La batalla de Rávena [11 de abril de 1512]

La batalla de Rávena tuvo lugar en las cercanías de esta ciudad costera de Italia, el 11 de abril de 1512, enfrentando un ejército franco-ferrarés a uno pontificio-español.


La guerra cortés

en la ciudad de Nápoles se comenzó a hacer uno de los más nobles y poderosos ejércitos que por ventura en los cristianos hasta hoy se sea visto de tanta por tanta gente: así de los caballeros de título que en el fueron como de los capitanes de gente de armas y hombres de armas que llevaban y de los capitanes de infantería e infantes que con ellos iban [...] dudo que los que han escrito por mucho que hayan sabido bien componer si este campo que al tiempo que de Nápoles partió vieran no conocieran ser el más noble y mejor de los hasta hoy vistos así en esfuerzo y saber de capitanes como esforzados y pláticos soldados y discretos en la guera.
  Qvestion de amor de dos enamorados, Valencia, 1513.

En la anónima novela de caballería atribuida al poeta y soldado Alonso de Cardona, hermano de  Antonio de Cardona, conde de la Pádula y Juan de Cardona, conde de Avellino, muerto en la batalla y emparentado con el virrey Ramón Folch de Cardona, capitán general del ejército de la Santa Liga, los caballeros y personas de título se dedicaban a la caza, a las justas y al juego de cañas, a cortejar gentilmente a sus damas recitándoles poemas, y a otras ocupaciones donde demostraban su naturaleza galante. Tales hombres eran valientes y esforzados, y naturalemente, no huían de sus enemigos.

Pero el embajador del rey en Roma, Jerónimo de Vich tendría que escribir con posterioridad a la batalla de lo sucedido, e informar a su señor como "el visorrey se ha salvado huyendo hasta Pesaro, que son más de cincuenta millas, con cuatro de caballo con él", mientras que se contaban por miles los infantes muertos que hicieron frente tanto a la infantería, como a la caballería enemiga.

"Senza mai hauerse posto l'elmo", Ramón de Cardona huyó con otros caballeros salvando la vida. Vivió hasta el año de 1522.

De la Liga de Cambray a la Liga Santa

El 10 de diciembre de 1508, el rey de Francia, el Emperador, el rey de Aragón y el Papa, habían acordado repartirse los territorios de la señoría de Venecia, que se extendían desde el Milanesado a la Romaña, pasando por los Alpes, formando un alianza conocida como Liga de Cambrai.

Con posterioridad, el Papado comprendió que el enemigo que realmente amenazaba a los estados de la Iglesia y perturbaba la paz de Italia era el rey francés, así que acordó con el monarca español y la anteriormente enemiga república veneciana un nuevo acuerdo el 1 de octubre de 1511, conocido como Liga Santa, hecho contra Francia y sus aliados.

En esta nueva alianza, Venecia y la Iglesia aportaban sus respectivos ejércitos ya en funcionamiento, y España se comprometía a aportar un contingente de mil doscientos hombres de armas, mil caballos ligeros y diez mil infantes, amén de la artillería necesaria y veinte galeras para el transporte.

La Señoría y el Pontífice debían sufragar los gastos, aportando cuarenta mil ducados mensuales a partes iguales, que servirían, entre otras cosas, para pagar el sueldos de las tropas españolas.

El ejército español de Italia

En abril de 1509 se realizó una muestra general en Nápoles, resultando que había unas 14 compañías con "muy pocos soldados españoles, porque de los que quedaron en el reino después de la conquista dél" la mayoría habían marchado a Lombardía a servir al rey de Francia.

No obstante este desgaste, producido por la inactividad de la paz, la noticia de la venida a Nápoles del rey Fernando para en la guerra de África triunfar allí donde Pedro Navarro había fracasado, hizo que en junio de 1511 llegaran a reunirse cerca de cuatro mil hombres de guerra, que se hallaban "por las comarcas de Roma y de Nápoles" así como muchos "que estaban sobre Bolonia en el campo del Papa, y otros que estaban con el duque de Ferrara".

Las tropas de la armada que Pedro Navarro había dirigido infructuosamente el verano pasado contra los Gelves y los Querquenes se hallaban en Capri aguardando al rey para embarcarse al África, unos cinco mil quinientos hombres, a los que el 10 de agosto se les unirían dos mil infantes a cargo de Carvajal, desembarcando en Procida traídos por 55 naves.

