Blasfemos o piadosos, saqueadores de iglesias o defensores de reliquias, santos varones que acabaron sus días en el seno de la Iglesia o renegados que lo traicionaron todo - religión, patria y camaradas - los hombres que practicaron el honrado oficio de las armas no eran una masa uniforme de personas movidas todas por un ideal común, ni tampoco un rebaño de hipócritas borregos, que, en el momento en que se veían liberados del perro pastor, dejaban ver los lobos que se escondían tras las pieles de los corderos: había soldados con fuertes convicciones religiosas, y otros poco practicantes.
Entonces, a pesar de estar imbuida la sociedad de un importante sentimiento religioso, había diversas actitudes hacia la religión y varias formas de práctica religiosa: personas de misa diaria [0], y personas descuidadas de la práctica religiosa que solo acudían a Dios - si es que llegaban a hacerlo - en momentos de tribulación, pensando en la muerte el día de batalla.
También en la propia iglesia vemos casos extremos: San Ignacio de Loyola, hombre de vida ejemplar que participó en la defensa de Pamplona en 1521, fue ordenado sacerdote en 1537, cuando quien ocupaba el trono de San Pedro era Paulo III, nacido Alejandro Farnesio, hombre que no hizo un cumplimiento estricto del voto del celibato, pues hubo tres hijos, uno de los cuales, Pedro Luis, fue gonfalionero y capitán general de la Iglesia, como lo había sido César Borgia, hijo de Alejandro VI, treinta años antes [2].
Todos los católicos recibían, al menos, varios de los sacramentos: el bautismo, la eucaristía, la comunión - que debía realizarse, al menos, una vez al año, por la Pascua de Resurrección - el de la penitencia tras la confesión, y la extrema unción. Luego, podían casarse en la iglesia, o vivir amancebados.
Cualquiera que fuera la práctica religiosa y el sentir interno de estos soldados, la religión ocupaba una parte central en la vida de todos ellos, bien por verdadera devoción, bien por ser un sistema de creencias y prácticas socialmente aceptado y más o menos impuesto [2b].
El soldado vasco Machicao, que nos explica este chiste, donde un soldado haría revesar -vomitar- al confesor si este le acabase de oír en confesión, es un soldado viejo por mis pecados de 55 años, que lleva sueldo del rey desde 1520 cuando pasó a Italia para la guerra, ha tenido una larga y exitosa carrera, siempre la muerte tragada y el infierno al ojo.
El soldado, que va a lomos de un cuartago, se encuentra con fray Fulgencio en el camino de Barcelona a Montserrat. Fulgencio, que se dirige a Valencia a lomos de una mula chica, va camino de Montserrat por evitarse los peligros de la costa, pues está plagada de corsarios, y agradece la compañía del soldado, que le podrá proteger frente a salteadores.
Machicao, cansado ya de la guerra, y además, manco del brazo izquierdo, va de Barcelona a Valladolid, donde se halla la corte, para ciertos negocios y dispuesto a vivir de rentas, pues el emperador se las otorgó graciosamente para poder comer, y poder cenar, después de todos esos años de guerra en Italia, Francia, Berbería, Alemania y Hungría. El soldado aprovechará para pasar por Montserrat para encomendarse a Nuestra Señora.
Por el camino, a través de enseñanzas morales presentadas como una amena conversa, el reverendo padre persuadirá al soldado, entre otras cosas, de que Montserrat es un buen lugar para que le oigan en confesión, y que no ha de aguardar hasta el final de su camino para gozar de ese sacramento.
Vemos así, en esta obra moralizante, al soldado de mediados del XVI caracterizado como un gran pecador, que no obstante, puede hallar siempre el perdón y la salvación por medio de la confesión y de la penitencia.
Si un soldado se podía salvar, se podía salvar cualquiera; sólo hacían falta buenos confesores.
Un soldado español que en el año de 1585 mantenía relaciones con una dama libertina de Amberes, confesó su pecado y obtuvo su penitencia: oír una misa descalzo con una vela encendida en la mano, sin capa, espada ni sombrero. Acudiendo a la misa de tal guisa, y haciendo la penitencia en presencia de los asistentes, añadía a la culpa el escarnio público que suponía.
El amancebarse era un pecado tan corriente, que por mucho que se dictasen normas contra ello, pocas veces se les prestaba atención. Los soldados convivían con sus amigas, y hasta tenían hijos con ellas fuera del matrimonio. Además, estaban las prostitutas, que podían - según la legislación - ser cuatro u ocho por compañía, pero que en la práctica, eran tantas como se podían ganar la vida.
Aunque no he hallado noticia de ello, lo más probable es que el soldado acudiera a su capellán con la fórmula consabida: "He ofendido a Dios con mujer pública tantas veces" y el resabiado capellán, le impusiera la penitencia correspondiente sin que tan siquiera se le pasase por la cabeza que el propósito de enmienda fuera posible.
En todo caso, el sexo ilícito, fuera del matrimonio, por escandaloso que fuera, era algo bastante común. Veamos ahora pecados propios de la soldadesca.
En los manuales de confesores se establecía que el confesor debía averiguar el estado y oficio del pecador que venía a confesarse, y que la confesión debía realizarse en función de ello. Por ejemplo, en el caso de los capitanes, se veía como pecado el permitir los abusos cometidos por sus soldados.
Los soldados, en general, podían cometer faltas varias durante el ejercicio de sus funciones, contravenir los mandamientos, y no por ello cometer ningún pecado:
Además, los clérigos podían exhortar a los soldados a matar a los enemigos en guerra justa.
Por contra, acciones que podríamos entender, serían ocupación de la legislación militar, también se regulaban en el plano religioso:
Vemos que Martín de Eguiluz apunta antes los defectos de los capellanes, especialmente, si estos eran frailes huidos de conventos, antes que resumir las virtudes de los mismos. Además, apuntaba a que era el capitán, quien, al fin y al cabo, los escogía - pues tenía potestad para nombrar la primera plana de su compañía - como responsable.
La asistencia religiosa en Flandes quedaba ordenada con la existencia de un vicario general en el ejército, que además, se encargaba del hospital de Malinas. En cada tercio debería haber un capellán mayor y dos capellanes ordinarios. Además, en cada compañía un capellán, pero sabemos que las plazas no se cubrían, y en muchas ocasiones eran plazas muertas que iban a parar a manos de los capitanes.
