Pica seca

La pica seca [piquero desarmado, pica simple o pica sencilla] era un tipo de soldado de los Tercios, que luchaba con pica, pero que iba desarmado, o sea, sin armas defensivas que cubriesen su torso, no obstante que llevase un morrión [o celada, para dar asaltos en batería según Londoño].


Pica seca en 1535, con celada y gola de launas para proteger la garganta y parte del cuello. 



La pica seca en el escuadrón servía en las hileras centrales, lejos del enemigo, y se esperaba que no tuviera que combatir, pero se consideraba un tipo de soldado necesario, aunque de inferior calidad al resto: "la gente más bisoña y de menos edad y experiencia".

La ventaja de la pica seca era su movilidad frente al coselete, que difícilmente podría subir una batería al asalto, o dar persecución al enemigo roto, o correr para tomar un paso frente al enemigo o para hacer "corredurías" por la campaña para traer bastimentos, o sea, para forrajear.

Eguiluz indicaba que las picas secas eran muy necesarias en Berbería, pues el coselete sufría mucho por el calor, y apenas se le podía enviar a hacer ninguna facción que requiriese movimiento ágil, pues podía quedar asfixiado bajo el peso de su armadura, que iría recalentándose bajo el sol.

La pica seca cobraba la paga sencilla de soldado [3 escudos] y no recibía ventaja por su oficio, a diferencia del resto de compañeros, fueran coseletes, arcabuceros o mosqueteros.

En 1632, las Ordenanzas militares aprobadas, dictaminan la desaparición oficial de la pica seca, pues establecen un pie de compañía compuesto por coseletes, arcabuceros y mosqueteros.

Para periodos anteriores, es difícil establecer una regla precisa:
Así, en 1538, el marqués del Vasto señalaba que en cada compañía de 221 infantes, la tercera parte serviría con arcabuz, habría 65 coseletes, y el resto [82] por deducción serían picas secas, aunque también señalaba que de ir armándose convenientemente los hombres de coselete, se les daría un ducado de ventaja, pues la norma limitadora de cierto número de plazas de coseletes, era dirigida para excusar el gasto de aquellos que sentaban plaza sin servir con todas las armas cumplidas, y no tanto por considerar un número idóneo de soldados de una y otra tipología.

En cambio, por la Ordenanza de 1560, en un tercio teórico de 3.000 hombres, 460 serían picas secas, mientras que en 1567, en un tercio previsto de 2.500 hombres, daba un número de 650, al tiempo que en una planificación para la Armada de 1588, por cada compañía de picas de 200 hombres, da un número [nuevamente deducido] de 83 picas secas.

Por contra, en una lista de las compañías de un Tercio presente en Flandes en 1572, no aparece absolutamente ningún infante que no sea coselete, arcabucero o mosquetero.
Por lo tanto, determinar el peso exacto que las picas secas tuvieron en esta milicia es difícil, pero parece evidente que fuera mucho menor que el expresado en teoría en todo caso, pues notorias son las referencias a la escasez general de picas [incluyendo coseletes] en estos ejércitos.

En la tabla siguiente podemos ver cierto dinamismo en lo que se refiere al uso de armamento y a las especialidades de los soldados. El ejemplo del Tercio de Cerdeña es muy claro: en la muestra de junio de 1567 había 316 coseletes y 658 picas secas [un total de 974 picas sobre 1639 soldados] , mientras que en la muestra de julio, las proporciones habían variado, y eran 553 coseletes y 228 picas secas [781 picas sobre 1622 soldados]. Resultaría fácil que una pica seca tomara como armas defensivas un coselete completo, siempre y cuando se le proporcionara, y el soldado sentara nuevamente plaza como coselete.


En el punto 19 de la "Riformatione et stabilimento della fanteria spagnuola del tercio di Sicilia" de 1571 [1] se establecía
En aquellas compañías que no son todas de arcabuceros, se deja a la voluntad y elección del capitán aquellos soldados que deberán servir con arcabuces y morriones, y cuales de ellos tomarán coseletes, y cuales aún servirán con picas solas, y esos capitanes deberán tener cuidado particular de mudar las armas a los soldados, de manera que aquellos que un año habrán usado la pica, el siguiente usarán el arcabuz, continuando en adiestrarles de modo tal que todos sean capaces de servir con todas las suertes de armas, y procurarán que todos los arcabuces sean de una misma bala.

Lo que prueba la necesidad que se tenía de que la milicia española estuviera compuesta por soldados versátiles.

Notas
[1] Transcrito en el original italiano como apéndice en las páginas 597 a 604 de La Antemuralla de la Monarquía. Los Tercios españoles en el Reino de Sicilia en el siglo XVI, Carlos Belloso Martín.

El manejo del arcabuz

El arcabuz de mecha era un arma de mecanismo sencillo, y precisamente por su sencillez, el soldado que la manejaba, debía llevar a término una larga serie de acciones para poder cargar y disparar su arma, complicándose tales movimientos por la presencia permanente de una cuerda - o mecha - con sus dos cabos encendidos, que accidentalmente, podía prender la pólvora que manejaba el soldado, causándole la muerte.

y Lázaro de Solís, cabo de escuadra de D. Sancho, natural de Jaén, resistió á los enemigos junto al puente orilla del arroyo , con tanto ánimo , que á no volársele la pólvora de los frascos , causa de abrasarse todo, les diera mucho en que entender

Detallaremos la serie de movimientos necesaria, para un arcabuz de mecha con cubrecazoleta [c.1540-c.1670]

CARGA

1. Cebar la cazoleta con el polvorín.



2. Cerrar la cubrecazoleta

3. Soplar sobre el conjunto - cerrada la cubrecazoleta - para eliminar los restos de pólvora que hayan caído fuera de la cazoleta, en soslayo de una ignición fortuita.


4. Llenar el arcabuz con la carga principal de pólvora. Bien usando los frascos - o doce apóstoles con la carga dosificada - llevando la boca del frasco a la boca del arcabuz y volcando todo su contenido, o bien usando el frasco principal, y echando a ojo una carga de pólvora, regulando su volcado con un pulsador que liberaba la apertura del frasco.

5. Introducir la bala por la boca del arcabuz

6. Sacar la baqueta del fuste, acortarla y llevarla a la boca del arcabuz.


7. Llevar la baqueta por el ánima del cañón hasta tocar la bala, y golpear dos veces sobre esta para prensar la pólvora.

8. Sacar la baqueta e introducirla de nuevo en el fuste.

COLOCACIÓN DE LA MECHA
9. Colocar la mecha en el serpentín, tomando la medida del trozo que se ha de engarzar, de manera que el cabo encendido caiga justamente sobre el polvorín.


10. Avivar el cabo encendido de la cuerda para que haga buen efecto, soplando sobre él.

DISPARO
11. Llevarse el arcabuz al hombro y apuntar.

12. Liberar la cazoleta de su tapa.

13. Pulsar el disparador.

14. Soplar la cazoleta para eliminar los restos de pólvora quemada y posibles rescoldos, quedando el arma preparada para reiniciar el proceso.



Waldhausen - que como tantos otros copiara los manuales ilustrados de De Gheyn - describía 42 movimientos - obviando por cierto, como el original, ¡la introducción de la bala!. Puede que algunos de ellos fueran rebundantes, pero aún así, el manejo del arma requería una serie de movimientos precisos, una metodología que debía adquirirse con la experiencia, y una práctica que de no haber sido alcanzada, podía llevar al soldado a incurrir en descuidos que en pleno combate podrían resultar mortales, máxime cuando se ha indicado que se manejaban cargas de pólvora al tiempo que con una mano se sustentaba una mecha con dos cabos encendidos:



Si alguien se le antoja que 42 son demasiados movimientos, en las Ordenanzas Militares de 1728 - cuando la llave de mecha llevaba décadas desterrada y el manejo del arma, por tanto, era más sencillo - se describe una serie de 27 movimientos - sin contar con el uso de la bayoneta - algunos de ellos a ejecutar en dos y tres tiempos, para el buen manejo de fusiles con llave de chispa y munición de cartucho [pólvora y bala envueltas en papel, dando lugar por tanto, a una sola carga].

Tipos de escuadrón, y su Cálculo.

Los tipos de escuadrón más comunes descritos en los tratados y manuales de guerra de la época son los que siguen:

Escuadrón cuadro de gente
Era el escuadrón base, aquel que ofrecía igual fuerza en cada una de sus caras, y por tanto, aquel que debía ponerse en práctica en presencia de mucha caballería, o en otra situación de riesgo de ser envuelto por el enemigo.

Como queda declarado en su nombre, tiene igual número de soldados en cada una de las caras, pero su forma es la de un rectángulo con el lado largo en fondo, y el estrecho en su frente.
Su relación en número de gente es de 1/1, mientras que en superfície es de 7/3, siendo de 7 pies la separación entre las hileras, y de 3 pies la separación entre columnas.


En un escuadrón de 900 piqueros, tendríamos 30 de frente y 30 de fondo.


Escuadrón cuadro de terreno
Esta formación implica que los piqueros queden situados de manera que el escuadrón ocupe la superfície de un cuadrado.