La noticia de la suspensión de la empresa africana se publicó en Nápoles en agosto. El rey católico se quedó en España, y se extendió entre las tropas la noticia de que lucharían en Italia a sueldo del papa "que había de dar seis pagas".

A primeros de octubre, se trasladaría a toda la infantería desde las islas a la península, sumándose a la caballería que allí se hallaba. Guarnicionando Nápoles, se quedarían varios centenares de soldados.

De los diez mil infantes - una fuente refiere exactamente 10.375 - unos ocho mil partían a cargo de Pedro Navarro atravesando los Abruzzos, mientras que dos mil serían la escolta del virrey, que iría con la caballería por la cota adriática.

El 8 de diciembre, para la época en que la mayoría de los infantes con Navarro estaba ya en la Romagna, el papa publicaba una indulgencia a los combatientes que serían perdonados de sus pecados tras su confesión al servir a la causa de Dios.


El asedio y socorro de Bolonia

El objetivo terrenal del ejército, no obstante, era la ciudad de Bolonia, que había sido sustraida de la jurisdicción papal por parte de franceses y aliados en mayo de 1511. Dado el apoyo a Francia del duque de Ferrara, el ejército español, llegado el virrey a Imola el 23 de diciembre, decidió tomar la fortaleza de la Bastia (1) puerta del Po, vía de comunicación preferente para Ferrara.

La infantería a cargo de Navarro parte el 27 junto con 10 piezas de artillería, traídas desde el reino por mar y desembarcadas en Rávena (2) y 700 jinetes a cargo de Pedro de Paz. Se plantó batería con rapidez, aunque el "artillería ninguna mella hacía en la muralla" por ser "las paredes de tierra muerta" (2).

Se intentó abrir brecha mediante mina, pero tras el fracaso, aún a pesar del desgaste que de los defensores hacían los escopeteros españoles que actuaban desde las trincheras que habían desembocado al foso con brevedad, se tomó la decisión de asaltar por la muralla: se pasó la guarnición a cuchillo. Los 260 defensores murieron, al igual que 90 españoles.

Se guarnicionó la fortaleza, y el resto de las tropas se retiraron, plantando el real a poca distancia de Bolonia, cuya guarnición, a cargo de Annibale Bentivoglio, era de lealtad francesa.

El 18 de enero, los españoles se alojan en el monasterio de San Michele in Bosco, cuya situación en un monte al sur de la ciudad les permite cañonear la ciudad con considerable libertad de movimientos. Se ejecutan trincheras protegidas con empalizadas para arribar al foso y minar las murallas de la ciudad al tiempo que con cuatro sacres se dedican a matar a cualquiera que tengan a tiro murallas adentro, civiles que el Papa deseaba tener bajo su jurisdicción incluidos.

El 2 de febrero se prepara un asalto, estando la infantería española y los hombres de armas desmontados para entrar por la brecha que ha de abrir la mina en el adarve o lienzo de la fortificación boloñesa. La infantería italiana a cargo del coronel Ramazzoto, quedará en el campo. Se prende la mina, mas no surte el efecto deseado y se anula el ataque, careciendo de brecha por la que penetrar los muros de la ciudad.

La llegada del ejército francés

El 3 de enero de 1512, a cargo de Gastón de Foix, se prepara en Milán un ejército para andar hacia Bolonia a luchar contre el ejército de la Liga. Lo componían 1520 lanzas y 8800 infantes. Sumados a los que se hallaban en Verona y en el Bresciano, eran un total de 2260 lanzas, 200 estradiotes y 13600 infantes. A estos se les sumarían las tropas del duque de Ferrara.


Los hombres de armas o gendarmes, formaban la élite del ejército y también eran parte de la élite social de su tiempo. Cada lanza de la caballería francesa contaba con un arquero que actuaba como caballería ligera y un paje, amén de disponer de cuatro monturas, dos para el hombre de armas. La élite de la caballería francesa, la más potente de Europa, la formaban los gentileshombres del rey, disponían de 8 caballos por lanza al menos, aunque las fuentes venecianas de la época indicaron que eran 10 sus monturas. En el ejército que estaba en Italia, había 200 de dichos gentileshombres.
El 2 de febrero es tomada Brescia por venecianos, dándose Bergamo a la señoría poco después.

