[alemanes y españoles] los unos con los otros se han conjurado y determinado de pasar adelante y de no abandonar fasta haber sus pagas
El Abad de Nájera al Emperador, 28 de marzo de 1527
[El Marqués del Gasto] pidió licencia al Duque de Borbón para se ir al reino, porque no determinaba de ir con este exército deciendo que iba amotinado hecho comunidad.
El Abad de Nájera al Emperador, 19 de abril de 1527
Tutte queste gente hanno fatto tra loro 8 capitanei, 3 lanzchenech, 3 spagnoli et 2 italiani, sotto il governo di quali stanno.
Relación de un fraile de San Salvador, partido de Roma el 12 de mayo de 1527
Questo essercito non ha capo nè membri, nè obbedienza nè forma alcuna, et ognuno si governa all'appetito suo.
Juan Bartolomé Gattinara al Emperador, 8 de junio de 1527
[nuestro exército] a despecho de los capitanes, quisieron seguir su camino hasta Roma, donde hicieron el insulto que habeis oido, aunque a la verdad no fue tan grande como nuestros enemigos han sembrado
Carlos V al rey de Portugal, 2 de agosto de 1527
Saco de Roma, 1527
El saco o sacco de Roma ha pasado a la historia por la importancia que la ciudad tenía, al ser la residencia del trono de San Pedro, y la destrucción generada por el saqueo: muertes, violaciones, torturas, profanaciones, extorsiones, robos e incendios, hechos que dejaron una impronta imborrable en aquella generación. Hechos a los que no hay que restar importancia, pero que sin duda, adquirieron una mayor dimensión que otros - en proporción - similares por la significación de la ciudad santa.No obstante, como operación militar, tan solo se puede destacar su brevedad y su eficiencia: un ejército de desharrapados, sin artillería de sitio, realizó un avance a marchas forzadas desde las comarcas de Florencia; los defensores, algo descuidados y confiados en sus murallas, desistieron de su labor al penetrar la mañana del 6 de mayo de 1527 los primeros soldados españoles en el recinto leonino, buscando refugio en Castel Sant'Angelo. A partir de ese momento, la ciudad quedó en las manos de españoles, alemanes e italianos, que hicieron, cada cual en su zona, y luego en la del vecino - para desconsuelo de los afrentados - lo que les vino en gana, satisfaciendo cada cual sus apetitos.
Fue Roma, y pudo haber sido Florencia, mas no fue la rica ciudad de mercaderes pasto de la ávida soldadesca, porque, como indicó llanamente Gattinara "Firenza era assai fortificata" y "Roma stava dissarmata". Juicio que refrendó el Abad de Nájera, al calificar la empresa de Florencia como "luenga y muy difícil".
Florencia o Roma, Roma o Florencia, lo mismo daba. Las dos eran cabezas de estados enemigos, confederados contra el Emperador en la Liga de Cognac, así que su sometimiento era estratégicamente beneficioso.
Florencia o Roma, Roma o Florencia, ciudades pobladas por ricos mercaderes o ricos cardenales a los que saquear primero, e imponerles después rescates sobre sus personas a cobrar con cargo a las rentas de sus estados o sobre piquerempréstitos otorgados por deudos o familiares.
Pero amén del saqueo, existía otra opción: imponer, con la presencia del ejército a las puertas de la ciudad, una contribución al cercado, y la imposición de la rendición, o al menos, de una tregua. Con esta contribución se satisfarían las pagas, y además, se soslayaría el peligro de ver a los soldados ricos, porque ¿siendo ya ricos, que motivación tendrían para seguir siendo soldados?
El caso es que no hubo contribución - o extorsión - de los cercados, porque no hubo cerco, sino asalto. No había tiempo que perder.
Podemos determinar, por tanto, que hubo una conjunción de intereses en la acción de guerra, quedando soldados y dirigentes medianamente conformes.
