La bandera de las compañías de los tercios de infantería en el siglo XVI


Asalto nocturno a la plaza de Ardres. Detalle. Aunque la bandera arquetípica sería la de la izquierda, con la cruz de Borgoña en color rojo sobre cualquier diseño de fondo, las banderas podían o no, llevar la cruz de Borgoña, o incluso usar otros colores en la aspa que no fuera el rojo.

Y estando ambos esquadrones en buena orden, y el visorrey y don García en ellos, con los maestros de campo y capitanes y los alférezes en medio con sus vanderas enerboladas, los de Nápoles y Malaspina de diferentes colores, armas y cruzes de sedas, y las de Cecilia todas negras con cruzes coloradas

Historia de la guerra y presa de África, por Pedro de Salazar


La bandera de esta honrada y famosa compañía, era toda negra, con su cruz roja de BorgoñaTenia en la una parte un Cristo grande crucificado, y en la otra una imagen de Nuestra SeñoraLa causa de haber puesto en ella estas dos divisas, dijeron algunos que por no abatirlas, como es costumbre, á los Generales, otros daban razones de más ó menos consideración, pero nadie las podia juzgar sino el mismo D. Alonso [Martínez de Leyva, su capitán]. 

Sucesos de Flandes y Francia en tiempos de Alejandro Farnesio por Alonso Vázquez



La bandera [a veces llamada enseña] era el símbolo de la compañía y representaba la autoridad del rey. Ganarle al enemigo una bandera en batalla, emplazarla en lo alto de la muralla de una plaza tomada al asalto, salir con ellas enarboladas al rendirse, eran elementos que aportaban prestigio, mientras lo contrario añadía deshonra a la derrota.

Una manera de contar una victoria, era, amén de sumar las tropas muertas o apresadas, las piezas de artillería capturadas, así como el bagaje tomado, contabilizar el número de banderas que se habían conseguido arrebatar al enemigo. A veces, incluso, se contaban los pedazos de bandera, sino se había logrado tomar entera. 

Defender la bandera, pues, era algo fundamental, un deber que se le encomendaba al alférez, el segundo oficial al mando de la compañía. 

La bandera era sinónimo de la compañía, hasta el punto de que esta voz, "bandera" se va a usar indistintamente de la de compañía. 

Una vez el capitán recibía la patente, se le entregaba dinero - 30 ducados en la década de 1540 -, entre otras cosas, para una bandera y dos tambores. Esta bandera, confeccionada con tafetán, podía tener cualquier diseño, aunque normalmente se optaba por un fondo liso o por figuras geométricas como franjas, cuadrados, o soles. 

Nótese la bandera que tienen los defensores del reparo. Las tropas de Nassau asaltan el campo real que tenía sitiado Bergen a cargo del duque de Alba. 18 de agosto de 1572. Bergen op Zoom. Grabado de Franz Hogenberg. En dicha obra aparece de nuevo este diseño, cuando tropas españolas entran en Zutphen, el 16 de noviembre de ese mismo año de 1572.

Normalmente se cruzaba la bandera con las aspas de Borgoña o cruz de San Andrés en rojo, para significar que se servía a un rey de la casa de Borgoña, pero aunque era lo usual tener este símbolo en forma de dos troncos cruzados despojadas de ramas, no parece que esto fuera norma obligada.

Se supone que cada capitán mandaba hacer su bandera con un diseño único, según Bernardino de Escalante, "de los colores que le parece, atravesando por ella la divisa del príncipe a quién sirve, para ser conocida de los soldados", pero ya hemos visto en el ejemplo del tercio de Sicilia durante la toma de África en 1550, que todos llevaban las banderas negras con el aspa roja cruzada encima, y numerosos ejemplos son de banderas con fondo blanco y la cruz roja encima sin otra diferencia que el grosor o diseño de las aspas, que podía variar. 

La bandera era, además de un identificativo de la compañía, un emblema del capitán, que podía incluir referencias a su persona, no demasiado evidentes - no incluir armas o escudos personales - como unas cruces de Santiago, si es que era caballero de ese orden.

La bandera, una vez muerto al capitán, podía ser entregada a la viuda o familiares de éste, y el nuevo capitán en quién se proveyese la compañía podía arbolar una nueva bandera a su gusto:

 Y María de la Visitación, monja santa de la Anunciata de Lisboa que tiene las llagas de Cristo, lo consoló diciéndole que el día de Santo Domingo se perdió el Rey don Sebastián, y que el día mismo tornaría el Santo en favor de los fieles; y a un capitán portugués, marido de una prima suya, que la rogó mucho la consolase, la consoló pidiéndola la bandera de su marido, y dándosela plegada la puso entre sus manos y dejó impregnar en ella sus llagas.

Noticias de la jornada de Inglaterra de 1588, por Fray Juan de Vitoria


Giorgio Vasari, la batalla de Marciano, librada el 2 de agosto de 1554 entre las tropas imperiales y florentinas, por una parte, y la república de Siena y la corona francesa, por otra. Detalle tropas imperiales con la sencilla bandera de la cruz roja sobre fondo blanco.

Además de las figuras geométricas, se usaban figuras como la cruz cristiana, Cristo, la Virgen o algún santo:

Y en los estandartes y banderas no hay para que poner las armas de Portugal , como escribís que lo íbades haciendo, y así no se hará; y lo que mas se suele acostumbrar en esto , es imágenes de nuestra Señora ó de otros santos , á quien se tiene devoción particular

Carta de Felpe II al duque de Medinasidonia, Aranjuez, 13 de marzo de 1580


Estas figuras de la iconografía católica podían ser acompañadas de lemas igualmente religiosos:
En las banderas, los estandartes y otras enseñas no hay otra efigie que el Crucifijo con el lema: Domine discerne causam tuam que se debe volver a colocar en las iglesias sobre los altares y para todo, de donde no ha muchos años fue quitado, y la imagen de la Virgen Madre de Dios con el lema: Demonstra te esse Matrem, a fin de volver a colocarla en los mismos lugares de donde ha poco tiempo y por herética perversidad fue quitada. 

Filippo Pigafetta. Explicación del dispositivo que lleva la armada de España para navegar y combatir [1588] en BMO 4.3


También podían las banderas de infantería tener las armas o divisas reales o imperiales:

Así salieron ocho banderas que estaban en ciertas villas vecinas al Po, las cuales ocho banderas tenian la devisa del Emperador, y van á pasar el Po, 

Tratado de las campañas y otros acontecimientos de los ejércitos del emperador Carlos V, año de 1532. Martín García Cereceda


El asta de la bandera podía estar rematada con un hierro, como el de una pica, al que se podía adornar con unas borlas, y que de hecho se llamaba lanza, pero no parece que el alférez [o el abanderado] pudiera usarla realmente como arma, esperándose que empleara el espada o un venablo para defenderse. 

Tapiz 4ª de la serie de la Conquista de Túnez, titulado "Ataque a la Goleta", detalle compañías de infantería española.

En las primeras décadas del siglo XVI la bandera podía ser rectangular con los bordes rectos o rectangular con los bordes opuestos al asta redondeados, mientras que durante la mayor parte del siglo, la bandera era un rectángulo con los bordes rectos.

Conquista de Orán en 1508. Pintura de la catedral de Toledo por Juan de Borgoña, hacia 1514. Se puede ver la bandera que portan estos infantes, con las armas del cardenal Cisneros: el capelo cardenalicio sobre un escudo de colores rojo y dorado, todo sobre fondo blanco, y la bandera redondeada. 


Diseño de una bandera con fondo de escaques - cuadros - y la cruz de Borgoña en color rojo cruzando, según el Libro de geometría, pratica y traça, el qual trata de lo tocante al oficio de sastre, de Juan de Alcega, 1580. 


Banderas redondeadas, con el águila bicéfala, divisa imperial, y cruces de San Andrés durante el asedio de África en 1550. En esta empresa de África, en 1550, participaron los tercios de Sicilia, cuyas compañías llevaban banderas negras con la cruz roja, el tercio de Nápoles, y el de Malaspina. Imagen: grabado en la 'Historia de la guerra y presa de África', por Pedro de Salazar [1552]



Simbolismo de la bandera

Como se puede ver en este detalle de un grabado sobre el ajusticiamiento del conde de Egmont [Bruselas, 5 de junio de 1568] una de las banderas de infantería española tiene una cruz de Santiago apuntando a una de sus esquinas, seguramente, siguiendo el modelo que se puede ver más adelante en otro grabado. Es probable que el capitán del que era propietario era caballero de dicha orden, pero quizá era un diseño escogido por ser Santiago patrón de España al que se apellidaba - o invocaba - en las batallas como grito de guerra: ¡Santiago! ¡España!

