Blasfemos o piadosos, saqueadores de iglesias o defensores de reliquias, santos varones que acabaron sus días en el seno de la Iglesia o renegados que lo traicionaron todo - religión, patria y camaradas - los hombres que practicaron el honrado oficio de las armas no eran una masa uniforme de personas movidas todas por un ideal común, ni tampoco un rebaño de hipócritas borregos, que, en el momento en que se veían liberados del perro pastor, dejaban ver los lobos que se escondían tras las pieles de los corderos: había soldados con fuertes convicciones religiosas, y otros poco practicantes.
Entonces, a pesar de estar imbuida la sociedad de un importante sentimiento religioso, había diversas actitudes hacia la religión y varias formas de práctica religiosa: personas de misa diaria [0], y personas descuidadas de la práctica religiosa que solo acudían a Dios - si es que llegaban a hacerlo - en momentos de tribulación, pensando en la muerte el día de batalla.
También en la propia iglesia vemos casos extremos: San Ignacio de Loyola, hombre de vida ejemplar que participó en la defensa de Pamplona en 1521, fue ordenado sacerdote en 1537, cuando quien ocupaba el trono de San Pedro era Paulo III, nacido Alejandro Farnesio, hombre que no hizo un cumplimiento estricto del voto del celibato, pues hubo tres hijos, uno de los cuales, Pedro Luis, fue gonfalionero y capitán general de la Iglesia, como lo había sido César Borgia, hijo de Alejandro VI, treinta años antes [2].
Toma de la plaza de Hulst en 1596. Capellán, seguramente un fraile, con el estandarte con Cristo crucificado liderando el asalto al torreón |
Todos los católicos recibían, al menos, varios de los sacramentos: el bautismo, la eucaristía, la comunión - que debía realizarse, al menos, una vez al año, por la Pascua de Resurrección - el de la penitencia tras la confesión, y la extrema unción. Luego, podían casarse en la iglesia, o vivir amancebados.
Cualquiera que fuera la práctica religiosa y el sentir interno de estos soldados, la religión ocupaba una parte central en la vida de todos ellos, bien por verdadera devoción, bien por ser un sistema de creencias y prácticas socialmente aceptado y más o menos impuesto [2b].
1. Valores y práctica religiosa
1.1 Pecadores y penitentes. La confesión
Un chiste me acuerdo hauer oydo entre soldados que viene aqui nascido. Dizen que un soldado peccador como yo, hauido el consentimiento de un clerigo que le oyese de penitencia: començo a tratar luego al principio de la confession de algunos pecados graues y asquerosos, q[ue] como mal paresciessen al confessor, buelue el rostro a otra parte escupiendo, como de asco de lo que oya: mas echandolo de ver el mezquino del soldado, y paresziendole que no hazia lo que deuia dixo con mucha gracia.
Escupis padre, pues si acabaredes de me oyr reuessarades.
En fin levantosse y fuesse tan atado como vino por no saber aquel padre atar y desatar.
El soldado vasco Machicao, que nos explica este chiste, donde un soldado haría revesar -vomitar- al confesor si este le acabase de oír en confesión, es un soldado viejo por mis pecados de 55 años, que lleva sueldo del rey desde 1520 cuando pasó a Italia para la guerra, ha tenido una larga y exitosa carrera, siempre la muerte tragada y el infierno al ojo.
El soldado, que va a lomos de un cuartago, se encuentra con fray Fulgencio en el camino de Barcelona a Montserrat. Fulgencio, que se dirige a Valencia a lomos de una mula chica, va camino de Montserrat por evitarse los peligros de la costa, pues está plagada de corsarios, y agradece la compañía del soldado, que le podrá proteger frente a salteadores.
Machicao, cansado ya de la guerra, y además, manco del brazo izquierdo, va de Barcelona a Valladolid, donde se halla la corte, para ciertos negocios y dispuesto a vivir de rentas, pues el emperador se las otorgó graciosamente para poder comer, y poder cenar, después de todos esos años de guerra en Italia, Francia, Berbería, Alemania y Hungría. El soldado aprovechará para pasar por Montserrat para encomendarse a Nuestra Señora.
Por el camino, a través de enseñanzas morales presentadas como una amena conversa, el reverendo padre persuadirá al soldado, entre otras cosas, de que Montserrat es un buen lugar para que le oigan en confesión, y que no ha de aguardar hasta el final de su camino para gozar de ese sacramento.
Vemos así, en esta obra moralizante, al soldado de mediados del XVI caracterizado como un gran pecador, que no obstante, puede hallar siempre el perdón y la salvación por medio de la confesión y de la penitencia.
Si un soldado se podía salvar, se podía salvar cualquiera; sólo hacían falta buenos confesores.
Un soldado español que en el año de 1585 mantenía relaciones con una dama libertina de Amberes, confesó su pecado y obtuvo su penitencia: oír una misa descalzo con una vela encendida en la mano, sin capa, espada ni sombrero. Acudiendo a la misa de tal guisa, y haciendo la penitencia en presencia de los asistentes, añadía a la culpa el escarnio público que suponía.
