Capitán de los tercios de infantería española

El capitán era el primer oficial de la compañía, en quien residía su mando y dirección.

El capitán recibía una patente que le declaraba como tal, donde se recogían sus obligaciones y atribuciones. Si la compañía era de nueva creación, recibía además la conducta, documento que le permitía hacer la leva [la recluta] de los soldados en las localidades o zonas que le asignaran, y que permitía asimismo la colaboración activa de las autoridades correspondientes.

Para la mayoría de soldados, era el mejor puesto al que podían aspirar en su carrera. Debían saber leer y escribir - aunque hubo excepciones - y amén de llevar el mando táctico de la compañía, tenían la postetad de nombrar a todos los oficiales mayores y menores, y asimismo determinaba la distribución y concesión de las ventajas extraordinarias, lo que generaba dentro de la compañía una cierta red clientelar. No eran infrecuentes las críticas a los que "se sentaban en la mesa del capitán", estableciendo categorías entre los soldados.


A la izquierda, un oficial, quizá un capitán, con un morrión y coselete grabado. En la mano, una media pica. A su lado, un coselete con galanas armas, pero no de la calidad del oficial. Asalto nocturno de la villa de Ardres en 1596, detalle. [Patrimonio Nacional]




Armas e insignias


El capitán de las compañías de picas debía llevar siempre un coselete, espada y rodela y celada fuerte [a prueba] y pica cumplida de 27 palmos.


El capitán de las compañías de arcabuceros llevaría igualmente rodela, pero iría sin coselete, sirviendo con arcabuz como el resto de soldados.


La insignia del capitán era la jineta, que llevaba su paje de jineta, soldado con cargo a la compañía, que también podía llevar la rodela del capitán.


Detalle de la lámina 19a de "La cavalcata dell'Imperator Carlo V nel suo ingresso in Bologna", impreso hacia 1530, donde podemos ver tres capitanes de compañías de arcabuceros españoles, que llevan coseletes cumplidos - sin celada ni morrión, con una gorra emplumada - y sostienen jinetas en sus manos. La espada es algo más larga de lo que se recomendaría unas décadas más tarde. 




El capitán Juan Osorio de Ulloa tras vadear "la mar océana", durante la operación para tomar Zierickzee en 1575. La escena es un detalle de un grabado que ilustra la "Primera Década de las Guerras de Flandes", de Famiano Estrada, y se trata de una edición de 1681, por lo que no puede reflejar la moda de la época que pretendía retratar; solo hace falta ver los morriones de los soldados que aparecen alrededor y el sombrero de ala ancha, que en 1575 no estaba de moda. Aún así, este puede ser el retrato de un capitán del siglo XVII, con su jineta en la mano. 



Cometidos

Siendo capitán de picas, debía servir en la primera hilera de las picas, para como escribiera Brancaccio, "ser de los primeros que en peleas y batallas ha de ensangrentar la pica".

Debía en todo caso conocer el manejo de todas las armas - así para adiestrar como para dirigir a las tropas, debiendo en ocasiones el capitán de una compañía de picas dirigir una manga de arcabucería, o media manga.

El capitán de arcabuceros, serviría en la manga de arcabuceros en el escuadrón. Indicamos que este ejército había de ser muy dinámico, y un capitán había de dirigir tanto una manga en el escuadrón, como un asalto a una trinchera o una encamisada, pero se asumía que los capitanes de arcabuceros en "los más pláticos" y a ellos se les solía conceder el privilegio de dirigir las operaciones más delicadas.

Debía tener conocimientos de defensa y ataque de plazas fuertes, y también de escuadronar, aunque esta tarea dejamos declarada era oficio del sargento de la compañía bajo la dirección del sargento mayor del tercio.



Escuadra del capitán

El capitán de la compañía disponía de su propia escuadra, un conjunto de 25 soldados que servían bajo las órdenes de un cabo de escuadra. Esta escuadra estaba formada por caballeros principales, oficiales reformados y entretenidos, y se incluía en ella a estos soldados para que tanto los oficiales reformados como los caballeros particulares no fueran gobernados por cabos con menos experiencia en la guerra  o menos categoría social.

En su "Teorica, practica, y exemplos compuestos por el Capitan Bernardino Barroso", impresa en 1622, el autor explica como cuando entró a servir en 1574 en la compañía de Don Juan de la Cueva, el cabo de escuadra del capitán era Luis Pérez de Vargas, y siendo éste nombrado sargento, fue ocupada su plaza de cabo de escuadra por un alférez llamado Caxero.

A esta escuadra se les encomendaba diversas tareas de consideración, como por ejemplo, las tocantes al cuerpo de guardia.



Capitanes por cartas versus capitanes de canas

Son varias las denuncias - por parte de tratadistas como de veteranos - frente a los nombramientos de capitanes mozos, aún sin barbas, personas de ningún oficio a las que sólo el nombre de sus familias les proporcionaba el título de capitán.

Frente a estos capitanes por cartas - a los cuales disponer de un buen sargento les podía salvar de la deshonra de no estar capacitado para guiar a sus hombres - se recomendaba una experiencia mínima de varios años en el ejército, habiendo pasado por todos los puestos: de soldado a cabo de escuadra, y posteriormente a sargento y alférez. En todo caso, esto no siempre se cumplía.

En las Ordenanzas de 1632 se indicaba el requisito de seis años de servicio más tres como alférez o diez de soldado. Igualmente, dado que muchos capitanes de infantería lo eran asimismo de caballería - cediendo el gobierno de una de ellas en su segundo, pero gozando de ambos sueldos - se dispuso que únicamente se les concediera el mando de una sola compañía. Reducidas las compañías en este año a un único pie, la distinción entre picas y arcabuceros quedó anulada.



Montura

El capitán normalmente marchaba a caballo durante los traslados de la compañía, si bien a la entrada y salida - los momentos en que había que escuadronar - debía desmontar cediendo el caballo a un criado y ocupar su puesto. Eguiluz dejó escrito: "nunca el capitán el día de batalla lleve caballo salvador".



Sueldo

El capitán gozó de un sueldo de 40 escudos mensuales durante la práctica totalidad del periodo analizado.



Ejemplo de carreras militares: los capitanes del ejército de Flandes en 1596

En 22 de marzo de 1596 se hacía una relación de los capitanes de infantería española que había en el ejército de Flandes, tanto los que eran oficiales de los cuatro tercios, como de los capitanes que tenían sus compañías en guarda de diferentes presidios. 

Era un documento que podía servir para que el archiduque Alberto, nuevo gobernador de los Países Bajos, se hiciera una idea de los oficiales de infantería que eran en el nervio del ejército. 

En general, a excepción de los maestres de campo y algunos capitanes particulares, las descripciones eran parcas: "muy buen soldado y hombre de buen gouierno y muy buen sesso" podía ser el resumen de un capitán, pero además de valoraciones cualitativas recurrentes - valiente, muy valiente, de gran ánimo o arriscado, epítetos relativos al valor personal acompañan la descripción de estos 82 capitanes - aparecen datos de interés biográfico para hacerse una idea de quiénes eran estos oficiales.

Complementada esta relación con apuntes de las crónicas de Carlos Coloma, Diego de Villalobos, y otros documentos de época, podemos hacer una aproximación a un nutrido grupo de capitanes en un época especialmente activa de la guerra de Flandes.

Veámoslos en detalle:



Número de capitanes

  1. En el tercio de Luis de Velasco aparecen valorados 17 capitanes, 2 de ellos, sustitutos de otros que han muerto; uno de los sustitutos era ayudante de sargento mayor. 
  2. En el tercio de Antonio de Zúñiga aparecen valorados 8 capitanes, 1 de ellos, un alférez que ha sido promocionado por muerte de un capitán. 
  3. En el tercio de Agustín Mexía aparecen valorados 25 capitanes.
  4. En estos tres tercios, se incorporaron 12 compañías, a 4 por tercio, cuyos capitanes no son valorados por ser recién llegados.  
  5. En el tercio de Alonso de Mendoza, aparecen valorados 9 capitanes.
  6. Amén de los 81 capitanes de los tercios, hay 11 capitanes de infantería en guardia de presidios que también reciben valoración.
  7. En total tenemos 82 capitanes valorados, y otros 12 nuevamente venidos que el oficial que firma el documento no se atreve "a dar relación, porque si bien conozco a los mas, no soy amigo de dezir de nadie lo que no se por prueva".


La infantería española de los tercios, presidios y castillos

  1. El tercio de Luis de Velasco contaba con 1.881 soldados, 166 oficiales y 15 entretenidos. 18 capitanes gobernaban el tercio, por lo que tenían una media de 115 hombres a su cargo, incluyendo oficiales y entretenidos. 
  2. El 3º de Zúñiga tenía 126 oficiales, 4 entretenidos y 1.471 soldados, repartidos en 12 compañías, a una media de poco más de 130 hombres a cargo de cada capitán.
  3. En el Tº de Mejía, había 29 capitanes que mandaban a 213 oficiales y 2.280 soldados, con una media de 86 hombres a su cargo.
  4. El tercio de Mendoza era el que estaba más disminuido: 595 soldados, 43 oficiales y 7 entretenidos en 9 compañías, a 70 hombres - incluidos oficiales - a cargo de cada capitán.
  5. Los capitanes de presidios tenían entre 90 y 200 hombres a su cargo, con una media de 115.
  6. Los 8.100 hombres de infantería española - incluidos oficiales y entretenidos - estaban pues repartidos en cuatro tercios [6.829] y presidios [1.271] amén de los castillos de Amberes y Gante. 
  7. Por último, mencionar que los castillos de Amberes y Gante tenían importantes guarniciones, pero en este caso, los soldados españoles [752 en Amberes y 644 en Gante] que eran gobernados por castellanos y no por capitanes de infantería. 