Porque veo que no lleua naçión ninguna de soldados viejos; porque los españoles que lleuara que ay al prefentemente en Italia son todos bisoños que si bien ay entre ellos algunos particulares que son soldados viejos, en fin las banderas son nueuas.

Carta del duque de Alba a don Juan de Austria con consejos para la guerra contra el turco, 1571 transcrita por Antonio de Carnero.


Como hemos apuntado, bandera era sinónimo de compañía.

En el caso de degradar al alférez, o quitársele el oficio, se le quitaba, literalmente, la bandera. Cuando era el capitán, también se decía que se le había quitado la bandera, aunque literalmente, lo que se le quitaba era la jineta, el arma que era también su insignia.

Cuando los soldados se amotinaban, y dejaban de obedecer a sus oficiales, se decía que se salían de las banderas o echaban las banderas fuera; literalmente, en muchas ocasiones, se expulsaba a los oficiales de la plaza donde se hallaban alojados, y, evidentemente, el alférez salía con su bandera:

algo más adelante de la media noche (que fue la de 27 de noviembre de 1591), tomaron las armas contra sus oficiales, y en particular contra el maese de campo, tan desenfrenadamente, que con peligro de las vidas de todos y heridas y golpes de muchos, los echaron fuera a ellos y las banderas, tras las cuales se salieron por medio de las picas y mosquetes de los alterados al pie de ciento y cincuenta soldados particulares y alféreces reformados, comprando con su sangre la honra de no hallarse en aquella odiosa sedición. 

Las Guerras de los Estados Baxos desde el año de mil y quinientos ochenta y ocho hasta el de mil y quinientos nouenta y nueue, Carlos Coloma


Cuando el motín se acababa, se decía que los soldados se ponían debajo de las banderas.

Cuando los soldados se desmandaban sin licencia - muchas veces, para conseguir comida - se decía que desamparaban la bandera.

Cuando las compañías se hallaban con pocos soldados, y se reclutaban nuevos, o se traían de una compañía reformada, se decía que se hinchía o rehinchía la bandera.

Cuando una plaza o noble anteriormente rebelde se declaraba leal al rey, se decía que alzaba bandera por Su Majestad.

La bandera del rey era la bandera real o el pendón real, si bien el rey podía llevar más de un estandarte a la batalla. 

La bandera del capitán general era conocida como guión. 

Las banderas de caballería recibían el nombre de estandartes. 

El señor Stephano Doria portando uno de los recargados estandartes de Carlos V en una lanza de caballería con Santiago apóstol, patrón de España, venciendo a unos enemigos de la cristiandad, junto a las columnas de Hércules con el lema de Carlos "PLVS OVLTRE", el águila bicéfala imperial y la cruz de San Andrés. Sabemos que las banderas de infantería solían ser mucho más sencillas, pero que aún así los motivos religiosos eran uno de los empleados en ellas. Fuente: La magnifique et sumptueuse pompe funèbre faite aus obseques et funérailles du trèsgrand et trèsvictorieus empereur Charles cinquième, célébrées en la ville de Bruxelles le XXIX. jour du mois de décembre M.D.LVIII. par Philippes Roy catholique d'Espaigne son fils, Biblioteca Nacional de Francia. 


Arbolar bandera, arrastrar bandera, abatir bandera. La simbología de la posición de la bandera.

Alféreces de infantería española en Bolonia, 1529. 

Dí mi memorial en el Consejo de Guerra pidiendo me aprobasen, y en consideración de mis pocos servicios fuí aprobado. Recebí dos tambores, hice una honrada bandera, compré cajas, y mi capitán me dió los despachos y poder para que arbolase la bandera en la ciudad de Ecija y marquesado de Pliego 

[...]

Llegué á Ecija; túvose ayuntamiento; presenté la patente; salió que se me señalase la Torre de Palma en que arbolase la bandera. Toqué mis cajas; eché los bandos ordinarios; comencé á alistar soldados con mucha quietud, que el Corregidor y caballeros me hacían mucha merced por ello.

Vida del capitán Alonso de Contreras


Cuando se levantaba una compañía, el capitán mandaba a su alférez que arbolase la bandera  y mandaba tocar cajas a los atambores. Hasta ese momento, la bandera era un trozo de tela sin valor simbólico, pero una vez arbolada o enarbolada, representaba al rey.

Las banderas tomadas al enemigo, simbólicamente, se arrastraban por tierra:

tras el arcabucería los que habian ganado las banderas de los franceses, llevando los fierros en las manos, como cosa venada, y las banderas arrastrando

Tratado de las campañas... año de 1537


Según el manual de Alcega, una bandera de infantería tenía cuatro varas y dos tercias de largo y cuatro varas y una cuarta de ancho. O sea, que tenemos una bandera de 3.90 metros de largo por 3.55 de alto, aunque por las ilustraciones debía haber banderas más pequeñas. Como fuera, el tamaño de la bandera obligaba a caminar con la bandera tendida o si era llevada al hombro, recogida de manera que no colgase:

Tropas pasan por delante de la estatua erigida en memoria del duque de Alba. Amberes, 1582. Grabado de Franz Hogenberg. Biblioteca Nacional de España.

Si la bandera caía, se consideraba suceso de mal agüero.


Otro momento en que la bandera podía ir por el suelo, era en tiempo de luto, bien por el propio rey o por alguien notable en la corte, por uno de sus capitanes generales, o por la muerte de alguien importante en el ejército como era el maestre de campo o algún capitán: 

Y bendezida [la tierra], mandó enterrar en ella al capitán Çumarraga arrimado a un pilar de piedra enderecho y cerca del altar mayor, el cuerpo del qual fueron aconpañando su alférez con su vandera rastrando con sus soldados y tocándole por canpana su atambor destenplado, y pusiéronle en lo alto sobre su sepoltura sus armas y vandera, y al alférez de don Alonso y a otros alférezes y oficiales dieron sepolturas honrosamente en otra parte do como por hermita bendixeron.

Historia de la guerra y presa de África, por Pedro de Salazar

Cortejo fúnebre de Juan Bautista de Taxis o Tassis en Bonn. 26 de abril de 1588. Grabado de Franz Hogenberg.


Las banderas se abatían, o sea, se ponían con el hasta casi en horizontal, en presencia del rey o del capitán general:

Tras esta compañía entró el tercio de Sicilia y Lombardía, que son siete compañías de soldados viejos, buena gente y bien armada, de que es maese de campo D. Pedro de Sotomayor, que creo es gallego. Pasó él el primero con su compañía, disparando los arcabuceros al tiempo de llegar cerca del tablado, y los capitanes abatiendo las picas y hincando la rodilla en tierra , y los alféreces abatiendo tres veces las banderas. 

Relación de las compañías de infantería y caballería que llegaron al Real, una legua pequeña de Badajoz, lunes á 13 de junio de 1580. 


al Santísimo Sacramento se ha de abatir tres veces una bandera y luego postrarla ó tenderla en el suelo para que pase por encima della, y al Rey se ha de abatir otras tres veces pero no postrarla, porque esto sólo se debe á Dios y no á otro. A un Príncipe , hijo ó sobrino de un Rey ó que tenga sangre real, se le ha de abatir dos veces, y otras dos al Capitán general, y si este tal hiciere ausencia de su ejercito y quedare encargado á persona que tenga las mismas partes y calidades que el, se le debe la misma honra todo el tiempo que durare la ausencia. 
Abatimiento de banderas, según Alonso Vazquez en Sucesos de Flandes...


Cuando se reformaba un tercio o alguna compañía, la bandera, que había perdido su valor simbólico, se desarbolaba y se hacía pedazos, rompiéndose también el asta. 

La bandera también se volteaba, tremolaba, se campeaba y "se hacían gallardías y gentilezas" con ella, o sea, se demostraba la habilidad del portador de la misma, jugando con ella para que fuera mejor vista por sus soldados, aunque había autores, como Bernardino de Escalante, que consideraban que aquello era cosa de soldados bisoños. 



