La paga del soldado [Batalla de Pavía, 1525]

¿Quánto grande era su poder de gente de guerra, soldados veteranos muy bien armados de quien él se avía servido, y de artillería y arcabuzería que todo lo podía muy bien pagar y sustentar por muchos días?
Historia de la guerra y presa de Africa, por Pedro de Salazar. 1552


[...] la nécessité là où nous, nous trouvions par faute d'argent, de sorte que estions contraint de combattre le roy de France en son fort, ou prendre appoiutement; car vostre armée ne se pouvoit plus sonstenir, et estions en danger de rompre, par faute d'argent
Carta del virrey de Nápoles, Charles de Lannoy, al Emperador, en el campo delante de Pavía, a 25 de febrero de 1525


Recientemente he descrito someramente la batalla de Pavía y apuntaba a los problemas económicos del ejército imperial como uno de los principales desafíos a afrontar por parte de su jefatura.

Las restricciones económicas fueron siempre uno de los factores limitadores de la actividad bélica de la monarquía habsbúrguica. Los problemas de la hacienda regia no sólo se limitaban a conseguir el dinero, sino también a ponerlo allí donde era necesario. Para poner el dinero en Lombardía, había dos mecanismos: el uso de letras de cambio - normalmente pagaderas por mercaderes genoveses, o bien por agentes en Roma - o el transporte en moneda labrada desde el reino de Nápoles [por vía terrestre o marítima] o desde Barcelona [por vía marítima]. Dicho transporte era habitualmente inseguro, y en tiempo de guerra, demasiado arriesgado, así que se recurría normalmente a las letras de cambio pagaderas por mercaderes, que en muchos casos, eran asimismo financieros - prestamistas - de la corona [1].

El caso es que, aún disponiendo del dinero en caja, o teniendo la posibilidad de acceder al crédito, que el pagador del ejército en Italia pudiera hacer efectivo el pago a los soldados era harto complicado... y, en todo caso, a finales de 1524 y primeros de 1525 no se disponía de dinero.

El 19 de octubre de 1524, Caracciolo informaba al Emperador de que se debía al ejército la suma de 80.000 ducados. El duque de Milán había aportado entonces 14.000 ducados con los que se pagó parcialmente a la infantería. El rey de Inglaterra, aliado de Carlos en la pugna con el francés, había aportado 100.000 ducados, pero estos se hallaban en mano de sus agentes en Roma y los mismos se negaban a realizar transferencia alguna hasta recibir órdenes explícitas, probablemente, aguardando el resultado de las acciones bélicas.

El Emperador con su guadia de alabarderos junto a la mesa del contador - o del veedor - durante la revista de tropas en Barcelona para la empresa de Túnez [1535], segundo tapiz de la serie de Vermeyen. El infante sentaba plaza en los libros del sueldo, pero debía recibir su paga, su soldada, para ser considerado soldado. 

Para enero, a pesar de las aportaciones personales de Charles de Lannoy - virrey de Nápoles - que aporta su plata valorada en 8000 ducados para pagar a la caballería ligera, la situación se ha complicado notablemente con la llegada de miles de nuevos soldados alemanes de refuerzo.

Con la llegada de dicho socorro de lansquenetes organizado por el infante don Fernando, hermano de Carlos. el coste del ejército imperial se dispara, superando los 130.000 ducados por mes [2].


Infantes españoles aportan dinero para sostener el ejército

El día 15, el marqués de Pescara, ante las protestas de los soldados, determina imprescindible convencer a las tropas para que combatan sin paga hasta el 10 de febrero, y tener la oportunidad de acudir a socorrer Pavía. En primer lugar, hablará a los españoles, luego a los italianos, y si estos dan su consentimiento, a los alemanes.

Los españoles aplauden la arenga del marqués, y responden que están preparados para hacer lo que se les requiere, prometiendo vender caballos, capas y aún sus camisas para obtener dinero para vituallas o incluso para pagar a los que se niegan a marchar sin paga.

Prudencio de Sandoval detalla lo sucedido, como los soldados ofreciéndose de salir en campaña no solo sin paga, pero aun, que de lo que tuviesen, venderian hasta la camisa pora comer, y darían para dar paga v socorro á los tudescos. El que tuviese ciento;ochenta-; y el que diez,seis. Y que por eso no quedase el salir en campaña. 
El marqués se holgó mucho de ver el buen ánimo y voluntad de sus soldados, y agradeciéndose mucho los mandó ir á sus posadas , y ordeno qué cada capitán recogiese los dineros que de su compañia contribuyesen los soldados tomandolo por cuenta y memoria, para que despues Angiliberto, escribano de raciones ó contador del ejercito, tuviese cuidado de hacerlos pagar. 
En este mismo dia los capitanes españoles llevaron al marqués los dineros, que suyos y de sus compañias pudieron haber y con estos y otros que dieron los caballeros, hubo para dar un escudo de socorro á cada tudesco, y aderezar algunas cosas necesarias para el artilleria y municiones, como son carros, ruedas, sogas, azadones y otras cosas de este jaez, que son muchas y grandes las que un ejército ha menester. 

Vemos pues, que los soldados españoles aportaron una cantidad. considerablemente alta en relación a su patrimonio, en forma de préstamo - asumo que sin intereses - para el sostenimiento del ejército, principalmente, para destinarlo a socorrer a los lansquenetes. Es difícil que la cantidad recaudada entre ellos fuera muy alta [desde luego, no más de los 7000 ducados que costó el socorro a los alemanes "viejos"] pero el esfuerzo y generosidad de esos infantes fue, sin duda, enorme.  

Después Pescara realiza su alocución a los infantes italianos, que igualmente dan una respuesta afirmativa al requerimiento del marqués de combatir sin pagas hasta el día 10. Españoles e italianos se dirigen a los alemanes, advirtiéndoles que "so pena de perpetua inimicicia" debían acudir a socorrer Pavía y no excusarse en la falta de pagas.

Los cuadros de piqueros alemanes, como estos lansquenetes imperiales en una representación de la misma batalla de Pavía - cuadro de hacia 1530, de la colección de Enrique VIII de Inglaterra - eran fundamentales en las guerras libradas por el emperador Carlos por su número, disponibilidad, facilidad de movilización y eficacia durante el combate, pero no eran tan disciplinados como los españoles para soportar las penurias de las largas campañas, y mucho menos, estaban predispuestos a padecer la falta de pagas. 


En todo caso, a pesar de las amenazas de los infantes españoles e italianos, Pescara, al día siguiente, habla a los 7000 alemanes que están en el campo, los cuales se conforman con que se les pague 1 escudo en el momento, y 1/2 escudo el día 26, y entonces seguirán en servicio hasta el día 10 de febrero. Los alemanes que han llegado con posterioridad a cargo de Jorge Frundsberg, se declaran contentos con la 1/2 paga que acaban de recibir.

Asimismo, Hernando de Alaracón habla con los hombres de armas, que prometen ir a Pavía a caballo o a pie, pero que dicen no poder hacer su servicio como hombres de armas sin recibir su paga. O sea, que los hombres de armas emplean una sutil forma de reclamar las pagas, advirtiendo que no combatirán sin ellas, sin mostrarse abiertamente descorteses. El hecho es que la mayoría de ellos ha jurado sobre la hostia sagrada no prestar servicio hasta que reciban buena parte de las pagas que se les adeudan. Finalmente, se avienen al recibir 10 ducados por cabeza y la promesa del pronto pago de otros tantos.

El virrey y el duque de Milán procuran reunir 30.000 ducados, y con este dinero se consigue mantener a hombres de armas e infantería alemana para que sirvan, al menos, hasta el 10 de febrero.

Con todo esto, se consigue poner el ejército en marcha para acudir al socorro de Pavía.


Término de pago

Llegado el día 10 de febrero, finaliza el plazo en el cual los soldados debían cobrar. Los alemanes vociferan en el campo "¡Guelte! ¡Guelte!" [¡Dinero! ¡Dinero!]  y acuden a la tienda de Girolamo Morone para hacer notorio su descontento. El marqués de Pescara les entrega 4000 ducados de sus fondos, y los soldados quedan momentáneamente satisfechos.
En este momento se deben 100.000 ducados a la infantería: 3 pagas a la infantería española, y 1 mes de sueldo a los alemanes, paga que cumplirá el 25 de febrero.

El día 21, debían llegar 100.000 ducados que el Emperador remitía, y asimismo, el dinero que debía llegar de Roma.

Exprimiendo los fondos de que se disponen, se distribuye 1/2 florín de oro a los soldados, y se indica que les intentará dar otro al día siguiente.

Finalmente, Pescara anima al Consejo a tomar la decisión de dar la orden de combatir: uno de los motivos claros es que si no combaten, el ejército se deshará por la falta de pagas.

De hecho, entre los capitanes franceses que daban consejo a su rey, el señor de la Palice dio el parecer de que debían descercar Pavía. Según la opinión del veterano militar, si se levantaba el asedio a la ciudad, los alemanes que se hallaban dentro defendiendo la plaza en nombre del Emperador demandarían la paga, y no se contentarían con razones ni promesas, sino con oro, y no habiendo oro con que pagarles, habría motín, y habiéndolo, se marcharían a casa tras recibir las pagas. Asimismo, los alemanes que habían venido al socorro habiendo "ya librado del cerco a sus parientes" se volverían a Alemania. Concluía su razonamiento el señor de la Palice - según Jovio - que "el impetú de los Tudescos enemigos frescos y terribles, no se devia romper por fuerza sino con una dilacion conveniente". Valía la pena, pues, según el consejero francés, descercar Pavía, pues los alemanes que la guardaban, no pudiendo dejar la plaza, no suponían un grave problema a nivel financiero no hallándose en posición de reclamar las pagas con fuerza.

No obstante este consejo, Francisco I de Francia mantuvo el cerco a Pavía, y llegado el día de San Matías, todos los soldados del emperador libraron la batalla hallando la victoria.

Al mismo tiempo llegaron los 100.000 ducados esperados para pagar la guarnición de Pavía y el resto del ejército.


El sostenimiento de la guarnición de Pavía

Pavía, cercada desde octubre, había sido sostenida por los defensores, que tuvieron una actuación en lo general muy digna, con numerosas salidas y acciones que podríamos calificar de heroicas, y sin embargo, las tropas alemanas, o al menos, algunos de sus líderes, estuvieron a punto de ejecutar la traición en más de una ocasión [3] o cuanto menos, amenazaron de entregar la plaza si no recibían la paga [4].

A pesar de la entrada de algún dinero - acción muy difícil en una ciudad cercada - y de recurrir a la escasa hacienda personal, Antonio de Leiva hubo de recurrir a las exacciones: recoger el oro y la plata de las Iglesias y apretar a los burgueses para que contribuyeran económicamente.
Se asume que así logró reunir Leiva 30.000 ducados, suma nada despreciable,  pudiendo labrar moneda [5] con la que pagar a la soldada, pero el hecho es que acabada la contienda, la deuda alcanzaba los 180.000 ducados.

Así pues, los soldados cercados también tuvieron una considerable paciencia, si bien su caso era considerablemente diferente a aquellos del campo imperial, que podían marchar a donde quisieran.