Un ejército de malcontentos
El ejército imperial a cuya cabeza se hallaba el duque de Borbón se componía a febrero de 1527 de 700 hombres de armas, 800 caballos ligeros, 10.000 lansquenetes - llegados a Italia en noviembre de 1526 a cargo de Jorge de Frundsberg - 5.000 soldados viejos españoles y 3.000 italianos.Quedaban tropas a cargo de Leiva en Milán - aunque el abad y comisario imperial temía que "quedarán pocos o ningunos españoles con las banderas [...] porque todos quieren ir hacia Florencia" - y había otro ejército en Nápoles a cargo del virrey y príncipe de Orange y de Hugo de Moncada.
Los lansquentes eran tropas más indisciplinadas, y que aguantaban menos trabajos y padecimientos que los españoles, y era más habitual que reclamasen sus pagas de forma tajante, amotinándose con relativa frecuencia.
Los españoles eran - en palabras del secretario imperial Juan Pérez - "gente más llegada a razón" y fáciles de apaciguar, pero también reclamaban los adeudos, y se alborataban "saliendo a hacer su escuadrón", cuando así lo veían conveniente [a].
A finales de 1526 se les daban dos pagas a los infantes españoles: una en dinero y otra en pan; aún así se les seguía adeudando dos mensualidades. Así se iban manteniendo los soldados, siempre recibiendo la soldada con atraso, y los capitanes dándoles promesas de pronto pago. Era habitual que las cabezas del ejército se empeñaran personalmente en la consecución del dinero, habilitando empréstitos donde pudieran hallarlos, o incluso recurriendo al propio:
Y así á los VI del presente se fué á Ferrara, y este mesmo dia por mandado del Duque de Borbon yo fui á Carpí y otro día saqué las dos banderas de españoles y la compañía de caballos ligeros de Juan Bautista Gastaldo que estaban dentro, con una paga quel Duque prestó para darles [...]
El Abad de Nájera al Emperador, 28 de marzo de 1527
A cada nación se les daba la paga en una fecha distinta; por un lado, existían vínculos distintos - diferentes "inicios de contrato" - y por otra, se evitaba la carga de tener que pagar de golpe a todo el ejército, que de todas maneras, solía alojarse por separado [b].
Pero este sistema tenía sus desventajas: el duque de Borbón, el príncipe de Orange, el marqués del Vasto o quien fuera, podía procurar seis mil o doce mil ducados, dar media paga o una paga a la unidad a la que le urgiera el pronto pago, y satisfaciendo a los soldados de aquella nación, agravar a los del resto. Un ejemplo de lo dicho tuvo lugar en marzo de 1527, al dar una paga - o fracción de ella - a los alemanes, y negársela a los españoles, que al fin y al cabo "tendrían algo que comer":
[El Duque de Ferrara] dióme diez mill ducados dos días después que yo fui, los quales se dieron a los alemanes que no Quisieron dar dos mill ducados para los españoles; y pensando que los alemanes se contentarían de partir con esta suma y que los españoles ternian algo de qué comer y que habrían paciencia desto, se dio bando para partir otro dia, y en la hora que era en anocheciendo se amotinaron los españoles y vinieron pidiendo pagas á casa del Duque de Borbon.
El Abad de Nájera al Emperador, 28 de marzo de 1527
Dada la capacidad de organizarse y defender sus derechos laborales con mano armada, era muy difícil sujetar a los soldados a disciplina militar alguna si estaban todos a una. Durante estos motines, las cabezas del ejército ejército preferían abandonar el campo, sus tiendas se podían ver saqueadas y sus criados, maltratados:
Il y eut beaucoup de désordre, et, si Bourbon ne se fut sauvé en diligence, il courait risque d'être assassiné par ces mutins. Ils mirent tout au pillage à son quartier et massacrèrent un de ses gentilhommes.
