La batalla de Bicoca, 27 de abril de 1522

Mercurino Arborio, marqués de Gattinara, gran canciller del emperador, escribió una carta a Carlos V el 30 de julio de 1521, en la cual exponía puntos a favor y en contra de las empresas de guerra. Expuso siete en contra y diez a favor, y finalmente, por lo tanto, recomendó a su joven señor que se postulase contra la tregua y que adquiriera reputación movilizando "votre premiere armee" en Italia y Países Bajos.

El objetivo del ejército imperial era retornar Milán al desposeído Sforza, recuperándola de la mano de los franceses, conquistar Génova y ayudar al restaurado duque a reconquistar las tierras ganadas por venecianos a costa de su ducado.

Contaban con un aliado fenomenal, el papa León X, nacido Giovanni di Lorenzo de' Medici, que contaba con los recursos de los estados de la Iglesia y de sus estados patrimoniales florentinos, que se hallaba en conflicto con el duque de Ferrara, aliado francés. Igualmente, el marqués de Mantua les daba su apoyo.

Proyectaba el canciller un ejército para una campaña de 4 meses, financiado con rentas de España y Nápoles. No costaría más de 100.000 ducados toda la operación, pagándose la "gente de armas ordinaria" - o sea, los hombres de armas o caballería pesada - de otra manera.

Se equivocó Gattinara en su previsión; la guerra entre la corona de Francia y la de España por el dominio de Italia, por "la pacificación de estos estados", había de durar casi cuarenta años.


Tránsito de 1521 a 1522. Las grandes reclutas


Milán fue tomada el 19 de noviembre. Las tropas imperial-pontificias entraban por la puerta romana, mientras que los franceses y venecianos abandonaban la ciudad por la de Como. El castillo de Milán, no obstante, quedaría en manos francesas por varios meses más.

Tropas españolas parten hacia Como para impedirles este refugio a su enemigo, puerta de Suiza al Milanesado, rindiéndola con capítulos.

León X muere el 1 de diciembre. El colegio cardenalicio, a la espera de elegir sucesor, reconcentra sus esfuerzos en sus zonas de interés directo, continuando su disputa con el duque de Ferrara.

Las tropas suizas a sueldo de la Iglesia reclutadas por el cardenal Schinner, dejan Milán y se redistribuyen asegurando plazas fuertes de interés para su señor y aliados: Plasencia, Parma y Bolonia. El ejército papal, a cargo de Giovanni de Medici, el joven Joanin de las Bandas Negras marcha a Perugia, separándose definitivamente del de Su Majestad.

Se extiende el rumor de que los franceses no abandonarán sus pretensiones sobre Milán tan fácilmente: el Gran Bastardo de Saboya, tío de Francisco I, acude con 300 mil ducados a Suiza en una "grande ambassade" con la pretensión de reclutar a 16.000 hombres.

Aunque en el campo imperial se asume que no pueden ser más allá de 80 mil los ducados de que dispone el enemigo, se movilizan para realizar una reclutar equiparable a la suiza: los lansquenetes germanos son el contrapunto único posible a los confederados helvéticos. El duque de Milán, exiliado en Trento, recluta 8.000 [1] lansquenetes con cargo a sus rentas. Jerónimo Adorno, lugarteniente del Sforza, trae ya 6.000, en nombre de Su Majestad. La mano del Emperador, y también su bolsillo, mueve a George von Frundsberg a acelerar esta impresionante recluta en el Tirol y sur de Alemania.

Las dudas surgen respecto a la ruta a seguir por parte de estos contingentes: ¿por la Terra Ferma a pesar de las bandas de venecianos, o por Grisones saliendo a Como? Francia soborna, subsidia, al duque de Birtenberch [Wurtemberg] para que impida las reclutas en Suabia.

La estrategia en materia de recursos humanos por parte de ambos contendientes, el bando imperial, y el francés, se basa en la masa: el número de soldados será quien proporcione el dominio sobre el terreno, y por lo tanto, la victoria final. Quien consiga reunir el mayor número en el menor tiempo, será quien inicie los movimientos con ventaja.

A mediados de febrero, los 6.000 lansquenetes a cargo de Jerónimo Adorno, según informa él mismo por cartas, estarán en Como. Han conseguido salvoconducto de los señores grises [2] para atravesar sus valles. Llegan noticias de Suiza: ya hay 7 u 8 banderas en Bellinzona, en el valle que desemboca al lago Mayor, esperando para entrar en el Milanesado.

La ciudad de Milán se moviliza: los burgueses están dispuestos a la defensa, y amén de comprometer a sus propias personas a llevar a cabo dicha tarea, reclutan a 6.000 infantes forasteros - paisanos italianos. La dirección del ejército imperial los considera de poca o nada ayuda, pero no obstante, pueden guarnicionar alguna plaza, o hacer bulto [3].

Estorbar el paso al enemigo, y asegurarlo al amigo, es fundamental. Hernando Castriote, marqués de Civita Santangelo, con 500 caballos ligeros, marcha hacia Varese para estorbar las vituallas a los suizos. En el lago de Como, los enemigos toman barcazas que iban a ser utilizadas para posibilitar el cruce del socorro de lansquenetes que han de venir por grisones. El marqués de Pescara hace un puente para cruzar el Adda en Cassano, para los lansquenetes que trae Adorno. Doscientos caballos ligeros del enemigo les siguen, pero no se atreven a acometerles. Tan sólo vigilan sus movimientos.

A finales de febrero, los lansquenetes han cruzado el Adda, y se alojan en Gorgonzola. Son 3.000 y no 6.000 como se había prometido. Los suizos, por su parte, han juntado 14 banderas en Varese. Castriote da sobre la retaguardia de estos al quedarse parte de ellos atrasados con los carros atascados en el lodo, matando cerca de 300 de ellos. Se interceptan cartas francesas donde se reprocha el que no se haya estorbado el paso a los lansquenetes.

Venecianos y franceses se movilizan para juntarse con los refuerzos suizos. Dejando Cremona, marchan hacia el Milanesado cruzando el Adda. 2.500 infantes a sueldo de venecianos, 2.500 a sueldo de franceses, 800 lanzas y 13 piezas pequeñas de artillería. En Monza se les unen los suizos a cargo de Anne, señor de Montmorency, futuro duque, con los Feld Oberst, Albert de Stein, y Arnold de Winkelriedt. Toman la iniciativa frente a unos imperiales acantonados en Milán, la llave del ducado y del norte de Italia.

En Trento todavía a primeros de marzo, el duque de Milán pasa muestra a los lansquenetes tiroleses: 7.000 "muy buenos".



Hacia la batalla


La guarnición francesa del castillo de Milán, muriéndose de hambre, intenta una facción viendo que se aproxima el ejército franco-veneciano a Milán, reforzado ya por los suizos, que se ubica en el Jardín, un parque al norte de Milán.

El ejército franco-veneciano, se divide en dos cuerpos e inicia trincheras para poder plantar su artillería e iniciar batería. Se realizan distintas salidas: el 8 de marzo, Juan de Urbina por la puerta Bercelina, y el 10, el capitán Bolaños. Los soldados venecianos que se prenden son muy pobres, con apenas tres cuatrines en la bolsa.

El duque de Milán viene ya con sus lansquenetes, unos 6.500, cruzando el Adda por Cassano.

El ejército franco-veneciano se retira de Milán, montando su campo en "Cassin". Los suizos, aún cuando vienen para servir por tres meses, están dispuestos a prorrogar su servicio, si se les paga.

Thomas de Foix, señor de Lescun, viene desde Génova con un socorro de unos 3.000 suizos, 1.000 infantes italianos, 200 hombres de armas y 4 piezas de artillería con la intención de unirse a su hermano, Odet de Foix, vizconde de Lautrec, mariscal de Francia, jefe de las tropas francesas, y desposeído gobernador de Milán.

Lescun toma Novara a finales de marzo casi sin oposición, lo que hace enfurecer al Emperador cuando tiene noticia de ello en Bruselas, aún cuando se le exponen diversas excusas. Santangelo marcha a quemar un puente sobre el Ticino, para aislar Novara durante al menos seis días, para impedir que ambos cuerpos se unan, pero se ha de retirar sin llegar al río, ante la presencia de tropas enemigas muy superiores.

El joven Joanin de Medici, pasa a servir a sueldo del rey de Francia, y 100 españoles que con él luchaban, marchan a Pavía para ponerse bajo bandera de su príncipe natural. El famoso condiottero es ahora objeto de gran odio por parte de los imperiales.

El 11 de abril, el Emperador manda una nueva misiva urgiendo a que no se entretenga la guerra, y se realicen acciones significativas, pues "el camino que hasta agora llevan no es de acabar, sino de hacer infinita la guerra". Envía al virrey de Nápoles para contrapesar a Próspero Colonna, cuya dirección de la guerra esta puesta en entredicho. El Abad de Nájera, comisario imperial en el campo, protesta a S.M: "esta guerra se difiere sin culpa de los Capitanes de Vuestra Majestad".

Los franco-venecianos han marchado ahora hacia Pavía, con objeto de cercarla y, quién sabe, si tomarla. El ejército imperial marcha hacia Certosa de Pavía, con el objetivo de levantar el cerco, pero sin plantear batalla.

Una vez estando acampados en la Cartuja de Pavía, el 18 de abril, el ejército imperial tira con artillería y hace señales de humo para avisar a los amigos cercados de su llegada. Inmediatamente, los sitiadores levantan el cerco, quemando los venecianos el burgo donde se alojan, y se ponen en batalla, aguardando la noche. A la mañana siguiente, no hay rastro de ellos; han partido aprovechando la oscuridad.

 El rumor es que el enemigo parte a toda prisa para Milán para asaltarlo aprovechando que el ejército imperial no se halla allí para defenderlo. Se inicia una serie de movimientos de uno y otro campo, estorbándose los caminos y el avituallamiento, pero sin querer ninguno de los dos plantear batalla. La "verdadera opinión" que los Capitanes de Su Majestad tienen a 24 de abril es la que sigue:

este pays es tan fossado y fuerte, que jamás dos exercitos conbatyran que no pyerda el que va a buscar el otro en su alojamyento etiam que llebe más gente el que va a frontar; de manera que es menester que anbos exercitos se concierten de salyr a vn lugar ygual

El 26 de abril, los imperiales se alojan en un lugar fuerte y fosado en Bicoca. Franceses y venecianos, que acampaban a Gorgonzola, se desplazan a Monza. El 27, se presentan ante el campo imperial. Piensan plantear batalla.


El bando imperial


La infantería



El ejército imperial tenía una infantería constituida por 10.000 lansquenetes, 3.500 españoles, 2.000 infantes italianos y 4.000 paisanos italianos, que no recibián siquiera la consideración de soldados.

La caballería la componían 1.000 hombres de armas y 900 caballos ligeros.

De los diez mil lansquenetes, 2.000 eran veteranos de la toma de Milán, y el resto, los refuerzos aportados por George Frundsberg, que habían sido traídos en dos contingentes, uno de 3.000, conducido por Jerónimo Adorno, lugarteniente de Ludovico Sforza, y otro, por el propio duque de Milán, de 5.000 hombres [4]. 

