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La batalla de Rávena [11 de abril de 1512]

La batalla de Rávena tuvo lugar en las cercanías de esta ciudad costera de Italia, el 11 de abril de 1512, enfrentando un ejército franco-ferrarés a uno pontificio-español.


La guerra cortés

en la ciudad de Nápoles se comenzó a hacer uno de los más nobles y poderosos ejércitos que por ventura en los cristianos hasta hoy se sea visto de tanta por tanta gente: así de los caballeros de título que en el fueron como de los capitanes de gente de armas y hombres de armas que llevaban y de los capitanes de infantería e infantes que con ellos iban [...] dudo que los que han escrito por mucho que hayan sabido bien componer si este campo que al tiempo que de Nápoles partió vieran no conocieran ser el más noble y mejor de los hasta hoy vistos así en esfuerzo y saber de capitanes como esforzados y pláticos soldados y discretos en la guera.
  Qvestion de amor de dos enamorados, Valencia, 1513.

En la anónima novela de caballería atribuida al poeta y soldado Alonso de Cardona, hermano de  Antonio de Cardona, conde de la Pádula y Juan de Cardona, conde de Avellino, muerto en la batalla y emparentado con el virrey Ramón Folch de Cardona, capitán general del ejército de la Santa Liga, los caballeros y personas de título se dedicaban a la caza, a las justas y al juego de cañas, a cortejar gentilmente a sus damas recitándoles poemas, y a otras ocupaciones donde demostraban su naturaleza galante. Tales hombres eran valientes y esforzados, y naturalemente, no huían de sus enemigos.

Pero el embajador del rey en Roma, Jerónimo de Vich tendría que escribir con posterioridad a la batalla de lo sucedido, e informar a su señor como "el visorrey se ha salvado huyendo hasta Pesaro, que son más de cincuenta millas, con cuatro de caballo con él", mientras que se contaban por miles los infantes muertos que hicieron frente tanto a la infantería, como a la caballería enemiga.

"Senza mai hauerse posto l'elmo", Ramón de Cardona huyó con otros caballeros salvando la vida. Vivió hasta el año de 1522.

De la Liga de Cambray a la Liga Santa

El 10 de diciembre de 1508, el rey de Francia, el Emperador, el rey de Aragón y el Papa, habían acordado repartirse los territorios de la señoría de Venecia, que se extendían desde el Milanesado a la Romaña, pasando por los Alpes, formando un alianza conocida como Liga de Cambrai.

Con posterioridad, el Papado comprendió que el enemigo que realmente amenazaba a los estados de la Iglesia y perturbaba la paz de Italia era el rey francés, así que acordó con el monarca español y la anteriormente enemiga república veneciana un nuevo acuerdo el 1 de octubre de 1511, conocido como Liga Santa, hecho contra Francia y sus aliados.

En esta nueva alianza, Venecia y la Iglesia aportaban sus respectivos ejércitos ya en funcionamiento, y España se comprometía a aportar un contingente de mil doscientos hombres de armas, mil caballos ligeros y diez mil infantes, amén de la artillería necesaria y veinte galeras para el transporte.

La Señoría y el Pontífice debían sufragar los gastos, aportando cuarenta mil ducados mensuales a partes iguales, que servirían, entre otras cosas, para pagar el sueldos de las tropas españolas.

El ejército español de Italia

En abril de 1509 se realizó una muestra general en Nápoles, resultando que había unas 14 compañías con "muy pocos soldados españoles, porque de los que quedaron en el reino después de la conquista dél" la mayoría habían marchado a Lombardía a servir al rey de Francia.

No obstante este desgaste, producido por la inactividad de la paz, la noticia de la venida a Nápoles del rey Fernando para en la guerra de África triunfar allí donde Pedro Navarro había fracasado, hizo que en junio de 1511 llegaran a reunirse cerca de cuatro mil hombres de guerra, que se hallaban "por las comarcas de Roma y de Nápoles" así como muchos "que estaban sobre Bolonia en el campo del Papa, y otros que estaban con el duque de Ferrara".

Las tropas de la armada que Pedro Navarro había dirigido infructuosamente el verano pasado contra los Gelves y los Querquenes se hallaban en Capri aguardando al rey para embarcarse al África, unos cinco mil quinientos hombres, a los que el 10 de agosto se les unirían dos mil infantes a cargo de Carvajal, desembarcando en Procida traídos por 55 naves.

La noticia de la suspensión de la empresa africana se publicó en Nápoles en agosto. El rey católico se quedó en España, y se extendió entre las tropas la noticia de que lucharían en Italia a sueldo del papa "que había de dar seis pagas".

A primeros de octubre, se trasladaría a toda la infantería desde las islas a la península, sumándose a la caballería que allí se hallaba. Guarnicionando Nápoles, se quedarían varios centenares de soldados.

De los diez mil infantes - una fuente refiere exactamente 10.375 - unos ocho mil partían a cargo de Pedro Navarro atravesando los Abruzzos, mientras que dos mil serían la escolta del virrey, que iría con la caballería por la cota adriática.

El 8 de diciembre, para la época en que la mayoría de los infantes con Navarro estaba ya en la Romagna, el papa publicaba una indulgencia a los combatientes que serían perdonados de sus pecados tras su confesión al servir a la causa de Dios.


El asedio y socorro de Bolonia

El objetivo terrenal del ejército, no obstante, era la ciudad de Bolonia, que había sido sustraida de la jurisdicción papal por parte de franceses y aliados en mayo de 1511. Dado el apoyo a Francia del duque de Ferrara, el ejército español, llegado el virrey a Imola el 23 de diciembre, decidió tomar la fortaleza de la Bastia (1) puerta del Po, vía de comunicación preferente para Ferrara.

La infantería a cargo de Navarro parte el 27 junto con 10 piezas de artillería, traídas desde el reino por mar y desembarcadas en Rávena (2) y 700 jinetes a cargo de Pedro de Paz. Se plantó batería con rapidez, aunque el "artillería ninguna mella hacía en la muralla" por ser "las paredes de tierra muerta" (2).

Se intentó abrir brecha mediante mina, pero tras el fracaso, aún a pesar del desgaste que de los defensores hacían los escopeteros españoles que actuaban desde las trincheras que habían desembocado al foso con brevedad, se tomó la decisión de asaltar por la muralla: se pasó la guarnición a cuchillo. Los 260 defensores murieron, al igual que 90 españoles.

Se guarnicionó la fortaleza, y el resto de las tropas se retiraron, plantando el real a poca distancia de Bolonia, cuya guarnición, a cargo de Annibale Bentivoglio, era de lealtad francesa.

El 18 de enero, los españoles se alojan en el monasterio de San Michele in Bosco, cuya situación en un monte al sur de la ciudad les permite cañonear la ciudad con considerable libertad de movimientos. Se ejecutan trincheras protegidas con empalizadas para arribar al foso y minar las murallas de la ciudad al tiempo que con cuatro sacres se dedican a matar a cualquiera que tengan a tiro murallas adentro, civiles que el Papa deseaba tener bajo su jurisdicción incluidos.

El 2 de febrero se prepara un asalto, estando la infantería española y los hombres de armas desmontados para entrar por la brecha que ha de abrir la mina en el adarve o lienzo de la fortificación boloñesa. La infantería italiana a cargo del coronel Ramazzoto, quedará en el campo. Se prende la mina, mas no surte el efecto deseado y se anula el ataque, careciendo de brecha por la que penetrar los muros de la ciudad.

La llegada del ejército francés

El 3 de enero de 1512, a cargo de Gastón de Foix, se prepara en Milán un ejército para andar hacia Bolonia a luchar contre el ejército de la Liga. Lo componían 1520 lanzas y 8800 infantes. Sumados a los que se hallaban en Verona y en el Bresciano, eran un total de 2260 lanzas, 200 estradiotes y 13600 infantes. A estos se les sumarían las tropas del duque de Ferrara.


Los hombres de armas o gendarmes, formaban la élite del ejército y también eran parte de la élite social de su tiempo. Cada lanza de la caballería francesa contaba con un arquero que actuaba como caballería ligera y un paje, amén de disponer de cuatro monturas, dos para el hombre de armas. La élite de la caballería francesa, la más potente de Europa, la formaban los gentileshombres del rey, disponían de 8 caballos por lanza al menos, aunque las fuentes venecianas de la época indicaron que eran 10 sus monturas. En el ejército que estaba en Italia, había 200 de dichos gentileshombres.
El 2 de febrero es tomada Brescia por venecianos, dándose Bergamo a la señoría poco después.

Ante la llegada de un ejército de socorro francés procedente de  Lombardía, se decide levantar el asedio de Bolonia a primeros de febrero y retirarse a una posición secundaria. La retirada se hace sin desorden, pero con cierta improvisación: muchos soldados que habían dejado el campo para avituallarse regresan para encontrarse con que su ejército se ha marchado; algunos serán apresados, otros muertos por los enemigos. La artillería atrasa la marcha.

El 9 de febrero, la mayor parte del ejército francés que estaba en Bolonia se parte para retomar Brescia, llegando allí el día 15 de febrero. Aunque venecianos reclaman al ejército del virrey que acuda en su socorro, proveyéndoles un puente sobre el Po en Stella, este permanece en la provincia boloñesa. Su Santidad solicita al virrey que cruce el Po en seguimiento de los franceses, pero el ejército de la Liga no se mueve de la provincia boloñesa; el Papa asume "esser inganato da spagnoli", ya que no están a su mando más allá de las formalidades.

Brescia es tomada "palmo a palmo", con gran mortandad (4) de ambos contendientes y saqueada el jueves 19 de febrero. Los de la tierra se lamentan del mal gobierno del Colegio veneciano, que les ha dado poca pólvora para defenderse, mientras se enviaban 1.100 barriles al inactivo "campo di spagnolo".

El campo pontificio-español se organiza en torno a Budri. A finales de marzo están en torno a Imola. Marchan hacia el sur, hacia Forli, o Cesena. Los envalontenados (5) franceses que regresan de tomar Brescia mantienen su real a poca distancia del español, escaramuzando la caballería de ambos contendientes.

La gente se inquieta por la pasividad. El gonfalonieri de la Iglesia, el virrey Ramón de Cardona envía su trompeta al campo francés para retar a estos a una batalla, mas los franceses no la quieren, prefieren escaramucear contra la retaguardia. El 3 de abril el campo hispano-papal se halla en Faenza, cerca de cruzar el Lemano. Aunque los franceses no declaren formalmente el querer batalla, el acoso de su gendarmería indica que esta ha de producirse, aunque no medie la entrega del guante.

El campo español se pone en orden de batalla. Llegan las dos del mediodía y el virrey envía un trompeta a los franceses. En realidad, los franceses no les siguen, tan sólo han dejado un escuadrón de hombres de armas dando sobre su retaguardia para que crean que les están siguiendo. Lo cierto es que el grueso del campo francés se dirige hacia Rávena, para los españoles puerto seguro (6) donde desembarcan las galeras que llegan con trigo de Sicilia. El ejército de la Liga Santa comprende la treta y coge el camino hacia la plaza fuerte que tienen en la costa de la Romagna.

El 9 de abril de 1512, viernes santo, los españoles pueden oir claramente la artillería francesa que bate a Rávena. La ciudad está fortificada a la antigua. Tras dos horas de batería, ha caído un lienzo de la muralla, y los franceses dan el asalto, intentando penetrar por la brecha, luchando contra las tropas a cargo de Marco Antonio Colonna (7), que rechaza cinco ataques seguidos.

El sábado el campo español camina en socorro de la ciudad asedidada, sin tocar támbor por no alertar de su llegada. Los franceses, que "se comían las paredes de hambre", tienen orden de dar batalla o regresar a Milán, donde gobierna Gian Giacomo Tribulzio por Luis XII. Gastón de Foix, capitán general del ejército francés, envía un trompeta, desafiando a Cardona a batalla campal, pidiendo, no obstante, que se les permita cruzar un río con su artillería para plantarse ante el campo español.

El virrey, como caballero, concede lo demandado, y entrega un guante al trompeta para que acuda pronto a su señor con la respuenta. El domingo de resurrección, 11 de abril de 1512, tendrá lugar la batalla según lo acordado.

La batalla de Rávena

El ejército francés contaba con mil lanzas y doce mil infantes (8).  El duque de Ferrara contaba con 800 infantes y 2.000 caballos ligeros propios, y tenía a cargo varios miles de italianos a sueldo de franceses.

El 15 de febrero, el duque de Ferrara había recuperado la Bastia, muriendo la guarnición: unos 200 españoles y 50 italianos. Teníamos asimismo a unos 1.500 infantes en Ravenna a cargo de Marco Antonio Colonna. Tomando como cierta la referencia de la relación inserta en CoDoIn 79, tendríamos 6.700 infantes a cargo de 13 coroneles en tres escuadrones [vanguardia, batalla y retaguardia] y los 1.500 italianos de Ramazoto (9), con la caballería dispuesta en tres órdenes [500 hombres de armas a cargo de Fabrizio Colonna en vanguardia, 1000 en batalla a cargo del virrey y 700 en retaguardia a cargo de Carvajal] con la caballería ligera [2.500 caballos, españoles, italianos, griegos y albanaese] en los costados a cargo del marqués de Pescara y Pedro de Paz.

Los franceses tenían 15 piezas de artillería de campo. La artillería española estaba formada por dos cañones, dos medias culebrinas y 10 sacres; estos ultimos serían las piezas que serían usadas en el campo de batalla.

