Uso de la voz arcabuz para armas de artillería y armas "portátiles" [1500-1530]

Después de ver otros documentos más detallados relativos al descubrimiento de las Indias [Occidentales y Orientales] queda claro que el uso de la voz arcabuz inicialmente se aplicaba a un pieza menor de artillería fabricada en hierro o metal [aleación de cobre, normalmente latón o bien bronce] la cual, acabó dando nombre al arma manual.

El "arcabuz" de la batalla de Rávena (1512)

Cabe destacar la noticia aparte, aunque entraria dentro del mismo tema:
habia más de mil quinientos escopeteros y algunos arcabuces , los cuales , después que el campo se retiró de Bolonia, hablan traido de Venecia con muchas picas, éstos arcabuces son de largos poco más que escopetas, sólo que echan la pelota como una grande nuez , y aun mayor, y tiranlas después de armados, teniendo dos hombres de una pica, uno del hierro y otro del cuento, y el arcabuz asentado en medio de la pica, y éstos un compañero holgadamente podia llevar un arcabuz de aquellos todo un dia encima del hombro
La relación procede sin duda de alguien que estuvo presente en la batalla, y aunque no está fechada, se infiere que fue escrita poco después, y desde luego, no en tiempo tal que la voz arcabuz fueera comúnmente aplicada para un arma portátil.

Personalmente, no acabo de entender la disposición para la utilización del arma: parece que dos soldados sujetan una "pica" por los dos extremos: el hierro [la punta con la que ofendemos] y el cuento [el regatón o contera, o sea, la protección metálica inferior del asta] mientras que [parece que] un tercero efectua el disparo, pudiendo cargar holgadamente uno sólo de ellos este arma durante todo el día, con lo cual cabe imaginar que sería un arma no excesivamente pesada, pero no tan ligera que pudiera hacer disparo un sólo soldado.

Una nuez, y más una grande, es una señora bala, más propia de piezas menores de artillería. Sin duda algún tipo de experimento.

Desde luego, el sistema es mucho menos práctico que la horquilla para sujetar un mosquete, como se emplearía años después. Pero parece que la afición por probar el uso de armas en campo pensadas para ser usadas en reparos, descansando la demasía de su peso en algún muro, no es, ni mucho menos fruto original de aquellos que en la década de 1560 - seguramente se harían diversos experimentos antes - pusieron un mosquete sobre una horquilla y salieron a luchar con él a campo abierto, sin necesidad de compañeros que les ayudaran a aprovecharse del arma.


Arcabuces enviados a la Española (1512)
En Julio de mill é quinientos é doce años, en el libro del dicho Doctor Matienzo, parece en una partida que se compraron veinte é cuatro arcabuces de metal , que pesaron treinta é tres arrobas é diez é seis libras, y se enviaron al almirante é oficiales de la Isla Española á vueltas de otras cosas, en tres navios de que eran maestres Rodrigo Narvaes é Cristoval Bezo, y Juan de Baena.
Sale cada arcabuz a 35 libras [unos 16kgs] y aunque ya referimos la noticia anteriormente, vale la pena recuperarla. Sin duda una pieza para usar en muro o "en posta".

De esta época también tenemos que pasaban para Indias "alcabuces del campo de metal" y "arcaduces de siete palmos, de hierro fundido, con sus caballetes", así como "arcaduces de la suerte menor de siete palmos" [1].

Imagen del "Zeugbuch Kaiser Maximilians I" de 1502. La pieza que disparan es de bronce o metal [latón]. Se trata de un arcabuz de muro, también llamaado, de posta, de gancho o de garabato, apoyado sobre un tablón con dos patas a modo de trípode o caballete y asistido por dos artilleros. En la pieza superior almacenada podemos ver perfectamente el gancho o garabato que servía para engarzar el arma al muro, o en este caso, al trípode. 
Dos páginas más adelante en el mismo libro encontramos estos "arcabuces", que no tienen fuste de madera para el cañón, únicamente una "coz" en la parte de la culata, para dirigir el tiro. En el tomo 3.2 del Letters and Papers, Foreign and Domestic, of the Reign of Henry VIII, se puede leer una anotación de 12 de septiembre de 1522: "1.000 hagbushes carted upon tristles", o sea, 1000 arcabuces montados sobre caballetes. En la relación de las armas del castillo de Burgos aparecen 337 arcabuces de banco.


Dos arcabuces de muro en comparación con un arcabuz o escopeta para infante. 

Arcabuces en la segunda carta - relación de Hernán Cortés al Emperador [30 octubre de 1520]

El pasaje de la carta del conquistador español es muy claro al respecto, y distingue las 13 piezas usadas por los artilleros - los trece arcabuces que sin puntería asestaban en los escuadrones de los indios llevando el tiro diez o doce hombres - de las escopetas y ballestas de los infantes:

E luego que fué de dia, ya la gente de los enemigos nos comenzaba á combatir muy mas reciamente que el dia pasado, porque estaba tanta cantidad dellos, que los artilleros no tenian necesidad de puntería, sino asestar en los escuadrones de los indios. Y puesto que el artillería hacia mucho daño, porque jugaban trece arcabuces, sin las escopetas y ballestas, hacían tan poca mella, que ni se parecía que lo sentían, porque por donde llevaba el tiro diez ó doce hombres se cerraba luego de gente, que no parecía que hacia daño ninguno. 


Arcabuces de popa (h.1526)

De la expedición de Loaisa al Maluco e Islas de la Especiería en 1525-26, nos quedan las siguientes referencias:

El socorro que envío Cortés desde Nueva España a cargo del capitán Sayavedra, muy bien recibido, según el testimonio:
[...] y trujo ballestas, y escopetas, y coseletes, y lanzas, y plomo, y otras muchas cosas: ansimismo trujo tres piezas de artillería de bronce, y dejó aquí las dos y otros siete ó ocho arcabuces de hierro é otras muchas cosas, escepto pólvora que no traía [...]
Y queda aclarada por la misma relación que se hace de la expedición, que los arcabuces de hierro de los que habla son piezas de artillería y no armas portátiles para peones:
Llevaba nuestra fusta por la proa un cañón pedrero de bronce muy bueno, é dos sacres de bronce, é dos flaconetes [sic] de hierro, é un verso de bronce que de antes habíamos tomado á los portugueses, é dos arcabuces por la popa.
Estos "arcabuces por la popa" sin duda son piezas menores de artillería.

1526, un año en el cual en la infantería española ya se empleaban sin género de dudas la voz arcabucero, para referirse al soldado que empleaba este arma portátil, distinguiéndola del todavía preeminente escopetero.

Este uso de la voz concordaría con los arcabuces de arroba y media que se remitieron a La Española en 1512, aunque la aplicación práctica para ese año y lugar sería como pieza de muro para la fortaleza, y no para artillar un pequeño navío como en el caso referido de la expedición a las Molucas.


Notas 

[1] Los datos de este párrafo han sido extraídos de la "Las indias de Castilla en sus primeros años. Cuentas de la casa de contratación".

Cronología de las voces para armas de fuego manuales (1460-1530)

Respecto a las armas de mano, y centrándonos en el capítulo de la nomenclatura, podemos inferir que hasta 1515 hablamos de espingardas [y espingarderos] a partir de esta fecha de escopetas [y escopeteros] y las primeras voces de arcabuces refiriéndose a armas portátiles tienen lugar en los primeros años de la década de 1510, si bien el arma se va a popularizar en la década siguiente [1].

Las fechas son referidas de acuerdo a un sondeo de la documentación que dispongo, pero ni con mucho los valores - que pretenden ser extremos para marcar los periodos - han de ser tenidos en cuenta como definitivos.

La preferencia es la de usar inventarios, correspondencia directa, o cartas de relación, dejando en segundo término las crónicas, que no pueden ser tan precisas debido a la distiancia entre las fechas de los sucesos que narran y la fecha en que finalmente se redacta la dicha crónica.


Culebrinas [h.1450 - 1460]

Crónica de don Álvaro de Luna, condestable de los reinos de Castilla y León, escrita hacia 1460.
los omes darmas para se armar de sus arneses, é los ballesteros é culebrineros, para adereszar sus ballestas é culebrinas , é los peones sus corazas é paveses

La culebrina tenía potencia para traspasar un arnés - o quizá estaban disparando desde muy cerca, pues por la cita parece que se hallan sitiando una posada desde la cual se defienden. La culebrina parece tener una potencia equivalente a la de una ballesta fuerte.
E assimismo un escudero que con  ellos estaba que se llamaba Alfonso Gallego, fizo un tiro con 
una culebrina, con que mató luego un ome darmas de los de fuera. Los quales desque aquello vieron, é que avia dentro ballestas fuertes, é culebrinas en la possada del Maestre, con que  les passaban los arneses, é que los fascian grave é mortal daño,  retraxeronse á las possadas que estaban enfrente de la possada  del Maestre , é entornaron las puertas de aquellas, por se quitar del peligro de los mortalestiros, que contra ellos se fascian. 

