A primeros de 1528, el proveedor general de la armada, mícer Juan Rena, requería al capitán Juan de Portuondo que le hiciera llegar la pólvora que tuviera a su cargo para dotar a los navíos de la armada que estaba preparando para su majestad, Carlos I de España.
Portuondo le respondió que solo tenía 4 o 5 quintales [184 a 230 kgs], pero esa pólvora era de esmeriles y arcabuces que se hizo a posta. Según Portuondo, dicha pólvora «para los tiros de las naos es muy faziosa q[ue] donde es menester dies libras un tiro de artilleria no sofrira cinco libras della por ser ella refinada».
Por su carta, queda claro que esta pólvora de esmeriles, si se empleaba «para los tiros de las naos», o sea, para piezas de artillería mayores, era «muy faziosa», o sea, muy inquieta o muy revoltosa, o sea, que se trataba de una pólvora muy potente, estimando una relación de potencia entre ambas de 10:5 o sea, de 2:1. Portuondo determinaba que esa mayor potencia venía dada por ser dicha pólvora refinada.
El esmeril era una pieza de artillería ligera que disparaba pelotas de 6 a 12 onzas de peso de plomo con dado de hierro. Este proyectil con núcleo de hierro era más ligero que la pelota de plomo de la escopeta, y algo más pesado que la pelota de hierro colado que tiraban los cañones, pero con más capacidad de penetración dada la mayor dureza del hierro en relación al plomo.
A primeros de marzo de 1528 se compró en Málaga a Joan Ochoa, polvorista, 2 arrobas de salitre, que debían librarse a Alonso de Morillas, también polvorista vecino de Málaga, para que refinase con ellas 3 quintales de pólvora de esmeriles, para labrar pólvora de escopetas que debía repartirse entre los escopeteros de la armada.
Teniendo en cuenta que un quintal eran cuatro arrobas, vemos que para refinar pólvora de esmeril hasta convertirla en pólvora de escopetas, la proporción era de 2:12, o sea, de 1 parte de salitre por 6 de pólvora de esmeril.
Para 1534, una de las fórmulas empleadas para labrar pólvoras de artillería y arcabucería era la siguiente:
Pólvora de artillería: 9 partes de salitre : 1 y 1/2 de azufre : 2 partes de carbón
Pólvora de arcabucería: 11 partes de salitre : 1 parte de azufre : 2 partes de carbón
Aunque la parte de azufre la vemos reducida de artillería a arcabucería, la proporción de salitre de 11:9 implica aumentarlo un 22,2%, mientras que en la proporción que debía emplear Alonso de Morillas en 1528, el salitre aumentaba un 16,66%, pero debemos contar con que era pólvora de esmeril, que ya tendría más salitre que la de artillería.
Pero el refinado no solo implicaba aumentar la proporción de salitre - nitrato de potasio - sino, como sugiere la propia palabra, hacer el grano más fino a la par que uniforme. Efectivamente, el grano de la pólvora de artillería era grueso «como grano de pimienta» y podía ser menos uniforme, mientras que el de escopeta era «mas menudo y parejo»; o sea, más fino y uniforme. Podemos asumir que el grano de la pólvora de esmeril sería un intermedio entre ambos.
A grano más fino, mejor quemaba la pólvora, y esto era importante, sobretodo, en pequeñas cantidades. Un cañón que cargase 20 libras de pólvora podía «permitirse» que hubiera granos gruesos que no quemaran bien, porque, sino prendía una parte, el tiro podía aún así ser efectivo. Un esmeril, que tiraba balas de 6 a 12 onzas, debía emplear una pólvora más fina que un cañón, pero podía ser más gruesa que la de una escopeta. Una escopeta que disparase con 5/8 de onza, no podía permitirse que la pólvora no quemara bien, porque se perdería la potencia, o aún no llegaría a prender bien al iniciar la explosión el polvorín depositado en la cazoleta a través del «oído» que comunicaba la cámara con la cazoleta.
Por esa razón, la de facilitar la ignición inicial, había otro tipo de pólvora aún más fina, llamada «polvorín» con la cual se cebaba la cazoleta en que caería la mecha de la escopeta, iniciando el proceso de ignición.
Además, claro, los maestres polvoristas, artilleros y oficiales del rey encargados de pertrechar las armadas y ejércitos, debían contar con las diferencias de peso de las pelotas por los diferentes metales empleados en su construcción: balas de hierro colado para artillería pesada, balas de plomo con «dado» - núcleo - de hierro para los esmeriles, y balas de plomo para las escopetas.
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Escopeteros de la conquista de Orán [1509]. Juan de Borgoña, Detalle la conquista de Orán, h. 1514, Capilla Mozárabe de la Catedral de Toledo |
A bala más «pesada» - dada la mayor densidad del metal - la pólvora debía ser más potente, pero también había que tener en cuenta la resistencia del metal de la propia pieza, que no podían admitir cualquier pólvora, ni en cantidad ni en caldiad: «trabaja la pieza mas en despedir la pelota pesada que la ligera y á causa de esto revientan por que reciben demasía».
El proceso de refinado era complejo, laboriososo y peligroso, y lo debían hacer maestres polvoristas experimentados en molinos especiales con instrumental específico. Por eso, no deja de sorprender que se repartiera en dicha armada salitre “directamente” a los escopeteros, «para con que refinen la dicha polvora ques desmeriles».
Parece que no pudiendo tener a tiempo toda la pólvora de escopetas necesaria para que los escopeteros sirviesen con las armas propioas de su oficio, se les repartió directamente pólvora de esmeriles acompañada de salitre.
Pensar que una operación tan compleja y peligrosa como era la del refinado de pólvora se llevaría a término a bordo de un navío sin material para ello, y con permiso de los patrones de las naos es difícil de creer, pero sirva el ejemplo para apreciar las diferentes calidades de la pólvora de la época y los problemas de suministro que afrontaban los oficiales reales encargados de proveer los ejércitos y armadas de sus príncipes.
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