Ballesta / Ballestero

La ballesta fue el principal arma de tiro durante la alta edad media siendo progresivamente reemplazada por las bocas de fuego [espingardas, escopetas y arcabuces] a partir de 1460, para quedar prácticamente desterrada en la década de 1530, aunque sobreviviría como arma militar en algunos casos particulares hasta avanzado el siglo XVI.

El uso de la ballesta, en el paso del siglo XI al XII, había supuesto que de la cota de malla, se pasara a la armadura de plancha. Con el tiempo, la potencia de las armas se incrementó al tiempo que aumentaban las protecciones de peones y caballeros.

En la crónica de Alfonso X el Sabio, de Fernán Sánchez de Valladolid [1221-1284] se narraba:

Tenían los moros tan recias ballestas, que de bien lejos hacían mortales tiros; i muchas veces fuerons vistos hacer tales tiros, que passavan al caballero armado de las mas fuertes armas de claro, i a donde iva a parar el quadrillo, entrava todo debajo de tierra

En La Crónica de D.Álvaro de Luna [escrita en la década de 1460] aparece la siguiente cita, sobre el uso de ballestas fuertes que atravesaban un arnés [al igual que la culebrina, arma de fuego portátil]:
Los quales desque aquello vieron , é que avia dentro ballestas fuertes, é culebrinas en la possada del Maestre , con que  les passaban los arneses , é que los fascian grave é mortal daño,  retraxeronse á las possadas que estaban enfrente de la possada  del Maestre , é entornaron las puertas de aquellas, por se quitar del peligro de los mortalestiros , que contra ellos se fascian. 

Al tiempo que se incrementaba la potencia del arco, se dificultaba el armado [llevar la cuerda tensándola hasta la nuez] disminuyendo la cadencia de tiro. El arqueado se posibilitaba mediante el uso de ganchos amarrados a la cintura del ballestero, tornos [armatostes, garrachas o garruchas] de polea y manivela o gafas [ganchos que pivotaban sobre la cureña o tablero] sujetando la ballesta con el pie [o pies] fijado en la estribera:






Y los que no tovieren contia para tener ballestas de polea que tenga cada uno una ballesta de pie
Copilacio[n] delos establecimientos dela orden dela caualleria de Sa[n]tiago [1503]

[...] y los otros cien peones ballesteros andan con ballestas recias de cuatro libras cada una y con poleas de cuatro ruedas y cada uno con su peto y caxquete y espada y puñal y su carcax con veinte y cuatro tiros acerados
Cédula de 16 de junio de 1503



[...] y llevaban las ballestas tan fuertes que no se podían armar sino con cuatro poleas
Historia del rey Don Fernando el Católico. De las empresas, y ligas de Italia. Libro Tercero, Zurita


Sistema de cuatro poleas para el armado de ballestas. Las poleas facilitaban el trabajo para vencer la resistencia del acero a ser arqueado. Si esto debía llevarse colgado de un cinturón, no es de extrañar que el arcabuz acabara imponiéndose, y tampoco es de extrañar que armatoste -   Aparato con que se armaban antiguamente las ballestas - sea también "objeto grande y de poca utilidad. 
Llevadas al extremo, esta ballesta - que debía ser para asedio y defensa de plazas fuertes, no para el uso de peones o infantes - debía armarse con un sistema de palanca montado sobre un caballete. Todas las imágenes son del libro de herramientas de Martin Löffelholz (1505)


También, en el caso de la caballería, se usó el cranequín, que permitía una mayor cadencia de tiro, y que evitaba el uso de la estribera, y por lo tanto, poder armar la ballesta a lomos del caballo.

Armado con cranequín. Como se puede apreciar, la ballesta de la imagen no tiene estribera, necesaria para introducir el pie y fijar la pieza antes de comenzar a tensar la cuerda. El eje del cranequín se fijaba a la cureña de la ballesta, y con los ganchos sujetos a la cuerda, se usaba la manivela para desplazar el conjunto por el eje dentado hasta la posición de disparo. No debía ser un sistema muy rápido, pero excusaba al soldado desmontarse del caballo.


De las "ballestas de palo, de tiempo de moros", llegamos al tránsito del siglo XV al XVI con arcos o vergas de acero, incrementando notablemente la potencia.

