Pistolas, arcabucejos y fistoletes

Después que Francisco de Carauajal se hallo en el dicho llano se apeo de su mula bermeja y caualgo en vn buen cauallo bayo y ensillado a la estradiota, y el yua armado de todas armas y vna lança en la mano de buen tamaño, con vn fistolete que lleuaua en el arçon delantero.

Historia de las Guerras Civiles del Perú, de Pedro Gutiérrez de Santa Clara.

Francisco de Carbajal era el maestre de campo de Gonzalo Pizarro. Estamos en Perú en 1546, y a nivel puramente tecnológico, me interesa la referencia del fistolete en el arçon [o arzón] antes que la silla estradiota [que parece ser un silla de armas o de brida, o sea, con estribos largos, pero diferente en su disposición a esta].
La anterior referencia de una pistola empleada en caballería era la de Diego Núñez Alba en sus "Diálogos de la vida del soldado" en relación a las tropas de herreruelos alemanes que lucharon durante las guerras de Esmalcalda. También en 1546-1547. Pero allí la referencia es a "arcabucejos de pedernal muy pequeños", que aunque se entienden que son pistolas, no eran el "meridiano" término "fistoletes" empleado por Santa Clara, nacido hacia 1520 en Nueva España.

Parece que el término fistolete, se derivaría de fístula - no como la herida supurante, sino como el caño o arcaduz, para conducir agua [¿caño/cañón, arcaduz/arcabuz, fístula/pistola?]. Sin entrar a determinar si un caño sería el conducto de mayor tamaño, y sus hermanos, los de menor, parece que hay una relación clara entre la denominación de las armas de fuego - que no dejaban de ser tubos - y los propios tubos para conducir agua.
Aún sin entrar a debatir la lógica de la anterior etimología, basándome en la recurrente apropiación de sonidos existentes para nuevos inventos [recordemos los "carneros de carga" para denominar las llamas andinas] y de la posterior deformación del mismo [¿acaso mimbre y cimbrar no tienen su raíz común en el viejo "bimbre" y vagabundo no es una versión mal escrita del lleno de significado y original vagamundo?] para devenir en la forma aceptada universalmente, lo cierto es que la palabreja tiene su valor en sí misma, pues algo sin nombre propio, es algo que carece de entidad, o lo que es lo mismo, de importancia, o sin ser tan radical, algo que no se diferencia tanto con la otra cosa del cual toma el anterior nombre, como para que merezca tal distinción.

Durante el reinado de Felipe II se emitieron dos pragmáticas contra tales armas: la una de 1558:
"[...] Porque nos fue fecha relación, a causa de haber arcabuces pequeños, con ellos se facian muertes secretas, matando los hombres a traición, y que no servían para otro efecto; mandamos, que de aquí en adelante no se labren en estos nuestro reynos, ni metan de fuera del reyno arcabuces menores de una vara de medir, o quatro palmos el cañón [...]".


la siguiente, de 1591:
"Prohibimos y defendemos que persona alguna destos nuestros reynos ni de fuera dellos sea osado de traer de dia ni de noche, en cualquier lugar o parte dellos, aunque vaya de camino, pistolete alguno que no tenga quatro palmos de vara de cañón; [...]" Reiterando asimismo la anterior prohibición de labrar pistoletes.


Y aunque las dimensiones del cañón puedan ser consideradas excesivas [1 vara = 4 palmos > 80cm] muchas pistolas de caballería tenían 60 cm de cañón y más en esta época, con lo cual, se estaba prohibiendo un arma que en principio era un arcabuz corto, y luego tuvo su entidad propia como pistolete, arma prohibida para el común de los ciudadanos.

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Ordenanza de 1632. Precedencia nacional.

En la Ordenanza de 1632 se recogió como norma escrita lo que venía siendo costumbre: la precedencia en todas las acciones de guerra en los Ejércitos de su majestad sería para las tropas españolas.

Artículo 78. Orden en lo tocante a las vanguardias.
“Y, cuanto quiera que, en lo tocante a las vanguardias, se ha observado (como cosa tan justa y debida) el darlas a la nación española sin que en esto se pueda haber puesto género alguno de dificultad, he resuelto declararlo expresamente por orden. Y, en virtud de la presente, es mi voluntad y mando que en todas las ocasiones sin excepción alguna se le haya de dar y se le dé la vanguardia, sin que contra esto se admita cosa en contrario. Y para mayor declaración ordeno y mando lo siguiente […]”

Mas lo siguiente, antes que copiarlo literalmente, prefiero resumirlo, pues son dos páginas y media, y soy mal copista.
En presidio o guarnición:
Corresponde a la nación española la puerta de más cuidado [o sea, la principal o la de mayor riesgo de sufrir un asalto] el cuerpo de guardia principal, y la ronda y contrarronda de toda la muralla, mientras que las naciones sólo tendrían para guardar un trozo de muralla, sin que se pudieran salir de este, quedando de esa manera bajo la supervisión de los españoles.
El cuerpo de guardia en la casa del capitán general, siendo éste de la nación que fuese, sería compuesto por una compañía española con su bandera, no pudiendo gozar de ese privilegio el resto de cargos [maestres de campo generales, gobernadores…] para los cuales tendrían una escuadra a cargo de un sargento y sin bandera.
En obras de sitio:
La trinchera principal, corresponde a los españoles, y si no hubiera tropas suficientes – como era habitual – puesto que la asistencia a los trabajos de aproche se organiza en turnos por compañía, el primer turno corresponderá a los españoles.
Igualmente, corresponderá a los españoles el primer puesto en la defensa ante las salidas de los de la villa sitiada.
Durante la marcha:
Corresponde a los españoles la vanguardia el primer día de marcha, después – siguiendo la norma de que quien hubiera gozado el primer día de la vanguardia hubiera de pasar a la retaguardia – les corresponderá la retaguardia, turnándose. En caso de ser atacados, los españoles debían mejorar sus puestos – si fuera posible – para gozar de la vanguardia en la defensa.
En combate:
Corresponde a los españoles el cuerno derecho del orden de batalla. En caso de formarse un escuadrón de varias naciones, corresponde el lado derecho, pues este es el primero en caminar, una vez se deshace el escuadrón. En caso de retirada, corresponde a los españoles la retaguardia, que en este caso, es vanguardia, pues siempre es vanguardia el puesto más próximo al enemigo.

Artículo 77. Orden que se ha de tener sobre los que han de mandar y obedecer en los ejércitos
“(…) en todos casos y ocasiones el cargo superior gobierne al inferior sin distinción ni diferencia de naciones. Y en igualdad de cargos prefiera al español (…)”.
Esto último era importante, pues se habían visto casos de desobediencia graves, en que capitanes españoles desobedecían a coroneles valones, y aún entre maestres de campo generales. Aquí se sentenciaba que la obediencia era jerárquica, y no nacional, aunque se mantuviera la preferencia por el español, en igualdad jerárquica.