Esta clase de pecados carnales se daban también en España, claro.
La diferencia es que el soldado se había encamado con una adherente a la secta de los libertinos, y que la pena se la había impuesto el vicario general del ejército de Flandes, Francisco de Umara.
El amancebarse era un pecado tan corriente, que por mucho que se dictasen normas contra ello, pocas veces se les prestaba atención. Los soldados convivían con sus amigas, y hasta tenían hijos con ellas fuera del matrimonio. Además, estaban las prostitutas, que podían - según la legislación - ser cuatro u ocho por compañía, pero que en la práctica, eran tantas como se podían ganar la vida.
Aunque no he hallado noticia de ello, lo más probable es que el soldado acudiera a su capellán con la fórmula consabida: "He ofendido a Dios con mujer pública tantas veces" y el resabiado capellán, le impusiera la penitencia correspondiente sin que tan siquiera se le pasase por la cabeza que el propósito de enmienda fuera posible.
En todo caso, el sexo ilícito, fuera del matrimonio, por escandaloso que fuera, era algo bastante común. Veamos ahora pecados propios de la soldadesca.
En los manuales de confesores se establecía que el confesor debía averiguar el estado y oficio del pecador que venía a confesarse, y que la confesión debía realizarse en función de ello. Por ejemplo, en el caso de los capitanes, se veía como pecado el permitir los abusos cometidos por sus soldados.
Los soldados, en general, podían cometer faltas varias durante el ejercicio de sus funciones, contravenir los mandamientos, y no por ello cometer ningún pecado:
- Los soldados podían, contraviniendo el quinto mandamiento de las leyes dadas por Dios a Moisés, matar a sus enemigos, siempre que la causa que motivara la guerra fuera justa, y que dicha guerra fuera defensiva. Al menos, en el siglo XVII había una junta de teólogos real que se encargaba de analizar las causas que había para la guerra, cosa que se tenía muy en cuenta, sobre todo al mover guerra conta otros príncipes cristianos, fundamentalmente, el rey de Francia. Casi de modo irremediable, la guerra era considerada justa. Es probable que en el bando francés, una junta de teólogos análogo determinase lo propio respecto a las causas que movían a su monarca a hacer la guerra a los españoles.
- Los soldados podían matar inocentes, siempre que los inocentes murieran de modo accidental, por ejemplo, al prenderle fuego a una ciudad sitiada.
- Los soldados podían robar, yendo contra el séptimo mandamiento, siempre y cuando el ejército no les proveyese de lo necesario para su sustentación: quando el Principe no paga lo que deue de justicia. No podía el soldado robar propiedades de la iglesia; por ejemplo, no podía robar un misal o un cáliz, y si alguien adquiría esta propiedad robada, el comprador que había hecho la adquisición ilícita, debía restituirlo.
- El soldado podía comprar armas, y el vendedor no cometía ningún pecado si las armas se usaban en guerra justa.
- Un soldado no podía desamparar un puesto, aunque corriese extremo riesgo su vida, salvo que no sirviese de nada su permanencia en él - cosa que sería una muerte inútil, caso que bordaba el suicidio - incurriendo en caso de huida en pecado mortal.
- No podían los oficiales robar dinero del rey, ni llevarse mas estipendio de lo que se les debía
- Los soldados no podían abusar de los labradores, ni de los huéspedes, esto es, de las personas que se veían obligados a darle hospedaje. Tampoco forzar doncellas, ni viudas, ni casadas ni religiosas.
- Un soldado no podía descubrir los secretos de sus ejércitos al enemigo, ni siquiera sometido a tormento.
- Siendo capitán, llevé para mi las plazas de los soldados muertos o ausentes
- Llevé dinero o cosas de valor de un pueblo porque no aloxen alli los soldados, en daño de otros que llevan esta carga
- Di mas de una casa a un soldado, para que las otras den dinero, porque no se aloxe
- Di saco sin licencia legitima
- Disimulé hurto o injuria de soldado
- Tuve mas de dos criados que llevasen plaza
- Lleve la plaza de capellan, furriel o barbero, por no haber quien la sirva
- Asenté por debajo de la vandera por llevar plazas, y al tiempo de la ocasion huí tantas
- Hurté pagas
- Maltraté huespedes
- Saqueles dinero con amenazas
- Forcé mugeres
- Blasfemé
- Jugué a juego prohibido en cantidad
- Fui a guerra injusta
- Truxe manceba conmigo
- Fui rufián
1.2 Blasfemos
por los muchos pecados que cada dia cometía la gente contra Dios en renegar y descreer de Dios y de sus santos, y esto con un corazon, y solenidad , y articulizamiento y ademan que es absurdo de oir, y esto, segun uso de guerra y costumbre de soldados , dicen que no es pecado , diciendo que no es para la guerra el que no reniega
Relacion de los sucesos de las armas marítimas de España en los años de 1510 y 1511, con la toma de la ciudad y puerto de Tripol por el conde Pedro Navarro ; y jornada de los Gelves, en que se perdieron los nuestros , y murió D. Garda de Toledo , hijo del duque de Alba, con otros muchos acontecimientos de las varias expediciones que se emprendieron contra infieles.