Francisco de Bobadilla apuntaba en 1585, que en sesenta banderas de infantería española había diez capellanes - cuatro clérigos y seis frailes - y que él, al conducir a 2195 hombres desde Lombardía en 15 compañías, fue con diez - entre ellos, frailes dominicos, agustinos y franciscanos - y proponía que hubiese, al menos, un clérigo por cada dos compañías.
El maestre de campo don Francisco de Bobadilla a García de Loaysa, confesor del rey, 9 de julio de 1586
De estos capellanes sí que podía esperarse que acudiesen a las trincheras a confesar, como así hacían, que estuvieran con los soldados en el combate, para dar asistencia religiosa a los moribundos, o que incluso se pusieran al frente de las tropas para infundir ánimo a los suyos.
Los capellanes que sí acudían a campaña, tenían dificultades para dar la misa. Puesto que la eucaristía debía realizarse en lugar sagrado, y con excepciones, fuera de estos, pero al menos, en un lugar digno, muchos capellanes obviaban realizar la misa por no disponer de edificios adecuados, o al menos, de tiendas donde hacer el servicio religioso. Es probable que el hecho de que los protestantes celebrasen sus servicios religiosos al aire libre, generase cierta repugnancia a tener que hacer lo propio.
Estos capellanes, además de asistir a la tropa en los asuntos divinos, también se ocupaban de redactar testamentos. En muchas ocasiones, ponían como condición ser beneficiarios.
Comentario de la Guerra de Alemania hecha por Carlos V, máximo emperador romano, rey de España, en el año de 1546 y 1547, Luis Ávila y Zúñiga
Lo que era fundamental para la iglesia católica, el uso de imágenes, tanto como para explicar las vidas ejemplares como las enseñanzas de Cristo, que derivaba en adoración y reverencia, para los protestantes era pura idolatría.
Aunque Lutero fue capaz, a partir de 1522, reorientar la iconoclastia en mera indiferencia, prescribiendo que simplemente, no se usasen imágenes en las iglesias, otras ramas del protestantismo, en especial calvinistas y anabaptistas, siguieron empeñados, no solo en retirar las imágenes, sino en destruirlas.
Esta apreciación de la diversidad de ramas, por cierto, la podemos ver en dos soldados del XVI, bajo diferentes reinados, y en diferentes territorios.
Respecto al caso referido [7] en la cita que abre este apartado, Diego Núñez Alba refiere:
Y alçando los ojos a la salida de Milburg a vna ymagen de vn crucifixo, que antes que los del lugar fuessen Lutheranos, delante de el en el camino auian puesto, violo passado de dos arcabuzaços: que como en el campo del duque Juan Federico vuiesse hereges {como te tengo dicho) de diuersas sectas, algunos que tienen no auerse de tener respeto a las ymagenes, se los auian tirado.
Diálogos de la vida del soldado de Diego Núñez Alba.
Alonso Vázquez se dedica por extenso en su primera parte de Los Sucesos de Flandes y Francia en tiempos de Alexandro Farnese a describir la diversidad de sectas protestantes que hay en los Países Bajos, descripción que nada entre la censura y la mera curiosidad.
Evidentemente, no se podía esperar del soldado común que reflexionara o debatiera sobre asuntos doctrinales como si fueran teólogos, pero es evidente, que en contraposición a la religión católica, y en especial, a la manera en que se practicaba en España, los soldados españoles que veían como los iconoclastas destruían y mancillaban imágenes, no podían pesar otra cosa si no que estas personas no podían adorar a su mismo Dios.
Ciertamente, a estos soldados, practicantes de una fe sencilla, no era muy difícil de convencerles de que se enfrentaban, más que a gente errada, a verdaderos diablos.
La actitud hostil de los soldados españoles no se circunscribía al ámbito de la iconoclastia, de la lucha contra los "romperdores de imagenes", también el incumplimiento de preceptos ordinarios en el catolicismo, pero denostados en el protestantismo, generaba rechazo en ellos:
Estando preso en Oudenaarde, Felipe Landgrave de Hesse, coincidiendo con la llega del príncipe Felipe a Bruselas, el capitán de la guardia, Juan de Guevara, impidió que el preso comiera carne un viernes, a pesar de que se excusaba en motivos de salud para tal falta:
Estaua en Andenarda, y metiendole de comer carne en día vedado echo el capitan de la guarda los platos por el suelo / el dezia que estaua doliente
Noticias de varios sucesos acaecidos, desde el año de 1521 hasta el 1558 con varias cartas, por Florián de Ocampo
2.2 Tibios católicos
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Ajusticiamiento del conde de Egmont. Los soldados españoles asistieron al hecho, algunos, sintieron piedad por la muerte del viejo camarada de armas. Según el profesor Raymond Fagel, fue Julián Romero, amigo del conde, quién accedió a desatarle las manos. |
[...] del impedir los rebeldes al momento que entravan en las villas y aldeas el exercicio de nuestra santa fe católica, apostólica, romana se puede colegir si era la causa de la rebelión (como algunos se avían dado a entender) los excesos de la gente de guerra española (cuando huviesse algunos) de que no podían tener culpa las iglesias, imágenes, cuerpos de santos, clérigos y religiosos, siendo naturales de la misma tierra y a quien los rebeldes perseguían con tanto furor y sangre, ni assimismo la justicia que el Duque deAlva avía hecho de las cabeças de la primera conjuración, predicantes y ministros de las heregías y rompedores de imágenes, que fueron las personas que se executaron
Comentarios de don Bernardino de Mendoça, de lo sucedido en las guerras de los Payses baxos, desde el ano de. 1567. hasta el de. 1577
[En España] tan pronto como aparece la más pequeña señal de esta nueva doctrina —así llaman al evangelio de Jesucristo—, inmediatamente son castigados los autores, de modo que antes que la cosa se encienda ya está apagada),
Memorias. Historia del estado de los paises, bajos, y el estado de la religión de España. Francisco de Enzinas
El conde de Egmont, que fue, como indica Mendoza, "cabeça de la primera conjuración" fue ajusticiado y, por ende, metido en el mismo saco que los "rompedores de imágenes". Eso, aunque Lamoral d'Egmont hubiera sido toda su vida un buen católico, un leal servidor, y un fiel vasallo, hasta que sus devaneos contrarios a la política del rey le llevaron al cadalso.
