Los hombres que metieron Roma a Saco: ¿soldados de un ejército o comunidad de amotinados?

Este exército va con gran determinación de tomar Florencia o morir todos.
[alemanes y españoles] los unos con los otros se han conjurado y determinado de pasar adelante y de no abandonar fasta haber sus pagas
El Abad de Nájera al Emperador, 28 de marzo de 1527

[El Marqués del Gasto] pidió licencia al Duque de Borbón para se ir al reino, porque no determinaba de ir con este exército deciendo que iba amotinado hecho comunidad.
El Abad de Nájera al Emperador, 19 de abril de 1527

Tutte queste gente hanno fatto tra loro 8 capitanei, 3 lanzchenech, 3 spagnoli et 2 italiani, sotto il governo di quali stanno.
Relación de un fraile de San Salvador, partido de Roma el 12 de mayo de 1527

Questo essercito non ha capo nè membri, nè obbedienza nè forma alcuna, et ognuno si governa all'appetito suo.
Juan Bartolomé Gattinara al Emperador, 8 de junio de 1527

[nuestro exército] a despecho de los capitanes, quisieron seguir su camino hasta Roma, donde hicieron el insulto que habeis oido, aunque a la verdad no fue tan grande como nuestros enemigos han sembrado
Carlos V al rey de Portugal, 2 de agosto de 1527


Saco de Roma, 1527

El saco o sacco de Roma ha pasado a la historia por la importancia que la ciudad tenía, al ser la residencia del trono de San Pedro, y la destrucción generada por el saqueo: muertes, violaciones, torturas, profanaciones, extorsiones, robos e incendios, hechos que dejaron una impronta imborrable en aquella generación. Hechos a los que no hay que restar importancia, pero que sin duda, adquirieron una mayor dimensión que otros - en proporción - similares por la significación de la ciudad santa.

No obstante, como operación militar, tan solo se puede destacar su brevedad y su eficiencia: un ejército de desharrapados, sin artillería de sitio, realizó un avance a marchas forzadas desde las comarcas de Florencia; los defensores, algo descuidados y confiados en sus murallas, desistieron de su labor al penetrar la mañana del 6 de mayo de 1527 los primeros soldados españoles en el recinto leonino, buscando refugio en Castel Sant'Angelo. A partir de ese momento, la ciudad quedó en las manos de españoles, alemanes e italianos, que hicieron, cada cual en su zona, y luego en la del vecino - para desconsuelo de los afrentados - lo que les vino en gana, satisfaciendo cada cual sus apetitos.

Fue Roma, y pudo haber sido Florencia, mas no fue la rica ciudad de mercaderes pasto de la ávida soldadesca, porque, como indicó llanamente Gattinara "Firenza era assai fortificata" y "Roma stava dissarmata". Juicio que refrendó el Abad de Nájera, al calificar la empresa de Florencia como "luenga y muy difícil".

Florencia o Roma, Roma o Florencia, lo mismo daba. Las dos eran cabezas de estados enemigos, confederados contra el Emperador en la Liga de Cognac, así que su sometimiento era estratégicamente beneficioso.

Florencia o Roma, Roma o Florencia, ciudades pobladas por ricos mercaderes o ricos cardenales a los que saquear primero, e imponerles después rescates sobre sus personas a cobrar con cargo a las rentas de sus estados o sobre piquerempréstitos otorgados por deudos o familiares.

Pero amén del saqueo, existía otra opción: imponer, con la presencia del ejército a las puertas de la ciudad, una contribución al cercado, y la imposición de la rendición, o al menos, de una tregua. Con esta contribución se satisfarían las pagas, y además, se soslayaría el peligro de ver a los soldados ricos, porque ¿siendo ya ricos, que motivación tendrían para seguir siendo soldados?

El caso es que no hubo contribución - o extorsión - de los cercados, porque no hubo cerco, sino asalto. No había tiempo que perder.

No obstante, ¿se buscaba asestar un golpe brutal a uno de los enemigos en liza y ayudar a acabar la guerra, o por contra, satisfacer a unos soldados que llevaban meses sin pagas y que día sí, día también, amenazaban con abandonar sus banderas y deshacer el ejército?

La respuesta es que idéntica acción satisfacía a ambas partes: a la dirección del ejército, que servía convenientemente a SM en la lucha, y a los soldados, que veían recompensados materialmente sus trabajos y padecimientos en la guerra.

Podemos determinar, por tanto, que hubo una conjunción de intereses en la acción de guerra, quedando soldados y dirigentes medianamente conformes.


Un ejército de malcontentos

El ejército imperial a cuya cabeza se hallaba el duque de Borbón se componía a febrero de 1527 de 700 hombres de armas, 800 caballos ligeros, 10.000 lansquenetes - llegados a Italia en noviembre de 1526 a cargo de Jorge de Frundsberg - 5.000 soldados viejos españoles y 3.000 italianos.

Quedaban tropas a cargo de Leiva en Milán - aunque el abad y comisario imperial temía que "quedarán pocos o ningunos españoles con las banderas [...] porque todos quieren ir hacia Florencia" - y había otro ejército en Nápoles a cargo del virrey y príncipe de Orange y de Hugo de Moncada.

Los lansquentes eran tropas más indisciplinadas, y que aguantaban menos trabajos y padecimientos que los españoles, y era más habitual que reclamasen sus pagas de forma tajante, amotinándose con relativa frecuencia.



Los españoles eran - en palabras del secretario imperial Juan Pérez - "gente más llegada a razón" y fáciles de apaciguar, pero también reclamaban los adeudos, y se alborataban "saliendo a hacer su escuadrón", cuando así lo veían conveniente [a].


A finales de 1526 se les daban dos pagas a los infantes españoles: una en dinero y otra en pan; aún así se les seguía adeudando dos mensualidades. Así se iban manteniendo los soldados, siempre recibiendo la soldada con atraso, y los capitanes dándoles promesas de pronto pago. Era habitual que las cabezas del ejército se empeñaran personalmente en la consecución del dinero, habilitando empréstitos donde pudieran hallarlos, o incluso recurriendo al propio:

Y así á los VI del presente se fué á Ferrara, y este mesmo dia por mandado del Duque de Borbon yo fui á Carpí y otro día saqué las dos banderas de españoles y la compañía de caballos ligeros de Juan Bautista Gastaldo que estaban dentro, con una paga quel Duque prestó para darles [...]
El Abad de Nájera al Emperador, 28 de marzo de 1527

A cada nación se les daba la paga en una fecha distinta; por un lado, existían vínculos distintos - diferentes "inicios de contrato" - y por otra, se evitaba la carga de tener que pagar de golpe a todo el ejército, que de todas maneras, solía alojarse por separado [b].

Pero este sistema tenía sus desventajas: el duque de Borbón, el príncipe de Orange, el marqués del Vasto o quien fuera, podía procurar seis mil o doce mil ducados, dar media paga o una paga a la unidad a la que le urgiera el pronto pago, y satisfaciendo a los soldados de aquella nación, agravar a los del resto. Un ejemplo de lo dicho tuvo lugar en marzo de 1527, al dar una paga - o fracción de ella - a los alemanes, y negársela a los españoles, que al fin y al cabo "tendrían algo que comer":

[El Duque de Ferrara] dióme diez mill ducados dos días después que yo fui, los quales se dieron a los alemanes que no Quisieron dar dos mill ducados para los españoles; y pensando que los alemanes se contentarían de partir con esta suma y que los españoles ternian algo de qué comer y que habrían paciencia desto, se dio bando para partir otro dia, y en la hora que era en anocheciendo se amotinaron los españoles y vinieron pidiendo pagas á casa del Duque de Borbon.
El Abad de Nájera al Emperador, 28 de marzo de 1527

Dada la capacidad de organizarse y defender sus derechos laborales con mano armada, era muy difícil sujetar a los soldados a disciplina militar alguna si estaban todos a una. Durante estos motines, las cabezas del ejército ejército preferían abandonar el campo, sus tiendas se podían ver saqueadas y sus criados, maltratados:

Il y eut beaucoup de désordre, et, si Bourbon ne se fut sauvé en diligence, il courait risque d'être assassiné par ces mutins. Ils mirent tout au pillage à son quartier et massacrèrent un de ses gentilhommes.
Le Connétable de Bourbon, 1490-1527, André Lebey

Los alemánes se amotinaron con el Príncipe de Orange, porque era pasado el tiempo en que se obligó de pagallos, y fueron á su posada y el Principe fué avisado y salióse della un poco antes y como no le hallaron, saqueáronle la posada, aunque según dicen fué en poca cantidad. 
Carta de Juan Pérez al Emperador, 11 julio 1527

No obstante, amén de la vinculación contractual que podían mantener como soldados del rey de España con plaza sentada en una compañía, o como soldados alemanes súbditos del Emperador, también existían vínculos de tipo afectivo, con su señor natural, con su nación y más importante que estos, aquellos lazos de tipo personal que les unían a sus capitanes, tanto capitanes de compañía, como capitanes o cabezas del ejército. A la lealtad personal se apelaba en muchas ocasiones, y estos requerimientos surtían efecto con frecuencia:

[...] se amotinaron los españoles y vinieron pidiendo pagas a casa del duque de Borbón [...] El Marqués del Gasto con el medio de Juan de Urbina, a quien los españoles tienen gran respeto y quisieron que entrase con ellos, los concertó que se contentasen con un scudo por hombre y caminasen
Carta del Abad de Nájera al Emperador, 28 de marzo de 1527

En otras ocasiones, aún capitanes de prestigio y autoridad como el propio Urbina, debían hacer frente a la furia de la soldadesca:
Juan de Urbina ha trabajado mucho en esto del motín, y cierto es grand persona y le estiman y temen en grand manera y le aman, aunque castiga á algunos, y vióse con ellos en grand peligro segund me han dicho, porque un soldado le quiso tirar con un arcabuz, y quiso Dios que se le cayó la mecha del fuego y no pudo, pero dícenme que mató ál soldado.
El secretario Pérez al Emperador, noviembre de 1527

Los soldados así organizados, "hechos comunidad", tenían un gran peso de decisión dentro del ejército, no sólo en momentos de motín, sino durante el resto de la campaña, y los capitanes debían - tenían la necesidad - de consultar con ellos las operaciones:

Le marquis [del Vasto] parloit a la troupe compagnie par compagnie
Carta de César Ferramosca al Emperador, 4 de abril de 1527

 e incluso los acuerdos que se tomaban con terceros, como por ejemplo, las treguas:
J'envoie aussi la traductíon des ordres données aux capítaines, et par icelles il verra les raisons quil [Carlos, duque de Borbón] aliegue pour autoriser sa marche, qui est que ses gens n'ont pas voulu accepter la capitulacion de la treve 
Ibídem

No obstante estas "inobediencias", los capitanes seguían manteniendo buena parte de su autoridad, y el ejército seguía estando a su cargo, aunque el ejercicio de ese gobierno dependía en buena medida de la respuesta que a las instrucciones - algunas en forma de peticiones o ruegos mezclados con promesas de pagas en un futuro próximo - les dieran los soldados.

