Zapatos, alpargatas, y pies descalzos. El calzado de la infantería española de los tercios en el siglo XVI

Visto esto por muchos soldados que allí estaban, dijeron: 
«¿No nos ha de dar Dios victoria con este nuestro gran Capitán que tales obras hace? 
A pies descalzos iremos con él hasta Hierusalem.» 
Relación de la guerra del reino de Tremecen y subjecion de la mesma cibdad




A este arcabucero español durante la campaña en Túnez [1535] se le pueden ver los zapatos de cuero, que están acuchillados y dejan ver las calzas. Quizá la moda de acuchillar los zapatos no contribuiría a su durabilidad ni a su resistencia. Detalle del 4º tapiz de la serie la Conquista de Túnez.



A este otro español, decapitado por un jenízaro se le pueden ver los zapatos de cuero y se puede apreciar con detalla la suela. Detalle del 4º tapiz de la serie la Conquista de Túnez.



Los bisoños y los soldados descalzos


Desde allí salió el ejército con toda prisa, aunque venian tan destrozados y descalzos, que cuando en el camino ó aposento se mataba alguna bestia ó buey, mas furia había sobre el cuero para abarcas, que sobre la carne, aunque habia gran necesidad; 

Historia de la guerra de Lombardía, batalla de Pavía y prisión del rey Francisco de Francia, por Juan de Oznaya [1544] en CoDoIn v38

 

La abarca era un sencillo calzado consistente en una suela atada al pie con cordeles o tiras de cuero, de ahí que los soldados españoles en Italia de los 1520, una vez descalzos, aprovechasen el cuero de mulas o bueyes para calzarse con facilidad y rapidez, porque probablemente no había otro calzado de cuero más sencillo. Moro de Túnez con abarcas. Tapiz nº4 de la serie la conquista de Túnez titulado "Ataque a la Goleta".


y confieso á V. M. que no me puede sufrir el ánimo á ver soldados que he traido yo con bizcocho, y agua y atún podrido y descalzos sin dinero y haciéndoles pelear y derramar su sangre, sin que jamás hombres dellos haya hablado palabra de quejarse del tratamiento, verlos llorar sus trabajos sin poderlos remediar, 

El duque de Alba al rey. Lisboa, 19 de diciembre de 1580.


La compañía de Benito de Prado quitó el duque de Osuna, porque llegando en Napoles á la galera capitana de Sicilia, preguntó por el capitán y no le halló en galera; por el alférez, y no estaba en galera; el sargento tampoco, y ningún cabo de escuadra, ni guardia al estandarte de S. M.; y trayendo empleados cuatro mill escudos en mercancías, venían los soldados descalzos y sin vainas las espadas, y era un jenízaro el alférez de españoles. Dióla al capitán don Francisco Velazquez
Relación de las personas en quien el duque de Osuna ha proveido compañías de infantería española en este tercio de Sicilia, Palermo. 5 de febrero de 1614, en CoDoIn v.45. 



Alonso Enríquez de Guzmán, en su vida [1], explica de manera jocosa como un soldado huía de la batalla, y preguntándole el caballero a donde iba, el infante le respondió que a por unos zapatos, pues se hallaba descalzo y quería morir como hombre y no como bestia

Alonso Enríquez lo mandó prender, ahorcar en una higuera y colgarle un cartel a los pechos que rezaba:

«Este mandó D. Alonso ahorcar porque no tenía zapatos.

Evidentemente, el soldado fue ajusticiado por huir, y no por ir descalzo, pero entre los soldados se hizo fama literal de la causa del ahorcamiento, y así "el que no tenía zapato en un pié, ó lo metia debajo de tierra, ó lo ponia tras el otro para que yo no lo viese". 


Menos festivo, el proveedor general de la armada de Levante, Francisco Duarte, reflexionaba, mientras trabajaba en la preparación de la armada para acometer la empresa de Argel en 1541, sobre las jornadas de Monastir y del Caruan del pasado año de 1540. El hecho de que buena parte de los soldados españoles que había ido al norte de África se hallaran descalzos, había sido una de las causas de limitar las acciones de guerra, postergando la empresa del Caruan para el año venidero:

que ya por experiencia nos havemos hallado semejantes tiempos en tribulacion por estar la gente descalça / y el ynvierno proximo pasado, uno de los puntos porque se voto en el armada de su magd. q no hera bien que n[uest]ra ynfanteria fuese al Caruan fue porq la mayor parte se hallavan descalços 

AGS,E,1374,108. Anotaciones de Francisco Duarte sobre la relación de los bastimentos de la armada, 18 de julio de 1541.


Recomendaba el proveedor, que, al menos para el invierno se proveyeran zapatos, y en todo caso, se procurasen alpargatas. 