1. Primeramente que ningún soldado de pie ni de a caballo ni otra persona que sirva y siga nuestra Corte y ejército de Su Majestad no blasfeme ni reniegue de nuestro Señor Dios ni de nuestra Señora ni de los santos so pena que serán por ellos asperamente corregidos y muy bien castigados como pareciere a sus superiores.
Ordenanzas del Ejército sobre Metz el año 1552
ninguno o pocos dejan de confesarse, cuando la Iglesia les ordena, oyen muchos la palabra de Dios, cuando se les predica, no hay cuadrillas, hay pocos amancebados, tiene cofradías del Nombre de Dios, con las cuales en gran parte se ha desterrado el jurar su santo nombre en vano, cuanto más los reniegos y blasfemias, que tanto se solían usar,
El Discvrso Sobre La Forma De Redvzir La Disciplina Militar, A Mejor Y Antigvo Estado. Sancho de Londoño [1568]
A tenor de lo que declara Sancho de Londoño, para su época, último tercio del XVI, se habían resuelto el problema de los reniegos, las blasfemias y los juramentos en vano. Quizá era muy optimista Londoño al hablar de que tales costumbres se habían desterrado, o quizá realmente la gente había modificado sus hábitos a este respecto, siguiendo el espíritu de la Contrarreforma, que, tanto en el fondo como en las formas, supuso cambios importantes en el modo en que se vivía y se practicaba la religión.
1.3 Piadosos y limosneros. Las cofradías
Nuestra Señora del Rosario. Estampa italiana de 1576. BNE ER-1284 |
1.4 Milagros e intercesiones
Flagelantes españoles en la década de 1570. Grabado de Abrahm Gruhyn [1571] 1571 Omnium pene Europae, Asiae, Aphricae, atque Americae gentium habitus. BNE
pero la devoción que Alexandro tuvo , fe y esperanza en la virgen y mártir Santa Leocadia , patrona de Toledo , abogada suya y de todo el ejército español le sacó de aquel miserable conflicto, y amaneciendo el alegre dia, que se contaron 5 de Abril, hizo decir á la Santa muchas misas, y todos con gran devoción esperaron por su intercesión el remedio de sus trabajos,
Los españoles de la época tenían mucha fe en los milagros y las intercesiones. La gente se encomendaba a vírgenes y santos para que intercedieran en su favor, también en el combate, tanto si se luchaba contra infieles y herejes, como contra otros católicos.
Un hecho bastante conocido, es el llamado milagro de Empel, en el cual, los soldados sitiados, tras hallar una imagen de la virgen el día de la Concepción - 8 de diciembre - vieron como el río se helaba y los sitiadores, que se hallaban en navíos, tuvieron que retirarse, para no quedar encajados en los hielos:
Estando un devoto soldado español haciendo un hoyo en el dique para guardarse debajo de la tierra del mucho aire que hacia y del artillería que los navios enemigos disparaban , á las primeras azadonadas que comenzó á dar para cavar la tierra saltó una imagen de la limpísima y pura Concepción de Nuestra Señora , pintada en una tabla , tan vivos y limpios los colores y matices como si se hubiera acabado de hacer; acudieron otros soldados con grandísima alegría y la llevaron y pusieron en una pared de la iglesia, frontero de las banderas, y el Padre Fray García de Santistéban hizo luego que todos los soldados le dijesen una Salve, y lo continuaban muy de ordinario.
1.5 Preparándose para la batalla
1.6 Plegarias, procesiones, ayunos, votos y disciplinas
"Así se azotan los hombres en el reino de Zaragoza por su arrepentimiento. Trachtenbuch des Christoph Weiditz [1529] Allso schlagen sy die man Im Kinig Reich saragosa vmb Ir buess |
Los soldados, como el resto de católicos, hacían sus plegarias a Dios, pidiendo y rogando por varias causas, comunes a cualquier otra persona, relacionadas con la salud, por ejemplo, pero también específicas de su vida militar.
Un alférez llamado Gaspar de Blanco, que estuvo prisionero en poder del príncipe de Orange por un año [1573-1574] hizo voto de que si salía libre, dejaría el oficio de las armas y se haría religioso, para lo cual pidió licencia. El voto fue sincero en su día, pero el alférez quería pasar por Roma a ver si le absolvían de cumplir con dicho voto, o sea, que la vida de religioso no parecía resultarle, en el fondo, demasiado atractiva.
Además de por causas particulares, los soldados pedían por causas comunes de las que eran partícipes, como era, por ejemplo, la victoria frente al enemigo. También se realizaban procesiones para agradecer la victoria, con clérigos entonando el Te Deum Laudamus.
