Corazas [En redacción]

La creación de la pistola de rueda en la década de 1520 posibilitó la aplicación de este arma de fuego [de escasa potencia pero fácil de manejar] en el arma de caballería. Parece ser su primera aplicación como arma de complemento para los soldados armados con lanza, pero - según fuentes contemporáneas de la época: Diego Núñez Alba - el nacimiento de la caballería cuya principal arma era la pistola - un par, tres y hasta cuatro - pudo tener lugar en el país de Gueldres a primeros de la década de 1540 [1], pero su desarrollo lo vemos mayormente en Alemania.

Durante un largo periodo denostado este tipo de soldado por considerarlo ineficiente, no formó parte de la orgánica española hasta finales del XVI, principios del XVII, aunque participando en los ejércitos del rey tropas de esa tipología con carácter mercenario, como los reiters [también conocidos como herreruelos] de nación alemana reclutados intermitentemente en Flandes ["contratos" de seis meses de duración: lo que había de durar la campaña a realizar en los meses de verano].

Durante el XVII, sin embargo, vemos un florecimiento de este arma también en los ejércitos habsbúrguicos.



Equipamiento

El arma principal del coraza, como decíamos, es un arma de fuego corta que se empleaba con una sola mano, inicialmente con llave de rueda y posteriormente con llave de chispa [aunque conviviendo ambos tipos durante varias décadas] que según la longitud de su cañón y calibre algunos autores parecían clasificar en pistolas y pistoletes, arcabucejos o arcabucillos de arzón, uniéndose el pedreñal como arma intermedia.
Lo cierto es que esta clasificación no es certera ni mucho menos, pero debemos quedarnos con la idea de que eran armas para ser empleadas con una sola mano, a diferencia de arcabuces, escopetas y carabinas que precisaban de ambas manos para ser usadas.

Quizás la diferencia la hallemos en el tipo de chuzo [culata de madera] con el cual se sostenía el arma. La pistola de caballería solía tener un cañón de entre dos y tres palmos [hay modelos más cortos para su uso pedestre] y un calibre de entre un cuarto de onza y media onza, existiendo modelos aún de mayores dimensiones. A nivel civil, la pistola y los arcabucillos eran armas prohibidas por las leyes de Castilla, siendo la longitud mínima de cañón para poder escapar a esa prohibición de cuatro palmos de vara castellana.
La armadura solía ser de tres cuartos [protección hasta las rodillas con quijotes para los muslos] cubriendo el resto de la pierna una bota de caballería de cuero. En la cabeza una celada con visera y barbote. Las manos podían llevar guantelete de acero o guantes de cuero, aunque se consideraba recomendable que la mano que asía las riendas estuviera protegida con guante de hierro, pues era objeto de las cuchilladas del enemigo para que así el contrario perdiera el control de su montura.
Con el paso del tiempo, el soldado de caballería - como el de infantería - fue prescindiendo de piezas de la armadura - por economía y eficacia, y para finales del XVII apenas mantenía peto y espaldar - a prueba de pistola como mínimo - habiendo incluso abandonado en muchos casos la celada, pero el aspecto de la ilustración precedente es bastante correcto para la primera mitad del XVII.
La celada podía llevar un penacho de plumas o no, pero los soldados siempren debían llevar un distintivo rojo que les identificaba como súbditos de la casa de Borgoña. Lo recomendable era una faja [más bien un trozo de tela atado a la cintura, ya que los extremos se dejaban sueltos] antes que una banda, pues esta, quedando suelta podía ser aferrada por el contrario para tirando de ella desestabilizar al soldado o incluso tirarlo de su montura. La celada no solía llevarse puesta, sino que se llevaba colgada del arzón trasero - lo que podía moler las hijadas del caballo - o colgando del brazo, sino se disponían de criados para que la portasen.
El soldado llevaba una espada, y solía llevar un martillo o un hacha de guerra, arma puede que más útil que la espada pues podía penetrar mejor en la armadura.

Tácticas de combate

Notas
[1] Núñez Alba escribía de oídas, así pues no podemos dar mas fiabilidad a su palabra que la que él mismo le dio: "unos los llaman [...] gueldreses, o por haber sido ellos los primeros, o por haberse visto en la jornada que pocos días ha el Emperador ganó contra el duque de ellos". Gueldres fue sometida a jurisdicción personal de Carlos V tras una guerra en 1543.

La caballería española del periodo de los tercios [s.XVI-XVII].

La caballería en estos siglos de revolución militar que son el XVI y el XVII, vive una transformación muy importante, debido, principalmente, al desarrollo de las armas de fuego.

La siguiente clasificación de las distintas ramas de este arma en el periodo pretende ser cronológica, tanto en origen, culmen como en declive. Acerca de cada una de ellas realizaremos un detalle describiendo su equipamiento, su modo de combate, sus virtudes y defectos...



Jinetes

El jinete español, que montaba y luchaba a la morisca, se desarrolla como respuesta precisamente a la manera de combatir árabe, en caballos ágiles y armados ligeramente, luchando a "picar" antes que a chocar. En el siglo XVI abandonan definitivamente la adarga [escudo en forma de corazón] pero no se les ve fuera de la península avanzado el siglo, sino es en Berbería o las Indias.
Montan en sillas jinetas [con bridas cortas] y usan lanzas jinetas [asta maciza de sección continua] y siguen el principio de "más vale maña que fuerza", aprendiendo a manejar la lanza a lomos de caballo haciendo blanco en pequeños objetivos - el anillo - en juegos donde lucen sus habilidades.
Esta escuela tuvo una mínima repercusión en los conflictos en Europa, y en España quedó básicamente reservada como arte ecuestre para divertimento de jinetes y espectadores.

En la época se usa comunmente el término ginete con G antes que con J.



Hombres de armas

También llamados gente de armas, se trataba de una caballería de tipo medieval, cuya plenitud tuvo lugar en el siglo XV y principios del XVI. Fuertemente armados de los pies a la cabeza, y protegido igualmente el caballo con testeras y bardas, empleaban la gruesa lanza al choque.
Hombres de armas en la Revista de tropas en Barcelona ]1535], segundo tapiz de la serie la Conquista de Túnez. Diseños de Willem de Pannemaker




Las Guardas de Castilla son su exponente peninsular. Transcurrida la primera mitad del XVI, no veremos movilizada caballería pesada española fuera de la península.



Caballos ligeros

También conocidos como celadas, y referidos simplemente como lanzas con el declinar de la caballería pesada, se trata de una tipología de caballería similar a la precedente, pero que empleaba caballos de menor envergadura, y que no iba tan fuertemente armada, careciendo de protecciones sus monturas, pero jugando la baza del choque al galope empleando sus lanzas para romper a los jinetes contrarios. De los caballos ligeros nos hemos ocupado por extenso en el artículo correspondiente.


En la imagen, una lámina de un manual de caballería escrito por el caballero italiano Ludovico Melzo, y publicado en Amberes en 1611. Podemos ver el aligeramiento en la armadura del soldado [prescindiendo de protección de cintura para abajo] así como la ausencia de protección del caballo.



Arcabuceros a caballo

El arcabucero a caballo es un soldado mixto: puede luchar tanto a pie como a caballo. Empleando el arcabuz [o la carabina] consigue abrir brecha en los escuadrones de caballería enemiga. No el más poderoso, pero sí el más polivalente. En la entrada correspondiente nos ocupamos por extenso de la materia.

Del mismo libro que la anterior ilustración, un arcabucero a caballo, con su equipamiento bajo pórtico.



Corazas 

Posteriormente al periodo que nos ocupa denominados coraceros, los caballos corazas era unos soldados que combatían con pistola y espada, fuertemente armados con una coraza tres cuartos, similar a la empleada por los caballos ligeros. De ellos nos ocuparemos por extenso en un artículo a propósito. Aunque denostados por algunos militares españoles de finales del XVI, fueron el pilar de la caballería en la segunda mitad del siglo siguiente.



En una representación pictórica de la colección Vinkhuizen de la NYPL, dos corazas abriendo fuego contra un enemigo más imaginario que ellos.