Hasta que punto esta asociación entre rebeldía y calvinismo influyó en la imagen que los soldados españoles tuvieron de los habitantes de los Países Bajos, es difícil de asegurar. En todo caso, los católicos de las provincias leales acabaron hartos de la soldadesca española y de la guerra, cosa que provocó el edicto de 1578 con la consabida expulsión de las tropas españolas.
Cuanto menos, la consideración que se tenía de estos habitantes católicos era la de practicar su fe con tibieza, mezclando, también, catolicismo y militancia política.
La prolongada estancia de los soldados en los Países Bajos, y, sobre todo, la estabilización de las fronteras entre las provincias rebeldes y las leales, hizo cambiar en buena parte esa consideración. Aunque los soldados pudieran reconocer provincias donde "está más arraigada la religión cristiana que en las demás", por el simple hecho de que usasen rosarios, era muy difícil que los soldados censurasen a las devotas que de rodillas velaban la víspera del Corpus Christi al Santo Sacramento en la iglesia de Sant Gul, o que asumieran que los valones y flamencos que combatían a su lado contra los herejes, así como las mujeres con las que contraían matrimonio, no fueran tan católicos como ellos mismos.
Al fin, pasadas un par de décadas, los españoles podrían llamar a los Países Bajos, como indica Carlos Coloma, su casa.
2.3 Un ejército cristiano para un rey católico
Aunque Carlos I de España y V de Alemania, creyera, al igual que su hijo Felipe - como por otra parte, tantos otros monarcas de su época - haber sido escogido por la providencia para defender la cristiandad frente a todas sus amenazas [3], se vio, en no pocas ocasiones, forzado por las circunstancias a reclutar tropas protestantes, y a aliarse también con príncipes luteranos o musulmanes.
En la década de 1520, uno de los principales empresarios de guerra de los que se servía Carlos era George Frundsberg, público y notorio luterano, que aportaba lansquenetes, la mayoría, protestantes de la nueva religión, a los ejércitos imperiales.
Túnez se conquistó en 1535 para entregarlo al rey de Túnez, reservándose la corona española la llave de la ciudad, La Goleta. En 1540, de nuevo, un ejército del rey de España se lanzaba a tomar plazas de manos de los turcos para ser devueltas al rey tunecino.
En 1546-1547, el ejército imperial lograba imponerse a los príncipes luteranos coaligados en la Liga de Esmalcalda; entre sus filas, eso sí, había al menos otros dos importantes príncipes protestantes: Mauricio de Sajonia y Alberto de Brandemburgo, que contribuyeron con importantes contingentes de caballería.
Más allá de los problemas de conciencia que todas estas "alianzas" generasen al monarca, había temas de índole práctica que afectaban al normal funcionamiento del ejército. Por ejemplo, durante la guerra en Alemania [1546-1547] existió una desconfianza patente entre los mandos del ejército: los capitanes españoles e italianos no se fiaban de los alemanes, básicamente, por motivos de religión.
Aunque las levas se procurasen hacer en tierras alemanas católicas, bien en tierras patrimonio de los Habsburgo - Tirol, Silesia, Austria . bien en tierras de aliados - Baviera, Suabia, Trentino - la reforma había penetrado tanto, que en el segundo cuarto del XVI había reformados en toda Alemania.
Felipe II va a primar la leva de católicos del Tirol y de Baviera, estando estos territorios tras la paz de Augsburgo, más homogeneizados respecto a la religión, durante sus guerras en Flandes, Italia o Berbería.
Este deseo de servirse con tropas católicas va a verse también en relación a otras naciones: los irlandeses van a ser valorados por esta razón, así como los católicos ingleses y escoceses que encontraban en el servicio al rey de España una oportunidad para ganarse la vida en el exilio, a la par que una oportunidad para resarcirse contra sus paisanos anglicanos. También las escasas levas de soldados suizos se realizaron en cantones católicos, como los de Uri, Unterwalden y Zug, que proporcionaron una leva de 4000 hombres en 1574.
Durante el reinado de este monarca, esta vez en los Países Bajos, se percibió el peligro de la amenaza protestante para la cohesión del ejército católico. Aunque la mayoría de la población de las provincias leales continuó profesando la vieja religión, la sensación de muchos españoles era la de estar rodeados por discípulos de Calvino encubiertos prestos a la rebelión y a la traición, a los cuales frenaba únicamente la presencia de las tropas españolas mandadas con puño de hierro por el duque de Alba.
La sensación de estar prácticamente solos en aquella batalla por su rey y por la Cristiandad - aunque no fuese real [4] - logró aumentar es esprit de corps y de camaradería entre los españoles durante los primeros años de conflicto.
Ciertamente, la rivalidad, e incluso la animadversión hacia otras naciones, como los italianos, era algo recurrente, pero frente a los alemanes - altos o bajos, de Alemania o de los Países Bajos - esta se exacerbó, probablemente, debido al tema religioso, unido a la barrera idiomática; con los italianos, más mal que bien, se podía uno entender con facilidad.
Cuando se producía un evento profanatorio, se atribuía a los alemanes. Hallándose en septiembre de 1544 el ejército imperial sobre Francia, dos alemanes que robaron en una Abadía próxima un vaso sagrado, fueron, incontinenti, ahorcados a la puerta de la Abadía. Evidentemente, el caso es real, pero cuando el mismo ejército se hallaba cerca de la abadía de Chateau Tierry, Carlos V ordenó a Fernando Gonzaga, capitán general del ejército, que le pusiera guardia a un monasterio de monjes de San Bernardo para que los alemanes no lo quemasen. Este comportamiento, pirómano y sacrílego, no era esperable de los españoles.
Quizá podrían robar en una iglesia, o incluso tener trato carnal - consentido o forzado - con alguna religiosa, pero la furia iconoclasta era contraria a la tradición católica española.
Aunque la presencia de elementos luteranos y calvinistas en el ejército era algo habitual, incluso con la presencia de sus propios pastores, no fue hasta el reinado de Felipe II, con la continuidad de la guerra en Flandes, cuando el temor de que las ideas reformadas penetrasen entre la soldadesca, que se proveyó de una verdadera asistencia religiosa a los soldados, tal y como la conoceríamos más tarde, con la figura del
capellán.