Tres docenas de ballestas recias de á tres libras, de acero, con sus gafas é mechas dobladas,  é todas de un tamaño de nuez. é las gafas de una que puedan armarse á todas , é sus cuerdas dobladas é avancuerdas, é falta munición de saeta que por lo menos con cada ballesta vaya una gruesa de saetas , en cada gruesa doce docenas é cepillos é anguijúélas para facer mas, é mill ovillos de hilo de Ballecas para cuerdas.

MEMORIAL dado por Gonzalo Fernandez de Oviedo de la artílleria y pertrechos que te necesitaban para el castillo de Santo Domingo [h.1515] 


Ballestas del inventario iluminado. En la relación de Valladolid [1545], puede leerse que el Emperador tenía en su armería "tres ballestas de las de Flandes con sus craniquís para armallas" y "siete ballestas con sus cureñas, las tres sin gafas, hechas en España". El craniquí es la pieza que acompaña la ballesta marcada con un VII - eje dentado y manivela. Las gafas han de ser las piezas que acompañan a las dos ballestas inferiores. Vemos que hay una diferencia importante entre unas y otras piezas: las dos de arriba tienen estriberas. Las dos inferiores pueden que sean para la caza de animales.   


También había ballestas de diferentes tamaños, siendo del mismo tipo, así, podemos encontrar ballestas de ocho libras [de a ocho] o ballestas de seis libras [de a seis] - en el inventario de la Armada de Vizcaya [1492-1493] - o ballestas de cuatro y de tres libras - véanse ejemplos mencionados con anterioridad.

Su sustitución por armas de fuego. El arcabuz versus la ballesta

La ballesta convivió al final de su época con las armas de fuego, como ella misma había convivido durante un largo periodo con el arco.

Convivió con la espingarda [desde 1460], la escopeta [desde 1510], pero apenas si sobrevivió la irrupción del arcabuz en la década de 1520. Para una cronología de estas armas, veáse la entrada correspondiente.

Cadencia de tiro, portabilidad, potencia de fuego y fiabilidad serían los factores técnicos intrínsecos del arma determinantes en el éxito y supervivencia, más allá de otros factores económicos [costes de producción, necesidad por crecimiento de los ejércitos] o sociales [modas o tendencias, valores culturales, apuesta por un modelo determinado, valoración de experiencias pasadas y recientes tanto propias como ajenas, etc].

En el compendio De Re Militari [ed. española traducida por Diego Gracián autorizada en 1563 y publicada en 1567]  se indica:
Entre las otras armas menos vsadas son el arco y la ballesta, que son armas que pueden hazer grandissimo daño enlos hombres defnudos,o mal armados, mayormente en tiempo de lluuia que los arcabuzeros pierden su sazon: y sino fuesfe porque los flecheros y los ballesteros no pueden traer consigo tanta municion para sus arcos y ballestas, como hazen los arcabuzeros, yo los hallaria y guales en valor,anfi por su presteza en el tirar que es muy mas presto, como por ser mas seguros y certeros de sus tiros, los quales por marauilla son en vano.
 Ya que esto sea assi que los arcabuzeros tiren demas lexos, no obstante todo effo,el flechero y el ballestero mataran tambien vn hombre fin armas de. 100. o de. 200. passes lexos, como el mejor arcabuzero, y algunas vezes el arnes sino es delos mas fuertes no lo podra resistir: alomenos el remedio seria que los tales tirassen delo mas cerca que ellos pudiessen,y fi esto fe haze fe hallaran mas hombres heridos y muertos con saeta doblado que con arcabuzes

En este mismo libro, en una defensa del uso de la armadura [arnés] comenta el autor:
caso que los arneses sean en demasía débiles para resistir al artillería o las arcabuzos, no obstante esto ellos defienden la persona de los golpes de las picas, de halabardas, de espada, de saetas, de piedras, de las ballestas y de los arcos, y de toda otra ofensa que puede proceder de la mano de los enemigos, y algunas veces un arcavuz estara tan mal cargado o escalentado, o bien podra tirar de tan lejos que el arnes por poco bueno que sea salvara la vida del hombre.

