Corría el año de 1576. Contra los españoles amotinados que tras la batalla de Zierickzee se habían dirigido a Bruselas, se había emitido por parte del Consejo de Estado un bando que los declaraba rebeldes y enemigos al rey, por el cual podían ser asesinados por cualquiera sin que sobre los asesinos recayese condena alguna. Estos habían quedado refugiados en la villa de Aalst o Alost.
Sancho Dávila, castellano de Amberes y cabo de guerra sin comisión de las tropas leales al rey [españolas y alemanas] se halló con que, extendido el bando a todos los españoles, amotinado o no, la ciudadela, refugio de gran parte de las tropas, era sitiada por los regimientos de valones viejos que hasta hacía unos meses luchaban a su lado, así como por aquellos nuevos que se habían levantado contra ellos.
Los amotinados de Alost, acudieron [a la petición de socorro de Dávila, o al ruido de los cañonazos, según versiones] a Amberes para socorrer a sus compañeros sitiados, dirigidos por el electo, soldado elegido que los gobernaba y representaba. Llegados a Amberes, les instó el castellano a retomar fuerzas, y comer algo, a lo que el electo, rechazando el ofrecimiento hubo de responderle:
"Hemos venido resueltos a cenar en Amberes, o a comer en el Paraíso"
Y se dispusieron de inmediato los amotinados en escuadrón dirigidos por el electo, para dar sobre los rebeldes que desde la villa, asediaban la ciudadela. Produjéndose a continuación de la rota de los sitiadores, el famoso saco de Amberes.
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