Edad. Experiencia. Estatus. Nacionalidad

  1. Veinte de los capitanes eran viejos o muy viejos. Por contra, solo once eran mozos.
  2. Entre los viejos, había alguno que se hallaba inútil para servir. Por ejemplo, el capitán Juan Ruiz de Villoslada, "muy viejo soldado", que estaba "inutil de viejo y gordo" se hallaba con su compañía en el presidio de Dunquerque. Pero buena parte de estos capitanes viejos, eran hombres "de mucho servicio": tenían experiencia en el gobierno de las compañías, tenían "noticia de las cosas de la guerra", y su parecer y consejo era muy valorado. De hecho, había un antiguo capitán, Francisco de Aguilar Alvarado, ahora gobernador en Dunquerque, que venía sirviendo desde tiempos del duque de Alba [1568-1572]. No solo importaba el físico, la veteranía ayudaba a ejercer el cargo. Aún así, parece que la guerra había evolucionado en este tiempo, pues de algunos de estos capitanes viejos se dice que eran "modernos".  Esto es algo que se va a ver repetido en el tiempo: algunos viejos soldados tenidos en consideración en ternas de maestres de campo eran tachados como capitanes del tiempo antiguo; su escuela de guerra era ya de otra época. 
  3. Entre los once capitanes mozos, había soldados antiguos, o sea, que eran jóvenes de edad, quizá en sus treinta y tantos, pero llevaban sirviendo desde edad temprana, como don Fernando Deça, el cual "ha muchos dias que es soldado". De estos, había algunos "aprobados", que habían demostrado sus méritos, pero también algunos sin un historial de servicio, por los que se apostaba en el futuro, por ser "de muy buenos principios y esperanzas". También había tres que tenían parentesco en altos oficiales del ejército o de los consejos reales. Tan solo el nombramiento de uno de ellos había sido criticado por su juventud.
  4. Ocho de los capitanes reciben el título de "caballeros".
  5. Entre los capitanes, había dos portugueses. Los portugueses podían servir en tercios de portugueses, o de españoles, mezclados los unos con los otros, pues tenían la misma consideración. 


Ocupación

  1. La práctica totalidad - 71 - eran capitanes ordinarios de los cuatro tercios de infantería española que había en Flandes: los de los maestres de campo don Luis de Velasco, don Antonio de Zúñiga, don Alonso de Mendoza y don Agustín Mejía.
  2. Cuatro de los capitanes eran, además, maestres de campo de sus tercios, lo que era norma habitual.
  3. Dos de los capitanes de la lista eran sargentos mayores. El capitán Martín López de Ayvar era sargento mayor del tercio de Luis de Velasco, pero no tenía compañía. Pedro Ponce de León lo era del tercio de Agustín Mejía. En los otros dos tercios habría sargentos mayores, pero sin título de capitán. Estamos en la época en que los sargentos mayores tenían más autoridad que los capitanes. Así, Lopez de Ayvar gobernaba "el tercio en ausencia de su maestre de campo". 
  4. Nueve eran capitanes de compañías en presidio, algunos eran castellanos o gobernadores. Al menos uno tenía un tercer oficio, como Juan de Ribas, capitán de infantería y gobernador de la Esclusa, que también era superintendente de la gente de guerra de las fortalezas y presidios de Flandes. 
  5. Un capitán del tercio de Agustín Mejía había sido teniente del castillo de Amberes, había defendido una plaza, y al final, amén de la compañía del tercio, gobernaba la plaza de Terramunda. Vemos, por tanto, que los capitanes pueden compaginar el oficio de gobernar una plaza, y comandar una compañía de infantería de un tercio, que, en principio, había de estar disponible para salir en campaña.  


Carrera previa. Reformados y entretenidos.
  1. Tres de los capitanes habían sido ayudantes de sargento mayor, y otros dos habían sido ascendidos desde su oficio de alférez. Pero al menos cinco de los capitanes eran capitanes reformados: oficiales cuyas compañías habían sido disueltas, y que habían permanecido en el ejército sin mando en compañía, pero con título de capitán. Al estar sirviendo en el ejército, se les había preferido para proveerles las compañías antes que darlas a otros oficiales "vivos" como alféreces. 
  2. Muchos de estos capitanes reformados servían como entretenidos en el ejército. A diferencia de otros oficiales reformados, como alféreces o sargentos, que servían ordinariamente en compañías sin mando, pero con "autoridad", los capitanes no servían en compañías, para no hallarse en la tesitura de tener que obedecer a otro capitán, así que servían como entretenidos: personas que podían realizar tareas que en ejércitos posteriores serían propias del estado mayor. Don Pedro de Borja, por ejemplo, era un capitán entretenido que servía al maestre de campo Antonio de Zúñiga. Bartolomé de Torralba, capitán y sargento mayor, era entretenido en el tercio de don Agustín Mejía. Si hubiera habido una vacante en sus tercios por muerte de un capitán, Zúñiga o Mejía hubieran podido proponer al archiduque Alberto, capitán general del ejército, sus nombramientos, antes que darle la compañía a un alférez. 
  3. En los cuatro tercios había una nómina de 26 entretenidos - no necesariamente capitanes -, y, en todo el ejército 99, buena parte - 38 - sirviendo en los castillos de Gante y Amberes. Coloma apunta a un nutrido grupo de 25 o 30 capitanes reformados que combatieron a caballo en la batalla de "Dorlán" el 24 de julio de 1595 junto al conde de Fuentes. 
  4. Los capitanes reformados podían seguir sirviendo en el ejército, con la opción dicha de optar a vacantes, incluso en otras armas, como en la caballería. En general, salvo reforma disciplinaria, no había demérito en la reforma, porque era una mera cuestión organizativa: las compañías estaban tan disminuidas que se tenían que agrupar.
  5. Seis de los capitanes listados en marzo de 1596 habían sido nombrados bajo el gobierno del archiduque Ernesto [enero 1594 - febrero de 1595]. mientras que otros nueve habían sido nombrados por el conde de Fuentes durante su interín [febrero de 1595 - febrero de 1596]. Sumados a los tres sustitutos por muerte del capitán, tenemos que 18 de los 82 capitanes, casi el 22%, llevaban menos de dos años en su cargo. Esta alta tasa de renovación puede deberse, como veremos, a su alta mortalidad. 
  6. Siete de los capitanes habían venido de España con el archiduque Alberto. Cinco de ellos eran capitanes de banderas nuevas [bisoños reclutados en España el año anterior], y dos eran capitanes de los presidios de Lombardía [Alessandria de la Palla]. El archiduque se había hecho acompañar de 23 compañías, por lo que solo el 30% había sobrevivido a la reforma: el resto de compañías serían disueltas, sus soldados repartidos en las compañías viejas, y sus oficiales reformados, o sea, desproveídos de mando.
  7. Algunos de estos capitanes que hicieron el camino español con bisoños de España eran capitanes reclutadores o itinerantes: su carrera se basaba en reclutar tropas en los partidos que se les asignaban, y en conducirlas a los teatros de guerra o presidios donde eran necesarios. Así, Francesc Gay, capitán catalán que llevó en esta ocasión 161 soldados de Cataluña, ya había conducido tropas para Italia en 1593. Después de 1595-1596, volvió a reclutar una compañía para Flandes en 1599, y una cuarta en 1601 para servir en Milán. Para estos capitanes itinerantes, no era un menoscabo en sus carreras ser reformado, sino una oportunidad para continuar con su carrera como reclutadores. 
  8. Cinco de los capitanes "nuevos" eran parte del antiguo tercio de don Pedro Manrique que había servido en el Franco Condado contra los franceses. De un total de 36 compañías que tenía el tercio, solo habían sobrevivido 5, un 14%. Dado que eran tropas veteranas, lo lógico hubiera sido que hubiesen tenido más continuidad que las compañías de bisoños que hicieron la escolta al archiduque. Es probable que los meses que pasaron junto a la persona de Alberto, propiciaran que estos capitanes de la escolta tuvieran menos tasa de reforma que el tercio de Manrique, pero también hay que tener en cuenta que estas banderas venían menos "henchidas": 23 de ellas tenían menos de 80 soldados, y 12 menos de cincuenta. Solo había 4 compañías de este tercio que tenían más de 100 soldados. 
  9. De estos doce capitanes "nuevos" - los siete de la escolta del archiduque y los cinco del tercio de Manrique - no se hacía valoración por no ser conocidos. 