Para imponer que los lados del escuadrón tengan igual longitud, la relación en el número de gente ha de ser de 7/3, de manera que haya 7 soldados en frente, por cada 3 en fondo, dando una relación de superfície de 1/1.

En un escuadrón de 900 piqueros, tendríamos 46 de frente y 19 de fondo, y sobrarían 26 soldados que podríamos colocar en los costados de las hileras de tambores, pífanos y banderas, o 45 y 20 sin sobrantes.


Escuadrón de doble frente o doblete
En este escuadrón, tenemos dos piqueros de frente por cada uno de fondo.

En un escuadrón de 900 piqueros, tendríamos 42 de frente y 21 de fondo, y sobrarían 18 soldados que podríamos ubicar de acuerdo al ejemplo anterior.


Escuadrón de gran frente
En el cuadro de picas, tenemos tres piqueros de frente por cada uno de fondo.

En un escuadrón de 900 piqueros, tendríamos 52 piqueros de frente por 17 de fondo, quedando 16 piqueros que podríamos ubicar en las hileras de las banderas, como queda referido.


Cálculo
Para ordenar el escuadrón, el sargento mayor debía en primer lugar, conocer el número de soldados de que disponía el tercio, o la unidad que le tocaba escuadronar - porque en muchas ocasiones se componían escuadrones de compañías de distintos tercios, y aún de distintas naciones, según fuera la ocasión de pelear - según las listas que el sargento de cada compañía le tenía que presentar.
Sabiendo el número de coseletes y picas secas con que contaba, y eligiendo el tipo de escuadrón más conveniente, según el número y distribución del enemigo, así como el tipo de terreno, debía realizar su cálculo.
Se recomendaba que en ningún caso se hiciera un escuadrón de mayor ni menor frente que el del enemigo, y asimismo, no debía ser de tal envergadura que no pudiera caminar sin romperse el cuadro, aunque había circunstancias que impusieran tal manera de obrar.
Teniendo, como decimos, el número de coseletes y picas secas con que contaba para formar el cuadro, y el tipo de escuadrón a formar - indicado por el maestre de campo - debía realizar los correspondientes cálculos [para lo cual debía saber sumar, restar, multiplicar, dividir y sacar raíces cuadradas] para obtener número de soldados de frente y fondo de cada escuadrón.

Para el cálculo la fórmula es relativamente sencilla:

Frente = Raiz de (R x N)
Fondo = N / Frente
Sobrante = N - (Frente x Fondo)

donde N es el número total de piqueros, y R la relación entre su frente y fondo.

Por ejemplo, en un escuadrón cuadro de terreno, la relación entre su frente y fondo es de 7/3. En un escuadrón de 900 piqueros, su frente y fondo la obtendríamos aplicando las fórmulas dadas anteriormente:
Frente = Raiz de (R x N) = Raiz de (7/3 x 900) = Raiz de 2100 = 45,83 = 46
Fondo = N/Frente = 900 / 46 = 19,56 = 19
Sobrante = N - (Frente x Fondo) = 900 - (46 x 19) = 900 - 874 = 26

Hubo durante este periodo diversos tratadistas que se ocuparon no sólo del arte de escuadronar, sino del particular de su cálculo, hasta convertir sus obras en pequeños libros de matemáticas básicas, pero intentando simplificar aún más el trabajo de los sargentos mayores, se publicaron tablas, donde aparecían reflejados los distintos casos posibles:


De la fábrica de arcabuces y mosquetes

La producción de armas de fuego manuales tiene un origen eminentemente artesano, el cual se va industrializando - en la medida que podemos considerar industriales los parámetros de producción de la época - y haciéndose público, a medida que la corona deja de descansar tanto en los asentistas - o contratistas - particulares para su proveimiento, optando por que las Reales Armerías pasen a asumir la mayor parte de la producción. 

  
La conformación del cañón en bruto. Método tradicional 

El cañón se conformaba a partir de una plancha de hierro forjado [o hierro dulce]. No era acero, como el que se empleaba para la fábrica de armas blancas, ni hierro colado o de fundición, como el que se empleaba para la fábrica de piezas de artillería más gruesas. Se trataba de un metal con una baja cantidad de carbono, que podía ser trabajado en la forja a base de fragua y martillo. Tenemos pues un metal de baja resistencia [relativamente frente al acero] pero de gran ductilidad, lo que permitía que fuese manipulado, como decimos, con métodos sencillos de herrería. Esta plancha de acero era calentada en la fragua y conformada trabajándola a golpe de martillo, naciendo el tubo poco a poco, martillazo a martillazo, alrededor de moldes y barras de acero de distintos diámetros, que eran la base sobre la cual se trabajaba dicha plancha para ir dándole paulatinamente la redondez. La ejecución última del cañón en bruto, implicaba la unión de la junta longitudinal por caldeo: poniendo el hierro al rojo, y martilleando sobre esta junta teniendo en su ánima una barra de acero, ambas lenguas llegaba a quedar unidas. La existencia de esta junta a lo largo de todo el cañón, implicaba una debilidad del arma, por donde el arcabuz podía reventar - de hecho reventaban con demasiada frecuencia - teniendo efecto contrario al deseado en un arma: matar a quien estuviera a la culata del cañón en lugar del que estuviera a la boca. Método "Sánchez de Mirueña" Juan Sánchez de Mirueña fue un arcabucero que la casa del Cardenal Infante don Fernando hizo traer a Madrid desde Salamanca a principios de la década de 1620. A él se le atribuye un nuevo procedimiento constructivo basado en dos puntos, soslayando el primero la debilidad de la junta, y el segundo, la existencia de dicha junta. El primer punto al cual nos referimos, es la unión por solape: no se pegaba un borde con otro, sino que se superponían y se trabajaban uno sobre el otro, teniendo por tanto la junta mayor superfície de unión. El segundo punto, consistía en la ejecución del cañón por partes. Se conformaba el cañón en seis, siete o más segmentos, y estos segmentos se unian - igualmente por caldeo - pero con la posibilidad de que las juntas de cada uno de los distintos tramos que componían el cañón no quedasen alineadas. Aunque este punto supusiese que hubiera mayor cantidad de superfície en junta, lo cierto es que otorgaba mayor resistencia al conjunto, eliminando la débil junta en toda la longitud. La aparición de este método, no parece implicar el absoluto descarte del método tradicional, así que es de suponer que ambas escuelas coexistirían. 



El conformado del ánima 

Con un método tan poco refinado como el expuesto, del ir dominando la plancha de hierro hasta darle la forma de tubo a base de fragua y martillo, la superfície interior del cañón acaba ofreciendo un aspecto muy irregular, lo cual incidía de manera directa en su uso: sin un diámetro uniforme, la bala ni siquiera podría llegar fácilmente a la culata, y si se resolviera esto dando mayor calibre al cañón, el trabajo realizado por la explosión de la pólvora actuaría en menor grado sobre la bala, "perdiéndose" los gases por el hueco existente. El interior del cañón por tanto, debía ser refinado mediante un limado - en algún caso llamado también barrenado. Se ejecutaba con una lima cuadrada, que debía ser pasante: debía actuar en la totalidad del ánima, y no solo en parte. Se recomendaba que el limado se ejecutase de manera manual, pero de esta misma advertencia, entiendo que en ocasiones debía realizarse con métodos mecánicos: accionada la lima con alguna rueda. El trabajo de limado debía ejecutarse sin prisa, obteniendo una limadura de grano muy fino, evitando la aparición de rayaduras. La comprobación del acabado superfícial interior se realizaba visualmente, tensando una cuerda en el interior del cañón - dividiéndolo en 16 partes y realizando otras tantas comprobaciones - y apreciando la diferencia entre esta cuerda tensada y la superfície real. 


  
El conformado del exterior 

Como ya dijimos al hablar del arcabuz, el espesor del cañón era variable en su longitud, siendo más grueso donde se producía la explosión, y más delgado en la boca. La relación entre estos dos diámetros extremos era de entre 2.5 y 3 a 1. La sección podía ser circular, u ochavada [octogonal] obteniéndose la superfície deseada como en el caso del interior por limado, y como en este caso no era tan fundamental el acabado, se podía ejecutar con métodos mecánicos. Aunque esto no lo he podido averiguar, o bien la plancha madre era de espesor uniforme, y era limada en su exterior una vez constituida en cañón para obtener la proporción de espesores indicada anteriormente, o ya era de espesor variable antes de conformar el tubo, aunque mi opinión es que el común sería el primer método. 



Elementos auxiliares del cañón 

Oído Era necesario barrenar el cañón para obtener la comunicación entre la cazoleta [elemento de la llave] la cual era cebada con la pólvora de ignición, y la recámara del mismo cañón donde se alojaba la carga de pólvora. Este oído se barrenaba próximo a la culata - la parte posterior que cerraba el cañón - a un dedo más o menos de distancia. 

Culata La culata, la pieza que cerraba el cañón en su parte posterior, se conformaba a terraja, o sea ajustada a rosca. Una pieza a modo de "tapón" con una parte delgada del calibre del arma que entraba roscada en la parte posterior del cañón, y una tapa del diámetro exterior del cañón. 

