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Guardia de archeros de Carlos V. Guardia de a caballo y a pie. Las famosas "archas"

La guardia de archeros es propia de la casa de Borgoña, introducida entre los reyes de España al casar Juana I de Castilla con Felipe, duque de Borgoña, y adoptar sus descendientes y sucesores los dos ceremoniales, el castellano y el borgoñón, hasta la extinción de la línea con la muerte de Carlos II en 1700. 

El nombre de archero, dado en España a esta guardia, es una castellanización del francés archer o archier, palabra que quiere decir, precisamente, arquero.

Cuando Felipe el Hermoso casó con Juana de Castilla, además de engendrar al futuro sucesor de la corona española, les dio a sus sucesores el ceremonial o estilo de la casa de Borgoña, entre cuyos servidores se incluían una guardia o cuerpo de archeros, llamados archeros de corps:


Y llegados sus altezas por el Arrabal, y entrando por la puerta que dizen Visagra, 

[...]

Y ansí todos á pie y sin bonetes, y con muchos menestriles y tronpetas y otros diversos ynstrumentos yendo todos los grandes, señores y cavalleros por su horden delante, y luego en pos de ellos al pie de CL archeros á cavallo, todos de librea blanca, con su devisa de los bastones y eslavón, brosladas de su argentería, con sus arcos en las manos, y sus carcajes de frechas, de dos en dos, que hera cosa de ver; luego tras ellos venía la gente de guarda de á pie, con sus alabardas é rroncas y otras maneras diversas de armas,

Entrada de Sus Altezas don Felipe el Hermoso y doña Juana en Toledo en 1502

Memorial de la vida de fray Francisco Jiménez de Cisneros [h.1526]


Estos archeros, como se puede leer, iban armados con arcos y "sus carcajes de frechas", cuando sus altezas, Felipe y Juana, entraron hicieron su entrada en Toledo, en abril de 1502, en el primer viaje que los príncipes hicieron a España.

Las guardias reales eran en esta época muy importantes. Por un lado, había asociada a ellas todo un ceremonial, ya que ejemplificaban el poder y la importancia de la persona real, fuera monarca o duque, consorte o sucesor, y por otro, cumplían una labor de defensa de la persona a la cual guardaban, imprescindible en tiempos de guerra, y muy necesaria en tiempos de paz, pues entre la multitud se podía esconder algún asesino - Fernando el Católico padeció un atentado en 1492 - o simplemente, se podía dar el caso de que una multitud de curiosos llegara a ocasionar una avalancha humana en alguna de las estrechas calles de una villa. 

Cuando Carlos I sucedió - sin haber llegado a gobernar efectivamente Juana en el trono - a su madre y abuelos los Reyes Católicos, heredó la guardia española de la casa de Castilla, y la guardia de archeros, según el ceremonial borgoñón, por la herencia de su padre Felipe. Además, a estas dos guardias, castellana y borgoñona, le sumó una guardia de alemanes a pie armados con alabarda. 


El archeros va vestido con un sayo, prenda que se va a mantener durante el reinado de Carlos, como se puede ver por los documentos de pago a las guardias. Era esta, para las décadas de 1530-1540, un vestido propio para montar a caballo, mientras que los soldados y guardias de a pie, vestían jubones y calzas. Como se puede ver, este archero tiene grabadora en la cuchilla o aguja el emblema de Carlos: las columnas de Hércules bajo la corona real. Como el arma era entregada por el rey, a su costa, se podían grabar estas armas, grabado que era un lujo que un guardia, pagándolo de su bolsillo, quizá no hubiera querido o podido hacer. La gran cabalgata del Papa Clemente VII y el Emperador Carlos V en Bolonia [1532]


¿Quiere decir que porque en 1502 Felipe trajera de Flandes una guardia de a caballo armados con arcos, su hijo  Carlos V fue durante su reinado acompañado de un grupo de guardias armados con arcos?


Dessin ayant servi à l'élaboration du bas-relief qui se trouve à l'Hôtel du Bourgtheroulde à Rouen. Archero francés de la guardia de Francisco I 1520. La escena representa el famoso encuentro entre Enrique VIII y el rey francés, llamado "Campo de la tela de oro".


De la misma manera que los regimientos de caballería de los ejércitos del siglo XXI no usan caballos, sino que están motorizados, el nombre no da el hábito.

Lo que sí que parece, es que el arco se mantuvo hasta, al menos, la década de 1520. Según Martín de Salinas, estando el emperador en Valladolid en el verano de 1523, unos soldados españoles se alteraron; gritando "¡Viva el rey y mueran los flamencos!" mataron a 4 de esta nación. Se dio orden de que las guardias del rey, incluyendo los archeros, rondasen la villa, y:

a las tres de la mañana, ofreciese un ruido, y el Corregidor acudiendo á él, un archero que se halló en ello le tiró dos flechas y por llevar coselete, no le mató

Carta de don Martín de Salinas al tesorero Salamanca, Valladolid, 2 de julio de 1523

Para tirar flechas, había que usar un arco, pues las ballestas disparaban saetas, jaras, pasadores, cuadrillos, etc, pero nunca flechas.


Como fuera, el nombre de archero se mantuvo usasen o no ese arma, y a caballo, dichos archeros, estando armados a la ligera, o sea, siendo caballería ligera y no hombres de armas, y con el tiempo, pasaron a usar lanzas. 


La guardia de archeros que acompañó al joven Carlos a su coronación en Aquisgrán iban bien montados, y con su lanza en el puño, vestidos de sayos muy ricos:

Item, les archiers du Roy, en nombre de IIIc, la lance au poing, bien montez et accoustrez de sayons d'orfaverie moult riches. 

Descripción de la entrada y de la coronación de Carlos Quinto en Aix-La-Chapelle, 22 y 23 de octubre de 1520

Hombres de armas de la escolta de Carlos V en su coronación en Bolonia [grabado de 1532]. Los archeros irían armados a la ligera: o sea, sin proteger las piernas de rodilla para abajo, y con una celada en la cabeza en lugar de un yelmo, aunque no se puede descartar el uso de esta armadura de cabeza cerrada. 




Guardias de a caballo con lanzas que servían en ocasiones a pie armados de cuchillas


La guardia de archeros de Corps de Carlos V, como la de su padre Felipe el Hermoso, iba a caballo:


Capitanes y archeros de Corps

Dos capitanes siempre pagados a 24 placas por dia.

Maximiliano de Lannoy

Juan de la Tonniere

y el primer lugar que vacare de dichos dichos capitanes no se podía proveer de ninguna manera.

Tendremos cinquenta archeros de Corps siempre pagados cada uno a 9 placas por día, montados y vestidos como es menester.

Etiqueta de la casa del señor emperador Carlo Quinto dada por su magestad siendo príncipe en el año de 1515.


Pero dicha guardia de archeros de Corps podía servir, en ocasiones, a pie, y cuando iban a pie llevaban "agujas" o "cuchillas", pues las armas de asta eran más útiles para mantener a distancia la gente y moverse en espacios angostos como podían ser calles y callejuelas de villas, o entradas de palacios y casas señoriales donde el rey tendría su aposento y corte:

Los dichos archeros eran obligados de seruir de camino a cauallo armados y seguían la persona de su Magestad.

En los lugares donde su Magestad estaua de assiento siruían a pie trayendo cada vno vna cuchilla en el hombro que llamauan aguja, las quales cuchillas se les entregauan a costa de su Magestad, y en qualquier parte donde su Magestad saliese público seguíanle junto a su persona por detrás todos en tropel y por las calles acostumbrauan lleuar también sus cuchillas.

Relacion de la forma de seruir que se tenia en la Casa del emperador don Carlos nuestro señor, que aya gloria, el año de 1545


Estas guardias desmontadas armadas con "agujas" o "cuchillas" las podemos ver en diversas ocasiones: por ejemplo, en la entrada de Carlos V en Bolonia, donde una guardia a pie podía ser más útil que a caballo, habiendo en las ciudades muchas callejuelas y recovecos, donde el caballo era más un estorbo que un ayuda:

Archeros de la guardia de Carlos V hacia 1530, a pie y con "cuchillas" o "gujas" y vestidos con sayos. La gran cabalgata del Papa Clemente VII y el Emperador Carlos V en Bolonia [1532]


Además, en estas entradas o cabalgatas, ya se juntaban muchos hombres a caballo, por lo que tanta caballería podría resultar superflua. 


Aquí, otra versión de dicha entrada o cabalgata:

Aquí podemos ver a miembros de la guardia de archeros armados con otro tipo de agujas, mezclados con alabarderos. Se supone que ambos conjuntos de grabados están representando el mismo suceso, pero cada artista dibujaba a gusto, y no necesariamente calcaba la realidad, pues había mucho que retratar, y estas obras muchas veces se encargaban a posteriori, con lo cual, los artistas debían fiarse de la memoria o de las descripciones que les hubieran hecho. La cavalcata dell'Imperator Carlo V nel suo ingresso in Bologna, lámina 7. Grabado hacia 1530, coloreado posterior.


En 1543, acompañando a Carlos en su jornada a Gueldres, a estos archeros se les dieron 72 "armaduras a la ligera", que se les descuentan, a 4 escudos la pieza, a cada uno de los archeros [Cuentas del tesorero Alonso de Baeza el mozo en Flandes, años de 1543-1544].

Las armaduras a la ligera eran armas defensivas propias de la caballería ligera, que, para entonces, combatía con lanza o con arcabuz, aunque los archeros iban armados con lanzas. La crónica de Sandoval así nos lo indica:

Tomada la muestra de todo se volvió á palacio, yendo delante de él doscientos hombres de guarda con libreas, los ciento españoles y los otros ciento alemanes. Seguían á estos, cien archeros de á caballo con libreas amarillas, y fajas de terciopelo morado, armados con coseletes y celadas, y lanzas de armas con sus banderolas coloradas

Revista de las tropas en Barcelona, a la puerta de Perpiñán, 14 de mayo de 1535. Historia del emperador Carlos V, por Prudencio de Sandoval

Sandoval [1552-1620], que era cronista real, tenía acceso a documentos de época, si bien no podemos tomar sus crónicas de manera cien por cien literal - estos coseletes chirrían un poco para hombres de caballo, aunque bien podían ser armaduras a la ligera - no hay porqué dudar de que iban armados con lanzas, que es el arma más probable para la caballería en esta época.