El portador de la bandera: el alférez o el abanderado.


E yo llevaba una pica por arma ofensiva, y una espada en la cinta, y mi alférez, porque era valiente hombre, cabe mí, y para aquel efecto habia encomendado la bandera á otro buen 
hombre que la llevase en su lugar, que es casi en medio del escuadrón 
Libro de la vida y costumbres de don Alonso Enríquez de Guzmán


Infantería española tomando al asalto Lovenstein en 1571. Nótese el diseño de las dos banderas, la una, con los árboles cruzados formando la aspa de San Andrés, y la otra, con cuatro cruces de Santiago en cruz. Los arcabuceros al frente, seguidos por pífanos y tambores, luego los alféreces - o abanderados - seguidos por los coseletes. Grabado de Franz Hogenberg.


Los abanderados son necesarios para llevar las banderas, porque entre la nación Española los Alféreces no las toman, si no es para pelear con ellas, o cuando van sus capitanes delante con las compañías a las guardias, o a pasar delante del Rey, o del Capitán General. Por ello conviene que los tales abanderados, sean hombres bien tratados, de buenas disposiciones, y fuerzas, porque nunca deben llevar las banderas a los hombros, sino de camino, y entonces siempre ha de ir una levantada, de manera que los soldados la vean, y las demás revueltas a las astas, se pueden llevar a los hombros. 

Cuando los Alféreces las llevaren, deben de rato en rato levantarlas, y jamás arrastrarlas, ni dejar que toquen en tierra, porque representan poder real con instrumentos para dar órdenes visibles: son señales de la unión, y hermandad que ha de haber entre los que la siguen. 

El Discvrso Sobre La Forma De Redvzir La Disciplina Militar, A Meyor Y Antigvo Estado. Sancho de Londoño. 1568


Consultados muchos tratados militares, crónicas y correspondencia de la época, no está meridianamente claro a quien correspondía portar la bandera en las diferentes ocasiones, pero el hecho de que existiera la figura del abanderado o sotalférez, así como los diferentes pareceres y ejemplos, indican que tanto uno como otro podía llevarla en todas las ocasiones que se requiriera, ya fuera en las guardias, en las marchas, en las batallas o en los asaltos, aunque parece que había cierta preferencia a que fuese el alférez quien diera el asalto bandera en mano, aunque tan sólo fuera por el hecho de ganar gloria con dicha acción. 

Lo que sí que está claro, es que correspondía al alférez su custodia, y en caso de que el abanderado la perdiera, en general se tendía a responsabilizar al segundo oficial de la compañía, por haber hecho una mala elección de dicho abanderado, que a veces era un mozo o criado de aquel, no reuniendo en su persona las cualidades necesarias para tal oficio, y gozando su sueldo - que era de tres escudos - su amo. O sea, que el alférez prefería tener a un zagal llevando la bandera y gozar él de su sueldo, que escoger a un soldado que pudiera defender la bandera, siendo esta tan importante. 


Infantería española preparándose para dar el asalto a la plaza de Alkmaar en 1573 [Pintura conmemorativa del asedio realizada en 1580] 


Durante el asedio de Alkmaar en 1573, dos alféreces fueron degradados por perder sus banderas durante una tormenta, hecho que supuso que fueran castigados perdiendo sus oficios. Quizá realmente la perdieron los abanderados, pero el responsable último era el alférez:

Y aquella noche hizo tan terrible tempestad de aire, remolinos y agua, que con ellos y caminarse por arenales y dunas vino a desatinar la gente de manera que iva casi en rota el campo por apartarse los soldados a los lugares donde podían guarecerse de la tempestad y lluvia. La cual fue ocasión de perder dos alférezes sus vanderas y privarles don Fadrique de oficio por la poca cuenta que avían tenido con ellas, si bien fue la noche tan trabajosa que se ahogaron seis o siete personas en el camino.

Comentarios de don Bernardino de Mendoça de lo sucedido en las guerras de los Payses Baxos: desde el año de 1567 hasta el de 1577



La bandera en las marchas. 

E, assimesmo, deven proveer los capitanes, quando fueren de camino, que las banderas vayan acompañadas al entrar en las ciudades de toda la gente que el capitán hoviere hecho, que está pagada por su lista; y vayan los arcabuzeros delante, y tras ellos los soldados de cosseletes, y en la tercera hilera de cosseletes vaya la bandera, y tras los cosseletes vayan los soldados de pica seca, y en reçaga vayan algunas hileras de cosseletes, porque va la compañía muy más honrada, y más vistosa y en mejor orden si hoviesse necessidad; y esto se haga porque no vayan las banderas desautorizadas, porque esta orden se tiene entre los soldados viejos de Ytalia




Hauiendo de marchar el Capitan con su compañia, estando el Capitan, o Alferez en la frente, es cuydado del Sargento de ordenarla, para lo qual ha de apartar los arcabuzes de los mosquetes,y dellos las picas, despues de diuididos los mosquetes en hileras, y puesto los Cabos de Esquadra en la primera, ha de hazer que sigan el Capitan, o Alferez, y despues destos con la misma orden los arcabuzeros: luego ha de yr la bandera y luego diuididas las picas en hileras ygvales a los mosquetes, y arcabuzeros, ha de hazer que marchen detras de la bandera , aduirtiendo de poner en las primeras hileras los soldados mas particulares,y los oficiales reformados; y particularmrnte en los cuernos dellas los soldados de mas merito, como tambien en las demas hileras ha de obseruar la misma regla,poniendo los foldados mas dignos,y mejor armados en los estremos dellas

Cargos y preceptos militares para salir con brevedad famoso, y valiente... Lelio Brancaccio [1610]



Cuando la compañía caminaba, el alférez debía llevar la bandera al hombro con el paño suelto o recogido, y cuando se hacía alto la debía arbolar, esto es, alzarla por encima de la cabeza desplegada. 

En muchas ocasiones, el alférez - así como otros oficiales y soldados particulares que se lo podían permitir - iban a caballo. Podían llevar la bandera al hombro montados a caballo, pero se esperaba que desmontasen y caminasen con su bandera a la entrada y salida de las poblaciones. 

Si en lugar de caminar en columna se caminaba en escuadrón, porque el terreno lo permitía, o la cercanía del enemigo lo requería, las banderas caminaban todas juntas, y todas debían ir o desplegadas o recogidas, pero todas de la misma manera, aunque una podía ser levantada, como explica Londoño, para que fuera bien vista por los soldados.



La bandera en batalla

Banderas en escuadrón de infantería española. Jornada de Túnez [1535] 4 tapiz de la serie de Willem de Pannemaker, dibujos de Jan Cornelisz Vermeyen.


el dia de campal batalla las banderas van en medio del escuadrón, y llévanlas los abanderados, y los alféreces van con sus picas en la segunda hilera del escuadrón, 

Batalla de Pavía y prisión del rey Francisco I. Juan de Oznaya 1544.


La bandera ocupaba el centro del escuadrón de picas formando normalmente en una misma hilera - aunque podían ir repartidas en dos - junto a los tambores y los pífanos y normalmente guarnecidas por los alabarderos. 

En muchas ocasiones, como apunta Oznaya, el alférez se hallaba en una de las primeras filas del escuadrón - la segunda, pues la primera era la de los capitanes - luchando con pica en mano, por lo que su bandera la portaba el abanderado o sotalférez, que debía estar bien vestido y armado con armas defensivas y un venablo en la mano. 

En casos donde no existía esa figura, la llevaba el paje del alférez o un criado, que podía ser, en ocasiones, demasiado mozo para llevarla y defenderla con gallardía, "rapaces que ni aún para mochileros son buenos". 

En algunas ocasiones, faltando sotálferez o mozo, el alférez entregaba su bandera a un soldado de su camarada, y en otras, era el propio alférez el que se hallaba en mitad del escuadrón custodiando la bandera.

hirieron de dos heridas á don Francisco de Mendoza, su alférez, y á su sargento, y le mataron hasta veinte é cinco soldados y hirieron otros muchos soldados buenos. Como el capitán y los que con él estaban estuviesen peleando, y como el alférez y sargento estuviesen heridos, tenía su bandera el banderado, y como los turcos la viesen entre ellos, la quisieron tomar. Como este banderado fuese un tan buen soldado, la defendía ; mas eran tantos, los turcos, que lo tomaron y lo sacaron arrastrando por encima del bestión y lo llevaron fuera á la cabana y le cortaron las manos y le quitan la bandera, y después de haberla tomado, lo hacen pedazos que apenas se conoscia quién fuese. 