Ante la llegada de un ejército de socorro francés procedente de  Lombardía, se decide levantar el asedio de Bolonia a primeros de febrero y retirarse a una posición secundaria. La retirada se hace sin desorden, pero con cierta improvisación: muchos soldados que habían dejado el campo para avituallarse regresan para encontrarse con que su ejército se ha marchado; algunos serán apresados, otros muertos por los enemigos. La artillería atrasa la marcha.

El 9 de febrero, la mayor parte del ejército francés que estaba en Bolonia se parte para retomar Brescia, llegando allí el día 15 de febrero. Aunque venecianos reclaman al ejército del virrey que acuda en su socorro, proveyéndoles un puente sobre el Po en Stella, este permanece en la provincia boloñesa. Su Santidad solicita al virrey que cruce el Po en seguimiento de los franceses, pero el ejército de la Liga no se mueve de la provincia boloñesa; el Papa asume "esser inganato da spagnoli", ya que no están a su mando más allá de las formalidades.

Brescia es tomada "palmo a palmo", con gran mortandad (4) de ambos contendientes y saqueada el jueves 19 de febrero. Los de la tierra se lamentan del mal gobierno del Colegio veneciano, que les ha dado poca pólvora para defenderse, mientras se enviaban 1.100 barriles al inactivo "campo di spagnolo".

El campo pontificio-español se organiza en torno a Budri. A finales de marzo están en torno a Imola. Marchan hacia el sur, hacia Forli, o Cesena. Los envalontenados (5) franceses que regresan de tomar Brescia mantienen su real a poca distancia del español, escaramuzando la caballería de ambos contendientes.

La gente se inquieta por la pasividad. El gonfalonieri de la Iglesia, el virrey Ramón de Cardona envía su trompeta al campo francés para retar a estos a una batalla, mas los franceses no la quieren, prefieren escaramucear contra la retaguardia. El 3 de abril el campo hispano-papal se halla en Faenza, cerca de cruzar el Lemano. Aunque los franceses no declaren formalmente el querer batalla, el acoso de su gendarmería indica que esta ha de producirse, aunque no medie la entrega del guante.

El campo español se pone en orden de batalla. Llegan las dos del mediodía y el virrey envía un trompeta a los franceses. En realidad, los franceses no les siguen, tan sólo han dejado un escuadrón de hombres de armas dando sobre su retaguardia para que crean que les están siguiendo. Lo cierto es que el grueso del campo francés se dirige hacia Rávena, para los españoles puerto seguro (6) donde desembarcan las galeras que llegan con trigo de Sicilia. El ejército de la Liga Santa comprende la treta y coge el camino hacia la plaza fuerte que tienen en la costa de la Romagna.

El 9 de abril de 1512, viernes santo, los españoles pueden oir claramente la artillería francesa que bate a Rávena. La ciudad está fortificada a la antigua. Tras dos horas de batería, ha caído un lienzo de la muralla, y los franceses dan el asalto, intentando penetrar por la brecha, luchando contra las tropas a cargo de Marco Antonio Colonna (7), que rechaza cinco ataques seguidos.

El sábado el campo español camina en socorro de la ciudad asedidada, sin tocar támbor por no alertar de su llegada. Los franceses, que "se comían las paredes de hambre", tienen orden de dar batalla o regresar a Milán, donde gobierna Gian Giacomo Tribulzio por Luis XII. Gastón de Foix, capitán general del ejército francés, envía un trompeta, desafiando a Cardona a batalla campal, pidiendo, no obstante, que se les permita cruzar un río con su artillería para plantarse ante el campo español.

El virrey, como caballero, concede lo demandado, y entrega un guante al trompeta para que acuda pronto a su señor con la respuenta. El domingo de resurrección, 11 de abril de 1512, tendrá lugar la batalla según lo acordado.

La batalla de Rávena

El ejército francés contaba con mil lanzas y doce mil infantes (8).  El duque de Ferrara contaba con 800 infantes y 2.000 caballos ligeros propios, y tenía a cargo varios miles de italianos a sueldo de franceses.

El 15 de febrero, el duque de Ferrara había recuperado la Bastia, muriendo la guarnición: unos 200 españoles y 50 italianos. Teníamos asimismo a unos 1.500 infantes en Ravenna a cargo de Marco Antonio Colonna. Tomando como cierta la referencia de la relación inserta en CoDoIn 79, tendríamos 6.700 infantes a cargo de 13 coroneles en tres escuadrones [vanguardia, batalla y retaguardia] y los 1.500 italianos de Ramazoto (9), con la caballería dispuesta en tres órdenes [500 hombres de armas a cargo de Fabrizio Colonna en vanguardia, 1000 en batalla a cargo del virrey y 700 en retaguardia a cargo de Carvajal] con la caballería ligera [2.500 caballos, españoles, italianos, griegos y albanaese] en los costados a cargo del marqués de Pescara y Pedro de Paz.