A los veinte é nueve de Julio un sábado de mañana, salió de San Lorenzo el Emperador con todo su ejército, y se caminó este dia con esta orden: yendo los españoles en avanguardia, los alemanes en batalla, los italianos en retaguardia, yendo la gente darmas á un costado hacia la marina por una explanada. Delante de la gente darmas iba el Conde de Benavente con el estandarte real y caballeros y los archeros de la guardia del Emperador.
Jornada de Túnez, en Tratado de las campañas y otros acontecimientos de los ejércitos del emperador Carlos V, Martín García Cereceda


En esta escena del cartón nº8 de la serie la conquista de Túnez,  "Batalla en los pozos de Túnez", vemos al Emperador Carlos con una celada emplumada en la cabeza y con la cruz colorada - seguramente cosida sobre el sayo de armar - acompañado por dos guardias españoles a pie, con armas de asta y rodelas. Después, le sigue un grupo de hombres a caballo. Aunque siempre había caballeros de corte acompañando a Carlos, es poco probable que no hubiera en ese escuadrón de caballo archeros de la guardia. Estos hombres de a caballo aquí representados llevan almetes con vista y no celadas, como la que lleva Carlos e indica Sandoval que llevaban los archeros. 


En 1533-1534, había 100 archeros. En 1543 eran algo más de 70 archeros, como queda reflejado por la cuenta del tesorero Alonso de Baeza, pero quizá se consideró necesario reducir plazas, o simplemente – como a veces sucedía – dichas plazas se habían consumido por enfermedad, muerte o licencia, y no se habían proveído en otras personas. 

A los archeros se les daba librea, o sea, ropa de una misma hechura, con la que servir a su señor, y ser reconocidos de lejos. 

Esta ropa era en 1540 sayos con fajas, manteos, papahigos, y calzas con forro amarillo, así como gorras, chapeos y plumas.  Las guardias de a pie alemanas y españolas, por contra, vestían jubones en lugar de sayos, o sea, llevaban ropa propia de soldados de infantería, como era normal para unas guardias de a pie.

Guardia alemana en 1535. Esta guardia de a pie integrada por alabarderos, vestían jubones con las mangas acuchilladas, con ese estilo holgado que usaban por aquel entonces los germanos. Cartón número 2 de la serie la Conquista de Túnez, llamado "La revista de tropas en Barcelona". Kunsthistorisches Museum Wien


Dicha librea se solía dar anualmente, pero no se puede establecer un patrón repetitivo, pudiendo llegar a determinarse un uniforme para las guardias durante el reinado de Carlos V:  

A cada archero vna casaca de terciopelo negro, vn capote de paño con faxas de terciopelo, vn par de calzas de paño con faxas, vna gorra de terciopelo, y vn sombrero de tafetán con sus plumas

Relacion de la forma de seruir que se tenia en la Casa del emperador don Carlos nuestro señor, que aya gloria, el año de 1545



Borgoñones y flamencos



Phelippe de Viry, fue once años archero de Su Majestad, pero comenzó, como relata esta petición de merced, sirviendo en las guerras de Italia durante seis años. Solicita que se le recompense, y que dicha recompensa se le sea dada en La Haya, Holanda, donde, es de suponer, estaría asentado. Memoriales dirigidos al Emperador [Mss 7916, BNE]


Las plazas de archeros debían ser ocupadas por naturales de los estados patrimonio de los duques de Borgoña, dando así continuidad a una tradición del siglo XV.

Así pues, los miembros de la guardia debían ser naturales de los Países Bajos o condado de Borgoña - también llamado Franco Condado - no importando si eran flamencos o francófonos - valones o borgoñones, dando lugar a que pudieran hacer labores de intérprete dentro de los ejércitos multinacionales de Carlos, habiendo aprendido el español durante sus estancias en España.

Tras periodos prolongados en España, Alemana o Italia, los hombres que integraban las guardias iban muriendo, o envejeciendo, o simplemente pidiendo licencia para retornar a sus países, y por lo tanto, las plazas quedaban vacantes. Para reemplazarlos, se solicitaba a las gobernadoras de los Países Bajos que se enviasen personas aptas, de buena reputación, y - viendo las ordenanzas de 1589 - es probable que se diera preferencia, a quienes, como De Viry, hubieran servido en la guerra.  


Además de estas guardias de archeros, se pueden encontrar sirviendo a Carlos, archeros en las compañías de hombres de armas de los Países Bajos, llamadas Bandes d'Ordonnance, aunque estos archeros eran un complemento de caballería ligera que formaba parte de las compañías de hombres de armas que integraban las bandes d'ordonnance.



Los archeros de los duques de Borgoña en el siglo XV

et ceulx qvi sont tauxez à combatans à cheval, aussy ung ou pluiseurs habillés en la manière de costiller, fourniz de demye lance ou cranequin, et, s'ilz sont archiers, ilz auront brigandine, arc, trosses et longue espee 

Ordenanza del duque de Borgoña, 15 de enero de 1475


En tiempos de Felipe el Bueno, muerto en 1467, los archeros, que acompañaban a los hombres de armas podían combatir a pie, y desmontados, disparar sus arcos contra las tropas enemigas, siendo el caballo, elemento de movilidad, pero no de combate. 

Amén del arco, usaban hachas, dardos - armas arrojadizas - y espadas largas, y estaban armados a la ligera, pero con armas defensivas tales que en lucha contra infantes, tenían las de ganar.

En la ordenanza de 1475, se indica que los archeros a caballo habían de llevar, amén del arco y el carcaj (trosse: trousse [estuche]) una brigantina y una longue espee, una espada que quizá fuera de mano y media, con la que, según Olivier de la Marche, los arqueros cortaban los brazos y los muslos de los liejeses en 1467. 



¿En que momento el arma que llevan – la cuchilla – pasa a llamarse archa?


Guardia de los Archiduques Alberto e Isabel Clara Eugenia, a su llegada a Bruselas en 1599 [grabado de 1602]. 


El archa, guja o cuchilla es un arma de asta para ser usada con dos manos, con una moharra o hierro en forma de cuchillo para herir de corte, antes que de punta, que se empleaba por la guardia de archeros de la casa real de España durante la dinastía Habsburgo. La moharra contaba con unas espigas clavadas a la madera para afirmar el hierro sobre el asta, de manera que al descargar un golpe, el asta no se partiera.


En tiempos de Carlos V he hallado los siguientes nombres y variantes para esas armas de asta como la de la ilustración. En ningún caso archa:

  • aguja
  • guja - en francés "gouge" [1]
  • buja
  • cuchilla
  • ronca
  • rronca


En tiempos de Felipe II, la guardia de archeros se denominaba también "guardia de la cuchilla".

No habiendo estudiado el siglo XVII, lo que puedo decir es que el nombre de "archa" no es propio de esta primera mitad del siglo XVI, sino posterior, y que, lo más probable, es que el nombre de archa derive del de archero, y no al revés.

De hecho, en 1512, a los infantes ingleses armados con arcos se les llamaba, precisamente, archeros, y bujas eran las armas conocidas en lengua inglesa como "glaive":

Sobre las armas offensivas de los Ingleses hauemos aqua platicado y escriuo al duque n[uest]ro capitan general que deue procurar con el capitan general del serenissimo Rey de Inglaterra my fijo que todos los Ingleses que trahen alabardas y bujas tomen picas y que los archeros queden con sus arcos que el capitan aleman que trahe podra enseñar y fazer diestros a los que tomaren las picas y espero en n[uest]ro señor que ordenado desta manera el exercito de los Ingleses junto con el n[uest]ro seran inuencibles

Carta del rey Fernando al coronel Cristóbal de Villalba, Burgos, 23 de junio de 1512. [LUQUE,C.159,D.70]


No hay duda que estos arqueros eran flecheros. Arqueros ingleses en 1547. Códice de trajes, BNE


Y la reina María Tudor, casada con el entonces príncipe Felipe, conservaba una guardia de archeros a caballo armados con arco:

Lunes veinte y tres de julio de 1554 su Alteza partió de Antona para Vincestre que es tres leguas de allí, a donde estaba la Reina acompañada de todos los grandes señores españoles é ingleses que allí estaban, que serian mas de tres mil de á caballo, senda guarda de á caballo que eran trescientos archeros con arcos y flecheros. 

Viaje de Felipe II a Inglaterra en 1554 cuando fue a casar con la reina doña María, en CoDoIn v1



Notas


[1] Et petite distance après lesdictes torses, marchèrent les hallebardiers desdictes Majestés, aussi à costé, et les archiers de corps après, qui environnèrent la Majesté du Roy, et les seigneurs qui marchoient après Sadicte Majesté, iceulx hallebardiers et archiers accoustrés de manteaulx noirs, ayans respectivement leurs hallebardes et gouges sur leurs espaulles. 

Pompas fúnebres hechas en Bruselas por muerte de la reina Juana, 15 y 16 de septiembre de 1555


El capitán Alonso de Peralta y el visitador Godínez en la perdida de Bugía en 1555. Un caso de justicia real en el XVI

Primero día de abril 1556 que fue miércoles de la semana santa, fueron sentenciados a muerte en Valladolid don Alonso de Peralta, hijo de don Luis de Peeralta, y Luis Godínez y un letrado, por aver entregado a Bugia a los turcos. 

Suplicaron desto ellos y después en lunes 4 días de mayo, fue degollado en Valladolid el dicho Alonso de Peralta, mancebo de veinte y siete años.
Luis Godínez, porque lo mandaron ahorcar y quartear, apeló del género de la muerte, diziendo que era cauallero.