En esta misma crónica aparece un ejemplo del proyectil empleado: un virotón. Un proyectil usado para la ballesta:
E los de las minas que oían bien las cosas que él descia, uno dellos que tenia una culebrina armada , é puesto en ella un grueso viroton , endereszóla contra Gutierre de Robledo, que aún non cessaba de su deshonesto fablar, é el viroton  i o didle por medio de un targon que traía, é passóle el targon é las foxas de un costado al otro ; en tal manera, que cayó luego muerto. 

El targón era un tipo de escudo que usaban los hombres de armas, y que en ocasiones contaba con una escotadura para dar paso a la lanza. El caso es que la culebrina era - aunque fuera en distancias cortas - un arma potente capaz de atravesar un arnés o un escudo.
Por las citas es evidente que la culebrina a la que nos referimos era un arma portátil, pues la manejaba un solo hombre, un culebrinero, independientemente que la voz culebrina también se usara para piezas de artillería.


Espingardas [1460 - 1515]

Sin duda las primeras espingardas eran de fogón y "palo", careciendo de llave o serpentina que sujetase la mecha, la cual, como decimos, se fijaba a este "palito" o estopín y se aplicaba manualmente sobre el fogón, apuntando poco y mal, pues se sujetaba el arma con un único brazo, ocupado el contrario en dar fuego, y seguramente las últimas también lo fueran, sustituidas por las escopetas, bien dotadas de serpentín, o bien de llave de mecha.

Encontramos espingardas en la Guerra de Granada, las campañas en Italia del Gran Capitán, y los primeros años de la conquista del Nuevo Mundo:


Instrucciones para el descubrimiento de la isla de Cuba, a 9 de abril de 1494
"de aquí seos envían diez y seis de caballo, é doscientos é cincuenta escuderos é ballesteros, é ciento é diez espingarderos, é veinte Oficiales"

Pero espingardas o spingardas, las hallamos mucho antes, por ejemplo, en la guerra civil catalana (1462-1472):

ítem es pensat que sien soldejats tres milla homens
de peu los quals ja son compartits per les uníversitats
del Principat dels quals hi haja haver mil o vuyt cents
ballesters vuyt cents pavesos e doscentes lances largues
e cent spingardes o menor nombre si als diputats
e consell en sdevenidor apparra.


Item, se ha pensado que sean "soldados" [reclutados] tres mil hombres
de a pie, los cuales ya son compartidos por las universidades
del Principado, de los cuales ha de haber mil [o]* ochocientos
ballesteros, ochocientos paveses y doscientas lanzas largas
y cien espingardas o menor número si a los diputados
y consejo en [expresión que no me veo capaz de traducir]

* Esta "o" no sé si compete para que resulte el número aproximado de los tres mil.

Esta resolución la tomaba el 8 de abril de 1461, la junta de diputados y oidores de cuentas del General de Cataluña. Hágase notar que encontramos ballesteros, paveses [escudados] y "piqueros" [lanzas largas] entre estos peones.

Antes aún, parece que en la batalla de Olmedo [1445] se usaron espingardas, pero la referencia que manejo es de la Crónica de Don Álvaro de Luna, no está fechada [aunque se asume que fue escrita hacia 1460].

En el clima tropical, las armas de fuego parecía no tener demasiada aplicación:
Instrucciones a Toribio Cintado del obispo de Darién, respecto a lo que ha de informar a Su Majestad [1515]
3.—Diréis, que sepan allá quién dio el consejo para que viniesen mil y tantos hombres, y para que truxesen tanto número de artillería de tiros, y pólvora y picas y espingardas; que este fué el que ha hecho el daño, porque nada desto era menester, y aunque fuese menester, la tierra no sufre pólvora, ni espingarda, porque todo lo corrompe, y ansí está el artillería y pólvora y carretones perdidos por las playas y por los muladares.
En todo caso, Núñez de Balboa, escribiendo desde Santa María del Darién a 13 de enero de 1513, parecía tener una opinión complementaria - aunque no del todo conforme - a la del señor obispo:

son menester dos docenas despingardas muy buenas, de metal, livianas, porque las de hierro luego se dañan con las muchas agoas y se comen de orín
Este referido "metal", seguramente fuera una aleación de cobre, probablemente latón antes que bronce [los dos metales más comúnmente usados en la fábrica de artillería en la época] pues la voz "bronce" era demasiado común como para ser sustituida por otra menos habitual, y es claro que no era hierro, al cual había de sustituir:

Si delliberau soldejar gent es mester fer vanir aci unes XV spingardes de lauto
Si deliberan "soldear" [reclutar] gente, es menester "hacer venir" [enviar]
aquí unas XV espingardas de latón.

De la Paeria de Lleida a los "molt reverend e magnitichs senyors los deputats del Principal de Cathalunya" fechada a 15 de abril de 1461.

Arcabuceros o escopeteros de El triunfo de Maximiliano. De los 10 arcabuceros, solo dos, los situados en los extremos de la primera hilera, portan armas de hierro, el resto, de metal. Podemos ver que seis de ellos llevan el "estopín" o mecha enrollada en un palito para aplicar al fogón. No disponían entonces de llave de mecha alguna. 
Puede que más liviano, y menos "corrompible", pero desde luego menos resistente, y por lo tanto, con este material se constituiría un arma de menor potencia, aunque más ductil y menos quebradizo que el hierro [que no acero ni hierro fundido].


Escopeta [1510-1540]

En la Memoria de las armas que se han de traer de Castilla por acuerdo del Cabildo de Tenerife, a 5 de febrero de 1515, encontramos lo siguiente:

Tres docenas de escopetas de hierro, con sus llaves, de cañones cumplidos, barrenadas cada una a su molde para las pelotas y otros tantos frascos para la pólvora.

Con sus llaves. Queda claro que no había estopín, y que la mecha se aplicaba por mecanismo.

Unos años antes, el conde Pero Navarro pedía para la empresa de Orán las tropas que siguen:
Diez mil soldados de picas y coseletes.
Ocho mil escopeteros y vallesteros.
Docientos azadoneros de azadones, picos y hachas.
Dos mil hombres de a cauallo, los quinientos de armas
y los demás ginetes.


Demandaba también pertrechos para ellos:
Sufficiente cantidad de picas, coseletes y escopetas, conforme al número de la gente de guerra.

Se embarcarían únicamente 1.100 caballos, pero el intento resultaría, conmemorándose el hecho acaecido en 1509, con la obra pictórica de Juan de Borgoña en la capilla mozárabe de la Catedral de Toledo (ejecutada en 1514-15), de la cual ofrecemos detalle donde se pueden ver estos soldados escopeteros:




Un par de años después, se pedían armas desde el reino de Nápoles:

Las spingardas son muy neçesarias porque no se pueden aver acá y tanbien los alcabuces que en todo caso deve Vuestra Alteza mandar que se provea de allá, porque las scopetas yo he tentado de averlas de Nápoles y por escopetas de fierro demandan a tres ducados y medio. Es verdat que son buenas pero son muy caras.
Carta de Hugo de Moncada a Fernando el Católico, de 26 de junio de 1511

Con escopetas se lucharían igualmente las guerras de las Comunidades de Castilla [o de los comuneros] entre 1520 y 1522.


Escopetas y espingardas [1519]

Vemos por una relación de la armada de Magallanes, en el año de 1519, el uso indistinto de ambas voces para una misma arma, que ya sin duda era la moderna escopeta con llave de mecha según lo que vimos en el capítulo precedente.

Diez mill y quinientos maravedís que costaron
cincuenta escopetas que vinieron de Viscaya, según
por la cuenta que de allá vino paresce y por el libro
de la armada.

Y más abajo, en la misma relación:
Cinco mill seiscientos once maravedís que costa
ron cincuenta frascos para las espingardas y cincuenta
rascadores, y ciento cincuenta varas de mechas,
que todo costó lo dicho, según paresce por el
dicho libro de la armada

Así que vemos que se adquieren "escopetas de Vizcaya" pero se pertrechan para dotar "espingardas". Sinonimia pues.


Escopetas y arcabuces [1524]

De una carta de Lope de Soria á Carlos V, fechada en Génova 4 de mayo de 1524, vemos lo que sigue:

Se adelantó el marqués de Pescara con obra de 500 escopeteros y algunos caballos ligeros, y comenzaron descaramucear: é ya habían dejado dos piezas de artillería los enemigos; y visto que era gente tan poca los que los seguían volvieron una banda de suizos y alguna gente darmas en que venia el Almirallo y Bayart; de los cuales el Almirallo fué herido de una escopeta en el brazo y Bayart de un arcabuzo en los pechos y cayó luego del caballo, y estando arrimado á un árbol envió su trompeta al marqués de Pescara que se rendia á él, y siendo traido al marqués murió luego.

La distinción entre escopeta y arcabuz es clara, hasta el punto de distinguir las heridas producidas por una y otra arma.

En una instrucción fechada a 12 de mayo de 1529, que daba Carlos V a la emperatriz sobre un socorro que se había de enviar a Argel, cercada por Barbarroja, vemos lo siguiente:

y que lleve en ellas el dicho Jorge Ruiz doscientos hombres útiles que sean buenos escopeteros y arcabuceros con los mantenimientos y municiones que acordastes que se llevasen en las dichas dos naos [...]