Los franceses, teniendo paso seguro otorgado por Ramón de Cardona, comenzaron a cruzar el Ronco. Viendo la oportunidad clara de dar un golpe, tanto Fabrizio Colonna, primero, como Pedro de Paz después, solicitan al virrey atacar a los franceses aprovechando el momento y olvidar las galanterías medievales. El virrey se niega a admitir el descortés consejo.

No obstante, una vez asentada la artillería francesa, y no habiendo cruzado la totalidad de las tropas enemigas que habían de venir a dar la batalla - las del duque de Ferrara debían quedarse a la otra orilla del río para protegir el camino en caso de que no se consiguiera la victoria - la artillería española comenzó a jugar contra el enemigo.

Los dos ejércitos procuraban el resguardo del camino o dique - hoy vía Ravegnana - que va paralelo al río, mas el escuadrón de caballería de Carvajal recibía el daño de la artillería francesa, lo que motivó a este a abandonar su posición para ir a dar contra un escuadrón de hombres de armas franceses. Aunque el choque fue favorable a los españoles, un socorro de cuatro estandartes de gendarmes franceses encuentra a Carvajal con las lanzas rotas. El virrey envía cinco estandartes a su vez con quinientos hombres de armas. El escuadrón de socorro francés maniobra dando en la trasera de estos quinientos, que de deshace, poniéndolos en huida del campo.
El choque entre dos escuadrones de caballería pesada era brutal. En el mismo la energía desarrollada por la masa del conjunto del jinete y su montura al galope se concentraba en la punta de la lanza y se había de liberar sobre el jinete o montura enemiga. Flanquear para cargar contra el costado o retaguardia era una táctica ideal para evitar el golpe de la lanza contraria.

Aquí reside la clave de la batalla, en lugar de intentar rehacerse volviendo a su posición inicial, las tropas huyen del combate. El virrey huye - como refirieron los testigos - sin haberse puesto el yelmo con el resto de la caballería a su cargo y otros estandartes a propia iniciativa toman idéntica determinación.

Queda Fabricio Colonna con pocos de sus leales y la caballería ligera, pero nada pueden hacer frente a las mil lanzas francesas.

Es la hora de la infantería, que hará bravamente lo que pueda. Juegan la pica un escuadrón de gascones y tudescos contra la vanguardia española, cuya primera hilera es de capitanes, y la segunda, de alféreces. No habiendo ventaja clara para ninguno de los dos, los oficiales y mejor armados se meten rodela y espada en mano en el escuadrón enemigo. Una vez pasadas las puntas de las picas, los infantes han perdido toda su protección.

Una relación veneciana del asedio de Brescia decía de la infantería a sueldo del rey de Francia que venía tras los hombres de armas franceses a pie "armados en blanco": "no eran armados sino en camisa, descalzos con pica en mano".

Tampoco los infantes españoles tenían sino una cuarta parte de coseletes, pero las primeras y bien armadas filas rompieron las primeras filas enemigas, y penetrado el escuadrón, lo rompieron desde dentro. Cuando hablábamos de la rodela, ya publiqué el pasaje de la relación referida, pero lo repito aquí:

Entonces, como un escuadrón de los enemigos ésto viese, juntó de hasta ocho mil gascones y tudescos arremeten: ansimesmo los nuestros se van á ellos, y afrontando el un escuadrón con el otro, tal gana llevaban de acercarse los unos á los otros y de tal manera se juntaron, que las picas suyas con las de los nuestros se tocaban y ni los unos las podían rodear para herir á los otros, ni los otros á los otros y viendo ésto un Coronel llamado Artieda y otro llamado Joanes de Arriaga, toman una pica, el uno por el hierro y el otro por el cuento, y métense entre medias, y debajo de las unas picas de los nuestros y de las de los enemigos, alzan las picas hacia arriba, y ellos metidos dejan la pica, y con espadas y rodelas viérades el segar y derribar de los enemigos como peones en buen pan.

Deshecho este escuadrón, la infantería española avanza. El escuadrón de batalla francés, se retrae, ganando los españoles la artillería, pero la infantería española sola no puede moverse libremente sin la escolta de la caballería. La caballería francesa se divide en tres partes: la una da sobre los arriesgados españoles que atacan la infantería enemiga, la otra parte sobre el bagaje del campo español, y la tercera, rodea el grueso de la infantería española.

No queda si no retirarse procurando el buen orden, pues el orden del escuadrón es lo que permite defenderse, aún de la caballería, pero en ningún caso ofenderla a iniciativa propia.

Gastón de Foix murió en la batalla a la temprana edad de 22 años.
Gastón de Foix, duque de Nemours, general de Normandía, ataca con sus lanzas gruesas la infantería española que camina por la ribera del río. Los españoles calan sus picas y resisten el embate, siendo Foix descabalgado y apresado. La caballería francesa, conociendo la pérdida de su general, acosa a los españoles por tal de rescatarlo.

Los españoles que lo han apresado comprenden que no cejarán en su empeño. Descortesmente, sin caballerosidad alguna, le dan una estocada "por debajo de la falsa braga", asesinando a su priosionero. Su propio general, Pedro Navarro, es apresado. Sus hombres hacen lo que entienden es lo correcto, y consiguen recuperarlo de sus captores. La lucha es encarnizada, lo pierden, y tras varios intentos, desisten.

Mientrastanto, el duque de Ferrara cruza el río. La infantería francesa sigue a la española, igual que la caballería, pero aunque les desgasta, el estrecho pasaje que toman, y el disciplinado orden que llevan, les permite mantener el escuadrón entero, retirándose en orden.

La caballería huye hacia el sur, muchos revientan sus caballos. Los villanos, preparados siempre para el despojo, roban a los que huyen. Pedro de Paz es asaltado y dado por muerto por unos villanos; recogido y llevado a Rimini, muere por sus heridas.

La caballería sigue su ruta al sur: Cesena, Rimini, Pesaro, Ancona, Loreto, Fermo... En Grottammare, antes de cruzar el Tronto y entrar en el reino de Nápoles, se sosiegan, recogiendo a los huidos.

De la infantería, unos tres mil muertos; de los trece coroneles, solo sobrevive a la batalla Juan Salgado, herido de artillería, para morir en Giulianova, primer lugar del Reino, cruzando el Tonto.

Rávena ha sido tomada por los franceses. Marco Antonio Colonna se retira a la Rocca Brancaleone, o ciudadela. Los franceses están agotados y hambrientos: sepultan a sus nobles de 8 a 10 por fosa en el camposanto de la iglesia de San Aman. Los cuerpos de los que no merecen consideración se entierran en fosas comunes [unos 3.700] o quedan insepultos [puede que 13.000] (nota 10); "il fetor di corpi morti" anima a rendir la Roca pacíficamente y retirarse lo más pronto de tierra tan insalubre.

El resultado


Pedro Navarro se sintió abandonado por su señor;
el roncalés acabó pasando a servir al rey de Francia.
Muchos fueron los muertos de uno y otro bando, pero también muchos notables súbditos del rey Fernando fueron presos en la batalla. Entre ellos, el más famoso, Pedro Navarro, que recibió el desprecio de su monarca que no quiso pagar su rescate.

El ejército español se rehizo en Nápoles. Aunque venecianos y papales pretendieron atraer a los infantes españoles a su servicio directo, el contador Mercado les reunió bajo la promesa de la entrega de un ducado al cruce del Tronto. El 6 de mayo en Nápoles se haría muestra general, siendo 6.300 infantes, recibiendo 30 carlines de paga. El 14 de mayo, el rey católico ordena a su virrey que vuelva al norte y se ponga a las ordenes de Su Santidad.

Ganado el Milanesado a golpe de pica helvética, los suizos se niegan a dejar paso al ejército español, así como a entregarles la artillería perdida en Rávena en abril por los españoles, y ganada por ellos en Pavía a los franceses en junio. Los españoles se ocupan en saquear Prato, atacando a los florentinos aliados de franceses y enemigos de la Santa Liga.

La pírrica victoria francesa les sirvió de poco, pues pronto se retiraron de la Romaña, para después tener que huir de la Terra Ferma ante la formación de un formidable ejército veneto-helvético, que les expulsaría de Lombardía en junio de 1512.

El 23 de marzo de 1513, el rey de Francia y la señoría de Venecia, firmaron un tratado, rompiendo este último estado la Liga Santa a la que se había unido el Emperador. Las guerras de la Liga de Cambrai prosiguieron hasta finales de 1516.




NOTAS
(1) He tratado de localizar la ubicación de dicha fortaleza. Lo más probable es que se encontrara situada entre los actuales municipios de Salvatonica y San Biagio, derruida cuanto más tarde a finales del XVIII debido a los trabajos de canalización del Reno.  En todo caso, es una suposición mía.

(2) Rávena se convirtió en la base de operaciones para el ejército español, siendo el puerto por el cual se traía el avituallamiento necesario para mantener y municionar las tropas.

(3) El apabullante éxito inicial de la artillería a finales del XV y principios del XVI, al plantarse batería contra las antiguas murallas de piedra que caían como castillos de naipes ante los embates de las pelotas de piedra o hierro de cuarenta libras, pronto se vio moderado con el nuevo modo de fortificar: muros bajos y anchos hechos de tierra, material flexible que confería una ductilidad de la que carecían las frágiles construcciones medievales.

(4) Ofrezco la cifra de muertos atacantes que me parece más fiable por lo detallada: 4.200 infantes y 180 hombres de armas y 270 arqueros que habrían desmontado para combatir a pie. Ya hemos comentado en otras entradas que las lanzas francesas se componían de un hombre de armas, un arquero - caballería ligera - y un paje.

(5) Se asume que en Brescia se ufanaban de no sólo marchar a presentar batalla a los españoles, sino de ir a Roma a poner un nuevo Papa e ir luego a conquistar el reino de Nápoles.

(6) Las galeras entraban a Rávena por un canal desde el puerto, propiamente dicho, situado en la Marina di Ravenna, a algo más de diez quilómetros de los muros de la ciudad.

(7) Marco Antonio Colonna había entrado en Rávena con la misión de guardar la ciudad de un asalto. Disponía de 1.500 infantes, 100 caballos ligeros y 100 hombres de armas. La ciudad estaba defendida por 6 falconetes, 4 de 4 libras y 2 de 6 libras, 1500 balas de hierro y 50 barriles de pólvora, según relató Alvixe Diedo a sus señores venecianos.

(8) "Gaston de Fois e l'Esercito francese a Bologna, a Brescia, a Ravenna, dal gennaio 1511 all'aprile 1512", consultado a partir de la bibliografía citada por Mario Traxino en su obra "La battaglia di Ravenna".

(9) El ejército hispano- papal lo componen inicialmente 10.375 infantes españoles, 1500 italianos a cargo de Ramazzoto, y 3.000 más de la Romagna.

(10) Se asume que murieron unos ocho mil del bando francés y cuatro mil del español, más dos mil villanos. Serían unos dieciseis mil cuerpos en esta cuenta, algo menos de los 3.700 sepultados y los 13.000 muertos que quedarían en el campo. Pero en todo caso, son cuentas distintas, y estimadas grosso modo.

La Guerra de Devolución, 1667-1668

LA CAMPAÑA EN FLANDES.
EL "PASEO" MILITAR
La guerra se inicia formalmente con el cruce de la "frontera" el 26 de mayo de 1667. El Ejército de Flandes no disponía de un ejército de campaña, y las tropas se dedicaban básicamente a la guarda de plazas fuertes.

Las primeras acciones supusieron un paseo para los franceses: toman Binche el 31 de mayo, villa que carecía siquiera de guarnición. Charleroi el 2 de junio, fortaleza en construcción y sin guarnición. Los franceses evitan Cambrai, bien guarnicionada y fortificada, avanzando por el neutral Obispado de Lieja. El 19 de junio los franceses toman Ath, que había sido abandonada el 17 por las tropas a cargo del Conde de Rennebourg. Se ocupa el 28 de mayo Armentiers, abandonada el 23 de mayo por órdenes de Castel Rodrigo, habiendo sido previamente desmanteladas las obras de defensa de la villa.

Bergues - ciudad cuya defensa estaba mal acondicionada - se rinde el 6 de junio a los franceses tras dos días de cerco. Furnes [defendida por 3 compañías de infantería y 1 de caballería - cae el 12 de junio después de 3 días.

Los franceses continuaron avanzando, a pesar de haber dejado plazas bien defendidas a sus espaldas, como la mencionada Cambrai, entre ellas Saint Omer y Aire sur le Lys.
Dirigieron entonces su acción hacia la plaza de Tournai - defendida por cuatro compañías de infantería irlandesa y 160 hombres de caballería, que contaban con 10 piezas de artillería para todo el perimetro de la villa - iniciándose el asedio el 21 de junio. Estando los burgueses remisos en la defensa de la ciudad, hacen que el gobernador de la villa se retiere a la ciudadela, entregando la villa a los franceses el 23, siendo asaltada y perdida la ciudadela el 24.

Castel Rodrigo no disponía de un ejército de campaña que pudiera sacar en socorro de una villa cercada, y apenas si disponía de tropas suficientes para guarnicionar todas las plazas, quedando muchas de ellas con una guarnición insuficiente, y en algunos casos, inexistente. Los burgueses - con una noción de patria poco desarrollada - preferían la entrega condicional de su villa y ver respetadas sus vidas y haciendas, que no participar en una defensa - las necesarias y continuas reparaciones de los muros de tierra - que no había de ser apoyada desde el exterior. Hasta el propio Castel Rodrigo, enfermo de gota, tuvo que pasear por Bruselas para ser visto por los villanos, ante la extensión de los rumores que afirmaban que la ciudad iba a ser abandonada a su suerte.