Habiendo de calzar a 30.000 personas para la jornada de Argel, desde la proveeduría de Málaga hacían provisión de 10.000 pares de zapatos y 20.000 pares de alpargatas, lo cual, al meticuloso y veterano Duarte no le parecía suficiente, aún contando que de Génova y Nápoles aportarían 15.000 pares de zapatos en la armada que él gestionaba. Parece que debía haber zapatos para todos, y aún algunos miles más de respeto. 

El caso era no repetir el error del pasado año, en que los 5.500 - 6.000 hombres de los tercios de Hungría, Sicilia y Nápoles, habían acabado la campaña en el norte de África, en su mayoría, según testimonio de Duarte, descalzos. Quizá no se embarcaran de esa guisa, y los zapatos o alpargatas los destrozaron en el mes que duró la jornada, o ya los traían deteriorados de tiempo atrás.   

Como fuera, marchar al Caruan - a 55 quilómetros de la costa - hubiera sido quizá excesivo para los pies de aquellos infantes. 

Soldado descalzo, subiendo a un batel para llegar a las playas de Túnez desde uno de los galeones de la armada, que es del rey de Portugal, cuñado de Carlos V. "Desembarco en la Goleta", cartón nº3 de la serie La Conquista de Túnez, de Jan Cornelisz Vermeyen. Alonso de Chaves, en su Espejo de navegantes, recomendaba: Es saludable consejo que todo buen mareante se  provea de pantuflos de corcho, de zapatos doblados, de  calzas marineras, de bonetes monteros, de agujetas dobladas , y de tres ó cuatro camisas limpias  porque es de  tal calidad el agua de la mar y la disposición de la galera, que primero las ha de ensuciar todas que se pueda  jabonar una. Sin duda un buen consejo, pero que soldado llevaba dos pares de zapatos y unas pantuflas al embarcarse. 


Uno de los motivos por los cuales los soldados viejos habrían de acudir a la guerra descalzos, no era otro que la falta de pagas sumada a la carestía de los productos básicos como los alimentos. 

Comprados al por mayor, la armada podía adquirir zapatos de lazo a dos reales y medio el par, y unas alpargatas, a real el par. 

Teniendo en cuenta que un soldado cobraba 3 escudos, o sea 3 x 11 reales, bien podría permitirse renovar los zapatos, al menos, anualmente, pero para esto debería,  en primer lugar, recibir los emolumentos , en segundo, tener un sobrante tras pagar la comida y otros gastos inexcusables, y, tercero, y no menos importante, hallarse en algún lugar donde poder comprar zapatos, algo que en el caso de Berbería no podía ser sencillo, a no ser que se hubieran hecho las prevenciones necesarias con antelación.

En diciembre de 1538, un asentista de Málaga recibía el encargo de aprovisionar ropa y calzado para las tropas de los presidios norteafricanos:

5.000 pares de zapatos de cordoban, castellanos, de buenas suelas y hechuras, de 11, 12 y 13 puntos 

5.000 pares de alpargatas de cañamo de los mismos puntos


Los zapatos, de tres puntos o tallas diferentes que debían ser las más comunes [1b], costaban 2 reales cada par [68 maravedíes] y las alpargatas 1 real el par [34 maravedíes]. Descontados a cuenta de los sueldos, aún con ganancia del rey, no deberían haber supuesto un descuadre en las apretadas cuentas de los infantes españoles.


Por otro lado, a los soldados bisoños se les reclutaba y no se les daba la primera paga hasta que habían de embarcarse, pues los "tornilleros" - entre un 10 y un 30% de las levas, según épocas - aquellos reclutas que se apuntaban a las compañías para comer a costa de los capitanes, siguiendo a la compañía desde las plazas de leva hasta antes que se les tomaba muestra previamente a darse a la mar, se hubieran ido, amén de con las "barrigas llenas", con el sueldo para sus casas. 

Así, muchos llegaban vestidos y calzados o descalzos, como pobres jornaleros o mozos o servidores que eran. 

El ir descalzo no era prerrogativa exclusiva de reos, penitentes y frailes [2], también parecía ser algo relativamente frecuente entre no pocos menesterosos. A la pobreza del descalzo, al soldado bisoño se le podía unir la suerte de tener que caminar cientos de quilómetros, bien para embarcarse a puertos del Andalucía o del Levante para ir a Italia, bien a puertos del Cantábrico o Galicia para ir a Flandes.

También, claro, había soldados "desbaratados", de esos que se jugaban la ropa en juegos de naipes y dados.

porque el dinero en las manos del soldado le dura poco y luego es al juego con ello, y entre mil hay uno que lo sepa guardar; y dándole paño, y camisas, y zapatos, no hay ninguno, por desbaratado que sea, que no se vista y ponga sobre sí lo que ha menester, y más mandando que la ropa no se juegue.