En la saqueada Roma se impuso finalmente el orden, se constituyó un Tribunal Militar, hubo un gobernador imperial y se instituyeron patrullas mixtas de soldados alemanes y españoles.

¿Soldados ricos, ejército desecho?

E non saria servizio di Vostra Maestá, perché facendosi esercitto ricco per il sacco, si avería per detta rícchezza da dissolvere e ritirarse Spagnoli e Italiani verso Napoli, e che risolvendosi, aveva il detto esercito a dimandare l'intero pagamento, il quale era grandissimo, e non avendo facoltà di pagarlo, tutto anderia in confusione.
[...] credevano che li soldati di Vostra Maestá fatti ricchi , per la maggior parte non vorranno tomare alie bandiere.
Juan Bartolomé Gattinara al Emperador, 8 de junio de 1527

Se temía, y no sin razón, que habiendo saqueado una ciudad rica como Roma, los soldados dejaran las filas del ejército y se retiraran a gozar sus recién adquiridas haciendas. Esto no sucedió, y aunque pueden buscarse razones de tipo moral o sentimental, hay razones de tipo material evidentes:

1) El saco no dio para tanto. Cadenas y Vicent calcula un máximo de botín de 50 ducados por cabeza, frente a una paga mensual de 3 escudos, con ventaja de escudo y tercio los arcabuceros, y tres reales los escopeteros. O sea, que un arcabucero, el soldado mejor pagado, pudo ganar en el botín - de media - poco menos del sueldo de un año. Evidentemente, habría excepciones [ver notas c/d], y soldados que realmente quedarían, sino ricos de por vida, al menos considerablemente adinerados, y otros, por contra, que apenas gozarían las rentas conseguidas en su depredación.

2) El despilfarro sumado a la carestía que se originó en Roma: el juego, la prostitución y otros vicios propios de la soldadesca hicieron que el dinero durase poco en sus faltriqueras.

3) Las prisas de tener dinero contante y sonante, cuando lo adquirido eran en su mayoría bienes y no dinero, sumado al desconocimiento del valor de lo adquirido, hizo que la ganancia real la obtuviesen los mercaderes que seguían los ejércitos y los oportunistas que aparecen en estas ocasiones, comprando joyas, vestidos, muebles, enseres, etcétera, a muy buen precio:
Por falta del conocimiento del que lo tomó, daban por dos ducados lo que valía ciento; tapicerías y cosas de casa, bellos atavíos, por casi devalde. Vi vender doce paños de tapicería de oro riquísimos y una alhombra de seda bellísima, todo por cuatrocientos y cincuenta ducados. 
Manuscrito de la Biblioteca Nacional publicado por Rodríguez Villa

El botín se prefería en moneda por razones culturales, pues la del XVI era una economía monetizada, sobretodo en las áreas urbanas, pero también por razones prácticas, para poder transportarlo con facilidad. Así, a la salida de las tropas en julio, el secretario Juan Pérez registra:
y agora al partir de los alemanes han hecho buen mercado de lo que no podían llevar consigo, que lo que valía diez daban por dos, y cuando no hallaban quien les diese algo, lo sacaban á la calle y lo dexaban allí que lo tomase quien quisiese. 
Carta de Juan Pérez al Emperador, 11 de julio de 1527

Asesinatos, incendios y torturas para que los extorsionados pagasen la talla de sus recates, o confesaran donde habían escondido sus "tesoros", para después malvender o incluso, como relata Pérez, abandonar lo saqueado. Los sinsentidos de la guerra y de la naturaleza humana.

4) El grueso de los soldados, los cuales habían dejado la ciudad el 10 de julio, tornaron a entrar en septiembre - el 20 los alemanes, y seguidamente, el 25, los españoles - para ejercer presión en su reclamación de las pagas atrasadas. Este regreso a la ciudad apestada demuestra que los señores soldados estaban lejos de haberse convertido en acaudalados rentistas.

La cuestión es que el ejército no se deshizo, y las bajas que se produjeron - cerca de un 30-40% en los nueve meses de ocupación de la ciudad - fueron en su mayor parte debidas a la peste que se originó en Roma, y no a las deserciones de soldados enriquecidos, que aunque las hubo, no fueron cuantitativamente significativas.

En todo caso, cuando fue necesario volver a la lucha, cuando el ejército francés penetró en el Reino [de Nápoles] los soldados abandonaron una Roma exhausta, y volvieron a sus banderas, para obedecer a sus capitanes y servir, como venían sirviendo, a su señor en la defensa de sus estados.

Roma incendiada por las tropas de Carlos Quinto. Detalle del tercer triunfo del Emperador Carlos.
La leyenda que acompaña dicho "triunfo" reza así:
Aqui fue Borbon muerto, y derribado
Por los muros de Roma: pero entraron
Los soldados con animo efforcado,
Y ellos la ciudad toda faquearon

Notas

[a]
Respecto al diferente comportamiento de infantes españoles y lansquenetes, hay varias referencias de la época. Interesante la opinión expresada por Morone en 1528:
questo fundamento di gente spagnola sarà il vero fundamento suo delle cose d'Italia;  perchè non s'inganni da Lei stessa; nella gente Alemanna non si può collocar lungo stabilimento, maxime mancando alcuna volta il modo di dar le paghe.

Afirmaba Morone que el "nervio firme del ejército debía ser de españoles" más acostumbrados a padecer asperezas y "mancamento di paga" que otras naciones.

Los alemanes eran mejores piqueros, y los españoles, mejores arcabuceros. Véase, aunque de 1513, la carta de Fernando al Católico a Luiz Caroz o Carroz de Villaragut, en que reconocía que los españoles no eran capaces de romper un escuadrón de alemanes veteranos.

En todo caso, los lansquenetes habían recibido una oferta de Venecia de cinco pagas [véase carta de Juan Perez a 10 de enero de 1527] y sin embargo se mantuvieron leales a quien les mantenía a base de promesas.

[b]
Un ejemplo fechado a 23 de diciembre de 1523 de este sistema de pagas y medias pagas a la infantería por naciones:
Primero, por la media paga de lansquenetes que comienza mañana 28 de diciembre las 8 compañías 31 que finalizarán a 12 y 15 de enero próximo: 9.718
[...]
Por la otra media paga de lansquenetes que comienza a 13 de enero por sus 8 banderas y por las otras 4 banderas a 16 dicho y que acaban a 28 y último dicho: 9.718
Por la otra media paga de italianos que comienza el 14 de enero. 14.229
Por la paga de infantes españoles que se deberá pagar a 17 de enero. 26.000

[c]
Véase el testamento hecho en Roma a 2 de julio de 1527 de Valentino Cebrián, hombre de armas de la compañía del conde de Golissano o Collesano.

Legó a su mujer Isabel Gutiérrez 500 ducados y ropa. No se olvidó de sus compañeros de fatigas: a Miguel Fluviá, legó caballo y armas, a su escudero Margarit 20 ducados, y a su compañero Tordesillas 12. A Juan de Oliva debía 3 ducados, invirtió el dinero en misas en su memoria, pues habiendo muerto, no le había podido entregar la suma adeudada.
Cebrián debía cobrar tres cédulas: una de doscientos ducados y dos de quinientos. Los mil debían dividirse con Rodrigo de Rueda, soldado en la compañía de Fernando Vitello.

Este conde de Collesano, en la compañia del cual servía el testamentario Cebrián, probablemente fuera Artau o Artal de la familia Folch de Cardona, pues su padre Pedro murió defendiendo Pavía frente a los franceses en 1522 "de una saeta que le dio por la vista del yelmo". En marzo de 1524 la compañía del conde tenía 50 lanzas, y servía en la vanguardia.

Respecto a este "Vitello" en la compañía del cual servía el socio de Cebrián, Rodrigo de Rueda: hubo numerosos Vitelli, de la familia de Città del Castello, condotieros sirviendo al Papa Clemente VII en 1526-27: los capitanes de hombres de armas Giovanni, Nicoló, Vitello y el capitán de caballos ligeros Alexandro. Puede que este Ferdinando estuviera emparentado; no cualquiera levantaba una compañía. En mayo-junio de 1527, los Vitelli se pasaron al servicio imperial.

[d]
Una camarada de diez soldados consiguió una talla por la redención de dos ciudadanos boloñeses por una cuantía de 8.206 ducados; entre los soldados, dos zaragozanos, un castellano, un barcelonés, un sevillano y un toledano.