Dragones

Tan siquiera merecedores del distintivo de caballería por la orgánica española de la época, estos "mosqueteros a caballo" eran infantes montados, que se desplazaban sobre sus animales, pero que combatían fundamentalmente a pie. Suponen una evolución de los arcabuceros a caballo, que frecuentemente desmontaban para combatir.



Equipados con las peores monturas, los dragones debían desmontar para emplear sus mosquetes, como este dragón idealizado de la misma colección antes señalada.

En Nordlingen [1634] el cardenal-infante don Fernando contaba entre sus tropas cinco compañías de Dragones - una de ellas, gobernada por el capitán don Pedro de Santa Sicilia - con un total de quinientos hombres, como narra don Diego de Aedo en su memorable viaje.

Compañías de lanzas [caballos ligeros]

Tiempo atrás dediqué un tiempo a dirimir los nombres dados a las compañías de lanzas, pues albergaba dudas al respecto de la tipología de soldado que se escondía tras tal variedad de nombres [lanzas, caballos ligeros, celadas] y temía confundirlos con la otra escuela de caballos ligeros [a la jineta] eminentemente hispánica, y muy influenciada por la caballería árabe [de lanza y adarga] que entiendo jugo su papel principalmente en la península, berbería e indias [y puede que en el sur de Italia frente a amenazas turcas] pero no se enfrentó a rivales europeos [salvo en la campaña de Portugal de 1580] no siendo estos "jinetes" rivales para caballería pesada [o aún ligera como lo que hemos de tratar en esta entrada] los cuales les hubieran arrollado en choque. Realizada ya esta aclaración, entremos a detallar las cualidades de las compañías de lanzas - caballos ligeros - celadas.


Naturaleza
En esencia, el caballo ligero era un versión "adelgazada" del pesado caballero medieval, que había perdido piezas de su armadura personal [protección de las piernas] al tiempo que la montura prescindía totalmente de ellas [bardas y testeras] dotándose asimismo de lanzas más cortas y ligeras [aunque de ristre igualmente] y caballos más pequeños.

La montura más pequeña y la menor protección de jinete y caballo tiene una relación directa: menor peso puede ser llevado por un animal de menor porte, pero asimismo, implica a esta caballería una serie de diferencias - no siempre déficits - contra sus hermanos mayores: hombres de armas o gente de armas [las Guardas de Castilla o los Continos de la familia Luna, por dar algunos ejemplo de caballería pesada peninsular].
Evidentemente, un caballo más pequeño implicaba no solo menor capacidad de carga [y menores defensas] sino menor potencia de choque, aunque se ganaba en movilidad, y sobretodo, en economía.
Durante la edad media, se había producido un proceso de "engorde" de la caballería, hasta que en el siglo XV el hombre de armas a lomos de su caballo en carrera se había convertido en una fortaleza en movimiento, un pequeño tanque que descargaba toda su violencia al choque contra el arversario. Esta ganancia de peso y potencia se había asentado en el uso de caballos criados para tal propósito, pero la exigencia de tales portentos [máxime cuando el hombre de armas debía disponer en todo caso de dobladura, una segunda montura de repuesto] aunque cubierta a base de pagar altos precios por estos animales seleccionados, había descartado al caballo medio de tal uso en la guerra.
Por contra, el desarrollo de las armas de fuego portátiles [ver entrada a propósito] aunado al empleo del escuadrón de picas, había supuesto que un "triste" peón tumbara [y matara] a tan preciadas monturas y distinguidos dueños, a un coste irrisorio, poniendo en entredicho por tanto la inversión que se realizaba en este arma del ejército. Así pues, el siglo XVI amanece con un aviso importante: la caballería había de jugar de aquí en adelante un papel secundario en la batalla, restingido a luchar contra su igual, y a limitar el movimiento de la infantería, pero no a chocar contra esta.
Asimismo, con el paso de la Edad Media a la Moderna, los ejércitos crecen en número, y aunque con su nuevo papel de segunda fila, resultan necesarios más caballos.
Todos estos factores posibilitan el "adelgazamiento" de la caballería pesada medieval, desarrollándose la caballería ligera [1] rivalizando y desplazando a la más potente, pero también más costosa caballería pesada medieval, cosa que se puede apreciar en el caso de Flandes [en la segunda mitad del siglo XVI] donde la caballería pesada que podemos encontrar en el ejército consiste en las "Bandas de Armas" del país, compuesta por la nobleza al modo medieval, pero en ningún caso se recluta otra caballería [armada con lanzas] que no sea ligera, marchando precisamente con Alba desde Milán en 1567, 10 compañías de caballos ligeros y 2 de arcabuceros a caballo. Los manuales de caballería consultados [de principios del XVII] ni siquiera hacen mención a hombres de armas, asumiendo la lanza como caballería ligera.


Protecciones
Por lo general, el armamento defensivo de un caballo ligero [nombre dado al soldado] consistía en una armadura tres cuartos [hasta las rodillas, siendo un pistoletazo en el muslo una herida mortal, como nos recuerda Basta] o en una media armadura [hasta la cintura, o hasta cubrir el bajo vientre]. Eguiluz [1590] nos refiere el empleo del peto volante, o sea, un peto superpuesto al ordinario, aumentando la tan importante protección del torso.


Una armadura de tres cuartos, sin guantes.

La protección de la cabeza se realizaba siempre con una celada con visera y barbote. Las altas botas de caballería podían llegar hasta cubrir parte del muslo [sustituyendo el grueso cuero el cujote metálico] o por el contrario quedar sobre la rodilla. Las manos podían ser protegidas por guanteletes o simples guantes de cuero.


Armamento

El arma principal del caballo ligero era la lanza, de idéntica hechura que la lanza de armas, pero más ligera y corta, la cual se llevaba en una cuja [bolsón de cuero asido a la parte derecha de la silla] y se empleaba en ristre [soporte metálico fijado al peto para sujección de la lanza].


El alma de este lanza era hueca, y a diferencia de otras armas de asta, tenía una moharra mínima [hierro que une la punta al asta abrazándola] permitiendo que la punta se perdiera en el choque, sin el excesivo compromiso mecánico del asta que le hubiera supuesto una moharra más larga. La hoquedad del asta buscaba su aligeramiento, proporcionándole mayor resistencia su mayor sección, frente a otra tipología de lanzas de cuerpo macizo pero más esbeltas, alcanzando el equilibrio entre peso, maniobrabilidad y resistencia óptima, aunque era frecuente que esta se rompiera en el choque.


El soldado llevaba bien una pistola [también llamada en la época pistolete] o arcabucejo de arzón [para ser manejado en todo caso con una sola mano] en una pistolera el arzón de la silla o un par de estas. Podía llevar igualmente un martillo o un hacha de guerra, y siempre llevaba - como todos los soldados de la época, de infantería y caballería - una espada.


Podemos ver a este caballo ligero montando: lleva su lanza, su espada, y del arzón delantero pende una pistola enfundada.

La silla de montar era una silla de armas, de arzón alto [para fijar al jinete a su montura y ayudar a transmitir la fuerza de la carrera a la lanza] borrenas [para proteger los muslos, aunque algunas prescindieran de estas] y bridas largas. A diferencia del hombre de armas, no se esperaba que el caballo ligero dispusiera de dobladura, aunque algún autor lo recomendaba.


La montura había de ser tal que permitiera una carga al galope. Aún siendo caballos de menor porte que los de los hombres de armas [como queda dicho] eran superiores en tamaño, potencia y velocidad a los corazas y los arcabuceros a caballo.

Efectividad versus reconocimiento

En su "Teórica y práctica de Guerra" [1595] hacía Bernardino de Mendoza [que había sido capitán de una compañía de lanzas] la súplica a Su Majestad "que de ninguna manera permita que sus milicias de a caballo dejen las lanzas [...] la mejor arma para la gente de a caballo". Argumentaban los detractores de la lanza [que cederá paso al caballo coraza armado con pistolas] que esta era arma de gran embarazo, y que las pistolas podían ofender a mayor distancia. Sus apologetas, entre los que encontramos a Mendoza alegaban como principal virtud de la lanza [majenada por hombres de armas o caballos ligeros] la potencia generada por el choque, censurando la pistola por ser arma que podía únicamente ofender a pocos pasos.