AGS,E,469.196-198, 16 de enero de 1541 [Documento transcrito por el equipo del profesor Emilio Solà de Archivo de la Frontera]


Al final, descalzos, con alpargatas, o con los zapatos destrozados en el camino, el aspecto de los mismos, reunidos en un grupo numeroso. conseguía que llamase la atención de quienes les llegaban a ver.  

Muchas veces los capitanes hacían gastos para comprar zapatos y ropa - calzas, camisas, jubones, coletos, escarpines e incluso guantes - así como espadas y talabartes y cintas para sus hombres. Con la conducta apenas recibían 30 ducados de ayuda de costa para la bandera y tambores y otros gastos, por lo que debían, si querían, comprar a crédito fiándose los prestamistas o mercaderes que suministraban la mercancía del pronto pago a la primera paga que recibirían los hombres. Esto haría que el "aderezo" de los soldados dependiese de la generosidad de los capitanes, así como de su capacidad de crédito, que podía verse respaldada por la de otros oficiales. 

y á los que no tuvieren armas de su paga gelas hareis comprar, de manera que esten bien aderezados é á punto de guerra,

Conducta o instrucción al capitán para levantar una compañía de infantería, año de 1537


 En esta relación se mencionan 1500 alpargatas en el campo de los Padules, para aderezar a los soldados que habían de combatir a los moriscos rebelados. En Guadix había 1100 pares de alpargates de cáñamo."Memoria de los vastimentos y municiones questan en este lugar del Padul al presente 21 de hebrero 1570 añós". [MSS7773, BNE]. Se usaban todavía ballestas que dispararían jaras y pasadores. 


A los capitanes les interesaba llenar sus compañías para completar sus conductas, y asimismo, mantener los hombres a su lado en las semanas que podían tardar desde las comarcas de reclutamiento hasta el puerto de embarque. No obstante, el "reparto" de estos socorros o ayuda de costa para comprar de ropa podía ser y de hecho era desigual. 

En otras ocasiones, los soldados recibían la primera paga en los partidos donde se levantaban las compañías, y disponían de dinero sonante para aderezarse adecuadamente, antes de marchar a los puertos de embarque.

Pero la cuestión es que no había un sistema oficial de pertrechar a los hombres adecuadamente.

Pero esto no siempre era así. Como veremos, en 1580, por ejemplo, para la campaña de Portugal, un previsor duque de Alba ordenaba que acudieran pagadores a cada uno de los tercios que se levantaban para socorrer a los soldados bisoños con dineros para que pudieran comprar zapatos y hacer el camino hasta Badajoz, antes de entrar al reino vecino. El tercio de Don Gabriel Niño, que se había de levantar en tierras de Cuenca tenía 500 quilómetros por delante. 

En la guerra había cuarenta días de caminata por uno de facción. Por eso decía el duque de Alba que zapatos y alpargatas eran el nervio de la guerra, modificando, sin ironía, el viejo aforismo romano de que era el dinero la base para sostener la guerra: "pecunia nervus belli est". 


Como fuera, la imagen del pobre soldado español necesitado - el bisoño - descalzo o con alpargatas con la suela de cáñamo o esparto, con le scarpe di corda, contribuyó a alimentar una imagen antiespañola en Italia que perduró en el tiempo [2b]. 

Pero no solo españoles llegaban descalzos a Italia, también hay noticias de lansquenetes y mercenarios suizos de la misma guisa [3a] . 

En todo caso, los mismos italianos padecían idénticas penurias.

En noviembre 1532, unos 4000 o 4500 infantes italianos que regresaban del socorro de Viena frente al turco, pasaron por Gorizia, a los cuales las autoridades de Udene les habían proveído abundantemente para hacer su camino. No obstante, se dedicaron a robar los zapatos a hombres y mujeres mientras que los zapateros aprovechaban para hacer su agosto, vendiéndoles zapatos viejos a 20 sueldos el par, y nuevos a 40 o 50 sueldos, contraviniendo la tasa que fijaba los precios [3b]. 

10.000 italianos marchaban en 1546 a servir contra los protestantes en las guerras de la Liga de Eslmalcalda, la mayoría sin zapatos, y parte sin armas: quasi tutti senza scarpe et parte di loro hanno bisogno di piche et archibusi. Quizá avergonzados, se excusaban en aguardar a los españoles, y demoraban su llegada al campo imperial no deseando comparecer descalzos y desarmados: non voleno discalzi et disarmati comparer de qui. [3c]

Por lo tanto, la necesidad no derivaba de la pertenencia o no a una nación más o menos pobre, sino a un estamento social bajo, que era el que nutría los ejércitos de la época.

El soldado, cuya fama era la de ir vestido con sus mejores galas como un caballero al combate, en el momento de la recluta, o en uno de desventura, aparecía desastrado y deslucido ante el espectador. Habían de pasar meses y aprovechar diversos sucesos de fortuna para que su ventura cambiase, y con ella, se mejorase su atuendo. 