También 3 españoles obtuvieron 603 ducados el 7 de mayo, por mano de m.Teófilo del convento de San Agustín. A unos compañeros de estos tres, el padre prior les dio 42 ducados "per contentarli che molto dubitauamo non ce facesse qualche male".
Los primeros en llegar obtenían un buen botín, pero los extorsionados no necesariamente obtenían "protección" alguna, así, tras esta segunda exacción, unos lansquenetes intentaron penetrar en el convento, por lo cual hubieron de reparar la puerta, con coste de casi tres ducados.

En "Archivio storico, artistico, archeologico e letterario della città e provincia di Roma", vol.3 (1878).


Bibliografía

El saco de Roma de 1527 por el ejército de Carlos V, Vicente de Cadenas y Vicent

Soldados de infantería española en 1535

Jornada de Túnez (1535)

El pintor flamenco Jan Cornelisz Vermeyen acompañó al Emperador en su expedición, con el encargo de tomar testimonio visual de lo acontecido. De la jornada de Túnez se realizaron 12 cartones y 12 tapices entre 1548 y 1554 en los talleres de Pannemaker. Quedan 10 cartones en Viena - 1º y 9º desaparecidos - y 10 tapices en Madrid - 8º y 11º desaparecidos - pero se conservan las 12 imágenes, pues las cuatro piezas desaparecidas no son coincidentes.

Tienen el valor de la obra realizada in situ, aunque la hermana del monarca y gobernadora de los Países Bajos, María de Austria, la hiciera modificar, por el exceso de escenas violentas que aparecían en primera instancia.

Los dibujos se terminaron de hacer en 1549, y ahí comenzó el trabajo de los talleres de tapices.

Cartón  nº8. Batalla de los pozos de Túnez




Este es sin duda el que aporta más información sobre los soldados de infantería. Adjunto el texto que describe la obra:


La vanguardia, como describe el texto precedente, la llevan soldados viejos españoles, y soldados italianos.



Vemos como los piqueros son picas secas; a lo sumo llevan celada y gorguera, pero en ningún caso se defienden el cuerpo con coselete. Quizá - muy probablemente - lleven bajo la ropa una camisa de malla con mangas de antebrazo, manga corta, que diríamos hoy.

Los soldados llevan calzas y jubones - muchos de ellos del estilo denominado "acuchillado"; cubren sus cabezas con bonetes, birretes y sombreros, con o sin plumas, o bien la protegen con una celada [1].

Se puede apreciar el sencillo mecanismo de estos arcabuces, con los muelles y resortes visibles; al fin y al cabo, están representando una escena de 1535, aunque se pintara a mediados de siglo.

Las espadas largas de dos filos, hoja triangular, se llevan a la moda de España, con la vaina baja.

El infante caído en primer término, porta una pequeña rodela - no más de dos palmos de diámetro en su brazo derecho. Sabemos por un relato de la entrada del emperador en Messina, que entre los soldados había rodeleros y ballesteros:

et io vidi d’archibuseri quasi cinque milia, e tra picche, balestre, spade, e rotelle un simil numero tal che i spagnoli, soldati che all’hora, in Messina si trouarono in numero, di, mille amirati si della quantità del numero come dell’ordine

Soldados alemanes. Carton nº4. 
En las ilustraciones aparecen representados soldados alemanes, todavía en esta época lansquenetes claramente reconocibles por sus ropajes, así como sus espadas katzbalger: cortas, rectas, con su característica guarnición en forma de S u 8, llevadas al cinto casi horizontalmente.

Una relación [2] nos da idea de las naciones que participaron en la empresa:
y muy presto echaron de un golpe en tierra doce ó trece mil infantes, así españoles como tudescos y italianos, porque destas tres naciones constaba nuestro ejército : eran siete mill y seiscientos alemanes, eran cuatro mill españoles viejos que vinieron de Italia y nueve mill que vinieron de España [3], y de cuatro á cinco mill italianos. 

Veamos a estos alemanes, por comparar una y otra moda militar. En primer lugar, vemos que las tres banderas de alemanes son enviadas por el Emperador para reforzar los españoles nuevos que estaban bajo la orden del marqués del Vasto, o del Gasto:





Tanto los bonetes, como las calzas, como las camisas, son considerablemente diferentes: ropa holgada para los germanos, y ajustada para los hispanos. Podemos ver alguna gorguera de maya y celada, y sobre el jubón del soldado de vanguardia, la cruz roja que le identifica como leal súbdito - o al menos, leal servidor - del emperador y la casa de Austria.

Yo diría que el arcabucero arrodillado en primer término, con ropa amarilla y birrete beige, es uno de los españoles nuevos a los que las tres banderas de alemanes acuden a reforzar.

Notas
1. La celada de los dos arcabuceros situados tras el caballo, es del tipo representada en el Inventario Iluminado o Relación de Valladolid de 1548:



Curiosamente, en los Países Bajos en esta época, se denominaba ese casco como "sallade" o "salade de pieton": celada de infante.

2. Colección de Documentos Inéditos para la Historia de España. Volumen 1

3. Gonzalo de Illescas dice que fueron ocho mil los infantes juntados en Barcelona para la expedición.

Bibliografía y recursos
"Pinturas tejidas" la guerra como arte y el arte de la guerra en torno a la Empresa de Túnez. Juan Luis González García
http://press.khm.at/pr/khm/kaiser-karl-v-erobert-tunis/

Soldados españoles en 1529-1530

La cabalgata del Emperador Carlos V en su entrada en Bolonia

El 28 de julio de 1529, se embarcaba Carlos en Barcelona para acudir a coronarse - con la corona de hierro de los reyes longobardos, y la de oro, propia de los césares - en Italia. Le acompañaban 8.270 soldados de infantería en 22 compañías, entre los cuales encontramos como tiradores los especialistas escopeteros y arcabucero, como la compañía de Diego de Andrade, de la que sabemos que tenía 279 hombres, de los cuales, 81 eran arcabuceros y 27 escopeteros.

La entrada solemne en Bolonia realizada el 5 de noviembre, fue objeto de numerosos relatos de testimonios presenciales, y al menos, de una serie de grabados, que aún no tan elaborados como los que se hicieron para la cabalgata posterior a la coronación, aportan, en sus dos hojas finales, información gráfica sobre los soldados españoles del César.

El texto que encabeza el folio 29 de la obra - el 31, siguiente ilustrado y último, carece de epígrafe - reza así:

Nel ultimo sono venuti, 6, bandiere di 
spagnoli li quali sono venuti co la ce- 
sarea maestà p mare li qualli vien sti- 
madi apresso 3000 , et veneno in or- 
denanza a 5 a 5 ,a chavalo et a pede. Et 
questo se fa notto a tutte le natione 
Stampata in venetia a di p.º luio 1530. 

En el último vienen 6 banderas [compañías] de
españoles, los cuales han venido con la 
cesárea majestad por mar, los cuales son 
estimados en unos 3000, y vienen
en orden de 5 en 5, a caballo y a pie.
Y esto "se hizo notar" a todas las naciones.
Estampada en Venecia a primero de julio

Se asume como correcto el año de impresión de 1530.

Testimonios presenciales
Los relatos que nos han llegado - dada la importancia del evento - son muchos y variados, coincidentes o contradictorios, pero todos interesantes. Extracto un par de ellos.

La retroguardia di gente spagnuola era composta della compagnia di Don Pietro de Bovadilla di millecinquecento archibugieri ; di altrettanti quella di Don Giovanni, e di Don Pietro de Mendozza , armati di picche.

Por Quatrefages sabemos que en Barcelona se embarcó la compañía de don Pedro de Bobadilla, de 480 soldados, y la de don Pedro de Mendoza, de 294. Capitanes don Juanes había dos, de Luna y de Mendoza, y cualquiera de ellos podría ser el que entró. Evidentemente, no todos los soldados de una compañía eran de un arma, pero a la hora de marchar, se distribuían por armas - y naciones - y no por compañías: arcabuceros con arcabuceros, y piqueros con piqueros, aunque fueran de tres o seis compañías diferentes.

Ultimamente la fantaria spagnola venuta di Spagna con Sua Maestà; havendone lasciata una parte fori di la cita, rimase la più bruta, che invero é tuta poco bella. 

Para el testimonio precedente, aún habiendo dejado fuera de la ciudad acampada la infantería "piu bruta", las tropas españolas eran "poco bellas". Para el que sigue, por el contrario:

a la flne sei bandiere de spagnoli a cinquecento per bandiera,bella gente certo

fantaria detroguardia spagnola, archibusieri numero 400, bandiere 6, piche numero 900 

Otra relación de la entrada del Emperador en Bolonia indica que los soldados españoles eran 900 arcabuceros y 900 piqueros. Esta es una de las más detalladas, y parece razonable tomar la cifra como correcta.

Las estampas

En la primera [f.29] podemos ver a tres oficiales, seguidos de dos tambores, que conducen un grupo de arcabuceros, cerrados - en esta primera estampa, pues la segunda es continuación de ella - por dos tambores y uno o dos pífanos.

Los capitanes cubren sus cabezas con bonetes emplumados, se arman con coseletes con enormes gorgueras y portan jinetas en las manos. Las espadas - las de todos los soldados - se llevan a la moda de España: hoja larga y triangular, empuñadura en cruz y algo caídas, muy diferentes de las espadas de los lansquenetes alemanes, cortas, rectas, guardamanos en S, y llevadas casi horizontales.


En la segunda [f31] podemos ver un medio tambor y tres banderas - lo que sugiere que quizá falte una estampa intermedia entre ambas - y otro grupo de arcabuceros. Los abanderados portan coseletes; como los de sus capitanes, con imponentes gorgueras; dos con los cascos empenachados.



Arcabuceros y ¿escopeteros?

