Amén de los soldados alistados, y de los oficiales con patente o conducta, y todos aquellos oficios que dependían del Estado mayor o del rey [entre ellos oficiales de pluma: contadores, comisarios, secretarios...] al Ejército se unían otro tipo de soldados que no podían tener tal nombre, puesto que no recibían sueldo, los llamados aventureros, o que con sueldo, acudían sin cargo, los entretenidos, y que tampoco eran soldados, ni oficiales.
En los Países Bajos he encontrado escasas referencias a estos, no obstante, de dos empresas puntuales [Inglaterra 1588, y Lepanto 1571] puedo ahora referir su número, pues a veces, la estadística es el mejor puntal del argumento teórico, y de la de Portugal 1580, tenemos referencia de su presencia.
De la Armada para la empresa contra el turco
El Príncipe de Parma lleva en la capitana de Genova y en otra de la misma señoría, diez señores
titulados y veinte y dos caballeros, y diez capitanes y Gentiles hombres particulares, y ciento cincuenta y dos soldados italianos á su costa, muy bien armados y muy buena gente, con solos ocho criados de servicio que son doscientos y dos personas
202 personas que quedaban incluidas en las listas como gente de guerra, y que aunque iban allí sin cargo a la Corona [a costa de Farnesio] se relacionaba su presencia, amén de por el prestigio que podían sumar a unas listas más ordinarias la inclusión de tales nombres, porque aunque acudían sin pedir nada a su majestad, lo ordinario era que si se obtenía victoria, se medrase para alcanzar algún entretenimiento, hábito de alguna orden militar [que incluía igualmente una encomienda: retribución anual estipulada; aunque evidentemente, el cumplimiento del expediente no estaba al alcance de cualquiera] castellanía, o cualquier cargo dentro de alguno de los numerosos Ejércitos que se mantenían o de la administración.
De todas maneras, no era el Príncipe de Parma [Alejandro Farnesio, sobrino del rey Felipe II, y que más tarde recibiría título de Gobernador de los Países Bajos y Capitán General del Ejército de Flandes, cargos en lo que sucedería a su tío don Juan] quien más soldados llevara con su persona, aunque sí, quien más tuvo a su costa.
Llevar más gente que su tío, el jefe de la expedición, hermanastro del rey, S.A. Juan de Austria, hubiera sido lanzarle un insulto a éste, aunque muchos de los que acompañaran a don Juan, fueran a cargo del presupuesto de la Armada:
Demás del Conde de Priego mayordomo mayor, y de D. Bernardino de Cárdenas, y caballerizo
mayor, y de los Gentiles hombres de la cámará y boca, y capitán de la guarda, y de los otros mayordomos y personas principales y oficiales de la corte y casa de su Alteza , que van con él en su galera , se han embarcado en diversas galeras cient caballeros, capitanes y Gentiles hombres calificados que por orden de S. M. y de S. A. tienen entretenimiento y sirven, cabe su persona con otros cient hombres de su guarda, cincuenta alemanes y cincuenta españoles, y otros ciento veinte criados de su casa , todos ellos bien armados y muy bien en orden , que en todos serán trescientos y sesenta.
Evidentemente, cada uno acudía según sus posibilidades, y si no había que destacar por defecto, tampoco por exceso, como queda antes apuntado:
Lleva Vizencio Viteli diez Gentiles hombres y dos criados muy bien en orden.
Pero cualquiera aportación, por pequeña que fuera, sumaba, como se ve en el resumen de la gente de guerra de la Armada de Galeras:
Que son los de la casa de su Alteza y todos los aventureros y personas particulares arriba nombrados, que van embarcados en las dichas galeras mil ochocientos setenta y seis
1876 respecto a un total de 20.231 hombres de guerra [sin contar marineros] no era una suma despreciable: el 9% de las fuerzas totales.
De la Armada para la empresa de Inglaterra.
Hay 174 caballeros aventureros, en que hay algunos señores italianos, ingleses é irlandeses, de los cuales están en Dunquerque, de Flándes, con el Príncipe de Parma muchos que han acudido de Alemania, Hungría, Polonia, Dania, Italia, Francia, Inglaterra é Irlanda.