Efectivamente, lo normal es que los soldados viejos fueran bien equipados, y los bisoños, no, como los 2500 españoles viejos, buena gente y bien armados, que iban con otros 3500 nuevos, mal armados a tomar Metz con el Emperador a la cabeza del ejército:

Di questi Spagnuoli che vengono dicono quelli che li han veduti, esser 2500 vecchi, bona gente, ben armati, li altri gente nova, mal armata fino al numero di 6 mille.

Carta de Marcantonio Damula al Senado de Venecia, Brixen, 29 de julio de 1552 [VDK, p533]


Pero se continuó viendo a soldados nuevos descalzos y necesitados a lo largo del siglo:

y la necesidad destos soldados que han quedado es muy grande porque son todos nuevos, desnudos y descalzos. Vuestra Majestad sea servido de mandar que se envíen luego estas tres pagas con que se puedan remediar, porque esto está muy deslucido.

Pedro Bermúdez de Santiso a Felipe II. Oporto, 5 de marzo de 1588



El soldado en alpargatas


[Sábado, a 27 del mes de enero de 1543] Mandó su Señoría este dia ya dicho dar la munición de alpargates á las compañías, lo cual mandó librar á D. Alonso de Villaroel, Maestre de campo, y daba su cédula cada Capitán, conforme á la necesidad que tenia y gente que cada uno en su compañía llevaba, porque de todo mandaba su Señoría fuesen los soldados muy bien proveídos, y asi lo encargaba á sus Capitanes. 
Relación de la guerra del reino de Tremecen y subjecion de la mesma cibdad


Los navios partirán luego; irá en ellos cuatro compañías del tercio de Nápoles, y doscientos y tantos soldados desas banderas que allá están, que quedaron aquí malos y están ya buenos, que tengo por cierto que pasarán todos de ochocientos soldados, porque las compañías del tercio de Nápoles son muy llenas[...]
Llevan bizcocho y otras victuallas para cinco mil bocas para mes y medio, y cebada para la caballería; llevan cuatro cañones, pólvora y balas suficientemente, porque serán cerca de cuatrocientos quintales de arcabuz ; cuerda y plomo llevarán también buena cuantidad ; cinco mil pares de zapatos y alpargates llevan, el nervio de la guerra; esta es la primera barcada. 

El duque de Alba a Sancho de Ávila, Lisboa, 28 de octubre de 1580 [Campaña de Portugal]

Calafate calzado con alpargatas, Christoph Weiditz, 1529. Identificación del calzado hecha por Doña Consuelo, del blog Indumentaria y costumbres en la España medieval hasta el siglo XVII, sitio web imprescindible para todo lo relativo a vestimenta y calzado de esta época.


Eran estos Españoles soldados nueuos muy desastrados, asi por el trabajo que auian padecido en la larga nauegacion dela mar, como porque eran muy desluzidos, como hombres que auian sido asoldados mas por necessidad y de priesa, que con diligencia, y asi la mayor parte dellos no solamente venian desarmados, sino tambien casi desnudos, vestidos de vnos ruynes sayuelos negros, y calçados con vnos alpargates de esparto

Historia general de todas las cosas succedidas en el mundo en estos 50 anos de nuestro tiempo de Pablo Jovio, traducido por Pedro Vallés


Estos bisoños calzados con alpargates de esparto que llegaron a Génova en 1528 enviados por el emperador Carlos para socorro de la ciudad, no quisieron ser recibidos por los genoveses y hubieron de transitar por los montes, acosados por los montañeses que les lanzaban dardos, saetas y piedras, muriendo, según Jovio, la tercera parte de ellos.

Cuando Carlos I, que había ido a Italia a coronarse emperador acompañado de una leva de 8.270 infantes españoles que se embarcaron en Barcelona, entró en Plasencia el 7 de septiembre de 1529, llevaba una escolta de 2000 hombres de a pie y de a caballo, con muchos gentileshombres españoles y flamencos. 

Los 20 pajes imperiales a caballo vestían espléndidas casacas de terciopelo leonado.

Sin embargo, un observador italiano, el obispo de Lodi, apuntó que el César traía '400 infantes en mal orden, sin armas, con zapatos de cuerda' [4]. 

Esto es, con alpargatas y por 'sin armas', se entiende que sin armas defensivas: coseletes.