Los arcabuces - según identificación realizada por d.Michael Trömmer - son de estilo Nuremberg. La mayoría llevarían una sencilla llave, aunque en la segunda estampa - tercer arcabucero por la izquierda - podemos ver un arma sin llave; esta sería disparada con la ayuda de un hierro candente, o una mecha prendida sujeta a un aplicador [1] .

El cañón en el tramo próximo a la boca se acampanaría hasta tener un grueso notablemente superior al resto su parte final [2]. Podemos ver en la caja de los arcabuces las baquetas, y en su coz - lo que hoy denominamos culata, término entonces reservado para la pieza metálica que cerraba el cañón a terraja [a rosca], así como el espacio del cañón donde se recogía la pólvora - podemos ver unas cajetillas - muy apreciables en la segunda estampa - donde se guardaban utensilios de limpieza, así como tacos para el disparo.

En cada una de las dos estampas a los que nos referimos se pueden apreciar dos soldados con sendas horquillas de apoyo. En esta época, los arcabuces no eran los pesados hermanos mayores de 1560, los mosquetes, y se asume que normalmente serían usados sin horquilla, pero quizá habría alguna pieza mayor o se habría convenido que con una horquilla se facilitaba la precisión en el tiro, pero existían arcabuces de brazos, de muro y de horquilla, como recoge Vannoccio Biringucci en sus Diece libri della pirotechnia de 1550.

Los soldados portan casco [celada] con una gran visera [sobrevista, sobrevesta o sobrevisera] y un guardanuca [3]  y cuanto menos, una gorguera, como armas defensivas. Puede que bajo la ropa llevaran una malla, pues fue normal su uso - incluso entre arcabuceros - hasta mediados de siglo.

De los escopeteros no podemos aportar nada: quizá estén aquí retratados - se aprecia alguna pieza más ligera que otras - quizá el escopetero sea el soldado con el arma que carece de llave para el disparo...





Notas
1. Como se ve en la imagen que sigue, el arcabucero vestido de azul celeste aplicando la mecha sobre el fogón de su arcabuz. De una relación de la batalla de Pavía [1525], se recoge el testimonio del modo de disparar el ejército enemigo: y ellos no tiran á puntería, sino con la una mano tienen la escopeta, y con la otra ponen fuego atada la mecha á un palillo.



2. El acampanamiento de los cañones de arcabuz aquí representados quizá resulte excesivo, a particular interpretación del artista, pero podemos ver por ejemplo en la colección de Michael Trömmer dos piezas que dan idea de su forma real: una toscano-emilia, datada hacia 1525, y otra pieza de Nuremberg, datada en 1539. Veánse con atención los despieces de las armas.

3. Celadas como la que aparece en la Relación de Valladolid de 1558 - Inventario iluminado, de la armería personal de Carlos V - aunque esta pieza tiene orejeras u orejetas, y la guardanuca parece ser de la misma plancha lisa que el casco, y no de launas o laonas sobrepuestas. Se puede ver los remaches de sobrevista y orejera:



Apéndice

Capitanes que acompañaban al Emperador desde Barcelona

Diego de Andrade con 279 soldados
Juan de Figueroa, 426
Jorge Sánchez de Sahajosa, 472
Comendador Ronquillo, 258
Hernando de Llanos, 294
Pedro de Mendoza, 251
Juan de Mondragón, 170
Diego de Cangas, 263
Francisco Pachecho, 455
Francisco Sarmiento, 291
Rodrigo Maldonado, 251
Sebastián de Medina, 322
Gómez Manuel, 311
Don Felipe Manrique, 407
Francisco de Ávila, 436
Alonso Gayoso, 403
Diego Baca, 500
Juan de Mercado, 500
Don Juan de Luna, 498
Don Pedro de Bobadilla, 480
Don Juan de Mendoza, 501
Don Diego de Mendoza, 502

Total: 8270 hombres en 22 banderas, a 376 hombres por compañía

Fuente, Quatrefages, 1996. p.303 y 304

Según Alberto Scotto, escribiendo el 26 de setpiembre de 1529 desde Brescia, hanno meschiato molti capi de spagnoli vecchi in queste 
fantarie nove, perchè crede non siano più pratichi, o sea, dieron capitanes viejos a los bisoños. 



Bibliografía

Doble coronación de Carlos V en Bolonia, 22-24/II/1530, Vicente de Cadenas y Vicent. 1985

La revolución militar moderna. El crisol español. René Quatrefages, 1996


Enlaces externos

Investigaciones realizadas por el experto y coleccionista bávaro Michael Trömmer, que publica regularmente en  http://www.vikingsword.com/ 

Jinete - Ginete

El jinete es un soldado de caballería que combate a la ligera, montado en una silla de estribos cortos y arzón bajo, que maneja una lanza de mano, endémico de España, originado durante la reconquista por influencia de la caballería mora.

Podemos apreciar en la siguiente imagen [retazo de la Batalla de las Higueruelas de la sala de batallas de El Escorial] las evidentes diferencias entre los hombres de armas [representados en la parte baja izquierda] y los jinetes [representados en la parte central]:

El hombre de armas viste arnés completo, de pies a cabeza, celada con la visera abatida, lleva una silla de estribos largos con las piernas totalmente estirada y una gruesa lanza de armas que apoya sobre el ristre.

El jinete se defiende con armas ligeras, el rostro descubierto, las piernas dobladas adaptadas a la silla morisca de estribos cortos y una lanza ligera de mano que maneja fácilmente con el brazo, mientras el izquierdo sujeta un escudo también de factura árabe, la adarga, con una sección que podríamos denominar con forma de manzana.


Veamos con más detalle al jinete:


Por la Ordenanza de 1503 [publicada por Quatrefages en "La revolución militar moderna"] vemos que el jinete ha de portar "coraza, capacete, babera, quijotes, faldas, guarnición de brazos entera, lanza, adarga, espada y puñal o daga". En todo caso, lo más probable es que el soldado portara habitualmente una camisa de malla de cota antes que una coraza con faldas y quijotes y de ahí la sempiterna necesidad de la adarga de cuero.

Cabalgar a la jineta era la manera tradicional de cabalgar y de luchar a caballo en España, y el jinete, el caballero que así montaba o el soldado que así combatía, pero la caballería pesada al estilo europeo se había incorporado a los ejércitos de los distintos reinos de España, y culminada la reconquista durante el reinado de los Reyes Católicos, el jinete era ya la segunda arma de caballería, pues ahora pasaba a ser Francia - y acompañando a su rey todas sus "lanzas" - el principal rival.

Los jinetes, no obstante, acompañaron al Gran Capitán en sus dos campañas italianas (1495-1497) y (1500-1504): en 1500 se embarcaban en Málaga tres capitanías de jinetes y otras tres de hombres de armas, mientras que la Armada de Cartagena había desembarcado únicamente 500 jinetes en Mesina cinco años antes.

Aunque aquellos "zanetari" o "cavalli zanetti" fueran bien recibidos, elogiados como "benissimo in hordine", nadie se hacía ilusiones respecto al papel que podrían jugar frente a la caballería pesada francesa, pero aún así en Seminara [jun1495] y a pesar de "lo que hay de ombres de armas a ginetes", el Gran Capitán certificaba a Sus Altezas "que todas las batallas de sus caballeros desbaratamos los ginetes, que fueron dellos muertos y presos más de veinte hombres darmas".  A pesar del exitoso choque, la batalla se perdió por no secundar el rey de Nápoles la acción de la caballería española.

En 1503, constituían las Guardias de Castilla 998 hombres de armas y 1843 ginetes [1].

El célebre historiador florentino Guicciardini, que se hallaba en misión diplomática en España, escribía en 1512 que los de aquella nación "no tienen buenos hombres de armas, pero emplean mucho la jineta" siendo ese soldado válido para "acosar, para inquietar la retaguardia de un campamento, para impedir cl paso de los viveres y para producir a los enemigos otros males semejantes, mas bien que para atacar de frente".


Modo de combatir

Martín de Eguiluz, en su Discurso y regla militar de 1592, describe como la jineta de España para campear es perfecta, que es presta como el pensamiento, y revuelve por do quiere, y pica por todas partes [...] y ninguna otra caballería les dañará si no los cogiesen encerrados; pero en campaña ella hace lo que quiere, porque si la demás caballería la sigue para alcanzarla, es como ir el mastín tras el galgo; y también si quiere esperar la carga de la caballería ligera, hiere mejor huyendo, porque tira de la lanza para atrás, y mata el caballo que le sigue [...]"

Era evidente que los jinetes tenían la ventaja de la agilidad, pero también podían ser acorralados, como relata d'Auton sobre una escaramuza que trabó Robert Stuart en las cercanías de la Barleta en 1503: soubdainement tournèrent bride, et adressèrent aux genetaires, qui ja avoyent l'embusche au doulx. La avoit hayes et fossez, et chemins emconbreulx, par quoy iceulx genetaires ne pouvoyent fuyr; si furent devant et derrière chargez si lourdement pour eulx, que au premier choc allèrent plus de xxv par terre. De haber dispuesto de una zona adecuada por donde huir, aquellos genetaires sin duda no hubieran sido atropellados, pero está claro que no "hirieron mejor huyendo" como indicara Eguiluz nueve décadas después.


Lanza Gineta.

"La más perfecta para la gineta ha de ser de hasta diez y ocho, ó diez y nueve palmos, no muy gruesa ni delgada, sino de buena forma y tamaño, más tiesa que blanda, de dos costras enteras, el hierro de buen talle y el cuento redondo y bien guarnecido" Suárez Peralta.

Tenemos pues una lanza de 3,6-3,8 metros, aún cuando en la representación de la batalla de Higueruela se antoja considerablemente menor.


