«España mi natura, Italia mi ventura y Flandes mi sepultura», origen de los versos y el «Vocabulario de refranes» del maestro Correas

«España mi natura,

Italia mi ventura

y Flandes mi sepultura»


Los famosos «versos» no parecen ser obra de ningún poeta ígnoto del Siglo de Oro, ni tampoco una invención decimonónica.

Los recogió el maestro Gonzalo Correas [1571-1631] en su «Vocabulario de refranes y frases proverbiales y otras fórmulas comunes de la lengua castellana ... : van añedidas las declaraciones y aplicación adonde pareció ser necesaria, al cabo se ponen las frases más llenas y copiosas». 

Escrito hacia el final de su vida, el refranero quedó inédito hasta que se dio a la imprenta en 1906.


El libro recoge infinidad de dichos, algunos explicados y contextualizados. Sin duda el maestro Correas era un hombre con mucha curiosidad.

«Ni todos los que estudian son letrados,  
ni todos los que van á la guerra, soldados.»


Ofrecemos aquí otros dichos de soldados, o relativos a ellos, que hacen referencia a la vida militar, actiudes personales, vida material, armamento y otros tema, todos ellos recogidos por el erudito del XVII. Estos refranes o dichos, no siempre en forma de rimas, nos dan una idea de la fama buena o mala que podían tener en la época los soldados.

Evidentemente, como toda tradición oral, había dichos con una base real, y dichos que estaban hechos para provocar la risa del que los oía.

En todo caso, tienen su valor histórico-cultural.


Soldado español a punto de perder la cabeza durante la jornada de Túnez en 1535

Entre paréntesis y en color azul, la explicación de su significado u origen del propio Correas. Aclaraciones propias sin paréntesis y en color negro.

Refranes con referencia a actitudes vitales y a cualidades morales de los mismos:

  • «El amor del soldado no es más de una hora, que en tocando la caja y á Dios señora». La caja era el instrumento que tocaba el tambor, o atambor, el oficial músico encargado de transmitir las órdenes con su instrumento. El dicho hace referencia a que los soldados iban de aquí para allá, y cuando les tocaban las cajas, habían de marchar, por lo cual no eran amantes leales; o viceversa, no eran amantes leales y se excusaban en sus obligaciones militares para dar esquinazo a sus amigas.
  • «Valientes soldados, más sueltos de pies que de manos.». Este refrán hace referencia a soldados cobardes que antes huían corriendo sobre sus pies que luchaban con las armas en la mano.
  • «No matará cosa que no sea de comer.» (Moteja de soldado cobarde, que matará gallinas por los lugares de alojamiento.) 
  • «Fraile que fué soldado, sale más acertado.». En este caso, el dicho valora al soldado como alguien disciplinado y de buenas costumbres morales, que después de una vida dedicada a la milicia, se entrega a la vida religiosa, en la cual, por el hecho de haber sido soldado, tendrá una vida más ejemplar que otros hermanos que vengan atraídos por otras causas que el mero recogimiento de la vida al servicio de dios. El refranero ofrece un sinfín de dichos sobre frailes poco ejemplares: «A clérigo hecho de fraile, no le fíes tu comadre». «Amor de ramera, halago de perro, amistad de fraile y convite de mesonero, no puede ser si no te cuesta dinero.» «El lobo harto de carne, métese fraile.»


Sobre soldados veteranos y bisoños:

  • «Engerir, engerir entre dos buenos un ruín». (Así hacen en la guerra, que entre soldados viejos mezclan bisoños.) Vemos que el bisoño aparece caracterizado como ruín, y el soldado viejo como bueno. Aunque la ruindad es una calidad moral que difícilmente se puede vincular a la mayor o menor experiencia militar, los bisoños solían tener mala fama en lo que a su efectividad de combate, y por lo tanto, sí que es rigurosamente cierto que un bisoño se hacía un buen soldado en compañía de veteranos, cosa para la cual debía transcurrir un año en guerra viva, o dos en guarnición, según el tercer duque de Alba.
  • «Canas y armas vencen las batallas». (Capitán viejo y soldados mozos; consejo y experiencia de soldados viejos, y armas y fuerza de juventud.)