Le Connétable de Bourbon, 1490-1527, André Lebey
Los alemánes se amotinaron con el Príncipe de Orange, porque era pasado el tiempo en que se obligó de pagallos, y fueron á su posada y el Principe fué avisado y salióse della un poco antes y como no le hallaron, saqueáronle la posada, aunque según dicen fué en poca cantidad.
Carta de Juan Pérez al Emperador, 11 julio 1527
No obstante, amén de la vinculación contractual que podían mantener como soldados del rey de España con plaza sentada en una compañía, o como soldados alemanes súbditos del Emperador, también existían vínculos de tipo afectivo, con su señor natural, con su nación y más importante que estos, aquellos lazos de tipo personal que les unían a sus capitanes, tanto capitanes de compañía, como capitanes o cabezas del ejército. A la lealtad personal se apelaba en muchas ocasiones, y estos requerimientos surtían efecto con frecuencia:
[...] se amotinaron los españoles y vinieron pidiendo pagas a casa del duque de Borbón [...] El Marqués del Gasto con el medio de Juan de Urbina, a quien los españoles tienen gran respeto y quisieron que entrase con ellos, los concertó que se contentasen con un scudo por hombre y caminasen
Carta del Abad de Nájera al Emperador, 28 de marzo de 1527
En otras ocasiones, aún capitanes de prestigio y autoridad como el propio Urbina, debían hacer frente a la furia de la soldadesca:
Juan de Urbina ha trabajado mucho en esto del motín, y cierto es grand persona y le estiman y temen en grand manera y le aman, aunque castiga á algunos, y vióse con ellos en grand peligro segund me han dicho, porque un soldado le quiso tirar con un arcabuz, y quiso Dios que se le cayó la mecha del fuego y no pudo, pero dícenme que mató ál soldado.
El secretario Pérez al Emperador, noviembre de 1527
Los soldados así organizados, "hechos comunidad", tenían un gran peso de decisión dentro del ejército, no sólo en momentos de motín, sino durante el resto de la campaña, y los capitanes debían - tenían la necesidad - de consultar con ellos las operaciones:
Le marquis [del Vasto] parloit a la troupe compagnie par compagnie
Carta de César Ferramosca al Emperador, 4 de abril de 1527
e incluso los acuerdos que se tomaban con terceros, como por ejemplo, las treguas:
J'envoie aussi la traductíon des ordres données aux capítaines, et par icelles il verra les raisons quil [Carlos, duque de Borbón] aliegue pour autoriser sa marche, qui est que ses gens n'ont pas voulu accepter la capitulacion de la treve
Ibídem
No obstante estas "inobediencias", los capitanes seguían manteniendo buena parte de su autoridad, y el ejército seguía estando a su cargo, aunque el ejercicio de ese gobierno dependía en buena medida de la respuesta que a las instrucciones - algunas en forma de peticiones o ruegos mezclados con promesas de pagas en un futuro próximo - les dieran los soldados.
En la saqueada Roma se impuso finalmente el orden, se constituyó un Tribunal Militar, hubo un gobernador imperial y se instituyeron patrullas mixtas de soldados alemanes y españoles.
¿Soldados ricos, ejército desecho?
E non saria servizio di Vostra Maestá, perché facendosi esercitto ricco per il sacco, si avería per detta rícchezza da dissolvere e ritirarse Spagnoli e Italiani verso Napoli, e che risolvendosi, aveva il detto esercito a dimandare l'intero pagamento, il quale era grandissimo, e non avendo facoltà di pagarlo, tutto anderia in confusione.[...] credevano che li soldati di Vostra Maestá fatti ricchi , per la maggior parte non vorranno tomare alie bandiere.