La adarga

Recuperamos este extracto de la descripción de la milicia de Tenerife en 1568 que hiciera Eugenio de Salazar sobre la protección que ofrecía la adarga:
"el peso de la espada sobre el muslo, la adarga sobre el brazo izquierdo, la rienda en la mano zurda, la lanza en la derecha; ¿cuál diablo se ha de menear y revolver en la silla, ni jugar la lanza y adarga? Si la lanza del moro viene por detrás bimbrando el hierro como lengua de culebra, perdone la señora espalda del jinete, que la adarga ni sabe ni puede cubrir el cuarto trasero: pues si viene el golpe sobre el lado de la lanza, allí es el sudar y temblar y perlesía de todo el lado derecho, porque cualquiera de estas adargas es de mérito, y parece de encaje, como tablachina de húngaro, que no hay menearla de sobre el lado siniestro, porque así se lo manda el corazón, que esté delante de él y le ampare, y todo lo demás del cuerpo se valga por sí".

Salazar ironizaba, pero en todo caso, es evidente que - al menos a juicio del autor - dicho escudo de cuero no ofrecía una protección óptima que compensara el embarazo a la hora de moverse con ligereza a lomos del caballo.

Otro detalle de la obra pictórica referida, para que se pueda ver mejor la forma del escudo y la manera de llevarlo amarrado al brazo diestro, el mismo - no olvidemos - que ha de manejar la rienda.


De la "Guerra de Tremecén, 1543" vemos que la adarga, evidentemente, no detiene las balas de las escopetas moras: hirieron de un escopetazo al capitán Alonso Hernández de Montemayor , el cual se habia llegado á la retaguardia; y á d. Martin de Córdoua le dieron otro en el morrión, y á otros criados suyos les pasaron las adargas y gorjales; pero no hirieron á ninguno dellos de manera que peligrasen.


Decadencia de la jineta

El estradiote montado "a la bastarda" denominado más adelante caballo ligero, sustituyó progresivamente al jinete en las armas españolas, siendo una versión aligerada del pesado hombre de armas del siglo XV, si bien se asumía que el jinete era un soldado válido para la lucha contra el turco o las cabalgadas en Berbería.

En 1551, por la Ordenanza de las Guardas Viejas de Castilla, vemos que todos los soldados se equipan con lanzas de armas, y por lo tanto, son hombres de armas y no jinetes, cuando en 1538 aún había 655 plazas de lanzas ginetas por 961 de hombres de armas [2].

En la segunda mitad del siglo XVI resulta difícil hallar menciones del jinete fuera de guarniciones peninsulares o en Berbería. Así, en la Historia del maestre último que fue de Montesa [escrita por Diego Suárez, licenciado en 1604] vemos que en la guarnición de Orán había dos dos estandartes, de caballos ligeros á la gineta, de cota, lanza y adarga, con la tercia parte de cada compañía de arcabuceros.

Refiriéndose a los sucesos de Gibraltar en 1540, con la lucha contra la armada turca, escrito por Pedro Barrantes Maldonado y publicado en 1566, atribuía un extranjero el uso de la adarga a las pasadas guerras del reino de Granada y respondíale el autor:

Extranjero: Porque son ya muertos los que en aquel tiempo, peleando con lanza, adarga y corazas, conquistaron aquel reino, y como después acá no han quedado moros con quién pelear, y la gineta se ha trocado por estradiota, las lanzas por arcabuces, e las adargas por rodelas, parecióme que, si no eran los muertos que en aquel tiempo lo usaron, que no podíades ser de los vivos que ya no lo usan.

Autor. [...] En los usos de España no miréis; porque, Como el camaleón se torna de la color de
la cosa donde se llega, excepto la blanca y la colorada, ansí los españoles tomamos
todavía los usos de todas las otras naciones con quien comunicamos. E cuando se enhadan, teniendo ya por añejas las cosas nuevas, tornamos á tomar por nuevas las olvidadas; e ansí es agora en lo de la gineta, adargas y corazas. Cuanto más, que en esta Andalucía y costa de la mar nunca se han desusado estas armas.

El tiempo del jinete, efectivamente, había pasado, pero todavía había ocasiones y geografías propicias para el empleo de esta antigua escuela de armas.


Notas

[1] Historia orgánica de las armas de infantería y caballería españolas, Tomo 2. Conde de Clonard, p.516
[2] Idem, tomo 3, p.334

Pavés -Empavesado

Los peones gallegos del Gran Capitán (1503)

Según Jean d'Auton [1], los "galliegues" que combatían en Nápoles iban armados con partesanas, paveses y "targuetes" [dardos], marchaban descalzos y cubrían sus cabezas con peculiares altos bonetes. Pablo Jovio, en su Crónica del Gran Capitán publicada por A.Rodríguez Villa, explica que estos soldados usaban, según el antiguo costumbre de la milicia romana, escudos largos y recogidos y dardos para arrojar.

Los "3000 fanti galengi ch'é come sguizari" que se hallaban en enero de 1503 con la armada de Cartagena de escala en Cerdeña, según noticiaba el veneciano Marino Sanuto, ni eran tres mil, ni todos gallegos, ni probablemente, eran como suizos, pero llamaron lo suficientemente la atención en la Italia de principios del XVI como para que diversos autores destacaran su especificidad y diferenciación del resto de soldados españoles.

Los dos mil peones gallegos [en 12 capitanías] y asturianos [únicamente dos compañías] que el 5 de marzo de 1503 desembarcaban en Mesina, más allá de que fueran descalzos o vistieran sombreros propios de su tierra, destacaban por armarse de forma distinta al resto de infantes [3].

El hecho de que Auton definiera como dardo el arma, indica que era percibida como un arma pequeña y arrojadiza [extremo que confirman las palabras de Jovio] pero lo más probable es que se usara tanto como arma arrojadiza como lanza de mano [3].


De la manera que pelean y se arman los suizos

En la cédula de 1503 dirigida a la merindad de Rioja publicada por Quatrefages [La revolución militar moderna] insistían los reyes en que los doscientos peones reclutados en la zona fueran "de la manera que pelean y se arman los suizos [...] armados con picas aceradas y enteras armaduras a la suiza". E insistían en el armamento previendo la falta del mismo: "y porque al presente podría ser que las dichas armas suizas no se podrían haber, habemos mandado traer de Alemaña y de otras partes mucha cantidad de ellas", indicando asimismo que se habían dado instrucciones a los herreros nacionales para la fabricación de tales armas.

Vemos que la adopción de la pica y con ella, el modelo militar suizo se lleva a cabo en el cambio de siglo. Quatrefages indica que las lanzas que usaban los peones en 1497 eran equivalentes a las picas, la distinción entonces era una mera cuestión de nombre, pero es evidente, a tenor de los ejemplos de la peonada gallega y de la indicación a las tierras riojanas, que el armamento y con él la forma de combate tradicional no habían sido sustituidos - cuanto menos, no totalmente - por las nuevas formas de hacer la guerra.


Empavesados

En el siglo XV vemos que el pavés es usado ampliamente por las tropas españolas, ya fuera en Castilla o en Cataluña. Un par de ejemplos:

Crónica de don Álvaro de Luna, condestable de los reinos de Castilla y León, escrita hacia 1460.
los ornes darmas para se armar de sus arneses, é los ballesteros é culebrineros, para aderes- 
zar sus ballestas é culebrinas , é los peones sus corazas é paveses

Y vemos como dichos paveses eran usados a modo de protección por los dichos peones que aseguraban el avance de los hombres de armas, que en dicha ocasión combatían a pie:

 é traían aquellos tres empavesados delante de sí, pensando que yá la gente de Don Alvaro de Estuñiga estaba dentro en la possada del Maestre ; é porque si aquello assi passasse, la gente de aquel descargassen en aquellos tres empavesados que iban delanteros, los quales por fuerza levaban consigo, é en tanto que assi descargassen en ellos, los otros se diessen á conoscer quién eran, é como venían á ayudar á los de Don Alvaro. 

En Barcelona, a 7 de febrero de 1461 se reclamaban para la guerra que comenzaba:
vos pregam e encarregam encontinent nos trametau cent homens de peu e disposts a treball armats e a punt en los quals ne haja sexanta ballesters trenta empavessats e deu ab lances largues 

[os rogamos y encargamos "encontinent" nos tramitéis cien hombres de pie y dispuestos a trabajo, armados y a punto en los cuales haya sesenta ballesteros, treinta empavesados y diez con lanzas largas]

Se estimaba [8feb1461] debían ser reclutados tres mil hombres: 1800 ballesteros, 800 equipados con paveses, 200 con lanzas largas y 100 con espingardas. Vemos que la proporción se repite.

Un año después, describía el conde de Pallars el uso del pavés en la aproximación de las tropas de Barcelona a las murallas de Gerona:
E axi la gent tira a la muralla [...] solament se metessen en orde e axi sens comeudament tot hom se mes en orde meteren se bella empavesada e sa ballesteria darrere ben cuberta e los spingarders per lo semblant queus dich han feta una gran brega. E axi ab la gran ballesteria e spingarderia totlguem decontinent les defenses de damunt. 

Y así la gente tira a la muralla [...] solos se metieron en orden, y así sin comandante todos se meten en orden; metieron bella empavesada y su ballestería detrás bien cubierta y los espingarderos por lo semejante que os digo han hecho una gran brega. Y así con la gran ballestería y espingardería "totlguem decontinent" las defensas de arriba.

Vemos claramente el uso que se da del pavés, en este caso, formando una empavesada, o sea, un muro de paveses, como podemos ver en el siguiente detalle de la representación de la batalla de Higueruela (1431):


Vemos clara la forma del pavés, aunque no como se sostiene en pie. A continuación otro detalle del cuadro, con dos empavesados [el primero, más ricamente vestido, sin duda un oficial] que caminan seguidos por dos ballesteros:


Y desde otro punto de vista, el que tal vez sitúe al lector en la perspectiva de Pablo Jovio que veía a los soldados gallegos como antiguos romanos, un empavesado caminando tras dos ballesteros en la misma representación de la batalla:


En enero de 1489, acuciados por una urgencia, los Reyes Católicos impedían la salida de todo pavés de Vitoria hasta que las 1.800 piezas que necesitaban enviar a Sicilia hubieran sido puestas en manos del enviado real. En diciembre de 1490 demandaban los reyes a la ciudad de Vitoria y tierras de Álava el reclutamiento de 300 peones, 150 ballesteros y "150 lanceros con sus paveses y escudos".