Sobre la vida material del soldado. En general, el infante español aparece retratado soportando penurias y hambre, robando gansos y gallinas para llenar la tripa. Pero también en ocasiones estos dichos hacen referencias a cualidades morales de los mismos:

  • «Al soldado, pan seco y vino preado». Preado significa robado o saqueado.
  • «Amigo quebrado, soldado, mas nunca sano.»
  • «El ajuar de la frontera: dos estacas y una estera.»  (Por el poco ajuar de los presidios de soldados de frontera.). Hay una variante de esta: «Tres estacas, y una ortera, el ajuar de la frontera»; ó «tres terrazas y una ortera», que serán ollas y vasijas de barro. (Con esta lectura se entiende hacienda de mujer pobre; mas entiendo que se ha de leer el ajuar de la frontera por las pocas alhajas que tienen los soldados en la frontera de enemigos y presidios.)
  • «No matará cosa que no sea de comer.» (Moteja de soldado cobarde, que matará gallinas por los lugares de alojamiento . ) 
  • «Nunca ví morir en guerra soldado que de ella venga, ó que en ella venza»
  • «Soldado perdido, por mala paga, por mal pagado». (Dícese por causa, y disculpa de soldados poco medrados.)
  • «Grazna el ganso, y muere á manos del soldado». (Porque fué descubierto por el graznar, aviso que es bueno callar.)
  • «Buen pendón tenemos, mejor fuera buen ajete». (Un cofrade alaba lo primero, otro quisiera lo segundo; vale á capitán y soldados. )
  • «Campo roto, paga nueva.» (Es de soldados.)  Correas recoge este dicho que apela a que los soldados, al vencer en una batalla, habiendo roto el campo del enemigo, reclamaban se les satisfacieran los adeudos, o - por ejemplo, lo vemos en el caso de alemanes o suizos - que reclamasen una paga extra por la victoria, cosa que sucedió, por ejemplo, tras la batalla de Bicoca en 1522.
  • «Hacer el alto de Vélez»; «hizo el alto de Vélez». (Cuando uno se acoge con lo suyo ó ajeno, como sucedió en Vélez, y en otras ocasiones de la guerra de Granada, que los soldados, habiendo despojos, se volvían á sus casas huídos y hartos de los trabajos, y dejaban los capitanes y banderas solos, porque los más eran concejiles.). Concejiles, o sea, soldados de milicias de los concejos, no profesionales.  


Refranes relativos a los oficiales, al gobierno de la soldadesca y a oficiales y soldados famosos:

  • «Capa y espada de Juan Gaitán.» (Fué valiente soldado en Flandes.)
  • «Un capitán Juan de Urbina, y un alférez Santillana.» (Estos dos valientes españoles fueron tan señalados en Italia en tiempo del Rey D. Fernando y el Emperador Carlos V, que dieron ocasión á este refrán con que durará su memoria eternamente.)
  • «El capitán galgo, y los soldados liebres.»  (Lo que « El capitán león, y los soldados ciervos».)
  • «Ni mesa sin pan, ni ejército sin capitán.»
  • «No sabe obedecer, no quiere mandar.» (Es de soldados y capitanes; porque el que obedece bien, es estimado y viene á subir, y ser cabo, y mandar, y el que no obedece no medra, ni le fían nada. )
  • «Mil en campo y uno en cabo.» (Que el capitán sea valeroso, que hará esforzados cualesquiera soldados; ó ciento en el campo y uno en el cabo; es refrán de los más antiguos y está en la historia del Rey D. Alfonso II sobre Algeciras.)