Merced a los dos párrafos anteriores podemos reflexionar en torno a los cuatro puntos antes referidos:

Potencia.

El arcabuz era un arma más potente que la ballesta. Atraviesa un arnés y el disparo alcanza mayor distancia. No hay que extenderse mucho, pero de otras entradas de este blog vemos que se desarrollan armas defensivas [especialmente petos, morriones, celadas y rodelas] a prueba de arcabuces.



Alcance

El "tiro de ballesta" se usaba como unidad de medida informal. Así, en la Historia General y Natural de las Indias, el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo usa la expresión: "dentro de la mar, tres tiros de ballesta o un cuarto de legua". Una legua castellana es de 4190 metros. Un tiro de ballesta, entonces, sería 349 metros, la doceaba parte de una legua.

Portabilidad

Los ballesteros llevaban menos munición que sus homólogos con armas de fuego. Esto es apreciable en varios documentos donde se instruye al respecto:

Ordenanza de 5 de octubre de 1495
el que hobiere de tener espingarda, tenga también cincuenta pelotas y tres libras de pólvora, e a quien se mandare que tenga ballesta, que haya de tener con ella dos decenas de pasadores.

Entiendo que la diferencia estaría más en el volumen que en el peso.

Por otro lado, el arcabucero no debía llevar un pesado torno [la voz "armatoste" en lengua española ha quedado en su uso contemporáneo de "objeto grande y de poca utilidad"].

La ballesta ofrecía una ventaja asimismo en el municionamiento, puesto que fabricar una saeta, un dardo, un virote, un cuadrillo, un pasador u otro proyectil, siempre era más sencillo que producir pólvora. Esto no podía ser razón suficiente para ser competitiva en un ejército europeo de grandes o medias dimensiones, pero no así en alguna plaza con riesgo de ser aislada [como alguna de la costa de Berbería] o en las primeras décadas de la conquista de América donde las expediciones de "adelantados" podían separar a las huestes por meses de sus centros de aprovisionamiento.


Fiabilidad

El autor de De Re Militari indica que el ballestero hacía casi siempre blanco "seguros y certeros de sus tiros, los quales por maravilla son en vano", mientras que "donde se tiran 10.000 arcabuzazos, no se matara algunas veces un solo hombre, a causa que los mas arcabuceros se contentan solamente en hacer ruido, y así disparan al aire sus arcabuces".

La idealización de la ballesta, y el descrédito del soldado arcabucero, parecen visiones en blanco y negro, pero probablemente habría parte de verdad en esta visión dicotómica.

Asumiendo que con la ballesta se pudiera hacer mejor puntería [siempre en su rango de menor alcance] a esta ventaja le quedaría sumado el hecho de que 1) no le afectaba la lluvia [ni el viento, por cierto, pues hasta la década de 1540 los arcabuces carecerían de cubrecazoleta que protegiera el polvorín] 2) una vez cargado no fallaba el tiro [en el arcabuz el polvorín podía o no prender, o prender y no comunicarse a la carga alojada en el cañón] y 3) evidentemente, las ballestas no se "escalentaban".
Si bien alguna cuerda o verga, de madera o de hierro, podía quebrarse con la fatiga del material, el percance podía quedar resuelto con una lesión leve del ballestero y no con un reventón en las narices del arcabucero de trágicas y casi seguro mortales consecuencias.

Otro aspecto no baladí, sería el del entrenamiento. La práctica con el uso de la ballesta - en una época en que la munición se detraía de la soldada del infante - sería más barata, puesto que el proyéctil era recuperable, que no en el caso del arcabuz, donde pólvora y bala tendrían un sólo uso [quizás el plomo pudiera recuperarse extrayéndolo del blanco y fundiéndolo de nuevo]:

Hay nescesidad de dar cada mes á los arcabuzeros media libra de pólvora con que se fagan abiles e a los ballesteros apremialles a que cada uno tenga de respeto una docena de pasadores bien acóndycionados con la dicha ballesta.

Respuesta a la carta de 4 de septiembre de 1531 sobre la noticia de una armada corsaria francesa que ha de marchar contra la Habana y Nombre de Dios.
Se puede ver en diversas ordenanzas donde se impone que en fiestas "después de comer" espingarderos y ballesteros, salgan a practicar "porque los dichos espingarderos e ballesteros ejerciten e sepan mejor tirar".