Se dio orden que estas instrucciones se hicieran llegar a los virreyes, gobernadores, capitanes generales… de los distintos estados, para su publicación y aplicación. En Milán, cuanto menos, la oficialidad del Tercio de Napolitanos del Marqués de Torrecusa, incluyendo el propio maestre de campo, su sargento mayor Pignatelli, y todos los capitanes excepto dos, protestaron hasta el punto de hacer dejación de los cargos, pero tras aclararles el Cardenal Infante que el que se dispusiera que les correspondía un trozo de muralla y no la totalidad, no significaba que no pudieran tener cuerpo de guardia ni puertas que guardar, y que no estarían vagando por las calles, y que en caso de ganar un puesto, tampoco significaba que lo hubieran de ceder a los españoles, se conformaron, y solicitando perdón, retomaron sus cargos.
Como escribía el Cardenal Infante a su hermano el rey: “ en las vanguardias van llanos, que es lo principal”. Al parecer no había oposición en la precedencia española en los ejércitos del rey a niveles generales, salvo pequeñas puntualizaciones en casos concretos.

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Sueldos de Naciones



Recuperando el tema sueldos, en relación a las diferencias entre las distintas naciones que componían el Ejército de Flandes, he analizado la revista del Ejército de agosto/septiembre de 1633 [un año antes de la llegada del Cardenal Infante] y - teóricamente - en pleno proceso de reforma.

Como se puede apreciar en la anterior tabla [compuesta como imagen tendrán que visualizarla en ventana aparte]:
1) Las compañías eran bastante más reducidas que las del siglo XVI. Y paradójicamente, la mayor reducción experimentada era en las antaño "mastodónticas" compañías alemanas, que se contaban siempre por 300 hombres, y hasta por 400 hombres [en la época de Pavía - Mühlberg]
2) El número de oficiales, que no se había reducido, era porcentualmente importante. Los españoles seguían manteniendo su primera plana de 11 oficiales - como mínimo sobre el papel - mientras que los alemanes tenían 15 oficiales por compañía. El resto de naciones mantenía 10 oficiales por compañía.
3) Respecto al coste [expresado en escudos] aunque no había diferencias abismales, los españoles eran los más caros, seguidos por los italianos, encontrando en último lugar a valones y alemanes. Yo entiendo que estas diferencias debían residir en el sistema de ventajas español, y del número de oficiales reformados que compondrían las distintas unidades. Imagino que esto sería extrapolable al caso italiano.
4) Respecto a la composición de la infantería del Ejército, las dos terceras partes serían valones y alemanes.

Observaciones: faltan en la relación las tropas ordinarias de castillos [Gante, Amberes y Cambrai] guarniciones de presidios y fronteras, y las compañías fuera de regimiento.

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La batalla de Mühlberg, 1547

Deshecho el ejército de la Liga de Esmalcalda en noviembre de 1546, formado anteriormente por las tropas pagadas por las villas francas [o libres] comandadas por Sebastián Xertes, Felipe, landgrave de Hesse, y Juan Federico, elector de Sajonia, sólo quedaba en toda Alemania un foco de resistencia – apoyado desde Bohemia – reforzado ahora por el regreso de Juan Federico a su Estado con su ejército en retirada procedente desde Franconia, que Fernando, rey de Bohemia y Hungría y hermano del emperador, auxiliado por el duque Mauricio de Sajonia, sobrino de Juan Federico, no llegaban a dominar.

En primera instancia, envió el emperador Carlos al marqués Alberto de Brandemburgo, con infantería [4500 infantes en 18 banderas] y caballería [1800] alemana. Fernando contaba con 2.000 caballos y Mauricio con 1.500 en sus campos en Dresde y Freiberg, junto con su infantería repartida además en Zuibeck y Leipzig.
Se suponía que así quedaban rodeadas las tropas de Juan Federico, que contaba con 10 mil infantes [36 banderas] y 4 mil caballos, y que se le impedía campear a gusto.

Para apretar al elector en mayor grado, se apercibió al Tercio de Hungría del maestre de campo Álvaro de Sande, y al marqués de Mariñan con los 2.500 alemanes [8 banderas] de su regimiento, pero este envío de tropas se detuvo, pues el emperador tomó resolución de caminar con todo su campo a Sajonia, estando su persona en Ülm, viendo que “el Rey y el duque Mauricio sostenían esta guerra, guardando las fuerzas principales , y no sacaban la gente dellas para tentar otra vez la fortuna”. Evidentemente, resultaba necesario ser más resolutivo que hasta la fecha.

Juan Federico no obstante, fue quien pasó a la acción, y acudió a la villa donde se alojaban las tropas de Alberto. Envalentonado el marqués de Brandemburgo, salió a campaña con sus caballos atacando a Juan Federico, en lugar de plantear la defensa del lugar, con el resultado de ser rotas sus tropas, y él, apresado. Mientras tanto, Juan Federico aún tuvo oportunidad de enviar – detrayéndolas de sus tropas – un refuerzo a Bohemia a cargo de Thomas Sier [Thumeshierne], con 3.500 infantes [12 banderas], y 600 caballos.

Del campo imperial, el ejército comandado por Ottavio Farnese, duque de Parma, nieto del papa Paulo III, quien pagaba dichas tropas, se había retirado a los estados del papado, enflaquecido por las deserciones y muertes de sus soldados [de unos 10 mil infantes con que acudió en julio de 1546, quedaba con poco más de cuatro mil cuando se invernó].
Las tropas que el conde de Buren había conducido desde los Países Bajos, había ordenado el emperador se retirasen de vuelta a sus Estados, con orden de tomar por el camino Frankfurt, dejando algunas compañías para guarnición de las villas que acababa de pacificar en las regiones de Baviera y Franconia.

Quedábanle a Carlos los españoles en los tres tercios: el del Reino [de Nápoles] el de Hungría y el de Lombardía, disminuidos la suma de los tres a seis mil españoles, de los ocho mil con que se contaba en el verano de 1546. Tenía además tres regimientos de infantería alemana, dos viejos [levados el verano anterior] , los de Mariñano y Madrucho, y uno recién levado por un caballero de Suevia, llamado Hanzbalter.

La caballería la componían por parte italo-española 300 hombres de armas de Nápoles y seiscientos caballos ligeros, incluyendo algunas compañías de arcabuceros a caballo, y mil caballos tudescos.

Hombres de armas españoles pasando la revista o alarde, antes de embarcarse para la jornada de Túnez [año de 1535]. Tapiz número 2 de la serie de la Conquista de Túnez de Vermeyen.