[Desde Lisboa] Van 124 aventureros que llevan 456 criados para pelear, que son: D. Alonso Martínez de Leiva, Capitán general de la caballería del estado de Milán, con 36 criados; el Príncipe de Ascoli, su primo, con 39; el marqués de Peñañel, con 21; el marqués de Gaves, cuñado del duque de Saboya, con 10; el conde de Gelves, con 16;
E interrumpo la lista por no ocupar aquí tres páginas con listados de nombres de personajes y número de criados de guerra.
Los entretenidos que van en esta armada con sueldo son 238, con 130 criados de pelea: el conde de Paredes con 150 escudos, con 12 criados; D. Diego Maldonado, con 100 y 15 criados; D. Alonso Manriquez, con 100 y dos criados; el capitán Juan de Velasco, con 50 y dos criados; el capitán Agustin de Ojeda, con 40 y dos criados;
Por idéntico motivo, dejo la lista interrumpida.
Tuvieran o no los caballeros aventureros que aguardaban en Dunquerque criados de pelea, suman entre aventureros y entretenidos, y sus criados más de mil cien hombres, de los que la tercia parte, serían entretenidos con sus criados, y el resto, aventureros que acudían sin entretenimiento o sueldo.
Aunque es claro que no todo el mundo podía obtener mercedes del rey [estos entretenimientos, un sueldo fijo que no se correspondía a la retribución por un cargo en concreto, sino que se otorgaba a la persona en reconocimiento de méritos personales, así como por razón de su categoría] no era el factor determinante para acudir a la empresa, como se ve por la proporción de aventureros respecto al total de caballeros particulares: las 2/3 partes.
En todo caso, estos entretenidos, que podían servir como simples soldados en la batalla, generalmente, buscando una compañía en la que se encontraran este sus pares [socialmente hablando] una unidad con lo más granado, y mucho oficial reformado y personas particulares [como la que llevara a Flandes el propio Alonso de Leiva en 1577] o simplemente, la compañía del maestre de campo.
El resto del tiempo, no obstante, no eran soldados, sino que hacían las veces de corte particular de caballeros con cargo importante en el Ejército o Armada, o formaban parte de su consejo de guerra.
Contando únicamente los que se hallaban en Lisboa [948 aventureros, entretenidos y criados de pelea] respecto a los 17.083 que se relacionan en la muestra de 17 de julio, poco antes de partir, tenemos un 5% de gente de armas que no eran soldados.
La empresa de Portugal
En todo caso, la recompensa material no era segura, ni mucho menos, como se reconoce en esta carta del duque de Alba al rey, desde la Lisboa tomada en el año de 1580.
me han dicho que á S. M. y á los señores les parece que yo he dado licencia á muchos soldados
y los mas granados del ejército , y es así verdad , que son muchos á los que he dado licencia y á la flor del ejército; pero á todos los que la he dado han sido aventureros, que vinieron á servir sin sueldo y han servido sin él toda la jornada , y muy bien servido todos ellos , cuanto bien yo he visto servir á soldados. Acabóseles su hacienda y las de sus amigos que les prestaban para comer; morian de hambre; pidieron licencia para irse, dísela , porque yo no tenia ninguna razón contra ellos para podellos detener;
Y aún estando englobados en el ejército en una situación informal [sin sueldo, sin cargo, sin puesto] acudían al jefe del Ejército a demandar licencia para marchar, no existiendo vinculación legal efectiva entre unos y otros, pero está claro, que no eran soldados ordinarios que desertaban de noche.
Aunque no dispongo de datos sobre la participación de aventureros en la conquista de Portugal, en 1580, aquí hay una referencia en una carta de uno de los secretarios del duque de Alba, en relación con lo anterior:
y no espanten allá las licencias que el duque ba dado, pues á los que no tienen sueldo ni le han
tenido en esta jornada , mal los podia detener ; y estos han sido tantos, que sin alargarme, era el tercio del ejército, que han venido aventureros á su costa sin sueldo;
¿La tercera parte del ejército constituida por aventureros?