Juan Bartolomé Gattinara al Emperador, 8 de junio de 1527
Se temía, y no sin razón, que habiendo saqueado una ciudad rica como Roma, los soldados dejaran las filas del ejército y se retiraran a gozar sus recién adquiridas haciendas. Esto no sucedió, y aunque pueden buscarse razones de tipo moral o sentimental, hay razones de tipo material evidentes:
1) El saco no dio para tanto. Cadenas y Vicent calcula un máximo de botín de 50 ducados por cabeza, frente a una paga mensual de 3 escudos, con ventaja de escudo y tercio los arcabuceros, y tres reales los escopeteros. O sea, que un arcabucero, el soldado mejor pagado, pudo ganar en el botín - de media - poco menos del sueldo de un año. Evidentemente, habría excepciones [ver notas c/d], y soldados que realmente quedarían, sino ricos de por vida, al menos considerablemente adinerados, y otros, por contra, que apenas gozarían las rentas conseguidas en su depredación.
2) El despilfarro sumado a la carestía que se originó en Roma: el juego, la prostitución y otros vicios propios de la soldadesca hicieron que el dinero durase poco en sus faltriqueras.
3) Las prisas de tener dinero contante y sonante, cuando lo adquirido eran en su mayoría bienes y no dinero, sumado al desconocimiento del valor de lo adquirido, hizo que la ganancia real la obtuviesen los mercaderes que seguían los ejércitos y los oportunistas que aparecen en estas ocasiones, comprando joyas, vestidos, muebles, enseres, etcétera, a muy buen precio:
Por falta del conocimiento del que lo tomó, daban por dos ducados lo que valía ciento; tapicerías y cosas de casa, bellos atavíos, por casi devalde. Vi vender doce paños de tapicería de oro riquísimos y una alhombra de seda bellísima, todo por cuatrocientos y cincuenta ducados.
Manuscrito de la Biblioteca Nacional publicado por Rodríguez Villa
El botín se prefería en moneda por razones culturales, pues la del XVI era una economía monetizada, sobretodo en las áreas urbanas, pero también por razones prácticas, para poder transportarlo con facilidad. Así, a la salida de las tropas en julio, el secretario Juan Pérez registra:
y agora al partir de los alemanes han hecho buen mercado de lo que no podían llevar consigo, que lo que valía diez daban por dos, y cuando no hallaban quien les diese algo, lo sacaban á la calle y lo dexaban allí que lo tomase quien quisiese.
Carta de Juan Pérez al Emperador, 11 de julio de 1527
Asesinatos, incendios y torturas para que los extorsionados pagasen la talla de sus recates, o confesaran donde habían escondido sus "tesoros", para después malvender o incluso, como relata Pérez, abandonar lo saqueado. Los sinsentidos de la guerra y de la naturaleza humana.
4) El grueso de los soldados, los cuales habían dejado la ciudad el 10 de julio, tornaron a entrar en septiembre - el 20 los alemanes, y seguidamente, el 25, los españoles - para ejercer presión en su reclamación de las pagas atrasadas. Este regreso a la ciudad apestada demuestra que los señores soldados estaban lejos de haberse convertido en acaudalados rentistas.
La cuestión es que el ejército no se deshizo, y las bajas que se produjeron - cerca de un 30-40% en los nueve meses de ocupación de la ciudad - fueron en su mayor parte debidas a la peste que se originó en Roma, y no a las deserciones de soldados enriquecidos, que aunque las hubo, no fueron cuantitativamente significativas.
En todo caso, cuando fue necesario volver a la lucha, cuando el ejército francés penetró en el Reino [de Nápoles] los soldados abandonaron una Roma exhausta, y volvieron a sus banderas, para obedecer a sus capitanes y servir, como venían sirviendo, a su señor en la defensa de sus estados.
Notas
[a]Respecto al diferente comportamiento de infantes españoles y lansquenetes, hay varias referencias de la época. Interesante la opinión expresada por Morone en 1528:
questo fundamento di gente spagnola sarà il vero fundamento suo delle cose d'Italia; perchè non s'inganni da Lei stessa; nella gente Alemanna non si può collocar lungo stabilimento, maxime mancando alcuna volta il modo di dar le paghe.
Afirmaba Morone que el "nervio firme del ejército debía ser de españoles" más acostumbrados a padecer asperezas y "mancamento di paga" que otras naciones.