Con esta gente se partió, adelantándose el duque de Alba para acomodar al emperador en Nuremberg, pasando después a Eguer donde se reunieron con las tropas de Fernando [800 caballos alemanes y 900 húngaros] Mauricio [1000 caballos] y Juan Jorge de Brandemburgo, hijo del elector [400 caballos]. Estos sólo unieron la caballería a su campo, pues dejaron la infantería guardando las villas de Sajonia que estaban en su poder.

Caballería ligera húngara en un cuadro representando la batalla de Orsha [1515]. Según el relato de Diego de Ávila, estos "caballos húngaros, que á mi juicio son de los mejores caballos ligeros del mundo, y así lo mostraron en la guerra de Sajonía en el año de 46, y agora en esta de 47. Las armas que traen son lanzas largas , huecas y gruesas, y dan grande encuentro con ellas; traen escudos ó tablachinas hechos de manera, que abajo son anchos, y así lo son hasta el medio, y del medio arriba por la parte de delante vienen enangostándose hasta que acaban en una punta, que les sube sobre la cabeza ; son  acombados como paveses ; algunos traen jacos de malla. En estas tablachinas pintan y ponen divisas á su modo, que parecen harto bien ; traen cimitarras y estoques juntamente muchos dellos, y unos martillos en unas astas largas, de que se ayudan muy bien". En el cuadro no se aprecia que sean lanzas gruesas, más bien lo contrario, pero las "tablachinas" quedan bien retratadas.

El duque de Sajonia tenía su campo en Maizen [6.000 infantes, 3.000 caballos y 21 piezas de artillería] y tras finalizar la Semana Santa, las tropas imperiales marcharon en su persecución, por no darle comodidad para avituallarse, ni para poner villas en contribución. Era fundamental , tal y como había probado la campaña del año anterior, acosar al enemigo y hacerle vivir con estrecheces, aunque eso supusiera pasarlas también uno.
Durante la marcha, y dado que había muchas tropas repartidas fuera de campo parciales al de Sajonia, hubo varios encuentros menores, escaramuzas con tropas alojadas en diversos puntos del recorrido, rompiendo hasta 14 banderas de Juan Federico.
Asimismo, cuatro banderas de infantería alemana del duque Mauricio, teniendo asegurada la retaguardia, se unieron al campo que avanzaba.

Estando el emperador con sus tropas a 3 leguas [1 legua española = 5000 varas = 4.179 metros] al oeste de Maizen, se envío caballería a reconocer la zona, teniendo noticia que Juan Federico estaba alojado en dicha villa, la otra parte del río Elba [el Albis de los romanos] habiendo quemado los puentes que lo cruzaban en ese punto. Dejando descansar las tropas un día, el de San Jorge, después de 10 de marcha, tuvieron noticia de que los de Juan Federico marchaban hacia Wittenberg siguiendo la orilla derecha del Elba.

Los arcabuceros a caballo del capitán Aldana que habían ido a reconocer, descubrieron que el enemigo se alojaba cerca de una villa llamada Mühlberg [Milburg para los cronistas españoles de la época] , y que por allí traían noticia de la gente de la tierra de que había vado, aunque ellos hubieran cruzado el río con sus caballos a nado.
El emperador dio orden de que el río debía cruzarse por vado o puente y combatir con el enemigo sin aguardar a que marchara más lejos. Evidentemente, estos podían defender el paso sin demasiada dificultad, teniendo pie firme en la orilla contraria, pero las ordenes se acataron, y partiendo la artillería y las barcas del puente por el día, fueron siguiéndolas aquella noche la infantería y caballería imperial, para plantarse frente a la villa de Mühlberg, la otra parte del río.

Carlos V, inmortalizado por Tiziano siguiendo la descripción del propio Luis de ÁvilaIba el Emperador en un caballo español castaño oscuro, el cual le había presentado mosiur de Ri, caballero del orden del Tusón, y su primer camarero ; llevaba un caparazón de terciopelo carmesí con franjas de oro , y unas armas blancas y doradas, y no llevaba sobre ellas otra cosa sino la banda muy ancha de tafetán carmesí listada de oro , y un morrión tudesco, y una media hasta , casi venablo, en las manos.

A las 8 de la mañana del domingo 24 de abril, víspera de San Marcos, estaban repartidos los cuarteles, quedando entre el enemigo y el campo imperial el río y una franja de bosque ribereño que impedía que los de Sajonia tomasen noticia visual de sus perseguidores.

Mientras el Emperador, el rey de Romanos y el duque Mauricio paraban a almorzar en un casar cercano llamado Schermeser o Xefemeser, el capitán general del Ejército de Alemania, duque de Alba enviaba corredores a tomar gente plática de la tierra, por tal de hallar el famoso vado del cual les habían dado noticia podrían cruzar el río, y tentando el cruce en varios puntos.
Asimismo, envió 100 arcabuceros españoles y cuatrocientos caballos ligeros húngaros a reconocer la villa de Torgau, la cual tenía puente para cruzar el Elba: en caso de que se considerase fácil tomarle, se optaría por ello, y se cruzaría el río por dicho puente.
Finalmente, hallaron un joven villano el cual se ofreció a indicar el vado y a responder de la bondad del cruce acompañando al ejército, deseoso de tomar venganza, pues el día anterior le habían “incautado” los sajones una pareja de caballos.
Otro aldeano confirmó que Juan Federico estaba alojado con su campo en Mühlberg, despejando todas las dudas que se pudieran tener de la empresa.


Se reconoció el lugar donde los rebeldes tenían su campo, con su puente de barcas orillado a su parte, que dividido en tres secciones, hacían llevar río abajo para aprovecharse de él cuando les fuera conveniente.
En este tramo donde se hallaba el vado, la orilla que pertenecía al campo imperial, hacía una playa rasa y despejada, mientras que entre el bosque y esta ribera, había una zona extensa descubierta, con el único resguardo de algunas manchas boscosas.
La orilla enemiga, sin embargo, era bastante pendiente, y la arcabucería y artillería sajona gozaban asimismo, de la existencia de un muro “como los que se hacen para cercar heredades”, que otorgaba al sitio una enorme ventaja.
En ese instante, comenzó la artillería rebelde a disparar a las tropas que acompañaban al duque, informando este al emperador de la información que había sumado.

Se ordenó que cinco piezas de la artillería imperial avanzasen hasta las manchas boscosas, resguardándose en ellas, haciéndola acompañar de unos 800 [o 1.000] arcabuceros españoles, conducidos por el propio emperador, mientras que el resto de las tropas quedaban escuadronadas en el cuartel que se le había señalado.
Los sajones, protegiendo sus tramos de puente, hicieron ponerse arcabuceros en las barcas de éste, pero saliendo los arcabuceros españoles de la protección de los árboles, y metiéndose hasta el agua a los pechos, tirándole arcabuzazos, auxiliados de las piezas de artillería, los hicieron que, cobrasen tanto miedo, que no osaban asomar las cabezas de debajo de las tablas.
Se reforzó con otros mil arcabuceros a cargo de Álvaro de Sande la escaramuza, de manera que se mantuvo un fuego constante sobre las barcas y la otra ribera.