Douai- con 300 hombres a su defensa - cae el 6 de julio, tras seis días de asedio, presionada su guarnición por los burgueses. Courtrai cael el 17 de julio tras tres días, siendo la ciudadela el último punto de resistencia de la guarnición, mueriendo en su defensa el propio gobernador de ella.

Ante las sospechas que la siguiente plaza que había de ser asediada por los franceses era Lille, se envían desde Gante vía Ypres, 1000 hombres de refuerzo, por lo que los franceses abandonan el proyecto.
Oudenarde cae el 31 de julio entregada por sus naturales a los dos días de iniciadas las hostilidades. Los burgueses de la vecina Alost, sin guarnición, abrieron las puertas a los franceses el día siguiente.


RESISTENCIA
Dendermonde aparecía a vista de franceses y españoles el próximo objetivo lógico. Defendida por dos compañías - una española y otra valona - ve incrementada su defensa con 1.000 infantes y entre 300 y 500 de a caballo.
Aumont, Turenne y hasta el propio rey Cristianísimo participaban en el ejército de asedio.
La protección de Dendermonde, más allás de sus muros medievales apenas reforzados por obras según la traza italiana, era el agua que la rodeaba, pudiendo quedar convertida en una isla gracias al sistema de esclusas de los canales que la circundaban.
Después de rodear la plaza con trincheras, los franceses preparan un asalto a la villa por el lado del camino de Malinas – desmontando para participar en el asalto incluso muchos de los Guardas Reales y así lucirse ante su amo - defendido este puesto por los 300 españoles del Tercio del Conde de Monterrey, rechazándolo en todos los intentos que se produjeron ese día, 4 de agosto.
El 5 de agosto los franceses levantan el sitio y abandonan con tanta precipitación el lugar, que dejan a su suerte a 2.000 hombres aislados tras demoler el puente sobre el Escalda que ellos mismos habían construido para comunicarse, siendo capturados o muertos por los defensores.

Los franceses mantenían – como era típico en esta época – tropas que corriendo la campiña iban imponiendo sus contribuciones – exacciones – a las villetas y núcleos más indefensos. Conocedores de la existencia de una partida de unos 600 jinetes en la zona de Brabante.
Las tropas de Claude Lamoral, príncipe de Ligné – 1.000 caballos entre ellos, croatas, valones y alemanes a sueldo de España y un Tercio de caballería a cargo de Felipe de Maella – salieron en su busca, chocando con ellas, rompiéndolas y dándoles caza cerca de Jodoigne.

Animados por los recientes éxitos, hasta el gobernador de Cambrai se animó a tomar la iniciativa, entrando en territorio francés y saqueando Ribemont.

LA TOMA DE LILLE
A mediados de agosto, tras unas semanas de inactividad, los franceses se decantaron por acometer la empresa de Lille. Desde la plaza, fuera de no ofrecer resistencia, se realizaron salidas contra los sitiadores. El 19 de agosto los franceses inician las labores de zapa, y el día 21 pueden plantar la batería. El día 24 intentan los franceses un asalto, sufriendo unas 800 bajas. El 28 no obstante, una puerta de la villa es tomada. El desánimo cunde, y los burgueses apelan a la rendición, que se concede. Un nuevo revés tiene cuando tropas de caballería españolas que acudían al socorro de la ciudad son atacadas por la caballería francesa, sufriendo importantes bajas y capturas, no sin ofrecer resistencia.

Las importantes lluvias de primeros de septiembre, el hecho de que los franceses veían mermado su ejército de campaña – por las bajas sufridas así como por el hecho de que debían guarnicionar las plazas ocupadas * – y la incipiente resistencia española redujo el impetú de la ofensiva francesa.

(*) Por ejemplo, la desguarnicionada Alost que había sido tomada por los franceses el 2 de agosto, fue dejada sin presidiar a mediados de ese mes, cosa que aprovechó el capitán Arizavala, para con sus 50 jinetes volverla a ocuparla en nombre del rey de España, para posteriormente el 12 de septiembre rendirla a los franceses que la sitiaban, dejando 100 bajas francesas tras el asalto del día 11.

LA HIVERNADA
Los campesinos belgas, hartos de los robos de las tropas francesas comenzaron a organizarse y a colaborar con la caballería española en la localización de estos saqueadores de grano y forraje, iniciándose ese otoño una especie de guerrilla.
En octubre los franceses optaron por hacer sus cuarteles de invierno.

Durante el invierno se produjeron hostilidades no tácticas: encuentros no buscados que no respondían a ninguna estrategia.
A primeros de noviembre, 1300 infantes valones y españoles caminaban de Valenciennes a Bruselas para tomar sus cuarteles de invierno, escoltados por 350 jinetes alemanes, cuando fueron sorprendidos por unos 3500 franceses, entre caballería y dragones. Tras ser rota la escolta alemana, la infantería formó cuadro, resistiendo todo aquel día los embates de la caballería hasta que por la noche huyeron por los bosques cercanos.

Los franceses iban avanzando en su imposición de contribuciones, hasta el punto de que las exigencias requeridas por el ejército eran muy superiores a las que podía atender el campesinado de la zona. Ante algunas resistencias, se ejemplificó el poder real quemando algunas villetas a modo de ejemplo, saqueándose incluso la abadía de Afflinghen.
En esta rapiña, el control de los canales, arterías por las que fluía el comercio en los Países Bajos, pasó a formar parte de las prioridades francesas.

En diciembre, después de desistir en el planificado ataque a la bien pertrechada villa de Genap, los franceses se afianzaron en su estrategia de atacar plazas mal defendidas. Antes de intentar Charlemont, los franceses asaltaron la vecina villa de Givet a la escalada, siendo rechazados por la población, que comenzaba a comprender la diferencia entre estar sometido a uno u otro amo.


LOS ÚLTIMOS COLETAZOS

Transcurridos los meses de diciembre y enero en pequeñas operaciones, en febrero los franceses formaron un nuevo cuerpo de operaciones con refuerzos procedentes de Francia y tropas sacadas de sus cuarteles de invierno. En marzo se asedió Genap, pero habiéndose firmado la paz, la plaza se devolvió al mes siguiente.

LA CAMPAÑA EN EL FRANCO CONDADO
El príncipe de Condé por su parte, realizó en este territorio borgoñón una entrada el 4 de febrero con un ejército de 14.000 hombres. Las plazas de Besançon, Dole, Grai y Toux, eran defendidas por 644 soldados viejos y 1000 recién levados. Sin encontrar apenas resistencia, en 2 semanas todo el Franco Condado quedó ocupado por Condé.

CONCLUSIONES

Respecto a la Guerra de Devolución, se puede afirmar sin lugar a dudas de que la Monarquía Habsbúrguica, y con ella todo su sistema, incluido evidentemente el militar, estaba no ya en crisis, sino en plena decadencia.

En ningún caso es desacertada la afirmación de que fue la sola amenaza de la Triple Alianza - que no llegó a concretarse en hechos bélicos concretos, ni un mero envio de tropas de refuerzo - la que puso fin al conflicto, pero aunque Francia no tuvo dificultades en los primeros meses para ocupar muchas plazas fuertes, no se puede considerar la guerra en su conjunto como un paseo militar, y tampoco se puede minusvalorar la resistencia española, máxime cuando las fuerzas - humanas y económicas - eran muy menguadas, aunque en los primeros meses, debido a una escasez de fuerzas suficientes siquiera para mantener una defensa de las plazas fuertes existentes, se produce un repliegue dejando a su suerte muchas villas del sur.
Se opta por maximizar los pocos recursos a disposición, y en esta estrategia, zonas enteras han de abandonarse, a riesgo de perderse todo. La actuación española puede ser vista como pobre, pero dados los recursos con los que contaba Castel Rodrigo, aún obtuvo España de esta guerra, que luchó y mantuvo ella sola sin ayuda, un balance positivo.
Antonio José Rodríguez Hernández realiza la estimación, a partir de los datos del número de compañías [515 compañías de infanteria de naciones y 132 compañías de caballería] y la muestra de 1661 - de la cual extrapola el número medio de soldados por compañía - de 20.000 infantes y 7.000 jinetes para mayo-junio de 1667, frente a 60-70.000 franceses del ejército invasor.
Probablemente de no haberse producido la Triple Alianza, Francia hubiera continuado arañando el sur de los Países Bajos, y con el paso de los años, hubiera acabado ocupandolos al completo. Pero como a España le sucedió en su tiempo, Francia no se encontró con un enemigo solo, sino que sus ambiciones despertaron los recelos del resto de países europeos, que preferían mantener el status quo.



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La batalla de Mühlberg, 1547

Deshecho el ejército de la Liga de Esmalcalda en noviembre de 1546, formado anteriormente por las tropas pagadas por las villas francas [o libres] comandadas por Sebastián Xertes, Felipe, landgrave de Hesse, y Juan Federico, elector de Sajonia, sólo quedaba en toda Alemania un foco de resistencia – apoyado desde Bohemia – reforzado ahora por el regreso de Juan Federico a su Estado con su ejército en retirada procedente desde Franconia, que Fernando, rey de Bohemia y Hungría y hermano del emperador, auxiliado por el duque Mauricio de Sajonia, sobrino de Juan Federico, no llegaban a dominar.

En primera instancia, envió el emperador Carlos al marqués Alberto de Brandemburgo, con infantería [4500 infantes en 18 banderas] y caballería [1800] alemana. Fernando contaba con 2.000 caballos y Mauricio con 1.500 en sus campos en Dresde y Freiberg, junto con su infantería repartida además en Zuibeck y Leipzig.
Se suponía que así quedaban rodeadas las tropas de Juan Federico, que contaba con 10 mil infantes [36 banderas] y 4 mil caballos, y que se le impedía campear a gusto.

Para apretar al elector en mayor grado, se apercibió al Tercio de Hungría del maestre de campo Álvaro de Sande, y al marqués de Mariñan con los 2.500 alemanes [8 banderas] de su regimiento, pero este envío de tropas se detuvo, pues el emperador tomó resolución de caminar con todo su campo a Sajonia, estando su persona en Ülm, viendo que “el Rey y el duque Mauricio sostenían esta guerra, guardando las fuerzas principales , y no sacaban la gente dellas para tentar otra vez la fortuna”. Evidentemente, resultaba necesario ser más resolutivo que hasta la fecha.

Juan Federico no obstante, fue quien pasó a la acción, y acudió a la villa donde se alojaban las tropas de Alberto. Envalentonado el marqués de Brandemburgo, salió a campaña con sus caballos atacando a Juan Federico, en lugar de plantear la defensa del lugar, con el resultado de ser rotas sus tropas, y él, apresado. Mientras tanto, Juan Federico aún tuvo oportunidad de enviar – detrayéndolas de sus tropas – un refuerzo a Bohemia a cargo de Thomas Sier [Thumeshierne], con 3.500 infantes [12 banderas], y 600 caballos.

Del campo imperial, el ejército comandado por Ottavio Farnese, duque de Parma, nieto del papa Paulo III, quien pagaba dichas tropas, se había retirado a los estados del papado, enflaquecido por las deserciones y muertes de sus soldados [de unos 10 mil infantes con que acudió en julio de 1546, quedaba con poco más de cuatro mil cuando se invernó].
Las tropas que el conde de Buren había conducido desde los Países Bajos, había ordenado el emperador se retirasen de vuelta a sus Estados, con orden de tomar por el camino Frankfurt, dejando algunas compañías para guarnición de las villas que acababa de pacificar en las regiones de Baviera y Franconia.

Quedábanle a Carlos los españoles en los tres tercios: el del Reino [de Nápoles] el de Hungría y el de Lombardía, disminuidos la suma de los tres a seis mil españoles, de los ocho mil con que se contaba en el verano de 1546. Tenía además tres regimientos de infantería alemana, dos viejos [levados el verano anterior] , los de Mariñano y Madrucho, y uno recién levado por un caballero de Suevia, llamado Hanzbalter.

La caballería la componían por parte italo-española 300 hombres de armas de Nápoles y seiscientos caballos ligeros, incluyendo algunas compañías de arcabuceros a caballo, y mil caballos tudescos.

Hombres de armas españoles pasando la revista o alarde, antes de embarcarse para la jornada de Túnez [año de 1535]. Tapiz número 2 de la serie de la Conquista de Túnez de Vermeyen.

Con esta gente se partió, adelantándose el duque de Alba para acomodar al emperador en Nuremberg, pasando después a Eguer donde se reunieron con las tropas de Fernando [800 caballos alemanes y 900 húngaros] Mauricio [1000 caballos] y Juan Jorge de Brandemburgo, hijo del elector [400 caballos]. Estos sólo unieron la caballería a su campo, pues dejaron la infantería guardando las villas de Sajonia que estaban en su poder.

Caballería ligera húngara en un cuadro representando la batalla de Orsha [1515]. Según el relato de Diego de Ávila, estos "caballos húngaros, que á mi juicio son de los mejores caballos ligeros del mundo, y así lo mostraron en la guerra de Sajonía en el año de 46, y agora en esta de 47. Las armas que traen son lanzas largas , huecas y gruesas, y dan grande encuentro con ellas; traen escudos ó tablachinas hechos de manera, que abajo son anchos, y así lo son hasta el medio, y del medio arriba por la parte de delante vienen enangostándose hasta que acaban en una punta, que les sube sobre la cabeza ; son  acombados como paveses ; algunos traen jacos de malla. En estas tablachinas pintan y ponen divisas á su modo, que parecen harto bien ; traen cimitarras y estoques juntamente muchos dellos, y unos martillos en unas astas largas, de que se ayudan muy bien". En el cuadro no se aprecia que sean lanzas gruesas, más bien lo contrario, pero las "tablachinas" quedan bien retratadas.