Esto no quiere decir que antes no hubiese capellanes; lo que sucedía es que rara vez la plaza de un capellán por cada compañía quedaba cubierta, y toda la asistencia religiosa de un tercio se hacía con un par de ellos.
La permanencia de los soldados en los Países Bajos, donde podían aprender el idioma local, casarse y relacionarse con nativos por tiempo largo, hizo temer a los consejeros de Felipe II que las ideas de la reforma podía contaminar a los soldados españoles, de no disponer de unos capellanes preparados, que con celo, vigilasen la ortodoxia religiosa de la soldadesca:
Enviar la gente de guerra sin predicadores ni confesores es de grande inconviniente , porque no confesando ni oyendo sermones católicos, se hacen demonios, y luteranos y calvinistas,
Advertimientos de Fray Lorenzo de Villavicencio para la restauración de la religión católica en los Estados de Flándes
Estos capellanes, claro, habían de ser españoles, para poder ofrecer servicios religiosos en dicho idioma.
Un ejemplo de las ideas que los soldados católicos - aunque en este caso, italianos - podrían tener frente a la religión reformada, aunque expresada no en palabras, sino en acción, la podemos ver en el caso de la muerte del
maestro Juan Díaz [5].
El heresiarca español, que fue captado en Roma por
Francisco de Enzinas, fue asesinado en Alemania por su hermano, el doctor Alonso Díaz, asistido por un criado.
Estando los asesinos retenidos en el castillo de Kufstain, y no permitiendo el castellano que dos gentileshombres de la casa Farnese les visitasen, los soldados del ejército papal, aliado del Emperador en su lucha contra los coaligados de Esmalcalda, prendieron fuego a una calle de la villa.
El fratricida, para los luteranos un segundo Caín, era, sin embargo, para los católicos, una persona ejemplar [6].
3. Paladines de la fe. La lucha contra los infieles
3.1 Una cierta idea de Cruzada
Como los trescientos soldados hubieron ido al caballero, don Alvaro, en medio de todos, con un Crucifijo en las manos, les dijo estas palabras:
«Amigos y compañeros mios, hoy creo es el dia de nosotros tan deseado, porque según se ven juntarse de todas partes los enemigos con escalas (lo que en los otros asaltos pasados no han hecho} hoy nos quieren dar el asalto general. Todos estemos con los ánimos enteros y esforzados, que nuestro Redentor y Señor Jesucristo, cuya imagen es esta que aquí veis, será hoy servido de mostrar á estos enemigos de su santa fe la fuerza de su mano, con cuyo favor habremos de ellos victoria, y mostraremos al mundo que cuando Dios nuestro Señor es con nosotros los pocos somos superiores á los muchos; y sed ciertos que los que aquí de nosotros murieren irán á gozar la eterna bienaventuranza, y los que quedaren vivos habrán una gloriosa victona, habida con tantos trabajos y calamidades, que después de ellos será honra inmortal para sus descendientes.»
Historia de la presa de los gelves en África, y valerosísima defensa, que hizo de su fortaleza D. Alvaro de Sande hasta su pérdida, por Diego del Castillo
Aunque es Italia la cuna de los tercios, y el territorio en que más acciones vivieron, por lo menos, en el siglo XVI, la lucha contra los musulmanes en el escenario Mediterráneo- fueran corsarios berberiscos, reyezuelos norteafricanos o turcos - es fundamental para su historia. También la lucha en la defensa de las fronteras del imperio, en Austria o Hungría frente al avance turco en tiempos de Carlos V, es un episodio importante.
¿Cómo vivían los soldados en el plano religioso aquella lucha?
Por un lado, acabada la Reconquista a finales del siglo XV, desde diversos estamentos - la Iglesia, la corona - se pretendía mantener el espíritu de cruzada, que se puede ver en obras emprendidas en vida de Isabel la Católica o bajo la regencia de Cisneros: la jornada de Mazalquivir [1505], la toma de Orán [1509], la jornada de Trípoli [1511], entre otras, eran parte de, más que un plan, de una idea: la idea de que España tenía el deber para con Dios de expulsar a los musulmanes del norte de África. Tarea bastante ardua, por cierto.
Aunque Carlos no olvidó esa idea, de hecho, su reinado, militarmente hablando no comenzó en Italia, sino en África - véase la jornada de los Gelves a cargo de Hugo de Moncada en 1520 - la pugna con la corona francesa por el dominio de la península itálica centró sus esfuerzos en política exterior.
En todo caso, la irrupción de los turcos en el Mediterráneo occidental, va a cambiar esa noción de cruzada: va a quedar más patente que nunca que había infieles mansos, con los que se podía comerciar, vivir en paz e incluso trabar alianzas, e infieles de pelea, con los que no quedaba otro remedio que establecer una lucha sin cuartel, aligerada algún año por alguna tregua temporal.
Tantos los turcos como sus dependientes reyezuelos moros y corsarios berberiscos, se van a convertir en específicos enemigos de los españoles. Más que una amalgama de infieles en los que cabe cualquier musulmán, específicamente éstos, que tanto daño hacían en los reinos y vasallos de Su Majestad, van a ser el objeto de las luchas.
En esta última escaramuza se tomaron algunos moros cautivos; y traído uno dellos ante el Emperador, que por una lengua tuvieron intérprete, Su Majestad le mandó decir por qué los moros le hacian guerra; el moro respondió que lo hacian porque Barbaroja y los turcos que con él estaban se la mandaban hacer por fuerza. El Emperador mandó decir al moro que dijese á los otros moros que no le hiciesen guerra porque él no venía á guerrear con los moros, sino con Barbarroja y sus turcos y genízaros. Ansí mandó dar libertad al moro y que se fuese en Túnez
Tratado de las campañas y otros acontecimientos de los ejércitos del emperador Carlos V, v2. Cerezeda.
Así pues, veremos a los españoles conquistar Túnez para entregárselo al rey Muley Hasan, reservándose la corona la llave de la bahía con la fortaleza de la Goleta y prestando vasallaje el rey tunecino al rey de España. Veremos a los veteranos del tercio de Sicilia luchando en el mismo ejército junto a las tropas de dicho rey contra el ejército de Sidi Arfa en la jornada del Caruan en 1540. Y veremos a soldados españoles vecinos de musulmanes, entre la desconfianza y la cooperación forzosa, en los diversos presidios norteafricanos.