Los franceses tenían 15 piezas de artillería de campo. La artillería española estaba formada por dos cañones, dos medias culebrinas y 10 sacres; estos ultimos serían las piezas que serían usadas en el campo de batalla.

Los franceses, teniendo paso seguro otorgado por Ramón de Cardona, comenzaron a cruzar el Ronco. Viendo la oportunidad clara de dar un golpe, tanto Fabrizio Colonna, primero, como Pedro de Paz después, solicitan al virrey atacar a los franceses aprovechando el momento y olvidar las galanterías medievales. El virrey se niega a admitir el descortés consejo.

No obstante, una vez asentada la artillería francesa, y no habiendo cruzado la totalidad de las tropas enemigas que habían de venir a dar la batalla - las del duque de Ferrara debían quedarse a la otra orilla del río para protegir el camino en caso de que no se consiguiera la victoria - la artillería española comenzó a jugar contra el enemigo.

Los dos ejércitos procuraban el resguardo del camino o dique - hoy vía Ravegnana - que va paralelo al río, mas el escuadrón de caballería de Carvajal recibía el daño de la artillería francesa, lo que motivó a este a abandonar su posición para ir a dar contra un escuadrón de hombres de armas franceses. Aunque el choque fue favorable a los españoles, un socorro de cuatro estandartes de gendarmes franceses encuentra a Carvajal con las lanzas rotas. El virrey envía cinco estandartes a su vez con quinientos hombres de armas. El escuadrón de socorro francés maniobra dando en la trasera de estos quinientos, que de deshace, poniéndolos en huida del campo.
El choque entre dos escuadrones de caballería pesada era brutal. En el mismo la energía desarrollada por la masa del conjunto del jinete y su montura al galope se concentraba en la punta de la lanza y se había de liberar sobre el jinete o montura enemiga. Flanquear para cargar contra el costado o retaguardia era una táctica ideal para evitar el golpe de la lanza contraria.

Aquí reside la clave de la batalla, en lugar de intentar rehacerse volviendo a su posición inicial, las tropas huyen del combate. El virrey huye - como refirieron los testigos - sin haberse puesto el yelmo con el resto de la caballería a su cargo y otros estandartes a propia iniciativa toman idéntica determinación.

Queda Fabricio Colonna con pocos de sus leales y la caballería ligera, pero nada pueden hacer frente a las mil lanzas francesas.

Es la hora de la infantería, que hará bravamente lo que pueda. Juegan la pica un escuadrón de gascones y tudescos contra la vanguardia española, cuya primera hilera es de capitanes, y la segunda, de alféreces. No habiendo ventaja clara para ninguno de los dos, los oficiales y mejor armados se meten rodela y espada en mano en el escuadrón enemigo. Una vez pasadas las puntas de las picas, los infantes han perdido toda su protección.

Una relación veneciana del asedio de Brescia decía de la infantería a sueldo del rey de Francia que venía tras los hombres de armas franceses a pie "armados en blanco": "no eran armados sino en camisa, descalzos con pica en mano".

Tampoco los infantes españoles tenían sino una cuarta parte de coseletes, pero las primeras y bien armadas filas rompieron las primeras filas enemigas, y penetrado el escuadrón, lo rompieron desde dentro. Cuando hablábamos de la rodela, ya publiqué el pasaje de la relación referida, pero lo repito aquí:

Entonces, como un escuadrón de los enemigos ésto viese, juntó de hasta ocho mil gascones y tudescos arremeten: ansimesmo los nuestros se van á ellos, y afrontando el un escuadrón con el otro, tal gana llevaban de acercarse los unos á los otros y de tal manera se juntaron, que las picas suyas con las de los nuestros se tocaban y ni los unos las podían rodear para herir á los otros, ni los otros á los otros y viendo ésto un Coronel llamado Artieda y otro llamado Joanes de Arriaga, toman una pica, el uno por el hierro y el otro por el cuento, y métense entre medias, y debajo de las unas picas de los nuestros y de las de los enemigos, alzan las picas hacia arriba, y ellos metidos dejan la pica, y con espadas y rodelas viérades el segar y derribar de los enemigos como peones en buen pan.