Tratado de las campañas... Jornada de Túnez [1535]


En caso que el escuadrón se viera comprometido, el alférez debía tomar la bandera para defenderla con su vida, y no dejar al abanderado tal cometido, pero para entonces, si había ocupado su puesto en la segunda hilera, habiendo caído las primeras filas del escuadrón, éste se podía hallar herido o muerto. 

En cualquier caso, los demás soldados de la compañía, perteneciendo a la honra de toda ella guardarla, se empeñaban en ese fin, pero a veces sucedían hechos que parecían inverosímiles, como el de un soldado rebelde en los Países Bajos, que se metió en la mitad de un escuadrón real, mató al alférez que portaba la bandera y salió con su presa sin que nadie lo impidiese.

En caso de romper al enemigo, y comenzar el alcance - o sea, que los enemigos huyesen corriendo y los propios fueran a la carrera tras ellos, para degollarlos o desvalijarlos - las banderas debían quedar en el escuadrón, y jamás salir de él.

A los soldados que ganaban una bandera enemiga en batalla, se les solía recompensar hasta con diez ducados. 

Pelea por la bandera. El abanderado o alférez de la izquierda, del bando francés, parece que huye intentando salvar su bandera hecha jirones, mientras los de la derecha, bando imperial, mantienen la suya intacta. Batalla de Pavía, 1525. Royal Collection.


Muchas veces no se lograba tomar la bandera entera, y el enemigo arrancaba un pedazo de ella. Si el alférez o abanderado conservaba el asta con la mayor parte de ella, no se consideraba que había pérdida de reputación:

Y si peleando se rompe la vandera,y lleuan los enemigos un pedaço della, pierde el Alferez reputacion ? 

CAP.No por cierto , con que le quede en la mano solo el troço cón que la tenia.

Diálogos del arte militar, Bernardino de Escalante.


En la imagen que sigue se pueden ver multitud de banderas rotas tomadas por los rebeldes de los Países Bajos, muestra de que se peleaba sobre ellas:

Banderas españolas capturadas durante la guerra de los ochenta años [1567-1648] por los rebeldes de los Países Bajos, ahora ya independientes, en el salón del parlamento de los estados generales. La Gran Asamblea de 1651, por Bartholomeus van Bassen, Rijks Museum.


La bandera en los asaltos

Toma de la plaza de Hulst. Los defensores sostienen sus banderas en lo alto del muro, viendo al enemigo subir por la batería. 



La primera bandera que en esta batería subió fué de italianos, que era el alférez del conde Jullio; a este alférez hirieron en la batería, que no pudo entrar en la tierra. Tras deste entraron Juan de Solís, alférez de Rui Sánchez de Vargas, y Arce, alférez del maese de campo Arce y las demás banderas. 
Toma de la villa de Chieri en octubre de 1537
Tratado de las campañas y otros acontecimientos de los ejércitos del emperador Carlos V. Martín García Cereceda, v2



Después de todo esto fui avisado de los que estaban en el foso recogidos, y en llegando con toda la infantería, habiendo dado orden que la arcabucería escaramuzando por tres partes los acometiesen, y que después, si necesario fuese, arremetiesen las picas, era tanta la gana que todos traian de verse con los enemigos, que sin aguardar la orden dada, antes que los arcabuceros comenzasen la escaramuza, arremetieron las banderas y los coseletes, y entraron en el foso, donde hallaron harta resistencia; porque combatieron cerca de una hora, y dende unas torres donde con ayuda de los vecinos habian podido entrar algunos, mataron algunos de mis soldados y hirieron hasta 25 de los mejores. 

Sancho de Londoño al duque de Alba sobre el asalto dado a Dalen, 26 de abril de 1568. 


El ayudante de Sargento mayor dixo al Capitan Armengol, que hiziese mejorar su bandera, porque se arremeteria presto,y su Alferez se pudiesse señalar, y porque lo oyo Gregorio Ortiz Alferez del Capitan Ortis se puso la celada y tomo en su mano su bandera, y como lo vieron los demas Alferezes que estauan à la guardia tomaron tanbien las suyas y a porfia vnos de otros caminando saltando las trincheras hasta llegar al foso siguiendoles sus soldados caminando la bateria ariua. 
El Conde de Mega avnque no le tocaua tanbien aremetio.
Como se tomó Andevvater en 1575... Antonio de Carnero



Se consideraban que era un acto de valentía que honraba a aquellas compañías que lograban subir con la bandera hasta los muros, siendo el primer alférez que lo lograba digno de mención, a la par que un golpe para la moral del enemigo, pues plantar la bandera en la muralla era una forma simbólica de tomar la plaza, aunque todavía hubiera que acabar de ganarla. 

Además, la bandera era un elemento que unía a la compañía, algo a lo que seguir, elemento visible que hacía mantener la cohesión de las tropas que iban al asalto, sobre todo, una vez ganada la muralla, cuando los soldados tendían a desmandarse para ir a saquear cada uno a su beneficio.

También los defensores plantaban las banderas en las murallas el día que el enemigo había hecho batería suficiente como para dar el asalto, y esto se hacía como muestra de que se iban a defender gallardamente, y que esperaban resultar vencedores en la defensa del asalto. 

Cuando los defensores hacían alguna salida o encamisada, y lograban capturar una bandera enemiga, la podían plantar en las murallas, como muestra de lo conseguido, y escarnio del sitiador, que no había sido capaz de defenderlas. También se hacía lo contrario, si los asediadores eran capaces de tomar una bandera de los asediados, podían plantarla en sus trincheras:


Los soldados cercadores, como es su costumbre, después de una rota de su enemigo, pusieron las banderas ganadas en las trincheras en señal de su vitoria para desanimar á los cercados. 
Historia de Felipe II, por Luis Cabrera de Córdoba


En los asaltos, era generalmente el propio alférez quien portaba su bandera, pero a veces estos preferían hacer el asalto con pica en mano, o espada y rodela y dejaban las banderas a sus abanderados, a los que podían mandar les acompañasen cercanos. De otra manera, el alférez únicamente iría con la espada en la mano - o un venablo - y en la otra la bandera:

Y mandando retirar el esquadrón para que se bolviesse al campo, dieron un escopetazo y tantas lançadas y pedradas a Palomares, alférez de Hernán Lobo, que con una espada y rodela peleava, teniendo junto a él su vanderado con la vandera campeando que le derribaron con tantas y tan malas heridas de que incontinente murió.
Historia de la guerra y presa de África, por Pedro de Salazar


Si el alférez o abanderado caía con la bandera, se esperaba que otro la tomase en su lugar, y continuase con ella: y un soldado que le seguía alçó la vandera y la enerboló y husó el oficio de alférez passándola adelante.

A veces, en lugar de dar asalto general, solo unas cuantas compañías daban asalto, y el asalto se podía hacer sin banderas:

Discurrió el conde con los del consejo si se daría asalto general y con banderas y resolvióse que no, sino que los capitanes a quien tocaba la vanguardia tomasen puesto en la muralla y le fortificasen, desde el cual o se obligaría al enemigo a que se rindiese o se tomaría la ocasión de más cerca y cuando el enemigo estuviese más descuidado.
Las Guerras de los Estados Baxos desde el año de mil y quinientos ochenta y ocho hasta el de mil y quinientos nouenta y nueue, Carlos Coloma


Puntualmente, también se enviaban tropas sin banderas para acciones arriscadas:

Pero visto por el Maestre de campo que la armada enemiga se detenia alli, y que el puesto era de ynportancia, ymbio à algunos Españoles sin bandera con los Capitanes Don Luis Pimentel y Palomino y Don Diego de Gaona para que le guardén. Y entraron los Españoles al agua hasta la cinta ynbestieron a los enemigos, y peleando con singular fortaleza con ellos, les ganaron las trincheras y el fuerte, y los hizierón retirar huyendo a sus nauios, executando se saqueó y quemó el aldea y la gente se boluio à sus alojamientos. Y en esta façion mataron a Don Luis Pimentel de dos mosquetaços peleando valerosamente.
Historia de las guerras civiles que ha habido en los estados de Flandes, Antonio de Carnero


En muchas ocasiones, un clérigo o sacerdote bendecía las banderas antes de dar el asalto o hacer batalla contra los enemigos, para infundir ánimos en los soldados.