Heridos
  1. En la lista aparecen un par de capitanes "estropeados" por la guerra ya en marzo de 1596: Gonzalo Mexia, "coxo de un arcabuzazo en una pierna que le dieron en Durlans", y Francisco de Salcedo [Saludo en la lista], "manco de una pierna que le quebraron en Durlans". Estos dos capitanes eran del tercio de Agustín Mejía. Es relativamente normal que ambos capitanes fuesen heridos en el mismo encuentro, tenido lugar en Doullens [Dorlan] el 24 de julio de 1595. Salcedo acabó muerto en el asedio de Hulst [infra 6]
  2. En el asalto a Calais, el capitán Diego de Durango, que llevaba la vanguardia con la gente del tercio de don Alonso, padeció la voladura de la mina de cuyo fuego quedó casi abrasado, aunque curó después.
  3. En el asedio de Ardres, el maestre de campo y capitán Luis de Velasco, recibió un pistoletazo en el brazo.  

Se ha identificado al oficial con coselete dorado como el maestre de campo Luis de Velasco, que se halla delante del archiduque Alberto. A su lado, otro capitán con sombrero y coselete dorado empuñando una jineta, y al lado, un jovencísimo paje de rodela y jineta. El capitán Alonso de Contreras con catorce años de edad, el año de 1597 narraba: "Llegué á Palermo y luego me recibió por paje de rodela el capitán Felipe de Menargas, catalán; servíle con voluntad, y él me quería bien". 
 Asalto y toma del campo atrincherado de Hulst, detalle.  





Mortalidad

  1. De los 82 capitanes listados en marzo de 1596, 12 habían muerto a finales de año. Tenemos apunte de ocho de ellos: dos murieron en Calais, uno en Ardres y cinco en la toma de Hulst. Con esta tasa de mortalidad del 14%, la esperanza de vida quedaría reducida a 7 años, pero lo cierto es que conocemos historiales de largas carreras como la del viejo capitán Francisco de Aguilar Alvarado, que venía sirviendo desde tiempos del duque de Alba, y que ahora ponía su experiencia en la defensa de la plaza de Dunquerque.
  2. En el asalto que se dio a Calais el 24 de abril de 1596, los franceses volaron una mina que estaba hecha bajo la batería. Juan Alonso de Sotomayor sufrió la voladura siendo quemado y muerto. El capitán Hernando de Isla, valiente y arriscado soldado [...] quedó abrasado el rostro y las manos, cayendo y rodando todos envueltos entre piedras y polvo. Isla, del tercio de don Antonio de Zúñiga murió inopinadamente, puesto que fue sin orden al asalto, como aventurero. 
  3. En el asedio de Ardres, murió el capitán Sebastián [o Hernán] Gómez de Contreras, cuando se hallaba en las trincheras, que se habían comenzado a abrir el 8 de mayo.
  4. El capitán Luis Manrique dio el asalto a un rebellín de la plaza de Hulst al mando de doscientos soldados españoles. Tras lograr tomarlo, queriendo, con ardor juvenil, arrimarse hasta el propio rastrillo de la puerta por donde se entraba a la villa y trepar por él, le alcanzó un mosquetazo, de que cayó muerto dentro de la propia villa.
  5. Durante el asedio de Hulst, los capitanes Palacios y Patricio Antolínez, murieron acometiendo el dique del fuerte de la Estrella, peleando pica a pica con los enemigos.
  6. En el asedio de Hulst, estando en las trincheras esperando la orden de asalto, una bala de cañón disparada por los defensores, se llevó a nueve o diez soldados, entre ellos, al capitán Francisco de Salcedo, del tercio de don Agustín Mejía, hiriendo también al capitán Saavedra.
  7. En Hulst, dando un asalto a la muralla, el capitán Antonio Sarmiento recibió un mosquetazo, siendo atravesado de un ojo al colodrillo. Según Coloma, que refiere el caso con detalle, vivió a pesar de las heridas, pero según el apunte de la relación, falleció.  
  8. Vemos que, recurrentemente, los capitanes encabezan los asaltos y facciones, con lo que asumen un gran riesgo, sufriendo muchas bajas, en combates cuerpo a cuerpo, por disparos de armas de fuego y artillería, o por explosiones. 


Valoración personal positiva

  1. Valor. Como hemos apuntado al inicio, la mitad de los capitanes son considerados hombres valientes, recibiendo diversos epítetos: valiente, muy valiente, arriscado, de mucho ánimo, etc. Sin duda, el valor personal era imprescindible a la hora de hacer carrera y señalarse, pues se afrontaba la muerte en cada asedio, asalto, facción o batalla, y los oficiales encabezaban a sus soldados en dichas acciones, asumiendo un riesgo muy grande. 
  2. En general, claro, el valor era encomiable, pero en un caso, el del capitán Hernando Zapata, se indica "valiente capitan solo para pelear". El capitán debía reunir otras aptitudes además del valor personal.
  3. Entre esas aptitudes, se valoraba que fuera inteligente - aparecen repetidos los epítetos "de buen sesso", de buen entendimiento - y sensato: cuerdo. 
  4. Además de inteligencia y sensatez, debía reunir cualidades para el mando: de buen gobierno o bueno para gobernar, esto es, buenos para mandar hombres, eran calificativos que vemos repetidos. 
  5. En general, los capitanes reciben buenas valoraciones: "de buena opinión", "acertado" "buen soldado", "de mucho servicio" u "honrado", eran consideraciones que se repetían.
  6. Muchos de los capitanes eran apreciados por sus soldados y compañeros: ser "estimado" y hacerse "estimar de los amigos" era algo valorado positivamente.


Valoración personal con apunte negativo
  1. Por contra, aparecen unos pocos capitanes con malos apuntes personales, aunque su valoración general fuese, en general, buena.
  2. Del nombramiento del capitán don Jerónimo de Miesco por parte del conde de Fuentes, se había murmurado, porque demas de ser mozo, D. Luis de Velasco le tuvo preso por cosas feas. 
  3. Al capitán Simón Antunez, portugués, no le tenían por hombre de gouierno. O sea, lo consideraban inapropiado para mandar hombres por el motivo que fuera. Llegó a ser maestre de campo.
  4. El capitán Hernando de Isla, del que hemos apuntado murió en el asalto de Calais, era uno de los más briosos y arriscados capitanes que hubo en Flandes [...] reconoció muchos puestos y baterías; ayudó á dar grandes victorias ; sus hechos fueron excelentes , sus servicios importantes, sus consejos muy acertados y su ánimo invencible. Esta impulsividad también se traducía en el trato, pues se le consideraba como hombre de demasiada colera.
  5. Hernán Tello, gobernador de Durlans, era hombre de mucha diligencia y servicio y que tiene ánimo y entendimiento para cualquier negocio, cosa que demostró en la toma de Amiens, pero al mismo tiempo era "interesable" en materia de gobierno. O sea, que anteponía su interés personal en el ejercicio de su cargo. Esto se podía traducir en exacciones en su labor de gobernador, o en fraudes en el ejercicio de capitán. Como fuera, murió en la defensa de Amiens, defendiendo la plaza por su rey.


Parentesco

  1. Como solía pasar en la época, algunos capitanes tenían familia en el ejército. Esto puede haber sido causa de su promoción en la milicia, aunque en los casos referidos solo se apunta el parentesco sin atribuirle demérito al oficial.
  2. El capitán Domingo de Idiáquez era hermano del capitán Martín Idiáquez. Tenía una larga carrera, habiendo sido teniente del castellano de Amberes
  3. El capitán Gonzalo Mejía, "cavallero mozo", era sobrino del maestre de campo don Agustín, en cuyo tercio servía. 
  4. El capitán Marco Antonio Angulo era cuñado de Esteban de Ibarra, secretario del Consejo de Guerra, pero de él se decía "ha mucho tiempo que sirve". 
  5. El capitán don Juan de Silva, "cavallero mozo", era sobrino de don Alonso de Vargas, gobernador de la caballería ligera del ejército de Flandes. 
  6. El capitán don Diego de Villalobos y Benavides, "caballero mozo" era cuñado del pagador del ejército de Flandes desde 1595, Hieronimo Walther Zapata. 
  7. Es probable que los tres caballeros mozos fueran promocionados por sus parientes, lo cual no quiere decir que no tuvieran méritos para el cargo. 