[el señor Condestable] mandó que fiziesen terreros en ciertos lugares pegado á los muros de partes de fuera de la dicha ciudad [Jaén], y todos los domingos y fiestas mandó que jugasen á la ballesta con cuadrillos [...] y los ballesteros ya tan abituados estaban en el juego de la ballesta , que no solamente los domingos y fiestas mas otros dias de su trabajo , que habian un poco de espacio, luego eran puestos en los terreros al juego, de cuya causa se fizieron maestros y buenos ballesteros , y todos los otros juegos [dados y naipes] habian del todo olvidado.

Relación de los fechos del mui magnífico e mas virtuoso señor, el señor don Miguel Lucas, mui digno Condestable de Castilla

Este punto lo podemos relacionar con el anterior, en el capítulo del municionamiento.

Cadencia de tiro

El autor asevera que en el tirar "es muy mas presto" el ballestero que el arcabucero. En todo caso, las "recias ballestas" de finales del XV, primeros del XVI no eran fáciles de armar.  El armatoste, polea, garracha o torno, se debía montar para armar la ballesta y desmontar para hacer el tiro y lo mismo la gafa. Puede que la ventaja no fuera tanta.







Un ballestero entre escopeteros y otros soldados en la toma de Orán [1509] pintados por Juan de Borgoña en 1514.

A menor fiabilidad y cadencia de tiro, se le oponían pues una mayor potencia ["pasaban de una banda a otra los hombres de armas", referiría Paulo Giovio] y la posibilidad de llevar mayor cantidad de munición.

Parece pues, que estos últimos factores serían los determinantes para que el arma de fuego acabara desterrando la ballesta. Desde luego, dada la larga convivencia de la espingarda [más de 50 años] y en cambio, su "rápida" sustitución por el arcabuz [una década de convivencia] por más que el proceso de sustitución fuera más complejo y largo y tal vez no debiera segmentarlo para analizarlo, cabe asumir que la irrupción del arcabuz de llave de mecha, que con pocas variaciones llegaría a finales del siglo XVII, supuso el golpe de gracia para la ballesta en lo que a la guerra en tierras europeas se refiere:

Dicen que él Conde Pedro Navarro viene en la vanguardia con cuatro mil  gascones ballesteros, de quien temerán poco los cuatro mil quinientos arcabuceros i escopeteros que hay españoles en este Campo, sin los que hay entre los alemanes, y sin duda pasan de una suerte y de otra de trece mil quinientos españoles y alemanes, dexado aparté los infantes ítálianos, que son cerca ; de cuatro mil.
Carta del secretario Pérez al Emperador. Roma a 21 de enero de 1528

Aunque del fragmento de la carta se puede entender que la superioridad del campo imperial es numérica en términos absolutos, desde luego se aprecia una valoración cualitativa: cuatro mil gascones ballesteros frente a cuatro mil quinientos arcabuceros y escopeteros españoles, los cuales poco habían de temer de los ballesteros. La ballesta se continuó usando durante un tiempo. En tiempos de las comunidades de Castilla [1520-1] fue normal encontrar este arma y soldado:

asimismo dan por quenta que dieron a un capitán e a sesenta e quatro alabarderos e a quarenta y dos vallesteros e a veyntitres escopeteros y a otros dos capitanes e a dos cabos de esquadra que Sancho martinez de leyva tomo para traerlos consigo en su acompañamiento durante el tienpo de las dichas alteraciones de media paga setenta e un mill y nuevecientos y setenta y ocho mrs

Vease la proporción entre ballesteros y escopeteros: 2 a 1. Ninguna mención del arcabuz, y ningún piquero en la tropa.

