplo de cálculo para formar un escuadrón cuadro de gente, ofreciendo todas sus caras unas hileras de coseletes grabados - disponiendo de número suficiente de ellos - quedando los coseletes blancos para las posiciones interiores, y ofreciendo al enemigo la "mejor cara":





Composición


El coselete completo [o cumplido] estaba compuesto de las siguientes piezas:

Morrión o capacete [protección de la cabeza]
Peto [protección del torso]
Espaldar [protección de la espalda]
Gola o gorguera [protección de la parte baja del cuello, adonde no arribaba el peto]
Guardabrazo [u "hombrera", pieza que protegía el hombro, parte del pectoral y homóplato y parte del brazo - pero sin llegar al antebrazo]
Brazal o brazalete [protección del brazo y antebrazo; incluía un codal para articular las dos partes largas de que se componía]
Escarcelas o faldar [piezas en forma de lamas sujetas por una correa pendientes del peto, para protección de la zona comprendida entre la cintura y el muslo]
Manopla o guantelete [protección de las manos; no he visto ninguna representación donde apareciera un soldado con esta pieza]

Coselete con todas las piezas cumplidas, según
grabado realizado en Colonia el año de 1577.



Evolución: pérdida de piezas

Las piezas que se fueron perdiendo, según entendieron eran las partes del cuerpo merecían menos protección, fueron las siguientes: manoplas, brazales y guardabrazos


Para posteriormente perder la gorguera y las escarcelas, quedando reducido a una composición sencilla de peto, espaldar y morrión, que sería el equipamiento más habitual de un coselete para la primera mitad del XVII.

En 1699, Sebastián Fernández de Medrano escribía lo que sigue:
"[...] el casco, o morrión no lo podra sufrir ahora un hombre en la cabeza, ni menos el peto o el espaldar, y no obstante se armaron todos así por lo pasado [...]"
Efectivamente, eran tiempos pasados.

Las armas defensivas dejaron de llevarse, hasta el punto de desaparecer para la infantería con el declinar del siglo XVII, que tuvo también consigo la desaparición del soldado que la portaba, pues los ejércitos del nuevo siglo entrante desterraron la pica de sus arsenales.



Protección y peso

A medida que la potencia de las armas de fuego aumentaba, la protección ofrecida por las láminas de acero de que se componían las armaduras, descendía, pero frente a armas blancas - como la pica - la protección de un sencillo peto era suficiente para rechazar la afilada moharra.

Frente a armas de fuego potentes como el mosquete - la pistola no entra en esta categoría - la protección que ofrecían las armaduras no era demasiada, dependiendo, claro está, de la distancia a la cual se disparase. No obstante esto, se hicieron armaduras "a prueba" [generalmente sólo el peto y el morrión o celada]. Estos "petos fuertes" podían ser a prueba de arcabuz o de mosquete, y se suministraban por parte de los armeros con la "prueba", la señal del impacto de una bala disparada contra el peto, la cual lo había abollado, pero no traspasado.

Estas armas fuertes, pesaban tanto que dificultaban los movimientos, y generalmente, se reservaban para las observaciones que los ingenieros y otros jefes militares debían realizar durante las obras de asedio a una plaza, operación que les imponía aproximarse a las murallas defendidas por mosqueteros, con potentes mosquetes de posta y naranjeros. Un coselete "a prueba" de mosquete conservado en la Real Armería, tenía un peso de 69 libras [31kgs], sin contar con un morrión de 20 libras de peso [9.2kgs]. Con este equipamiento, difícilmente podría alguien moverse sin quedar rendido, y mucho menos verse ejecutando movimientos ágiles.


Asalto nocturno de Ardrés - detalle escena central. Podemos ver el coselete grabado y dorado del oficial, y otro más modesto de un coselete [piquero armado con coselete] que le sigue. Tienes todas las piezas cumplidas, menos las escarcelas o faldar.

La protección "a prueba" en todo caso, era válida frente a balas labradas íntegramente en plomo. En los "Dialogos militares: de la formacion, è informacion de personas, instrumentos, y cosas necessarias para el buen vso de la guerra", de Diego García de Palacio, se ofrece el truco para romper esta protección: labrar la bala con un dado de acero como núcleo, que se metía en el molde antes de verter el plomo, aunque el plomo quedara aplastado contra la plancha de acero del peto, el dado conseguía penetrarlo.