Al mismo tiempo, las batallas de mar y tierra contra turcos y corsarios berberiscos, van a ser libradas sin cuartel, como ejemplifican los desastres de Castelnuovo en 1539, o los Gelves en 1560, con la aniquilación de prácticamente todos los defensores cristianos.
En contrapartida, las tropas del Cristianísimo rey de Francia, van a ver como su señor va a establecer una estrecha e ignominiosa alianza con el sultán, para escarnio de sus adherentes:
Este dia, jueves tarde, entraron en Asti Cola del Maletia y Juan Antonio Espadaro, napolitanos, que eran capitanes del rey de Francia; y el dia siguiente, viernes de mañana, vino á Asti Lorenzo de Placencia, capitán del rey de Francia : todos tres con ss banderas y gente, que serian fasta mil hombres, de nación italiana, los cuales fueron bien rescibidos por el Marqués. Estos se pasaron diciendo que no querían servir al rey de Francia, porque tenía liga con el turco para destruicion de la cristiandad.
Tratado de las campañas y otros acontecimientos de los ejércitos del emperador Carlos V, v2. Cerezeda.
Es muy probable que el participar en una guerra, que se consideraba, no tan solo justa, sino santa, infundiese no tan solo ánimo, sino la certeza de que valía la pena morir haciendo una última defensa, si bien, esto podía deberse a que el enemigo turco, como había demostrado sobradamente, no era muy dado a dar cuartel:
desconfiados ya del socorro de Oran, juntaronse todos y llamaron a dos frayles que estauan con ellos con vn crucifixo, y puesto el crucifixo en medio cubierto de luto, se abraçaron vnos a otros pidiendose perdón, y juramentaron se todos hincados de rodillas, de que si aquella noche el socorro de Oran no pudiesse entrar, de morir otro dia todos juntos como buenos christianos, y no desmamparar el fuerte hasta no quedar hombre biuo de todos.
Relacion muy verdadera de todo lo que que ha pasado en la venida y cerco que puso el rey de Argel sobre Oran [1563]
3.2 Otras reglas de combate
Si en la guerra en los Países Bajos a los presos del bando protestante no se les permitía rescatarse, esto es, pagar una cierta cantidad por su liberación, era por su consideración de rebeldes, y no por la de calvinistas.
A los musulmanes, en cambio, no les quedaba otra que quedar como cautivos en manos de los particulares que les capturaban, y posteriormente vendidos, o quedar como esclavos propiedad del rey, que normalmente eran condenados a galeras, con la excepción de algunos capitanes y personas de cuenta que podían ser intercambiados por presos cristianos en manos turcas o berberiscas.
Los musulmanes, por su parte, hacían lo propio.
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Caballero español comprando cautiva[s] a un soldado moro, armado con escopeta. No se ve en esta imagen, pero la mujer de la derecha tiene un niño de 7 u 8 años asido a su mano derecha. Detalle del cartón nº10 de la serie la conquista de Túnez, de Jan Cornelisz Vermeyen. |
Los soldados, sin entrar a filosofar en materias de derecho canónico, participaban de las reglas del juego: no tenían escrúpulo alguno en tomar cautivos y cautivas de todas las edades útiles - menos ancianos - y asumían que la suerte de ser echado al remo, o quedar prisionero en Argel o Constantinopla, era algo implícito en su profesión.
Una vez cautivos, los soldados cristianos recibían presiones para renegar de su fe y servir al turco, con grandes ofrecimientos de cargos y beneficios si el cautivo era persona de cuenta.
3.3 Renegados
Venida la noche repartiose la gente como solía para la guarda del castillo, y acaesció que un trompeta que se decía Juan Rodriguez, catalán, hombre mancebo y que era tenido por buena persona, y en tal posesión estaba , venida la noche se salió disimulando por una tronera á vuelta de otros soldados que salían al foso á hacer la guardia , y siendo fuera, se aparto de los compañeros diciendo que iba a hacer aguas , y como fué un poco alejado se pasó á los turcos y pidió que le hiciesen turco , y dióles aviso que asestasen el artillería á la torre que decian de las Cabezas, porque allí estaban dos piezas que guardaban todo el lienzo que batían los turcos, y que cuando quisiesen entrar, de aquel través les haría gran daño , y les dijo cómo las gentes de Bugía estaban turbados y medrosos, y que les acometiesen seriamente.
De cómo venida la noche se salió del castillo por una tronera un trompeta y se fué á los turcos.
A las mujeres que se hallaron allí, se les daba un cuartucho de ración, y á los mozos medio, y á muchos otros no les daban nada; y viéndose morir de sed muchos dellos, se huían al campo de los turcos, que fueron más de 700 personas, entre los cuales se iban también soldados de todas las naciones, y algunos dellos, que eran de confianza, que los ponían á la guardia fuera, en el foso, y también de dentro el fuerte se huyeron algunos dejando la guardia, y hobo otros que se echaban de noche por la muralla y se fueron á los turcos.
Historia de la presa de los gelves en África, y valerosísima defensa, que hizo de su fortaleza D. Alvaro de Sande hasta su pérdida, por Diego del Castillo
y el miercoles santo llegaron los enemigos a dar vista a Oran, y a manera de salva soltaron su escopetería, y algunos renegados començaron a dezir mui alto que le entendian los n[uest]ros:
soldados de Oran pues comeys pan de cebada, venios a nosotros si no quereys morir mala muerte
Relación del sitio de Orán y Mazalquivir en 1563. Apuntes para la historia de Carlos V, Juan Páez de Castro, f538v
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Torre de las calaveras en los Gelves [Burj al-Rus de Djerba], Imagen tomada de la excelente página El reto histórico. La torre se construyó con las cabezas de los soldados españoles tomados en los Gelves en 1560. No fue demolida hasta 1848, por lo que los dibujos de la misma son una buena fuente. |
Renegar suponía romper con todo lo que había sido tu vida con anterioridad: tu familia, tus compañeros de armas, tu patria, tu rey, la sociedad de la que formabas parte, y, claro tu religión.