Pudiera pensarse que fueran armas viejas, pero a 21 de febrero de 1521 se emite edicto contra el contrabando de armas procedente de una zona armera por excelencia:

Noticioso el Condestable de Castilla de que muchas personas traían del Condado de Vizcaya y de la provincia de Guipúzcoa y de otras partes muchos coseletes, arneses, escopetas y ballestas, lanzas darmas é ginetas y rodelas y pelotas de hierro y pólvora y otras armas para venderlo en las ciudades, villas y lugares rebeldes al Real servicio

A 4 de septiembre de 1531, se requería orden para dotar los navíos que hacían ruta a las Indias, y poderse proteger de una armada de corsarios franceses que se pertrecheban en Bretaña, indicando que en aquellos navíos con dotación de 50 hombres [según tonelaje] 10 serían arcabuceros y 10 ballesteros. Asimismo para fortificar y defender los puertos de Indias, convendría que Su Magestad hiciese merced
a cada uno de los dichos pueblos de ayudarles con que puedan tener un armero que lympie los dichos coseletes e un ballestero que sepa facer las ballestas, e que sepa facer las curueñas dellas porque las vergas se podrán llevar de acá; e que se lentienda asi mesmo de adiestrar las llaves e curneñas de los arcabuces.

A 14 de agosto de 1535, Carlos V, se da orden para armar las naos de la carrera de Indias, dotando de mismo número de arcabuces y ballestas, según tonelaje.

Aunque no se puede descartar el uso de la ballesta en el sistema de los Tercios que nacería con la ordenanza de Génova de 1536, desde luego el ballestero había quedado relegado a un papel muy secundario, restringido a geografías determinadas o usos muy puntuales.

Se ha indicado que en la jornada de Argel [1541] se echó de menos un cuerpo de ballesteros, que hubieran venido muy bien, no pudiendo sacar provecho de los arcabuces por el agua y el viento, aunque en la instrucción de Diego de Vera se indicó que la armada llevaría 800 ballestas "de una gafa, peso y nuez" de Vizcaya  [2] y 200 de Córdoba, con dos docenas de pasadores cada una, puede que fueran armas de respeto, armas que el jefe de la artillería, como responsable de los pertrechos tenía a su cargo para repartir según las ocasiones, y no armas con que equipar de ordinario a los soldados:

Porque los arcabuceros que sin duda hizieran gran daño en ellos, y en los quales parecia que consistía la esperança de la victoria, no podian tirar por el agua, y los peones Moros vsando de vallestas de braços de hierro (que ya entre nosotros no se vsan) tirauán xaras y harpones, que a los coseletes matauan
Historia general de todas las cosas succedidas en el mundo en estos 50 años de nuestro tiempo. Libro XL. Capítulo XXVI. Paolo Giovio

Como curiosidad en el ejemplo dado, las jaras que lanzaban las ballestas parece que podían matar a un coselete, cuyas armas defensivas prevenían contra heridas de otras armas blancas usadas por los "alárabes", como lanzas, cimatarras y azagayas.

En 1543, el conde de Alcaudete informaba al Emperador sobre la jornada de Mostagan o Tremecen, en la que envió a la vanguardia de la batalla dos compañías de "gente suelta" a cargo de don Mendo de Benavides, su sobrino, y don Juan de Villanueva, y que "en llegando estas compañias, hicieron les [á los Moros] mucho daño con las ballestas y arcabuzes, y retiraronse [los Moros]". También había entre las tropas españolas ballesteros a caballo.

En 1551, había en la fortaleza de Melilla 100 arcabuceros y 19 ballesteros, y todos tenían de sueldo 5.700 maravedíes.

Don García de Toledo, en 1560, hallándose Álvaro de Sande cercado en el fuerte de los Gelves por el ejército turco-berberisco de Dragut, proponía una serie de fuerzas para el socorro que debía realizarse. Debían llevarse - según su parecer - 7.000 españoles, y 3.000 italianos de Florencia "y que sean todos arcabuzeros", pero añadía:
Y si don Juan truxesse en las galeras hasta mil ballesteros tendriales yo por gente muy conveniente para esta jornada.
Parecer de Don García de Toledo sobre el socorro a los Gelves 1560. [1]

El socorro, como sabemos, no se llevó a cabo y la plaza se perdió, en el conocido como desastre de los Gelves, y los hombres que habían sobrevivido al asedio fueron hechos cautivos, pero aún así, el caso es que en fecha tan tardía como 1560, todavía se tenía confianza en el empleo de ballesteros.