Lo normal, no obstante, es que los coseletes ofrecieran una buena protección frente a armas blancas, y una moderada protección frente a armas de fuego. Para profundizar en este tema, es recomendable leer lo aportado sobre la efectividad de las armas de fuego portátiles y la protección de las armaduras frente a pistolas, arcabuces y mosquetes en el siglo XVI.


El peso de un morrión o capacete normal, era de entre dos libras y media y tres libras y media [1-1,5 kgs]. Un peto - la parte principal - pesaba entre 6 y 9 libras [3-4 kgs], habiendo "plumas" de hasta 3,5 libras [1.5kgs] y petos fuertes de 20 o más. En teoría, el espaldar era más ligero, siendo más delgado que la parte frontal.
El peso conjunto de un coselete cumplido [completo, con todas las piezas indicadas arriba] era de en torno unas 35-40 libras [16-18 kgs] con las múltiples variaciones que podrían existir, respecto a las distintas piezas que lo conformaban.

Hay que tener en cuenta, que una armadura completa, de los pies a la cabeza, no pesaba más allá de 40 kgs, aunque hubo algunas de mucho más [conjuntos de 100 libras y más]. 16 kgs puede parecer poco o mucho peso, pero el coselete [el soldado] no sólo llevaba este elemento defensivo: cuanto menos había de acarrerar espada, daga y pica, y en ocasiones llevarse la propia comida y otros pertrechos.
Así no era infrecuente que en diversas relaciones se recogiera como algunos de ellos "caían muertos ahogados", sobretodo tras ejecutar grandes marchas, como la que se hizo en Malta [1565] en persecución de los turcos que huyeron a espaldas vueltas.



Coste

En este particular, no he realizado demasiadas indagaciones, pero en una relación de la Gran Armada, se indicaba un coste medio de 100 reales por unidad [dos terceras partes blancos, y una tercera grabados].
Este equipamiento, como el resto que le era entregado al soldado, era descontado de su sueldo, o "entregado a cuenta".
Un coselete recibía una paga de 3 escudos, más una ventaja de 1 escudo.
Teniendo en cuenta que un escudo valía 10 reales, para pagar su armadura, el coselete debía dedicar dos meses y medio de sueldo completos.

En 1543-1544 se descontaba "solo" 4 escudos por la entrega de un coselete de munición labrado en Brescia. 



Moda

El coselete tenía también su moda nacional, siguiendo un patrón que aunaba estilo con practicidad, así, los alemanes se armaban en la primera mitad del XVI con coseletes 'góticos', que ofrecían superficies planas donde era, según los autores de la época, difícil de afirmar la pica, y por tanto, era más probable que el bote de la pica fuera desviado y el arma no llegara a herir al que la portase.

Coselete español a mediados del XVI. Códice de traje de 1547. Biblioteca Nacional de España


Coseletes alemanes de mediados del XVI. Códice de traje de 1547. Biblioteca Nacional de España


Aún así, queda testimonio de que los soldados viejos españoles preferían coseletes italianos [de Brescia] y denostaban los alemanes, como declara Francisco Duarte, en carta de julio de 1544:

En lo que toca a los cosoletes y murriones de la munición de V.Mt, digo q yo había hordenado, q se trayesen con diligencia a Sant Michel, y q de allí me trayesen luego a este exer[ci]to CC cosoletes, y CCC morriones pa[ra] repartir, entre todas las compañías de Infanteria española, de los dos tercios q aca estan / por q ay en ellas muchos buenos soldados viejos y hombres muy honrados, y conoscidos q estan desarmados / por q no han havido Armas, ni donde podellas hazer, ni comprar a su proposito / y uno destos Soldados viejos antes se yrá desarmado a una bateria o a una batalla, q no con armas de las q en esta tierra se pueden haver de talles cortos a la tudesca.
El virrey hazia quenta, e yo por su mandado tengo asi hecho el rrepartimiento / que de los D cosoletes y IU morriones q tenemos, se dexen los trezientos cosoletes y setecientos morriones, para repartir entre las vanderas de Infant[eri]a española, q trahe Vasco de Acuña / porq se sabe que trahen pocas armas, com prosupuesto e determinacion q quando vengan los otros quinientos cosoletes e mill morriones que se havrian ya de haver enviado desde Bresa, se les daran a los dichos españoles nuevos, otros treszientos cosolettes y seiscientos o setecientos morriones y de esta manera los unos y los otros quedaran armados honestamente, y assí le paresce al dicho Virrey, q se debe proveer esto / si V.Mt no fuere servido de otra cosa

Carta de Francisco Duarte, comisario general del ejército imperial en Francia, a Carlos V,
data en Ligni, a 24 de julio de 1544 [AGS, E, 500, 156.2]


Notas

[1] Por blanco se entiende el color natural del metal; la denominación empleada en la época era esa.