En el asalto a Ouderwater de 1575, que ya recogió Carnero, se produjo un desorden al pretender Gregorio Ortiz ser el primer alférez en coronar los muros, premio que el ayudante del sargento mayor quiso conceder al alférez de Hortensio de Armengol.
El asalto, como tantos otros asaltos «a porfía» protagonizados por infantería española en el siglo XVI, fue exitoso, en parte, porque los defensores se hallaban descuidados, pero, sobretodo, por el arrojo de los soldados que siguieron a sus banderas sin pensárselo ni mucho ni poco, porque por la descripción parece que los soldados fueron en pos de sus alféreces que portaban las enseñas de las compañías caminando «a porfia unos de otros»:


«Y a medio dia el ayudante del Sargento mayor, soldado de la compañia del Capitan Hortensio de Armengol, vino a las trincheas que tenia el Tercio de Valdes: el qual dixo al Capitan Armengol hiziesse mejorar su vandera, porque se arremeteria presto, y se pudiesse señalar su Alferez: y oyendolo Gregorio Ortiz Alferez del Capitan Gaſpar Ortiz, se puso la celada assiendo su vandera. Demostracion que hizo a los otros dos Alferezes que eſtauan a la guardia tomar las suyas y caminar a porfia vnos de otros, saltando las trincheas hasta llegar al fosso, siguiendoles los soldados dellas, que passaron el puente arremetiendo en compañia de sus Alferezes sin orden la bateria arriba".



La bandera en el cuerpo de guardia



Cuando una compañía entraba de guardia, bien fuera en una plaza fuerte, bien en un campamento, la bandera debía estar en el cuerpo de guardia hasta que finalizase el servicio de la compañía. 

En una plaza fuerte, el cuerpo de guardia se hacía en alguna casa principal, y la bandera debía poder verse de lejos, colgada desde una ventana durante el día. Por la noche se recomendaba que se guardase dentro, en lugar donde pudiera ser vista por los soldados.

Cada vez que se mudaba la guardia, esto es, cada cuarto - la noche se dividía en cuatro partes iguales, desde la puesta hasta la salida del sol - la bandera debía ser vista por quien entraba de guardia, si bien era oficio del alférez custodiarla. 

Cuando se tocaba al arma por parte de los tambores, todos los hombres debían acudir a la plaza de armas que se les hubiera señalado para escuadronar alrededor de ellas. 

Habitualmente, en una plaza fuerte donde había varias compañías residiendo, los alféreces tenían la bandera en su posada, y se hacían acompañar de cuatro hombres. 


En alojamiento en el campo, las banderas se plantaban en la plaza de armas, que era el lugar elegido para reunir a las tropas en caso de tocarse al arma.


La bandera en la rendición de una plaza fuerte

Los españoles dejan Maastricht el 27 de abril de 1577 en virtud del edicto perpetuo, firmado entre don Juan de Austria en nombre de Felipe II y los estados generales. Aunque no se trata de la rendición de una plaza fuerte en un asedio y las tropas españolas retornarían al año siguiente, este es un ejemplo perfecto de entrega de una plaza conservando todo el honor militar: las tropas salen con todas sus pertenencias cargadas en carros y conservan y exhiben todas las armas, mientras caminan con banderas tendidas y - no los vemos - tocando tambores. Grabado de Franz Hogenberg. 



Primeramente, que S. Exc. haya de acordar llana y simple y de buena fee que el dicho coronel y asimismo todos y cualesquier teniente y capitanes, alférez y oficiales, gentiles-hombres y soldados salgan de las villas, castillos y fortalezas que S. M. posee en esta isla de Walcheren, y sean acompañados fuera della con todas sus armas cumplidas, enseñas desplegadas, tambores, pipharos, bagajes y hato á ellos pertenecientes
Capítulos que el coronel Cristóbal de Mondragón demanda para rendirse


El primero artículo se concede eceto que no se tocarán atambores y que no se llevarán las banderas desplegadas, empero plegadas sobre las espaldas
Apostillas de los deputados del señor Príncipe de Orange sobre los artículos demandados por el coronel Mondragón




Cuando las tropas que guardaban una plaza fuerte la rendían, esto es, pactaban o capitulaban su rendición con los que la tenían asediada, se negociaba una serie de condiciones. Entre dichas condiciones, y no la menos importante, estaba la forma en que los defensores abandonaban la plaza, garantía del respeto de sus vidas, posesiones y reputación. 

A los defensores, en lo que a banderas se refiere, se les podía conceder lo siguiente, en orden de importancia:

1) Lo más honroso para los defensores sería abandonar la plaza con todas sus armas y bagaje, con las cuerdas de los arcabuces y mosquetes encendidas, balas en las bocas, las cajas templadas - o sea, los tambores con la piel tensa para poder ser repicados - tocando los tambores y pífanos y las banderas tendidas o desplegadas. 

2) Después, se podía abandonar la plaza con las banderas plegadas. Esto es, envuelto el tafetán en el asta de la bandera y la bandera portada por el alférez o su abanderado sobre la espalda.

3) En tercer lugar, las tropas que capitulaban, podían salir de la plaza fuerte rendida con las banderas guardadas en cajas, que no quedasen a la vista. 

4)  Y por último, los defensores abandonaban la plaza sin banderas. Las banderas quedaban en la plaza como botín de guerra, siendo considerablemente deshonroso para los vencidos.

Tropas francesas rinden Cambrai al conde de Fuentes, 9 de octubre de 1595. Salir con las banderas tendidas, tocando pífanos y tambores, con las cuerdas de los arcabuces encendidas por los dos cabos, balas en la boca, y con todo el bagaje, era el mayor honor que podía obtener un rendido, implicando que se había defendido valiente y eficazmente, o significando que los asediadores no se veían capaces de tomar la plaza con ventaja. Grabado de Franz Hogenberg.



Aunque simbólico, el derecho a caminar con banderas tendidas se llegaba a defender con la propia vida, aunque a uno lo hubieran despedido, y por tanto, ya no se hallase en guerra:

al fin del Setiembre [de 1525] vienen despedidos de Francia once capitanes, con su gente italiana, queriendo pasar vecinos de los alojamientos que los españoles tenian. Sabido esto por el Marqués de Pescara, les envia á mandar que pasasen con banderas cogidas y á tambores callados, y que no pasasen juntos más de veinte en veinte y de treinta en treinta. Los cuales italianos, paresciéndoles ser cosa fea, no quieren pasar, sino sus banderas tendidas y sus atambores tocando á la orden, se meten en Yvrea, que era una pequeña y fuerte villa del marquesado de Saluzzo, de do fueron los once capitanes al castillo de Rebel, que muy vecino estaba de la villa, á se fablar con la Marquesa de Saluzzo y á le demandar paso y favor por sus tierras, para facer su viaje. 