El duque de Sajonia tenía su campo en Maizen [6.000 infantes, 3.000 caballos y 21 piezas de artillería] y tras finalizar la Semana Santa, las tropas imperiales marcharon en su persecución, por no darle comodidad para avituallarse, ni para poner villas en contribución. Era fundamental , tal y como había probado la campaña del año anterior, acosar al enemigo y hacerle vivir con estrecheces, aunque eso supusiera pasarlas también uno.
Durante la marcha, y dado que había muchas tropas repartidas fuera de campo parciales al de Sajonia, hubo varios encuentros menores, escaramuzas con tropas alojadas en diversos puntos del recorrido, rompiendo hasta 14 banderas de Juan Federico.
Asimismo, cuatro banderas de infantería alemana del duque Mauricio, teniendo asegurada la retaguardia, se unieron al campo que avanzaba.

Estando el emperador con sus tropas a 3 leguas [1 legua española = 5000 varas = 4.179 metros] al oeste de Maizen, se envío caballería a reconocer la zona, teniendo noticia que Juan Federico estaba alojado en dicha villa, la otra parte del río Elba [el Albis de los romanos] habiendo quemado los puentes que lo cruzaban en ese punto. Dejando descansar las tropas un día, el de San Jorge, después de 10 de marcha, tuvieron noticia de que los de Juan Federico marchaban hacia Wittenberg siguiendo la orilla derecha del Elba.

Los arcabuceros a caballo del capitán Aldana que habían ido a reconocer, descubrieron que el enemigo se alojaba cerca de una villa llamada Mühlberg [Milburg para los cronistas españoles de la época] , y que por allí traían noticia de la gente de la tierra de que había vado, aunque ellos hubieran cruzado el río con sus caballos a nado.
El emperador dio orden de que el río debía cruzarse por vado o puente y combatir con el enemigo sin aguardar a que marchara más lejos. Evidentemente, estos podían defender el paso sin demasiada dificultad, teniendo pie firme en la orilla contraria, pero las ordenes se acataron, y partiendo la artillería y las barcas del puente por el día, fueron siguiéndolas aquella noche la infantería y caballería imperial, para plantarse frente a la villa de Mühlberg, la otra parte del río.

Carlos V, inmortalizado por Tiziano siguiendo la descripción del propio Luis de ÁvilaIba el Emperador en un caballo español castaño oscuro, el cual le había presentado mosiur de Ri, caballero del orden del Tusón, y su primer camarero ; llevaba un caparazón de terciopelo carmesí con franjas de oro , y unas armas blancas y doradas, y no llevaba sobre ellas otra cosa sino la banda muy ancha de tafetán carmesí listada de oro , y un morrión tudesco, y una media hasta , casi venablo, en las manos.

A las 8 de la mañana del domingo 24 de abril, víspera de San Marcos, estaban repartidos los cuarteles, quedando entre el enemigo y el campo imperial el río y una franja de bosque ribereño que impedía que los de Sajonia tomasen noticia visual de sus perseguidores.

Mientras el Emperador, el rey de Romanos y el duque Mauricio paraban a almorzar en un casar cercano llamado Schermeser o Xefemeser, el capitán general del Ejército de Alemania, duque de Alba enviaba corredores a tomar gente plática de la tierra, por tal de hallar el famoso vado del cual les habían dado noticia podrían cruzar el río, y tentando el cruce en varios puntos.
Asimismo, envió 100 arcabuceros españoles y cuatrocientos caballos ligeros húngaros a reconocer la villa de Torgau, la cual tenía puente para cruzar el Elba: en caso de que se considerase fácil tomarle, se optaría por ello, y se cruzaría el río por dicho puente.
Finalmente, hallaron un joven villano el cual se ofreció a indicar el vado y a responder de la bondad del cruce acompañando al ejército, deseoso de tomar venganza, pues el día anterior le habían “incautado” los sajones una pareja de caballos.
Otro aldeano confirmó que Juan Federico estaba alojado con su campo en Mühlberg, despejando todas las dudas que se pudieran tener de la empresa.


Se reconoció el lugar donde los rebeldes tenían su campo, con su puente de barcas orillado a su parte, que dividido en tres secciones, hacían llevar río abajo para aprovecharse de él cuando les fuera conveniente.
En este tramo donde se hallaba el vado, la orilla que pertenecía al campo imperial, hacía una playa rasa y despejada, mientras que entre el bosque y esta ribera, había una zona extensa descubierta, con el único resguardo de algunas manchas boscosas.
La orilla enemiga, sin embargo, era bastante pendiente, y la arcabucería y artillería sajona gozaban asimismo, de la existencia de un muro “como los que se hacen para cercar heredades”, que otorgaba al sitio una enorme ventaja.
En ese instante, comenzó la artillería rebelde a disparar a las tropas que acompañaban al duque, informando este al emperador de la información que había sumado.

Se ordenó que cinco piezas de la artillería imperial avanzasen hasta las manchas boscosas, resguardándose en ellas, haciéndola acompañar de unos 800 [o 1.000] arcabuceros españoles, conducidos por el propio emperador, mientras que el resto de las tropas quedaban escuadronadas en el cuartel que se le había señalado.
Los sajones, protegiendo sus tramos de puente, hicieron ponerse arcabuceros en las barcas de éste, pero saliendo los arcabuceros españoles de la protección de los árboles, y metiéndose hasta el agua a los pechos, tirándole arcabuzazos, auxiliados de las piezas de artillería, los hicieron que, cobrasen tanto miedo, que no osaban asomar las cabezas de debajo de las tablas.
Se reforzó con otros mil arcabuceros a cargo de Álvaro de Sande la escaramuza, de manera que se mantuvo un fuego constante sobre las barcas y la otra ribera.

En Torgao, la artillería de la villa había comenzado a disparar sobre el trozo de gente que había sido enviado a reconocer, por lo cual – como más tarde se conoció – Juan Federico de Sajonia entendió que los que escaramuzaban en el río eran una división del ejército imperial – no pudiendo ver, como queda dicho atrás el campo imperial situado tras el bosque – y que cruzando el puente por Torgau, y el río por aquel punto uno y otro cuerpo, le tomarían en medio, por lo cual decidió que era mejor retirarse río abajo, antes que ofrecer resistencia en aquel punto, sabiendo que tenía menos gente que la que traía el emperador, y que las levas en Bohemia y Pomeramia estaban en tal estado que pronto podría juntar casi 40 mil hombres.

Juan Federico dio orden que su campo comenzase a caminar, el puente que navegase río abajo, y la artillería y infantería por tierra, seguida por la caballería. Llegada este orden a la defendida ribera, los ánimos se vinieron abajo.

Evaluando la longitud del tramo de río a salvar [de unos 300 pasos, lo cual hace replantearse o la pulcritud de la estimación, o el alcance de los arcabuces] y la del puente propio, se interpretó que sería necesario tomar un tramo del puente contrario para emplearlo para el cruce – imprescindible cuanto menos para la artillería, tren de municiones y bagaje - del cual dos tramos estaban próximos, mientras que el otro quedaba río arriba.

Desnudándose un español , y sujetando la espada con los dientes, se tiró al agua, nadando hacía el puente de barcas, siguiéndole otros dos, y a estos dos, otros siete.

Batalla de Mühlberg - con los españoles a nado cruzando el Elba [Albis] con los espadas en la boca - según grabado de la edición latina del comentario de la guerra de Alemania de Luis de Ávila y Zúñiga Commentariorum de bello Germanico e Carolo V Caesare maximo gesto, libri duo, de 1550 de la Biblioteca Històrica de la Universitat de València. Es muy esquemático - teniendo en cuenta la calidad de los grabadores flamencos del XVI - pero contiene los elementos más importantes de la jornada. 


[Interludio de los “Diálogos del Arte Militar”, de Bernardino de Escalante:
Don Manuel: ¿Cómo se llamaban los soldados […] que pasaron el Albis?
Capitán: Cierto que no lo sé, que aún hasta en esto tenemos poca ventura los Españoles que seguimos la guerra, de no haber quien escriba los hechos valerosos, y los nombres de los que los hacen […] ]

Pero resulta que el cronista Bernabé de Busto, como quien estuvo presente y los conoció a todos por sus nombres, sí que había dejado escritos en su crónica, inédita hasta 1938, los nombres de los once españoles que pasaron el Albis:

Alonso de la Cueva de Jaén, Jirónimo Sierra de Mallorca, Francisco Centeno de Ciudad Rodrigo, Juan Artes de Valencia, Pero Ollero de Toledo, Francisco de Salinas de Anaya, Sanjuan de la Puebla, Gómez de Robledo de Villa Robledo,
Juan de Bolea de Guadalajara, Francisco Gregorio, Diego Marroquin.

Además de estos infantes de los reinos de Castilla y de Aragón, se añadieron a la empresa otros tres infantes que con la armadura puesta, y a lomos de sus caballos, empujaron a sus monturas a meterse en el agua. Encabritándose el primero de ellos estando en parte que era necesario nadar, cayó uno de los infantes y se ahogó, arrastrado por el peso de las armas, retornando los otros dos a la orilla.
Llegando a las barcas los diez soldados desnudos, no sin el peligro de los arcabuzazos que les tiraban desde la ribera, no encontraron demasiada resistencia en ellas, habiendo muchos de los soldados que guardaban el puente de barcas abandonado sus puestos por ganar la orilla de su campo y salvar la vida. Los españoles tomaron los dos tercios del puente de barcas, y las trajeron a la orilla imperial.

Tropas de caballería ligera española, italiana y húngara habían tentado el vado un par de ocasiones acompañadas por el villano alemán conocedor de él, pero habían tenido que retirarse dada la fortaleza de la posición enemiga. Sin embargo, en la tercera ocasión, estando los rebeldes en retirada, consiguieron cruzar el río, teniendo que nadar los caballos un pequeño tramo, caminando el resto del cruce.
Esta caballería llegó a la retaguardia del enemigo que marchaba, acometiéndola, pero la caballería enemiga se revolvió, y siendo superior numéricamente, hicieron que los caballos ligeros imperiales se retiraran, consiguiendo muchos de ellos cruzar de nuevo el vado, esta vez, en sentido contrario.

No obstante esta resistencia ofrecida al primer intento de cruce, la orilla contraria estaba prácticamente ganada, estando en retirada el ejército de Juan Federico.
Comenzó de inmediato a formarse un puente de los dos tramos que se habían ganado del enemigo, sumados al puente de barcas del campo imperial – que cabe recordar, se traía desmontado transportado en carros.
Se apercibió la infantería, siendo la prioridad de cruce para la infantería española, que había de ser seguida de los tres regimientos de alemanes, quedando de guarda del campo – que había de proteger la retaguardia del embarque – tres compañías de alemanes de cada regimiento y 500 caballos alemanes [la mitad del marqués Alberto – que dijimos había sido prisionero - y otros tantos de su hijo el marqués Juan Jorge de Brandemburgo].

El duque de Alba ordenó que toda la caballería ligera [húngara, española e italiana] cruzara el vado con un arcabucero a la grupa. Seguidamente, cruzaron los hombres de armas de Nápoles, y la caballería del conde Mauricio. Con esta gente cruzó el emperador a caballo el río metiéndose en el agua, acompañado del villano que indicó el vado, haciéndole dar al cruzar dos caballos – igual número que le habían robado – y 100 escudos en recompensa por su guía.
Dejando la caballería ligera a los arcabuceros que habían pasado, se adelantó toda la caballería en persecución del enemigo, mientras el puente continuaba montándose.

Se reconoció Mühlberg, por tener certeza que no se habían dejado tropas que pudieran emboscar a los imperiales, y teniendo seguro esto, comenzó a picarse en la retaguardia de los rebeldes, que como decíamos, quedaba en manos de la caballería, la cual se revolvía, protegiendo a los dos escuadrones de infantería.
Las tropas de Juan Federico estaban compuestas por unos 6.000 infantes y 2.700/3.000 caballos, repartidos en nueves estandartes.

La caballería imperial iba dividida: vanguardia a cargo del duque de Alba, y el emperador y su hermano en batalla [cuerpo principal] con dos escuadrones retirados a la derecha de esta, no fuera caso que la vanguardia fuese rota y la retirada deshiciese su formación.
El duque de Alba iba gobernando cuatro escuadrones de caballería. El primero del príncipe de Salmona con Antonio de Toledo, llevando 400 caballos ligeros y 100 arcabuceros a caballo. El segundo de 500/450 caballos ligeros húngaros. El tercero los del duque Mauricio, 600/800 hombres de armas y 200 herreruelos. Y el cuarto, los 220/300 hombres de armas de Nápoles a cargo del duque de Castrovillar. A este caballería se le había añadido infantes de a caballos que habían cruzado el río por cuenta y riesgo.
El emperador y su hermano llevaban dos escuadrones: uno de 400/600 lanzas y 300/400 herreruelos, y otro de 600 lanzas y 300 herreruelos.
El arcabucería que había pasado a las ancas de los caballos, caminaba a cargo de Alonso Vivas, pero evidentemente, el paso era tal que quedaron atrasados.