Mira y punto de mira. La mira [en el extermo posterior] y el punto de mira [junto a la boca] eran piezas cuadradas que se unían al cañón por caldeo. El maestro armero debía tener en cuenta la diferencia de diámetros exteriores para alinear ambos elementos, de manera que en cabeza fueran "perfectamente" paralelos al eje del cañón. Con estos elemenos quedaba conformado el cañón. 



Elementos para obtener la pieza final 

Era necesario montar este cañón sobre la caja - construida preferentemente de cerezo o nogal - que se dividía en mocho o coz [la parte que llevamos al hombro] y afuste [la parte sobre la que se apoya el cañón en sentido longitudinal]. Esta caja debía tener dos perforaciones: una para la llave - debiéndose ajustarse esta perfectamente, de manera que el oído del cañón y la cazoleta de la llave quedasen vecinos - y otra para el atacador o baqueta, que era el elemento que se empleaba para empujar la bala hasta la recámara y compactar la pólvora en esta. El guardamonte, que fijado a la caja protegía el disparador de acciones involuntarias, es un invento que surgió con posterioridad a la invención de la llave de mecha.  



Control de calidad 

Los cañones debían probarse antes de ser entregados. Martínez de Espinar, hablando de arcabuces de caza, proponía una prueba con doble taco embreado ["taco primero" sobre la pólvora y "taco postrero" sobre la bala] pero puede que las calidades requeridas para el armamento de munición fueran menos exigentes - al fin y al cabo, arcabuces y mosquetes en la guerra se emplearon sin taco, y no fue hasta la adopción universal del cartucho de papel, cuando el propio sobrante de papel se llevaba hasta la recámara a modo de taco - y se probara el arcabuz sin taco, aunque eso sí, con mayor cantidad de pólvora que la empleada en su uso habitual. En lugar de probarlo con una proporción pólvora-bala de 1:2, se probaría con una proporción 2:1 [cuatro veces más que la de uso] con pólvora suministrada especialmente para la prueba - no fuera caso que el asentista aportara pólvora "floja" - y ante la presencia de los oficiales del rey. Aunque cabe imaginar que tal vez el control no fuera tan exhaustivo, y tan sólo se probasen ante los oficiales un tanto por ciento, no obstante los armeros hubieran de realizar la prueba uno a uno. 



Ánima lisa 

Aunque desde el siglo XVI se conocía la técnica del rayado interior del cañón para aumentar la velocidad [alcance y potencia] del proyectil, tanto su sobrecoste, como sobretodo, sus problemas de uso práctico, hicieron que el común de armas de guerra en esta época fueran de ánima lisa, y no fue hasta el segundo cuarto del siglo XIX cuando se empezaron a emplear fusiles de ánima rayada en los ejércitos europeos. Este problema de uso radicaba en que las estrías del interior del cañón acumulaban gran cantidad de restos de pólvora, y literalmente al segundo disparo quedaba el arma inutilizada, no entrando la bala cañón adentro sino a golpes de baqueta. Como lo que importaba era la cadencia de tiro, y la fiabilidad del arma [que efectivamente pudieran efectuar el disparo con ella] su aplicación para la milicia no tuvo sentido práctico. En todo caso, los cañones de ánima lisa sí se aplicaron para arcabuces de caza, y esta aplicación creó una escuela de armeros que con el tiempo pudieron producir piezas para el uso en la guerra. Empleando doble taco de esparto embreado, un arcabuz rayado podía emplearse hasta seis disparos, antes de tener que emplear un rascador y limpiar a fondo, puesto que el taco arrastraba la suciedad - el hollín - hasta la recámara, pero como decimos, esa aplicación no fue militar. Aunque se refiere algún caso de armas - de pequeño calibre - de gran alcance empleadas en defensa de plazas fuertes, pudieran ser armas de próceres particulares, que acudían a la defensa de los muros de su villa, o que las encomendaban a algún soldado que jugara con ellas. 



Problemática 

Advertíamos en el hilo del mosquete que en la fábrica de armas daríamos a conocer las incidencias que tenía la naturaleza de estas armas en su aplicación directa en la guerra. No nos entretendremos ahora en la cadencia de fuego en relación con el sistema de alimentación de las armas de avancarga, o con su ignición, que trataremos cuando hablemos del manejo de arcabuces y mosquetes, sino que nos detendremos únicamente en los problemas derivados de la naturaleza del propio cañón. Tanto a finales del XVI, como a mediados del XVII, los tratadistas militares advertían que los cañones de arcabuces y mosquetes - por igual - se calentaban de tal manera, que el plomo de las balas se derretía, y que se corría el riesgo de que la pólvora se inflamase espontáneamente, así que no podían ser empleados más de cinco disparos seguidos. Disparos seguidos, con los correspondientes intervalos para su recarga y puesta en servicio, que parece llegaba a los dos minutos. Todo esto sin contar con que el riesgo de que reventasen - o que se deformasen, arqueándose literalmente sobre su eje - era muy superior en el caso de que el arma se sobrecalentara. En la artillería se empleaban cueros empapados en vinagre o agua para refrescar las piezas, y lo propio se haría con arcabuces y mosquetes en plazas fuertes, donde había lugar para este procedimiento, pero a campo abierto, esperar era la mejor solución. Este defecto venía dado por varios motivos: 1) Por material Primero y fundamentalmente, por el empleo de un hierro forjado, que aunque tenía la ventaja de ser maleable y se podía trabajar a fragua y martillo, se había obtenido a bajas temperaturas, y por tanto, era más susceptible de calentarse, deformarse y quebrarse. 2) Por producción El proceso de producción, como decíamos, implicaba la existencia de al menos una junta, que imponía una debilidad al arma por la cual era fácil que reventase, más estando caliente. Amén de estos condicionantes, que incidían sobre la cadencia de fuego, habría que añadir otros que incidían sobre las dimensiones y potencia de las armas: Los dos anteriormente indicados, hacían adoptar la solución al armero de dar más material al cañón para que fuera más resistente, haciéndolo asimismo más pesado y más difícil de manejar, lo cual tenía una incidencia directa sobre su manejo, y por lo tanto, sobre su cadencia de tiro. El proceso de producción, implicaba asimismo la aparición de otros defectos: 1) El espesor de los cañones no era totalmente uniforme, no en sentido longitudinal [variabilidad que decíamos era hecha a propósito] sino sección a sección. O sea, en un mismo corte transversal, tendríamos una pared del cañón de espesor variable, siendo por tanto la resistencia del cañón la de su parte más delgada. Este defecto conocido se solventaba igualmente, dando más material al cañón, con lo que teníamos un arma más pesada de lo estrictamente necesario. 2) La irregularidad del interior del cañón, que aunque limado, no era ni mucho menos perfecta, hacía que se dotase al calibre del arma de un viento - una holgura - de manera que el calibre del arma fuera superior entre 18 y 24 partes al calibre de la bala [también en esto incidía la elaboración de la propia bala, que no era una esfera perfecta] para que dicha bala pudiera entrar "cómodamente" por el cañón, y no tener que ser introducida a golpes de baqueta. Esta holgura, al no emplearse taco, incidía sobre la potencia del arma, pues los gases producidos por la explosión de la pólvora no incidían completamente sobre la bala, sino que se perdían parcialmente por el espacio existente entre la bala y el ánima del cañón. Un arma - y su respectiva munición - con un calibre más ajustado, tendría más potencia de fuego. Esto es básicamente lo que puedo decir de la técnica de producción de arcabuces y mosquetes.. Y sobre su manejo, como digo, trataremos en otra parte.

Mosquete

El mosquete nace como pieza ligera de artillería para defensa de plazas fuertes a principios del XVI. De hecho en fecha tan temprana como en 1501 se hace referencia entre las piezas entregadas a fortalezas del reino de Granada, un mosquete de una arroba y cuatro libras de peso [13,34kgs].
Estas piezas no obstante, no eran armas portátiles para el uso de la infantería en campo, sino mosquetes de posta, o de muro, que aunque manejados por una sola persona, necesitaban de un punto de apoyo - normalmente el propio muro de la fortaleza, de ahí su apellido, o un caballete - para poder ser disparadas, en tanto su enorme peso hacía inviable que un hombre las manejara para hacer puntería con ellas.

Mosquetero en un detalle del Socorro de la plaza de Constanza, obra de Vicente Carducho de 1634. Se puede apreciar perfectamente la parte metálica de la horquilla, el arma y el tahalí con las cargas de pólvora. Este mosquetero llevaba un morrión emplumado. 



No fue hasta la década de 1560, cuando el mosquete - aligerado y apoyado en una horquilla de madera - hace su salida de las fortalezas como arma portátil del infante, siendo su primer uso de esta guisa en tierras de Berbería.

Anteriormente, lo podemos encontrar como pieza manual usada en la defensa y ataque de plazas fuertes. Así, Luis Pizaño, en una recomendación que hace al duque de Alba en agosto de 1542 sobre las defensas de Barcelona, pedía, además de 8.000 soldados castellanos y 4.000 tudescos,  2.000 arcabuces, 1.000 mosquetes y 1.000 picas y más 4.000 coseletes y celadas.