Aunque la conquista del Portugal peninsular, sin duda era un empresa más atractiva que la de embarcarse en las Armadas - el hecho de no dejar de pisar tierra, sería para muchos motivo suficiente como para tener por más querida esta que nos las dos anteriores - me parece que la afirmación es una exageración, y que tal vez encubra licencias concedidas a soldados.
Tomada Lisboa, sólo quedaba perseguir a don Antonio por tierras de entre Duero y Miño, cosa de la que se ocupó Sancho Dávila, con poco más de 3.000 soldados. Tal vez, conocedor el duque de las necesidades reales de tropas y de los problemas que ocasionaba tener tantas bocas inútiles, concedía licencias a tantos - sin órdenes del rey para licenciar las unidades - para ahorrarse el gasto, así como para admitir algo evidente: sin licencia, marcharían igualmente, sólo que en condición de desertores.
En una relación de julio, aparecen 12650 infantes españoles en Portugal - sin contar con los fronteros - ni con la infantería de naciones - italiana y española. La previsión de abril, que sabemos no se cumplió - los tercios nuevos no se llenaron de acuerdo a lo previsto, y hubo unidades que no llegaron a participar; tampoco fueron necesarias - hablaba de unos 30.ooo infantes, dos terceras partes, españoles.
Sea sobre los doce mil, o sobre los veinte mil, parecen muchos entretenidos la tercera parte, los cuales, no estando relacionados en las listas, habría que sumar a los anteriores, no descontarlos.
En todo caso, queda claro que la participación de aventureros en los Ejércitos del rey, no era algo infrecuente.
¿Y las motivaciones para acudir allí?
El propio Alonso Martínez de Leiva, que es uno de los aventureros - que acudía sin sueldo y sin entretenimiento - que más criados de pelea aporta a la jornada de Inglaterra, siendo como era general de la caballería de Lombardía, poco podía esperar directamente - de hecho, murió en este expedición en un naufragios frente a las costas de Irlanda - pero indirectamente, el hecho práctico indudable, es que pasaba de desempeñar un cargo que siendo importante [el capitán general de la caballería de un estado era el segundo al mando] en tiempo de paz no otorgaba la oportunidad de que el rey lo tuviera en mente, y de cara a proveer algún cargo de los que continuamente vacaban, este simple hecho, sumaba puntos, quizás, de cara a algún cargo en el Consejo de Estado, o alguno de los consejos del reino, que aportaban prestigio y oportunidad de mando real, alcanzada cierta edad, en que la carrera militar para muchos, debía extinguirse por motivos de salud.
Acabar sentado a la diestra del rey, no era colofón baladí a toda una vida al servicio de las armas de la monarquía.
En el caso de la expedición a Inglaterra, si, puesto que este era el fin de ella, había una ocupación del país, se podía prever un Ejército permanente, y puede que una administración española, con lo cual habría cargos que repartir en la nueva "propiedad" real.En todo caso, y derivándome a vertientes menos materialistas, Leiva era un soldado que llevaba más de 20 años de servicio, tal vez, estando en algún cargo alejado de la acción, deseaba volver al combate. Asimismo, se sumaban otros valores como la autoestima y el prestigio que se podía alcanzar en un hecho de armas tan significativo; tener una participación en una empresa de tal envergadura no era una recompensa moral menor.
¿Por qué aventureros? El oficio de las armas, inclinación natural de la nobleza
Era la guerra la principal actividad de los Estados en esta época, y la nobleza, conocedora de que para participar en el Estado, para hacer una carrera política, no estaba de más decantarse por el oficio de las armas - aunque muchos serían los que alcanzarán cargos importantes sin haber servido en el campo - entraban a servir a su rey, máxime cuando pervivía cierta ética medieval, que vinculaba nobleza de sangre y virtudes guerreras, como valores inseparables.Pero una cosa era servir al rey "tomando una pica como el más bajo de los soldados", y otra cosa, era tener nombre de tal. Que un noble - y tampoco era necesario que fuera de una de las familias principales - tuviera que estar en una lista como soldado, para recibir tres escudos, cuando sus rentas podían ser mayores que las de un maestro de campo, era equipararse innecesariamente a la plebe.