Carrera posterior
  1. El capitán portugués Simón Antúnez, que, según el informe, no era tenido como "hombre de gobierno", llegó a ser maestre de campo del antiguo tercio de Sicilia en Flandes, a partir del año 1601. Con opinión de animoso capitán, vivió para desmentir la valoración negativa que de él habían escrito. 
  2. Pedro Sarmiento, había sido alférez del maestre de campo Sancho Martínez de Leiva en 1589, y en 1590 capitán del tercio de Antonio de Zúñiga. En la relación de 1596 aparece valorado como "hombre de gouierno y muy buen sesso". En 1598 fue nombrado sargento mayor, cuando el maestre de campo del mismo tercio era Carlos Coloma. En 1605 era maestre de campo de su propio tercio. Fue castellano en Azores, maestre de campo en Nápoles, y castellano en Nápoles hasta 1626.
  3. El capitán Juan Ruiz de Villoslada, fue castellano en Lombardía.
  4. Alonso de Tauste o Tausto, uno de los capitanes que hizo el camino español escoltando al archiduque Alberto, llegó a ser castellano en Sicilia.
  5. Alonso de Rivera o Ribera, fue virrey y capitán general de Chile.
  6. Pedro de Ayvar o Aybar, fue gobernador de Grave.
  7. Francisco de Aguilar y Alvarado murió en su cargo de gobernador de Dunquerque
  8. Domingo de Idiáquez continuó como gobernador de Terramunda.
  9. Baltasar de Ortigosa u Hortigosa continuó como gobernador de Dixmude.
  10. Baltasar Becerra, que estaba en 1596 con su compañía de guarnición en Dunquerque, llegó a ser gobernador de Dixmude.
  11. Juan Ramírez continuó como gobernador de Sasso [Sas - de - Gand]
  12. Diego Rodríguez de Olivares continuó como gobernador de Neoporte [Nieuwpoort]
  13. Hernán Tello murió el septiembre de 1597 en la defensa de Amiens frente a los franceses, habiendo recibido un arcabuzazo por debajo del brazo derecho. Tenía cuarenta años de edad. 
  14. Tristán López de Luna pasó a Nápoles, donde sirvió como entretenido del virrey.
  15. Como vemos, de los capitanes que tenemos noticia - de los maestres de campo hay bibliografías con enlace - la mayoría acabaron como castellanos o gobernadores, y algunos hicieron carrera en las Indias, aunque lo normal era que acabasen sus días organizando la defensa de una plaza fuerte, buen cargo para un militar experto que estuviera ya demasiado viejo para servir con pica o arcabuz. 








Alférez

El alférez era el segundo oficial de la compañía. Aunque las atribuciones que nos refieren los tratadistas son menores en número - e importancia - a las que había de ejecutar el sargento, en ausencia del capitán era quien gobernaba la unidad.

Nominalmente su obligación era la de portar la bandera, la cúal, una vez era arbolada simbolizaba la propia persona del rey, y el alma misma de la compañía, siendo de enorme vergüenza el perderla en la batalla.

De hecho, las victorias se contabilizaban en muchas ocasiones tanto en enemigos muertos - siempre estimados - como en banderas ganadas... y viceversa con las derrotas.

No obstante esto, el alférez solía disponer de un sotalférez o abanderado que era quien portaba la bandera durante la batalla o durante la marcha, no así en la revista de la compañía [al formar el escuadrón para el alarde] ni al iniciar ni al culminar las marchas, o al entrar en el cuerpo de guardia.

Alféreces de compañías de arcabuceros españoles según grabado de 1530, La cavalcata dell'Imperator Carlo V nel suo ingresso in Bologna

Durante la batalla el alférez solía ocupar bien puestos de combate en las primeras líneas, o algún puesto organizativo en una de las mangas, pero en ocasiones mantenía la bandera en lugar de cederla al abanderado, que quedaba resguardado en medio del escuadrón. Alonso Vázquez relata un suceso para él "extraordinario" sucedido en 1582:

y en este medio , uno de los rebeldes, con extraña osadía y ferocidad no vista, se entró por las picas hasta las banderas y mató á un Alférez y le quitó la que tenia en las manos, y tuvo tan buena suerte, que se la llevó sin que se lo pudiesen estorbar [...] Parece cosa increíble que estando las banderas en el centro de un escuadrón de picas pudiese un soldado hacer semejante efecto [...]

Alonso Vázquez valoró como muy audaz la hazaña del rebelde, pero en todo caso, lo que nos interesa del relato es que era el propio alférez quien sostenía la bandera, perdiendo la vida en su defensa.

Detalle de un escuadrón de picas con las banderas ocupando el centro. Cuarto tapiz de la serie de Vermeyen sobre la conquista de Túnez.



A parte de esta simbólica y - en esta época - fundamental labor, el alférez tenía mano en la organización de las guardias, y debía llevar las listas de la compañía, teniendo "la cuenta de la paga de los soldados".


Insignia y armas

Queda declarado que la insignia del alférez era la bandera de la compañía, pero cediéndola al abanderado, el alférez servía normalmente con pica y coselete en la primera hilera del escuadrón.

En su "Teorica, practica, y exemplos compuestos por el Capitan Bernardino Barroso", impresa en 1622, el autor explica al detallar como ha de formar la compañía al entrar al cuerpo de guardia, como se ve pasar al:
Alférez, que entra a hora bien armado con su bandera terciada, al ombro derecho, cogidas las puntas, y cabos de la bandera con la mano sinisestra, lleuando delante su abanderado con su venablo al hombro y ni mas,ni menos su atambor ypifano, y entiendese que el abanderado ha de ser hombre, ya hecho con su espada, y no se consienta que sean los tales abanderados muchachos rotos, y sin espada y apenas çapatos, como en la paz, le he yo visto a ojos del General

Vemos pues que en esta época el alférez llevaba un venablo - un arma de hasta corta - que cedía a su abanderado para retomar de éste la bandera que debía llevar en tales ocasiones como la entrada al cuerpo de guardia.


Requisitos

En la ordenanza de 1632 se fijan cuatro años de servicio en guerra viva o seis de servicio efectivo para poder acceder a la plaza de alférez, quedando - como en el resto de oficiales de la compañía - a criterio del capitán la elección de la persona para este cargo, no obstante que a partir de este año se fijó como requisito la aprobación del ascenso por parte del Maestre de Campo.
Lo normal era que el alférez hubiera sido anteriormente sargento, pero el criterio no era fijo.


Pagas

El alférez recibía tres escudos como soldado y doce escudos de ventaja por su oficio.

Sargento


El sargento, según queda constancia por la práctica totalidad de tratados militares y relaciones de hechos de armas, era el alma de la compañía: el capitán que contara con un buen sargento tenía la disciplina y el buen orden en el combate asegurados.

Del sargento nos relata Eguiluz:
El oficio y cargo de Sargento es el más necesario, trabajoso y vigilante,
de una compañía de infantería, y de quien depende todo el cuidado de ella
[...]
El sargento se encargaba del adiestramiento, de repartir los alojamientos [junto al Furriel] de comprobar el estilo de vida de los soldados [importante esto cuando vivían alojados en casas de particulares y podían desmandarse] y revisarles el armamento, de organizar las guardias y hacer las rondas, de organizar las marchas y de formar los escuadrones [la parte que le tocaba de  ordenar los hombres de su compañía siguiendo instrucciones del sargento mayor del Tercio] proveer munición, dirigir medias mangas, asistir mangas gobernadas por el capitán... En el sitiar plazas organizaba los trabajos en las trincheras, y era quien tomaba las órdenes del maestre y del sargento mayor...

Vemos pues, que con todas estas atribuciones - aunque siempre bajo las órdenes del capitán - era verdaderamente el cimiento sobre el que quedaba asentada la compañía.

Insignia
El sargento tenía como insignia la alabarda, aunque también usaba la corcesca. La insignia, en una época en que los uniformes no eran comunes - no comenzaron a serlo hasta el último tercio del XVII - era fundamental para ser reconocido de los soldados, sobretodo, los de las otras compañías:
Y aquel día, diziendo en el camino un sargento a un soldado aventajado que se apartasse del escuadron o le siguiesse, le respondio el soldado (no conociendo que era sargento, si bien le veia con alabarda) no quererlo hazer, metiendo la mano a la espada para acuchillarle, desorden que fue ocasión de prenderle
Comentarios de lo sucedido... Bernardino de Mendoza

Quedó ajusticiado este soldado y su cuerpo puesto en un carro con un cartel que advertía contra futuras indisciplinas: "por desobediente a los oficiales". Tal vez en otro caso, de no haber llevado su insignia, este soldado se hubiera salvado alegando no conocerle. Era muy común que el sargento dispusiera de un criado que le portara la alabarda o la corcesca, y que fuera en su seguimiento, pero este criado, a diferencia del paje de jineta del capitán, se lo pagaba de su bolsillo.


Armas

Excusará armas pesadas, trayendo coracina, o camisa de malla, o cuera de ante y el morrión leve. Solían estos oficiales tener jineta, pero ya los más pláticos la han dejado y usan de alabardas, las cuales traen detrás de sí en los alojamientos para ser conocidos, y respetados.
Diálogos del arte militar, de Bernardino de Escalante [1583]

Las armas que un Sargento debe servir, y que le están muy bien, son un buen morrión galano, y un coleto bueno de ante, y unas buenas mangas de malla, y un ginetón, o corcesca algo grande de hierro, que es mejor que alabarda [...] así para pelear [...] como para rondar, y para traerla de ordinario, que es más ágil y fuerte el asta, porque ha de ser de coscoja, o de fresno muy bien labrada, y más larga que la del albarda, que la tiene débil, por causa que es dulce la madera para poderla guarnecer de terciopelo y llena de brocas que se rompe fácilmente [...] porque si el asta fuese de leño fuerte, no habría quien pudiera sustentar el peso de la alabarda, ni se podría guarnecer de brocas, pues el hierro no es más de belvedere, de manera que ella no sirve sino de vista. Yo me he hallado mejor con la corcesca, que con el albarda en cinco años que ejercité todas dos armas. Pues vaya rondando con la alabarda de noche a oscuras cuando ha llovido, para bajar algún pendiente resbaloso, y arrímesa a ella, que le lisiará el rostro, o le rompe los vestidos; pues caiga con ella, que se sacará un ojo [...]
Discurso y regla militar, Martín de Eguiluz [1595]

Evidentemente, este alabarda es un arma de belvedere [bella vista] guarnecida y muy decorada para que el oficial se luzca con ella. Entiendo que la alabarda de munición, la que se entrega a los combatientes, no tendría el asta de madera "tan" dulce, ni el hierro sería de belvedere.

