Disparidad de calibres en la artillería
En abril de 1576, en la relación que hacía Sancho de Ávila como castellano de la ciudadela de Amberes de los pertrechos con los que contaba dicha fortaleza, valoraba:
Asimismo hay en el dicho castillo hasta 22,500 balas de toda suerte y calibre, de á 10 onzas hasta 42 libras, y las dos tercias partes dellas no son de servicio para las piezas que al presente hay en el dicho castillo
Las piezas de artillería con que contaba el castillo eran 57 (56 de bronce y una de hierro) de 14 calibres diferentes desde cañones de 40 libras de bala, hasta pasamuros de media libra de bala, pasando por medios cañones (de 24 y 22 libras de bala), culebrinas (de 16 y 12 libras), medias culebrinas (de 8, 6 y 5 libras), cuarto de culebrina de 5 libras de bala, sacres igualmente de 5 libras de bala, falconetes de 4, 2 y 1,5 libras, pasamuros de libra y media y tres cuartos de libra, media serpentina de 4 libras, y la única pieza de hierro existente, una culebrina "que tira a 15 libras de bala".
Con tal disparidad de calibres, era normal - dado que los cañones se rompían y las balas que se habóian adquirido para determinado calibres no habían tenido oportunidad de ser disparadas - que en los almacenes se acumulasen balas inaprovechables hasta un porcentaje tan elevado como el de dos tercios.
Amén de que fuera necesario disponer de piezas de distintos calibres, alcances y pesos según la necesidad que se presentara - piezas gruesas para batir murallas y las camaradas - o baterías - de los atacantes - y piezas ligeras que podían ser desplazadas con facilidad y ser llevada a aquel punto de la muralla que fuese necesario para atacar las labores de zapa y aproximación de los sitiadores, tal multiplicidad de calibres acababa imponiendo los inconvenientes referidos.
La refracción a la homogeneización total de piezas venía dada por varios motivos:
1) El problema venía de lejos; habría piezas de cincuenta años o más, y no era razonable descartarlas si seguían siendo útiles por el hecho de no tener un calibre idéntico a las nuevas.
2) Los fabricantes de las piezas - antaño maestros campaneros reconvertidos en maestros artilleros - producian sus moldes, y sobre estos hacían copias. El comprador debía adaptarse por lo general, a lo que encontrara.
3) Cuando se tomaba un castillo al enemigo, era frecuente que si la necesidad así lo requería, retirar algunas piezas del castillo ocupado y destinarlas a otra plaza en la que se considerase más necesario. También era muy normal, que durante las campañas de asedio, se retiraran piezas de una determinada fortaleza para acometer el sitio, y estas fueran a parar a otro lado. Así, aunque en una determinada plaza fuerte se hubiera realizado un esfuerzo por tener cierta homogeneidad de piezas - no más de cinco o seis calibres distintos - la gestión que después se realizara con estas hacía que al final, cada cual fuera de su padre y madre.
4)La producción tenía un carácter artesanal, y en ningún caso se le podía pedir a determinado fabricante que produjera un número de piezas en plazo que sobrepasara su umbral de producción. Generalmente, se hacían asientos con determinado intermediario - a veces un maestro que también era productor - y este se encargaba de reunir las piezas requeridas, reuniendo a varios productores - ¿subcontratación ya entonces? - y estos antes producirían según sus moldes, que ajustarse a un modelo estándard medio.
Disparidad de unidades de medida.
Existía un problema añadido, y era que los calibres no eran siempre iguales: la libra castellana no era igual que la libra de lombardía, ni igual que la de los países bajos, y en Alemania había varios tipos de libras. Más o menos estaban todas sobre los 430-470 gramos, y puede que las diferencias de diámetro que imponía tal variedad de pesajes a un cañón no fueran demasiado importantes, pero en medidas más pequeñas - calibres de arcabuz y mosquete - medidas en fracciones de libra - 16 onzas = 1 libra [aunque había libras de 12 onzas] - las diferencias sí eran muy importantes.
Armas de infantería.