Armas enastadas

Amén de la pica, que tratamos por su importancia en otro lugar, en los tercios se empleban varias armas de asta, todas más cortas que la pica, y que tenían en muchos casos antes un carácter de insignia o emblema del oficial, que de arma ofensiva de uso habitual.

Varios soldados asisten tras un parapeto a la salida de la guarnición alemana de Amberes, en 2 de agosto de 1577. De los cuatro soldados con armas de asta, vemos de izquierda a derecha a un soldado con una alabarda, uno con una partesana con alas reducidas, el tercero con una jineta, y el cuarto con una partesana de alas en forma de media luna.


Alabarda

Por su importancia, en primer lugar tendríamos este arma, que amén de ser la insignia del sargento, era el arma empleada por los alabarderos. Se trataba de un arma que tenía un asta de unos dos metros, cuya moharra tenía forma de hacha [hoja ancha en la parte frontal y hoja aguda en la posterior] con una punta metálica saliente en el eje del asta:




Partesana

La partesana era un arma similar a la alabarda, pero cuya moharra tenía las dos hojas laterales, o alas, simétricas, generalmente en forma de media luna. Las alas podían ser cortas o largas, y lo mismo el hierro. 



La pieza central es una alabarda

Era un arma de munición, como se puede ver en este apunte sobre la Gran Armada de 1588:
Asimismo se llevan de respeto 7.000 arcabuces, 1.000 mosquetes, 10.000 picas, 1.000 partesanas y alabardas, 6.000 medias picas, y para caso de saltar en tierra las herramientas de azadas, azadones, picos, palas, espuertas y mochilas necesarias para setecientos gastadores , haciendo cuenta que para cada uno de ellos se llevan tres piezas de cada género. 
Lisboa, 9 de Mayo de 1588.




En algún lugar he visto indicado que se trataba de la insignia del cabo de escuadra, mas en el periodo que nos ocupa, no he visto relación alguna que así lo indique.

Se podía asociar este arma a la rodela, y combatir armado de rodela y partesana, habiendo partesanas ligeras - para arrojar - y partesanas pesadas, para combatir con ella a mano, si bien esto era algo no demasiado habitual. 




Corcesca

La corcesca era un arma que tenía una hoja muy similar a la partesana, solo que las alas de la misma eran más agudas y prolongadas - normalmente - en el sentido de la hoja principal a manera de tridente. No fue un arma de munición.



Martín de Eguiluz, en su Discurso, milicia y regla militar de 1595, da su opinión personal respecto a la corcesca, la cual considera un arma mejor para pelear que el ginetón o la alabarda, y recomienda que el sargento la porte en lugar de esta última:

"Las armas que un Sargento debe servir [son un morrión galante, un coleto de ante y unas mangas de malla] y un ginetón, o corcesca algo grande de hierro, que es mejor que alabarda [...] así para pelear [...] como para rondar, y para traerla de ordinario, que es más ágil y fuerte el asta [...] y más larga que la del albarda, que la tiene débil, por causa que es dulce la madera para poderla guarnecer de terciopelo [...] que se rompe fácilmente [...] porque si el asta fuese de leño fuerte, no habría quien pudiera sustentar el peso de la alabarda, ni se podría guarnecer de brocas, pues el hierro no es más de belvedere [que] no sirve sino de vista. Yo me he hallado mejor con la corcesca, que con el albarda en cinco años que ejercité todas dos armas".

Las alabardas con hierro de belvedere de finales del XVI, eran muy diferentes de las magníficas y pesadas alabardas de principios de siglo que usaban alemanes y suizos; por eso quizá la comparación sea sesgada, pues compara un arma muy adornada y no un arma de munición.

Soldado armado con corcesca. Giorgio Vasari, "Batalla de Barbagianni, cerca de Pisa". 



Jineta

La jineta era la insignia del capitán, la cual era llevada por el paje de jineta. Era un arma de asta cuya moharra tenía una punta en forma de gota u hoja de laurel, aunque los diseños variaban.






Hierro de jineta grabada y dorada, con borlas en el asta. Arma de un maestre de campo. Tapiz "Asalto del campo de Hulst" detalle.