La cantidad de 1000 mosquetes recomendada por el artillero, es suficientemente elevada como para inferir que dicha arma era considerada fundamental para defender una plaza fuerte, y al mismo tiempo, que era un arma para uso del infante, no una pieza de artillería, de las cuales - aún las de menor calibre - no solía haber más que unas decenas o, a lo sumo, un par de centenares. Esta recomendación se convirtió en orden cuando el duque, capitán general de Cataluña, transmitió las instrucciones al Consejo de Ciento.


El mosquete fue esencialmente un arma idéntica a su hermano pequeño el arcabuz, radicando su diferencia en sus dimensiones [calibre, longitud, peso] prestaciones [alcance, potencia y cadencia] y en su manejo, ya que por su peso [entorno a 7.5-8.5kgs] requería del uso de una horquilla para su apoyo.

El calibre de un mosquete solía ser de onza y media de bala o dos onzas, aunque había piezas portátiles de hasta dos onzas y media.

1 onza = 1/16 libra castellana = 28.75 gramos.
1 bala de plomo de 2 y ½ onza de peso tendría 22.55 mm de diámetro.
1 bala de plomo de 2 onza de peso tendría 21 mm de diámetro.
1 bala de plomo de 1 y 1/2 onza de peso tendría 19 mm de diámetro.



Ilustración detallando las secciones de cuatro piezas, dos mosquetes, de onza y media y dos onzas de calibre, y dos arcabuces, de una onza y tres cuartos de onza, según obra de Cristóbal Lechuga [Discurso del capitan Cristoual Lechuga, en que trata de la artilleria, y de todo lo necessario a ella, 1611, p.71]. La sección circular menor corresponde al diámetro de la bala, la sección circular mayor corresponde al diámetro interno del cañón del arma. La sección "ochavada" menor corresponde al perímetro exterior del cañón en su boca, y la sección ochavada mayor corresponde al perímetro del cañón en su culata. 


La longitud del cañón solía ser de entre 5 y 6 palmos [o cuartos] de vara castellana [100-120 cm] y su peso [sólo del cañón] de entre 15 y 20 libras [5-6.5kgs].

La caja [fuste y mocho] se hacía de madera de cerezo, y las llaves fueron de mecha en la mayor parte del periodo que tratamos, hasta que en el último cuarto del siglo XVII comenzaron a sustituirse por las llaves de pedernal.

La holgura o diferencia de diámetros entre la bala y el cañón - para que esta entrara sobradamente a pesar de las irregularidades producidas en la producción de unas y otros, así como por la suciedad producida durante su uso - que nos señala Lechuga, es de entre 18 y 24 partes de diámetro de la bala.


Pelotas

Un mosquetero debía llevar unas 25 pelotas o balas de plomo consigo - la mitad que un arcabucero - número que constituía el que resultaría necesario para una batalla. No obstante esto, tal vez algunos soldados llevasen menos - excusando así la carga - o consumiesen más - dependiendo de las ocasiones - con lo que deberían recibir suministro de pelotas hechas, que se transportaban en cajas en los carros de la artillería. Por este motivo, era muy necesario que los calibres fueran lo más comunes posibles, para evitar el inconveniente de no tener la munición adecuada con que servir las armas. En todo caso, nos remitimos a lo ya indicado para el arcabuz, junto con el arma se suministraba una turquesa o molde para la fabricación de las balas, y al soldado se le entregaba el plomo en pasta para que el mismo labrase sus pelotas.

En cuanto a lo que se refiere a la descripción de llaves, pólvora, frascos, frasquillos, balas, mechas y demás equipamientos del mosquete, para no extendernos, nos remitimos al hilo arcabuz y nos centraremos de aquí en adelante a destacar únicamente aquellos aspectos diferenciales de la pieza menor.


Alcance

Martin de Eguiluz narraba de los mosquetes en 1592:
Alcanzan mucho, y matan a cuatrocientos pasos a un caballo.

Luis Collado, en su Platica manual de artillería, también de 1592, hablando de mosquetes de dos onzas de bala cargados con un peso de pólvora de tres cuartos de bala:
por el raso de el anima tiran poco mas de doscientos pasos, y por el punto de su mayor elevación, o del tira mas tira [...] tiran 600 pasos poco más o menos

Miguel Pérez de Ejea daba el dato que sigue en el año de 1632:
[800 pies es la distancia] donde empiezan a hacer efecto las bocas de fuego, entrando dentro [de] la jurisdicción y puntería de los mosquetes. [800 pies = 222 metros]

Alonso Zepeda y Adrada, en 1669, recomendaba para que los lados de las fortificaciones estuvieran dentro del alcance de los mosquetes, una linea de defensa de 600 o 720 pies geométricos - 800 pies de Bruselas - pero indicaba que juzgan muchos, ser el tiro de punta en blanco del mosquete de 1000 pies. Más adelante, en la misma obra, aportaba otro dato, 900 pies geométricos juzgan muchos ser el tiro de punto en blanco del mosquete ordinario. Unos 250 metros.


Sebastián de Medrano recogía el siguiente dato en 1700:
La primera máxima es que línea de la defensa no sea mayor que el alcance del mosquete de punto en blanco, que es mil pies geométricos. 
[1000 pies = 278.6 metros]

José de Solís Valderrabano en 1705 coincidía en otorgar 1000 pies  o 200 pasos de alcance al tiro del mosquete, aunque no aseguraba que fuera de punto en blanco. Recomendaba, en todo caso, una línea máxima de defensa de 900 pies, 250 metros:

La linea de defensa dize, que fe puede estender a 200 passos, o a 1000 pies, movido de la razon ,que vn mofquete alcança este tiro, aunque no sea de punto en blanco

O sea, algo más de 220 metros para un mosquete del primer tercio del XVII, y en torno a 250-270 metros de alcance de punto en blanco para un mosquete de finales de dicho siglo.

1 pie [geométrico] = 1/3 de vara castellana = 27,86 cm


Horquilla

La horquilla solía ser de 7 palmos [unos 146 cm] y su asta debía ser de madera de espino, u otra madera fuerte, antes que madera dulce, porque a pesar de que fuera más pesado, había de sufrir bastante peso y trabajo.
La U de la horquilla era de metal, y asimismo, la horquilla contaba con una contera de metal en su pie, para que no se desgastara la madera en su contacto con el terreno.


En la imagen - una de las muchas imitaciones o copias que de los grabados de De Gheyn se llegaron a realizar en Europa, aunque no en España - se puede apreciar la horquilla en la cual se apoyaba el mosquete.

En hilos posteriores nos centraremos en su manejo, y en su fábrica, considerando este último punto importante para explicar la mayor o menor efectividad de las armas de fuego portátiles en esta época.


Coches arcabuzeros

Deve V. Mgd. mandar que hayan en la muniçion por lo menos 400 mosquetes de respeto, y estos querría que se acomodasen sobre ciertos carros, como yo lo advertiré a su tiempo, como lo usan los Ingleses, y no han de tirar menos que tres onças de pelota 400.
Giambattista Castaldo al Emperador, en 1546

Estos mosquetes de respeto - para ser usados cuando conviniera - parecen, por el calibre de tres onzas, piezas para la defensa y asedio de plazas fuertes, y no piezas para ser usadas por infantes. Además tenemos la referencia del montaje en carros "como lo usan los ingleses" y por tanto, para ser disparados desde ellos:

Aquí podemos ver los mosquetes acomodados en carros - carrette con moschetti di sopra - precisamente, como los usan los ingleses, en unos carros que transportaban picas. En el "Tratatto dell'Ordinanze, o vero Battaglie, del capitan Giovacchino da Coniano" se narra, como ejemplo, la campaña en Francia de Henry Howard, Earl of Surrey - Enrico, il conte di Sore - en 1545, pues había numerosas tropas italianas que a ella asistieron. Estos carros artillados se empleaban en la defensa y las picas, advertía Coniano, debían llevarse siempre para cuando por culpa de la lluvia no podían usarse los arcabuces. 
En la imagen vemos que cada carro monta dos mosquetes. El 27 de septiembre de 1551, Bernardo de Aldana, escribiendo desde Temesvár a Fernando I - correspondencia editada por Zoltán Korpán -  decía: Ansi también les dixe que juntamente fuesen mill cavallos sobre la Tiscia y cien españoles en coches arcabuzeros con dos mosquetes en cada coche.


Véase también

El primer uso de mosquetes en campo regulado [1567]
Mosquetero

El arcabucero de los tercios: el gallardo soldado


El arcabucero fue durante la mayor parte de la existencia de los Tercios la principal pieza ofensiva del sistema táctico. Ya fuera en batalla, en las mangas del escuadrón o en sus guarniciones, o en una manga volante separados del escuadrón escaramuzando, en los asedios y en las encamisadas, era el soldado gallardo por excelencia: aquel que por su ligereza y capacidad de ofender a distancia, podía acudir a todas las facciones.

La génesis del arcabucero

En la década de 1520, el escopetero de la infantería de ordenanza de los reyes católicos deja paso al soldado arcabucero, conviviendo conjuntamente durante algunos años ambas tipologías de soldados.