En Torgao, la artillería de la villa había comenzado a disparar sobre el trozo de gente que había sido enviado a reconocer, por lo cual – como más tarde se conoció – Juan Federico de Sajonia entendió que los que escaramuzaban en el río eran una división del ejército imperial – no pudiendo ver, como queda dicho atrás el campo imperial situado tras el bosque – y que cruzando el puente por Torgau, y el río por aquel punto uno y otro cuerpo, le tomarían en medio, por lo cual decidió que era mejor retirarse río abajo, antes que ofrecer resistencia en aquel punto, sabiendo que tenía menos gente que la que traía el emperador, y que las levas en Bohemia y Pomeramia estaban en tal estado que pronto podría juntar casi 40 mil hombres.

Juan Federico dio orden que su campo comenzase a caminar, el puente que navegase río abajo, y la artillería y infantería por tierra, seguida por la caballería. Llegada este orden a la defendida ribera, los ánimos se vinieron abajo.

Evaluando la longitud del tramo de río a salvar [de unos 300 pasos, lo cual hace replantearse o la pulcritud de la estimación, o el alcance de los arcabuces] y la del puente propio, se interpretó que sería necesario tomar un tramo del puente contrario para emplearlo para el cruce – imprescindible cuanto menos para la artillería, tren de municiones y bagaje - del cual dos tramos estaban próximos, mientras que el otro quedaba río arriba.

Desnudándose un español , y sujetando la espada con los dientes, se tiró al agua, nadando hacía el puente de barcas, siguiéndole otros dos, y a estos dos, otros siete.

Batalla de Mühlberg - con los españoles a nado cruzando el Elba [Albis] con los espadas en la boca - según grabado de la edición latina del comentario de la guerra de Alemania de Luis de Ávila y Zúñiga Commentariorum de bello Germanico e Carolo V Caesare maximo gesto, libri duo, de 1550 de la Biblioteca Històrica de la Universitat de València. Es muy esquemático - teniendo en cuenta la calidad de los grabadores flamencos del XVI - pero contiene los elementos más importantes de la jornada. 


[Interludio de los “Diálogos del Arte Militar”, de Bernardino de Escalante:
Don Manuel: ¿Cómo se llamaban los soldados […] que pasaron el Albis?
Capitán: Cierto que no lo sé, que aún hasta en esto tenemos poca ventura los Españoles que seguimos la guerra, de no haber quien escriba los hechos valerosos, y los nombres de los que los hacen […] ]

Pero resulta que el cronista Bernabé de Busto, como quien estuvo presente y los conoció a todos por sus nombres, sí que había dejado escritos en su crónica, inédita hasta 1938, los nombres de los once españoles que pasaron el Albis:

Alonso de la Cueva de Jaén, Jirónimo Sierra de Mallorca, Francisco Centeno de Ciudad Rodrigo, Juan Artes de Valencia, Pero Ollero de Toledo, Francisco de Salinas de Anaya, Sanjuan de la Puebla, Gómez de Robledo de Villa Robledo,
Juan de Bolea de Guadalajara, Francisco Gregorio, Diego Marroquin.

Además de estos infantes de los reinos de Castilla y de Aragón, se añadieron a la empresa otros tres infantes que con la armadura puesta, y a lomos de sus caballos, empujaron a sus monturas a meterse en el agua. Encabritándose el primero de ellos estando en parte que era necesario nadar, cayó uno de los infantes y se ahogó, arrastrado por el peso de las armas, retornando los otros dos a la orilla.
Llegando a las barcas los diez soldados desnudos, no sin el peligro de los arcabuzazos que les tiraban desde la ribera, no encontraron demasiada resistencia en ellas, habiendo muchos de los soldados que guardaban el puente de barcas abandonado sus puestos por ganar la orilla de su campo y salvar la vida. Los españoles tomaron los dos tercios del puente de barcas, y las trajeron a la orilla imperial.

Tropas de caballería ligera española, italiana y húngara habían tentado el vado un par de ocasiones acompañadas por el villano alemán conocedor de él, pero habían tenido que retirarse dada la fortaleza de la posición enemiga. Sin embargo, en la tercera ocasión, estando los rebeldes en retirada, consiguieron cruzar el río, teniendo que nadar los caballos un pequeño tramo, caminando el resto del cruce.
Esta caballería llegó a la retaguardia del enemigo que marchaba, acometiéndola, pero la caballería enemiga se revolvió, y siendo superior numéricamente, hicieron que los caballos ligeros imperiales se retiraran, consiguiendo muchos de ellos cruzar de nuevo el vado, esta vez, en sentido contrario.

No obstante esta resistencia ofrecida al primer intento de cruce, la orilla contraria estaba prácticamente ganada, estando en retirada el ejército de Juan Federico.
Comenzó de inmediato a formarse un puente de los dos tramos que se habían ganado del enemigo, sumados al puente de barcas del campo imperial – que cabe recordar, se traía desmontado transportado en carros.
Se apercibió la infantería, siendo la prioridad de cruce para la infantería española, que había de ser seguida de los tres regimientos de alemanes, quedando de guarda del campo – que había de proteger la retaguardia del embarque – tres compañías de alemanes de cada regimiento y 500 caballos alemanes [la mitad del marqués Alberto – que dijimos había sido prisionero - y otros tantos de su hijo el marqués Juan Jorge de Brandemburgo].

El duque de Alba ordenó que toda la caballería ligera [húngara, española e italiana] cruzara el vado con un arcabucero a la grupa. Seguidamente, cruzaron los hombres de armas de Nápoles, y la caballería del conde Mauricio. Con esta gente cruzó el emperador a caballo el río metiéndose en el agua, acompañado del villano que indicó el vado, haciéndole dar al cruzar dos caballos – igual número que le habían robado – y 100 escudos en recompensa por su guía.
Dejando la caballería ligera a los arcabuceros que habían pasado, se adelantó toda la caballería en persecución del enemigo, mientras el puente continuaba montándose.

Se reconoció Mühlberg, por tener certeza que no se habían dejado tropas que pudieran emboscar a los imperiales, y teniendo seguro esto, comenzó a picarse en la retaguardia de los rebeldes, que como decíamos, quedaba en manos de la caballería, la cual se revolvía, protegiendo a los dos escuadrones de infantería.
Las tropas de Juan Federico estaban compuestas por unos 6.000 infantes y 2.700/3.000 caballos, repartidos en nueves estandartes.