Pocos años después, dos militares al servicio de España [Luis Melzo y Jorge Basta] escriben sendos tratados sobre el arma de caballería, aprovechando el interludio ocioso de la tregua de los doce años, siendo poco elogiosos con las lanzas, aunque incluyéndolas como arma ordinaria de la caballería.

El caso es que frente a los primeras décadas del XVI, donde podemos encontrar que la mayoría de compañías de caballos son de hombres de armas y caballos ligeros [aumentando el porcentaje de los segundos a costa de los primeros] progresivamente las compañías de arcabuceros a caballo, y sobretodo [a finales del XVI] las compañías de corazas, arrebatan el puesto a las lanzas, quedando a partir del segundo tercio del XVII relegadas a efectos de guardas de capitanes generales.

Los defectos de las lanzas eran los siguientes: la potencia de choque que era su virtud requería el uso de caballos de mayor envergadura y calidad, y por tanto, de mayor coste; el uso de la lanza requería de entrenamiento y coordinación para poder permitir asestar golpes certeros al contrario: la preparación de los soldados requería tiempo y dinero; el coste del armamento, pues una lanza era más cara que un par de pistolas, y las lanzas se rompían al choque frecuentemente.

Todos estos factores apuntan a que las corazas [como caballería que podemos entender hacía la competencia al caballo ligero por su lucha a la carga y en melee] siendo más baratas y más fáciles de reclutar [el uso de la pistola no requería un entrenamiento exhaustivo, ni mucho menos] le ganaran la mano a las lanzas, como pieza principal de la caballería.


Combate


Como queda entendido, los caballos ligeros debían combatir al choque, dando las cargas al galope, y llevando la lanza contra sus adversarios, recomendando algunos autores elegir el pecho o el costado del caballo, según la ocasión, por la simple razón de que el blanco era de mayor tamaño, y que al fin al cabo, rota su montura, queda el soldado de caballería desmontado e indefenso para ser atropellado, aunque pueda echar mano de la pistola.

Con la irrupción de las armas de fuego, se recomienda realizar una combinación de escuadrones: primero marcharan arcabuceros a caballo que disparando unos cuarenta o cincuenta pasos a distancia del escuadrón enemigo, ayudarán a desmandarlo, girando la formación sobre su mano derecha y dando paso a las corazas [que harán lo propio con sus pistolas] para posteriormente los caballos ligeros, teniendo el escuadrón enemigo desordenado, daran su carga al galope sobre este, actuando con sus lanzas.

La carrera debía tomarse a no más de sesenta o setenta pasos, pues las distintas calidades de las monturas, harían que unos caballos se adelantaran, no realizando el choque en formación cerrada como conviene, dando el consejo algunos autores de cabalgar rodilla con rodilla, pegados al compañero. Los escuadrones para la carga serán de unos 25 hombres.

Las compañías de lanzas sirven con estandarte, el cual sirve como insignia de la unidad, al tiempo que como hito que los hombres han de seguir para reunirse tras ejecutar la carga. El alférez - que tiene como misión portar el estandarte - cabalga al lado del capitán, mientras que el teniente tiene como misión marchar en retaguardia para "recoger a los rezagados".


Cometidos ordinarios

A diferencia de los arcabuceros a caballo, las compañías de lanzas están exentas de guardias, escoltas y otras acciones menores, para permitir el descanso de sus monturas, y porque carecen de la polivalencia de aquellos.


[1] Todo esto no supone que anteriormente no existiese algo parecido a la caballería ligera. En toda época siempre hemos encontrado unidades "peor" equipadas, y no sería extraño que aún en el siglo XV hallaramos jinetes con el equipamiento y las aptitudes propias de la caballería ligera, pero interpreto más como tipo residual que como soldado deseado.

Arcabucero a caballo

En los ejércitos de los Reyes Católicos existían los ballesteros a caballo y posteriormente los escopeteros a caballo, así que dotar a soldados de a caballo con las nuevas armas de tiro durante el segundo cuarto del XVI no supuso una excesiva innovación técnica respecto a los usos pasados.
Del arcabucero a caballo se esperaba combatiera tanto a pie como a caballo, a diferencia del dragón - de aparición en las armas españolas cien años posterior - cuya montura únicamente la posibilitaba el desplazamiento hasta el punto de combate. Era pues, un soldado de caballería, que combatiría a lomos de su animal con arcabuz, espada y eventualmente pistola, pero que no debía hacer ascos a poner pie en tierra y luchar como infante cuando las circunstancias así lo requiriesen.


En la ilustración precedente, una más que idealizada representación de un enfrentamiento entre un caballo coraza [coracero] y un arcabucero a caballo, como pie de portada de un tratado militar de 1611: "Reglas militares para el govierno e servicio particular de la cavalleria" de Ludovico Melzo, caballero itialiano al servicio de su rey en los Países Bajos.


Equipamiento: armamento y montura 

El arcabucero a caballo llevaba inicialmente peto y espaldar para proteger el tronco, y celada [o morrión] para la cabeza, perdiendo las piezas de protección de espalda y torso con el paso del tiempo, aunque se recomendaba al capitán y teniente que portasen petos y espaldares a prueba de arcabuces. De la necesidad virtud, y por ello, en caso de compañías sueltas que custodiasen puestos fronterizos - o que no combatieran en cuerpos de ejército, sino hubieran de mantenerse por sí - se tenía a bien que de 100 hombres, 40 fueran igualmente armados a prueba, actuando de esa manera como tropa de choque, papel reservado inicialmente para las corazas, pues de otra manera, no hubieran podido frenar el ataque de hombres fuertemente armados.

Martin de Eguiluz, todavía en 1590, recomendaba el arcabuz de mecha frente al de rueda, por ser más fiable el tiro, y por considerar que principalmente, el soldado combatía a pie, pero sin duda, la llave de rueda - así como más tarde la llave de chispa - facilitó - por no decir que posibilitó - el combate a caballo y el disparo al trote o al paso - nunca al galope-.
 

400 Spanigsche Reuter zu feuss. 400 arcabuceros a caballo combaten a pie a los estudiantes de Aalst. Septiembre de 1576. Grabado de Franz Hogenberg. Biblioteca Nacional de España.

El arcabucero debía llevar una serie de 10 o 15 cargas [lo que hoy denominamos cartuchos] en una bolsa de cuero, realizadas con pólvora y bala liadas en un papel - Eguiluz refiere hoja de lata - para facilitar la carga. Desconozco exactamente de cuando es esta invención, pero desde luego, no se aplicó regularmente en infantería hasta finales del XVII.

Debía llevar una casaca de faldas largas, de manera que pudiera resguardar el arma y los frascos de la lluvia. De ordinario, los soldados marchaban con un sombrero en la cabeza, y se reservaba la celada - por comodidad o galantería - para las situaciones que lo requirieran. Con el paso del tiempo, la celada llegó a obviarse, mas para protección del cráneo se desarrolló una pieza metálica a modo de cuenco que cubría la parte superior de la cabeza y que quedaba oculta bajo el sombrero... pero de las representaciones pictóricas de la época, no podemos dilucidar si el soldado a caballo con sombrero portaba bajo este tal protección o no.


Arcabuceros a caballo españoles - Der Hispanigsche Reutter - persiguiendo a las tropas de los estados hasta las murallas de Amberes 2 de marzo de 1579. Portaban el típico morrión español de la época, sin cresta. Uno de los soldados lleva estandarte, contradiciendo por tanto lo expuesto en los manuales del siglo XVII, que indicaban que la compañía de arcabuceros no lo llevaría. 


Arcabuceros a caballo del rey de Navarra - izquierda - combaten con tropa de caballería del duque de Parma - derecha. 6 de febrero de 1592.