Las tropas a cargo de este último, no llegaron a formar en la batalla, pues se incorporaron tardíamente al campo imperial:

y, de la otra parte de un fosso, estava el Duque de Mylan que a la ora avya llegado con syete o ocho myll ynfantes y más de dos myll caballos ligeros y de armas.

Respecto a la calidad de las tropas, sabemos que la infantería era buena, y bien equipada, sobretodo los infantes españoles que eran veteranos:
la infanteria toda muy byen armada, especialmente la spañola que allende de las armas no ay infante que no aya hecho un jubón de brocado tela doro, o de dos sedas picasle para se vestyr el dya de la jornada que se ha de hazer [4 de marzo de 1522]

Y que se pertrecharon bien antes de combatir:
Toda la Infantería Spañola está muy byen armada ; a todos los que no tenyan coseletes se les an dado vn coselete, vn braçal izquyerdo y vn capro, un ducado de oro pagado en la primera y segunda prymeras pagas que bernan, y sy es media celada y no capro cuesta dos carlines más. Los alemanes de Vuestra Magestad an tomado algunos más, muy pocos, destos coseletes y temo que ansy lo harán los que vyenen con el Duque, avnque an avysado que se les tengan aparejados para quando vengan.

Detalle de distintas protecciones de la cabeza de soldados españoles en Túnez [1535]. 


Vemos que la infantería española estaba equipada toda ella con coselete - aunque no tuviera brazal diestro - y que se pretendía equipar asimismo a los alemanes de esta manera. Lo cierto, es que ya vimos en otras entradas, como tratadistas militares hacían hincapie en el que los soldados debían armarse bien - con armas defensivas - y se lamentaban cuando no lo hacían. 

En las representaciones pictóricas aparecen numerosos lansquenetes sin coselete, de hecho, sin casco siquiera, y cabe pensar que fuera éste el soldado más común.


Alféreces con coselete en la cabalgata de ingreso en Bolonia del Emperador Carlos V [1530]. 




La caballería

La caballería la formaban tanto hombres de armas como caballos ligeros, españoles e italianos. Algunos, tan veteranos que habían luchado en las campañas del Gran Capitán.



El bando franco-veneciano

Las tropas suizas

La infantería la constituía básicamente el contingente de suizos reclutados en la leva de 1522. De un aviso que tuvo el comisario imperial a finales de febrero, sabemos que:

estos suyços byenen de muy mala gana, mal armados, rotos, descalços y mal probeydos de vituallas que no hallan que comer por todo el milanes.

No era infrecuente esto, pues de un cuerpo de lansquenetes pocos años después, nos refieren las crónicas:

solum 200 schiopetieri et il resto portano tutti piche et alabarde senza alcuna armadura incosso.

E incluso se habla de soldados que venían con tan sólo la espada. Cabe imaginar que se preveería el proveerlos adecuadamente para el combate - como la previsión hecha de coseletes en el bando imperial - pero no tenemos certeza de esto.

Tropas suizas retratadas por Vrs Graf en 1515. Varios alabarderos, piqueros y un tambor, alrededor del abanderado, con el penacho de plumas coronando la cabeza. Los soldados vestirían y se armarían en esta época prácticamente igual que los lansquenetes alemanes, si bien hay referencias de la prefencia - incluso del uso obligatorio - del "baselard" en lugar de la espada larga alemana.

Podemos ver en este grabado de la Nanceide de Pierre Blurre, de 1518. como los soldados suizos portan el baselard, identificable claramente por la característica empuñadura.


En virtud de un tratado firmado en Lucerna el 5 de mayo de 1521, entre, por una parte, 12 de los 13 cantones - Zurich se negó a participar - y algunos aliados más de la Confederación, y por la otra, el rey de Francia, Francisco I, por toda la vida de este, los suizos proveerían soldados a la corona, no menos de 6.000, y no más de 16.000, en el plazo de diez días desde que se aprobara la leva, con la condición de que dicho contingente no pudiera dividirse en dos frentes, como de hecho, sucedió: Picardía y Piamonte.

Así se aprobó una leva de 16.000 hombres el 18 de enero de 1522, auspiciada por la gran embajada del rey de Francia encabezada por el Bastardo de Saboya, en la que los 12 cantones y 18 territorios aliados aportarían tropas proporcionalmente a su capacidad: desde Berna con 2.100 "knechte" a Rapperswyl con 100 "mann".

Abanderado suizo del Chronicon Helvetiae. Los soldados se identificaban claramente, a pesar de la ausencia de uniforme, con cruzas blancas - color asimismo de las tropas francesas - cosidas sobre la ropa.

De estos 16.000, 4.000 marcharían a Picardía a cargo del conde de Vendome, Carlos de Borbón, y el resto cruzarían los Alpes.


La infantería italiana

El resto de la infantería, tanto a sueldo de la señoría de Venecia [2.500 hombres] como de la corona francesa [2.500] parece estar formada íntegramente por italianos. 

La infantería del último socorro de Lescun [3.000 suizos, 1.000 italianos, y 200 hombres de armas] procedente de Génova  no es probable que estuviera en la batalla, si bien es seguro que monsieur de Lescun, acompañado de otros caballeros franceses, sí participó en ella.


La caballería

La caballería era tanto francesa, como veneciana, y la constituía entre 800 y 1000 hombres de armas y 1500 caballos ligeros. Los hombres de armas franceses, a diferencia de españoles e italianos, se hacían acompañar de soldados a caballo a su servicio, 1 paje, y 2 arqueros, estos últimos, que no cargarían junto a su señor, actuarían como caballería ligera. 

Así, cada lanza, estaría constituida por 1 hombre de armas, 1 paje y 2 arqueros, con seis monturas - cuatro caballos para el hombre de armas y su paje y dos, una para cada arquero. 

Respecto a las lanzas venecianas, cabe suponer que serían, como el resto de italianas y como las españolas, lanzas sencillas, y desde luego, no disponían de arquero alguno.

La caballería francesa era la más potente de Europa, sólo le hacía sombre las "bandes d'ordonnance" de los Países Bajos, si bien el número de éstas era evidentemente inferior.


El transcurso de la batalla

Reproduzco este diagrama que podemos encontrar en wikimedia commons:


Francamente, el esquema, habiendo leído dos descripciones de la batalla, una española, y la otra, francosuiza, me parece bastante acertado, si bien de la descripción se entiende que los escopeteros españoles a cargo de Pescara estarían formados en mangas flanqueando los cuadros de piqueros, y que habría asimismo un cuadro de piqueros españoles, amén de otro italiano.

En todo caso, queda claro que el campo imperial estaba bien atrincherado, con un foso por frente - un canal de riego - y con una pendiente a favor, que debía ser superada por el cuadro atacante una vez hubiera cruzado el foso.

El ejército franco-veneciano se dividió en una vanguardia, formada por la mitad de los suizos, acompañada de Babon di Naldo, coronel veneciano con 600 escopeteros. Las primeras filas de este cuadro la formaban los principales y oficiales suizos, y en estas hileras de honor, muchos jóvenes señores franceses, como Montmorency, que sería herido en la batalla, participaron, desacabalgándose y tomando la pica.

La batalla estaba formada por el resto de suizos, con las alas de la caballería. Tras estos, había un tercer grupo con las cruces blancas quitadas y puestas las cruces rojas, treta idead por Lautrec que no pudo funcionar al no ponerse en movimiento y por la previsión de Colonna que hizo ponerse ramilletes en los cascos de sus soldados para distinguirlos de los del enemigo. En retaguardia, quedaron los venecianos a cargo del viejo duque de Urbino, Francesco Maria della Rovere.

Había asimismo, un grupo de "pionniers" - gastadores o zapadores - a cargo de Pierre de Navarre.

Ese 27 de abril, domingo de Cuasimodo, a las tres de la tarde, la vanguardia suiza comenzó a avanzar en un cuadro de 100 hombres de frente hacia el foso tras el que se guarnecían lasnquenetes y españoles. La artillería imperial comenzó a actuar, y 1.000 hombres cayeron antes de llegar a la trinchera. A pesar de las bajas, continuan avanzando, cruzando el foso y comenzando a subir la pendiente para jugar la pica contra los lansquenetees de Frundsberg.

La táctica era la clásica que empleaban los pueblos tudescos: dos cuadros de picas enfrentados, como se puede ver en esta representación pictórica de "El triunfo de Maximiliano":



Los lansquenetes de Frundsberg se retiran al amparo de la escopetería española. Esta flanquea por ambos costados el cuadro de la vanguardia suiza y hace su trabajo con efectividad y sin pausa.


Arcabuceros españoles en Túnez [1535]. En 1535 la mayoría de tiradores serían arcabuceros y no escopeteros - a diferencia de 1522, donde todos los tiradores eran escopeteros. Véase la entrada que lleva por título "escopeteros y arcabuceros en la batalla de Pavía [1525]" para más información.


Caen otros tres mil hombres del enemigo. Los españoles acometen incluso espada en mano viendo como se deshace el orden del escuadrón. No pudiendo esperar sino que los masacren, las tropas de vanguardia suizas se retiran sin que los "schiopetieri" venecianos hayan hecho ninguna facción. 


La caballería francesa, a cargo de Lescun, rodea el campo imperial para dar en la retaguardia acompañados de una banda de infantería italiana, que en última instancia, les salvará de un desastre mayor. Tanto los hombres de armas de la vanguardia a cargo de Leyva como la escopetería milanesa de la retaguardia dan sobre ellos, haciendo que se retiren por un paso estrecho - un puente seguramente - en columna de a tres, donde "unos pocos de scopeteros nuestros spañoles. tornaron a matar hartos honbres darmas".

Por parte suiza, han muerto unos 3.000 hombres, con cerca de 22 capitanes y jefes, entre ellos Albert de Stein de Berna y Arnold de Winkelriedt, del cantón de Underwalden, los dos Feld Oberst de los confederados. Numerosos caballeros franceses han caído.

El conde de Gollisano o Collesano, de la caballería imperial, ha caído muerto atravesándole una saeta el cráneo por el ojo mientras tenía el almete de la celada levantado.

El ejército franco-veneciano se retira a Monza. Los suizos, en unos días, dejaran el servicio del rey francés, agobiados por las enormes pérdidas sufridas y no dispuestos a continuar padeciendo la enorme sangría. A primeros de mayo dejarán Bérgamo - en tierras de la señoría de Venecia - para regresar a su tierra habiendo perdido la tercera parte de los doce mil hombres que cruzaron los Alpes en mes y medio antes en una batalla que duró "poco más de tres horas".


Porque en la verdad no avya seydo batalla

Durante la batalla se produjo el saqueo del bagaje de la caballería alojado en la retaguardia imperial, perdiendo ropas, dinero y monturas. Esto supuso que, acumulado a los retrasos en las pagas, los hombres de armas estuvieran poco dispuestos a seguir combatiendo tras Bicoca. Tampoco los alemanes estuvieron dispuestos a perseguir al enemigo retirado por deberles la última paga. El 3 de mayo, se amotinaran los lansquenetes reclamando dos pagas: la una, por el mes corriente, y la otra, por haber ganado la batalla.