Los motivos para renegar podían variar: del caso de los Gelves, vemos que fue la desesperación del cerco lo que movió a muchos, racionada el agua, a dejar la plaza asediada por los turcos antes de morir de sed. Es evidente, que, a diferencia del renegado de Bujía, Juan Rodríguez, que sí colaboró activamente con los sitiadores turcos, la mayoría de lo que se pasaron a los turcos en 1560, no tenían verdadera mala intención. De hecho, en la fortaleza fueron recibiendo continuamente mensajes por escrito enrollados a flechas, que les informaban de los movimientos del turco, y hasta un renegado se arriesgaba a llegar a las murallas para informar a los sitiados. Como fuera, huyendo del fuerte, salvaron las vidas, y sus cabezas no fueron a parar a la torre de las calaveras, construida por los turcos como macabra evidencia de su victoria sobre los españoles.
También en 1539, durante el asedio de Castelnuovo, un renegado de Barcelona, de la familia Roig [Rojos, según los testigos ] que estaba en la armada turca que asediaba al tercio de Francisco Sarmiento, fue informando puntualmente a los sitiados, y colaborando con ellos, Acabado el asedio "se huyó del campo del turco después de la pérdida de Castilnovo a Ragusa para venir a su tierra".
Está claro que estos renegados no eran sinceros en su conversión, y que simplemente, se adaptaron a las circunstancias para sobrevivir. Muchos fueron los renegados que durante el siglo XVI jugaron a dos bandas, informando a los cristianos de los movimientos de los turcos, como el renegado de Toledo que llegó a Malta en mayo de 1565 para informar sobre la armada turca. Cabe tener en cuenta, que muchos de estos renegados que pululaban el Mediterráneo, no eran soldados que se hubieran, en edad adulta, pasado al enemigo, sino que, en general, eran muchachos que entre los 10 y los 18 años habían sido capturados en razzias realizadas por corsarios turcos y berberiscos en las poblaciones costeras de España e Italia [8]
Otros, sin embargo, eran lisa y llanamente crueles traidores.
Francisco López de Gómara narra en sus "Guerras de mar del emperador Carlos V" como un oficial fue castigado haciéndole su coronel pelar las barbas. Por ese hecho, que era un castigo de afrenta pública, se pasó a los moros, dio aviso de como sorprender el campo cristiano, y sus antiguos compañeros fueron pasados a cuchillo. Este hecho lo copiaron Mármol y Sandoval:
resentido un alferez de que Vianelo le hubiese pelado las barbas por que al limpiar los pozos no hizo lo que le mandaba , al anochecer se pasó a los moros, que pocos y amedrentados se hallaban juntos en un extremo de la isla. Contándoles el caso y lo fácil que era acabar con los españoles que guardaban los pozos, supo atraerlos tan resueltamente á su propósito de venganza, que cayendo de sorpresa sobre ellos pasada la media noche del dia de San Mateo, á casi todos los mataron incluso el coronel Vianelo
Apéndice
Juicio de Dios. El saco de Roma en 1527
No ha quedado. Señor, iglesia ni monasterio de frailes ni de monjas que no haya sido saqueado, y muchos clérigos, frailes y monjas atormentados porque descubriesen el dinero y ropa que estuviese recogido en sus casas, y por las calles dando alaridos las monjas, llevándolas presas y maltratadas, que bastaba para quebrantar corazones de hierro.
La iglesia de Sanct Pedro toda saqueada, y la plata donde estaban las reliquias santas tomada, y las reliquias por el suelo, sin poderse conoszer, y en esta iglesia de San Pedro muchos hombres muertos, y dentro de la misma capilla, junto al altar de Sanct Pedro i todo, corriendo sangre, y muchos caballos muertos también dentro della.
Francisco de Salazar, Roma, 18 de mayo de 1527.
Allí no se tenía respeto á Dios, ni vergüenza al mundo; robando y sacrilegiando las iglesias y lugares sagrados, saqueando las casas de las cardenales, patriarcas, arzobispos, obispos y á toda la Iglesia; y las casas de los embajadores y cortesanos, ansí los de nuestra nascion como de otras.
Tratado de las campañas y otros acontecimientos de los ejércitos del emperador Carlos V
todo lo que ha acaecido ha sido por manifiesto juicio de Dios, para castigar aquella ciudad, donde con grande ignominia de la religión cristiana reinaban todos los vicios que la malicia de los hombres podía inventar; y con aquel castigo despertar el pueblo cristiano, para que, remediados los males que padece, abramos los ojos y vivamos como cristianos, pues tanto nos preciamos de este nombre
Diálogo en que particularmente se tratan las cosas acaecidas en Roma el año de 1527, a gloria de Dios y bien universal de la República Cristiana, Alonso de Valdés
Creyese firmemente o no Valdés, pensador erasmista, que el saco de Roma por las tropas imperiales en 1527 había sido verdadero juicio de Dios, o simplemente, aprovechase su elocuente prosa para realizar un pliego de descargo en favor de su señor Carlos, el saqueo de la sede apostólica fue un acto en que se conjugaron las dos formas de violencia arquetípica de los soldados de la época: el arrojo y bravura en el asalto, la orgía de saqueos, violaciones, torturas y asesinatos durante el saco.
Más allá de las violaciones, robos, homicidios, secuestros, extorsiones, y tormentos a los que sometieron a la población, en especial, a la más pudiente, los soldados. y no solo los protestantes alemanes, se dedicaron a la extorsión a miembros de la iglesia, pero no parece que los españoles participasen en la vejación, befa o escarnio de instrumentos litúrgicos o de los sacramentos de la Iglesia, así como de las reliquias e imágenes, cosa que sí que hicieron los lansquenetes, por ejemplo, asesinando a un sacerdote por no querer dar los sacramentos a un asno, emborrachándose bebiendo el vino de misa de los cálices, vistiéndose ellos y sus compañeras con ropas de obispos o arrojando reliquias de cabezas de santos por el suelo.
De hecho, se dio el caso de que la iglesia de San Juan de Letrán fue defendida por un grupo de soldados catalanes. Ese respeto por los santos lugares no fue tampoco universal, pues hay constancia de la presencia de prostitutas españolas alojadas en una iglesia, al tiempo que la misma se usaba de establo para los caballos, y tampoco fue llevado por todos al extremo de jugarse la vida, así como de perder la oportunidad del saqueo, por hallarse defendiendo un edificio sacralizado, pero parece que la actitud fue algo diferente de la de los lansquenetes.