Venablo

Los abanderados o los alféreces podían usar venablos, llevando en la otra mano la bandera, si bien eran unas armas más propias de la caballería, estando pensadas más para lanzar a modo de dardo, que para ser usadas como arma de mano.

Lámina 52 del Inventario iluminado. El arma marcada con una B, que tiene una cruceta o hierro de tope bajo el hierro en forma de laurel, es un venablo, según dicho inventario. A la izquierda tendríamos una alabarda, y a la derecha una jineta. Son armas pertenecientes al emperador Carlos, por lo tanto, en su mayoría de la primera mitad del siglo XVI. 





Espontón

El espontón era un arma similar a la jineta. Su hoja principal era en forma de lágrima como en esta, pero o bien su filo no era de línea continuo, o en la base - antes de la fijación al asta - tenía un añadido, una "papada" circular.
Jinetas y espontones podían contar con una cruceta, que hacía las funciones de tope, de manera que si se ofendía con el arma, no penetrase tanto en el cuerpo que costase recuperarla. Esta función de tope en las partesanas y corcescas ya la cumplían las aletas.



Chuzo

El chuzo por definición es un arma de asta con una moharra de líneas sencillas, sin salientes ni aderezos. La moharra del chuzo podría ser la de una pica, pero el asta era "corta" como el resto de enastadas aquí nombradas.

A diferencia de la pica, cuya sección era variable - más gruesa por donde se aferraba y más fina en los extremos - el asta del chuzo era constante. Era un arma muy común en las embarcaciones, naos y galeras, pero también podía hallarse siendo usadas por soldados de infantería.

[...] y que traen mosquetes para los soldados y gente de la mar, y medios mosquetes, y que algunos traen sobrados y traén picas y chuzos y de las picas largas tendra cada nauio diez ò doze, y que trae toda esa armada de soldados y marineros setecientas y veinte almas.
[1615] Relación sobre una armada corsaria holandesa del maestre de campo don Diego Florez de León




El chuzo, como la media pica, no era un arma óptima para luchar en escuadrón contra picas enteras:

Si se escaramuça es unfructuoso el chuço, y le esfuerça en tal ocasion al Capitan de alcabuzeros dexallos, y abançarse con la mosqueteria para hacer la defensa y carga menos rigurosa; y si anduviere tan trauado el rencuentro, que los chuços puedan ser de algun seruicio, con facilidad se sacaran dos hileras de picas del esquadron opuesto, y es evidente que al chuço no le quedara resistencia contra la pica.
Si cargan la retaguardia por los propios fundamentos, no son de prouecho; si se defiende una cabeza de trincheras, o asalta otro puesto, la experiencia siempre enseña ser el chuço corta defensa, y ofensa contra la pica.
[1632] Preceptos militares, orden y formación de escuadrones, Miguel Pérez de Egea



Y aún tras esta advertencia, en las compañías de arcabuceros encontrábamos soldados sirviendo con chuzos:

la Infantería Española, conserva toda vía alguna arcabuzeria, con algunos chuzos, con que sirven sus Compañias en las vanguardias.
[1644] Arte militar deducida de sus principios fundamentales, Carlos Bonieres, baron de Auchy



Media pica

Mientras que su hermana mayor medía entre 25 y 27 palmos de vara castellana [5.20-5.60 metros] la pequeña tenía unos 12 palmos de longitud [unos 2,40 metros]. Las moharras anteriores podrían corresponderse también a este arma. Era un arma de munición habitual sobre todo en galeras y navíos, pero también se usaba en tierra, como vemos

Y diciendo esto, [Barlota, coronel de Walones] saltó con media pica él y cosa de cien soldados principales y Capitanes que le siguieron, y con un ánimo invencible cerraron con el escuadrón y desordenaron la primera hilera, peleando pica a pica
Asedio de Hulst por el Archiduque Alberto en 1596.

Podemos ver estos hierros de picas - que serían iguales a los de las medias picas y similares a los de los chuzos - en este detalle de una lámina del Zeugbuch de Maximiliano I, de 1502, en la que se puede ver un taller dónde se fabrican picas.


Aquí, el coronel valón, lideró el ataque armado con una media pica, enfrentándose a soldados armados con picas, que tenían ventaja sobre él. Lelio Brancaccio recomendaba - en 1610, aunque hay edición impresa en Barcelona en 1639 - que no se usaran en día de batalla, estando en escuadrón, por motivos similares a los expuestos por Pérez de Egea respecto al chuzo.