[el sargento sirve] En la Guerra con una alabarda que sea mas recia, que galana,y un buen morrión, y si para entrar en las trincheras, y de mas ocasiones, que se ofrecen traen algunos peto, y morrión fuerte aunque estos son pocos, porque para tales ocasiones los toman de sus amigos y la presteza,y trabajo de vn Sargento no requiere carga, en la Paz traen una alabarda galana,y morrión dorado.

porque al principio que fue criado este oficio servía con un ginetón, que cierto es más a propósito, porque el alabarda es arma que en muchas ocasiones embaraza con sus garabatos y puntas, y más fanfarrona que provechosa, y de aquí han tomado el decir jineta
Teorica, practica y exemplos compuestos por el Capitan Bernardino Barroso [1622 ]


Elección y requisitos

La elección de este oficial era libre por parte del capitán. Se hacían diversas recomendaciones acerca de la veteranía mínima que había de tener un sargento. En las ordenanzas de 1632 se dispuso que debía haber servido cuatro años bajo bandera en guerra viva o seis efectivos de servicio [en caso de no estar en guerra] debiendo certificar su oficio mediante los documentos correspondientes [certificaciones de los oficiales del sueldo].
Vemos que estas recomendaciones - y normas - no se siguen estrictamente, y que cuando se ha de levantar una compañía en España, los capitanes obtenidas sus patentes hacían sargento a quien tenían a disposición, no acreditando en muchas ocasiones experiencia más allá de los relatos que pudieran dar. También son notorios casos de corrupción respecto a la compra de cargos. En todo caso, vemos que siendo las compañías tan dependientes de este oficio, no recalaba habitualmente en personas "indignas" sino que recaían sobre "personas de calidad", como Alonso Vázquez, que tuvo el gobierno de la compañía de Luis de Godoy desde que había muerto este, habiendo quedado sin oficiales.


Emolumentos

El sargento tenía de paga los tres escudos por su plaza de soldado, y cinco escudos de ventaja por su oficio de soldado durante la mayor parte del periodo analizado.

Coselete [soldado]


El coselete, de cuya evolución cuanto a armas defensivas damos cuenta en la correspondiente entrada era un soldado de infantería armado con pica y espada, y protegido por una armadura que le protegía torso y cabeza - principalmente.

En el escuadrón había de ocupar las posiciones expuestas al enemigo - todas las posiciones exteriores del cuadro o rectángulo - siendo los mejor armados - defensivamente - los que obtenían el privilegio de ocupar las primeras filas - frontales.

Se asumía el papel defensivo de este soldado, el de ser pie firme de la milicia aguantando su posición en el escuadrón. Dado el enorme peso que había de cargar, tenía una movilidad reducida, y no se esperaba que diera persecución al enemigo o que ocupara posiciones dinámicas en el combate.

En 1538 se establece la siguiente orgánica: debía haber 65 coseletes por cada compañía de 221 soldados [se estimaba que era más o menos la tercera parte, más una tercera parte de arcabuceros, y por deducción, el resto serían picas secas].

En 1632 quedaría fijada la proporción definitiva [si bien dudamos, como en otros casos, que fuera llevada a la práctica]: setenta coseletes, noventa arcabuces y cuarenta mosquetes, desapareciendo las picas secas - al menos sobre el papel.

En todo caso, ya habíamos visto un aprecio por las armas de fuego en el ejército español, y esta proporción de armas de fuego de más de dos tercios se habría alcanzado muchas décadas antes, con los "inconvenientes" que suponía para la formación de escuadrones.

El coselete recibía un escudo de ventaja sobre su paga ordinaria de tres escudos, por "el mucho peso de sus armas".

El mucho peso de las armas

Ya entonces existía la polémica respecto a las piezas de armadura: era muy común que el soldado - no en combate, pero sí en otros menesteres, como guardias - excusara el esfuerzo de cargar con tanto peso dejando piezas de la armadura sin colocar:
y los capitanes han de tener mucho cuidado que, los que tuvieren coseletes los tengan limpios y adereszados, y vayan con ellos á sus guardias y muestras y á los otros efectos, y con gola y brazales, así por el buen ejemplo, como por otros buenos respetos; y á los que tuvieren y sirvan con ellos, se á de dar, al presente, la ventaja del escudo y no á los que andan con gola y brazales.
Milán, 28 de agosto de 1538. Marqués del Vasto [o del Gasto, como algún soldado lo rebautizó].

Toma de la plaza de Hulst, detalle del asalto de los muros por parte de coseletes pica en mano. También se pueden ver soldados armados con rodela.

En 1632 se repetiría la indicación al respecto de ir convenientemente armados en las Ordenanzas promulgadas ese año:

El feruir muchos defarmados, ó , con picas cortas, y ruines armas ha introducido la pereza , y mala difciplina y la poca cuenta,que los Capitanes tienen con fus Compañías. Y paraque efto fe remedie Mando alos dichos Capitanes,que pues á todos los que firuen con Picas en la nación Efpañola,les Mando dar Ventaja de Cofoletes, no permitan, que fus Soldados se defarmen .

Como escribiera Brancaccio unos años antes:
Que nadie deue defpreciar el pefo de las Armas, que no le
seran tan dañosas en el ocio, como vtiles en la batalla
Y es que podemos apreciar cierta indisciplina - o relajación - en ciertos momentos de la vida del soldado, como las referidas guardas, pero no sólo entre los soldados, sino en los oficiales y soldados distinguidos:
los Capitanes, y Oficiales, anden con fus Infignias,y ellos, y los Entretenidos,y Auentajados en la Infantería guarden la buena coflumbre que siempre ha hauido de entrar de guardia armados,y dormir en ellas fin defnudarfe, ni quitarfe hs armas,[...] porque demás , que de el defcuido que en ello ha hauido de algunos años a efta parte, ha resultado andar muy mal armados, y estarlo en la ocasion, dandofe mui mal exemplo a los Soldados.
Ordenanza de 1632, artículo XXXVII.

Asalto a la plaza de Calais. Detalle donde se pueden ver los coseletes, armados con picas, aunque más bien parecen medias picas.
Frente a esa relajación, no obstante, podemos ver muestras de lo contrario: soldados que quedan ahogados - muertos por el esfuerzo, o irse al fondo al cruzar un vado de agua - bajo el peso de sus armas:
que del desaliento y calor en siete millas que duró el alcance quedaron ahogados de nuevecientos á mil turcos : otros dicen que muchos mas, y seis ú ocho españoles no arcabuceros, sino coseletes.
Don García de Toledo desde Malta, a 11 de septiembre de 1565.


En las compañías de arcabuceros

En las compañías de arcabuceros debían servir un número de 25 coseletes armados con picas cortas o alabardas, que harían labores de escolta a los arcabuces, mas esta práctica parece desaparecida - por lo que nos refiere Brancaccio - a principios del XVII, y no hay referencia alguna de ella en las Ordenanzas de 1632, por lo que entendemos que esta norma [o consejo] quedaría limitada al alcance del XVI.



Corazas [En redacción]

La creación de la pistola de rueda en la década de 1520 posibilitó la aplicación de este arma de fuego [de escasa potencia pero fácil de manejar] en el arma de caballería. Parece ser su primera aplicación como arma de complemento para los soldados armados con lanza, pero - según fuentes contemporáneas de la época: Diego Núñez Alba - el nacimiento de la caballería cuya principal arma era la pistola - un par, tres y hasta cuatro - pudo tener lugar en el país de Gueldres a primeros de la década de 1540 [1], pero su desarrollo lo vemos mayormente en Alemania.

Durante un largo periodo denostado este tipo de soldado por considerarlo ineficiente, no formó parte de la orgánica española hasta finales del XVI, principios del XVII, aunque participando en los ejércitos del rey tropas de esa tipología con carácter mercenario, como los reiters [también conocidos como herreruelos] de nación alemana reclutados intermitentemente en Flandes ["contratos" de seis meses de duración: lo que había de durar la campaña a realizar en los meses de verano].

Durante el XVII, sin embargo, vemos un florecimiento de este arma también en los ejércitos habsbúrguicos.



Equipamiento

El arma principal del coraza, como decíamos, es un arma de fuego corta que se empleaba con una sola mano, inicialmente con llave de rueda y posteriormente con llave de chispa [aunque conviviendo ambos tipos durante varias décadas] que según la longitud de su cañón y calibre algunos autores parecían clasificar en pistolas y pistoletes, arcabucejos o arcabucillos de arzón, uniéndose el pedreñal como arma intermedia.
Lo cierto es que esta clasificación no es certera ni mucho menos, pero debemos quedarnos con la idea de que eran armas para ser empleadas con una sola mano, a diferencia de arcabuces, escopetas y carabinas que precisaban de ambas manos para ser usadas.