Financiación tras la victoria

Les Espàgneus ont souffert trois mois sans avoir paye, et en combattant out fait merveille:, et ont été chargés de gagner la bataille
Carta del virrey de Nápoles, Charles de Lannoy, al Emperador, en el campo delante de Pavía, a 25 de febrero de 1525

La victoria supuso que diversos príncipes italianos, que se habían comprometido previamente con el Emperador en diversos acuerdos, no tuvieran más oportunidades para demorar el pago de lo acordado: así Venecia, el Papa - que últimamente daba apoyo a Francia - el duque de Saboya, Siena, Florencia, Lucca y Génova, debían contribuir con cerca de un millón de ducados. Asimismo, el rey de Inglaterra ha de abonar su contribución, en función de la liga acordada.

El caso es que estos estados continuaron tras la victoria en Pavía demorándose en el pago, y así, se prorrogaron los problemas para hacer efectivos los pagos en el ejército. En todo caso, finalizado el conflicto con la prisión de Francisco I, la necesidad de mantener el ejército era considerablemente menor; para abril, por ejemplo, la mitad de los 6000 alemanes de Frundsberg habían dejado sus banderas y regresado al hogar, aún sin haber recibido los adeudos.

A finales de mayo de 1525, españoles y alemanes se alojan en Viela [hacia el Piamonte] en estado de amotinamiento, demandando su paga. Stephano Grimaldo, mercader genovés, acaba de abonar la mitad de una letra por valor parcial de 50.000 ducados, prometiendo la otra mitad a final de esa semana.

Se queja el Abad de Nájera al Emperador que la mitad del dinero destinado al ejército imperial se va en comisiones, intereses, cambios, etc, además del enorme coste de llevar el efectivo al campo. Quizá exageraba Nájera, pero por ejemplo, los 50.000 escudos remitidos por el rey de Inglaterra por letras en Venecia, se ven reducidos a 40.000 en efectivo.

Hernando de Ávalos, marqués de Pescara, retratado por Tobias Stimmer
En julio, Pescara y Leiva, a pesar de que las últimas letras de cambio fueron recibidas a mediados de junio, han juntado de su plata y joyas 15.000 coronas para sufragar los gastos del ejército.

La presencia de los soldados en el Piamonte consigue que el duque de Saboya se avenga a abonar una contribución al ejército, a cambio de que la infantería dejase el territorio. Nájera propone entonces enviarlas al marquesado de Saluzzo. Vivir sobre el terreno e imponer contribuciones a los locales, un modelo que vivirá su apogeo durante la guerra de los treinta años.



Los problemas económicos se mantendrán, aún a pesar de las reducciones en el número de soldados del ejército, y serán la norma general, como sucedió durante la campaña de 1527, si bien, en esta ocasión, la falta de un cabo de guerra del prestigio y de la ascendencia de Pescara [6], hizo que los soldados, carentes de un líder carismático que les condujera en la guerra del modo más eficiente, acabaran siendo calificados de "comunidad de amotinados".


Apéndice

Alocución del marqués de Pescara a los soldados, según la crónica de Cereceda
Es imposible de que fueran las palabras reproducidas a continuación, las realmente pronunciadas de modo literal por Pescara para conseguir de la infantería españoles su adhesión cuasi incondicional, pero entiendo que Cereceda recogió la esencia del discurso pronunciado por el marqués, y lo adornó literariamente para plasmarlo en su obra:

Señores y hermanos : Fasta agora no se os ha dado parte de nuestros secretos , porque no ha sido nescesidad que lo supiésedes ; agora que la hay,  os hago saber cómo el Rey de Francia nos ha enviado á decir le desembaracemos la Lombardía que la quiere para sí y después porná justicia; el reino de Nápoles será suyo ó de las majestades cesáreas. Mirad y señores , con cuánto trabajo lo hemos ganado é guardado fasta el dia de hoy ; no quiera Dios que por nosotros se falle perder un punto de la honra que habemos guardado é ganado. ¡Mirad con cuánto trabajo están cercados en Pavía nuestros hermanos y parientes y amigos ! Habemos dado orden de salir en campaña é no tenemos dineros para pagar una paga que se os debe , y once ó doce dias de otra. Vengóos á rogar que esperéis hasta de hoy en veinte dias , que vengan dineros del reino de Nápóles para pagaros; en este tiempo allegaremos nuestro campo á Pavía , para dalles socorro o vituallas , ó sacar la gente que está dentro. Nos pondremos tan cerca de la muralla , que será nuestra ó suya del Rey de Francia ; y para en esto , yo os prometo la fe de caballero , de ser el primero que muriere ó allegaré á la muralla de Pavía aunque tengo por muy cierto , según vuestra valor y de no ser el primero , ni aun el tercero que allegaré á la muralla. Por tanto y señores , dadme vuestra respuesta , porque tengo de dar relación á estos señores que vuestro ejército gobiernan. 


En la relación de Juan de Oznaya sobre la alocución de Pescara - mucho más extensa - y farragosa - que la de Cereceda - se incluye una petición expresa de dinero realizada por el marqués a la infantería española:

Y para mostrar mas vuestro valor, la misma fortuna ha rodeado de traernos en tiempo, que no solo no tengamos un real para pagaros, pero que tengamos los capitanes necesidad de pediros de los dineros que tenéis cada uno, para socorrer á los tudescos. Bien conozco ser esta la cosa mas nueva del mundo y la mas grave que jamás á gente de guerra que se pidió; pero confio lo haréis para que mas yo vea á qué se estiende vuestro valor, y por tanto os ruego con toda quietud me respondáis lo que en todo pensáis hacer. 

Du Bellay indica que el marqués también apeló a la posibilidad de obtener un suculento botín con la rota de los franceses, lo cual no es en absoluto descartable, si bien el cronista y soldado francés, no se hallaba en el campo imperial para dar testimonio del parlamento de Pescara.


Notas

[1] Se quejaba Pescara - según la relación de Juan de Oznaya - de que desde septiembre de 1524 "no nos pagan ni tenemos un real que comer, ni el emperador nuestro señor al presente puede socorrernos por ninguna via; pues tomados los caminos asi de España como de Napoles están tomados; que si no fuese volando, nadie podria pasar, ni acá lo podemos por manera ninguna remediar. Porque bien creeréis que no han faltado ni faltan diligencias: que yo os certifico que de mi parte he enviado á rogar á los venecianos, ya que no por otra via, á lo menos sobre mi estado de Pescara, ó comprado, ó vendido, ó empeñado, me diesen siquiera cient mill ducados".

El empeñar los feudos era una medida recurrente para sostener la guerra por parte de los jefes del ejército, que se jugaban su prestigio personal y familiar en tal empeño, pero que podían resultar muy mal parados al realizar tal contribución. En principio, el señor a quien servían - en este caso el Emperador - debía no solo reembolsar la cantidad para que su capitán pudiera desempeñar sus estados, sino recompensarle con alguna merced, que debía llegar, naturalmente, en cuanto tuviera ocasión.
Pescara, sin embargo, murió en noviembre de 1525, y no parece que fuera el caso de haber visto recompensado su esfuerzo. Le heredó su sobrino el marqués del Gasto, y según Jovio, "lo dexó cargado de muchas deudas", de modo que de "tantas victorias ninguna cosa le quedó, sino la gloria y loor".

[2] Dato obtenido en "Le connétable de Bourbon 1490-1527" André Lebey, 1904. p.271. Lebey no referencia el dato.
El ejército de Lombardía en diciembre de 1523 - más pequeño que el de 1525 - costaba 87.448 ducados al mes. En marzo de 1526, Lope de Hurtado escribía al Emperador que se debían 600.000 ducados y que "cada mes tiene V. M. cerca de sesenta mili ducados con alemanes y españoles sin la gente de armas y fortalezas y otras cosas ordinarias deste Estado y extraordinarias del exército".
O sea, que solo la infantería costaba sesenta mil ducados al mes una vez librada la batalla de Pavía.


[3] El coronel de las tropas alemanas en Pavía era el conde Eitel Friedrich von Zollern o Hohenzollern [el Festterfriz de la crónica de Cereceda].
Durante el asedio contactó con un coronel alemán que servía al rey de Francia y acordaron la entrega de la plaza. El plan era sencillo: cuando a los alemanes les correspondiera la guardia del puente, el conde pondría gente leal a su persona para custodiarlo, y por allí les darían entrada a los franceses que acudieran a tomar la plaza. Conocida la traición por un soldado alemán, lo comunica a Leiva ,que ordena doblar las guardias en los muros y acude al puente, donde explica al coronel que le deja como ayuda de su guardia alemana 200 arcabuceros españoles con el capitán Bracamonte, la mitad en el puente, y la otra mitad vecinos. Acuden los franceses a la hora convenida con la contraseña que habían acordado, pero viendo que no les dan la entrada, pues los alemanes tenían el obstáculo de los arcabuceros de Bracamonte para ejecutar su plan, se retiran. Al día siguiente, Leiva, simulando desconocimiento del plan del conde Zollern, le invita a comer.

Sandoval insinúa el envenenamiento del coronel alemán en dicha comida con no poca mordacidad:
"Socorrió Antonio de Leyva con aquellos dineros á los tudescos, y convidó á comer a su mesa al coronel de ellos de quien se tenia sospechas. Y aun habia información que traia trato secreto con el rey de Francia, por medio de dos hermanos vecinos de Pavía. para darle entrada en la ciudad; pero tales fueron los bocados que tragó él tudesco, que dentro de pocas horas purgó con ellos el alma, perdiendo la vida, que como traidor no merecía"

El conde murió el 15 de enero de 1525.
Según las memorias del señor de Florange, dos días después de la asistencia al banquete. El conde Juan Bautista Lodrón fue nombrado nuevo coronel de la infantería alemana en sustitución del fallecido.

[4] El caso se solventó con el envío de dos soldados españoles con el dinero. Según Oznaya, el alférez Diego de Cisneros y Francisco Romero pasaron al campo francés fingiéndose traidores y una vez allí, entraron en Pavía con el dinero cosido en un jubón; según de Bellay, el dinero lo introdujeron en un barril de vino, unos 3000 escudos, una cantidad muy pesada y voluminosa para llevar en un jubón.

[5] Con la leyenda "Caesariani Papiae obsessi 1524" según Cereceda, o  ·Caesariani militis Paviae obsessi·, según Sandoval.

 1524 CESariani Pa Pie OBsessi / 1524 CESareis Pa Pie OBsessi

Se imprimieron monedas de diversas leyes y pesos tanto de plata, como de oro, para pagar a los soldados, y en lugar de poner el nombre o la efigie de su señor, mandó labrarlos con el AL - Antonius Leyva:
1524 Antonius Leyva
[6] En un retrato ecuánime hecho por Piero da ca' da Pesaro, Proveditore General in Campo  del ejército veneciano durante la campaña de 1524 - con atribuciones similares a la del Comisario General en el ejército imperial -, se dice de Pescara que era "hombre de buen corazón, cauto, astuto, liberal, paciente en toda fatiga, español de querencia, aunque nacido en Italia, siempre habla español, aunque sepa italiano; es amado, es más, es adorado por la infantería hispana [...] el mejor hombre del campo cesáreo, práctico de los sitios y de los alojamientos".
Aunque el texto pueda parecer laudatorio en exceso, propio de cronistas aduladores, se trataba de un informe particular y secreto dirigido a la Señoria de Venecia, en el cual, el oficial veneciano reconocía como otros señores más importantes que Pescara - el duque de Borbón, o el virrey Lannoy - no sabían demasiado de la guerra.
En la misma relación reconoce las cualidades como soldados de Alarcón y Leiva, que según él, eran amados y estimados por todos.
Los soldados, sin duda, sabían distinguir a sus jefes nominales de sus líderes reales.