Estos amotinados llegan a tomar la artillería imperial, matar a algunos de sus oficiales y ponerse en arma dispuestos a saquear Milán, poniendo en arma a su vez el mando del ejército a las tropas españolas e italianas con disposición a sofocar el motín. Finalmente, se capituló con ellos, aunque unos doscientos, los "amotinadores", fueron despedidos.

La guerra continuaría, volverían a disputarse la corona francesa y la española el dominio sobre el milanesado - con el pobre Sforza atrapado entre dos gigantes - y el rey francés levaría al año siguiente doce mil suizos con los que proseguir la guerra.

La lucha, que algunos calificaron como "barussa" o riña, o que apellidaron "scaramuza di 27 dil passato", o la cual se negaron darle nombre de batalla por excusar el pago a los lansquenetes alemanes, que tenían la costumbre y acuerdo de recibir una mensualidad por batalla luchada, fue una batalla con todas las de la ley, una victoria con la que se entusiasmó el emperador, si bien la parte derrotada jugó un papel

En este batalla quedó demostrado claramente que las armas de fuego portátiles pasarían a ser las que determinasen la supremacía en el oficio de la guerra. Algunos, no obstante, no se dieron por enterados y hubieron de padecer nuevamente las ruciadas de la arcabucería y escopetería española, tanto en el cruce de río Sesia en 1524, como en la batalla de Pavía en 1525.



Bicoca, el mito de la batalla ganada sin bajas


Djos por su mjsericordja ha dado oy a Vuestra Magestad esta victorya con poca occysyon de gente ques lo que siempre le he rogado con mjs indjnas oraciones; dygo poca ocysyon de gente de los enemygos, que de los nuestros, assy Djos me salbe, como no creo que sea[n] muertos XXV personas. 
Carta del abad de Nájera, comisario del ejército imperial en Lombardía a Carlos V. Bicoca, 27 de abril de 1522




Es difícil dilucidar de donde surge el mito de que la batalla de Bicoca se ganó sin que el bando milanés-imperial no padeciera la baja de ningún soldado a manos del enemigo, mito adornado con la anecdótica muerte de una sola persona por una coz de mula. 

Pero Fernando Marín, abad de Nájera y comisario del ejército imperial en Lombardía estimó las bajas del ejército milanés-imperial en un máximo de unos veinticinco combatientes: 
de los nuestros, assy Djos me salbe, como no creo que sea[n] muertos xxv personas. 


Como es habitual cuando morían lo que entonces se llamaban «personas de cuenta»,  el abad, además de recoger esta estimación, detalló las muertes de dos personas importantes, la de un capitán de infantería española apellidado Guynea, y la del conde de Collesano o Golisano, capitán de una compañía de hombres de armas de Carlos V.

Extracto de la carta de Fernando Marín narrando la muerte del conde Collesano. BNE, MSS/20213/21-24



El abad, en una carta fechada en Bicocca el 27 de abril de 1522, el mismo día en que tuvo lugar el encuentro, narra así la muerte de Juan de Cardona, siciliano de familia catalana, conde de Collesano, muerte de la que pudo ser testigo directo, por haberse hallado momentos antes «junto a él»:

Con la vanguardia de gente darmas nuestra que peleó, venya el Conde Golisano, que Dios perdone, y Antonyo de Leyva. A la ora que la dicha vanguardia salyo de su alojamyento a ponerse donde avya de estar, cerca de la Infanterya spañola y alemana, vyno un tyro de sacre y cortó cercen la pyerna derecha al caballo del Conde y cayó luego: el Conde no uvo mal; yo me hallé junto a él, dende a poco, quando vynyeron los hombres darmas de los enemygos y la vanguardya nuestra tornó a ellos, ya que el Conde queria calar la vista del almete para afrontar, vyno una saeta y djole, por medio el ojo derecho que le passó toda la cabeça y muryó dentro de media hora, o poco más, Dios le tenga en su glorya, que muy buen caballero era. 

En carta del 29 de abril, el abad volvía a referir el suceso:

avysé como el Conde Golisano, su buen capitán, muryó de vna saeta que le dio por el ojo 

La vista del almete se llevaba habitualmente levantada, pues era un engorro para ver y aún para respirar. A la hora de afrontar al enemigo, el hombre de armas debía bajarla para asegurarse la protección del rostro. No solo el conde de Collesano vería su cerebro pasado por una saeta durante la batalla de Bicoca, en la batalla de Pavía, el marqués de Civita Sant Angelo murió - algunos dicen de lanzada y otros de estocada - tras descuido de cargar contra el enemigo con la vista alzada. 




En dicha carta hay un pasaje confuso, que se puede interpretar como que la gente de armas, la caballería pesada del ejército imperial, han perdido 8 hombres: 
El daño que nuestra gente darmas ha avydo, solamente ocho, que por los enemygos que vynyeron por el alojamyento y parte villanos y otros milaneses les an tomado todos sus carruages que tenyan en los alojamyentos suyos; assy que no quedan syno con las armas y caballos conque se hallaron peleando. 

Pero el «ocho» no aparece en el documento original. En la carta manuscrita aparece un símbolo parecido a un 8 que en un pasaje más adelante es transcrito por Enrique Pacheco y Leyva como «es». Pacheco y Leyva hizo un excelente trabajo de transcripción y edición al que en este espacio hemos recurrido en infinidad de ocasiones. Transcribir documentos de la época entraña no pocos quebraderos de cabeza, pero todo indica que se trata de un error de interpretación de dicho pasaje:



Así pues, con la enmienda de dicho párrafo, lo que parece es que los hombres de armas padecieron un daño material perdiendo sus bagajes durante el saqueo, cosa que viene confirmada por fuentes italianas de la época, como indica esta carta del señor Andrea Foscolo, fechada en Crema el 29 de abril: 

hanno ben preso cariazi assai con arzenti et bone robe, et il tutto condutto al campo nostro, tra li quali sono da 12 cariagi dil ducha di Termene, dil signor Hironimo Colona et signor Prospero.


Respecto a la muerte del capitán Guynea o Guinea, el abad no detalla como murió, pero sí que dejaba un hijo pequeño al cual rogaba se le hiciera alguna merced, dándole simbólicamente el oficio de su padre para que pudiera gozar de su sueldo, o de parte del mismo, e indicaba que era de su tierra, siendo el abad riojano:

De nuestra infanterya solamente muryó un capitán que se dezia Guynea, que era cerca de my tyerra; dexa un higito de nuebe años que tenya aquy consygo; al Marqués de Pescara dyxe que serya byen se diesse la compañya a este nyño; a la dado a uno que se dize Lynares p[ersona] de byen,  

Prudencio de Sandoval no recoge la muerte de dicho capitán, aunque sí refiere una proeza de su sargento, un tal Santillana. 

Martín García Cerezeda, soldado que participó en la batalla y que escribió una crónica de esta guerra italiana, dejó testimonio de la muerte del conde de Collesano, pero también menciona que del bando imperial - el campo de Próspero Colonna - murió poca gente. Poca, pero ni mucho menos ninguna:

En esta defensa murió el conde Golisiano, señor italiano, de una saeta que le dio por la vista del yelmo. Del campo del Prospero fue muy poca gente muerta y ferida. 

Cronistas italianos como Galeazzo Capella también recogen exactamente lo mismo. La muerte de Cardona, pero también de unos pocos muertos anónimos en el campo imperial
en el campo del Emperador murieron muy pocos. y capitanes solo don juan de cardona conde de Colossa en sicilia: este murio de una saeta que le dio enel rostro al tiempo que alço la vista del almete para ver mas claro lo que se deuia hazer



Es evidente que la batalla fue ganada con facilidad gracias a varios factores, pero aunque así fuera, esto no implica que se venciera sin coste alguno y es obligación de los divulgadores el no propagar más errores de los que ya encontramos habitualmente. 


En lo que se refiere a bajas por la parte francesa-veneciana, podemos remitirnos a lo expresado por el proveedor general del ejército veneciano Hironimo da'cha da Pexaro:

[El señor Próspero Colonna] hizo descargar la artillería contra los esguízaros, de los cuales fueron muertos en número de 3000, de franceses, 40 y de los nuestros, 30, y así, entre la artillería y el combatir tuvimos tal derrota. Fueron muertos también de infantes españoles...
[il signor Prospero] feze lui sbarar le artellarie verso sguizari, di quali ne fo morti da numero 3000, dice, di francesi 40 e di nostri 30, et poi ussite fuora ditto signor Prospero, et cussi tra artellarie el combater si have tal rota. Fo morti etiam di fanti spagnoli ...

En todo caso, Andrea Foscolo elevaba las bajas venecianas a dos capitanes - uno, llamado Alberto da Preda - 200 infantes y dos hombres de armas. 



Bibliografía

García Cerezeda, M., 1873, Tratado de las campañas y otros acontecimientos de los ejércitos del emperador Carlos V. Desde 1521 hasta 1545, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra.

Pacheco y de Leyva, A., 1918, La politica española en Italia: correspondencia de Don Fernando Marín, abad de Nájera, con Carlos I, Madrid, Revista de archivos, bibliotecas y museos

Sanuto, M., 1892, Diarii di Marino Sanuto, v.33, Venezia, Fratelli Visentini.

Vallés, P., 1555, Historia del fortissimo y prudentissimo Capitan Don Hernando de Aualos Marques de Pescara, Zaragoza, casa de Miguel de Çapila.







Notas

(1) Como veremos, el número previsto no coincidirá con el realmente aportado.

(2) Tanto el Cadée - la Liga de la Casa de Dios - como - la liga de las Diez Jurisdiciones, se autoexcluyeron de la alianza firmada con Francisco I. La Liga Gris, no obstante sí participaba. Dos de las tres administraciones de los valles grisones, por tanto, o eran hostiles a Francia, o como mínimo, neutrales en el conflicto.

(3) El efecto psicológico era importante, así, no fue infrecuente que se formaran cuadros con criados, mozos y vivanderos, entregándoles "picas de respeto" - aquellas que se transportaban para cuando fueran menester - y formando cuadros en retaguardia para ofrecer una vista más impresionante al enemigo, y que éste los tuviera por soldados dispuestos para la lucha.

(4) Las cifras, para cualquiera que haya leído con atención el texto que precede este apartado, bailan considerablemente: de los 7.000 soldados que pasan muestra en Trento - de un contingente previsto de 8.000 - vemos que sólo tenemos 5.000. Esto no puede deberse principalmente a una fuga sangrante durante el desplazamiento de Trento a Milán - aunque las deserciones eran habituales - sino más bien a una metodología diferente a la hora de hacer muestras, más estricta, sin duda, en el segundo caso. Muchas veces se contabilizaban los soldados a tantos por bandera, y en otras ocasiones, se pasaba la muestra real, uno a uno.

Spagnoli. Soldati di ventura in Italia [1516-1517] Guerra de Urbino. Mercenarios españoles en Italia

Las tropas españolas que luchaban en Verona, tanto en su asedio como en su defensa se habían quedado sin empleo al finalizar las hostilidades entre las partes.