Arcabucero a caballo enfrentándose, del manual de Walhausen. El de la izquierda con sombrero, el de la derecha con celada con cresta frontal, que porta una pistola o arcabucejo en el arzón delantero [1616]



Arcabucero a caballo con celada con carrilleras como armadura de cabeza y vestido con casaca [1625]


El arcabuz de caballería podía ser algo más corto que el empleado por la infantería, facilitando por tanto su uso montado. Con el tiempo, surgiría la "carabina" [nombre con el que se bautizaría también al soldado así equipado] un arma con cañón de entre tres y cuatro palmos, y calibre algo menor al del arcabuz [aunque se refieren carabinas de onza y cuarto de pelota] pero para entonces, el arcabucero a caballo armado con armas más rotundas, había derivado al dragón.
No sería infrecuente que los arcabuceros a caballo llevasen una o dos pistolas de arzón, pero no constituía este arma parte de la dotación del soldado.

Las ilustraciones de Waldhausen nos muestran diversos movimientos para la práctica del soldado. En el equipamiento podemos ver una de las muchas formas para sujetar el arma a la bandolera. Generalmente se portaba así, excepto cuando se consideraba el peligro inminente - o en situaciones de "parada" militar - cuando se llevaba en la mano, reposando la culata sobre el muslo.


Hasta el surgimiento del dragón - al que los españoles de la época no dieron consideración de caballería, sino que lo situaron [incluso administrativamente] en cuerpo separado, entre infantería y caballería - el arcabucero a caballo era quien llevaba las peores monturas posibles, tras las lanzas y las corazas por ese orden.



La compañía


El número ordinario era de unos cien hombres, pero a medida que pasa el tiempo - como sucede también en infantería - rara vez vemos las compañías cumplidas, soliendo ser de 40 o 50 hombres.
La primera plana está compuesta por el capitán [y su paje] un teniente, dos trompetas, un furriel, un mariscal y un capellán. Tienes cuatro cabos de escuadra [para 100 hombres] y con plazas de soldado cuentan con un sillero, un armero y un barbero.
No tienen alférez, pues no tienen necesidad de quien lleve su estandarte al carecer de este.
En la jerarquía del ejército, un capitán [y asimismo su teniente] de arcabuceros a caballo tenía menor rango que su equivalente de lanzas y corazas.

El pie [teórico] de una compañía de arcabuceros a caballo española o italiana en Flandes para mediados del XVII era:

La paga del capitán y paje                                                             225 florines
La del teniente y su paje                                                                120
La del capellán                                                                                30
La de dos trompetas, furriel y herrador, a 24 florines cada uno     96
La paga de 91 soldados a 24 florines                                          2184

Tenía un coste mensual de 2655 florines, lo que equivalía a 1062 escudos de 10 reales.



Cometidos ordinarios

Al arcabucero a caballo, por su ligereza, se le encomendaban labores ordinarias en el ejército tales como escoltas, guardias, batida de estradas [vigilancia de caminos] toma de lenguas [contacto con informadores locales] exploración, comunicaciones, etc.



Arcabuceros a caballo en un manual de la época [Melzo,1611] representados en una labor típica: prestando escolta a los forrajeros, que precisamente recogen el forraje necesario para los animales, una necesidad que moviliza mucho personal, e impone o bien una fragmentación de las tropas del arma de caballería de un ejército, o su movimiento continuo, para no agotar los pastos.



En combate

El arcabucero a caballo era el soldado de caballería menos preparado para el choque, y tanto su montura - de inferior calidad y menor porte, por lo tanto, de menor potencia - como sus armas defensivas no le permitían - salvo frente a tropas igualmente equipadas - exponerse en un encuentro cuerpo a cuerpo: "no pueden cerrar a cuchilladas con lanzas y corazas".
Frente a otras tropas de caballería, no obstante, encabezaban el escuadrón atacante. Su labor consistía en dirigirse frontalmente o de costado al enemigo, marchando a "buen paso" [entiendo que al paso, pero sin llegar al trote] para hacer fuego a una distancia de cuarenta o cincuenta pasos - cuanto más cerca mayor efecto, pero menor espacio para la maniobra de retirada - por hileras, girando sobre su mano derecha. Eran seguidas de tropas de corazas o de lanzas - según la época y ocasión - que quedaban encargadas de realizar el choque - corazas solas - o disparos para la dispersión - corazas seguidas de lanzas.
Las compañías para dar esta carga con la que se esperaba se desordenasen los oponentes para facilitar así el choque de quienes le seguían, se ordenaban en tropas de tres o cuatro hileras, a seis soldados por hilera. La primera tropa mandada por el teniente, la segunda por el capitán, y el resto, por cabos, cerrando la formación un cabo u oficial reformado, para mayor disciplina del conjunto, y evitar las ausencias a media cabalgada.
Las tropas de corazas que les seguían no debían llevar estrictamente la misma línea, sino marchar en paralelo a las primeras, para evitar los atropellos en caso de que la primera maniobra resultara inadecuada.
En orden de batalla, la caballería se situaba en alas estando la infantería en los puestos centrales. Dentro de las alas de caballería, se reservaban los puestos menos expuestos a la arcabucería para que estuviera protegida frente a un eventual choque, aunque se dispusieran las distintas tropas de manera que esta pudiera salir primero a dar la carga, tal y como queda dicho.

Pica seca

La pica seca [piquero desarmado, pica simple o pica sencilla] era un tipo de soldado de los Tercios, que luchaba con pica, pero que iba desarmado, o sea, sin armas defensivas que cubriesen su torso, no obstante que llevase un morrión [o celada, para dar asaltos en batería según Londoño].


Pica seca en 1535, con celada y gola de launas para proteger la garganta y parte del cuello. 



La pica seca en el escuadrón servía en las hileras centrales, lejos del enemigo, y se esperaba que no tuviera que combatir, pero se consideraba un tipo de soldado necesario, aunque de inferior calidad al resto: "la gente más bisoña y de menos edad y experiencia".

La ventaja de la pica seca era su movilidad frente al coselete, que difícilmente podría subir una batería al asalto, o dar persecución al enemigo roto, o correr para tomar un paso frente al enemigo o para hacer "corredurías" por la campaña para traer bastimentos, o sea, para forrajear.

Eguiluz indicaba que las picas secas eran muy necesarias en Berbería, pues el coselete sufría mucho por el calor, y apenas se le podía enviar a hacer ninguna facción que requiriese movimiento ágil, pues podía quedar asfixiado bajo el peso de su armadura, que iría recalentándose bajo el sol.

La pica seca cobraba la paga sencilla de soldado [3 escudos] y no recibía ventaja por su oficio, a diferencia del resto de compañeros, fueran coseletes, arcabuceros o mosqueteros.

En 1632, las Ordenanzas militares aprobadas, dictaminan la desaparición oficial de la pica seca, pues establecen un pie de compañía compuesto por coseletes, arcabuceros y mosqueteros.

Para periodos anteriores, es difícil establecer una regla precisa:
Así, en 1538, el marqués del Vasto señalaba que en cada compañía de 221 infantes, la tercera parte serviría con arcabuz, habría 65 coseletes, y el resto [82] por deducción serían picas secas, aunque también señalaba que de ir armándose convenientemente los hombres de coselete, se les daría un ducado de ventaja, pues la norma limitadora de cierto número de plazas de coseletes, era dirigida para excusar el gasto de aquellos que sentaban plaza sin servir con todas las armas cumplidas, y no tanto por considerar un número idóneo de soldados de una y otra tipología.

En cambio, por la Ordenanza de 1560, en un tercio teórico de 3.000 hombres, 460 serían picas secas, mientras que en 1567, en un tercio previsto de 2.500 hombres, daba un número de 650, al tiempo que en una planificación para la Armada de 1588, por cada compañía de picas de 200 hombres, da un número [nuevamente deducido] de 83 picas secas.

Por contra, en una lista de las compañías de un Tercio presente en Flandes en 1572, no aparece absolutamente ningún infante que no sea coselete, arcabucero o mosquetero.
Por lo tanto, determinar el peso exacto que las picas secas tuvieron en esta milicia es difícil, pero parece evidente que fuera mucho menor que el expresado en teoría en todo caso, pues notorias son las referencias a la escasez general de picas [incluyendo coseletes] en estos ejércitos.