Vemos por una provisión de material para San Agustín en la Florida [1703], que los hierros de chuzos y picas eran equivalentes:
dada orden el Presidente de la Casa de la Contratación , de que buscase en Cádiz II Pieças de Hierro, de 12, y 18 Libras de Bala, con Palanquetas, y Atacadores, Saca-trapos, Cucharas ó Planchas de Cobre, ó el Metal, para hacerlas en la Florida, 100 Mosquetes , 100 Arcabuces , y 100 Escopetas , para las ocasiones , que se ofreciesen de Noche, ó Marchas largas, 50 Caravinas , 400 Hierros de Chuços ó Picas , 100 Quintales de Pólvora delgada




Armas de guardias. Cuchilla o archa

Guardia de archeros de los Archiduques Alberto e Isabel Clara Eugenia, a su llegada a Bruselas en 1599 [grabado de 1602]. 


Las cuchillas eran un arma típica de las guardias de la casa de Borgoña. Las podemos ver en tiempos de Carlos V, en su entrada a Bolonia para la coronación imperial [1530] y seguirán en boga por los reinados de sus descendientes, siendo conocidos los guardias- ya en tiempos de Felipe III - como guardias de la cuchilla. 

Estas guardias de soldados flamencos, derivaban de guardias montadas a caballo armadas con arcos, y llamados archeros, pero con el tiempo, fueron guardias a pie y las armas que llevaban tomaron el nombre de su antigua profesión, pasando a denominarse archas las cuchillas que llevaban. 

Los guardas usaban estas cuchillas para guardar la persona cuya guardia se le había encomendado, siendo útiles para apartar multitudes de curiosos. 

Ambos nombres son totalmente correctos, pero para 1530, un español no hubiera sabido que era una archa. 

Guardias armados con cuchillas. Nótese el de la derecha, en cuya cuchilla se puede ver la divisa de Carlos V: las dos columnas de Hércules bajo la corona. La gran cabalgata del Papa Clemente VII y el Emperador Carlos V en Bolonia [grabados de 1532]. En general, las armas enastadas de principios del XVI eran más pesadas y robustas que las de fin de siglo.




Ronca o guja

Sobre las armas offensivas de los Ingleses hauemos aqua platicado y escriuo al duque n[uest]ro capitan general que deue procurar con el capitan general del serenissimo Rey de Inglaterra my fijo que todos los Ingleses que trahen alabardas y bujas tomen picas y que los archeros queden con sus arcos que el capitan aleman que trahe podra enseñar y fazer diestros a los que tomaren las picas y espero en n[uest]ro señor que ordenado desta manera el exercito de los Ingleses junto con el n[uest]ro seran inuencibles
Carta del rey Fernando al coronel Cristóbal de Villalba, Burgos, 23 de junio de 1512. [LUQUE,C.159,D.70]



Abatimento de roncha, Opera Nova de Achille Marozzo Bolognese [1550]
 

La guja o ronca era un arma parecida a la cuchilla, solo que tenía un perfil metálico sobresaliente en la parte roma de la moharra, que daba lugar a poder trabar el arma del adversario. 

No era un arma desconocida por los españoles - véase la carta de 1512 - pero no parece que fuera muy usada.




Variedad de diseños de moharras o hierros

Combate con 'lanzas no muy largas las puntas herradas' entre dos hombres de armas a pie. Freydal Des Kaisers Maximilian I. Turniere und Mummereien


una noche los Españoles, Tudescos, y algunos Italianos secretamente salieron de Cremona a. viij . de Setiembre, y entrando en las dichas trincheas , que guardaban el Capitán Carpelon de Perosa, el Capitán lulio Brumat de Bressa , y el Capitán Moro con mucha gente, los mataron a todos con montantes, halabardas , y con algunas lanças no muy largas las puntas herradas: y con esto algunos que se libraron se volvieron a la ciudad. 
De ahí adelante el  Duque de Vrbino hizo que cada noche quinze hombres armados de armas de todas pieças con hachas en las manos anduviesen a tal guardia 
Libro de las cosas que sucedieron en Italia después de la muerte del Marqués de Pescara


Efectivamente, cualquier arma con un asta y un hierro en la punta, podía ser clasificada de muy diversas formas. Para uno sería un chuzo, para otro una media pica, para otro un lanza no muy larga con la punta herrada. 

La clasificación, pues, en algunos casos, era abierta. Evidentemente, nadie confundía una alabarda con una partesana, o una jineta con una corcesca, pero luego había mixtas.