Francesco Maria della Rovere, antiguo duque de Urbino al cual los Medici habían usurpado su estado otorgándolo a la persona de Lorenzo, sobrino del papa León X, vio la oportunidad que representaba esta soldadesca veterana, a cargo de un Maldonado, y procedió a atraerlos a su lado con más promesas que oro, como veremos.

Los españoles de della Rovere

"Deseando el duque de Urbino [...] cobrar su estados, conociendo que los soldados de mala gana viven en paz, tuvo forma para acabar con los 5.000 españoles de Maldonado"

Comentarios de los hechos de los españoles, franceses y venecianos en Italia, Antonio de Herrera

Así, los soldados españoles que a sueldo del Emperador defendían Verona, o a sueldo de la República de Venecia, asediaban Verona, pasaron en enero de 1517 a servicio del exiliado Francisco María, dejando éste Mantua, donde residía y marchando sobre Urbino, al cual se le opone toda la potencia de los Medici, y los recursos de su estado patrimonial, Florencia, el usurpado, Urbino, y del electo pontificado, así como el de algunos aliados menores, como su suegro, el marqués de Mantua.

Así, el 3 de febrero tenemos un pequeño ejército - suficiente, para campear por el norte de Italia - con 6.000 infantes "spagnoli e altri", 800 infantes italianos a cargo de Lodovico de Bozolo, 700 caballos ligeros y 12 - doce - hombres de armas. Sabemos que della Rovere tenía unos 40 capitanes o "contestabili" españoles, y que prontamente se les unirían varios miles de paisanos.

En seguida la diplomacia vaticana se pone en marcha y el 18 de febrero, el rey de España residente en Bruselas escribe a su embajador en Roma que "bajo pena de rebelión se ha de ordenar a los infantes españoles" que dejen el servicio del viejo duque, y pasen al servicio del Papa contra los infieles, o que se envien a África a alguna expedición de conquista de alguna plaza costera.

Los soldados españoles desobedecen la orden de su príncipe natural "risposeno gaiardamente non voler ubedir".

Los españoles del Papa

Habíamos narrado en la anterior entrada como los españoles residentes en el reino de Nápoles - así como en Roma - habían acudido a Verona en busca de un patrón que pagara puntualmente, viniendo en un goteo continuo que con las treguas se había interrumpido.

En ese momento - 9 de febrero de 1517 - sabemos que hay ochocientos españoles residiendo en Roma, los cuales, liderados por el capitán Santa Cruz, pasan muestra con un "20 per cento di tara". Esto es, con paga de 1.000 soldados. Como era normal en caso de necesidad perentoria, a los soldados - o a sus "representantes" - se les abonaba una prima de enganche.

Así pues, estos soldados se incorporarían al ejército de los Medici para luchar contra el de della Rovere, cuyo núcleo, como indicábamos, lo formaban igualmente, soldados españoles.

Este hecho, el que soldados de una misma nación acabaran combatiendo entre sí sirviendo a príncipes enemigos con carácter mercenario, fue muy común. No obstante, el sistema de los Tercios le pondría fin en el caso de la nación española, pues el principal y único contratista - salvo excepciones muy puntuales - acabaría siendo la corona, que se impondría la enorme carga de sostener un ejército permanente, algo al alcance de pocos estados.

Amén de estas tropas residentes en Roma, infantes, el rey ordenó a su virrey - de Nápoles - el envío de 200 lanzas hacia al Tronto, o sea, hacia la frontera entre el Reino y los estados de la Iglesia, para ponerse al servicio de la casa de los Medici. Asimismo, tendremos otros 1.000 infantes españoles al servicio de Lorenzo de Medici, el "joven" duque de Urbino.

Sabemos que serán 400 lanzas a cargo del conde de la Potencia, o Potenza.

Contendientes

Lorenzo de Medici, cuenta en principio con un ejército de 1000 hombres de armas, 1000 caballos ligeros y 15.000 infantes, alemanes, gascones, corsos e italianos, así como unos 2.000 españoles.

Otra fuente [Archivio Storico Italiano, serie 3ª, volumen 20] nos da cifras más detalladas para el día 21 de enero:

Lorenzo Medici se aloja en Arimino con 500 hombres de armas, 500 caballos ligeros y 10.000 infantes, de los cuales, 2.500 lansquenetes y 3.000 gascones son cedidos por Lautrec, comandante francés. Renzo da Ceri en Pesero, con 4.000 infantes. Paulo y Gentile Baglioni, la "banda di Perugia", con 500 caballos y 4.000 infantes, de los cuales 1.500 son españoles. Troiolo Savello cuenta con 1.000 infantes en Fano, y Iacopo Corso, con otros 1.000 en Sinigaglia.

Francesco Maria cuenta el 21 de enero con 7.000 infantes, dos terceras partes españoles, y 600 caballos a cargo de Federico de Bozoli, junto con 7 piezas de artillería de campo.

Aunque della Rovere incorporase - como vimos - varios miles de paisanos, las fuerzas estaban desequilibradas, por mucho que el núcleo de sus fuerzas fueran veteranas, como las españolas.

Hostilidades

La sensación general en el bando de los Medici es que la "guerra" no puede durar, y que el desafío del viejo duque quedará en una bravuconada, incapaz de mantener un ejército mercenario al cual no podrá pagar, que se irá deshaciendo a medida que pasen las semanas. Por contra, los Medici cuentan con toda la potencia del rico estado de Florencia, los estados de la Iglesia, y el apoyo de Francia y España.

Sin embargo, las ciudades del ducado se entregan voluntariamente al viejo duque, la guarnición de Urbino, 1.500 infantes a cargo de Giulio Vitelli huye por la puerta de Lavagine hacia Pesaro. Los movimientos se basan de asaltos y rechazos en plazas fuertes: Montefeltro es defendida contra 2.500 florentinos, los Medici capturan Mondaino, y Lorenzo es herido de un arcabuzazo en el cuello por un tal Robles, que defiende Mondolfo junto con 300 compatriotas a cargo del capitán "Valegio".

El 2 de abril, los españoles de Francesco Maria prenden el castillo de Monte Barozi, matando a sus 500 defensores. Por contra, Santa María in Portico, legado del papa en el campo relata discordias entre italianos y alemanes, a los cuales se les unen los españoles, siendo saqueado el alojamiento de los italianos tras una "battaglia". Francesco Maria campea por la Romagna sin oposición; ya cuenta con 10.000 infantes - lansquenetes, suizos y españoles - y 2.000 italianos, junto con 6.000 paisanos, 300 lanzas y 18 piezas de artillería. Dispone de 2.000 "archibusieri", de los cuales 800 son españoles.

Disordini successi nel campo di Pesaro [Perugia]

Pesaro, a cargo de Gian Paolo Baglioni, es asediada por della Rovere, a cuya defensa acude el ejército pontificio, que monta su campo en el monte della Imperiale, próximo a la ciudad. El ejército del papa cuenta con infantes españoles, corsos, alemanes, gascones y suizos.

El día 6 de mayo de 1517, las tropas de della Rovere asaltan el campamento pontificio, con "secreta inteligencia entre los españoles" de uno y otro bando, aunque como veremos, esta "inteligencia" no fue universal, ni mucho menos.

Los alojamientos en los campos o en plazas fuertes se organizaban por armas - caballería, infantería y artillería - y por naciones. Así pues, los cerca de 3.500 infantes que hicieron una incursión en el campo pontificio, podían dosificar sus esfuerzos. En este caso, los alemanes se llevaron la peor parte, siendo muchos muertos y sus alojamientos desvalijados.

Parece evidente, que el campo florentino-papal no estuvo bien defendido, y que parte de los españoles al servicio de los Medici tenían concertado unirse a los atacantes, si bien muchos de ellos simplemente se pasarían oportunamente durante el ataque. Otros muchos permanecieron fieles a sus empleadores.

De las nueve banderas de españoles, 6 se pasaron a Francesco Maria, si bien casi todos los capitanes permanecieron fieles a los Medici: Ortega, Mercado, Peralta, Tapia, "Baricutos" o "Aloysi".

El campo fue asaltado llevando los soldados "ramas verdes en la cabeza", de manera que aquellos que hubieran mudado sus afectos, pudieran identificarse como partidarios de los atacantes mediante esta sencilla marca.

El ataque no fue devastador, pero si afectó gravemente la moral de los Medici, que creían que la guerra no habría de durar, quedando asismismo los varios cientos de españoles leales, "in grande suspizione". Asimismo, provocó la defección de dos terceras partes de los gascones, con tres piezas de artillería y tres sacres, e impidió el levantamiento del asedio.

Tras este suceso, llegaron  a Pesaro las 400 lanzas desde el Reino prometidas por el virrey, con etapa en Sinigaglia, engrosando el debilitado campo pontificio, alojándose en Santo Jacomo.

El 15-16 de mayo Perugia es tomada. Los Medici inician una ofensiva diplomática y financiera para que la situación les vuelva a ser favorable.

Ofensiva papal

Una estrategia fundamental, como hemos visto, consistía en provocar la defección de la soldadesca enemiga, cosa que se hacía con naturalidad, en algunos casos públicamente, con agentes oficiales, o en otros casos, de forma encubierta y conspiratoria.

Entre los agentes públicos, sabemos que tanto el rey de Francia como el de España enviaron nuncios o embajadores a negociar con las distintas partes, el uno, reclamando mediante los señores de Scut y de Sisa, a los gascones pasados al campo de della Rovere que vuevan a la obediencia francesa, y los otros, mediante la persona de Hugo de Moncada, lo propio.

Los "agentes" privados podían ser cualquiera. Sabemos que Carlo Baglioni ofreció a della Rovere tomar Peruggia comprando a los soldados españoles que la defendían por 25.000 ducados, más 5.000 a entregar a sus capitanes. Probablemente porque no se disponía de tal suma, la ciudad tuvo que ser rendida militarmente.

En mayo de 1517, otro de estos "agentes" es descubierto, las cartas que están en su poder le delatan: ha ofrecido a Su Santidad a entregarle a della Rovere y al propio Carlo Baglioni - un foragido de Perugia desafecto a los Medici - por cierta suma. Dicho agente es el capo Maldonado, que es quien ha liderado las tropas españolas todo este tiempo, y es quien lideró las tropas españolas que al servicio de la señoría de Venecia asediaban la Verona defendida por sus compatriotas. Él y otros capitanes sumados a la conspiración contra su señor, son pasados por las picas por los de su nación.

Aunque esta conspiración no fructificara, se permitió no obstante, la misión de Hugo de Moncada, virrey de Sicilia, que con salvoconducto negocia con los capitanes españoles al servicio de della Rovere "no para que abandonasen a Francesco Maria, sino para ir a luchar contra infieles, al reino de Nápoles o al servicio del Rey Católico", ofreciéndoles tres pagas a los soldados por dicho servicio.

Al mismo tiempo, el Papa intenta reclutar en Suiza 6.000 soldados, algo contra lo que los franceses se oponen, temerosos de que dichas tropas sean usadas finalmente contra sus intereses en Milán. Mientrastando, el virrey de Nápoles se ha desplazado hasta el Abruzzo, por si él mismo ha de intervenir en favor del Papa.