Deshecho este escuadrón, la infantería española avanza. El escuadrón de batalla francés, se retrae, ganando los españoles la artillería, pero la infantería española sola no puede moverse libremente sin la escolta de la caballería. La caballería francesa se divide en tres partes: la una da sobre los arriesgados españoles que atacan la infantería enemiga, la otra parte sobre el bagaje del campo español, y la tercera, rodea el grueso de la infantería española.

No queda si no retirarse procurando el buen orden, pues el orden del escuadrón es lo que permite defenderse, aún de la caballería, pero en ningún caso ofenderla a iniciativa propia.

Gastón de Foix murió en la batalla a la temprana edad de 22 años.
Gastón de Foix, duque de Nemours, general de Normandía, ataca con sus lanzas gruesas la infantería española que camina por la ribera del río. Los españoles calan sus picas y resisten el embate, siendo Foix descabalgado y apresado. La caballería francesa, conociendo la pérdida de su general, acosa a los españoles por tal de rescatarlo.

Los españoles que lo han apresado comprenden que no cejarán en su empeño. Descortesmente, sin caballerosidad alguna, le dan una estocada "por debajo de la falsa braga", asesinando a su priosionero. Su propio general, Pedro Navarro, es apresado. Sus hombres hacen lo que entienden es lo correcto, y consiguen recuperarlo de sus captores. La lucha es encarnizada, lo pierden, y tras varios intentos, desisten.

Mientrastanto, el duque de Ferrara cruza el río. La infantería francesa sigue a la española, igual que la caballería, pero aunque les desgasta, el estrecho pasaje que toman, y el disciplinado orden que llevan, les permite mantener el escuadrón entero, retirándose en orden.

La caballería huye hacia el sur, muchos revientan sus caballos. Los villanos, preparados siempre para el despojo, roban a los que huyen. Pedro de Paz es asaltado y dado por muerto por unos villanos; recogido y llevado a Rimini, muere por sus heridas.

La caballería sigue su ruta al sur: Cesena, Rimini, Pesaro, Ancona, Loreto, Fermo... En Grottammare, antes de cruzar el Tronto y entrar en el reino de Nápoles, se sosiegan, recogiendo a los huidos.

De la infantería, unos tres mil muertos; de los trece coroneles, solo sobrevive a la batalla Juan Salgado, herido de artillería, para morir en Giulianova, primer lugar del Reino, cruzando el Tonto.

Rávena ha sido tomada por los franceses. Marco Antonio Colonna se retira a la Rocca Brancaleone, o ciudadela. Los franceses están agotados y hambrientos: sepultan a sus nobles de 8 a 10 por fosa en el camposanto de la iglesia de San Aman. Los cuerpos de los que no merecen consideración se entierran en fosas comunes [unos 3.700] o quedan insepultos [puede que 13.000] (nota 10); "il fetor di corpi morti" anima a rendir la Roca pacíficamente y retirarse lo más pronto de tierra tan insalubre.

El resultado


Pedro Navarro se sintió abandonado por su señor;
el roncalés acabó pasando a servir al rey de Francia.
Muchos fueron los muertos de uno y otro bando, pero también muchos notables súbditos del rey Fernando fueron presos en la batalla. Entre ellos, el más famoso, Pedro Navarro, que recibió el desprecio de su monarca que no quiso pagar su rescate.

El ejército español se rehizo en Nápoles. Aunque venecianos y papales pretendieron atraer a los infantes españoles a su servicio directo, el contador Mercado les reunió bajo la promesa de la entrega de un ducado al cruce del Tronto. El 6 de mayo en Nápoles se haría muestra general, siendo 6.300 infantes, recibiendo 30 carlines de paga. El 14 de mayo, el rey católico ordena a su virrey que vuelva al norte y se ponga a las ordenes de Su Santidad.

Ganado el Milanesado a golpe de pica helvética, los suizos se niegan a dejar paso al ejército español, así como a entregarles la artillería perdida en Rávena en abril por los españoles, y ganada por ellos en Pavía a los franceses en junio. Los españoles se ocupan en saquear Prato, atacando a los florentinos aliados de franceses y enemigos de la Santa Liga.