En principio, cualquier cosa se podía atribuir a la voluntad divina: si se vencía, era por la voluntad de Dios, y se perdía, era porque Dios les estaba castigando por sus pecados, los suyos personales, los de sus monarcas, los de su pueblo:
Otro día de cómo África se ganó que fue juebes onze de septiembre. [...] por la bondad de Dios y con su divino favor, el miércoles diez del presente la ciudad de África por su gente de guerra avía sido ganada
Historia de la guerra y presa de Africa, por Pedro de Salazar
1.7 La asistencia religiosa por parte de los capellanes de los tercios
Asi mimo conuiene,y es lo mas necesario, para la salud de las animas de los soldados de su compañia, que aya vn Capellan,y que sea clerigo y de buena vida, fama,y abil.
No fea frayle de ninguna manera , sino traxere licencia de su Perlado, o Superior, porque el tal no puede seruir en dar buena dotrina, si por aus vicios esta fuera de la obediencia , y regla de su conuento, huido, hecho vagabundo, libre ,y sin obediencia, decubren grándes vellaquerias. Por tanto no asientan bien los abitos de frayles inobedientes, entre soldados, sino que sea Clerigo, por no tener beneficio, ni pitança, ni patrimonio en su tierra,con que se sustentar, asiste en la guerra, donde muy bien puede seruir a Dios, si es el que deue.
Asi conuiene que sea sacerdore de buena dotrina y adminifracion , de que el soldado tiene mas necesidad, tener cabe si el tal Sacerdote, que ningun otro genero de gentes, por traer de ordinario la muerte al ojo y el anima entre los dientes en la guerra.
En ete caso, segun fueren los Maestros, eran los discipulos. El Capitan en cargo de su conciencia, deue procurar, sea virtiuoso y bueno el tal Sacerdote y si tal no fuere, mas vale no le tener, que leera mejor.
2. Paladines de la fe. La lucha contra los herejes
2.1 Imaginería católica frente a iconoclastia
El Emperador, con mayor trote que podía sufrir gente de armas, seguía el camino que los enemigos llevaban, en el cual halló un crucifijo puesto, como suelen poner en los caminos, con un arcabuzazo por medio de los pechos. Esta fue una vista para el Emperador tan aborrecible, que no pudo disimular la ira que de una cosa tan fea se debía recebir, y mirando el cielo dijo:
«Señor, si vos queréis, poderoso sois para vengar vuestras injurias»
Comentario de la Guerra de Alemania hecha por Carlos V, máximo emperador romano, rey de España, en el año de 1546 y 1547, Luis Ávila y Zúñiga
Lo que era fundamental para la iglesia católica, el uso de imágenes, tanto como para explicar las vidas ejemplares como las enseñanzas de Cristo, que derivaba en adoración y reverencia, para los protestantes era pura idolatría.
Aunque Lutero fue capaz, a partir de 1522, reorientar la iconoclastia en mera indiferencia, prescribiendo que simplemente, no se usasen imágenes en las iglesias, otras ramas del protestantismo, en especial calvinistas y anabaptistas, siguieron empeñados, no solo en retirar las imágenes, sino en destruirlas.
Esta apreciación de la diversidad de ramas, por cierto, la podemos ver en dos soldados del XVI, bajo diferentes reinados, y en diferentes territorios.
Respecto al caso referido [7] en la cita que abre este apartado, Diego Núñez Alba refiere:
Y alçando los ojos a la salida de Milburg a vna ymagen de vn crucifixo, que antes que los del lugar fuessen Lutheranos, delante de el en el camino auian puesto, violo passado de dos arcabuzaços: que como en el campo del duque Juan Federico vuiesse hereges {como te tengo dicho) de diuersas sectas, algunos que tienen no auerse de tener respeto a las ymagenes, se los auian tirado.
Diálogos de la vida del soldado de Diego Núñez Alba.
Alonso Vázquez se dedica por extenso en su primera parte de Los Sucesos de Flandes y Francia en tiempos de Alexandro Farnese a describir la diversidad de sectas protestantes que hay en los Países Bajos, descripción que nada entre la censura y la mera curiosidad.
Evidentemente, no se podía esperar del soldado común que reflexionara o debatiera sobre asuntos doctrinales como si fueran teólogos, pero es evidente, que en contraposición a la religión católica, y en especial, a la manera en que se practicaba en España, los soldados españoles que veían como los iconoclastas destruían y mancillaban imágenes, no podían pesar otra cosa si no que estas personas no podían adorar a su mismo Dios.
Ciertamente, a estos soldados, practicantes de una fe sencilla, no era muy difícil de convencerles de que se enfrentaban, más que a gente errada, a verdaderos diablos.