A primeros de agosto, tres capitanes españoles constituyen una embajada ante el Papa, negociando capítulos para favorecer a Francesco Maria, por un lado, y a los soldados españoles, por otro, que le sirven. Esta embajada solicita que el estado de Urbino y las ciudades de Pesaro y Senigallia queden consignadas en manos de los reyes de Francia y España, mientras que a ellos se les entregan tres pagas.Vemos que los españoles, como mercenarios, se constituyen en actores directos del conflicto, pues adquieren voz propia al margen de la de su contratante, que nada puede hacer viendo como se negocia a sus espaldas. 

El Emperador manda 3.500 lansquenetes del Tirol y 1.000 grisones a servir al Papa. Della Rovere entrega sus propios capítulos a los capitanes españoles para negociar la paz, si bien un auditor de cámara del Papa los rechaza y reforma, entregándole los corregidos.

Las hostilidades continuan con baja intensidad. Finalmente, la paz entre el Papa y los capitanes españoles se acuerda: en 8 días, a contar desde el 27 de agosto de 1517, se dará 4 ducados a cada soldado español por parte del cardenal legado, pudiéndose alojar en Santo Archanzolo. Se les concederá la absolución, recibirán 2 pagas, y recibirán vituallas durante su paso franco hacia le reino.

Los gascones se oponen al acuerdo, llegando a las manos con los españoles. Francesco Maria se retira a Mantua, acompañado por los fieles y los gascones.

Lorenzo de Medici, al cual la defección de los españoles le ha servido tanto a la hora de conseguir sus propósitos sentencia: "questi spagnoli sono traditori". Sea como sea, se han ganado la vida durante unos meses, en su oficio, el oficio de las armas.

Epílogo

En Enero de 1518, en Roma, un "ferrarese" [de Ferrara] y un español combaten con partesana por el honor de su nación; el ferrarés alude que los españoles eran unos traidores que habían abandonado al duque de Urbino viejo. El español perdió la contienda, recibiendo dos heridas.

Conclusión

Esta entrada, junto a la anterior, nos muestra una infantería con un claro carácter mercenario, "ynobediente" y dispuesta a luchar principalmente por la paga, a la cual no le importa mucho luchar por uno u otro contendiente, ni preocupada por quién ha de derramar su sangre, ni por la vecindad de la sangre del que ha de derramar.

Evidentemente, vemos que tanto en Verona como en Pesaro hay un entendimiento entre las tropas españolas que permite cierto acercamiento entre los contingentes enrolados en los bandos contendientes, una afinidad por naturaleza que anima a conchabarse con sus paisanos, pero que no obstante esto, también hay un afán que les permite matarlos si se considera lo más oportuno, llegados a un punto de no retorno, como es el caso del asalto al campo de Monte Imperiale.

El caso es que el carácter mercenario se debe más que a nada, a la necesidad de sustento de estas personas, que reclutadas en España y enviadas a Italia en barco, una vez la corona deja de necesitar sus servicios, prescinde de ellas sin voluntad de "reinserción laboral" de algún tipo, y con una oportunidad de volver a España limitada al pago de unos fletes difícilmente asequibles. Caso muy distinto al de suizos, gascones, o los propios italianos, que marcharían a sus hogares andando.

Opinión del Obispo de Ávila, Cardenal Cisneros, sobre la soldadesca, 17 de octubre de 1517:
[no pudiera su Alteza sostener] tan grand gasto commo la ynfantería haze, ni sufrir los daños que hazen adonde están quando no los ocupan en guerra: y sy se han de despedir, son tan malos de despedir, que es menester para despedirlos tener otro mayor exercito contra ellos para que no rroben e se amotinen; y fue buen acuerdo el que su al. tomó en enbiarlos allí [a Sicilia].

Así pues, que los virreyes de Sicilia y Nápoles animaran a los soldados españoles residentes en sus reinos a marchar en busca de fortuna, no sería sino una medida de ahorro, tanto de dinero, como de posibles problemas.

El mismo 8 de octubre de 1517, se escribía sobre las tropas objeto de esta entrada:
acerca de aquella infantería de Italia que agora es se despedió del duque francisco maria que lo parece que su alteza deue buscar manera como no heche sobre sy tan gran carga de rreceuillos a sueldo, porque era tan gran costa que no lo podrá sufrir, y hacen tantos males y rrobos donde estan y por do pasan que no se puede decir, y para determinarse sy conuiene rreceuillos es menester primero platicar en ello, porque dice el cardenal [...] quanto peligro es después de auellos rreceuido despedillos, y que se busque alguna manera de entretenimiento

Efectivamente, el modelo de ejército que defendía Cisneros no era el de una infantería "de gente vagabunda y perdida y de fugitivos y malhechores", según él mismo calificaba a los soldados de fortuna, sino el de una milicia formada por soldados "que son personas conocidas y de sus casas, que no son tan platicos en maldades, y quando hicieren cosa que no deuan pueden los castigar, y no harán costa syno desd'el dia que los llamaren para seruir".

Probablemente, respecto a las cualidades morales - la inmoralidad del soldado de fortuna, y la nobleza del soldado de milicia - Cisneros exageraba, pero respecto a lo segundo, a la costa, no quedaba duda alguna: el soldado profesional demandaba sueldo luchara o  no, y pasada la urgencia momentánea de la lucha en Italia, la frontera con Francia o contra el pirata berberisco, ¿que monarca en Europa empeñaría sus estados para mantener a una panda de vagos y maleantes, aún cuando estos vagabundos hubieran sido la semana antes puntal de su monarquía?


Esta política cambiaría totalmente durante el reinado de Carlos I, pasando el ejército en Italia a tener carácter permanente, a pesar de la enorme carga financiera que le supuso. El sistema del Tercio sería el culmén de esta política militar agresiva, altamente profesionalizada y difícilmente sostenible. La lealtad y la obediencia del soldado se vería recompensada, y el vínculo con su monarca se vería rara vez cuestionado.

Spagnoli. Soldati di ventura in Italia [1516-1517] Defensa y asedio de Verona. Mercenarios españoles en Italia

Intentando documentarme sobre el origen de los Tercios, ejército permanente que nace del impulso dado por el emperador Carlos V en su pugna con Francisco I por el dominio de Italia, acabé viendo como en pocos meses del tránsito de 1516 a 1517, hubo soldados españoles en Italia sirviendo en cuatro bandos distintos, en dos guerras consecutivas sin una estricta relación directa.
Me llamó considerablemente la atención esta faceta de soldados de fortuna, y de ahí nace este artículo, el cual se verá seguido de otro que trate la segunda guerra que apuntaba.

El Cristianísimo rey de Francia y la señoría de Venecia contra el Papa, el César y el Católico Rey de España.

El 10 de diciembre de 1508, se había constituido la Liga de Cambrai, por la cual diversas potencias acordaban dividirse los territorios de la Señoría de Venecia. Con el tiempo, los socios de dicha empresa, apreciaron que a largo plazo, el verdadero rival a batir en la lucha por la hegemonía de Italia era Francia, y se fundó una nueva coalición [1 de octubre de 1511] conocida como Liga Santa, que unió al Papa, España, Venecia y los cantones suizos junto con el Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico contra Francia.

El 21 de febrero de 1513 muere el papa Julio II y el nuevo papa León X - de la casa de los Medici - renuncia a seguir formando parte de la Liga. El 23 de marzo de dicho año, se firma el tratado de Blois, por el que Francia y Venecia se convierten en socios, asumiendo un reparto del norte de Italia.

En octubre de 1512, la guarnición francesa de Brescia, asediada por venecianos, había capitulado ante las tropas españolas del virrey de Nápoles recién llegadas al campo, que tomaron la ciudad en nombre del emperador Maximiliano a despecho de sus socios venecianos, que venían realizando una labor de asedio de semanas y que vieron como los franceses preferían rendirse ante los españoles.

Verona, asimismo, había sido ocupada por tropas imperiales en 1509.

Así pues, los soldados que luchaban en el norte de Italia, habían ido viendo como sus príncipes cambiaban sus alianzas y traicionaban a sus socios atendiendo al único interés que parecían demostrar: el personal.


Cerco de Brescia

En 1516, Brescia, que hacía un siglo que formaba parte de la Terra Ferma veneciana, tenía sin embargo una guarnición compuesta por tropas españolas y lansquenetes alemanes con gobernador español, que la mantenía en nombre del Emperador. Verona era gobernada por un comisario imperial, Giovanni Spinelli, conde de Cariati, con una guarnición compuesta por infantería alemana, española y suiza, junto con tropas de caballería italiana.
 
Los venecianos, junto a sus socios franceses comandados por el vizconde de Lautrec, plantearon un cerco a Brescia que puso a la guarnición - y evidentemente a la población civil, de unos veinte mil habitantes - bajo duras condiciones de vida, pues imponían una importante carestía a los pocos alimentos que podían llegar a la villa desde una comarca cabalgada por las tropas enemigas.
 
Ante los inciertos rumores de marzo que llegaban vía Roma desde Nápoles, en los que se indicaba que el virrey les mandaba refuerzos, lo que demandaban los soldados era dinero.
 
Así, en abril amenazaron [parte de los] soldados españoles que o se les pagaba, o se pasarían al campo veneciano.
 
En este momento y este lugar, los soldados eran [pues podían serlo] extramadamente quisquillosos en lo que se refiere a sus pagas, y éstas se les abonaban con relativa puntualidad, mes a mes.
 
Algunos españoles comenzaron a abandonar Brescia para ponerse a sueldo de venecianos - informes posteriores refieren un número de 400 - hasta que el gobernador optó por rendir la plaza, saliendo el conjunto de las tropas el 26 de mayo de 1516.
 
Una fuente, que parece por lo detallado bastante fidedigna, habla de la ordenada salida de las tropas: 200 caballos ligeros en cabeza seguidos de 50 putas a caballo [seguramente muchas serían compañeras de algún soldado y no prostitutas] 100 infantes en dos banderas [compañías] con 16 carretas llenas de prostitutas [algunas con sus hijos; probablemente "putana" para el observador sitiador, y "amigas" para los soldados sitiados] otros 200 infantes más, sesenta hombres de armas [caballería "pesada"] 150 escopeteros y 300 caballos [ligeros] que cerraban la marcha.
 
Por la capitulación hecha entre sitiadores y sitiados, estas tropas que salían de Brescia, debían dirigirse a Mantua, pero entraban en Verona el 9 de junio "contra li capitoli", para reforzar la guarnición de dicha plaza, que estaba cifrada en unos 6000 hombres [otras fuentes hablan de 8 o 9 mil] y apretar aún más a la población civil, compuesta por unos veinte mil habitantes.
 
Las tropas venecianas plantearon entonces un cerco de Verona, acompañados de los franceses de Lautrec.

 
Cerco de Verona

Iniciado el cerco empezaron a producirse salidas de españoles [y alemanes] para ir servir a los sitiadores.
 