En la tabla siguiente podemos ver cierto dinamismo en lo que se refiere al uso de armamento y a las especialidades de los soldados. El ejemplo del Tercio de Cerdeña es muy claro: en la muestra de junio de 1567 había 316 coseletes y 658 picas secas [un total de 974 picas sobre 1639 soldados] , mientras que en la muestra de julio, las proporciones habían variado, y eran 553 coseletes y 228 picas secas [781 picas sobre 1622 soldados]. Resultaría fácil que una pica seca tomara como armas defensivas un coselete completo, siempre y cuando se le proporcionara, y el soldado sentara nuevamente plaza como coselete.


En el punto 19 de la "Riformatione et stabilimento della fanteria spagnuola del tercio di Sicilia" de 1571 [1] se establecía
En aquellas compañías que no son todas de arcabuceros, se deja a la voluntad y elección del capitán aquellos soldados que deberán servir con arcabuces y morriones, y cuales de ellos tomarán coseletes, y cuales aún servirán con picas solas, y esos capitanes deberán tener cuidado particular de mudar las armas a los soldados, de manera que aquellos que un año habrán usado la pica, el siguiente usarán el arcabuz, continuando en adiestrarles de modo tal que todos sean capaces de servir con todas las suertes de armas, y procurarán que todos los arcabuces sean de una misma bala.

Lo que prueba la necesidad que se tenía de que la milicia española estuviera compuesta por soldados versátiles.

Notas
[1] Transcrito en el original italiano como apéndice en las páginas 597 a 604 de La Antemuralla de la Monarquía. Los Tercios españoles en el Reino de Sicilia en el siglo XVI, Carlos Belloso Martín.

El manejo del arcabuz

El arcabuz de mecha era un arma de mecanismo sencillo, y precisamente por su sencillez, el soldado que la manejaba, debía llevar a término una larga serie de acciones para poder cargar y disparar su arma, complicándose tales movimientos por la presencia permanente de una cuerda - o mecha - con sus dos cabos encendidos, que accidentalmente, podía prender la pólvora que manejaba el soldado, causándole la muerte.

y Lázaro de Solís, cabo de escuadra de D. Sancho, natural de Jaén, resistió á los enemigos junto al puente orilla del arroyo , con tanto ánimo , que á no volársele la pólvora de los frascos , causa de abrasarse todo, les diera mucho en que entender

Detallaremos la serie de movimientos necesaria, para un arcabuz de mecha con cubrecazoleta [c.1540-c.1670]

CARGA

1. Cebar la cazoleta con el polvorín.



2. Cerrar la cubrecazoleta

3. Soplar sobre el conjunto - cerrada la cubrecazoleta - para eliminar los restos de pólvora que hayan caído fuera de la cazoleta, en soslayo de una ignición fortuita.


4. Llenar el arcabuz con la carga principal de pólvora. Bien usando los frascos - o doce apóstoles con la carga dosificada - llevando la boca del frasco a la boca del arcabuz y volcando todo su contenido, o bien usando el frasco principal, y echando a ojo una carga de pólvora, regulando su volcado con un pulsador que liberaba la apertura del frasco.

5. Introducir la bala por la boca del arcabuz

6. Sacar la baqueta del fuste, acortarla y llevarla a la boca del arcabuz.


7. Llevar la baqueta por el ánima del cañón hasta tocar la bala, y golpear dos veces sobre esta para prensar la pólvora.

8. Sacar la baqueta e introducirla de nuevo en el fuste.

COLOCACIÓN DE LA MECHA
9. Colocar la mecha en el serpentín, tomando la medida del trozo que se ha de engarzar, de manera que el cabo encendido caiga justamente sobre el polvorín.


10. Avivar el cabo encendido de la cuerda para que haga buen efecto, soplando sobre él.

DISPARO
11. Llevarse el arcabuz al hombro y apuntar.

12. Liberar la cazoleta de su tapa.

13. Pulsar el disparador.

14. Soplar la cazoleta para eliminar los restos de pólvora quemada y posibles rescoldos, quedando el arma preparada para reiniciar el proceso.



Waldhausen - que como tantos otros copiara los manuales ilustrados de De Gheyn - describía 42 movimientos - obviando por cierto, como el original, ¡la introducción de la bala!. Puede que algunos de ellos fueran rebundantes, pero aún así, el manejo del arma requería una serie de movimientos precisos, una metodología que debía adquirirse con la experiencia, y una práctica que de no haber sido alcanzada, podía llevar al soldado a incurrir en descuidos que en pleno combate podrían resultar mortales, máxime cuando se ha indicado que se manejaban cargas de pólvora al tiempo que con una mano se sustentaba una mecha con dos cabos encendidos:



Si alguien se le antoja que 42 son demasiados movimientos, en las Ordenanzas Militares de 1728 - cuando la llave de mecha llevaba décadas desterrada y el manejo del arma, por tanto, era más sencillo - se describe una serie de 27 movimientos - sin contar con el uso de la bayoneta - algunos de ellos a ejecutar en dos y tres tiempos, para el buen manejo de fusiles con llave de chispa y munición de cartucho [pólvora y bala envueltas en papel, dando lugar por tanto, a una sola carga].

Tipos de escuadrón, y su Cálculo.

Los tipos de escuadrón más comunes descritos en los tratados y manuales de guerra de la época son los que siguen:

Escuadrón cuadro de gente
Era el escuadrón base, aquel que ofrecía igual fuerza en cada una de sus caras, y por tanto, aquel que debía ponerse en práctica en presencia de mucha caballería, o en otra situación de riesgo de ser envuelto por el enemigo.

Como queda declarado en su nombre, tiene igual número de soldados en cada una de las caras, pero su forma es la de un rectángulo con el lado largo en fondo, y el estrecho en su frente.
Su relación en número de gente es de 1/1, mientras que en superfície es de 7/3, siendo de 7 pies la separación entre las hileras, y de 3 pies la separación entre columnas.


En un escuadrón de 900 piqueros, tendríamos 30 de frente y 30 de fondo.


Escuadrón cuadro de terreno
Esta formación implica que los piqueros queden situados de manera que el escuadrón ocupe la superfície de un cuadrado.

Para imponer que los lados del escuadrón tengan igual longitud, la relación en el número de gente ha de ser de 7/3, de manera que haya 7 soldados en frente, por cada 3 en fondo, dando una relación de superfície de 1/1.

En un escuadrón de 900 piqueros, tendríamos 46 de frente y 19 de fondo, y sobrarían 26 soldados que podríamos colocar en los costados de las hileras de tambores, pífanos y banderas, o 45 y 20 sin sobrantes.


Escuadrón de doble frente o doblete
En este escuadrón, tenemos dos piqueros de frente por cada uno de fondo.

En un escuadrón de 900 piqueros, tendríamos 42 de frente y 21 de fondo, y sobrarían 18 soldados que podríamos ubicar de acuerdo al ejemplo anterior.


Escuadrón de gran frente
En el cuadro de picas, tenemos tres piqueros de frente por cada uno de fondo.

En un escuadrón de 900 piqueros, tendríamos 52 piqueros de frente por 17 de fondo, quedando 16 piqueros que podríamos ubicar en las hileras de las banderas, como queda referido.


Cálculo
Para ordenar el escuadrón, el sargento mayor debía en primer lugar, conocer el número de soldados de que disponía el tercio, o la unidad que le tocaba escuadronar - porque en muchas ocasiones se componían escuadrones de compañías de distintos tercios, y aún de distintas naciones, según fuera la ocasión de pelear - según las listas que el sargento de cada compañía le tenía que presentar.
Sabiendo el número de coseletes y picas secas con que contaba, y eligiendo el tipo de escuadrón más conveniente, según el número y distribución del enemigo, así como el tipo de terreno, debía realizar su cálculo.
Se recomendaba que en ningún caso se hiciera un escuadrón de mayor ni menor frente que el del enemigo, y asimismo, no debía ser de tal envergadura que no pudiera caminar sin romperse el cuadro, aunque había circunstancias que impusieran tal manera de obrar.
Teniendo, como decimos, el número de coseletes y picas secas con que contaba para formar el cuadro, y el tipo de escuadrón a formar - indicado por el maestre de campo - debía realizar los correspondientes cálculos [para lo cual debía saber sumar, restar, multiplicar, dividir y sacar raíces cuadradas] para obtener número de soldados de frente y fondo de cada escuadrón.