Un par de dichos sobre los orígenes sociales de los soldados, vistos aquí como labradores virtuosos:

  • «El buen soldado, sácalo del arado» (Porque está más dispuesto el trabajador para sufrir los trabajos de la guerra; así lo hicieron los antiguos romanos, que para capitanes, y aun dictadores, sacaron algunos de la labranza.)
  • «Ese tira dardo, que se precia del arado». (Que los buenos soldados y sufridores de los trabajos son los ejercitados en la labor del campo, y labradores, porque en las ciudades el ocio y vicio destruye los mozos.) El dardo era un arma bastante usada hasta finales del siglo XV y aún primeros del XVI, por lo que este dicho debe ser de esa época o anterior.


Dichos sobre oficios militares:

«Caballo ligero en guerra, hombre de armas en paz, infante nunca jamás.» (Caballo ligero no entra en lo riguroso de las batallas; en paz, el hombre de armas goza su sueldo. La infantería pasa más trabajo, y es el nervio principal de la hueste, si es española.)

 

Sobre las cualidades de los soldados, según su nación:

  • «España sola pare los hombres armados.» (Decia esto el rey Francisco, que lo experimentó muchas veces con su daño.) El rey Francisco es Francisco I de Francia, que fue derrotado en la batalla de Pavía en 1525, batalla en la cual la escopetería y arcabucería española tuvo un papel fundamental.
  • «El tudesco, en campaña; el italiano, tras muralla, y el español, á ganalla». Este dicho atribuye a cada nación que servía en los ejércitos del rey católico unos atributos y cometidos: el alemán era bueno para combatir en campaña formando cuadros de picas, el italiano, para guardar una plaza, hallándose tras la muralla, y el español, para asaltar una plaza, ganando la muralla de la misma. Esta expresión la recoge también Prudencio de Sandoval en su Historia de Carlos V, coetáneo del maestro Correas y que sí que vio publicada su obra en 1614/1618, por lo que Correas bien pudo haberla leído en ella, y no ser realmente un dicho popular.


Expresiones de origen militar pasadas al lenguaje popular:

  • «A la deshilada». (Término militar cuando los soldados uno á uno, y dos á dos, disimuladamente se van á juntar en otra parte, ó se derraman.)
  • «Hacer la mochila». (Por prevenirse bien, á imitación de la del soldado.)
  • «Pasar la palabra.» (Es decirla uno á otro, hasta llegar al postrero, como en los ejércitos. )
  • «Pasar por las picas.» (Por gran dificultad casi imposible: es castigo entre soldados pasar á uno por las picas, y es que se hacen dos hileras y el condenado ha de pasar por medio, donde por una banda y otra le alcanzan; varíase « pasé, pasó por las picas» .)



Dichos generales sobre ejércitos:

  • «Seguro está el campo.» (Por el ejército y real, y el mismo campo. )
  • «Por un clavo se pierde un caballo ; por un caballo, un caballero; por un caballero, un ejército.»
  • «Por un clavo se pierde una herradura; por una herradura, un caballo; por un caballo, un caballero; por un caballero, un campo; por un campo, un reino.)»


Sobre Italia y Flandes, y la guerra en dichas partes:

  • «Irse á las Italias; irse á las Andalucías.» (Irse á la guerra, y así á otras partes.)
  • «A todo faltar, ahí está Italia, do no faltará nada; ó una pica ó lanza»


Además de dichos relacionados con la soldadesca, también recogió dichos traídos por los soldados de otros países, explicando de donde vino a popularizarse el refrán:

«Es tan valiente como el león del Aguila, que la ternera le roía la cola». (Moteja de cobarde. Aguila fué una ciudad que está arruinada, en la ribera del río Erguila, en cuyos campos se cría mucho ganado y en los montes leones tan cobardes que si un pastor les da voces huyen de él, y son ejemplo de cobardía; en Africa y en Fez corre este refrán, y de allá le trajeron á las costas, vuelto en castellano, los soldados y gente de Orán y otros.)