Probablemente porque muchos españoles que habían negociado con venecianos habían acudido a la ciudad, e informaban del pago puntual de los venecianos y recordaban las penurias de los ejércitos sitiados, o directamente - como "Maldonato" negociaban con sus paisanos, entre 600 y 800 infantes españoles salidos de Verona reforzaban el campo veneciano a finales del mes de junio.
 
En el campo de venecianos se les prometía 8 pagas por 6 meses de servicio. Una prima de enganche como cualquier otra: 18000 escudos a 2000 lansquenetes, o pagar 1000 sueldos por 800 soldados, sólo que esta prima se ofrecía a título personal. 
 
Parece que en esta fase inicial del cerco, había poco - o ningún control - de lo que hacían los soldados. Así se refiere que españoles del ejército veneciano vendían pan a españoles del ejército imperial, y por lo tanto, mantenían contacto y comunicación sobre sus respectivas situaciones económicas y alimentarias y seguramente, animaban a los del interior a realizar el cambio de bando. 
 
La llegada el 16 de junio de unos 1000 suizos [500, 1500 o 2000 según las fuentes] reacios en un primer momento a reforzar Verona por la noticia de la carestía de alimentos, junto con la llegada de los españoles, agravó dicho problema, y soliviantó los ánimos, produciéndose 7 muertos en una trifulca entre los recién llegados y los lansquenetes alemanes, mientras que los españoles se juntaban en sus alojamientos [la ciudad se hallaba dividida por naciones y armas, lo que los españoles denominarían cuarteles] en prevención de que el "escándalo" se extendiera y les afectara a ellos.
 
Las pagas no llegaban, y las legumbres y el pan que se les daba a cuenta de sus sueldos eran insuficientes, máxime cuando de la masa con que antaño se hacían 35 panes ahora se hacían 40.
 
Así que el 21 de julio se producen desórdenes: los tres mil alemanes salen en arma de sus aposentos, haciendo que el gobernador se refugie en el castillo de San Pedro siendo saqueadas sus indefensas viñas. El sábado, los españoles se animan a saquear el mercado y pretenden alojarse a discreción, lo que provoca un tumulto popular.  

Incluso 40 hombres de armas del capitán general Marco Antonio Colonna dejan la ciudad. El 26 de julio le siguen 200 infantes, que marchan a Mantua, en poder de venecianos.

A pesar de que el 28 se paga a los españoles con 3500 ducados "por todo julio" y el día 30 se les da 1/4 de ducado de socorro para que no se vayan, el día 2 de agosto se van 100 por la puerta de Calzari, lo que obliga al gobernador a publicar un bando "bajo pena de rebelión" prohibiendo cualquier salida de la ciudad.

Los alemanes amenazan al gobernador y los españoles quieren la paga de agosto, al tiempo que algunos jefes ["capi", que no "capitani"] de estos negocian la contratación de 700 más. ¿Quien va a hacer que se cumpla el bando? A las 4 de la tarde del mismo día 2 de agosto, se van los dichos 700, a pesar de que el gobernador contrata 20 mil libras de pan, 500 de queso,  bueyes y vino para alimentarles.

Pasan los días, y Lautrec pretende que se plante batería contra los muros de la ciudad, a pesar de que en Verona ya no hay vino ni carne, quedan pan y legumbre solamente para ocho días y se bebe agua malsana, y la ciudad, por tanto, está en proceso de caer por su propio peso. Vienen los gastadores y se comienza la trinchera. Los españoles a sueldo de venecianos "tienen buena disposición para tomar Verona, "si les pagan".

Los ciudadanos de Verona piden al gobernador la rendición. Obtienen salvoconductos que los sitiadores les respetan. Los soldados españoles se ponen en ordenanza pidiendo licencia para "volver a casa". Más que probablemente se refieran a Nápoles.

El 4 de octubre se producen nuevas alteraciones de soldados. Cariati y Colonna huyen a Castelvechio. Los españoles se reparten la ciudad con los tudescos. El 14 de octubre se pone toda la infantería en ordenanza, los españoles "con las picas bajas" avisando que entregarán la plaza a quien les pague.

El gobernador reune al consejo de 12 [4 caballeros o nobles, 4 doctores o letrados y 4 ciudadanos de Verona] para pedirles dinero con que pagar las tropas. Estos se niegan a acometer la empresa de reunir la suma de 8000 ducados entre sus conciudadanos, caso que la tengan. El gobernador quiere convocar al consejo de 72, y al tiempo reune a los capitanes de las tropas amotinadas: 24 [o 12] de lansquenetes, 6 de españoles y 6 de esguízaros para evaluar la situación

Socorro del reino

Desde Parma llegan noticias que hay 3000 españoles en la Mirandola; desde Roma se dice que cada día pasan soldados por la vía de Tronto y la Marcha, "a la ganancia y a poner Verona en manos del rey católico". El socorro tiene que ser responsabilidad del virrey, por acción u omisión, ya que no pueden marchar cientos de soldados sin licencia, pero no hay ejército organizado, sino aventureros que van "a ganar sueldo", aunque la iniciativa de ese envío parece que la tuvo el entonces virrey de Sicilia, Hugo de Moncada, caballero que encontraremos en la resolución del próximo episodio, y todavía unos años después, en otro caso en boga de estos dos.

Estos españoles que van viniendo "a 10 et 20 al trato" desde el Reino [de Nápoles] en principio, al socorro de Verona, pasan a engrosar el campo de venecianos, tantos, que a estos les sobran los soldados. No quieren pagar más de dos mil. 
 
En Verona, en todo caso, entran unos 400 "poco a poco" algo que enoja a los alemanes por la competencia que les supone, tanto en la prioridad de las pagas como en la inflación en los víveres.

Paz de Bruselas y consignación de Verona

El 12 de noviembre de 1516 se acuerda la paz entre el César y el rey de España, por una parte, y el de Francia, por la otra. Este último se compromete al pago de indemnizaciones de cierta cuantía. También se habla de Verona, ciudad que se consigna al rey de España de manos del Emperador, para que este, a su vez, la libre al rey de Francia.

Las órdenes se transmiten desde las cortes a los respectivos campos y cesan las hostilidades. Se convoca una reunión entre sitiadores y sitiados para acordar las particularidades de la entrega de la plaza. Por el emperador y el rey católico, acude el obispo de Trento, cuyas tierras, fronterizas con el Tirol de los Habsburgo han servido de alojamiento a lansquenetes y tropas suizas que venían al socorro de la plaza. Por Francia, Lautrec.

Los representantes de ambas delegaciones se reúnen y se discute en base a los capítulos contenidos en la paz aprobada. El obispo de Trento indica que se ha de pagar la guarnición de Verona. Lautrec responde que ese punto no está en los capítulos aprobados por los tres príncipes. La respuesta es que "las tropas o cobran, o saquean". Hay que sacarlos de allí. La ciudad en ese momento, digan lo que digan los papeles no es de ningún príncipe, sino de los soldados que la ocupan.

Los delegados acuerdan que los franceses aportarán los treinta mil escudos para satisfacer la demanda de la guarnición, aunque preguntan si pueden usar otra moneda, como los "bezzi" venecianos [ver apunte 7]. El obispo de Trento dice "que no sabe que moneda es esa" y que en lo referente a indemnizaciones en lo capitulado en la paz se habla de "escudos del sol" moneda de oro francesa.

Lautrec indica que una cosa es la indemnización entre monarcas, y otra, la paga de los soldados. El obispo replica que los soldados no aceptarán la paga en esa moneda, sino únicamente en moneda "bona e grossa". Bien saben los venecianos que al presente no se gasta otra cosa que moneda forastera, moneda tudesca de 3 y 6 sueldos o moneda de Milán, estampada por el rey de Francia de 4 y 8 sueldos.

El día 12 de enero de 1517 la infantería española comienza su salida de Verona, con un salvoconducto que les facilite su tránsito hasta el reino de Nápoles. Los alemanes de Verona quedan en la ciudad, a la espera de que se les pague.

El día 6, sus compañeros en el campo enemigo habían recibido la última paga de la señoría de Venecia, siendo licenciados.

Quedaban sin trabajo unos miles de soldados... La abundancia de soldados ociosos licenciados de esta guerra dio lugar a posibilitar el inicio de la segunda, suceso, por otro lado, que se daría en otras geografías y épocas.


Oferta y demanda, ya veremos que pasa con ellos en la guerra de Urbino



Apuntes
1) Había 8 compañías de infantería española a sueldo de venecianos "inscritas" en el campo de Villafrancha di Verona, uno de los capitanes, Maldonado [o Maldonato] con título de coronel. En las listas aparecen dos cifras: 1846 y 1703 soldados. Esta última cifra aparece en relación con el total del campo veneciano, que era de 13.918 hombres, incluyendo 6.000 "aventureros" franceses. El resto, italianos. Tal vez los españoles no eran muchos, pero eran considerados "bellissima zente".

2) El sueldo por hombre parece ser de 3 ducados [aparece el coste por compañía].

3) El 6 de diciembre de 1516, el proveedor Gritti - encargado de los temas económicos del ejército - acuerda con Maldonado entregar la paga de los españoles hombre a hombre, sin embargo, el resto de capitanes, se niega. Esto daría indicios de las típicas corruptelas de la oficialidad, donde los capitanes gestionarían - y tomarían parte de - las pagas de los soldados de la compañía.

4) Aunque no he encontrado referencias de ningún enfrentamiento entre españoles sitiadores y sitiados, si hubo al menos un choque de importancia entre tropas que habían salido de Verona - entre los cuales había españoles - y tropas al servicio de la señoría. Lautrec no confiaba en sus alemanes a la hora de entrar en Verona - caso que no se dio - por el hecho de tener que luchar contra los de su nación, pero eso no quiere decir que dado el caso sucediera tal cosa, aunque en el caso que nos ocupa apreciamos una comunicación fluida entre un lado y otro del muro.

5) En enero de 1517, y concertada con certeza la entrega de Verona, los venecianos proceden a licenciar la mayoría de las tropas, excepto unos dos mil o dos mil quinientos infantes que alojaron en diversas plazas.

6) A pesar de que los venecianos parecían ser pagadores puntuales, también en su campo hubo "sublevaciones" con motivo de la paga.

7) En estos años circuló por el norte de Italia gran cantidad de moneda de bajo valor falsificada "con motivo de la guerra". Probablemente por ello los soldados preferían que se les pagase moneda de oro de alto valor, antes que moneda que pudieran gastar con facilidad, aunque les supusiera una perdida en los cambios, no pudiendo efectuar pagos en moneda de mucho valor en sus compras diarias.
El bezi o bezzi era una moneda veneciana de plata de 1/2 sueldo "muy amada del pueblo bajo, por la comodidad de gastar". El ducado veneciano era de valor de 124 sueldos, así que el bezzi era una 248ª fracción de ducado, una de las monedas "bona et grossa" con que los soldados preferían cobrar.
Sabemos por una relación posterior, que el proveedor veneciano hizo "crecer la moneda" igual que habían hecho los franceses, ahorrando unos 19.000 ducados, "valorando" el ducado en 7 liras, en lugar de 6 liras y 4 sueldos, que era la "ley" veneciana que rigió entre 1472 y octubre de 1517. Así, los soldados recibirían un pago menor en moneda del que constaba en nómina. Algo que se practicó en otras épocas y latitudes, como en Flandes en 1574 en la paga de tropas suizas al servicio de Felipe II.