De nuevo la distinción entre escopeteros y arcabuceros, esta vez para finales de la década, y aunque ya teníamos clara la existencia de estas dos armas y la diferenciación que se hace entre uno y otro soldado [*] vale la pena el ejemplo para destacar la normal convivencia de armas "antiguas" y "modernas".

[*] En 1525, tras la batalla de Pavía un arcabucero en Italia recibía de ventaja 1 y 1/3 escudos, mientras que un escopetero tan sólo 3 reales, siendo la proporción de soldados 3/2 a favor de los primeros, con una tercera parte de bocas de fuego para el total de la infantería española de Italia. El dato del sueldo nos da idea de la valoración que se hacía de uno u otro soldado, y la proporción de soldados el grado de implantación de la "nueva" arma.

Seguramente se puedan hallar referencias más tempranas o más tardías - según intentemos dilucidar la aparición o la supervivencia de dichas armas [y soldados] - pero en todo caso, hay que ser cautos con las voces, pues de la misma manera que una ballesta del siglo XII y una del XV eran muy diferentes - en potencia y armado - es muy probable que una espingarda de 1460 y otra de 1512 hubieran sufrido algún que otro cambio, pero queda declarado que eran armas diferenciadas unas de otras.


[1]  Avisando al rey Luis XII de Francia del fracaso de la expedición de los Gelves, en una carta de 1510, podemos leer "de la grosse perte que Pierre Naverre a faicte en l'isle de le Gerbe qui est de huit mil cinq cent à neuf mil hommes ou environ, neuf mil hallecrez austant que picques que hacquebutes à crochet & colevrines à main & bien nœuf mil espées & poignars avecq quatorze pieces de grosse artillerie" en la cual perdió también nueve navíos.

Estos "hacquebutes à crochet" eran arcabuces con horquilla con los que podían servir infantes, lo mismo que las "colevrines a main", o escopetas.

En octubre de 1511, hallamos un "capo di archibusi" con 51 hombres entre las tropas a sueldo de la Señoría de Venecia. Dos años después, podemos ver una anotación veneciana  sobre "200 archibusieri" en el ejército de Padoa.

En 1517, había 800 arcabuceros españoles sirviendo a Francico María, duque de Urbino.

Es evidente que el arcabuz como arma de fuego portátil - aunque fuera con una horquilla - estaba en campo bastante antes de 1520, si bien fue en esta década cuando se popularizó su uso.

Después de Dios, la primera obligación. Un estudio sobre la aplicación de las ordenanzas militares bajo el reinado de Carlos II

6 DE NOVIEMBRE DE 1661-6 DE NOVIEMBRE DE 2010: 349º ANIVERSARIO DE CARLOS II
Esta entrada está motivada por el 349 aniversario del nacimiento del último rey de la casa de Austria en España, en seguimiento de la iniciativa puesta en marcha por el compañero del foro Reinado de Carlos II.

La aplicación de las ordenanzas militares
Marcos de Isaba en el XVI nos dejó un vibrante testimonio de los vicios - no pueden calificarse de otro modo - del por otra parte brillante ejército español de la época. Su "Cuerpo enfermo de la milicia española", no obstante, en comparación con la obra que cimienta este artículo, tiene un valor menos significativo; la denuncia de malas prácticas por parte de la oficialidad, altos cargos y administración del ejército, se produce en el contexto del juicio personal: es únicamente su criterio - acertado creo yo - el que se impone para determinar lo que se hace mal, y son una serie de propuestas fruto de su reflexión las que se proponen como remedio "de todos los males".
Francisco Ventura de la Sala y Abarca, teniente de maestro de campo general, caballero de la orden de Santiago, natural de Jaca, de las montañas del reino de Aragón, nos propone un ejercicio de mayor calado: el análisis de la observancia de las Ordenanzas Militares de 1632, vigentes en el momento de escribir su obra, en 1681.
No estamos tanto hablando de criterios personales los que se sacan a colación, sino del "estricto" cumplimiento o no, de dichas Ordenanzas, artículo a artículo, que se habían promulgado con un espíritu reformador, enfocado a evitar dichas malas prácticas. El propio prefacio de las Ordenanzas nos refiere así su motivación, por "mano" del rey:



Por cuanto la disciplina militar de mis ejércitos ha decaído en todas partes de manera que se hallan sin el grado de estimación que por lo pasado tuvieron [...] y por convenir tanto a mi servicio restaurar lo que se ha relajado con los abusos que se han ido introduciendo [...]

"Después de Dios, la primera obligación", título eufemístico que nos refiere al servicio al rey, nos informa que a pesar de la buena intención, el espíritu reformador de dichas ordenanzas, sin haber quedado completamente aparcado - el autor, "alto" cargo del ejército es ejemplo de que esto no era así - estaba muy lejos de haber conseguido lo propuesto: muchas de las malas prácticas denunciadas que se intentaban corregir, sino todas, proseguían casi cincuenta años después de la promulgación de la norma.
La norma pues, no se aplicaba. Al menos, no universalmente.

El caso de los maestres de campo. Nepotismo frente a profesionalidad.
Fue objeto de la vasta obra de Ventura de la Sala el glosar los 80 artículos de las Ordenanzas, y excede el propósito de esta entrada el analizarla punto a punto - lo que sería poco más que "resumir" dicho trabajo - pero a modo de necesario ejemplo, realizaré tal trabajo con el primer artículo, fundamental sin duda, pues trata del oficio de Maestre de Campo - primer oficial del Tercio - el cual pone en la picota uno de los mayores problemas de esta milicia: el nepotismo y el consiguiente freno a carreras de soldados virtuosos.

Tratando sobre las "calidades con que se han de consultar los Maestros de Campo", el artículo de la Ordenanza seguía un principio generalista antes que concreto: que sean de "mucha práctica y experiencia", que se "hayan probado bien, y tenido buenos sucesos", que no sean "viejos ni enfermos" ni "tan mozos que no tengan prudencia y experiencia", y luego entraba en detalle: "que hayan servido por lo menos, ocho años de capitanes de infantería o de caballos". Sumados a los diez años de servicio que eran necesarios para alcanzar - según la misma ordenanza - el grado de capitán, tenemos una experiencia de casi veinte años en la milicia antes de adquirir el gobierno de un Tercio.
Nos detenemos aquí, porque merece atención la claúsula que acompaña este punto: "y a las personas ilustres, baste haber servido en la guerra ocho años efectivos y ser o haber sido capitanes", entendiéndose por ilustre ser descendiente en cuarto grado [tataranieto] de nobles titulados por línea paterna .
Esto de por sí daba pie a una desigualdad por motivo de cuna, que era norma común en una sociedad estamental y que parece no ser motivo de grandes quejas, pues las diferencias sociales por motivo de nacimiento eran asumidas generalmente.
El problema no era tanto esta distinción entre nobles - o descendientes de nobles - y resto de súbditos, sino que el requisito de experiencia con demasiada frecuencia no se acreditaba: valía tan sólo el nombre y las relaciones con la dirección del ejército - copada por nobles, y por tanto, con cierta tendencias endogámicas - para adquirir una patente de maestre de campo.
Este agravio generaba recelos y resquemores entre "soldados de fortuna", personas que habiendo iniciado su carrera como simples soldados, sin más expediente que su buen ánimo, y siendo personas más capaces, veían usurpadas - o al menos, limitadas - sus legítimas esperanzas de alcanzar este cúlmen de su carrera, por unos competidores desleales: los tantas veces referidos "capitanes por cartas".

Respecto al cumplimiento de esta ordenanza, vale la pena plasmar el juicio del autor:


Es verdad que así lo manda el Rey [...] pero veo que en estos tiempos, no van las provistas de esta suerte, y que no solamente los Grandes Señores, y hijos de Grandes: pero Caballeros particulares salen a seruir con puestos de Maestro de Campo, sin ser de la edad, que pide la Ordenanza, sino más mozos
Como la ordenanza no fija una edad concreta, sino habla de "mozos", y el autor nos refiere que los puestos se concedían a oficiales "más mozos", entendemos que el término "más mozos" nos puede indicar que la persona provista de este cargo no tenía edad suficiente para sumar los años de experiencia requeridos.

El autor, por otro lado, nos ofrece un contrapunto de tiempos pasados, donde los nobles iban a servir a la guerra "cogiendo una pica", como soldados voluntarios [denominados "caballeros particulares"] o sentando plaza sencilla de soldado, y como esa costumbre se ha perdido en su tiempo, yendo a la guerra a gobernar sin haber servido, a mandar sin haber obedecido.

Nos ofrece varios ejemplos contemporáneos: el propio duque de Villahermosa, gobernador en Flandes, "lo conoció" de capitán de caballos, o sea, que entró en el ejército ya con ese cargo, y realizó una carrera fulminante - quizás demasiado - en el ejército. Pero también nos da ejemplos - al menos uno - de lo contrario: Alonso de Torrejón, fue nombrado maestre de campo del Tercio de Lisboa, después de veinte años como soldado [y oficial: "pasado por los puestos de la milicia"] once de capitán, y doce de sargento mayor, un total de cuarenta y tres años de carrera, todos en dicho tercio.