No obstante, el juicio de la mayoría de contemporáneos fue idéntico para todos ellos, por lo menos, en lo que respecta a los saqueos y tratos crueles sobre los prelados y otros habitantes de Roma, asegurando que españoles y lansquenetes han hecho cosas en Roma que no haría el turco, estando entre las víctimas, también personas de nación española:
Tutti li soldati inimici che si sono ritrovati al sacho di Roma, così lanzchenech, così spagnoli come italiani, nè più un de 1' altro, nè meglio, nè peggio, nè meno hanno sachegiato a un modo, talmente che non si può incolpare più Pun che l'altro di loro
Carta de Bartolamio, familiar de Clemente VII, Roma, 17 de junio [I Diarii, Sanudo, XLV, c418]
Tutti li Spagnoli et Tedeschi, tanto prelati come ufficiali et cortisiani, che abttavono in Roma sono stati saccheggiati et fatti prigioni dalli suoi Spagnoli medesimi, et trattati più crudelmente che li altri
Carta del cardenal de Como, Civitavecchia, 24 de mayo de 1527
Los "pérfidos" lansquenetes, que rompieron pinturas y esculturas religiosas, quemaron y arcabucearon crucifijos, y tiraron por tierra reliquias de santos, llegaron a ser recriminados por los españoles, cansados de tan ignominiosa idolatría:
Onde gli Spagnoli veduto spesso ai perfidi Tedeschi , cosí sprezzando le chiese, trattare le santissime immagini e reliquie; sapendogliene male, con villane parole sgridandoli, mancò poco che per questo conto non vennero allo mani insieme.
Biblioteca Maglabechiana, cod 167, citado por Carlo Milanesi en Il sacco di Roma del MDXXVII; narrazioni di contemporanei.
Aunque Alonso de Valdés apunta a lo contrario:
¿Andaban las reliquias en espuertas en casa de Juan de Urbina? Las ánimas de los sanctos no sienten el mal tratamiento que se haze á sus cuerpos, y además con las reliquias se hazen engaños para sacar dinero de los simples, y se perderla muy poco en que no las hubiese
Diálogo en que particularmente se tratan las cosas acaecidas en Roma el año de 1527, a gloria de Dios y bien universal de la República Cristiana, Alonso de Valdés
En todo caso, estos posibles conflictos entre naciones derivados de la furia iconoclasta alemana opuesta a la tradicional devoción española por las imágenes y reliquias, quedó solventada en unos días, al repartirse Roma en cuarteles, y explotar cada nación su zona de acuerdo a sus convicciones.
No obstante, aunque se respetase bastante la iconografía católica y los restos de los santos, no se respetaba tanto a los príncipes de la iglesia. Cristoforo Marcello, arzobispo de Corfú residiendo en Roma, fue preso por un tal 'Diego Maeda', hombre de armas de la compañía del capitán Alarcón, obteniendo por él un rescate de 6000 ducados largos.
Así, por lo que parece, los españoles. o al menos, la mayoría de ellos, serían capaces de secuestrar a abades, obispos y cardenales - por no hablar de los abusos, torturas, violaciones y asesinatos sufridas por el resto de la población civil - para obtener rescate por ellos, pero no se atreverían a destrozar gratuitamente las iglesias, ni hacer befa ni escarnio de las reliquias ni de las imágenes sagradas, llegando incluso algunos pocos - esos catalanes que defendieron Letrán - a ausentarse del saco para defender una iglesia.
Notas
Como viene siendo habitual, iré haciendo enmiendas y adiciones; siempre quedan cosas en el tintero, pero vamos a dar luz a la imprenta.
[1] De misa diaria solo conozco referencias de personas de clase alta, si bien Bobadilla, en sus recomendaciones, apuntaba que la mayoría de los soldados iría a los servicios religiosos diariamente, si se celebrasen.
El caso más notorio sería el de Carlos V.
No se puede negar que, amén de la sincera fe que profesaba y de todos los problemas de conciencia asociados al ejercicio de sus responsabilidades, el hecho de disponer de una nómina de varios capellanes, ser dueño de su tiempo, y tener la necesidad social de presentarse como ejemplo y modelo de virtudes a seguir, en una época en que a los reyes se les veía en parte responsables de las desgracias que sobre el reino, como castigo divino, podían acaecer, sin duda contribuiría a esta practica tan piadosa.
El común de la gente parece que era más de misa ordinaria y vísperas los domingos.
[2] No es objeto de este artículo hablar de la corrupción moral que reinaba en la iglesia católica, pero baste el ejemplo para ver que si el hábito no hace al monje; la mera condición de católico. o incluso de padre de la iglesia, no lo hace a uno moralmente recto.
[2b] Sin pretender abrir un debate, había muchos instrumentos de control de las ideas religiosas de la población, pero por otra parte, también había personas que abrazaban todo el sistema de creencias católico sin demasiadas cortapisas.
[3] Sobre este aspecto véanse las biografías de Carlos y Felipe hechas por el profesor Geoffrey Parker. En el caso de Felipe II, parece que ese modo de pensar afectó negativamente a sus planes militares, llegando a pensar que la Armada contra Inglaterra no podía fracasar, al ser una obra en servicio de Dios.
[4] Los españoles fueron, de media, una octava parte de los integrantes del ejército de Flandes en el periodo estudiado por el profesor Parker, y en pocas ocasiones llegaron a suponer más de la quinta parte de las tropas. Por lo tanto, la lealtad del resto de tropas debía ser, y fue, con algunas excepciones, generalizada.
[5] Juan Díaz era un teólogo español que se había trasladado a Estrasburgo para impregnarse con las doctrinas de Bucero. Participando como delegado de esa ciudad en la Dieta imperial de 1545, su presencia generó un gran revuelo entre la corte imperial, especialmente, entre los españoles.
La noticia llegó a su hermano gemelo en Roma, el doctor Alonso Díaz, clérigo de primera tonsura, abogado en la Sacra Rota, que acudió a Alemania con un criado suyo, Juan Prieto, también tonsurado, que había sido soldado. Las fuentes protestantes aseguran que había sido verdugo.
No pudiendo convencer a su hermano Juan de "sus errores", de abandonar la secta luterana, o al menos, de acompañarlo a Roma. el doctor acudió con su criado a darle muerte, un 27 de marzo de 1546, a la ciudad de Neoburgo, tierra del
príncipe palatino Otton Enrique, donde Juan Díaz se hallaba trabajando en la impresión de un libro de Bucero.