En la batalla de Pavía, si no nació el arcabucero español, al menos sí ganó fama y merecido nombre:
era esta batalla la mas peligrosa, y mortal de todas, y muy contraria a los caballos franceses, porque de los apercebidos españoles, y derramados en torno era tirada a todas partes con golpes mortales una infinidad de pelotas de plomo, las quales no salian ya de escopetas, como poco antes se usaba, sino de piezas mas gruesas, que llaman arcabuzes: pasaban de una banda a otra, no solamente los hombres de armas, mas aun muchas veces dos soldados y dos cauallos juntos, tanto que la campaña cubierta de un miserable estrago de nobles caualleros y de cauallos franceses, que morían en un mismo tiempo 
Historia del marqués de Pescara, de Pablo Jovio, traducida por Pedro Vallés.

En 1525, en el mes de diciembre se hacía una muestra de las tropas españolas en Italia, que habían jugado un papel fundamental durante la batalla de Pavía para derrotar a las tropas francesas.

De esta muestra resultaba que de los 7503 infantes que había repartidos en 36 compañías, 2605 eran ya bocas de fuego [34,7%] siendo tan sólo 1090 de ellos arcabuceros, frente a 1515 escopeteros.


Compañías de arcabuceros

En la Ordenanza de Génova de 1536, que algunos estudiosos señalan como la que da a luz al sistema de los Tercios, se señala que algunas compañías de infantería habían de ser íntegramente de arcabuceros, habitualmente, dos de las doce compañías, que en teoría, formarían un tercio.  Esta norma se mantiene - cuanto menos sobre el papel - hasta la promulgada en el reinado de su bisnieto Felipe IV, en 1632, que impone un mismo pie para todas las compañías.


Su papel en combate

El arcabucero fue durante el siglo XVI, la principal baza ofensiva con que contaba la infantería española, y el mosquetero - aparecido en la década de 1560 - aunque fue naturalmente ganando importancia dado su potencial de fuego, no le dejó apartado de la historia, sino que - cuanto menos en el papel - convivió con él hasta prácticamente la extinción del sistema con las reformas de 1704.

El arcabucero aunaba en su ser movilidad y potencial ofensivo. En el campo de batalla debía siempre contar con el resguardo del cuadro de piqueros, pero cuando se ofrecían acciones más dinámicas - encamisadas y golpes de mano, ya fuera en asaltos a plazas fuertes o salidas - podía prescindir de las picas, y jugar su papel, con tan sólo su arcabuz y su espada.

Cuando en 1542 Fernando I de Austria envió su ejército a recuperar Buda y Pest, ciudades en el reino de Hungría a orillas del Danubio en manos de los turcos, doce banderas de italianos a cargo de Vitelo formaron escuadrón:

con los suyos muy cerrados, y mando a sus arcabuzeros que tirassen hincando la rodilla derecha debaxo de los piqueros. Trauose la batalla con gran ruydo, morian muchos, y los Turcos arremetiendo con obtinada osadia, procurauan romper con vn cuño la ordenança de los nuestros, pero los nuestros se defendian valentissimamente.

Más tarde, acuden a la batalla la caballería húngara y los caballos alemanes del duque Mauricio, tomando a los turcos entre los caballos y los infantes italianos. Estos, rehacen rápidamente su orden, salen los arcabuceros del escuadrón - dónde se hallaban protegidos por el erizo de picas - y forman mangas, mientras que los piqueros avanzan en formación cerrada:

Las compañias de Vitelo no faltando ala occasion arremetieron con sus picas baxas, y los arcabuzeros estendiendofe por ambos lados como dos braços, cerraron con los Turcos y ellos, y las vándas de los Vngaros y los cauallos Alemanes los mataron alli en medio.

Vemos como los arcabuceros se reordenan rápidamente según la ocasión: primeramente, operan a la defensiva, los tiradores a cubierto de los infantes turcos disparando sus arcabuces desde dentro del escuadrón de picas, después, al acudir la caballería en su socorro, se despliegan en dos mangas - el autor dice brazos - para pasar a la ofensiva.

Con el arcabuz se podía ofender a distancia - hasta doscientos pasos - pero a veces se ordenaba disparar a dos picas de distancia, como recoge Luis de Ávila y Zúñiga ordenó el duque de Alba durante la campaña en Alemania de 1546/47:
y habia ordenado que toda nuestra arcabucería estuviese sobre aviso á no disparar hasta que los enemigos estuviesen á dos picas de largo de nuestras trincheas; porque desta manera ningún tiro de nuestros arcabuceros, que eran muchos y muy buenos, se perdería, y si tiraban de lejos, los mas fueran en balde; y así, mandó que las primeras salvas, que suelen ser las mejores, se guardasen para de cerca. 

Lo normal era disparar a unos cincuenta pasos cuando se estaba escaramuzando, aunque se podía comenzar a tirar a trescientos.

Con el arcabuz se mataba a cien pasos, sí, pero era necesario un escuadrón de picas para recoger a los soldados cuando era menester, por eso en la instrucción de 1538 se limitaba el número de arcabuceros que habría en un tercio, porque los soldados parecían preferir sentar plaza de arcabuceros.

La importancia del escuadrón de picas queda reflejado por un episodio sucedido durante la jornada de los Gelves en 1560, en que un grupo de arcabuceros se adelantó luchando contra los moros, y habiendo descargado sus arcabuces al unísono, tuvieron que recogerse en el cuadro de las picas, que igualmente, se avanzó para evitar que sus compañeros en retirada fueran degollados por los moros:

Viendo los enemigos tan pocos, y que de mal pláticos habían disparado los arcabuces todos juntos, dieron sobre ellos y hiciéronlos tornar con más priesa de la que habían traído. Fueron causa éstos, con su mal orden, que los dos Capitanes que hasta allí se habían mantenido bien, desamparasen los puestos y se retirasen, y hirieron en el alcance á Gregorio Ruiz de una lanzada, de que murió dende á pocos días. Perdióse gente en esta retirada, y perdiéranse todos si el escuadrón no marchara á socorrerlos.
Las retiradas vergonzosas que hicieron este día los arcabuceros italianos y los nuestros, fueron por ir más adelante de lo que debían, sin llevar picas que los amparasen.


Preferencia por el arcabuz, desdén por la pica

Una faceta a destacar de los Tercios era la temprana preponderancia del arma de fuego sobre el arma de asta: así, el arcabuz era el arma por antonomasia y la pica quedaba relegada a un segundo plano, mientras que en otras naciones [alemanes y suizos] parecía estar más equilibrado.

En teoría, un tercio contaba con 10 compañías de piqueros y 2 de arcabuceros [para el periodo 1560-1632]

Descontada la primera plana [11 miembros] las compañías de piqueros tendrían 159 piqueros, las dos terceras partes [Parker comenta que la mitad de los piqueros serían coseletes y el resto picas secas] y el denominado "tercio de arcabuceros", o sea, que la tercera parte de la compañía de piqueros serían arcabuceros.

Las compañías de arcabuceros estarían formadas, en teoría, por 214 arcabuceros, más 25 coseletes alabarderos, aunque algún autor recomendaba que estos coseletes portaran una media pica.

A partir de 1567, en todas las compañías se incluirían 15 mosqueteros, pues fue la fecha oficial de adopción en campo [por lo menos en Europa] de este arma.

Si contamos el Tercio teórico a partir de 1567, el resultado sería el que sigue, detrayendo los mosqueteros de los piqueros:
1443 piqueros [coseletes y picas secas o sencillas]
1194 arcabuceros
180 mosqueteros
50 coseletes alabarderos

En esto vemos un cierto equilibrio que tiende a que la mitad, más o menos, de los efectivos manejen armas de fuego, y el resto sean piqueros.

Y sin embargo, ya sabemos que el teórico rara vez se cumplía en esta milicia, y que eran habituales los Tercios con más de 12 compañías, y con menos de tres mil hombres.

Francisco de Valdés indica en un ejemplo de 1568/1569, que en Flandes, los Tercios de Nápoles [con 600 picas], Lombardía [320 piqueros] y Sicilia [280] no sumaban más de 1200 picas, eso para un total de unos 7000 hombres, más o menos. Con lo que la proporción no llega ni con mucho a la mitad teórica anunciada.

El propio duque de Alba denunciaba en 1567, durante los preparativos de la marcha de los Tercios desde Italia a Flandes, la falta de piqueros que había en los Tercios:
"suplico á V. M. que en las primeras naos que partan de Vizcaya para Flandes, mande V. M. cuatro mil picas porque va esta infantería con tan pocas y tanta arcabucería , que por cierto tengo que no podríamos hacer escuadrón, y no he osado forzallos á que las tomen acá porque no se me huyan mas de los que lo han hecho , que es tan gran número á lo que los maestros de campo me dicen , que estoy espantado".

Efectivamente, las picas eran muy necesarias para formar escuadrón, siendo la amenaza de la caballería el factor determinante para la mayor o menor importancia del escuadrón de las picas, pero fuera como fuese, era este arma y soldado una pieza fundamental del esquema.