La pírrica victoria francesa les sirvió de poco, pues pronto se retiraron de la Romaña, para después tener que huir de la Terra Ferma ante la formación de un formidable ejército veneto-helvético, que les expulsaría de Lombardía en junio de 1512.

El 23 de marzo de 1513, el rey de Francia y la señoría de Venecia, firmaron un tratado, rompiendo este último estado la Liga Santa a la que se había unido el Emperador. Las guerras de la Liga de Cambrai prosiguieron hasta finales de 1516.




NOTAS
(1) He tratado de localizar la ubicación de dicha fortaleza. Lo más probable es que se encontrara situada entre los actuales municipios de Salvatonica y San Biagio, derruida cuanto más tarde a finales del XVIII debido a los trabajos de canalización del Reno.  En todo caso, es una suposición mía.

(2) Rávena se convirtió en la base de operaciones para el ejército español, siendo el puerto por el cual se traía el avituallamiento necesario para mantener y municionar las tropas.

(3) El apabullante éxito inicial de la artillería a finales del XV y principios del XVI, al plantarse batería contra las antiguas murallas de piedra que caían como castillos de naipes ante los embates de las pelotas de piedra o hierro de cuarenta libras, pronto se vio moderado con el nuevo modo de fortificar: muros bajos y anchos hechos de tierra, material flexible que confería una ductilidad de la que carecían las frágiles construcciones medievales.

(4) Ofrezco la cifra de muertos atacantes que me parece más fiable por lo detallada: 4.200 infantes y 180 hombres de armas y 270 arqueros que habrían desmontado para combatir a pie. Ya hemos comentado en otras entradas que las lanzas francesas se componían de un hombre de armas, un arquero - caballería ligera - y un paje.

(5) Se asume que en Brescia se ufanaban de no sólo marchar a presentar batalla a los españoles, sino de ir a Roma a poner un nuevo Papa e ir luego a conquistar el reino de Nápoles.

(6) Las galeras entraban a Rávena por un canal desde el puerto, propiamente dicho, situado en la Marina di Ravenna, a algo más de diez quilómetros de los muros de la ciudad.

(7) Marco Antonio Colonna había entrado en Rávena con la misión de guardar la ciudad de un asalto. Disponía de 1.500 infantes, 100 caballos ligeros y 100 hombres de armas. La ciudad estaba defendida por 6 falconetes, 4 de 4 libras y 2 de 6 libras, 1500 balas de hierro y 50 barriles de pólvora, según relató Alvixe Diedo a sus señores venecianos.

(8) "Gaston de Fois e l'Esercito francese a Bologna, a Brescia, a Ravenna, dal gennaio 1511 all'aprile 1512", consultado a partir de la bibliografía citada por Mario Traxino en su obra "La battaglia di Ravenna".

(9) El ejército hispano- papal lo componen inicialmente 10.375 infantes españoles, 1500 italianos a cargo de Ramazzoto, y 3.000 más de la Romagna.

(10) Se asume que murieron unos ocho mil del bando francés y cuatro mil del español, más dos mil villanos. Serían unos dieciseis mil cuerpos en esta cuenta, algo menos de los 3.700 sepultados y los 13.000 muertos que quedarían en el campo. Pero en todo caso, son cuentas distintas, y estimadas grosso modo.

4 comentarios :

Unknown dijo...

Aunque es más de tipo divulgativo, quizás os interese el libro que he colgado para descarga gratuita en google books. Os mando el enlace:

http://books.google.es/books?printsec=frontcover&id=svFiEwniTe0C&hl=es#v=onepage&q&f=true

Carlos Valenzuela dijo...

Muchas gracias por el enlace. Deduzco que es usted el autor de la obra. Enhorabuena por el trabajo y gracias por la generosidad de compartirlo.

Saludos, Carlos.

Borhammer99 dijo...

Una entrada muy interesante, gracias por rescatar esta batalla.

Una pregunta, los 6.300 infantes a los que hace alusión la muestra pasada en Nápoles el 6 de mayo, lo conformaban solamente españoles?

Espero su respuesta. Atentamente.
Borja

Carlos Valenzuela dijo...

Pues no disponiendo de las reseñas, lo más probable es que en ese momento fueran en su mayoría españoles con un porcentaje no menor de italianos, algunos "españolados", y otros no, cosa bastante habitual desde tiempos del Gran Capitán, donde se pueden encontrar compañías con
hasta un 40 por ciento de italianos.