La acción la ejecutaron a primera hora de la mañana, recién abiertas las puertas de la ciudad. Sacando a Juan Díaz de la cama con la excusa de una carta mientras Alonso Díaz guardaba la puerta de la casa, el antiguo soldado armado con una segur, mató al teólogo, vestido con una bata y con gorro de dormir, mientras que leía la carta de su hermano. Con un golpe en la caueca con una hacha, de que luego cayó muerto, quedándosele la hacheta gran parte metida en la cabeca. La herida fue mortal, introducida hasta el mango en el lado derecho de la cabeza, zerca de las sienes, deshechos todos los organos de los sentidos en el zerebro.
Los perpetradores huyeron de Neoburgo a las 7 de la mañana a caballo a todo escape por la posta, o sea, alquilando caballos para hacer por etapas el camino hasta Italia, pero fueron apresados, mientras dormían en un pueblo a cuatro millas de Innsbruck, hallándose descansando un par de horas al no haber podido renovar sus monturas con la premura suficiente.
Trasladados a Innsbruck, tierra patrimonio de los Habsburgo para la audiencia, los abogados de los asesinos, dado que éstos eran clérigos, alegaron "la excepzion del clericato" y que debían ser juzgados por tribunales con jurisdicción eclesiástica.
A Innsbruck acudieron dos delegados de Neoburgo, doctores en derecho, para representar a la acusación, llevando consigo el gorro de dormir de la víctima, la segur manchada de sangre y la carta escrita por Alonso Díaz que se había usado para hacer salir de la cama a Juan Díaz.
El Doctor Alonso Díaz escribió cartas a los delegados españoles en el concilio de Trento, así como a la corte del Emperador, al cardenal de Trento y al de Augusta. Todos los requeridos se pusieron a trabajar para favorecer a Alonso Díaz. El tribunal de Innsbruck fue dilatando la causa hasta que el Emperador acabó ordenando que el caso quedase bajo su jurisdicción, a partir del 10 de abril.
I así suzedió, que por la actividad de los cortesanos, i de los Católicos, i por la humanidad del Emperador D. Carlos; primero se dilatase, el conozimiento de la causa, i luego, cuando se hubo probado el clericato de Alfonso, se le remitiese al Obispo de Trento: i todas estas cosas, hizieron que se frustrasen el deseo, i el empeño de los Lutheranos.
Teniendo noticia de ello, en Augsburgo se armaron ocho mil hombres para marchar sobre Innsbruck a tomar a los culpados para llevarlos a tierras luteranas, al tiempo que el príncipe Otton Enrique pedía la extradición para juzgar a los asesinos bajo su propia jurisdicción.
Avisado de ello, el Emperador envió a 300 arcabuceros españoles para que trasladasen el preso al castillo de
Cobstan/Kufstein.
Allí, guardados por cuatro alabarderos, estuvieron los presos por cinco meses. Pasado ese tiempo llegaron al Tirol las tropas papales que acudían a la guerra en Alemania contra los príncipes rebeldes. Doce mil infantes y quinientos caballos ligeros a cargo de Alessandro Vitello y el duque Octavio Farnesio. Queriendo el Cardenal Farnesio - hermano de Octavio y legado papal - que dos gentileshombres visitasen al doctor, el castellano de Kufstein no lo permitió.
La noche antes que aquel campo marchasse, ciertos soldados, con poca consideración y demasiada cólera, por hazer pesar y daño á los alemanes, pegaron fuego á una esquina de una calle que tomaua todo el burgo; y como las casas son bajas todas y cubiertas de teyllo, fue tan grande el fuego que se prendió por causa de el ayre que hazia, que arriba en el castillo, con estar tan alto, se cubría todo de centellas, y passó gran peligro de arderse; y aunque la calle donde se prendió era muy larga, se abrasó toda sin quedar cosa.
Posteriormente, el rey de Romanos, Fernando de Austria, determinó que los presos fueran trasladados a Bressanona, en el obispado de Trento, para que las audiencias se hicieran bajo la jurisdicción del obispo de Trento.
Se convocó a los síndicos y procuradores de Neoburg/Neuburg an der Donau, que constituían la acusación, y al no presentarse, los dos presos fueron absueltos.
Trasladado a Roma, el doctor Alonso Díaz fue recibido por el Papa, el cardenal Farnese y el embajador español Juan de Vega con gran regocijo.
Aunque los protestantes conocieron al doctor como el segundo Caín, e incluyeron a Juan Díaz entre los mártires de su fe, entre los católicos el fratricidio fue celebrado como "cosa hazañosa".
Fuentes:
Relación inédita de la muerte del maestro Juan Díaz, en Historia de los heterodoxos españoles. v.3, Marcelino Menéndez Pelayo
Historia de la muerte de Juan Díaz: por determinación tomada en Roma. E hizo matar su hermano Alfonso Díaz en la madrugada del sábado 27 del año 1546, Claudius Senarcleaus, en Reformistas antiguos españoles, v.XXI
Joannis Genessi Sepulvedæ Cordubensis, Opera, en Reformistas antiguos españoles, v.XXI
[6] El hecho fué estimado de todos los príncipes christianos, y tenido por tan célebre, que sabiéndose en la corte de su magestad, un gran príncipe alemán dixo al duque de Alua con grande aplauso: «¡Oh, señores españoles, que toda la gloria quereis siempre para uosotros!» Y llegado después el exército cesáreo sobre Muyburch, dixo un coronel alemán á su magestad: «Aquí comencó la guerra el Doctor Alonso Diaz, aquí la comiença á proseguir vuestra magestad». Al qual el Emperador respondió con semblante alegre: «Assí es razón esperar en ella todo buen sucesso».
[7] Pedro de Salazar añade que a la imagen del Cristo le faltaba, además, un brazo.
[9] Es probable que estos teatinos que menciona Bobadilla no fuesen en realidad de la orden de teatinos, sino de los jesuitas.
Por el motivo que fuera, en España durante buena parte del XVI a los miembros de la Compañía de Jesús se les denominó así.
Fray Francisco Mexía en su Diálogo del soldado [1555] dice así:
Machicao: Dígame vuestra reverencia, hay aca de aquellos padre Teatinos que en Ytalia començaron
Fulgencio: [...] De los padres que me dize, si hay, llamanse Yñiguistas por un padre principal de su compañía que llaman Yñigo, que dize residir en Roma [...] y vanse dilatando tanto que esta la parte de Europa poblada de de collegios suyos