Si un soldado calzado con alpargatas valía para escoltar al rey de España en su coronación, también valía para una guerra, pues, en cualquier caso, como 

En tierra mediterráneas, y en verano, y siempre que no lloviera, unas alpargatas podían ser suficientes, pero en invierno o en tiempos de aguaceros, o por zonas muy accidentadas, el pie no podía sufrir caminar con alpargatas. Aún así, muchos soldados que marcharon a Flandes para sofocar la rebelión, se vieron allí mal vestidos y peor calzados para los rigores del norte.

y es que habiéndose tomado muestra y dado una paga á la infantería española que no se amotinó, que es la que últimamente vino de Italia, y se le debe poco, le paresció al maestre de Campo Valdés llevalla á alojar por tres ó cuatro dias antes de metella en Holanda á los burgos de Utreque, por venir sin zapatos y con otras muchas necesidades que se podían mal remediar, sino cerca de una tierra grande; 

Don Luis de Requesens a Felipe II. Amberes, 15 de mayo de 1574


Aún así, en la armada invencible se habían de llevar veinte mil pares de alpargatas y once mil pares más de alpargatas de respeto, gozando las islas británicas del acostumbrado poco apacible clima norteño. Así que la alpargata, esparteña o alpargate había de valer para un roto y un descosido, para Berbería o el mar del Norte. 

Respecto a la proveeduría de las alpargatas, se consideraba óptimos comprarlas en Málaga o Valencia, siendo en aquel reino los artesanos moriscos los principales fabricantes. Al parecer, o era difícil o no era posible adquirirlas en Italia.



El soldado con zapatos [o estivales]


Para que la gente camine con mayor brevedad , me ha parecido que no aguarden á dar muestra en los districtos, sino que vengan a darla en los lugares cerca de Badajoz, que yo les terne señalados como llegue en aquella ciudad , donde se la haré tomar todos juntos en un dia [...] y para que puedan proveerse de zapatos y otras cosas para el camino, mandará V. M. siendo servido, vaya un oficial del pagador á cada uno de los tercios con algún dinero para venir socorriendo la gente con orden del maestro de campo, el cual pedirá á los capitanes lista de los soldados que tiene, para conforme á ella hacer los socorros, los cuales se les ha de descontar en la primera paga, y este dinero se podrá enviar á las plazas donde se han de juntar los dichos tercios,

El duque de Alba al rey, Llerena, 22 de abril de 1580 [Jornada de Portugal]



Los soldados vienen todos descalzos; conviene enviar alguna gran cantidad de zapatos que no se halla un zapato ni botas en esta tierra. 

Sancho de Ávila al duque de Alba, Avero, 5 de octubre de 1580 [Jornada de Portugal]


La Sorpresa de Calais [1596]. Podemos ver como los soldados de esta escena calzan zapatos de lazo. El soldado que lleva una media pica en la mano, viste medias rojas y unas calzas granate y dorada. El soldado que le sigue, con unas cintas sobre las medias azules a la altura de las rodillas, viste unos gregüescos. 


De muy gran alivio fuera para toda la gente de la Armada que se les dieran tres pagas; pero pues que Vuestra Majestad manda que no sean más que dos, se hará así, aunque entiendo que con ellas no han de poder comprar zapatos y camisas, porque con la gran carestía de la tierra están los soldados pobrísimos. 

El duque de Medina-Sidonia al rey, Felipe II, Lisboa, 26 de marzo de 1588.


Téngase por firmísimo que andan las galeras después que yo las tengo , no solo como las traia D. Juan de Mendoza, pero mucho mas bien en orden y proveídas , y la gente mas contenta y bien tractada que cuantas S. M. tiene á su sueldo, y los esclavos dellas proveídos de zapatos y calcetas, que es gasto no acostumbrado y muy provechoso porque no se le mueran á S. M. 

Don García de Toledo al secretario Eraso, Génova, 20 de mayo de 1566


Lo normal era que los esclavos fueran descalzos, aunque se recomendaba que los que fueran a servir fuera de las naves, como estos que hacen una aguada, usasen zapatos No es el caso. Esclavos de las galeras o galeones de Barcelona [1529] Weiditz Trachtenbuch


Entre los soldados que habían de embarcarse para la Gran Armada de 1588 y a los cuales no les alcanzaba el sueldo para comprar zapatos, y los esclavos de las galeras de don García de Toledo, que en 1566 gozaban - gasto no acostumbrado - de calcetas y zapatos, para que no "se le mueran a S.M" hay todo un mundo.

Evidentemente, a los esclavos, que costaban 40 ducados a cada asentista de galeras, o sea, cada capitán general que los recibía en nombre del rey, y que debía pagar esa suma en caso de que murieran, había que cuidarles un mínimo. 

Los soldados que estaban en Lisboa en 1588, dada la carestía de la tierra, apenas tendrían con la paga de dos meses para comer, y por lo tanto, no les quedaría para comprar zapatos ni camisas, cosa que protestaba el duque de Medina-Sidonia ante el rey.

Según la lógica militar de la época, los soldados recibían un sueldo, y con ese sueldo debían pagarse todo lo que necesitaban, incluyendo armas, munición, comida, vestido, y, por supuesto, calzado.