No se cumple en todo caso como debería el requisito de experiencia, y tampoco el de edad y "buena disposición" porque maestres de campo ancianos e impedidos siguen ocupando sus puestos por gozar del sueldo, sin poder padecer las cargas del trabajo. El autor propone una retirada digna a una castellanía.

No entraremos a analizar los inconvenientes de la falta de experiencia de estos mandos, simplemente dejaremos para la reflexión que amén de que el nepotismo fuera ordinario y consentido - más allá del natural y oficializado clasismo - con esta práctica se contravenía lo dispuesto en la propia ordenanza, siendo esto un síntoma claro de la propia debilidad institucional de la monarquía, que no estaba capacitada para aplicar los propios mecanismos desarrollados por ella misma - en este caso las ordenanzas - para hacer más eficiente una herramienta tan fundamental para su estrategia y supervivencia, como era su ejército, por causa de la endogamia en los altos cargos de la administración. La aristocracia pues, era un freno para la meritocracia, y para la mayor eficiencia en la administración pública.

A aquel principio que afirmaba

"Siendo arte la guerra
a cuya cumbre no se vuela
subese poco a poco
y con discurso de tiempo"

se le oponía la triste realidad: había personajes alados que llegaban a la cumbre por caminos por los que no podían transitar "simples soldados". Las malas prácticas en el ejército de Felipe IV, que se pretendieron corregir con la promulgación de las ordenanzas en 1632, seguían casi intactas en el reinado de su hijo, Carlos II, cincuenta años más tarde.

Capitán de los tercios de infantería española

El capitán era el primer oficial de la compañía, en quien residía su mando y dirección.

El capitán recibía una patente que le declaraba como tal, donde se recogían sus obligaciones y atribuciones. Si la compañía era de nueva creación, recibía además la conducta, documento que le permitía hacer la leva [la recluta] de los soldados en las localidades o zonas que le asignaran, y que permitía asimismo la colaboración activa de las autoridades correspondientes.

Para la mayoría de soldados, era el mejor puesto al que podían aspirar en su carrera. Debían saber leer y escribir - aunque hubo excepciones - y amén de llevar el mando táctico de la compañía, tenían la postetad de nombrar a todos los oficiales mayores y menores, y asimismo determinaba la distribución y concesión de las ventajas extraordinarias, lo que generaba dentro de la compañía una cierta red clientelar. No eran infrecuentes las críticas a los que "se sentaban en la mesa del capitán", estableciendo categorías entre los soldados.


A la izquierda, un oficial, quizá un capitán, con un morrión y coselete grabado. En la mano, una media pica. A su lado, un coselete con galanas armas, pero no de la calidad del oficial. Asalto nocturno de la villa de Ardres en 1596, detalle. [Patrimonio Nacional]




Armas e insignias


El capitán de las compañías de picas debía llevar siempre un coselete, espada y rodela y celada fuerte [a prueba] y pica cumplida de 27 palmos.


El capitán de las compañías de arcabuceros llevaría igualmente rodela, pero iría sin coselete, sirviendo con arcabuz como el resto de soldados.


La insignia del capitán era la jineta, que llevaba su paje de jineta, soldado con cargo a la compañía, que también podía llevar la rodela del capitán.


Detalle de la lámina 19a de "La cavalcata dell'Imperator Carlo V nel suo ingresso in Bologna", impreso hacia 1530, donde podemos ver tres capitanes de compañías de arcabuceros españoles, que llevan coseletes cumplidos - sin celada ni morrión, con una gorra emplumada - y sostienen jinetas en sus manos. La espada es algo más larga de lo que se recomendaría unas décadas más tarde. 




El capitán Juan Osorio de Ulloa tras vadear "la mar océana", durante la operación para tomar Zierickzee en 1575. La escena es un detalle de un grabado que ilustra la "Primera Década de las Guerras de Flandes", de Famiano Estrada, y se trata de una edición de 1681, por lo que no puede reflejar la moda de la época que pretendía retratar; solo hace falta ver los morriones de los soldados que aparecen alrededor y el sombrero de ala ancha, que en 1575 no estaba de moda. Aún así, este puede ser el retrato de un capitán del siglo XVII, con su jineta en la mano. 



Cometidos

Siendo capitán de picas, debía servir en la primera hilera de las picas, para como escribiera Brancaccio, "ser de los primeros que en peleas y batallas ha de ensangrentar la pica".

Debía en todo caso conocer el manejo de todas las armas - así para adiestrar como para dirigir a las tropas, debiendo en ocasiones el capitán de una compañía de picas dirigir una manga de arcabucería, o media manga.

El capitán de arcabuceros, serviría en la manga de arcabuceros en el escuadrón. Indicamos que este ejército había de ser muy dinámico, y un capitán había de dirigir tanto una manga en el escuadrón, como un asalto a una trinchera o una encamisada, pero se asumía que los capitanes de arcabuceros en "los más pláticos" y a ellos se les solía conceder el privilegio de dirigir las operaciones más delicadas.

Debía tener conocimientos de defensa y ataque de plazas fuertes, y también de escuadronar, aunque esta tarea dejamos declarada era oficio del sargento de la compañía bajo la dirección del sargento mayor del tercio.



Escuadra del capitán

El capitán de la compañía disponía de su propia escuadra, un conjunto de 25 soldados que servían bajo las órdenes de un cabo de escuadra. Esta escuadra estaba formada por caballeros principales, oficiales reformados y entretenidos, y se incluía en ella a estos soldados para que tanto los oficiales reformados como los caballeros particulares no fueran gobernados por cabos con menos experiencia en la guerra  o menos categoría social.

En su "Teorica, practica, y exemplos compuestos por el Capitan Bernardino Barroso", impresa en 1622, el autor explica como cuando entró a servir en 1574 en la compañía de Don Juan de la Cueva, el cabo de escuadra del capitán era Luis Pérez de Vargas, y siendo éste nombrado sargento, fue ocupada su plaza de cabo de escuadra por un alférez llamado Caxero.

A esta escuadra se les encomendaba diversas tareas de consideración, como por ejemplo, las tocantes al cuerpo de guardia.



Capitanes por cartas versus capitanes de canas

Son varias las denuncias - por parte de tratadistas como de veteranos - frente a los nombramientos de capitanes mozos, aún sin barbas, personas de ningún oficio a las que sólo el nombre de sus familias les proporcionaba el título de capitán.

Frente a estos capitanes por cartas - a los cuales disponer de un buen sargento les podía salvar de la deshonra de no estar capacitado para guiar a sus hombres - se recomendaba una experiencia mínima de varios años en el ejército, habiendo pasado por todos los puestos: de soldado a cabo de escuadra, y posteriormente a sargento y alférez. En todo caso, esto no siempre se cumplía.

En las Ordenanzas de 1632 se indicaba el requisito de seis años de servicio más tres como alférez o diez de soldado. Igualmente, dado que muchos capitanes de infantería lo eran asimismo de caballería - cediendo el gobierno de una de ellas en su segundo, pero gozando de ambos sueldos - se dispuso que únicamente se les concediera el mando de una sola compañía. Reducidas las compañías en este año a un único pie, la distinción entre picas y arcabuceros quedó anulada.



Montura

El capitán normalmente marchaba a caballo durante los traslados de la compañía, si bien a la entrada y salida - los momentos en que había que escuadronar - debía desmontar cediendo el caballo a un criado y ocupar su puesto. Eguiluz dejó escrito: "nunca el capitán el día de batalla lleve caballo salvador".



Sueldo

El capitán gozó de un sueldo de 40 escudos mensuales durante la práctica totalidad del periodo analizado.



Ejemplo de carreras militares: los capitanes del ejército de Flandes en 1596

En 22 de marzo de 1596 se hacía una relación de los capitanes de infantería española que había en el ejército de Flandes, tanto los que eran oficiales de los cuatro tercios, como de los capitanes que tenían sus compañías en guarda de diferentes presidios. 

Era un documento que podía servir para que el archiduque Alberto, nuevo gobernador de los Países Bajos, se hiciera una idea de los oficiales de infantería que eran en el nervio del ejército. 

En general, a excepción de los maestres de campo y algunos capitanes particulares, las descripciones eran parcas: "muy buen soldado y hombre de buen gouierno y muy buen sesso" podía ser el resumen de un capitán, pero además de valoraciones cualitativas recurrentes - valiente, muy valiente, de gran ánimo o arriscado, epítetos relativos al valor personal acompañan la descripción de estos 82 capitanes - aparecen datos de interés biográfico para hacerse una idea de quiénes eran estos oficiales.

Complementada esta relación con apuntes de las crónicas de Carlos Coloma, Diego de Villalobos, y otros documentos de época, podemos hacer una aproximación a un nutrido grupo de capitanes en un época especialmente activa de la guerra de Flandes.