A partir de unas formas básicas, se generaban multitud de diseños distintos, no sólo por las filigranas y grabados que tuviera la hoja, sino en sus formas. En el caso de corcescas y partesanas, por un lado, y jinetas y espontones, por otro, es difícil llegar a realizar con precisión tal distinción, y así, en catálogos de reales armerías que he consultado, aparecen clasificadas armas, que a priori, y con la descripción genérica, se podrían ubicar en la categoría no ya de sus hermanas, sino en las de sus primas hermanas.





Por el siguiente pasaje tomado de "Los comentarios reales de los incas", de Garcilaso de la Vega, parece que ciertos diseños - como el de la hoja en Flor de Lis - no tenían demasiada utilidad, más allá de impedir que la punta penetrara demasiado en la carne, o enganchar y desestabilizar al contrario, como narra el inca Garcilaso:

Oyendo el arma, metió las Horas en el seno y con su espada ceñida y una pica que acertó a hallar a mano, salió a la plaza y el primero con quien topó fué Diego de Centeno, y sin saber quién era, le dió un picazo y le atravezó la mano izquierda, y el segundo golpe le tiró a los muslos y le hirió en el muslo izquierdo, y no se le pasó, porque el hierro de la pica era un hierro antiguo de los que llamaban de orejas, que demás de la punta con que hería tenía a los lados dos vueltas a semejanza de la pintura que llaman Flor de Lis. y por tener aquellos cornezuelos a los lados no pasó el hierro el muslo: pero al tirar, que Pedro Maldonado hizo de la pica para dar otro golpe, asieron los cornezuelos de la cuchillada de las calzas que eran de terciopelo y dió con Diego Centeno en tierra. 


NOTA SOBRE LAS IMÁGENES: El común de armas de munición - esto es, de uso universal - carecería de tantos grabados y florituras como las ilustradas en las distintas partes del tema.

Tambor [Atambor]

El tambor o atambor [más común la segunda forma en los relatos contemporáneos] de la compañía, tenía como función principal tocar las cajas, medio principal para transmitir órdenes durante la batalla, así como para los distintos movimientos que una unidad debía hacer: reunirse, iniciar la marcha, deshacer la formación para descansar, etc... Amén de esta función, el tambor generalmente se encargaba de realizar comunicados, ya fuera a las propias tropas [publicar bandos, u órdenes dadas por la plana mayor] o al enemigo:
el Maese de campo manda un atambor de los franceses que en la villa estaban, que se rindiesen. García Cereceda, "Tratado de las Campañas y otros acontecimientos..."

Tambor español. Detalle del tapiz nº4 de la serie de Jan Cornelisz Vermeyen sobre la conquista de Túnez, 1535. Patrimonio Nacional

 
Amén de los toques de órdenes [a la orden, recoger, caminar - más o menos rápido según el son-dar arma, batería, llamar, responder, adelantar, volver las caras, parar, calar las picas...] el toque del tambor tenía su sentido anímico, y así se tocaban a la entrada y salida de las plazas, sones con carácter lúdico.

en esta orden comenzó el ejército de caminar, y al subir de una ladera de un valle tocaron las trompetas [1] y atambores, que hace mucho al caso para animar la gente; Guerra de Tremecén

Los tambores durante la marcha debían repartirse proporcionalmente a lo largo de la columna, para transmitir las órdenes. En el escuadrón, durante la batalla, se colocaban en las hileras centrales, junto a las banderas y los pífanos.

Cuando una plaza era rendida por pactos, entre las condiciones para la salida de la guarnición se indicaba si salieran tocando las cajas o no, imponiéndose la segunda, evidentemente, la más restrictiva, para que se denotara que los soldados de la villa rendida salían claramente derrotados. Cuando moría alguien notable, o se sufría una derrota importante, para denotar el bajo estado de ánimo, se destemplaban las cajas, o sea, se destensaba la piel cuya vibración sobre el armazón producía el sonido, para producir un sonido flojo o pobre.
y el Conde [de Alcaudete] mandó juntar á su enterramiento [de su sobrino] á todos los Capitanes con sus banderas, las cuales iban casi tendidas por el suelo, y los atambores todos destemplados, los cuales hacían un sonido muy doloroso; y bien era razón, porque él lo merescia y murió en tal demanda
El Tambor Mayor del Tercio era el encargado de mandar tocar la orden que correspondiera al resto de ellos, así como darles instrucción. El tambor debía conocer los sones de los tambores de otras naciones, para así identificar la acción que se produciría a continuación de la orden transmitida.