Para el cálculo la fórmula es relativamente sencilla:

Frente = Raiz de (R x N)
Fondo = N / Frente
Sobrante = N - (Frente x Fondo)

donde N es el número total de piqueros, y R la relación entre su frente y fondo.

Por ejemplo, en un escuadrón cuadro de terreno, la relación entre su frente y fondo es de 7/3. En un escuadrón de 900 piqueros, su frente y fondo la obtendríamos aplicando las fórmulas dadas anteriormente:
Frente = Raiz de (R x N) = Raiz de (7/3 x 900) = Raiz de 2100 = 45,83 = 46
Fondo = N/Frente = 900 / 46 = 19,56 = 19
Sobrante = N - (Frente x Fondo) = 900 - (46 x 19) = 900 - 874 = 26

Hubo durante este periodo diversos tratadistas que se ocuparon no sólo del arte de escuadronar, sino del particular de su cálculo, hasta convertir sus obras en pequeños libros de matemáticas básicas, pero intentando simplificar aún más el trabajo de los sargentos mayores, se publicaron tablas, donde aparecían reflejados los distintos casos posibles:


De la fábrica de arcabuces y mosquetes

La producción de armas de fuego manuales tiene un origen eminentemente artesano, el cual se va industrializando - en la medida que podemos considerar industriales los parámetros de producción de la época - y haciéndose público, a medida que la corona deja de descansar tanto en los asentistas - o contratistas - particulares para su proveimiento, optando por que las Reales Armerías pasen a asumir la mayor parte de la producción. 

  
La conformación del cañón en bruto. Método tradicional 

El cañón se conformaba a partir de una plancha de hierro forjado [o hierro dulce]. No era acero, como el que se empleaba para la fábrica de armas blancas, ni hierro colado o de fundición, como el que se empleaba para la fábrica de piezas de artillería más gruesas. Se trataba de un metal con una baja cantidad de carbono, que podía ser trabajado en la forja a base de fragua y martillo. Tenemos pues un metal de baja resistencia [relativamente frente al acero] pero de gran ductilidad, lo que permitía que fuese manipulado, como decimos, con métodos sencillos de herrería. Esta plancha de acero era calentada en la fragua y conformada trabajándola a golpe de martillo, naciendo el tubo poco a poco, martillazo a martillazo, alrededor de moldes y barras de acero de distintos diámetros, que eran la base sobre la cual se trabajaba dicha plancha para ir dándole paulatinamente la redondez. La ejecución última del cañón en bruto, implicaba la unión de la junta longitudinal por caldeo: poniendo el hierro al rojo, y martilleando sobre esta junta teniendo en su ánima una barra de acero, ambas lenguas llegaba a quedar unidas. La existencia de esta junta a lo largo de todo el cañón, implicaba una debilidad del arma, por donde el arcabuz podía reventar - de hecho reventaban con demasiada frecuencia - teniendo efecto contrario al deseado en un arma: matar a quien estuviera a la culata del cañón en lugar del que estuviera a la boca. Método "Sánchez de Mirueña" Juan Sánchez de Mirueña fue un arcabucero que la casa del Cardenal Infante don Fernando hizo traer a Madrid desde Salamanca a principios de la década de 1620. A él se le atribuye un nuevo procedimiento constructivo basado en dos puntos, soslayando el primero la debilidad de la junta, y el segundo, la existencia de dicha junta. El primer punto al cual nos referimos, es la unión por solape: no se pegaba un borde con otro, sino que se superponían y se trabajaban uno sobre el otro, teniendo por tanto la junta mayor superfície de unión. El segundo punto, consistía en la ejecución del cañón por partes. Se conformaba el cañón en seis, siete o más segmentos, y estos segmentos se unian - igualmente por caldeo - pero con la posibilidad de que las juntas de cada uno de los distintos tramos que componían el cañón no quedasen alineadas. Aunque este punto supusiese que hubiera mayor cantidad de superfície en junta, lo cierto es que otorgaba mayor resistencia al conjunto, eliminando la débil junta en toda la longitud. La aparición de este método, no parece implicar el absoluto descarte del método tradicional, así que es de suponer que ambas escuelas coexistirían. 



El conformado del ánima 

Con un método tan poco refinado como el expuesto, del ir dominando la plancha de hierro hasta darle la forma de tubo a base de fragua y martillo, la superfície interior del cañón acaba ofreciendo un aspecto muy irregular, lo cual incidía de manera directa en su uso: sin un diámetro uniforme, la bala ni siquiera podría llegar fácilmente a la culata, y si se resolviera esto dando mayor calibre al cañón, el trabajo realizado por la explosión de la pólvora actuaría en menor grado sobre la bala, "perdiéndose" los gases por el hueco existente. El interior del cañón por tanto, debía ser refinado mediante un limado - en algún caso llamado también barrenado. Se ejecutaba con una lima cuadrada, que debía ser pasante: debía actuar en la totalidad del ánima, y no solo en parte. Se recomendaba que el limado se ejecutase de manera manual, pero de esta misma advertencia, entiendo que en ocasiones debía realizarse con métodos mecánicos: accionada la lima con alguna rueda. El trabajo de limado debía ejecutarse sin prisa, obteniendo una limadura de grano muy fino, evitando la aparición de rayaduras. La comprobación del acabado superfícial interior se realizaba visualmente, tensando una cuerda en el interior del cañón - dividiéndolo en 16 partes y realizando otras tantas comprobaciones - y apreciando la diferencia entre esta cuerda tensada y la superfície real. 


  
El conformado del exterior 

Como ya dijimos al hablar del arcabuz, el espesor del cañón era variable en su longitud, siendo más grueso donde se producía la explosión, y más delgado en la boca. La relación entre estos dos diámetros extremos era de entre 2.5 y 3 a 1. La sección podía ser circular, u ochavada [octogonal] obteniéndose la superfície deseada como en el caso del interior por limado, y como en este caso no era tan fundamental el acabado, se podía ejecutar con métodos mecánicos. Aunque esto no lo he podido averiguar, o bien la plancha madre era de espesor uniforme, y era limada en su exterior una vez constituida en cañón para obtener la proporción de espesores indicada anteriormente, o ya era de espesor variable antes de conformar el tubo, aunque mi opinión es que el común sería el primer método. 



Elementos auxiliares del cañón 

Oído Era necesario barrenar el cañón para obtener la comunicación entre la cazoleta [elemento de la llave] la cual era cebada con la pólvora de ignición, y la recámara del mismo cañón donde se alojaba la carga de pólvora. Este oído se barrenaba próximo a la culata - la parte posterior que cerraba el cañón - a un dedo más o menos de distancia. 

Culata La culata, la pieza que cerraba el cañón en su parte posterior, se conformaba a terraja, o sea ajustada a rosca. Una pieza a modo de "tapón" con una parte delgada del calibre del arma que entraba roscada en la parte posterior del cañón, y una tapa del diámetro exterior del cañón. 

Mira y punto de mira. La mira [en el extermo posterior] y el punto de mira [junto a la boca] eran piezas cuadradas que se unían al cañón por caldeo. El maestro armero debía tener en cuenta la diferencia de diámetros exteriores para alinear ambos elementos, de manera que en cabeza fueran "perfectamente" paralelos al eje del cañón. Con estos elemenos quedaba conformado el cañón. 



Elementos para obtener la pieza final 

Era necesario montar este cañón sobre la caja - construida preferentemente de cerezo o nogal - que se dividía en mocho o coz [la parte que llevamos al hombro] y afuste [la parte sobre la que se apoya el cañón en sentido longitudinal]. Esta caja debía tener dos perforaciones: una para la llave - debiéndose ajustarse esta perfectamente, de manera que el oído del cañón y la cazoleta de la llave quedasen vecinos - y otra para el atacador o baqueta, que era el elemento que se empleaba para empujar la bala hasta la recámara y compactar la pólvora en esta. El guardamonte, que fijado a la caja protegía el disparador de acciones involuntarias, es un invento que surgió con posterioridad a la invención de la llave de mecha.  