Era rico y marrano.

Año I DLVI. Nuevas de este año, por Florián de Ocampo, cronista de su majestad.



Nunca Dios tal quiera, porque ningún alcaide ni gente que con él esté, pueden ni deben entregar la fortaleza á los enemigos si no se la tomaren por fuerza, y sobre ello debe el alcaide perder la vida conforme á las leyes de España

Razonamiento de Felipe de Pamenes, contador del sueldo de Bujía en 1555


Bugía asediada

Artillería de campaña turca. Túnez, 1535. Kunst historisches museum de Viena.


Alonso Carrillo de Peralta era gobernador y capitán de Bugía, y alcaide del castillo mayor,  al mando de 150 hombres, reforzados con otros 100 que habían desembarcado el 14 de agosto de 1555 junto al visitador Luis de Godínez.

Alonso se hallaba en el castillo mayor, del que era alcaide, y su primo, Pedro de Peralta, hermano del marqués de Falces, era alcaide del castillo imperial, a cargo de 130 hombres.
Había en Bujía un tercer castillo, llamado el Castillejo, cuyo alcaide era Juan de Bilbao, a cargo de unos 45 hombres que fue reforzado con 20 procedentes del castillo Mayor. 

Había tropas de infantería, de las que eran capitanes los respectivos alcaides, y tropas de caballería, de las que era capitán Alonso de Peralta con su alférez Diego de Bárcenas que las gobernaba. Peralta tenía otro alférez para la gente de a pie, Tomás del Castillo, y había un capitán para la gente del campo y cuadrilleros, Alonso Sánchez Crespo.


En Bujía, además de estos oficiales de gente de guerra, había varios oficiales reales: el pagador Felipe de Pamenes, el teniente de veedor Ochoa de Çalaya y el teniente de pagador Bartalomé Lavado, que eran personas de autoridad en la plaza, aunque no tuvieran cargo de guerra. El pagador Domingo de Alcibar estaba indispuesto, y apenas se le entendía cuando hablaba, por lo que no jugó ningún papel en los hechos de septiembre de 1555.

En Bujía, además, había, al menos cuarenta mujeres y niños de familia española, aunque muy probablemente fueran muchos más, pues, por ejemplo, el contador Pamenes tenía mujer y cinco hijos.


En el galeón español y la carabela portuguesa que habían aportado el 14 de agosto, había, entre marineros y pasajeros que iban a Italia - entre ellos, unos cuantos soldados - unas 300 personas, que estaban en Bujía a primeros de septiembre.

Teniendo aviso el gobernador Peralta de la llegada del ejército y armada argelinos, al menos cinco días antes de su arribada, la tuvo por incierta, y consideró que no era necesario realizar ningún preparativo.

El día que aparecieron dos galeras enemigas en la boca del río, a vista de la plaza costera, Alonso de Peralta se hallaba preparando un juego de cañas, con "sus divisas y aparejos para salir al juego galanamente". Aún a pesar de ver estas galeras, y ver parte de la caballería del rey de Argel que se hallaban vigilando la plaza, los oficiales del rey, fundamentalmente el contador Felipe Pamenes, tuvieron que insistirle para que se pusiesen en defensa de una vez, habiendo perdido cinco días estando en Babia.

Bujía fue asediada a partir del día de nuestra señora de septiembre (día 8) de 1555  por un ejército formado por bereberes, árabes, renegados y turcos, con nueve piezas de artillería de asedio, entre ellas dos cañones reforzados que tiraban balas de hierro de hasta 63 libras,  desembarcadas desde una nao con un pontón, y varias galeras y galeotas, todo a mando del rey de Argel.

Tras resistir unos días, después de haber enviado una fragata a España pidiendo socorro, Alonso de Peralta dio a partido la plaza, o sea, capituló con los asediadores la entrega a cambio de que los defensores pudieran salir con las vidas:

Lo primero que les dé libertad y lugar para que puedan pasar en España á todos, chicos y grandes, mujeres y hijos libremente, con sus dineros y haciendas, y todo lo que tuvieren y tienen al presente, y con sus armas, sin que de ninguna persona por él, ni por ninguno de sus corsarios, les sea puesto impedimento alguno.


O eso es lo que quiso creer Alonso de Peralta, pues sus capítulos, redactados por él mismo, fueron llevados al rey de Argel por Ochoa de Çalaya, teniente de pagador y Juan de Milán, mercader italiano, que hablaba la "lengua turquesca". Estos, habiendo hablado Milán con el rey sin que Çalaya hubiera entendido nada, regresaron del campo argelino con los capítulos sellados, que fueron la prueba en la plaza de que el rey había aceptado las condiciones ofrecidas por Peralta.

Según las mismas, los asediadores no entrarían en Bujía hasta pasados tres días,  dando tiempo a que los cercados se embarcasen con dinero, hacienda y armas, en navíos, con bastimentos y agua para volver a España con salvoconducto.

Eso es lo que decía el documento español.

Antes de esa rendición, habían sucedido varios episodios de importancia.



El asedio de Bugía en septiembre de 1555

1) El llamado castillo imperial estaba tan mal construido, "y desto tienen la culpa los maestros y caleros que vinieron de Secilia", que el parapeto de 18 pies de grueso se desmoronó tras solo dos días de disparos de la artillería turca, que hizo, según testigos, 663 tiros. Aunque pudieran parecer muchos, se supone que debería haber aguantado unos 15 dias, y los turcos se sorprendieron "víendo cómo las paredes

se caían cada ladrillo por sí". Quedando la plaza del castillo al descubierto, un mensaje confuso enviado desde el castillo mayor empujó a los soldados a desamparar el castillo imperial de madrugada para refugiarse en el primero sin órdenes de su capitán. Aunque Pedro de Peralta parecía querer mantener su juramento de morir defendiendo la plaza, los siguió viéndose solo. El castillo imperial quedó así en manos de los turcos, tomando la artillería y municiones que habían quedado allí, y teniendo otro emplazamiento para tirar con artillería al castillo Mayor. 


2) El Castillejo, otro castillo defensivo, fue tomado al asalto, y su alcaide y 43 hombres supervivientes, fueron llevados como cautivos a Argel.


3) El 22 de septiembre, se comenzó a batir el castillo Mayor, la única defensa que le quedaba a la plaza. El 23, los turcos habían podido emplazar sus cuatro cañones a cien pasos del castillo, moviéndolas en mitad de la noche.


4) El gobernador Alonso de Peralta, para ese momento, trabajando día y noche sin descanso en las obras de defensa del castillo mayor, parece que sufrió una crisis nerviosa y se sumió en un estado depresivo: "vino en estado de llorar como niño" y según se decía "vino el Capitán á perder parte del juicio en tal manera que no tenía constancia ni firmeza en ninguna cosa".


5) El resto de oficiales del rey, el capitán del campo, el alférez de caballería, y el alférez de la infantería de Bujía, ciertos escuderos y el teniente de veedor, eran de la opinión que era mejor rendirse, así como un cuadrillero del campo y muchos cabos de escuadra de la gente de a pie.

El contador Pamenes, el visitador Godínez, el teniente de veedor Çalaya eran partidarios de mantener la defensa, pero no eran oficiales de gente de guerra, sino del sueldo o judiciales, aunque Ochoa de Çalaya, en última instancia, mudó el parecer.


6) Pedro de Peralta quería resarcirse de la perdida del castillo imperial haciendo alguna facción de guerra  y Alonso de Peralta, aunque "estaba medio desvanecido de la cabeza y no tenía constancia en ninguna cosa y con el juicio algo trastornado", quería proseguir con la defensa, pero se trataba de un hombre muy influenciable, "flaco de cabeza".


7) El contador Diego de Pamenes, cuyo oficio era de sueldo, y no tenía mando militar, pero sí mucho empuje personal, y acudía a la defensa de la plaza,  propuso un plan para salir a clavar la artillería enemiga, que debía mantenerse en secreto de aquellos oficiales, cabos de escuadra y escuderos "medrosos y cortados", pero hallándose en la fragua con el herrero junto a Alonso de Peralta preparando los clavos, fueron descubiertos por estos, y presionado, el gobernador Peralta ordenó que no se hiciera dicha facción.


8) El rey de Argel mandó una carta avisando a los del castillo mayor que el socorro de España que habían demandado no vendrían, porque ellos habían capturado la fragata en la cual iban las cartas, entregándolas como prueba de que lo que decía era cierto. 


9) Habiendo entre la tripulación del galeón muchos vizcaínos aptos para pelear - los marineros, aún de naves particulares, debían, necesariamente saber combatir - y aún varios soldados que viajaban de España a Italia, Alonso de Peralta se negó a que participasen en la defensa, por consejo de Lavado.


10) Uno de los soldados de la plaza, un trompeta llamado Juan Rodríguez, se salió del castillo para hacerse turco, y aconsejó a los asediadores que tirasen contra la torre de las Cabezas, pues allí había dos piezas que guardaban el lienzo del castillo que batían los turcos. Esto hicieron, y las dos piezas quedaron inutilizadas para los defensores.


11) El día de San Cosme y San Damián, 27 de septiembre, el alcaide del castillo imperial, Pedro de Peralta murió en las murallas, de un tiro de artillería que, al parecer, hizo un renegado francés que le disparó desde el castillo imperial, que había estado a su gobierno. También cayeron 42 soldados y fueron heridos 65 en un "bravo asalto que se le dio" al castillo mayor.


12) Con todo esto, los medrosos convencieron a Alonso de Peralta se votase por la rendición de la plaza, y, excepto Godínez, que se negó a votar y Pamenes, que se opuso con virulencia, fue acordado darse a los turcos en votación hecha por los oficiales del rey, de guerra y del sueldo.