La caballería imperial iba dividida: vanguardia a cargo del duque de Alba, y el emperador y su hermano en batalla [cuerpo principal] con dos escuadrones retirados a la derecha de esta, no fuera caso que la vanguardia fuese rota y la retirada deshiciese su formación.
El duque de Alba iba gobernando cuatro escuadrones de caballería. El primero del príncipe de Salmona con Antonio de Toledo, llevando 400 caballos ligeros y 100 arcabuceros a caballo. El segundo de 500/450 caballos ligeros húngaros. El tercero los del duque Mauricio, 600/800 hombres de armas y 200 herreruelos. Y el cuarto, los 220/300 hombres de armas de Nápoles a cargo del duque de Castrovillar. A este caballería se le había añadido infantes de a caballos que habían cruzado el río por cuenta y riesgo.
El emperador y su hermano llevaban dos escuadrones: uno de 400/600 lanzas y 300/400 herreruelos, y otro de 600 lanzas y 300 herreruelos.
El arcabucería que había pasado a las ancas de los caballos, caminaba a cargo de Alonso Vivas, pero evidentemente, el paso era tal que quedaron atrasados.

Caminadas tres leguas, el enemigo se detuvo, ordenando Juan Federico una carga contra la caballería de la vanguardia imperial, de manera que rompiéndola, tuvieran tiempo para atrincherarse un bosque cercano, desde donde podrían retirarse con mayor seguridad o guardar posición fuerte para combatir.
Cerrando el orden la caballería imperial, la batalla - la segunda línea - vino a estar próxima de la vanguardia - la primera línea. Tras cruzar un arroyo, los escuadrones de la batalla y los de la vanguardia se colocaron en línea, preparándose para dar una carga sobre el enemigo.
Los húngaros por la derecha, reforzados por los herreruelos del duque Mauricio dieron la primera carga sobre una manga de arcabuceros, y tras esto, el duque de Alba dio orden se tocaran las trompetas en señal de carga general, cargando al grito de "España, Imperio", guiando él mismo los hombres de armas de Nápoles.
La caballería enemiga fue rota, y puesta en retirada, siendo a continuación deshecho el escuadrón de infantería que estaba en segunda línea.

los dos esquadrones de gente de armas se avian juntado en vn cuerpo con boluntad de esperar mas viendo los nuestros venir con tanta fuerça de tal suerte desfallecieron que apenas sostubieron el primer enquentro sin ser desvaratados y bueltos en vyda y ellos mismos entrando por su ynfanteria los abrieron. Los piqueros como se vieron rotos procuraron de se rehazer, pero no les dio lugar la cavalleria que se metió por medio hiriendo y matando muchos dellos, de modo que viendose perdidos no hizieron mas que derribar sus armas en el suelo y ponerse a la merced de los que con ellos topauan dándoles la victoria en las manos sin otra pelea
Crónica de Bernabé de Busto

A partir de aquí, fue dar el alcance: correr el duque de Alba tras la caballería en retirada durante más de tres leguas, y los escuadrones del emperador y del rey de Hungría, dedicarse a arrollar y perseguir la infantería por una legua.
Juan Federico fue apresado, y de su campo se contabilizaron 2.500 muertos [dos mil infantes y 500 caballos] y 1.000 prisioneros, no muriendo del bando imperial entre 30 y 50 hombres de a caballo. La infantería no tuvo tiempo de llegar, sino para participar las tropas de Sande para guarda de los prisioneros, durmiendo aquella noche la infantería que hubo de cruzar el Elba por el puente a una legua del lugar de la rota.

El duque Mauricio fue preso. Su captura fue disputada por tres soldados, uno italiano, otro húngaro, y el capitán del tercio de Hungría Juan de Solís, aunque al parecer, lo había apresado un alemán. El duque quedó en custodia del capitán Juan de Guevara.

Esta escena, plasmada en la edición de 1681 de la Historia de la vida y hechos del emperador Carlos V por fray Prudencio de Sandoval, cronista real, está basada en uno de los Triunfos de Carlos V, libro elaborado entre 1556 y 1575. Como el original, no acierta a reflejar la fisonomía del duque de Sajonia, pero amén de este detalle, tampoco retrata con fidelidad la escena original, pues el duque Juan Federico no llegó a desmontar de su caballo. Según Bernabé de Busto, el duque quando se vio ante Su Magestad hizo asentimiento de se querer apear para le vesar la mano mas como fuese tan corpulento y pesado no se puede mover sin gran travajo, por eso el Enperador tocado de los efectos humanos conpadeciendose con alguna manera de su calamidad, vencida la saña de la misericordia le mando que se estuviese quedo. Sin duda, la imagen que se quería transmitir en la imagen, con el duque apeado, era la de un vasallo rebelde rendido ante su señor que se hallaba imponente en hábito de hombre de armas con su caballo bardado y encubertado acompañado de su hermano Fernando, rey de Romanos. 

Apéndice

Tropas de infantería española, Nuremberg a 21 de septiembre de 1546:

Tercio de Hungría a cargo de Álvaro de Sande, 2270 infantes

Maestre de campo y capitán de una compañía: Álvaro de Sande

Capitanes:
don Alfonso de Porto Carrero
don Guillermo de Rocafull
Diego García de Sande
García de Sarmiento
Alfonso de Navarrete
don Felipe de Viemont/Viamonte
Antonio Moreno
don Francisco de Ávila
Villandrade
Juan de Solís
Antonio de Figueroa


Tercio de Lombardía a cargo de Diego de Arce, 3290 infantes

Maestre de campo y capitán de una compañía: Diego de Arce

Capitanes:
Conde de Novelara
don Alfonso Osorio
Beltrán de Godoy
Antonio Esquivel
Juan Navarro
don Mendo de Benavides
don Juan de Guevara
don Fernando de Acuña
Luis Quijada
Cristóbal Quevedo


Tercio de Nápoles, a cargo de Alonso Vivas, 3260

Maestre de campo y capitán de una compañía: Alonso Vivas
su alférez, Nofre de Rocafull [o Rocafulla], muerto durante la campaña, era un caballero valenciano

Capitanes:
don Fernando de Toledo
Luis Vélez
Gaspar de Madrones
Diego o Jaime Puzol
García Valcazar
Martín de Toro
Antonio de Varientos o Barrientos
Diego Vélez de Mendoza
don Juan de Urrias [puede que Urrea]
Gonzalo de Ulloa
Luis de Varientos.


Cuatro compañías de infantería que vinieron de Flandes con el conde de Buren en las que había 700 hombres, conducidas por Puente Hurtado de Mendoza.

De estas cuatro compañías se tomó muestra el 15 de julio de 1546 en Kraainem, según investigación en archivo realizada por el profesor Raymond Fagel. Había 756 soldados, de los que 75 no eran españoles y 646 aptos para el combate. Lo más probable, es que fueran reformadas o integradas en los tercios de Nápoles, Lombardía e Hungría.