Los soldados alemanes [y suizos] preferían el "rayne", como lo llamaban venecianos, llamado "Gulden rhein" o "rhein" a secas por los suizos, lo que en español se denominaba "florín del Rhin", acuñado por los cuatro electores del Rhin [Maguncia, Tréveris. Colonia y Palatinado].

8) Los venecianos tenían un sistema de información envidiable que llegaba a casi todas partes. De todas maneras, respecto a los movimientos de tropas españolas procedentes del reino de Nápoles, las noticias parece que llegaban de Roma, teniendo allí noticia bien cuando los españoles cruzaban el río Tronto, bien cuando se alojaban en zonas fronterizas, abandonando el reino de Nápoles [simplemente el Reino o Reame] y entrados en los estados de la Iglesia.

Ballesta / Ballestero

La ballesta fue el principal arma de tiro durante la alta edad media siendo progresivamente reemplazada por las bocas de fuego [espingardas, escopetas y arcabuces] a partir de 1460, para quedar prácticamente desterrada en la década de 1530, aunque sobreviviría como arma militar en algunos casos particulares hasta avanzado el siglo XVI.

El uso de la ballesta, en el paso del siglo XI al XII, había supuesto que de la cota de malla, se pasara a la armadura de plancha. Con el tiempo, la potencia de las armas se incrementó al tiempo que aumentaban las protecciones de peones y caballeros.

En la crónica de Alfonso X el Sabio, de Fernán Sánchez de Valladolid [1221-1284] se narraba:

Tenían los moros tan recias ballestas, que de bien lejos hacían mortales tiros; i muchas veces fuerons vistos hacer tales tiros, que passavan al caballero armado de las mas fuertes armas de claro, i a donde iva a parar el quadrillo, entrava todo debajo de tierra

En La Crónica de D.Álvaro de Luna [escrita en la década de 1460] aparece la siguiente cita, sobre el uso de ballestas fuertes que atravesaban un arnés [al igual que la culebrina, arma de fuego portátil]:
Los quales desque aquello vieron , é que avia dentro ballestas fuertes, é culebrinas en la possada del Maestre , con que  les passaban los arneses , é que los fascian grave é mortal daño,  retraxeronse á las possadas que estaban enfrente de la possada  del Maestre , é entornaron las puertas de aquellas, por se quitar del peligro de los mortalestiros , que contra ellos se fascian. 

Al tiempo que se incrementaba la potencia del arco, se dificultaba el armado [llevar la cuerda tensándola hasta la nuez] disminuyendo la cadencia de tiro. El arqueado se posibilitaba mediante el uso de ganchos amarrados a la cintura del ballestero, tornos [armatostes, garrachas o garruchas] de polea y manivela o gafas [ganchos que pivotaban sobre la cureña o tablero] sujetando la ballesta con el pie [o pies] fijado en la estribera:






Y los que no tovieren contia para tener ballestas de polea que tenga cada uno una ballesta de pie
Copilacio[n] delos establecimientos dela orden dela caualleria de Sa[n]tiago [1503]

[...] y los otros cien peones ballesteros andan con ballestas recias de cuatro libras cada una y con poleas de cuatro ruedas y cada uno con su peto y caxquete y espada y puñal y su carcax con veinte y cuatro tiros acerados
Cédula de 16 de junio de 1503



[...] y llevaban las ballestas tan fuertes que no se podían armar sino con cuatro poleas
Historia del rey Don Fernando el Católico. De las empresas, y ligas de Italia. Libro Tercero, Zurita


Sistema de cuatro poleas para el armado de ballestas. Las poleas facilitaban el trabajo para vencer la resistencia del acero a ser arqueado. Si esto debía llevarse colgado de un cinturón, no es de extrañar que el arcabuz acabara imponiéndose, y tampoco es de extrañar que armatoste -   Aparato con que se armaban antiguamente las ballestas - sea también "objeto grande y de poca utilidad. 
Llevadas al extremo, esta ballesta - que debía ser para asedio y defensa de plazas fuertes, no para el uso de peones o infantes - debía armarse con un sistema de palanca montado sobre un caballete. Todas las imágenes son del libro de herramientas de Martin Löffelholz (1505)


También, en el caso de la caballería, se usó el cranequín, que permitía una mayor cadencia de tiro, y que evitaba el uso de la estribera, y por lo tanto, poder armar la ballesta a lomos del caballo.

Armado con cranequín. Como se puede apreciar, la ballesta de la imagen no tiene estribera, necesaria para introducir el pie y fijar la pieza antes de comenzar a tensar la cuerda. El eje del cranequín se fijaba a la cureña de la ballesta, y con los ganchos sujetos a la cuerda, se usaba la manivela para desplazar el conjunto por el eje dentado hasta la posición de disparo. No debía ser un sistema muy rápido, pero excusaba al soldado desmontarse del caballo.


De las "ballestas de palo, de tiempo de moros", llegamos al tránsito del siglo XV al XVI con arcos o vergas de acero, incrementando notablemente la potencia.

Tres docenas de ballestas recias de á tres libras, de acero, con sus gafas é mechas dobladas,  é todas de un tamaño de nuez. é las gafas de una que puedan armarse á todas , é sus cuerdas dobladas é avancuerdas, é falta munición de saeta que por lo menos con cada ballesta vaya una gruesa de saetas , en cada gruesa doce docenas é cepillos é anguijúélas para facer mas, é mill ovillos de hilo de Ballecas para cuerdas.

MEMORIAL dado por Gonzalo Fernandez de Oviedo de la artílleria y pertrechos que te necesitaban para el castillo de Santo Domingo [h.1515] 


Ballestas del inventario iluminado. En la relación de Valladolid [1545], puede leerse que el Emperador tenía en su armería "tres ballestas de las de Flandes con sus craniquís para armallas" y "siete ballestas con sus cureñas, las tres sin gafas, hechas en España". El craniquí es la pieza que acompaña la ballesta marcada con un VII - eje dentado y manivela. Las gafas han de ser las piezas que acompañan a las dos ballestas inferiores. Vemos que hay una diferencia importante entre unas y otras piezas: las dos de arriba tienen estriberas. Las dos inferiores pueden que sean para la caza de animales.   


También había ballestas de diferentes tamaños, siendo del mismo tipo, así, podemos encontrar ballestas de ocho libras [de a ocho] o ballestas de seis libras [de a seis] - en el inventario de la Armada de Vizcaya [1492-1493] - o ballestas de cuatro y de tres libras - véanse ejemplos mencionados con anterioridad.

Su sustitución por armas de fuego. El arcabuz versus la ballesta

La ballesta convivió al final de su época con las armas de fuego, como ella misma había convivido durante un largo periodo con el arco.

Convivió con la espingarda [desde 1460], la escopeta [desde 1510], pero apenas si sobrevivió la irrupción del arcabuz en la década de 1520. Para una cronología de estas armas, veáse la entrada correspondiente.

Cadencia de tiro, portabilidad, potencia de fuego y fiabilidad serían los factores técnicos intrínsecos del arma determinantes en el éxito y supervivencia, más allá de otros factores económicos [costes de producción, necesidad por crecimiento de los ejércitos] o sociales [modas o tendencias, valores culturales, apuesta por un modelo determinado, valoración de experiencias pasadas y recientes tanto propias como ajenas, etc].

En el compendio De Re Militari [ed. española traducida por Diego Gracián autorizada en 1563 y publicada en 1567]  se indica:
Entre las otras armas menos vsadas son el arco y la ballesta, que son armas que pueden hazer grandissimo daño enlos hombres defnudos,o mal armados, mayormente en tiempo de lluuia que los arcabuzeros pierden su sazon: y sino fuesfe porque los flecheros y los ballesteros no pueden traer consigo tanta municion para sus arcos y ballestas, como hazen los arcabuzeros, yo los hallaria y guales en valor,anfi por su presteza en el tirar que es muy mas presto, como por ser mas seguros y certeros de sus tiros, los quales por marauilla son en vano.
 Ya que esto sea assi que los arcabuzeros tiren demas lexos, no obstante todo effo,el flechero y el ballestero mataran tambien vn hombre fin armas de. 100. o de. 200. passes lexos, como el mejor arcabuzero, y algunas vezes el arnes sino es delos mas fuertes no lo podra resistir: alomenos el remedio seria que los tales tirassen delo mas cerca que ellos pudiessen,y fi esto fe haze fe hallaran mas hombres heridos y muertos con saeta doblado que con arcabuzes

En este mismo libro, en una defensa del uso de la armadura [arnés] comenta el autor:
caso que los arneses sean en demasía débiles para resistir al artillería o las arcabuzos, no obstante esto ellos defienden la persona de los golpes de las picas, de halabardas, de espada, de saetas, de piedras, de las ballestas y de los arcos, y de toda otra ofensa que puede proceder de la mano de los enemigos, y algunas veces un arcavuz estara tan mal cargado o escalentado, o bien podra tirar de tan lejos que el arnes por poco bueno que sea salvara la vida del hombre.

Merced a los dos párrafos anteriores podemos reflexionar en torno a los cuatro puntos antes referidos:

Potencia.

El arcabuz era un arma más potente que la ballesta. Atraviesa un arnés y el disparo alcanza mayor distancia. No hay que extenderse mucho, pero de otras entradas de este blog vemos que se desarrollan armas defensivas [especialmente petos, morriones, celadas y rodelas] a prueba de arcabuces.



Alcance

El "tiro de ballesta" se usaba como unidad de medida informal. Así, en la Historia General y Natural de las Indias, el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo usa la expresión: "dentro de la mar, tres tiros de ballesta o un cuarto de legua". Una legua castellana es de 4190 metros. Un tiro de ballesta, entonces, sería 349 metros, la doceaba parte de una legua.

Portabilidad

Los ballesteros llevaban menos munición que sus homólogos con armas de fuego. Esto es apreciable en varios documentos donde se instruye al respecto:

Ordenanza de 5 de octubre de 1495
el que hobiere de tener espingarda, tenga también cincuenta pelotas y tres libras de pólvora, e a quien se mandare que tenga ballesta, que haya de tener con ella dos decenas de pasadores.

Entiendo que la diferencia estaría más en el volumen que en el peso.

Por otro lado, el arcabucero no debía llevar un pesado torno [la voz "armatoste" en lengua española ha quedado en su uso contemporáneo de "objeto grande y de poca utilidad"].

La ballesta ofrecía una ventaja asimismo en el municionamiento, puesto que fabricar una saeta, un dardo, un virote, un cuadrillo, un pasador u otro proyectil, siempre era más sencillo que producir pólvora. Esto no podía ser razón suficiente para ser competitiva en un ejército europeo de grandes o medias dimensiones, pero no así en alguna plaza con riesgo de ser aislada [como alguna de la costa de Berbería] o en las primeras décadas de la conquista de América donde las expediciones de "adelantados" podían separar a las huestes por meses de sus centros de aprovisionamiento.