13) Pamenes protestó y lanzó graves acusaciones contra los que así votaban. Se pusieron las cosas tan tensas, que Alonso de Peralta advirtió al "escandalizador y alborotador" contador Pamenes que se guardase de seguir por esa vía, pues habían ofrecido 40 ducados para que lo matasen a escopetazos, e hizo que lo tuvieran preso en su posada mientras se llevaron los capítulos del partido al rey Argel. Pamenes recibió orden de quedar en su casa, con orden de Peralta de "que si salís, os han de dar dos ó tres arcabuzazos".


En esto Ochoa de Çalaya y Juan de Milán regresaron con los capítulos redactados por Alonso de Peralta y sellados por un oficial del rey de Argel.


La rendición de Bugía el día de San Miguel


La toma de Bujía se hizo no según lo capitulado, sino a gusto del rey. No se aguardó a los tres días, sino que de inmediato se entró en la plaza.

Aunque los residentes fueron embarcándose en una nao que el rey de Argel les prestó y llenaron la nao hasta los topes, muchos fueron desvalijados, incluyendo al propio capitán y gobernador que le arrebataron un cofre con dinero de entre las manos.

En lo capitulado, podrían salir los cristianos con armas, pero el rey mandó desarmarlos.

En la dicha nao se embarcaba toda la gente, cuando el rey de Argel mandó pedir 200 hombres para retirar los cadáveres. Alonso de Peralta los concedió. No se volverían a ver en la nao.

Estando unos españoles llenando botas de agua para la nao, pasó un jeque que tomó a uno de ellos. Era Tomás del Castillo, alférez, que había votado a favor de la rendición. No se le volvió a ver.

Otra gente del rey llegó a la nao, y tomaron por la fuerza a la hija del contador Pamenes, de 13 o 14 años de edad, la hija de Ochoa de Çalaya, de 12 o 13 años, y un muchachito de 9 o 10, que fueron llevados a las tiendas del rey.

Al cuarto día de hallarse embarcados, vino gente del rey. Apartaron al gobernador Peralta, a Godínez y a otros oficiales junto a sus mujeres y los embarcaron en otra nave, la carabela portuguesa donde se hallaba Juan de Milán, el mercader platico en lengua turquesca que había llevado los capítulos de rendición al rey de Argel.

Al resto, los separaron: los hombres los echaron a las galeras, y a las mujeres y niños se los llevaron a las tiendas del rey:

"que allí se vido aquella mañana apartar las mujeres de sus maridos y los hijos de las madres y padres, con gran lloro que hacia, que era gran lástima de verlo".

Después serían llevado a Argel: los hombres a los llamados baños, donde estaba la prisión de los cautivos, y las mujeres y niños como esclavos de la casa del rey, si bien éste regaló muchas a varios jeques.

En la carabela portuguesa se embarcaron cien hombres, viejos y heridos, y con estos, catorce personas escogidas por Alonso de Peralta, oficiales reales y sus mujeres, que viajaron a España, entre los que no estaba el crítico contador Pamenes. Muchos de estos heridos, se murieron en la travesía a su tierra natal.

Aunque pudiera parecer que el rey de Argel traicionó lo capitulado, fue voy populi que Juan de Milán, cuando fue a llevar los capítulos al campamento real, y hablando en lengua turquesca con el rey, viendo que éste se negaba a lo que se le pedía, acordó que de Bujía se salvasen 120 personas. 20 que Alonso de Peralta escogería, y 100, que escogería el rey. El rey, claro, escogió a heridos y ancianos, por tener menos valor como esclavos o cautivos.



Los condenados

Vinose don Alonso de Peralta a Medina del Campo, y Luyz Godínez a Valladolid, harto tristes. Acusoseles luego ante los alcaldes del crimen de corte, diziendo que se auian rendido con facilidad, salvando solas sus personas.
Historia pontifical y católica, de Gonzalo de Illescas.


si yo pensara que esto había de ser, antes muriera defendiendo á Bugía que no entregarla á los turcos

Parecer del gobernador y capitán de Bujia, Alonso de Peralta, cuando se marchaba en la carabela.

Luis Godínez de Alcaraz era un "visitador". Alguien que el rey, en este caso, la gobernadora Juana en su nombre, enviaba para tomar visita al gobernador, o sea, evaluar el estado de la plaza y juzgar las labores de gobierno del capitán de Bujía. En teoría, en una residencia, llegado el caso, se podía incluso llegar a deponer a la persona, pero sería necesario ver con qué instrucciones fue Luis de Godínez a Bujía, aunque se mencionan sus funciones de juez de residencia.

Godínez había ido acompañado por un letrado, el licenciado Belorado, un escribano, un alguacil y varios criados. Lo normal era hacer averiguaciones sobre el gobierno de Peralta, y para ello, entre otros procedimientos, se interrogaba testigos y se tomaba nota.

El visitador tenía ciertas prerrogativas como juez, teniendo su vara de justicia.

Durante el asedio del castillo mayor, Godínez iba pregonando a los soldados que acudieran a las murallas del castillo mayor a defenderlas,  "porque acaecía muchas veces que los soldados se iban á comer y amasar á sus posadas y dejaban la muralla sola", advirtiendo de penas contra quién lo incumpliera, pero quejándose los soldados a Peralta de ello, el gobernador mandó a Godínez que no se entrometiera en ninguna cosa tocante a la guerra, y éste se retrajo. 

La visita de Godínez, paradójicamente, había sido motivada por quejas de los soldados de la plaza contra Alonso de Peralta.

El letrado que fue condenado, parece que debía ser el licenciado Belorado, que acompañaba a Godínez como su alcalde mayor, otro cargo judicial sin mando en la guerra. Es posible que se les acusara de no haber depuesto a Peralta, o no haberle forzado a mantener la defensa hasta el fin.

Don Pedro de Peralta murió en la defensa del castillo mayor, y si algo se le pudo reprochar por haber abandonado el imperial en seguimiento de sus hombres, parece que la muerte le evitó el proceso.

La rendición, considerada como ignominiosa, supuso un mazazo para la moral del reino. Cuando Peralta y Godínez regresaron, se les hizo un proceso a ambos.

Aunque se dijo que Peralta rindió la plaza contra el parecer de Godínez, este último no ejerció su autoridad, o no fue capaz de imponer su criterio, y probablemente por ello fue condenado, pero no tenía gobierno en cosas de guerra.

Peralta, siendo caballero, tenía el privilegio de ser ejecutado como tal, y por tanto, decapitado. Godínez, fue condenado a la horca - pena infamante - y a ser hecho cuartos, o sea, descuartizado su cadáver como escarnio y afrenta.

Godínez protestó, según Florián de Ocampo, no por la condena a muerte, sino por el método. Deseaba ser decapitado como caballero que era, pero Ocampo dice de él que era 1) rico - cosa que un caballero no puede ser, a no ser que haya ganado su hacienda en servicio del rey, pues de otra manera, haciendo negocios, no podía ser rico y caballero a la vez  -y 2) marrano, indicando que no podía ser hidalgo siendo de ascendencia judía.

A pesar de todo esto, el visitador apeló y pidió disculpas y se le moderó la pena.  Mientras el proceso para depurar sus responsabilidades seguía "el Godínez tuvo por cárcel la casa del corregidor de Valladolid, y sin haberse declarado su proceso murió de enfermedad en noviembre de 1557".

Según un bien informado Gonzalo de Illescas - su hermano había sido escribano del proceso - la sentencia se pronunció después de su muerte, " y fue dado por libre, sin que su fama ni sus bienes, padeciesen pena ninguna".

Y es que, aún después de muerto, a uno lo podían condenar e incluso ejecutar en efigie.




La ventana del Landgrave. Proceso, tormento y ajusticiamiento del soldado Juan de Padilla en 1552. Ejemplo de justicia militar del XVI

El duque [de Alba] partidos ellos [Mauricio de Sajonia y marqués de Brandemburgo] hizo meter en una camara [de la posada del duque] a Landgrave y encomendo su guarda a don Juan de Guevara capitan del tercio de Lombardia con todos los soldados de su bandera. El landgrave se allo tan turbado, triste y lleno de congoxa que en toda la noche tuvo rreposo ni sosiego ni hazia sino como frenetico y furioso levantarse de la cama, andar de una parte a otra y de rrato en rrato acudir a las ventanas con fin segun creyan de ver si podia por ellas descolgarse

Hechos del 19 de junio de 1547 narrados por Bernabé del Busto, capellán y cronista de su majestad



"Die Spanichsen Kriegs Leyt". Soldados españoles en 1547. Códice de trajes. Biblioteca Nacional de España. Arcabucero y coselete, como los 137 soldados que formaban la compañía a cargo de Antón de Esquivel en 1551-1552


La guerra de la liga de Esmalcalda [1546-1547] tuvo como resultado, entre otras consecuencias, la prisión del landgrave de Hesse, Felipe I el Magnánimo, uno de los príncipes protestantes que había encabezado los ejércitos de la liga. Siendo su custodia asunto de estado de primer orden, se trasladó al prisionero a los Países Bajos, primero a Audenarde, y después a Malinas, a medio camino entre Amberes y Bruselas, ciudad que en el plano militar se distinguía por ser sede del más importante arsenal, además de ser sede de la principal fundición de artillería del país.

La custodia del landgrave quedó en 1547 en manos de una compañía de infantería española que había participado en la guerra, a cargo del capitán Juan de Guevara, que le trasladó de Alemania a los Países Bajos. La misma pasó luego a Sancho de Mardones, y por último, desde octubre de 1551, quedó a cargo de Antón de Esquivel:

Esta en Malinas preso Philippo Lanrfgraue de Heffen , que le truxeron alli dela villa y fuerça de Aldenarda, que es vna delas veynte y quatro Castellanías y Iurisdiciones, que ay en Flandes Germanica , donde le auia tenido en guarda don Juan de Gueuara, y le tuuo en Malinas , y despues dé Sancho de Mardones quales sacó de alli la Imperial Magestad para Maestres de Campo,y le tiene agora Antón de Esquiuel, que es de los principales Caualleros de la Ciudad de Siuilla, con ciento y treynta y siete soldados Españoles Cosseletes y Arcabuzeros.