La actitud hostil de los soldados españoles no se circunscribía al ámbito de la iconoclastia, de la lucha contra los "romperdores de imagenes", también el incumplimiento de preceptos ordinarios en el catolicismo, pero denostados en el protestantismo, generaba rechazo en ellos:
Estando preso en Oudenaarde, Felipe Landgrave de Hesse, coincidiendo con la llega del príncipe Felipe a Bruselas, el capitán de la guardia, Juan de Guevara, impidió que el preso comiera carne un viernes, a pesar de que se excusaba en motivos de salud para tal falta:
Estaua en Andenarda, y metiendole de comer carne en día vedado echo el capitan de la guarda los platos por el suelo / el dezia que estaua doliente
Noticias de varios sucesos acaecidos, desde el año de 1521 hasta el 1558 con varias cartas, por Florián de Ocampo
2.2 Tibios católicos
Ajusticiamiento del conde de Egmont. Los soldados españoles asistieron al hecho, algunos, sintieron piedad por la muerte del viejo camarada de armas. Según el profesor Raymond Fagel, fue Julián Romero, amigo del conde, quién accedió a desatarle las manos. |
[...] del impedir los rebeldes al momento que entravan en las villas y aldeas el exercicio de nuestra santa fe católica, apostólica, romana se puede colegir si era la causa de la rebelión (como algunos se avían dado a entender) los excesos de la gente de guerra española (cuando huviesse algunos) de que no podían tener culpa las iglesias, imágenes, cuerpos de santos, clérigos y religiosos, siendo naturales de la misma tierra y a quien los rebeldes perseguían con tanto furor y sangre, ni assimismo la justicia que el Duque deAlva avía hecho de las cabeças de la primera conjuración, predicantes y ministros de las heregías y rompedores de imágenes, que fueron las personas que se executaron
Comentarios de don Bernardino de Mendoça, de lo sucedido en las guerras de los Payses baxos, desde el ano de. 1567. hasta el de. 1577
[En España] tan pronto como aparece la más pequeña señal de esta nueva doctrina —así llaman al evangelio de Jesucristo—, inmediatamente son castigados los autores, de modo que antes que la cosa se encienda ya está apagada),
Memorias. Historia del estado de los paises, bajos, y el estado de la religión de España. Francisco de Enzinas
El conde de Egmont, que fue, como indica Mendoza, "cabeça de la primera conjuración" fue ajusticiado y, por ende, metido en el mismo saco que los "rompedores de imágenes". Eso, aunque Lamoral d'Egmont hubiera sido toda su vida un buen católico, un leal servidor, y un fiel vasallo, hasta que sus devaneos contrarios a la política del rey le llevaron al cadalso.
Hasta que punto esta asociación entre rebeldía y calvinismo influyó en la imagen que los soldados españoles tuvieron de los habitantes de los Países Bajos, es difícil de asegurar. En todo caso, los católicos de las provincias leales acabaron hartos de la soldadesca española y de la guerra, cosa que provocó el edicto de 1578 con la consabida expulsión de las tropas españolas.
Cuanto menos, la consideración que se tenía de estos habitantes católicos era la de practicar su fe con tibieza, mezclando, también, catolicismo y militancia política.
La prolongada estancia de los soldados en los Países Bajos, y, sobre todo, la estabilización de las fronteras entre las provincias rebeldes y las leales, hizo cambiar en buena parte esa consideración. Aunque los soldados pudieran reconocer provincias donde "está más arraigada la religión cristiana que en las demás", por el simple hecho de que usasen rosarios, era muy difícil que los soldados censurasen a las devotas que de rodillas velaban la víspera del Corpus Christi al Santo Sacramento en la iglesia de Sant Gul, o que asumieran que los valones y flamencos que combatían a su lado contra los herejes, así como las mujeres con las que contraían matrimonio, no fueran tan católicos como ellos mismos.
Al fin, pasadas un par de décadas, los españoles podrían llamar a los Países Bajos, como indica Carlos Coloma, su casa.
2.3 Un ejército cristiano para un rey católico
Aunque Carlos I de España y V de Alemania, creyera, al igual que su hijo Felipe - como por otra parte, tantos otros monarcas de su época - haber sido escogido por la providencia para defender la cristiandad frente a todas sus amenazas [3], se vio, en no pocas ocasiones, forzado por las circunstancias a reclutar tropas protestantes, y a aliarse también con príncipes luteranos o musulmanes.
3. Paladines de la fe. La lucha contra los infieles
3.1 Una cierta idea de Cruzada
Como los trescientos soldados hubieron ido al caballero, don Alvaro, en medio de todos, con un Crucifijo en las manos, les dijo estas palabras:
«Amigos y compañeros mios, hoy creo es el dia de nosotros tan deseado, porque según se ven juntarse de todas partes los enemigos con escalas (lo que en los otros asaltos pasados no han hecho} hoy nos quieren dar el asalto general. Todos estemos con los ánimos enteros y esforzados, que nuestro Redentor y Señor Jesucristo, cuya imagen es esta que aquí veis, será hoy servido de mostrar á estos enemigos de su santa fe la fuerza de su mano, con cuyo favor habremos de ellos victoria, y mostraremos al mundo que cuando Dios nuestro Señor es con nosotros los pocos somos superiores á los muchos; y sed ciertos que los que aquí de nosotros murieren irán á gozar la eterna bienaventuranza, y los que quedaren vivos habrán una gloriosa victona, habida con tantos trabajos y calamidades, que después de ellos será honra inmortal para sus descendientes.»