Algún refrán relativo al armamento de la época: 

Espadas

  • «Dedo de espada y palmo de lanza, es gran ventaja.». En un lance con estas armas, venía de un dedo de distancia en el caso de combatir a espada, y de un palmo en el caso de la lanza decidir la suerte de los contendientes. 
  • «Bueno el hombre ha de tener, caballos, espada y mujer.»
  • «Cortiancha y rabiseca de pun, como espada de Sahagún.» (Pun dicen por punta, por hacer consonancia.) 
  • «Espada de la es, ni la prestes ni la des, ni la tengas más de un mes.» (Las espadas que tenían por señal la letra S, no eran buenas, ni las que se doblan y quedan hechas S.)
  • «Espada valenciana y broquel barcelonés; puta toledana, y rufián cordobés.»
  • «Espada de tres canales, no la han todos rufianes»
  • «A quien no le basta espada y corazón, no le bastarán corazas y lanzón.»


Arcabuces

  • «A prueba de arcabuz.» «A prueba de mosquete.» (De las armas fuertes; trasladado á otras cosas hechas firmes y de fuerza.)
  • «Arcabuz que no revienta, se escalienta.» (A propósito del que calla y piedras apaña, y del que bebe mucho y dice que no se emborracha.) 

Lanza

«Enristrar por no dar, encuentro feo.» (Es no llevar la lanza baja, y dar en la cabeza del caballo, ó en la tela, ó liza. )


Armas defensivas, pero también espadas: 

  • «Cubríos bien del pavés, de las voces no curéis, con bien vamos á Castilla.» (Palabras son de capitán animando á los soldados contra los moros que acometen con gran grita. También dicen que estando sobre Alora y durando el cerco, salían con treguas los moros á vender cosas al real, y una gentil mora se aficionó de un cristiano y él de ella, y trataron, ganada la villa, venirse á Castilla, y que para el día del combate ella le dió este consejo.) 

«Armado de punta en blanco.» (Quiere decir: armado de pies á cabeza, con todas las piezas de un arnés, y las demás armas defensivas y ofensivas, desnudas, á punto y guisa de acometer y pelear. Este es el concepto y sentido que todos hacen, y lo que entienden por armado de punta en blanco. Por qué se dijo ya lo tiene olvidado el vulgo y no veo quien lo sepa, que es harta maravilla estando la razón tan á la mano y cerca. Por lo que se dijo es: porque cuando un caballero va á entrar en batalla y acometer al enemigo, ó en justas y torneos, va todo armado con la lanza en ristre, desnuda la cuchilla y descubierta en blanco la punta; y si son hombres de á pie, también acometen armados á su modo, con petos y arcos, y las espadas desnudas y las picas y chuzos, que es llevar la punta en blanco. Bien notorio es que, las espadas de corte, desnudas, se llaman espadas blancas, porque están acicaladas y lucias, á diferencia de las de esgrima, que se llaman negras porque lo están. Dícese por lo mesmo esgrimir con espadas blancas por las de corte; y ansí las lanzas, cuando las llevan en mano desnudas las puntas van de punta en blanco, á diferencia de cuando están con sus fundas ó cubiertas ó vainas en la armería por defensa del polvo y orín. Si un hombre va caminando con un gorguz ó azagaya en la mano, cuando pasa por lugar le pone en la punta un zoquete de corcho ú otra cosa, y así no tiene pena si la lleva descubierta, que es la punta en blanco propiamente. De más de esto, usan en las espadas largas y estoques y montantes tener cercenado un tercio de la vaina á la parte de la punta, para dejarla en casa saliendo de noche, lo cual es salir de punta en blanco. Por donaire dicen armado de tinto en blanco, como decir bien bebido.)


Algún refrán curioso de como eran vistos los españoles allende sus fronteras:

  • «Español loco, rompe lo sano y pone lo roto.» (Dicen esto en Italia, porque los españoles acuchillan las cueras y pican los vestidos, por gala.)
  • «Español marrano.» (Dícelo el italiano porque allá todos se hacen nobles, dando á entender que no lo son todos, sino que algunos guardan los marranos.) Aquí el maestro Correas omite el tema de la limpieza de sangre. 