El Felicissimo viaje del Muy Alto y Muy Poderoso Principe Don Phelippe ... Joan Cristòfor Calvet d'Estrella [1552]


En dicha compañía del capitán Guevara había en 1547 un soldado llamado Padilla, caballero e hidalgo, que hizo una copia manuscrita del  Comentario de la Guerra de Alemania hecha por Carlos V, máximo emperador romano, rey de España, en el año de 1546 y 1547 de Luis de Ávila y Zúñiga, bien por encargo, como escribano, o más probablemente, para congraciarse con el cortesano

En 1552, un soldado Padilla, del cual no se dice fuera hidalgo o caballero, fue ajusticiado por sus compañeros, pasado por las picas por traidor a su rey.

Veamos su historia


Se puede leer "este libro es del señor padilla soldado de la compañía del señor don Juan de Guevara". Y debajo del abecedario: "cauallero padilla hidalgo". El libro en cuestión es una copia del Comentario de la Guerra de Alemania hecha por Carlos V, máximo emperador romano, rey de España, en el año de 1546 y 1547 escrita por Luis de Ávila y Zúñiga. Teniendo en cuenta que fue la compañía de Juan de Guevara la que custodió al Landgrave de Alemania a los Países Bajos, parece probable que fuera el mismo Padilla que fue ajusticiado. Aunque Padilla tampoco es un apellido infrecuente, desde luego no es García. En todo caso, había muchos casos de parientes que servían en una misma compañía. Por lo tanto, no es seguro que fuera el mismo que hizo una copia manuscrita de la obra de Luis de Ávila y Zúñiga, obra que se llevó a la imprenta por primera vez en Venecia en 1548. Cuando encontré el manuscrito en el catálogo en línea de la Biblioteca Nacional de Francia me surgieron varias preguntas. Tras cotejarlo con el 'original' publicado, me asaltó la duda de porque alguien copiaría un libro a mano. Deduje luego que quizá era copia del manuscrito que se había de dar a la imprenta tiempo después, pues los escritores se hacían copias a mano, entregando algunas para la revisión por colegas o patrocinadores, y otras para los impresores, guardando el original. Paulo Jovio, el célebre historiador italiano, enviaba copias manuscritas de sus obras a sus protagonistas: por ejemplo, al propio Emperador, el cual le encargó a Luis de Ávila que le enmendase la parte referida a la campaña de Túnez, para mayor gloria de Carlos. 


Estar a cargo de un prisionero de la categoría de Felipe de Hesse suponía servir a Su Majestad en negocio de gran importancia. Tanto era así que Guevara en 1548, y Mardones, en 1551, habían sido nombrados maestres de campo tras su servicio guardando al landgrave, recompensa que aguardaba también Esquivel, y esperanza de la que hacía befa el prisionero; "por una manera de scarnio dize a los soldados que ya soy maestre de campo".

Fuese por la esperanza de promoción, o por vocación de servicio, Esquivel guardaba con celo al Landgrave, teniéndolo siempre en su cámara, con una sola ventana que daba a la calle, que se abría a las diez de la mañana y se cerraba a las cuatro de la tarde.

Disponía la habitación donde estaba encerrado el Landgrave de otra ventana, por la cual Esquivel podía vigilar a Felipe sin que este lo percibiera. Tenía además el príncipe protestante "dos centinelas tan pegados que no tiene lugar de resollar sin que todo lo vean y entienda".

Esta dura vigilancia de Esquivel, "trayéndolo más estrecho que los otros capitanes", provenía, amén del celo del sevillano, de un suceso tenido lugar en diciembre de 1550. Esto fue, un complot para la fuga del Landgrave en que hubo implicados decenas de personas, pues el Landgrave era prisionero, sí, pero siendo príncipe del Imperio, había vivido su prisión rodeado de sirvientes que permitían al Landgrave comunicarse con el exterior. El Landgrave, además, había dispuesto de dinero "para comer o dar limosna o otras cosas que compraba" y con aquel dinero, andaba "sobornando todos los más de los soldados, metiéndoles dineros en las manos". Esquivel acabó o creyó acabar con aquella práctica, pues aunque se permitió a Felipe mantener cierto caudal, "en su misma cámara y en una arca", el capitán español tenía la llave "para que no pueda sacar un real sin mi licençia".

Pero no era la prisión del Landgrave tan estrecha como Esquivel pudiera preciarse en su correspondencia. Felipe seguía haciéndose visitar por diversas gentes, entre ellas, un sastre que con la excusa de hacerle ropa nueva, introdujo 3000 florines en su cámara y además enviaba cartas suyas. El sastre fue descubierto, pero cabe creer que Felipe dispuso de otras cantidades, por lo que se verá.


Felipe de Hesse, llamado el magnánimo, en un retrato anónimo del XVI. En el momento de los hechos que aquí se relatan contaba con 47 años, siendo 4 años más joven que su némesis, el emperador Carlos 

El 25 de enero de 1552 Esquivel informaba de como había tenido aviso de que un soldado español de calzas rojas había hablado con un zapatero de Amberes para enviar una carta a la tierra del Landgrave. Este zapatero le puso en contacto con un correo, el cual recibió un florín por el porte de la misiva. Sospechando el zapatero y el correo de la historia del soldado español, que aseguraba venir de Londres donde había recibido la carta de un artillero que había servido a Felipe, acudieron al margrave de la ciudad para informarle del suceso, entregándole la carta. La carta, una vez abierta, se comprobó que no era de ningún artillero alemán exiliado en Inglaterra, sino del propio Felipe de Hesse dirigida a su hijo.

El zapatero dio las señas del soldado, y, aunque esto no fue suficiente para identificarlo, sospechando Esquivel de uno de los centinelas, el soldado Juan de Padilla, lo hizo prender, llevándolo a su cámara, donde el zapatero, vestido "con una ropa de noche y un sombrero, cubierta la cara con un tafetán" para no ser reconocido, identificó al soldado como el de las calzas rojas que le había contactado días atrás.

Metido en prisión el traidor, Esquivel le hizo dar tormento. 

Aquí nos detenemos un momento. 

Aunque la decisión de someterlo a tormento parece proceder del propio capitán, éste declaró haberlo hecho por consejo de "dos consilleres y un letrado" por los cuales se hizo asesorar por "no fiarme de mi parecer por no ser letrado" y con presencia de dos burgomaestres de la villa de Malinas. O sea, que aún perteneciendo el soldado al estamento militar, el capitán Esquivel prefirió que las autoridades civiles interviniesen, quizá porque el caso era de extrema importancia y prefería tener testigos versados en leyes en caso de que se complicara el asunto.

El caso es que "tras averle dado rezio tormento", el pobre Padilla confesó que el Landgrave le había ofrecido la suma 200 o 300 escudos para irse a España y para que enviase la carta.

Posteriormente, al ser interrogado por el capitán en presencia de su alférez y un soldado de la compañía, Felipe reconoció haberle dado a Padilla 30 florines de 23 placas cada uno.

Teniendo en cuenta que un escudo equivalía a 36 placas, y que el sueldo de un arcabucero o de un coselete de infantería española era de 4 escudos, Padilla vendió su servicio al Landgrave por poco más de 19 escudos, o sea, el sueldo de cinco meses.

Esquivel, "castigó" al Landgrave cerrando la ventana de su cámara por todo el día, y poniéndole un mozo gallego que, lejos de querer agradar al noble protestante y congraciarse con él, le decía en español y con cierta insolencia: "áblame claro, si queréis que os entienda"

Escribiendo Esquivel a Nicolás Perrenot de Granvela, monseñor de Arras, el principal ministro de Carlos V en los Países Bajos, le indicó, el 31 de enero:

"Hanse corrido tanto los soldados que me ruegan que les de el que tengo preso para pasarle por las picas".

Tratándose de un asunto de cabal importancia, Granvela lo consultó, como no podía ser de otra manera, con la gobernadora de los Países Bajos, María de Hungría, y con el hermano de ésta, el propio Emperador.

Éste, desde Innsbruck, el 7 de febrero de 1551 respondió sobre ello en lengua francesa:

habiendo dicho soldado confesado el caso [...] habiendo los otros soldados de la dicha guarda pedido al dicho capitán les sea entregado para castigarlo y hacerlo pasar por las picas, lo cual, el dicho capitán no ha querido acordar sin previamente advertir y entender mi voluntad. Y habiendo considerado el hecho, yo encuentro bien, que el dicho castigo se haga de esa suerte. Entonces, se podrá ordenar al dicho capitán de entregar aquel delincuente en manos de los dichos soldados para hacerlo pasar por las picas con orden expresa que se haga en la calle donde se aloja el dicho Landgrave, y que se le abra la ventana de su cámara, permitiéndole ver el espectáculo, si verlo quiere.

Aunque la carta parece que fue redactada por el secretario Eraso, o uno de sus escribanos francófonos, es difícil albergar dudas de que el Emperador, que tenía una notoria animosidad hacia Felipe, fue quien incluyó la clausula de la ventana.

Esquivel aprovechó el proceso para lucirse acudiendo a la corte en Bruselas, e informar personalmente a la Reina María y pedir que el caso fuera visto por el Consejo Real, pero el presidente del mismo le respondió "que estas heran cosas de soldados que yo [Esquivel] las devía de entender". 

O sea, que las más altas autoridades civiles no quisieron inmiscuirse en un caso de jurisdicción militar, aunque la reina seguía el caso personalmente, como no podía ser de otra manera.

Así que Esquivel, habiendo recibido órdenes de la reina, del Emperador por vía del secretario Eraso y del secretario de la Torre, y por el propio presidente del Consejo que días atrás se había querido exonerar y, punto importante "en conformidad y voluntad de todos los desta compañía" sobre el modo en que se había de ejecutar al soldado, esto es: "pasarle por las picas", procedió a cumplir la sentencia ese mismo febrero, apenas nueve días después que el Emperador diera su visto bueno sobre la ejecución, y apostillase la propuesta de los soldados. Los cuales plazos demuestran que el caso tuvo notoria importancia, pues los correos se despacharon con suma presteza [de Bruselas a Innsbruck hay cerca de 800 kms]. 