Del tercio de Lombardía, Bernabé de Busto no dice que fueran bisoños, pero como habían "estado de guarnicion en el rreyno [de Nápoles] ociosos y quedos, avialos algo amolentado el vicio de la tierra, y no estaban para sufrir tanto trabajo". A pesar de no ser soldados que venían de guerra viva, como los del tercio de Hungría, "en lo que les pusieron siempre hicieron bien".




Bibliografía:

FUENTES PRIMARIAS:
Diálogos de la vida del soldado, Diego Núñez Alba. 1552
Comentarios de la Guerra de Alemania, Luis de Ávila y Zúñiga. 1548

EXTRACTOS:
Testigo de Mühlberg, José María García Fuentes, Chronica Nova 6, 1971.
La crónica completa de Bernabé de Busto, fue publicada en 1938 en un libro alemán titulado Geschichte des Schmalkaldischen Krieges.


Los títulos son de autores contemporáneos, testimonios de primera mano. Uno, el del soldado Núñez Alba, que como militar y persona ajena a la corte de Carlos V puede realizar unas aportaciones desde un punto de vista menos laudatorio y más técnico. El otro, Luis de Ávila y Zúñiga, gentilhombre de cámara de Carlos V, un cronista oficial que omitirá en su relación acerca de las guerras de la liga de Esmalcalda cierta información que el menos comprometido Núñez Alba no dudará en plasmar en su libro, como los asesinatos de soldados desertores italianos a manos de alemanes al servicio del Emperador, los desvalijamientos de españoles también a manos de alemanes, el abandono a su suerte de soldados sacomanos o forrajeros tras el traslado del campo, o el conato de batalla campal que entre españoles y alemanes hubo, sólo atajado por la propia intervención de Carlos y otros sucesos y vivencias que o bien no interesaban plasmar en una crónica oficial, o que simplemente, no interesaban, pues eran propias de la soldadesca y ajenas al entorno cortesano.
Ahora bien, la posición privilegiada de Luis de Ávila la cual le hace gozar de un acceso de primera mano a la persona del emperador, otorga a su testimonio un papel insustituible, en tanto un soldado como Núñez Alba poco podía saber acerca del proceso de toma de decisión de su ejército o de las negociaciones o conversas que se podían mantener con aliados o enemigos.

Respecto a las cifras de las tropas:
Luis de Ávila siempre da la infantería alemana en banderas y la caballería en números redondeados a la centena.
Por lo que interpreto, Núñez Alba recoge las cifras de banderas reportadas por Ávila y las traduce a infantes [contando más o menos 300 infantes por compañía alemana; lo que no parece un desacierto, ya que en este época se contaba con entre 300 y 400 soldados por compañía, pero puede que sí una sobreestimación] redondeando la cifra a múltiplos de 500. Ofrezco las cifras de ambos cronistas, mas en caso de discrepar seriamente, he optado por las de Ávila; es difícil que un soldado como Núñez Alba tuviera de primera mano esta información.

Respecto a los nombres propios: muchos son aliteraciones españolas del sonido alemán.


Sotalférez = Abanderado

Leyendo "Vida y hechos de Estebanillo González", que aunque Albi de la Cuesta lo presentaba en su bibliografía como libro de autobiografía de soldado es una novela picaresca, un "Lazarillo de Tormes", he leído acerca del sotalférez.

Aunque en un momento lo escribe como sota alférez, y en otro sotoalférez, el puesto que ocupaba el autor que narra su autobiografía era el de abanderado, o sea, portador de la bandera, que es un puesto que queda definido en el organigrama de los Tercios, y que ya hemos comentado.

Sea como fuera, a Estebanillo cuando lo despidió su amo - el alférez Felipe Navarro del Viamonte, del Tercio de Sicilia [estamos en 1619-1621] - y le reclamó el dinero que le adeudaba, habiéndose alistado con 13 años, obtuvo la respuesta que sigue:
"El ser abanderado es oficio de la primera plana, cuyo sueldo tira el alférez [...] a los abanderados no se les da otra cosa que comer y beber y un vestido cada año".

Efectivamente, Martin de Eguiluz se quejaba de los muchachos "que cogida su bandera a cuestas, apenas la pueden llevar", y recomendaba que no se pagase el sueldo del abanderado al alférez, sino que se diera a aquel en mano, pues aquella paga "no es de juro del alférez, ni le ha de meter en cuenta de su sueldo".


Los abanderados son necesarios para llevar las banderas, porque entre la nación Española los Alféreces no las toman, si no es para pelear con ellas, o cuando van sus capitanes delante con las compañías a las
guardias, o a pasar delante del Rey, o del Capitán General. Por ello conviene que los tales abanderados, sean hombres bien tratados, de buenas disposiciones, y fuerzas, porque nunca deben llevar las banderas
a los hombros, sino de camino, y entonces siempre ha de ir una levantada, de manera que los soldados la vean, y las demás revueltas a las astas, se pueden llevar a los hombros. Cuando los Alféreces las
llevaren, deben de rato en rato levantarlas, y jamás arrastrarlas, ni dejar que toquen en tierra, porque representan poder real con instrumentos para dar órdenes visibles: son señales de la unión, y hermandad que ha de haber entre los que la siguen. Que si antiguamente cuando alguna bandera caía en tierra, se tenía por mal agüero, y todos acudían con gran diligencia a levantarla, no es bien que adrede las arrastre nadie.
Disciplina militar de Sancho de Londoño. 1568

En su "Teorica, practica, y exemplos compuestos por el Capitan Bernardino Barroso", impresa en 1622, el autor explica al detallar como ha de formar la compañía al entrar al cuerpo de guardia, como se ve pasar al:
Alférez, que entra a hora bien armado con su bandera terciada, al ombro derecho, cogidas las puntas, y cabos de la bandera con la mano sinisestra, lleuando delante su abanderado con su venablo al hombro y ni mas,ni menos su atambor ypifano, y entiendese que el abanderado ha de ser hombre, ya hecho con su espada, y no se consienta que sean los tales abanderados muchachos rotos, y sin espada y apenas çapatos, como en la paz, le he yo visto a ojos del General

En la Ordenanza de 1632 se indica:
34. Y, porque, siendo las banderas la principal insignia de mis ejércitos, importa a la decencia della que los abanderados que la llevaren, cuando se marcha o los alféreces se ponen a caballo, sean personas de mejor hábito y de más porte del que se ha acostumbrado y que traigan espada, ordeno y mando que se haga así en lo de adelante y que por esta razón se les crezca algo el sueldo que se ha dado a los de hasta aquí.

En 1685 se indica que el abanderado llevará un venablo mientras que el alférez ocupa el centro del escuadrón con la bandera cuando se entra al cuerpo de guardia. En combate, el alférez serviría con una pica, y el abanderado mantendría la bandera en el centro del escuadrón. 

Infantes a caballo

Aunque las tropas de los Tercios fuesen infantería que combatían y se desplazaban a pie, quien pudiera permitírselo - normalmente, como mínimo los oficiales - disponía de un caballo para desplazarse durante las marchas. 