Control de calidad 

Los cañones debían probarse antes de ser entregados. Martínez de Espinar, hablando de arcabuces de caza, proponía una prueba con doble taco embreado ["taco primero" sobre la pólvora y "taco postrero" sobre la bala] pero puede que las calidades requeridas para el armamento de munición fueran menos exigentes - al fin y al cabo, arcabuces y mosquetes en la guerra se emplearon sin taco, y no fue hasta la adopción universal del cartucho de papel, cuando el propio sobrante de papel se llevaba hasta la recámara a modo de taco - y se probara el arcabuz sin taco, aunque eso sí, con mayor cantidad de pólvora que la empleada en su uso habitual. En lugar de probarlo con una proporción pólvora-bala de 1:2, se probaría con una proporción 2:1 [cuatro veces más que la de uso] con pólvora suministrada especialmente para la prueba - no fuera caso que el asentista aportara pólvora "floja" - y ante la presencia de los oficiales del rey. Aunque cabe imaginar que tal vez el control no fuera tan exhaustivo, y tan sólo se probasen ante los oficiales un tanto por ciento, no obstante los armeros hubieran de realizar la prueba uno a uno. 



Ánima lisa 

Aunque desde el siglo XVI se conocía la técnica del rayado interior del cañón para aumentar la velocidad [alcance y potencia] del proyectil, tanto su sobrecoste, como sobretodo, sus problemas de uso práctico, hicieron que el común de armas de guerra en esta época fueran de ánima lisa, y no fue hasta el segundo cuarto del siglo XIX cuando se empezaron a emplear fusiles de ánima rayada en los ejércitos europeos. Este problema de uso radicaba en que las estrías del interior del cañón acumulaban gran cantidad de restos de pólvora, y literalmente al segundo disparo quedaba el arma inutilizada, no entrando la bala cañón adentro sino a golpes de baqueta. Como lo que importaba era la cadencia de tiro, y la fiabilidad del arma [que efectivamente pudieran efectuar el disparo con ella] su aplicación para la milicia no tuvo sentido práctico. En todo caso, los cañones de ánima lisa sí se aplicaron para arcabuces de caza, y esta aplicación creó una escuela de armeros que con el tiempo pudieron producir piezas para el uso en la guerra. Empleando doble taco de esparto embreado, un arcabuz rayado podía emplearse hasta seis disparos, antes de tener que emplear un rascador y limpiar a fondo, puesto que el taco arrastraba la suciedad - el hollín - hasta la recámara, pero como decimos, esa aplicación no fue militar. Aunque se refiere algún caso de armas - de pequeño calibre - de gran alcance empleadas en defensa de plazas fuertes, pudieran ser armas de próceres particulares, que acudían a la defensa de los muros de su villa, o que las encomendaban a algún soldado que jugara con ellas. 



Problemática 

Advertíamos en el hilo del mosquete que en la fábrica de armas daríamos a conocer las incidencias que tenía la naturaleza de estas armas en su aplicación directa en la guerra. No nos entretendremos ahora en la cadencia de fuego en relación con el sistema de alimentación de las armas de avancarga, o con su ignición, que trataremos cuando hablemos del manejo de arcabuces y mosquetes, sino que nos detendremos únicamente en los problemas derivados de la naturaleza del propio cañón. Tanto a finales del XVI, como a mediados del XVII, los tratadistas militares advertían que los cañones de arcabuces y mosquetes - por igual - se calentaban de tal manera, que el plomo de las balas se derretía, y que se corría el riesgo de que la pólvora se inflamase espontáneamente, así que no podían ser empleados más de cinco disparos seguidos. Disparos seguidos, con los correspondientes intervalos para su recarga y puesta en servicio, que parece llegaba a los dos minutos. Todo esto sin contar con que el riesgo de que reventasen - o que se deformasen, arqueándose literalmente sobre su eje - era muy superior en el caso de que el arma se sobrecalentara. En la artillería se empleaban cueros empapados en vinagre o agua para refrescar las piezas, y lo propio se haría con arcabuces y mosquetes en plazas fuertes, donde había lugar para este procedimiento, pero a campo abierto, esperar era la mejor solución. Este defecto venía dado por varios motivos: 1) Por material Primero y fundamentalmente, por el empleo de un hierro forjado, que aunque tenía la ventaja de ser maleable y se podía trabajar a fragua y martillo, se había obtenido a bajas temperaturas, y por tanto, era más susceptible de calentarse, deformarse y quebrarse. 2) Por producción El proceso de producción, como decíamos, implicaba la existencia de al menos una junta, que imponía una debilidad al arma por la cual era fácil que reventase, más estando caliente. Amén de estos condicionantes, que incidían sobre la cadencia de fuego, habría que añadir otros que incidían sobre las dimensiones y potencia de las armas: Los dos anteriormente indicados, hacían adoptar la solución al armero de dar más material al cañón para que fuera más resistente, haciéndolo asimismo más pesado y más difícil de manejar, lo cual tenía una incidencia directa sobre su manejo, y por lo tanto, sobre su cadencia de tiro. El proceso de producción, implicaba asimismo la aparición de otros defectos: 1) El espesor de los cañones no era totalmente uniforme, no en sentido longitudinal [variabilidad que decíamos era hecha a propósito] sino sección a sección. O sea, en un mismo corte transversal, tendríamos una pared del cañón de espesor variable, siendo por tanto la resistencia del cañón la de su parte más delgada. Este defecto conocido se solventaba igualmente, dando más material al cañón, con lo que teníamos un arma más pesada de lo estrictamente necesario. 2) La irregularidad del interior del cañón, que aunque limado, no era ni mucho menos perfecta, hacía que se dotase al calibre del arma de un viento - una holgura - de manera que el calibre del arma fuera superior entre 18 y 24 partes al calibre de la bala [también en esto incidía la elaboración de la propia bala, que no era una esfera perfecta] para que dicha bala pudiera entrar "cómodamente" por el cañón, y no tener que ser introducida a golpes de baqueta. Esta holgura, al no emplearse taco, incidía sobre la potencia del arma, pues los gases producidos por la explosión de la pólvora no incidían completamente sobre la bala, sino que se perdían parcialmente por el espacio existente entre la bala y el ánima del cañón. Un arma - y su respectiva munición - con un calibre más ajustado, tendría más potencia de fuego. Esto es básicamente lo que puedo decir de la técnica de producción de arcabuces y mosquetes.. Y sobre su manejo, como digo, trataremos en otra parte.

Mosquete

El mosquete nace como pieza ligera de artillería para defensa de plazas fuertes a principios del XVI. De hecho en fecha tan temprana como en 1501 se hace referencia entre las piezas entregadas a fortalezas del reino de Granada, un mosquete de una arroba y cuatro libras de peso [13,34kgs].
Estas piezas no obstante, no eran armas portátiles para el uso de la infantería en campo, sino mosquetes de posta, o de muro, que aunque manejados por una sola persona, necesitaban de un punto de apoyo - normalmente el propio muro de la fortaleza, de ahí su apellido, o un caballete - para poder ser disparadas, en tanto su enorme peso hacía inviable que un hombre las manejara para hacer puntería con ellas.

Mosquetero en un detalle del Socorro de la plaza de Constanza, obra de Vicente Carducho de 1634. Se puede apreciar perfectamente la parte metálica de la horquilla, el arma y el tahalí con las cargas de pólvora. Este mosquetero llevaba un morrión emplumado. 



No fue hasta la década de 1560, cuando el mosquete - aligerado y apoyado en una horquilla de madera - hace su salida de las fortalezas como arma portátil del infante, siendo su primer uso de esta guisa en tierras de Berbería.

Anteriormente, lo podemos encontrar como pieza manual usada en la defensa y ataque de plazas fuertes. Así, Luis Pizaño, en una recomendación que hace al duque de Alba en agosto de 1542 sobre las defensas de Barcelona, pedía, además de 8.000 soldados castellanos y 4.000 tudescos,  2.000 arcabuces, 1.000 mosquetes y 1.000 picas y más 4.000 coseletes y celadas.

La cantidad de 1000 mosquetes recomendada por el artillero, es suficientemente elevada como para inferir que dicha arma era considerada fundamental para defender una plaza fuerte, y al mismo tiempo, que era un arma para uso del infante, no una pieza de artillería, de las cuales - aún las de menor calibre - no solía haber más que unas decenas o, a lo sumo, un par de centenares. Esta recomendación se convirtió en orden cuando el duque, capitán general de Cataluña, transmitió las instrucciones al Consejo de Ciento.