Caminadas tres leguas, el enemigo se detuvo, ordenando Juan Federico una carga contra la caballería de la vanguardia imperial, de manera que rompiéndola, tuvieran tiempo para atrincherarse un bosque cercano, desde donde podrían retirarse con mayor seguridad o guardar posición fuerte para combatir.
Cerrando el orden la caballería imperial, la batalla - la segunda línea - vino a estar próxima de la vanguardia - la primera línea. Tras cruzar un arroyo, los escuadrones de la batalla y los de la vanguardia se colocaron en línea, preparándose para dar una carga sobre el enemigo.
Los húngaros por la derecha, reforzados por los herreruelos del duque Mauricio dieron la primera carga sobre una manga de arcabuceros, y tras esto, el duque de Alba dio orden se tocaran las trompetas en señal de carga general, cargando al grito de "España, Imperio", guiando él mismo los hombres de armas de Nápoles.
La caballería enemiga fue rota, y puesta en retirada, siendo a continuación deshecho el escuadrón de infantería que estaba en segunda línea.

los dos esquadrones de gente de armas se avian juntado en vn cuerpo con boluntad de esperar mas viendo los nuestros venir con tanta fuerça de tal suerte desfallecieron que apenas sostubieron el primer enquentro sin ser desvaratados y bueltos en vyda y ellos mismos entrando por su ynfanteria los abrieron. Los piqueros como se vieron rotos procuraron de se rehazer, pero no les dio lugar la cavalleria que se metió por medio hiriendo y matando muchos dellos, de modo que viendose perdidos no hizieron mas que derribar sus armas en el suelo y ponerse a la merced de los que con ellos topauan dándoles la victoria en las manos sin otra pelea
Crónica de Bernabé de Busto

A partir de aquí, fue dar el alcance: correr el duque de Alba tras la caballería en retirada durante más de tres leguas, y los escuadrones del emperador y del rey de Hungría, dedicarse a arrollar y perseguir la infantería por una legua.
Juan Federico fue apresado, y de su campo se contabilizaron 2.500 muertos [dos mil infantes y 500 caballos] y 1.000 prisioneros, no muriendo del bando imperial entre 30 y 50 hombres de a caballo. La infantería no tuvo tiempo de llegar, sino para participar las tropas de Sande para guarda de los prisioneros, durmiendo aquella noche la infantería que hubo de cruzar el Elba por el puente a una legua del lugar de la rota.

El duque Mauricio fue preso. Su captura fue disputada por tres soldados, uno italiano, otro húngaro, y el capitán del tercio de Hungría Juan de Solís, aunque al parecer, lo había apresado un alemán. El duque quedó en custodia del capitán Juan de Guevara.

Esta escena, plasmada en la edición de 1681 de la Historia de la vida y hechos del emperador Carlos V por fray Prudencio de Sandoval, cronista real, está basada en uno de los Triunfos de Carlos V, libro elaborado entre 1556 y 1575. Como el original, no acierta a reflejar la fisonomía del duque de Sajonia, pero amén de este detalle, tampoco retrata con fidelidad la escena original, pues el duque Juan Federico no llegó a desmontar de su caballo. Según Bernabé de Busto, el duque quando se vio ante Su Magestad hizo asentimiento de se querer apear para le vesar la mano mas como fuese tan corpulento y pesado no se puede mover sin gran travajo, por eso el Enperador tocado de los efectos humanos conpadeciendose con alguna manera de su calamidad, vencida la saña de la misericordia le mando que se estuviese quedo. Sin duda, la imagen que se quería transmitir en la imagen, con el duque apeado, era la de un vasallo rebelde rendido ante su señor que se hallaba imponente en hábito de hombre de armas con su caballo bardado y encubertado acompañado de su hermano Fernando, rey de Romanos. 

Apéndice

Tropas de infantería española, Nuremberg a 21 de septiembre de 1546:

Tercio de Hungría a cargo de Álvaro de Sande, 2270 infantes

Maestre de campo y capitán de una compañía: Álvaro de Sande

Capitanes:
don Alfonso de Porto Carrero
don Guillermo de Rocafull
Diego García de Sande
García de Sarmiento
Alfonso de Navarrete
don Felipe de Viemont/Viamonte
Antonio Moreno
don Francisco de Ávila
Villandrade
Juan de Solís
Antonio de Figueroa


Tercio de Lombardía a cargo de Diego de Arce, 3290 infantes

Maestre de campo y capitán de una compañía: Diego de Arce

Capitanes:
Conde de Novelara
don Alfonso Osorio
Beltrán de Godoy
Antonio Esquivel
Juan Navarro
don Mendo de Benavides
don Juan de Guevara
don Fernando de Acuña
Luis Quijada
Cristóbal Quevedo


Tercio de Nápoles, a cargo de Alonso Vivas, 3260

Maestre de campo y capitán de una compañía: Alonso Vivas
su alférez, Nofre de Rocafull [o Rocafulla], muerto durante la campaña, era un caballero valenciano

Capitanes:
don Fernando de Toledo
Luis Vélez
Gaspar de Madrones
Diego o Jaime Puzol
García Valcazar
Martín de Toro
Antonio de Varientos o Barrientos
Diego Vélez de Mendoza
don Juan de Urrias [puede que Urrea]
Gonzalo de Ulloa
Luis de Varientos.


Cuatro compañías de infantería que vinieron de Flandes con el conde de Buren en las que había 700 hombres, conducidas por Puente Hurtado de Mendoza.

De estas cuatro compañías se tomó muestra el 15 de julio de 1546 en Kraainem, según investigación en archivo realizada por el profesor Raymond Fagel. Había 756 soldados, de los que 75 no eran españoles y 646 aptos para el combate. Lo más probable, es que fueran reformadas o integradas en los tercios de Nápoles, Lombardía e Hungría.

Del tercio de Lombardía, Bernabé de Busto no dice que fueran bisoños, pero como habían "estado de guarnicion en el rreyno [de Nápoles] ociosos y quedos, avialos algo amolentado el vicio de la tierra, y no estaban para sufrir tanto trabajo". A pesar de no ser soldados que venían de guerra viva, como los del tercio de Hungría, "en lo que les pusieron siempre hicieron bien".




Bibliografía:

FUENTES PRIMARIAS:
Diálogos de la vida del soldado, Diego Núñez Alba. 1552
Comentarios de la Guerra de Alemania, Luis de Ávila y Zúñiga. 1548

EXTRACTOS:
Testigo de Mühlberg, José María García Fuentes, Chronica Nova 6, 1971.
La crónica completa de Bernabé de Busto, fue publicada en 1938 en un libro alemán titulado Geschichte des Schmalkaldischen Krieges.


Los títulos son de autores contemporáneos, testimonios de primera mano. Uno, el del soldado Núñez Alba, que como militar y persona ajena a la corte de Carlos V puede realizar unas aportaciones desde un punto de vista menos laudatorio y más técnico. El otro, Luis de Ávila y Zúñiga, gentilhombre de cámara de Carlos V, un cronista oficial que omitirá en su relación acerca de las guerras de la liga de Esmalcalda cierta información que el menos comprometido Núñez Alba no dudará en plasmar en su libro, como los asesinatos de soldados desertores italianos a manos de alemanes al servicio del Emperador, los desvalijamientos de españoles también a manos de alemanes, el abandono a su suerte de soldados sacomanos o forrajeros tras el traslado del campo, o el conato de batalla campal que entre españoles y alemanes hubo, sólo atajado por la propia intervención de Carlos y otros sucesos y vivencias que o bien no interesaban plasmar en una crónica oficial, o que simplemente, no interesaban, pues eran propias de la soldadesca y ajenas al entorno cortesano.
Ahora bien, la posición privilegiada de Luis de Ávila la cual le hace gozar de un acceso de primera mano a la persona del emperador, otorga a su testimonio un papel insustituible, en tanto un soldado como Núñez Alba poco podía saber acerca del proceso de toma de decisión de su ejército o de las negociaciones o conversas que se podían mantener con aliados o enemigos.

Respecto a las cifras de las tropas:
Luis de Ávila siempre da la infantería alemana en banderas y la caballería en números redondeados a la centena.
Por lo que interpreto, Núñez Alba recoge las cifras de banderas reportadas por Ávila y las traduce a infantes [contando más o menos 300 infantes por compañía alemana; lo que no parece un desacierto, ya que en este época se contaba con entre 300 y 400 soldados por compañía, pero puede que sí una sobreestimación] redondeando la cifra a múltiplos de 500. Ofrezco las cifras de ambos cronistas, mas en caso de discrepar seriamente, he optado por las de Ávila; es difícil que un soldado como Núñez Alba tuviera de primera mano esta información.

Respecto a los nombres propios: muchos son aliteraciones españolas del sonido alemán.


Disciplina en los tercios. Batalla por el fuerte del dique de Batemburg


Expugnación de Grave.

Durante el asedio de Grave, en 1586, intentaban los rebeldes tomar los diques que canalizaban el Maas o Mosa, para una vez puesto el pie en ellos, abrir cortadura para anegar el país, y transitar con embarcaciones para poder socorrer la villa con víveres y municiones.

El puesto que el ejército rebelde había ocupado era en el dique que llaman de Bátemburque, y en él se apoderaron de una exclusa y se fortificaron con grandísima presteza en ella.

Don Juan del Águila, acuerda con Carlos de Mansfelt, jefe del ejército que sitiaba la villa, de atacar el puesto de los rebeldes, defendido por 800 soldados, de los más viejos y pláticos del país, los más de ellos mosqueteros. Acompañando las compañías del tercio de Juan del Águila irán trescientos españoles del coronel Mondragón, a cargo del capitán Juan Chasco.

A media legua de Ravenstein se había construido un puente y estacada como el que se ejecutó para cortar la navegación del Escalda durante el asedio de Amberes, pero realizado en peores condiciones, por donde cruzaron las tropas españolas, no sin problemas:
con harto peligro porque aún no estaba acabado de hacer y todas las estacadas se meneaban , y era tanto el viento que hacia y la gran corriente del agua que se temió no se hundiese con los españoles que lo pasaban.

Era costumbre de la nación española, que la unidad que hubiera llevado la retaguardia el día anterior, le correspondiese la vanguardia el de hoy, y así, Juan Chasco defendió, aún siendo capitán y gobernando menor número de hombres, tal privilegio ante Juan del Águila, el cual, en virtud de su cargo como maestre de campo, defendía que fuera su tercio el que realizara el ataque acompañado de los 300 de Chasco.
El capitán Chasco le respondió que la llevase su persona si era servido, pero que había de ser con los trescientos soldados y no con su tercio, ó si no que, pues todos eran españoles, se mezclasen los unos con los otros y de aquella manera harían la orden y podrían pelear juntos

Dado que la discusión se había mantenido al tiempo que marchaban contra los rebeldes, llegaron a estos sin tener resolución de quien había de iniciar el ataque, ordenando Juan del Águila a su capitán Gonzalo Girón, que cerrase con los rebeldes con la arcabucería de vanguardia. Dado que nadie quería quedarse a la retaguardia:
temerosos los soldados del tercio de D. Juan del Águila que los trescientos del de Mondragon no les ocupasen la vanguardia se apresuraron á caminar cuanto pudieron
Llegando a los rebeldes sin ningún orden para el combate, sin haber formado escuadrón las picas - que es la muralla inexpugnable de un ejército - y sin tan siquiera respetar el orden en el marchar:
y la manga de los mosqueteros, sin orden, le fue siguiendo, y tras ella el escuadrón de
las picas á la deshilada juntamente con las banderas; con este desorden

Aún con este desorden, hacen perder los puestos a los rebeldes, que huyendo a espaldas vueltas, son perseguidos por los españoles por el dique de Batenburg-Batenborch-Batenburque, camino del castillo de donde toma nombre el dique.
Cómo no se había formado escuadrón, siguen el alcance todos los españoles, oficiales y sondados, con las banderas de las compañías en las manos, gran yerro que se hace:
pues jamás se ha visto banderas, sin orden, ir siguiendo el alcance de enemigos rotos, pues es costumbre en buena disciplina y orden militar quedarse en el escuadrón de las picas.
Fueron degollando y matando a muchos rebeldes por el dique, durante más de media legua, hasta que:
llegaron á una plaza de armas donde el dique hacia un recodo que cubría la vista de poder ver lo que había detrás del , y en aquel sitio estaba un gran escuadrón formado del ejército rebelde con todas sus banderas, y en tan buen orden como se podía desear.
Allí recogieron y abrigaron los rebeldes a sus compañeros que huían de la rota, y llegando los españoles desordenados, destacaron de su escuadrón formaciones ordenadas y comenzaron a atacarlos, no dándoles oportunidad alguna a organizarse, por lo que tuvieron los españoles que huir ahora ellos a espaldas vueltas.

La Armada de los rebeldes, compuesta por varias charrúas artilladas, que patrullaba el Mosa, viendo el combate, se anima desde el río a disparar su artillería contra los españoles, e incluso, alguno de ellos, a desembarcar para cerrar el paso a los que perseguían en tierra, viéndose atrapados y arrojándose algunos de ellos al agua por escapar
y cogieron las banderas en medio dellos y de los que las seguían.

Gran deshonor, pues tomando el símbolo por el todo, se asumía que la perdida de la bandera era tal como la pérdida de la compañía entera, perdiendo ésta su reputación al perder su estandarte, no habiendo sido capaces de defender este símbolo de la autoridad real.

Como el puente no estaba en muy buenas condiciones, como apuntamos atrás, y había habido tanta prisa en atacar, habían quedado cruzando el río, mientras Juan del Águila atacaba, las diez compañías del tercio de Agustín Iñiguez, que junto a algunas de las de Bobadilla, formaron escuadrón al cruce del puente, donde pudieron refugiarse los españoles que huían, que rechazaron a los rebeldes que les perseguían, guarnecidos de cerca por su propio escuadrón, donde a su vez hallaron refugio, retirándose ambas partes.