Veámoslos en detalle:



Número de capitanes

  1. En el tercio de Luis de Velasco aparecen valorados 17 capitanes, 2 de ellos, sustitutos de otros que han muerto; uno de los sustitutos era ayudante de sargento mayor. 
  2. En el tercio de Antonio de Zúñiga aparecen valorados 8 capitanes, 1 de ellos, un alférez que ha sido promocionado por muerte de un capitán. 
  3. En el tercio de Agustín Mexía aparecen valorados 25 capitanes.
  4. En estos tres tercios, se incorporaron 12 compañías, a 4 por tercio, cuyos capitanes no son valorados por ser recién llegados.  
  5. En el tercio de Alonso de Mendoza, aparecen valorados 9 capitanes.
  6. Amén de los 81 capitanes de los tercios, hay 11 capitanes de infantería en guardia de presidios que también reciben valoración.
  7. En total tenemos 82 capitanes valorados, y otros 12 nuevamente venidos que el oficial que firma el documento no se atreve "a dar relación, porque si bien conozco a los mas, no soy amigo de dezir de nadie lo que no se por prueva".


La infantería española de los tercios, presidios y castillos

  1. El tercio de Luis de Velasco contaba con 1.881 soldados, 166 oficiales y 15 entretenidos. 18 capitanes gobernaban el tercio, por lo que tenían una media de 115 hombres a su cargo, incluyendo oficiales y entretenidos. 
  2. El 3º de Zúñiga tenía 126 oficiales, 4 entretenidos y 1.471 soldados, repartidos en 12 compañías, a una media de poco más de 130 hombres a cargo de cada capitán.
  3. En el Tº de Mejía, había 29 capitanes que mandaban a 213 oficiales y 2.280 soldados, con una media de 86 hombres a su cargo.
  4. El tercio de Mendoza era el que estaba más disminuido: 595 soldados, 43 oficiales y 7 entretenidos en 9 compañías, a 70 hombres - incluidos oficiales - a cargo de cada capitán.
  5. Los capitanes de presidios tenían entre 90 y 200 hombres a su cargo, con una media de 115.
  6. Los 8.100 hombres de infantería española - incluidos oficiales y entretenidos - estaban pues repartidos en cuatro tercios [6.829] y presidios [1.271] amén de los castillos de Amberes y Gante. 
  7. Por último, mencionar que los castillos de Amberes y Gante tenían importantes guarniciones, pero en este caso, los soldados españoles [752 en Amberes y 644 en Gante] que eran gobernados por castellanos y no por capitanes de infantería. 


Edad. Experiencia. Estatus. Nacionalidad

  1. Veinte de los capitanes eran viejos o muy viejos. Por contra, solo once eran mozos.
  2. Entre los viejos, había alguno que se hallaba inútil para servir. Por ejemplo, el capitán Juan Ruiz de Villoslada, "muy viejo soldado", que estaba "inutil de viejo y gordo" se hallaba con su compañía en el presidio de Dunquerque. Pero buena parte de estos capitanes viejos, eran hombres "de mucho servicio": tenían experiencia en el gobierno de las compañías, tenían "noticia de las cosas de la guerra", y su parecer y consejo era muy valorado. De hecho, había un antiguo capitán, Francisco de Aguilar Alvarado, ahora gobernador en Dunquerque, que venía sirviendo desde tiempos del duque de Alba [1568-1572]. No solo importaba el físico, la veteranía ayudaba a ejercer el cargo. Aún así, parece que la guerra había evolucionado en este tiempo, pues de algunos de estos capitanes viejos se dice que eran "modernos".  Esto es algo que se va a ver repetido en el tiempo: algunos viejos soldados tenidos en consideración en ternas de maestres de campo eran tachados como capitanes del tiempo antiguo; su escuela de guerra era ya de otra época. 
  3. Entre los once capitanes mozos, había soldados antiguos, o sea, que eran jóvenes de edad, quizá en sus treinta y tantos, pero llevaban sirviendo desde edad temprana, como don Fernando Deça, el cual "ha muchos dias que es soldado". De estos, había algunos "aprobados", que habían demostrado sus méritos, pero también algunos sin un historial de servicio, por los que se apostaba en el futuro, por ser "de muy buenos principios y esperanzas". También había tres que tenían parentesco en altos oficiales del ejército o de los consejos reales. Tan solo el nombramiento de uno de ellos había sido criticado por su juventud.
  4. Ocho de los capitanes reciben el título de "caballeros".
  5. Entre los capitanes, había dos portugueses. Los portugueses podían servir en tercios de portugueses, o de españoles, mezclados los unos con los otros, pues tenían la misma consideración. 


Ocupación

  1. La práctica totalidad - 71 - eran capitanes ordinarios de los cuatro tercios de infantería española que había en Flandes: los de los maestres de campo don Luis de Velasco, don Antonio de Zúñiga, don Alonso de Mendoza y don Agustín Mejía.
  2. Cuatro de los capitanes eran, además, maestres de campo de sus tercios, lo que era norma habitual.
  3. Dos de los capitanes de la lista eran sargentos mayores. El capitán Martín López de Ayvar era sargento mayor del tercio de Luis de Velasco, pero no tenía compañía. Pedro Ponce de León lo era del tercio de Agustín Mejía. En los otros dos tercios habría sargentos mayores, pero sin título de capitán. Estamos en la época en que los sargentos mayores tenían más autoridad que los capitanes. Así, Lopez de Ayvar gobernaba "el tercio en ausencia de su maestre de campo". 
  4. Nueve eran capitanes de compañías en presidio, algunos eran castellanos o gobernadores. Al menos uno tenía un tercer oficio, como Juan de Ribas, capitán de infantería y gobernador de la Esclusa, que también era superintendente de la gente de guerra de las fortalezas y presidios de Flandes. 
  5. Un capitán del tercio de Agustín Mejía había sido teniente del castillo de Amberes, había defendido una plaza, y al final, amén de la compañía del tercio, gobernaba la plaza de Terramunda. Vemos, por tanto, que los capitanes pueden compaginar el oficio de gobernar una plaza, y comandar una compañía de infantería de un tercio, que, en principio, había de estar disponible para salir en campaña.  


Carrera previa. Reformados y entretenidos.
  1. Tres de los capitanes habían sido ayudantes de sargento mayor, y otros dos habían sido ascendidos desde su oficio de alférez. Pero al menos cinco de los capitanes eran capitanes reformados: oficiales cuyas compañías habían sido disueltas, y que habían permanecido en el ejército sin mando en compañía, pero con título de capitán. Al estar sirviendo en el ejército, se les había preferido para proveerles las compañías antes que darlas a otros oficiales "vivos" como alféreces. 
  2. Muchos de estos capitanes reformados servían como entretenidos en el ejército. A diferencia de otros oficiales reformados, como alféreces o sargentos, que servían ordinariamente en compañías sin mando, pero con "autoridad", los capitanes no servían en compañías, para no hallarse en la tesitura de tener que obedecer a otro capitán, así que servían como entretenidos: personas que podían realizar tareas que en ejércitos posteriores serían propias del estado mayor. Don Pedro de Borja, por ejemplo, era un capitán entretenido que servía al maestre de campo Antonio de Zúñiga. Bartolomé de Torralba, capitán y sargento mayor, era entretenido en el tercio de don Agustín Mejía. Si hubiera habido una vacante en sus tercios por muerte de un capitán, Zúñiga o Mejía hubieran podido proponer al archiduque Alberto, capitán general del ejército, sus nombramientos, antes que darle la compañía a un alférez. 
  3. En los cuatro tercios había una nómina de 26 entretenidos - no necesariamente capitanes -, y, en todo el ejército 99, buena parte - 38 - sirviendo en los castillos de Gante y Amberes. Coloma apunta a un nutrido grupo de 25 o 30 capitanes reformados que combatieron a caballo en la batalla de "Dorlán" el 24 de julio de 1595 junto al conde de Fuentes. 
  4. Los capitanes reformados podían seguir sirviendo en el ejército, con la opción dicha de optar a vacantes, incluso en otras armas, como en la caballería. En general, salvo reforma disciplinaria, no había demérito en la reforma, porque era una mera cuestión organizativa: las compañías estaban tan disminuidas que se tenían que agrupar.
  5. Seis de los capitanes listados en marzo de 1596 habían sido nombrados bajo el gobierno del archiduque Ernesto [enero 1594 - febrero de 1595]. mientras que otros nueve habían sido nombrados por el conde de Fuentes durante su interín [febrero de 1595 - febrero de 1596]. Sumados a los tres sustitutos por muerte del capitán, tenemos que 18 de los 82 capitanes, casi el 22%, llevaban menos de dos años en su cargo. Esta alta tasa de renovación puede deberse, como veremos, a su alta mortalidad. 
  6. Siete de los capitanes habían venido de España con el archiduque Alberto. Cinco de ellos eran capitanes de banderas nuevas [bisoños reclutados en España el año anterior], y dos eran capitanes de los presidios de Lombardía [Alessandria de la Palla]. El archiduque se había hecho acompañar de 23 compañías, por lo que solo el 30% había sobrevivido a la reforma: el resto de compañías serían disueltas, sus soldados repartidos en las compañías viejas, y sus oficiales reformados, o sea, desproveídos de mando.
  7. Algunos de estos capitanes que hicieron el camino español con bisoños de España eran capitanes reclutadores o itinerantes: su carrera se basaba en reclutar tropas en los partidos que se les asignaban, y en conducirlas a los teatros de guerra o presidios donde eran necesarios. Así, Francesc Gay, capitán catalán que llevó en esta ocasión 161 soldados de Cataluña, ya había conducido tropas para Italia en 1593. Después de 1595-1596, volvió a reclutar una compañía para Flandes en 1599, y una cuarta en 1601 para servir en Milán. Para estos capitanes itinerantes, no era un menoscabo en sus carreras ser reformado, sino una oportunidad para continuar con su carrera como reclutadores. 
  8. Cinco de los capitanes "nuevos" eran parte del antiguo tercio de don Pedro Manrique que había servido en el Franco Condado contra los franceses. De un total de 36 compañías que tenía el tercio, solo habían sobrevivido 5, un 14%. Dado que eran tropas veteranas, lo lógico hubiera sido que hubiesen tenido más continuidad que las compañías de bisoños que hicieron la escolta al archiduque. Es probable que los meses que pasaron junto a la persona de Alberto, propiciaran que estos capitanes de la escolta tuvieran menos tasa de reforma que el tercio de Manrique, pero también hay que tener en cuenta que estas banderas venían menos "henchidas": 23 de ellas tenían menos de 80 soldados, y 12 menos de cincuenta. Solo había 4 compañías de este tercio que tenían más de 100 soldados. 
  9. De estos doce capitanes "nuevos" - los siete de la escolta del archiduque y los cinco del tercio de Manrique - no se hacía valoración por no ser conocidos. 