Antonio de Leyva asesoraba al Emperador en la campaña que iba a emprender en 1532 contra los turcos. Decía que hiciera arcabuceros a todos los españoles que había en Italia - marcharon 6500 - y que asimismo levantara ocho o diez mil arcabuceros italianos. El resto, serían picas alemanas, con una quinta parte de arcabuceros. Afirmaba que los alemanes sostendrían el peso de la batalla y que los arcabuceros eran muy necesarios para apoyar la caballería imperial frente a la ágil caballería turca, y que eran muy convenientes para la defensa y toma de plazas fuertes, para el día de la batalla, para escaramuzas y para escoltas. Concluía que la arcabucería alemana valía poco, ni se podía confiar en ella, lo mismo que de las picas italianas y españolas, "porque en la verdad, para alemanes es la pica y para español e italiano el arcabuz". [Nota 2]

Cuando se creó el segundo Tercio de Lombardía en 1538, producto de la reforma de otros tres Tercios que en estas provincias estaban, el Tercio que contaba con dos mil hombres en 8 compañías, sólo tendría una compañía de arcabuceros, y el resto, serían banderas de piqueros. Lo que indicaba el Marqués del Vasto en su instrucción, en referencia al tema que comentamos, era que no hubiera en las compañías de piqueros más de la tercia parte de arcabuceros, y que con estos, y la compañía de arcabuceros de don Ramón de Cardona [que él calcula sumarían un total de seiscientos] serían suficientes, y que el resto de arcabuceros existentes debían ser "reformados" tomando estos las picas, y que en caso de no querer los soldados cambiar de oficio, fuesen despedidos. Aunque luego - parece que consciente de que tal medida no se haría efectiva - indicaba que "no fuese pagado aunque sirva con arcabuz [...] y la ventaja no se dé no pague de otra manera".

Y continuaba:
"ítem, que en cada una de las siete compañías de piqueros podrá haber hasta el número de sesenta y cinco soldados con coseletes, y en la del Maese de campo, ciento; y en la del dicho don Ramón, doce coseletes".

Este número de coseletes representaría la tercera parte del total de soldados, y más o menos la mitad de los piqueros.

Parece pues que había mucha reticencia a tomar la pica por parte de la soldadesca española. Por un lado, el piquero seco era el soldado peor pagado, percibiendo únicamente el salario mínimo de 3 ducados. Por otra, el coselete estaba equiparado en sueldo al arcabucero [ambos percibían 1 ducado de ventaja por su especialidad].

Sin embargo, aunque el motivo económico aparece reflejado como causa subyacente de la elección del soldado por servir con una u otra arma, a igual sueldo, era claro que el ir armado, el portar un coselete completo de unos 20 kilógramos de peso, haría a muchos preferir el arcabuz, máxime cuando a la incomodidad de la armadura, se unía la del propio arma, que con una longitud de unos 5.40 metros [26 palmos] no era un elemento fácil de transportar.
El propio Francisco de Valdés hablaba de coseletes que quedaban asfixiados por el esfuerzo de la carrera bajo el peso de las armas, y que el sargento mayor - responsable de las marchas - debía vigilar que el ritmo fuera apropiado, con los descansos para refrescarse adecuados, sobretodo en base al "sobreesfuerzo" que realizaba este soldado en relación a sus compañeros.

El mismo marqués del Vasto indicaba en 1538 respecto al armarse los oficiales: "mando, ansí por dar enxemplo á los soldados, como por otros buenos respetos, de aquí adelante, todos los dichos capitanes y sus alféreces vayan á las guardias y a las muestras con sus coseletes y armas, y el que no fuere desta manera, no sea pagado". Parece que los propios oficiales eran remisos a ir con tal carga.

No obstante esto, lo cierto es que la pica parecía gozar de enorme prestigio, y que de hecho, el privilegio de estar en las primeras hileras del escuadrón, se reservaba - amén de a oficiales en activo, reformados y notables - a aquellos soldados mejor armados, o sea, mejor equipados.

En 1546 reunió el Emperador 43.000 infantes, de los cuales 19.000 eran arcabuceros, un 44%. El ejército tenía 9.000 infantes españoles, 7.000 de ellos, arcabuceros, un 77%. [1]

Giambattista Castaldo, maestro de campo general imperial en 1546, escribió un memorial en que recomendaba como había de formarse el ejército. En las 40 banderas de alemanes altos que debían reclutarse - 12000 soldados a 300 por compañía - debía haber 25 arcabuceros por bandera, lo que no llega ni a un 10%. Por contra, debían traerse 12000 infantes italianos y 8000 españoles, y la mayoría, recomendaba, debían ser arcabuceros y además, los arcabuces habían de ser "de la nueva munición".

Durante esa campaña, con tanta arcabucería como había, se tuvo que dar orden puntual de que 30 arcabuceros de cada compañía de infantería española dejasen sus arcabuces y se proveyesen de picas y coseletes de la munición "para que los esquadrones fuesen mas fuertes". Llevaban al menos catorce carros cargados de picas. Cristóbal Lechuga indica en 1611 que se podían cargar 250 picas por carro.

Vemos pues, que demasiada arcabucería no era siempre la mejor opción, y que las picas eran muy necesarias, pero también que había la opinión de que había especialidades en las diferentes naciones: picas alemanas, y arcabuces españoles e italianos.

En esta escena de El triunfo de Maximiliano - elaborado hacia 1515 - podemos ver, entre otros, un carro tirado por cuatro caballos cargados de picas. Había que llevarlas porque se podían romper, por un lado, y como en el caso indicado de 1546, porque se podían tomar a hombres que tenían oficio de arcabuceros para que hicieran de piqueros si resultaba conveniente. 

En el punto 19 de la "Riformatione et stabilimento della fanteria spagnuola del tercio di Sicilia" de 1571 [3] se establecía
En aquellas compañías que no son todas de arcabuceros, se deja a la voluntad y elección del capitán aquellos soldados que deberán servir con arcabuces y morriones, y cuales de ellos tomarán coseletes, y cuales aún servirán con picas solas, y esos capitanes deberán tener cuidado particular de mudar las armas a los soldados, de manera que aquellos que un año habrán usado la pica, el siguiente usarán el arcabuz, continuando en adiestrarles de modo tal que todos sean capaces de servir con todas las suertes de armas, y procurarán que todos los arcabuces sean de una misma bala.

Lo que prueba la necesidad que se tenía de que la milicia española estuviera compuesta por soldados versátiles.

Avanzando un poco en el tiempo, en la Ordenanza de 1632 se dispuso que la compañía - ya sin especialidad - estuviera formada por 70 coseletes, 90 arcabuceros y 40 mosqueteros. Respecto a los coseletes se lamentaba de "el servir muchos desarmados o con picas cortas y ruines armas ha introducido la pereza y la mala disciplina". Y como remedio, ordenaba que "pues a todos los que sirven con picas en la nación española mando dar ventaja de coseletes, no permitan [los capitanes] que sus soldados se desarmen".

En todo caso, parece determinante el papel de la arcabucería - y mosquetería en su tiempo - para ganar batallas en campo - más en el caso de sitios - y puede que al embarazo del peso de las armas, se uniera el hecho de que la mayoría de batallas parecían ser ganadas a tiro de arcabuz, antes que jugando la pica, y para un soldado el papel activo que otorgaba la movilidad del arcabucero, puede que fuera un factor determinante para decantarse por ese arma, sin desdeñar los anteriormente mencionados. Eso no quiere decir que no tuvieran un papel en la batalla - ni mucho menos - pero seguro habría soldados con preferencia hacia actividades más dinámicas, cuya inclinación podría satisfacerse con el oficio de arcabucero.

Rememorando Nordlingen, si los piqueros del Tercio de Idiáquez no hubieran apartado a picazos a los alemanes en retirada del conde de Salma, la formación hubiera sido rota, y arrollados a continuación por los suecos.

Como cantara Calderón de la Barca:

¡Ay cielos,
que en los alemanes hallan
flaqueza que los retiran
de su puesto, los rechazan,
que vienen desordenados!
Hacia aquella parte cargan
que defiende don Martín,
que, porque no le deshagan
sus escuadrones viendo,
con las picas los aparta,
con las espadas castiga,
con la lengua los infama;

Como quedó escrito: "el escuadrón es el pie firme de esta milicia".


Protecciones del arcabucero

Inicialmente, el arcabucero tenía como armas defensivas un peto de acero y un morrión o capacete. Con el paso del tiempo, primero perdió la protección del torso, para después, ya avanzado el siglo XVII, perder también la protección de la cabeza, proceso que se vivió en otras especialidades tanto en infantería como en caballería, ya que en el balance entre protección [reducida progresivamente por el incremento de la potencia de fuego] y movilidad y economía, acabaron ganando estos dos últimos presupuestos.

El morrión podía pesar de unas 2,5 a unas 3,5 libras [para el concurso ordinario] o hasta 16 e incluso 20 libras si era fuerte [reforzado para trabajos en trinchera sometidos al constante fuego de la plaza defensora].