Asedio, socorro y batalla de Pavía [Octubre 1524- 24 de Febrero de 1525]

Quien quiera que supiera del campo del Emperador, el cual se perdió entre las montañas de la ribera de Génova, pocas días ha, véngalo manifestando, y dalle han buen hallazgo.
Y donde no, sepan que se lo pedirán, por hurto y se sacarán cédulas de excomunión sobre ello.
Pasquín publicado en Roma, tras la retirada del ejército imperial de la Provenza y levantamiento del fallido asedio a Marsella. h.Octubre de 1524.



l.os que por perdido tenian al campo Imperial, sepan que ya es parecido. 
El cual pareció en camisa un dia en amaneciendo muy helado; Y con ir de esta manera se llevaba en las uñas doscientos hombres de armas y otros tantos infantes.
Que harán cuando ya vestidos y armados salieren al campo?
Pasquín publicado en Roma, tras la toma de Melzo, en respuesta al anterior. Febrero de 1525



Como veremos, el campo Imperial amaneció igualmente en camisa un día de San Matías, e hizo tanto, que quedó no solo descargado de las burlas previas, sino que su trabajo quedó inscrito en las páginas de la historia con orgullosas letras de oro.



Levantamiento del socorro de Marsella y retirada de Milán

Tras la batalla de Sesia [29-30 de abril de 1524] en la que el ejército francés fue acorralado en el río, y consecuentemente expulsado de Italia, el ejército imperial había penetrado en la Provenza. Allí, mientras ponían sitio a Marsella con suerte desigual - 3 de los 7 cañones quedaron inutilizados - el rey rehacía su ejército en Lyon, y poniendo su persona a la cabeza del mismo, iniciaba su marcha al sur.

Aunque el duque de Borbón - jefe del ejército cesáreo - deseaba enfrentarse a su anterior señor, los capitanes, y el de más peso Fernando de Ávalos, marqués de Pescara, le recomendaron [27 de septiembre de 1524] que una vez asegurados los pasos de Niza y Génova, regresaran a Lombardía.

Sin haber conseguido tomar Marsella, marchar contra el rey, como pretendía Borbón, hubiera supuesto dejar a sus espaldas una guarnición que podría salir y dar en su retaguardia y al mismo tiempo, avanzar por tan "mala tierra" como era Provenza, donde los naturales les estorbarían fácilmente el aprovisionamiento de víveres, para acabar enfrentándose a un ejército superior en número y mejor avituallado.

Y además, aunque no tuvieran presente tales deventajas, no tenían ni un "quatrino" con que pagar las tropas.

De ahí la huida frente al francés, retirada que fue rápida y eficiente, por mucho que inspirara alguna chanza en tierras romanas.

Los capitanes Juan y Pedro de Mercado, junto con el capitán Villaturiel fueron enviados a Toulon a embarcar el artillería gruesa en las seis galeras y el galeón a cargo de don Hugo de Moncada, navegando a Niza.

La víspera de San Miguel, 28 de septiembre, se levantó el campo sobre Marsella, saliendo Renzo da Ceri con su guarnición para dar en la cola del ejército imperial comandado sobre el papel por el duque de Borbón, pero liderado en el día a día por el Marqués de Pescara.

La retaguardia, compuesta por lansquenetes, padecen la escaramuza, y pierden una pieza de artillería. Pescara, a cargo de arcabuceros españoles vuelve y da sobre los enemigos, recuperando la pieza tomada. Desde ese día, camina el escuadrón de españoles en retaguardia - el puesto de mayor peligro - junto a la mitad de la arcabucería española, y la otra mitad en vanguardia con los caballos ligeros. Renzo da Ceri realiza una nueva intentona, pero una emboscada de arcabuceros españoles dispuesta por Pescara consigue que se torne "no buscando más escaramuzas".


Infantes españoles en Túnez [1535]. Detalle tapiz nº8. Batalla en los pozos de Túnez [Vermeyen]



En Frejús se reúne el ejército con los hermanos Mercado y Francisco Villaturiel, los cuales son de nuevo enviados en avanzadilla para ir haciendo vituallas "donde las hallasen" e ir tomando lengua y asegurando los pasos.

En Niza, tras haber cruzado el Var con estorbo de la artillería de las galeras francesas, embarcan el resto de la artillería en la armada de Moncada, que marcha a Génova. Llevan consigo incluso piezas a las que quebradas las ruedas, el marqués manda hacer pedazos, siendo los trozos de bronce, ruedas y cajas, llevados en acémilas "por no dar gloria a los franceses" de haberles tomado ninguna pieza de artillería.

En la "Roca de Mentone" - entre Roquebrune-cap-Martin y Menton - la armada francesa desembarca para impedirles el paso, pero los españoles toman antes el puente y obligan a los desembarcados a retirarse.

Sin casi descanso, pero sin enfrentamiento con el enemigo, Pescara llega a los llanos piamonteses a mediados de octubre, donde se reúne con el virrey de Nápoles, el borgoñón Charles de Lannoy, que cuenta con 570 lanzas y 1.500 infantes italianos del ejército imperial en Italia, así como 1000 infantes y 250 lanzas del aliado duque de Milán.

Acuerdan que Pescara acuda a sostener Milán, plaza en la que entra el 22 de octubre a medianoche, donde halla a Hernando de Alarcón con unos pocos caballos ligeros de los que habían quedado en Lombardía.



Marcha del ejército real a Italia

Francisco I había dividido su ejército: al mariscal de Montmorency con la "gendarmerye" manda por el camino de Tande y él con la infantería partida en tres jornadas - lansquenetes una jornada por delante, seguidos por el rey con los franceses y los gentileshombres de su casa, y una jornada detrás los suizos - marcha por las montañas de Saboya, llegando a Turín el 17 de octubre donde es recibido por el duque.

Desde Turín el rey de Francia envía de avanzada infantería y caballería a tomar Milán, tomando al duque de Milán - defensor de sus estados ante el francés y aliado circunstancial del Emperador - 14 piezas de artillería que se trasladaban de Novara a la capital de su estado.

El ejército del rey de Francia cuenta con 2.000 lanzas, más de 4.000 caballos ligeros y 22.000 infantes. Ante este aparato de guerra, poco puede hacer Pescara, que desaloja Milán cuando la vanguardia francesa se hallaba ya en las puertas y el grueso del ejército con el rey tiene su campo a tres millas.

Con 150 caballos ligeros en vanguardia, Pescara toma el camino de Lodi para ir descubriendo emboscadas, y como en la retirada de Marsella, pone la infantería española con la mayor parte de la escopetería y arcabucería en retaguardia. Y ejecuta sabiamente, pues parte del ejército francés va en su seguimiento a cargo del señor de Lescut. Pescara, con los capitanes Quesada y Ripalda queda con 500 arcabuceros emboscados, permite que pase la vanguardia de la caballería francesa y rompe en medio de ellos, matando a 200 hombres, consiguiendo la retirada de los perseguidores,  entrando con seguridad el domingo 23 de octubre a prima noche en Lodi.

Al día siguiente, el virrey de Nápoles va a poner su campo en Casalpusterlengo, dejando Lodi guarnicionada con infantería a la ligera. En Sorrexina y el Cremonés repartirá los alojamientos de su gente, y el duque de Borbón marchará a Alemania, para pedir ayuda en forma de lansquenetes al hermano del Emperador, el infante don Fernando.



Asedio de Pavía

Quedaba al otro lado del Adda un escollo para el dominio francés de Lombardia. Pavía estaba a cargo de Antonio de Leiva con 6.000 lansquenetes del conde Eitel Friedrich von Zollern [el Festterfriz de la crónica de Cereceda], más de 1.000 infantes españoles conducidos por Aldana - la mayoría arcabuceros y escopeteros -  a cargo de los capitanes Aponte, Pedro de Bracamonte y Poval de Torralba, y 250 lanzas, con el capitán de hombres de armas García de Manrique.


Pavía en tiempo del asedio y de la batalla.

Pavía, con el Ticino [o Tesino] guardando las espaldas y el Barcho de Pavía en frente. 


El ejército del rey de Francia cuenta con 2.400 lanzas [1.690 francesas, 510 italianas y 200 gentileshombres de la guardia del Rey]. 5.750 caballos ligeros [650 italianos, 700 albaneses, y el resto francos arqueros franceses], 25.510 infantes [6.950 italianos, 9.000 suizos, 6.000 lansquenetes y cerca de 4.000 franceses], así como 4.000 aventureros franceses, soldados que acudían a servir a su rey sin sueldo, movidos por la esperanza de botín, o en busca de mercedes regias.

El 25 de octubre, dejando en Milán 500 caballos y 2.000 infantes para asediar el castillo, que con 300 infantes se tiene por el duque de Milán [1], defensor de sus estados y aliado del Emperador, el rey marcha a tomar Pavía, mal fortificada y guarnicionada por unos lansquenetes que no son "persone disposte a lavorar per la defensione di una terra" pero que harán su servicio siendo pagados.

Ante la llegada de los franceses. Leiva no va a permanecer pasivo: ordena varias salidas, en el burgo San Giacomo dan muerte a 50 enemigos, y el viernes 28 de octubre realiza otra salida que obliga a 3.000 infantes italianos y franceses a retirarse hasta que son socorridos por 3.000 lansquenetes [2] a servicio de Francisco I.

No obstante estas audaces escaramuzas, no hay estorbo efectivo para que se plante la batería y comiencen a batirse los muros de la ciudad por tres partes, con 24 cañones. La artillería de la plaza responde a la del enemigo.

El conde Zollern hace varias salidas de la villa liderando sus lansquenetes, dando sobre la infantería italiana de los sitiadores, que son socorridos por los lansquenetes al servicio del rey de Francia.

Los franceses hacen baterías y asientan sus tropas en cuarteles [3]: a la parte del castillo con italianos y franceses a cargo de Federico da Bozolo, a la parte del bastión con los alemanes, y a la parte del Ticino a cargo del marqués de Saluzzo con los suizos y el resto de la infantería francesa.

El jueves 3 de noviembre comienza a actuar los cañones de la batería de la parte del castillo. Los franceses acometen un asalto, picardos, bretones y suizos son rechazados con pérdida de 100 compañeros, entre ellos tres capitanes y el jovencísmo Claude d'Orleans, duque de Longueville [17 años] muerto de una anónima arcabuzada en un testículo, presagio de lo que ha de padecer lo más granado de la nobleza francesa.

El día 8 de noviembre los franceses dan un nuevo asalto y toman la "Rocheta di Pavía" [4] con muerte de todos los españoles que la custodian. Asimismo, los franceses consiguen tomar el puente del lado del Ticino.

Mientras, Pescara no se mantiene quieto, y con 2000 infantes españoles ayudados por caballería [100 hombres de armas y 200 caballos ligeros], cruza el Adda y consigue tomar Melzo, asaltando con facilidad, sin necesidad de escalas, la ciudad de muros bajos defendida por Jerónimo Trivulzio a cargo de 60 hombres de armas y Juan Fermo Trivulzio con otros 70 y 300 caballos ligeros.

En Pavía, los franceses dan un nuevo asalto, esta vez a dos bandas con hombres de armas franceses "in bianco"[5], entre los que se cuenta el Rey con una maza en la mano - hallándose su persona en el asalto dado por la banda de Borgo Ratto - y 10 banderas de infantería - de arqueros franceses, italianos y suizos - llegan a los muros de tierra de dos y tres brazas de espesor,  arruinados por la larga batería mantenida contra ellos, con balas de 50-60 libras, explanado el foso y el reparo y abierta una brecha por la que pueden penetrar un frente de cincuenta hombres.
Consiguen cruzar el muro y llegan al primer bastión.  Tras el bastión, los asaltantes hallan un foso lleno de agua - o "contrafoso" y un segundo bastión, no pudiendo pasar. Efectivamente, los defensores habían ejecutado una segunda línea de defensa interior, una "tagliata de dentro". Amén de este obstáculo, usan fuegos de artificio para rechazar a los atacantes.
El asalto no tiene el éxito deseado, muriendo muchos soldados italianos y gentileshombres franceses, la mayoría muertos de escopeta.