Heridos
  1. En la lista aparecen un par de capitanes "estropeados" por la guerra ya en marzo de 1596: Gonzalo Mexia, "coxo de un arcabuzazo en una pierna que le dieron en Durlans", y Francisco de Salcedo [Saludo en la lista], "manco de una pierna que le quebraron en Durlans". Estos dos capitanes eran del tercio de Agustín Mejía. Es relativamente normal que ambos capitanes fuesen heridos en el mismo encuentro, tenido lugar en Doullens [Dorlan] el 24 de julio de 1595. Salcedo acabó muerto en el asedio de Hulst [infra 6]
  2. En el asalto a Calais, el capitán Diego de Durango, que llevaba la vanguardia con la gente del tercio de don Alonso, padeció la voladura de la mina de cuyo fuego quedó casi abrasado, aunque curó después.
  3. En el asedio de Ardres, el maestre de campo y capitán Luis de Velasco, recibió un pistoletazo en el brazo.  

Se ha identificado al oficial con coselete dorado como el maestre de campo Luis de Velasco, que se halla delante del archiduque Alberto. A su lado, otro capitán con sombrero y coselete dorado empuñando una jineta, y al lado, un jovencísimo paje de rodela y jineta. El capitán Alonso de Contreras con catorce años de edad, el año de 1597 narraba: "Llegué á Palermo y luego me recibió por paje de rodela el capitán Felipe de Menargas, catalán; servíle con voluntad, y él me quería bien". 
 Asalto y toma del campo atrincherado de Hulst, detalle.  





Mortalidad

  1. De los 82 capitanes listados en marzo de 1596, 12 habían muerto a finales de año. Tenemos apunte de ocho de ellos: dos murieron en Calais, uno en Ardres y cinco en la toma de Hulst. Con esta tasa de mortalidad del 14%, la esperanza de vida quedaría reducida a 7 años, pero lo cierto es que conocemos historiales de largas carreras como la del viejo capitán Francisco de Aguilar Alvarado, que venía sirviendo desde tiempos del duque de Alba, y que ahora ponía su experiencia en la defensa de la plaza de Dunquerque.
  2. En el asalto que se dio a Calais el 24 de abril de 1596, los franceses volaron una mina que estaba hecha bajo la batería. Juan Alonso de Sotomayor sufrió la voladura siendo quemado y muerto. El capitán Hernando de Isla, valiente y arriscado soldado [...] quedó abrasado el rostro y las manos, cayendo y rodando todos envueltos entre piedras y polvo. Isla, del tercio de don Antonio de Zúñiga murió inopinadamente, puesto que fue sin orden al asalto, como aventurero. 
  3. En el asedio de Ardres, murió el capitán Sebastián [o Hernán] Gómez de Contreras, cuando se hallaba en las trincheras, que se habían comenzado a abrir el 8 de mayo.
  4. El capitán Luis Manrique dio el asalto a un rebellín de la plaza de Hulst al mando de doscientos soldados españoles. Tras lograr tomarlo, queriendo, con ardor juvenil, arrimarse hasta el propio rastrillo de la puerta por donde se entraba a la villa y trepar por él, le alcanzó un mosquetazo, de que cayó muerto dentro de la propia villa.
  5. Durante el asedio de Hulst, los capitanes Palacios y Patricio Antolínez, murieron acometiendo el dique del fuerte de la Estrella, peleando pica a pica con los enemigos.
  6. En el asedio de Hulst, estando en las trincheras esperando la orden de asalto, una bala de cañón disparada por los defensores, se llevó a nueve o diez soldados, entre ellos, al capitán Francisco de Salcedo, del tercio de don Agustín Mejía, hiriendo también al capitán Saavedra.
  7. En Hulst, dando un asalto a la muralla, el capitán Antonio Sarmiento recibió un mosquetazo, siendo atravesado de un ojo al colodrillo. Según Coloma, que refiere el caso con detalle, vivió a pesar de las heridas, pero según el apunte de la relación, falleció.  
  8. Vemos que, recurrentemente, los capitanes encabezan los asaltos y facciones, con lo que asumen un gran riesgo, sufriendo muchas bajas, en combates cuerpo a cuerpo, por disparos de armas de fuego y artillería, o por explosiones. 


Valoración personal positiva

  1. Valor. Como hemos apuntado al inicio, la mitad de los capitanes son considerados hombres valientes, recibiendo diversos epítetos: valiente, muy valiente, arriscado, de mucho ánimo, etc. Sin duda, el valor personal era imprescindible a la hora de hacer carrera y señalarse, pues se afrontaba la muerte en cada asedio, asalto, facción o batalla, y los oficiales encabezaban a sus soldados en dichas acciones, asumiendo un riesgo muy grande. 
  2. En general, claro, el valor era encomiable, pero en un caso, el del capitán Hernando Zapata, se indica "valiente capitan solo para pelear". El capitán debía reunir otras aptitudes además del valor personal.
  3. Entre esas aptitudes, se valoraba que fuera inteligente - aparecen repetidos los epítetos "de buen sesso", de buen entendimiento - y sensato: cuerdo. 
  4. Además de inteligencia y sensatez, debía reunir cualidades para el mando: de buen gobierno o bueno para gobernar, esto es, buenos para mandar hombres, eran calificativos que vemos repetidos. 
  5. En general, los capitanes reciben buenas valoraciones: "de buena opinión", "acertado" "buen soldado", "de mucho servicio" u "honrado", eran consideraciones que se repetían.
  6. Muchos de los capitanes eran apreciados por sus soldados y compañeros: ser "estimado" y hacerse "estimar de los amigos" era algo valorado positivamente.


Valoración personal con apunte negativo
  1. Por contra, aparecen unos pocos capitanes con malos apuntes personales, aunque su valoración general fuese, en general, buena.
  2. Del nombramiento del capitán don Jerónimo de Miesco por parte del conde de Fuentes, se había murmurado, porque demas de ser mozo, D. Luis de Velasco le tuvo preso por cosas feas. 
  3. Al capitán Simón Antunez, portugués, no le tenían por hombre de gouierno. O sea, lo consideraban inapropiado para mandar hombres por el motivo que fuera. Llegó a ser maestre de campo.
  4. El capitán Hernando de Isla, del que hemos apuntado murió en el asalto de Calais, era uno de los más briosos y arriscados capitanes que hubo en Flandes [...] reconoció muchos puestos y baterías; ayudó á dar grandes victorias ; sus hechos fueron excelentes , sus servicios importantes, sus consejos muy acertados y su ánimo invencible. Esta impulsividad también se traducía en el trato, pues se le consideraba como hombre de demasiada colera.
  5. Hernán Tello, gobernador de Durlans, era hombre de mucha diligencia y servicio y que tiene ánimo y entendimiento para cualquier negocio, cosa que demostró en la toma de Amiens, pero al mismo tiempo era "interesable" en materia de gobierno. O sea, que anteponía su interés personal en el ejercicio de su cargo. Esto se podía traducir en exacciones en su labor de gobernador, o en fraudes en el ejercicio de capitán. Como fuera, murió en la defensa de Amiens, defendiendo la plaza por su rey.


Parentesco

  1. Como solía pasar en la época, algunos capitanes tenían familia en el ejército. Esto puede haber sido causa de su promoción en la milicia, aunque en los casos referidos solo se apunta el parentesco sin atribuirle demérito al oficial.
  2. El capitán Domingo de Idiáquez era hermano del capitán Martín Idiáquez. Tenía una larga carrera, habiendo sido teniente del castellano de Amberes
  3. El capitán Gonzalo Mejía, "cavallero mozo", era sobrino del maestre de campo don Agustín, en cuyo tercio servía. 
  4. El capitán Marco Antonio Angulo era cuñado de Esteban de Ibarra, secretario del Consejo de Guerra, pero de él se decía "ha mucho tiempo que sirve". 
  5. El capitán don Juan de Silva, "cavallero mozo", era sobrino de don Alonso de Vargas, gobernador de la caballería ligera del ejército de Flandes. 
  6. El capitán don Diego de Villalobos y Benavides, "caballero mozo" era cuñado del pagador del ejército de Flandes desde 1595, Hieronimo Walther Zapata. 
  7. Es probable que los tres caballeros mozos fueran promocionados por sus parientes, lo cual no quiere decir que no tuvieran méritos para el cargo. 