Tratado de las campañas y otros acontecimientos de los ejércitos del emperador Carlos V. Martín García Cereceda


La bandera blanca, bandera de paz

Y visto por los moros que le avitavan, con temor que huvieron se juntaron y tuvieron consejo cómo se librarían de rescibir daño, y acordaron de procurar la paz por todas las vías y formas possibles, y para señal dello alçaron en el muro una vandera blanca. Y conosciendo el príncipe el fin para que alçado la avían, embió a la villa un gentil hombre informado de lo que les avía de dezir. El qual, para ser por embaxador conoscido, llevando una pequeña vandera en la mano con una cruz colorada, saltó en tierra y fue para ella, y los moros le havrieron la puerta.
Historia de la guerra y presa de África, por Pedro de Salazar



La bandera blanca, que podía ser una sábana atada a un palo, era considerada entonces símbolo de tregua o rendimiento, y se usaba para parlamentar con seguro antes de capitular la rendición, aunque a veces también podía usarse para comunicar algo, incluso una acción de guerra, a modo de banderas de "contraseño" como las que se usaban en la mar:


Estos gascones, viéndose fuertes, no se quieren rendir, antes tiraban con sus arcabuces y mosquetes que en el castillo tenian , alzando una bandera blanca puniéndolo en lo más alto del castillo para que los de Pinerolo la viesen y viniesen á dalles socorro, como fuesen vecinos á Pinerolo. 
Tratado de las campañas... año de 1537


Para significar los cercados a su armada la hambre que passavan y extrema necessidad, pusieron en la torre de la iglesia una vandera negra, que era la última seña
Comentarios de don Bernardino de Mendoça de lo sucedido en las guerras de los Payses Baxos: desde el año de 1567 hasta el de 1577



Ejemplo. La pérdida y recuperación de la bandera de Francisco Sarmiento durante la jornada de Túnez  [1535]


En los tercios, el encargado de llevar la bandera de la compañía era el alférez, segundo oficial mayor por debajo del capitán, pero en muchas ocasiones, dado que el alférez de las compañías de picas combatía en las primeras hileras del escuadrón, era otro oficial menor de la capitanía el encargado de llevar, guardar y defender la bandera: el abanderado.

Durante la jornada de Túnez en 1535 el bastión de los «españoles viejos» que servía de punta de lanza de las obras de asedio de la fortaleza de la Goleta, sufrió un ataque por parte de tropas turcas. Los soldados estaban descuidados, porque habían pasado la noche trabajando como «azadoneros» o zapadores, y se hallaban descansando, con las mechas de los arcabuces «muertas», o sea, apagadas, y el bastión sin centinelas, porque el maestre de campo Rodrigo de Ripalda las había mandado retirar. Los turcos, por lo tanto, pudieron llegar con facilidad al bastión, e incluso penetrar en él.

Entre los muertos notables del ataque turco, murió el capitán Luis Meńdez de Sotomayor, armado con sola la espada y la rodela, que «como lo tomaron desarmado» y «con sola una cuera de ante, los turcos lo mataron a lançadas». También murió a manos de los turcos el alférez del capitán Francisco de Sarmiento, que se llamaba don Francisco de Mendoça, que fue herido «en las espaldas de dos grandes heridas con una lança de que luego caio muerto». 

La muerte del abanderado de la compañía de Francisco Sarmiento nos ha sido relatada con todo detalle por parte del licenciado Arcos, médico que llegó a Túnez con la infantería nueva en la armada de Málaga:

«Tenia la vandera del capitan fran[cis]co sarmiento el su vanderado e como los turcos lo vieron andar entre ellos con la dicha vandera, procuraron con grande animo dese la tomar: y el vanderado que era muy buen soldado, la defendia bien todo lo que podia. E los turcos con grande gana y animo dese la tomar cargaron sobre el muchos dellos e asieronle de la vandera e tiraron del hasta tanto que lo sacaron arastrando asido della por cima del bestion hasta fuera a la campañia: E alli por sela sacar de las manos selas cortaron. E despues de cortadas lo hizieron pedaços de tal manera que despues apenas se conocia quien fuese».

El autor, que coincide casi a la letra con el soldado Martín García Cerezeda en la descripción del suceso, no sugiere, cómo hace Cerezeda, que el abanderado llevase la bandera porque el alférez y el sargento estuvieran heridos, sino que parece ser un cometido normal para este oficial menor. 

Aunque en ocasiones los abanderados eran minusvalorados por entregarse la custodia de las banderas a criados de oficiales, en este caso, el abanderado la defendió todo lo mejor que pudo, hasta costarle la vida. 

Según Prudencio de Sandoval «perdióse una bandera de Francisco Sarmiento, que, hecha pedazos, llevaron los turcos». Es probable que se hiciera pedazos porque en la enconada pelea que tuvo lugar entre los turcos y el abanderado, tirando de ella uno por defenderla, y otros por tomarla, se desgarrara el tafetán de que estaba hecha.

Nótense estas banderas de compañías de infantería española e italiana tomadas por los defensores de la Goleta: están desgarradas. Turcos huyen de regreso a la Goleta con varias banderas de compañías del ejército imperial. Imagen: KHMWien




Según Pablo Jovio, esta bandera estaba previamente plantada en lo alto de la trinchera, o más bien, del bastión. El obispo italiano escribe que Carlos V les reprendió por haber hecho la guardia «con tanta pereza y descuydo» siendo «temeridad que soldados practicos y viejos como ellos [...] menospreciassen» a los turcos que eran «astutos, ligeros y feroces». El licenciado Arcos, no obstante, atribuye el descuido a las órdenes de Rodrigo de Ripalda, que ordenó retirar la guardia, aunque otros atribuyen esta orden al marqués del Vasto. 

La relación del duque de Nájera no acusa a nadie en particular: los soldados se hallaban «sin ningunas otras armas sino solas las açadas y palas, que son armas mas para entierros que para batallas [...] que a la verdad no tenian espadas». La sobrecarga de trabajo, de hacer las obras de asedio de noche y hacer guardias de día, parece ser la causa principal del desaguisado, cosa que se subsanó a partir de entonces.
 

En el cartón nº5 de la serie de Jan Cornelisz Vermeyen sobre la jornada de Túnez, podemos ver a unos soldados armados con palas huyendo del ataque turco. Aunque los cartones tienden a condensar sucesos, es más probable que aquí se retrate el ataque al bastión de los españoles viejos que el ataque al bastión de los italianos del conde de Sarno; las palas son la clave. Imagen: KHMWien.


En todo caso, en dicho ataque murieron unos 22 o 25 españoles y cayeron heridos más de 60, y los turcos regresaron a la Goleta con el premio de la bandera capturada, que se colgó en la Alcazaba de Túnez como símbolo de la capacidad defensiva de las tropas de Barbarroja.

Según Cerezeda, los soldados viejos quedaron «determinados de no rescibir más vergüenza de la rescibida en haber hecho los turcos lo que hicieron en la muerte del Conde de Sarno, y en la pérdida de la bandera del capitan Francisco Sarmiento».

Apenas un mes después, «a los veinte e uno de Julio, un miércoles, vegilia de la Magdalena, antes del mediodia, se tomó Túnez». «Aquí», prosigue el soldado cronista, «en el Alcazaba, ganó el capitan Francisco Sarmiento su bandera».

La honra de la compañía, menoscabada por la pérdida de la bandera, fue restaurada al recuperarse la «enseña».  Como se decía en la época, antes de que se arbolase la bandera cuando se todacaban cajas para reclutar la compañía, la bandera solo era «el tafetan» - o sea, la tela de que estaba hecha - pero una vez arbolada, representaba al rey, y, seguramente, lo más importante para los soldados, la honra de su compañía por la cual valía la pena incluso la muerte. 






El capitán Alonso de Peralta y el visitador Godínez en la perdida de Bugía en 1555. Un caso de justicia real en el XVI

Primero día de abril 1556 que fue miércoles de la semana santa, fueron sentenciados a muerte en Valladolid don Alonso de Peralta, hijo de don Luis de Peeralta, y Luis Godínez y un letrado, por aver entregado a Bugia a los turcos. 

Suplicaron desto ellos y después en lunes 4 días de mayo, fue degollado en Valladolid el dicho Alonso de Peralta, mancebo de veinte y siete años.
Luis Godínez, porque lo mandaron ahorcar y quartear, apeló del género de la muerte, diziendo que era cauallero.

Era rico y marrano.

Año I DLVI. Nuevas de este año, por Florián de Ocampo, cronista de su majestad.



Nunca Dios tal quiera, porque ningún alcaide ni gente que con él esté, pueden ni deben entregar la fortaleza á los enemigos si no se la tomaren por fuerza, y sobre ello debe el alcaide perder la vida conforme á las leyes de España

Razonamiento de Felipe de Pamenes, contador del sueldo de Bujía en 1555


Bugía asediada

Artillería de campaña turca. Túnez, 1535. Kunst historisches museum de Viena.


Alonso Carrillo de Peralta era gobernador y capitán de Bugía, y alcaide del castillo mayor,  al mando de 150 hombres, reforzados con otros 100 que habían desembarcado el 14 de agosto de 1555 junto al visitador Luis de Godínez.