Sobre espadachines, fanfarrones y rufianes:

  • «Hombre mundano, la rueca en el seno y la espada en la mano.» (Es el rufián que cobarde riñe pendencias más con fieros que de veras, y siempre con ventaja, y procura guardarse por gozar la amiga, y encontrando un esforzado, huye.)
  • «Tan bien corta mi espada como la suya.» (Contra amenazas fanfarronas. )
  • «Lágrimas de puta, amenazas de rufián y juramentos de mercader, no se han de creer.»


 En fin, hay infinidad de otros refranes muy curiosos que nos dan noticia de la cultura popular de la época, con sus aciertos y sus prejuicios, como cualquier otra, pero son siempre muy interesantes.





El arcabuz del Emperador en la jornada de Túnez [1535]

Para la jornada de Túnez en 1535 se embarcaron en España unos 386 jinetes de Andalucía y unos 400 hombres de armas, entre los proporcionados por los Grandes, y los caballeros de la casa y corte de Carlos V. Además, estaba la guardia de archeros, que en esta época servía como caballería ligera armada con lanza.



Sin embargo, en el cartón nº5 de la serie “La conquista de Túnez”, de Jan Cornelisz Vermeyen - pintados entre 1546 y 1548 - titulado “Combate frente a la Goleta”, aparece una escena donde se puede ver un arcabucero a caballo, probablemente, una de las primeras representaciones de un hombre armado disparando con arcabuz a lomos de su montura.

Este “arcabucero a caballo” defendida la cabeza con celada no era un sodado, sino un paje del emperador, que probablemente, portaría un arcabuz de rueda como el de la segunda imagen:




Según fray Prudencio de Sandoval, cronista real que escribió profusamente sobre esta jornada:
Cada paje llevaba en la mano las armas que podía jugar y usar el Emperador en la guerra. Uno llevaba el almete o celada, otro la lanza de armas, otro la jineta, otro la rodela, otro un arco con flechas, otro ballesta, otro un arcabuz
Aunque la imagen no es muy nítida, se puede reconocer a Carlos I de España fácilmente por la guardia de alabarderos españoles que le siguen, llevando en las rodelas la divisa de Carlos, que eran las torres de Hércules. A su derecha, está el paje que dispara el arcabuz, y más allá, otro sirviente o paje que porta una jineta o un lanzón. Este segundo paje es, a priori, un mero portador de armas, puesto que lleva en la cabeza un sombrero, y no una “armadura de cabeza” como sí llevan el arcabucero y el propio rey. En todo caso, se dictaminó en Barcelona que ningún noble o caballero embarcase a paje que no estuviera en edad de pelear, y que tuviera al menos veinticinco años, y no cabe creer que el rey no se hiciera acompañar sino por “criados de pelea”, pues aunque el principal cometido de estos criados era portar otras armas o incluso monturas de refresco, se esperaba que defendieran con sus vidas a sus amos.

Según podemos leer en un resumen del alarde que se tomó en Barcelona saliendo “por el portal nuevo y por el portal de sancta Clara al campo de la marina” el viernes 14 de mayo de 1535, los nobles se hacían acompañar de pajes, y “unos lleuauan arcabuzes otros lanças otros espadas de á dos manos y otras armas”. Aunque el noble en esta época prefería servir como hombre de armas, con arnés con peto de ristre para emplear la lanza de armas, el arcabuz era ya otra arma más. En esta época se podía llevar un “arcabucejo o arcabucillo” en el arzón de la silla, pero este arma corta no permitía disparos a distancias medias, lo que sí se podía hacer con el arcabuz.