Quizás la diferencia la hallemos en el tipo de chuzo [culata de madera] con el cual se sostenía el arma. La pistola de caballería solía tener un cañón de entre dos y tres palmos [hay modelos más cortos para su uso pedestre] y un calibre de entre un cuarto de onza y media onza, existiendo modelos aún de mayores dimensiones. A nivel civil, la pistola y los arcabucillos eran armas prohibidas por las leyes de Castilla, siendo la longitud mínima de cañón para poder escapar a esa prohibición de cuatro palmos de vara castellana.
La armadura solía ser de tres cuartos [protección hasta las rodillas con quijotes para los muslos] cubriendo el resto de la pierna una bota de caballería de cuero. En la cabeza una celada con visera y barbote. Las manos podían llevar guantelete de acero o guantes de cuero, aunque se consideraba recomendable que la mano que asía las riendas estuviera protegida con guante de hierro, pues era objeto de las cuchilladas del enemigo para que así el contrario perdiera el control de su montura.
Con el paso del tiempo, el soldado de caballería - como el de infantería - fue prescindiendo de piezas de la armadura - por economía y eficacia, y para finales del XVII apenas mantenía peto y espaldar - a prueba de pistola como mínimo - habiendo incluso abandonado en muchos casos la celada, pero el aspecto de la ilustración precedente es bastante correcto para la primera mitad del XVII.
La celada podía llevar un penacho de plumas o no, pero los soldados siempren debían llevar un distintivo rojo que les identificaba como súbditos de la casa de Borgoña. Lo recomendable era una faja [más bien un trozo de tela atado a la cintura, ya que los extremos se dejaban sueltos] antes que una banda, pues esta, quedando suelta podía ser aferrada por el contrario para tirando de ella desestabilizar al soldado o incluso tirarlo de su montura. La celada no solía llevarse puesta, sino que se llevaba colgada del arzón trasero - lo que podía moler las hijadas del caballo - o colgando del brazo, sino se disponían de criados para que la portasen.
El soldado llevaba una espada, y solía llevar un martillo o un hacha de guerra, arma puede que más útil que la espada pues podía penetrar mejor en la armadura.

Tácticas de combate

Notas
[1] Núñez Alba escribía de oídas, así pues no podemos dar mas fiabilidad a su palabra que la que él mismo le dio: "unos los llaman [...] gueldreses, o por haber sido ellos los primeros, o por haberse visto en la jornada que pocos días ha el Emperador ganó contra el duque de ellos". Gueldres fue sometida a jurisdicción personal de Carlos V tras una guerra en 1543.

La caballería española del periodo de los tercios [s.XVI-XVII].

La caballería en estos siglos de revolución militar que son el XVI y el XVII, vive una transformación muy importante, debido, principalmente, al desarrollo de las armas de fuego.

La siguiente clasificación de las distintas ramas de este arma en el periodo pretende ser cronológica, tanto en origen, culmen como en declive. Acerca de cada una de ellas realizaremos un detalle describiendo su equipamiento, su modo de combate, sus virtudes y defectos...



Jinetes

El jinete español, que montaba y luchaba a la morisca, se desarrolla como respuesta precisamente a la manera de combatir árabe, en caballos ágiles y armados ligeramente, luchando a "picar" antes que a chocar. En el siglo XVI abandonan definitivamente la adarga [escudo en forma de corazón] pero no se les ve fuera de la península avanzado el siglo, sino es en Berbería o las Indias.
Montan en sillas jinetas [con bridas cortas] y usan lanzas jinetas [asta maciza de sección continua] y siguen el principio de "más vale maña que fuerza", aprendiendo a manejar la lanza a lomos de caballo haciendo blanco en pequeños objetivos - el anillo - en juegos donde lucen sus habilidades.
Esta escuela tuvo una mínima repercusión en los conflictos en Europa, y en España quedó básicamente reservada como arte ecuestre para divertimento de jinetes y espectadores.

En la época se usa comunmente el término ginete con G antes que con J.



Hombres de armas

También llamados gente de armas, se trataba de una caballería de tipo medieval, cuya plenitud tuvo lugar en el siglo XV y principios del XVI. Fuertemente armados de los pies a la cabeza, y protegido igualmente el caballo con testeras y bardas, empleaban la gruesa lanza al choque.
Hombres de armas en la Revista de tropas en Barcelona ]1535], segundo tapiz de la serie la Conquista de Túnez. Diseños de Willem de Pannemaker




Las Guardas de Castilla son su exponente peninsular. Transcurrida la primera mitad del XVI, no veremos movilizada caballería pesada española fuera de la península.



Caballos ligeros

También conocidos como celadas, y referidos simplemente como lanzas con el declinar de la caballería pesada, se trata de una tipología de caballería similar a la precedente, pero que empleaba caballos de menor envergadura, y que no iba tan fuertemente armada, careciendo de protecciones sus monturas, pero jugando la baza del choque al galope empleando sus lanzas para romper a los jinetes contrarios. De los caballos ligeros nos hemos ocupado por extenso en el artículo correspondiente.


En la imagen, una lámina de un manual de caballería escrito por el caballero italiano Ludovico Melzo, y publicado en Amberes en 1611. Podemos ver el aligeramiento en la armadura del soldado [prescindiendo de protección de cintura para abajo] así como la ausencia de protección del caballo.



Arcabuceros a caballo

El arcabucero a caballo es un soldado mixto: puede luchar tanto a pie como a caballo. Empleando el arcabuz [o la carabina] consigue abrir brecha en los escuadrones de caballería enemiga. No el más poderoso, pero sí el más polivalente. En la entrada correspondiente nos ocupamos por extenso de la materia.

Del mismo libro que la anterior ilustración, un arcabucero a caballo, con su equipamiento bajo pórtico.



Corazas 

Posteriormente al periodo que nos ocupa denominados coraceros, los caballos corazas era unos soldados que combatían con pistola y espada, fuertemente armados con una coraza tres cuartos, similar a la empleada por los caballos ligeros. De ellos nos ocuparemos por extenso en un artículo a propósito. Aunque denostados por algunos militares españoles de finales del XVI, fueron el pilar de la caballería en la segunda mitad del siglo siguiente.



En una representación pictórica de la colección Vinkhuizen de la NYPL, dos corazas abriendo fuego contra un enemigo más imaginario que ellos.



Dragones

Tan siquiera merecedores del distintivo de caballería por la orgánica española de la época, estos "mosqueteros a caballo" eran infantes montados, que se desplazaban sobre sus animales, pero que combatían fundamentalmente a pie. Suponen una evolución de los arcabuceros a caballo, que frecuentemente desmontaban para combatir.



Equipados con las peores monturas, los dragones debían desmontar para emplear sus mosquetes, como este dragón idealizado de la misma colección antes señalada.

En Nordlingen [1634] el cardenal-infante don Fernando contaba entre sus tropas cinco compañías de Dragones - una de ellas, gobernada por el capitán don Pedro de Santa Sicilia - con un total de quinientos hombres, como narra don Diego de Aedo en su memorable viaje.

Compañías de lanzas [caballos ligeros]

Tiempo atrás dediqué un tiempo a dirimir los nombres dados a las compañías de lanzas, pues albergaba dudas al respecto de la tipología de soldado que se escondía tras tal variedad de nombres [lanzas, caballos ligeros, celadas] y temía confundirlos con la otra escuela de caballos ligeros [a la jineta] eminentemente hispánica, y muy influenciada por la caballería árabe [de lanza y adarga] que entiendo jugo su papel principalmente en la península, berbería e indias [y puede que en el sur de Italia frente a amenazas turcas] pero no se enfrentó a rivales europeos [salvo en la campaña de Portugal de 1580] no siendo estos "jinetes" rivales para caballería pesada [o aún ligera como lo que hemos de tratar en esta entrada] los cuales les hubieran arrollado en choque. Realizada ya esta aclaración, entremos a detallar las cualidades de las compañías de lanzas - caballos ligeros - celadas.


Naturaleza
En esencia, el caballo ligero era un versión "adelgazada" del pesado caballero medieval, que había perdido piezas de su armadura personal [protección de las piernas] al tiempo que la montura prescindía totalmente de ellas [bardas y testeras] dotándose asimismo de lanzas más cortas y ligeras [aunque de ristre igualmente] y caballos más pequeños.