El autor, Alonso Vázquez, entonces soldado de la compañía de Hortigosa, en el tercio de Juan del Águila, y partícipe de la batalla, nos refiere el desorden en que se atacó, así como la imprudencia de seguir el alcance con las banderas en la mano, faltas que atribuye a la oficialidad. Asimismo, critica que no se ha de realizar el alcance sin caballería:
y lo mucho que conviene no hacer ninguna facción sin caballería , ni sin tener primero bien ordenados y en fuertes escuadrones á los soldados , pues averiguadamente son las fuerzas defensivas de un ejércitoDonde hallan refugio las fuerzas ofensivas, las mangas de arcabucería y mosquetería, que son las que llevan el peso de la batalla, en el caso de que hayan de retirarse, o si han de ser reforzadas con fuerzas de reserva.

No se critica en cambio, lo que yo entiendo indisciplina del capitán Chasco, que no acatando las órdenes de Juan del Águila, provoca que el ataque se realice desordenadamente por no perder el privilegio de llevar la delantera en el ataque. Al contrario, parece que se le disculpe:quiso el capitán Juan Chasco, con los trescientos soldados españoles que tenia á su cargo, llevar la vanguardia y pelear primero con los enemigos que el tercio de D. Juan del Águila ,. pareciéndole que por haber marchado el día antes de retaguardia le tocaba aquel puesto; y pienso que no iba muy fuera de razón.

La Batalla de Jemmingen (21 jul 1568)

Al tener referencia que la actuación [desordenada o cobarde, según quien juzgase; en todo caso indisciplinada] durante la batalla de Heiligerlee del Tercio de Cerdeña, originó la inquina del duque de Alba, que acabó aprovechando un posterior alboroto generado por esta unidad para proceder a su disolución o reforma ese mismo año, una de las pocas reformaciones con carácter eminentemente disciplinario de la que tengo conocimiento, me dispuse a buscar información sobre la misma.

Hallé, no obstante, más información de la posterior batalla de Jemmingen [1]: la relación hecha por el duque de Alba en carta a S.M, una anónima [puede ser que redactada sobre la información suministrada por Andrés de Salazar enviado por Alba a la corte para – entre otras cosas – dar noticia de la misma] y la más elaborada contenida dentro de los “Comentarios…” de Bernardino de Mendoza. [2]

Al final no pude dejar de recuperar los acontecimientos que la precedieron.


Antecedentes

Las tropas de Alba hacía poco menos de un año que habían entrado en los Países Bajos, después de que la gobernadora Margarita de Parma, ante el estado de revuelta que juzgó generalizado en el verano de 1566 [la Furia Iconoclasta] solicitará a su hermano el rey el envío de tropas leales para combatir a los rebeldes calvinistas.
Entre acuerdos, cambios de ideas y preparativos, no estuvieron las tropas de la caballería y la infantería de los cuatro Tercios de Italia [Lombardía, Nápoles, Sicilia y Cerdeña] dispuestas para partir desde Milán hasta el 20 de junio de 1567.
El duque de Alba, que traía amplías prerrogativas concedidas por el rey, pronto sustituyó el moderado gobierno de la gobernadora por el suyo propio, y a pesar de que se reconocía que la situación era más calmada que la existente el año precedente, se inició un régimen de mano dura para imponer la autoridad real de modo efectivo, iniciándose entonces un conflicto que había de durar 80 años.



La campaña en Frisia

La marcha del ejército a Groninga la he descrito en otro artículo

La batalla de Heiligerlee

Conocedor el duque de Alba de la ocupación del castillo de Wedde [propiedad patrimonial del conde] y del campeo que en tierras Frisonas hacían 6.000 infantes a cargo de Ludovico [o Luis en su forma moderna] de Nassau, hermano del príncipe de Orange, es enviado Johann de Ligne, conde de Arembergh, al mando de 5 banderas de alemanes bajos de su regimiento, auxiliado por las 10 compañías del Tercio de Cerdeña a cargo de Gonzalo de Bracamonte, que embarcados en Ámsterdam con 6 piezas de artillería se unieron con el conde a su llegada a Frisia.
El Conde de Mega o Megen, acompañado por el castellano Andrés de Salazar, con 4 compañías de su coronelía, y las 3 de caballos ligeros [lanzas o celadas, españolas, italianas o albanesas] alojadas en Bolduque, partieron tras de él, habiéndose de reunir en tierras de Groninga.

El 22 de mayo la arcabucería del Tercio de Cerdaña traba escaramuza con los rebeldes, haciendo que estos se retirasen a Dam [Appingedam] donde tenían su alojamiento. Las murallas de la villa que habían sido demolidas en 1536 por orden de Carlos V no hacían de este lugar el idóneo para el planteamiento de defensa alguna, por la cual cosa, los rebeldes abandonaron Dam caminando hacia el este, encontrando alojamiento fuerte en la abadía de Heyligerlle [monasterio de monjas agustinas] lugar elevado sobre la campiña circundante.

El 23 de mayo las tropas de Arembergh y Bracamonte, caminan aprisa tras los enemigos, recibiendo aviso durante la mañana que el conde de Mega ha de llegar esa misma noche, no obstante, no aguardan la llegada de los rebeldes y siguen en su acoso a los rebeldes.
Al llegar por el camino que conducía a la abadía, ven dispuestos a los enemigos en dos escuadrones, uno de unos 1600 infantes, y el otro de unos 900, guarnicionados ambos con mangas de arcabuceros, a un lado la caballería, y al otro, sobre una pequeña loma contigua a un bosque, una manga de arcabuceros mayor.
Los arcabuceros españoles que iban en vanguardia por el camino, llegaron al puesto que ocupaba esta manga de arcabuceros, y con las seis piezas de campaña que llevaban, comenzaron a batirles, haciendo desalojarles el puesto, retirándose hacia sus escuadrones.
Sin aguardar los arcabuceros españoles que se formase su escuadrón a las espaldas [formación que es la fuerza de un ejército, desde donde se alimenta el combate que se hace con la arcabucería, y donde se pueden recoger los soldados si son rotos por el enemigo] comienzan a perseguir a los arcabuceros del enemigo, y asimismo doscientos coseletes [piqueros con armadura] que salieron a la deshilada [sin mantener ninguna formación]. Estos hombres serían rotos por las mangas de arcabuceros y los propios escuadrones del enemigo, que manteniendo su formación, detrás de un terreno privilegiado.
Bernardino de Mendoza atribuye al terreno lleno de fosos y lodazales por la acción extractora de la turba la mala actuación de los soldados; pero este mal terreno no impidió a los rebeldes matar a los que les atacaban, así que puede entenderse que fue el ataque desordenado y no el terreno, el que hizo perder la batalla a las tropas españolas.
El conde Arembergh había trabado batalla a su vez con la poca caballería que llevaba, alguna tropilla formada por caballeros particulares, contra la caballería del enemigo gobernada por Adolfo de Nassau. Ambos murieron en el choque, atribuyéndose al conde la muerte del tercer hermano de los Orange.
Vista la rota de la vanguardia española por las banderas del regimiento de alemanes de Arembergh, cinco [que salvaron el pellejo] se rindieron rápidamente, negociando no servir al rey de España por seis meses.


Representación de la batalla de Heiligerlee. El ejército del rey a la derecha. Rebeldes al opósito.

Los españoles, que no habían formado escuadrón, viendo la huida de la vanguardia y el resto de los alemanes que huían, comenzaron a huir seguidos por los rebeldes, teniendo la suerte de encontrarse las tres compañías de caballos que venían con el conde Mega a cargo del castellano Andrés de Salazar, y oyendo las cornetas de la caballería, temerosos de la llegada de un refuerzo, se retiraron los rebeldes a su puesto en la batalla, salvándose entonces los que escapaban.
El resto de la rota de Heiligerllee, fue recogida por el regimiento del conde de Mega, que caminaba tras Salazar. Tras pasar la noche en Zuidbroek, se retiraron tras lar murallas de Groninga, guardada por cuatro banderas de alemanes del coronel Schamburg.
Murieron unos 450 españoles en la batalla, entre ellos, los 200 coseletes que se adelantaron tan temerariamente, perdiéndose las seis piezas de artillería. Entraron en Groninga algo más de 1000 españoles, cuando la muestra del Tercio de Cerdeña hecha en julio de 1567 era de 1728 hombres. El duque de Alba, calificó como vergonzosa y cobarde la retirada del Tercio de Cerdeña, y dos meses después, se curaría de tal humillación disolviendo la unidad, excusando la reformación en unas alteraciones que estos provocaron a su regreso de Jemmingen.


El socorro de Groninga

Encerrados en Groninga las tropas referidas desde el 24 de mayo, el duque de Alba resolvió enviarles un refuerzo, compuesto por las 6 banderas restantes del regimiento del conde de Mega y 4 banderas más del coronel Schamburg.
Chapin Vitelli, con cargo de Maestre de Campo General, fue enviado con 1500 caballos herreruelos recién levantados por el duque Erico de Brunswick [con plaza de armas en Deventer o Ool de Seden, según fuentes dispares] las 10 banderas del regimiento de valones recién levantados de Monsieur de Hierges, y las 5 de valones de Gaspar de Robles, señor de Billy. Estas 15 banderas o compañías de valones, suponían un refuerzo de 3.000 hombres a los enviados por delante, y a los acantonados en Groninga.
Estas tropas llegadas a Groninga, animan al bando real, pero apenas si se traban algunas escaramuzas, continuando el sitio de la villa por los rebeldes, sin que estos llegaran a disponer su artillería en ningún momento contra las murallas de la villa.

Enfadado con las noticias que le llegan, resuelve Alba partir él en persona al mando del ejército.


La marcha del ejército real desde Flandes y Brabante a Groninga

Se ordenó que las tropas españolas partieran de sus acuertelamientos hasta la villa de Bolduque, donde debía reunirse todo el Ejército de campaña que había de acudir a Groninga.
Alonso de Ulloa, partió desde Gante con 15 banderas del Tercio de Nápoles, dejando 2 en el castillo. Julián Romero, partió a cargo de las 10 banderas del Tercio de Sicilia desde Bruselas. Sancho de Londoño, condujo desde Maastricht [o Veneloy, según carta de Alba], las 10 del Tercio a su cargo: el de Lombardía.

Dio comisión el duque a Monsieur de Noirquermes, para que levantara 1000 caballos borgoñones, y a Monsieur de Blondeau y al Conde de Reulx, lo propio, reuniendo cada uno un regimiento de 10 banderas de infantería valona. Estas tropas se levantaron para la ocasión, pero aunque no pudieron ser aprovechadas ahora, lo serían para próximas campañas.

Dándose orden a las 10 banderas de alemanes del conde de Ebrestain [6 alojadas en Valenciennes y 4 en Maastricht] de que partieran de sus alojamientos hacia Nimega, se amotinaron, pues querían recibir las pagas atrasadas antes de partir. Se les pagó, mas como era el coronel pariente de los Nassau, ponía excusas para partir su persona, y finalmente fue enviado su teniente de coronel, con solo 7 compañías de su regimiento.

Además de los caballos borgoñones antes nombrados, fueron movilizadas varias compañías de lanzas italianas y albanesas a cargo de los capitanes Juan Bautista del Monte, Aurelio Palermo y Jorge Machuca, y una de españolas a cargo de Lope de Acuña, que había sido teniente de la compañía del Prior. Viajaban asimismo las compañías de la guardia ordinaria del duque, y la de arcabuceros a caballo del capitán Montero.

Encargó el duque a Monsieur de Greisonne, que sacara de Malinas varias piezas de artillería: refiere 8 piezas de batir y 8 de campaña, que no fueron preparadas a tiempo.
No obstante, se llevaron 4 de batir y 6 medias culebrinas de campaña, que partieron al tiempo que el Ejército, pero que debido a las dificultadas de transporte, y a la velocidad con que viajó en esta ocasión la infantería, no llegaron al tiempo que ésta.

Como demostración última de que el Ejército caminó hasta Bolduque cada cual por su camino, se puede ver como tras recibir Londoño orden de tomar Berchen o Bergen [villa de Limburgo] tuvo que reunir a su tercio que había partido de Maastricht, que estaba repartido entre Venlo y Grave, y tomando 5 piezas de artillería de Arnhem, fue a sitiar Bergen, huyendo su guarnición a Emmerich sin aguardar batalla.

Había sido enviado el Prior de Castilla [Hernando de Toledo, primogénito bastardo del duque de Alba] general de la caballería, junto con Francisco de Ibarra a Deventer, donde debían aprovisionarse [municiones y vituallas] para llevar al campo de Groninga.

Una vez reunida la infantería en Bolduque, se dio orden que caminasen a Deventer por diferentes partes. Puesto que era necesario cruzar la Mosa, el Rin, el Ijssel y el Waal, se hizo recaudo de barcas en los caminos que hacía cada unidad, para que fuera cruzada sin problema, y no retrasar la marcha.

El 10 de julio se reúnen en Deventer, donde está también Hans Bernard, con 400 herreruelos levantados con plaza de muestras en la misma villa.

El 11 de julio parten de Deventer, llegando a Omme. El 13 llegan a Coevorden y el 14 a Rolde o Roden, a 2 leguas [12 kms] de Groninga. Casi 200 kilómetros cubiertos a pie [y barcas] en apenas cinco días, desde Bolduque hasta Rolde.