Los paveses vivieron su declive a finales del siglo XV y comienzos del XVI, y este fue considerablemente rápido - cuestión de dos décadas a lo sumo - coincidiendo con el perfeccionamiento de las armas de fuego, la entrada en uso de la escopeta que sustituía a la menos potente espingarda y desplazaba a la ballesta como arma secundaria. El pavés, construido en madera y forrado de cuero [4], podría detener una saeta, y quizá también el tiro de una espingarda de latón, pero las pelotas de plomo arrojadas por las nuevas armas portátiles de fuego no se dejarían detener por simple madera.

En todo caso, no es asumible que el abandono del pavés se debiera únicamente a la irrupción de potentes - y manejables - armas portátiles de fuego, sino tan bien a la sustitución de la lanza - una lanza de mano o dardo, según la terminología de Auton o Jovio - por la lanza larga o pica, que debía ser utilizada con las dos manos.

Los soldados gallegos y asturianos reclutados en 1502 fueron las últimas hornadas de los empavesados medievales. A partir de aquí, el arma de asta principal de la infantería sería la pica.

La pavesa continuó usándose en el combate en el mar, como parte del arsenal imprescindible en toda galera "aderezada para punto de guerra" disponiéndose la empavesada "para reparo de la gente" que había de participar en la lucha. [5]


Notas
[1] Doncques, pour entrer en propos, est vray que, au commancement de ceste présente année de grâce mille cinc cens et troys, au port de Rege en Callabre, arriva le secours d'Espaigne, mais ce ne fut pas troys jours après la journée, comme nous autres Françoys disons voluntiers. Que quessoit, la furent Espaignolz au nombre de troys cens hommes d'armes, quatre cens genetaires et quatre mille hommes de pié, nommés galliegues, avecques haultz bonnetz, presque tous deschaulx, targuetes et pavoys en main
Chroniques de Jean d'Auton

Tousjours marchoyent en pays vers l'embusche des Françoys les Galliegues avecques leurs haultz bonnetz, targuetes et partizanes,  


[2] Para la composición, nombre de capitanes, fechas de reclutamientos, pagos, embarque, etc, de las distintas compañías gallegas y asturianas: Ejércitos y Armadas de los Reyes Católicos. p.421 y ss. y apéndice. Miguel Ángel Ladero Quesada. 

En la página 211 publica el apercibimiento de peones de 1495:

Galicia:
3000 Peones con casquetes gallegos, espada, lanza terciada con hierro largo y sus paveses de Pontevedra, al mando de Don Carlos Enríquez de Cisneros y 10 caballeros

León y Ponferrada
León y su tierra. 400 peones a la gallega
Ponferrada.        400              "
Asturias              600             "

En dicha relación, aparecen otras panoplias regionales: Salamanca apercibía 400 encoraçados, Plasencia, 200 ballesteros con ballestas, espada y azagaya - un tipo de dardo arrojadizo - Jaén, 200 hombres del campo con lanzas de 24 palmos o ballestas.

En 1502 - p.216 de dicho libro - se asumía un repartimiento de peones de 6000 escudados en Galicia, Asturias y León, 2500 espingarderos - sobretodo de tierras andaluzas, 6300 peones a la suiza y 3150 ballesteros.

[3] Jean d'Auton es bastante preciso al describir las armas y los combates; por ejemplo, distingue entre una "javeline" y una "grosse javelline d'Espaigne".
Respecto a que los empavesados usaran la lanza a modo de dardo, esto es, arrojándola contra el contrario, queda también testimonio gráfico por un detalle de la representación pictórica de la Batalla de Higueruela:

Empavesados arrojando lanzas a la carrera durante la batalla de Higueruela. 

[4] Véase la pieza D61 del Catálogo histórico-descriptivo de la Real Armería de Madrid, 1898. Pavés de madera cubierto de pergamino por ambas caras altamente decorado. Alto:1.20m, ancho:0.65m.

[5] Véase el Tomo 1º de Armada española, de Césareo Fernández Duro.


Para más imágenes de la batalla de las Higueruelas:
https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/b/bb/Battle_of_Higueruela.jpg
http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/6/6e/Higueruela.jpg
http://www.jdiezarnal.com/monasteriodelescorialsaladelasbatallashigueruelas.html

La batalla de Rávena [11 de abril de 1512]

La batalla de Rávena tuvo lugar en las cercanías de esta ciudad costera de Italia, el 11 de abril de 1512, enfrentando un ejército franco-ferrarés a uno pontificio-español.


La guerra cortés

en la ciudad de Nápoles se comenzó a hacer uno de los más nobles y poderosos ejércitos que por ventura en los cristianos hasta hoy se sea visto de tanta por tanta gente: así de los caballeros de título que en el fueron como de los capitanes de gente de armas y hombres de armas que llevaban y de los capitanes de infantería e infantes que con ellos iban [...] dudo que los que han escrito por mucho que hayan sabido bien componer si este campo que al tiempo que de Nápoles partió vieran no conocieran ser el más noble y mejor de los hasta hoy vistos así en esfuerzo y saber de capitanes como esforzados y pláticos soldados y discretos en la guera.
  Qvestion de amor de dos enamorados, Valencia, 1513.

En la anónima novela de caballería atribuida al poeta y soldado Alonso de Cardona, hermano de  Antonio de Cardona, conde de la Pádula y Juan de Cardona, conde de Avellino, muerto en la batalla y emparentado con el virrey Ramón Folch de Cardona, capitán general del ejército de la Santa Liga, los caballeros y personas de título se dedicaban a la caza, a las justas y al juego de cañas, a cortejar gentilmente a sus damas recitándoles poemas, y a otras ocupaciones donde demostraban su naturaleza galante. Tales hombres eran valientes y esforzados, y naturalemente, no huían de sus enemigos.

Pero el embajador del rey en Roma, Jerónimo de Vich tendría que escribir con posterioridad a la batalla de lo sucedido, e informar a su señor como "el visorrey se ha salvado huyendo hasta Pesaro, que son más de cincuenta millas, con cuatro de caballo con él", mientras que se contaban por miles los infantes muertos que hicieron frente tanto a la infantería, como a la caballería enemiga.

"Senza mai hauerse posto l'elmo", Ramón de Cardona huyó con otros caballeros salvando la vida. Vivió hasta el año de 1522.

De la Liga de Cambray a la Liga Santa

El 10 de diciembre de 1508, el rey de Francia, el Emperador, el rey de Aragón y el Papa, habían acordado repartirse los territorios de la señoría de Venecia, que se extendían desde el Milanesado a la Romaña, pasando por los Alpes, formando un alianza conocida como Liga de Cambrai.

Con posterioridad, el Papado comprendió que el enemigo que realmente amenazaba a los estados de la Iglesia y perturbaba la paz de Italia era el rey francés, así que acordó con el monarca español y la anteriormente enemiga república veneciana un nuevo acuerdo el 1 de octubre de 1511, conocido como Liga Santa, hecho contra Francia y sus aliados.

En esta nueva alianza, Venecia y la Iglesia aportaban sus respectivos ejércitos ya en funcionamiento, y España se comprometía a aportar un contingente de mil doscientos hombres de armas, mil caballos ligeros y diez mil infantes, amén de la artillería necesaria y veinte galeras para el transporte.

La Señoría y el Pontífice debían sufragar los gastos, aportando cuarenta mil ducados mensuales a partes iguales, que servirían, entre otras cosas, para pagar el sueldos de las tropas españolas.

El ejército español de Italia

En abril de 1509 se realizó una muestra general en Nápoles, resultando que había unas 14 compañías con "muy pocos soldados españoles, porque de los que quedaron en el reino después de la conquista dél" la mayoría habían marchado a Lombardía a servir al rey de Francia.

No obstante este desgaste, producido por la inactividad de la paz, la noticia de la venida a Nápoles del rey Fernando para en la guerra de África triunfar allí donde Pedro Navarro había fracasado, hizo que en junio de 1511 llegaran a reunirse cerca de cuatro mil hombres de guerra, que se hallaban "por las comarcas de Roma y de Nápoles" así como muchos "que estaban sobre Bolonia en el campo del Papa, y otros que estaban con el duque de Ferrara".

Las tropas de la armada que Pedro Navarro había dirigido infructuosamente el verano pasado contra los Gelves y los Querquenes se hallaban en Capri aguardando al rey para embarcarse al África, unos cinco mil quinientos hombres, a los que el 10 de agosto se les unirían dos mil infantes a cargo de Carvajal, desembarcando en Procida traídos por 55 naves.

La noticia de la suspensión de la empresa africana se publicó en Nápoles en agosto. El rey católico se quedó en España, y se extendió entre las tropas la noticia de que lucharían en Italia a sueldo del papa "que había de dar seis pagas".

A primeros de octubre, se trasladaría a toda la infantería desde las islas a la península, sumándose a la caballería que allí se hallaba. Guarnicionando Nápoles, se quedarían varios centenares de soldados.

De los diez mil infantes - una fuente refiere exactamente 10.375 - unos ocho mil partían a cargo de Pedro Navarro atravesando los Abruzzos, mientras que dos mil serían la escolta del virrey, que iría con la caballería por la cota adriática.

El 8 de diciembre, para la época en que la mayoría de los infantes con Navarro estaba ya en la Romagna, el papa publicaba una indulgencia a los combatientes que serían perdonados de sus pecados tras su confesión al servir a la causa de Dios.