Llegan nuevas de Alemania: 8.000-10.000 lanquenetes [6] se reúnen en el Tirol para marchar a Italia en socorro de Pavía atravesando Valcamonica. Cuando se hallen en Trento se les dará media paga,

Los franceses pretenden ahora desaguar el Ticino - defensa natural de Pavía - en el Gravalon, para lo cual ponen a trabajar a 2000 gastadores en la construcción de un canal para su desvío. Asimismo, construyen dos caballeros desde los cuales batir el interior de la villa.

Un caballero ilustrado en el "Tratado de artillería y uso della" de Diego de Ufano [1612]. En la ilustración las piezas posteriores baterían a caballero, esto es, desde lo alto, para pasar por encima de las defensas de la plaza y causar daño en el interior y las piezas frontales baterían contra los muros de la plaza.


El rey quiere abrir un nuevo frente de guerra: ordena al duque de Albania - John Stuart o Stewart, noble escocés, titulado duque de Albany - que marche a tomar el reino de Nápoles con 500 hombres de armas y 6000 infantes, para divertir al enemigo o para hacerse completo señor de Italia. Mientras, en Milán, continúan los trabajos para rendir el castillo al rey de Francia.

El Ticino está más bajo que el Gravalón, con lo que la labor de desagüe no cunde. Los franceses comienzan a minar para derruir las murallas, y amén de los refuerzos que aguardan de suizos y grisones, Giovanni de Medici - Juan de las Bandas Negras - entra al servicio de Francisco, con 50 hombres de armas, 200 caballos ligeros y 2000 infantes.

Hacia el 19 de noviembre, la lluvia paraliza los trabajos de trincheras, minado y construcción de los caballeros, y la falta de pólvora y municiones paraliza el batir de los cañones franceses. El 23 el Ticino se desborda, ahogándose infantes y gastadores.

En Pavía la disciplina aumenta: a los alemanes que hallan durmiendo durante la guardia o se les quita su bagaje, o se les ahorca. 400 desertan y abandonan la plaza cercada; los que quedan no tienen descanso, comen y duermen en los muros. No les falta pan, vino ni queso y la carne de los caballos que mueren por falta de alimento se sala para conservarla. Leiva manda tomar la plata de las iglesias para labrar moneda con que pagar a los descontentos soldados, que ven como 1 pan de 9 onzas cuesta 1 sueldo, y antes los hombres podían comer dos panes diarios.

A finales de noviembre, las labores de zapa permiten que los franceses se hallen a tiro de ballesta de los muros de la ciudad. Mediante trincheras con "strade coperte", a resguardo de los tiros de los defensores, pretenden llegar a pie de muro y arruinarlos socavando sus cimientos. Los defensores hacen una salida por tal de averiguar donde se hacían las minas para proceder luego a contraminar.

El 1 de diciembre, los franceses toman un bastión sobre la muralla hacia el Ticino. El 4 han conseguido arruinar Porta Palacese mediante zapa, los imperiales se retiran a un bastión interior "con flancos gallardos". Por parte de los defensores se consigue contraminar una de las minas de los sitiadores, muriendo 15 franceses que se hallaban dentro, y una fortuita entrada de agua en otra mina ahoga a los gastadores que trabajaban dentro. La labor de los defensores, y los elementos se aúnan para entorpecer el trabajo de los atacantes.

La doble línea de defensa - con reparos hechos de botas y tinajas y bastiones de cestones o gabiones - hace que los franceses resulten más determinados a rendir Pavía que a tomarla por asalto como pretendían hace unas semanas. Aún así prosiguen las baterías para derruir las murallas.

Fábrica de cestones, según "Plática manual de artillería" de Luis Collado [1592]


Una compañía de alemanes y otra de españoles ejecuta una salida, matando a entre 100 y 200 defensores, tomándoles una bandera y clavándoles varias piezas de artillería.

Pescara ejecuta una nueva salida de Lodi y toma Melegnano guardada por 200 estradiotes [7], tornando con caballos y bagajes apresados a la ciudad.

A mediados de diciembre, Medici parte con 500 caballos ligeros y 2000 infantes a recoger 50 carros con barriles de pólvora que el duque de Ferrara entrega para alimentar la artillería francesa. Alarcón, con los 6.000 lansquenetes recién llegados de Alemania - un 10% escopeteros -  a los que se les ha dado su paga en Gera d'Adda, 3000 italianos, 1000 españoles, caballería ligera, hombres de armas y cuatro sacres, parte de Lodi y cruza el Po para interceptarle. Los parmesanos, persuadidos por la cercanía de los imperiales, niegan la entrada al tren de munición, pero Medici consigue hacerse con el suministro de pólvora y cargándola en mulas - 126 mulas a 4 barriles por bestia - escoltarla por un camino de montaña con su gente y 14 banderas de suizos. La noticia del envío de 2000 lanzas francesas hacen que Alarcón ordene retornar y no arriesgarse a una persecución que puede convertirse en encerrona.

Otros 4000 lansquenetes parten de Augsburgo para engrosar el ejército imperial en Lombardía.

El 24 de diciembre comienza a llegar al campo francés la tan preciada pólvora, que les permitirá batir los muros y el interior de la plaza desde el caballero. Los atacantes se dedican a tajar los muros, los defensores a fortificarse; los franceses usan el cañón, los imperiales la escopeta y el arcabuz, "que de otra manera no se puede", si bien las trincheras son la salvación del enemigo.

A primeros de enero, el Ticino está prácticamente trasvasado al Gravalon, de manera que el río puede cruzarse a pie. El 10-11 de enero llega el duque de Borbón a Lodi con 2000 lansquenetes más, y 4000 en su seguimiento. A mediados de mes, los imperiales deciden movilizarse, y acudir al socorro de la ciudad sitiada.


Socorro de Pavía 

"spagnoli come desperati [...] come cani rabiati sono unitamente andati [...] per fare la giornata con francesi"

El 18 de enero el marqués de Pescara acude a la Soresina a movilizar la gente de armas alojada en aquella comarca, que el señor Alarcón no ha sido capaz de persuadir. La mayoría de ellos ha jurado sobre la hostia sagrada no prestar servicio hasta que reciban buena parte de las pagas que se les adeudan. Finalmente, se avienen al recibir 10 ducados por cabeza y la promesa del pronto pago de otros tantos.

Mientras tanto, la infantería española lleva sin cobrar 8 meses.

El día 23 sale de Lodi el grueso del ejército imperial allí alojado - la infantería, principalmente - con 18 piezas de artillería, grandes y pequeñas, cañones y falconetes, junto con barcas en carros para hacer puentes, aunque el terreno impracticable hace que 7 piezas junto con los carros de munición queden empantanados no lejos de la villa.

Los hombres de armas pasan a Cassano y Rivolta Secha donde tenderán puente de barcas para el cruce del río Adda.

Puente de barcas en el "Tratado de artillería y uso della" de Diego de Ufano [1612]
Desde Lodi se avitualla este campo en movimiento, cuya vanguardia conduce Pescara a cargo de los lansquenetes viejos, la batalla a cargo del virrey con la infantería española, y la retarguardia a cargo de Borbón con los lansquenetes nuevos. 10-12000 lansquenetes, 4-5000 españoles y 3000 italianos [8].


Mil infantes españoles han de tomar por asalto la villa de Sant Angelo [o Santo Agnolo] - siendo Pescara el segundo en entrar - ocupada por 400 infantes "arcabuceros y escopeteros" con 350 de caballería ligera a cargo de Pirro Gonzaga, para que no se les corte el camino de las vituallas. Se ha de plantar la artillería para tomar el castillo y se comienza a hacerle batería, rindiéndose los defensores el 29 de enero tras apenas diez disparos. También se ha de tomar Santo Columbano.

El viernes 3 de febrero el campo francés se halla puesto en armas por la proximidad de los imperiales, que consiguen entrar en el Barco, si bien no son capaces de mantener dicha posición. El ejército imperial se aloja en Prado, Fossarmato y Cascina Torrebianca, en tiendas o al raso en mitad de la campaña, con carestía de vituallas y con los caballos y mulas al raso, a pesar de la nieve. Son recibidos con señales de fuego nocturna por los defensores de Pavía, y ellos saludan con 5 tiros de artillería.

De noche pueden oir los gritos de los centinelas.

Desde el primer momento, las escaramuzas de escopetería y arcabucería son constantes. El día 8 los españoles toman un bastión francés, pero solo son capaces de mantenerlo por espacio de dos horas.

La artillería francesa hace un enorme daño en el campo imperial, y al mimo tiempo sus tropas realizan arriesgadas salidas dejando la protección de sus gruesos reparos y profundos fosos. Los imperiales se dan prisa en construir reparos tras los que protegerse, especialmente para resguardar las municiones y los preciados caballos.

Mientras tanto, don Hugo de Moncada, a cargo de una flota conjunta genovesa imperial, había sido derrotado, y apresada su persona. En el mar, el triunfo para los imperiales era esquivo.

El 9 de febrero, se consigue introducir en Pavía 46 caballos ligeros con barriles de pólvora de socorro, fingiendo los soldados ser franceses "cum le croce bianche, et parlavano francese" [9]. Los franceses movilizan a las tropas que tienen en Milán, para que acudan al campo de Pavía bajo pena de horca. Mientras, se halla en Roma el duque de Albania, que prosigue su marcha hacia Nápoles.

El 10 de febrero los lansquenetes al servicio del Emperador acuden al alojamiento de Morone a protestar por la falta de pagas; reciben medio ducado que sirven para aplacar los ánimos momentáneamente.

Para el 11 los imperiales tienen construido un reparo fuerte que les protege - aunque sea parcialmente - de los efectos de la artillería francesa, y tras el cual construyen un caballero desde el cual batir el campo francés. También inician trincheras con las que aproximarse a las defensas francesas, a pesar del fango dejado por las lluvias. Asimismo construyen refugios bajo tierra para protegerse de la artillería, para guardarse personas y caballos.

El Rey de Francia ordena que sus soldados no inicien más escaramuzas, porque muchos son los heridos y muertos "dalla infinita de schioppi". Las armas de fuego portátiles españolas hacen mella en las fuerzas francesas, y estos, confiados en su superioridad numérica, se dedican a aguardar. Creen que o bien se producirá el enfrentamiento en campo abierto del que saldrán victoriosos por su mejor caballería, su superior artillería, y su mayor número total, o bien el campo imperial se deshará. Todo es cuestión de tiempo. Porque efectivamente, muchos lansquenetes del campo imperial - se calcula que unos mil - "se han ido con Dios", han escogido regresar a Alemania antes que seguir arriesgando la vida sin recibir sus pagas, y al mismo tiempo, los franceses aguardan un importante refresco de tropas suizas que ha de llegar a finales de febrero o primeros de marzo.

La "gendarmerie" era el orgullo de Francia. Aquí una representación pictórica durante la toma de Génova en 1507.