El martes 6 de julio de 1535, el rey de España visitó las trincheras y bastiones que cercaban la Goleta,
y viendo el Emperador cómo algunos soldados arcabuceros andaban fuera de los bestiones con los moros se hace dar su arcabuz que allí le traian y tira con él tres tiros á los turcos que andaban escaramuzando”.
Parece ser que Carlos no disparaba nada mal, cosa que recoge Martín García Cerezeda, por entonces soldado de la compañía de Francisco Sarmiento, una de las compañías de soldados viejos de Corón, reconociendo que el rey disparaba como un soldado más:
Por cierto los tres tiros no fueron mal tirados porque muchos de los arcabuceros que en torno del Emperador estaban conoscieron la ventaja que les tenía en el tirar con el arcabuz
Y aunque el testimonio puede parecer una mera loanza de un súbdito a su rey, también puede ser que el emperador estuviera más que acostumbrado a tirar, puesto que era un arma común en la armería real, y se empleaba en la caza.

En otra ocasión durante esta misma jornada, el miércoles 14 de julio, día en que se tomó al asalto la Goleta, el emperador, viendo un moro a caballo 
"se apeó y pidió un arcabuz cargado, hincó la rodilla en tierra y encaró contra el moro; pero descubriendo el enemigo la gente que tras las trincheas estaba, volvió las riendas y puso las piernas al caballo. Descargó el Emperador y erró el golpe, por ser la distancia larga". 

Carlos V volvió a intentar el tiro, pero como el moro se movía a caballo, parece que no pudo acertarle:
 Tornó el Emperador a tomar el arcabuz, y si bien le asestó de puntería, con la gran distancia y velocidad del moro, se perdió el tiro.



Para saber más sobre los hombres de armas del siglo XVI:


Bibliografía
Martín García Cerezeda, Tratado de las campañas y otros acontecimientos de los ejércitos del emperador Carlos V. Desde 1521 hasta 1545
Traslado de la memoria de las nueuas que su Magestad embio a Emperatriz nuestra Señora del ayuntamiento del armada reseña y alarde que se hizo en Barcelona a XIII de mayo deste presente año de Mil Quinientos y Treynta y Cinco años
Historia de la vida y hechos del Emperador Carlos V escrito por Fray Prudencio de Sandoval, Obispo de Pamplona


Imágenes
Cartón nº5 de la serie “La conquista de Túnez”, de Jan Cornelisz Vermeyen - pintados entre 1546 y 1548 - titulado “Combate frente a la Goleta”
Arcabuz de rueda con su funda. La "Armeria real", ou Collection des principales pièces de la galerie d'armes anciennes de Madrid, dibujos de Gaspard Sensi.

Italia, mi ventura. El soldado español en las guerras de Italia. Reseña del libro de Idan Sherer




Las fuentes primarias revelan que los soldados de infantería española participaban en una sociedad guerrera estricta, lo cual, combinado con altos niveles de esprit de corps, así como celo religioso y nacional, producían altos niveles de motivación y eficacia en el combate

             [...]

Los altos niveles de eficiencia en el combate no se alcanzaron ni por la esperada remuneración, ni por la coerción impuesta, sino por un profundo sentido de pertenencia al cuerpo, orgullo nacional y religioso, liderazgo ejemplar y un sentido general de honor marcial. Los soldados crearon estrictas y vigorosas sociedades guerreras, y adquirieron un gran orgullo en el ejercicio de su profesión. Estas sociedades guerreras, y especialmente, las veteranas, promovieron un desprecio generalizado por la cobardía y la rendición, y un inquebrantable deseo de tomar parte en operaciones de combate, poniendo gran énfasis en la disciplina.



Italia, mi ventura. El soldado español en las guerras de Italia
, editado por Desperta Ferro,  está llamado a ser un nuevo clásico en la historiografía de la historia militar moderna en su conjunto, y en la española, en particular. Ha de quedar en los anaqueles junto a "Los Tercios", de René Quatrefages, "El Ejército de Flandes y el Camino Español (1567-1659)", de Geoffrey Parker, o "De Pavía a Rocroi, los tercios españoles", de Julio Albi de la Cuesta como obras fundamentales sobre la historia de los tercios.


Las Guerras de Italia (1494-1559) han sido analizadas desde diferentes puntos de vista, pero no se había analizado en profundidad el impacto que el soldado profesional español tuvo en ellas, ni el impacto que dichas guerras tuvieron en el propio soldado, en la organización militar española y en la consolidación de una sociedad guerrera. 