El asedio y socorro de Bolonia

El objetivo terrenal del ejército, no obstante, era la ciudad de Bolonia, que había sido sustraida de la jurisdicción papal por parte de franceses y aliados en mayo de 1511. Dado el apoyo a Francia del duque de Ferrara, el ejército español, llegado el virrey a Imola el 23 de diciembre, decidió tomar la fortaleza de la Bastia (1) puerta del Po, vía de comunicación preferente para Ferrara.

La infantería a cargo de Navarro parte el 27 junto con 10 piezas de artillería, traídas desde el reino por mar y desembarcadas en Rávena (2) y 700 jinetes a cargo de Pedro de Paz. Se plantó batería con rapidez, aunque el "artillería ninguna mella hacía en la muralla" por ser "las paredes de tierra muerta" (2).

Se intentó abrir brecha mediante mina, pero tras el fracaso, aún a pesar del desgaste que de los defensores hacían los escopeteros españoles que actuaban desde las trincheras que habían desembocado al foso con brevedad, se tomó la decisión de asaltar por la muralla: se pasó la guarnición a cuchillo. Los 260 defensores murieron, al igual que 90 españoles.

Se guarnicionó la fortaleza, y el resto de las tropas se retiraron, plantando el real a poca distancia de Bolonia, cuya guarnición, a cargo de Annibale Bentivoglio, era de lealtad francesa.

El 18 de enero, los españoles se alojan en el monasterio de San Michele in Bosco, cuya situación en un monte al sur de la ciudad les permite cañonear la ciudad con considerable libertad de movimientos. Se ejecutan trincheras protegidas con empalizadas para arribar al foso y minar las murallas de la ciudad al tiempo que con cuatro sacres se dedican a matar a cualquiera que tengan a tiro murallas adentro, civiles que el Papa deseaba tener bajo su jurisdicción incluidos.

El 2 de febrero se prepara un asalto, estando la infantería española y los hombres de armas desmontados para entrar por la brecha que ha de abrir la mina en el adarve o lienzo de la fortificación boloñesa. La infantería italiana a cargo del coronel Ramazzoto, quedará en el campo. Se prende la mina, mas no surte el efecto deseado y se anula el ataque, careciendo de brecha por la que penetrar los muros de la ciudad.

La llegada del ejército francés

El 3 de enero de 1512, a cargo de Gastón de Foix, se prepara en Milán un ejército para andar hacia Bolonia a luchar contre el ejército de la Liga. Lo componían 1520 lanzas y 8800 infantes. Sumados a los que se hallaban en Verona y en el Bresciano, eran un total de 2260 lanzas, 200 estradiotes y 13600 infantes. A estos se les sumarían las tropas del duque de Ferrara.


Los hombres de armas o gendarmes, formaban la élite del ejército y también eran parte de la élite social de su tiempo. Cada lanza de la caballería francesa contaba con un arquero que actuaba como caballería ligera y un paje, amén de disponer de cuatro monturas, dos para el hombre de armas. La élite de la caballería francesa, la más potente de Europa, la formaban los gentileshombres del rey, disponían de 8 caballos por lanza al menos, aunque las fuentes venecianas de la época indicaron que eran 10 sus monturas. En el ejército que estaba en Italia, había 200 de dichos gentileshombres.
El 2 de febrero es tomada Brescia por venecianos, dándose Bergamo a la señoría poco después.

Ante la llegada de un ejército de socorro francés procedente de  Lombardía, se decide levantar el asedio de Bolonia a primeros de febrero y retirarse a una posición secundaria. La retirada se hace sin desorden, pero con cierta improvisación: muchos soldados que habían dejado el campo para avituallarse regresan para encontrarse con que su ejército se ha marchado; algunos serán apresados, otros muertos por los enemigos. La artillería atrasa la marcha.

El 9 de febrero, la mayor parte del ejército francés que estaba en Bolonia se parte para retomar Brescia, llegando allí el día 15 de febrero. Aunque venecianos reclaman al ejército del virrey que acuda en su socorro, proveyéndoles un puente sobre el Po en Stella, este permanece en la provincia boloñesa. Su Santidad solicita al virrey que cruce el Po en seguimiento de los franceses, pero el ejército de la Liga no se mueve de la provincia boloñesa; el Papa asume "esser inganato da spagnoli", ya que no están a su mando más allá de las formalidades.

Brescia es tomada "palmo a palmo", con gran mortandad (4) de ambos contendientes y saqueada el jueves 19 de febrero. Los de la tierra se lamentan del mal gobierno del Colegio veneciano, que les ha dado poca pólvora para defenderse, mientras se enviaban 1.100 barriles al inactivo "campo di spagnolo".

El campo pontificio-español se organiza en torno a Budri. A finales de marzo están en torno a Imola. Marchan hacia el sur, hacia Forli, o Cesena. Los envalontenados (5) franceses que regresan de tomar Brescia mantienen su real a poca distancia del español, escaramuzando la caballería de ambos contendientes.

La gente se inquieta por la pasividad. El gonfalonieri de la Iglesia, el virrey Ramón de Cardona envía su trompeta al campo francés para retar a estos a una batalla, mas los franceses no la quieren, prefieren escaramucear contra la retaguardia. El 3 de abril el campo hispano-papal se halla en Faenza, cerca de cruzar el Lemano. Aunque los franceses no declaren formalmente el querer batalla, el acoso de su gendarmería indica que esta ha de producirse, aunque no medie la entrega del guante.

El campo español se pone en orden de batalla. Llegan las dos del mediodía y el virrey envía un trompeta a los franceses. En realidad, los franceses no les siguen, tan sólo han dejado un escuadrón de hombres de armas dando sobre su retaguardia para que crean que les están siguiendo. Lo cierto es que el grueso del campo francés se dirige hacia Rávena, para los españoles puerto seguro (6) donde desembarcan las galeras que llegan con trigo de Sicilia. El ejército de la Liga Santa comprende la treta y coge el camino hacia la plaza fuerte que tienen en la costa de la Romagna.

El 9 de abril de 1512, viernes santo, los españoles pueden oir claramente la artillería francesa que bate a Rávena. La ciudad está fortificada a la antigua. Tras dos horas de batería, ha caído un lienzo de la muralla, y los franceses dan el asalto, intentando penetrar por la brecha, luchando contra las tropas a cargo de Marco Antonio Colonna (7), que rechaza cinco ataques seguidos.

El sábado el campo español camina en socorro de la ciudad asedidada, sin tocar támbor por no alertar de su llegada. Los franceses, que "se comían las paredes de hambre", tienen orden de dar batalla o regresar a Milán, donde gobierna Gian Giacomo Tribulzio por Luis XII. Gastón de Foix, capitán general del ejército francés, envía un trompeta, desafiando a Cardona a batalla campal, pidiendo, no obstante, que se les permita cruzar un río con su artillería para plantarse ante el campo español.

El virrey, como caballero, concede lo demandado, y entrega un guante al trompeta para que acuda pronto a su señor con la respuenta. El domingo de resurrección, 11 de abril de 1512, tendrá lugar la batalla según lo acordado.

La batalla de Rávena

El ejército francés contaba con mil lanzas y doce mil infantes (8).  El duque de Ferrara contaba con 800 infantes y 2.000 caballos ligeros propios, y tenía a cargo varios miles de italianos a sueldo de franceses.

El 15 de febrero, el duque de Ferrara había recuperado la Bastia, muriendo la guarnición: unos 200 españoles y 50 italianos. Teníamos asimismo a unos 1.500 infantes en Ravenna a cargo de Marco Antonio Colonna. Tomando como cierta la referencia de la relación inserta en CoDoIn 79, tendríamos 6.700 infantes a cargo de 13 coroneles en tres escuadrones [vanguardia, batalla y retaguardia] y los 1.500 italianos de Ramazoto (9), con la caballería dispuesta en tres órdenes [500 hombres de armas a cargo de Fabrizio Colonna en vanguardia, 1000 en batalla a cargo del virrey y 700 en retaguardia a cargo de Carvajal] con la caballería ligera [2.500 caballos, españoles, italianos, griegos y albanaese] en los costados a cargo del marqués de Pescara y Pedro de Paz.

Los franceses tenían 15 piezas de artillería de campo. La artillería española estaba formada por dos cañones, dos medias culebrinas y 10 sacres; estos ultimos serían las piezas que serían usadas en el campo de batalla.

Los franceses, teniendo paso seguro otorgado por Ramón de Cardona, comenzaron a cruzar el Ronco. Viendo la oportunidad clara de dar un golpe, tanto Fabrizio Colonna, primero, como Pedro de Paz después, solicitan al virrey atacar a los franceses aprovechando el momento y olvidar las galanterías medievales. El virrey se niega a admitir el descortés consejo.

No obstante, una vez asentada la artillería francesa, y no habiendo cruzado la totalidad de las tropas enemigas que habían de venir a dar la batalla - las del duque de Ferrara debían quedarse a la otra orilla del río para protegir el camino en caso de que no se consiguiera la victoria - la artillería española comenzó a jugar contra el enemigo.

Los dos ejércitos procuraban el resguardo del camino o dique - hoy vía Ravegnana - que va paralelo al río, mas el escuadrón de caballería de Carvajal recibía el daño de la artillería francesa, lo que motivó a este a abandonar su posición para ir a dar contra un escuadrón de hombres de armas franceses. Aunque el choque fue favorable a los españoles, un socorro de cuatro estandartes de gendarmes franceses encuentra a Carvajal con las lanzas rotas. El virrey envía cinco estandartes a su vez con quinientos hombres de armas. El escuadrón de socorro francés maniobra dando en la trasera de estos quinientos, que de deshace, poniéndolos en huida del campo.
El choque entre dos escuadrones de caballería pesada era brutal. En el mismo la energía desarrollada por la masa del conjunto del jinete y su montura al galope se concentraba en la punta de la lanza y se había de liberar sobre el jinete o montura enemiga. Flanquear para cargar contra el costado o retaguardia era una táctica ideal para evitar el golpe de la lanza contraria.