En todo caso, faltándole el ánimo a franceses para combatir, o reservándose para la gran batalla, los imperiales mantienen la iniciativa y son constantes las escaramuzas, de mayor o menor importancia, para desgastar al enemigo y no dejarle tranquilo, aún pagando el precio del propio deterioro, pues en cada salida, en cada escaramuza, se producen bajas. Así, el 18 de febrero, mueren 400 soldados imperiales en un ataque, al tiempo que dos compañías de caballos ligeros desobedecen al virrey y se niegan a cabalgar sin recibir sus pagas.
Los defensores de Pavía contribuyen decididamente a erosionar a sus sitiadores, y una salida de 1000 infantes y 200 caballos da el resultado de 200 enemigos muertos y 4 banderas capturadas de las tropas del joven Medici. Los de Medici, el 16, teniendo noticia de que gente de armas del campo imperial tenían previsto salir a forrajear, los emboscan, matando a muchos hombres de armas, la mayoría borgoñones enviados por el infante don Fernando junto a los lansquenetes, y a cerca de 100 sacomanos o forrajeadores.

En campo francés, los soldados grisones [unos 5000] que finalizan su compromiso de servicio de tres meses regresan a sus hogares. Parece no ser un grave problema, pues serán sustituidos por la llegada de sus vecinos suizos y además, el juicio general es que no son tropas fiables.

Joanino - o Giovanni - de Medici es herido de un arcabuzazo en un muslo cerca de la ingle durante una escaramuza. La herida le evitará participar en la batalla que ha de tener lugar en breve.

La noche del 19 Alfonso de Ávalos, marqués del Gasto, dirige una encamisada [10] contra un bastión francés, tira tres piezas de artillería al foso, y mata a 300 italianos que estaban a su guardia.

Detalle de la "Batalla de Pavía" de Ruprecht Heller [1529]. Los arcabuceros aquí representados visten camisas blancas sobre su vestimenta. 


El 20 de febrero se proclama un bando en el campo imperial: que todos los forajidos [11] del ducado de Milán, y todos los alemanes y españoles [12] que sirven al rey de Francia vengan a servir a Su Majestad Cesárea, que se les perdonará y se les dará sueldo. A la infantería se le promete darle sueldo el día 25 de febrero. Las letras de cambio por valor de 100.000 ducados remitidas por el Emperador están en manos de los mercaderes genoveses que pronto las convertirán en moneda sonante.

El 22 de febrero, Pescara lidera una nueva encamisada a la una y media de la noche con 2000 infantes españoles en tres columnas, matando a 500 enemigos, tomando 1000 prisioneros y 9 piezas de artillería, y capturando al lugarteniente de la artillería francesa, Sieur de Susanne, sobrino del Senescal d'Armagnac. Esa encamisada es tan arriscada que se llega a entrar en un "grand pavilion" [13]donde matan a 50 o 60 hombres. Ese día se hace llamada general para que los soldados se avituallen por tres días y nadie se aparte de su bandera.

En Roma el duque de Albania prosigue los preparativos junto a Coloneses y Ursinos, que reclutan tropas, para marchar sobre Nápoles



La batalla de Pavía - viernes 24 de febrero de 1525, día de San Matías

El Consejo había intercambiado sus pareceres, muy diversos entre sí: retirarse a Cremona, y aguardar socorro del Emperador, entrar en Milán o marchar a Nápoles, para socorrerlo frente al duque de Albania - tal y como pronosticaban los franceses había de ser la respuesta frente a ese movimiento - pero es Pescara quien convence a los demás capitanes para llevar a cabo el ataque.

Los condicionantes principales que presionaban para determinar a tomar la acción eran la llegada de refuerzos suizos al servicio de Francisco I, la marcha de Albany sobre Nápoles y la falta de dinero con que pagar a las tropas imperiales.

El consejo que había recibido el rey de Francia era que no debía ni ofrecer ni aceptar batalla, sino mantenerse en su posición, porque el deseo de dinero deshará el campo imperial. Una actitud pasiva que no conducirá a su majestad al éxito.

La noche del 23 de febrero, vigilia de San Matías, Pescara da orden a todos los capitanes para que los soldados estén apercibidos y encamisados - con la camisa blanca sobre las armas para reconocerse en la oscuridad de la noche y distinguirse del enemigo, o con sábanas o tiendas con tal de "que blanqueen por ser conocidos". A las nueve tocan los tambores con "palotillos" para reunir a la gente sin organizar demasiado ruido. Se da orden de quemar chozas y tiendas para que los franceses creyeran que están abandonando el campo, en el que quedarán las compañías de Luis de Viacampo, Juan de Herrera y Gayoso a su guardia mientras no se entre en el Barco, entre los muros del cual, gran parque de caza que los duques de Milán tenían alrededor de la ciudad de Pavía, se halla encerrado el enemigo.

A Viacampo, Herrera y Gayoso se les encomienda que durante la noche hagan ruido con tambores y armas, y con acometidas entretengan por diversas partas al enemigo. Al capitán Onofrío del Monte, se le encarga que en un baluarte entretenga a los alemanes de las Bandas Negras que se hallan a su guardia, y que moviéndose durante la noche, le de la sensación a los centinelas enemigos que las compañías del campo imperial se ponían en orden.

El bagaje de todo el ejército imperial, es enviado por el camino de Lodi con una guardia de caballos ligeros.

El marqués de Pescara envía al capitán de caballos Arrio para que de aviso a Leiva para que salga de la ciudad con su guarnición a la señal de dos tiros de artillería gruesa. Arrio con cruces blancas se hace pasar por soldado de Medici para allegarse a las murallas. Desde Pavía, se hacen fuegos sobre una torre para avisar al campo imperial que ha llegado el mensaje.

Con el uso de unos "vaivenes" [especie de arietes en suspensión]  ayudados por picos, la compañía de piqueros de Salcedo y la de Santa Cruz, capitán viejo de arcabuceros,  inician la rotura del muro de ladrillo cocido y cal de la altura de una pica, que rodea el parque de caza por tres lugares [otras fuentes indican que se penetró por dos pasos abiertos en el muro].

Ariete en vaivén, o simplemente vaivén, empleado en la demolición de una puerta. De una ilustración de una edición de 1553 del clásico romano De Re Militaris de Vegecio. 

La operación comienza a medianoche y se prevé dure una hora, pero no es hasta una hora antes del alba cuando ha concluido; los soldados pasan la noche confesándose y ordenando testamentos.  Los tramos rotos son de unas 100 brazas [fuente italiana] o sesenta pasos [fuente española], suficiente para que pueda entrar tropas en formación de infantería y caballería, y pueda penetrar la artillería ligera.

Una hora antes del alba, los aventureros franceses, que tienen sus cuarteles más cerca de donde han de penetrar los imperiales dan la alarma en el campo de su señor, poniéndose todo el ejército real en arma. El rey envía delante los escuadrones de suizos y alemanes, y marcha con la artillería y caballería partiendo desde su alojamiento, ordenando a Bussy d'Amboise [Jacques d'Amboisee, señor de Vauray, capitán de los aventureros franceses] que permanezca en los alojamientos con parte de los infantes franceses e italianos en lugares convenientes bajo el castillo en precaución de la salida de Leiva.

Entra del Vasto en el Barco con infantería española y alemana y tres bandas de caballos, y expulsan al capitán Greco Justiniano genovés que allí hacia guardia.

Los dos escuadrones principales de los imperiales, compuesto por 5-6000 españoles uno y por 12000 alemanes el otro, marchan por el parque a punto de batalla. El escuadrón de los lansquenetes está a la izquierda del formado por los infantes españoles, y al otro lado de los alemanes se halla el virrey con la gente de armas, con los capitanes Alonso de Córdoba y Rodrigo de Ripalda con 200 arcabuceros a su guarda. La caballería ligera con el coronel Enzor a la diestra del escuadrón español. Los soldados de caballería también portan camisas sobre las armas, con bandas de tafetán rojo sobre éstas.

Envía Pescara al marqués del Vasto hasta Mirabel [14], sitio fuerte por el canal que viene de Binasco a Pavía, muy malo de pasar a pie, y el río Vernaccia con tres mil españoles y alemanes [6 banderas de españoles y 6 de alemanes] un escuadrón de caballería ligera, y dos piezas de artillería con yeguas cargadas de munición, ganando el marqués "casa y paso" pero perdiendo en el camino las yeguas, no pudiendo hacer en el combate más que los dos tiros con las que iban cargadas las piezas.

Los 2000 italianos [500 napolitanos] respaldados por hombres de armas españoles quedan en la retaguardia a cargo de la artillería tirada por bueyes y caballos. Esta retaguardia avanza con dificultad debido a que la artillería se atolla en zonas embarradas y queda descolgada de la batalla y la vanguardia que avanza a través del parque.
Se da la circunstancia de que "siendo los últimos son encontrados primeros por el enemigo",  y son hechos pedazos por un escuadrón de lanzas francesas [a cargo de Charles Tiercelin, señor de la Roche du Maine, teniente de la compañía del duque d'Alençon yde Philippe Chabor, señor de Brion] respaldados por los aventureros franceses y los suizos, y ante este revés, los hombres de armas españoles, afrentados además por cuatro culebrinas a cargo de los aventureros,  reculan a un bosque cercano. El señor Federico da Bozolo con 30 hombres de armas toma la artillería española que acaba de entrar, rompiendo a la arcabucería y escopetería española [tres compañías según Jovio] que la guarda. Los franceses se ven ya señores de toda Italia con estos primeros movimientos exitosos.

La vanguardia de la caballería imperial. conducida por Charles de Lannoy, la constituyen 200 lanzas, más 100 hombres de armas de los continos de Nápoles, más la compañía del virrey de Nàpoles [de unos 100 hombres] con 50 alabarderos de su guardia a pie - que al tiempo de romper se metieron en el escuadrón de la infantería - y 6 trompetas de caballeros particulares vestidos de colorado y amarillo portando en banderas rojas las armas imperiales. La batalla la conduce Borbón con 200 lanzas más caballeros particulares y la compañía del marqués del Vasto. La retaguardia la lidera Alarcón con unas 200 lanzas. En total son unas 700 lanzas más los continos.

La caballería ligera está nominalmente a cargo del marqués de Civita Sant Angel, más el marqués se hallará combatiendo con los hombres de armas, y está compuesta por unos 400 o 500 caballos, dividida en tres escuadrones: uno de ellos marcha a Mirabel acompañando la infantería, otro queda en batalla, y el otro, a cargo del capitán Guido Guaino se queda fuera del Barco en defensa del bagaje del ejército imperial.

Pescara indica al virrey, enviándole para ello a Falcio, que afronte a los franceses con sus hombres de armas: debe parar en el camino, y "vueltas las banderas contra el enemigo" dar la batalla. Transmite asimismo ese mensaje a Borbón y a los lasnquenetes alemanes. El propio Pescara en persona se allega hasta Mirabel donde se halla del Vasto, que habiendo a los franceses cruzar el Vernaccia se encaminaba contra él por su izquierda. Repartidas estas instrucciones, Pescara acude a la infantería alemana.

Alfonso de Ávalos, II marqués del Vasto - o del Guasto - conduce a tropas españolas e italianas en esta representación pictórica de la batalla. Detalle de la "Batalla de Pavía", pintura anónima.
Pescara lidera la infantería española y alemana en dos escuadrones. La primera hilera del escuadrón de españoles, la reserva para los capitanes, la segunda, para los alféreces y la tercera, le corresponde a los gentileshombres del capitán general, entre los que se cuentan sus criados y continos que apeados van a combatir como infantes. A 800 arcabuceros los manda poner delante del escuadrón, mientras que el propio Pescara va montando sobre su caballo de nombre Mantuano.