Los estilos eran italiano [el inmortalizado en muchas películas como usado por los conquistadores españoles: de dos picos y enorme cresta] o el español [con apenas o ninguna cresta, y poca visera] pudiendo llevar carrileras [más comunes en el modelo de tipo italiano] que debían, eso sí, dejar los oídos libres para poder oir las ordenes dadas a viva voz en el “fragor del combate”. El primer estilo era más común para los piqueros, y el segundo para los arcabuceros, pues no debía ser muy alto para luchar en la trinchera, pues dejaba una cresta al descubierto que lo podía poner en el punto de mira, y que no ofrecía protección frente a un disparo.

Como en todo, había categorías, y desde algunos enormemente decorados hasta con filigranas de oro, lo más común es que no tuvieran decoración ni grabados de ningún tipo, aunque han sido precisamente de los tipos más decorados los que han quedado más frecuentemente como testimonios del pasado en museos y colecciones particulares.


Arcabucero españoles en la jornada de Túnez [1535]. Detalle del cartón número 8 "Batalla en los pozos de Túnez". de la serie de Vermeyen. Arcabucero con celada y malla. 

Algunos autores, como Girolamo Garimberto en 1557, escribían contra la protección de malla, pues frente a un tiro de arcabuz que la pasara, la herida era mortal, pues los trozos de malla rota quedaban incrustados en la carne y eran imposibles de extraer. Hay un ejemplo de un noble que llevaba una cadena y unos trozos de la misma se le quedaron incrustados bajo la bala. La malla solo ofrecía protección frente a los golpes de pica y de espada, que no era poco.

En todo caso, vemos que la protección de malla era de uso común:

yvan por la misma orden tres mill y quinientos arcabuzeros muy bien adereçados que todos los mas lleuauan en las cabezas celadas y muchos cotas y gorjales de malla 
Historia de la guerra de Alemania, por Pedro de Salazar, 1548

Un detalle del mismo cartón. Podemos ver el arcabucero de la izquierda con un gorjal de malla, y en la cabeza  llevaría un casquete con alas caídas sobre oreja y nuca, y un ala levantada en la parte frontal


La protección del torso se fue aligerando, y se sustituyó el peto de acero por un coleto de cuero, para con el paso del tiempo, acudir sin más protección a la batalla que la que otorgase el jubón y la camisa.

salió Quesada con su arcabuz en las manos é un cuero de ante, vestido con sus mangas de malla é morrión , é su camisa é vanda colorada
Relación de la batalla de Pavía que escribió Fray Juan de Oznayo

En la lámina del Inventario iluminado, se pueden ver diferentes tipos de mangas de malla. Algunas ofrecen protección hasta las muñecas, otras, por encima del codo. Las más cortas, parece que protegían el hombro y las axilas. En la lámina, la figura A: "unos gocetes grandes con malla dorada por los cantos, que eran del rey de Francia" y tomados en la batalla de Pavía de 1525. La figura B, el Panzerkragen: "un gorzal [gorjal] Tudesco de malla de acero con el borde inferior de malla dorada y unos corchetes de plata para abrocharlo". Evidentemente, las mallas que llevasen los simples arcabuceros no tendrían los bordes dorados ni los corchetes de plata, y con el blanco y negro, además, no apreciamos la diferencia. Las figuras C, D y E: "tres pares de mangas y gocetes de malla, guarnecidos de piel de búfalo, para usar debajo de la armadura". En este caso, se trata de proteger la vida del Emperador, así que llevaría unas mangas de malla bajo la armadura. El simple arcabucero llevaría las mangas de malla con un cuero de ante, como Quesada.   La figura G: "un par de gocetes desguarnecidos" y la F, por curiosidad: "un par de zaragüelles de malla con su bragueta"


Pedro de Salazar nos relata como se formó un escuadrón con toda la infantería española del Emperador en Alemania en 1546. Se hicieron mangas de arcabuceros, y se dio las primeras filas de la formación a los que llevaban cotas y celadas, y el resto, al que presupongo desarmado, fue dispuesto detrás, de la misma manera que en los cuadros de piqueros se daba una orden parecida: los mejor armados, debían situarse en la parte exterior del escuadrón.



Nación de arcabuceros

El valor de los arcabuceros era tal, que el capitán de las compañías de arcabuceros estaba un peldaño por encima de su homólogo de las picas, no ya en la consideración y estima de los compañeros de armas, sino por los propios mandos, que otorgaban el mando de las misiones más complicadas a los capitanes de arcabuceros y a sus compañías.

En la nación española - a diferencia de la alemana - se dio muy pronto una preferencia por el uso del arcabuz, preferencia que hubo de ser moderada y corregida, pues, como apuntaba más arriba, las picas seguían siendo muy necesarias en el campo de batalla.




Se supone que durante la guerra de la liga de Esmalcalda, en 1546, el landgrave recibió del conde Guillermo el siguiente consejo:

guarda vuestra gente de escaramuzas con gente española que son mui diestros y animosos: que  solos tres o quatro mil bombres que tenga bastaria en ocho días a comeros gran parte de vuestra gente: porque los Españoles tienen dos cosas: la una es que juegan el arcabuz de punteria: lo que los Tudescos no hazen: la otra que son muy puestos en el cargar y cargan los arcabuzes mas ayna dos veces que tudesco una: lo otro que son mas ligeros: y a guardaros de escaramuzas y de les tocar arma de noche que no os coma la gente:

Como suele pasar con este tipo de citas que solían insertarse en crónicas, lo más probable es que fuera apócrifa, pero creo que el sentido puede ajustarse a la realidad: los españoles eran más diestros y rápidos, por una parte, por ser soldados viejos, y por otra, por la importancia que el arcabuz tenía en la milicia española, mientras que los alemanes parecían tener mayor inclinación por los grandes cuadros de picas.

Los arcabuceros españoles, en todo caso, tenían muy buena fama, y así el rey Enrique VIII pedía en 1544 al Emperador que le diera mil de ellos, "soldados viezios", para combatir en Escocia "seeing our own folks are of none experience".  Wotton encomiaba al español como "a brave and a superbe soldate"; no en vano, los había conocido personalmente cuando asistió como embajador de Enrique VIII al asedio de Saint Dizier en 1544. Los soldados españoles eran codiciados, pero era cmuy difícil contratarlos como mercenarios, cuando los reyes no tenían intención alguna de desprenderse de ellos. También eran el modelo a seguir en lo que equipamiento se refería.: "for 4,000 harquebusiers with their bandoliers, also 4,000 morrions for them like the Spaniards wear"





Notas

[1] El tercio que vino de Hungría, con Álvaro de Sande como maestre de campo, 2800 hombres, el tercio de Lombardía, a cargo de Arce con 3000, y el tercio de Nápoles a cargo de Alonso
Vivas. Vera y Zúñiga da una cifra total cercana a los 8000 infantes españoles. En el cuerpo principal cito a Pedro de Salazar.

[2] La transcripción del original - transcrito por Leyva Pacheco en su obra "Carlos V y los turcos en 1532" reza así:
los alemanes qiere compañía y la mejor que se le pueda dar son españoles. Y syno ay tantos como es menester, v. m. prevea de arcabuceros italianos que fuera de sus casas y en companja destas dos naciones harían bien el dever suyo, y digo que ami parecer conviene que v. m. prvea de llevar estos españoles que ay están haziendolos hazer todos arcabuceros y ultra desto que con viij ó xU italianos por que esto es lo que á v. m. ha de dar la vida, y crea v. m. que valen mas cinqtaU alemanes y xxU arcabuzeros italianos y españoles que clU alemanes ó de otra nación ql quier que sea: los alemanes sosternan bien el peso de la batalla y çufrirán el trabajo de la batalla; pa la execucion estos arcabuceros son los que lo han de hazer la mayor ventaja que v. m. ha de tener al turco ó mui poca ha de ser esta arcabucería/ ya v. m. sabe que la gente de caballo es mucha y pa ygualar la cavallería de v. m. con la del turco conviene mucho esta arcabuceria con ellos y digo que el arcabuceria conviene pa deffensa de las trras y pa tomallas pa el día de la batalla y pa escaramuca y ya escoltas y otras muchas cosas q en los extos conviene, a sy que suppco á v. m. humyllmente que esta provision se mande hazer, por que espo en Dios que se hallará muy bien dello, no digo que nesto que sean de masiados de lo que pueda v. m. poner en campo, syno enel numero dellos/ po sy han de ser ciento myll alemanes que sean LcccU y xxU arcabuceros; la esperiencia de lo que vale entre alemanes el arcabuceria spanola creo lo sabe v. m./ y por esto no me alargaré enello masde tornar a suppar á v. m. que lo mande proveer; el arcabuceria alemana vale poco, v. m. no cure della nj de pica spanola nj italiana, porque en la vdad pa alemanes es la pica y pa spañol y italiano el arcabuz;

[3] Transcrito en el original italiano como apéndice en las páginas 597 a 604 de La Antemuralla de la Monarquía. Los Tercios españoles en el Reino de Sicilia en el siglo XVI, Carlos Belloso Martín. Aquí lo presento traducido al español.