Carrera posterior
  1. El capitán portugués Simón Antúnez, que, según el informe, no era tenido como "hombre de gobierno", llegó a ser maestre de campo del antiguo tercio de Sicilia en Flandes, a partir del año 1601. Con opinión de animoso capitán, vivió para desmentir la valoración negativa que de él habían escrito. 
  2. Pedro Sarmiento, había sido alférez del maestre de campo Sancho Martínez de Leiva en 1589, y en 1590 capitán del tercio de Antonio de Zúñiga. En la relación de 1596 aparece valorado como "hombre de gouierno y muy buen sesso". En 1598 fue nombrado sargento mayor, cuando el maestre de campo del mismo tercio era Carlos Coloma. En 1605 era maestre de campo de su propio tercio. Fue castellano en Azores, maestre de campo en Nápoles, y castellano en Nápoles hasta 1626.
  3. El capitán Juan Ruiz de Villoslada, fue castellano en Lombardía.
  4. Alonso de Tauste o Tausto, uno de los capitanes que hizo el camino español escoltando al archiduque Alberto, llegó a ser castellano en Sicilia.
  5. Alonso de Rivera o Ribera, fue virrey y capitán general de Chile.
  6. Pedro de Ayvar o Aybar, fue gobernador de Grave.
  7. Francisco de Aguilar y Alvarado murió en su cargo de gobernador de Dunquerque
  8. Domingo de Idiáquez continuó como gobernador de Terramunda.
  9. Baltasar de Ortigosa u Hortigosa continuó como gobernador de Dixmude.
  10. Baltasar Becerra, que estaba en 1596 con su compañía de guarnición en Dunquerque, llegó a ser gobernador de Dixmude.
  11. Juan Ramírez continuó como gobernador de Sasso [Sas - de - Gand]
  12. Diego Rodríguez de Olivares continuó como gobernador de Neoporte [Nieuwpoort]
  13. Hernán Tello murió el septiembre de 1597 en la defensa de Amiens frente a los franceses, habiendo recibido un arcabuzazo por debajo del brazo derecho. Tenía cuarenta años de edad. 
  14. Tristán López de Luna pasó a Nápoles, donde sirvió como entretenido del virrey.
  15. Como vemos, de los capitanes que tenemos noticia - de los maestres de campo hay bibliografías con enlace - la mayoría acabaron como castellanos o gobernadores, y algunos hicieron carrera en las Indias, aunque lo normal era que acabasen sus días organizando la defensa de una plaza fuerte, buen cargo para un militar experto que estuviera ya demasiado viejo para servir con pica o arcabuz. 








Alférez

El alférez era el segundo oficial de la compañía. Aunque las atribuciones que nos refieren los tratadistas son menores en número - e importancia - a las que había de ejecutar el sargento, en ausencia del capitán era quien gobernaba la unidad.

Nominalmente su obligación era la de portar la bandera, la cúal, una vez era arbolada simbolizaba la propia persona del rey, y el alma misma de la compañía, siendo de enorme vergüenza el perderla en la batalla.

De hecho, las victorias se contabilizaban en muchas ocasiones tanto en enemigos muertos - siempre estimados - como en banderas ganadas... y viceversa con las derrotas.

No obstante esto, el alférez solía disponer de un sotalférez o abanderado que era quien portaba la bandera durante la batalla o durante la marcha, no así en la revista de la compañía [al formar el escuadrón para el alarde] ni al iniciar ni al culminar las marchas, o al entrar en el cuerpo de guardia.

Alféreces de compañías de arcabuceros españoles según grabado de 1530, La cavalcata dell'Imperator Carlo V nel suo ingresso in Bologna

Durante la batalla el alférez solía ocupar bien puestos de combate en las primeras líneas, o algún puesto organizativo en una de las mangas, pero en ocasiones mantenía la bandera en lugar de cederla al abanderado, que quedaba resguardado en medio del escuadrón. Alonso Vázquez relata un suceso para él "extraordinario" sucedido en 1582:

y en este medio , uno de los rebeldes, con extraña osadía y ferocidad no vista, se entró por las picas hasta las banderas y mató á un Alférez y le quitó la que tenia en las manos, y tuvo tan buena suerte, que se la llevó sin que se lo pudiesen estorbar [...] Parece cosa increíble que estando las banderas en el centro de un escuadrón de picas pudiese un soldado hacer semejante efecto [...]

Alonso Vázquez valoró como muy audaz la hazaña del rebelde, pero en todo caso, lo que nos interesa del relato es que era el propio alférez quien sostenía la bandera, perdiendo la vida en su defensa.

Detalle de un escuadrón de picas con las banderas ocupando el centro. Cuarto tapiz de la serie de Vermeyen sobre la conquista de Túnez.



A parte de esta simbólica y - en esta época - fundamental labor, el alférez tenía mano en la organización de las guardias, y debía llevar las listas de la compañía, teniendo "la cuenta de la paga de los soldados".


Insignia y armas

Queda declarado que la insignia del alférez era la bandera de la compañía, pero cediéndola al abanderado, el alférez servía normalmente con pica y coselete en la primera hilera del escuadrón.

En su "Teorica, practica, y exemplos compuestos por el Capitan Bernardino Barroso", impresa en 1622, el autor explica al detallar como ha de formar la compañía al entrar al cuerpo de guardia, como se ve pasar al:
Alférez, que entra a hora bien armado con su bandera terciada, al ombro derecho, cogidas las puntas, y cabos de la bandera con la mano sinisestra, lleuando delante su abanderado con su venablo al hombro y ni mas,ni menos su atambor ypifano, y entiendese que el abanderado ha de ser hombre, ya hecho con su espada, y no se consienta que sean los tales abanderados muchachos rotos, y sin espada y apenas çapatos, como en la paz, le he yo visto a ojos del General

Vemos pues que en esta época el alférez llevaba un venablo - un arma de hasta corta - que cedía a su abanderado para retomar de éste la bandera que debía llevar en tales ocasiones como la entrada al cuerpo de guardia.


Requisitos

En la ordenanza de 1632 se fijan cuatro años de servicio en guerra viva o seis de servicio efectivo para poder acceder a la plaza de alférez, quedando - como en el resto de oficiales de la compañía - a criterio del capitán la elección de la persona para este cargo, no obstante que a partir de este año se fijó como requisito la aprobación del ascenso por parte del Maestre de Campo.
Lo normal era que el alférez hubiera sido anteriormente sargento, pero el criterio no era fijo.


Pagas

El alférez recibía tres escudos como soldado y doce escudos de ventaja por su oficio.

Sargento


El sargento, según queda constancia por la práctica totalidad de tratados militares y relaciones de hechos de armas, era el alma de la compañía: el capitán que contara con un buen sargento tenía la disciplina y el buen orden en el combate asegurados.

Del sargento nos relata Eguiluz:
El oficio y cargo de Sargento es el más necesario, trabajoso y vigilante,
de una compañía de infantería, y de quien depende todo el cuidado de ella
[...]
El sargento se encargaba del adiestramiento, de repartir los alojamientos [junto al Furriel] de comprobar el estilo de vida de los soldados [importante esto cuando vivían alojados en casas de particulares y podían desmandarse] y revisarles el armamento, de organizar las guardias y hacer las rondas, de organizar las marchas y de formar los escuadrones [la parte que le tocaba de  ordenar los hombres de su compañía siguiendo instrucciones del sargento mayor del Tercio] proveer munición, dirigir medias mangas, asistir mangas gobernadas por el capitán... En el sitiar plazas organizaba los trabajos en las trincheras, y era quien tomaba las órdenes del maestre y del sargento mayor...

Vemos pues, que con todas estas atribuciones - aunque siempre bajo las órdenes del capitán - era verdaderamente el cimiento sobre el que quedaba asentada la compañía.

Insignia
El sargento tenía como insignia la alabarda, aunque también usaba la corcesca. La insignia, en una época en que los uniformes no eran comunes - no comenzaron a serlo hasta el último tercio del XVII - era fundamental para ser reconocido de los soldados, sobretodo, los de las otras compañías:
Y aquel día, diziendo en el camino un sargento a un soldado aventajado que se apartasse del escuadron o le siguiesse, le respondio el soldado (no conociendo que era sargento, si bien le veia con alabarda) no quererlo hazer, metiendo la mano a la espada para acuchillarle, desorden que fue ocasión de prenderle
Comentarios de lo sucedido... Bernardino de Mendoza

Quedó ajusticiado este soldado y su cuerpo puesto en un carro con un cartel que advertía contra futuras indisciplinas: "por desobediente a los oficiales". Tal vez en otro caso, de no haber llevado su insignia, este soldado se hubiera salvado alegando no conocerle. Era muy común que el sargento dispusiera de un criado que le portara la alabarda o la corcesca, y que fuera en su seguimiento, pero este criado, a diferencia del paje de jineta del capitán, se lo pagaba de su bolsillo.