Pronto la superioridad de la artillería francesa se hace notar, y Pescara ordena que la infantería se tienda en el suelo por excusar el daño que les causa. Se hallan en un bajío, y con "el socorro del lugar muy bajo podían huir de las pelotas". El virrey y Alarcón con la caballería intentan resguardarse entorno a la casa de un labrador para librarse de la artillería.

El virrey ordena avanzar a toda la caballería [vanguardia, batalla y retaguardia] para chocar contra los gendarmes del rey Francisco, que al dar orden de adelantarse la caballería francesa para acometer el cuerno derecho de los caballos imperiales, viendo el gran fruto que la artillería hacía contra el enemigo, impide que esta trabaje por no dar en la espalda a los que avanzaban. Este parece ser el gran error estratégico de los franceses, inutilizar una de las dos armas en que eran superiores, dejando asimismo desguarnecida la propia infantería suiza y alemana.

En el choque de los dos escuadrones de hombres de armas, imperial y real, Hernando de Alarcón es derribado del caballo, pero el arcabucero Jorge de Sevilla, derriba de un disparo a una caballero francés, y cede la montura al estimado capitán. Muere el capitán don Ferrando Castriotto por mano del rey de Francia, y cae tambíen don Hugo de Cardona, teniente de la compañía del marqués de Pescara [15]. Castriotto, marqués de Civita Sant 'Angelo, jefe de la caballería ligera, al no haber tenido la precaución de llevar cadenas por riendas, pierde el control de su corcel al serle cortadas, y es el mismo rey de Francia quien lo derriba de una lanzada, dejándolo muerto en el campo de batalla [16].

Pescara manda entonces a Quesada con sus 200 arcabuceros que disparen sobre los hombres de armas franceses que avanzan. Aquí los franceses padecen un gran daño, pues los arcabuceros españoles, aún trabada la escaramuza entre los dos escuadrones, imperial y real, tiran sobre los caballeros con cruces blancas o sin camisa o sus caballos y la llegada de más arcabuceros españoles - hasta 700/800 - "sin jamás parar los arcabuces" les hace recular y deshacer su orden para poderse mejor de los disparos, para rehacer su orden y cargar contra los arcabuceros españoles, que "cubiertos de armas ligeras" se retiran con presteza y se extienden por el campo en escuadras. Aquí los hombres de armas no son capaces de realizar el seguimiento, con los brazos literalmente cansados de llevar la lanza, y al recogerse juntos para rehacer los escuadrones, eran derribados en tierra presa fácil de los tiradores.

Las tropas a cargo de del Vasto caminan desde Mirabel cruzando el arroyo para reunirse con el escuadrón de españoles.

En el camino, es cargado por una banda de caballos franceses a cargo del capitán Anne de Montmorency, condestable de Francia, rompiendo con su escopetería y arcabucería dicha caballería, tomando el capitán Herrera a Montmorency tras ser derribado su caballo por el capitán Castaldo y atrapado el noble francés bajo el peso de su montura.

Superado el obstáculo, y reunidos a los infantes españoles, caminan en escuadrón para afrontar el escuadrón de lansquenetes de las bandas negras - traidores a su señor el Emperador - el cual tiene en vanguardia 4000 coseletes escogidosy 200 escopeteros que "no traían puntería".

Los escopeteros alemanes que según el relato de Cereceda "no traían puntería", quedan ejemplificados en este detalle de la "Batella de Alesia" de Melchor Feselen [1533]: el arcabucero de gris dispara llevando la mecha sobre un "palillo" y aplicándola directamente sobre el fogón. Estas escopetas, todavía en uso en el primer tercio del XVI, carecían de llave, y por lo tanto, no podían ser disparadas llevándose la coz [hoy diríamos culata] del arcabuz al hombro y pulsando el gatillo o disparador. Estas escopetas tampoco tenían mira alguna dispuesta sobre el cañón, evidentemente. 
600 arcabuceros españoles destacados responden la primera ruciada de los escopeteros alemanes, y en "medio cuarto de hora" no se veía coselete en pie, pues todos habían caído, siendo el caso que "tal coselete se halló con cinco arcabuzazos en el peto, y otros con cuatro y otros con tres y con dos". Hubo arcabuceros que tiraron 8 y 10 tiros, y los que menos más de seis.


Lansquenetes ilustrados por Erhard Schoen. Entre los piqueros que caminan tras los alabarderos, podemos encontrar dos coseletes en los extremos de la fila bien pertrechados con sus armas defensivas.


Los arcabuces - ya lo comentamos en otra entrada - se recalentaban con los repetidos disparos, hasta quedar en muchas ocasiones inservibles [la carga de pólvora se podía prender accidentalmente con el calor, y el plomo se podía derretir dentro del cañón] y tal le sucedió al capitán Quesada que "con el gran escuecimiento que tenía su arcabuz" hubo de tomar "un ginotón o vero lanzón" para continuar combatiendo.

La potencia de fuego española, que va a ser clave en esta batalla y en el predominio de las armas españolas en los campos de Europa en el siglo XVI, queda constatada en estos pocos minutos. El escuadrón de las bandas negras ha quedado desecho.

No en vano escribió el 25 de febrero el virrey de Nápoles Charles de Lannoy a la gobernadora de los Países Bajos, Margarita de Austria, atribuyendo el haber ganado la batalla principalmente a los infantes [pietons] españoles:
La batalle ette bien dispute de quote et d'autres et ont nos Gendarmes et Pietons fort bien fet leur devoir, et principalment les Espagnoz qui ont ette cause de la vitoire.


A su lado, los lanquenetes imperiales, puestos en dos escuadrones de 6000 hombres, hacen frente a la escuadrón de esguízaros de los cantones altos, que tras adelantarse, reciben una ruciada de los arcabuceros de Micer Jorge [Frundsberg], llegando después a tentarse con las picas.
Los alemanes, según costumbre de guerra, echan un puñado de tierra sobre sus espaldas, hincados de rodillas, metiendo y sacando sus espadas un palmo, ritual previo al combate. El escuadrón de suizos no cuenta con arcabuceros.
Los españoles, desocupados tras la rota de la banda negra, acuden a respaldar a los lansquenetes alemanes, flanqueando el escuadrón de suizos, que muertos la primera ordenanza - la primera fila - de los capitanes, quedan desorganizados, y por la "cierta perpetua lluvia de arcabuzadas" lanzan las picas y huyen a espaldas vueltas, ahogándose no pocos en el Ticino [17]. Quedaba así desecha la infantería al servicio del rey de Francia.

Antonio de Leiva se suma a las tropas imperiales de socorro, saliendo de Pavía con su gente.

Detalle del tapiz nº7 de la serie de Van Orley sobre la batalla. Aquí se puede ver la salida de los hombres de armas de la guarnición de Pavía saliendo por el castillo de la ciudad.
El duque de Alençon se hallaba con 200 hombres de armas y 4000 infantes a cargo de la retaguardia, que custodiaba la artillería francesa que había quedado atrás tras avanzar la vanguardia y la batalla. Trescientos arcabuceros españoles van a escaramuzar contra ellos; los hombres de armas pretenden cargar, pero hallándose los arcabuceros desparramados [18], es imposible hacerles frente, mientras que éstos se dedican a matar a los artilleros y a quienes defienden la artillería llegando incluso a desjarretar a los caballos que tiran de las piezas. Sufriendo los hombres de armas la acción de la arcabucería reforzada por más infantes, Alençon decide retirarse, huyendo del campo de batalla junto con su roto escuadrón.


El rey es descabalgado, muerto su corcel por un arcabuzazo, y prendida su persona por infantes españoles, un símbolo de lo que ha sido la batalla.

El ejército real está desecho, sus soldados muertos en el campo o puestos en fuga; muchos se ahogarán intentando cruzar el Ticino, serán numerosos los gentileshombres presos, de los que se obtendrán cuantiosos rescates [19]

Se toman 53 piezas de artillería, una presa de enorme valor.

El rey será conducido a Madrid, donde estará preso cerca de un año, para después incumplir una vez liberado lo acordado en el Tratado de Madrid, y con esta disputa dinástica Valois-Habsburgo, regresar los desastres de la guerra a la península itálica.



LECTURA COMPLEMENTARIA
He redactado dos entradas más sobre la materia:
1) Sobre el papel jugado por la escopetería y arcabucería española en la batalla



NOTAS


[1] No era nada infrecuente que se tomara una plaza, en este caso la ciudad de Milán, y una parte de la misma, normalmente el castillo, o una ciudadela, quedara en manos de los defensores. Así, el asedio se mantenía contra estos defensores - como mucho, unos cientos, los que pudiera albergar el castillo - aún habiendo tomado el control de la ciudad. Durante esta campaña, tenemos el ejemplo de la toma de Santo Agnolo, que brevemente será descrito en este artículo en su lugar.

[2] Aunque los lansquenetes eran súbditos del Emperador, y dada su condición, no podían servir a príncipes enemigos de su señor, el caso es que había varios miles de ellos al servicio del rey de Francia.

[3] Cuartel en el sentido de emplazamiento para alojar a las tropas. En el caso de un asedio, como este en concreto, las tropas eran repartidas entre las casas de los burgos extramuros de la ciudad, y si con esto no era suficiente, se alojaban en tiendas o barracas construidas por los propios soldados y gastadores. Normalmente, por cuestiones de índole cultural, idiomático y organizativos, los cuarteles se repartían por naciones, según la nación de los soldados.

[4] Una "rocha" era el nombre italiano para designar una fortaleza, una "rochetta", por tanto, era una pequeña fortaleza o fortín.

[5] Los hombres de armas, o gente de armas, soldados que combatían a lomos de potentes caballos empuñando lanzas de ristre, también combatían desmontados, ya sea en campo o durante asedios. Su equipamiento de armas defensivas les permitía avanzar entre los defensores con menor riesgo que los infantes comunes, normalmente peor armados, o desarmados totalmente [armados: con armadura].

[6] La mayor parte reclutados por George von Frundsberg.

[7] Soldados de caballería ligera.

[8] Las cifras son variadas, y a riesgo de confundir al lector, procuro ofrecer varias de fuentes diversas, antes que ofrecerle unas únicas cifras dándolas como fiables y certeras.

No obstante, de una carta de 19 de enero de 1525 del Ábad de Nájera - comisario imperial en el ejército de Italia y encargado de las pagas a las tropas -  al Emperador, tenemos la siguiente relación de tropas:

13.000 alemanes
5.000 españoles
3.000 italianos
800 hombres de armas
1500 caballos ligeros

Mi valoración es que esta era la composición - presumiblemente redondeada al millar en el caso de la infantería y al centenar el de la caballería - del ejército imperial un mes antes de la batalla. El Abad era muy prolijo en su correspondencia, como correspondía al cargo que detentaba.

[9] Para la mayoría de lectores el dato será conocido, pero los soldados, careciendo de uniformes, se identificaban con los colores de los príncipes - o estados - a los que servían: blanco para los franceses, rojo para los Habsburgos. La infantería normalmente usaba cruces de diverso tamaño cosidas en la ropa, y la caballería usaba bandas o fajas, pero también empleaba cruces de tela en pecho o espalda. Así pues, la estratagema de estos hombres que introducen la pólvora en Pavía, supondría el equivalente antiguo al empleo de un uniforme enemigo.

[10] Una encamisada era una operación nocturna en la cual los participantes se colocaban camisas blancas - u otras prendas o telas de ese color - para poder distinguirse en la oscuridad frente al enemigo.