Se tiene noticia estando en esta villa de Rolde de un socorro esperado por los rebeldes, a cargo del conde de Hoochstrate: 600-800 herreruelos y 1000-1500 arcabuceros franceses, valones y loreneses, que al final quedarían en 500 caballos y 600-800 infantes.

Chapin Vitelli, que se había adelantado, recogió los caballos de Brunswick, y regresó a Groninga con instrucciones para el conde de Mega del duque de Alba de sacar todas las tropas que pudiera de Groninga, pues pensaba llegando al campo del enemigo plantarles batalla.

El 14 de julio se parte de Rolde, llevando 400 mosqueteros a cargo de los capitanes Montesdoca, Diego de Bracamonte y Lorenzo Perea, [150 según versiones] en [20] carros para que llegaran descansados ese día a la batalla, llegándose a las 10 de la mañana.

Salen de Groninga las 7 banderas de Ebrestain, las 4 de Mega, los regimientos de Hierges y Robles, y el Tercio de Cerdeña, dejando la villa a cargo de Schamburg con sus 4 compañías.
Puesto que la artillería que había provisto el Duque todavía estaba por llegar, las cinco piezas que sacaron de la villa fueron las únicas presentes aquel día.


La batalla de Groninga

Los rebeldes, que tenían dispuestas sus fuerzas en dos alojamientos, sacaron las tres banderas que estaban en una abadía a una milla de Groninga, y la juntaron en el alojamiento atrincherado que tenían delante de Groninga, a la otra banda del río.

Los rebeldes estaban formados en 2 grandes escuadrones de infantería y uno de caballería, con su arcabucería destacada en la trinchera que les guardaba, estando el río entre la trinchera y su plaza de armas.

Curioseando, hallé este plano "Designo del alojamiento que tiene el campo de su Magestad y el de los enemigos en Frisia a VI de julio 1568". Amén que sea interesante porque el plano da indicaciones sobre la campaña, también es un documento histórico de como los capitanes - en este caso el duque de Alba-  tomaban sus decisiones. Se trata de un croquis muy detallado de la situación de los alojamientos de los enemigos - marcados como "ogunoti" [hugonotes] - respecto la de los propios y los caminos, puentes, villas pobladas, fuertes, iglesias, molinos, diques o fosos y trincheras que se encontraban. El plano está hecho por un italiano, y hay anotaciones en lengua española.

En la parte de abajo se puede leer: "en los burgos de esta villa está alojada la caballería del duque Erico y los valones de Verge y Robles y las 7 vanderas de Ebrestain / dentro en la ti[err]a estan los españoles y las vanderas de Chamburg son 4 y otras 4 de Meghen". El duque Erico, es Erico de Brunswick, a cargo de 1500 herreruelo. Verge ha de ser Arembergh y Meghen el aliterado conde de Mega

Luego tenemos otra anotación: "de Gruminghe al alojami[ento] de los enemigos hay mas de una milla italiana".

La resolución de la digitalización no es tal que permita leer otra anotación, pero creo que indica simplemente "Archivo General de Simancas".


A la derecha del escuadrón de los rebeldes, a la otra parte del río, donde estaba Alba con sus tropas, había una casa, llamada la casa roja, con un puesto de guardia de los rebeldes, que guardaba el paso a un extremo de la trinchera, el cual carecía de foso, tras la cual se encontraba el puente de la derecha [el de la izquierda estaba igualmente guardado por tropas alojadas en casas atroneradas] por el cual se podía cruzar el río hasta el campo del enemigo.
Tras escuadronar las tropas enfrente de los rebeldes, el río y la trinchera en medio, ordenó Alba a Gaspar de Robles que tomara la casa roja. Con 200 arcabuceros de su regimiento de valones, y los capitanes Cermigny y Gauteau, se lanzó Robles a ese menester.
Por su parte, considerando la manera de arrimarse al enemigo, comenzó Alba a desbrozar y preparar una explanada de terreno a donde mover su escuadrón. Puesto que de los 1000 gastadores [zapadores] con que había de contar, sólo habían llegado 100, el trabajo fue lento, más si cabe, porque la artillería de los rebeldes, entre el río y la trinchera, disparaba contra ellos, escoltados por unas compañías de caballería prevenidas contra alguna salida de las trincheras de los rebeldes. El trabajo en esta zona se excusaba en que serviría para una vez tomada la trinchera, hacer avanzar el ejército por aquí para adecuar una playa desde la que cruzar el río en barcas que se habían traído a ese efecto.
Escuadronando el ejército, una tropilla del enemigo salió a escaramuzar atacando al propio Alba, que fue defendido por 80 arcabuceros valones a cargo de Juan de Spuche, retirándose los atacantes a sus puestos.
Los arcabuceros de Robles consiguen desalojar la guardia de la casa roja, y para afirmarlos en su recién tomada posición, recibe 200 arcabuceros a cargo de Francisco de Belmonte, capitán del Tercio de Cerdeña.


Groninga y Dam en rojo. Heiliegerlee, sobre Winschoten [en rojo] sobre una curva boscosa

Hecho esto, se ordenó a Diego de Enríquez e Iñigo de Medinilla, que con sus dos compañías de arcabuceros, más 150 mosqueteros [de los que habían venido en los carros] a cargo de Montesdoca y Diego de Bracamonte, cubiertos por 400 arcabuceros a cargo del maestre de campo Gonzalo de Bracamonte, caminando detrás para recogerlos en caso de que fueran rotos, que se dirigiera a tomar el puente de la izquierda de la plaza del enemigo.
Al tiempo, las compañías de lanzas de Sancho de Ávila y Basta, y la de arcabuceros a caballo de Montero, fueron enviadas con doble intención: la una, que cubriera a los enviados contra el puente, y la otra, que hicieran creer al enemigo que tenían reconocido un paso por el cual vadear el río.
Para llegar a este puente, tenían los rebeldes un bastión en el camino guarnicionado con algunas tropas. A pesar de que el camino era un dique con pantanos a los lados, por el que sólo podían caminar siete hombres de ancho, el cuerpo de guardia del puente se retiró a la otra parte del río, presionado por la arcabucería y mosquetería española.
No obstante, habían previsto los rebeldes llenar de fajina [haces de leña fina seca] el puente, al que prendieron fuego. Siguiéndolos Diego Enríquez y Alonso de Vargas [capitán sin comisión] cruzan el puente comenzando este a arder, “quemándose las barbas y los vestidos”. Los que no pudieron cruzar el puente, lo hicieron por un vado que hallaron, en el cual les llegaba el agua los pechos. Una vez cruzado, comenzaron a cargar contra la caballería que habían dejado de retaguardia, haciéndola huir.

Desde la casa roja, Robles lanzó a su vez ataque contra la trinchera sin foso que guardaba el puente, ganándola, y haciendo que los que la guardaban se retirasen y quemasen el puente a su vez, alimentado el fuego por la fajina que también aquí se había previsto. La caballería albanesa que les seguía cruzó a nado el río, lanza en ristre para dar sobre los que huían.

Viendo los escuadrones de los rebeldes que comenzaban los de Alba a cruzar el río, se retiran, iniciándose el alcance [la persecución que tenía lugar en las batallas que acababan con la retirada sin orden del enemigo] por parte de 2.000 arcabuceros a cargo de Chapin Vitelli, así como la caballería que consiguió cruzar, volviendo a Groninga los perseguidores a las 10 de la noche. La valoración de las muertes del enemigo varían entre las 300 que da Mendoza, y los 900 infantes y 500 herreruelos que da Gaspar de Robles, en un recordatorio al rey de las mercedes prometidas y aún no otorgadas.
Lo cierto es que los rebeldes consiguieron escapara con bastante bien pie de esta batalla, en comparación con otras, y no teniendo quien les recogiera, pero el estar a la otra banda del río, fue lo que les salvó de las tropas del duque de Alba.

Aquella noche, se alojó el Ejército entre la villa y el campo. Se ordenó que durante el 15 se reparasen los puentes, y el Duque acudió a Groninga para poner las guardias de la villa. Ordena asimismo, que se habiliten puentes de barcas para que al amanecer del día siguiente se cruce el río partiendo en busca de los que hasta hoy tantos problemas le han dado.


Hacia la batalla de Jemmingen

Buscando al enemigo

Cuando parte Alba el día 16 rumbo al este, manda que se adelante Chapin Vitelli con 2.000 arcabuceros para que fueran preparando los alojamientos donde habrían de hacer noche.
Lo seguía con todo el ejército, quedando en Groninga la guarnición de Schamburg, y los 1500 caballos herreruelos de Brunswick, que se consideraban de poco servicio por no poder campear en tierras llenas de lagunas, lodazales, canales y fosos, con caminos [diques] por lo que sólo pasaban 7 o nueve infantes por hilera de ancho. Pero no dejó atrás los 500 caballos españoles, italianos y albaneses, y los 400 herreruelos de Hans Bernard, imprescindibles para adelantarse y reconocer el camino, como veremos.

De vanguardia caminan los españoles, seguidos de los valones, los alemanes del conde de Mega, detrás el resto de los alemanes con la artillería, y a la retaguardia, toda la caballería que queda dicha.

Adelantándose el duque de Alba con dos compañías de caballos [una de ellas la de arcabuceros de César de Ávalos] tiene aviso de que se retirar dos compañías de infantería rebelde de Dam, que se encuentran desalojando todos los puestos tomados en Frisia. Asimismo, marchaban las 2 que tenían en Delfzijl y la del castillo de Wedde.
Teniendo noticia de que caminaban a Zuidbroek en persecución del enemigo roto en Groninga, mandó a César de Ávalos para que recogiendo 500 arcabuceros de la avanzadilla de Chapin Vitelli, y con su compañía, tomara un paso del camino de Dam a Zuidbroek, para romper a los de la guarnición que huían, mas quedaron en la espera, pues los de Dam, temiendo quizás el camino estaría tomado, tomaron otro alternativo, más largo, pero a la postre más seguro.

Se alojó el ejército en Slochteren, donde se avituallaron, y desde donde estuvieron enviando caballos a averiguar el camino que habían tomado los enemigos, pero sin noticia de éstos, pues amén de que les llevaban casi dos días de ventaja [la noche del 14, y el 15 enteros] los pobladores de la tierra “eran unos grandísimos herejes” y no colaboraban dando información fiable a los caballos que se enviaban a “tomar lengua”.
No obstante, el 18 consiguió el capitán Montero averiguar la derrota de los rebeldes, teniendo noticia segura de que estaban alojados en Reyden [Rhede (Ems)] villa cerrada del arzobispo de Munster, en Alemania, lugar magnífico para la defensa, pues a la parte del río Ems había un puente ancho que podía ser cruzado rápidamente y que podía ser quemado una vez pasado, dejando atrás al Duque, que sin barcas suficientes para hacer puente, no podría seguirlo, perdiéndose en tierras de Westphalia.

El día 19 de julio, parten pues para Reyden, pasando por Heilegerlee y Wedde, donde tienen noticia de que los rebeldes no han entrado en Reyden. Sabiéndolo, se parte el día 20 hacia aquí, por temor a que los rebeldes anden intentando llegar al puente, y aún no lo hayan hecho, llegando a la villa a mediodía. Aquí ejecutan un rebellín para guardar el puente, dejando una compañía de alemanes a custodiarlo.

Estando aquí, se tiene noticia de que el enemigo está a dos leguas al norte, siguiendo la ribera del Ems, y se envía a Chapin Vitelli con 50 celadas [lanzas a caballo] para que se acerque a reconocer el sitio de los rebeldes y saber si tienen barcas para cruzar el río. Regresando Vitelli aquella noche, explica que el enemigo está en los contornos de Jemmingen, lugar abierto [villa sin amurallar] del condado de Emden, aunque sin tener claro el lugar exacto del alojamiento.

El día 21 se parte a Jemmingen, para dar sobre los rebeldes antes de que escapen y se pierdan.


Caminando hacia el enemigo

Habiendo caminado desde Reyden por el dique y camino en la margen izquierda del Ems, legua y media larga, dejó el duque a su hijo el Prior con la mayor parte de la caballería guardando un puente.
Ordenó adelantarse a Sancho de Ávila con 30 arcabuceros a caballo para que tomara lengua del enemigo, y el propio duque, con monsieur de Noirquermes, Chapin Vitelli y tres caballeros, partió por otro camino para lo propio.
Viendo el Duque que había un lugar que convenía ser guardado, ordenó que uno de los caballos que le acompañaba fuera a avisar al Prior, para que ordenando a César de Ávalos que con su compañía, tomase 200 arcabuceros del Tercio de Lombardía [que fueron a cargo de Diego de Caravajal] para quedarse de guardia en una bifurcación del camino por el que iba.

Por su lado, Sancho de Ávila había llegado a una aldea donde prendió a un herreruelo del enemigo, el cual envió al duque, pidiéndole asimismo que le entregara 500 arcabuceros, pues los infantes de la aldea estaban abriendo las exclusas y puertes de los diques, para que entrase por ellos la creciente de la marea, y de esa manera impedir el paso a sus perseguidores [con la marea que elevaba el nivel del Mar del Norte dos veces al día, subía el nivel del río Ems, al cual iban a parar estos canales cerrados con exclusas, las cuales abiertas o rotas, permitían la entrada del río en la tierra]

Groninga Dominium, con Iemmigum en el Reiderlandt.

Con la llegada del herreruelo prendido, se forma consejo.