Normalmente, el calibre de un arcabuz era de entre 3/4 de onza y onza y media - siendo el calibre normal de una onza de entre 28 y 30 gramos - y el de un mosquete de unas dos onzas, a veces de dos onzas y media. Pero el hecho de que se produjesen mosquetes en Castilla, Milanesado, Lieja, Colonia o Bremen, hacia - dado la disparidad de sistemas de medida - que no hubiera calibres idénticos, amén de que incluso en un mismo país, tampoco existía una calibración precisa que garantizara un ajuste milimétrico. Solución: añadir como complemento al arcabuz suministrado un molde para que los soldados, portadores de plomo en barra, fundieran la munición que se ajustara al calibre de su arma.
Pero ¿y en la batalla? ¿Quién puede ponerse a fabricar balas en medio de una refriega? Se recomendaba que los mosqueteros llevaran 25 pelotas y 50 los arcabuceros, y esto se cumplía a veces. Para un valor medio de 2 y 1 onza respectivamente para cada bala, eso imponía una carga de 1 y 1/2 kilogramos. No era demasiado; añadese la pólvora, normalmente el mismo peso de pólvora que de bala, del arma (7-9kgs para un mosquete, 4-5 para un arcabuz), la armadura para los primeros arcabuceros, después únicamente un morrión o casco, y suponía que portaba un peso considerable que le restaba movilidad.
De todas maneras, un ejemplo de que en la batalla se asistía con balas producidas en "serie" y que se supone fueron de utilidad para las tropas que las recibieron:
Socorro de Zutphent, en 1586. Un tren de socorro compuesto por 300 carros con víveres, escoltado por 600 infantes y 300 caballos, intenta sortear el bloqueo impuesto por el inglés conde de Leicester hacia la villa. Es atacado y ha de denfenderse durante el camino, manteniendo a salvo los carros de 4 ruedas, muchos de ellos abandonados por los conductores temerosos no perdieran carro y vida:
y con singular presteza salió [Francisco Verdugo] á la puerta de la villa y vio las escaramuzas; y como prudente y experimentado Capitán hizo cargar un carro de pólvora y balas , echando de ver lo que sucedió, que los soldados no tenian más que la que llevaban en los frascos, y ya la habian gastado toda, y llegó á tan buen tiempo que fué el único remedio para el arcabucería valona y española; porque volviendo á llenar sus frascos y las bolsas de balas, tornaron á la escaramuza animosamente.
Lo deseable y lo posible
En una relación valorada de lo necesario para una campaña que realizaba el duque de Alba, refiere lo siguiente en relación con las piezas y munición que precisaba para la artillería:
Para las dichas veynte pieças, doze cañones, quatro medios y quatro culebrinas [...] Ocho mil valas de hierro colado, las 4800 de peso del calibre de los doze cañones que han de servir, que
convendria ser todos de un calibre, y las otras 3200 de â veinte y cinco.
¿Realmente fueron todas las piezas, los 12 cañones a los que se refiere, de un sólo calibre? Indica asimismo donde se ha de conseguir esta artillería:
Flandes si se puede, o en la Huelva o Alemaña, haziendo assiento con mercaderes.
Lo que implicaba, que si se obtenían piezas de origen dispar, lo más probable es que se obtendrían piezas de diferente calibre.
También da una relación de las armas y municiones de guerra necesarias:
De plomo seran menester quatro mil y ciento y setenta y ocho quintales, y, si los arcabuzes fuessen todos de un calibre, se podrian llevar hechas deste plomo 150m valas para en tiempo de neçessidad.
¿Ciento cincuenta mil? E indicaba que debía [o podía] conseguirse este plomo en Inglaterra.
Los mosquetones de cavallete que tiren dos onzas y média de vala así como los arcabuces, habían de ser conseguidos en Milán. ¿Ajustarían las balas inglesas en los arcabuces y mosquetes lombardos, aún asumiendo que todos estos se consiguieran del mismo calibre? La pólvora fina, de Hamburgo, la mecha para las armas, de Málaga... al menos no era necesario calibrar aquí.
Está claro que había conciencia de las bondades de una homogeneización de calibres para las armas - fuera artillería o armas de fuego personales - pero eran personas posibilistas: si se puede conseguir, se consigue, y si no, ya nos las apañaremos. Lo que demuestra que no era ni mucho menos fácil que se suministrase el material conforme a los deseos.
POSTDATA: Libra, unidad de peso, como unidad de medida para determinar el calibre. Si el material es siempre el mismo, plomo o hierro, se puede inferir un diámetro para determinada bala de ese material de densidad dada, ¿pero y si la bala era de piedra labrada? Cada piedra tiene una densidad...
Quizás es rizar el rizo.
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