El día 20, desde Malinas, Esquivel escribió:

Martes a 16 deste por la mañana se le notificó la sentencia, y a las dos del día lo truxo mi sargento con 20 arcabuzeros y pífano y atambores a la misma calle delante de las ventanas de Langrave, las quales se abrieron para hazer que viese lo que pasaba, y allí lo pasaron por las picas los soldados, y con tanto impito que no pudiera reçevir muerte más presta; púsose luego en una horca junto al mismo lugar que murió a donde lo podía muy bien ber Langrave pero no hazía sino llorar diziendo que no le pesara tanto si le viniera nueva que uno de sus hijos sigundo hera muerto. Allí estuvo ahorcado hasta la noche que lo llevaron a enterrar. La sentencia y relación della envio a Heraso para que lo sepa Su Mgd.

Antón de Esquivel a Granvela, Malinas, 20 de febrero de 1552. Extracto del relato de los hechos. 

Vemos que al soldado Juan de Padilla, después de ser ajusticiado severa y rápidamente por sus compañeros armados de picas, se le manda ahorcar, para escarnio, pues la horca era una pena infamante, reservada a los más bajos criminales. Así pues, a la muerte, hasta cierto punto honrosa, del ser pasado por las picas, le sumamos la infamia de la horca, para deshonrar al traidor que ha servido a un enemigo del señor natural. 

Cinco meses más tarde de la ejecución, y habiendo huido. o retirado, el Emperador de Innsbruck acosado por las tropas lideradas por Mauricio de Sajonia, Carlos se avino, para congraciarse con los protestantes, a satisfacer una de sus principales demandas: liberar a Felipe de Hesse

Antón de Esquivel, que había prometido a Felipe "dalle de puñaladas y hechalle por la ventana abajo" en caso de que vinieran a sacarlo por la fuerza, tuvo que, a regañadientes, plegarse a la autoridad real el 3 de septiembre de 1552, recordando al final de su servicio como carcelero del eminente preso que sus predecesores en el puesto habían "salido de aquí como maestres de campo", pues, como sucedía en la época, reclamar recompensas por los servicios prestados era lo normal y esperable de los buenos y leales servidores. Los que deservían a su señor, no podían esperar otra cosa que la horca y la infamia, salvo si, como en el caso del Landgrave, tenían a media Alemania a su favor. 



NOTAS

Sobre el 19 de junio de 1547, una versión resumida, con una ligera diferencia:

A eso de las 4, S. M. en su solio Imperial, acompañado de muchos Príncipes y Señores, el Landgrave, arrodillado, manos juntas y la cabeza en tierra, por su Canciller se puso en manos de S. M. y a su voluntad. El Consejero Seldt respondió que, en consideración a las súplicas de los Electores, le indultaba de la pena de muerte y de la prisión perpetua, conforme a los artículos del tratado. Hecho esto, el Landgrave fue entregado al Duque de Alba, el cual le llevó al Castillo de Halle, le dió de comer, como también a los Príncipes electores, y después fue puesto en una Cámara bajo la guardia de D. Juan de Guevara y dos banderas de Españoles.

Estancias y viajes del Emperador Carlos V



FUENTES:

Carlos V, Una nueva vida del emperador. Geoffrey Parker

El secuestro que ordenó Carlos V: Introducción, documentos inéditos y notas. Júlia Benavent BenaventM. José Bertomeu Masiá

Cartas de Antón de Esquivel al Cardenal Granvela, Biblioteca Nacional de España MSS/20210/57/1-13

Correspondenz des Kaisers Karl V: aus dem königlichen Archiv und der Bibliothèque de Bourgogne zu Brüssel mitgetheilt, Band 3

Bibliothèque nationale de France. Département des manuscrits. Espagnol 188

El Felicissimo viaje del Muy Alto y Muy Poderoso Principe Don Phelippe ... Joan Cristòfor Calvet d'Estrella [1552]

Los tres albaneses y la gracia real. Un ejemplo de vida moral y material y de administración económica en un ejército del XVI.

Tres caballeros albaneses, con sus típicos bonetes altos, llamados capeletes, en el Códice de Trajes de 1547 [Biblioteca Nacional de España]

Aunque son fundamentalmente las crónicas - que no solo dan vivacidad y realismo al relato, sino, sobre todo, continuidad - y la correspondencia, tanto de soldados como de oficiales del rey, las fuentes que más información proporcionan sobre hechos y campañas de los ejércitos de la época, también las fuentes contables nos hablan de aspectos organizativos que quedan normalmente en segundo plano, por lo que es imprescindible acudir a ellas para intentar trazar un boceto de la vida de aquellos hombres, que en todo caso, quedará siempre incompleto.

A veces, como es el caso, se encuentran pequeñas joyas como esta, que hacen volar la imaginación y al mismo tiempo, nos aportan datos valiosos acerca de la organización económica de un ejército de mediados del XVI. 

Redactada con lenguaje burocrático, esta pieza, alberga, sin embargo, escenas que podrían ser sacadas de las novelas de Alejandro Dumas:


El Rey


Don Rodrigo de Mendoça, gentilhombre de nuestra boca y comendador de la Moraleda [? roto] y Bernaldino de Romaní, nuestro criado, que por nuestro mandado entendeys en rescevir las cuentas de los gastos de nuestro exercito:


Quintin Brunink nos ha hecho relacion que el año pasado de quinientos y quarenta y tres viniendo un criado suyo que se llamaua Martin VandeScuren de Cambresy a Valencianas · trayendo en su poder dozientos y cinquenta y quatro escudos de Italia de cierto vino que había vendido de la municion que estava a su cargo · tres albaneses cauallos ligeros q estauan alojados en la dicha Cambresy saltearon y mataron en el camino al dicho Martin VandeScuren y le quitaron y robaron los dichos dozientos y cinquenta y quatro escudos / los quales no se pudieron cobrar de los dichos albaneses / aunque se hicieron todas las diligencias possibles y Luys Perez de Vargas hizo justicia del uno dellos por hauer pasado los otros dos a Francia con los dichos dineros / ny vosotros selos haueys querido pasar en cuenta de su cargo / y nos suplico y pidio por merced q pues los dichos dineros eran del vino que hizo vender de lo que estaua a su cargo y fueron robados por nuestra gente q estaua en la dicha guarnicion y no se perdieron por culpa ni negligencia suya mandasemos que se les resceviesen en cuenta · o como la nuestra merced fuese / y Nos, acatando lo sobre dicho y por q hauemos sido certificado ser assy verdad havemoslo hauido por bien / por ende yo vos mando q rescivays y paseys en cuenta al dicho Quintin Brunink los dichos dozientos y cinquenta y quatro escudos de Italia y por cada uno de ellos treynta y seis placas solamente por virtud desta nuestra gracia sin le pedir otro ningun recabdo por q asy nescessario es yo le hago merced dellos,



fecha en Colonia. A nueve de mayo de 1545


Yo, El Rey


Por mandado de Su Magd


Francisco de Erasso


Fuente: AGS, CMC, 1ª Época, legajo 587, folio 50

Editado: expansión de abreviados



Aunque los hechos referidos no están fechados a día y mes, sabemos que a 8 de noviembre Carlos V dio orden de hibernar a su ejército y que el tercio de Vargas pasó a acantonarse en la provincia de Cambrai junto a tres mil alemanes. Por eso, asumimos que el robo se produciría en noviembre o diciembre de 1543. 

El 24 de noviembre, el tercio de Vargas estaba en Cambresis para serle tomada la muestra y recibir la paga de octubre. 



En los ejércitos del XVI había multitud de oficios que a día de hoy llamaríamos logísticos y de los cuales, entonces, no se encargaban militares, sino oficiales del rey:

Tenedor de los bastimentos, despensero del hospital, comisario de las barcas, aposentador o municionero, eran oficios imprescindibles para el buen funcionamiento del ejército. 

A estos oficiales, en ocasiones, simples agentes privados contratados para una sola actividad, que necesitaban comprar bienes – trigo, harina, ganado vivo, carne salada, vino, cerveza, etc – o contratar servicios – molienda, panadería, carreteros, construcción de hornos... – se les daban unas libranzas en moneda sonante o en especie, por las cuales debían responder 'al maravedí', o mejor dicho, a la mínima unidad de moneda que se usase en la zona. Cuando lo que se les entregaba no era dinero, sino productos de la munición del ejército imperial, los oficiales habían de responder por cada saco de harina, por cada bota de vino, por cada caja numerada y acerrojada de pan cocido que se les entregaba hasta que era vendido, y a partir de aquel momento, por el dinero recaudado con la venta a los soldados de los productos, pan, vino o carne. 

A Quintin Brunink, del cual no se menciona oficio en la carta, se le había encomendado la venta del vino en el Cambressy [probablemente, Chasteau en Cambresis], esto es, en la provincia de Cambrai. 

El vino que gestionaba Brunink, 'de la munición de su majestad', sería vendido a los soldados que se hallaban en esa provincia, unos 3000 lansquenetes alemanes y unos 2400 infantes españoles del tercio de Luis Pérez de Vargas, que era su maestre de campo.

En la provincia también había varias compañías de hombres de armas y caballos ligeros, fundamentalmente italianos, pero también, como hemos visto, albaneses.

Brunink vendía el vino a los soldados de infantería y caballería. Lo hacía con ganancia para el Rey: el vino se compraba al por mayor, y se vendía a un precio superior al de adquisición. Lo que ganase, descontados los gastos en su tenencia y distribución – su sueldo, el de sus ayudantes, los carreteros y carros cuando se alquilaban, etc – debía entregarlo a los oficiales del sueldo, que, por lo que parece, y para infortunio de su criado Martin Van De Scuren, debían estar en Valenciennes, a unos 30 kms de Chasteau en Cambresis [o Le Cateau Cambrésis]. 