[11] Los forajidos o "foraussiti", eran súbditos del duque de Milán declarados en rebeldía, traidores que habían seguido el bando francés.

[12] Había cierto número de españoles sirviendo al rey de Francia, por ejemplo el capitán Guevara, como relata Juan de Oznaya. El tal Guevara fue despedido del servicio imperial, y por lo tanto, como tantos otros soldados de la época fue a buscar sueldo "donde le hallase"; rechazado por el duque de Milán y el marqués de Mantua fue admitido por el rey de Francia.  La noticia del bando que otorga perdón a forajidos milaneses, lansquenetes y españoles es veneciana.

[13] La tienda era sin duda de alguien importante, por su tamaño, y por la plata que había en ella, según carta de Charles de Lannoy a Margarita de Austria.

[14] En Mirabel se hallan numerosos mercaderes que avituallan el campo francés, soldados enfermos y ciudadanos de Pavía; también el embajador ante el rey del Papa Clemente. En el edificio se custodian gran cantidad de vituallas y arneses reales. En Mirabel plantan las banderas en el foso del edificio.

[15] Era frecuente que las compañías de caballería siendo gobernadas nominalmente por señores, al asumir sus personas mandos superiores durante la batalla [como es el caso del marqués de Pescara] quedasen al gobierno particular durante el combate de sus tenientes. A veces sucedía lo contrario, como el caso del marqués de Civita Sant Angelo, que siendo gobernador de la caballería ligera, combatió a título particular con los hombres de armas.

[16] El marqués fue hallado el 25 entre los muertos, con muchas heridas ligeras y una tremenda cuchillada en la cara causada por una lanza. Parece ser que olvidó bajar su visera mientras cabalgaba, descuido que se sumó a la falta de precaución en lo que respecta las riendas de su montura; según carta de Charles de Lannoy al Emperador de 25 de febrero.

[17] Siendo los supervivientes perdonados y, tras ser convenientemente desvalijados por la soldadesca imperial, marchan a su país con licencia del Virrey.

[18] Este "alargarse por todo el campo" [1] de la arcabucería, con su potencia de fuego, la "terrible tempesta d'archibugiate" fue clave en la batalla. "Per li nuovi precetti del Marchese, senza ordine s'allargarono per tutto il campo" según  "Vita di don Fernando Davalo marchese di Pescara". A ello contribuyó la orografía irregular del parque de caza, que impidió buenas cargas de la caballería francesa.

[19] Los prisioneros eran tomados normalmente por soldados, y posteriormente, no pudiendo hacerse cargo de su mantenimiento, en función de su categoría era traspasada su custodia a un caballero que sí podía mantenerlo hasta la recepción del rescate pagados por sus familiares o deudos. El caballero había de pagar al soldado que había realizado la presa una cierta cantidad, que era muy inferior al montante que recibiría por el rescate.








Los hombres que metieron Roma a Saco: ¿soldados de un ejército o comunidad de amotinados?

Este exército va con gran determinación de tomar Florencia o morir todos.
[alemanes y españoles] los unos con los otros se han conjurado y determinado de pasar adelante y de no abandonar fasta haber sus pagas
El Abad de Nájera al Emperador, 28 de marzo de 1527

[El Marqués del Gasto] pidió licencia al Duque de Borbón para se ir al reino, porque no determinaba de ir con este exército deciendo que iba amotinado hecho comunidad.
El Abad de Nájera al Emperador, 19 de abril de 1527

Tutte queste gente hanno fatto tra loro 8 capitanei, 3 lanzchenech, 3 spagnoli et 2 italiani, sotto il governo di quali stanno.
Relación de un fraile de San Salvador, partido de Roma el 12 de mayo de 1527

Questo essercito non ha capo nè membri, nè obbedienza nè forma alcuna, et ognuno si governa all'appetito suo.
Juan Bartolomé Gattinara al Emperador, 8 de junio de 1527

[nuestro exército] a despecho de los capitanes, quisieron seguir su camino hasta Roma, donde hicieron el insulto que habeis oido, aunque a la verdad no fue tan grande como nuestros enemigos han sembrado
Carlos V al rey de Portugal, 2 de agosto de 1527


Saco de Roma, 1527

El saco o sacco de Roma ha pasado a la historia por la importancia que la ciudad tenía, al ser la residencia del trono de San Pedro, y la destrucción generada por el saqueo: muertes, violaciones, torturas, profanaciones, extorsiones, robos e incendios, hechos que dejaron una impronta imborrable en aquella generación. Hechos a los que no hay que restar importancia, pero que sin duda, adquirieron una mayor dimensión que otros - en proporción - similares por la significación de la ciudad santa.

No obstante, como operación militar, tan solo se puede destacar su brevedad y su eficiencia: un ejército de desharrapados, sin artillería de sitio, realizó un avance a marchas forzadas desde las comarcas de Florencia; los defensores, algo descuidados y confiados en sus murallas, desistieron de su labor al penetrar la mañana del 6 de mayo de 1527 los primeros soldados españoles en el recinto leonino, buscando refugio en Castel Sant'Angelo. A partir de ese momento, la ciudad quedó en las manos de españoles, alemanes e italianos, que hicieron, cada cual en su zona, y luego en la del vecino - para desconsuelo de los afrentados - lo que les vino en gana, satisfaciendo cada cual sus apetitos.

Fue Roma, y pudo haber sido Florencia, mas no fue la rica ciudad de mercaderes pasto de la ávida soldadesca, porque, como indicó llanamente Gattinara "Firenza era assai fortificata" y "Roma stava dissarmata". Juicio que refrendó el Abad de Nájera, al calificar la empresa de Florencia como "luenga y muy difícil".

Florencia o Roma, Roma o Florencia, lo mismo daba. Las dos eran cabezas de estados enemigos, confederados contra el Emperador en la Liga de Cognac, así que su sometimiento era estratégicamente beneficioso.

Florencia o Roma, Roma o Florencia, ciudades pobladas por ricos mercaderes o ricos cardenales a los que saquear primero, e imponerles después rescates sobre sus personas a cobrar con cargo a las rentas de sus estados o sobre piquerempréstitos otorgados por deudos o familiares.

Pero amén del saqueo, existía otra opción: imponer, con la presencia del ejército a las puertas de la ciudad, una contribución al cercado, y la imposición de la rendición, o al menos, de una tregua. Con esta contribución se satisfarían las pagas, y además, se soslayaría el peligro de ver a los soldados ricos, porque ¿siendo ya ricos, que motivación tendrían para seguir siendo soldados?

El caso es que no hubo contribución - o extorsión - de los cercados, porque no hubo cerco, sino asalto. No había tiempo que perder.

No obstante, ¿se buscaba asestar un golpe brutal a uno de los enemigos en liza y ayudar a acabar la guerra, o por contra, satisfacer a unos soldados que llevaban meses sin pagas y que día sí, día también, amenazaban con abandonar sus banderas y deshacer el ejército?

La respuesta es que idéntica acción satisfacía a ambas partes: a la dirección del ejército, que servía convenientemente a SM en la lucha, y a los soldados, que veían recompensados materialmente sus trabajos y padecimientos en la guerra.

Podemos determinar, por tanto, que hubo una conjunción de intereses en la acción de guerra, quedando soldados y dirigentes medianamente conformes.


Un ejército de malcontentos

El ejército imperial a cuya cabeza se hallaba el duque de Borbón se componía a febrero de 1527 de 700 hombres de armas, 800 caballos ligeros, 10.000 lansquenetes - llegados a Italia en noviembre de 1526 a cargo de Jorge de Frundsberg - 5.000 soldados viejos españoles y 3.000 italianos.

Quedaban tropas a cargo de Leiva en Milán - aunque el abad y comisario imperial temía que "quedarán pocos o ningunos españoles con las banderas [...] porque todos quieren ir hacia Florencia" - y había otro ejército en Nápoles a cargo del virrey y príncipe de Orange y de Hugo de Moncada.

Los lansquentes eran tropas más indisciplinadas, y que aguantaban menos trabajos y padecimientos que los españoles, y era más habitual que reclamasen sus pagas de forma tajante, amotinándose con relativa frecuencia.



Los españoles eran - en palabras del secretario imperial Juan Pérez - "gente más llegada a razón" y fáciles de apaciguar, pero también reclamaban los adeudos, y se alborataban "saliendo a hacer su escuadrón", cuando así lo veían conveniente [a].


A finales de 1526 se les daban dos pagas a los infantes españoles: una en dinero y otra en pan; aún así se les seguía adeudando dos mensualidades. Así se iban manteniendo los soldados, siempre recibiendo la soldada con atraso, y los capitanes dándoles promesas de pronto pago. Era habitual que las cabezas del ejército se empeñaran personalmente en la consecución del dinero, habilitando empréstitos donde pudieran hallarlos, o incluso recurriendo al propio:

Y así á los VI del presente se fué á Ferrara, y este mesmo dia por mandado del Duque de Borbon yo fui á Carpí y otro día saqué las dos banderas de españoles y la compañía de caballos ligeros de Juan Bautista Gastaldo que estaban dentro, con una paga quel Duque prestó para darles [...]
El Abad de Nájera al Emperador, 28 de marzo de 1527

A cada nación se les daba la paga en una fecha distinta; por un lado, existían vínculos distintos - diferentes "inicios de contrato" - y por otra, se evitaba la carga de tener que pagar de golpe a todo el ejército, que de todas maneras, solía alojarse por separado [b].

Pero este sistema tenía sus desventajas: el duque de Borbón, el príncipe de Orange, el marqués del Vasto o quien fuera, podía procurar seis mil o doce mil ducados, dar media paga o una paga a la unidad a la que le urgiera el pronto pago, y satisfaciendo a los soldados de aquella nación, agravar a los del resto. Un ejemplo de lo dicho tuvo lugar en marzo de 1527, al dar una paga - o fracción de ella - a los alemanes, y negársela a los españoles, que al fin y al cabo "tendrían algo que comer":

[El Duque de Ferrara] dióme diez mill ducados dos días después que yo fui, los quales se dieron a los alemanes que no Quisieron dar dos mill ducados para los españoles; y pensando que los alemanes se contentarían de partir con esta suma y que los españoles ternian algo de qué comer y que habrían paciencia desto, se dio bando para partir otro dia, y en la hora que era en anocheciendo se amotinaron los españoles y vinieron pidiendo pagas á casa del Duque de Borbon.
El Abad de Nájera al Emperador, 28 de marzo de 1527

Dada la capacidad de organizarse y defender sus derechos laborales con mano armada, era muy difícil sujetar a los soldados a disciplina militar alguna si estaban todos a una. Durante estos motines, las cabezas del ejército ejército preferían abandonar el campo, sus tiendas se podían ver saqueadas y sus criados, maltratados:

Il y eut beaucoup de désordre, et, si Bourbon ne se fut sauvé en diligence, il courait risque d'être assassiné par ces mutins. Ils mirent tout au pillage à son quartier et massacrèrent un de ses gentilhommes.
Le Connétable de Bourbon, 1490-1527, André Lebey

Los alemánes se amotinaron con el Príncipe de Orange, porque era pasado el tiempo en que se obligó de pagallos, y fueron á su posada y el Principe fué avisado y salióse della un poco antes y como no le hallaron, saqueáronle la posada, aunque según dicen fué en poca cantidad. 
Carta de Juan Pérez al Emperador, 11 julio 1527