Aún así, se podía entregar calzado de munición, que era descontado - con ganancia para la hacienda real - del sueldo que se solía adeudar al soldado, o a cuenta de las futuras pagas. 

Era muy común que en las armadas se llevase calzado de respeto - o sea, de repuesto. En la hipotética armada del rey Sebastián para su jornada en África, año de 1578, se recomendaba para 30.000 personas, llevar 20.000 pares de zapatos de lazo y 20.000 pares de alpargatas. 

 

Respecto a la proveeduría de los zapatos, se consideraba óptimos comprarlos en Génova o Nápoles, si bien también se adquirían en Castilla. 

En Nápoles Zapatos 40.000 pares para los soldados de infantería y gastadores a 3 reales cada par
Relación de las naos, galeras [...] y los demás pertrechos [...] para en caso que se haya de hacer la jornada de Inglaterra [1586]

En 1543, según informa Rodrigo Cervantes, en la Goleta recibieron 2000 pares de zapatos de buen cuero español. El problema es que eran zapatos de la talla de una muchacha [4b]. 

Otra manera de calzar a los soldados en armadas, era embarcar zapateros o mercaderes que llevasen zapatos para vender a precio tasado, mientras que en campañas de tierra, se tasaba el precio de dichos productos para beneficiar al soldado. 

Por la tasa de productos del campo sobre Metz en 1552, vemos que el calzado era más variado de lo que puede parecer por las relaciones de las armadas, donde solo suele aparecer un tipo de zapato:

  • 1 par de zapatos de una suela - 5 baços 
  • 1 par de zapatos de dos suelas - 7 baços
  • 1 par de estivales de baquetas - 2 florines: 30 baços
  • 1 par de estivaletes cortos para soldados de pie sobresolados - 12 baços
  • 1 par de estivales de cordovan de una suela - 2 escudos
  • 1 par de estivales de cordovan de dos suelas - 2 escudos y 2 reales


Un pica seca que cobrase 3 escudos al mes - el sueldo más bajo - percibiría en esta época en el ejército que combatía a los franceses 62 y 1/3,25 bazos, probablemente cobrados en florines. 

En todo caso, parece que los zapatos más sencillos - de una y dos suelas -  eran asequibles para cualquiera que tuviera ingresos en moneda sonante, no suponiendo más de un 8 - 11% de su sueldo mensual. 

Este tambor sale tocando ufano de Túnez, que había sido tomada y saqueada, en 1535. Calza lo que parecen unos estivales, aunque la caña o cuello no es holgada, y lleva las piernas desnudas.. 

El estival que aparece mencionado en la lista como estivaletes cortos para soldados de pie sobresolados, es claramente un calzado para soldado de infantería. Era un especie de botín con la caña - entonces llamado cuello - [5] - holgada, que podía llevar una suela suplementaria, pues el cuero solía ser fino, de ahí el sobresolado. 

Es probable que las modas fueran contra la durabilidad y resistencia del calzado. Por un lado, la moda de acuchillar los zapatos para que se vieran las calzas, y por otra, la de usar cueros finos como el cordobán. El zapato tosco y grueso, más resistente, era, no obstante, calzado de labriegos y pastores [5b]. Vestir como señores, es probable que no aportase nada bueno a los pies de los soldados: 

los soldados se tienen por muy agraviados en que les hacen guardar el ganado, porque lloviendo y nevando van siempre al campo, de día y de noche, y es de cuya causa enferman muchos, y pierden su ropa, y no les dura un par de zapatos ocho días

AGS,E,467-143. Los soldados de Bona suplican se tome residencia a Alvar Gómez [Archivo de la Frontera]


La alpargata era un calzado mediterráneo para el verano, y el zapato, un calzado para latitudes más frías y lluviosas, o para el invierno:

es menester que en Burgos se les provean vestidos a ellos y a los otros cuatrocientos que andan en este contorno, porque no los tendrán de aquí a seis días, y también cantidad de camisas y zapatos porque entra el invierno

García de Vallejo a Andrés de Prada, 21 de octubre 1588, Santander



El soldado de infantería con borceguíes

El borceguí era un calzado de cuero fino y ajustado que llegaba hasta la rodilla, o por encima de ella, y protegía la pierna del roce al montar a caballo. Muchas personas, aún no disponiendo de montura, compraban este calzado para emular a las clases bienestantes que sí podían permitírselo. 

Los soldados no parecen escapar a esa moda, a pesar de que era un calzado difícil de poner - Gutierre de Cetina indica que se usaba un cuerno a modo de calzador para tirar y calzar un borceguí muy justo o una bota - lo cual supondría una desventaja si en medio de la noche el enemigo daba un arma y había que salir a rechazarlo. 

Borceguíes calzados por una persona de sangre real. El Emperador Carlos V con un perro. Ticiano, 1533. Museo del Prado.