A Valenciennes había de llevar Van De Scuren, [quizá Van Der Scure] el dinero ganado en la venta de vino por su amo, al tiempo que presentaría los números de la venta del vino, y los oficiales del rey, a cambio, le darían un recibí y anotarían en sus libros el 'alcance' de la cuenta de Brunink debidamente finiquitado. Este alcance era la diferencia entre lo ingresado y lo gastado, que era, por lo que vimos en este caso, de 254 escudos, una cifra baja para el rey, pero importante para un oficial menor, como había de ser Brunnink De no ser satisfecho dicho alcance por los oficiales del sueldo, el rey le podría reclamar dicha suma, considerada una deuda que no prescribía jamás, y que se podía adeudar por toda la vida de Brunink y la de sus herederos.


Grupo de capeletes, caballos ligeros albaneses en 1535. 4º tapiz de la serie La conquista de Túnez. 

Algún avispado soldado albanés de la caballería ligera del ejército imperial, o tuvo noticia del traslado de la moneda sonante, o simplemente, conociendo al criado de Brunink, que quizá vendía él mismo o asistía a la venta del vino en la plaza señalada para tal fin, barruntándose la carga que podía portar, se conchabó con sus camaradas, lo siguieron, asaltaron, robaron y asesinaron. 

Martin VandeScuren, sin duda iría armado y si no se defendió dejando herido a sus asaltantes, sería porque no tuvo ocasión, tomado por sorpresa y superado en número, armamento y habilidad en el oficio de las armas por parte de los tres albaneses.

Porqué uno de dichos asaltantes pudo ser apresado por Luis de Vargas mientras los otros dos habían huido a Francia es cosa que no sabemos. Pero dada la baja probabilidad en la época de descubrir el culpable de un crimen cometido en un camino, a no ser que hubiera testigos, o que los asesinos tomaran ropa o algo que les relacionase con el difunto - quizá la misma bolsa en que VanDeScuren llevaba el dinero - es probable que regresasen con el botín a la plaza donde se hallaba su compañía, a seguir con su vida de soldados como si tal cosa, a la espera de la nueva campaña que llegaría con la primavera de 1544. 

Quizá una indiscreción, - aquí comienzo a especular - como gastar más dinero de la cuenta, dio indicios a otros compañeros del delito, que lo delataron. Los dos más avispados o prudentes se fugaron a Francia. Aquí intervino la justicia militar de la mano del maestre de campo Luis Pérez de Vargas y se ajustició a uno de los culpables, lo más probable, siendo un robo con asesinato, es que el albanés fuera ahorcado. Por lo general, en la época, se daba tormento, esto es, se torturaba al sospechoso hasta que hubiera confesado su crimen, delatado a sus compinches y explicado todo lo que sabía.

Por lo que parece, no se recuperó su parte del botín. ¿Le traicionaron sus compañeros huyendo con su parte? El relato es incompleto, y la especulación puede dar lugar a multitud de historias que por verosímiles, no dejan de ser una mera invención.

También cabe tener en cuenta, que los ladrones, en esta época, amén de avariciosos, podían ser descuidados:

Al principio deste gobierno robaron en una quinta valor de veinte ducados una cuadrilla de seis ó siete, que iban á vengarse de unos hombres que los habían maltratado. Hice mucha diligencia por saber quien eran 

[...] 

Dos dias después pareció una ropilla de un soldado de los que allí se hallaron, y habia mudado el traje, y por el rastro della pesqué dos, y otro dia los hice ahorcar, y no les habían tocado cuatro reales de parte. 

Don Juan de Silva a Don Cristóbal de Mora. Julio de 1594

Como vemos en este ejemplo, los ladrones no solo les robaban el dinero sino la ropa, que acaban usando o guardando o vendiendo, cosa que pudo suceder en nuestro crimen, pues la ropa era una de las posesiones más valiosas que una persona, como en este caso, un criado, tenía.  



Quistiones

¿Por qué huir a Francia?


La caballería ligera albanesa, también conocidos como estradiotes o capeletes, eran soldados que iban con poca o ninguna armadura; a veces servían con solo cotas de malla y sin celada para protegerse la cabeza. Eran soldados cuyos cometidos eran explorar, hacer guardias y si acaso, hostigar a tropas de infantería o incluso 'picar' en la retaguardia de un escuadroncillo de caballos ligeros, para huir rápidamente. Aunque podían participar en las batallas, normalmente, dispuestos en retaguardia, no se esperaba de ellos que pudieran oponerse a soldados armados con arneses de tres cuartos – hasta la rodillas – como iban los caballos ligeros italianos o españoles.

Para la mayor parte de las personas extranjeras lo habitual era, no solo no adoptar las modas de vestimenta locales, sino hacer gala de las propias de su nación. Para los soldados, lo mismo: uno no adoptaba galas de labriego siendo soldado. Para dos soldados de caballería albaneses haber caminado por tierras del imperio vestidos con las ropas propias de un soldado albanés, era haber ido llamando la atención a cada paso. Y aunque la comunicación era lenta, y entre enviar y recibir mensajes, los albaneses podían haber llegado a su tierra sin que de ninguna ciudad libre o imperial se hubiera recibido en el ejército notificación de su paso, la probabilidad de que alguien les hubiera retenido, y pedido información e incluso documentación escrita de que habían sido licenciados por el ejército era alta, pues un oficial cualquiera de cualquier villa podía retenerlos. Evidentemente, un correo profesional podía hacer en sus jornadas 120 quilómetros a la posta, esto es, cambiando de montura en emplazamientos habilitados para ellos, pero es poco probable que se hiciera tal esfuerzo por un crimen tan bajo. 

Marchando a Francia, los dos albaneses, además de que podían escapar a la jurisdicción imperial, que abarcaba, en teoría, todas las tierras al norte y este de Cambrai, se hallarían en tierras del rey Francisco I, a la sazón enemigo del Emperador con el que se combatía en Luxemburgo y otras tierras de frontera. Los albaneses, que eran mercenarios, podrían encontrar entre las huestes de Francisco I un capitán de su nación al que servir, o sino, en una compañía de estradiotes griegos o incluso croatas, donde serían bienvenidos por sus habilidades militares equiparables a las de los croatas y griegos. Por otro lado, desertar para huir de la justicia y pasarse al servicio enemigo era algo relativamente habitual en la época, y los desertores solían ser bien acogidos porque eran ganancia para el propio ejército y merma para el contrario.

Es probable que en Francia incluso les admitieran en otro servicio, en alguna compañía de caballos ligeros italianos, si estaban convenientemente armados, o si se armaban a la ligera, no como estradiotes, sino como celadas o lanzas, adquiriendo material - armaduras de tres cuartos, lanzas de ristre, celada, etc - con el dinero robado. 


¿Por qué no fue Van De Scuren escoltado a Valenciennes?

Con una pequeña escolta, de 4 caballos ligeros – en la que no hubieran estado estos tres albaneses, claro – Van De Scuren podía haber hecho el camino de ida y vuelta en dos jornadas yendo al paso, y haber regresado a Cambresis con vida para seguir distribuyendo vino de la munición del rey sirviendo a su amo Brunnink.

Sin embargo, vemos que muchos correos del rey - oficiales de cierto rango, pues los despachos reales eran algo de suma importancia - a los cuales se les encargaba el transporte de importantes sumas de dinero, incluso de varios miles de escudos, cantidades para pagar a varias compañías o incluso dar un socorro a un tercio entero, se desplazaban por territorio amigo sin escoltas.


Pequeñas escoltas de imponentes hombres de armas, parece que solo se reservaban para grandes cantidades de dinero, y eso, si se temía la presencia de enemigos. Hombres de armas españoles pasando revista en Barcelona, año de 1535

En otra apunte de este legajo, vemos, por ejemplo, que Jofre de Goycolea, correo real, fue escoltado por 12 hombres de armas de Mosieur de 'Beltangle', cuando llevaba 4000 escudos – 13,52 kgs de oro - a Metz, 'por recelo de franceses' el 11 y 12 de mayo de 1544.

Pero ojo, a estos hombres de armas hubo que pagarles por sus jornadas. 

Los correos y otros muchos oficiales del rey no tenían un sueldo fijado al mes: se les pagaba a tanto la jornada, o a tanto por la tarea encomendada. 

Esta escolta de 12 hombres de armas incrementaría los gastos del transporte de dinero realizado por el correo, pero en el caso dicho parece que fue Juan de Argarayn, comisario del ejército, quien decidió ordenar la escolta. Por dos días de escolta, estos hombres de armas percibirían un escudo por cabeza, lo cual excedía con mucho a su sueldo, de 12 florines al mes en caso de hombres de armas alemanes [8 escudos y 1/3 al mes], sueldo que seguían gozando, y que sería librado por el pagador del ejército. O sea, que una escolta de 12 hombres de armas costaría 12 escudos, una suma nimia, para proteger 4000 escudos del rey y conducirlos en salvaguarda. 

Si a un correo del rey se le oponían ciertas dificultades burocráticas para el transporte de dinero y sobrecostes, ¿qué problemas no se encontraría un criado de un tenedor del vino? ¿Y quién pagaría la escolta? Pues, probablemente, de haberla necesitado, su amo Quintin Brunink. Podemos pensar que o ni se pensó en la posibilidad, o se descartó por evitar los costes asociados a ella, que podían ser, como digo de apenas 4 escudos por dos jornadas pagando a 4 caballos ligeros. 

En todo caso, la mayoría de ejemplos de transporte de dinero de sumas medianas y grandes se hacían sin escolta, o no consta que la hubiera.



¿Por qué, teniendo una parte no menor del ejército imperial alojado en Cambrai, no había oficiales del sueldo a los que entregarles la suma en dicha plaza?