Alonso se hallaba en el castillo mayor, del que era alcaide, y su primo, Pedro de Peralta, hermano del marqués de Falces, era alcaide del castillo imperial, a cargo de 130 hombres.
Había en Bujía un tercer castillo, llamado el Castillejo, cuyo alcaide era Juan de Bilbao, a cargo de unos 45 hombres que fue reforzado con 20 procedentes del castillo Mayor. 

Había tropas de infantería, de las que eran capitanes los respectivos alcaides, y tropas de caballería, de las que era capitán Alonso de Peralta con su alférez Diego de Bárcenas que las gobernaba. Peralta tenía otro alférez para la gente de a pie, Tomás del Castillo, y había un capitán para la gente del campo y cuadrilleros, Alonso Sánchez Crespo.


En Bujía, además de estos oficiales de gente de guerra, había varios oficiales reales: el pagador Felipe de Pamenes, el teniente de veedor Ochoa de Çalaya y el teniente de pagador Bartalomé Lavado, que eran personas de autoridad en la plaza, aunque no tuvieran cargo de guerra. El pagador Domingo de Alcibar estaba indispuesto, y apenas se le entendía cuando hablaba, por lo que no jugó ningún papel en los hechos de septiembre de 1555.

En Bujía, además, había, al menos cuarenta mujeres y niños de familia española, aunque muy probablemente fueran muchos más, pues, por ejemplo, el contador Pamenes tenía mujer y cinco hijos.


En el galeón español y la carabela portuguesa que habían aportado el 14 de agosto, había, entre marineros y pasajeros que iban a Italia - entre ellos, unos cuantos soldados - unas 300 personas, que estaban en Bujía a primeros de septiembre.

Teniendo aviso el gobernador Peralta de la llegada del ejército y armada argelinos, al menos cinco días antes de su arribada, la tuvo por incierta, y consideró que no era necesario realizar ningún preparativo.

El día que aparecieron dos galeras enemigas en la boca del río, a vista de la plaza costera, Alonso de Peralta se hallaba preparando un juego de cañas, con "sus divisas y aparejos para salir al juego galanamente". Aún a pesar de ver estas galeras, y ver parte de la caballería del rey de Argel que se hallaban vigilando la plaza, los oficiales del rey, fundamentalmente el contador Felipe Pamenes, tuvieron que insistirle para que se pusiesen en defensa de una vez, habiendo perdido cinco días estando en Babia.

Bujía fue asediada a partir del día de nuestra señora de septiembre (día 8) de 1555  por un ejército formado por bereberes, árabes, renegados y turcos, con nueve piezas de artillería de asedio, entre ellas dos cañones reforzados que tiraban balas de hierro de hasta 63 libras,  desembarcadas desde una nao con un pontón, y varias galeras y galeotas, todo a mando del rey de Argel.

Tras resistir unos días, después de haber enviado una fragata a España pidiendo socorro, Alonso de Peralta dio a partido la plaza, o sea, capituló con los asediadores la entrega a cambio de que los defensores pudieran salir con las vidas:

Lo primero que les dé libertad y lugar para que puedan pasar en España á todos, chicos y grandes, mujeres y hijos libremente, con sus dineros y haciendas, y todo lo que tuvieren y tienen al presente, y con sus armas, sin que de ninguna persona por él, ni por ninguno de sus corsarios, les sea puesto impedimento alguno.


O eso es lo que quiso creer Alonso de Peralta, pues sus capítulos, redactados por él mismo, fueron llevados al rey de Argel por Ochoa de Çalaya, teniente de pagador y Juan de Milán, mercader italiano, que hablaba la "lengua turquesca". Estos, habiendo hablado Milán con el rey sin que Çalaya hubiera entendido nada, regresaron del campo argelino con los capítulos sellados, que fueron la prueba en la plaza de que el rey había aceptado las condiciones ofrecidas por Peralta.

Según las mismas, los asediadores no entrarían en Bujía hasta pasados tres días,  dando tiempo a que los cercados se embarcasen con dinero, hacienda y armas, en navíos, con bastimentos y agua para volver a España con salvoconducto.

Eso es lo que decía el documento español.

Antes de esa rendición, habían sucedido varios episodios de importancia.



El asedio de Bugía en septiembre de 1555

1) El llamado castillo imperial estaba tan mal construido, "y desto tienen la culpa los maestros y caleros que vinieron de Secilia", que el parapeto de 18 pies de grueso se desmoronó tras solo dos días de disparos de la artillería turca, que hizo, según testigos, 663 tiros. Aunque pudieran parecer muchos, se supone que debería haber aguantado unos 15 dias, y los turcos se sorprendieron "víendo cómo las paredes

se caían cada ladrillo por sí". Quedando la plaza del castillo al descubierto, un mensaje confuso enviado desde el castillo mayor empujó a los soldados a desamparar el castillo imperial de madrugada para refugiarse en el primero sin órdenes de su capitán. Aunque Pedro de Peralta parecía querer mantener su juramento de morir defendiendo la plaza, los siguió viéndose solo. El castillo imperial quedó así en manos de los turcos, tomando la artillería y municiones que habían quedado allí, y teniendo otro emplazamiento para tirar con artillería al castillo Mayor. 


2) El Castillejo, otro castillo defensivo, fue tomado al asalto, y su alcaide y 43 hombres supervivientes, fueron llevados como cautivos a Argel.


3) El 22 de septiembre, se comenzó a batir el castillo Mayor, la única defensa que le quedaba a la plaza. El 23, los turcos habían podido emplazar sus cuatro cañones a cien pasos del castillo, moviéndolas en mitad de la noche.


4) El gobernador Alonso de Peralta, para ese momento, trabajando día y noche sin descanso en las obras de defensa del castillo mayor, parece que sufrió una crisis nerviosa y se sumió en un estado depresivo: "vino en estado de llorar como niño" y según se decía "vino el Capitán á perder parte del juicio en tal manera que no tenía constancia ni firmeza en ninguna cosa".


5) El resto de oficiales del rey, el capitán del campo, el alférez de caballería, y el alférez de la infantería de Bujía, ciertos escuderos y el teniente de veedor, eran de la opinión que era mejor rendirse, así como un cuadrillero del campo y muchos cabos de escuadra de la gente de a pie.

El contador Pamenes, el visitador Godínez, el teniente de veedor Çalaya eran partidarios de mantener la defensa, pero no eran oficiales de gente de guerra, sino del sueldo o judiciales, aunque Ochoa de Çalaya, en última instancia, mudó el parecer.


6) Pedro de Peralta quería resarcirse de la perdida del castillo imperial haciendo alguna facción de guerra  y Alonso de Peralta, aunque "estaba medio desvanecido de la cabeza y no tenía constancia en ninguna cosa y con el juicio algo trastornado", quería proseguir con la defensa, pero se trataba de un hombre muy influenciable, "flaco de cabeza".


7) El contador Diego de Pamenes, cuyo oficio era de sueldo, y no tenía mando militar, pero sí mucho empuje personal, y acudía a la defensa de la plaza,  propuso un plan para salir a clavar la artillería enemiga, que debía mantenerse en secreto de aquellos oficiales, cabos de escuadra y escuderos "medrosos y cortados", pero hallándose en la fragua con el herrero junto a Alonso de Peralta preparando los clavos, fueron descubiertos por estos, y presionado, el gobernador Peralta ordenó que no se hiciera dicha facción.


8) El rey de Argel mandó una carta avisando a los del castillo mayor que el socorro de España que habían demandado no vendrían, porque ellos habían capturado la fragata en la cual iban las cartas, entregándolas como prueba de que lo que decía era cierto. 


9) Habiendo entre la tripulación del galeón muchos vizcaínos aptos para pelear - los marineros, aún de naves particulares, debían, necesariamente saber combatir - y aún varios soldados que viajaban de España a Italia, Alonso de Peralta se negó a que participasen en la defensa, por consejo de Lavado.


10) Uno de los soldados de la plaza, un trompeta llamado Juan Rodríguez, se salió del castillo para hacerse turco, y aconsejó a los asediadores que tirasen contra la torre de las Cabezas, pues allí había dos piezas que guardaban el lienzo del castillo que batían los turcos. Esto hicieron, y las dos piezas quedaron inutilizadas para los defensores.