Aquí podemos ver a un tambor y un arcabucero con zapato. Mientras, en el suelo, Jan Cornelisz Vermeyen, esboza un boceto de lo que sucede en el ataque a la Goleta para la posteridad, calzado con unos borceguíes. 

Alguacil a caballo calzado con borceguíes. Weiditz Trachtenbuch de 1529



El infante con botas

La [bandera] que estuvo casi perdida fué la del capitán Baltasar de Hortígosa, porque el Alférez que la llevaba desplegada y sobre el hombro dio una caida, y queriéndose levantar con ella se le asió el tafetán á una espuela, no pudiéndola desasir ni levantarse; 

Los sucesos de Flandes y Francia del tiempo de Alejandro Farnese por el capitán Alonso Vázquez


Soldado a pie calzado con botas. Toma de Casole. Giorgio Vasari [h.1563]

Al alférez del capitán Hortigosa, en esta acción que relata Alonso Vázquez, se le enredó la tela de la bandera con la espuela. Espuela que llevaba en una bota de montar.

Aunque la bota no era el calzado ordinario para el infante, pues este combatía a pie, lo cierto es que entre la infantería, y no solo entre los oficiales, había buen número de soldados que se desplazaban a caballo - cuartago, jaca o rocín - y que se puede estimar, según épocas, territorios y campañas, en torno al 10-15% del total.

Estos soldados, que, debían combatir a pie, desmontándose y dejando sus monturas a cargo de sus mozos, para servir en el escuadrón o en las mangas de arcabucería, en muchas ocasiones iban montados a caballo en los desplazamientos, y se calzaban con botas, que luego les suponían un embarazo para moverse a pie.

Por eso, hacía Alonso Vázquez la siguiente reflexión a modo de tratado militar:

Deben mirar mucho los Sargentos mayores en la guerra no permitir á ningún Capitán, Alférez, Sargento ni soldado, por particular que sea, que traiga botas ni espuelas, pues sólo es permitido á los caballos ligeros y á todas las personas que han de pelear á caballo; mas á un infante que sólo á ratos ha de subir en una mala roza (como ellos dicen) ó en un rocín, sólo para ir descansados al peso de la bandera, 



El soldado con ramplones o  veros "crampones"

Y assí de los navíos como de los diques tiravan a nuestros soldados, que andavan escaramuçando sobre la mar y yelo, que estava cubierto con más de un palmo de nieve, puestas una manera de espuelas de hierro que acostumbran en el país con dos ramploncillos en forma de puntas de diamante en una planchilla de hierro, la cual va en la planta y hueco del pie para afirmar en el yelo sin deslizar y poder combatir y caminar, aviendo para este efecto mandado el Duque se hiziessen siete mil espuelas de munición.

Comentarios de don Bernardino de Mendoça de lo sucedido en las guerras de los Payses Baxos: desde el año de 1567 hasta el de 1577


Por este tiempo no deseaba el duque de Parma estar del todo ocioso, aunque la aspereza de los fríos lo pedía; antes, para tentar algo, aun en el corazón del invierno, en Holanda, mandó hacer doce mil pares de ramplones con que servirse de los hielos, que, resistiendo el peso de los soldados, privan aquella fortísima provincia del embarazo de las aguas, que la hacen inexpugnable y dan lugar a pelear sobre ellos y arrimarse a las plazas

Las guerras de los Estados Baxos desde el año de MDLXXXVIII hasta el de MDXCIX. Carlos Coloma


ramplón. “Se aplica a la pieza de hierro que tiene las extremidades vueltas, como herradura ramplona, y por extensión se dice también del zapato tosco, ancho y muy bañado de suela". A los caballos que tiraban de los trineos, también se les herraba con ramplones, según describe Alonso Vázquez.


En los Países Bajos fue necesario adaptarse al clima para poder combatir en invierno, y no resbalar y caer en la superfície cubierta por nieve o hielo. 

Los locales también usaban patines para patinar sobre el hielo, y Mendoza los describe como una curiosidad, pero no menciona que los soldados españoles los llegaran a usar. 


El calzado, al final, se había de adaptar a las diferentes circunstancias y climatologías, pero también, por cierto, había una etiqueta asociada a él: un pobre soldado podía ir descalzo, pero un capitán, no podía ir como quisiera:

Yo he vito a Capitan de infanteria por traer pantuflos pero sin çapatos, estando u compañía recogida en vna yglelia para dar muestra el Veedor general, darle vn mal rebufo por venir con pántufos y desarmado, y no le pagar por entonce su sueldo de soldado, sino treynta y seis ducados de ventaja de quarenta ducados que tenia en efecto repreenta grande autoridad.