En la época los ejércitos tenían pocos oficiales militares, y muchos menos oficiales del sueldo u oficiales que hoy diríamos de logística, como eran los comisarios y furrieles. Las funciones administrativas las ejercían unas pocas personas asistidas por secretarios y escribanos, siendo las atribuciones de cada oficial bastante claras, aunque no tanto como a finales del siglo XVI con un ejército permanente, como se puede ver en Flandes [1]. 

El ejército de Flandes en 1543 disponía de un contador, Iñigo de Peralta, encargado de emitir y registrar las libranzas, un veedor, Sancho Bravo de Lagunas, que ratificaría las cuentas, y un pagador, Gonzalo de Molina, que haría efectivas las libranzas. 

Después, esa estructura se podía replicar en cada arma: infantería, caballería y artillería. Y también cada tercio, por ejemplo, podía disponer de su contador. También podían designarse comisarios, que tendrían funciones tales como realizar las muestras. En el caso de la infantería española era Gutierre de Cetina, el célebre poeta. 

Así pues, en Cambresis se encontraría el contador del tercio de Luis Pérez Vargas y en Cambrai los oficiales del sueldo de la coronelía alemana, pero, por lo que parece, ningún oficial que tuviera mano en los cargos del vino de munición. El resto de oficiales mayores del sueldo es probable que estuvieran cerca de la persona del capitán general, Fernando Gonzaga, o en su defecto, con el Emperador, y acaso ambos coincidieron en Valenciennes, en la provincia de Hainaut, donde sabemos que Carlos V estuvo entre el jueves 15 y el lunes 19 de noviembre

Como fuese, esta estructura centralizada y algo rígida, hacía necesario el desplazamiento de correos y otros oficiales reales, transitando por caminos con cuantías de dinero no menores, hasta de varios quilos de oro, para poder pagar a las distintas unidades acantonadas en plazas diversas, o poder hacer pagos para adquirir mercancías básicas como el grano con que hacer el pan. 


¿Por qué los oficiales no quisieron admitir la cuenta de Quintin Brunink?

Como vemos, tuvo que ser el rey Carlos quien le hizo la merced de dar por perdido el dinero robado por los tres soldados albaneses. Los puntillosos Mendoza y Romaní no quisieron hacerlo, incluso con el supuesto del asesinato de quien portaba los doscientos cincuenta y cuatro escudos y el ajusticiamiento del albanés que confirmaría toda la historia.

Los oficiales del sueldo, pues, le apretaron las tuercas a Brunink negándole la admisión de la cuenta: o sea, que Brunink debía aportar el dinero que 'había perdido', aunque hubiera pruebas del robo violento por parte de tropas que servían al Emperador. Brunink, claro, protestó y reclamó, y hubo de ser el Emperador quien concediera la gracia de perdonarle la deuda, eso sí, año y medio más tarde.

Las personas a las que el rey encomendaba su hacienda y posesiones debían responder hasta las últimas consecuencias. Y evidentemente, cuando más abajo se estuviera en el escalafón, más riesgos se corría de que la exigencia se transformara en intransigencia, y viceversa, la indulgencia podía pasar a ser manga ancha si el cargo y la persona que lo ejercía era de alta cuna o de reconocido prestigio: 

El embajador veneciano Alvise Mocenigo explicó que alguien le había hablado al Emperador del latrocinio llevado a cabo por Juan Jacobo de Medici, marqués de Marignan, capitán general de la artillería en esta campaña, en la cual se estimó gestionaba unos sesenta o setenta mil escudos al mes. Interpelado, el Emperador respondió: 'Yo conozco bien la naturaleza del marqués, y aún así, con aquel defecto, me place" [2].


¿Qué suponían dos cientos cincuenta y cuatro escudos a repartir entre tres albaneses?

Pues ochenta y cuatro escudos y un tercio por albanés [3].

Un soldado de caballería ligera italiana ganaba en 1543 seis escudos y medio al mes; quizá los caballos albaneses algo menos, pero no mucho menos, porque un soldado de infantería ganaba 3 no siendo arcabucero ni coselete, y el mantenimiento del caballo no era un coste menor. Los caballos que estaban a cargo del barrachel de campaña del tercio, por ejemplo, cobraban 5 escudos al mes, haciendo funciones de policía militar. 

La cuestión es que los tres albaneses mataron al pobre VandeScuren por el sueldo de poco más de un año. Una buena presa, tampoco para retirarse, pero más de lo que ahorrarían durante toda una campaña, y desde luego, un buen botín en caso de haber tomado una ciudad por asalto, en una época en que amplios sectores de la población no tenían ahorros en metálico. 

Según se mire, un botín por el que no valía la pena matar, ni arriesgarse a morir en la horca, o una pequeña fortuna.

Quizá, simplemente, como dijo el duque de Alba, había hombres que habían nacido para el remo – para ser condenados a galeras – o para la horca.



Conclusión


Las estructuras administrativas de los ejércitos imperiales eran imperfectas e infradotadas, pero muy meticulosas en lo que a control económico se refiere. La razón más plausible de porque todos los oficiales mayores del sueldo y gran parte de los menores eran españoles, reside en la tradición administrativa heredada de los Reyes Católicos, cuyas armadas y ejércitos de ultramar - las campañas del Gran Capitán - sentaron las bases de una administración moderna. Moderna, respecto a la edad medieval, claro, y sin parangón en otras tierras imperiales, con experiencia en la organización de ejércitos multinacionales, como se pudo ver en las jornadas de Túnez [1535] y Argel [1541], o en la practica diaria de los ejércitos de Italia, fundamentalmente, del de Lombardía. 

Aún así, sabemos perfectamente que se cometían fraudes y robos a la hacienda real, desde los capitanes de las compañías a los capitanes generales de las distintas armas, pasando, inevitablemente, por todos los oficiales del sueldo, cuya connivencia, interesada, era imprescindible para escamotear el dinero de las arcas reales.

Al final, cuando años más tarde el contador mayor de cuentas del reino ratificaba que las cuentas eran buenas, era porque los números cuadraban. Si las dos mil cuartas de trigo que se compraron en Nancy costaron, efectivamente, 1000 escudos o el comisario pagó 900 y se repartió la diferencia con el Bailyo de la ciudad, que le firmó un papel que sostenía que efectivamente habían costado 1000, es algo que nadie podía saber. Lo que contaba era el papel.

El papel, como se suele decir, lo aguanta todo. Y si no había papel que lo justificase, es que había malversación. En todo caso, no todo se decidía con la "celeridad" de este caso. Al contador Francisco de Pantoja se le otorgó otra merced real el 16 de agosto de 1564, dando por recibido y pasado en cuenta un alcance no liquidado de 67 escudos y 1/2 por la compra de ganado en el dicho ejército de Flandes ese mismo año de... 1543.


Por otra parte, poner tales cantidades de dinero ante la vista de un grupo de hombres, profesionales de la violencia, en muchas ocasiones, sin muchos escrúpulos, y ávidos del oro y la plata que era, para bastantes, la única motivación para servir, podía, efectivamente, espolear aquella violencia por la que se les contrataba, pero, en sentido adverso. Si estaba bien robar, asesinar y saquear al adversario, ¿quién decía que hacerlo con los propios estaba mal, quién marcaba el límite de lo bueno y lo malo?

Pues el rey, claro. 

Vemos que el maestre de campo Luis Pérez de Vargas es, en Cambrai, la autoridad encargada de hacer las pesquisas y averiguaciones sobre la perdida del dinero, y el encargado de ejecutar la justicia. 

Aunque sabemos que en el ejército de 1544, era Sebastian Schertel el preboste general o capitán de justicia con 136 caballos a su orden para imponer la ley y que había dos auditores generales, entre ellos, el español Juan Duarte, cuando el ejército se hallaba disperso, debían ser las estructuras particulares las que tomasen el mando. 

Vargas disponía en su tercio de un barrachel, Juan Curi, que con 6 caballos ligeros hacía la función de policía militar. La caballería ligera debería contar con una estructura equivalente, y superior, pero con la dispersión de la hibernada, quizá se hallaba en otro lugar, junto a su capitán general Francisco de Este.

Como sea, parece claro que el albanés apresado no tuvo audiencia - lo que equivaldría a un juicio de hoy - ni se le reservaría otra cosa que justicia sumarísima. 

Como sea, una breve noticia administrativa nos aporta mucha información y nos da pie a explicar aspectos menos divulgados de la vida militar.



Notas


[1] Véanse los trabajos de Alicia Esteban Estríngana, especialmente, Guerra y finanzas en los Países Bajos Católicos. De Farnesio a Spínola (1592-1630)].

[2] E questo S°r molto auaro, et ha fama di hauer robbato assai nel carico, che'l ha hauuto dell'artegliaria hauende hauuto gran commodita di farlo, perche la spesa di quella era di 60 in 70m. scudi al mese, et un tratto, che fu detto a Cesare, che'l robbaua, Sua Mta. rispose, lo conosco bene la natura del Marchese, ma esso mi piace anco con quel diffetto. 

Relación de Alvise Mocenigo, embajado de Venecia ante el Emperador Carlos V, en 'Dos años en la vida del emperador Carlos V [1546-1547], por Vicente de Cadenas y Vicent

[3] Haciendo una equivalencia, que no está basada en ningún cálculo económico, más allá del sueldo de un mes, pero que a mí, me ha servido para hacerme una idea, equivaliendo un maravedí a un euro actual, 1 escudo de 350 mrs. serían 350€. Y por lo tanto, un soldado de infantería española o italiana, pica seca, ganando 3 escudos al mes, sería un mileurista: 1050 maravedíes al mes. 

Así pues, los 84,5 escudos de la parte del botín podían suponer casi 30.000€. 

A peso de oro, los 84,5 escudos eran 285,61 gramos del metal precioso a 3,38 gramos la pieza, oro de 22 quilates. A 45€/gramo, cotización de hoy en día, suponen 12.852,45€.