11) El día de San Cosme y San Damián, 27 de septiembre, el alcaide del castillo imperial, Pedro de Peralta murió en las murallas, de un tiro de artillería que, al parecer, hizo un renegado francés que le disparó desde el castillo imperial, que había estado a su gobierno. También cayeron 42 soldados y fueron heridos 65 en un "bravo asalto que se le dio" al castillo mayor.


12) Con todo esto, los medrosos convencieron a Alonso de Peralta se votase por la rendición de la plaza, y, excepto Godínez, que se negó a votar y Pamenes, que se opuso con virulencia, fue acordado darse a los turcos en votación hecha por los oficiales del rey, de guerra y del sueldo.


13) Pamenes protestó y lanzó graves acusaciones contra los que así votaban. Se pusieron las cosas tan tensas, que Alonso de Peralta advirtió al "escandalizador y alborotador" contador Pamenes que se guardase de seguir por esa vía, pues habían ofrecido 40 ducados para que lo matasen a escopetazos, e hizo que lo tuvieran preso en su posada mientras se llevaron los capítulos del partido al rey Argel. Pamenes recibió orden de quedar en su casa, con orden de Peralta de "que si salís, os han de dar dos ó tres arcabuzazos".


En esto Ochoa de Çalaya y Juan de Milán regresaron con los capítulos redactados por Alonso de Peralta y sellados por un oficial del rey de Argel.


La rendición de Bugía el día de San Miguel


La toma de Bujía se hizo no según lo capitulado, sino a gusto del rey. No se aguardó a los tres días, sino que de inmediato se entró en la plaza.

Aunque los residentes fueron embarcándose en una nao que el rey de Argel les prestó y llenaron la nao hasta los topes, muchos fueron desvalijados, incluyendo al propio capitán y gobernador que le arrebataron un cofre con dinero de entre las manos.

En lo capitulado, podrían salir los cristianos con armas, pero el rey mandó desarmarlos.

En la dicha nao se embarcaba toda la gente, cuando el rey de Argel mandó pedir 200 hombres para retirar los cadáveres. Alonso de Peralta los concedió. No se volverían a ver en la nao.

Estando unos españoles llenando botas de agua para la nao, pasó un jeque que tomó a uno de ellos. Era Tomás del Castillo, alférez, que había votado a favor de la rendición. No se le volvió a ver.

Otra gente del rey llegó a la nao, y tomaron por la fuerza a la hija del contador Pamenes, de 13 o 14 años de edad, la hija de Ochoa de Çalaya, de 12 o 13 años, y un muchachito de 9 o 10, que fueron llevados a las tiendas del rey.

Al cuarto día de hallarse embarcados, vino gente del rey. Apartaron al gobernador Peralta, a Godínez y a otros oficiales junto a sus mujeres y los embarcaron en otra nave, la carabela portuguesa donde se hallaba Juan de Milán, el mercader platico en lengua turquesca que había llevado los capítulos de rendición al rey de Argel.

Al resto, los separaron: los hombres los echaron a las galeras, y a las mujeres y niños se los llevaron a las tiendas del rey:

"que allí se vido aquella mañana apartar las mujeres de sus maridos y los hijos de las madres y padres, con gran lloro que hacia, que era gran lástima de verlo".

Después serían llevado a Argel: los hombres a los llamados baños, donde estaba la prisión de los cautivos, y las mujeres y niños como esclavos de la casa del rey, si bien éste regaló muchas a varios jeques.

En la carabela portuguesa se embarcaron cien hombres, viejos y heridos, y con estos, catorce personas escogidas por Alonso de Peralta, oficiales reales y sus mujeres, que viajaron a España, entre los que no estaba el crítico contador Pamenes. Muchos de estos heridos, se murieron en la travesía a su tierra natal.

Aunque pudiera parecer que el rey de Argel traicionó lo capitulado, fue voy populi que Juan de Milán, cuando fue a llevar los capítulos al campamento real, y hablando en lengua turquesca con el rey, viendo que éste se negaba a lo que se le pedía, acordó que de Bujía se salvasen 120 personas. 20 que Alonso de Peralta escogería, y 100, que escogería el rey. El rey, claro, escogió a heridos y ancianos, por tener menos valor como esclavos o cautivos.



Los condenados

Vinose don Alonso de Peralta a Medina del Campo, y Luyz Godínez a Valladolid, harto tristes. Acusoseles luego ante los alcaldes del crimen de corte, diziendo que se auian rendido con facilidad, salvando solas sus personas.
Historia pontifical y católica, de Gonzalo de Illescas.


si yo pensara que esto había de ser, antes muriera defendiendo á Bugía que no entregarla á los turcos

Parecer del gobernador y capitán de Bujia, Alonso de Peralta, cuando se marchaba en la carabela.

Luis Godínez de Alcaraz era un "visitador". Alguien que el rey, en este caso, la gobernadora Juana en su nombre, enviaba para tomar visita al gobernador, o sea, evaluar el estado de la plaza y juzgar las labores de gobierno del capitán de Bujía. En teoría, en una residencia, llegado el caso, se podía incluso llegar a deponer a la persona, pero sería necesario ver con qué instrucciones fue Luis de Godínez a Bujía, aunque se mencionan sus funciones de juez de residencia.

Godínez había ido acompañado por un letrado, el licenciado Belorado, un escribano, un alguacil y varios criados. Lo normal era hacer averiguaciones sobre el gobierno de Peralta, y para ello, entre otros procedimientos, se interrogaba testigos y se tomaba nota.

El visitador tenía ciertas prerrogativas como juez, teniendo su vara de justicia.

Durante el asedio del castillo mayor, Godínez iba pregonando a los soldados que acudieran a las murallas del castillo mayor a defenderlas,  "porque acaecía muchas veces que los soldados se iban á comer y amasar á sus posadas y dejaban la muralla sola", advirtiendo de penas contra quién lo incumpliera, pero quejándose los soldados a Peralta de ello, el gobernador mandó a Godínez que no se entrometiera en ninguna cosa tocante a la guerra, y éste se retrajo. 

La visita de Godínez, paradójicamente, había sido motivada por quejas de los soldados de la plaza contra Alonso de Peralta.

El letrado que fue condenado, parece que debía ser el licenciado Belorado, que acompañaba a Godínez como su alcalde mayor, otro cargo judicial sin mando en la guerra. Es posible que se les acusara de no haber depuesto a Peralta, o no haberle forzado a mantener la defensa hasta el fin.

Don Pedro de Peralta murió en la defensa del castillo mayor, y si algo se le pudo reprochar por haber abandonado el imperial en seguimiento de sus hombres, parece que la muerte le evitó el proceso.

La rendición, considerada como ignominiosa, supuso un mazazo para la moral del reino. Cuando Peralta y Godínez regresaron, se les hizo un proceso a ambos.

Aunque se dijo que Peralta rindió la plaza contra el parecer de Godínez, este último no ejerció su autoridad, o no fue capaz de imponer su criterio, y probablemente por ello fue condenado, pero no tenía gobierno en cosas de guerra.

Peralta, siendo caballero, tenía el privilegio de ser ejecutado como tal, y por tanto, decapitado. Godínez, fue condenado a la horca - pena infamante - y a ser hecho cuartos, o sea, descuartizado su cadáver como escarnio y afrenta.

Godínez protestó, según Florián de Ocampo, no por la condena a muerte, sino por el método. Deseaba ser decapitado como caballero que era, pero Ocampo dice de él que era 1) rico - cosa que un caballero no puede ser, a no ser que haya ganado su hacienda en servicio del rey, pues de otra manera, haciendo negocios, no podía ser rico y caballero a la vez  -y 2) marrano, indicando que no podía ser hidalgo siendo de ascendencia judía.

A pesar de todo esto, el visitador apeló y pidió disculpas y se le moderó la pena.  Mientras el proceso para depurar sus responsabilidades seguía "el Godínez tuvo por cárcel la casa del corregidor de Valladolid, y sin haberse declarado su proceso murió de enfermedad en noviembre de 1557".

Según un bien informado Gonzalo de Illescas - su hermano había sido escribano del proceso - la sentencia se pronunció después de su muerte, " y fue dado por libre, sin que su fama ni sus bienes, padeciesen pena ninguna".

Y es que, aún después de muerto, a uno lo podían condenar e incluso ejecutar en efigie.