Los alemanes eran mejores piqueros, y los españoles, mejores arcabuceros. Véase, aunque de 1513, la carta de Fernando al Católico a Luiz Caroz o Carroz de Villaragut, en que reconocía que los españoles no eran capaces de romper un escuadrón de alemanes veteranos.
En todo caso, los lansquenetes habían recibido una oferta de Venecia de cinco pagas [véase carta de Juan Perez a 10 de enero de 1527] y sin embargo se mantuvieron leales a quien les mantenía a base de promesas.
[b]
Un ejemplo fechado a 23 de diciembre de 1523 de este sistema de pagas y medias pagas a la infantería por naciones:
Primero, por la media paga de lansquenetes que comienza mañana 28 de diciembre las 8 compañías 31 que finalizarán a 12 y 15 de enero próximo: 9.718
[...]
Por la otra media paga de lansquenetes que comienza a 13 de enero por sus 8 banderas y por las otras 4 banderas a 16 dicho y que acaban a 28 y último dicho: 9.718
Por la otra media paga de italianos que comienza el 14 de enero. 14.229
Por la paga de infantes españoles que se deberá pagar a 17 de enero. 26.000
[c]
Véase el testamento hecho en Roma a 2 de julio de 1527 de Valentino Cebrián, hombre de armas de la compañía del conde de Golissano o Collesano.
Legó a su mujer Isabel Gutiérrez 500 ducados y ropa. No se olvidó de sus compañeros de fatigas: a Miguel Fluviá, legó caballo y armas, a su escudero Margarit 20 ducados, y a su compañero Tordesillas 12. A Juan de Oliva debía 3 ducados, invirtió el dinero en misas en su memoria, pues habiendo muerto, no le había podido entregar la suma adeudada.
Cebrián debía cobrar tres cédulas: una de doscientos ducados y dos de quinientos. Los mil debían dividirse con Rodrigo de Rueda, soldado en la compañía de Fernando Vitello.
Este conde de Collesano, en la compañia del cual servía el testamentario Cebrián, probablemente fuera Artau o Artal de la familia Folch de Cardona, pues su padre Pedro murió defendiendo Pavía frente a los franceses en 1522 "de una saeta que le dio por la vista del yelmo". En marzo de 1524 la compañía del conde tenía 50 lanzas, y servía en la vanguardia.
Respecto a este "Vitello" en la compañía del cual servía el socio de Cebrián, Rodrigo de Rueda: hubo numerosos Vitelli, de la familia de Città del Castello, condotieros sirviendo al Papa Clemente VII en 1526-27: los capitanes de hombres de armas Giovanni, Nicoló, Vitello y el capitán de caballos ligeros Alexandro. Puede que este Ferdinando estuviera emparentado; no cualquiera levantaba una compañía. En mayo-junio de 1527, los Vitelli se pasaron al servicio imperial.
[d]
Una camarada de diez soldados consiguió una talla por la redención de dos ciudadanos boloñeses por una cuantía de 8.206 ducados; entre los soldados, dos zaragozanos, un castellano, un barcelonés, un sevillano y un toledano.
También 3 españoles obtuvieron 603 ducados el 7 de mayo, por mano de m.Teófilo del convento de San Agustín. A unos compañeros de estos tres, el padre prior les dio 42 ducados "per contentarli che molto dubitauamo non ce facesse qualche male".
Los primeros en llegar obtenían un buen botín, pero los extorsionados no necesariamente obtenían "protección" alguna, así, tras esta segunda exacción, unos lansquenetes intentaron penetrar en el convento, por lo cual hubieron de reparar la puerta, con coste de casi tres ducados.
En "Archivio storico, artistico, archeologico e letterario della città e provincia di Roma", vol.3 (1878).
Bibliografía
El saco de Roma de 1527 por el ejército de Carlos V, Vicente de Cadenas y Vicent