Con un enfoque centrado en la experiencia del propio soldado, Idan Sherer analiza en cinco capítulos temáticos cómo los españoles influyeron en el arte de la guerra en el campo de batalla más exigente de la temprana Edad Moderna, y como dichos soldados se adaptaron a los nuevos métodos de combate, poniendo enfásis en la organización social de los soldados, el día a día de los mismos, sus orígenes sociales y alistamiento, así como en tres experiencias medulares para el soldado profesional español de principios del siglo XVI: el motín, el saqueo y el combate, incluyendo en este último capítulo el asedio de plazas fuertes. 


Además de un magistral empleo de las fuentes primarias, tanto de crónicas generales, como vidas de soldados, y colecciones documentales, Idan Sherer ha empleado abundante material de archivo inédito - fundamentalmente, documentos procedentes de Simancas y del archivo de Milán


El autor se acerca a la vida de los soldados españoles empleando una metodología multidisciplinar - sociología y psicología militar, historia militar, y análisis de la táctica y técnica militar de la época - para hacernos entender como vivía el soldado experiencias tan extremas como las de las batallas más encarnizadas, los asaltos a plazas fuertes más sangrientos, o los saqueos más despiadados. 


Desde el punto estricto de la táctica militar, entre otras perlas, Idan Sherer desmonta el mito del desarrollo de la contramarcha por parte de los holandeses asociado clásicamente al adiestramiento militar intensivo de Mauricio de Nassau a finales del siglo XVI, documentando el disparo de escopetería y arcabucería por hileras en la década de 1520 desarrollado por españoles.


En el capítulo 1, "Los soldados de infantería española", el libro nos desgrana la sociología de los soldados: quiénes eran, de dónde procedían, cuales eran sus motivaciones, y como era su proceso de reclutamiento, hasta el punto de embarque para partir a Italia, o a las jornadas en el norte de África, empleando para ello datos de archivo inéditos. 


En el capítulo 2, "Condiciones de servicio: la vida diaria en el ejército español", veremos en que consistía el "oficio de la guerra", el desgaste que suponía para las tropas las campañas sin fin, la exposición a los elementos que deterioraban la salud de los combatientes y las condiciones de vida militares, haciendo hincapie en la nutrición del soldado cubierta a duras penas por una ineficiente logística militar. Además, el lector verá como los peligros y vicisitudes de las largas jornadas por tierra - como la campaña en Provenza en 1536 - y por mar implicaban multitud de riesgos para la vida del infante. En este capítulo se analiza la salud de los soldados tanto en campaña como en alojamiento, y las amenazas y gestión de las enfermedades contagiosas, un punto fundamental del éxito o fracaso de muchos ejércitos a lo largo de la historia. Desde el punto de vista material, así como del sociológico, se analiza en esta parte la relación de los soldados con la población local, fuente incesante de conflictos, y desde el punto de vista material y moral, las escasas comodidades que ofrecía la vida soldadesca.


En el capítulo 3, "Motín", se analiza el contexto profesional, económico y disciplinario de los motines, las características generales de los motines españoles, con sus etapas iniciales, su extensión o alcance, la organización del mismo, el ineludible proceso de negociaciones entre amotinados y mandos militares, las habituales acciones violentas de los amotinados y la represalia y castigo que pretendían aplicar las "cabezas" del ejército antes de regresar al status quo inicial. Este capítulo se centra en los motines desarrollados en Lombardía en 1538-1539 y el célebre motín en Sicilia de 1539.


En el capítulo 4, "La experiencia del saco", veremos los preparativos que se realizaban antes de producirse el saqueo de una ciudad, el desarrollo del asalto y la entrada de las tropas a la ciudad, como se organizaban las acciones violentas para que los soldados obtuvieran de la plaza tomada  aquello que buscaban, y la relación que se establecían entre soldados y civiles, haciendo hincapíe en el destino sufrido por los prisioneros de los cuales se pretendía obtener botín o rescate. El capítulo culmina con el abandono de la ciudad por las tropas asaltantes, y los efectos de los saqueos, tanto para los que lo sufrían, como para los que los acometían. Este capítulo se centra en dos eventos, como son el saqueo de Prato en 1512 y el  Saco de Roma en 1527, pero visita otros episodios menos conocidos como el saco de Génova en 1522.