En teoría, la caja de los tambores de nación española se pintaba con alguna franja roja, color divisa de la casa de Borgoña, igual que los soldados llevaban plumas, bandas, fajas o cruces rojas cosidas en sus prendas para distinguir al príncipe al cual servían.

El tambor tenía un sueldo de tres escudos de soldada, y otros tres escudos de ventaja por "conocer su oficio".


Ceremoniales

En los funerales de oficiales y soldados particulares, parece que se acompañaba al difunto a la tumba tocando tambores y pífano:
Cuando falleció el capitán don Alonso de Carvajal - del tercio de Vasco de Acuña - el 24 de julio de 1544 por las heridas recibidas durante el asalto a Saint Dizier, su cuerpo fue llevado a la tumba escoltado por una compañía de infantería española - asumo que la suya propia - precedido por dos tambores y un pífano que tocaban una melodía llamada "La derrota de Marignan" [2]. Es curioso, pues la batalla de Marignan fue una célebre victoria de las tropas francesas sobre la infantería suiza, y a priori, el tema poco o nada tiene que ver con la historia militar española, por lo menos, de modo directo, pero cabe suponer que sería una tonada popular en la época. 



Mensajero

Comos los trompetas en la caballería, a los tambores se les encargaban 'embajadas' para llevar peticiones formales al enemigo, pues podían acercarse al campo dándose a conocer con sus sones.

un atambor del Landgraf  iba al campo del Emperador a pedir se diesen unos prisioneros por otros, y como era costumbre que el trompeta o Atambor había de ir tocando para ser conocido por mensajero para que no recibiese daño, y como el Atambor caminaba sin tocar, el Duque de Alba le dixo donde vas. 
El Atambor dijo: señor al campo del Emperador con un mensaje. 
Pues porque no vas tocando, dixo el Duque
Señor, dijo el Atambor, porque aquí está cerca el campo de Langraf y no pensé topar gente
El Duque dijo: pues tu no vas tocando a alguna bellaquería debes de ir. ¡Ahorquen este bellaco!
Y como le tomaron algunos mozos para ahorcarle, los caballeros le suplicaron le perdonase, y así le perdonó.
Historia y primera parte de la Guerra que don Carlos V...  movio contra los Principes y Ciudades rebeldes del Reyno de Alemania. 
[1548] Pedro de Salazar


NOTAS

 [1]: Las trompetas eran el equivalente de los tambores en la caballería

[2] Secretaria de Guerra, Mar y Tierra, legajo 28, editado por Gustav Bergenroth en Calendar of letters, despatches, and state papers relating to the negotiations between England and Spain preserved in the archives at Simancas and elsewhere, volumen 7. p.270

Primera plana. Oficiales de las compañías de los tercios de infantería española

La compañía de un tercio contaba en teoría con once oficiales: tres oficiales mayores que tenían mando [capitán, alférez y sargento] y ocho oficiales menores que se encargaban de tareas específicas. 


Infantería española preparada para reforzar el asalto a la plaza de Alkmaar en 1573. Se puede ver al capitán al frente, dando instrucciones a los sargentos que llevan sus alabardas, los alféreces, o quizá abanderados, portando las banderas de la compañía, un tambor, numerosos arcabuceros, dos infantes armados con rodelas, y al fondo, un cuadro de picas. Exceptuando el tambor, y un soldado armado con rodela y arma de asta al final del escuadrón, todos llevan armaduras de cabeza, morriones.


Oficiales Mayores de la compañía

Todos los oficiales mayores tenían mando.



El capitán era el encargado en primera instancia de reclutar la compañía en España. Recibía una patente del rey que le otorgaba el título de capitán, y una conducta, documento por el cual podía realizar la leva. 

Era quién mandaba la compañía y escogía a los oficiales de la misma, si bien, con el tiempo, se van a imponer requisitos a los oficiales menores que nombraba, para evitar fraudes - compras de oficios - o nepotismo - elección de parientes sin méritos de guerra.

Durante casi todo el siglo XVI, el capitán más antiguo era quién, en ausencia del maestre de campo, gobernaba el tercio. A finales del XVI, van a ser los sargentos mayores - que eran, a su vez, habitualmente capitanes, aunque sin compañías - quiénes gobiernen el tercio en ausencia de los maestres de campo.

La insignia del capitán era la jineta. Cuando un capitán recibía la compañía, se decía que había recibido la jineta.