No obstante, amén de la vinculación contractual que podían mantener como soldados del rey de España con plaza sentada en una compañía, o como soldados alemanes súbditos del Emperador, también existían vínculos de tipo afectivo, con su señor natural, con su nación y más importante que estos, aquellos lazos de tipo personal que les unían a sus capitanes, tanto capitanes de compañía, como capitanes o cabezas del ejército. A la lealtad personal se apelaba en muchas ocasiones, y estos requerimientos surtían efecto con frecuencia:

[...] se amotinaron los españoles y vinieron pidiendo pagas a casa del duque de Borbón [...] El Marqués del Gasto con el medio de Juan de Urbina, a quien los españoles tienen gran respeto y quisieron que entrase con ellos, los concertó que se contentasen con un scudo por hombre y caminasen
Carta del Abad de Nájera al Emperador, 28 de marzo de 1527

En otras ocasiones, aún capitanes de prestigio y autoridad como el propio Urbina, debían hacer frente a la furia de la soldadesca:
Juan de Urbina ha trabajado mucho en esto del motín, y cierto es grand persona y le estiman y temen en grand manera y le aman, aunque castiga á algunos, y vióse con ellos en grand peligro segund me han dicho, porque un soldado le quiso tirar con un arcabuz, y quiso Dios que se le cayó la mecha del fuego y no pudo, pero dícenme que mató ál soldado.
El secretario Pérez al Emperador, noviembre de 1527

Los soldados así organizados, "hechos comunidad", tenían un gran peso de decisión dentro del ejército, no sólo en momentos de motín, sino durante el resto de la campaña, y los capitanes debían - tenían la necesidad - de consultar con ellos las operaciones:

Le marquis [del Vasto] parloit a la troupe compagnie par compagnie
Carta de César Ferramosca al Emperador, 4 de abril de 1527

 e incluso los acuerdos que se tomaban con terceros, como por ejemplo, las treguas:
J'envoie aussi la traductíon des ordres données aux capítaines, et par icelles il verra les raisons quil [Carlos, duque de Borbón] aliegue pour autoriser sa marche, qui est que ses gens n'ont pas voulu accepter la capitulacion de la treve 
Ibídem

No obstante estas "inobediencias", los capitanes seguían manteniendo buena parte de su autoridad, y el ejército seguía estando a su cargo, aunque el ejercicio de ese gobierno dependía en buena medida de la respuesta que a las instrucciones - algunas en forma de peticiones o ruegos mezclados con promesas de pagas en un futuro próximo - les dieran los soldados.

En la saqueada Roma se impuso finalmente el orden, se constituyó un Tribunal Militar, hubo un gobernador imperial y se instituyeron patrullas mixtas de soldados alemanes y españoles.

¿Soldados ricos, ejército desecho?

E non saria servizio di Vostra Maestá, perché facendosi esercitto ricco per il sacco, si avería per detta rícchezza da dissolvere e ritirarse Spagnoli e Italiani verso Napoli, e che risolvendosi, aveva il detto esercito a dimandare l'intero pagamento, il quale era grandissimo, e non avendo facoltà di pagarlo, tutto anderia in confusione.
[...] credevano che li soldati di Vostra Maestá fatti ricchi , per la maggior parte non vorranno tomare alie bandiere.
Juan Bartolomé Gattinara al Emperador, 8 de junio de 1527

Se temía, y no sin razón, que habiendo saqueado una ciudad rica como Roma, los soldados dejaran las filas del ejército y se retiraran a gozar sus recién adquiridas haciendas. Esto no sucedió, y aunque pueden buscarse razones de tipo moral o sentimental, hay razones de tipo material evidentes:

1) El saco no dio para tanto. Cadenas y Vicent calcula un máximo de botín de 50 ducados por cabeza, frente a una paga mensual de 3 escudos, con ventaja de escudo y tercio los arcabuceros, y tres reales los escopeteros. O sea, que un arcabucero, el soldado mejor pagado, pudo ganar en el botín - de media - poco menos del sueldo de un año. Evidentemente, habría excepciones [ver notas c/d], y soldados que realmente quedarían, sino ricos de por vida, al menos considerablemente adinerados, y otros, por contra, que apenas gozarían las rentas conseguidas en su depredación.

2) El despilfarro sumado a la carestía que se originó en Roma: el juego, la prostitución y otros vicios propios de la soldadesca hicieron que el dinero durase poco en sus faltriqueras.

3) Las prisas de tener dinero contante y sonante, cuando lo adquirido eran en su mayoría bienes y no dinero, sumado al desconocimiento del valor de lo adquirido, hizo que la ganancia real la obtuviesen los mercaderes que seguían los ejércitos y los oportunistas que aparecen en estas ocasiones, comprando joyas, vestidos, muebles, enseres, etcétera, a muy buen precio:
Por falta del conocimiento del que lo tomó, daban por dos ducados lo que valía ciento; tapicerías y cosas de casa, bellos atavíos, por casi devalde. Vi vender doce paños de tapicería de oro riquísimos y una alhombra de seda bellísima, todo por cuatrocientos y cincuenta ducados. 
Manuscrito de la Biblioteca Nacional publicado por Rodríguez Villa

El botín se prefería en moneda por razones culturales, pues la del XVI era una economía monetizada, sobretodo en las áreas urbanas, pero también por razones prácticas, para poder transportarlo con facilidad. Así, a la salida de las tropas en julio, el secretario Juan Pérez registra:
y agora al partir de los alemanes han hecho buen mercado de lo que no podían llevar consigo, que lo que valía diez daban por dos, y cuando no hallaban quien les diese algo, lo sacaban á la calle y lo dexaban allí que lo tomase quien quisiese. 
Carta de Juan Pérez al Emperador, 11 de julio de 1527

Asesinatos, incendios y torturas para que los extorsionados pagasen la talla de sus recates, o confesaran donde habían escondido sus "tesoros", para después malvender o incluso, como relata Pérez, abandonar lo saqueado. Los sinsentidos de la guerra y de la naturaleza humana.

4) El grueso de los soldados, los cuales habían dejado la ciudad el 10 de julio, tornaron a entrar en septiembre - el 20 los alemanes, y seguidamente, el 25, los españoles - para ejercer presión en su reclamación de las pagas atrasadas. Este regreso a la ciudad apestada demuestra que los señores soldados estaban lejos de haberse convertido en acaudalados rentistas.

La cuestión es que el ejército no se deshizo, y las bajas que se produjeron - cerca de un 30-40% en los nueve meses de ocupación de la ciudad - fueron en su mayor parte debidas a la peste que se originó en Roma, y no a las deserciones de soldados enriquecidos, que aunque las hubo, no fueron cuantitativamente significativas.

En todo caso, cuando fue necesario volver a la lucha, cuando el ejército francés penetró en el Reino [de Nápoles] los soldados abandonaron una Roma exhausta, y volvieron a sus banderas, para obedecer a sus capitanes y servir, como venían sirviendo, a su señor en la defensa de sus estados.

Roma incendiada por las tropas de Carlos Quinto. Detalle del tercer triunfo del Emperador Carlos.
La leyenda que acompaña dicho "triunfo" reza así:
Aqui fue Borbon muerto, y derribado
Por los muros de Roma: pero entraron
Los soldados con animo efforcado,
Y ellos la ciudad toda faquearon

Notas

[a]
Respecto al diferente comportamiento de infantes españoles y lansquenetes, hay varias referencias de la época. Interesante la opinión expresada por Morone en 1528:
questo fundamento di gente spagnola sarà il vero fundamento suo delle cose d'Italia;  perchè non s'inganni da Lei stessa; nella gente Alemanna non si può collocar lungo stabilimento, maxime mancando alcuna volta il modo di dar le paghe.

Afirmaba Morone que el "nervio firme del ejército debía ser de españoles" más acostumbrados a padecer asperezas y "mancamento di paga" que otras naciones.

Los alemanes eran mejores piqueros, y los españoles, mejores arcabuceros. Véase, aunque de 1513, la carta de Fernando al Católico a Luiz Caroz o Carroz de Villaragut, en que reconocía que los españoles no eran capaces de romper un escuadrón de alemanes veteranos.

En todo caso, los lansquenetes habían recibido una oferta de Venecia de cinco pagas [véase carta de Juan Perez a 10 de enero de 1527] y sin embargo se mantuvieron leales a quien les mantenía a base de promesas.

[b]
Un ejemplo fechado a 23 de diciembre de 1523 de este sistema de pagas y medias pagas a la infantería por naciones:
Primero, por la media paga de lansquenetes que comienza mañana 28 de diciembre las 8 compañías 31 que finalizarán a 12 y 15 de enero próximo: 9.718
[...]
Por la otra media paga de lansquenetes que comienza a 13 de enero por sus 8 banderas y por las otras 4 banderas a 16 dicho y que acaban a 28 y último dicho: 9.718
Por la otra media paga de italianos que comienza el 14 de enero. 14.229
Por la paga de infantes españoles que se deberá pagar a 17 de enero. 26.000

[c]
Véase el testamento hecho en Roma a 2 de julio de 1527 de Valentino Cebrián, hombre de armas de la compañía del conde de Golissano o Collesano.

Legó a su mujer Isabel Gutiérrez 500 ducados y ropa. No se olvidó de sus compañeros de fatigas: a Miguel Fluviá, legó caballo y armas, a su escudero Margarit 20 ducados, y a su compañero Tordesillas 12. A Juan de Oliva debía 3 ducados, invirtió el dinero en misas en su memoria, pues habiendo muerto, no le había podido entregar la suma adeudada.
Cebrián debía cobrar tres cédulas: una de doscientos ducados y dos de quinientos. Los mil debían dividirse con Rodrigo de Rueda, soldado en la compañía de Fernando Vitello.

Este conde de Collesano, en la compañia del cual servía el testamentario Cebrián, probablemente fuera Artau o Artal de la familia Folch de Cardona, pues su padre Pedro murió defendiendo Pavía frente a los franceses en 1522 "de una saeta que le dio por la vista del yelmo". En marzo de 1524 la compañía del conde tenía 50 lanzas, y servía en la vanguardia.

Respecto a este "Vitello" en la compañía del cual servía el socio de Cebrián, Rodrigo de Rueda: hubo numerosos Vitelli, de la familia de Città del Castello, condotieros sirviendo al Papa Clemente VII en 1526-27: los capitanes de hombres de armas Giovanni, Nicoló, Vitello y el capitán de caballos ligeros Alexandro. Puede que este Ferdinando estuviera emparentado; no cualquiera levantaba una compañía. En mayo-junio de 1527, los Vitelli se pasaron al servicio imperial.

[d]
Una camarada de diez soldados consiguió una talla por la redención de dos ciudadanos boloñeses por una cuantía de 8.206 ducados; entre los soldados, dos zaragozanos, un castellano, un barcelonés, un sevillano y un toledano.

También 3 españoles obtuvieron 603 ducados el 7 de mayo, por mano de m.Teófilo del convento de San Agustín. A unos compañeros de estos tres, el padre prior les dio 42 ducados "per contentarli che molto dubitauamo non ce facesse qualche male".
Los primeros en llegar obtenían un buen botín, pero los extorsionados no necesariamente obtenían "protección" alguna, así, tras esta segunda exacción, unos lansquenetes intentaron penetrar en el convento, por lo cual hubieron de reparar la puerta, con coste de casi tres ducados.

En "Archivio storico, artistico, archeologico e letterario della città e provincia di Roma", vol.3 (1878).


Bibliografía

El saco de Roma de 1527 por el ejército de Carlos V, Vicente de Cadenas y Vicent