Aunque es Italia la cuna de los tercios, y el territorio en que más acciones vivieron, por lo menos, en el siglo XVI, la lucha contra los musulmanes en el escenario Mediterráneo- fueran corsarios berberiscos, reyezuelos norteafricanos o turcos - es fundamental para su historia. También la lucha en la defensa de las fronteras del imperio, en Austria o Hungría frente al avance turco en tiempos de Carlos V, es un episodio importante.
¿Cómo vivían los soldados en el plano religioso aquella lucha?
Por un lado, acabada la Reconquista a finales del siglo XV, desde diversos estamentos - la Iglesia, la corona - se pretendía mantener el espíritu de cruzada, que se puede ver en obras emprendidas en vida de Isabel la Católica o bajo la regencia de Cisneros: la jornada de Mazalquivir [1505], la toma de Orán [1509], la jornada de Trípoli [1511], entre otras, eran parte de, más que un plan, de una idea: la idea de que España tenía el deber para con Dios de expulsar a los musulmanes del norte de África. Tarea bastante ardua, por cierto.
Aunque Carlos no olvidó esa idea, de hecho, su reinado, militarmente hablando no comenzó en Italia, sino en África - véase la jornada de los Gelves a cargo de Hugo de Moncada en 1520 - la pugna con la corona francesa por el dominio de la península itálica centró sus esfuerzos en política exterior.
En todo caso, la irrupción de los turcos en el Mediterráneo occidental, va a cambiar esa noción de cruzada: va a quedar más patente que nunca que había infieles mansos, con los que se podía comerciar, vivir en paz e incluso trabar alianzas, e infieles de pelea, con los que no quedaba otro remedio que establecer una lucha sin cuartel, aligerada algún año por alguna tregua temporal.
Tantos los turcos como sus dependientes reyezuelos moros y corsarios berberiscos, se van a convertir en específicos enemigos de los españoles. Más que una amalgama de infieles en los que cabe cualquier musulmán, específicamente éstos, que tanto daño hacían en los reinos y vasallos de Su Majestad, van a ser el objeto de las luchas.
En esta última escaramuza se tomaron algunos moros cautivos; y traído uno dellos ante el Emperador, que por una lengua tuvieron intérprete, Su Majestad le mandó decir por qué los moros le hacian guerra; el moro respondió que lo hacian porque Barbaroja y los turcos que con él estaban se la mandaban hacer por fuerza. El Emperador mandó decir al moro que dijese á los otros moros que no le hiciesen guerra porque él no venía á guerrear con los moros, sino con Barbarroja y sus turcos y genízaros. Ansí mandó dar libertad al moro y que se fuese en Túnez
Tratado de las campañas y otros acontecimientos de los ejércitos del emperador Carlos V, v2. Cerezeda.
Así pues, veremos a los españoles conquistar Túnez para entregárselo al rey Muley Hasan, reservándose la corona la llave de la bahía con la fortaleza de la Goleta y prestando vasallaje el rey tunecino al rey de España. Veremos a los veteranos del tercio de Sicilia luchando en el mismo ejército junto a las tropas de dicho rey contra el ejército de Sidi Arfa en la jornada del Caruan en 1540. Y veremos a soldados españoles vecinos de musulmanes, entre la desconfianza y la cooperación forzosa, en los diversos presidios norteafricanos.
Al mismo tiempo, las batallas de mar y tierra contra turcos y corsarios berberiscos, van a ser libradas sin cuartel, como ejemplifican los desastres de Castelnuovo en 1539, o los Gelves en 1560, con la aniquilación de prácticamente todos los defensores cristianos.
En contrapartida, las tropas del Cristianísimo rey de Francia, van a ver como su señor va a establecer una estrecha e ignominiosa alianza con el sultán, para escarnio de sus adherentes:
Este dia, jueves tarde, entraron en Asti Cola del Maletia y Juan Antonio Espadaro, napolitanos, que eran capitanes del rey de Francia; y el dia siguiente, viernes de mañana, vino á Asti Lorenzo de Placencia, capitán del rey de Francia : todos tres con ss banderas y gente, que serian fasta mil hombres, de nación italiana, los cuales fueron bien rescibidos por el Marqués. Estos se pasaron diciendo que no querían servir al rey de Francia, porque tenía liga con el turco para destruicion de la cristiandad.
Es muy probable que el participar en una guerra, que se consideraba, no tan solo justa, sino santa, infundiese no tan solo ánimo, sino la certeza de que valía la pena morir haciendo una última defensa, si bien, esto podía deberse a que el enemigo turco, como había demostrado sobradamente, no era muy dado a dar cuartel:
3.2 Otras reglas de combate
Si en la guerra en los Países Bajos a los presos del bando protestante no se les permitía rescatarse, esto es, pagar una cierta cantidad por su liberación, era por su consideración de rebeldes, y no por la de calvinistas.