Únicamente el sargento mayor - así como sus dos ayudantes [en primera instancia sólo tuvo uno] - podían, y debían, acudir a la batalla a caballo, para poder repartir las órdenes al escuadrón. 


Mozos desembarcando un caballo de una nao a un batel, durante la jornada de Túnez en 1535. Cartón nº3 "Desembarco en La Goleta", de la serie de cartones realizados por Jan Cornelisz Vermeyen entre 1546 y 1547 [Kunsthistorisches Museum Wien]



Aún así, era frecuente que en los Tercios hubiera caballos: 

[El duque de Alba] envío hasta cuatrocientos arcabuceros españoles a caballo en los caballos que se hallaron en la infantería 

Extracto acerca de las guerras de la Liga de Esmalcalda en "Diálogos de la vida del soldado Diego Núñez de Alba". 


En Lombardía, año de 1559, el gobernador duque de Sessa, dio una instrucción, indicando que se debía tener 8 caballos cada 100 infantes, pero indicaba que en ese número debían estar incluidos los de los oficiales.

Cabe tener en cuenta, en todo caso, que era una instrucción para estar de guarnición en presidios, y no para ir en campaña:


[h]a se de tener ocho cauallos en cada cien ynfantes y a este rrespeto se a de dar para cada cavallo una arroba de feno y dos libras de paja y es de advertir que en cada compañia que vbiere docientos ynfantes o mas o menos se les ha de dar la rracion para los dichos cauallos a la rrata y que en este numero van comprehendidos los cauallos de los capitanes, alferezes, sargentos, y los otros oficiales, de manera que en una compañia de docientos ynfantes no se les de rracion para mas de diez y seis ca[ua]llos con tal que ninguno pueda ir a forraje so pena de perder las vestias y de ser los moços açotados y que el oficial o soldados que le enviaro[n] pierda la paga de un mes cada vez que contraviniere esta orden

Orden para los presidios de Lombardía sobre alojamiento, servicios, servidores de los soldados, caballos. Milán, 15 de septiembre de 1559



Martín de Eguiluz avisaba contra los capitanes que acudían con su caballo a la batalla, y recomendaba que marchando fuesen los menos a caballo. 

El mismo autor recomendaba, no obstante, que hubiera 15 caballos arcabuceros por compañía, habiendo en un Tercio por tanto, 180 caballos, que serían buenos para realizar reconocimientos, entre otros menesteres. 

Evidentemente, los caballos eran imprescindibles para el menester antes apuntado, pero también para transmitir órdenes e informaciones entre trozos del Ejército, ya fuera durante la batalla, o más comúnmente, durante la marcha. 

Lo cierto es que el ejército o trozo, debía dividirse de ordinario para desplazarse, y entre la vanguardia y la retaguardía podían existir varios kilómetros de diferencia. 

A niveles menores, de un solo Tercio, o varias compañías que estuvieran alojadas en determinado lugar, también eran muy necesarios los caballos para mantener la comunicación entre los distintos alojamientos, o una vez en marcha, para realizar reconocimientos de pasos. 

Estos caballos eran imprescindibles, y sin embargo, podían ser un problema si se tenían en gran número. 

Francisco Valdés daba instrucciones acerca de este punto: los infantes - teniendo como ejemplo a sus capitanes - debían caminar media milla o una completa al salir o entrar del alojamiento, pudiendo marchar a caballo en este intervalo. 

Los caballos serían llevados a parte, para después ser montados, ocupando los soldados que los montan un espacio detrás de su arma [arcabucería o piquería] mientras que sus mozos reservarían su lugar en el orden de la marcha, de manera que si fuera necesario formar escuadrón para luchar, se recuperase el orden de manera más efectiva, desmontando los soldados y acudiendo al puesto "reservado" por sus mozos. 



Cuando la infantería del ejército de Flandes se embarcó en 1588 para la jornada de Inglaterra, vendieron sus caballos, pues no podían embarcarlos, al contrario que - naturalmente - las tropas de caballería: 

 "teniendo por cierta la embarcación , se habian deshecho en este medio de la mayor parte de su bagaje, y vendido sus rocines ó razas , que ellos suelen llamar caballos pequeños y de poco servicio, útiles para la infantería , que no poco ricos quedaron los labradores de los países de Brujas, Ypre y Fornambaque, porque los soldados los vendian á menos precio que harta falta les hicieron después". 

Guerras de Flandes y Francia en tiempo de Alejandro Farnese, por Alonso Vázquez


Así pues, habrían perdido esta asistencia por el embarque, o habrían de haberse coordinado de manera más estrecha con la caballería ordinaria del Ejército para asegurarse de las tareas apuntadas de reconocimiento y comunicaciones. 

Preferencia por el arcabuz. ¿Desdén hacia la pica?

Una faceta a destacar de los Tercios era la temprana preponderancia del arma de fuego sobre el arma de asta: así, el arcabuz era el arma por antonomasia y la pica quedaba relegada a un segundo plano, mientras que en otras naciones [alemanes y suizos] parecía estar más equilibrado.

En teoría, un tercio contaba con 10 compañías de piqueros y 2 de arcabuceros [1560-1632]

Descontada la primera plana [11 miembros] las compañías de piqueros tendrían 159 piqueros, las dos terceras partes [Parker comenta que la mitad de los piqueros serían coseletes y el resto picas secas] y el denominado "tercio de arcabuceros", o sea, que la tercera parte de la compañía de piqueros serían arcabuceros.

Las compañías de arcabuceros estarían formadas, en teoría, por 214 arcabuceros, más 25 coseletes alabarderos, aunque algún autor recomendaba que estos coseletes portaran una media pica.

A partir de 1567, en todas las compañías se incluirían 15 mosqueteros, pues fue la fecha oficial de adopción en campo [por lo menos en Europa] de este arma.

Si contamos el Tercio teórico a partir de 1567, el resultado sería el que sigue, detrayendo los mosqueteros de los piqueros:
1443 piqueros [coseletes y picas secas o sencillas]
1194 arcabuceros
180 mosqueteros
50 coseletes alabarderos

En esto vemos un cierto equilibrio que tiende a que la mitad, más o menos, de los efectivos manejen armas de fuego, y el resto sean piqueros.

Y sin embargo...

Ya sabemos que el teórico rara vez se cumplía en esta milicia, y que eran habituales los Tercios con más de 12 compañías, y con menos de tres mil hombres.

Francisco de Valdés indica en un ejemplo de 1568/1569, que en Flandes, los Tercios de Nápoles [con 600 picas], Lombardía [320 piqueros] y Sicilia [280] no sumaban más de 1200 picas, eso para un total de unos 7000 hombres, más o menos. Con lo que la proporción no llega ni con mucho a la mitad teórica anunciada.