Aquí reside la clave de la batalla, en lugar de intentar rehacerse volviendo a su posición inicial, las tropas huyen del combate. El virrey huye - como refirieron los testigos - sin haberse puesto el yelmo con el resto de la caballería a su cargo y otros estandartes a propia iniciativa toman idéntica determinación.

Queda Fabricio Colonna con pocos de sus leales y la caballería ligera, pero nada pueden hacer frente a las mil lanzas francesas.

Es la hora de la infantería, que hará bravamente lo que pueda. Juegan la pica un escuadrón de gascones y tudescos contra la vanguardia española, cuya primera hilera es de capitanes, y la segunda, de alféreces. No habiendo ventaja clara para ninguno de los dos, los oficiales y mejor armados se meten rodela y espada en mano en el escuadrón enemigo. Una vez pasadas las puntas de las picas, los infantes han perdido toda su protección.

Una relación veneciana del asedio de Brescia decía de la infantería a sueldo del rey de Francia que venía tras los hombres de armas franceses a pie "armados en blanco": "no eran armados sino en camisa, descalzos con pica en mano".

Tampoco los infantes españoles tenían sino una cuarta parte de coseletes, pero las primeras y bien armadas filas rompieron las primeras filas enemigas, y penetrado el escuadrón, lo rompieron desde dentro. Cuando hablábamos de la rodela, ya publiqué el pasaje de la relación referida, pero lo repito aquí:

Entonces, como un escuadrón de los enemigos ésto viese, juntó de hasta ocho mil gascones y tudescos arremeten: ansimesmo los nuestros se van á ellos, y afrontando el un escuadrón con el otro, tal gana llevaban de acercarse los unos á los otros y de tal manera se juntaron, que las picas suyas con las de los nuestros se tocaban y ni los unos las podían rodear para herir á los otros, ni los otros á los otros y viendo ésto un Coronel llamado Artieda y otro llamado Joanes de Arriaga, toman una pica, el uno por el hierro y el otro por el cuento, y métense entre medias, y debajo de las unas picas de los nuestros y de las de los enemigos, alzan las picas hacia arriba, y ellos metidos dejan la pica, y con espadas y rodelas viérades el segar y derribar de los enemigos como peones en buen pan.

Deshecho este escuadrón, la infantería española avanza. El escuadrón de batalla francés, se retrae, ganando los españoles la artillería, pero la infantería española sola no puede moverse libremente sin la escolta de la caballería. La caballería francesa se divide en tres partes: la una da sobre los arriesgados españoles que atacan la infantería enemiga, la otra parte sobre el bagaje del campo español, y la tercera, rodea el grueso de la infantería española.

No queda si no retirarse procurando el buen orden, pues el orden del escuadrón es lo que permite defenderse, aún de la caballería, pero en ningún caso ofenderla a iniciativa propia.

Gastón de Foix murió en la batalla a la temprana edad de 22 años.
Gastón de Foix, duque de Nemours, general de Normandía, ataca con sus lanzas gruesas la infantería española que camina por la ribera del río. Los españoles calan sus picas y resisten el embate, siendo Foix descabalgado y apresado. La caballería francesa, conociendo la pérdida de su general, acosa a los españoles por tal de rescatarlo.

Los españoles que lo han apresado comprenden que no cejarán en su empeño. Descortesmente, sin caballerosidad alguna, le dan una estocada "por debajo de la falsa braga", asesinando a su priosionero. Su propio general, Pedro Navarro, es apresado. Sus hombres hacen lo que entienden es lo correcto, y consiguen recuperarlo de sus captores. La lucha es encarnizada, lo pierden, y tras varios intentos, desisten.

Mientrastanto, el duque de Ferrara cruza el río. La infantería francesa sigue a la española, igual que la caballería, pero aunque les desgasta, el estrecho pasaje que toman, y el disciplinado orden que llevan, les permite mantener el escuadrón entero, retirándose en orden.

La caballería huye hacia el sur, muchos revientan sus caballos. Los villanos, preparados siempre para el despojo, roban a los que huyen. Pedro de Paz es asaltado y dado por muerto por unos villanos; recogido y llevado a Rimini, muere por sus heridas.

La caballería sigue su ruta al sur: Cesena, Rimini, Pesaro, Ancona, Loreto, Fermo... En Grottammare, antes de cruzar el Tronto y entrar en el reino de Nápoles, se sosiegan, recogiendo a los huidos.

De la infantería, unos tres mil muertos; de los trece coroneles, solo sobrevive a la batalla Juan Salgado, herido de artillería, para morir en Giulianova, primer lugar del Reino, cruzando el Tonto.

Rávena ha sido tomada por los franceses. Marco Antonio Colonna se retira a la Rocca Brancaleone, o ciudadela. Los franceses están agotados y hambrientos: sepultan a sus nobles de 8 a 10 por fosa en el camposanto de la iglesia de San Aman. Los cuerpos de los que no merecen consideración se entierran en fosas comunes [unos 3.700] o quedan insepultos [puede que 13.000] (nota 10); "il fetor di corpi morti" anima a rendir la Roca pacíficamente y retirarse lo más pronto de tierra tan insalubre.

El resultado


Pedro Navarro se sintió abandonado por su señor;
el roncalés acabó pasando a servir al rey de Francia.
Muchos fueron los muertos de uno y otro bando, pero también muchos notables súbditos del rey Fernando fueron presos en la batalla. Entre ellos, el más famoso, Pedro Navarro, que recibió el desprecio de su monarca que no quiso pagar su rescate.

El ejército español se rehizo en Nápoles. Aunque venecianos y papales pretendieron atraer a los infantes españoles a su servicio directo, el contador Mercado les reunió bajo la promesa de la entrega de un ducado al cruce del Tronto. El 6 de mayo en Nápoles se haría muestra general, siendo 6.300 infantes, recibiendo 30 carlines de paga. El 14 de mayo, el rey católico ordena a su virrey que vuelva al norte y se ponga a las ordenes de Su Santidad.

Ganado el Milanesado a golpe de pica helvética, los suizos se niegan a dejar paso al ejército español, así como a entregarles la artillería perdida en Rávena en abril por los españoles, y ganada por ellos en Pavía a los franceses en junio. Los españoles se ocupan en saquear Prato, atacando a los florentinos aliados de franceses y enemigos de la Santa Liga.

La pírrica victoria francesa les sirvió de poco, pues pronto se retiraron de la Romaña, para después tener que huir de la Terra Ferma ante la formación de un formidable ejército veneto-helvético, que les expulsaría de Lombardía en junio de 1512.

El 23 de marzo de 1513, el rey de Francia y la señoría de Venecia, firmaron un tratado, rompiendo este último estado la Liga Santa a la que se había unido el Emperador. Las guerras de la Liga de Cambrai prosiguieron hasta finales de 1516.




NOTAS
(1) He tratado de localizar la ubicación de dicha fortaleza. Lo más probable es que se encontrara situada entre los actuales municipios de Salvatonica y San Biagio, derruida cuanto más tarde a finales del XVIII debido a los trabajos de canalización del Reno.  En todo caso, es una suposición mía.

(2) Rávena se convirtió en la base de operaciones para el ejército español, siendo el puerto por el cual se traía el avituallamiento necesario para mantener y municionar las tropas.

(3) El apabullante éxito inicial de la artillería a finales del XV y principios del XVI, al plantarse batería contra las antiguas murallas de piedra que caían como castillos de naipes ante los embates de las pelotas de piedra o hierro de cuarenta libras, pronto se vio moderado con el nuevo modo de fortificar: muros bajos y anchos hechos de tierra, material flexible que confería una ductilidad de la que carecían las frágiles construcciones medievales.

(4) Ofrezco la cifra de muertos atacantes que me parece más fiable por lo detallada: 4.200 infantes y 180 hombres de armas y 270 arqueros que habrían desmontado para combatir a pie. Ya hemos comentado en otras entradas que las lanzas francesas se componían de un hombre de armas, un arquero - caballería ligera - y un paje.

(5) Se asume que en Brescia se ufanaban de no sólo marchar a presentar batalla a los españoles, sino de ir a Roma a poner un nuevo Papa e ir luego a conquistar el reino de Nápoles.

(6) Las galeras entraban a Rávena por un canal desde el puerto, propiamente dicho, situado en la Marina di Ravenna, a algo más de diez quilómetros de los muros de la ciudad.

(7) Marco Antonio Colonna había entrado en Rávena con la misión de guardar la ciudad de un asalto. Disponía de 1.500 infantes, 100 caballos ligeros y 100 hombres de armas. La ciudad estaba defendida por 6 falconetes, 4 de 4 libras y 2 de 6 libras, 1500 balas de hierro y 50 barriles de pólvora, según relató Alvixe Diedo a sus señores venecianos.

(8) "Gaston de Fois e l'Esercito francese a Bologna, a Brescia, a Ravenna, dal gennaio 1511 all'aprile 1512", consultado a partir de la bibliografía citada por Mario Traxino en su obra "La battaglia di Ravenna".

(9) El ejército hispano- papal lo componen inicialmente 10.375 infantes españoles, 1500 italianos a cargo de Ramazzoto, y 3.000 más de la Romagna.

(10) Se asume que murieron unos ocho mil del bando francés y cuatro mil del español, más dos mil villanos. Serían unos dieciseis mil cuerpos en esta cuenta, algo menos de los 3.700 sepultados y los 13.000 muertos que quedarían en el campo. Pero en todo caso, son cuentas distintas, y estimadas grosso modo.