Hay disparidad de opiniones. El herreruelo informa de que ha dormido la noche anterior en la aldea donde ha sido capturado, y que el día lo pasó en el campo principal, habiendo salido de Jemmingen la tarde anterior, y de que no había intenciones de mover el campo.
Otros, decían que el enemigo había cruzado el río, y estaba ya a salvo a la otra parte del río. Otros que se había embarcado para marchar a Emden, o que se estaba embarcando para esto o para cruzar el Ems, y que convenía enviar arcabucería a impedírselo.
El duque resolvió que lo de las barcas no podía ser, pues contando el enemigo con 12.000 hombres, no habría barcas para cruzarlos a todos, tardando más de dos horas en ir y volver, por la anchura y fuerza del río, que impedía cruzarlo perpendicularmente, y que con pocas barcas, estarían ya peleando entre sí para tomar los primeros puestos y embarcarse.
Y las barcas que habían visto algunos, eran las de los villanos de la tierra, que temerosos del saqueo que llevaban aparejado los ejércitos, intentaban salvar hacienda y vida cruzando el río, pero en aquel momento no se supo.
Se decidió de marchar sobre Jemmingen con precaución y guardando los pasos.


Marchando sobre el enemigo

Al frente marchó Sancho de Ávila, Alonso de Vargas y el castellano Andrés de Salazar, con la compañía de arcabuceros a caballo del capitán Montero, acompañados por 30 caballeros particulares.
Tras ellos iban 500 arcabuceros de los capitanes Marcos de Toledo, Diego Enríquez y Hernando de Añasco, adelantándose a caballo estos capitanes con Sancho de Ávila por reconocer el enemigo antes de llevar sus tropas.
Otros 500 arcabuceros a cargo del maestre de campo Julián Romero [según fuentes, los 500 adelantados que marchaban tras Sancho de Ávila formaban parte de los 1.000 que llevaba a cargo Romero] y 500 más a cargo de Sancho de Londoño, con 300 mosqueteros más.
Estas tropas [los 1500 arcabuceros y los 300 mosqueteros] habían sido sacados de varios tercios por Francisco de Valdés, sargento mayor del Tercio de Lombardía.

El refugio seleccionado por los rebeldes, la “península” de Reiderland, entre el Ems y el Dollart.”Jemmingum” en el centro del octavo superior derecho, ribera del río Ems.

Iban seguidos por las compañías de caballos de César de Ávalos y el conde Curcio.
Tras esta caballería marchaban los maestres de campo Alonso de Ulloa y Gonzalo de Bracamonte con los escuadrones, manteniendo el orden con que partieran de Reyden, pero apretados por las estrechuras de los caminos o diques por los que caminaban, quedándose a distancia de la vanguardia para recogerlos en caso de que fueran rotos por el enemigo.

Llegando Sancho de Ávila con los suyos a un puente sobre un canal que desaguaba o recogía [según la marea] agua del Ems, encontró unos caballos y arcabucería del enemigo, que abrían las dos o tres exclusas del canal, antes de desalor sus puestos de guardia para recogerse en Jemmingen, y de aquella manera inundar la campiña y estorbar el paso de los perseguidores.
Cargando Sancho de Ávila sobre ellos, los hizo retirarse y pudieron cerrar a tiempo las exclusas, aunque en la campiña llegaba el agua ya a la altura de las rodillas.


La batalla de Jemmingen

Continuó Sancho de Ávila avanzando sobre el camino, cruzando los puentes sobre los distintos canales, hasta que a las diez de la mañana llegó al último puente antes de Jemmingen. De allí enviaron los enemigos, apercibidos por los cuerpos de guardia en retirada, un grueso de arcabuceros [Mendoza da la enorme cifra de 4.000] para rehacer lo deshecho por Dávila: volver a tomar las exclusas para abrirlas.
Dispuestos a defender el paso, se desmontan los arcabuceros a caballo y todos los caballeros particulares que iban con Dávila, manteniéndolo por media hora, gracias precisamente, a la estrechez de paso, que impedía que muchos atacantes se aproximaran a él. En este tiempo, llegó la arcabucería que iba de vanguardia, haciendo recular a los rebeldes hasta su campo.

Llegados a este sitio, recordaron Romero y Londoño que habían dejado atrás a los capitanes Rodrigo Zapata y Diego de Caravajal, que con 200 arcabuceros guardaban sendos pasos en el camino que habían dejado atrás, por los cuales se temía que podían dar en sus espaldas los de la guarnición de un castillo del conde de Emden que estaba en la otra ribera, desde el cual, por la mañana, habían demostrado su posición, disparando tres esmerilazos a Sancho de Ávila cuando fue a tomar lengua y capturó al herreruelo del puesto de la aldea.
Así pues, enviaron un refuerzo por si los 200 no fueran suficientes.

El Duque de Alba por su parte, ocupaba otro camino que iba a parar al que la arcabucería española caminaba, con alguna parte de la caballería que traía el Prior, guardando este paso. Los españoles continuaron avanzando, y reconociendo el sitio Londoño y Romero, mandaron a pedir picas al duque, pero este rechazó la petición, respondiéndoles de que bastaban ellos solos para romper al enemigo. No contentos con la respuesta, las volvieron a pedir, demandando asimismo caballería que les guardara las espaldas.

Los rebeldes [unos 12.000] estaban formados en dos escuadrones de infantería tras una trinchera, con la caballería en dos escuadrones a la derecha, el río a su izquierda, y Jemmingen a las espaldas, haciendo frente al camino o dique de la ribera izquierda del Ems por el que avanzaban los españoles.


Guardaban la entrada del camino a la plaza fuerte de los rebeldes, cinco piezas de artillería, flanqueadas por dos rebellines con su cuerpo de guardia.
A medida que se aproximaban los españoles, iban dejando arcabucería tras de sí, por cubrirse la retirada, sin saber que el duque hacía lo propio. Así, al tiempo que Londoño y Romero dejaban dos casas [casares o aldeas] guardadas con arcabuceros y mosqueteros a cargo de los capitanes Iñigo de Medinila a Pedro González Mendoza, y un cruce de un camino perpendicular al dique por el que iban a cargo de Juan de Salazar con 100 arcabuceros, el duque enviaba a Félix de Guzmán con 300 arcabuceros y a César de Ávalos con dos compañías de caballos a la aldea donde habían capturado al herreruelo con la misma idea, pero sin comunicárselo a los de la vanguardia.

Con esta subdivisión de las tropas, las barcas que enviaron río arriba los rebeldes para reconocer los españoles que por el camino que iba por la orilla del río venían hacia ellos, consideraron que era arcabucería suelta que se podía romper fácilmente, y decidió entonces Ludovico de Nassau de sacar los dos escuadrones de infantería a cargar contra ellos, caminando por la campiña rasa para tomar el dique, a los que cargaron la mosquetería y arcabucería que en el camino estaba, siendo rechazados y volviendo a su puesto fuerte.
A Lope de Figueroa, que le correspondía la vanguardia con sus mosqueteros, viendo la retirada de los escuadrones del enemigo, se lanzó, acompañado de los 30 caballeros particulares, sobre los reductos que guardaban la artillería, ganando los dos rebellines y las piezas.

Estando nublado, se preocupó el duque que quedara la arcabucería inutilizada [por mojarse con la lluvia mecha y pólvora] y envió al Prior fuera a dar orden a los escuadrones que comenzaran a avanzar.

Sin esperarlos, los escuadrones de los rebeldes, cargados por la arcabucería de vanguardia, entre la una y media y las dos de la tarde, comenzaron a ver su fin, y sin ofrecer más resistencia, tomaron cada cual su camino para escapar. Muchos intentaban montarse en las pocas barcas que habían, quedando atrapados entre el embarcadero y los españoles que los iban degollando. Los que conseguían montar en las barcas, las sobrecargaban tanto que las volcaban y hundían [el Ems tiene una anchura en su cauce normal de más de 500 metros. Inundado entre diques, es superior a un kilómetro] ahogándose los que en ellas iban.

En Groninga tuvieron noticia rápida de la rota de los rebeldes, pues los sombreros que bajaban por el río abajo y que fueron vistos por los pescadores que faneaban en el estuario del Ems, reconociendo la hechura alemana de los sombreros, dedujeron la victoria española.
Final de la batalla. Los españoles entrando a saco en Jemmingen. Los rebeldes, huyendo
Formando el terreno donde habían elegido refugiarse los rebeldes una península, Reiderland, con el Dollart al oeste y el río Ems al este, y el terreno poco adecuado para el tránsito, fue según quienes participaron, uno de los alcances mejor dados tras una victoria: había poco sitio por donde escapar.

Algunos herreruelos consiguieron cruzar a nado hasta una isleta que había en el río, donde cruzando al otro día las tropas del rey, los atraparon y degollaron.

Otros herreruelos consiguieron marchar al sur, y buscando un puente por el cual cruzar el Ems, para entrar en Westphalia, fueron a parar al puente de Reyden, guardado por el rebellín que custodiaban los alemanes, donde algunos fueron muertos, y otros escaparon.

Como siempre, la peor parte la llevaban los infantes que huían. Se estima que entre 7 y 10 mil de los 12 mil que formaban el ejército de Nassau murieron atravesados por las espadas o ahogados en el río. El 22, día siguiente, salieron tres tropas a buscar lo que hubieran encontrado refugio. Lope de Figueroa, Monsieur de Hierges, y Gaspar de Robles, cada uno con 400 arcabuceros fue entrando en casas y bodegas, degollando a los que atrapaban. Si ofrecían demasiada resistencia, quemaban la casa.

Muchos soldados, los que primero cayeron sobre el abandonado bagaje, se hicieron ricos, aunque poco duraría su fortuna gastada en juegos.

Se ganaron 16 piezas de artillería. 20 de las 24 banderas de la infantería. Se consiguen 1500 caballos, entre los de los herreruelos, carros y bagaje.


Números del Ejército del Rey. Número de los rebeldes.

Amén de que no disponiendo de las cifras que proporcionan las tomas de muestras de los distintos regimientos, tercios y compañías, me queda sólo realizar una estimación, se le añade el despropósito de la variedad de cifras en las distintas relaciones: así, el duque de Alba cifra primero el número de banderas a cargo del Conde Mega en 5, para después decir que eran 6, y en otro lugar aparecer el número de 4.
De las tropas de Arembergh que participaron en la batalla de Heilegerlee [algunas de las cuales se rindieron y otras fueron muertas o hallaron refugio en la vanguardia del conde de Mega que conducía Andrés de Salazar] se da igual disparidad: 4, 5 o 6 banderas, y que fueron 3 las que se rindieron, con votos de no servir a S.M por tres meses [según Alba] o seis [según Mendoza].

Si sumamos los 1500 caballos herreruelos que levaba Erico de Brunswick y que condujo Chapin Vitelli al socorro de Groninga a primeros de junio, a los 400 que Hans Bernard unía a la expedición de Alba el 10 de julio en la villa de Deventer, tenemos 1900 caballos. En la batalla de Groninga, el día 14 de julio, refiere el duque que eran 1500.

No obstante, referiremos las cifras que da el duque de Alba de los escuadrones de la batalla de Groninga: once mil infantes, 500 caballos ligeros [lanzas + arcabuceros a caballo] y 1500 herreruelos. Si descontamos o no los 200 arcabuceros de las tropas de Gaspar de Robles que estaban atacando la casa roja en el momento de escuadronar, no varía demasiado la cifra.

Las unidades de infantería son las referidas en el texto: “5” banderas de alemanes del conde de Mega. 7 del coronel Ebrestain a cargo de su teniente [de coronel]. Las 10 del regimiento de valones de monsieur de Hierges, y las 5 del regimiento de Gaspar de Robles, que sumaban entre ambas 3.000 hombres. Los Tercios de Nápoles, Sicilia, Lombardía y Cerdeña, contando este último después de Heiliegerlee con poco más de 1.000 hombres.
Si asumimos que las 12 banderas de alemanes sumarían unos 2400 hombres [a media de 200 por compañía, siendo el teórico de 300] y que es correcta la cifra de 3000 valones, detrayéndolos de los 11.000 infantes, tenemos que los españoles no sumaban más de 5.600. A pesar de la merma del de Cerdeña [de 1728 hombres en la muestra de agosto de 1567 a los poco más de 1000 de ahora] teniendo en cuenta que hasta la fecha no había habido choques con pérdidas de importancia, salvo éste que diezmó a las tropas de Bracamonte, resulta extraño que de los 8652 infantes españoles con que contaba el año anterior [aún quedando dos compañías - ¿350 hombres? del Tercio de Nápoles alojadas en Gante] se viera reducido a 5600. Faltan 2.000.

Por lo dicho, hay que poner en duda las cifras aportadas, y tomarlas como una estimación, antes que como una relación detallada.
Más, entonces, si cabe, cuando hablamos de las bajas del enemigo referidos por los cronistas españoles: En Jemmingen, de un ejército de 12.000 infantes, y unos 500 herreruelos, muertos entre 7.000 y 10.000.

NOTAS

[1] Jemmingen: holandés. Yemecon: aliteración española del nombre de la villa de Jemgun. Este último es el que han de buscar en un mapa.

[2] Los textos son los detallados:
Correspondencia del duque de Alba, en Colección de Documentos Inéditos para la historia de España, v.XXX

Relación de lo subcedido en Frisia víspera de la Magdalena, XXI de julio de 1568, en la batalla que se ganó de los enemigos, en
Colección de Documentos Inéditos para la historia de España, v.XXXI

Comentarios de don Bernardino de Mendoza, de lo sucedido en las Guerras de los Payses Baxos, desde el año de 1567 hasta el de 1577.