Armas

Excusará armas pesadas, trayendo coracina, o camisa de malla, o cuera de ante y el morrión leve. Solían estos oficiales tener jineta, pero ya los más pláticos la han dejado y usan de alabardas, las cuales traen detrás de sí en los alojamientos para ser conocidos, y respetados.
Diálogos del arte militar, de Bernardino de Escalante [1583]

Las armas que un Sargento debe servir, y que le están muy bien, son un buen morrión galano, y un coleto bueno de ante, y unas buenas mangas de malla, y un ginetón, o corcesca algo grande de hierro, que es mejor que alabarda [...] así para pelear [...] como para rondar, y para traerla de ordinario, que es más ágil y fuerte el asta, porque ha de ser de coscoja, o de fresno muy bien labrada, y más larga que la del albarda, que la tiene débil, por causa que es dulce la madera para poderla guarnecer de terciopelo y llena de brocas que se rompe fácilmente [...] porque si el asta fuese de leño fuerte, no habría quien pudiera sustentar el peso de la alabarda, ni se podría guarnecer de brocas, pues el hierro no es más de belvedere, de manera que ella no sirve sino de vista. Yo me he hallado mejor con la corcesca, que con el albarda en cinco años que ejercité todas dos armas. Pues vaya rondando con la alabarda de noche a oscuras cuando ha llovido, para bajar algún pendiente resbaloso, y arrímesa a ella, que le lisiará el rostro, o le rompe los vestidos; pues caiga con ella, que se sacará un ojo [...]
Discurso y regla militar, Martín de Eguiluz [1595]

Evidentemente, este alabarda es un arma de belvedere [bella vista] guarnecida y muy decorada para que el oficial se luzca con ella. Entiendo que la alabarda de munición, la que se entrega a los combatientes, no tendría el asta de madera "tan" dulce, ni el hierro sería de belvedere.

[el sargento sirve] En la Guerra con una alabarda que sea mas recia, que galana,y un buen morrión, y si para entrar en las trincheras, y de mas ocasiones, que se ofrecen traen algunos peto, y morrión fuerte aunque estos son pocos, porque para tales ocasiones los toman de sus amigos y la presteza,y trabajo de vn Sargento no requiere carga, en la Paz traen una alabarda galana,y morrión dorado.

porque al principio que fue criado este oficio servía con un ginetón, que cierto es más a propósito, porque el alabarda es arma que en muchas ocasiones embaraza con sus garabatos y puntas, y más fanfarrona que provechosa, y de aquí han tomado el decir jineta
Teorica, practica y exemplos compuestos por el Capitan Bernardino Barroso [1622 ]


Elección y requisitos

La elección de este oficial era libre por parte del capitán. Se hacían diversas recomendaciones acerca de la veteranía mínima que había de tener un sargento. En las ordenanzas de 1632 se dispuso que debía haber servido cuatro años bajo bandera en guerra viva o seis efectivos de servicio [en caso de no estar en guerra] debiendo certificar su oficio mediante los documentos correspondientes [certificaciones de los oficiales del sueldo].
Vemos que estas recomendaciones - y normas - no se siguen estrictamente, y que cuando se ha de levantar una compañía en España, los capitanes obtenidas sus patentes hacían sargento a quien tenían a disposición, no acreditando en muchas ocasiones experiencia más allá de los relatos que pudieran dar. También son notorios casos de corrupción respecto a la compra de cargos. En todo caso, vemos que siendo las compañías tan dependientes de este oficio, no recalaba habitualmente en personas "indignas" sino que recaían sobre "personas de calidad", como Alonso Vázquez, que tuvo el gobierno de la compañía de Luis de Godoy desde que había muerto este, habiendo quedado sin oficiales.


Emolumentos

El sargento tenía de paga los tres escudos por su plaza de soldado, y cinco escudos de ventaja por su oficio de soldado durante la mayor parte del periodo analizado.

Coselete [soldado]


El coselete, de cuya evolución cuanto a armas defensivas damos cuenta en la correspondiente entrada era un soldado de infantería armado con pica y espada, y protegido por una armadura que le protegía torso y cabeza - principalmente.

En el escuadrón había de ocupar las posiciones expuestas al enemigo - todas las posiciones exteriores del cuadro o rectángulo - siendo los mejor armados - defensivamente - los que obtenían el privilegio de ocupar las primeras filas - frontales.

Se asumía el papel defensivo de este soldado, el de ser pie firme de la milicia aguantando su posición en el escuadrón. Dado el enorme peso que había de cargar, tenía una movilidad reducida, y no se esperaba que diera persecución al enemigo o que ocupara posiciones dinámicas en el combate.

En 1538 se establece la siguiente orgánica: debía haber 65 coseletes por cada compañía de 221 soldados [se estimaba que era más o menos la tercera parte, más una tercera parte de arcabuceros, y por deducción, el resto serían picas secas].

En 1632 quedaría fijada la proporción definitiva [si bien dudamos, como en otros casos, que fuera llevada a la práctica]: setenta coseletes, noventa arcabuces y cuarenta mosquetes, desapareciendo las picas secas - al menos sobre el papel.

En todo caso, ya habíamos visto un aprecio por las armas de fuego en el ejército español, y esta proporción de armas de fuego de más de dos tercios se habría alcanzado muchas décadas antes, con los "inconvenientes" que suponía para la formación de escuadrones.

El coselete recibía un escudo de ventaja sobre su paga ordinaria de tres escudos, por "el mucho peso de sus armas".

El mucho peso de las armas

Ya entonces existía la polémica respecto a las piezas de armadura: era muy común que el soldado - no en combate, pero sí en otros menesteres, como guardias - excusara el esfuerzo de cargar con tanto peso dejando piezas de la armadura sin colocar:
y los capitanes han de tener mucho cuidado que, los que tuvieren coseletes los tengan limpios y adereszados, y vayan con ellos á sus guardias y muestras y á los otros efectos, y con gola y brazales, así por el buen ejemplo, como por otros buenos respetos; y á los que tuvieren y sirvan con ellos, se á de dar, al presente, la ventaja del escudo y no á los que andan con gola y brazales.
Milán, 28 de agosto de 1538. Marqués del Vasto [o del Gasto, como algún soldado lo rebautizó].

Toma de la plaza de Hulst, detalle del asalto de los muros por parte de coseletes pica en mano. También se pueden ver soldados armados con rodela.

En 1632 se repetiría la indicación al respecto de ir convenientemente armados en las Ordenanzas promulgadas ese año:

El feruir muchos defarmados, ó , con picas cortas, y ruines armas ha introducido la pereza , y mala difciplina y la poca cuenta,que los Capitanes tienen con fus Compañías. Y paraque efto fe remedie Mando alos dichos Capitanes,que pues á todos los que firuen con Picas en la nación Efpañola,les Mando dar Ventaja de Cofoletes, no permitan, que fus Soldados se defarmen .

Como escribiera Brancaccio unos años antes:
Que nadie deue defpreciar el pefo de las Armas, que no le
seran tan dañosas en el ocio, como vtiles en la batalla
Y es que podemos apreciar cierta indisciplina - o relajación - en ciertos momentos de la vida del soldado, como las referidas guardas, pero no sólo entre los soldados, sino en los oficiales y soldados distinguidos:
los Capitanes, y Oficiales, anden con fus Infignias,y ellos, y los Entretenidos,y Auentajados en la Infantería guarden la buena coflumbre que siempre ha hauido de entrar de guardia armados,y dormir en ellas fin defnudarfe, ni quitarfe hs armas,[...] porque demás , que de el defcuido que en ello ha hauido de algunos años a efta parte, ha resultado andar muy mal armados, y estarlo en la ocasion, dandofe mui mal exemplo a los Soldados.
Ordenanza de 1632, artículo XXXVII.

Asalto a la plaza de Calais. Detalle donde se pueden ver los coseletes, armados con picas, aunque más bien parecen medias picas.
Frente a esa relajación, no obstante, podemos ver muestras de lo contrario: soldados que quedan ahogados - muertos por el esfuerzo, o irse al fondo al cruzar un vado de agua - bajo el peso de sus armas:
que del desaliento y calor en siete millas que duró el alcance quedaron ahogados de nuevecientos á mil turcos : otros dicen que muchos mas, y seis ú ocho españoles no arcabuceros, sino coseletes.
Don García de Toledo desde Malta, a 11 de septiembre de 1565.


En las compañías de arcabuceros

En las compañías de arcabuceros debían servir un número de 25 coseletes armados con picas cortas o alabardas, que harían labores de escolta a los arcabuces, mas esta práctica parece desaparecida - por lo que nos refiere Brancaccio - a principios del XVII, y no hay referencia alguna de ella en las Ordenanzas de 1632, por lo que entendemos que esta norma [o consejo] quedaría limitada al alcance del XVI.