El propio duque de Alba denunciaba en 1567, durante los preparativos de la marcha de los Tercios desde Italia a Flandes, la falta de piqueros que había en los Tercios:
"suplico á V. M. que en las primeras naos que partan de Vizcaya para Flandes, mande V. M. cuatro mil picas porque va esta infantería con tan pocas y tanta arcabucería , que por cierto tengo que no podríamos hacer escuadrón, y no he osado forzallos á que las tomen acá porque no se me huyan mas de los que lo han hecho , que es tan gran número á lo que los maestros de campo me dicen , que estoy espantado".

Efectivamente, las picas eran muy necesarias para formar escuadrón, siendo la amenaza de la caballería el factor determinante para la mayor o menor importancia del escuadrón de las picas, pero fuera como fuese, era este arma y soldado una pieza fundamental del esquema.

Cuando se creó el segundo Tercio de Lombardía en 1539, producto de la reforma de otros tres Tercios que en estas provincias estaban, el Tercio que contaba con dos mil hombres en 8 compañías, sólo tendría una compañía de arcabuceros, y el resto, serían de piqueros. Lo que indicaba el Marqués del Vasto en su instrucción, en referencia al tema que comentamos, era que no hubiera en las compañías de piqueros más de la tercia parte de arcabuceros, y que con estos, y la compañía de arcabuceros de don Ramón de Cardona [que él calcula sumarían un total de seiscientos] serían suficientes, y que el resto de arcabuceros existentes debían ser "reformados" tomando estos las picas, y que en caso de no querer, fuesen despedidos. Aunque luego - parece que consciente de que tal medida no se haría efectiva - indicaba que "no fuese pagado aunque sirva con arcabuz [...] y la ventaja no se dé no pague de otra manera".

Y continuaba:
"ítem, que en cada una de las siete compañías de piqueros podrá haber hasta el número de sesenta y cinco soldados con coseletes, y en la del Maese de campo, ciento; y en la del dicho don Ramón, doce coseletes".

Este número de coseletes representaría la tercera parte del total de soldados, y más o menos la mitad de los piqueros.

Parece pues que había mucha reticencia a tomar la pica por parte de la soldadesca española. Por un lado, el piquero seco era el soldado peor pagado, percibiendo únicamente el salario mínimo de 3 ducados. Por otra, el coselete estaba equiparado en sueldo al arcabucero [ambos percibían 1 ducado de ventaja por su especialidad].

Sin embargo, aunque el motivo económico aparece reflejado como causa subyacente de la elección del soldado por servir con una u otra arma, a igual sueldo, era claro que el ir armado, el portar un coselete completo de unos 20 kilógramos de peso, haría a muchos preferir el arcabuz, máxime cuando a la incomodidad de la armadura, se unía la del propio arma, que con una longitud de unos 5.40 metros [26 palmos] no era un elemento fácil de transportar. El propio Francisco de Valdés hablaba de coseletes que quedaban asfixiados por el esfuerzo de la carrera bajo el peso de las armas, y que el sargento mayor - responsable de las marchas - debía vigilar que el ritmo fuera apropiado, con los descansos para refrescarse adecuados, sobretodo en base al "sobreesfuerzo" que realizaba este soldado en relación a sus compañeros.

El mismo marqués del Vasto indicaba: "mando, ansí por dar enxemplo á los soldados, como por otros buenos respetos, de aquí adelante, todos los dichos capitanes y sus alféreces vayan á las guardias y a las muestras con sus coseletes y armas, y el que no fuere desta manera, no sea pagado". Parece que los propios oficiales eran remisos a ir con tal carga.

No obstante esto, lo cierto es que la pica parecía gozar de enorme prestigio, y que de hecho, el privilegio de estar en las primeras hileras del escuadrón, se reservaba - amén de a oficiales en activo, reformados y notables - a aquellos soldados mejor armados, o sea, mejor equipados.

Avanzando un poco en el tiempo, en la Ordenanza de 1632 se dispuso que la compañía - ya sin especialidad - estuviera formada por 70 coseletes, 90 arcabuceros y 40 mosqueteros. Respecto a los coseletes se lamentaba de "el servir muchos desarmados o con picas cortas y ruines armas ha introducido la pereza y la mala disciplina". Y como remedio, ordenaba que "pues a todos los que sirven con picas en la nación española mando dar ventaja de coseletes, no permitan [los capitanes] que sus soldados se desarmen".

En todo caso, parece determinante el papel de la arcabucería - y mosquetería en su tiempo - para ganar batallas en campo - más en el caso de sitios - y puede que al embarazo del peso de las armas, se uniera el hecho de que la mayoría de batallas parecían ser ganadas a tiro de arcabuz, antes que jugando la pica, y para un soldado el papel activo que otorgaba la movilidad del arcabucero, puede que fuera un factor determinante para decantarse por ese arma, sin desdeñar los anteriormente mencionados. Eso no quiere decir que no tuvieran un papel en la batalla - ni mucho menos - pero seguro habría soldados con preferencia hacia actividades más dinámicas, cuya inclinación podría satisfacerse con el oficio de arcabucero.

Durante la toma de los Gelves en 1560 - plaza que se perdió ese mismo año a manos de los turcos capitaneados por Dragut - vemos como un grupo de arcabuceros se adelanta demasiado, y descargan al unísono sus arcabuces, debiendo retirarse al escuadrón de picas, que avanza para recogerlos, para que estos arcabuceros no sean degollados por los moros:

Viendo los enemigos tan pocos, y que de mal pláticos habían disparado los arcabuces todos juntos, dieron sobre ellos y hiciéronlos tornar con más priesa de la que habían traído. Fueron causa éstos, con su mal orden, que los dos Capitanes que hasta allí se habían mantenido bien, desamparasen los puestos y se retirasen, y hirieron en el alcance á Gregorio Ruiz de una lanzada, de que murió dende á pocos días. Perdióse gente en esta retirada, y perdiéranse todos si el escuadrón no marchara á socorrerlos.
Las retiradas vergonzosas que hicieron este día los arcabuceros italianos y los nuestros, fueron por ir más adelante de lo que debían, sin llevar picas que los amparasen.

Rememorando Nordlingen, si los piqueros del Tercio de Idiáquez no hubieran apartado a picazos a los alemanes en retirada del conde de Salma, la formación hubiera sido rota, y arrollados a continuación por los suecos.

Como cantara Calderón de la Barca:

¡Ay cielos,
que en los alemanes hallan
flaqueza que los retiran
de su puesto, los rechazan,
que vienen desordenados!
Hacia aquella parte cargan
que defiende don Martín,
que, porque no le deshagan
sus escuadrones viendo,
con las picas los aparta,
con las espadas castiga,
con la lengua los infama;

Como quedó escrito: "el escuadrón es el pie firme de esta milicia".

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