3.3 Renegados
soldados de Oran pues comeys pan de cebada, venios a nosotros si no quereys morir mala muerte
Torre de las calaveras en los Gelves [Burj al-Rus de Djerba], Imagen tomada de la excelente página El reto histórico. La torre se construyó con las cabezas de los soldados españoles tomados en los Gelves en 1560. No fue demolida hasta 1848, por lo que los dibujos de la misma son una buena fuente. |
Apéndice
Juicio de Dios. El saco de Roma en 1527
No ha quedado. Señor, iglesia ni monasterio de frailes ni de monjas que no haya sido saqueado, y muchos clérigos, frailes y monjas atormentados porque descubriesen el dinero y ropa que estuviese recogido en sus casas, y por las calles dando alaridos las monjas, llevándolas presas y maltratadas, que bastaba para quebrantar corazones de hierro.
La iglesia de Sanct Pedro toda saqueada, y la plata donde estaban las reliquias santas tomada, y las reliquias por el suelo, sin poderse conoszer, y en esta iglesia de San Pedro muchos hombres muertos, y dentro de la misma capilla, junto al altar de Sanct Pedro i todo, corriendo sangre, y muchos caballos muertos también dentro della.
Tratado de las campañas y otros acontecimientos de los ejércitos del emperador Carlos V
todo lo que ha acaecido ha sido por manifiesto juicio de Dios, para castigar aquella ciudad, donde con grande ignominia de la religión cristiana reinaban todos los vicios que la malicia de los hombres podía inventar; y con aquel castigo despertar el pueblo cristiano, para que, remediados los males que padece, abramos los ojos y vivamos como cristianos, pues tanto nos preciamos de este nombre
Diálogo en que particularmente se tratan las cosas acaecidas en Roma el año de 1527, a gloria de Dios y bien universal de la República Cristiana, Alonso de Valdés
Creyese firmemente o no Valdés, pensador erasmista, que el saco de Roma por las tropas imperiales en 1527 había sido verdadero juicio de Dios, o simplemente, aprovechase su elocuente prosa para realizar un pliego de descargo en favor de su señor Carlos, el saqueo de la sede apostólica fue un acto en que se conjugaron las dos formas de violencia arquetípica de los soldados de la época: el arrojo y bravura en el asalto, la orgía de saqueos, violaciones, torturas y asesinatos durante el saco.
Más allá de las violaciones, robos, homicidios, secuestros, extorsiones, y tormentos a los que sometieron a la población, en especial, a la más pudiente, los soldados. y no solo los protestantes alemanes, se dedicaron a la extorsión a miembros de la iglesia, pero no parece que los españoles participasen en la vejación, befa o escarnio de instrumentos litúrgicos o de los sacramentos de la Iglesia, así como de las reliquias e imágenes, cosa que sí que hicieron los lansquenetes, por ejemplo, asesinando a un sacerdote por no querer dar los sacramentos a un asno, emborrachándose bebiendo el vino de misa de los cálices, vistiéndose ellos y sus compañeras con ropas de obispos o arrojando reliquias de cabezas de santos por el suelo.
De hecho, se dio el caso de que la iglesia de San Juan de Letrán fue defendida por un grupo de soldados catalanes. Ese respeto por los santos lugares no fue tampoco universal, pues hay constancia de la presencia de prostitutas españolas alojadas en una iglesia, al tiempo que la misma se usaba de establo para los caballos, y tampoco fue llevado por todos al extremo de jugarse la vida, así como de perder la oportunidad del saqueo, por hallarse defendiendo un edificio sacralizado, pero parece que la actitud fue algo diferente de la de los lansquenetes.
No obstante, el juicio de la mayoría de contemporáneos fue idéntico para todos ellos, por lo menos, en lo que respecta a los saqueos y tratos crueles sobre los prelados y otros habitantes de Roma, asegurando que españoles y lansquenetes han hecho cosas en Roma que no haría el turco, estando entre las víctimas, también personas de nación española:
Tutti li soldati inimici che si sono ritrovati al sacho di Roma, così lanzchenech, così spagnoli come italiani, nè più un de 1' altro, nè meglio, nè peggio, nè meno hanno sachegiato a un modo, talmente che non si può incolpare più Pun che l'altro di loro
Carta de Bartolamio, familiar de Clemente VII, Roma, 17 de junio [I Diarii, Sanudo, XLV, c418]
Tutti li Spagnoli et Tedeschi, tanto prelati come ufficiali et cortisiani, che abttavono in Roma sono stati saccheggiati et fatti prigioni dalli suoi Spagnoli medesimi, et trattati più crudelmente che li altri
Carta del cardenal de Como, Civitavecchia, 24 de mayo de 1527
Los "pérfidos" lansquenetes, que rompieron pinturas y esculturas religiosas, quemaron y arcabucearon crucifijos, y tiraron por tierra reliquias de santos, llegaron a ser recriminados por los españoles, cansados de tan ignominiosa idolatría:
Onde gli Spagnoli veduto spesso ai perfidi Tedeschi , cosí sprezzando le chiese, trattare le santissime immagini e reliquie; sapendogliene male, con villane parole sgridandoli, mancò poco che per questo conto non vennero allo mani insieme.