La montura más pequeña y la menor protección de jinete y caballo tiene una relación directa: menor peso puede ser llevado por un animal de menor porte, pero asimismo, implica a esta caballería una serie de diferencias - no siempre déficits - contra sus hermanos mayores: hombres de armas o gente de armas [las Guardas de Castilla o los Continos de la familia Luna, por dar algunos ejemplo de caballería pesada peninsular].
Evidentemente, un caballo más pequeño implicaba no solo menor capacidad de carga [y menores defensas] sino menor potencia de choque, aunque se ganaba en movilidad, y sobretodo, en economía.
Durante la edad media, se había producido un proceso de "engorde" de la caballería, hasta que en el siglo XV el hombre de armas a lomos de su caballo en carrera se había convertido en una fortaleza en movimiento, un pequeño tanque que descargaba toda su violencia al choque contra el arversario. Esta ganancia de peso y potencia se había asentado en el uso de caballos criados para tal propósito, pero la exigencia de tales portentos [máxime cuando el hombre de armas debía disponer en todo caso de dobladura, una segunda montura de repuesto] aunque cubierta a base de pagar altos precios por estos animales seleccionados, había descartado al caballo medio de tal uso en la guerra.
Por contra, el desarrollo de las armas de fuego portátiles [ver entrada a propósito] aunado al empleo del escuadrón de picas, había supuesto que un "triste" peón tumbara [y matara] a tan preciadas monturas y distinguidos dueños, a un coste irrisorio, poniendo en entredicho por tanto la inversión que se realizaba en este arma del ejército. Así pues, el siglo XVI amanece con un aviso importante: la caballería había de jugar de aquí en adelante un papel secundario en la batalla, restingido a luchar contra su igual, y a limitar el movimiento de la infantería, pero no a chocar contra esta.
Asimismo, con el paso de la Edad Media a la Moderna, los ejércitos crecen en número, y aunque con su nuevo papel de segunda fila, resultan necesarios más caballos.
Todos estos factores posibilitan el "adelgazamiento" de la caballería pesada medieval, desarrollándose la caballería ligera [1] rivalizando y desplazando a la más potente, pero también más costosa caballería pesada medieval, cosa que se puede apreciar en el caso de Flandes [en la segunda mitad del siglo XVI] donde la caballería pesada que podemos encontrar en el ejército consiste en las "Bandas de Armas" del país, compuesta por la nobleza al modo medieval, pero en ningún caso se recluta otra caballería [armada con lanzas] que no sea ligera, marchando precisamente con Alba desde Milán en 1567, 10 compañías de caballos ligeros y 2 de arcabuceros a caballo. Los manuales de caballería consultados [de principios del XVII] ni siquiera hacen mención a hombres de armas, asumiendo la lanza como caballería ligera.


Protecciones
Por lo general, el armamento defensivo de un caballo ligero [nombre dado al soldado] consistía en una armadura tres cuartos [hasta las rodillas, siendo un pistoletazo en el muslo una herida mortal, como nos recuerda Basta] o en una media armadura [hasta la cintura, o hasta cubrir el bajo vientre]. Eguiluz [1590] nos refiere el empleo del peto volante, o sea, un peto superpuesto al ordinario, aumentando la tan importante protección del torso.


Una armadura de tres cuartos, sin guantes.

La protección de la cabeza se realizaba siempre con una celada con visera y barbote. Las altas botas de caballería podían llegar hasta cubrir parte del muslo [sustituyendo el grueso cuero el cujote metálico] o por el contrario quedar sobre la rodilla. Las manos podían ser protegidas por guanteletes o simples guantes de cuero.


Armamento

El arma principal del caballo ligero era la lanza, de idéntica hechura que la lanza de armas, pero más ligera y corta, la cual se llevaba en una cuja [bolsón de cuero asido a la parte derecha de la silla] y se empleaba en ristre [soporte metálico fijado al peto para sujección de la lanza].


El alma de este lanza era hueca, y a diferencia de otras armas de asta, tenía una moharra mínima [hierro que une la punta al asta abrazándola] permitiendo que la punta se perdiera en el choque, sin el excesivo compromiso mecánico del asta que le hubiera supuesto una moharra más larga. La hoquedad del asta buscaba su aligeramiento, proporcionándole mayor resistencia su mayor sección, frente a otra tipología de lanzas de cuerpo macizo pero más esbeltas, alcanzando el equilibrio entre peso, maniobrabilidad y resistencia óptima, aunque era frecuente que esta se rompiera en el choque.


El soldado llevaba bien una pistola [también llamada en la época pistolete] o arcabucejo de arzón [para ser manejado en todo caso con una sola mano] en una pistolera el arzón de la silla o un par de estas. Podía llevar igualmente un martillo o un hacha de guerra, y siempre llevaba - como todos los soldados de la época, de infantería y caballería - una espada.


Podemos ver a este caballo ligero montando: lleva su lanza, su espada, y del arzón delantero pende una pistola enfundada.

La silla de montar era una silla de armas, de arzón alto [para fijar al jinete a su montura y ayudar a transmitir la fuerza de la carrera a la lanza] borrenas [para proteger los muslos, aunque algunas prescindieran de estas] y bridas largas. A diferencia del hombre de armas, no se esperaba que el caballo ligero dispusiera de dobladura, aunque algún autor lo recomendaba.


La montura había de ser tal que permitiera una carga al galope. Aún siendo caballos de menor porte que los de los hombres de armas [como queda dicho] eran superiores en tamaño, potencia y velocidad a los corazas y los arcabuceros a caballo.

Efectividad versus reconocimiento

En su "Teórica y práctica de Guerra" [1595] hacía Bernardino de Mendoza [que había sido capitán de una compañía de lanzas] la súplica a Su Majestad "que de ninguna manera permita que sus milicias de a caballo dejen las lanzas [...] la mejor arma para la gente de a caballo". Argumentaban los detractores de la lanza [que cederá paso al caballo coraza armado con pistolas] que esta era arma de gran embarazo, y que las pistolas podían ofender a mayor distancia. Sus apologetas, entre los que encontramos a Mendoza alegaban como principal virtud de la lanza [majenada por hombres de armas o caballos ligeros] la potencia generada por el choque, censurando la pistola por ser arma que podía únicamente ofender a pocos pasos.

Pocos años después, dos militares al servicio de España [Luis Melzo y Jorge Basta] escriben sendos tratados sobre el arma de caballería, aprovechando el interludio ocioso de la tregua de los doce años, siendo poco elogiosos con las lanzas, aunque incluyéndolas como arma ordinaria de la caballería.

El caso es que frente a los primeras décadas del XVI, donde podemos encontrar que la mayoría de compañías de caballos son de hombres de armas y caballos ligeros [aumentando el porcentaje de los segundos a costa de los primeros] progresivamente las compañías de arcabuceros a caballo, y sobretodo [a finales del XVI] las compañías de corazas, arrebatan el puesto a las lanzas, quedando a partir del segundo tercio del XVII relegadas a efectos de guardas de capitanes generales.

Los defectos de las lanzas eran los siguientes: la potencia de choque que era su virtud requería el uso de caballos de mayor envergadura y calidad, y por tanto, de mayor coste; el uso de la lanza requería de entrenamiento y coordinación para poder permitir asestar golpes certeros al contrario: la preparación de los soldados requería tiempo y dinero; el coste del armamento, pues una lanza era más cara que un par de pistolas, y las lanzas se rompían al choque frecuentemente.

Todos estos factores apuntan a que las corazas [como caballería que podemos entender hacía la competencia al caballo ligero por su lucha a la carga y en melee] siendo más baratas y más fáciles de reclutar [el uso de la pistola no requería un entrenamiento exhaustivo, ni mucho menos] le ganaran la mano a las lanzas, como pieza principal de la caballería.


Combate


Como queda entendido, los caballos ligeros debían combatir al choque, dando las cargas al galope, y llevando la lanza contra sus adversarios, recomendando algunos autores elegir el pecho o el costado del caballo, según la ocasión, por la simple razón de que el blanco era de mayor tamaño, y que al fin al cabo, rota su montura, queda el soldado de caballería desmontado e indefenso para ser atropellado, aunque pueda echar mano de la pistola.

Con la irrupción de las armas de fuego, se recomienda realizar una combinación de escuadrones: primero marcharan arcabuceros a caballo que disparando unos cuarenta o cincuenta pasos a distancia del escuadrón enemigo, ayudarán a desmandarlo, girando la formación sobre su mano derecha y dando paso a las corazas [que harán lo propio con sus pistolas] para posteriormente los caballos ligeros, teniendo el escuadrón enemigo desordenado, daran su carga al galope sobre este, actuando con sus lanzas.

La carrera debía tomarse a no más de sesenta o setenta pasos, pues las distintas calidades de las monturas, harían que unos caballos se adelantaran, no realizando el choque en formación cerrada como conviene, dando el consejo algunos autores de cabalgar rodilla con rodilla, pegados al compañero. Los escuadrones para la carga serán de unos 25 hombres.

Las compañías de lanzas sirven con estandarte, el cual sirve como insignia de la unidad, al tiempo que como hito que los hombres han de seguir para reunirse tras ejecutar la carga. El alférez - que tiene como misión portar el estandarte - cabalga al lado del capitán, mientras que el teniente tiene como misión marchar en retaguardia para "recoger a los rezagados".


Cometidos ordinarios

A diferencia de los arcabuceros a caballo, las compañías de lanzas están exentas de guardias, escoltas y otras acciones menores, para permitir el descanso de sus monturas, y porque carecen de la polivalencia de aquellos.


[1] Todo esto no supone que anteriormente no existiese algo parecido a la caballería ligera. En toda época siempre hemos encontrado unidades "peor" equipadas, y no sería extraño que aún en el siglo XV hallaramos jinetes con el equipamiento y las aptitudes propias de la caballería ligera, pero interpreto más como tipo residual que como soldado deseado.