Que un noble, tuviera que recibir órdenes de un capitán, que tal vez no fuera tan siquiera hijodalgo, sino el hijo de una charcutera de Toledo, que por su buen oficio hubiera ascendido al cabo de los años, paso a paso por el escalafón: cabo, sargento, alférez y capitán, sería para muchos intolerable, e indigerible. Y no estoy diciendo que puesto en la primera hilera de las picas, este noble no se comportara como soldado, y obedeciera a quien tuviera como jefe, pero el día de la batalla no era el día común del ejército.
¿Por qué no capitanes? Entrar por la puerta grande
Alonso Vázquez, refiere la inoportuna presencia en Flandes de capitanes que sólo lo eran por cartas, que carecían de oficio.
Evidentemente, si uno era conde de Saldaña, y su tío era miembro del Consejo de Estado, ¿para qué ser aventurero, por qué no recibir plaza de capitán, sabiendo que las influencias familiares pesarían más que el expediente de muchos alferezes para obtener patente de capitán, y entrar en el ejército por la puerta principal, con mando y gobierno?
El propio duque de Alba indicaba al rey, en enero de 1570:
le beso muchas veces los pies por la merced que V. M. me ha hecho con la satisfacción que tiene de lo que aquí le servimos yo y mis hijos. Y como tengo también siete primos y sobrinos dellos
con compañías , y otros arrastrando una pica, y hombres que cuando estuvieran sirviendo á V. M. en su corte no dejara de hacerles merced, quisiera tener mas caudal para ponerle todo en este servicio.
Evidentemente, el duque no podía hacer absolutamente lo que quisiera, ni llenar el ejército de oficiales que fueran parientes suyos, aunque en la promoción de sus dos sobrinos Hernando y Rodrigo, a los cargos de maestres de campo respectivamente de los Tercios de Lombardía [1569] y Nápoles [1571] estuvo claro que el hecho de que fuera su tío Capitán General no fue algo secundario. Pero al menos Hernando había participado como caballero particular en los socorros de Orán [1563] y Malta [1565]. Estas promociones levantaron protestas entre quienes tenían sobradas aspiraciones a los cargos, pero está claro, que no había cargos para todos los familiares de todos las personas de confianza del rey.
Si uno quería por lo tanto entrar en la carrera de las armas, y el cargo - que no el oficio - de soldado, era poca cosa para su persona, la opción de ser aventurero o persona particular, estaba en su mano.
A la rápida promoción, se le opone el argumento plasmado también por pluma del duque de Alba, años después en Portugal:
y son tan grandes los inconvenientes que se siguen de mezclar soldados viejos con oficiales , que no son tan soldados como ellos, que en oliéndolos á esto no los estiman en un maravedí, y los huellan debajo de los pies, que es el camino por donde se viene mas presto á destruir y acabar esta nación de cuantos pueden suceder entre ella.
La cuestión es que habiendo siempre más oficiales viejos - esos reformados de los que hemos hablado - que vacantes, otorgar patentes en personas nuevas, aunque de alta cuna, era algo sumamente mal visto entre los soldados profesionales, y aunque los méritos familiares se sobreponían en muchas ocasiones a los adquiridos con la práctica del oficio, la situación ideal para la nobleza era la apuntada indirectamente: sumergirse en el mundo militar en un escalón intermedio, o si se quiere, paralelo, para con el tiempo, tener un expediente mínimo para recibir alguna patente, o si se quiere, adquirir fama y nombre, lucirse durante la etapa juvenil, para después volver a tomar las obligaciones familiares lejos de los campos de batalla.
¿Nobles de alta cuna, pero de bajas rentas?
Evidentemente, la noticia del duque de Alba de estos aventureros que pasan hambre en Lisboa, nos sugiere que no todos los aventureros, ni mucho menos, eran nobles de altas rentas, y que habría muchos hidalgos, o que se tomaran por hijo de tal, que se considerasen mejor que el común de los reclutas, o que, simplemente, quisieran destacar antes que el resto, hallar atajos en la carrera de las armas.
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