El mosquete fue esencialmente un arma idéntica a su hermano pequeño el arcabuz, radicando su diferencia en sus dimensiones [calibre, longitud, peso] prestaciones [alcance, potencia y cadencia] y en su manejo, ya que por su peso [entorno a 7.5-8.5kgs] requería del uso de una horquilla para su apoyo.

El calibre de un mosquete solía ser de onza y media de bala o dos onzas, aunque había piezas portátiles de hasta dos onzas y media.

1 onza = 1/16 libra castellana = 28.75 gramos.
1 bala de plomo de 2 y ½ onza de peso tendría 22.55 mm de diámetro.
1 bala de plomo de 2 onza de peso tendría 21 mm de diámetro.
1 bala de plomo de 1 y 1/2 onza de peso tendría 19 mm de diámetro.



Ilustración detallando las secciones de cuatro piezas, dos mosquetes, de onza y media y dos onzas de calibre, y dos arcabuces, de una onza y tres cuartos de onza, según obra de Cristóbal Lechuga [Discurso del capitan Cristoual Lechuga, en que trata de la artilleria, y de todo lo necessario a ella, 1611, p.71]. La sección circular menor corresponde al diámetro de la bala, la sección circular mayor corresponde al diámetro interno del cañón del arma. La sección "ochavada" menor corresponde al perímetro exterior del cañón en su boca, y la sección ochavada mayor corresponde al perímetro del cañón en su culata. 


La longitud del cañón solía ser de entre 5 y 6 palmos [o cuartos] de vara castellana [100-120 cm] y su peso [sólo del cañón] de entre 15 y 20 libras [5-6.5kgs].

La caja [fuste y mocho] se hacía de madera de cerezo, y las llaves fueron de mecha en la mayor parte del periodo que tratamos, hasta que en el último cuarto del siglo XVII comenzaron a sustituirse por las llaves de pedernal.

La holgura o diferencia de diámetros entre la bala y el cañón - para que esta entrara sobradamente a pesar de las irregularidades producidas en la producción de unas y otros, así como por la suciedad producida durante su uso - que nos señala Lechuga, es de entre 18 y 24 partes de diámetro de la bala.


Pelotas

Un mosquetero debía llevar unas 25 pelotas o balas de plomo consigo - la mitad que un arcabucero - número que constituía el que resultaría necesario para una batalla. No obstante esto, tal vez algunos soldados llevasen menos - excusando así la carga - o consumiesen más - dependiendo de las ocasiones - con lo que deberían recibir suministro de pelotas hechas, que se transportaban en cajas en los carros de la artillería. Por este motivo, era muy necesario que los calibres fueran lo más comunes posibles, para evitar el inconveniente de no tener la munición adecuada con que servir las armas. En todo caso, nos remitimos a lo ya indicado para el arcabuz, junto con el arma se suministraba una turquesa o molde para la fabricación de las balas, y al soldado se le entregaba el plomo en pasta para que el mismo labrase sus pelotas.

En cuanto a lo que se refiere a la descripción de llaves, pólvora, frascos, frasquillos, balas, mechas y demás equipamientos del mosquete, para no extendernos, nos remitimos al hilo arcabuz y nos centraremos de aquí en adelante a destacar únicamente aquellos aspectos diferenciales de la pieza menor.


Alcance

Martin de Eguiluz narraba de los mosquetes en 1592:
Alcanzan mucho, y matan a cuatrocientos pasos a un caballo.

Luis Collado, en su Platica manual de artillería, también de 1592, hablando de mosquetes de dos onzas de bala cargados con un peso de pólvora de tres cuartos de bala:
por el raso de el anima tiran poco mas de doscientos pasos, y por el punto de su mayor elevación, o del tira mas tira [...] tiran 600 pasos poco más o menos

Miguel Pérez de Ejea daba el dato que sigue en el año de 1632:
[800 pies es la distancia] donde empiezan a hacer efecto las bocas de fuego, entrando dentro [de] la jurisdicción y puntería de los mosquetes. [800 pies = 222 metros]

Alonso Zepeda y Adrada, en 1669, recomendaba para que los lados de las fortificaciones estuvieran dentro del alcance de los mosquetes, una linea de defensa de 600 o 720 pies geométricos - 800 pies de Bruselas - pero indicaba que juzgan muchos, ser el tiro de punta en blanco del mosquete de 1000 pies. Más adelante, en la misma obra, aportaba otro dato, 900 pies geométricos juzgan muchos ser el tiro de punto en blanco del mosquete ordinario. Unos 250 metros.


Sebastián de Medrano recogía el siguiente dato en 1700:
La primera máxima es que línea de la defensa no sea mayor que el alcance del mosquete de punto en blanco, que es mil pies geométricos. 
[1000 pies = 278.6 metros]

José de Solís Valderrabano en 1705 coincidía en otorgar 1000 pies  o 200 pasos de alcance al tiro del mosquete, aunque no aseguraba que fuera de punto en blanco. Recomendaba, en todo caso, una línea máxima de defensa de 900 pies, 250 metros:

La linea de defensa dize, que fe puede estender a 200 passos, o a 1000 pies, movido de la razon ,que vn mofquete alcança este tiro, aunque no sea de punto en blanco

O sea, algo más de 220 metros para un mosquete del primer tercio del XVII, y en torno a 250-270 metros de alcance de punto en blanco para un mosquete de finales de dicho siglo.

1 pie [geométrico] = 1/3 de vara castellana = 27,86 cm


Horquilla

La horquilla solía ser de 7 palmos [unos 146 cm] y su asta debía ser de madera de espino, u otra madera fuerte, antes que madera dulce, porque a pesar de que fuera más pesado, había de sufrir bastante peso y trabajo.
La U de la horquilla era de metal, y asimismo, la horquilla contaba con una contera de metal en su pie, para que no se desgastara la madera en su contacto con el terreno.


En la imagen - una de las muchas imitaciones o copias que de los grabados de De Gheyn se llegaron a realizar en Europa, aunque no en España - se puede apreciar la horquilla en la cual se apoyaba el mosquete.

En hilos posteriores nos centraremos en su manejo, y en su fábrica, considerando este último punto importante para explicar la mayor o menor efectividad de las armas de fuego portátiles en esta época.


Coches arcabuzeros

Deve V. Mgd. mandar que hayan en la muniçion por lo menos 400 mosquetes de respeto, y estos querría que se acomodasen sobre ciertos carros, como yo lo advertiré a su tiempo, como lo usan los Ingleses, y no han de tirar menos que tres onças de pelota 400.
Giambattista Castaldo al Emperador, en 1546

Estos mosquetes de respeto - para ser usados cuando conviniera - parecen, por el calibre de tres onzas, piezas para la defensa y asedio de plazas fuertes, y no piezas para ser usadas por infantes. Además tenemos la referencia del montaje en carros "como lo usan los ingleses" y por tanto, para ser disparados desde ellos:

Aquí podemos ver los mosquetes acomodados en carros - carrette con moschetti di sopra - precisamente, como los usan los ingleses, en unos carros que transportaban picas. En el "Tratatto dell'Ordinanze, o vero Battaglie, del capitan Giovacchino da Coniano" se narra, como ejemplo, la campaña en Francia de Henry Howard, Earl of Surrey - Enrico, il conte di Sore - en 1545, pues había numerosas tropas italianas que a ella asistieron. Estos carros artillados se empleaban en la defensa y las picas, advertía Coniano, debían llevarse siempre para cuando por culpa de la lluvia no podían usarse los arcabuces. 
En la imagen vemos que cada carro monta dos mosquetes. El 27 de septiembre de 1551, Bernardo de Aldana, escribiendo desde Temesvár a Fernando I - correspondencia editada por Zoltán Korpán -  decía: Ansi también les dixe que juntamente fuesen mill cavallos sobre la Tiscia y cien españoles en coches arcabuzeros con dos mosquetes en cada coche.


Véase también

El primer uso de mosquetes en campo regulado [1567]
Mosquetero