Milicia, discurso y regla militar, por Martín de Eguiluz [1595] 


El pantuflo, por cómodo que fuera, no era un calzado propio para un capitán un día solemne como era aquel en que se tomaba la muestra a los soldados, a los cuales se les exigía aparecer con todas sus armas. 

Aunque embarcados, se podían usar babuchas o borrachas.


Notas

[1] El relato del ajusticiamiento es el que sigue

Ya que íbamos á pelear, no sé cómo volví la cabeza y veo el mi dicho soldado camino de la ciudad, quebrándose como conejo. Echo aparte el alguacil, como que queria otra cosa, que andaba en un caballo, y encaminé el escuadrón por donde habia de ir, y voyme al soldado, y hícele tomar y llevar á una higuera que se parecia, por donde habíamos de pasar, y mándele ahorcar della, y una cédula á los pechos que dijese: — 
«Este mandó D. Alonso ahorcar porque no tenía zapatos. Quien tal hace, que tal pague.» — 


[1b] Los puntos, como se puede deducir, eran la talla del calzado de la época, e iban normalmente de los 4 a los 15, según el Reportorio de todas las Pragmaticas y Capitulos de Cortes [1565], aunque había personas que excedían ese número:

Vio este dia su Majestad un gigante catalán, de tres varas de altura, en 
veinte años de edad; calzaba veinte y cinco puntos de zapato, y era bien 
proporcionado de miembros, y el Rey le hizo merced. 
Filipe Segundo Rey de España, por  Luis Cabrera de Córdoba. Libro VI. Capítulo X


[2] Tenia los pies llenos de callos y muy ásperos, de haberlos traido tanto tiempo descalzos y hecho tantos caminos. 

Elogio de Ignacio de Loyola por Prudencio de Sandoval.

[2b]

Un espectáculo lamentable, terrible y triste a la vez, ofrecía siempre la llegada de las tropas españolas, con aquellos soldados de reciente alistamiento que se llamaban los bisoños y que los italianos llamaban también i bisogni (los necesitados) porque, en verdad, era gente que de todo carecía. Bandello alude despectivamente a «los españoles plebeyos que se llaman bisoños, que vienen a Italia con las abarcas» como pobres aldeanos que eran, arrancados del arado. 
Benedetto Croce, España en la vida italiana durante el Renacimiento


Cerbonio Besozzi, en sus viajes por España, apuntó que los señores vestían pomposamente, pero que los plebeyos y villanos lo hacían miserablemente en ropa de tela y zapatos de cuerda, o sea, alpargatas:

 i prencipi e signori vestono pomposamente, i plebei e villani miseramente in tela e scarpe di corda. 

Die Chronik des Cerbonio Besozzi




[3a] Justo en 1528, Marino Sanuto recoge el siguiente testimonio sobre centenares de lansquenetes alemanes que regresaban a sus tierras empobrecidos tras haber estado sirviendo a Carlos V en sus guerras en Italia:
Come hozi sono lettere di monsignor Grangis al bora che andevemo dal signor duca di Milan, poteva esser hore 22, per le qual da Coyra si ha come li lanzinech pasavano per le terre di Grisoni a centenera et si poi dir a mier secondo si conticn in ditte lettere, discalzi, ruinati et mal andati, zerchando per l'amor de Dio, maledicendo l'Impcrador et chi ci serviva, et che più presto seririano Turchi che a più venir ai soi servitii. 

[3b] I Diarii di Marin Sanuto, v.56 c198

[3c] Carta del embajador Alvise Mocenigo, Landshut, 12 de agosto de 1546. [VDK, v1 p626]


[4] Haveva circa 400 fanti malissimo in ordine, senza arme, le scarpe di corda.

Sumario de cartas de Cremona del obispo de Lodi, del 9 de septiembre

Sanuto, v51. c535


[4b] Citado por Ferdinand Braudel, "El Mediterraneo En La Epoca De Felipe I", v2 p.280.

 

[5] los quales Vistan sayos de quartos enforrados, et embotonados ; et non jubones en ninguna manera, nin calzas, salvo del pardillo de las guarnachas, nin alcorques, salvó Cuequas, et Zapatos con quatro dedos de Cuello, sobre el tobillo. 

Reformación del monasterio de Santa María de Nájera [1496]


[5b] Así lo reflejan algunas obras literarias, como esta novela pastoril, "El pastor de Filida", que retrata el "tosco" traje de los pastores de cabras, ropa cruda - esto es, sin teñir - y zapato grueso:
Así como iba trocada su fortuna, así lo iba su traje: camisa cruda llevaba y sayo pardo vaquero, caperuza de faldas y calzón de lienzo, polaina tosca y zapato gruesso, é intencionado de encubrir su suerte y guardar cabras y ovejas en la ribera del Tajo, 
Kastilianischer Hirt, pastor castellano, folio 20 del "Trachtenbuch" des Christoph Weiditz [1529]



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