Escuadrón. Principios básicos

El escuadrón constituyó la formación básica de combate para el periodo analizado. El escuadrón de piqueros era el "pie firme de esa milicia", imprescindible para dar refugio al infante armado con bocas de fuego [arcabucero y mosquetero] que de otra forma podría haber sido atropellado por la caballería.

Principio fundamental
La necesidad de implementar esta formación de combate, radica en el papel que había venido jugando la caballería pesada durante la Edad Media.
Un grupo de infantes era un elemento frágil ante una carga de jinetes blindados armados con gruesas lanzas a lomos de pesados y rápidos caballos acorazados.
Durante el siglo XV - aunque hay experimentos anteriores - se organizan los primeros cuadros de piqueros: infantes armados con largas armas de asta - las picas - en orden cerrado, ofreciendo un bloque erizado de puntas hacia el grupo de caballos que les hace carga, puede llegar a detener una carga, quedando caballos y jinetes atravesados en las largas lanzas, sin que los infantes apenas se vean ofendidos.
No obstante esto, no será hasta que se lleve a cabo la combinación efectiva de arcabuces y picas, que el infante podrá abandonar su papel meramente defensivo frente a la caballería pesada, y ser a su vez agresor.
A pesar de que el papel de la caballería como arma de choque contra la infantería remite con el inicio del siglo XVI, rebajada precisamente su efectividad por la existencia del escuadrón, el cuadro de picas sigue siendo fundamental, pues tal necesidad no desaparece en absoluto, ya que a la batalla concurre caballería suficiente que puede atropellar al infante que se desmanda en el campo de batalla.
Así pues, la necesidad de estar protegido frente al jinete, al cual no se le puede detener con unas armas de fuego de muy baja cadencia de tiro, hace que durante más de doscientos años, y hasta la entrada del siglo XVIII - cuando aparece la infantería de línea auspiciada por el aumento de la cadencia de fuego de armas de mejor calidad y de manejo más sencillo - en la formación de picas resida el activo defensivo de la infantería.




Escuadrones católicos [del bando hispano imperial] en la batalla de Nordlingen. Podemos apreciar el cuadro central de picas, las guarniciones de arcabucería, y las mangas de arcabucería y/o mosquetería, pues esta última distinción es imposible de realizar careciendo del nivel de detalle suficiente para ello. El marcado con un 38, sería el formado por el Tercio de Fuenclara.

Ordenamiento del cuadro de picas
El escuadrón es una formación cuya planta es rectangular, disponiéndose los soldados por hileras unas tras otras. El escuadrón debía resistir la embestida por sus cuatro costados, por lo que los piqueros mejor armados [los coseletes, y de entre estos, los que disponían de mejores armaduras y con sus picas cumplidas, y no recortadas] eran distribuidos en las posiciones que ofrecían su cara al enemigo, mientras que las picas secas ocupaban las posiciones interiores. Claro está, la cara principal del escuadrón era la de vanguardia, que ofrecía su frente al enemigo en el campo de batalla, y allí era donde se ubicaban los hombres mejor armados, antes que en los costados o en la retaguardia, pero estos debían quedar igualmente asegurados de acuerdo a los principios indicados.
Por formar en estas primeras hileras existía competencia, y en general eran los puestos que ocupaban los soldados particulares, los oficiales reformados, aventureros y otras personas de renombre, que por "la calidad de sus personas" merecían ese premio. Evidentemente, también eran quienes por su nivel económico podían presentarse con los coseletes más lucidos.
En general, se esperaba que las picas secas no vieran la cara del enemigo, y se consideraba que perdidos los hombres que ocupaban las cinco primeras hileras en el combate, no debía esperarse más del escuadrón, pero evidentemente, hubo casos en que la resistencia fue superior a lo que debía esperarse [o exigirse] de los infantes.
Las posiciones de las hileras centrales eran ocupadas por los tambores, pífanos y abanderados de cada compañía, de manera que la bandera - que una vez arbolada constituía el emblema sagrado por antonomasia en esta milicia, pues representaba la persona del rey y la honra de la compañía - quedase lo más protegida posible, al tiempo que los tambores transmitían las ordenanzas que les indicase el maestre de cmapo o el sargento mayor, por medio del tambor mayor del tercio.
Algunos autores recomendaban que los sargentos se repartiesen uno por hilera, para poner orden en ellas durante el combate, y posibilitar la sustitución de los caídos por los soldados de la posición siguiente.
Otros autores refieren que la primera hilera era la de los capitanes, mientras que alguno indica que los capitanes debían estar repartidos en las mangas de arcabucería - y cuando el tiempo avanzó - en las de mosquetería.

3-7 era la relación para ordenar un cuadro de picas: cada hombre debía ocupar un espacio de tres pies de ancho y siete de hondo, de manera que pudiera jugar la pica con comodidad, al tiempo que la formación era lo suficientemente cerrada como para ofrecer la cohesión suficiente durante el combate, de manera que no hubiera hueco por el cual pudiera ser penetrada la formación.

En otra entrada trataremos los distintos escuadrones más comunes, su aplicación según las ocasiones, y las reglas para ordenarlos como conviene, materia de la que era objeto que el oficio de sargento mayor. Aquí solo diremos que los escuadron más comunes eran el "cuadro de gente" [con una relación 1-1 entre su frente y costados por el número de soldados], el "escuadrón doble de frente" o "escuadrón doblete" [con una relación 2:1] el "cuadro de terreno" [con una relación 7:3] y el "escuadrón de gran frente" [con una relación 3:1]

Guarniciones
En los costados, se distribuían soldados de arcabucería. Puesto que la máxima protección que podía ofrecer una pica calada era de la distancia que ocupaban cinco hileras de arcabuceros, de cinco hileras se componían estas guarniciones.
Estas eran útiles contra una carga de caballería, pues podían ir disparando contra los soldados que se aproximaban al tiempo que eran protegidos por las picas.
De estas posiciones salían hombres para refrescar las mangas de arcabucería, o sea, sustituir a los compañeros, que o bien por sobrecalentamiento de sus armas [se consideraba el límite de cinco disparos seguidos, antes que el calentamiento amenazara con inutilizar el arma] o por simple cansancio, debían ser sustituidos de las escaramuzas.


Cuadro de picas guarnecido. Se pueden ver las banderas en la posición central, y aunque carezca de mangas al modo clásico, es buen ejemplo visual de esta formación. Desembarco para la jornada de las islas Terceras [también llamadas Azores] en 1583.


Algunos autores indican que solo se disponen guarniciones en los costados izquierdo y derecho, y no en vanguardia y retaguardia, y así parece que algunas representaciones pictóricas confirman este principio.

Mangas
De las cuatro esquinas del escuadrón de las picas [por donde se teorizaba que el escuadrón era penetrable por una tropa de caballería a la carga] nacían las mangas de arcabucería.
Estas mangas de arcabucería no podían exceder su número de 300 soldados, y si eran menores, eran mejor gobernadas, siendo un buen número el de 200 arcabuceros.
En estas mangas de arcabuceros residía el potencial ofensivo de los tercios. Aunque en los cuadros dichas mangas aparecen en la formación inicial de combate, pegadas al escuadrón, se podían desplazar separándose del resguardo de este, trabando la escaramuza necesaria para inicar la batalla entre las dos infanterías rivales.
Las mangas de vanguardia eran refrescadas por las mangas de retaguardia, como también lo podían ser de las guarniciones, según las ocasiones lo precisarán.
Con el tiempo se fueron añadiendo mangas de mosquetería, de manera que hubo cuatro mangas de arcabucería, y cuatro de mosquetería, o variantes de estas formaciones según la gente de que se disponía y las ocasiones lo requería: por ejemplo, cuatro mangas de arcabucería tocantes a las esquinas del escuadrón, y dos mangas de mosquetería avanzadas a las de vanguardia.
Amén de estas mangas más cercanas al escuadrón, se podía - o se debía - destacar las denominadas mangas volantes, cuya principal facción consistía precisamente en destacarse en solitario y trabar escaramuza, arcabuceando al contrario, pero con la "seguridad" de tener en retaguardia un cuerpo firme donde refugiarse, y del cual ser relevado.

Resguardando las bocas de fuego
El principio defensivo máximo del cuadro de picas, era que todas las bocas de fuego [arcabucería y mosquetería] de la unidad pudieran hallar refugio en su interior, o cuanto menos en las guarniciones.
Pero lo cierto es que pronto los Tercios españoles tuvieron más arcabuces que picas - amén de lo que indicarán las ordenanzas de como habían de ser compuestos - y así era normal encontrarse con una proporción de 2:1 para bocas de fuego respecto a picas, y aún mayores que esta.
Con estas proporciones [dos terceras partes de arcabuces-mosquetes y una tercera parte de picas] era prácticamente imposible alojar a los arcabuceros a resguardo en el cuadro de picas, aunque se contasen con las picas secas para formar las cinco hileras mínimas que se consideraban imprescindibles, aunque los cuadros con mayor frente [también mayor perímetro] y más reducidos podían acoger proporcionalmente mayor número de arcabuceros.


PD: Dados estos principios básicos, dejaremos la formación de los distintos tipos de escuadrón para otra entrada, y lo propio haremos extendiéndonos más a propósito del combate en este tipo de formaciones.