Fiabilidad

El autor de De Re Militari indica que el ballestero hacía casi siempre blanco "seguros y certeros de sus tiros, los quales por maravilla son en vano", mientras que "donde se tiran 10.000 arcabuzazos, no se matara algunas veces un solo hombre, a causa que los mas arcabuceros se contentan solamente en hacer ruido, y así disparan al aire sus arcabuces".

La idealización de la ballesta, y el descrédito del soldado arcabucero, parecen visiones en blanco y negro, pero probablemente habría parte de verdad en esta visión dicotómica.

Asumiendo que con la ballesta se pudiera hacer mejor puntería [siempre en su rango de menor alcance] a esta ventaja le quedaría sumado el hecho de que 1) no le afectaba la lluvia [ni el viento, por cierto, pues hasta la década de 1540 los arcabuces carecerían de cubrecazoleta que protegiera el polvorín] 2) una vez cargado no fallaba el tiro [en el arcabuz el polvorín podía o no prender, o prender y no comunicarse a la carga alojada en el cañón] y 3) evidentemente, las ballestas no se "escalentaban".
Si bien alguna cuerda o verga, de madera o de hierro, podía quebrarse con la fatiga del material, el percance podía quedar resuelto con una lesión leve del ballestero y no con un reventón en las narices del arcabucero de trágicas y casi seguro mortales consecuencias.

Otro aspecto no baladí, sería el del entrenamiento. La práctica con el uso de la ballesta - en una época en que la munición se detraía de la soldada del infante - sería más barata, puesto que el proyéctil era recuperable, que no en el caso del arcabuz, donde pólvora y bala tendrían un sólo uso [quizás el plomo pudiera recuperarse extrayéndolo del blanco y fundiéndolo de nuevo]:

Hay nescesidad de dar cada mes á los arcabuzeros media libra de pólvora con que se fagan abiles e a los ballesteros apremialles a que cada uno tenga de respeto una docena de pasadores bien acóndycionados con la dicha ballesta.

Respuesta a la carta de 4 de septiembre de 1531 sobre la noticia de una armada corsaria francesa que ha de marchar contra la Habana y Nombre de Dios.
Se puede ver en diversas ordenanzas donde se impone que en fiestas "después de comer" espingarderos y ballesteros, salgan a practicar "porque los dichos espingarderos e ballesteros ejerciten e sepan mejor tirar".

[el señor Condestable] mandó que fiziesen terreros en ciertos lugares pegado á los muros de partes de fuera de la dicha ciudad [Jaén], y todos los domingos y fiestas mandó que jugasen á la ballesta con cuadrillos [...] y los ballesteros ya tan abituados estaban en el juego de la ballesta , que no solamente los domingos y fiestas mas otros dias de su trabajo , que habian un poco de espacio, luego eran puestos en los terreros al juego, de cuya causa se fizieron maestros y buenos ballesteros , y todos los otros juegos [dados y naipes] habian del todo olvidado.

Relación de los fechos del mui magnífico e mas virtuoso señor, el señor don Miguel Lucas, mui digno Condestable de Castilla

Este punto lo podemos relacionar con el anterior, en el capítulo del municionamiento.

Cadencia de tiro

El autor asevera que en el tirar "es muy mas presto" el ballestero que el arcabucero. En todo caso, las "recias ballestas" de finales del XV, primeros del XVI no eran fáciles de armar.  El armatoste, polea, garracha o torno, se debía montar para armar la ballesta y desmontar para hacer el tiro y lo mismo la gafa. Puede que la ventaja no fuera tanta.







Un ballestero entre escopeteros y otros soldados en la toma de Orán [1509] pintados por Juan de Borgoña en 1514.

A menor fiabilidad y cadencia de tiro, se le oponían pues una mayor potencia ["pasaban de una banda a otra los hombres de armas", referiría Paulo Giovio] y la posibilidad de llevar mayor cantidad de munición.

Parece pues, que estos últimos factores serían los determinantes para que el arma de fuego acabara desterrando la ballesta. Desde luego, dada la larga convivencia de la espingarda [más de 50 años] y en cambio, su "rápida" sustitución por el arcabuz [una década de convivencia] por más que el proceso de sustitución fuera más complejo y largo y tal vez no debiera segmentarlo para analizarlo, cabe asumir que la irrupción del arcabuz de llave de mecha, que con pocas variaciones llegaría a finales del siglo XVII, supuso el golpe de gracia para la ballesta en lo que a la guerra en tierras europeas se refiere:

Dicen que él Conde Pedro Navarro viene en la vanguardia con cuatro mil  gascones ballesteros, de quien temerán poco los cuatro mil quinientos arcabuceros i escopeteros que hay españoles en este Campo, sin los que hay entre los alemanes, y sin duda pasan de una suerte y de otra de trece mil quinientos españoles y alemanes, dexado aparté los infantes ítálianos, que son cerca ; de cuatro mil.
Carta del secretario Pérez al Emperador. Roma a 21 de enero de 1528

Aunque del fragmento de la carta se puede entender que la superioridad del campo imperial es numérica en términos absolutos, desde luego se aprecia una valoración cualitativa: cuatro mil gascones ballesteros frente a cuatro mil quinientos arcabuceros y escopeteros españoles, los cuales poco habían de temer de los ballesteros. La ballesta se continuó usando durante un tiempo. En tiempos de las comunidades de Castilla [1520-1] fue normal encontrar este arma y soldado:

asimismo dan por quenta que dieron a un capitán e a sesenta e quatro alabarderos e a quarenta y dos vallesteros e a veyntitres escopeteros y a otros dos capitanes e a dos cabos de esquadra que Sancho martinez de leyva tomo para traerlos consigo en su acompañamiento durante el tienpo de las dichas alteraciones de media paga setenta e un mill y nuevecientos y setenta y ocho mrs

Vease la proporción entre ballesteros y escopeteros: 2 a 1. Ninguna mención del arcabuz, y ningún piquero en la tropa.

Pudiera pensarse que fueran armas viejas, pero a 21 de febrero de 1521 se emite edicto contra el contrabando de armas procedente de una zona armera por excelencia:

Noticioso el Condestable de Castilla de que muchas personas traían del Condado de Vizcaya y de la provincia de Guipúzcoa y de otras partes muchos coseletes, arneses, escopetas y ballestas, lanzas darmas é ginetas y rodelas y pelotas de hierro y pólvora y otras armas para venderlo en las ciudades, villas y lugares rebeldes al Real servicio

A 4 de septiembre de 1531, se requería orden para dotar los navíos que hacían ruta a las Indias, y poderse proteger de una armada de corsarios franceses que se pertrecheban en Bretaña, indicando que en aquellos navíos con dotación de 50 hombres [según tonelaje] 10 serían arcabuceros y 10 ballesteros. Asimismo para fortificar y defender los puertos de Indias, convendría que Su Magestad hiciese merced
a cada uno de los dichos pueblos de ayudarles con que puedan tener un armero que lympie los dichos coseletes e un ballestero que sepa facer las ballestas, e que sepa facer las curueñas dellas porque las vergas se podrán llevar de acá; e que se lentienda asi mesmo de adiestrar las llaves e curneñas de los arcabuces.

A 14 de agosto de 1535, Carlos V, se da orden para armar las naos de la carrera de Indias, dotando de mismo número de arcabuces y ballestas, según tonelaje.

Aunque no se puede descartar el uso de la ballesta en el sistema de los Tercios que nacería con la ordenanza de Génova de 1536, desde luego el ballestero había quedado relegado a un papel muy secundario, restringido a geografías determinadas o usos muy puntuales.

Se ha indicado que en la jornada de Argel [1541] se echó de menos un cuerpo de ballesteros, que hubieran venido muy bien, no pudiendo sacar provecho de los arcabuces por el agua y el viento, aunque en la instrucción de Diego de Vera se indicó que la armada llevaría 800 ballestas "de una gafa, peso y nuez" de Vizcaya  [2] y 200 de Córdoba, con dos docenas de pasadores cada una, puede que fueran armas de respeto, armas que el jefe de la artillería, como responsable de los pertrechos tenía a su cargo para repartir según las ocasiones, y no armas con que equipar de ordinario a los soldados:

Porque los arcabuceros que sin duda hizieran gran daño en ellos, y en los quales parecia que consistía la esperança de la victoria, no podian tirar por el agua, y los peones Moros vsando de vallestas de braços de hierro (que ya entre nosotros no se vsan) tirauán xaras y harpones, que a los coseletes matauan
Historia general de todas las cosas succedidas en el mundo en estos 50 años de nuestro tiempo. Libro XL. Capítulo XXVI. Paolo Giovio

Como curiosidad en el ejemplo dado, las jaras que lanzaban las ballestas parece que podían matar a un coselete, cuyas armas defensivas prevenían contra heridas de otras armas blancas usadas por los "alárabes", como lanzas, cimatarras y azagayas.

En 1543, el conde de Alcaudete informaba al Emperador sobre la jornada de Mostagan o Tremecen, en la que envió a la vanguardia de la batalla dos compañías de "gente suelta" a cargo de don Mendo de Benavides, su sobrino, y don Juan de Villanueva, y que "en llegando estas compañias, hicieron les [á los Moros] mucho daño con las ballestas y arcabuzes, y retiraronse [los Moros]". También había entre las tropas españolas ballesteros a caballo.

En 1551, había en la fortaleza de Melilla 100 arcabuceros y 19 ballesteros, y todos tenían de sueldo 5.700 maravedíes.

Don García de Toledo, en 1560, hallándose Álvaro de Sande cercado en el fuerte de los Gelves por el ejército turco-berberisco de Dragut, proponía una serie de fuerzas para el socorro que debía realizarse. Debían llevarse - según su parecer - 7.000 españoles, y 3.000 italianos de Florencia "y que sean todos arcabuzeros", pero añadía:
Y si don Juan truxesse en las galeras hasta mil ballesteros tendriales yo por gente muy conveniente para esta jornada.
Parecer de Don García de Toledo sobre el socorro a los Gelves 1560. [1]

El socorro, como sabemos, no se llevó a cabo y la plaza se perdió, en el conocido como desastre de los Gelves, y los hombres que habían sobrevivido al asedio fueron hechos cautivos, pero aún así, el caso es que en fecha tan tardía como 1560, todavía se tenía confianza en el empleo de ballesteros.

De hecho, en 1566, el duque de Alba proponía para tomar Argel que se reclutasen en España - estos Reynos - 2000 hombres más, de los cuales, buena parte fueran ballesteros:



Notas

[1] Véase la carta transcrita en el apéndice documental de Los condicionantes de la política militar norteafricana de Felipe II: estrategias, logística, campañas y sostenimiento de las plazas. De Los Gelves a la paz con el turco, tesis de Juan Laborda Barceló.

[2] Las armas de Vizcaya se encargaron a Pedro del Peso: cuatrocientas ballestas de una gofa [gafa] y batalla con cuatro cuerdas, carcax y doce docenas de passadores para cada una.

Lo apuntado en la relación de Diego de Vera, dos docenas de pasadores para cada ballesta, se antoja insuficiente, tal vez sea errata o error de transcripción.