El alférez era el encargado de portar y guardar la bandera de la compañía, que era el emblema que encarnaba la persona del rey y el honor de la compañía.

Su principal cometido era éste, pero podía gobernar la compañía en ausencia del capitán, y, habitualmente, eran alféreces quiénes acababan recibiendo patentes de capitán, si bien podían llegar al ascenso desde otros oficios, como ayudantes de sargento mayor, por ejemplo. 

La mayoría de alféreces, en batalla o en asaltos, preferían dejar su bandera a cargo del abanderado o sotálferez, luchando con picas - en caso de servir en compañías de picas - o con arcabuz - en caso de servir en compañías de arcabuceros.



El sargento era el encargado de organizar la compañía, adiestrar a los hombres y procurar que sirvieran adecuadamente. Además, era el encargado - coordinado por el sargento mayor - de escuadronar a los soldados, disponiendo a los hombres en las hileras del escuadrón.

A nivel táctico, su papel era muy importante, pues mientras los capitanes y alféreces pasaban a combatir en las primeras hileras del escuadrón, el sargento mantenía la disciplina de los hombres que formaban los escuadrones.



Oficiales Menores de la compañía 

Los oficiales menores no tenían mando sobre el resto de soldados.

Decíamos que los puestos eran estos en teoría, porque a veces no se cubría la totalidad de ellos: no era infrecuente que quedasen por cubrir los puestos de capellán, o incluso de barbero, y que las plazas de pajes de jineta [el paje del capitán] y abanderado se cubriesen con criados de capitán y alférez respectivamente, mientras que el sueldo de esos oficios lo gozaban los amos.


1 Furriel  

El furriel se encargaba de aposentar a los hombres y de temas logísticos durante las marchas de las compañías.


1 Barbero 

El barbero tenía como cometido la higiene capilar, y contribuía a la salud de la tropa como un auxiliar de enfermería, aplicando primeros auxilios.



El capellán se ocupaba de la salud espiritual de los soldados. Durante la mayor parte del siglo XVI, la mayoría de compañías carecían de capellán, y había unos pocos por tercio. 


1 Abanderado o Sotalférez 

El abanderado era un oficial menor que tenía asignada la tarea de portar la bandera en las ocasiones en que el alférez combatía, o durante las marchas - pero no en las entradas y salidas a las villas, durante las cuales, era el mismo alférez quien portaba la bandera.

En muchas ocasiones, el alférez ponía uno de sus criados a ejercer este oficio, con menoscabo 


1 Paje de Jineta

El paje de jineta, muchas veces también paje de rodela, era el encargado de portar la jineta - arma de asta corta - que era la insignia del capitán, siguiéndole y marcándole, denotando que se trataba de un oficial. 


Además, podía portar una rodela, que servía para proteger al capitán. El capitán la podía tomar para combatir, o el paje debía cubrir al capitán, por ejemplo, cuando éste reconocía las defensas de una plaza enemiga.

Al lado de estos personajes - el archiduque Alberto, el maestre de campo Luis de Velasco, y un capitán o quizá un entretenido - un jovencísimo paje de rodela y jineta. El capitán Alonso de Contreras con catorce años de edad, el año de 1597 narraba: "Llegué á Palermo y luego me recibió por paje de rodela el capitán Felipe de Menargas, catalán; servíle con voluntad, y él me quería bien". 
 Asalto y toma del campo atrincherado de Hulst, detalle.  




En cada compañía había dos tambores o "atambores". Con su instrumento, transmitían las órdenes de los oficiales a las tropas. Eran imprescindibles en el fragor de la batalla, cuando las órdenes necesitaban elevarse sobre el ruido circundante.

Además, también podían tocar tonadas festivas o solemnes, por ejemplo, en ocasión de funerales.


1 Pífano

El pífano o pífaro se encargaba de tocar su instrumento, un instrumento de viento similar a la flauta que se tocaba atravesado. 

Su única misión era de tipo anímico: acompañar a los tambores tocando tonadas que animasen o acompañasen la marcha de las tropas.



En este acto solemne, a la par que festivo, la entrada del Cardenal Infante en Gante en 1635., podemos ver un tambor y un pífano tocando al paso del nuevo gobernador de los Países Bajos. El tambor debía tocar su instrumento también para transmitir órdenes a los soldados. El pífano solo acompañaba festivamente las tonadas del tambor durante las marchas u otras ocasiones, como la aquí representada.