En el capítulo 5, "Combate", el autor reflexiona sobre la llamada "revolución militar del siglo XVI" y el combate en las guerras de Italia, poniendo especial atención en la experiencia del soldado español en este ámbito, para después proceder a desgranar diversos aspectos de la guerra en esa época:

  1. Escaramuzas y operaciones especiales
  2. Guerra de asedios: asediadores y asediados
  3. Guerra de asedios: el asalto
  4. Batalla
  5. Las consecuencias del combate

Después, habiendo analizado diversas batallas y asedios de la época, tanto victorias - las batallas de Bicoca (1522),  Pavía (1525) y Marciano (1554), o el asedio de Florencia (1530) - como derrotas -  las batallas de Rávena (1512) y Cerisoles (1544) o el asedio de Castelnuovo (1539)  -  el autor analiza la motivación y eficacia de combate de la infantería española, que califica de altísima - poniendo enfásis en la "heroica" resistencia frente al turco en Castelnuovo - para a continuación desgranar las causas de dicha eficacia en combate: los españoles constituían una sociedad guerrera con un arraigado espíritu de cuerpo que hacía de ellos unos soldados formidables en el campo de batalla. De esta parte, es el extracto inicial de esta reseña y el que sigue. 


Una sociedad guerrera:

Los soldados, sus suboficiales - cabos y sargentos - e incluso sus oficiales - alféreces, capitanes y maestres de campo - mantenían un conjunto claro de normas e ideales, encaminados todos ellos a mantener y consolidar un grupo de combatientes en un ambiente militar, física y mentalmente exigente. Los grupos sociales cerrados creados por los soldados eran, sin duda, el sostén más fuerte que tenían a disposición. Formar parte de una escuadra o una compañía de hombres implicaba que se compartía cada aspecto de la vida con ellos.


[...]


Además de su sentido de profesionalidad y camaradería ordinaria, los españoles se percibían a sí mismos como parte de una sociedad guerrera cerrada que les hacía cumplir, y a su vez, imponer, estrictos códigos de honor militar, altos estándares de coraje personal y heroísmo, y liderazgo ejemplar. 



En este capítulo, el autor se distingue de otros historiadores, pues ha sabido extraer lecciones positivas de los supuestos fracasos protagonizados por tropas españolas: el enemigo, fuera francés o turco, en las ocasiones que se enfrentó con éxito al español, apenas pudo gozar una victoria pírrica sufriendo pérdidas enormes, y los soldados españoles demostraron ser un rival formidable y duro de batir, aún en las peores y más desesperadas condiciones. No hubo huida, ni marcha atrás, ni "desbarato", que era el destino habitual de las tropas de baja calidad.


Ni que fuera solo por este capítulo, al que el autor dedica un 30% de la extensión total de su obra, ya valdría la pena verlo publicado en español. 



Aunque el libro se ha centrado en las guerras de Italia, el autor acompaña a los soldados en sus expediciones por el Mediterráneo, el norte de África o Grecia, pues también a estos escenarios acudieron los soldados de infantería española que tenían sus "bases" en Italia. 


Como nos tiene acostumbrados Desperta Ferro, el libro está espléndidamente ilustrado con imágenes de época cuidadosamente seleccionadas para ilustrar lo desarrollado en el texto y planos de extrema calidad para ubicarnos a medida que seguimos a los soldados moviéndose y combatiendo por Italia. 

Para todos los aficionados a la historia militar, y en especial, para aquellos que tienen interés en la historia militar española de la época de los tercios, este libro ha de estar en su biblioteca particular. 



En un enlace de Desperta Ferro podemos leer la introducción del libro