De hecho, en 1566, el duque de Alba proponía para tomar Argel que se reclutasen en España - estos Reynos - 2000 hombres más, de los cuales, buena parte fueran ballesteros:



Notas

[1] Véase la carta transcrita en el apéndice documental de Los condicionantes de la política militar norteafricana de Felipe II: estrategias, logística, campañas y sostenimiento de las plazas. De Los Gelves a la paz con el turco, tesis de Juan Laborda Barceló.

[2] Las armas de Vizcaya se encargaron a Pedro del Peso: cuatrocientas ballestas de una gofa [gafa] y batalla con cuatro cuerdas, carcax y doce docenas de passadores para cada una.

Lo apuntado en la relación de Diego de Vera, dos docenas de pasadores para cada ballesta, se antoja insuficiente, tal vez sea errata o error de transcripción.

7 comentarios :

APV dijo...

No estoy muy de acuerdo con la fiabilidad de la ballesta bajo la lluvía y humedad. Las cuerdas podían destensarse lo que obligaba a cambiarlas de forma laboriosa.
Así, en Crecy los ballesteros genoveses sufrieron ese problema frente a los arqueros ingleses (que pudieron cambiar las suyas).

Carlos Valenzuela dijo...

Gracias por el apunte y por la referencia.

La batalla de Crecy tuvo lugar en 1346. Para la época que comentamos, creo que ya se tenía conocimiento de que había que encerar las cuerdas para manetenerlas libres de la humedad.

En diálogos de la montería [aunque sea de 1644 y referidos a ballestas de caza]:

"la cuerda para las jaras requiere ser delgada porque mejor azote y las despida, y para virote algo más recia, y para lo uno y otro encerada en invierno porque despida el agua, y poca cera en verano porque es calurosa y la corta más aína".

Al parecer en 1541 para la expedición de Argel se encargaron 1000 ballestas [frente a 10000 arcabuces]. El tiempo lluvioso impidió el uso del arcabuz. La expedición fue un fracaso.

Un tal Senfftenberg comentaría años más tarde que el Emperador se lamentaba de no haber llevado arqueros como los que tenían moros y turcos.

Se supone que a partir de esta experiencia se impondría el uso de la cobija o cubrecazoleta en el arcabuz.

Un saludo, Carlos.

APV dijo...

Saludos.

Algunos aún defendían usar arqueros hasta finales del S. XVIII debido a la imprecisión de las armas de fuego. Pero el problema es el largo y continuo entrenamiento que exigía formar un arquero comparado con un arcabucero/mosquetero/fusilero.

La lluvía suponía un problema similar para una ballesta que para un arcabuz. Había que proteger la cuerda o la pólvora porque de lo contrario quedaba inútil. Y volver a encordar una ballesta de acero era más difícil que un arco (incluso con algunos arcos lo era, pensemos en la Iliada).

Por supuesto los consejos para la montería señalaban los cuidados para la ballesta, pero era una actividad para pudientes que podían permitirse mejores equipos y mantenimiento. Y en sus armas de fuego para la caza usar llaves de rueda que creó que protegerían más de los problemas de la humedad.

Carlos Valenzuela dijo...

De una relación de las provisiones para la fortaleza de Salses [en 1503]:

1/2 arroba de cera para hacer cuerdas de ballestas.

O sea, que las cuerda de las ballestas [de munición] se enceraban al fabricarse trenzándose en un torno.

Respecto al mantenimiento, en los ejércitos y plazas fuertes había maestros armeros que debían tener cuidado de las armas, y me imagino que a los soldados se les proporcionaría material para el mantenimiento.

Imagino que la ballesta se podía ver afectada por la lluvia, pero no es equiparable a la afección que podía suponer a los arcabuces, que quedarían inutilizados sin más.

Un saludo.

APV dijo...

Había otra parte sensible y con tendencia a romperse de la ballesta: la nuez. Por lo que en casos se recomendaba a los ballesteros llevar varias de repuesto.

Unknown dijo...

Aunque es más de tipo divulgativo, quizás os interese el libro que colgado para descarga gratuita en google books. Os mando el enlace:

http://books.google.es/books?printsec=frontcover&id=svFiEwniTe0C&hl=es#v=onepage&q&f=true

Unknown dijo...
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