Arcabucero a caballo

En los ejércitos de los Reyes Católicos existían los ballesteros a caballo y posteriormente los escopeteros a caballo, así que dotar a soldados de a caballo con las nuevas armas de tiro durante el segundo cuarto del XVI no supuso una excesiva innovación técnica respecto a los usos pasados.
Del arcabucero a caballo se esperaba combatiera tanto a pie como a caballo, a diferencia del dragón - de aparición en las armas españolas cien años posterior - cuya montura únicamente la posibilitaba el desplazamiento hasta el punto de combate. Era pues, un soldado de caballería, que combatiría a lomos de su animal con arcabuz, espada y eventualmente pistola, pero que no debía hacer ascos a poner pie en tierra y luchar como infante cuando las circunstancias así lo requiriesen.


En la ilustración precedente, una más que idealizada representación de un enfrentamiento entre un caballo coraza [coracero] y un arcabucero a caballo, como pie de portada de un tratado militar de 1611: "Reglas militares para el govierno e servicio particular de la cavalleria" de Ludovico Melzo, caballero itialiano al servicio de su rey en los Países Bajos.


Equipamiento: armamento y montura 

El arcabucero a caballo llevaba inicialmente peto y espaldar para proteger el tronco, y celada [o morrión] para la cabeza, perdiendo las piezas de protección de espalda y torso con el paso del tiempo, aunque se recomendaba al capitán y teniente que portasen petos y espaldares a prueba de arcabuces. De la necesidad virtud, y por ello, en caso de compañías sueltas que custodiasen puestos fronterizos - o que no combatieran en cuerpos de ejército, sino hubieran de mantenerse por sí - se tenía a bien que de 100 hombres, 40 fueran igualmente armados a prueba, actuando de esa manera como tropa de choque, papel reservado inicialmente para las corazas, pues de otra manera, no hubieran podido frenar el ataque de hombres fuertemente armados.

Martin de Eguiluz, todavía en 1590, recomendaba el arcabuz de mecha frente al de rueda, por ser más fiable el tiro, y por considerar que principalmente, el soldado combatía a pie, pero sin duda, la llave de rueda - así como más tarde la llave de chispa - facilitó - por no decir que posibilitó - el combate a caballo y el disparo al trote o al paso - nunca al galope-.
 

400 Spanigsche Reuter zu feuss. 400 arcabuceros a caballo combaten a pie a los estudiantes de Aalst. Septiembre de 1576. Grabado de Franz Hogenberg. Biblioteca Nacional de España.

El arcabucero debía llevar una serie de 10 o 15 cargas [lo que hoy denominamos cartuchos] en una bolsa de cuero, realizadas con pólvora y bala liadas en un papel - Eguiluz refiere hoja de lata - para facilitar la carga. Desconozco exactamente de cuando es esta invención, pero desde luego, no se aplicó regularmente en infantería hasta finales del XVII.

Debía llevar una casaca de faldas largas, de manera que pudiera resguardar el arma y los frascos de la lluvia. De ordinario, los soldados marchaban con un sombrero en la cabeza, y se reservaba la celada - por comodidad o galantería - para las situaciones que lo requirieran. Con el paso del tiempo, la celada llegó a obviarse, mas para protección del cráneo se desarrolló una pieza metálica a modo de cuenco que cubría la parte superior de la cabeza y que quedaba oculta bajo el sombrero... pero de las representaciones pictóricas de la época, no podemos dilucidar si el soldado a caballo con sombrero portaba bajo este tal protección o no.


Arcabuceros a caballo españoles - Der Hispanigsche Reutter - persiguiendo a las tropas de los estados hasta las murallas de Amberes 2 de marzo de 1579. Portaban el típico morrión español de la época, sin cresta. Uno de los soldados lleva estandarte, contradiciendo por tanto lo expuesto en los manuales del siglo XVII, que indicaban que la compañía de arcabuceros no lo llevaría. 


Arcabuceros a caballo del rey de Navarra - izquierda - combaten con tropa de caballería del duque de Parma - derecha. 6 de febrero de 1592.


Arcabucero a caballo enfrentándose, del manual de Walhausen. El de la izquierda con sombrero, el de la derecha con celada con cresta frontal, que porta una pistola o arcabucejo en el arzón delantero [1616]



Arcabucero a caballo con celada con carrilleras como armadura de cabeza y vestido con casaca [1625]


El arcabuz de caballería podía ser algo más corto que el empleado por la infantería, facilitando por tanto su uso montado. Con el tiempo, surgiría la "carabina" [nombre con el que se bautizaría también al soldado así equipado] un arma con cañón de entre tres y cuatro palmos, y calibre algo menor al del arcabuz [aunque se refieren carabinas de onza y cuarto de pelota] pero para entonces, el arcabucero a caballo armado con armas más rotundas, había derivado al dragón.
No sería infrecuente que los arcabuceros a caballo llevasen una o dos pistolas de arzón, pero no constituía este arma parte de la dotación del soldado.

Las ilustraciones de Waldhausen nos muestran diversos movimientos para la práctica del soldado. En el equipamiento podemos ver una de las muchas formas para sujetar el arma a la bandolera. Generalmente se portaba así, excepto cuando se consideraba el peligro inminente - o en situaciones de "parada" militar - cuando se llevaba en la mano, reposando la culata sobre el muslo.


Hasta el surgimiento del dragón - al que los españoles de la época no dieron consideración de caballería, sino que lo situaron [incluso administrativamente] en cuerpo separado, entre infantería y caballería - el arcabucero a caballo era quien llevaba las peores monturas posibles, tras las lanzas y las corazas por ese orden.



La compañía


El número ordinario era de unos cien hombres, pero a medida que pasa el tiempo - como sucede también en infantería - rara vez vemos las compañías cumplidas, soliendo ser de 40 o 50 hombres.
La primera plana está compuesta por el capitán [y su paje] un teniente, dos trompetas, un furriel, un mariscal y un capellán. Tienes cuatro cabos de escuadra [para 100 hombres] y con plazas de soldado cuentan con un sillero, un armero y un barbero.
No tienen alférez, pues no tienen necesidad de quien lleve su estandarte al carecer de este.
En la jerarquía del ejército, un capitán [y asimismo su teniente] de arcabuceros a caballo tenía menor rango que su equivalente de lanzas y corazas.

El pie [teórico] de una compañía de arcabuceros a caballo española o italiana en Flandes para mediados del XVII era:

La paga del capitán y paje                                                             225 florines
La del teniente y su paje                                                                120
La del capellán                                                                                30
La de dos trompetas, furriel y herrador, a 24 florines cada uno     96
La paga de 91 soldados a 24 florines                                          2184

Tenía un coste mensual de 2655 florines, lo que equivalía a 1062 escudos de 10 reales.



Cometidos ordinarios

Al arcabucero a caballo, por su ligereza, se le encomendaban labores ordinarias en el ejército tales como escoltas, guardias, batida de estradas [vigilancia de caminos] toma de lenguas [contacto con informadores locales] exploración, comunicaciones, etc.



Arcabuceros a caballo en un manual de la época [Melzo,1611] representados en una labor típica: prestando escolta a los forrajeros, que precisamente recogen el forraje necesario para los animales, una necesidad que moviliza mucho personal, e impone o bien una fragmentación de las tropas del arma de caballería de un ejército, o su movimiento continuo, para no agotar los pastos.



En combate

El arcabucero a caballo era el soldado de caballería menos preparado para el choque, y tanto su montura - de inferior calidad y menor porte, por lo tanto, de menor potencia - como sus armas defensivas no le permitían - salvo frente a tropas igualmente equipadas - exponerse en un encuentro cuerpo a cuerpo: "no pueden cerrar a cuchilladas con lanzas y corazas".
Frente a otras tropas de caballería, no obstante, encabezaban el escuadrón atacante. Su labor consistía en dirigirse frontalmente o de costado al enemigo, marchando a "buen paso" [entiendo que al paso, pero sin llegar al trote] para hacer fuego a una distancia de cuarenta o cincuenta pasos - cuanto más cerca mayor efecto, pero menor espacio para la maniobra de retirada - por hileras, girando sobre su mano derecha. Eran seguidas de tropas de corazas o de lanzas - según la época y ocasión - que quedaban encargadas de realizar el choque - corazas solas - o disparos para la dispersión - corazas seguidas de lanzas.
Las compañías para dar esta carga con la que se esperaba se desordenasen los oponentes para facilitar así el choque de quienes le seguían, se ordenaban en tropas de tres o cuatro hileras, a seis soldados por hilera. La primera tropa mandada por el teniente, la segunda por el capitán, y el resto, por cabos, cerrando la formación un cabo u oficial reformado, para mayor disciplina del conjunto, y evitar las ausencias a media cabalgada.
Las tropas de corazas que les seguían no debían llevar estrictamente la misma línea, sino marchar en paralelo a las primeras, para evitar los atropellos en caso de que la primera maniobra resultara inadecuada.
En orden de batalla, la caballería se situaba en alas estando la infantería en los puestos centrales. Dentro de las alas de caballería, se reservaban los puestos menos expuestos a la arcabucería para que estuviera protegida frente a un eventual choque, aunque se dispusieran las distintas tropas de manera que esta pudiera salir primero a dar la carga, tal y como queda dicho.