Biblioteca Maglabechiana, cod 167, citado por Carlo Milanesi en Il sacco di Roma del MDXXVII; narrazioni di contemporanei.
Aunque Alonso de Valdés apunta a lo contrario:
¿Andaban las reliquias en espuertas en casa de Juan de Urbina? Las ánimas de los sanctos no sienten el mal tratamiento que se haze á sus cuerpos, y además con las reliquias se hazen engaños para sacar dinero de los simples, y se perderla muy poco en que no las hubiese
Diálogo en que particularmente se tratan las cosas acaecidas en Roma el año de 1527, a gloria de Dios y bien universal de la República Cristiana, Alonso de Valdés
En todo caso, estos posibles conflictos entre naciones derivados de la furia iconoclasta alemana opuesta a la tradicional devoción española por las imágenes y reliquias, quedó solventada en unos días, al repartirse Roma en cuarteles, y explotar cada nación su zona de acuerdo a sus convicciones.
No obstante, aunque se respetase bastante la iconografía católica y los restos de los santos, no se respetaba tanto a los príncipes de la iglesia. Cristoforo Marcello, arzobispo de Corfú residiendo en Roma, fue preso por un tal 'Diego Maeda', hombre de armas de la compañía del capitán Alarcón, obteniendo por él un rescate de 6000 ducados largos.
Así, por lo que parece, los españoles. o al menos, la mayoría de ellos, serían capaces de secuestrar a abades, obispos y cardenales - por no hablar de los abusos, torturas, violaciones y asesinatos sufridas por el resto de la población civil - para obtener rescate por ellos, pero no se atreverían a destrozar gratuitamente las iglesias, ni hacer befa ni escarnio de las reliquias ni de las imágenes sagradas, llegando incluso algunos pocos - esos catalanes que defendieron Letrán - a ausentarse del saco para defender una iglesia.
Notas
Como viene siendo habitual, iré haciendo enmiendas y adiciones; siempre quedan cosas en el tintero, pero vamos a dar luz a la imprenta.
[1] De misa diaria solo conozco referencias de personas de clase alta, si bien Bobadilla, en sus recomendaciones, apuntaba que la mayoría de los soldados iría a los servicios religiosos diariamente, si se celebrasen.
El caso más notorio sería el de Carlos V.
No se puede negar que, amén de la sincera fe que profesaba y de todos los problemas de conciencia asociados al ejercicio de sus responsabilidades, el hecho de disponer de una nómina de varios capellanes, ser dueño de su tiempo, y tener la necesidad social de presentarse como ejemplo y modelo de virtudes a seguir, en una época en que a los reyes se les veía en parte responsables de las desgracias que sobre el reino, como castigo divino, podían acaecer, sin duda contribuiría a esta practica tan piadosa.
El común de la gente parece que era más de misa ordinaria y vísperas los domingos.
[2] No es objeto de este artículo hablar de la corrupción moral que reinaba en la iglesia católica, pero baste el ejemplo para ver que si el hábito no hace al monje; la mera condición de católico. o incluso de padre de la iglesia, no lo hace a uno moralmente recto.
[2b] Sin pretender abrir un debate, había muchos instrumentos de control de las ideas religiosas de la población, pero por otra parte, también había personas que abrazaban todo el sistema de creencias católico sin demasiadas cortapisas.
[3] Sobre este aspecto véanse las biografías de Carlos y Felipe hechas por el profesor Geoffrey Parker. En el caso de Felipe II, parece que ese modo de pensar afectó negativamente a sus planes militares, llegando a pensar que la Armada contra Inglaterra no podía fracasar, al ser una obra en servicio de Dios.
[4] Los españoles fueron, de media, una octava parte de los integrantes del ejército de Flandes en el periodo estudiado por el profesor Parker, y en pocas ocasiones llegaron a suponer más de la quinta parte de las tropas. Por lo tanto, la lealtad del resto de tropas debía ser, y fue, con algunas excepciones, generalizada.
[5] Juan Díaz era un teólogo español que se había trasladado a Estrasburgo para impregnarse con las doctrinas de Bucero. Participando como delegado de esa ciudad en la Dieta imperial de 1545, su presencia generó un gran revuelo entre la corte imperial, especialmente, entre los españoles.
La noticia llegó a su hermano gemelo en Roma, el doctor Alonso Díaz, clérigo de primera tonsura, abogado en la Sacra Rota, que acudió a Alemania con un criado suyo, Juan Prieto, también tonsurado, que había sido soldado. Las fuentes protestantes aseguran que había sido verdugo.
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